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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Jeremías 23:9-33:22

Juicio a los falsos profetas

Mi corazón está destrozado debido a los falsos profetas,
    y me tiemblan los huesos.
Me tambaleo como un borracho,
    como alguien dominado por el vino,
debido a las santas palabras
    que el Señor ha pronunciado contra ellos.
10 Pues la tierra está llena de adulterio,
    y está bajo una maldición.
La tierra está de luto;
    los pastos del desierto están resecos.
Todos hacen lo malo
    y abusan del poder que tienen.

11 «Aun los sacerdotes y los profetas
    son hombres malvados que no tienen a Dios.
He visto sus hechos despreciables
    aquí mismo en mi propio templo
    —dice el Señor—.
12 Por lo tanto, los caminos que toman
    llegarán a ser resbaladizos.
Serán perseguidos en la oscuridad
    y allí caerán.
Pues traeré desastre sobre ellos
    en el tiempo señalado para su castigo.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

13 »Vi que los profetas de Samaria eran tremendamente malvados,
    porque profetizaron en nombre de Baal
    y llevaron a mi pueblo Israel al pecado.
14 ¡Pero ahora veo que los profetas de Jerusalén son aún peores!
    Cometen adulterio y les encanta la deshonestidad.
Alientan a los que hacen lo malo
    para que ninguno se arrepienta de sus pecados.
Estos profetas son tan perversos
    como lo fue la gente de Sodoma y Gomorra».

15 Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales acerca de los profetas:

«Los alimentaré con amargura
    y les daré veneno para beber.
Pues es debido a los profetas de Jerusalén
    que se ha llenado esta tierra de maldad».

16 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales a su pueblo:

«No escuchen a estos profetas cuando ellos les profeticen,
    llenándolos de esperanzas vanas.
Todo lo que dicen son puros inventos.
    ¡No hablan de parte del Señor!
17 Siguen diciendo a los que desprecian mi palabra:
    “¡No se preocupen! ¡El Señor dice que ustedes tendrán paz!”.
Y a los que obstinadamente siguen sus propios deseos,
    los profetas les dicen: “¡No les sucederá nada malo!”.

18 »¿Ha estado alguno de estos profetas en la presencia del Señor
    para escuchar lo que en realidad dice?
    ¿Acaso alguno de ellos se ha interesado lo suficiente como para escuchar?
19 ¡Miren! El enojo del Señor estalla como una tormenta,
    como un torbellino que se arremolina sobre la cabeza de los perversos.
20 El enojo del Señor no disminuirá
    hasta que termine con todo lo que él tenía pensado.
En los días futuros,
    ustedes entenderán todo esto con claridad.

21 »Yo no envié a estos profetas,
    sin embargo, van de un lado a otro afirmando hablar en mi nombre.
No les he dado ningún mensaje,
    pero aun así siguen profetizando.
22 Si hubieran estado en mi presencia y me hubieran escuchado,
    habrían hablado mis palabras
y habrían hecho que mi pueblo se apartara
    de sus malos caminos y sus malas acciones.
23 ¿Soy acaso Dios solo de cerca?—dice el Señor—.
    No, al mismo tiempo estoy lejos.
24 ¿Puede alguien esconderse de mí en algún lugar secreto?
    ¿Acaso no estoy en todas partes en los cielos y en la tierra?»,
    dice el Señor.

25 «He oído a estos profetas decir: “Escuchen el sueño que Dios me dio anoche”. Y después pasan a decir mentiras en mi nombre. 26 ¿Hasta cuándo seguirá esto? Si son profetas, son profetas del engaño, pues inventan todo lo que dicen. 27 Con decir estos sueños falsos, pretenden hacer que mi pueblo me olvide, tal como lo hicieron sus antepasados, al rendir culto a los ídolos de Baal.

28 »Que estos falsos profetas cuenten sus sueños,
    pero que mis verdaderos mensajeros proclamen todas mis palabras con fidelidad.
    ¡Hay diferencia entre la paja y el grano!
29 ¿No quema mi palabra como el fuego?
    —dice el Señor—.
¿No es como un martillo poderoso
    que hace pedazos una roca?

30 »Por lo tanto—dice el Señor—, estoy en contra de estos profetas que se roban mensajes el uno al otro y alegan que provienen de mí. 31 Estoy en contra de estos profetas que con mucha labia dicen: “¡Esta profecía es del Señor!”. 32 Yo estoy contra estos falsos profetas. Sus sueños imaginarios son mentiras descaradas que llevan a mi pueblo a pecar. Yo no los envié ni los nombré, y no tienen ningún mensaje para mi pueblo. ¡Yo, el Señor, he hablado!

Falsas profecías y falsos profetas

33 »Supongamos que alguien del pueblo o uno de los profetas o sacerdotes te pregunta: “Y ahora, ¿qué profecía te ha encargado el Señor?”. Debes responder: “¡Ustedes son la carga![a] ¡El Señor dice que los abandonará!”.

34 »Si algún profeta, sacerdote o alguien más dice: “Tengo una profecía del Señor”, castigaré a tal persona junto con toda su familia. 35 Ustedes deberán preguntarse el uno al otro: “¿Cuál es la respuesta del Señor?” o “¿Qué dice el Señor?”. 36 Ya dejen de usar esta frase: “Una profecía del Señor”. La gente la usa para darle importancia a sus propias ideas, tergiversando las palabras de nuestro Dios, el Dios viviente, el Señor de los Ejércitos Celestiales.

37 »Esto deberás decir a los profetas: “¿Cuál es la respuesta del Señor?” o “¿Qué dice el Señor?”. 38 Pero supongamos que responden: “¡Esta es una profecía del Señor!”. Entonces deberás decir: “Esto dice el Señor: ‘Debido a que han usado la frase “una profecía del Señor”, aun cuando les advertí que no la usaran, 39 me olvidaré de ustedes por completo.[b] Los expulsaré de mi presencia, junto con esta ciudad que les di a ustedes y a sus antepasados. 40 Los haré objeto de burla y su nombre será infame a lo largo de los siglos’”».

Higos buenos y malos

24 Después de que Nabucodonosor,[c] rey de Babilonia, desterró a Joaquín,[d] hijo de Joacim, rey de Judá, a Babilonia, junto con las autoridades de Judá y todos los artífices y los artesanos, el Señor me dio la siguiente visión. Vi dos canastas de higos colocadas frente al templo del Señor en Jerusalén. Una canasta estaba llena de higos frescos y maduros, mientras que la otra tenía higos malos, tan podridos que no podían comerse.

Entonces el Señor me preguntó:

—¿Qué ves, Jeremías?

—Higos—contesté—, algunos muy buenos y otros muy malos, tan podridos que no pueden comerse.

Entonces el Señor me dio este mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: los higos buenos representan a los desterrados que yo envié de Judá a la tierra de los babilonios.[e] Velaré por ellos, los cuidaré y los traeré de regreso a este lugar. Los edificaré y no los derribaré. Los plantaré y no los desarraigaré. Les daré un corazón que me reconozca como el Señor. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón.

»Sin embargo, los higos malos—dijo el Señor—representan al rey Sedequías de Judá, a sus funcionarios, a todo el pueblo que quedó en Jerusalén y a los que viven en Egipto. Los trataré como a higos malos, tan podridos que no pueden comerse. Los haré objeto de horror y un símbolo de maldad para todas las naciones de la tierra. En todos los lugares donde yo los disperse, serán objetos de desprecio y de burla. Los maldecirán y se mofarán de ellos. 10 Les enviaré guerra, hambre y enfermedad hasta que desaparezcan de la tierra de Israel, tierra que les di a ellos y a sus antepasados».

Setenta años de cautiverio

25 Este mensaje del Señor, para todo el pueblo de Judá, le vino a Jeremías durante el cuarto año del reinado de Joacim[f] sobre Judá. Este fue el año en que el rey Nabucodonosor[g] de Babilonia comenzó a reinar.

Jeremías el profeta le dijo a todo el pueblo de Judá y de Jerusalén: «Durante los últimos veintitrés años—desde el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón,[h] rey de Judá, hasta ahora—el Señor me ha estado dando sus mensajes. Yo se los he comunicado con toda fidelidad, pero ustedes no han querido escuchar.

»Una y otra vez, el Señor les ha enviado a sus siervos, los profetas, pero ustedes no escucharon ni prestaron atención. Todas las veces el mensaje fue: “Apártense de su mal camino y de sus malas acciones. Solo entonces los dejaré vivir en esta tierra que el Señor les dio a ustedes y a sus antepasados para siempre. No provoquen mi enojo al rendir culto a ídolos que ustedes hicieron con sus propias manos. Entonces no les haré ningún daño”.

»Pero ustedes no querían escucharme—dice el Señor—. Me pusieron furioso al rendir culto a ídolos hechos con sus propias manos y trajeron sobre ustedes todos los desastres que ahora sufren. Ahora el Señor de los Ejércitos Celestiales dice: “Como ustedes no me han escuchado, reuniré a todos los ejércitos del norte bajo el mando de Nabucodonosor, rey de Babilonia, a quien nombré mi representante. Los traeré contra esta tierra, contra su gente y contra las naciones vecinas. A ustedes los destruiré por completo[i] y los convertiré en objeto de horror, desprecio y ruina para siempre. 10 Quitaré de ustedes la risa y las canciones alegres. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias. Las piedras de molino se acallarán y las luces de las casas se apagarán. 11 Toda la tierra se convertirá en una desolada tierra baldía. Israel y las naciones vecinas servirán al rey de Babilonia por setenta años.

12 »”Entonces, después que hayan pasado los setenta años de cautiverio, castigaré al rey de Babilonia y a su pueblo por sus pecados—dice el Señor—. Haré del país de los babilonios[j] una tierra baldía para siempre. 13 Traeré sobre ellos todos los terrores que prometí en este libro, todos los castigos contra las naciones anunciados por Jeremías. 14 Muchas naciones y grandes reyes esclavizarán a los babilonios, así como ellos esclavizaron a mi pueblo. Los castigaré en proporción al sufrimiento que le ocasionaron a mi pueblo”».

La copa del enojo del Señor

15 Esto me dijo el Señor, Dios de Israel: «Toma de mi mano la copa de mi enojo, que está llena hasta el borde, y haz que todas las naciones a las que te envíe beban de ella. 16 Cuando la beban se tambalearán, enloquecidos por la guerra que enviaré contra ellos».

17 Así que tomé la copa del enojo del Señor e hice que todas las naciones bebieran de ella, cada nación a la que el Señor me envió. 18 Fui a Jerusalén y a las otras ciudades de Judá, y sus reyes y funcionarios bebieron de la copa. Desde ese día hasta ahora ellos han sido una ruina desolada, un objeto de horror, desprecio y maldición. 19 Le di la copa al faraón, rey de Egipto, a sus asistentes, a sus funcionarios y a todo su pueblo, 20 junto con todos los extranjeros que vivían en esa tierra. También se la di a todos los reyes de la tierra de Uz, a los reyes de las ciudades filisteas de Ascalón, Gaza y Ecrón, y a lo que queda de Asdod. 21 Después les di la copa a las naciones de Edom, Moab y Amón, 22 a los reyes de Tiro y Sidón, y a los reyes de las regiones al otro lado del mar. 23 Se la di a Dedán, a Tema, a Buz y a la gente que vive en lugares remotos.[k] 24 Se la di a los reyes de Arabia, a los reyes de las tribus nómadas del desierto 25 y a los reyes de Zimri, Elam y Media. 26 Se la di a los reyes de los países del norte, lejanos y cercanos, uno tras otro, es decir, a todos los reinos del mundo. Finalmente, el mismo rey de Babilonia[l] bebió de la copa del enojo del Señor.

27 Entonces el Señor me dijo: «Ahora diles: “Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Beban de la copa de mi enojo. Emborráchense y vomiten; caigan para nunca más levantarse, porque envío guerras terribles contra ustedes’”. 28 Ahora bien, si se niegan a aceptar la copa, diles: “El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: ‘No les queda más que beberla. 29 He comenzado a castigar a Jerusalén, la ciudad que lleva mi nombre. ¿Acaso los dejaría a ustedes sin castigo? No, no escaparán del desastre. Enviaré guerra contra todas las naciones de la tierra. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado!’”.

30 »Ahora, profetiza todas estas cosas y diles:

»“El Señor rugirá contra su propia tierra
    desde su santa morada en el cielo.
Él gritará como los que pisan las uvas;
    gritará contra todos los habitantes de la tierra.
31 Su grito de juicio llegará hasta los confines de la tierra,
    porque el Señor presentará su caso contra todas las naciones.
Él juzgará a todos los habitantes de la tierra,
    y matará con la espada a los perversos.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!”».

32 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
    «¡Miren! ¡Nación tras nación sufrirá calamidades!
¡Se está levantando un gran torbellino de furia
    desde los rincones más distantes de la tierra!».

33 En aquel día, los que el Señor haya masacrado llenarán la tierra de un extremo a otro. Nadie llorará por ellos ni juntará sus cuerpos para enterrarlos. Estarán esparcidos sobre el suelo como estiércol.

34 ¡Lloren y giman, pastores malvados!
    ¡Revuélquense en el polvo, líderes del rebaño!
Ha llegado el momento de su matanza;
    ustedes caerán y se harán añicos como vaso frágil.
35 No encontrarán lugar donde esconderse;
    no habrá forma de escapar.
36 Escuchen los gritos desesperados de los pastores.
    Los líderes del rebaño gimen en su desesperación
    porque el Señor está arruinando sus pastos.
37 Debido al gran enojo del Señor,
    los prados tranquilos se convertirán en tierra baldía.
38 Él salió de su guarida como un león fuerte en busca de su presa,
    y la tierra quedará desolada
por la espada[m] del enemigo
    y por la ira feroz del Señor.

Jeremías escapa de la muerte

26 Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor a principios del reinado de Joacim, hijo de Josías,[n] rey de Judá. «Esto dice el Señor: “Ponte de pie en el atrio que está delante del templo del Señor y haz un anuncio a la gente que ha venido de toda Judá a adorar. Dales mi mensaje completo sin que falte una sola palabra. Quizá te escuchen y se aparten de sus malos caminos. Entonces cambiaré de parecer acerca del desastre que estoy por derramar sobre ellos a causa de sus pecados”.

»Diles: “Esto dice el Señor: ‘Si ustedes no me escuchan ni obedecen la palabra que les he dado ni tampoco escuchan a mis siervos, los profetas—porque los envié una y otra vez para advertirles, pero ustedes rehusaron escucharlos—, entonces destruiré este templo así como destruí a Silo, el lugar donde estaba el tabernáculo. Y haré que Jerusalén se convierta en objeto de maldición en cada nación de la tierra’”».

Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo escucharon a Jeremías mientras hablaba frente al templo del Señor; pero cuando Jeremías terminó su mensaje, habiendo dicho todo lo que el Señor le ordenó que dijera, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo que estaba junto al templo lo atacaron en masa. «¡Mátenlo!—gritaban—. ¿Qué derecho tienes de profetizar en el nombre del Señor que este templo será destruido como lo fue Silo? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Jerusalén será destruida y dejada sin habitantes?». Así que todo el pueblo lo amenazaba mientras él estaba frente al templo.

10 Cuando los funcionarios de Judá oyeron lo que pasaba, corrieron del palacio a sentarse a juzgar junto a la puerta Nueva del templo. 11 Los sacerdotes y los profetas presentaron sus acusaciones a los funcionarios y al pueblo. «¡Este hombre debe morir!—dijeron—. Ustedes han escuchado con sus propios oídos lo traidor que es, porque ha profetizado contra esta ciudad».

12 Entonces Jeremías habló en su propia defensa a los funcionarios y al pueblo. «El Señor me envió para profetizar contra este templo y contra esta ciudad—dijo—. El Señor me dio cada una de las palabras que he hablado; 13 pero si ustedes dejan de pecar y comienzan a obedecer al Señor su Dios, él cambiará de parecer acerca del desastre que anunció contra ustedes. 14 En cuanto a mí, estoy en sus manos, hagan conmigo lo que mejor les parezca. 15 ¡Pero si me matan, tengan por seguro que estarán matando a un inocente! La responsabilidad por semejante acción caerá sobre ustedes, sobre esta ciudad y sobre cada persona que vive en ella. Pues es totalmente cierto que el Señor me envió a decir cada palabra que ustedes han oído».

16 Así que los funcionarios y el pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la pena de muerte porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».

17 Entonces algunos de los sabios ancianos se pusieron de pie y hablaron a todo el pueblo reunido en ese lugar. 18 Dijeron: «Recuerden cuando Miqueas de Moreset profetizaba durante el reinado de Ezequías de Judá. Él le dijo al pueblo de Judá:

“Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
‘El monte Sion quedará arado como un campo abierto;
    ¡Jerusalén será reducida a escombros!
Un matorral crecerá en las cumbres,
    donde ahora se encuentra el templo’”[o].

19 ¿Acaso el rey Ezequías y el pueblo lo mataron por lo que dijo? No, se apartaron de sus pecados y adoraron al Señor. Le suplicaron misericordia. Entonces el Señor cambió de parecer acerca del terrible desastre que había declarado contra ellos. Así que estamos a punto de perjudicarnos a nosotros mismos».

20 En ese tiempo, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, también profetizaba en nombre del Señor; y predijo el mismo terrible desastre contra la ciudad y la nación igual que Jeremías. 21 Cuando el rey Joacim junto con los oficiales militares y los demás funcionarios escucharon lo que dijo, el rey envió a alguien para matarlo. Sin embargo, Urías se enteró del plan y escapó a Egipto atemorizado. 22 Entonces el rey Joacim envió a Elnatán, hijo de Acbor, a Egipto junto con algunos otros hombres para que capturaran a Urías. 23 Lo tomaron prisionero y lo trajeron de regreso al rey Joacim. Así que el rey mató a Urías a espada y mandó que lo enterraran en una fosa común.

24 No obstante, Ahicam, hijo de Safán, respaldó a Jeremías y persuadió al tribunal de no entregarlo a la multitud para que lo matara.

Jeremías se coloca un yugo para bueyes

27 Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor a principios del reinado de Sedequías,[p] hijo de Josías, rey de Judá.

Esto me dijo el Señor: «Hazte un yugo y átatelo al cuello con correas de cuero. Luego envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón a través de sus embajadores que han llegado a visitar al rey Sedequías en Jerusalén. Dales este mensaje para sus amos: “Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Yo hice la tierra, la gente y cada animal con mi gran fuerza y brazo poderoso. Estas cosas me pertenecen y puedo dárselas a quien yo quiera. Ahora entregaré estos países al rey Nabucodonosor de Babilonia, quien es mi siervo. He puesto todo bajo su control, aun los animales salvajes. Todas las naciones le servirán a él, a su hijo y a su nieto hasta que se acabe el tiempo de ellos. Entonces muchas naciones y grandes reyes conquistarán y dominarán a Babilonia. Así que ustedes deben someterse al rey de Babilonia y servirle; ¡pongan su cuello bajo el yugo de Babilonia! Castigaré a toda nación que rehúse ser su esclava, dice el Señor. Enviaré guerra, hambre y enfermedad sobre esa nación hasta que Babilonia la conquiste.

»”’No les hagan caso a sus falsos profetas, adivinos, intérpretes de sueños, los médiums y hechiceros que dicen: “El rey de Babilonia no los conquistará”. 10 Todos son mentirosos y sus mentiras solo servirán para que ustedes sean expulsados de su propia tierra. Yo los expulsaré y los enviaré a morir lejos; 11 pero al pueblo de toda nación que se someta al rey de Babilonia se le permitirá permanecer en su propio país para cultivar la tierra como siempre. ¡Yo, el Señor, he hablado!’”».

12 Después repetí el mismo mensaje al rey Sedequías de Judá: «Si deseas vivir, sométete al yugo del rey de Babilonia y a su pueblo. 13 ¿Por qué insistes en morir, tú y tu pueblo? ¿Por qué habrán de escoger la guerra, el hambre y la enfermedad que el Señor traerá contra toda nación que se niegue a someterse al rey de Babilonia? 14 No les hagan caso a los falsos profetas que les siguen diciendo: “El rey de Babilonia no los conquistará”. Son mentirosos. 15 Esto dice el Señor: “¡Yo no envié a estos profetas! Les dicen mentiras en mi nombre, así que yo los expulsaré de esta tierra. Todos ustedes morirán, junto con todos estos profetas”».

16 Entonces me dirigí a los sacerdotes y al pueblo y les dije: «Esto dice el Señor: “No escuchen a sus profetas que les aseguran que los artículos de oro que fueron sacados de mi templo pronto serán devueltos de Babilonia. ¡Es pura mentira! 17 No los escuchen. Ríndanse al rey de Babilonia y vivirán. ¿Por qué ha de ser destruida toda esta ciudad? 18 Si realmente son profetas y proclaman los mensajes del Señor, que oren al Señor de los Ejércitos Celestiales. ¡Que supliquen que los objetos que aún quedan en el templo del Señor, en el palacio real y en los palacios de Jerusalén no sean llevados a Babilonia!”.

19 »Pues el Señor de los Ejércitos Celestiales ha hablado acerca de las columnas que están al frente del templo, del enorme tazón de bronce llamado el Mar, de las carretas para llevar agua y de los demás objetos ceremoniales. 20 El rey Nabucodonosor de Babilonia los dejó aquí cuando desterró a Babilonia a Joaquín,[q] hijo de Joacim, rey de Judá, junto con los demás nobles de Judá y de Jerusalén. 21 Sí, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, acerca de los objetos preciosos que todavía permanecen en el templo, en el palacio del rey de Judá y en Jerusalén: 22 “Todos serán llevados a Babilonia y permanecerán allí hasta que yo envíe por ellos—dice el Señor—. Entonces los traeré de regreso a Jerusalén”».

Jeremías condena a Hananías

28 Un día a fines del verano[r] del mismo año—el cuarto año del reinado de Sedequías, rey de Judá—Hananías, hijo de Azur, un profeta de Gabaón, se dirigió a mí públicamente en el templo mientras los sacerdotes y el pueblo escuchaban. Dijo: «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Quitaré del cuello de ustedes el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años traeré de regreso todos los tesoros del templo que el rey Nabucodonosor llevó a Babilonia. También traeré de regreso a Joaquín,[s] hijo de Joacim, rey de Judá y a todos los demás cautivos que fueron llevados a Babilonia. Tengan por seguro que romperé el yugo que el rey de Babilonia ha puesto sobre sus cuellos. ¡Yo, el Señor, he hablado!”».

Jeremías le respondió a Hananías mientras estaban delante de los sacerdotes y de la gente presente en el templo. Le dijo: «¡Amén! ¡Que tus profecías se vuelvan realidad! Espero que el Señor haga todo lo que tú dices. Espero que traiga de regreso los tesoros de este templo y a todos los cautivos; pero ahora presta atención a las palabras solemnes que te hablo en presencia de todas estas personas. Los profetas antiguos que nos precedieron hablaron en contra de muchas naciones y advirtieron siempre la llegada de guerra, desastre y enfermedad. Así que el profeta que predice paz debe demostrar que está en lo correcto. Solamente cuando sus predicciones se cumplan podremos saber que el Señor lo ha enviado».

10 Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello de Jeremías y lo hizo pedazos. 11 Y Hananías dijo nuevamente a la multitud que se había reunido: «Esto dice el Señor: “Así como este yugo ha sido roto, dentro de dos años romperé el yugo de opresión de todas las naciones ahora sometidas al rey Nabucodonosor de Babilonia”». Después de eso, Jeremías se fue de la zona del templo.

12 Poco tiempo después de la confrontación con Hananías, el Señor le dio a Jeremías este mensaje: 13 «Ve y dile a Hananías: “Esto dice el Señor: ‘Tú has quebrado un yugo de madera, pero lo has reemplazado con un yugo de hierro. 14 El Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: he puesto un yugo de hierro en el cuello de todas estas naciones, y las he sometido a la esclavitud del rey Nabucodonosor de Babilonia. He puesto todo bajo su control, incluso los animales salvajes’”».

15 Entonces el profeta Jeremías le dijo a Hananías: «¡Escucha, Hananías! El Señor no te ha enviado, pero el pueblo cree tus mentiras. 16 Por lo tanto, esto dice el Señor: “Debes morir. Tu vida terminará este mismo año porque te rebelaste contra el Señor”».

17 Dos meses después[t] murió el profeta Hananías.

Carta a los desterrados

29 Jeremías escribió desde Jerusalén una carta a los ancianos, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey Nabucodonosor había desterrado a Babilonia. Esto sucedió luego de que el rey Joaquín,[u] la reina madre, los funcionarios de la corte, los demás funcionarios de Judá y todos los artífices y los artesanos fueran deportados de Jerusalén. Envió la carta con Elasa, hijo de Safán, y Gemarías, hijo de Hilcías, cuando fueron a Babilonia como embajadores del rey Sedequías ante Nabucodonosor. Esto decía la carta de Jeremías:

«Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, a los cautivos que él desterró de Jerusalén a Babilonia: “Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan! Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes”.

»Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “No permitan que los engañen los profetas y los adivinos que están entre ustedes en la tierra de Babilonia. No presten atención a sus sueños, porque les dicen mentiras en mi nombre. Yo no los envié”, dice el Señor.

10 »Esto dice el Señor: “Ustedes permanecerán en Babilonia durante setenta años; pero luego vendré y cumpliré todas las cosas buenas que les prometí, y los llevaré de regreso a casa. 11 Pues yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. 12 En esos días, cuando oren, los escucharé. 13 Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme. 14 Sí, me encontrarán—dice el Señor—. Pondré fin a su cautiverio y restableceré su bienestar. Los reuniré de las naciones adonde los envié y los llevaré a casa, de regreso a su propia tierra”.

15 »Ustedes afirman que el Señor les ha levantado profetas en Babilonia; 16 pero esto dice el Señor acerca del rey que se sienta en el trono de David y acerca de todos los que todavía viven aquí en Jerusalén, sus parientes que no fueron desterrados a Babilonia. 17 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: “Enviaré sobre ellos guerra, hambre y enfermedad, y haré que sean como higos podridos, tan podridos que no pueden comerse. 18 Sí, los perseguiré con guerra, hambre y enfermedad, y los esparciré por todo el mundo. En cada nación por donde los envíe los convertiré en objeto de condenación, horror, desprecio y burla. 19 Pues ellos rehusaron escucharme, a pesar de que les hablé repetidas veces por medio de los profetas que les envié. Y ustedes, que están en el destierro, tampoco han escuchado”, dice el Señor.

20 »Por lo tanto, todos los cautivos en Babilonia, escuchen el mensaje del Señor. 21 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, acerca de los profetas que tienen—Acab, hijo de Colaías y Sedequías, hijo de Maaseías—que les dicen mentiras en mi nombre: “Yo los entregaré a Nabucodonosor[v] para que los ejecute delante de sus ojos. 22 Su horrible final será conocido por todos, entonces cuando los desterrados judíos quieran maldecir a alguien, dirán: ‘¡Que el Señor te haga como a Sedequías y a Acab, a quienes el rey de Babilonia quemó vivos!’. 23 Pues estos hombres han hecho cosas terribles entre mi pueblo. Han cometido adulterio con las esposas de sus vecinos y han mentido en mi nombre diciendo cosas que no les mandé decir. De esto soy testigo. Yo, el Señor, he hablado”».

Mensaje a Semaías

24 El Señor envió este mensaje a Semaías el nehelamita que estaba en Babilonia. 25 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: escribiste una carta por tu propia cuenta a Sofonías, hijo de Maaseías, el sacerdote, y enviaste copias a los demás sacerdotes y al pueblo en Jerusalén. Le escribiste a Sofonías:

26 »“El Señor te ha designado para que reemplaces a Joiada como sacerdote a cargo de la casa del Señor. Eres responsable de poner en cepos y grilletes a cualquier loco que afirme ser profeta. 27 Así que, ¿por qué no has hecho nada para detener a Jeremías de Anatot, que se hace pasar por profeta entre ustedes? 28 Jeremías envió aquí, a Babilonia, una carta prediciendo que nuestro cautiverio será por largo tiempo. Dijo: ‘Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan’”».

29 Ahora bien, cuando el sacerdote Sofonías recibió la carta de Semaías, la llevó a Jeremías y se la leyó. 30 Entonces el Señor le dio a Jeremías este mensaje: 31 «Envía una carta abierta a todos los desterrados en Babilonia. Diles: “Esto dice el Señor con relación a Semaías el nehelamita: ‘Como les ha profetizado a pesar de que yo no lo envié, y los ha engañado, haciéndolos creer sus mentiras, 32 lo castigaré a él y a su familia. Ninguno de sus descendientes verá las buenas cosas que haré para mi pueblo, porque él los ha incitado a rebelarse contra mí. ¡Yo, el Señor, he hablado!’”».

Promesas de liberación

30 El Señor le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: Jeremías, anota en un registro cada cosa que te he dicho. Pues se acerca la hora cuando restableceré el bienestar de mi pueblo, Israel y Judá. Los traeré a casa, a esta tierra que di a sus antepasados, y volverán a poseerla. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Este es el mensaje que dio el Señor con relación a Israel y Judá. Esto dice el Señor:

«Oigo gritos de temor;
    hay terror y no hay paz.
Déjenme hacerles una pregunta:
    ¿Acaso los varones dan a luz?
¿Entonces por qué están parados allí con sus caras pálidas
    y con las manos apoyadas sobre el vientre
    como una mujer en parto?
En toda la historia nunca ha habido un tiempo de terror como este.
    Será un tiempo de angustia para mi pueblo Israel.[w]
    ¡Pero al final será salvo!
Pues en ese día
    —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—,
quebraré el yugo de sus cuellos
    y romperé sus cadenas.
Los extranjeros no serán más sus amos.
    Pues mi pueblo servirá al Señor su Dios
y a su rey, descendiente de David,
    el rey que yo le levantaré.

10 »Así que no temas, Jacob, mi siervo;
    no te dejes abatir, Israel
    —dice el Señor—.
Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa,
    y sus hijos regresarán del destierro.
Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad,
    y nadie lo atemorizará.
11 Yo estoy contigo y te salvaré
    —dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí,
    pero a ti no te destruiré por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
    no puedo dejarte sin castigo».

12 Esto dice el Señor:
«Tu lesión es incurable,
    una herida terrible.
13 No hay nadie que te ayude
    ni que vende tu herida.
    Ningún medicamento puede curarte.
14 Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado
    y ya no se interesan por ti.
Te he herido cruelmente
    como si fuera tu enemigo.
Pues tus pecados son muchos
    y tu culpa es grande.
15 ¿Por qué te quejas de tu castigo,
    de esta herida que no tiene cura?
He tenido que castigarte
    porque tus pecados son muchos
    y tu culpa es grande.

16 »Pero todos los que te devoran serán devorados,
    y todos tus enemigos serán enviados al destierro.
Todos los que te saquean serán saqueados,
    y todos los que te atacan serán atacados.
17 Te devolveré la salud
    y sanaré tus heridas—dice el Señor—,
aunque te llamen desechada, es decir,
    “Jerusalén,[x] de quien nadie se interesa”».

18 Esto dice el Señor:
«Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa
    y cuando restablezca su bienestar,
Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas
    y el palacio reconstruido como antes.
19 Habrá alegría y canciones de acción de gracias,
    y multiplicaré a mi pueblo, no lo reduciré;
lo honraré, no lo despreciaré.
20     Sus hijos prosperarán como en el pasado.
Los estableceré como una nación delante de mí,
    y castigaré a cualquiera que les haga daño.
21 Volverán a tener su propio gobernante,
    quien surgirá de entre ellos mismos.
Lo invitaré a que se acerque a mí—dice el Señor—,
    porque ¿quién se atrevería a acercarse sin ser invitado?
22 Ustedes serán mi pueblo
    y yo seré su Dios».

23 ¡Miren! El enojo del Señor estalla como una tormenta,
    un viento devastador que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.
24 La ira feroz del Señor no disminuirá
    hasta que haya terminado con todo lo que él tiene pensado.
En los días futuros
    ustedes entenderán todo esto.

Esperanza de restauración

31 «En ese día—dice el Señor—, seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo. Esto dice el Señor:

»Los que sobrevivan de la destrucción venidera
    encontrarán bendiciones aun en las tierras áridas,
    porque al pueblo de Israel le daré descanso».

Hace tiempo el Señor le dijo a Israel:
«Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno.
    Con amor inagotable te acerqué a mí.
Yo te reedificaré, mi virgen Israel.
    Volverás a ser feliz
    y con alegría danzarás con las panderetas.
De nuevo plantarás tus viñedos sobre las montañas de Samaria
    y allí comerás de tus propios huertos.
Llegará el día cuando los centinelas gritarán
    desde la zona montañosa de Efraín:
“Vengan, subamos a Jerusalén[y]
    a adorar al Señor nuestro Dios”».

Ahora esto dice el Señor:
«Canten con alegría por Israel.[z]
    ¡Griten por la mejor de las naciones!
Griten de alabanza y alegría:
“¡Salva a tu pueblo, oh Señor,
    el remanente de Israel!”.
Pues los traeré del norte
    y de los extremos más lejanos de la tierra.
No me olvidaré del ciego ni del cojo,
    ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto.
    ¡Volverá un enorme grupo!
Por sus rostros correrán lágrimas de alegría,
    y con mucho cuidado los guiaré a casa.
Caminarán junto a arroyos quietos
    y por caminos llanos donde no tropezarán.
Pues soy el padre de Israel,
    y Efraín es mi hijo mayor.

10 »Ustedes, naciones del mundo,
    escuchen este mensaje del Señor;
    proclámenlo en las costas lejanas:
El Señor, quien dispersó a su pueblo,
    lo reunirá y lo cuidará
    como hace un pastor con su rebaño.
11 Pues el Señor ha rescatado a Israel
    de manos más fuertes.
12 Vendrán a su tierra y entonarán canciones de alegría en las alturas de Jerusalén.
    Estarán radiantes debido a los buenos regalos del Señor:
abundancia de grano, vino nuevo y aceite de oliva,
    y los rebaños y las manadas saludables.
Su vida será como un jardín bien regado,
    y desaparecerán todas sus tristezas.
13 Las jóvenes danzarán de alegría,
    y los hombres—jóvenes y viejos—se unirán a la celebración.
Convertiré su duelo en alegría.
    Los consolaré y cambiaré su aflicción en regocijo.
14 Los sacerdotes disfrutarán de la abundancia,
    y mi pueblo se saciará de mis buenos regalos.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

La tristeza de Raquel se torna en alegría

15 Esto dice el Señor:

«En Ramá se oye una voz:
    profunda angustia y llanto amargo.
Raquel llora por sus hijos;
    se niega a que la consuelen,
    porque sus hijos se han ido».

16 Pero ahora esto dice el Señor:
«No llores más,
    porque te recompensaré—dice el Señor—.
Tus hijos volverán a ti
    desde la tierra lejana del enemigo.
17 Hay esperanza para tu futuro—dice el Señor—.
    Tus hijos volverán a su propia tierra.
18 Oí a Israel[aa] decir:
“Me disciplinaste severamente,
    como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo.
Hazme volver a ti y restáurame,
    porque solo tú eres el Señor mi Dios.
19 Me aparté de Dios,
    pero después tuve remordimiento.
¡Me di golpes por haber sido tan estúpido!
    Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud”.

20 »¿No es aún Israel mi hijo,
    mi hijo querido?—dice el Señor—.
A menudo tengo que castigarlo,
    pero aun así lo amo.
Por eso mi corazón lo anhela
    y ciertamente le tendré misericordia.
21 Pon señales en el camino;
    coloca postes indicadores.
Marca bien el camino
    por el que viniste.
Regresa otra vez, mi virgen Israel;
    regresa aquí a tus ciudades.
22 ¿Hasta cuándo vagarás,
    mi hija descarriada?
Pues el Señor hará que algo nuevo suceda:
    Israel abrazará a su Dios[ab]».

23 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: “¡El Señor te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!”. 24 Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad. 25 Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría».

26 Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.

27 «Se acerca el día—dice el Señor—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá. 28 En el pasado con determinación desarraigué y derribé a esta nación. La derroqué, la destruí y sobre ella traje el desastre; pero en el futuro con la misma determinación la plantaré y la edificaré. ¡Yo, el Señor, he hablado!

29 »El pueblo ya no citará este proverbio:

“Los padres comieron uvas agrias,
    pero la boca de sus hijos se frunce por el sabor”.

30 Cada persona morirá por sus propios pecados, los que coman las uvas agrias serán los que tengan la boca fruncida.

31 »Se acerca el día—dice el Señor—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá. 32 Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa», dice el Señor.

33 «Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel después de esos días—dice el Señor—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. 34 Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: “Deberías conocer al Señor”. Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande—dice el Señor—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados».

35 Es el Señor quien provee el sol para alumbrar el día
    y la luna y las estrellas para alumbrar la noche,
    y agita el mar y hace olas rugientes.
Su nombre es el Señor de los Ejércitos Celestiales,
    y esto es lo que dice:
36 «¡Igual de improbable es que anule las leyes de la naturaleza
    como que rechace a mi pueblo Israel!».
37 Esto dice el Señor:
«Así como no se pueden medir los cielos
    ni explorar los fundamentos de la tierra,
así tampoco consideraré echarlos fuera
    por las maldades que han hecho.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

38 »Se acerca el día—dice el Señor—, cuando toda Jerusalén será reconstruida para mí, desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina. 39 Se extenderá una cuerda de medir sobre la colina de Gareb hasta Goa 40 y el área entera—incluidos el cementerio y el basurero de cenizas en el valle, y todos los campos en el oriente hasta el valle de Cedrón y hasta la puerta de los Caballos—será santa al Señor. Nunca más la ciudad será conquistada ni destruida».

Jeremías compra un terreno

32 Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor en el décimo año del reinado de Sedequías,[ac] rey de Judá. También era el año dieciocho del reinado de Nabucodonosor.[ad] Para entonces, Jerusalén estaba sitiada por el ejército babilónico y Jeremías estaba preso en el patio de la guardia del palacio real. El rey Sedequías lo había puesto allí, y preguntaba por qué Jeremías seguía dando esta profecía: «Esto dice el Señor: “Estoy a punto de entregar esta ciudad al rey de Babilonia, y él la tomará. El rey Sedequías será capturado por los babilonios[ae] y llevado a encontrarse cara a cara con el rey de Babilonia. Él llevará a Sedequías a Babilonia y allí me ocuparé de él—dice el Señor—. Si ustedes pelean contra los babilonios, no vencerán”».

En ese tiempo el Señor me envió un mensaje. Me dijo: «Tu primo Hanameel, hijo de Salum, vendrá y te dirá: “Compra mi terreno en Anatot. Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro”».

Entonces, así como el Señor dijo que haría, mi primo Hanameel vino y me visitó en la cárcel. Me dijo: «Por favor, compra mi terreno en Anatot en la tierra de Benjamín. Por ley tienes el derecho de comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro, así que cómpralo para ti». Entonces supe que el mensaje que había oído era del Señor.

Así que compré el terreno en Anatot pagándole a Hanameel diecisiete piezas[af] de plata. 10 Firmé y sellé la escritura de compra delante de testigos, pesé la plata y le pagué. 11 Entonces tomé la escritura sellada y una copia de la escritura no sellada con los términos y condiciones de la compra, 12 y se las di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Hice todo esto en presencia de mi primo Hanameel, de los testigos que firmaron la escritura y de todos los hombres de Judá que estaban allí en el patio de la guardia.

13 Entonces le dije a Baruc mientras todos escuchaban: 14 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Toma tanto la escritura sellada como la copia no sellada y ponlas en una vasija de barro para preservarlas por largo tiempo”. 15 Pues esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Algún día de nuevo habrá dueños de estos terrenos que comprarán y venderán casas, viñedos y campos”».

Oración de Jeremías

16 Después que le di los documentos a Baruc, oré al Señor:

17 «¡Oh Señor Soberano! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti! 18 Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente. Tú eres el Dios grande y poderoso, el Señor de los Ejércitos Celestiales. 19 Tú posees toda la sabiduría y haces grandes y maravillosos milagros. Ves la conducta de todas las personas y les das lo que se merecen. 20 Realizaste señales milagrosas y maravillas en la tierra de Egipto, ¡cosas que se recuerdan hasta el día de hoy! Y sigues haciendo grandes milagros en Israel y en todo el mundo. Así has hecho que tu nombre sea famoso hasta el día de hoy.

21 »Tú sacaste a Israel de Egipto con señales poderosas y maravillas, con mano fuerte y brazo poderoso, y con un terror aplastante. 22 Le diste al pueblo de Israel esta tierra que habías prometido hace mucho tiempo a sus antepasados, tierra donde fluyen la leche y la miel. 23 Nuestros antepasados vinieron, la conquistaron y vivieron en ella, pero rehusaron obedecerte o seguir tu palabra. No hicieron nada de lo que les ordenaste. Por eso enviaste este terrible desastre sobre ellos.

24 »¡Miren cómo han construido rampas de asalto contra las murallas de la ciudad! Por medio de guerra, hambre y enfermedad la ciudad será entregada a los babilonios, que la conquistarán. Todo ha sucedido tal como lo dijiste. 25 Y aun así, oh Señor Soberano, me has ordenado comprar el terreno—hasta pagué mucho dinero en presencia de estos testigos—aunque la ciudad pronto será entregada a los babilonios».

Predicción de la caída de Jerusalén

26 Después Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor: 27 «Yo soy el Señor, Dios de todos los pueblos del mundo. ¿Hay algo demasiado difícil para mí? 28 Por lo tanto, esto dice el Señor: entregaré esta ciudad a los babilonios y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la conquistará. 29 Los babilonios que están fuera de las murallas entrarán y prenderán fuego a la ciudad. Quemarán por completo todas estas casas, donde el pueblo provocó mi enojo al quemar incienso a Baal en las azoteas y al derramar ofrendas líquidas a otros dioses. 30 Desde su comienzo Israel y Judá solo han hecho lo malo. Me han enfurecido con todas sus malas acciones—dice el Señor—. 31 Desde el día que se construyó esta ciudad hasta ahora no han hecho más que enojarme, así que estoy decidido a deshacerme de ella.

32 »Los pecados de Israel y de Judá—los pecados de la gente de Jerusalén, de los reyes, de los funcionarios, de los sacerdotes y de los profetas—han provocado mi enojo. 33 Mi pueblo me ha dado la espalda y no quiere regresar. A pesar de que les he enseñado con diligencia, no aceptaron la instrucción ni obedecieron. 34 Levantaron sus ídolos abominables justo en mi propio templo, y así lo profanaron. 35 Edificaron santuarios paganos a Baal en el valle de Ben-hinom y allí sacrifican a sus hijos e hijas a Moloc. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! ¡Qué maldad tan increíble la que hizo que Judá pecara tanto!

Promesa de restauración

36 »Ahora quiero decir algo más acerca de esta ciudad. Ustedes han estado diciendo: “La ciudad caerá ante el rey de Babilonia por guerra, hambre y enfermedad”; pero esto dice el Señor, Dios de Israel: 37 ciertamente traeré de regreso a mi pueblo de todos los países adonde lo esparcí en mi furor. Lo traeré de regreso a esta misma ciudad para que viva en paz y seguridad. 38 Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 39 Les daré un solo corazón y un solo propósito: adorarme para siempre para su propio bien y el bien de todos sus descendientes. 40 Y haré un pacto eterno con ellos: nunca dejaré de hacerles bien. Pondré en el corazón de ellos el deseo de adorarme, y nunca me dejarán. 41 Me gozaré en hacerles bien, y con fidelidad y de todo corazón los volveré a plantar en esta tierra.

42 »Esto dice el Señor: así como traje todas estas calamidades sobre ellos, así haré todo el bien que les he prometido. 43 Se volverán a comprar y a vender terrenos en esta tierra de la que ahora ustedes dicen: “Ha sido arrasada por los babilonios, es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido”. 44 Es cierto, otra vez se comprarán y venderán terrenos—con escrituras firmadas y selladas frente a testigos—en la tierra de Benjamín y aquí en Jerusalén, en las ciudades de Judá y en la zona montañosa, en las colinas de Judá[ag] y también en el Neguev. Pues algún día les devolveré la prosperidad. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Promesas de paz y prosperidad

33 Mientras Jeremías aún estaba detenido en el patio de la guardia, el Señor le dio un segundo mensaje: «Esto dice el Señor, el Señor que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el Señor: pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir. Pues esto dice el Señor, Dios de Israel: ustedes derribaron las casas de esta ciudad y hasta el palacio real a fin de conseguir materiales para fortalecer las murallas contra las rampas de asalto y contra la espada del enemigo. Ustedes esperan luchar contra los babilonios,[ah] pero los hombres de esta ciudad ya están como muertos, porque en mi terrible enojo he decidido destruirlos. Los abandoné debido a toda su perversidad.

»Sin embargo, llegará el día en que sanaré las heridas de Jerusalén y le daré prosperidad y verdadera paz. Restableceré el bienestar de Judá e Israel y reconstruiré sus ciudades. Los limpiaré de sus pecados contra mí y perdonaré todos sus pecados de rebelión. ¡Entonces esta ciudad me traerá gozo, gloria y honra ante todas las naciones de la tierra! ¡Ellas verán todo el bien que hago a mi pueblo y temblarán de asombro al ver la paz y prosperidad que le doy!

10 »Esto dice el Señor: ustedes dijeron: “Esta es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido”. Sin embargo, en las calles desiertas de Jerusalén y de las otras ciudades de Judá volverán a oírse 11 risas y voces de alegría. Otra vez se oirán las voces felices de los novios y las novias junto con las canciones alegres de las personas que traen ofrendas de gratitud al Señor. Cantarán:

“Den gracias al Señor de los Ejércitos Celestiales,
    porque el Señor es bueno.
    ¡Su fiel amor perdura para siempre!”.

Pues restauraré la prosperidad de esta tierra a como era en el pasado, dice el Señor.

12 »Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales: esta tierra—a pesar de que ahora está desolada y no tiene gente ni animales—tendrá otra vez pastizales donde los pastores podrán llevar los rebaños. 13 Una vez más los pastores contarán sus rebaños en las ciudades de la zona montañosa, en las colinas de Judá,[ai] en el Neguev, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en todas las ciudades de Judá. ¡Yo, el Señor, he hablado!

14 »Llegará el día, dice el Señor, cuando haré por Israel y por Judá todas las cosas buenas que les he prometido.

15 »En esos días y en ese tiempo
    levantaré un descendiente justo,[aj] del linaje del rey David.
    Él hará lo que es justo y correcto en toda la tierra.
16 En ese día Judá será salvo,
    y Jerusalén vivirá segura.
Y este será su nombre:
    “El Señor es nuestra justicia”[ak].

17 Pues esto dice el Señor: David tendrá por siempre un descendiente sentado en el trono de Israel. 18 Y siempre habrá sacerdotes levitas para ofrecerme ofrendas quemadas, ofrendas de grano y sacrificios».

19 Luego Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor: 20 «Esto dice el Señor: si ustedes pudieran romper mi pacto con el día y con la noche de modo que uno no siguiera al otro, 21 solo entonces se rompería mi pacto con mi siervo David. Solo entonces, él no tendría un descendiente para reinar sobre su trono. Lo mismo ocurre con mi pacto con los sacerdotes levitas que ministran ante mí. 22 Y así como no se pueden contar las estrellas de los cielos ni se puede medir la arena a la orilla del mar, así multiplicaré los descendientes de mi siervo David y de los levitas que ministran ante mí».

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