Bible in 90 Days
11 Abre, Líbano, tus puertas
y que el fuego devore tus cedros.
2 Gime, ciprés, de dolor,
porque ha caído el cedro
y han sido abatidos los poderosos.
Laméntense, encinas de Basán,
porque han talado
el bosque impenetrable.
3 Oigan el lamento de los pastores
porque ha sido arrancado
el esplendor de sus praderas;
Escuchen cómo rugen
los cachorros de león
porque ha sido asolada
la espesura del Jordán.
Alegoría de los dos pastores
4 Así dice el Señor, mi Dios:
— Apacienta estas ovejas destinadas al matadero, 5 las que degüellan impunemente sus compradores mientras dice el que las vende: “Bendito sea el Señor que me ha hecho rico”. Ni sus propios pastores se compadecen de ellas. 6 Pues bien, tampoco yo tendré compasión de los que habitan esta tierra —oráculo del Señor—; voy a entregar a todos y cada uno a merced de sus vecinos y de sus reyes que devastarán el país sin que yo los libre de sus manos.
7 Me puse a apacentar las ovejas que los tratantes habían destinado al matadero. Así que tomé dos cayados: al uno lo llamé “Gracia” y al otro “Concordia”. Seguí apacentando al rebaño 8 y en un solo mes despedí a tres pastores, pues yo no los pude aguantar y ellos se cansaron de mí. 9 Entonces dije:
— No los apacentaré más; la que haya de morir, que muera; la que haya de perecer, que perezca; y las que sobrevivan, que se devoren unas a otras.
10 Tomé luego mi cayado “Gracia” y lo quebré en señal de que rompía el pacto sellado con todos los pueblos. 11 Quedó, pues, roto el pacto en aquel día y los tratantes de ovejas, que estaban observándome, reconocieron que era el Señor quien hablaba. 12 Yo les propuse:
— Si les parece bien, denme mi salario; y si no, déjenlo.
Entonces pesaron lo que me correspondía como salario y me dieron treinta siclos de plata. 13 El Señor, por su parte, me dijo:
— Echa al tesoro [del Templo] ese buen precio en que me han valorado.
Tomé los treinta siclos de plata y los eché en el tesoro del Templo del Señor. 14 Quebré luego mi segundo cayado de nombre “Concordia”, como señal de que rompía la hermandad entre Judá e Israel. 15 Y el Señor me dijo:
— Toma los aperos de un pastor irresponsable. 16 Porque voy a suscitar en este país un pastor que no se preocupará de la oveja descarriada, ni buscará la extraviada, ni curará la que está herida, ni alimentará a la sana; al contrario, comerá la carne de las gordas y les arrancará hasta las pezuñas.
17 ¡Ay del pastor irresponsable
que abandona el rebaño!
¡Que la espada le cercene el brazo
y le salte el ojo derecho!
¡Que su brazo se seque del todo
y su ojo derecho se apague por completo!
Gloria de la Jerusalén futura (12—14)
Jerusalén liberada
12 Profecía:
Esta es la palabra —oráculo del Señor— que dirige a Israel el Señor que desplegó los cielos, cimentó la tierra y creó el espíritu humano:
2 — Voy a convertir a Jerusalén en copa embriagadora para todas las naciones de su entorno; y lo mismo sucederá con todo Judá cuando Jerusalén sea sitiada.
3 Aquel día convertiré a Jerusalén en una piedra que ninguna nación podrá levantar; cualquiera que intente levantarla quedará destrozado. Todas las naciones de la tierra se aliarán contra ella.
4 Aquel día —oráculo del Señor— haré que se desboquen los caballos y se vuelvan locos sus jinetes. Mantendré abiertos los ojos sobre los habitantes de Judá, pero a los caballos de las naciones los dejaré ciegos 5 Pensarán entonces los clanes de Judá: “En el Señor, Dios del universo, está la fuerza de los habitantes de Jerusalén”.
6 Aquel día convertiré a los clanes de Judá en montón ardiente de leña, en tea encendida entre gavillas de mies; a derecha e izquierda devorarán a todas las naciones de su entorno, mientras Jerusalén volverá a ser habitada donde siempre. 7 Pero el Señor salvará en primer lugar a las gentes de Judá para que ni la descendencia de David ni los moradores de Jerusalén se envalentonen a costa de Judá.
8 Aquel día protegerá el Señor a los habitantes de Jerusalén: el más débil entre ellos se sentirá fuerte como David, y la dinastía de David será para ellos como Dios, como un ángel del Señor al frente de ellos.
9 Aquel día exterminaré a todas las naciones que intenten atacar a Jerusalén; 10 derramaré, en cambio, sobre la dinastía de David y los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración. Dirigirán sus miradas hacia mí, a quien traspasaron, harán duelo como se hace por un hijo único y llorarán amargamente como se llora a un primogénito.
11 Aquel día el duelo en Jerusalén será tan grande como el de Hadad-Rimón en la llanura de Meguido. 12 Todo el país hará duelo, familia por familia: los descendientes de David y de Natán, y también sus mujeres; 13 los descendientes de Leví y de Simeí, y también sus mujeres; 14 y todos los demás clanes, cada uno por su parte, con sus respectivas mujeres.
Jerusalén renovada
13 Aquel día surgirá un manantial donde la dinastía de David y los habitantes de Jerusalén puedan lavar su pecado y su impureza. 2 Aquel día —oráculo del Señor del universo— extirparé de esta tierra los nombres de los ídolos a los que ya nunca más se invocará; haré también que desaparezcan de esta tierra los [falsos] profetas y el espíritu de impureza. 3 Y si alguno sigue profetizando, el padre y la madre que lo engendraron le dirán: “No mereces vivir, pues anuncias mentiras en nombre del Señor”. Y sus mismos padres lo pasarán a espada cuando él se haga pasar por profeta.
4 Aquel día se sonrojarán los profetas de sus propias visiones y no se vestirán el manto de pelo dispuestos a engañar, 5 sino que cada uno dirá: “No soy profeta; soy tan sólo un labrador ocupado desde mi juventud en cultivar la tierra”. 6 Y si alguno le pregunta: “¿Qué heridas son ésas que tienes en las manos?”, él responderá: “Me las han hecho en casa de mis amigos”.
El nuevo pueblo
7 ¡Dirígete, espada, contra mi pastor,
haz frente a mi ayudante!
—oráculo del Señor del universo—.
Hiere al pastor y se dispersará el rebaño;
incluso a los más pequeños golpearé.
8 Y sucederá que en todo el país
—oráculo del Señor—
perecerán exterminados dos tercios,
quedando sólo el otro tercio.
9 Haré pasar por el fuego a este tercio,
lo purificaré como se hace con la plata
y lo acrisolaré como se acrisola el oro.
Me invocará y yo lo escucharé;
yo diré: “Es mi pueblo”;
y él responderá: “El Señor es mi Dios”.
Victoria definitiva de Jerusalén
14 Llega, Jerusalén, el día del Señor en que serás repartida como botín. 2 Yo reuniré a todas las naciones para que ataquen a Jerusalén: la ciudad será conquistada, las casas saqueadas, las mujeres violadas y la mitad de la población será deportada; pero el resto del pueblo no será arrancado de la ciudad. 3 Saldrá entonces el Señor y entrará en combate contra esas naciones como combatió el día de la batalla.
4 Aquel día asentará sus pies sobre el monte de los Olivos, situado frente a Jerusalén, al oriente. Y el monte de los Olivos se partirá en dos, de este a oeste, formándose un gran valle: la mitad del monte se desplazará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur. 5 Y ustedes escaparán por ese valle entre montañas, valle que llegará hasta Asal; escaparán como cuando tembló la tierra en tiempos de Ozías, rey de Judá. Y el Señor, mi Dios, vendrá acompañado de todos los santos.
6 Aquel día no habrá luminarias, ni frío, ni hielo. 7 Será un día único, sólo conocido por el Señor, en el que no se distinguirá el día de la noche, pues cuando tendría que anochecer, seguirá habiendo luz.
8 Aquel día manarán aguas vivas en Jerusalén; la mitad irán hacia el mar Oriental y la otra mitad hacia el mar Occidental; y correrán tanto en verano como en invierno.
9 Aquel día el Señor reinará sobre toda la tierra, será el único [Dios] y único será también su nombre. 10 Todo el país se transformará en llanura, desde Gueba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Se mantendrá en alto Jerusalén, y estará habitada desde la Puerta de Benjamín hasta el emplazamiento de la primitiva puerta y hasta la Puerta del Ángulo; y desde la Torre de Jananel hasta los lagares del rey. 11 Habitarán en Jerusalén sin que se la vuelva a consagrar al exterminio, y vivirán seguros en ella.
12 Y este será el castigo con que el Señor golpeará a todas las naciones que lucharon contra Jerusalén: hará que se pudran en vida, que se les pudran los ojos en sus cuencas y la lengua en su boca.
13 Aquel día el Señor hará que cunda entre ellos un pánico terrible hasta el punto de agarrarse unos a otros y enzarzarse en una pelea cuerpo a cuerpo. 14 La gente de Judá luchará en Jerusalén, y a las naciones del entorno les serán arrebatados todos sus abundantes recursos de oro, plata y ropa de vestir. 15 Y un castigo semejante se abatirá sobre los caballos, mulos, camellos, burros y todos los demás animales que tengan en sus campamentos; ¡será un terrible castigo!
16 Y los supervivientes de las naciones que atacaron a Jerusalén vendrán todos los años para adorar al Señor, rey poderoso, y celebrar la fiesta de las Tiendas. 17 Y si alguna nación no sube a Jerusalén para adorar al Señor, rey poderoso, no caerá lluvia sobre su territorio. 18 Igualmente, si la gente de Egipto no sube, se abatirá sobre ella el castigo con que el Señor golpeará a las naciones que no acudan a celebrar la fiesta de las Tiendas. 19 Ese será el castigo de Egipto y el de todas las otras naciones que no acudan a celebrar la fiesta de las Tiendas.
20 Aquel día los cascabeles de los caballos llevarán esta inscripción: “consagrado al Señor”; y todos los calderos que haya en Jerusalén y en Judá serán [tan sagrados] como los aspersorios que están en el altar. 21 Y todos los calderos que haya en Jerusalén y en Judá estarán consagrados al Señor del universo, de manera que todos los que acudan a ofrecer un sacrificio se servirán de ellos para cocer la ofrenda.
Y aquel día desaparecerán todos los traficantes del Templo del Señor del universo.
Título
1 Profecía. Palabra que el Señor dirigió a Israel por medio de Malaquías.
La elección de Israel
2 El Señor dice: “Yo los amo”. Pero ustedes responden: “¿Cómo muestras que nos amas?”. ¿No era Esaú hermano de Jacob? —oráculo del Señor—. Sin embargo, amé a Jacob 3 y aborrecí a Esaú, cuyos montes convertí en desolación y cuya heredad abandoné a los chacales del desierto. 4 Puesto que Edom dice: “Hemos sido destrozados, pero reconstruiremos las ruinas”, así responde el Señor del universo: Ellos edificarán y yo derribaré; y se dirá de ellos que son un país malvado y un pueblo contra el cual el Señor se ha airado perpetuamente. 5 Cuando lo vean con sus propios ojos, dirán: “El Señor muestra su grandeza aún más allá de las fronteras de Israel”.
Reproches contra los sacerdotes
6 El Señor del universo les dice a ustedes, sacerdotes, que menosprecian su nombre: El hijo honra al padre y el siervo a su señor. Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy Señor, ¿dónde está la reverencia que se me debe? Ustedes le responden: “¿En qué forma menospreciamos tu nombre?”. 7 Pues en que ofrecen sobre mi altar alimentos impuros. Pero ustedes vuelven a preguntar: “¿En qué te hemos mancillado?”. Lo hacen al considerar que la mesa del Señor puede ser menospreciada. 8 Cuando ofrecen animales ciegos para el sacrificio, ¿no piensan que está mal? Y cuando ofrecen animales lisiados o enfermos, ¿no piensan que está mal? Anden, ofrézcanselo a su gobernador, ¿creen que le agradarán y que los acogerá favorablemente? —dice el Señor del universo—. 9 Así pues, supliquen el favor de Dios para que se apiade de nosotros. Porque si esto es lo que ofrecen, ¿creen que los acogerá favorablemente? —dice el Señor del universo—. 10 ¡Ojalá alguien entre ustedes cerrara las puertas [del Templo] para que no encendieran mi altar inútilmente! Ustedes no me agradan —dice el Señor del universo—, ni me complace la ofrenda de sus manos. 11 Porque, desde el levante hasta el poniente, se reconoce la grandeza de mi nombre en todas las naciones, y en todo lugar se me ofrece incienso y una ofrenda pura. Ciertamente se reconoce la grandeza de mi nombre en todas las naciones —dice el Señor del universo—, 12 pero ustedes lo profanan cuando dicen: “La mesa del Señor está contaminada y su comida es despreciable”. 13 Exclaman: “¡Qué hastío!”, y lo desprecian —dice el Señor del universo—. Me traen animales robados, lisiados y enfermos, y los presentan como ofrenda: ¿puedo yo agradarme en ella?, dice el Señor. 14 Maldito el tramposo que, teniendo un macho sano en su rebaño y habiendo hecho un voto, sacrifica uno dañado al Señor. Yo soy el Gran Rey —dice el Señor del universo— y mi nombre es respetado entre las naciones.
Contraste con el sacerdocio de Leví
2 A ustedes, pues, sacerdotes se dirige esta amonestación: 2 Si no están atentos y no se proponen de corazón el honrar mi nombre —dice el Señor del universo—, enviaré maldición sobre ustedes y convertiré en maldición sus bendiciones. De hecho, ya he decidido convertirlas en maldición porque ninguno de ustedes toma en consideración este aviso. 3 Miren, he decidido apartarlos del sacerdocio y echarles a la cara los excrementos de sus celebraciones religiosas, con los que también ustedes serán barridos. 4 Así reconocerán que soy yo el que les dirijo esta amonestación para salvaguardar mi alianza con Leví —dice el Señor del universo—. 5 Mi alianza le ofrecía vida y paz, y se las otorgué para que me respetara; y, en efecto, respetó y reverenció mi nombre. 6 La enseñanza de su boca fue verdadera, y en sus labios nunca se halló maldad; la concordia y la rectitud caracterizaron su conducta respecto a mí, y consiguió que muchos se arrepintieran de sus culpas. 7 Y es que un sacerdote debe atesorar sabiduría, y de su boca se espera que salga la enseñanza, pues es un mensajero del Señor del universo. 8 Sin embargo, ustedes se desviaron del camino, hicieron tropezar a muchos con su enseñanza y quebrantaron la alianza de Leví —dice el Señor del universo—. 9 Así, pues, yo haré que todo el pueblo los considere despreciables y viles, ya que ninguno de ustedes observa mis preceptos ni son imparciales al aplicar la ley.
Reproches contra la infidelidad
10 ¿No tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos creó un mismo Dios? ¿Por qué, pues, traiciona cada uno a su hermano, incumpliendo la alianza que Dios hizo con nuestros antepasados? 11 Judá ha cometido traición; en Israel y en Jerusalén se han hecho cosas aborrecibles, pues Judá ha profanado el santuario amado por el Señor al permitir matrimonios con mujeres que adoran a dioses extranjeros. 12 Que el Señor extirpe de la nación israelita a quien hace tal cosa, al instigador, al que la realiza y a quien luego presenta ofrendas al Señor del universo. 13 Pero es que todavía añaden más: cubren el altar del Señor de lágrimas, llanto y gemidos porque él ya no acepta con agrado sus ofrendas. 14 “¿Por qué sucede así?” —ustedes se preguntan—. Pues porque el Señor es testigo de que tú has sido infiel a la esposa de tu juventud, la esposa y compañera con quien te comprometiste. 15 ¿No ha hecho Dios un solo ser, un cuerpo animado por el espíritu? ¿Y qué es lo que busca este único ser? Pues una descendencia concedida por Dios. Así que cuiden su espíritu y no traicionen a la esposa de su juventud. 16 Pues el que repudia a su esposa porque ha dejado de amarla —dice el Señor, Dios de Israel— se comporta de forma violenta, —dice el Señor del universo—. Así pues, cuiden su espíritu y no sean infieles.
Anuncio del juicio del Señor
17 Ustedes han hastiado al Señor con sus palabras, y aún preguntan: “¿En qué forma lo hemos hastiado?”. Lo han hecho al afirmar que quien obra mal agrada y complace al Señor, y también al preguntar: “¿Dónde está el Dios que hace justicia?”.
3 Miren, yo envío mi mensajero para que abra camino delante de mí. Luego el Señor a quien ustedes buscan vendrá súbitamente a su Templo. Vean cómo viene el mensajero de la alianza a quien ustedes desean —dice el Señor del universo—. 2 ¿Quién podrá soportar el día de su llegada? ¿Quién podrá mantenerse en pie el día en que aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los que lavan. 3 Será como un fundidor que refina la plata: purificará a los descendientes de Leví; los acrisolará como a oro y plata para que puedan presentar al Señor ofrendas legítimas. 4 Entonces la ofrenda de Judá y de Jerusalén agradará al Señor como sucedía antiguamente, en años ya remotos. 5 Así dice ahora el Señor del universo: Voy a entablar juicio contra ustedes y a testificar diligentemente contra los hechiceros, adúlteros o perjuros, contra los que defraudan al jornalero en su salario, contra los que oprimen a la viuda y al huérfano, o sojuzgan al extranjero y no sienten ningún respeto por mí.
Denuncia del fraude en los diezmos
6 Yo, el Señor, no cambio, pero ustedes no han dejado de ser hijos de Jacob. 7 Desde los días de sus antecesores se apartaron de mis preceptos y continúan incumpliéndolos. ¡Vuélvanse a mí y yo me volveré hacia ustedes!, —dice el Señor del universo—. Sin embargo, ustedes replican: “¿En qué hemos de cambiar?”. 8 ¿Acaso es justo que una persona defraude al Señor como ustedes me están defraudando? De nuevo replican: “¿En qué te hemos defraudado?”. ¡En los diezmos y en las ofrendas! 9 Por eso están amenazados de maldición, porque todos ustedes, la nación entera, no cesan de defraudarme. 10 Traigan los diezmos íntegros a los almacenes del Templo para que no falten víveres en él; pónganme a prueba procediendo así —dice el Señor del universo— y verán cómo abro las ventanas del cielo para derramar sobre ustedes bendiciones a raudales. 11 Alejaré de ustedes la plaga voraz para que no destruya el fruto de su tierra ni malogre el viñedo de sus campos —dice el Señor del universo—. 12 Todas las naciones los considerarán dichosos y serán un país envidiable —dice el Señor del universo—.
Llegada de la justicia con el día del Señor
13 Han hablado con insolencia contra mí, dice el Señor. Sin embargo replican: “¿Qué hemos hablado contra ti?”. 14 Pues han dicho que no merece la pena servir a Dios, que de nada les ha aprovechado cumplir sus mandatos y andar afligidos en presencia del Señor del universo 15 y que les parecen dichosos los soberbios, pues los que actúan con maldad no sólo prosperan, sino que ponen a prueba a Dios y quedan impunes. 16 Esto es lo que comentaban entre sí los que honraban al Señor. Entonces el Señor prestó atención, escuchó e hizo que se escribiera en su presencia un memorial en el que se consignara a todos los que respetan y honran su nombre. 17 Pues bien, cuando llegue el día en que yo intervenga —dice el Señor del universo—, volverán a ser mi propiedad personal y los perdonaré como hace un padre con el hijo que está a su servicio. 18 Ese día volverán a ver la diferencia entre el justo y el impío, entre quien sirve a Dios y quien no lo hace.
19 Porque está llegando el día, ardiente como un horno, en que todos los soberbios y todos los que actúan con maldad serán como paja. Ese día, que ya se acerca, los abrasará hasta que no quede de ellos ni rama ni raíz —dice el Señor del universo—. 20 Sin embargo, para ustedes, los que honran mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo curación en sus alas. Entonces saldrán saltando como los terneros del establo. 21 El día en que yo intervenga, ustedes pisotearán a los malvados como si fueran ceniza bajo la planta de sus pies —dice el Señor del universo—.
Elías, predecesor para la reconciliación
22 Recuerden la ley de Moisés, mi siervo, porque a él le encomendé en Horeb leyes y preceptos para todo Israel. 23 Estén atentos porque yo les enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, día grande y terrible, 24 para que haga cambiar el corazón de los padres en favor de los hijos, y el corazón de los hijos en favor de sus padres, de forma que, cuando yo llegue, no tenga que someter el país al exterminio.
I.— PRESENTACIÓN DE JESÚS COMO MESÍAS (1—2)
Genealogía de Jesús (Lc 3,23-28)
1 Esta es la lista de los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abrahán: 2 Abrahán fue el padre de Isaac; Isaac lo fue de Jacob, y Jacob de Judá y sus hermanos. 3 Judá fue el padre de Farés y Zara; la madre fue Tamar. Farés fue el padre de Esrón, y Esrón lo fue de Aram. 4 Aram fue el padre de Aminabab; Aminabab lo fue de Naasón, y Naasón, de Salmón. 5 Salmón fue el padre de Booz y su madre fue Rajab. Booz fue el padre de Obed; la madre fue Rut. Obed fue el padre de Jesé, 6 y Jesé lo fue del rey David.
David fue el padre de Salomón a quien engendró de la que era esposa de Urías. 7 Salomón fue el padre de Roboán; Roboán lo fue de Abías, y Abías, de Asá. 8 Asá fue el padre de Josafat; Josafat lo fue de Jorán; Jorán, de Ozías; 9 Ozías, de Joatán; Joatán, de Ajaz, y Ajaz lo fue de Ezequías. 10 Ezequías fue el padre de Manasés; Manasés lo fue de Amón, y Amón, de Josías. 11 Josías fue el padre de Jeconías y de sus hermanos en tiempos de la deportación a Babilonia.
12 Después de la deportación, Jeconías fue el padre de Salatiel; Salatiel, de Zorobabel; 13 Zorobabel, de Abiud; Abiud, de Eliakín, y Eliakín lo fue de Azor. 14 Azor fue el padre de Sadoc; Sadoc lo fue de Ajín, y Ajín, de Eliud. 15 Eliud fue el padre de Eleazar; Eleazar, de Matán, y Matán lo fue de Jacob. 16 Por último, Jacob fue el padre de José, el marido de María. Y María fue la madre de Jesús, que es el Mesías.
17 De modo que desde Abrahán a David hubo catorce generaciones; otras catorce desde David a la deportación a Babilonia, y otras catorce desde la deportación hasta el Mesías.
Nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7)
18 El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: María, su madre, estaba prometida en matrimonio a José; pero antes de convivir con él quedó embarazada por la acción del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo, no quiso denunciarla públicamente, sino que decidió separarse de ella de manera discreta. 20 Estaba pensando en esto, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
— José, descendiente de David, no tengas reparo en convivir con María, tu esposa, pues el hijo que ha concebido es por la acción del Espíritu Santo. 21 Y cuando dé a luz a su hijo, tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22 Todo esto sucedió en cumplimiento de lo que el Señor había dicho por medio del profeta: 23 Una virgen quedará embarazada y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. 24 Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado: recibió en casa a [María] su esposa, 25 y no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, al que José puso por nombre Jesús.
Los sabios de Oriente
2 Jesús nació en Belén un pueblo de Judea, durante el reinado de Herodes. Por entonces llegaron a Jerusalén, procedentes de Oriente, unos sabios, 2 que preguntaban:
— ¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
3 El rey Herodes se inquietó mucho cuando llegó esto a sus oídos, y lo mismo les sucedió a todos los habitantes de Jerusalén. 4 Así que ordenó que se reunieran los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley para averiguar por medio de ellos dónde había de nacer el Mesías. 5 Ellos le dieron esta respuesta:
— En Belén de Judá, porque así lo escribió el profeta:
6 Tú, Belén, en el territorio de Judá,
no eres en modo alguno la menor
entre las ciudades importantes de Judá,
pues de ti saldrá un caudillo
que guiará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes hizo llamar en secreto a los sabios para que le informaran con exactitud sobre el tiempo en que habían visto la estrella. 8 Luego los envió a Belén diciéndoles:
— Vayan allá y averigüen cuanto les sea posible acerca de ese niño. Y cuando lo hayan encontrado, háganmelo saber para que también yo vaya a adorarlo.
9 Los sabios, después de oír al rey, emprendieron de nuevo la marcha, y la estrella que habían visto en Oriente los guió hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella, se llenaron de alegría. 11 Entraron entonces en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
12 Y advertidos por un sueño para que no volvieran adonde estaba Herodes, regresaron a su país por otro camino.
Huida a Egipto
13 Cuando se marcharon los sabios, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
— Levántate, toma al niño y a su madre, huye con ellos a Egipto y quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14 José se levantó, tomó al niño y a la madre en plena noche y partió con ellos camino de Egipto, 15 donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Los niños asesinados en Belén
16 Al darse cuenta Herodes de que se habían burlado de él aquellos sabios, montó en cólera y mandó matar en Belén y sus alrededores a todos los niños menores de dos años, conforme al tiempo que calculó a partir de los informes de los sabios. 17 Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
18 En Ramá ha resonado un clamor
de muchos llantos y lamentos.
Es Raquel, que llora por sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque están muertos.
Regreso de Egipto
19 Después de muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, en Egipto, 20 y le dijo:
— Ponte en camino con el niño y con su madre y regresa con ellos a Israel, porque ya han muerto los que amenazaban la vida del niño.
21 José tomó al niño y a la madre, se puso en camino y regresó con ellos a Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes, reinaba en Judea en lugar de su padre, tuvo miedo de ir allá. Así que, advertido por un sueño, se dirigió a la región de Galilea 23 y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cumplió lo dicho por medio de los profetas: que Jesús sería llamado nazareno.
II.— COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS (3,1—4,11)
Predicación de Juan el Bautista (Mc 1,2-8; Lc 3,1-9.16-17; Jn 1,23-27)
3 Por aquel tiempo comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea. 2 Decía:
— Conviértanse, porque ya está cerca el reino de los cielos.
3 A este Juan se había referido el profeta Isaías cuando dijo:
Se oye una voz;
alguien clama en el desierto:
“¡Preparen el camino del Señor;
abran sendas rectas para él!”.
4 Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5 Acudían a él gentes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la ribera del Jordán. 6 Confesaban sus pecados, y Juan los bautizaba en las aguas del Jordán. 7 Pero al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a recibir el bautismo, Juan les decía:
— ¡Hijos de víbora! ¿Quién les ha avisado para que huyan del inminente castigo? 8 Demuestren con hechos su conversión 9 y no se hagan ilusiones pensando que son descendientes de Abrahán. Porque les digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abrahán. 10 Ya está el hacha preparada para cortar de raíz los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. 11 Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego. 12 Llega, horqueta en mano, dispuesto a limpiar su era; guardará el trigo en el granero, mientras que con la paja hará una hoguera que arderá sin fin.
Jesús es bautizado (Mc 1,9-11; Lc 3,21-22)
13 Por aquel tiempo llegó Jesús al Jordán procedente de Galilea para que Juan lo bautizara. 14 Pero Juan se resistía diciendo:
— Soy yo quien necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?
15 Jesús le contestó:
— ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto.
Entonces Juan consintió. 16 Una vez bautizado, Jesús salió en seguida del agua. En ese momento se abrieron los cielos y Jesús vio que el Espíritu de Dios descendía como una paloma y se posaba sobre él. 17 Y una voz, proveniente del cielo, decía:
— Este es mi Hijo amado en quien me complazco.
Jesús puesto a prueba en el desierto
4 Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba. 2 Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y al final sintió hambre. 3 Entonces se le acercó el diablo y le dijo:
— Si de veras eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Jesús le contestó:
— Las Escrituras dicen: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra pronunciada por Dios.
5 El diablo lo llevó luego a la ciudad santa, lo subió al alero del Templo 6 y le dijo:
— Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque dicen las Escrituras: Dios ordenará a sus ángeles que cuiden de ti y te tomen en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.
7 Jesús le contestó:
— También dicen las Escrituras: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.
8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy alto y, mostrándole todas las naciones del mundo y su esplendor, 9 le dijo:
— Yo te daré todo esto si te arrodillas ante mí y me adoras.
10 Pero Jesús le replicó:
— Vete de aquí, Satanás, pues dicen las Escrituras: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto.
11 El diablo se apartó entonces de Jesús, y llegaron los ángeles para servirle.
III.— ANUNCIO DEL REINO EN GALILEA (4,12—18,35)
Primera actividad de Jesús (4,12-25)
Jesús inicia su actividad (Mc 1,14-15; Lc 4,1-13)
12 Al enterarse Jesús de que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. 13 Pero no fue a Nazaret sino que fijó su residencia en Cafarnaún, junto al lago, en los términos de Zabulón y Neftalí, 14 en cumplimiento de lo dicho por medio del profeta Isaías:
15 ¡Tierra de Zabulón y Neftalí,
camino del mar, al oriente del Jordán,
Galilea de los paganos!
16 El pueblo sumido en las tinieblas
vio una luz resplandeciente;
a los que vivían en país de sombra de muerte,
una luz los alumbró.
17 A partir de aquel momento, Jesús comenzó a predicar diciendo:
— Conviértanse, porque ya está cerca el reino de los cielos.
Llamamiento de los primeros discípulos (Mc 1,16-20; Lc 5,1.10-11)
18 Iba Jesús paseando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: Simón, también llamado Pedro, y su hermano Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red en el lago. 19 Jesús les dijo:
— Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
20 Ellos dejaron de inmediato punto sus redes y se fueron con él. 21 Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que estaban en la barca con su padre, reparando las redes. Los llamó, 22 y ellos, dejando en seguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Jesús enseña y cura
23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente. 24 Su fama se extendió por toda Siria, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los que sufrían diferentes enfermedades y dolores, y también a endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y Jesús los curaba. 25 Así que lo seguía una enorme muchedumbre procedente de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la orilla oriental del Jordán.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España