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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Lucas 2-9

El nacimiento de Jesús

Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto para levantar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta.

Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se cumplieron los días de su alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el mesón.

Anuncio de los ángeles a los pastores

Había pastores en aquella región que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y un ángel del Señor se presentó ante ellos y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor. 10 Pero el ángel les dijo:

—No teman, porque he aquí les doy buenas noticias de gran gozo que serán para todo el pueblo: 11 que hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. 12 Y esto les servirá de señal: Hallarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

13 De repente, apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales que alababan a Dios y decían:

14 —¡Gloria a Dios en las alturas,

y en la tierra paz

entre los hombres de buena voluntad[a]!

15 Aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo los pastores se decían unos a otros:

—Pasemos ahora mismo hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer.

16 Fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verle, dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño. 18 Todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron; 19 pero María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. 20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho.

Presentación de Jesús en el templo

21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que le fue puesto por el ángel antes que él fuera concebido en el vientre.

22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la Ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor 23 (así como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abre la matriz será llamado santo al Señor[b]) 24 y para dar la ofrenda conforme a lo dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma[c].

El cántico de Simeón

25 He aquí, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre era justo y piadoso; esperaba la consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 A él le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, entró en el templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús para hacer con él conforme a la costumbre de la ley, 28 Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:

29 —Ahora, Soberano Señor,

despide a tu siervo en paz

conforme a tu palabra;

30 porque mis ojos han visto tu salvación

31 que has preparado en presencia

de todos los pueblos:

32 luz para revelación de las naciones

y gloria de tu pueblo Israel.

33 Su padre[d] y su madre se maravillaban de las cosas que se decían de él. 34 Y Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:

—He aquí, este es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha, 35 para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu misma alma.

El testimonio de Ana

36 También estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su matrimonio[e] 37 y había quedado como viuda hasta ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones de noche y de día. 38 En la misma hora acudió al templo, y daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

Niñez de Jesús en Nazaret

39 Cuando cumplieron con todos los requisitos de la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

El niño Jesús entre los maestros

41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Cuando cumplió doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Una vez acabados los días de la fiesta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres[f] no lo supieron. 44 Suponiendo que él estaba en la caravana, fueron un día de camino y lo buscaban entre los parientes y los conocidos. 45 Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole.

46 Aconteció que después de tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que lo oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas. 48 Cuando lo vieron se maravillaron, y su madre le dijo:

—Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te buscábamos con angustia.

49 Entonces él les dijo:

—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?

50 Pero ellos no entendieron el dicho que les habló. 51 Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 52 Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

Ministerio de Juan el Bautista

En el año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de las regiones de Iturea y de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia; en tiempo de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Entonces él anduvo por toda la región alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:

Voz del que proclama en el desierto: “Preparen el camino del Señor;

enderecen sus sendas.

Todo valle será rellenado,

y toda montaña y colina serán rebajadas. Los senderos torcidos serán enderezados;

y los caminos ásperos, allanados;

y toda carne verá la salvación de Dios”[g].

Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él:

—¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira venidera? Produzcan, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no comiencen a decir dentro de ustedes mismos: “A Abraham tenemos por padre”. Porque les digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. También, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

10 Las multitudes le preguntaban diciendo:

—Pues, ¿qué haremos?

11 Respondiendo les decía:

—El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo.

12 También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron:

—Maestro, ¿qué haremos?

13 Él les decía:

—No cobren más de lo que les está ordenado.

14 También unos soldados le preguntaban diciendo:

—Y nosotros, ¿qué haremos?

Él les dijo:

—No hagan extorsión ni denuncien falsamente a nadie, y conténtense con sus salarios.

15 Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos especulaban en su corazón si acaso Juan sería el Cristo, 16 Juan respondió a todos diciendo:

—Yo, a la verdad, les bautizo en agua. Pero viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. Él les bautizará en el Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará.

18 Así que, exhortando con estas y otras muchas cosas, anunciaba las buenas noticias al pueblo.

19 Pero el tetrarca Herodes, cuando fue reprendido por Juan respecto de Herodía, la mujer de su hermano[h], y de todas las maldades que Herodes había hecho, 20 añadió a todo también esto: Encerró a Juan en la cárcel.

El bautismo de Jesús

21 Aconteció que, en el tiempo en que todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo fue abierto 22 y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como paloma. Luego vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”[i].

Genealogía de Jesús

23 Al comenzar su ministerio, Jesús tenía como treinta años. Él era (según se creía) hijo de José,

24 hijo de Elí, hijo de Matat,

hijo de Leví, hijo de Melqui,

hijo de Jana, hijo de José,

25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de Esli,

26 hijo de Nagai, hijo de Maat,

hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,

27 hijo de Joanán, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel,

28 hijo de Neri, hijo de Melqui,

hijo de Adi, hijo de Cosam,

hijo de Elmodam, hijo de Er,

29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,

30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José,

hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,

31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,

32 hijo de David, hijo de Isaí,

hijo de Obed, hijo de Boaz,

hijo de Salá[j], hijo de Najsón,

33 hijo de Aminadab, hijo de Admín[k], hijo de Arní, hijo de Hesrón, hijo de Fares, hijo de Judá,

34 hijo de Jacob, hijo de Isaac,

hijo de Abraham, hijo de Taré,

35 hijo de Nacor, hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sélaj,

36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé,

37 hijo de Lamec, hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared,

hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,

38 hijo de Enós, hijo de Set,

hijo de Adán, hijo de Dios.

La tentación de Jesús

Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan.

Jesús le respondió:

—Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre[l].

Al llevarle[m] a una altura[n], le mostró todos los reinos de la tierra en un momento. Y el diablo le dijo:

—A ti te daré toda autoridad y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien yo quiero. Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo.

Respondiendo Jesús, le dijo:

—Escrito está:

Al Señor tu Dios adorarás,

Y a él solo servirás[o].

Y lo llevó a Jerusalén y lo puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios échate de aquí abajo. 10 Porque escrito está:

A sus ángeles mandará

acerca de ti

para que te guarden,

11 y en sus manos te llevarán,

de modo que nunca tropieces

con tu pie en piedra[p].

12 Respondiendo Jesús, le dijo:

—Dicho está: No pondrás a prueba al Señor tu Dios[q].

13 Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él por algún tiempo.

Jesús comienza su ministerio

14 Entonces Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y su fama se difundió por toda la tierra de alrededor. 15 Él enseñaba en las sinagogas de ellos y era glorificado por todos.

Jesús en la sinagoga de Nazaret

16 Fue a Nazaret, donde se había criado y, conforme a su costumbre, el día sábado entró en la sinagoga y se levantó para leer. 17 Se le entregó el rollo del profeta Isaías; y cuando abrió el rollo encontró el lugar donde estaba escrito:

18 El Espíritu del Señor

está sobre mí,

porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres;

me ha enviado para[r] proclamar

libertad a los cautivos

y vista a los ciegos,

para poner en libertad

a los oprimidos

19 y para proclamar

el año agradable del Señor[s].

20 Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Entonces comenzó a decirles:

—Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes.

22 Todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían:

—¿No es este el hijo de José?

23 Entonces él les dijo:

—Sin duda, me dirán este refrán: “Médico, sánate a ti mismo. Hemos oído que sucedieron tantas cosas en Capernaúm; haz lo mismo también aquí en tu tierra”.

24 Y añadió:

—De cierto les digo, que ningún profeta es aceptado en su tierra. 25 Pero en verdad les digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra, 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón[t]. 27 También había muchos leprosos en Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado sino el sirio Naamán[u].

28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, 29 y se levantaron y lo echaron fuera de la ciudad. Luego lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad para despeñarle. 30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.

El endemoniado de Capernaúm

31 Entonces descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los sábados. 32 Y se asombraban de su enseñanza porque su palabra era con autoridad.

33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, y él exclamó a gran voz:

34 —¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!

35 Jesús le reprendió, diciendo:

—¡Cállate y sal de él!

Entonces el demonio salió de él derribándolo allí en medio de todos pero sin hacerle ningún daño. 36 Todos quedaron asombrados y hablaban entre sí diciendo:

—¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

37 Y su fama se divulgaba por todos los lugares de la región.

Jesús sana a la suegra de Pedro

38 Levantándose Jesús, se apartó de la sinagoga y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba postrada con una fuerte fiebre, y le rogaron por ella. 39 Él se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre y la fiebre la dejó, y en seguida ella se levantó y comenzó a servirles.

40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Y él, al poner las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. 41 Y también de muchos salían demonios, dando gritos y diciendo: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar porque ellos sabían que él era el Cristo.

Jesús predica en Galilea

42 Siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto y las multitudes lo buscaban. Acudieron a él y lo detenían para que no se apartara de ellos. 43 Pero él les dijo: “Me es necesario anunciar el evangelio del reino de Dios a otras ciudades también, porque para esto he sido enviado”. 44 E iba predicando por las sinagogas de Galilea[v].

La pesca milagrosa

Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a este que la apartara de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca. Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón:

—Boga mar adentro, y echen sus redes para pescar.

Simón le respondió y dijo:

—Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red.

Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces y sus redes se rompían. Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca para que vinieran a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas de manera que se hundían. Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando:

—¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador!

Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él, 10 y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón:

—No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres.

11 Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y lo siguieron.

Jesús sana a un leproso

12 Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. Él vio a Jesús y, postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13 Entonces extendió la mano y lo tocó diciendo:

—Quiero. ¡Sé limpio!

Al instante la lepra desapareció de él. 14 Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo:

—Ve y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.

15 Sin embargo, su fama se extendía cada vez más y se juntaban a él muchas multitudes para oírlo y para ser sanadas de sus enfermedades. 16 Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba.

Jesús sana a un paralítico

17 Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús. 19 Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y, juntamente con la camilla, lo bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús. 20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo:

—Hombre, tus pecados te son perdonados.

21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo:

—¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?

22 Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo:

—¿Qué razonan en sus corazones? 23 ¿Qué es más fácil? ¿Decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 24 Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!

25 De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían:

—¡Hoy hemos visto maravillas!

El llamamiento de Leví

27 Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo:

—¡Sígueme!

28 Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

29 Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Los fariseos y los escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo:

—¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores?

31 Respondiendo Jesús, les dijo:

—Los sanos no tienen necesidad de médico sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento.

Preguntas sobre el ayuno

33 Entonces ellos le dijeron:

—Los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben.

34 Jesús les dijo:

—¿Acaso ustedes pueden hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán.

36 Les decía también una parábola:

—Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. 37 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres, el vino se derramará y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos[w]. 39 Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo porque dice: “Lo añejo es lo mejor”.

Jesús: Señor del sábado

Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos arrancaban espigas y las comían restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos dijeron:

—¿Por qué hacen lo que no es lícito hacer en los sábados?

Respondiéndoles, Jesús dijo:

—¿No han leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él?[x]. Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia[y], que no es lícito comer sino solo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él.

También les decía:

—El Hijo del Hombre es Señor del sábado.

El hombre de la mano paralizada

Aconteció en otro sábado, que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. Los escribas y los fariseos lo acechaban para ver si lo sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada:

—Levántate y ponte en medio.

Él se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo:

—Yo les pregunto: “¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?”.

10 Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre:

—Extiende tu mano.

Él lo hizo, y su mano le fue restaurada. 11 Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús.

Elección de los doce apóstoles

12 Aconteció en aquellos días, que Jesús salió al monte para orar y pasó toda la noche en oración a Dios. 13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce a quienes también llamó apóstoles: 14 a Simón, al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; 15 a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote; 16 a Judas hijo de Jacobo[z], y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor.

Las multitudes siguen a Jesús

17 Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus discípulos y un gran número de personas de toda Judea, de Jerusalén y de las costas de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades. 18 Los que eran atormentados por espíritus inmundos eran sanados, 19 y toda la gente procuraba tocarlo; porque salía poder de él y sanaba a todos.

Bienaventuranzas y ayes

20 Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía:

“Bienaventurados ustedes los pobres porque de ustedes es el reino de Dios.

21 “Bienaventurados los que ahora tienen hambre porque serán saciados.

“Bienaventurados los que ahora lloran porque reirán.

22 “Bienaventurados son cuando los hombres los aborrecen, cuando los apartan de sí y los vituperan, y desechan el nombre de ustedes como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Gócense en aquel día y salten de alegría porque he aquí su galardón es grande en el cielo; pues así hacían los padres de ustedes a los profetas.

24 “Pero ¡ay de ustedes los ricos! Porque están recibiendo su consuelo.

25 “¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados! Porque tendrán hambre.

“¡Ay de ustedes, los que ahora se ríen! Porque se lamentarán y llorarán.

26 “¡Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablan bien de ustedes! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

El amor al enemigo: la regla de oro

27 “Pero a ustedes, los que oyen, les digo: Amen a sus enemigos y hagan bien a los que los aborrecen; 28 bendigan a los que los maldicen y oren por los que los maltratan. 29 Al que te hiera en la mejilla preséntale también la otra; y al que te quite el manto no le niegues la túnica. 30 A cualquiera que te pida dale; y al que tome lo que es tuyo no se lo vuelvas a pedir.

31 “Y como quieren que hagan los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos. 32 Porque si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si dan prestado a aquellos de quienes esperaban recibir, ¿qué mérito tienen? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto.

35 “Más bien, amen a sus enemigos y hagan bien y den prestado sin esperar ningún provecho. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos. 36 Sean misericordiosos, como también su Padre es misericordioso.

El juzgar a los demás

37 “No juzguen, y no serán juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen, y serán perdonados. 38 Den, y se les dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se les dará en su regazo. Porque con la medida con que miden se les volverá a medir”.

39 Entonces les dijo una parábola: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro. 41 ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.

43 “No es buen árbol el que da malos frutos ni es árbol malo el que da buen fruto. 44 Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos ni tampoco se vendimian uvas de una zarza. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Parábola de los dos cimientos

46 “¿Por qué me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que digo? 47 Yo les mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace. 48 Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa y no la pudo mover porque había sido bien construida. 49 Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó y fue grande la ruina de aquella casa”.

Jesús sana al siervo del centurión

Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que lo escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. Y el siervo de cierto centurión, a quien este tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole:

—Él es digno de que le concedas esto porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga.

Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle:

—Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra y mi criado será sanado. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a este: “Ve”, y él va; digo al otro: “Ven”, y él viene; y digo a mi siervo: “Haz esto”, y él lo hace.

Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él y, dándose vuelta, dijo a la gente que lo seguía:

—¡Les digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe!

10 Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Aconteció que, poco después, él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud lo acompañaban. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un muerto, el único hijo de su madre la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo:

—No llores.

14 Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo:

—Joven, a ti te digo: ¡Levántate!

15 Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre. 16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo:

—¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo!

17 Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor.

Los mensajeros de Juan el Bautista

18 A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos 19 y los envió al Señor para preguntarle: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”. 20 Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron:

—Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.

21 En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo, les dijo:

—Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio. 23 Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.

Jesús testifica de Juan el Bautista

24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes:

—¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, les digo, y más que profeta! 27 Este es aquel de quien está escrito:

He aquí envío mi mensajero

delante de tu rostro,

quien preparará tu camino

delante de ti[aa].

28 Les digo que entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan[ab]. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él.

31 —¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32 Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y gritan los unos a los otros diciendo:

“Les tocamos la flauta

y no bailaron;

entonamos canciones de duelo

y no lloraron”.

33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y dicen: “¡Demonio tiene!”. 34 Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y dicen: “¡He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!”. 35 Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Una mujer pecadora recibe perdón

36 Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo se sentó a la mesa. 37 Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume. 38 Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume. 39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado a comer se dijo a sí mismo:

—Si este fuera profeta conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.

40 Entonces, respondiendo Jesús le dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

Él dijo:

—Di, Maestro.

41 —Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientas monedas, y el otro solamente cincuenta monedas. 42 Como ellos no tenían con qué pagar perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de estos lo amará más?

43 Respondiendo Simón, dijo:

—Supongo que aquel a quien perdonó más.

Y él le dijo:

—Has juzgado correctamente.

44 Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón:

—¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero esta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, esta no ha cesado de besar mis pies. 46 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero esta ha ungido mis pies con perfume. 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama.

48 Y a ella le dijo:

—Tus pecados te son perdonados.

49 Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí:

—¿Quién es este que hasta perdona pecados?

50 Entonces Jesús le dijo a la mujer:

—Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Mujeres que siguen a Jesús

Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les[ac] servían con sus bienes.

Parábola del sembrador

Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola: “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la roca y, cuando creció, se secó porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra y, cuando creció, llevó fruto a ciento por uno”.

Hablando de estas cosas, exclamó: “El que tiene oídos para oír, oiga”.

La parábola del sembrador explicada

Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. 10 Y él dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás en parábolas para que viendo no vean, y oyendo no entiendan[ad].

11 “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los de junto al camino son los que oyen pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones para que no crean y sean salvos. 13 Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero estos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, estos son los que oyeron pero, mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez. 15 Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, estos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída y llevan fruto con perseverancia.

Parábola de la lámpara

16 “Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero para que los que entren vean la luz. 17 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.

18 “Miren, pues, cómo oyen; porque a cualquiera que tenga le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado”.

La familia de Jesús

19 Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud. 20 Entonces se le avisó:

—Tu madre y tus hermanos están fuera deseando verte.

21 Pero él, respondiendo, les dijo:

—Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.

Jesús calma la tempestad

22 Aconteció en uno de aquellos días que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo:

—Pasemos a la otra orilla del lago.

Y zarparon. 23 Pero mientras ellos navegaban él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban. 24 Acercándose a él, lo despertaron diciendo:

—¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos!

Y despertándose reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron y se hizo bonanza. 25 Entonces les dijo:

—¿Dónde está la fe de ustedes?

Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros:

—¿Quién es este que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen?

Jesús sana a un endemoniado

26 Navegaron a la tierra de los gadarenos[ae], que está frente a Galilea. 27 Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa[af], ni vivía en una casa sino entre los sepulcros. 28 Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz:

—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!

29 Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos pero, rompiendo las ataduras, era impelido por el demonio a los desiertos. 30 Jesús le preguntó, diciendo:

—¿Cómo te llamas?

Y él dijo:

—Legión.

Porque muchos demonios habían entrado en él; 31 y le rogaban que no los mandara al abismo. 32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejara entrar en aquellos, y él les dio permiso. 33 Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago y se ahogó.

34 Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había pasado. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. 36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos[ag] le rogó que se apartara de ellos porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo:

39 —Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti.

Y él se fue proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él.

Jesús sana a una mujer

40 Al regresar Jesús, toda la gente lo recibió gozosa porque todos lo esperaban. 41 Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa 42 porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes lo apretujaban.

43 Y una mujer que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos[ah], no pudo ser sanada por nadie), 44 se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. 45 Entonces dijo Jesús:

—¿Quién es el que me ha tocado?

Y como todos negaban, Pedro le dijo:

—Maestro, las multitudes te aprietan y presionan.

46 Jesús dijo:

—Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando y, postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa lo había tocado y cómo había sido sanada al instante. 48 Él le dijo:

—Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

Jesús resucita a la hija de Jairo

49 Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle:

—Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

50 Al oír esto, Jesús le respondió:

—No temas; solo cree, y ella será salva.

51 Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie sino solo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña. 52 Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo:

—No lloren. Ella no ha muerto sino que duerme.

53 Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto. 54 Pero él la tomó de la mano y habló a gran voz diciendo:

—Niña, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le dieran de comer. 56 Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijeran lo que había sucedido.

La misión de los doce

Reuniendo a los doce[ai], les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y les dijo:

—No tomen nada para el camino: ni bastón ni bolsa ni pan ni dinero; ni tengan dos túnicas. En cualquier casa en que entren, permanezcan allí y de allí salgan. Y dondequiera que no los reciban, al salir de aquella ciudad sacudan el polvo de sus pies como testimonio contra ellos.

Y saliendo, pasaban de aldea en aldea anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

La muerte de Juan el Bautista

El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando y estaba perplejo porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos. Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado. Pero Herodes dijo: “A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es este de quien escucho tales cosas?”. Y procuraba verle.

Jesús alimenta a cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida. 11 Pero, al saberlo, las multitudes lo siguieron; y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados.

12 El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron:

—Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida porque aquí estamos en un lugar desierto.

13 Él les dijo:

—Denles ustedes de comer.

Pero ellos dijeron:

—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo.

14 Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:

—Hagan que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.

15 Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran. 16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusieran delante de la gente. 17 Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos.

La confesión de Pedro

18 Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Respondiendo ellos, dijeron:

—Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado.

20 Y les dijo:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Entonces Pedro, respondiendo, dijo:

—El Cristo de Dios.

21 Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22 Y les dijo:

—Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día.

Condiciones para seguir a Jesús

23 Decía entonces a todos:

—Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y la del Padre y la de los santos ángeles. 27 Y les digo, en verdad, que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios.

La transfiguración

28 Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes. 30 Y he aquí, dos hombres hablaban con él. Eran Moisés y Elías, 31 quienes aparecieron en gloria y hablaban de su partida que él iba a cumplir en Jerusalén. 32 Pedro y los otros con él estaban cargados de sueño; pero se mantuvieron vigilando y vieron su gloria y a dos hombres que estaban con él. 33 Aconteció que, mientras aquellos se apartaban de él, Pedro dijo a Jesús, sin saber lo que decía:

—Maestro, nos es bueno estar aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

34 Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en la nube. 35 Entonces de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Escogido[aj]. A él oigan”.

36 Cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho

37 Aconteció al día siguiente, cuando habían bajado del monte, que una gran multitud le salió al encuentro. 38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo:

—Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo. 39 He aquí un espíritu lo toma, y de repente grita y lo convulsiona con espumarajos; lo hace pedazos y difícilmente se aparta de él. 40 Yo rogué a tus discípulos que lo echaran fuera pero no pudieron.

41 Respondiendo Jesús, dijo:

—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes y los soportaré? Trae a tu hijo acá.

42 Y mientras aún se acercaba, el demonio lo derribó y lo convulsionó. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre. 43 Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia su humillación

Como todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

44 —Pongan en sus oídos estas palabras, porque el Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres.

45 Pero ellos no entendían este dicho, pues les estaba encubierto para que no lo percibieran. Y temían preguntarle acerca de este dicho.

Quién es el más importante

46 Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante. 47 Pero Jesús, percibiendo los razonamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso a su lado 48 y les dijo:

—Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre me recibe a mí; y cualquiera que me reciba a mí recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos ustedes, este es el más importante.

Quién está de su parte

49 Entonces respondiendo Juan, dijo:

—Maestro, vimos a cierto hombre echando fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos porque no sigue con nosotros.

50 Jesús le dijo:

—No se lo prohíban. Porque el que no es contra ustedes, por ustedes es.

El viaje decisivo a Jerusalén

51 Aconteció que, cuando se cumplía el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52 Envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos, 53 pero no lo recibieron porque vieron en su cara que iba a Jerusalén. 54 Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan le dijeron:

—Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?

55 Él se dio vuelta y los reprendió[ak], 56 y fueron a otra aldea.

Lo que cuesta seguir a Jesús

57 Mientras ellos iban por el camino, cierto hombre le dijo:

—¡Te seguiré a dondequiera que vayas!

58 Jesús le dijo:

—Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

59 Dijo a otro:

—Sígueme.

Pero él le dijo:

—Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre.

60 Y Jesús le dijo:

—Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú ¡ve y anuncia el reino de Dios!

61 Entonces también le dijo otro:

—Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los que están en mi casa.

62 Pero Jesús le dijo:

—Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás es apto para el reino de Dios.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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