Bible in 90 Days
Restauración de Israel
11 »En aquel día
»restauraré la casa[a] caída de David.
Repararé sus grietas,
restauraré sus ruinas
y la reconstruiré tal como era en días pasados,
12 para que ellos posean el remanente de Edom
y todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre»,
afirma el Señor,
quien hará estas cosas.
13 «Vienen días», afirma el Señor,
«en los cuales el que ara alcanzará al segador
y el que pisa las uvas, al sembrador.
Los montes destilarán vino dulce,
el cual correrá por todas las colinas.
14 Restauraré[b] a mi pueblo Israel;
ellos reconstruirán las ciudades arruinadas
y vivirán en ellas.
Plantarán viñedos y beberán su vino;
cultivarán huertos y comerán sus frutos.
15 Plantaré a Israel en su propia tierra,
para que nunca más sea arrancado
de la tierra que yo le di»,
dice el Señor tu Dios.
1 Visión de Abdías.
Orgullo y caída de Edom(A)(B)
Esto es lo que dice el Señor y Dios acerca de Edom.
Hemos oído un mensaje de parte del Señor.
Un heraldo ha sido enviado a las naciones, diciendo:
«¡Vamos, marchemos a la guerra contra ella!».
2 «Te haré pequeño entre las naciones,
totalmente menospreciado.
3 La soberbia de tu corazón te ha engañado.
Como habitas en las hendiduras de las rocas,[c]
en la altura de tu morada,
te engañas a ti mismo, diciendo:
¿Quién podrá arrojarme a tierra?
4 Aunque vueles a lo alto como águila,
y tu nido esté puesto en las estrellas,
desde allí te haré caer»,
afirma el Señor.
5 «Si vinieran a ti ladrones
o saqueadores nocturnos,
¿no robarían solo lo que crean suficiente?
¡Pero a ti te espera gran destrucción!
Si vinieran a ti los vendimiadores,
¿no dejarían algunas uvas?
6 ¡Pero a ti, Esaú, te saquearán!
¡Te despojarán de tus tesoros más escondidos!
7 Hasta la frontera te expulsarán
tus propios aliados,
te engañarán y dominarán
tus propios amigos.
Los que se sientan a tu mesa
te pondrán una trampa.
Es que Edom no tiene entendimiento.
8 »¿Acaso no destruiré yo en aquel día
a los sabios de Edom,
a la inteligencia del monte de Esaú?»,
afirma el Señor.
9 «Ciudad de Temán, tus guerreros temblarán de miedo,
de que todo hombre sea exterminado
del monte de Esaú por la masacre.
10 Por la violencia hecha contra tu hermano Jacob,
te cubrirá la vergüenza
y serás exterminado para siempre.
11 En el día que te mantuviste al margen,
en el día que extranjeros se llevaron sus riquezas,
cuando extraños entraron por su puerta
y sobre Jerusalén echaron suerte,
tú eras como uno de ellos.
12 No debiste reírte de tu hermano en su mal día,
en el día de su desgracia.
No debiste alegrarte a costa del pueblo de Judá
en el día de su ruina.
No debiste hablar con arrogancia
en el día de su angustia.
13 No debiste entrar por la puerta de mi pueblo
en el día de su calamidad.
No debiste disfrutar con su desgracia
en el día de su calamidad.
No debiste echar mano a sus riquezas
en el día de su calamidad.
14 No debiste aguardar en los cruces de caminos
para matar a los que huían.
No debiste entregar a los sobrevivientes
en el día de su angustia.
15 »Porque cercano está el día del Señor
contra todas las naciones.
¡Como hiciste se te hará!
¡Sobre tu cabeza recaerá tu merecido!
16 Pues sin duda que, así como ustedes
bebieron de mi copa en mi santo monte,
así también la beberán sin cesar todas las naciones;
beberán y beberán,
entonces serán como si nunca hubieran existido.
17 Pero en el monte Sión habrá liberación
y será sagrado.
El pueblo de Jacob recuperará sus posesiones.
18 Los descendientes de Jacob serán fuego
y los de José, llama;
pero la casa real de Esaú será paja:
le pondrán fuego y la consumirán
de tal forma que no quedará sobreviviente
entre los descendientes de Esaú».
El Señor lo ha dicho.
19 Los del Néguev poseerán
el monte de Esaú;
los de la región de Sefalá
poseerán Filistea;
también poseerán los campos de Efraín y de Samaria;
y los de Benjamín poseerán Galaad.
20 Los exiliados, este ejército de israelitas
que viven entre los cananeos,
poseerán la tierra hasta Sarepta.
Los desterrados de Jerusalén,
que viven en Sefarad,
poseerán las ciudades del Néguev.
21 Los libertadores subirán al monte Sión
para gobernar la región montañosa de Esaú.
Y el reino será del Señor.
Jonás desobedece al Señor
1 La palabra del Señor vino a Jonás, hijo de Amitay: 2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia».
3 Pero Jonás huyó del Señor y se dirigió a Tarsis. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis, pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor.
4 Pero el Señor lanzó sobre el mar un fuerte viento y se desencadenó una tormenta tan violenta que el barco amenazaba con hacerse pedazos. 5 Todos los marineros tenían miedo y cada uno clamaba a su dios. Y arrojaron el cargamento al mar para aligerar el barco.
Jonás, en cambio, había bajado al fondo de la nave para acostarse y dormía profundamente. 6 El capitán del barco se le acercó y dijo:
—¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu Dios! Quizá tenga piedad de nosotros y no perezcamos.
7 Los marineros, por su parte, se dijeron unos a otros:
—¡Vamos, echemos suertes para averiguar quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre!
Así lo hicieron y la suerte recayó en Jonás. 8 Entonces preguntaron:
—Dinos ahora, ¿quién es el responsable de causarnos este desastre? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿A qué pueblo perteneces?
9 —Soy hebreo y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme —respondió.
10 Al oír esto los marineros se aterraron aún más y, como sabían que Jonás huía del Señor, pues él mismo lo había contado, le dijeron:
—¡Qué es lo que has hecho!
11 Pero el mar se iba enfureciendo más y más, así que preguntaron:
—¿Qué haremos contigo para que el mar se calme?
12 —Tómenme y láncenme al mar, verán que el mar se calmará —les respondió—. Yo sé bien que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible tormenta.
13 Sin embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas; pero, como el mar se enfurecía más y más contra ellos, no lo consiguieron. 14 Entonces clamaron al Señor: «Oh Señor, tú haces lo que quieres. No nos hagas perecer por quitarle la vida a este hombre ni nos hagas responsables de la muerte de un inocente». 15 Así que tomaron a Jonás, lo lanzaron al agua y la furia del mar se aplacó. 16 Al ver esto, se apoderó de ellos un profundo temor al Señor y le ofrecieron un sacrificio e hicieron promesas.
Oración de Jonás
17 El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre. 2 1 Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez. 2 Dijo:
«En mi angustia clamé al Señor,
y él me respondió.
Desde lo profundo de los dominios de la muerte[d] pedí auxilio,
y tú escuchaste mi clamor.
3 A lo profundo me arrojaste,
al corazón mismo de los mares;
las corrientes me envolvían,
todas tus ondas y tus olas
pasaban sobre mí.
4 Y pensé: “He sido expulsado
de tu presencia;
pero volveré a contemplar
tu santo Templo”.[e]
5 Las aguas me llegaban hasta el cuello,
lo profundo del mar me envolvía;
las algas se me enredaban en la cabeza,
6 arrastrándome a los cimientos de las montañas.
Me tragó la tierra y para siempre
sus cerrojos se cerraron tras de mí.
Pero tú, Señor, Dios mío,
rescataste mi vida de la fosa.
7 »Al sentir que se me iba la vida,
me acordé del Señor,
y mi oración llegó hasta ti,
hasta tu santo Templo.
8 »Los que siguen a ídolos vanos
abandonan el amor de Dios.[f]
9 Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios
y cánticos de gratitud.
Cumpliré las promesas que te hice.
¡La salvación viene del Señor!».
10 Entonces el Señor dio una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme.
Jonás obedece al Señor
3 La palabra del Señor vino por segunda vez a Jonás: 2 «Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive y proclámale el mensaje que te voy a dar».
3 Jonás se levantó y se encaminó a Nínive, como el Señor le ordenó. Nínive era una ciudad tan grande que se necesitaban tres días para recorrerla. 4 Jonás entró en la ciudad y la recorrió todo un día, mientras proclamaba: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!». 5 Y los ninivitas creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el menor, se vistieron con ropa áspera en señal de arrepentimiento.
6 Cuando el rey de Nínive se enteró del mensaje, se levantó de su trono, se quitó su manto real, se vistió con ropa áspera y se sentó sobre ceniza. 7 Luego mandó que se pregonara en Nínive:
«Por decreto del rey y de su corte:
»Ninguna persona o animal, ni ovejas ni vacas, probará alimento alguno, ni tampoco pastará ni beberá agua. 8 Personas y animales vestirán telas ásperas y clamarán a Dios con todas sus fuerzas. Ordena así mismo que cada uno se convierta de su mal camino y de sus hechos violentos. 9 ¡Quién sabe! Tal vez Dios cambie de parecer y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos».
10 Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que habían abandonado su mal camino, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que había anunciado.
Enojo de Jonás
4 Pero esto disgustó mucho a Jonás y lo hizo enfurecer. 2 Así que oró al Señor de esta manera:
—¡Oh Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. 3 Así que ahora, Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!
4 —¿Tienes razón de enfurecerte tanto? —respondió el Señor.
5 Jonás salió y se sentó al este de la ciudad. Allí hizo un cobertizo y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad. 6 Para aliviarlo de su malestar, Dios el Señor dispuso una planta,[g] la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra. Jonás se alegró muchísimo por la planta. 7 Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera y la planta se marchitó. 8 Al salir el sol, Dios dispuso un abrasador viento del este. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que este desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!».
9 Pero Dios dijo a Jonás:
—¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?
—¡Claro que la tengo! —respondió—. ¡Me muero de rabia!
10 El Señor dijo:
—Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. 11 Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?
1 Esta es la palabra que el Señor dirigió a Miqueas de Moréset, durante los reinados de Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Esta es la visión que tuvo acerca de Samaria y de Jerusalén.
La venida del Señor
2 Escuchen, pueblos todos;
presten atención la tierra y todo lo que hay en ella.
Desde su santo templo
el Señor, el Señor y Dios,
será testigo en contra de ustedes.
3 ¡Miren! Ya sale el Señor de su morada;
ya baja y se encamina
hacia las alturas de la tierra.
4 A su paso se derriten los montes
como la cera junto al fuego;
se agrietan los valles
como partidos por el agua de un torrente.
5 Y todo esto por la transgresión de Jacob,
por los pecados del pueblo de Israel.
¿Acaso no representa Samaria
la transgresión de Jacob?
¿Y no es acaso en Jerusalén
donde están los altares paganos de Judá?
6 Dejaré a Samaria hecha un montón de ruinas:
¡convertida en campo arado para viñedos!
Arrojaré sus piedras al valle
y pondré al descubierto sus cimientos.
7 Todos sus ídolos serán hechos pedazos;
y todo tu pago será arrojado al fuego.
Yo destrozaré todas sus imágenes.
Lo que ganó como prostituta,
en paga de prostituta se convertirá.
Lamento de Miqueas
8 Por eso lloraré y gritaré de dolor
y andaré descalzo y desnudo.
Aullaré como chacal
y gemiré como avestruz.
9 Porque la herida de Samaria es incurable:
ha llegado hasta Judá.
Se ha extendido hasta mi pueblo,
¡hasta la entrada misma de Jerusalén!
10 No lo anuncien en Gat,[h]
no se entreguen al llanto.
En Bet Leafrá,[i]
revuélquense en el polvo.
11 Habitantes de Safir,[j]
emigren desnudos y humillados.
Los habitantes de Zanán[k]
no se atrevieron a salir.
Bet Ésel está gimiendo,
y va a retirarles su apoyo.
12 Se retuercen esperando el bien,
los habitantes de Marot;[l]
el Señor ha enviado el mal
hasta la entrada misma de Jerusalén.
13 Habitantes de Laquis,[m]
¡enganchen al carro los corceles!
Con ustedes comenzó el pecado de la hija de Sión;
en ustedes se hallaron los delitos de Israel.
14 Por tanto, despídanse
de Moréset Gat.
Los edificios de la ciudad de Aczib[n]
son una trampa para los reyes de Israel.
15 Habitantes de Maresá,[o]
yo enviaré contra ustedes un conquistador
y hasta Adulán irán a parar
los nobles de Israel.
16 Así que rasúrate la barba y rápate la cabeza;
haz duelo por tus amados hijos.
Agranda tu calva como la del buitre,
pues irán al exilio lejos de ti.
El castigo a los ricos opresores
2 ¡Ay de los que piensan en el mal
y aun en sus camas traman planes malvados!
En cuanto amanece, los llevan a cabo
porque tienen el poder en sus manos.
2 Codician campos y se apropian de ellos;
codician casas y de ellas se adueñan.
Oprimen al dueño y a su familia,
al hombre y a su propiedad.
3 Por tanto, así dice el Señor:
«Ahora soy yo el que piensa
traer sobre ellos una desgracia
de la que no podrán escapar.
Ya no andarán erguidos,
porque ha llegado la hora de su calamidad.
4 En aquel día se les hará burla,
y se les cantará este lamento:
“¡Estamos perdidos!
Se están repartiendo los campos de mi pueblo.
¡Cómo me los arrebatan!
Nuestra tierra se la reparten los traidores”».
5 Por eso no tendrán en la asamblea del Señor
a nadie que reparta la tierra.
Falsos profetas
6 «No profeticen», dicen sus profetas.
«No profeticen de esas cosas,
pues la desgracia no nos alcanzará»
7 Descendientes de Jacob, acaso no se dice:
«¿Ha perdido el Espíritu del Señor la paciencia?
¿Es esta su manera de actuar?».
«¿Acaso no hacen bien mis palabras
para el que camina en rectitud?
8 Ayer ustedes eran mi pueblo,
pero hoy se han vuelto mis enemigos.
A los que pasan confiados,
a los que vuelven de la guerra,
los despojan de su manto.
9 Echan de sus preciadas casas
a las mujeres de mi pueblo.
Quitan mi bendición
de sus niños para siempre.
10 ¡Levántense! ¡Pónganse en marcha,
que este no es un lugar de reposo!
¡Está contaminado,
destruido sin remedio!
11 Si con la intención de mentirles
llega algún engañador prometiendo
abundancia de vino y cerveza,
este pueblo lo verá como un profeta.
Promesa de liberación
12 »Te aseguro, Jacob,
que yo reuniré a todo tu pueblo.
Te aseguro, Israel,
que yo juntaré a tu remanente.
Los congregaré como a rebaño en el redil
y como ovejas en medio del pastizal;
la multitud hará gran alboroto.
13 El que abre brecha marchará al frente
y también ellos se abrirán camino;
atravesarán la puerta y se irán,
mientras su Rey avanza al frente,
mientras el Señor va a la cabeza».
El castigo a los gobernantes corruptos
3 Entonces dije:
«Escuchen, príncipes de Jacob,
autoridades del pueblo de Israel:
¿Acaso no corresponde a ustedes
conocer el derecho?
2 Ustedes odian el bien y aman el mal;
a mi pueblo le arrancan la piel del cuerpo
y la carne de los huesos.
3 Ustedes se comen la carne de mi pueblo,
le arrancan la piel y rompen sus huesos;
lo descuartizan como carne para la olla,
como carne para el caldero».
4 Entonces pedirán auxilio al Señor,
pero él no responderá;
esconderá de ellos su rostro
porque hicieron lo malo.
Contraste entre el profeta falso y el verdadero
5 Esto es lo que dice el Señor contra ustedes,
profetas que desvían a mi pueblo:
«Con el estómago lleno, invitan a la paz;
con el vientre vacío, declaran la guerra.
6 Por tanto, tendrán noches sin visiones,
oscuridad sin adivinaciones».
El sol se ocultará de estos profetas;
el día se les volverá tinieblas.
7 Los videntes quedarán en vergüenza;
los adivinos serán humillados.
Cubrirán sus rostros,
pues no habrá respuesta de Dios.
8 Yo, en cambio, estoy lleno de poder,
del Espíritu del Señor,
de justicia y de fuerza,
para echarle en cara a Jacob su delito;
para reprocharle a Israel su pecado.
El gobierno corrupto, causa de la caída de Sión
9 Escuchen esto ustedes,
príncipes de la casa de Jacob
y autoridades del pueblo de Israel,
que abominan la justicia y tuercen el derecho,
10 que edifican a Sión con sangre
y a Jerusalén con maldad.
11 Sus jueces juzgan por soborno,
sus sacerdotes instruyen por paga
y sus profetas predicen por dinero;
para colmo, buscan apoyo en el Señor, diciendo:
«¿No está el Señor entre nosotros?
¡No vendrá sobre nosotros ningún mal!».
12 Por lo tanto, por culpa de ustedes
Sión será como un campo arado;
Jerusalén quedará en ruinas
y el monte del Templo se volverá un matorral.
Futura exaltación de Sión(C)
4 En los últimos días,
el monte del Templo del Señor
será establecido como el más alto de los montes;
se alzará por encima de las colinas
y hacia él correrán todas las naciones.
2 Muchos pueblos vendrán y dirán:
«¡Vengan, subamos al monte del Señor,
al Templo del Dios de Jacob!
Dios mismo nos instruirá en sus caminos
y así andaremos por sus sendas».
Porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor.
3 Dios mismo juzgará entre muchos pueblos
y administrará justicia
a naciones poderosas y lejanas.
Convertirán sus espadas en arados
y en hoces sus lanzas.
Ya no levantará su espada nación contra nación
y nunca más se adiestrarán para la guerra.
4 Cada uno se sentará
debajo de su vid y de su higuera;
y nadie perturbará su solaz
—el Señor de los Ejércitos lo ha dicho—.
5 Todos los pueblos marchan
en nombre de sus dioses,
pero nosotros marchamos en el nombre del Señor nuestro Dios,
desde ahora y para siempre.
Futura restauración de Sión
6 «En aquel día», afirma el Señor,
«reuniré a las ovejas lastimadas;
reuniré a las exiliadas y las maltratadas por mí.
7 Con las ovejas lastimadas formaré un remanente
y con las exiliadas, una nación poderosa.
El Señor reinará sobre ellas en el monte Sión
desde ahora y para siempre.
8 Y tú, torre del rebaño,
colina fortificada de la hija de Sión:
a ti volverá tu antiguo poderío,
la soberanía de la ciudad de Jerusalén».
Castigo y triunfo de Sión
9 Ahora, ¿por qué gritas tanto?
¿Acaso no tienes rey?
¿Por qué te han venido dolores de parto?
¿Murió acaso tu consejero?
10 Retuércete y puja, hija de Sión,
como mujer a punto de dar a luz,
porque ahora vas a salir de tu ciudad
y tendrás que vivir a campo abierto.
Irás a Babilonia,
pero de allí serás rescatada;
el Señor te librará
del poder de tus enemigos.
11 Ahora muchas naciones se han reunido contra ti.
Y dicen: «¡Que sea profanada Sión!
¡Disfrutemos del espectáculo!».
12 Pero ellas no saben lo que piensa el Señor
ni comprenden sus designios;
no saben que él las junta
como a gavillas en la era.
13 ¡Levántate, hija de Sión!
¡Ponte a trillar!
Yo haré de hierro tus cuernos
y de bronce tus pezuñas,
para que conviertas en polvo a muchos pueblos,
y consagres al Señor sus ganancias injustas;
sus riquezas, al Señor de toda la tierra.
Humillación y exaltación de la dinastía davídica
5 Ahora, reúne tus tropas, ciudad guerrera,
porque nos asedian.
Con vara golpearán en la mejilla
al gobernante de Israel.
2 Pero tú, Belén Efrata,
pequeña entre los clanes de Judá,
de ti saldrá el que gobernará a Israel;
sus orígenes son de un pasado distante,
desde tiempos antiguos.
3 Por eso Dios los entregará al enemigo
hasta que tenga su hijo la que va a ser madre
y vuelva junto al pueblo de Israel
el resto de sus hermanos.
4 Él se establecerá y los pastoreará
con el poder del Señor,
con la majestad del nombre del Señor su Dios.
Vivirán seguros, porque él dominará
hasta los confines de la tierra.
5 ¡Él será nuestra paz!
Si Asiria llegara a invadir nuestro país
para pisotear nuestras fortalezas,
le haremos frente con siete pastores
y aun con ocho príncipes del pueblo.
6 Ellos pastorearán a Asiria con la espada
y a la tierra de Nimrod con la daga.[p]
Si Asiria llegara a invadir nuestro país,
si llegara a cruzar nuestras fronteras,
¡él nos rescatará!
El remanente
7 El remanente de Jacob será,
en medio de muchos pueblos,
como rocío que viene del Señor,
como abundante lluvia sobre la hierba,
que no depende de los hombres
ni espera nada de ellos.
8 El remanente de Jacob será,
entre las naciones,
en medio de muchos pueblos,
como un león entre los animales del bosque,
como un leoncillo entre las ovejas del rebaño,
que al pasar las pisotea y las desgarra
sin que nadie pueda rescatarlas.
9 Levantarás la mano contra tus enemigos
y acabarás con todos tus agresores.
Purificación de un pueblo idólatra y belicoso
10 «En aquel día», afirma el Señor,
«exterminaré tu caballería
y destruiré tus carros de guerra.
11 Exterminaré las ciudades de tu país
y derribaré todas tus fortalezas.
12 Pondré fin a tus hechicerías
y no tendrás más adivinos.
13 Acabaré con tus ídolos
y con tus piedras sagradas;
nunca más volverás a postrarte
ante las obras de tus manos.
14 Arrancaré tus imágenes de Aserá
y reduciré a escombros tus ciudades;
15 con ira y con furor me vengaré
de las naciones que no me obedecieron».
Querella de Dios contra su pueblo
6 Escuchen lo que dice el Señor:
«Levántate, presenta tu pleito ante las montañas;
deja que las colinas oigan tu voz».
2 Montañas, escuchen el pleito del Señor;
presten atención, firmes cimientos de la tierra.
Porque el Señor tiene un pleito contra su pueblo,
presenta una acusación contra Israel:
3 «Pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¿En qué te he ofendido? ¡Respóndeme!
4 Yo fui quien te sacó de Egipto,
quien te libró de esa tierra de esclavitud.
Yo envié a Moisés, Aarón y Miriam
para que te dirigieran.
5 Recuerda, pueblo mío,
lo que pidió Balac, rey de Moab,
y lo que le respondió Balán, hijo de Beor.
Recuerda tu paso desde Sitín hasta Guilgal,
y reconoce que el Señor actuó con justicia».
6 ¿Con qué me presentaré ante el Señor
y me postraré ante el Dios Altísimo?
¿Podré presentarme con holocaustos
o con becerros de un año?
7 ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros
o con diez mil arroyos de aceite?
¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito,
al fruto de mis entrañas por mi pecado?
8 ¡Él te ha mostrado, oh mortal, lo que es bueno!
¿Y qué es lo que espera de ti el Señor?:
Practicar la justicia,
amar la misericordia
y caminar humildemente ante tu Dios.
Castigo por delitos económicos y sociales
9 La voz del Señor clama a la ciudad
y es de sabios temer a su nombre:
«¡Escuchen, pueblo de Judá y asamblea de la ciudad![q]
10 ¡Malvados!
¿Debo tolerar sus tesoros mal habidos
y sus odiosas medidas adulteradas?
11 ¿Debo tener por justas la balanza falsa
y la bolsa de pesas alteradas?
12 Los ricos de la ciudad son gente violenta;
sus habitantes son gente mentirosa;
y sus lenguas hablan con engaño.
13 Por lo que a mí toca, te demoleré a golpes,
te destruiré por tus pecados.
14 Comerás, pero no te saciarás,
sino que seguirás padeciendo hambre.[r]
Almacenarás, pero no salvarás nada,
porque lo que salves lo daré a la espada.
15 Sembrarás, pero no cosecharás;
prensarás las aceitunas, pero no usarás el aceite;
pisarás las uvas, pero no beberás el vino.
16 Tú sigues fielmente los decretos de Omrí
y todas las prácticas de la dinastía de Acab;
te conduces según sus consejos.
Por eso voy a entregarte a la destrucción
y a poner en ridículo a tus habitantes.
¡Tendrás que soportar el insulto de los pueblos!».[s]
Lamento ante una sociedad corrupta
7 ¡Pobre de mí!
Soy como el que recoge frutos de verano
y busca lo que sobre en la viña;
no hay ningún racimo para comer,
ningún higo nuevo que tanto deseo.
2 La gente piadosa ha sido eliminada del país,
no queda persona recta.
Todos tratan de matar a alguien;
unos a otros se tienden redes.
3 Ambas manos son hábiles para hacer el mal;
gobernadores y jueces exigen soborno.
Los poderosos imponen lo que quieren;
todos traman en conjunto.
4 El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza;
el más recto, más torcido que un espino.
Pero ya viene el día de su confusión;
¡ya se acerca el día de tu castigo
anunciado por tus centinelas!
5 No creas en tu prójimo
ni confíes en tus amigos;
cuídate de lo que hablas
con la que duerme en tus brazos.
6 El hijo ultraja al padre,
la hija se rebela contra la madre,
la nuera contra la suegra
y los enemigos de cada cual
están en su propia familia.
7 Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor;
yo espero en el Dios de mi salvación.
¡Mi Dios me escuchará!
Esperanza de redención
8 Enemiga mía, no te alegres de mi mal.
Aunque haya caído me levantaré.
Aunque vivo en tinieblas
el Señor es mi luz.
9 He pecado contra el Señor,
así que soportaré su furia
hasta que defienda mi causa
y me haga justicia.
Entonces me sacará a la luz
y veré su justicia.
10 Cuando lo vea mi enemiga,
la que me decía: «¿Dónde está el Señor tu Dios?»,
se llenará de vergüenza.
Mis ojos contemplarán su desgracia,
pues será pisoteada como el lodo de las calles.
11 El día que tus muros sean reconstruidos
será el momento de extender tus fronteras.
12 Ese día acudirán a ti los pueblos,
desde Asiria hasta las ciudades de Egipto;
desde Egipto hasta el río Éufrates,
de mar a mar
y de montaña a montaña.
13 La tierra quedará desolada
por culpa de sus habitantes,
como resultado de su maldad.
14 Pastorea con tu cayado a tu pueblo,
al rebaño de tu propiedad,
que habita solitario en el bosque,
en medio de un campo fértil.[t]
Hazlo pastar en Basán y en Galaad
como en los tiempos pasados.
15 Muéstrale tus maravillas,
como cuando lo sacaste de Egipto.
16 Las naciones verán tus maravillas
y se avergonzarán de toda su prepotencia;
se llevarán la mano a la boca
y sus oídos se ensordecerán.
17 Lamerán el polvo como serpientes,
como los reptiles de la tierra.
Saldrán temblando de sus escondrijos
y, temerosos ante tu presencia,
se volverán a ti, Señor y Dios nuestro.
18 ¿Qué Dios hay como tú,
que perdone la maldad
y pase por alto el delito
del remanente de su heredad?
No estarás airado para siempre,
porque tu mayor placer es amar.
19 Vuelve a compadecerte de nosotros.
Pon tu pie sobre nuestras maldades
y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.
20 Muestra tu fidelidad a Jacob
y tu lealtad a Abraham,
como desde tiempos antiguos
se lo juraste a nuestros antepasados.
1 Profecía acerca de Nínive. Libro de la visión que tuvo Nahúm de Elcós.
Manifestación del Señor
2 El Señor es un Dios celoso y vengador.
Señor de la venganza, Señor de la ira.
El Señor se venga de sus adversarios;
es implacable con sus enemigos.
3 El Señor es lento para la ira,
pero grande en poder.
El Señor no deja sin castigo al culpable.
Camina en el huracán y en la tormenta;
las nubes son el polvo de sus pies.
4 Reprende al mar y lo seca;
hace que todos los ríos se evaporen.
Los montes Basán y Carmelo pierden su lozanía;
el verdor del Líbano se marchita.
5 Ante él tiemblan las montañas
y se desmoronan las colinas.
Ante él se agita la tierra,
el mundo y todos los que en él habitan.
6 ¿Quién podrá resistir su indignación?
¿Quién podrá soportar el ardor de su ira?
Su furor se derrama como fuego;
ante él se resquebrajan las rocas.
Destrucción de Nínive
7 Bueno es el Señor;
es refugio en el día de la angustia
y conoce a los que en él confían.
8 Pero destruirá a Nínive[u]
con una inundación arrasadora;
¡aun en las tinieblas perseguirá a sus enemigos!
9 ¿Qué traman contra el Señor?
Él desbaratará sus planes;
la calamidad no se repetirá.
10 Serán consumidos como paja seca,
como espinos enmarañados,
como borrachos ahogados en vino.
11 De ti, Nínive, salió
el que trama el mal contra el Señor,
el que aconseja perversidades.
Liberación del opresor
12 Así dice el Señor:
«Aunque sean fuertes y numerosos,
serán arrancados y desaparecerán.
Aunque te he afligido,
no te afligiré más.
13 Voy a quebrar el yugo que te oprime,
voy a romper tus ataduras».
14 Pero acerca de ti, Nínive,
el Señor ha decretado:
«No tendrás descendientes que perpetúen tu nombre;
eliminaré de la casa de tus dioses
las imágenes talladas y las imágenes fundidas.
Te voy a preparar una tumba,
porque eres una infame».
Anuncio de la victoria sobre Nínive
15 ¡Miren! Ya se acerca por los montes
el que anuncia las buenas nuevas,
el que proclama la paz.
¡Celebra tus fiestas, Judá!
¡Paga tus promesas!
Porque no volverán a invadirte los malvados,
pues han sido destruidos por completo.
La destrucción de Nínive
2 Nínive, un destructor avanza contra ti.
Monta guardia en la fortaleza;
vigila el camino;
renueva tus fuerzas;
refuerza tu poder.
2 Porque el Señor restaura el esplendor de Jacob,
como el esplendor de Israel,
aunque los destructores lo han arrasado;
han arruinado sus viñas.
3 Rojo es el escudo de sus valientes;
de escarlata se visten los guerreros.
El metal de sus carros brilla como fuego
mientras se alistan para la batalla
y los guerreros agitan sus lanzas.[v]
4 Por las calles se precipitan los carros,
irrumpen con violencia por las plazas.
Su aspecto es como antorchas de fuego,
como relámpagos zigzagueantes.
Caída y saqueo de Nínive
5 Nínive convoca a sus tropas escogidas,
que en su carrera se atropellan.
Corren a la muralla
para preparar la protección,
6 pero se abren las compuertas de los ríos
y el palacio se derrumba.
7 Está decidido:
la ciudad[w] está desnuda y es llevada al exilio.
Gimen sus criadas como palomas
y se golpean el pecho.
8 Nínive es como un estanque roto
cuyas aguas se derraman.
«¡Deténganse! ¡Deténganse!», les gritan,
pero nadie vuelve atrás.
9 ¡Saqueen la plata!
¡Saqueen el oro!
El tesoro es inagotable,
y abundan las riquezas y los objetos preciosos.
10 ¡Destrucción, ruina, devastación!
Desfallecen los corazones,
tiemblan las rodillas,
se estremecen los cuerpos,
palidecen los rostros.
La bestia salvaje morirá
11 ¿Qué fue de la guarida de los leones
y de la cueva donde alimentaban a los leoncillos,
donde el león, la leona y sus cachorros
se guarecían sin que nadie los perturbara?
12 ¿Qué fue del león,
que despedazaba para sus crías
y estrangulaba para sus leonas,
que llenaba de presas su caverna
y de carne su guarida?
13 «Pero ahora yo vengo contra ti»,
afirma el Señor de los Ejércitos.
«Convertiré en humo tus carros de guerra
y mataré a filo de espada a tus leoncillos.
Pondré fin en el país a tus rapiñas
y no volverá a oírse la voz de tus mensajeros».
Descripción del fin de Nínive
3 ¡Ay de la ciudad sedienta de sangre,
repleta de mentira,
llena de rapiña,
aferrada a la presa!
2 ¡Se oye el chasquido de los látigos,
el estrépito de las ruedas,
el galopar de los caballos,
el chirrido de los carros,
3 la carga de la caballería,
el fulgor de las espadas,
el centellear de las lanzas!
¡Son muchos los muertos,
los cuerpos amontonados,
los cadáveres por doquier
con los que todos tropiezan!
4 Todo por el deseo desenfrenado de una prostituta seductora,
maestra en hechicerías.
Esclavizó naciones con su prostitución,
y pueblos, con su brujería.
5 «¡Aquí estoy contra ti!»,
afirma el Señor de los Ejércitos.
«Te levantaré la falda hasta la cara
para que las naciones vean tu desnudez
y los reinos descubran tus vergüenzas.
6 Arrojaré sobre ti inmundicias,
te trataré con desprecio
y haré de ti un espectáculo.
7 Todos los que te vean huirán de ti
y dirán: “¡Nínive ha sido devastada!
¿Quién hará duelo por ella?”.
¿Dónde hallaré quien la consuele?».
Destrucción total de Nínive
8 ¿Acaso eres mejor que Tebas,[x]
ciudad rodeada de aguas,
asentada junto a las corrientes del Nilo,
que tiene al mar por terraplén
y a las aguas por muralla?
9 Cus y Egipto eran su fuerza ilimitada,
Fut y Libia eran sus aliados.
10 Con todo, Tebas marchó al exilio;
fue llevada al cautiverio.
A sus hijos los estrellaron
contra las esquinas de las calles.
Sobre sus nobles echaron suertes
y encadenaron a su gente ilustre.
11 También tú, Nínive, te embriagarás
y se embotarán tus sentidos.
También tú, por causa del enemigo,
tendrás que buscar refugio.
12 Todas tus fortalezas son higueras
cargadas de brevas maduras:
si las sacuden,
caen en la boca del que se las come.
13 Mira, al enfrentarse al enemigo
tus tropas se portan como cobardes.
Las puertas de tu país
quedarán abiertas de par en par,
porque el fuego consumirá tus cerrojos.
Defensa inútil
14 ¡Abastécete de agua para el asedio,
refuerza tus fortificaciones!
¡Métete al barro, pisa la mezcla
y repara los ladrillos!
15 Porque allí mismo te consumirá el fuego
y te exterminará la espada.
¡Como langosta pequeña te devorará!
¡Multiplícate como larva,
reprodúcete como langosta!
16 Aumentaste tus mercaderes
más que las estrellas de los cielos,
pero como langostas pequeñas
devoran la tierra y se van volando.
17 Tus guardianes son como langostas
y tus oficiales, como enjambres de langostas
que en días fríos se posan sobre los muros,
pero que al salir el sol desaparecen,
y nadie sabe dónde hallarlos.
18 Rey de Asiria,
tus pastores duermen
y tus nobles descansan.
Tu pueblo anda disperso por los montes
y no hay quien lo reúna.
19 Tu herida no tiene remedio;
tu llaga es incurable.
Todos los que sepan lo que te ha pasado
aplaudirán por tu desgracia.
Pues ¿quién no fue víctima
de tu constante maldad?
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