Bible in 90 Days
Jesús sana a un muchacho
14 Cuando llegaron a los discípulos, vieron una gran multitud alrededor de ellos, y a unos escribas que disputaban con ellos. 15 En seguida, cuando toda la gente vio a Jesús se sorprendió, y corriendo hacia él lo saludaron. 16 Y les preguntó:
—¿Qué disputan con ellos?
17 Le respondió uno de la multitud:
—Maestro, traje a ti mi hijo porque tiene un espíritu mudo, 18 y dondequiera que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos y cruje los dientes, y se va desgastando. Les dije a tus discípulos que lo echaran fuera pero no pudieron.
19 Y respondiendo les dijo:
—¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los soportaré? ¡Tráiganmelo!
20 Se lo trajeron; y cuando el espíritu lo vio, de inmediato sacudió al muchacho, quien cayó en tierra y se revolcaba echando espumarajos. 21 Jesús le preguntó a su padre:
—¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?
Él dijo:
—Desde niño. 22 Muchas veces lo echa en el fuego o en el agua para matarlo; pero si puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos!
23 Jesús le dijo:
—“¿Si puedes…?”[a]. ¡Al que cree todo le es posible!
24 Inmediatamente el padre del muchacho clamó diciendo:
—¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!
25 Pero cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo diciéndole:
—Espíritu mudo y sordo, yo te mando, ¡sal de él y nunca más entres en él!
26 Entonces, clamando y desgarrándolo con violencia, el espíritu salió y el muchacho quedó como muerto, de modo que muchos decían:
—¡Está muerto!
27 Pero Jesús lo tomó de la mano y lo enderezó, y él se levantó.
28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado:
—¿Por qué no pudimos nosotros echarlo fuera?
29 Él les dijo:
—Este género con nada puede salir sino con oración[b].
Jesús vuelve a anunciar su muerte
30 Habiendo salido de allí, caminaban por Galilea. Él no quería que nadie lo supiera, 31 porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: “El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y lo matarán. Y una vez muerto, resucitará después de tres días”. 32 Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle.
Quién es el más importante
33 Llegó a Capernaúm. Y cuando estuvo en casa, Jesús les preguntó:
—¿Qué disputaban entre ustedes en el camino?
34 Pero ellos callaron, porque lo que habían disputado los unos con los otros en el camino era sobre quién era el más importante. 35 Entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo:
—Si alguno quiere ser el primero deberá ser el último de todos y el siervo de todos.
36 Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándolo en sus brazos, les dijo:
37 —El que en mi nombre recibe a alguien como este niño, a mí me recibe; y el que a mí me recibe no me recibe a mí sino al que me envió.
Quién está de nuestra parte
38 Juan le dijo:
—Maestro, vimos a alguien que echaba fuera demonios en tu nombre[c], y se lo prohibimos porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo:
—No se lo prohíban, porque nadie que haga milagros en mi nombre podrá después hablar mal de mí. 40 Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. 41 Cualquiera que les dé un vaso de agua en mi nombre, porque son de Cristo, de cierto les digo que jamás perderá su recompensa.
Ocasiones de caer
42 »Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atara una gran piedra de molino al cuello y que fuera echado al mar.
43 »Si tu mano te hace tropezar, córtala. Mejor te es entrar manco a la vida que, teniendo dos manos, ir al infierno, al fuego inextinguible. 44 [d], 45 Si tu pie te hace tropezar, córtalo. Mejor te es entrar cojo a la vida que, teniendo dos pies, ser echado al infierno. 46 [e], 47 Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo. Mejor te es entrar con un solo ojo al reino de Dios que, teniendo dos ojos, ser echado en el infierno, 48 donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga[f].
49 »Porque todo será salado con fuego[g]. 50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será salada? Tengan sal en ustedes y vivan en paz los unos con los otros.
Una pregunta acerca del divorcio
10 Y levantándose de allí, fue a las regiones de Judea y de más allá del Jordán. Las multitudes volvieron a acudir a él, y de nuevo les enseñaba como él acostumbraba. 2 Entonces se acercaron unos fariseos para probarle, y le preguntaron si era lícito al marido divorciarse de su mujer. 3 Pero él respondió y les dijo:
—¿Qué les mandó Moisés?
4 Ellos dijeron:
—Moisés permitió escribir carta de divorcio y despedirla[h].
5 Pero Jesús les dijo:
—Ante la dureza de corazón de ustedes les escribió este mandamiento. 6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer[i]. 7 Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; 8 y serán los dos una sola carne[j]. Así que, ya no son más dos sino una sola carne. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
10 En casa sus discípulos volvieron a preguntarle acerca de esto. 11 Él les dijo:
—Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio contra ella. 12 Y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro comete adulterio.
Jesús bendice a los niños
13 Y le presentaban niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Al verlo, Jesús se indignó y les dijo: “Dejen a los niños venir a mí, y no los impidan porque de los tales es el reino de Dios. 15 De cierto les digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño jamás entrará en él”. 16 Entonces, tomándolos en los brazos, puso las manos sobre ellos y los bendijo.
Jesús y el joven rico
17 Cuando salía para continuar su camino, un hombre vino corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
18 Pero Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas “bueno”? Ninguno es bueno, sino solo uno, Dios. 19 Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre[k].
20 Pero él le dijo:
—Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
21 Entonces, al mirarlo Jesús, le amó y le dijo:
—Una cosa te falta: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
22 Pero él, abatido por esta palabra, se fue triste porque tenía muchas posesiones.
El peligro de las riquezas
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron por sus palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo:
—Hijitos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios![l]. 25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
26 Pero ellos quedaron aun más atónitos diciendo entre sí:
—¿Y quién podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, les dijo:
—Para los hombres es imposible pero no para Dios. Porque para Dios todas las cosas son posibles.
28 Pedro comenzó a decirle:
—He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Jesús le dijo:
—De cierto les digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre[m], o hijos, o campos, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.
Jesús anuncia su muerte y victoria
32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que lo seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer:
33 —He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. 34 Se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán; y después de tres días resucitará.
Petición de los hijos de Zebedeo
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron:
—Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos.
36 Él les dijo:
—¿Qué quieren que haga por ustedes?
37 Ellos dijeron:
—Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo:
—No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Ellos dijeron:
—Podemos.
Y Jesús les dijo:
—Beberán la copa que yo bebo, y serán bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado.
41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan. 42 Pero Jesús los llamó y les dijo:
—Ustedes saben que los que son tenidos por príncipes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. 43 Pero no es así entre ustedes. Más bien, cualquiera que anhele hacerse grande entre ustedes será su servidor, 44 y cualquiera que anhele ser el primero entre ustedes será siervo de todos. 45 Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Jesús sana al ciego Bartimeo
46 Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar diciendo:
—¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Muchos lo regañaban para que se callara, pero él gritaba aun más fuerte:
—¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús se detuvo y mandó llamarle. Llamaron al ciego diciéndole:
—Ten confianza. Levántate. Él te llama.
50 Entonces él, tirando su manto, se levantó y fue a Jesús. 51 Y Jesús le respondió diciendo:
—¿Qué quieres que te haga?
El ciego le dijo:
—Rabí, que yo recobre la vista.
52 Jesús le dijo:
—Vete. Tu fe te ha salvado.
Al instante recobró la vista y seguía a Jesús en el camino.
La entrada triunfal en Jerusalén
11 Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos 2 y les dijo:
—Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando hayan entrado allí, en seguida hallarán atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 3 Y si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez”.
4 Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles, y lo desataron. 5 Algunos de los que estaban allí les dijeron:
—¿Qué hacen desatando al borriquillo?
6 Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y los dejaron ir.
7 Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. 8 Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles[n]. 9 Los que iban delante y los que lo seguían aclamaban:
—¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![o]. 10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!
11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.
Jesús y la higuera sin fruto
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 13 Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo. Cuando fue a ella, no encontró nada más que hojas porque no era tiempo de higos. 14 Entonces Jesús dijo a la higuera: “¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!”. Y lo oyeron sus discípulos.
Jesús purifica el templo
15 Llegaron a Jerusalén y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, 16 y no consentía que nadie cruzara por el templo llevando utensilio alguno. 17 Y enseñaba diciendo: “¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?[p] Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones”[q].
18 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. 19 Y al llegar la noche Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
Lección de la higuera seca
20 Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo:
—Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús les dijo:
—Tengan[r] fe en Dios. 23 De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y que no dude en su corazón sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho. 24 Por esta razón les digo que todo por lo cual oran y piden, crean que lo han recibido y les será hecho. 25 Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo para que su Padre que está en los cielos también les perdone a ustedes sus ofensas. 26 [s].
La autoridad de Jesús
27 Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le decían:
—¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
29 Entonces Jesús les dijo:
—Yo les haré una pregunta. Respóndanme, y yo les diré con qué autoridad hago estas cosas: 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme.
31 Entonces ellos razonaban entre sí diciendo:
—Si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creyeron?”. 32 Pero si decimos “de los hombres…”.
Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta. 33 Entonces, respondiendo a Jesús, dijeron:
—No sabemos.
Y Jesús les dijo:
—Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los labradores malvados
12 Entonces comenzó a hablarles en parábolas:
—Un hombre plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó un lagar, edificó una torre[t], la arrendó a unos labradores y se fue lejos. 2 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para recibir de los labradores una parte del fruto de la viña. 3 Pero ellos lo tomaron, lo hirieron y lo enviaron con las manos vacías. 4 Volvió a enviarles otro siervo, pero a ese lo hirieron en la cabeza y lo afrentaron. 5 Y envió otro, y a este lo mataron. Envió a muchos otros, pero ellos herían a unos y mataban a otros.
6 »Teniendo todavía un hijo suyo amado, por último, también lo envió a ellos diciendo: “Tendrán respeto a mi hijo”. 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vengan, matémosle, y la heredad será nuestra”. 8 Y lo prendieron, lo mataron y lo echaron fuera de la viña.
9 »¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, destruirá a los labradores y les dará la viña a otros. 10 ¿No han leído esta Escritura:
La piedra que desecharon los edificadores, esta fue hecha cabeza de ángulo.
11 De parte del Señor sucedió esto,
y es maravilloso en nuestros ojos?[u].
12 Ellos procuraban prenderle, pero temían a la multitud porque sabían que en aquella parábola se había referido a ellos. Y dejándole, se fueron.
Pregunta sobre el tributo al César
13 Entonces enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo sorprendieran en alguna palabra. 14 Y viniendo le dijeron:
—Maestro, sabemos que eres hombre de verdad y que no te cuidas de nadie porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Daremos o no daremos?
15 Entonces él, como entendió la hipocresía de ellos, les dijo:
—¿Por qué me prueban? Tráiganme una moneda romana[v] para que la vea.
16 Se la trajeron, y él les dijo:
—¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Le dijeron:
—Del César.
17 Entonces Jesús les dijo:
—Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
Y se maravillaban de él.
Pregunta acerca de la resurrección
18 Entonces vinieron a él unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
19 —Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano[w]. 20 Había siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar descendencia. 21 La tomó el segundo y murió sin dejar descendencia. El tercero, de la misma manera. 22 Así los siete no dejaron descendencia. Después de todos, murió también la mujer. 23 En la resurrección, cuando resuciten, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?
24 Entonces Jesús les dijo:
—¿No es por esto que están equivocados, porque no conocen las Escrituras ni tampoco el poder de Dios? 25 Porque cuando resuciten de entre los muertos no se casarán ni se darán en casamiento sino que son como los ángeles que están en los cielos. 26 Y con respecto a si resucitan los muertos, ¿no han leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?[x]. 27 Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Ustedes se equivocan mucho.
El gran mandamiento
28 Se le acercó uno de los escribas al oírlos discutir y, dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó:
—¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió:
—El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas[y]. 31 El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo[z]. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
32 Entonces el escriba le dijo:
—Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él[aa], 33 y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento[ab] y con todas las fuerzas[ac], y amar al prójimo como a uno mismo[ad], vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Y viendo Jesús que había respondido sabiamente, le dijo:
—No estás lejos del reino de Dios.
Ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.
Jesús, hijo y Señor de David
35 Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía:
—¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo mediante el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies”[ae].
37 David mismo le llama “Señor”; ¿cómo es, pues, su hijo?
Y la gran multitud lo escuchaba con gusto.
Jesús denuncia a los escribas
38 Y en su enseñanza decía:
—Guárdense de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas, que aman las salutaciones en las plazas, 39 las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación.
La ofrenda de la viuda pobre
41 Estando Jesús sentado frente al arca del tesoro, observaba cómo el pueblo echaba dinero en el arca. Muchos ricos echaban mucho, 42 y una viuda pobre vino y echó dos monedas pequeñas de poco valor. 43 Él llamó a sus discípulos y les dijo:
—De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca. 44 Porque todos han echado de su abundancia; pero esta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento.
La inminente destrucción del templo
13 Cuando él salía del templo, uno de sus discípulos dijo:
—Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!
2 Y Jesús le dijo:
—¿Ven estos grandes edificios? Aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
Señales que anticipan el fin
3 Estando él sentado en el monte de los Olivos frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban aparte:
4 —Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse?
5 Jesús comenzó a decirles:
—Miren que nadie los engañe. 6 Muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, y engañarán a muchos. 7 Pero cuando oigan de guerras y de rumores de guerras, no se turben. Es necesario que así suceda pero todavía no es el fin. 8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos por todas partes. Habrá hambres. Estos son principio de dolores.
9 »Pero ustedes miren por ustedes mismos. Porque los entregarán en los concilios, y serán azotados en las sinagogas. Por mi causa serán llevados delante de gobernadores y de reyes, para testimonio a ellos. 10 Es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones. 11 Cuando los lleven para entregarlos, no se preocupen por lo que tengan que decir. Más bien, hablen lo que les sea dado en aquella hora; porque no son ustedes los que hablan sino el Espíritu Santo. 12 El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir. 13 Y ustedes serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, este será salvo.
La abominación desoladora
14 »Pero cuando vean que la abominación desoladora[af] se ha establecido donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. 15 El que esté en la azotea no descienda ni entre para sacar algo de su casa, 16 y el que esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto. 17 ¡Ay de las que estén embarazadas y de las que críen en aquellos días! 18 Oren, pues, que no acontezca en invierno. 19 Porque aquellos días serán de tribulación como nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora ni habrá jamás. 20 Si el Señor no hubiera acortado aquellos días, no se salvaría nadie; pero, por causa de los escogidos que él eligió, él ha acortado aquellos días.
Falsos cristos y falsos profetas
21 »Entonces, si alguien les dice: “He aquí, aquí está el Cristo”, o “He allí, allí está”, no le crean. 22 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de ser posible, a los escogidos. 23 Pero ustedes, ¡miren! Se lo he dicho todo de antemano.
La venida del Hijo del Hombre
24 »Entonces en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. 25 Las estrellas caerán del cielo y los poderes que están en los cielos serán sacudidos[ag]. 26 Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes[ah] con gran poder y gloria. 27 Después enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 »De la higuera aprendan la parábola: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, saben que el verano está cerca. 29 Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que está cerca, a las puertas. 30 De cierto les digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. 31 El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán.
32 »Pero acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo sino solo el Padre. 33 Miren y velen[ai] porque no saben cuándo será el tiempo. 34 Será como el hombre que al salir de viaje dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. 35 Velen, pues, porque no saben cuándo vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; 36 no sea que cuando vuelva de repente los halle durmiendo. 37 Lo que a ustedes les digo, a todos les digo: ¡Velen!
Acuerdo para matar a Jesús
14 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderlo por engaño y matarlo 2 pues decían: “No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo”.
Jesús es ungido en Betania
3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús. 4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron:
—¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5 Porque podría haberse vendido este perfume por casi un año de salario y haberse dado a los pobres.
Y murmuraban contra ella, 6 pero Jesús dijo:
—Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una buena obra conmigo. 7 Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, y cuando quieren les pueden hacer bien, pero a mí no siempre me tienen. 8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9 De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella.
Judas ofrece traicionar a Jesús
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. 11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.
Preparativos para la Pascua
12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron:
—¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?
13 Él envió a dos de sus discípulos y les dijo:
—Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo 14 y, donde entre, digan al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”. 15 Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparen allí para nosotros.
16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.
Jesús anuncia la traición de Judas
17 Al atardecer fue con los doce 18 y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo:
—De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.
19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro:
—¿Acaso seré yo?
20 Él les dijo:
—Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato. 21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.
La Cena del Señor
22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo:
—Tomen; esto es mi cuerpo.
23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella. 24 Y él les dijo:
—Esto es mi sangre del pacto[aj], la cual es derramada a favor de muchos. 25 De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.
26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de Pedro
27 Entonces Jesús les dijo:
—Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas[ak]. 28 Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.
29 Entonces Pedro le dijo:
—Aunque todos sean escandalizados, yo no.
30 Jesús le dijo:
—De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
31 Pero él le decía con mayor insistencia:
—Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré.
También todos decían lo mismo.
Angustia de Jesús en Getsemaní
32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
—Siéntense aquí mientras yo oro.
33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo:
—Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.
35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora. 36 Decía:
—¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro:
—Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora? 38 Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.
39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras. 40 Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.
41 Volvió por tercera vez y les dijo:
—¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 ¡Levántense, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.
Jesús es arrestado
43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. 44 El que lo entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ese es. Préndanlo y llévenlo con seguridad”. 45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo:
—¡Rabí!
Y le besó. 46 Entonces ellos le echaron mano y lo prendieron; 47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.
48 Jesús respondió y les dijo:
—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos para prenderme? 49 Cada día yo estaba delante de ustedes enseñando en el templo, y no me prendieron. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
50 Entonces todos los suyos lo abandonaron y huyeron. 51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, lo seguía; y lo prendieron. 52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
Jesús ante el Sanedrín
53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.
55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a muerte, pero no lo hallaban. 56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban. 57 Entonces se levantaron unos y dieron falso testimonio contra él diciendo:
58 —Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”.
59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos. 60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y le preguntó a Jesús diciendo:
—¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?
61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo:
—¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
62 Jesús le dijo:
—Yo soy. Y además, verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder[al] y viniendo con las nubes del cielo[am].
63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo:
—¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64 Ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?
Y todos ellos lo condenaron como reo de muerte. 65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle bofetadas diciendo:
—¡Profetiza!
También los guardias lo recibieron a bofetadas.
Pedro niega a Jesús
66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote. 67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo:
—¡Tú también estabas con Jesús de Nazaret!
68 Pero él negó diciendo:
—No lo conozco, ni sé lo que dices.
Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó. 69 Cuando la criada lo vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí:
—Este es uno de ellos.
70 Pero él negó otra vez.
Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro:
—Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo[an].
71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar:
—¡No conozco a este hombre de quien hablan!
72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez; y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, me negarás tres veces”. Y pensando en esto, lloraba.
Jesús ante Pilato
15 Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
2 Y Pilato le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
Y respondiendo le dijo:
—Tú lo dices.
3 Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas. 4 Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo:
—¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5 Pero Jesús, aun con eso, no respondió nada, de modo que Pilato se maravillaba.
6 En la fiesta Pilato solía soltarles un preso, el que pidieran. 7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección. 8 La multitud se levantó y comenzó a pedir que les hiciera como acostumbraba.
9 Entonces Pilato les respondió diciendo:
—¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?
10 Porque sabía que por envidia lo habían entregado los principales sacerdotes. 11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltara más bien a Barrabás. 12 De nuevo intervino Pilato y les decía:
—¿Qué, pues, quieren que haga con el que llaman “el rey de los judíos”?
13 De nuevo gritaron:
—¡Crucifícalo!
14 Entonces Pilato les dijo:
—Pues, ¿qué mal ha hecho?
Pero lanzaron gritos aun más fuertes:
—¡Crucifícalo!
15 Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.
Los soldados se burlan de Jesús
16 Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía. 17 Lo vistieron de púrpura y, habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron 18 y comenzaron a aclamarle:
—¡Viva, rey de los judíos!
19 También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje.
20 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces lo sacaron para crucificarle.
La crucifixión de Jesús
21 Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús. 22 Y lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera. 23 Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24 Y lo crucificaron, y repartieron sus vestidos echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. 25 Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. 26 El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27 Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. 28 [ao], 29 Y los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas y diciendo:
—¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, 30 ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz!
31 De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían:
—A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. 32 ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos!
También los que estaban crucificados con él lo injuriaban.
La muerte de Jesús
33 Cuando llegó el medio día, descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 34 Y a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:
—¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? (que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[ap].
35 Al oírle, algunos de los que estaban allí decían:
—He aquí, llama a Elías.
36 Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo:
—Dejen, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo.
39 El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo:
—¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!
40 También estaban allí algunas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé. 41 Cuando Jesús estaba en Galilea, estas lo seguían y le servían. También había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Jesús es sepultado
42 Cuando ya atardecía, siendo el día de la Preparación; es decir, la víspera del sábado, 43 llegó José de Arimatea, miembro ilustre del concilio, quien también esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
44 Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto. 45 Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. 46 Comprando una sábana y bajándolo de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
47 María Magdalena y María la madre de José miraban dónde lo ponían.
La resurrección de Jesús
16 Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María madre de Jacobo y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro apenas salido el sol, 3 y se decían una a la otra:
—¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?
4 Pero cuando miraron, vieron que la piedra ya había sido removida, a pesar de que era muy grande. 5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de una larga ropa blanca, y se asustaron. 6 Pero él les dijo:
—No se asusten. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. He aquí el lugar donde lo pusieron. 7 Pero vayan, digan a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como les dijo.
8 Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque temblaban y estaban presas de espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo[aq].
Una conclusión del Evangelio
9 [Una vez resucitado Jesús, muy de mañana en el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena de la cual había echado siete demonios. 10 Ella fue y lo anunció a los que habían estado con él, que estaban tristes y lloraban. 11 Pero cuando ellos oyeron que estaba vivo y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
12 Después apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo. 13 Ellos fueron y lo anunciaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
14 Luego apareció a los once cuando estaban sentados a la mesa, y les reprendió por su incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
15 Y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. 16 El que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será condenado. 17 Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, 18 tomarán serpientes en las manos[ar], y si llegan a beber cosa venenosa no les dañará. Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
19 Después que les habló, el Señor Jesús fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Y ellos salieron y predicaron en todas partes, actuando con ellos el Señor y confirmando la palabra con las señales que seguían[as]][at].
Prólogo: dedicatoria a Teófilo
1 Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, 2 así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, 3 me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.
Anuncio del nacimiento de Juan
5 En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran justos delante de Dios, y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor. 7 No tenían hijos, porque Elisabet era estéril y ambos eran de edad avanzada.
8 Aconteció que cuando Zacarías ejercía el sacerdocio delante de Dios, en el turno de su clase[au], 9 conforme a la costumbre del sacerdocio le tocó por sorteo entrar en el templo del Señor para quemar el incienso. 10 Toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del incienso.
11 Entonces el ángel del Señor se le apareció, puesto de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Zacarías se turbó cuando lo vio, y el temor se apoderó de él. 13 Pero el ángel le dijo:
—¡No temas, Zacarías! Porque tu oración ha sido atendida. Tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo y llamarás su nombre Juan. 14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento 15 porque él será grande delante del Señor[av]. Nunca beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios. 17 Él mismo irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo apercibido.
18 Y Zacarías dijo al ángel:
—¿Cómo podré estar seguro de esto? Pues yo soy viejo y mi esposa es de edad avanzada.
19 Respondió el ángel y le dijo:
—Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. 20 He aquí, quedarás mudo e incapaz de hablar hasta el día en que se realice esto, por cuanto no has creído a mis palabras las cuales se cumplirán a su debido tiempo.
21 El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él pasara tanto tiempo en el templo. 22 Cuando salió, no les podía hablar; y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo. Él se comunicaba con ellos por señas pues se había quedado mudo.
23 Sucedió que, cuando se cumplieron los días de este ministerio, él se fue a su casa. 24 Y después de aquellos días su mujer Elisabet concibió y se recluyó por cinco meses diciendo:
25 —Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.
Anuncio del nacimiento de Jesús
26 En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. El nombre de la virgen era María. 28 Cuando entró a donde ella estaba, dijo:
—¡Te saludo[aw], muy favorecida! El Señor está contigo[ax].
29 Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería esta. 30 Entonces el ángel le dijo:
—¡No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios! 31 He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. 33 Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.
34 Entonces María dijo al ángel:
—¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón.
35 Respondió el ángel y le dijo:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 He aquí, también tu parienta Elisabet ha concebido un hijo en su vejez. Este es el sexto mes para ella que era llamada estéril. 37 Porque ninguna cosa será imposible para Dios.
38 Entonces María dijo:
—He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.
Y el ángel se fue de ella.
María visita a Elisabet
39 En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá. 40 Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. 41 Aconteció que, cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz y dijo:
—¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿De dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque he aquí, cuando llegó a mis oídos la voz de tu saludo, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor.
El cántico de María
46 Y María dijo:
—Engrandece mi alma al Señor;
47 y mi espíritu se alegra
en Dios, mi Salvador,
48 porque ha mirado
la bajeza de su sierva.
He aquí, pues, desde ahora
me tendrán por bienaventurada todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas conmigo.
Su nombre es santo,
50 y su misericordia es
de generación en generación, para con los que le temen.
51 Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios
en el pensamiento de sus corazones.
52 Quitó a los poderosos de sus tronos
y levantó a los humildes.
53 A los hambrientos sació de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.
54 Ayudó a Israel, su siervo,
para acordarse de la misericordia,
55 tal como habló a nuestros padres;
a Abraham y a su descendencia para siempre.
56 Y María se quedó con ella como tres meses, y regresó a su casa.
El nacimiento de Juan el Bautista
57 Se cumplió para Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. 58 Los vecinos y los parientes oyeron que Dios había engrandecido su misericordia hacia ella y se regocijaron con ella. 59 Aconteció que, al octavo día, vinieron para circuncidar al niño, y lo llamaban con el nombre de su padre, Zacarías. 60 Y su madre respondiendo, dijo:
—¡No! Más bien será llamado Juan.
61 Y le dijeron:
—No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre.
62 Preguntaban por señas a su padre cómo quería llamarle. 63 Y, pidiendo una tablilla escribió diciendo: “Juan es su nombre”. Y todos se maravillaron. 64 Al instante su boca fue abierta, y se le soltó la lengua y comenzó a hablar bendiciendo a Dios. 65 Cayó temor sobre todos sus vecinos, y por toda la región montañosa de Judá se divulgaban todas estas cosas. 66 Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo:
—Pues, ¿quién será este niño?
Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él.
El cántico de Zacarías
67 Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo:
68 —Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido
a su pueblo.
69 Ha levantado para nosotros
un Salvador poderoso[ay]
en la casa de su siervo David,
70 tal como habló por boca
de sus santos profetas
que fueron desde antiguo:
71 Salvación de nuestros enemigos
y de la mano de todos los
que nos aborrecen,
72 para hacer misericordia
con nuestros padres
y para acordarse de su santo pacto.
73 Este es el juramento
que juró a Abraham nuestro padre, para concedernos que,
74 una vez rescatados de las manos
de los enemigos[az],
le sirvamos sin temor,
75 en santidad y en justicia
delante de él todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo
porque irás delante del Señor
para preparar sus caminos;
77 para dar a su pueblo conocimiento
de salvación
en el perdón de sus pecados
78 a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios,
con que la luz de la aurora nos visitará[ba] de lo alto;
79 para alumbrar a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz.
80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel.
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