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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
1 Reyes 16:21 - 2 Reyes 4:37

Reinado de Omri

21 Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos partes: la mitad del pueblo seguía a Tibni hijo de Ginat para hacerlo rey, y la otra mitad seguía a Omri. 22 Pero el pueblo que seguía a Omri pudo más que el que seguía a Tibni hijo de Ginat. Tibni murió y Omri se convirtió en rey.

23 En el año treinta y uno de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar Omri sobre Israel, y reinó doce años; en Tirsa reinó seis años. 24 Omri compró a Semer el monte de Samaria por dos talentos de plata, edificó en el monte y llamó a la ciudad que había edificado Samaria, por el nombre de Semer, que fue dueño de aquel monte.

25 Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová; lo hizo peor que todos los que habían reinado antes de él, 26 pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, y en el pecado que aquél hizo cometer a Israel, al provocar con sus ídolos la ira de Jehová, Dios de Israel.

27 Los demás hechos de Omri, todo lo que hizo, y las acciones valientes que ejecutó, ¿no está todo escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 28 Omri durmió con sus padres y fue sepultado en Samaria. En su lugar reinó Acab, su hijo.

Reinado de Acab

29 Comenzó a reinar Acab hijo de Omri sobre Israel el año treinta y ocho de Asa, rey de Judá, 30 y reinó sobre Israel en Samaria veintidós años. Pero Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él, 31 pues no le bastó andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, sino que tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal, rey de los sidonios, y fue, sirvió a Baal y lo adoró. 32 Construyó además un altar a Baal en el templo que él le edificó en Samaria. 33 También hizo Acab una imagen de Asera, para provocar así la ira de Jehová, Dios de Israel, más que todos los reyes de Israel que reinaron antes de él.

34 En tiempos de Acab, Hiel, el de Bet-el, reedificó a Jericó. Al precio de la vida de Abiram, su primogénito, echó el cimiento, y al precio de la vida de Segub, su hijo menor, puso sus puertas, conforme a la palabra que Jehová le había anunciado por medio de Josué hijo de Nun.

Elías predice la sequía

17 Entonces Elías, el tisbita, que era uno de los habitantes de Galaad, dijo a Acab: «¡Vive Jehová, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, hasta que mi boca lo diga!»

Llegó a él una palabra de Jehová, que decía: «Apártate de aquí, vuelve al oriente y escóndete en el arroyo Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer.»

Él partió e hizo conforme a la palabra de Jehová, pues se fue y vivió junto al arroyo Querit, que está frente al Jordán. Los cuervos le traían pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía del arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra.

Elías y la viuda de Sarepta

Luego llegó a Elías una palabra de Jehová, que decía: «Levántate, vete a Sarepta de Sidón y vive allí; ahí le he dado orden a una mujer viuda que te sustente.»

10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una mujer viuda que estaba recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo:

—Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso para que beba.

11 Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a llamar y le dijo:

—Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tus manos.

12 Ella respondió:

—¡Vive Jehová, tu Dios, que no tengo pan cocido!; solamente tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo. Lo comeremos y luego moriremos.

13 Elías le dijo:

—No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo. 14 Porque Jehová, Dios de Israel, ha dicho así: “La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.”

15 La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días. 16 No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por medio de Elías.

17 Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa. La enfermedad fue tan grave que se quedó sin aliento. 18 Entonces dijo ella a Elías:

—¿Qué tengo que ver yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido aquí a recordarme mis pecados y a hacer morir a mi hijo?

19 —Dame acá tu hijo —le dijo él.

Lo tomó entonces Elías de su regazo, lo llevó al aposento donde él vivía y lo puso sobre su cama. 20 Luego clamó a Jehová diciendo: «Jehová, Dios mío, ¿también a la viuda en cuya casa estoy hospedado vas a afligir, haciendo morir su hijo?»

21 Se tendió sobre el niño tres veces y clamó a Jehová: «Jehová, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño.»

22 Jehová oyó la voz de Elías, el alma volvió al niño y éste revivió. 23 Tomó luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, lo entregó a su madre y le dijo:

—Mira, tu hijo vive.

24 Entonces la mujer dijo a Elías:

—Ahora reconozco que tú eres un varón de Dios y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.

Elías regresa a ver a Acab

18 Pasó mucho tiempo, y tres años después, llegó palabra de Jehová a Elías, diciendo: «Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra.»

Fue, pues, Elías a mostrarse a Acab. En Samaria el hambre era grave. Acab llamó a Abdías, su mayordomo. Abdías era muy temeroso de Jehová, pues cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehová, Abdías tomó a cien profetas y los escondió en cuevas de cincuenta en cincuenta, y los sustentó con pan y agua. Dijo, pues, Acab a Abdías:

—Ve por el país a todas las fuentes de aguas y a todos los arroyos, a ver si acaso encontramos pasto con que conservar con vida a los caballos y a las mulas, para que no nos quedemos sin bestias.

Y dividieron entre sí el país para recorrerlo; Acab fue por un camino y Abdías fue solo por otro. Cuando Abdías iba por el camino, se encontró con Elías. Al reconocerlo, se postró sobre su rostro y dijo:

—¿No eres tú Elías, mi señor?

—Yo soy; ve y dile a tu amo: “Aquí está Elías” —le respondió él.

Abdías contestó:

—¿En qué he pecado para que entregues a tu siervo en manos de Acab para que me mate? 10 ¡Vive Jehová, tu Dios!, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte, y cuando respondían: “No está aquí”, hacía jurar a reinos y a naciones que no te habían hallado. 11 ¿Y ahora tú dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Aquí está Elías’”? 12 Acontecerá que luego de que yo me haya ido, el espíritu de Jehová te llevará adonde yo no sepa. Y cuando yo vaya a dar la noticia a Acab, él no te hallará y me matará. Pero tu siervo teme a Jehová desde su juventud. 13 ¿No le han contado a mi señor lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehová, que escondí en cuevas a cien de los profetas de Jehová, de cincuenta en cincuenta, y los mantuve con pan y agua? 14 Y ahora dices tú: “Ve y dile a tu amo: ‘Aquí está Elías’”. ¿Quieres que me mate?

15 Elías le dijo:

—¡Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy!, que hoy me presentaré ante él.

16 Entonces Abdías fue a encontrarse con Acab, le dio el aviso, y Acab fue a encontrarse con Elías. 17 Cuando lo vio, le dijo:

—¿Eres tú el que perturbas a Israel?

18 Él respondió:

—Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, al abandonar los mandamientos de Jehová y seguir a los baales. 19 Manda, pues, ahora a que todo Israel se congregue en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel.

Elías y los profetas de Baal

20 Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. 21 Entonces Elías, acercándose a todo el pueblo, dijo:

—¿Hasta cuándo vacilaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; si Baal, id en pos de él.

Y el pueblo no respondió palabra. 22 Elías siguió hablándole al pueblo:

—Sólo yo he quedado como profeta de Jehová, mientras que de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. 23 Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno; córtenlo en pedazos y pónganlo sobre leña, pero que no le prendan fuego. Yo prepararé el otro buey, lo pondré sobre leña, y tampoco le prenderé fuego. 24 Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses; yo invocaré el nombre de Jehová. El Dios que responda por medio del fuego, ése es Dios.

—Bien dicho —respondió todo el pueblo.

25 Entonces Elías dijo a los profetas de Baal:

«Escoged un buey y preparadlo vosotros primero, pues sois los más. Invocad luego el nombre de vuestros dioses, pero no le prendáis fuego.»

26 Ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Decían: «¡Baal, respóndenos!» Pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera; entre tanto, ellos seguían saltando alrededor del altar que habían hecho. 27 Hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo: «Gritad con voz más fuerte, porque es un dios. Quizá esté meditando, o tenga algún trabajo, o se haya ido de viaje. ¡Tal vez esté durmiendo y haya que despertarlo!»

28 Seguían ellos clamando a gritos, y se hacían cortes, conforme a su costumbre, con cuchillos y con lancetas, hasta que les chorreaba la sangre. 29 Pasó el mediodía y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio, pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera ni escuchara. 30 Entonces dijo Elías a todo el pueblo: «Acercaos a mí.»

Todo el pueblo se le acercó, y Elías arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. 31 Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo: «Israel será tu nombre», 32 y edificó con las piedras un altar al nombre de Jehová. Después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. 33 Preparó la leña, cortó el buey en pedazos, lo puso sobre la leña, 34 y dijo: «Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña.»

«Hacedlo otra vez», dijo; y lo hicieron otra vez.

«Hacedlo la tercera vez», dijo de nuevo; y lo hicieron la tercera vez, 35 de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja.

36 Cuando llegó la hora de ofrecer el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: «Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. 37 Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Jehová, eres el Dios, y que tú haces que su corazón se vuelva a ti.»

38 Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y hasta lamió el agua que estaba en la zanja. 39 Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: «¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!»

40 Entonces Elías les dijo: «Apresad a los profetas de Baal para que no escape ninguno.»

Ellos los apresaron y Elías los condujo al arroyo Cisón y allí los degolló.

Oración de Elías pidiendo lluvia

41 Entonces Elías dijo a Acab: «Sube, come y bebe; porque ya se oye el ruido de la lluvia.»

42 Acab subió a comer y a beber. Pero Elías subió a la cumbre del Carmelo y, postrándose en tierra, puso el rostro entre las rodillas. 43 Luego dijo a su criado:

—Sube ahora y mira hacia el mar.

Él subió, miró y dijo:

—No hay nada.

Pero Elías le ordenó de nuevo:

—Vuelve siete veces.

44 A la séptima vez el criado dijo:

—Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar.

Elías dijo:

—Ve y dile a Acab: “Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te lo impida.”

45 Entre tanto, aconteció que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo un gran aguacero. Subió a su carro Acab y se fue a Jezreel. 46 Pero la mano de Jehová estaba sobre Elías, que se ciñó la cintura y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.

Elías huye a Horeb

19 Acab dio a Jezabel la noticia de todo lo que Elías había hecho y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero para decirle: «Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si mañana a estas horas no he puesto tu persona como la de uno de ellos.»

Viendo Elías el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida. Al llegar a Beerseba, que está en Judá, dejó allí a su criado. Luego de caminar todo un día por el desierto, fue a sentarse debajo de un enebro. Entonces se deseó la muerte y dijo: «Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.»

Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; pero un ángel lo tocó, y le dijo: «Levántate y come.»

Miró y vio a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas y una vasija de agua; comió, bebió y volvió a dormirse. Regresó el ángel de Jehová por segunda vez, lo tocó y le dijo: «Levántate y come, porque largo camino te resta.»

Se levantó, pues, comió y bebió. Fortalecido con aquella comida anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Llegó a él palabra de Jehová, el cual le dijo:

—¿Qué haces aquí, Elías?

10 Él respondió:

—He sentido un vivo celo por Jehová, Dios de los ejércitos, porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Sólo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.

11 Jehová le dijo:

—Sal fuera y ponte en el monte delante de Jehová.

En ese momento pasaba Jehová, y un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto hubo un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego se escuchó un silbo apacible y delicado. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y se puso a la puerta de la cueva. Entonces le llegó una voz que le decía:

—¿Qué haces aquí, Elías?

14 Él respondió:

—He sentido un vivo celo por Jehová, Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Sólo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida.

15 Jehová le dijo:

—Ve, vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Llegarás y ungirás a Hazael como rey de Siria. 16 A Jehú hijo de Nimsi lo ungirás como rey de Israel, y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, lo ungirás como profeta para que ocupe tu lugar. 17 Al que escape de la espada de Hazael, Jehú lo matará, y al que escape de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. 18 Pero haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal y cuyas bocas no lo besaron.

Llamamiento de Eliseo

19 Partió de allí Elías y halló a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él iban doce yuntas de bueyes, y él conducía la última. Elías pasó ante él y echó sobre él su manto. 20 Entonces dejó los bueyes, salió corriendo detrás de Elías y le dijo:

—Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré.

Y él le dijo:

—Ve, regresa; ¿acaso te lo he impedido?

21 Regresó Eliseo, tomó un par de bueyes y los mató; con el arado de los bueyes coció luego la carne y la dio al pueblo para que comieran. Después se levantó, se fue tras Elías y lo servía.

Acab derrota a los sirios

20 Entonces Ben-adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército. Llevaba consigo a treinta y dos reyes con caballos y carros. Subió contra Samaria, le puso sitio y la atacó. Luego envió mensajeros a esta ciudad, a decirle a Acab, rey de Israel: «Así ha dicho Ben-adad: “Tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hermosos hijos son míos.”»

El rey de Israel respondió: «Como tú dices, rey y señor mío, yo soy tuyo, así como todo lo que tengo.»

Volvieron otra vez los mensajeros y le dijeron: «Así dijo Ben-adad: “Yo te envié a decir: ‘Me darás tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos.’ Además, mañana a estas horas te enviaré a mis siervos, los cuales registrarán tu casa y las casas de tus siervos; tomarán todo lo precioso que tengas y se lo llevarán.”»

Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y les dijo:

—Fijaos y ved ahora cómo éste no busca sino el mal; pues me ha mandado pedir mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se lo he negado.

Todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron:

—No lo obedezcas ni hagas lo que te pide.

Él respondió entonces a los embajadores de Ben-adad: «Decid al rey, mi señor: “Haré todo lo que mandaste la primera vez a tu siervo; pero esto no lo puedo hacer.”»

Los embajadores fueron y le dieron la respuesta. 10 Nuevamente Ben-adad le envió a decir: «Traigan los dioses sobre mí el peor de los castigos, si queda polvo suficiente en Samaria para darle un puñado a cada uno de los que me siguen.»

11 El rey de Israel respondió y dijo: «Decidle que no se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe.»

12 Cuando él oyó estas palabras, mientras bebía con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: «Preparaos.» Y ellos se prepararon para atacar a la ciudad.

13 Mientras, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le dijo:

—Así ha dicho Jehová: “¿Has visto esta gran multitud? Pues yo la entregaré hoy en tus manos, para que conozcas que yo soy Jehová.”

14 —¿Por medio de quién? —respondió Acab.

Él dijo:

—Así ha dicho Jehová: “Por medio de los siervos de los príncipes de las provincias.”

—¿Quién comenzará la batalla? —preguntó Acab.

—Tú —respondió él.

15 Acab pasó revista a los siervos de los príncipes de las provincias, que eran doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que eran siete mil. 16 Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben-adad bebía y se embriagaba en las tiendas, junto a los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda. 17 Los siervos de los príncipes de las provincias salieron en primer lugar. Ben-adad había mandado a uno y éste le trajo la siguiente noticia: «Han salido hombres de Samaria.» 18 Él entonces dijo: «Si han salido en son de paz, capturadlos vivos, y si han salido para pelear, también capturadlos vivos.»

19 Salieron, pues, de la ciudad los siervos de los príncipes de las provincias, y detrás de ellos el ejército. 20 Mató cada uno al que venía contra él; huyeron los sirios, seguidos por los de Israel. El rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería. 21 Entonces salió el rey de Israel, hirió la gente de a caballo, se apoderó de los carros y deshizo a los sirios causándoles grandes estragos. 22 Se presentó luego el profeta ante el rey de Israel y le dijo:

—Anda, fortalécete, considera y mira lo que has de hacer, porque dentro de un año el rey de Siria te atacará.

23 Los siervos del rey de Siria le dijeron:

—Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido, pero si peleamos con ellos en la llanura, de seguro los venceremos. 24 Haz, pues, así: Saca a cada uno de los reyes de su puesto, y pon capitanes en su lugar. 25 Forma otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro; luego pelearemos con ellos en campo raso; ya veremos si no los vencemos.

Les prestó oído el rey y así lo hizo. 26 Un año más tarde, Ben-adad pasó revista al ejército de los sirios y marchó a Afec para pelear contra Israel. 27 También pasaron revista a los hijos de Israel, y tomaron provisiones y le salieron al encuentro. Acamparon los hijos de Israel frente a ellos como dos rebañuelos de cabras, mientras los sirios llenaban la tierra.

28 Se presentó entonces el varón de Dios ante el rey de Israel, y le dijo: «Así ha hablado Jehová: “Por cuanto los sirios han dicho: ‘Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles’, yo entregaré toda esta gran multitud en tus manos, para que sepáis que yo soy Jehová.”»

29 Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y al séptimo día se dio la batalla. Los hijos de Israel mataron de los sirios en un solo día a cien mil hombres de a pie. 30 Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero el muro cayó sobre los veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad llegó huyendo a la ciudad y se escondía de aposento en aposento.

31 Entonces sus siervos le dijeron: «Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongámonos, pues, ropas ásperas encima, y sogas en nuestros cuellos, y vayamos ante el rey de Israel, a ver si por ventura te salva la vida.»

32 Se vistieron, pues, con ropas ásperas y se pusieron sogas al cuello. Luego se presentaron ante el rey de Israel y le dijeron:

—Tu siervo Ben-adad dice: “Te ruego que me perdones la vida.”

—Si él vive aún, mi hermano es —respondió el rey.

33 Esto lo tomaron aquellos hombres como un buen augurio, por lo que se apresuraron a tomarle la palabra y le dijeron:

—Tu hermano Ben-adad vive.

—Id y traedlo —dijo el rey.

Ben-adad entonces se presentó ante Acab, y él lo hizo subir en un carro. 34 Ben-adad le dijo:

—Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré. Hazte mercados en Damasco, como mi padre los hizo en Samaria.

—Por mi parte, yo —dijo Acab— te dejaré partir con este pacto.

Hizo, pues, un pacto con él, y lo dejó ir.

35 Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero, por orden de Dios:

—Hiéreme ahora.

Pero el otro no quiso herirlo. 36 Él le dijo:

—Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, te atacará un león cuando te apartes de mí.

Y cuando se apartó de él, le salió al encuentro un león y lo mató.

37 Luego se encontró con otro hombre, y le dijo:

—Hiéreme ahora.

El hombre le dio un golpe y le hizo una herida. 38 Entonces el profeta se fue y se puso a esperar al rey en el camino. Se había disfrazado poniéndose una venda sobre los ojos. 39 Cuando el rey pasaba, el profeta le dijo en alta voz:

—Tu siervo salió de en medio de la batalla cuando se me acercó un soldado que me trajo un hombre, y me dijo: “Guarda a este hombre, y si llega a huir, pagarás con tu vida por la suya o pagarás un talento de plata.” 40 Y mientras tu siervo estaba ocupado en una y en otra cosa, el hombre desapareció.

Entonces el rey de Israel le dijo:

—Ésa será tu sentencia; tú la has pronunciado.

41 Pero él se quitó de pronto la venda de los ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas. 42 Dijo entonces al rey:

—Así ha dicho Jehová: “Por cuanto dejaste escapar de tus manos al hombre que yo había condenado, pagarás con tu vida por la suya, y con tu pueblo por el suyo.”

43 El rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.

Acab y la viña de Nabot

21 Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot, de Jezreel, tenía una viña junto al palacio de Acab, rey de Samaria. Acab dijo a Nabot:

—Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que ésta; o si mejor te parece, te pagaré su valor en dinero.

Nabot respondió a Acab:

—¡Líbreme Jehová de darte yo la heredad de mis padres!

Acab se marchó a su casa triste y enojado, por lo que Nabot, de Jezreel, le había respondido, al decirle: «No te daré la heredad de mis padres.» Se acostó en su cama, volvió su rostro y no comió. Su mujer Jezabel se le acercó y le dijo:

—¿Por qué estás tan decaído de espíritu y no comes?

Él respondió:

—Porque hablé con Nabot, de Jezreel, y le dije que me vendiera su viña o que, si lo prefería, le daría otra viña por ella. Y él respondió: “Yo no te daré mi viña.”

Su mujer Jezabel le dijo:

—¿No eres acaso tú el rey de Israel? Levántate, come y alégrate; yo te daré la viña de Nabot de Jezreel.

Entonces escribió ella cartas en nombre de Acab, las selló con su anillo y las envió a los ancianos y a los principales que vivían en la ciudad junto a Nabot. Las cartas que escribió decían así: «Proclamad un ayuno y sentad a Nabot delante del pueblo. 10 Poned a dos hombres perversos frente a él, que atestigüen contra él y digan: “Tú has maldecido a Dios y al rey.” Luego sacadlo y apedreadlo para que muera.»

11 Los de su ciudad, los ancianos y los principales que habitaban en ella, hicieron como Jezabel les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella les había enviado. 12 Promulgaron un ayuno y pusieron a Nabot delante del pueblo. 13 Llegaron los dos hombres perversos y se sentaron frente a él. Aquellos hombres perversos atestiguaron contra Nabot delante del pueblo diciendo: «Nabot ha maldecido a Dios y al rey.» Entonces lo llevaron fuera de la ciudad y lo apedrearon, y murió. 14 Después enviaron a decir a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado y ha muerto.»

15 Cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y muerto, dijo a Acab: «Levántate y toma posesión de la viña de Nabot, de Jezreel, la que no te quiso vender, pues Nabot ya no vive, sino que ha muerto.»

16 Al escuchar Acab que Nabot había muerto, se levantó para descender a la viña de Nabot, de Jezreel, y tomar posesión de ella. 17 Entonces llegó la palabra de Jehová a Elías, el tisbita, diciendo: 18 «Levántate, desciende a encontrarte con Acab, rey de Israel, que está en Samaria. Él está en la viña de Nabot, a la cual ha descendido para tomar posesión de ella. 19 Tú le dirás: “Así ha hablado Jehová: ¿No sólo has matado, sino que también despojas?” Y volverás a decirle: “Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre.”»

20 Acab dijo a Elías:

—¿Me has hallado, enemigo mío?

—Te he encontrado —respondió él—, porque te has prestado a hacer lo malo delante de Jehová. 21 Yo voy a traer el mal sobre ti, barreré tu posteridad y destruiré hasta el último hombre de la casa de Acab, tanto al siervo como al libre en Israel. 22 Pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat y como la casa de Baasa hijo de Ahías, por la rebelión con que provocaste mi ira y por haber hecho pecar a Israel. 23 De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: “Los perros se comerán a Jezabel en el muro de Jezreel.” 24 Al que de la familia de Acab muera en la ciudad, los perros lo comerán, y al que muera en el campo, se lo comerán las aves del cielo.

25 (A la verdad, ninguno fue como Acab, quien se prestó a hacer lo malo ante los ojos de Jehová porque Jezabel, su mujer, lo incitaba. 26 Se comportó de manera abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales expulsó Jehová ante los hijos de Israel.)

27 Sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, ciñó su carne con ropas ásperas, ayunó, durmió sobre las ropas ásperas y anduvo humillado. 28 Llegó entonces la palabra de Jehová a Elías, el tisbita, diciendo: 29 «¿No has visto cómo Acab se ha humillado delante de mí? Pues por haberse humillado delante de mí, no traeré el mal mientras él viva; en tiempos de su hijo traeré el mal sobre su casa.»

Micaías profetiza la derrota de Acab(A)

22 Tres años pasaron sin guerra entre los sirios e Israel. Aconteció al tercer año, que Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel. Y el rey de Israel dijo a sus siervos:

—¿No sabéis que Ramot de Galaad es nuestra y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de manos del rey de Siria?

Luego preguntó a Josafat:

—¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad?

—Yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo y mis caballos como tus caballos —respondió Josafat al rey de Israel.

Dijo luego Josafat al rey de Israel:

—Yo te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová.

Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos cuatrocientos hombres, a los cuales dijo:

—¿Debo ir a la guerra contra Ramot de Galaad o debo renunciar a ella?

—Sube, porque Jehová la entregará en manos del rey —le respondieron ellos.

Dijo Josafat:

—¿Hay aquí algún otro profeta de Jehová por medio del cual podamos consultar?

El rey de Israel respondió a Josafat:

—Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de Imla, pero yo lo aborrezco, porque nunca me profetiza el bien, sino solamente el mal.

—No hable el rey así —dijo Josafat.

Entonces el rey de Israel llamó a un oficial y le ordenó: «Trae pronto a Micaías hijo de Imla.»

10 El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, estaban sentados cada uno en su silla, vestidos con sus ropas reales, en la plaza junto a la entrada de la puerta de Samaria, mientras todos los profetas profetizaban delante de ellos. 11 Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y gritaba: «¡Así ha dicho Jehová: Con estos cornearás a los sirios hasta acabarlos!»

12 Todos los profetas profetizaban de la misma manera y decían: «Sube a Ramot de Galaad y serás prosperado, porque Jehová la entregará en manos del rey.»

13 El mensajero que había ido a llamar a Micaías le dijo:

—Mira que las palabras de los profetas a una sola voz anuncian al rey cosas buenas; que tu palabra sea ahora como la palabra de alguno de ellos y anuncia tú también buen éxito.

14 Micaías respondió:

—¡Vive Jehová, que lo que Jehová me hable, eso diré!

15 Llegó, pues, ante el rey, y el rey le dijo:

—Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad o renunciaremos a ella?

Él le respondió:

—Sube y serás prosperado: Jehová la entregará en manos del rey.

16 El rey le dijo:

—¿Hasta cuántas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en nombre de Jehová?

17 Entonces él dijo:

—He visto a todo Israel esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor. Jehová ha dicho: “Estos no tienen señor. Que cada cual vuelva a su casa en paz.”

18 El rey de Israel dijo a Josafat:

—¿No te lo había dicho yo? Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí, sino solamente el mal.

19 Entonces él dijo:

—Oye, pues, la palabra de Jehová: “Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. 20 Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Uno decía de una manera y el otro decía de otra. 21 Entonces se adelantó un espíritu, se puso delante de Jehová y le dijo: ‘Yo lo induciré’. Jehová le preguntó: ‘¿De qué manera?’ 22 Él dijo: ‘Saldré y seré un espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas.’ Jehová le dijo: ‘Tú conseguirás inducirlo; ve, pues, y hazlo así.’ 23 Ahora Jehová ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y ha decretado el mal en contra tuya.”

24 Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla diciendo:

—¿Por dónde se me fue el espíritu de Jehová para hablarte a ti?

25 Micaías respondió:

—Tú mismo lo verás el día en que te vayas metiendo de aposento en aposento para esconderte.

26 Entonces el rey de Israel dijo:

—Toma a Micaías y llévalo ante Amón, gobernador de la ciudad, y ante Joás, hijo del rey. 27 Tú les dirás: “Así ha dicho el rey: ‘Echad a éste en la cárcel y mantenedlo con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz.’”

28 Micaías respondió:

—Si logras volver en paz, Jehová no ha hablado por mi boca.

Y a continuación dijo: «Oíd, pueblos todos.»

29 Subió, pues, el rey de Israel, junto con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. 30 Y el rey de Israel dijo a Josafat: «Yo me disfrazaré y entraré en la batalla. Tú ponte tus vestidos.»

El rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla. 31 Pero el rey de Siria había mandado a los treinta y dos capitanes de sus carros, diciendo: «No peleéis ni con grande ni con chico, sino sólo contra el rey de Israel.» 32 Cuando los capitanes de los carros vieron a Josafat, dijeron: «Ciertamente éste es el rey de Israel.» Y se volvieron contra él para atacarlo; pero el rey Josafat gritó. 33 Al ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. 34 Pero un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: «Da la vuelta y sácame del campo, pues estoy herido.»

35 Aquel día había arreciado la batalla y el rey tuvo que ser sostenido en su carro frente a los sirios. A la caída de la tarde murió, y la sangre de la herida corría por el fondo del carro. 36 A la puesta del sol corrió un pregón por el campamento que decía: «¡Cada uno a su ciudad y cada cual a su tierra! 37 ¡El rey ha muerto!»

Entonces el rey fue traído a Samaria y lo sepultaron allí. 38 Lavaron el carro en el estanque de Samaria y los perros lamían su sangre (también las rameras se lavaban allí), conforme a la palabra que Jehová había dicho.

39 El resto de los hechos de Acab y todo lo que hizo, la casa de marfil que construyó y todas las ciudades que edificó, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 40 Acab durmió con sus padres y reinó en su lugar su hijo Ocozías.

Reinado de Josafat(B)

41 Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab, rey de Israel. 42 Tenía Josafat treinta y cinco años de edad cuando comenzó a reinar y reinó veinticinco años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba, hija de Silhi.

43 Siguió en todo el camino de Asa, su padre, sin desviarse de él, e hizo lo recto ante los ojos de Jehová. Con todo, los lugares altos no fueron quitados, porque el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en ellos. 44 Josafat vivió en paz con el rey de Israel. 45 Los demás hechos de Josafat, sus hazañas y las guerras que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? 46 Barrió también de la tierra los restos de los sodomitas que habían quedado en tiempos de su padre Asa. 47 Entonces no había rey en Edom, sino un gobernador en lugar de rey.

48 Josafat había hecho naves de Tarsis, las que debían dirigirse a Ofir por oro; pero no fueron, porque se rompieron en Ezión-geber. 49 Entonces Ocozías hijo de Acab dijo a Josafat: «Vayan mis siervos con los tuyos en las naves.» Pero Josafat no quiso.

50 Josafat durmió con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David, su padre. En su lugar reinó su hijo Joram.

Reinado de Ocozías de Israel

51 Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, el año diecisiete de Josafat, rey de Judá. Reinó dos años sobre Israel. 52 Hizo lo malo ante los ojos de Jehová, siguió el camino de su padre y el camino de su madre, y el camino de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, 53 porque sirvió a Baal y lo adoró, y provocó la ira de Jehová, Dios de Israel, conforme a todas las cosas que había hecho su padre.

Muerte de Ocozías

Después de la muerte de Acab, se rebeló Moab contra Israel.

Ocozías se cayó por la ventana de una sala de la casa que tenía en Samaria y quedó lastimado. Entonces envió unos mensajeros a los que dijo: «Id y consultad a Baal-zebub, dios de Ecrón, si he de sanar de estas mis heridas.» Pero el ángel de Jehová le habló a Elías, el tisbita, diciendo: «Levántate y sube a encontrarte con los mensajeros del rey de Samaria y diles: “¿Acaso no hay Dios en Israel para que vayáis a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón?” Por tanto, así ha dicho Jehová: “Del lecho en que estás no te levantarás, sino que ciertamente morirás.”»

Y Elías se fue.

Cuando los mensajeros regresaron, el rey les dijo:

—¿Por qué habéis regresado?

Ellos le respondieron:

—Encontramos a un hombre que nos dijo: “Id y regresad ante el rey que os envió, y decidle: ‘Así ha dicho Jehová: ¿Acaso no hay Dios en Israel, que tú envías a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que estás no te levantarás; de cierto morirás.’”

Entonces el rey les preguntó:

—¿Cómo era el hombre que encontrasteis y os dijo tales palabras?

—Uno que tenía un vestido de pelo y un cinturón de cuero ceñido a su cintura —respondieron ellos.

—¡Es Elías, el tisbita! —exclamó el rey—, y enseguida envió tras él a un capitán de cincuenta con sus cincuenta hombres. Cuando él subió adonde estaba Elías, éste se encontraba sentado en la cumbre del monte. Y el capitán le dijo:

—Hombre de Dios, el rey ha dicho que desciendas.

10 Elías respondió al capitán de cincuenta:

—Si yo soy hombre de Dios, que descienda fuego del cielo y te consuma con tus cincuenta hombres.

Y descendió fuego del cielo que lo consumió a él y a sus cincuenta hombres.

11 Volvió el rey a enviar tras él otro capitán de cincuenta con sus cincuenta hombres, el cual le dijo:

—Hombre de Dios, el rey ha dicho así: “Desciende pronto.”

12 Elías le respondió:

—Si yo soy hombre de Dios, que descienda fuego del cielo y te consuma con tus cincuenta hombres.

Y descendió fuego del cielo que lo consumió a él y a sus cincuenta hombres.

13 Volvió a enviar al tercer capitán de cincuenta con sus cincuenta hombres. Subió aquel tercer capitán de cincuenta, se puso de rodillas delante de Elías y le rogó:

—Hombre de Dios, te ruego que mi vida y la vida de estos tus cincuenta siervos alcancen algún valor a tus ojos. 14 Ya ha descendido fuego del cielo y ha consumido a los dos primeros capitanes de cincuenta con sus cincuenta hombres; ¡que ahora tenga algún valor mi vida a tus ojos!

15 Entonces el ángel de Jehová dijo a Elías: «Desciende con él; no le tengas miedo.»

Elías se levantó, descendió con él ante el rey, 16 y le dijo:

—Así ha dicho Jehová: “Por cuanto enviaste mensajeros a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón, como si no hubiera Dios en Israel cuya palabra consultar, no te levantarás del lecho en que estás, sino que de cierto morirás.”

17 Y murió conforme a la palabra de Jehová que había dicho Elías. Reinó en su lugar Joram, en el segundo año de Joram hijo de Josafat, rey de Judá, porque Ocozías no tenía hijos.

18 Los demás hechos de Ocozías, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel?

Eliseo sucede a Elías

Aconteció que cuando Jehová iba a alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y Elías dijo a Eliseo:

—Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el.

—¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! —le dijo Eliseo.

Descendieron, pues, a Bet-el. Salieron al encuentro de Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el y le dijeron:

—¿Sabes que Jehová va a arrebatarte hoy a tu señor?

—Sí, lo sé; pero callad —respondió él.

Elías le volvió a decir:

—Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó.

—¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! —le respondió Eliseo.

Siguieron, pues, a Jericó. Se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron:

—¿Sabes que Jehová va a arrebatarte hoy a tu señor?

—Sí, lo sé; pero callad —respondió él.

Luego Elías le dijo:

—Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán.

—¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! —le respondió Eliseo.

Y se fueron los dos. Pero llegaron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y se pararon enfrente, a lo lejos, mientras ellos dos se detenían junto al Jordán. Tomó entonces Elías su manto, lo dobló y golpeó las aguas, las que se apartaron a uno y a otro lado, y ambos pasaron por lo seco. En cuanto pasaron, Elías dijo a Eliseo:

—Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea arrebatado de tu lado.

Eliseo dijo:

—Te ruego que me dejes una doble porción de tu espíritu.

10 —Cosa difícil has pedido —le respondió Elías—. Si me ves cuando sea separado de ti, te será concedido; pero si no, no.

11 Aconteció que mientras ellos iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. 12 Al ver esto, Eliseo clamó: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!»

Y nunca más lo vio.

Entonces Eliseo tomó sus vestidos y los rasgó en dos partes. 13 Alzó luego el manto que se le había caído a Elías, regresó y se paró a la orilla del Jordán. 14 Después tomó el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, y dijo: «¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?»

Apenas hubo golpeado las aguas del mismo modo que Elías, éstas se apartaron a uno y a otro lado, y Eliseo pasó. 15 Al verlo, los hijos de los profetas que estaban al otro lado en Jericó dijeron: «El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo.»

Fueron enseguida a recibirlo, se postraron delante de él 16 y dijeron:

—Aquí hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes. Deja que vayan y busquen a tu señor ahora; quizá lo ha levantado el espíritu de Jehová y lo ha arrojado en algún monte o en algún valle.

—No enviéis a nadie —les dijo él.

17 Pero ellos lo importunaron tanto que avergonzándose dijo:

—Enviadlos.

Entonces enviaron ellos a los cincuenta hombres, quienes lo buscaron durante tres días, pero no lo hallaron. 18 Cuando volvieron junto a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo:

—¿No os dije yo que no fuerais?

19 Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo:

—Mira, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; pero las aguas son malas y la tierra es estéril.

20 —Traedme una vasija nueva y poned en ella sal —dijo él.

Cuando se la trajeron, 21 Eliseo fue hacia los manantiales de las aguas, echó dentro la sal y dijo:

—Así ha dicho Jehová: “Yo sané estas aguas, ya no habrá en ellas muerte ni enfermedad.”

22 Y fueron saneadas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que pronunció Eliseo.

23 Después Eliseo salió de allí hacia Bet-el. Subía por el camino, cuando unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaban de él, diciendo: «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!»

24 Miró él hacia atrás, los vio y los maldijo en nombre de Jehová. Salieron dos osos del monte y despedazaron a cuarenta y dos de esos muchachos. 25 De allí se fue al monte Carmelo, y de allí regresó a Samaria.

Reinado de Joram de Israel

Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre Israel en el año dieciocho de Josafat, rey de Judá. Reinó doce años. Pero hizo lo malo a los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre, pues quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho. No obstante, se entregó a los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

Eliseo predice la victoria sobre Moab

Mesa, rey de Moab, era propietario de ganados y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con su lana. Pero cuando Acab murió, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. Salió entonces de Samaria el rey Joram y pasó revista a todo Israel. Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí: ¿quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?»

El rey de Judá respondió: «Iré, porque yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos.» Y añadió: «¿Por qué camino iremos?»

Joram respondió: «Por el camino del desierto de Edom.»

Salieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom. Como tuvieron que dar un rodeo por el desierto, a los siete días de camino les faltó agua para el ejército y para las bestias que los seguían. 10 Entonces el rey de Israel dijo:

—¡Ah! Jehová ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.

11 Pero Josafat dijo:

—¿Acaso no hay aquí profeta de Jehová para que consultemos a Jehová por medio de él?

Uno de los siervos del rey de Israel dijo:

—Aquí está Eliseo hijo de Safat, que servía a Elías.

12 —Éste tendrá palabra de Jehová —afirmó Josafat.

El rey de Israel, Josafat y el rey de Edom descendieron hacia donde él estaba. 13 Pero Eliseo dijo al rey de Israel:

—¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!

El rey de Israel le respondió:

—No, porque Jehová ha reunido a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.

14 Eliseo dijo:

—¡Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy!, que si no sintiera respeto por Josafat, rey de Judá, no te miraría a ti ni te vería. 15 Pero ahora traedme un músico.

Mientras el músico tocaba, la mano de Jehová se posó sobre Eliseo, 16 quien dijo: «Así ha dicho Jehová: “Haced en este valle muchos estanques.” 17 Porque así dice Jehová: “No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados.” 18 Y como esto es poca cosa a los ojos de Jehová, él entregará también a los moabitas en vuestras manos. 19 Destruiréis toda ciudad fortificada y toda villa hermosa, talaréis todo buen árbol, cegaréis todas las fuentes de aguas y destruiréis con piedras toda tierra fértil.»

20 Aconteció, pues, que a la mañana, cuando se ofrece el sacrificio, de la parte de Edom vinieron las aguas y la tierra se inundó. 21 Al enterarse todos los de Moab que los reyes subían a pelear contra ellos, se juntaron desde los que apenas podían ceñir armadura en adelante, y se pusieron en la frontera. 22 Cuando se levantaron por la mañana y brilló el sol sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas rojas como sangre 23 y dijeron: «¡Esto es sangre derramada a espada! Los reyes se han vuelto uno contra otro y cada uno ha dado muerte a su compañero. Conque ¡al botín, Moab!»

24 Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron ante ellos. Entonces los persiguieron, mataron a los de Moab, 25 asolaron las ciudades y en todas las tierras fértiles echó cada uno su piedra y las llenaron. Cegaron también todas las fuentes de las aguas y derribaron todos los buenos árboles. Sólo quedó en pie la ciudad de Kir-hareset, pero los honderos la rodearon y la destruyeron.

26 Cuando el rey de Moab vio que lo vencían en la batalla, tomó consigo setecientos hombres que manejaban espada para atacar al rey de Edom; pero no pudieron hacerlo. 27 Entonces tomó a su primogénito, que había de reinar en su lugar, y lo sacrificó en holocausto sobre el muro. Esto provocó tan gran enojo contra Israel, que se alejaron de allí y regresaron a su tierra.

El aceite de la viuda

Una de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo diciendo:

—Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová. Pero el acreedor ha venido para llevarse a dos hijos míos como siervos.

Eliseo le dijo:

—¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime qué tienes en tu casa.

Ella respondió:

—Tu sierva no tiene ninguna cosa en la casa, sino una vasija de aceite.

Él le dijo:

—Ve y pídeles vasijas prestadas a todos tus vecinos, vasijas vacías, todas las que puedas conseguir. Luego entra y enciérrate junto a tus hijos. Ve llenando todas las vasijas y poniendo aparte las que estén llenas.

Se fue la mujer y se encerró con sus hijos. Ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a uno de sus hijos:

—Tráeme otras vasijas.

—No hay más vasijas —respondió él.

Entonces cesó el aceite. Ella fue a contárselo al hombre de Dios, el cual dijo:

—Ve, vende el aceite y paga a tus acreedores; tú y tus hijos vivid de lo que quede.

Eliseo y la sunamita

Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem, y una mujer importante que allí vivía le invitó insistentemente a que se quedara a comer. Cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Entonces la mujer dijo a su marido:

—Mira, yo sé que este que siempre pasa por nuestra casa es un santo hombre de Dios. 10 Te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, pongamos allí una cama, una mesa, una silla y un candelabro, para que cuando él venga a visitarnos, se quede en él.

11 Aconteció que un día vino él por allí, se quedó en aquel aposento y allí durmió. 12 Entonces dijo a Giezi, su criado:

—Llama a esta sunamita.

El criado la llamó, y cuando ella se presentó ante él, 13 Eliseo dijo a Giezi:

—Dile: “Ciertamente te has mostrado solícita hacia nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército?”

—Yo habito en medio de mi pueblo —respondió ella.

14 —¿Qué, pues, haremos por ella? —dijo él.

Y Giezi respondió:

—Ella no tiene hijos y su marido es viejo.

15 —Llámala —dijo Eliseo.

Él la llamó y ella se paró en la puerta. 16 Entonces Eliseo le dijo:

—El año que viene, por este tiempo, sostendrás un hijo en tus brazos.

Ella dijo:

—No, señor mío, varón de Dios, no te burles de tu sierva.

17 Al año siguiente, la mujer concibió y dio a luz un hijo, en el tiempo que Eliseo le había dicho.

18 Y el niño creció. Pero un día en que vino a ver a su padre, que estaba con los segadores, 19 comenzó a gritarle:

—¡Ay, mi cabeza, mi cabeza!

—Llévalo a su madre —dijo el padre a un criado.

20 Éste lo tomó y lo llevó a su madre, la cual lo tuvo sentado sobre sus rodillas hasta el mediodía, cuando murió. 21 Subió ella entonces, lo puso sobre la cama del hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió. 22 Luego llamó a su marido y le dijo:

—Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo a ver al varón de Dios y regrese enseguida.

23 —¿Para qué vas a verlo hoy? No es luna nueva ni día de reposo —dijo él.

—Quédate tranquilo —respondió ella.

24 Después hizo ensillar el asna, y dijo al criado:

—Guía y adelante. No hagas que me detenga en el camino, sino cuando yo te lo diga.

25 Partió, pues, y llegó al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi:

—Ahí viene la sunamita. 26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: “¿Te va bien a ti? ¿Les va bien a tu marido y a tu hijo?”

—Bien —dijo ella.

27 Cuando llegó adonde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Giezi se acercó para apartarla, pero el varón de Dios le dijo:

—Déjala, porque su alma está muy angustiada y Jehová me ha ocultado el motivo; no me lo ha revelado.

28 Ella dijo:

—¿Acaso le pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije yo que no te burlaras de mí?

29 Eliseo dijo entonces a Giezi:

—Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y ve. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pondrás mi bastón sobre el rostro del niño.

30 La madre del niño dijo:

—¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré!

31 Eliseo se levantó entonces y la siguió. Giezi se había adelantado a ellos y había puesto el bastón sobre el rostro del niño, pero éste no tenía voz ni daba señales de vida; así que volvió a encontrarse con Eliseo y le dijo:

—El niño no despierta.

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño ya estaba muerto, tendido sobre su cama. 33 Entró él entonces, cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová. 34 Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas. Se tendió así sobre él y el cuerpo del niño entró en calor. 35 Luego se levantó y se paseó por la casa de una a otra parte. Después subió y se tendió sobre el niño nuevamente. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos. 36 Eliseo llamó a Giezi y le dijo: «Llama a la sunamita.»

Giezi la llamó y, cuando ella entró, él le dijo:

«Toma a tu hijo.»

37 Apenas ella entró, se echó a sus pies, postrada en tierra. Después tomó a su hijo y salió.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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