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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Amós 9:11 - Nahúm 3:19

Dios reconstruirá a Israel

11 »Cuando llegue ese día,
haré que los descendientes de David,
vuelvan a reinar sobre Israel.
Volverán a ser fuertes como antes.
12 Así, lo que quede de Edom
y de las otras naciones
volverá a ser de Israel,
el pueblo que alaba mi nombre.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

13 »Ya está cerca el día
en que tendrán abundantes cosechas.
No habrán terminado de cosechar el trigo
cuando tendrán que volver a sembrar;
no habrán acabado de preparar el vino
cuando tendrán que plantar más viñas.

»¡En los cerros y en las colinas
correrá el vino como un río!

14 »Pueblo de Israel,
cuando llegue ese día,
los haré volver a su país.
Entonces reconstruirán sus ciudades
y volverán a habitarlas;
plantarán viñedos y beberán su vino,
sembrarán huertos y comerán sus frutos.
15 Yo mismo los plantaré en su tierra,
y nadie volverá a arrancarlos
de la tierra que les di.
Yo soy su Dios,
y les juro que así lo haré.»

Mensaje de Dios contra Edom

1-2 Dios le comunicó al profeta Abdías lo que pensaba hacer con el país de Edom. Le dijo:

«Yo soy el Dios de Israel,
y ya envié un mensajero
por todas las naciones.
Escuchen bien su mensaje:
“¡Tomen sus armas, naciones todas!
¡Vamos a la guerra contra Edom!”

»Y tú, Edom, escúchame bien:
Yo voy a hacer de ti
la más pequeña de las naciones.
¡Todo el mundo te despreciará!

»Tú te crees muy importante
porque vives entre las rocas;
piensas que estás muy seguro
por vivir en las altas montañas;
crees que nadie podrá derribarte,
¡pero estás muy equivocado!

»Yo soy el Dios todopoderoso,
y juro que te derribaré
aunque vueles como las águilas
y pongas tu nido entre las estrellas.

»Cuando un ladrón te asalta de noche,
no te quita todo lo que tienes,
sino lo que tengas de más valor;
y cuando los que cosechan uvas
entran a tus viñedos,
no se llevan todos los racimos.
¡Pero a ti te han quitado todo!
¡Se han llevado todos tus tesoros!
Los que estaban de tu parte
y decían que eran tus amigos
te pusieron trampas y te engañaron;
los que compartían tu mesa
se volvieron tus enemigos,
te echaron de tu propia tierra
¡y tú ni cuenta te diste!

»Pero escúchame, Edom:
yo soy el Dios todopoderoso,
y te juro que viene el día
en que no quedará en tus montañas
ni uno solo de tus sabios.
¡Yo acabaré con todos ellos!
En la ciudad de Temán
tus valientes temblarán de miedo,
y en las montañas de Edom
todos morirán en la batalla.

El pecado de Edom

10 »Tú, Edom, quedarás en vergüenza
y serás destruido por completo
por haber tratado con violencia
a tus parientes, los israelitas.
11 Cuando un ejército enemigo
atacó la ciudad de Jerusalén
y derribó sus portones,
tú te portaste igual que ellos;
viste cómo se repartían
las riquezas de la ciudad,
¡y no hiciste nada para impedirlo!

12 »No debiste haberte alegrado
cuando tus hermanos sufrían;
no debiste haberte reído
cuando Judá estaba en ruinas;
no debiste burlarte de ellos
cuando estaban angustiados;
13 no debiste entrar en Jerusalén
ni alegrarte de su desgracia
cuando mi ciudad era destruida;
no debiste robarle sus riquezas
cuando ya no podía defenderse.
14 No debiste quedarte
donde se cruzan los caminos
para matar allí a los que huían,
ni debiste haberlos entregado
en manos de sus enemigos
cuando ya no sabían qué hacer.

15 »¡Pero ya está cerca el día
en que juzgaré a todas las naciones!
¡Ese día te daré tu merecido!
¡Ese día te voy a dar
el mismo trato que diste a otros!

Dios juzgará a todas las naciones

16 »Mi pueblo sufrió mucho
en el monte donde está mi templo;
¡pero así sufrirán también
todas las naciones extranjeras,
y al fin desaparecerán!
¡Será como si no hubieran existido!

17 »Pero algunos de mi pueblo
buscarán refugio en mi templo
y allí se pondrán a salvo,
pues Sión es mi monte preferido.
Allí los descendientes de Jacob
recobrarán lo que les pertenece.

18 »Así como el fuego quema la estopa,
la gente de Edom será destruida
por las doce tribus de Israel.
¡Nadie en Edom quedará con vida!
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

19 »Los israelitas del sur
recibirán las montañas de Edom;
los israelitas de la llanura
recibirán el territorio filisteo,
el territorio de Efraín
y el territorio de Samaria;
los de la tribu de Benjamín
recibirán el territorio de Galaad;
20 la gran multitud de israelitas
que fueron llevados a otros países
recibirá el territorio de los cananeos,
hasta la ciudad de Sarepta;
y los habitantes de Jerusalén
que fueron llevados a Sefarad,
recibirán las ciudades del sur.
21 Todos ellos vendrán a mi templo
como un pueblo victorioso;
gobernarán al orgulloso país de Edom,
¡y yo seré su rey!»

Jonás desobedece a Dios

Cierto día, un hombre llamado Jonás hijo de Amitai recibió un mensaje de parte de Dios: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive y diles que ya he visto lo malvados que son!»

Pero en vez de ir a Nínive, Jonás decidió irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. Llegó al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir. Pagó su pasaje y se embarcó, contento de irse lo más lejos posible de Dios.

Cuando ya estaban en alta mar, Dios mandó un viento muy fuerte que pronto se convirtió en una terrible tempestad. El barco estaba a punto de romperse en pedazos.

Cada uno de los marineros, temblando de miedo, llamaba a gritos a su dios. Ya desesperados, arrojaron al mar toda la carga del barco para quitarle peso. Mientras tanto, Jonás dormía plácidamente en la bodega del barco.

El capitán se le acercó y le dijo:

—¡Qué haces aquí, dormilón! ¡Levántate y pide ayuda a tu dios! ¡Tal vez nos salve al ver que estamos en peligro!

Al mismo tiempo, los marineros decían:

—Echemos suertes para saber quién tiene la culpa de nuestra desgracia.

Echaron suertes, y Jonás resultó culpable. Entonces, los marineros preguntaron a Jonás:

—¡Dinos ya por qué estamos sufriendo todo esto! ¿En qué trabajas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué nacionalidad eres?

Jonás respondió:

—Soy hebreo y adoro a nuestro Dios, soberano y creador de todas las cosas. Lo que está pasando es culpa mía, pues estoy huyendo de él.

10-11 Los marineros, llenos de terror, le dijeron:

—¿Por qué has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo? ¡El agua se nos viene encima y la tormenta se está poniendo más violenta!

12 —Échenme al mar, y el mar se calmará —contestó Jonás—. Esta terrible tempestad cayó sobre ustedes por mi culpa.

13 Los marineros comenzaron a remar con todas sus fuerzas, tratando de acercar el barco a tierra; pero no pudieron. Las olas eran cada vez más altas, y la tormenta casi los destruía. 14 Desesperados, los marineros gritaron: «¡Dios! ¡Por favor, no nos dejes morir por matar a un hombre inocente! No nos culpes de su muerte, pues eres tú, Dios mío, quien ha querido hacer todo esto».

15 Entonces los marineros tomaron a Jonás y lo tiraron al mar. De inmediato el mar se calmó. 16 Al ver lo sucedido, los marineros reconocieron al Dios de Israel como su Dios, le presentaron una ofrenda y prometieron seguir adorándolo. 17 Entonces Dios mandó un pez enorme, que se tragó a Jonás. Y Jonás estuvo dentro del pez tres días y tres noches.

Jonás ora a Dios

Desde allí, Jonás oró a Dios:

«Cuando estaba sufriendo,
tú, mi Dios, me ayudaste.
Cuando estaba casi muerto,
pedí ayuda y me la diste.

»Me arrojaste a lo más hondo del mar.
Sólo agua veía yo por todos lados;
grandes olas cruzaban sobre mí.

»Llegué a pensar que ya no me querías,
que no volvería a entrar en tu templo.

»Me había hundido por completo.
El mar me cubría todo,
y las algas se enredaban en mi cabeza.

»Creí que ya nunca saldría del fondo del mar.
Pero tú, Dios mío, me salvaste la vida.

»Cuando ya estaba sin fuerzas,
me acordé de ti, y oré.
Mi oración llegó hasta tu santuario.

»Los que adoran a otros dioses,
a los ídolos sin vida,
no pueden decir que tú eres su Dios.

»Pero yo voy a adorarte
y a cantarte con alegría.
Cumpliré las promesas que te hice.
¡Porque sólo tú puedes salvar!»

10 Por fin, Dios le ordenó al pez: «¡Arroja a Jonás en la orilla del mar!»

Jonás obedece a Dios

Dios volvió a hablarle a Jonás, y le dio esta orden: «¡Levántate, ve a la gran ciudad de Nínive! Anúnciales el mensaje que voy a darte».

Esta vez Jonás sí obedeció a Dios: se levantó y se fue a Nínive. Aquella ciudad era tan grande que para recorrerla toda se necesitaban tres días completos.

Jonás entró en la ciudad, y durante todo un día estuvo anunciando: «¡Dentro de cuarenta días Dios va a destruir esta ciudad!»

Entonces toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo y decidió obedecer sólo a Dios. Y como querían demostrar que deseaban cambiar su manera de vivir, se pusieron ropa de tela áspera y ayunaron. Todos ellos, desde el más rico hasta el más pobre, no comieron nada ese día.

Cuando el rey de Nínive supo esto, se levantó de su trono. Luego se quitó sus ropas finas, se puso ropas ásperas, y se sentó en el suelo. Todo esto lo hizo en señal de humildad ante Dios. De inmediato el rey envió un anuncio a toda la gente de Nínive:

«Ésta es una orden del rey y de sus ministros: Que nadie coma nada. Se prohíbe que la gente, las vacas y las ovejas coman o beban. Todo el mundo está obligado a ponerse ropas ásperas, y deberán cubrir los animales con mantas ásperas.

»Además, les pedimos a todos ustedes que oren a Dios con todas sus fuerzas, que dejen de hacer lo malo, y que ya no se peleen ni maltraten a nadie. Si dejamos de hacer lo malo, tal vez a Dios se le pase el enojo, y no nos destruirá».

10 Y al ver que toda la gente de Nínive dejó de hacer lo malo, Dios decidió no destruirlos.

Jonás discute con Dios

Jonás se enojó muchísimo, pues no le gustó que Dios hubiera perdonado a la gente de Nínive. Muy molesto, le dijo a Dios:

—¡Ya lo decía yo, mi Dios, ya lo decía yo! Hiciste lo que pensé que harías cuando aún estaba en mi tierra. Por eso quise huir lejos de ti.

»Yo sé que eres un Dios muy bueno; te compadeces de todos y es difícil que te enojes. Eres tan cariñoso que, cuando dices que vas a castigar, después cambias de opinión y no lo haces. A mí me molesta eso; prefiero que me quites la vida. Si vas a ser así, mejor mátame.

Dios le preguntó a Jonás:

—¿Qué razón tienes para enojarte así?

Jonás salió de la ciudad y se fue a un lugar desde donde podía verlo todo. Luego cortó unas ramas y construyó un refugio para protegerse del sol. Se sentó bajo la sombra, y se puso a esperar lo que iba a pasarle a la ciudad.

Por su parte, Dios hizo brotar una planta; ésta creció y cubrió el refugio de Jonás. Así Dios le dio a Jonás una sombra mejor para que no sintiera tanto calor. ¡Jonás quedó muy contento con aquella planta!

Pero después, Dios hizo que un gusano viniera al otro día, y picara la planta. Ésta pronto se secó, y cuando salió el sol, Dios mandó un viento tan caliente que el pobre Jonás casi se desmayaba. Era tanto el calor que Jonás quería morirse; por eso gritó:

—¡Prefiero morir que seguir viviendo!

Entonces Dios le preguntó a Jonás:

—¿Crees que es justo que te enojes tanto porque se secó esa planta?

—Por supuesto que sí —dijo Jonás—. Sin ella, prefiero morirme.

10 Dios le respondió a Jonás:

—Estás preocupado por una planta que no sembraste ni hiciste crecer. En una noche creció, y en la otra se secó. 11 ¿No crees que yo debo preocuparme y tener compasión por la ciudad de Nínive? En esta gran ciudad viven ciento veinte mil personas que no saben qué hacer para salvarse, y hay muchos animales.

Yo soy Miqueas de Moréset. Dios me comunicó lo que pensaba hacer contra las ciudades de Samaria y Jerusalén. Esto sucedió cuando Jotán, Ahaz y Ezequías eran reyes de Judá. Esto es lo que Dios me dijo:

Juicio contra Samaria

«¡Escúchenme bien,
pueblos todos de la tierra!
¡Préstenme atención,
habitantes de este país!
Yo soy el Dios de Israel
y desde mi santo templo
voy a denunciar sus maldades.

»Ya estoy por salir
y destruiré los pequeños templos
que han construido
en los cerros de este país.

»Cuando ponga mis pies
sobre las montañas,
ellas se derretirán
como la cera en el fuego,
y los valles se partirán en dos,
como se parten las montañas
cuando los ríos bajan por ellas.

»Todo esto sucederá
por la rebeldía de los israelitas,
pues ya son muchos sus pecados.
Los de Israel pecaron
en la ciudad de Samaria;
los de Judá adoraron a otros dioses
en la ciudad de Jerusalén.
Por eso convertiré a Samaria
en un montón de ruinas;
esparciré sus piedras por el valle
y la dejaré al descubierto.
¡Sólo servirá para plantar viñedos!

»Por eso haré pedazos
todos los ídolos de Samaria.
Los hicieron con las monedas
que ganaron las prostitutas;
¡pues yo los fundiré en el fuego
y en monedas los convertiré de nuevo!»

Lamento de Miqueas

8-9 Entonces yo dije:

«Samaria y mi pueblo Judá
han sido heridos de muerte.
La muerte también amenaza
a Jerusalén, capital de Judá.

»Por eso lloro y estoy triste;
por eso ando desnudo y descalzo;
por eso chillo como avestruz,
por eso lanzo aullidos como chacal.

10 »Pero no se pongan a llorar
ni digan nada a los de Gat.
Más bien retuérzanse de dolor
en ese pueblo polvoriento
que se llama Polvareda.

11 »Ustedes, habitantes de Bellavista,
serán llevados como esclavos;
avanzarán desnudos y avergonzados.
Habrá lágrimas en el pueblo vecino,
pero los habitantes de Zaanán
no saldrán en su ayuda.
12 Los habitantes del pueblo de Amargura
se quedarán esperando ayuda,
pero Dios enviará la desgracia
hasta la entrada misma de Jerusalén.

13 »Ustedes, habitantes de Laquis,
¡enganchen sus caballos a los carros!
Fue en la ciudad de ustedes
donde todos nuestros males comenzaron.
Allí pecaron los israelitas,
y allí pecaron los de Jerusalén.
14 Por eso tendrán que despedirse
de su amado pueblo de Moréset-gat.
Los reyes de Israel serán engañados
en el pueblo llamado Trampa».

15 Y Dios dijo:

«Contra ustedes,
habitantes del pueblo llamado Conquista,
voy a enviar un conquistador,
y aun los israelitas más valientes
huirán hasta la cueva de Adulam.
16 Habitantes de Jerusalén,
¡lloren y aféitense la barba!,
¡lloren y córtense el cabello
hasta quedar calvos como un buitre!
¡Sus hijos queridos serán llevados
a un país lejos de aquí!»

La maldad de los poderosos

Dios continuó diciendo:

«¡Gente malvada,
qué mal les va a ir a ustedes!
Al acostarse hacen planes malvados;
al levantarse los llevan a cabo,
porque tienen el poder de hacerlo.
Si quieren terrenos, los invaden;
si quieren casas, se adueñan de ellas;
maltratan al dueño y a su familia,
y con engaños los echan fuera.

»Por eso yo, el Dios de Israel,
también tengo planes contra ustedes:
voy a enviarles una desgracia
de la que no podrán librarse.
Les vienen tiempos tan difíciles
que se les acabará el orgullo.
Cuando llegue ese día,
la gente se burlará de ustedes
y les cantará esta canción:

“¡Se han quedado en la ruina!
¡Antes eran el pueblo de Dios,
pero han cambiado de dueño!
¡Nuestros ejércitos los conquistaron
y nos repartimos sus campos!”

»¡Escúchenme, israelitas!
Ustedes fueron mi pueblo,
pero no volveré a darles terrenos.

6-7 »Ustedes los israelitas
no quieren que los profetas
les den malas noticias.
Ustedes no quieren creer
que algo malo puede sucederles;
por eso no quieren escucharlos.
Les dicen que yo no estoy enojado,
y que ese no es mi modo de actuar.
Dicen que yo siempre trato bien
a todos los que hacen lo bueno.

»Si ustedes fueron mi pueblo,
¿por qué ahora son mis enemigos?
A los que vuelven de la guerra
y van tranquilos por el camino,
les arrebatan la ropa;
a las mujeres de mi pueblo
les quitan las casas,
donde antes vivían felices,
y a sus hijos les arrebatan
las riquezas que yo mismo les di.

10 »¡Vamos, largo de aquí!
¡Ustedes han hecho de mi templo
una sala de diversiones!
¡Por eso voy a destruirlo!
11 Ustedes serían felices
con profetas mentirosos
que sólo hablaran de vino y de licor.

Dios da esperanza a su pueblo

12 »Pero a los descendientes de Jacob
que hayan quedado con vida,
los reuniré como a un rebaño.
Tal vez no sean muchos,
pero harán mucho alboroto.
13 Yo mismo iré delante de ellos
para abrirles paso y darles libertad.
¡Yo soy su Dios y su rey!

Los malos gobernantes

1-3 »¡Escúchenme ustedes,
jefes y gobernantes de Israel!
¡Ustedes debieran hacer justicia,
pero hacen todo lo contrario!
Prefieren hacer lo malo,
en lugar de hacer lo bueno.
Maltratan mucho a mi pueblo;
se lo están comiendo vivo.

»Por eso, cuando me llamen,
yo no les responderé.
Es tan grande su maldad
que los abandonaré».

Los profetas mentirosos

A los profetas que engañan a mi pueblo, Dios les ha dicho:

«Ustedes sólo hablan de paz
a quienes les dan de comer,
pero a quienes no los alimentan
les declaran la guerra.
Por eso no les voy a informar
lo que pienso hacer.
Nunca más les comunicaré mensajes
y ya no podrán anunciar el futuro.
Esos profetas y adivinos
quedarán en completo ridículo.
No tendrán nada que decir,
porque yo no les responderé».

Pero yo, Miqueas, estoy lleno del poder de Dios. Por eso puedo afirmar que nuestro Dios es un Dios justo. También puedo acusar a los israelitas de ser un pueblo pecador y desobediente.

La derrota de Jerusalén

Dios dijo:

«¡Escúchenme ustedes,
jefes y gobernantes de Israel!
Ustedes rechazan la justicia,
y no respetan ninguna ley.
10 En Jerusalén y en mi templo
los crímenes y la violencia
son cosa de todos los días.
11 Los sacerdotes, profetas y jueces
enseñan, predican o dictan sentencia
sólo a cambio de dinero.

»Y para colmo se atreven a decir:
“No tenemos nada que temer.
¡Dios está con nosotros!”

12 »¡Por culpa de ustedes
mi templo será derribado!
¡Por culpa de ustedes
Jerusalén quedará en ruinas,
y el monte de Sión
se cubrirá de maleza!»

Paz a las naciones

En el futuro,
el monte donde se encuentra
el templo de nuestro Dios
será el monte más importante.
Allí vendrán muchos pueblos
y gente de muchas naciones,
y unos a otros se dirán:

«Subamos al monte de Sión,
al templo del Dios de Israel,
para que él mismo nos enseñe
y obedezcamos sus mandamientos.

»Dios mismo será nuestro maestro
desde el monte de Sión,
¡desde la ciudad de Jerusalén!
Dios mismo dictará sentencia
contra naciones y pueblos lejanos,
y ellos convertirán sus espadas
en herramientas de trabajo.
Nunca más nación alguna
volverá a pelear contra otra,
ni se entrenará para la guerra.

»Todo el mundo vivirá tranquilo
bajo la sombra de su viña,
o a la sombra de su higuera,
porque así Dios lo ha prometido.
¡Qué importa que otras naciones
adoren a sus propios dioses!
¡Nosotros siempre obedeceremos
a nuestro poderoso Dios!»

Dios salvará a Israel

6-7 Así ha dicho nuestro Dios:

«Mi pueblo parece un rebaño
de ovejas cojas y perdidas,
porque está sufriendo mi castigo.
Pero ya está cerca el día
en que volveré a reunirlo.
Cuando llegue ese día,
con los pocos que hayan quedado
volveré a hacer una gran nación,
y desde mi templo en Jerusalén
reinaré sobre ella para siempre.

»Hermoso monte de Sión,
tú has sido una torre protectora
para mi amada Jerusalén;
así que volverás a ser como antes,
¡serás la gran capital de mi pueblo!

9-10 »Tú, Jerusalén,
lloras y te retuerces de dolor,
como si fueras una mujer
a punto de tener un hijo.
Pero no hay razón para que llores;
¡tienes rey y no te faltan consejeros!
Más bien, llora
porque tus habitantes te abandonarán
y vivirán en el campo,
y después serán llevados a Babilonia.
Sin embargo, yo los pondré en libertad;
¡yo mismo los libraré
del poder de sus enemigos!

11 »Muchas naciones se han reunido,
y dicen en contra tuya:

“¡Ojalá podamos ver
la derrota de Jerusalén!”

12 »Pero esas naciones no saben
lo que tengo pensado hacer;
es algo que no pueden entender:
¡voy a juntarlas para hacerlas polvo!

13 »¡Vamos, Jerusalén!
¡Levántate y hazlos pedazos!
Yo te daré la fuerza de un toro,
para que destruyas a muchos pueblos;
¡tus cuernos parecerán de hierro!,
¡tus cascos parecerán de bronce!
Les quitarás todas sus riquezas
y me las entregarás,
pues toda la tierra me pertenece.»

Grandeza de la pequeña Belén

Yo, Miqueas, anuncio:

«Jerusalén, Jerusalén,
prepárate para la guerra.
Por medio de tus enemigos
Dios castigará duramente
al rey de Israel.

»Pero tú, Belén Efrata,
entre los pueblos de Judá
eres un pueblo pequeño,
pero llegarás a ser muy importante.
En ti nacerá un rey
de familia muy antigua,
que gobernará sobre Judá.

»Dios nos va a abandonar
hasta que nazca ese rey.
Luego de su nacimiento
los que hayan quedado con vida
se reunirán con los demás israelitas.
Entonces Dios le dará a ese rey
toda su fuerza y poder
para dirigir a su pueblo
y hacerlo vivir en paz.
Ese rey extenderá su dominio
hasta el último rincón de la tierra.

5-6 »Cuando vengan los asirios
para invadir nuestro país
y quieran ocupar nuestros palacios,
ese rey nos librará de ellos
y nos hará vivir en paz.
Ordenará que los ataquen
siete jefes y ocho capitanes.
¡Así conquistaremos por la fuerza
el país de Asiria, territorio de Nimrod!

Judá entre las naciones

7-8 »Los que quedemos con vida
seremos entre las naciones,
como la lluvia que Dios envía:
cae del cielo y riega la hierba
sin la intervención humana.
Seremos también como los leones:
cuando están entre un rebaño,
atrapan a las ovejas y las destrozan,
y no las dejan escapar.
¡Tú, mi Dios, atacarás a tus enemigos
y los destruirás por completo!»

Destrucción total

10 Dios dijo a su pueblo:

«Cuando llegue ese día,
mataré a todos tus caballos
y destruiré tus carros de guerra.
11 Destruiré también tus ciudades
y derribaré todas tus torres.
12 Pondré fin a tus hechicerías
y acabaré con todos tus adivinos.
13 Destruiré tus ídolos y tus imágenes,
y no volverás a adorar
a dioses que tú mismo hiciste.
14 ¡Yo destruiré tus ciudades
y las imágenes de tu diosa Astarté!
15 ¡Yo me vengaré con gran furia
de las naciones que no me obedecieron!»

Pleito de Dios contra Israel

1-3 Israelitas, prestemos atención. Nuestro Dios tiene un pleito contra nosotros, y ahora mismo está presentando su acusación. Esto es lo que Dios nos dice:

«Pueblo mío,
tengo una queja contra ti,
y espero que te defiendas.
Llama como testigos a tu favor
a las montañas y a las colinas,
y pídeles que escuchen tu defensa.

»Pero antes quiero que me digas:
¿en qué te he perjudicado?,
¿en qué te he ofendido?
Recuerda que yo te di libertad;
yo fui quien te sacó de Egipto,
país donde eras esclavo;
yo envié a Moisés, a Aarón y a María
para que te sacaran de allí.

»Recuerda también, pueblo mío,
que Balac, rey de Moab,
tenía pensado hacerte daño,
pero que Balaam hijo de Beor
te bendijo en mi nombre.

»No olvides tampoco lo que ocurrió
cuando pasaste de Sitim a Guilgal;
reconoce que yo fui quien te salvó».

Lo que Dios espera de su pueblo

Ustedes, israelitas, se defienden diciendo:

«Altísimo Dios y rey nuestro,
¿cómo podemos presentarnos ante ti?
Podemos ofrecerte terneros de un año,
pero no es eso lo que quieres;
podemos ofrecerte mil carneros,
o diez mil litros de aceite,
pero tampoco eso te agrada;
¡ni siquiera esperas como ofrenda
al mayor de nuestros hijos
en pago por nuestros pecados!»

Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios.

El castigo de Jerusalén

Habitantes de Jerusalén, escuchen las palabras de nuestro Dios:

10-11 «Israelitas,
ya no voy a soportar
que sigan siendo tan malvados.
Todo lo que hacen me disgusta.
Se hacen ricos mediante el engaño;
usan pesas y medidas falsas,
y luego amontonan en sus casas
todo lo que se han robado.
12 Los ricos se aprovechan de los pobres,
y todos en esta ciudad son unos mentirosos.

13 »Por eso voy a castigarlos;
¡voy a destruirlos por sus pecados!
14 Aunque coman, no quedarán satisfechos,
sino que se quedarán con hambre;
lo que cosechen, lo perderán;
y aun si logran rescatar algo,
yo haré que lo pierdan en la guerra.

15 »Sembrarán trigo,
pero no llegarán a cosecharlo;
exprimirán aceitunas para sacar aceite,
pero no llegarán a usarlo;
exprimirán uvas para hacer vino,
pero no llegarán a beberlo.
16 Ustedes se han portado
tan mal como Omrí, rey de Israel;
¡han seguido el mal ejemplo
de la familia del rey Ahab!
Por eso voy a destruirlos;
¡voy a hacer que la gente
los humille y se burle de ustedes!»

Lamento del profeta

Yo, Miqueas, soy un miserable,
y quisiera calmar mi apetito.
Ando en busca de uvas o higos,
pero no encuentro nada que comer;
ya todo lo han cosechado.

Ya no hay en este mundo
gente buena y que ame a Dios;
unos a otros se hacen daño.
Sólo esperan el momento
de matarse unos a otros.

Los gobernantes y los jueces
exigen dinero para favorecer a los ricos.
Los poderosos dicen lo que quieren
y siempre actúan con falsedad.
¡Son unos maestros para hacer lo malo!
¡El más bueno y honrado de ellos
es peor que una mata de espinos!
Pero ya está cerca el día
en que Dios los castigará,
tal como lo anunciaron los profetas.
¡Ese día no sabrán qué hacer!

5-6 Por eso, no confíen en nadie
ni crean en lo que otros les digan.
Tengan cuidado de lo que hablan,
porque los hijos y las hijas
no respetan a sus padres,
las nueras desprecian a sus suegras,
y nuestros peores enemigos
los tenemos en la familia.
¡Por eso no confíen en nadie,
ni en su propia esposa!

Yo, por mi parte,
pondré mi confianza en Dios.
Él es mi salvador,
y sé que habrá de escucharme.

Dios salvará a su pueblo

Los israelitas dijeron:

«Babilonia, nación enemiga,
no te alegres de vernos en desgracia.
Fuimos derrotados,
pero volveremos a levantarnos;
ahora estamos en graves problemas,
pero el Dios de Israel nos salvará.

»Es verdad que pecamos contra Dios;
por eso soportamos su castigo.
Pero un día habrá de juzgarnos,
y entonces nos hará justicia
y nos hará gozar de su salvación.

10 »Babilonia, enemiga nuestra,
tú preguntabas por nuestro Dios;
¡pues vas a quedar en vergüenza
cuando veas lo que hará por nosotros!
¡Ya nos alegraremos al verte
pisoteada como el barro de las calles!

11 »Jerusalén,
ya está cerca el día
en que tus muros serán reconstruidos
y tu territorio será extendido.
12 Ya está cerca el día
en que vendrán a visitarte
pueblos de todas partes:
vendrán de Asiria y de Egipto,
del río Nilo y del río Éufrates,
de un mar a otro mar,
de una montaña a otra montaña;
13 porque el territorio de esos países
quedará hecho un desierto
por los pecados de sus habitantes.

Oración a favor del pueblo

14 »Dios nuestro,
cuida de tu pueblo;
cuida de este rebaño tuyo.
Aunque vivimos en tierras fértiles
parecemos ovejas perdidas en el bosque.
Tú eres nuestro pastor,
ven y ayúdanos
como lo hiciste en otros tiempos.
Aliméntanos con lo mejor
que nos ofrecen las regiones
de Basán y de Galaad.

15 »Muéstranos tus grandes acciones,
como cuando nos sacaste de Egipto.
16 ¡Haz que las naciones poderosas
las vean y se queden asombradas!
¡Haz que de la sorpresa
no sepan qué hacer ni qué decir!

17 »Dios nuestro,
¡obliga a esas naciones
a arrastrarse por el suelo,
como lo hacen las serpientes!
¡Obliga a esos pueblos
a salir de sus refugios,
para que llenos de miedo
se humillen ante ti!

18 »No hay otro Dios como tú.
Somos pocos los que quedamos con vida.
Tú perdonas nuestra maldad
y olvidas nuestro pecado.
Tan grande es tu amor por nosotros
que tu enojo no dura para siempre.

19 »¡Vuelve a compadecerte de nosotros,
y arroja todos nuestros pecados
a lo más profundo del mar!
20 Déjanos disfrutar de tu amor y fidelidad,
porque así lo prometiste
a Abraham, a Jacob,
y a todos nuestros antepasados».

Mensaje contra Nínive, la capital de Asiria

Yo soy Nahúm de Elcós. En un sueño Dios me habló acerca de Nínive, y éste es el mensaje que escribí contra esa ciudad:

Nuestro Dios exige
que le seamos fieles.
Cuando se enoja, toma venganza
de sus enemigos y de sus contrarios.

Nuestro Dios es muy poderoso
y siempre castiga a quien lo merece,
pero también es un Dios paciente,
y no se enoja con facilidad.

Nuestro Dios camina entre las tormentas;
las nubes son el polvo que levanta.
Si reprende al mar y a los ríos,
éstos se quedan secos por completo
y se marchitan las flores del Líbano,
los campos de Basán y el monte Carmelo.

En presencia de nuestro Dios
tiemblan la tierra y sus habitantes,
y los cerros y las montañas se sacuden.

Cuando nuestro Dios se enoja,
las piedras se hacen polvo,
como si las partiera un rayo;
cuando nuestro Dios se enoja,
nadie puede mantenerse firme.

Nuestro Dios es bondadoso
y cuida de los que en él confían.
En momentos de angustia,
él nos brinda protección.
Pero también destruye a sus enemigos;
los arrastra como un río desbordado,
¡los persigue hasta en la oscuridad!

9-11 Ustedes, habitantes de Nínive,
¿por qué hacen planes malvados?
Hay entre ustedes un consejero malvado,
que hace planes contra nuestro Dios,
pero Dios acabará con ustedes;
los destruirá por completo,
y no les dará otra oportunidad;
les prenderá fuego, como a la paja,
como si fueran un montón de espinas.

Mensaje al pueblo de Dios

12-14 Nuestro Dios ha dicho:

«Asiria es un país poderoso,
pero yo lo voy a destruir.
Destruiré su templo,
sus ídolos y sus imágenes,
y todos se olvidarán de él.
Dejaré ese país en ruinas,
pues sólo merece mi desprecio.

»Y aunque a ti, pueblo de Judá,
te hice sufrir al principio,
ya no te haré sufrir más.
Al contrario, te pondré en libertad
y no volverás a ser esclavo.

15 »Miren, habitantes de Judá:
¡ya vienen sobre los montes
los que traen buenas noticias!
¡Ya es tiempo de que hagan fiesta
y de que me cumplan sus promesas!
Porque yo destruiré a esos malvados,
y nunca más los volverán a atacar».

Asiria será destruida

1-2 Habitantes de Asiria,
ustedes atacaron a mi pueblo;
lo dejaron como a un arbusto
con las ramas rotas,
pero Dios le devolverá su grandeza
al reino de Israel.

¡Prepárate, Asiria,
tu destructor ya va en camino!
¡Reúne a tu ejército!
¡Pon guardias en tus murallas!
¡Vigila el camino
y prepara tus armas!

3-4 ¡Ya llega tu enemigo!
Viene agitando sus lanzas;
sus soldados visten de rojo,
y del mismo color son sus escudos;
sus carros son veloces como el rayo
y brillantes como el relámpago;
ya están listos para la batalla,
y recorren calles y plazas.

Los generales dan órdenes,
y los soldados corren a cumplirlas;
ya colocan las torres para el asalto,
pero caen al trepar por las murallas.

¡Asiria,
tus enemigos derriban las puertas
de tu ciudad capital!
Los soldados llenan la ciudad
y en el palacio todos tiemblan de miedo.
Toman presa a la reina,
y junto con sus sirvientas
se la llevan a otro país.
¡Todas ellas gimen
y lloran de dolor!

Tus habitantes huyen de la ciudad;
¡son como el agua que se escapa
de un estanque roto!
El enemigo intenta detenerlos,
pero sin éxito alguno.

Los soldados enemigos gritan:
«Tomemos el oro y la plata;
¡son tantas las riquezas de Asiria
que parecen no tener fin!»

10 Asiria,
tu capital ha quedado destruida,
arruinada y con poca gente;
los que quedaron tiemblan de miedo,
las fuerzas los abandonan,
y el terror los deja pálidos.

11-12 Asiria parecía un león feroz:
mataba y despedazaba a sus enemigos,
luego tomaba sus riquezas
y las repartía entre su gente.
Nadie invadía su territorio.
¿Pero dónde está ahora su poder?
¿Dónde están sus feroces soldados?

13 Así dice nuestro Dios:

«Asiria, yo estoy contra ti.
Voy a quemar tus carros de guerra;
voy a matar a todos tus habitantes.
Pondré fin a todos tus robos,
y no volverán a escucharse
las amenazas de tus mensajeros.
Yo soy el Dios de Israel,
y te juro que así lo haré».

Un canto fúnebre

Así dice nuestro Dios:

«¡Pobrecita de ti,
capital de Asiria!
¡Estás llena de asesinos,
de mentirosos y ladrones
que no se cansan de robar!

»¡Ya se escuchan los látigos
y el estruendo de las ruedas!
¡Ya se oye el galopar de los caballos
y el ruido de los carros de guerra!
¡Ya ataca la caballería,
y deslumbran las espadas y las lanzas!
¡No es posible contar los heridos
ni saber cuántos son los muertos!
¡Los cadáveres se amontonan!
¡La gente tropieza con ellos!

»Asiria, esto te ha pasado
por engañar a los pueblos.
Las naciones se enamoraron
de tus dioses y brujerías,
y entraron en tratos contigo.

»Pero yo estoy en contra tuya,
y haré que las naciones y reinos
se den cuenta de lo que en verdad eres.
Voy a embarrarte de excremento,
y quedarás en vergüenza.
Todos los que te vean
se alejarán de ti, diciendo:
“¡Asiria está destruida!
¿Habrá alguien que la consuele?
¿Habrá quién le tenga compasión?”
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.

8-10 »Nínive, capital de Asiria,
tú no eres mejor que Tebas.
A esa ciudad la protegía el río Nilo.
La protección que le brindaban
Etiopía, Egipto, Fut y Libia
aumentaba su poder.

»Pero Tebas fue conquistada.
A sus pobres niños
los estrellaron contra el suelo.
A la gente importante
se la repartieron en sorteo,
y a sus jefes se los llevaron
a un país lejano.

11 »También tú, Asiria,
te quedarás tambaleando
como si estuvieras borracha.
Tratarás de esconderte de tus enemigos,
pero no lo conseguirás.
12 Tus murallas se caerán;
serán como higueras
cargadas de higos maduros,
que si alguien las sacude,
sus higos caen al suelo
y la gente se los come.

13 »El fuego ha quemado tus portones,
y el enemigo ya está por entrar;
por eso tus soldados se acobardan.
14 Aunque guardes mucha agua
para resistir el ataque,
de nada te servirá.
Aunque hagas muchos ladrillos
para reforzar tus murallas,
15 morirás quemada por el fuego
y destrozada por la guerra;
el enemigo acabará contigo
como una plaga de saltamontes.
De nada te servirán
tu fuerza militar y tus muchos soldados.

16-17 »Tus comerciantes y tus generales
son tantos como las estrellas del cielo,
¡pero en cuanto ven el peligro
huyen como saltamontes!
Todos conocemos a estos insectos:
en cuanto cambian de piel, vuelan;
en un día frío se paran a calentarse;
pero en cuanto sale el sol
emprenden vuelo y desaparecen.

18-19 »Rey de Asiria,
tú hiciste sufrir a muchas naciones.
Pero ahora van a morir
tus generales y tus jefes principales.
Tu ejército andará perdido por los montes,
y no habrá quien pueda reunirlo.
Tú estás herido de muerte,
y ya nadie podrá sanarte.
Todos los que oyen la noticia
aplauden de alegría».