Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Jeremías 10:14-23:8

14 Se embrutece quien se fía de su ciencia,
el orfebre se avergüenza del ídolo que ha hecho:
sus imágenes son mentira, sin espíritu;
15 son frustrantes, obras engañosas,
desaparecerán el día del castigo.
16 No es así la porción de Jacob,
pues él ha creado todo;
Israel es tribu de su propiedad,
se llama Señor del universo.

Sufrimiento vicario

17 Saca tus enseres de casa,
tú que vives asediada,
18 pues así dice el Señor:
Esta vez voy a expulsar con honda
a todos los habitantes del país;
voy a hostigarlos de tal modo
que no les permitiré escapar.
19 ¡Ay de mí, qué desastre,
es muy grave mi herida!
Y eso que yo me decía:
“Es un mal que puedo aguantar”.
20 Mi tienda destrozada,
las cuerdas arrancadas;
mis hijos se me han ido,
ya no los tengo conmigo.
Ya no hay quien monte mi tienda
ni quien levante las lonas.
21 Los pastores perdieron el juicio,
ya no consultan al Señor;
no son competentes
y se ha dispersado su rebaño.
22 Corre la noticia: “Ahí llega
un estruendo imponente desde el norte,
que convertirá a las ciudades de Judá
en desolación, en cueva de chacales”.
23 Ya sé, Señor, que la persona
no es dueña de su conducta;
que no es dueño el caminante
de ir regulando sus pasos.
24 Corrígeme, Señor, pero hazlo con medida,
si no tu cólera acabaría conmigo.
25 Derrama tu ira sobre las naciones
que no te reconocen;
derrámala también sobre los pueblos
que no invocan tu nombre.
Pues han devorado a Jacob,
lo han devorado y consumido,
y han asolado su morada.

Los términos de la alianza

11 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:

— Escucha los términos de esta alianza y exponlos a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Les dirás: Así dice el Señor, Dios de Israel: Maldito quien no escuche los términos de esta alianza, que yo establecí con sus antepasados cuando los saqué del país de Egipto, del horno de hierro, cuando les dije: Háganme caso y pongan en práctica todo lo que les ordeno; de ese modo serán mi pueblo y yo seré su Dios. Y así mantendré el juramento que hice a sus antepasados de darles una tierra que mana leche y miel, como sucede ahora.

Yo respondí:

— Amén, Señor.

El Señor me dijo:

— Proclama lo que voy a decirte en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén: Escuchen los términos de esta alianza y cúmplanlos. Pues ya se lo advertí solemnemente a sus antepasados cuando los hice subir del país de Egipto; y hasta el día de hoy no he dejado de repetir la advertencia: Háganme caso. Pero no escucharon ni prestaron atención, sino que todos siguieron la maldad de su mente retorcida. Por eso hice caer sobre ellos todas las amenazas de esta alianza que les ordené cumplir y no cumplieron.

El Señor me dijo:

— Se ha descubierto una conjura entre la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén. 10 Han vuelto a los pecados de sus antepasados, que se negaron a escuchar mis palabras: van detrás de dioses extranjeros y les dan culto; tanto Israel como Judá han roto la alianza que hice con sus antepasados.

11 Por eso, así dice el Señor:

— Voy a traerles una desgracia de la que no podrán escapar; me llamarán a gritos, pero no pienso escucharlos. 12 Las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a invocar a los dioses a quienes quemaban incienso, pero no podrán auxiliarlos cuando llegue la desgracia.

Inutilidad de las mediaciones

13 Tenías tantos dioses como ciudades, Judá; y en cada una de las calles de Jerusalén construiste otros tantos altares para quemar incienso a Baal. 14 En cuanto a ti, no intercedas por este pueblo, ni eleves por ellos gritos ni súplicas, pues no pienso escucharlos cuando me invoquen en el momento de la desgracia.

15 ¿Qué hace mi amada en mi casa,
cuando ha cometido tantas vilezas?
¿Crees que promesas y sacrificios
podrán apartar de ti la desgracia?
¿Podrás entonces celebrarlo a gritos?
16 Olivo verde de hermoso fruto
te puso por nombre el Señor;
pero ahora te ha prendido fuego
y tus ramas serán consumidas.

17 El Señor del universo, que te plantó, ha decretado una desgracia contra ti, a causa de la maldad de Israel y de Judá, de todo lo que hicieron para irritarme, quemando incienso a Baal.

Primera confesión de Jeremías

18 El Señor me lo explicó y lo supe.
Señor, me hiciste ver lo que tramaban.
19 Yo era un cordero llevado al matadero;
no sabía que andaban maquinando mi muerte:
“Destruyamos el árbol en pleno verdor,
vamos a arrancarlo del mundo de los vivos,
que su nombre no vuelva a ser mencionado”.
20 Señor del universo, juez justo,
que sondeas lo que sentimos y pensamos,
quiero ver cómo te vengas de ellos,
pues a ti he encomendado mi causa.

21 Pues bien, el Señor se dirige a los de Anatot que tratan de matarte y andan diciendo: “No profetices en el nombre del Señor y no tendremos que darte muerte”. 22 Esto es lo que dice el Señor del universo: Voy a tomarles cuentas: los jóvenes morirán a espada; sus hijos e hijas morirán de hambre. 23 No les quedará ni un resto, pues pienso traer una desgracia a la gente de Anatot el año en que venga a pedir cuentas.

12 Tú tienes razón, Señor,
cuando discuto contigo;
pero quiero exponerte un caso:
¿Por qué prospera la conducta del malvado?
¿Por qué viven tranquilos los traidores?
Los plantas, y echan raíces,
se desarrollan, dan fruto.
Estás presente en su boca,
pero lejos de sus sentimientos.
Tú, Señor, me conoces y me ves,
has examinado mi actitud hacia ti.
Ponlos aparte como ovejas
destinadas al matadero,
sepáralos para el día de la matanza.
¿Hasta cuándo guardará luto la tierra
y permanecerá agostada la hierba del campo?
Por la maldad de los que habitan en él,
desaparecen aves y animales.
Porque llegaron a decir:
“El Señor no verá nuestro futuro”.
Si corres con la infantería y te cansas,
¿cómo vas a competir con los caballos?
Si en lugares tranquilos no te sientes seguro,
¿qué harás en la maleza del Jordán?
Incluso tus hermanos, tu familia,
han sido contigo traidores;
te van calumniando a tus espaldas.
Tampoco te fíes de ellos,
aunque te digan buenas palabras.

Destrozos en la heredad del Señor

He abandonado mi casa,
he desechado mi heredad;
he puesto al amor por quien suspiro
en manos de sus enemigos.
Mi heredad era para mí
igual que un león en plena selva:
lanzaba contra mí su rugido,
por eso llegué a detestarla.
¿Es mi heredad una cueva de hienas,
con los buitres rondando junto a ella?
¡Reúnanse, fieras del campo,
vengan todas a comer!
10 Muchos pastores destrozaron mi viña,
han pisoteado mi parcela;
convirtieron mi hermosa parcela
en una estepa desolada;
11 la han convertido en desolación
y se duele desolada ante mí.
Todo el país está desolado
y nadie reflexiona sobre ello.
12 Por todas las dunas de la estepa
van llegando depredadores,
la espada del Señor devora
el país de punta a cabo,
nadie puede vivir en paz.
13 Sembraron trigo, cosecharon cardos;
acabaron cansados sin sacar provecho;
quedaron decepcionados de su cosecha,
por la cólera ardiente del Señor.

14 Así dice el Señor a todos los malos vecinos que se apoderaron de la herencia que di a mi pueblo Israel: Voy a arrancarlos de su tierra y arrancaré también de en medio de ellos a Judá. 15 Pero después de arrancarlos, me compadeceré otra vez de ellos y los haré volver a su heredad, cada cual a su terruño. 16 Y si, igual que enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, aprenden ahora en serio a jurar por mi nombre diciendo: “Por vida del Señor” según tiene costumbre mi pueblo, entonces vivirán entre mi pueblo. 17 Pero a la nación que no me escuche, la arrancaré en serio y la destruiré —oráculo del Señor—.

El cinturón de lino

13 Me dijo el Señor:

— Ve a comprarte un cinturón de lino, y te lo ciñes a la cintura. Pero sin haberlo mojado antes.

Compré el cinturón, como me había mandado el Señor, y me lo ceñí a la cintura. Entonces me dirigió el Señor la palabra por segunda vez, en estos términos:

— Toma el cinturón que has comprado y que llevas puesto; vete al Éufrates y cuando llegues, lo escondes en el hueco de una roca.

Yo fui y lo escondí en el Éufrates, conforme me había ordenado el Señor. Después de cierto tiempo me dijo el Señor:

— Vete al Éufrates y cuando llegues, recoge el cinturón que te ordené esconder allí.

Fui al Éufrates, excavé en el sitio donde lo había escondido y recogí el cinturón. Y resulta que estaba podrido; no servía para nada. Entonces me llegó la palabra del Señor en estos términos:

— Así dice el Señor: Del mismo modo dejaré que se pudra el orgullo de Judá y el desmedido orgullo de Jerusalén. 10 Este pueblo canalla que se niega a escuchar mis palabras, que sigue la maldad de su mente retorcida, que va tras dioses extraños dándoles culto y adorándolos, acabará como este cinturón que no sirve para nada. 11 Pues lo mismo que el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así hice yo que Israel y Judá se ajustaran a mí —oráculo del Señor—, de modo que fueran mi pueblo y mi renombre, mi gloria y mi honor. Pero no me escucharon.

Las cántaras de vino

12 Les dirás estas palabras:

— Así dice el Señor, Dios de Israel: Las cántaras se llenan de vino.

Te contestarán:

— ¿Te crees que no sabemos que las cántaras se llenan de vino?

13 Tú insistirás:

— Así dice el Señor: Voy a dejar completamente borrachos a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Haré que se destrocen entre sí, los padres con los hijos —oráculo del Señor—. No pienso conmoverme; ni piedad ni compasión impedirán que los destruya.

Advertencia antes del final

15 Escuchen y presten atención
sin orgullo, que habla el Señor.
16 Honren al Señor, su Dios,
antes de que irrumpa la oscuridad;
antes de que tropiecen sus pies
por los montes, a la hora del crepúsculo;
antes de que la luz que esperan
se convierta en sombras mortales,
se transforme en densa oscuridad.
17 Pero si no escuchan, lloraré
en secreto su arrogancia;
mis ojos llorarán cuando se lleven
deportado al rebaño del Señor.

Advertencia a la casa real

18 Di al rey y a la reina madre:
Tomen asiento en el suelo,
que ha caído de sus cabezas
la corona de su dignidad.
19 Las ciudades del Négueb están cercadas,
sin nadie que pueda romper el cerco;
Judá entera ha sido deportada,
ha sido deportada por completo.

Suerte de Jerusalén, infiel y recalcitrante

20 Levanta tus ojos,
mira a los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que se te confió,
las ovejas que eran tu gloria?
21 ¿Qué vas a decir, Jerusalén,
cuando ellos te castiguen,
tú que les habías enseñado
a tratarte como amigos?
Seguro que te aprietan los dolores,
igual que a mujer en parto.
22 Dirás para tus adentros:
“¿Por qué me ocurre a mí esto?”.
Debido a tus muchos pecados
te alzan las faldas y te violan.
23 ¿Cambia el etíope de piel
o un leopardo sus manchas?
Lo mismo pasa con ustedes:
¿Podrían practicar el bien
estando educados en el mal?
24 Los aventaré como paja que vuela
cuando sopla el viento de la estepa.
25 Esta es tu suerte, la paga medida
que te tengo asignada
—oráculo del Señor—,
por haberte olvidado de mí
y haber confiado en la mentira.
26 También yo te he levantado
el vestido hasta la cara:
que se vean tus vergüenzas,
27 adulterios y relinchos,
tus planes de prostituta.
Por las colinas del campo
vi tus abominaciones.
¡Ay de ti, Jerusalén,
que no estás purificada!
¿Hasta cuándo todavía?

Sequía, intercesión y destrucción

14 Palabra del Señor que recibió Jeremías con motivo de la sequía:

Judá está de luto,
sus puertas languidecen
por tierra, ennegrecidas.
Jerusalén lanza gritos.
Sus nobles han enviado
a sus sirvientes por agua;
ya llegan a los aljibes,
y no encuentran ni una gota;
ya regresan de vacío,
confusos, decepcionados,
con la cabeza cubierta.
La tierra está extenuada,
pues no hay lluvia en el país;
los labradores están decepcionados,
van con la cabeza cubierta.
Hasta la cierva en el campo
abandona a la cría tras parir:
está la tierra sin pastos.
Los asnos salvajes
están junto a las dunas,
ventean lo mismo que chacales;
tienen los ojos mortecinos:
está la tierra sin hierba.
Aunque nos acusen nuestras culpas,
haz algo, Señor, para honrar tu nombre.
Sí, son muchas nuestras rebeldías,
hemos pecado contra ti.
Esperanza de Israel,
salvador en la desgracia,
¿por qué te estás portando
como un forastero en el país,
lo mismo que un transeúnte
que sólo se queda a pernoctar?
¿Por qué te estás portando
como quien está adormecido,
como guerrero incapaz de salvar?
Pero tú, Señor, estás entre nosotros,
somos reconocidos por tu nombre.
¡No nos abandones!

10 Así piensa el Señor de este pueblo: Cierto, les gusta moverse y no ponen freno a sus pies. Pero el Señor no se complace en ellos: ahora se acuerda de sus culpas y va a castigar sus pecados. 11 Me dijo el Señor:

— No intercedas por el bien de este pueblo. 12 Aunque ayunen, no pienso escuchar sus gritos; y, aunque ofrezcan holocaustos y sacrificios, no voy a complacerme en ellos. Los pienso aniquilar mediante la espada, el hambre y la peste.

13 Yo respondí:

— ¡Ay, Señor mi Dios! La culpa es de los profetas que les dicen: “No verán la espada ni pasarán hambre; les concederé permanente seguridad en este lugar”.

14 Me contestó el Señor:

— Los profetas anuncian mentiras en mi nombre. No los envié ni les ordené tales cosas; no les dirigí la palabra. Les profetizan visiones y oráculos falsos, necedades y fantasías de su mente. 15 Por eso, así dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, a esos que dicen que este país no experimentará la espada ni pasará hambre: Esos profetas serán consumidos por la espada y por el hambre. 16 Y el pueblo a quien profetizan yacerá tirado por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada. Y nadie los enterrará: ni a ellos, ni a sus mujeres, ni a sus hijos ni a sus hijas. Haré que recaigan sobre ellos sus maldades.

17 Les comunicarás esta palabra:

Mis ojos se deshacen en lágrimas,
de noche y de día, sin descanso,
por el terrible quebranto sufrido
por la doncella, capital de mi pueblo,
herida de un golpe fatal.
18 Si salgo a descampado,
víctimas de la espada;
si entro en la ciudad,
extenuados por el hambre.
Incluso sacerdotes y profetas
recorren el país desorientados.
19 ¿De verdad has rechazado a Judá
y te has hartado de Sión?
¿Por qué nos hieres sin nadie que nos cure?
Esperábamos bienestar y nada va bien,
un tiempo para sanar, y llega el terror.
20 Señor, reconocemos nuestra maldad,
también la culpa de nuestros antepasados.
¡Hemos pecado contra ti!
21 Por amor a tu nombre, no nos rechaces;
no deshonres tu trono glorioso;
acuérdate y no rompas tu alianza con nosotros.
22 ¿Hay entre los paganos dioses de la lluvia,
o es el cielo el que descarga los chubascos?
¿No eres tú, Señor, Dios nuestro,
en quien ponemos nuestra esperanza?
¡Sí, tú eres quien hace todo eso!

15 Me dijo el Señor:

— Aunque se presentaran ante mí Moisés y Samuel, no me sentiría bien dispuesto hacia este pueblo. Échalos de mi presencia y que salgan. Y si te preguntan adónde han de salir, les dices: Así dice el Señor:

El destinado a la muerte, a la muerte;
el destinado a la espada, a la espada;
el destinado al hambre, al hambre;
el destinado al destierro, al destierro.

Les enviaré cuatro destructores —oráculo del Señor—: la espada para matar, los perros para despedazar, las aves del cielo y las bestias de la tierra para devorar y destrozar. Los pondré como escarmiento de todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá; por lo que hizo en Jerusalén.

¿Quién te va a compadecer, Jerusalén?
¿Quién plañirá por ti?
¿Quién dará un rodeo
para interesarse por tu bienestar?
Fuiste tú quien me rechazaste
—oráculo del Señor—,
tú quien me diste la espalda;
por eso alargué mi mano para aniquilarte,
cansado ya de compadecerte.
Los aventé con el bieldo
por las ciudades del país;
dejé a mi pueblo sin hijos,
lo destruí por completo,
pero no cambiaron de conducta.
Aumenté el número de sus viudas
más que las arenas del mar;
contra las madres con hijos jóvenes
traje devastadores en pleno mediodía;
precipité sobre ellas de repente
pánico y turbación.
La que ha parido siete hijos
desfallece exhalando suspiros;
se pone para ella el sol en pleno día,
está desconcertada y confusa.
El resto lo entregaré a la espada
como presa para sus enemigos
—oráculo del Señor—.

Segunda confesión de Jeremías

10 ¡Ay de mí, madre mía,
pues me has engendrado
para pleitear y discutir por todo el país!
Ni he prestado ni me han prestado,
y en cambio todos me maldicen.
11 Dijo el Señor:
¿No te he fortalecido para bien?
¿No he intervenido en tu favor
cuando el enemigo te causaba
desgracias y peligros?
12 ¿Puede romperse el hierro,
el hierro del norte y el bronce?
13 Voy a entregar al pillaje
tu riqueza y tus tesoros
por los pecados que has cometido
en todo tu territorio.
14 Haré que sirvas a tus enemigos
en un país desconocido,
pues mi cólera arde como fuego
y va a prender en ustedes.
15 Tú lo sabes, Señor:
No me olvides y ocúpate de mí,
véngame de quienes me persiguen.
No descargues mucho tiempo tu ira sobre mí,
ya sabes que soporto oprobios por ti.
16 Si encontraba tus palabras las devoraba:
tus palabras me servían de gozo,
eran la alegría de mi corazón.
¡Yo era reconocido por tu nombre:
Señor, Dios del universo!
17 Nunca andaba entre la gente
amiga de la juerga y del disfrute;
me obligabas a andar solo,
pues me habías llenado de furor.
18 ¿Por qué dura tanto mi dolor
y mi herida se vuelve incurable,
imposible de sanar?
Te me has vuelto cauce engañoso,
cuyas aguas son inconstantes.
19 Por eso, así dice el Señor:
Si vuelves, te dejaré volver
y estarás a mi servicio;
si quitas la escoria del metal,
yo hablaré por tu boca.
Ellos volverán a ti,
pero no vuelvas tú a ellos.
20 Haré que seas para este pueblo
muralla de bronce inexpugnable.
Lucharán contra ti,
pero no te vencerán,
pues yo estoy contigo
para ayudarte y salvarte
—oráculo del Señor—.
21 Te salvaré de manos de los malvados,
te rescataré del puño de los violentos.

Una vida entregada a la profecía

16 Me llegó la palabra del Señor en estos términos:

— No te cases, ni tengas hijos e hijas en este lugar, pues así dice el Señor a los hijos y a las hijas nacidos en este lugar, a las madres que los han parido y a los padres que los han engendrado en este país: Morirán de muerte terrible; no serán llorados ni enterrados; servirán de estiércol para el campo. Serán aniquilados por la espada y el hambre, y sus cadáveres servirán de alimento a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. Pues así dice el Señor: No entres en casas donde estén de luto, no participes en el duelo ni llores por ellos, pues he retirado de este pueblo mi paz —oráculo del Señor—, mi amor y mi compasión. La gente mayor y los pequeños que mueran en esta tierra no serán enterrados ni llorados; nadie se hará incisiones ni se rapará la cabeza por ellos; nadie partirá el pan del duelo para consolar a los que lloran a los muertos, ni les darán a beber la copa del consuelo por su padre o por su madre. No entres en ninguna casa donde estén de fiesta, para comer y beber con los comensales. Pues así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Pienso poner fin en este lugar, en presencia de ustedes y en su vida, a las voces alegres de fiesta, las canciones del novio y de la novia. 10 Cuando transmitas a este pueblo todas estas palabras, seguramente te dirán: “¿Por qué ha pronunciado el Señor contra nosotros toda esta enorme desgracia? ¿Cuáles son las culpas y pecados que hemos cometido contra el Señor, nuestro Dios?”. 11 Tú les responderás: “Porque sus antepasados me abandonaron —oráculo del Señor— y se fueron tras dioses extranjeros para darles culto y adorarlos; me abandonaron a mí y no cumplieron mi ley”. 12 Pero las acciones de ustedes son peores que las de sus antepasados, pues ustedes van tras los planes de su obstinado y perverso corazón, y se niegan a escucharme. 13 Los arrojaré de esta tierra a otra tierra que ni ustedes ni sus padres conocen; allí darán culto a dioses extranjeros, día y noche, pues no pienso concederles mi gracia.

El tema del nuevo éxodo

14 Vienen días —oráculo del Señor— en que ya no se jurará: “Por vida del Señor, que hizo subir a los israelitas del país de Egipto”, 15 sino: “Por vida del Señor, que hizo subir a los israelitas de un país del norte y de todos los países por donde los dispersó”. Y los haré volver a su tierra, la que di a sus antepasados.

Castigo de los culpables y conversión de los paganos

16 Voy a enviar a muchos pescadores —oráculo del Señor— a que los pesquen, y después enviaré a muchos cazadores a que los cacen por montes y colinas, y por las hendiduras de las rocas. 17 Vigilo su conducta, nada se me escapa; su maldad no puede esconderse a mis ojos. 18 Les haré pagar el doble por su culpa y su pecado, por haber profanado mi tierra con la carroña de sus ídolos y haber llenado mi heredad con sus abominaciones.

19 Señor, fuerza y fortaleza mías,
mi amparo cuando llega el peligro.
A ti acudirán los paganos
de todos los rincones de la tierra
diciendo: “Sólo mentira
es el legado de nuestros antepasados:
pura nadería, inutilidad completa”.
20 ¿Puede alguien fabricarse dioses?
¡Pero si esos no son dioses!
21 Por eso, voy a enseñarles,
esta vez voy a mostrarles
mi fuerza y mi poder,
y reconocerán que mi nombre es “el Señor”.

Pecado de Judá y fuego del Señor

17 El pecado de Judá está escrito
con un punzón de hierro,
grabado con punta de diamante
sobre la tabla de su corazón,
en los ángulos de los altares.
Lo que sus hijos recuerdan
son sus altares y Aseras
junto a todo árbol frondoso,
sobre elevadas colinas,
en los cabezos del campo.
Voy a entregar al pillaje
tu riqueza y tus tesoros
pues pecabas en tus cerros,
en todo tu territorio.
Haré que abandones tu tierra,
la heredad que te otorgué;
haré que sirvas a tus enemigos
en un país desconocido,
pues mi cólera arde como fuego
y ha prendido para siempre.

Serie de dichos proféticos

Así dice el Señor:
Maldito quien confía en el ser humano
y busca el apoyo de los seres creados,
apartando su corazón del Señor.
Será como un matojo del desierto
que no llegará a ver la lluvia;
vivirá en los sequedales de la estepa,
en tierra salobre, inhabitable.
Bendito quien confía en el Señor,
quien pone en el Señor su seguridad.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no temerá la llegada del estío,
mantendrá siempre verde su follaje.
No le inquietará un año de sequía,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más engañoso que el corazón;
no tiene remedio, ¿quién lo conoce?
10 Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el interior de las personas,
para pagar a cada cual su conducta,
conforme al fruto de sus acciones.
11 Perdiz que empolla huevos que no puso
el que hace fortuna de modo injusto:
en la flor de sus días lo abandona
y acabará su vida como un necio.
12 Trono glorioso, excelso desde el principio
es el lugar donde se alza nuestro santuario.
13 Señor, esperanza de Israel,
todo el que te abandona fracasa.
Los que se apartan de ti
serán inscritos en el polvo,
pues abandonaron al Señor,
la fuente de agua viva.

Tercera confesión

14 Cúrame, Señor, y quedaré curado;
ponme a salvo y a salvo quedaré,
pues tú eres el objeto de mi alabanza.
15 Fíjate en ellos, cómo me dicen:
“¿Dónde está la palabra del Señor?
¡A ver si se cumple!”.
16 Pero yo no te presioné
para pedirte desgracias;
tampoco estuve deseando
la llegada de un día infausto.
Tú conoces lo que han dicho mis labios,
pues lo han dicho en tu presencia.
17 No seas para mí causa de terror,
tú eres mi refugio en la desgracia.
18 ¡Fracasen mis perseguidores,
no sea yo el fracasado;
que sientan ellos terror,
no sea yo el aterrado!
¡Envíales el día funesto,
destrózalos con doble destrozo!

Sobre la observancia del sábado

19 Así me dijo el Señor:

- Ponte en la Puerta de Benjamín, por la que entran y salen los reyes de Judá, y en todas las puertas de Jerusalén. 20 Les dirás: “Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá, judaítas todos y habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas. 21 Así dice el Señor: Anden con cuidado y no transporten cargas en sábado ni las metan por las puertas de Jerusalén. 22 No saquen carga alguna de sus casas en sábado ni lleven a cabo actividad alguna; santificarán el sábado como ordené a sus antepasados, 23 aunque no escucharon ni prestaron atención. Se hicieron más tercos, hasta el punto de no escuchar ni aprender la lección. 24 Pero si ustedes me escuchan de verdad —oráculo del Señor— y no meten cargas por las puertas de esta ciudad en sábado, y santifican este día no llevando a cabo actividad alguna, 25 entonces entrarán por las puertas de esta ciudad los reyes que se sientan en el trono de David, montados en carruajes y en caballos, junto con sus ministros, con gente de Judá y con habitantes de Jerusalén; y esta ciudad estará siempre habitada. 26 Vendrán de las ciudades de Judá, del distrito de Jerusalén, del territorio de Benjamín, de la Sefela, de la zona montañosa y del Négueb: unos traerán consigo lo necesario para ofrecer en el Templo del Señor holocaustos, sacrificios y ofrendas, así como incienso; otros traerán las víctimas de acción de gracias. 27 Pero si no me escuchan y no santifican el sábado, si siguen transportando y metiendo cargas por las puertas de Jerusalén en sábado, prenderé fuego a sus puertas, un fuego que consumirá los palacios de Jerusalén; y no se apagará”.

El trabajo del alfarero

18 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:

— Anda, baja a la casa del alfarero, que allí te transmitiré mis palabras.

Bajé a la casa del alfarero en el momento en que estaba trabajando en el torno. Cuando le salía mal la vasija de barro que estaba torneando, se ponía a hacer otra, tal como a él le parecía. Me llegó entonces la palabra del Señor en estos términos:

— ¿No puedo yo tratarlos igual que este alfarero, pueblo de Israel? Pues lo mismo que el barro en manos del alfarero, también ustedes están en mi mano, pueblo de Israel. Si en algún momento yo hablo de arrancar, arrasar y destruir un pueblo y un reino, pero resulta que ese pueblo se convierte de su maldad, entonces también yo me arrepentiré del mal que había decidido hacerle. Y si en otro momento yo hablo de construir y plantar un pueblo y un reino, 10 pero resulta que ese pueblo hace lo que me parece mal, no escuchando mi voz, entonces me arrepentiré del bien que había prometido hacerles. 11 Y ahora habla así a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: “Así dice el Señor: Yo soy el alfarero y estoy dando forma a una desgracia y meditando un plan contra ustedes. Que cada cual se convierta de su mala conducta y mejore su conducta y sus acciones”. 12 Seguro que te dicen: “Nada de eso, seguiremos nuestros planes, actuaremos según nuestro perverso y obstinado corazón”.

Reproches en tono sapiencial

13 Por eso, así dice el Señor:
Pregunten por tierras de paganos
si alguien oyó cosa igual:
algo horripilante ha cometido
la doncella, capital de Israel.
14 ¿Abandona los riscos escarpados
la nieve que cae sobre el Líbano?
¿Se corta el agua fresca
que fluye libremente?
15 Pues mi pueblo me ha olvidado
y ofrece incienso a una nada:
tropiezan por sus caminos,
por los senderos de siempre,
van caminando por sendas
y veredas escabrosas.
16 Dejan así su tierra desolada,
objeto de burla eterna;
todo el que pasa se espanta,
se burla moviendo la cabeza.
17 Los aventaré como viento del este,
cuando estén enfrente del enemigo;
les mostraré la espalda, no la cara,
el día que les llegue el descalabro.

Cuarta confesión

18 Algunos dijeron: “Tramemos un plan contra Jeremías, pues no faltará la instrucción del sacerdote, el consejo del sabio y la palabra del profeta. Así que vamos a calumniarlo y a hacer caso omiso de lo que dice”.

19 Hazme tú caso, Señor;
oye lo que dicen mis oponentes.
20 ¿Se paga el bien con el mal?
¡Pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti
pidiendo clemencia para ellos,
apartando de ellos tu cólera.
21 Entrega, pues, sus hijos al hambre,
que queden a merced de la espada,
viudas y sin hijos sus mujeres,
sus hombres heridos de muerte,
sus jóvenes caídos en combate,
traspasados por la espada.
22 Se oirán gritos que salen de sus casas
cuando envíes salteadores contra ellos,
pues cavaron una fosa para atraparme,
pusieron trampas en mi camino.
23 Puesto que tú sabes, Señor,
que han tramado mi muerte,
no disimules su culpa
ni borres su pecado.
Haz que se tambaleen delante de ti;
actúa contra ellos cuando estalle tu ira.

La jarra rota

19 Así ha dicho el Señor:

— Compra una jarra de loza. Luego, con algunos ancianos del pueblo y de los sacerdotes, sal hacia el valle de Ben Hinón, por la Puerta de los Cascotes, y pronuncia allí las palabras que te voy a transmitir. Dirás: “Escuchen la palabra del Señor, reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a traer una calamidad tal sobre este lugar, que a quien la oiga le zumbarán los oídos. Porque me abandonaron, desnaturalizaron este lugar y ofrecieron incienso en él a dioses extranjeros, que ni ellos ni sus antepasados conocían, y los reyes de Judá llenaron este lugar de sangre inocente. Construyeron recintos sagrados a Baal, para quemar en ellos a sus hijos como holocausto en honor de Baal, algo que ni les ordené, ni les dije, ni me pasó por la imaginación. Por eso, van a llegar días en que este lugar ya no se llamará Tófet ni valle de Ben Hinón, sino valle de la Matanza. En este lugar echaré por tierra los planes de Judá y de Jerusalén, los haré caer a espada ante sus enemigos, los entregaré en manos de los que quieren quitarles la vida, y daré sus cadáveres como alimento a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. Convertiré esta ciudad en desolación; el que pase junto a ella quedará espantado y silbará en son de burla al ver tantas heridas. Haré que coman la carne de sus hijos y de sus hijas; se comerán unos a otros durante el angustioso asedio al que los someterán los enemigos que tratan de quitarles la vida”. 10 Después romperás la jarra delante de los que te han acompañado, 11 y les dirás: “Esto dice el Señor del universo: Así voy a romper a este pueblo y a esta ciudad, igual que el alfarero rompe un cacharro que ya no tiene arreglo; y serán enterrados en el Tófet, por no quedar lugares de enterramiento. 12 Esto es lo que pienso hacer con este lugar y con sus habitantes —oráculo del Señor—; trataré a esta ciudad igual que a Tófet. 13 Las viviendas de Jerusalén y los palacios de los reyes de Judá quedarán impuros, igual que el recinto de Tófet, esas viviendas en cuyas azoteas quemaban ofrendas de incienso a todo el ejército del cielo y donde hacían libaciones a dioses extranjeros”.

Nuevo discurso contra Jerusalén

14 Jeremías volvió de Tófet, donde el Señor lo había enviado a profetizar, se detuvo en el atrio del Templo del Señor y dijo a todos los presentes:

15 — Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Voy a traer sobre esta ciudad y todas sus aldeas todas las desgracias que he anunciado, pues se han vuelto más tercos y no quieren escuchar mis palabras.

20 Pasjur, hijo de Imer, el principal sacerdote supervisor del Templo del Señor, oyó a Jeremías profetizar todo aquello. Entonces Pasjur mandó que azotaran al profeta Jeremías y que lo metieran en el cepo que hay en la Puerta de Benjamín, la de arriba, en el Templo del Señor. A la mañana siguiente mandó Pasjur sacar a Jeremías del cepo. Jeremías entonces le dijo:

— El Señor ya no te llama Pasjur, sino Magor Missabib (Terror-En-Derredor); pues así dice el Señor: Te voy a convertir en terror para ti y todos tus allegados, que caerán abatidos por la espada enemiga delante de tus ojos. Y voy a entregar a toda la gente de Judá en manos del rey de Babilonia, que los deportará a Babilonia donde los matará a espada. Respecto a la riqueza de esta ciudad, a sus posesiones, a sus objetos de valor y a todos los tesoros de los reyes de Judá, voy a ponerlos a merced de sus enemigos, que los saquearán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia. Y tú, Pasjur, junto con toda la gente de tu casa, irás al destierro, a Babilonia. Allí morirás y allí serás enterrado con todos tus allegados, a quienes profetizabas en falso.

Quinta y última confesión

Me sedujiste, Señor, y quedé seducido;
me agarraste con fuerza y me sometiste.
Yo era objeto de mofa todo el día,
todo el mundo se burlaba de mí.
Cuando hablo, tengo que gritar
anunciando violencia y destrucción;
la palabra del Señor me servía
de insulto y burla todo el día.
Me decía: No me acordaré más de él,
no hablaré más en su nombre.
Pero algo ardía en mi corazón como fuego,
algo ardiente encerrado en mis huesos,
que trataba inútilmente de apagar.
10 Oía a muchos murmurar:
“Este es Terror-En-Derredor,
denúncienlo, vamos a denunciarlo”.
La gente que me era más cercana
andaba acechando mi traspié:
“Tal vez, seducido, lo sometamos
y podamos vengarnos de él”.
11 Pero el Señor está conmigo
como poderoso defensor;
por eso tropiezan al perseguirme
y son incapaces de someterme.
Quedan decepcionados al fracasar,
nunca se olvidará su eterno deshonor.
12 Señor, que examinas al honrado,
que ves sentimientos y pensamientos,
¡que yo vea que te vengas de ellos,
ya que a ti he encomendado mi causa!
13 ¡Canten al Señor, alaben al Señor,
que libró la vida del pobre
del poder de los malvados!
14 ¡Maldito el día en que nací;
no sea bendito el día
en que me dio a luz mi madre!
15 ¡Maldito el que felicitó
a mi padre diciendo:
“Te ha nacido un hijo varón”,
dándole así una alegría!
16 ¡Sea ese hombre como las ciudades
que el Señor destruyó sin compasión!
¡Que oiga alaridos por la mañana
y toque de alarma a mediodía!
17 ¡Por qué no me mataría en el vientre!
Mi madre habría sido mi tumba,
con su vientre preñado para siempre.
18 ¿Para qué salí del vientre?
¿Para pasar penas y problemas
y consumir mis días deshonrado?

Oráculo contra Sedecías

21 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor, cuando el rey Sedecías le envió a Pasjur, hijo de Malaquías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, con este encargo:

— Consulta al Señor por nosotros, ahora que Nabucodonosor, rey de Babilonia, está en guerra con nosotros. Tal vez el Señor realice a nuestro favor sus conocidos prodigios, y Nabucodonosor levante el cerco.

Les respondió Jeremías:

— Esto le dirán a Sedecías: “Así dice el Señor, Dios de Israel: Voy a hacer que las tropas con que tratan de hacer frente, fuera de las murallas, al rey de Babilonia y a los caldeos que los cercan, retrocedan y se reúnan en medio de esta ciudad. Yo en persona lucharé contra ustedes, con mano extendida y potente brazo, con ira, con cólera y con rabia incontrolada. Mataré a los habitantes de esta ciudad: personas y animales morirán víctimas de una gran peste. Después de esto —oráculo del Señor—, entregaré a Sedecías, rey de Judá, a sus cortesanos y a la gente de esta ciudad que haya sobrevivido a la peste, a la espada y al hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en manos de sus enemigos y en manos de los que quieren matarlos. Acabará con ellos a filo de espada, sin piedad, sin misericordia y sin compasión”. Y a este pueblo le dirás: “Así dice el Señor: Pongo ante ustedes un camino de muerte y un camino de vida: el que se quede en esta ciudad, morirá a espada, de hambre o de peste; el que salga y se pase a los caldeos que los están asediando, seguirá con vida: su vida será su botín. 10 Pues he dirigido mi mirada hacia esta ciudad para mal, no para bien —oráculo del Señor—; será entregada en manos del rey de Babilonia, que la pasará a fuego”.

Oráculo contra la casa real de Judá

11 Familia real de Judá,
escucha la palabra del Señor.
12 Porque esto dice el Señor
a los descendientes de David:
juzguen cada mañana conforme a derecho,
liberen al desposeído de manos del opresor,
para que no estalle mi ira como fuego
y arda sin nadie que la apague,
a causa de sus malas acciones.

Oráculo contra Jerusalén

13 Aquí estoy contra ti,
ciudad asentada en el valle,
roca que domina la llanura
—oráculo del Señor—.
Dicen: “¿Quién vendrá contra nosotros?
¿Quién entrará en nuestros escondrijos?”.
14 Pues pienso pedirles cuentas,
conforme al fruto de sus acciones
—oráculo del Señor—:
prenderé fuego a su bosque
y arderá todo alrededor.

Oráculo contra un rey anónimo

22 Así dice el Señor:

— Baja al palacio del rey de Judá y comunícale lo siguiente. Le dirás: “Escucha la palabra del Señor, rey de Judá, tú que te sientas en el trono de David; y que la escuchen también tus cortesanos y tu pueblo, que entran por estas puertas. Así dice el Señor: Actúen conforme a derecho y justicia, liberen al desposeído de manos del opresor, no exploten ni traten con violencia al inmigrante, al huérfano y a la viuda, ni derramen sangre inocente en este lugar. Si ponen en práctica todo esto, entrarán por las puertas de este palacio reyes que se sentarán en el trono de David; lo harán montados en carros y caballos, junto con sus cortesanos y su séquito. Pero si no escuchan estas palabras, lo juro por mí mismo —oráculo del Señor— que convertiré en ruinas este palacio”.

Pues esto dice el Señor sobre el palacio del rey de Judá:

Eres para mí como Galaad,
como la cumbre del Líbano,
pero juro que te convertiré
en desierto; serán las ciudades
lugares desprovistos de habitantes.
Elegiré contra ti destructores:
hombres provistos de armas,
que talarán la flor de tus cedros
para arrojarlos al fuego.

Pasarán muchos pueblos por esta ciudad y se preguntarán unos a otros: “¿Por qué ha tratado así el Señor a esta metrópoli?”. Y les responderán: “Porque abandonaron la alianza del Señor, su Dios, y adoraron y dieron culto a dioses extranjeros”.

Oráculo contra Salún/Joacaz

10 No lloren ni se lamenten por un muerto,
lloren, lloren por el que se va,
porque ya no volverá ni verá
la tierra que lo vio nacer.

11 Pues así dice el Señor a Salún, que sucedió a su padre Josías, rey de Judá: El que salió de este lugar ya no volverá a él. 12 Morirá en el lugar adonde fue desterrado, y no volverá a ver esta tierra.

Oráculo contra el rey Joaquín

13 ¡Ay de quien construye su palacio,
sus salones sin justicia ni derecho!
Obliga a trabajar gratis a su prójimo,
sin darle el sueldo que le corresponde.
14 Piensa: “Me haré un palacio espacioso,
salones superiores bien ventilados;
le abriré ventanas
lo revestiré de cedro,
lo pintaré de color escarlata”.
15 ¿Acaso piensas que reinas
porque compites en cedros?
Tu padre comió y bebió,
pero actuó con justicia y derecho,
por eso le fue tan bien.
16 Hizo justicia a pobres y desvalidos,
¿acaso no es eso conocerme?
—oráculo del Señor—.
17 Pero tú no tienes ojos ni corazón
si no es para tu propio provecho,
para derramar sangre de inocentes,
para oprimir y atropellar.
18 Por eso, así dice el Señor a Joaquín,
hijo de Josías, rey de Judá:
Nadie hará duelo por él:
“¡Ay hermano! ¡Ay hermana!”.
Nadie hará duelo por él:
“¡Ay Señor! ¡Ay Majestad!”.
19 Será enterrado como un asno,
será arrastrado y arrojado
fuera de las puertas de Jerusalén.

Oráculo contra Jerusalén

20 Sube al Líbano y grita,
alza tu voz en Basán;
grita desde Abarín,
pues están destrozados tus amantes.
21 Te hablé cuando vivías tranquila,
y dijiste: “No pienso escuchar”.
Esta es tu conducta desde joven:
no escuchar lo que te digo.
22 El viento apacentará a tus pastores,
tus amantes irán al destierro.
Entonces quedarás defraudada,
avergonzada de toda tu maldad.
23 Tú, que te asientas en el Líbano,
que tienes tu nido entre cedros,
¡cómo gritarás cuando lleguen los dolores,
cuando te retuerzas como una parturienta!

Oráculo contra Jeconías

24 Juro por mi vida —oráculo del Señor— que si tú, Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, fueses el sello de mi mano derecha, te arrancaría 25 y te entregaría en manos de los que tratan de matarte, en manos de los que más temes, de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de los caldeos. 26 los expulsaré a ti y a la madre que te trajo al mundo a otro país, donde no nacieron, y allí morirán. 27 Y no volverán a la tierra por la que suspiran volver.

28 ¿Es una vasija despreciable
y rota este tal Jeconías,
o quizá un cacharro inútil?
¿Por qué fue expulsado con su familia,
arrojado a un país que desconocían?
29 ¡Tierra, tierra, tierra,
escucha la palabra del Señor!
30 Así dice el Señor:
Escriban sobre este hombre:
“no ha tenido hijos,
es un varón malogrado en su vida”.
No logró que alguien de su estirpe
se sentara en el trono de David
y siguiera gobernando en Judá.

Los malos pastores y el rey futuro

23 ¡Ay de los pastores que descarrían y dispersan el rebaño de mi pastizal! —oráculo del Señor—. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a mi pueblo: Ustedes dispersaron mi rebaño, lo expulsaron y no se han preocupado de él. Pues bien, yo les voy a pedir cuentas de sus malas acciones —oráculo del Señor— y yo mismo reuniré al resto de mis ovejas de todos los países por donde las dispersé y las haré volver a su pastizal, donde fructificarán y se multiplicarán. Les pondré pastores que las apacienten; ya no tendrán miedo, no se espantarán ni faltará ninguna —oráculo del Señor—.

Ya llegan días —oráculo del Señor—
en que daré a David un vástago legítimo.
Será un rey que reinará con prudencia,
impondrá justicia y derecho en el país.
En sus días estará a salvo Judá,
Israel vivirá con tranquilidad,
y la gente le pondrá de nombre:
“El Señor es nuestra justicia”.

Ya llegan días —oráculo del Señor— en que no se dirá: “Por vida del Señor, que hizo subir a los israelitas del país de Egipto”. Más bien se dirá: “Por vida del Señor, que hizo subir a la estirpe de Israel del país del norte y de todos los países por donde los dispersó, para que habiten en su tierra”.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España