Bible in 90 Days
Una trampa para Jesús
20 Los enemigos de Jesús querían arrestarlo y entregarlo al gobernador romano. Pero, como no tenían de qué acusarlo, enviaron a unos espías para que se hicieran pasar por personas buenas y vigilaran en qué momento Jesús decía algo malo.
21 Los espías le dijeron a Jesús:
—Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. Tú enseñas que todos deben obedecer a Dios, y tratas a todos por igual. 22 Por eso te preguntamos: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador de Roma, o no?
23 Como Jesús sabía que ellos querían ponerle una trampa, les respondió:
24 —Muéstrenme una moneda. ¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito?
Ellos contestaron:
—Del emperador de Roma.
25 Jesús les dijo:
—Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.
26 Los espías no lograron que Jesús cayera en la trampa. Quedaron sorprendidos por su respuesta y no supieron decir nada más.
Los saduceos hablan con Jesús
27 Después, unos saduceos fueron a ver a Jesús. Como ellos no creían que los muertos pueden volver a vivir, 28 le preguntaron:
—Maestro, Moisés escribió que, si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con esa mujer y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos son del hermano muerto y llevan su nombre.
29 »Pues bien, aquí vivían siete hermanos. El hermano mayor se casó y, tiempo más tarde, murió sin tener hijos. 30 El segundo hermano se casó con la misma mujer, pero tiempo después también él murió sin tener hijos. 31 Lo mismo sucedió con el tercer hermano y con el resto de los siete hermanos. 32 El tiempo pasó y la mujer también murió.
33 »Ahora bien, cuando Dios haga que todos los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?
34 Jesús contestó:
—Ahora los hombres y las mujeres se casan. 35 Pero Dios decidirá quiénes merecen volver a vivir. Cuando eso suceda, nadie se casará 36 ni morirá. Todos serán como los ángeles, y por haber vuelto a vivir serán hijos de Dios. 37 Hasta Moisés mismo nos demuestra que los muertos vuelven a vivir. En la historia del arbusto que ardía,[a] Moisés dijo que Dios es el Dios de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 38 Con eso, Moisés estaba demostrando que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos.[b]
39 Algunos maestros de la Ley que estaban allí dijeron:
—¡Maestro, diste una buena respuesta!
40 Después de esto, ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.
La pregunta acerca del Mesías
41 Jesús preguntó a los que estaban allí:
—¿Por qué dice la gente que el Mesías será un descendiente del rey David? 42 Si en el libro de los Salmos el mismo David dice:
“Dios le dijo a mi Señor el Mesías:
‘Siéntate a la derecha de mi trono,
43 hasta que yo derrote a tus enemigos.’”
44 »Si David llama Señor al Mesías, ¿cómo puede ser el Mesías descendiente de David?
Advertencia
45 Delante de toda la gente, Jesús les dijo a sus discípulos:
46 —¡Cuídense de los maestros de la Ley! A ellos les gusta vestir como gente importante, y que los saluden en el mercado con mucho respeto. Cuando van a una fiesta o a la sinagoga, les gusta ocupar los mejores puestos. 47 Ellos les quitan a las viudas sus casas, y luego hacen oraciones muy largas para que todos piensen que son gente buena. Pero Dios los castigará más duro que a los demás.
La ofrenda de la viuda pobre
21 Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas. 2 También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. 3 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. 4 Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.
El templo será destruido
5 Algunas personas estaban hablando de los hermosos bloques de piedra que se habían usado para construir el templo, y de los preciosos adornos colocados en sus paredes. Jesús dijo: 6 «Llegará el momento en que todo esto será destruido. ¡Ni una sola pared del templo quedará en pie!»
Prepárense para el fin
7 Los discípulos le preguntaron a Jesús:
—¿Cuándo será destruido el templo? ¿Cuál será la señal de que todo eso está por suceder?
8 Jesús les respondió:
—¡Cuidado! No se dejen engañar. Muchos vendrán y se harán pasar por mí, diciendo a la gente: “Yo soy el Mesías”, o “Ya ha llegado la hora”. Pero no les hagan caso. 9 Ustedes oirán que hay guerras y revoluciones en algunos países, pero no se asusten. Esas cosas pasarán, pero todavía no será el fin del mundo. 10 Los países pelearán unos contra otros, 11 y habrá grandes terremotos en muchos lugares. En otras partes, la gente no tendrá nada para comer, y muchos sufrirán de enfermedades terribles. En el cielo aparecerán cosas muy extrañas, que los harán temblar de miedo.
12 »Antes de que pase todo esto, habrá gente que los perseguirá y los tomará presos. Los entregará a las autoridades de la sinagoga y los meterá en la cárcel. Por ser mis discípulos, los llevarán ante los gobernadores y los reyes para que los castiguen.
13 »Ésa será una oportunidad para que ustedes hablen de mí. 14 No se preocupen en pensar qué dirán para defenderse. 15 Yo les ayudaré a contestar con inteligencia, y ninguno de sus enemigos podrá contradecirlos ni decir que están equivocados.
16 »Sus padres, hermanos, familiares y amigos los entregarán a las autoridades. A algunos de ustedes los matarán. 17 Todo el mundo los odiará por ser mis discípulos. 18 ¡Pero no se preocupen! 19 Si ustedes se mantienen firmes hasta el fin, se salvarán.
20 »Cuando vean a los ejércitos rodear la ciudad de Jerusalén, sepan que pronto será destruida. 21 Los que estén en la ciudad, salgan de ella; los que estén en los pueblos de la región de Judea, huyan hacia las montañas; y los que estén en el campo, no regresen a la ciudad. 22 En esos días, Dios castigará a los desobedientes, tal como estaba anunciado en la Biblia. 23 Las mujeres que en ese momento estén embarazadas van a sufrir mucho. ¡Pobrecitas de las que tengan hijos recién nacidos! Porque todos en este país sufrirán mucho y serán castigados. 24 A unos los matarán con espada, y a otros los llevarán prisioneros a otros países. La ciudad de Jerusalén será destruida y conquistada por gente de otro país, hasta que llegue el momento en que también esa gente sea destruida.
El regreso del Hijo del hombre
25 »Pasarán cosas extrañas en el sol, la luna y las estrellas. En todos los países, la gente estará confundida y asustada por el terrible ruido de las olas del mar. 26 La gente vivirá en tal terror que se desmayará al pensar en el fin del mundo. ¡Todas las potencias del cielo serán derribadas![c] 27 Esas cosas serán una señal de que estoy por volver al mundo. Porque entonces me verán a mí, el Hijo del hombre, venir en las nubes con mucho poder y gloria. 28 Cuando suceda todo eso, estén atentos, porque Dios los salvará pronto.
La lección de la higuera
29 Jesús también les puso este ejemplo:
«Aprendan la enseñanza que les da la higuera, o cualquier otro árbol. 30 Cuando a un árbol le salen hojas nuevas, ustedes saben que ya se acerca el verano. 31 Del mismo modo, cuando vean que sucede todo lo que yo les he dicho, sepan que el reino de Dios pronto comenzará. 32 Les aseguro que todo esto sucederá antes de que mueran algunos de los que ahora están vivos. 33 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras permanecerán para siempre.
Jesús advierte a sus discípulos
34 »¡Tengan cuidado! No pasen el tiempo pensando en banquetes y borracheras, ni en las muchas cosas que esta vida les ofrece. Porque el fin del mundo podría sorprenderlos en cualquier momento, 35 y ustedes serán como un animal que, de pronto, se ve atrapado en una trampa. 36 Por eso, estén siempre alerta. Oren en todo momento, para que puedan escapar de todas las cosas terribles que van a suceder. Así podrán estar conmigo, el Hijo del hombre.»
37 Jesús enseñaba en el templo todos los días, y por las noches iba al Monte de los Olivos. 38 Cada mañana, la gente iba al templo para escuchar a Jesús.
Un plan contra Jesús
22 Faltaban pocos días para que los judíos celebraran la fiesta de los panes sin levadura. A esta fiesta también se le llamaba Pascua. 2 En esos días, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley buscaban la manera de matar a Jesús en secreto, porque le tenían miedo a la gente.
3 Entonces Satanás entró en el corazón de Judas Iscariote, uno de los doce discípulos, y le puso la idea de traicionar a Jesús. 4 Judas fue a hablar con los sacerdotes principales y con los capitanes de los guardias que cuidaban el templo, y se puso de acuerdo con ellos para entregarles a Jesús. 5 Ellos se alegraron y prometieron darle dinero. 6 Judas aceptó, y empezó a buscar la oportunidad de estar a solas con Jesús para entregarlo.
Una cena inolvidable
7 Cuando llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, que es cuando se mata el cordero para la cena de la Pascua, 8 Jesús llamó a Pedro y a Juan, y les dijo:
—Vayan y preparen la cena de la Pascua.
9 Ellos le preguntaron:
—¿Dónde quieres que la preparemos?
10 Jesús les respondió:
—Vayan a Jerusalén, y a la entrada de la ciudad verán a un hombre que lleva un jarrón de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, 11 y díganle al dueño de la casa: “El Maestro quiere saber en qué sala va a comer con sus discípulos en la noche de la Pascua.” 12 Él les mostrará una sala grande y arreglada en el piso de arriba. Preparen allí todo lo necesario.
13 Pedro y Juan fueron y encontraron todo tal como Jesús les había dicho. Enseguida prepararon la cena de la Pascua.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus discípulos se sentaron a la mesa. 15 Jesús les dijo:
«He deseado muchísimo comer con ustedes en esta Pascua, antes de que yo sufra y muera. 16 Porque les aseguro que ya no celebraré más esta cena, hasta el día en que comamos todos juntos en el gran banquete del reino de Dios.»
17 Luego tomó una copa con vino, le dio gracias a Dios y dijo:
«Tomen esto y compártanlo entre ustedes. 18 Porque les aseguro que, desde ahora, no beberé más vino, hasta que llegue el reino de Dios.»
19 También tomó pan y le dio gracias a Dios; luego lo partió, lo dio a sus discípulos y les dijo:
«Esto es mi cuerpo, que ahora es entregado en favor de ustedes. De ahora en adelante, celebren esta cena y acuérdense de mí cuando partan el pan.»
20 Cuando terminaron de cenar, Jesús tomó otra copa con vino y dijo:
«Este vino es mi sangre, derramada en favor de ustedes. Con ella, Dios hace con ustedes un nuevo pacto.
21 »El que va a traicionarme está aquí, sentado a la mesa conmigo. 22 Yo, el Hijo del hombre, moriré tal como Dios lo ha decidido. Pero al que va a traicionarme le pasará algo terrible.»
23 Los discípulos empezaron a preguntarse quién de ellos se atrevería a entregar a Jesús.
El más importante de todos
24 Luego los discípulos empezaron a discutir sobre quién de ellos sería el más importante. 25 Entonces Jesús les dijo:
«En este mundo, los reyes de los países gobiernan a sus pueblos y no los dejan hacer nada sin su permiso. Además, los jefes que gobiernan dicen a la gente: “Nosotros somos sus amigos, y les hacemos el bien.”
26 »Pero ustedes no deberán ser como ellos. El más importante entre ustedes debe ser como el menos importante de todos; y el jefe de todos debe servir a los demás.
27 »Piensen en esto: ¿Quién es más importante: el que está sentado a la mesa, o el que le sirve la comida? ¿No es cierto que se considera más importante al que está sentado a la mesa? Sin embargo, vean que yo, el Maestro, les he servido la comida a todos ustedes.
28 »Ustedes me han acompañado en los tiempos más difíciles. 29 Por eso, yo los haré reyes, así como mi Padre me hizo rey a mí. 30 En mi reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, se sentarán en tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.»
¡Manténganse firmes!
31 Después, Jesús le dijo a Pedro:
—Pedro, escucha bien. Satanás ha pedido permiso a Dios para ponerles pruebas difíciles a todos ustedes, y Dios se lo ha dado. 32 Pero yo he pedido a Dios que te ayude, para que te mantengas firme. Por un tiempo vas a dejarme solo, pero después cambiarás. Cuando eso pase, ayudarás a tus compañeros para que siempre se mantengan fieles a mí.
33 Enseguida Pedro le dijo:
—Señor, si tengo que ir a la cárcel contigo, iré; y si tengo que morir contigo, moriré.
34 Y Jesús le dijo:
—Pedro, hoy mismo, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.
Los discípulos no entienden a Jesús
35 Luego, Jesús les preguntó a sus discípulos:
—¿Recuerdan cuando los envié a anunciar las buenas noticias y les dije que no llevaran dinero, ni mochila ni sandalias? Díganme, ¿les hizo falta algo?
Ellos le respondieron:
—No Señor, nada nos faltó.
36 Entonces Jesús les dijo:
—Pues bien, yo ahora les digo: el que tenga dinero, que lo traiga; y si tiene mochila, que la lleve con él. Si alguno no tiene espada, que venda su manto y se compre una.
37 »La Biblia dice acerca de mí: “Y fue considerado un criminal”. Les aseguro que pronto me pasará eso.
38 Los discípulos dijeron:
—Señor, aquí tenemos dos espadas.
Y él les contestó:
—¡Ustedes no me entienden! Pero ya no hablemos más de esto.
Jesús ora con mucha tristeza
39 Jesús salió de la ciudad y se fue al Monte de los Olivos, como era su costumbre. Los discípulos lo acompañaron.
40 Cuando llegaron al lugar, Jesús les dijo: «Oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán.»
41 Jesús se alejó un poco de los discípulos, se arrodilló y oró a Dios: 42-44 «Padre, ¡cómo deseo que me libres de este sufrimiento! Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»[d]
45 Cuando Jesús terminó de orar, regresó a donde estaban los discípulos y los encontró durmiendo, pues estaban tan tristes que les había dado sueño. 46 Entonces les dijo: «¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren, para que puedan soportar las dificultades que tendrán!»
Los enemigos apresan a Jesús
47 Jesús estaba hablando todavía cuando llegó Judas, uno de los doce discípulos. Con él venían muchos hombres. Judas se acercó para besar a Jesús. 48 Pero Jesús le dijo: «¡Judas! ¿Con un beso me traicionas a mí, el Hijo del hombre?»
49 Cuando los discípulos vieron lo que iba a pasar, le dijeron a Jesús:
—Señor, ¿los atacamos con la espada?
50 Entonces uno de ellos sacó su espada y le cortó una oreja al sirviente del jefe de los sacerdotes. 51 Pero Jesús dijo:
—¡Alto! ¡No peleen!
Luego, tocó la oreja del sirviente y lo sanó.
52 Los que habían llegado a arrestar a Jesús eran los sacerdotes principales, los capitanes de la guardia del templo y los líderes del pueblo. Jesús les dijo: «¿Por qué han venido con cuchillos y palos, como si yo fuera un ladrón? 53 Todos los días estuve enseñando en el templo delante de ustedes, y nunca me arrestaron. Pero, bueno, el diablo los controla a ustedes, y él les mandó que lo hicieran ahora, porque es en la oscuridad cuando ustedes actúan.»
Pedro niega que conoce a Jesús
54 Los que arrestaron a Jesús lo llevaron al palacio del jefe de los sacerdotes. Pedro los siguió desde lejos.
55 Allí, en medio del patio del palacio, habían encendido una fogata, y se sentaron alrededor de ella. Pedro también se sentó con ellos. 56 En eso, una sirvienta vio a Pedro sentado junto al fuego, y mirándolo fijamente dijo:
—Éste también andaba con Jesús.
57 Pedro lo negó:
—¡Mujer, yo ni siquiera lo conozco!
58 Al poco rato, un hombre lo vio y dijo:
—¡Tú también eres uno de los seguidores de Jesús!
Pedro contestó:
—¡No, hombre! ¡No lo soy!
59 Como una hora después, otro hombre insistió y dijo:
—Estoy seguro de que éste era uno de sus seguidores, pues también es de Galilea.
60 Pedro contestó:
—¡Hombre, ni siquiera sé de qué me hablas!
No había terminado Pedro de hablar cuando de inmediato el gallo cantó. 61 En ese momento, Jesús se volvió y miró a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Hoy, antes de que el gallo cante, vas a decir tres veces que no me conoces.» 62 Pedro salió de aquel lugar y se puso a llorar con mucha tristeza.
63 Los guardias que vigilaban a Jesús se burlaban de él; 64 le tapaban los ojos, le pegaban, y luego le decían: «¡Profeta, adivina quién te pegó!»
65 Luego, lo insultaron diciéndole muchas otras cosas.
El juicio contra Jesús
66 Cuando amaneció, los líderes del pueblo, los sacerdotes principales y los maestros de la Ley se reunieron y llevaron a Jesús ante la Junta Suprema. Allí le preguntaron:
67 —Dinos, ¿eres tú el Mesías?
Él les contestó:
—Si les dijera que sí, ustedes no me creerían. 68 Si les hiciera una pregunta, ustedes no me contestarían. 69 Pero de ahora en adelante yo, el Hijo del hombre, tendré el poder y la autoridad que me da Dios todopoderoso.
70 Entonces todos le preguntaron:
—¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
Jesús les dijo:
—Ustedes mismos lo han dicho.
71 Ellos dijeron:
—Ya no necesitamos más testigos. Nosotros lo hemos oído de sus propios labios.
Jesús y Pilato
23 Luego, todos los de la Junta Suprema se pusieron de pie y llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano. 2 Cuando llegaron, comenzaron a acusar a Jesús y dijeron:
—Señor gobernador, encontramos a este hombre alborotando al pueblo para que se rebele contra Roma. Dice que no debemos pagar impuestos al emperador, y que él es el Mesías. Es decir, se cree rey.
3 Pilato le preguntó a Jesús:
—¿De verdad eres el rey de los judíos?
Jesús respondió:
—Tú lo dices.
4 Entonces Pilato les dijo a los sacerdotes principales y a la gente que se había reunido:
—No hay ninguna razón para condenar a este hombre.
5 Pero los acusadores insistieron:
—Con sus enseñanzas está alborotando al pueblo. Lo ha hecho en toda la región de Judea. Comenzó en la región de Galilea y ahora ha llegado aquí.
6 Cuando Pilato oyó eso, les preguntó si Jesús era de Galilea. 7 Ellos dijeron que sí, por lo que Pilato se dio cuenta de que Jesús debía ser juzgado por Herodes Antipas, el rey de esa región. Por eso envió a Jesús ante Herodes, que en ese momento estaba en Jerusalén.
Jesús y Herodes
8 Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento, porque hacía tiempo que quería conocerlo. Había oído hablar mucho de él, y esperaba verlo hacer un milagro. 9 Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió nada.
10 Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley estaban allí, y lo acusaban con insistencia.
11 Herodes y sus soldados insultaron a Jesús, y para burlarse de él lo vistieron como si fuera un rey. Luego lo enviaron a Pilato.
12 Herodes y Pilato, que antes eran enemigos, se hicieron amigos ese día.
¡Que lo claven en una cruz!
13 Pilato reunió entonces a los sacerdotes principales, al pueblo y a sus líderes, 14 y les dijo:
—Ustedes trajeron a este hombre, y lo acusan de alborotar al pueblo contra Roma. Pero le he hecho muchas preguntas delante de ustedes, y no creo que sea culpable. 15 Tampoco Herodes cree que sea culpable, y por eso lo envió de vuelta. Este hombre no ha hecho nada malo, y no merece morir. 16-17 Ordenaré que lo azoten como castigo, y luego lo dejaré en libertad.[e]
18 Pero toda la gente que estaba allí gritó:
—¡Ordena que maten a Jesús! ¡Deja libre a Barrabás!
19 Este Barrabás estaba en la cárcel por haberse rebelado contra el gobierno de Roma en la ciudad de Jerusalén, y por haber matado a una persona.
20 Pilato quería dejar libre a Jesús. Por eso habló otra vez con todos los que estaban allí. 21 Pero ellos gritaron:
—¡Que lo claven en una cruz! ¡Que lo claven en una cruz!
22 Pilato habló con ellos por tercera vez, y les dijo:
—¿Por qué quieren que muera? ¿Qué mal ha hecho? Por lo que sé, este hombre no ha hecho nada malo para merecer la muerte. Ordenaré que lo azoten, y luego lo dejaré en libertad.
23 Pero ellos siguieron gritando con más fuerza, pidiendo que mataran a Jesús. Al fin, Pilato les hizo caso. 24-25 Ordenó que mataran a Jesús como ellos querían, y dejó libre a Barrabás, el rebelde y asesino.
Jesús es clavado en la cruz
26 Los soldados se llevaron a Jesús para clavarlo en una cruz. En el camino detuvieron a un hombre llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz detrás de Jesús. Simón era del pueblo de Cirene, y en ese momento volvía del campo.
27 Muchas personas seguían a Jesús. Entre ellas había muchas mujeres, que gritaban y lloraban de tristeza por él. 28 Jesús se volvió y les dijo:
«¡Mujeres de Jerusalén! No lloren por mí. Más bien, lloren por ustedes y por sus hijos. 29 Porque llegará el momento en que la gente dirá: “¡Dichosas las mujeres que no pueden tener hijos! ¡Dichosas las que nunca fueron madres ni tuvieron niños que alimentar!” 30 Esa gente deseará que una montaña les caiga encima y las mate. 31 Porque si a mí, que no he hecho nada malo, me matan así, ¿qué no les pasará a los que hacen lo malo?»
32 También llevaron a dos malvados, para matarlos junto con Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera,[f] los soldados clavaron a Jesús en la cruz. También clavaron a los dos criminales, uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús.
34 Poco después, Jesús dijo: «¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!»[g]
Mientras los soldados hacían un sorteo para ver quién de ellos se quedaría con la ropa de Jesús, 35 la gente miraba todo lo que pasaba. Los líderes del pueblo, entre tanto, se burlaban de Jesús y decían: «Él salvó a otros, y si de verdad es el Mesías que Dios eligió, que se salve a sí mismo.»
36 Los soldados también se burlaban de él. Le ofrecieron vinagre para que lo bebiera, 37 y le dijeron: «¡Si en verdad eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!»
38 Sobre la cabeza de Jesús había un letrero que decía: «Éste es el Rey de los judíos».
39 Uno de los criminales que estaban clavados junto a Jesús también lo insultaba:
—¿No que tú eres el Mesías? Sálvate tú, y sálvanos a nosotros también.
40 Pero el otro hombre lo reprendió:
—¿No tienes miedo de Dios? ¿Acaso no estás sufriendo el mismo castigo? 41 Nosotros sí merecemos el castigo, porque hemos sido muy malos; pero este hombre no ha hecho nada malo para merecerlo.
42 Luego, le dijo a Jesús:
—Jesús, no te olvides de mí cuando comiences a reinar.
43 Jesús le dijo:
—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.[h]
Jesús muere
44-45 Como a las doce del día el sol dejó de brillar, y todo el país quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. La cortina del templo se partió en dos, de arriba abajo. 46 Jesús gritó con fuerza y dijo: «¡Padre, mi vida está en tus manos!»
Después de decir esto, murió.
47 El capitán romano vio lo que había pasado, alabó a Dios y dijo: «En verdad, éste era un hombre bueno.»
48 Al ver todo eso, la gente que estaba allí volvió a su casa llena de tristeza, pues se sentía culpable.
49 Todos los amigos íntimos de Jesús, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se mantenían a cierta distancia, mirando lo que pasaba.
El entierro de Jesús
50-51 Había un hombre llamado José, que era del pueblo de Arimatea, en la región de Judea. Este hombre era bueno y honesto, y deseaba que Dios comenzara ya a reinar en el mundo. Era miembro de la Junta Suprema, pero cuando la Junta decidió que Jesús debía morir, él no estuvo de acuerdo.
52 José fue a hablar con Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesús para enterrarlo. 53 Por eso fue y bajó de la cruz el cuerpo, lo envolvió en una tela fina, y lo puso en una tumba hecha en una gran roca. Esa tumba nunca antes había sido usada. 54 Ese día era viernes, y los judíos se preparaban para el descanso del día sábado, que estaba a punto de empezar.
55 Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea fueron con José a la tumba, y vieron cómo colocaban el cuerpo de Jesús. 56 Luego regresaron a su casa y prepararon perfumes para ponérselos al cuerpo de Jesús. Pero tuvieron que descansar el día sábado, tal como lo ordenaba la ley de Moisés.
¡Él está vivo!
24 El domingo, al amanecer, las mujeres fueron a la tumba de Jesús para llevar los perfumes que habían preparado. 2 Cuando llegaron, vieron que la piedra que tapaba la entrada de la tumba ya no estaba en su lugar. 3 Entonces entraron en la tumba, pero no encontraron el cuerpo de Jesús. 4 Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar.
De pronto, dos hombres se pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y brillante. 5 Las mujeres tuvieron tanto miedo que se inclinaron hasta tocar el suelo con su frente. Los hombres les dijeron:
«¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6-7 Recuerden lo que Jesús, el Hijo del hombre, les dijo cuando todavía estaba en la región de Galilea. Él les dijo que sería entregado a hombres malvados que lo matarían en una cruz, pero que al tercer día iba a resucitar.»
8 Ellas recordaron esas palabras, 9-11 y salieron de aquel lugar. Cuando llegaron a donde estaban los once apóstoles y los otros discípulos, les contaron lo que había pasado. Pero ellos no creyeron lo que ellas decían, porque les parecía una tontería.
Entre las mujeres estaban María Magdalena, Juana y María, la madre del discípulo que se llamaba Santiago.
12 Sin embargo, Pedro salió corriendo hacia la tumba. Al llegar, miró hacia dentro, pero sólo vio las telas con que habían envuelto el cuerpo de Jesús. Entonces regresó a la casa, asombrado por lo que había pasado.
¡Quédate con nosotros!
13 Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban a Emaús, un pueblo a once kilómetros de Jerusalén.
14 Mientras conversaban de todo lo que había pasado, 15 Jesús se les acercó y empezó a caminar con ellos, 16 pero ellos no lo reconocieron. 17 Jesús les preguntó:
—¿De qué están hablando por el camino?
Los dos discípulos se detuvieron; sus caras se veían tristes, 18 y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo a Jesús:
—¿Eres tú el único en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado en estos días?
19 Jesús preguntó:
—¿Qué ha pasado?
Ellos le respondieron:
—¡Lo que le han hecho a Jesús, el profeta de Nazaret! Para Dios y para la gente, Jesús hablaba y actuaba con mucho poder. 20 Pero los sacerdotes principales y nuestros líderes lograron que los romanos lo mataran, clavándolo en una cruz. 21 Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió.
22 »Esta mañana, algunas de las mujeres de nuestro grupo nos dieron un gran susto. Ellas fueron muy temprano a la tumba, 23 y nos dijeron que no encontraron el cuerpo de Jesús. También nos contaron que unos ángeles se les aparecieron, y les dijeron que Jesús está vivo. 24 Algunos hombres del grupo fueron a la tumba y encontraron todo tal como las mujeres habían dicho. Pero ellos tampoco vieron a Jesús.
25 Jesús les dijo:
—¿Tan tontos son ustedes, que no pueden entender? ¿Por qué son tan lentos para creer todo lo que enseñaron los profetas? 26 ¿No sabían ustedes que el Mesías tenía que sufrir antes de subir al cielo para reinar?
27 Luego Jesús les explicó todo lo que la Biblia decía acerca de él. Empezó con los libros de la ley de Moisés, y siguió con los libros de los profetas.
28 Cuando se acercaron al pueblo de Emaús, Jesús se despidió de ellos. 29 Pero los dos discípulos insistieron:
—¡Quédate con nosotros! Ya es muy tarde, y pronto el camino estará oscuro.
Jesús se fue a la casa con ellos. 30 Cuando se sentaron a comer, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. 31 Entonces los dos discípulos pudieron reconocerlo, pero Jesús desapareció. 32 Los dos se dijeron: «¿No es verdad que, cuando él nos hablaba en el camino y nos explicaba la Biblia, sentíamos como que un fuego ardía en nuestros corazones?»
33 En ese mismo momento, regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once apóstoles, junto con los otros miembros del grupo. 34 Los que estaban allí les dijeron: «¡Jesús resucitó! ¡Se le apareció a Pedro!»
35 Los dos discípulos contaron a los del grupo todo lo que había pasado en el camino a Emaús, y cómo habían reconocido a Jesús cuando él partió el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
36 Todavía estaban los dos contando su historia, cuando Jesús se presentó en medio de todos y los saludó: «¡Reciban la paz de Dios!»
37 Todos se asustaron muchísimo, porque creyeron que era un fantasma. 38 Pero Jesús les dijo: «¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué les cuesta tanto creer? 39 ¡Miren mis manos y mis pies! ¡Soy yo! ¡Tóquenme! ¡Mírenme! ¡Soy yo! Los fantasmas no tienen carne ni huesos, pero yo sí.»
40 Mientras les decía eso, Jesús les mostraba sus manos y sus pies. 41 Pero ellos, entre asustados y contentos, no podían creer lo que estaban viendo. Entonces Jesús les preguntó: «¿Tienen algo de comer?»
42 Ellos le dieron un pedazo de pescado asado, 43 y Jesús se lo comió mientras todos lo miraban. 44 Después les dijo: «Recuerden lo que les dije cuando estaba con ustedes: “Tenía que cumplirse todo lo que dice la Biblia acerca de mí.”»
45 Entonces les explicó la Biblia con palabras fáciles, para que pudieran entenderla:
46 «La Biblia dice que el Mesías tenía que morir y resucitar después de tres días. 47 También dice que en todas las naciones se hablará de mí, para que todos se vuelvan a Dios y él los perdone.
»Ustedes deben hablar en Jerusalén 48 de todo esto que han visto. 49 Ahora quédense en la ciudad, porque muy pronto les enviaré a quien mi Padre prometió. No se vayan a ningún otro lado, hasta que reciban el poder que Dios les enviará.»
Jesús sube al cielo
50 Jesús fue con sus discípulos hasta Betania. Allí, levantó sus manos y los bendijo. 51 Y en ese mismo instante fue llevado al cielo, 52 mientras ellos lo adoraban.
Después de esto, los discípulos regresaron muy contentos a Jerusalén, 53 y todos los días iban al templo para adorar a Dios.
La Palabra, luz y vida
1 Antes de que todo comenzara
ya existía aquel que es la Palabra.
La Palabra estaba con Dios,
y la Palabra era Dios.
2 Cuando Dios creó todas las cosas,
allí estaba la Palabra.
3 Todo fue creado por la Palabra,
y sin la Palabra nada se hizo.
4 De la Palabra nace la vida,
y la Palabra, que es la vida,
es también nuestra luz.
5 La luz alumbra en la oscuridad,
¡y nada puede destruirla!
6 Dios envió a un hombre llamado Juan, 7 para que hablara con la gente y la convenciera de creer en la luz. 8 Juan no era la luz; él sólo vino para mostrar quién era la luz. 9 Y la luz verdadera pronto llegaría a este mundo.
10 Aquel que es la Palabra estaba en el mundo.
Dios creó el mundo
por medio de aquel que es la Palabra,
pero la gente no lo reconoció.
11 La Palabra vino a vivir a este mundo,
pero su pueblo no la aceptó.
12 Pero aquellos que la aceptaron
y creyeron en ella,
llegaron a ser hijos de Dios.
13 Son hijos de Dios
por voluntad divina,
no por voluntad humana.
14 Aquel que es la Palabra
habitó entre nosotros
y fue como uno de nosotros.
Vimos el poder que le pertenece
como Hijo único de Dios,
pues nos ha mostrado
todo el amor y toda la verdad.
15 Juan habló de aquel que era la Palabra, y anunció: «Ya les había dicho que él estaba por llegar. Él es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo existiera.»
16-18 Dios nos dio a conocer sus leyes por medio de Moisés, pero por medio de Jesucristo nos hizo conocer el amor y la verdad. Nadie ha visto a Dios jamás; pero el Hijo único, que está más cerca del Padre, y que es Dios mismo, nos ha enseñado cómo es él. Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones.
Juan el Bautista habla de Jesús
19-20 Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente:
—Yo no soy el Mesías.
21 Y ellos volvieron a preguntarle:
—¿Eres Elías?
Juan les respondió:
—No; no soy Elías.
Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron:
—¿Eres tú el profeta[i] que Dios iba a enviar?
—No —dijo Juan.
22 Finalmente, le dijeron:
—Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú?
23 Juan les hizo recordar:
—Yo soy el que grita en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor”.[j]
24-25 Entonces los mensajeros de los fariseos le dijeron a Juan:
—Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?
26 Juan contestó:
—Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen. 27 Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo.
28 Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.
El Cordero de Dios
29 Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente:
«¡Aquí viene el Cordero de Dios[k] que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados. 30 Yo me refería a él cuando dije: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo naciera.” 31 Yo no sabía quién era, pero Dios me mandó a bautizar con agua para que todos puedan conocerlo.
32 »Yo vi cuando el Espíritu de Dios bajaba del cielo en forma de paloma y se colocaba sobre él. 33 No sabía yo quién era él, pero Dios me dijo: “Conocerás al que bautiza con el Espíritu Santo cuando veas que mi Espíritu baja y se coloca sobre él.” 34 Ahora lo he visto, y les aseguro que él es el Hijo de Dios.»
Los primeros discípulos de Jesús
35 Al día siguiente, Juan estaba en el mismo lugar con dos de sus discípulos. 36 Cuando vio que Jesús pasaba por allí, les dijo: «¡Miren, aquí viene el Cordero de Dios!»[l] 37 Al oír eso, los dos discípulos lo siguieron.
38 Jesús se dio vuelta y, al ver que lo seguían, les preguntó qué querían. Ellos le preguntaron:
—¿Dónde vives, Maestro?
39 —Síganme y lo verán —contestó Jesús.
Ellos fueron y vieron dónde vivía Jesús; y como eran casi las cuatro de la tarde, se quedaron con él por el resto del día.
40 Uno de ellos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. 41 Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Cuando lo encontró, le dijo: «¡Hemos encontrado al Mesías, es decir, al Cristo!»
42 Entonces Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús. Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero ahora te vas a llamar Cefas, es decir, Pedro».[m]
Jesús llama a Felipe y a Natanael
43-44 Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Allí encontró a Felipe, que era de Betsaida, el pueblo donde vivían Andrés y Pedro. Jesús le dijo a Felipe: «Sígueme».
45 Luego Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo:
—Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Biblia, y del que también hablan los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José.
46 Natanael preguntó:
—¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?
—Ven y lo verás —contestó Felipe.
47 Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo:
—Aquí viene un verdadero israelita, un hombre realmente sincero.
48 Natanael le preguntó:
—¿Cómo es que me conoces?
Jesús le respondió:
—Me fijé en ti cuando estabas bajo la higuera, antes que Felipe te llamara.
49 Entonces Natanael respondió:
—Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel!
50 Jesús le dijo:
—¿Crees esto sólo porque dije que te vi debajo de la higuera? Pues todavía verás cosas más sorprendentes que éstas.
51 Y luego les dijo a todos: «Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y verán también a los ángeles de Dios subir y bajar sobre mí, que soy el Hijo del hombre.»
Jesús convierte agua en vino
2 Tres días después María, la madre de Jesús, fue a una boda en un pueblo llamado Caná, en la región de Galilea. 2 Jesús y sus discípulos también habían sido invitados.
3 Durante la fiesta de bodas se acabó el vino. Entonces María le dijo a Jesús:
—Ya no tienen vino.
4 Jesús le respondió:
—Madre,[n] ese no es asunto nuestro. Aún no ha llegado el momento de que yo les diga quién soy.
5 Entonces María les dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que Jesús les diga.» 6 Allí había seis grandes tinajas para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada tinaja cabían unos cien litros. 7 Jesús les dijo a los sirvientes: «Llenen de agua esas tinajas.»
Los sirvientes llenaron las tinajas hasta el borde. 8 Luego Jesús les dijo: «Ahora, saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta, para que lo pruebe.»
Así lo hicieron. 9 El encargado de la fiesta probó el agua que había sido convertida en vino, y se sorprendió, porque no sabía de dónde había salido ese vino. Pero los sirvientes sí lo sabían.
Enseguida el encargado de la fiesta llamó al novio 10 y le dijo: «Siempre se sirve primero el mejor vino, y luego, cuando ya los invitados han bebido bastante, se sirve el vino corriente. Tú, en cambio, has dejado el mejor vino para el final.»
11 Jesús hizo esta primera señal en Caná de Galilea. Así empezó a mostrar el gran poder que tenía, y sus discípulos creyeron en él.
12 Después de esto, Jesús fue con su madre, sus hermanos y sus discípulos al pueblo de Cafarnaúm, y allí se quedaron unos días.
Jesús va al templo
13 Como ya se acercaba la fiesta de los judíos llamada la Pascua, Jesús fue a la ciudad de Jerusalén. 14 Allí, en el templo, encontró a algunos hombres vendiendo bueyes, ovejas y palomas; otros estaban sentados a sus mesas, cambiando monedas extranjeras por monedas judías. 15 Al ver esto, Jesús tomó unas cuerdas, hizo un látigo con ellas, y echó a todos fuera del templo, junto con sus ovejas y bueyes. También arrojó al piso las monedas de los que cambiaban dinero, y volcó sus mesas. 16 Y a los que vendían palomas les ordenó: «Saquen esto de aquí. ¡La casa de Dios, mi Padre, no es un mercado!»
17 Al ver esto, los discípulos recordaron el pasaje de la Biblia que dice: «El amor que siento por tu templo me quema como un fuego.»
18 Luego, los jefes de los judíos le preguntaron a Jesús:
—¿Con qué autoridad haces esto?
19 Jesús les contestó:
—Destruyan este templo, y en sólo tres días volveré a construirlo.
20 Los jefes respondieron:
—Para construir este templo fueron necesarios cuarenta y seis años, ¿y tú crees poder construirlo en tres días?
21 Pero Jesús estaba hablando de su propio cuerpo. 22 Por eso, cuando Jesús resucitó, los discípulos recordaron que él había dicho esto. Entonces creyeron lo que dice la Biblia y lo que Jesús había dicho.
Jesús conoce a todos
23 Mientras Jesús estaba en la ciudad de Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él porque vieron los milagros que hacía. 24-25 Pero Jesús no confiaba en ellos, ni necesitaba que le dijeran nada de nadie, porque los conocía a todos y sabía lo que pensaban.
Jesús y Nicodemo
3 1-2 Una noche, un fariseo llamado Nicodemo, que era líder de los judíos, fue a visitar a Jesús y le dijo:
—Maestro, sabemos que Dios te ha enviado a enseñarnos, pues nadie podría hacer los milagros que tú haces si Dios no estuviera con él.
3 Jesús le dijo:
—Te aseguro que si una persona no nace de nuevo[o] no podrá ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le preguntó:
—¿Cómo puede volver a nacer alguien que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el vientre de su madre?
5 Jesús le respondió:
—Te aseguro que si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Todos nacen de padres humanos; pero los hijos de Dios sólo nacen del Espíritu. 7 No te sorprendas si te digo que hay que nacer de nuevo. 8 El viento sopla por donde quiere, y aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así también sucede con todos los que nacen del Espíritu.
9 Nicodemo volvió a preguntarle:
—¿Cómo puede suceder esto?
10 Jesús le contestó:
—Tú eres un maestro famoso en Israel, y ¿no lo sabes? 11 Te aseguro que nosotros sabemos lo que decimos, porque lo hemos visto; pero ustedes no creen lo que les decimos. 12 Si no me creen cuando les hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo me creerán si les hablo de las cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo, sino solamente el que bajó de allí, es decir, yo, el Hijo del hombre.
14 »Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, y del mismo modo yo, el Hijo del hombre, tengo que ser levantado en alto, 15 para que todo el que crea en mí tenga vida eterna.
16 »Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla.
18 »El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios. 19 Y así es como Dios juzga: yo he venido al mundo, y soy la luz que brilla en la oscuridad, pero como la gente hacía lo malo prefirió más la oscuridad que la luz. 20 Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella, para que no se descubra lo que están haciendo. 21 Pero los que prefieren la verdad sí se acercan a la luz, pues quieren que los demás sepan que obedecen todos los mandamientos de Dios.
Juan el Bautista y Jesús
22 Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, y estuvo allí algún tiempo con ellos bautizando a la gente. 23-24 En ese tiempo Juan el Bautista todavía no había sido encarcelado, y también estaba bautizando en el pueblo de Enón, cerca de un lugar llamado Salim. En Enón había mucha agua, y la gente buscaba a Juan para que él los bautizara.
25 Entonces algunos discípulos de Juan comenzaron a discutir con un judío acerca de una ceremonia de purificación.[p] 26 Entonces fueron a ver a Juan y le dijeron:
—Maestro, ¿recuerdas a aquel de quien nos hablaste, el que estaba contigo al otro lado del río Jordán? Pues bien, ahora él está bautizando y todos lo siguen.
27 Juan les contestó:
—Nadie puede hacer algo si Dios no se lo permite. 28 Ustedes mismos me escucharon decir claramente que yo no soy el Mesías, sino que fui enviado antes que él para prepararlo todo.
29 »En una boda, el que se casa es el novio, y el mejor amigo del novio se llena de alegría con sólo escuchar su voz. Así de alegre estoy ahora, porque el Mesías está aquí. 30 Él debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla menos.
31 »El Hijo de Dios viene del cielo, y es más importante que todos los que vivimos aquí en la tierra y hablamos de las cosas que aquí suceden. El que viene del cielo es más importante, 32 y habla de lo que ha visto y oído en el cielo. Sin embargo, muchos no quieren creer en lo que él dice. 33 Pero si alguien le cree, reconoce que Dios dice la verdad, 34 ya que cuando el Hijo habla, el que habla es Dios mismo, porque Dios le ha dado todo el poder de su Espíritu.
35 »Dios, el Padre, ama al Hijo, y le ha dado poder sobre todo el universo. 36 El que cree en el Hijo tiene la vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no tiene la vida eterna, sino que ha sido condenado por Dios.
La samaritana y Jesús
4 1-3 Los fariseos se enteraron de que el número de seguidores de Jesús aumentaba cada día más, y de que Jesús bautizaba más que Juan el Bautista. Cuando Jesús se dio cuenta de que los fariseos se habían enterado de eso, salió de la región de Judea y regresó a Galilea. 4 En el viaje, tenía que pasar por Samaria. 5 En esa región llegó a un pueblo llamado Sicar. Cerca de allí había un pozo de agua que hacía mucho tiempo había pertenecido a Jacob.[q] Cuando Jacob murió, el nuevo dueño del terreno donde estaba ese pozo fue su hijo José.
6 Eran como las doce del día, y Jesús estaba cansado del viaje. Por eso se sentó a la orilla del pozo, 7-8 mientras los discípulos iban al pueblo a comprar comida.
En eso, una mujer de Samaria llegó a sacar agua del pozo. Jesús le dijo a la mujer:
—Dame un poco de agua.
9 Como los judíos no se llevaban bien con los de Samaria,[r] la mujer le preguntó:
—¡Pero si usted es judío! ¿Cómo es que me pide agua a mí, que soy samaritana?
10 Jesús le respondió:
—Tú no sabes lo que Dios quiere darte, y tampoco sabes quién soy yo. Si lo supieras, tú me pedirías agua, y yo te daría el agua que da vida.
11 La mujer le dijo:
—Señor, ni siquiera tiene usted con qué sacar agua de este pozo profundo. ¿Cómo va a darme esa agua? 12 Hace mucho tiempo nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo. Él, sus hijos y sus rebaños bebían agua de aquí. ¿Acaso es usted más importante que Jacob?
13 Jesús le contestó:
—Cualquiera que bebe del agua de este pozo vuelve a tener sed, 14 pero el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna.
15 Entonces la mujer le dijo:
—Señor, déme usted de esa agua, para que yo no vuelva a tener sed, ni tenga que venir aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo:
—Ve a llamar a tu esposo y regresa aquí con él.
17 —No tengo esposo —respondió la mujer.
Jesús le dijo:
—Es cierto, 18 porque has tenido cinco, y el hombre con el que ahora vives no es tu esposo.
19 Al oír esto, la mujer le dijo:
—Señor, me parece que usted es un profeta. 20 Desde hace mucho tiempo mis antepasados han adorado a Dios en este cerro,[s] pero ustedes los judíos dicen que se debe adorar a Dios en Jerusalén.
21 Jesús le contestó:
—Créeme, mujer, pronto llegará el tiempo cuando, para adorar a Dios, nadie tendrá que venir a este cerro ni ir a Jerusalén. 22 Ustedes los samaritanos no saben a quién adoran. Pero nosotros los judíos sí sabemos a quién adoramos. Porque el salvador saldrá de los judíos. 23-24 Dios es espíritu, y los que lo adoran, para que lo adoren como se debe, tienen que ser guiados por el Espíritu. Se acerca el tiempo en que los que adoran a Dios el Padre lo harán como se debe, guiados por el Espíritu, porque así es como el Padre quiere ser adorado. ¡Y ese tiempo ya ha llegado!
25 La mujer le dijo:
—Yo sé que va a venir el Mesías, a quien también llamamos el Cristo. Cuando él venga, nos explicará todas las cosas.
26 Jesús le dijo:
—Yo soy el Mesías. Yo soy, el que habla contigo.
27 En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que hablaba con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué conversaba con ella.
28 La mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y le dijo a la gente: 29 «Vengan a ver a un hombre que sabe todo lo que he hecho en la vida. ¡Podría ser el Mesías!»
30 Entonces la gente salió del pueblo y fue a buscar a Jesús.
31 Mientras esto sucedía, los discípulos le rogaban a Jesús:
—Maestro, por favor, come algo.
32 Pero él les dijo:
—Yo tengo una comida que ustedes no conocen.
33 Los discípulos se preguntaban: «¿Será que alguien le trajo comida?» 34 Pero Jesús les dijo:
«Mi comida es obedecer a Dios, y completar el trabajo que él me envió a hacer.
35 »Después de sembrar el trigo, ustedes dicen: “Dentro de cuatro meses recogeremos la cosecha.” Fíjense bien: toda esa gente que viene es como un campo de trigo que ya está listo para la cosecha. 36 Dios premiará a los que trabajan recogiendo toda esta cosecha de gente, pues todos tendrán vida eterna. Así, el que sembró el campo y los que recojan la cosecha se alegrarán juntos. 37 Es cierto lo que dice el refrán: “Uno es el que siembra, y otro el que cosecha.” 38 Yo los envío a cosechar lo que a ustedes no les costó ningún trabajo sembrar. Otros invitaron a toda esta gente a venir, y ustedes se han beneficiado del trabajo de ellos.»
39 Mucha gente que vivía en ese pueblo de Samaria creyó en Jesús, porque la mujer les había dicho: «Él sabe todo lo que he hecho en la vida.» 40 Por eso, cuando la gente del pueblo llegó a donde estaba Jesús, le rogó que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, 41 y muchas otras personas creyeron al oír lo que él decía. 42 La gente le dijo a la mujer: «Ahora creemos, no por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos lo hemos oído; y sabemos que en verdad él es el Salvador del mundo.»
Jesús sana al hijo de un oficial
43-44 Algunos no trataban bien a Jesús cuando él les hablaba. Por eso Jesús dijo una vez: «A ningún profeta lo reciben bien en su propio pueblo.»
Después de estar dos días en aquel pueblo de Samaria, Jesús y sus discípulos salieron 45 hacia la región de Galilea. La gente de Galilea lo recibió muy bien, porque habían estado en la ciudad de Jerusalén para la fiesta de la Pascua, y habían visto todo lo que Jesús hizo en aquella ocasión.
46 Más tarde, Jesús regresó al pueblo de Caná, en Galilea, donde había convertido el agua en vino. En ese pueblo había un oficial importante del rey Herodes Antipas. Ese oficial tenía un hijo enfermo en el pueblo de Cafarnaúm. 47 Cuando el oficial supo que Jesús había viajado desde la región de Judea a Galilea, fue y le pidió que lo acompañara a su casa y sanara a su hijo, pues el muchacho estaba a punto de morir.
48 Jesús le contestó:
—Ustedes sólo creen en Dios si ven señales y milagros.
49 Pero el oficial insistió:
—Señor, venga usted pronto a mi casa, antes de que muera mi hijo.
50 Jesús le dijo:
—Regresa a tu casa. Tu hijo vive.
El hombre creyó lo que Jesús dijo, y se fue. 51 Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: «¡Su hijo vive!»
52 El oficial les preguntó a qué hora el muchacho había empezado a sentirse mejor, y ellos respondieron: «La fiebre se le quitó ayer a la una de la tarde.»
53 El padre del muchacho recordó que, a esa misma hora, Jesús le había dicho: «Regresa a tu casa. Tu hijo vive.» Por eso, el oficial del rey y toda su familia creyeron en Jesús.
54 Ésta fue la segunda señal que Jesús hizo en Galilea al volver de Judea.
Jesús sana a un paralítico
5 Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos. 2 En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Portón de las Ovejas», había una piscina con cinco entradas, que en hebreo se llamaba Betzatá.[t] 3-4 Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos.[u] 5 Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó:
—¿Quieres que Dios te sane?
7 El enfermo contestó:
—Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando el agua se mueve. Cada vez que trato de meterme, alguien lo hace primero.
8 Jesús le dijo:
—Levántate, alza tu camilla y camina.
9 En ese momento el hombre quedó sano, alzó su camilla y comenzó a caminar.
Esto sucedió un sábado, que es el día de descanso obligatorio para los judíos. 10 Por eso, unos jefes de los judíos le dijeron al hombre que había sido sanado:
—Hoy es sábado, y está prohibido que andes cargando tu camilla.
11 Pero él les contestó:
—El que me sanó me dijo: “Levántate, alza tu camilla y camina.”
12 Ellos preguntaron:
—¿Y quién te dijo que te levantaras y caminaras?
13 Pero el hombre no sabía quién lo había sanado, porque Jesús había desaparecido entre toda la gente que estaba allí.
14 Más tarde, Jesús encontró a ese hombre en el templo, y le dijo: «Ahora que estás sano, no vuelvas a pecar, porque te puede pasar algo peor.»
15 El hombre fue a ver a los jefes judíos, y les dijo que Jesús lo había sanado. 16 Entonces ellos empezaron a perseguir a Jesús por hacer milagros los sábados.
17 Pero Jesús les dijo: «Mi Padre nunca deja de trabajar, ni yo tampoco.»
18 Los jefes judíos se molestaron tanto que tuvieron aun más ganas de matar a Jesús. No lo querían porque, además de sanar a los enfermos en día sábado, decía que Dios era su Padre, y que por eso era igual a Dios.
La autoridad del Hijo de Dios
19 Jesús les dijo:
«Les aseguro que yo, el Hijo de Dios, no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Sólo hago lo que veo que hace Dios, mi Padre. 20 Él me ama y me muestra todo lo que hace. Y me mostrará cosas aun más grandes, que a ustedes los dejarán asombrados. 21 Porque así como mi Padre hace que los muertos vuelvan a vivir, así también yo le doy vida a quien quiero. 22 Y mi Padre no juzga a nadie. Es a mí, que soy su Hijo, a quien le ha dado ese poder, 23 para que todos me honren como lo honran a él. Cuando alguien no me honra, tampoco honra a mi Padre, que me envió.
24 »Les aseguro que todo el que preste atención a lo que digo, y crea en Dios, que fue quien me envió, tendrá vida eterna. Aunque antes haya vivido alejado de Dios, ya no será condenado, pues habrá recibido la vida eterna. 25 Una cosa es cierta: ahora es cuando los que viven alejados de Dios me oirán a mí, que soy su Hijo. Si me obedecen, tendrán la vida eterna. 26 Porque Dios, mi Padre, tiene el poder para dar la vida, y a mí me ha dado ese poder. 27 También me ha dado autoridad para juzgar, pues yo soy el Hijo del hombre.
28 »No se sorprendan de lo que les digo, porque va a llegar el momento en que los muertos oirán mi voz 29 y saldrán de sus tumbas. Entonces, los que hicieron lo bueno volverán a vivir, y estarán con Dios para siempre; pero los que hicieron lo malo volverán a vivir para ser castigados.
Pruebas de la autoridad de Jesús
30 »Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Mi Padre me envió, y él me dice cómo debo juzgar a las personas. Por eso yo juzgo correctamente, porque no hago lo que yo quiero, sino lo que mi Padre me ordena hacer.
31 »Si yo hablara bien de mí mismo, ustedes dirían que miento. 32 Pero conozco a alguien que dirá quién soy yo, y que confirmará que yo digo la verdad. 33 Cuando ustedes enviaron mensajeros a Juan, él les dijo la verdad. 34-35 Las enseñanzas de Juan fueron como una lámpara encendida en la oscuridad, y por un tiempo ustedes se alegraron de escucharlas.
»Pero yo no necesito que nadie hable bien de mí. Si he mencionado a Juan, ha sido sólo para que ustedes crean y Dios los salve. 36 Yo puedo probarles que de verdad mi Padre me ha enviado. Así lo prueba todo lo que hago, y ni siquiera Juan puede ser mejor testigo. Porque yo hago las cosas que mi Padre me envió a hacer.
37 »Mi Padre me ha enviado, y él también habla bien de mí. Lo que pasa es que ustedes nunca lo han oído hablar, ni lo han visto cara a cara. 38 Ustedes no aceptan su mensaje, pues no han creído en mí, que he sido enviado por él.
39 »Ustedes estudian la Biblia con mucho cuidado porque creen que así alcanzarán la vida eterna. Sin embargo, a pesar de que la Biblia habla bien de mí, 40 ustedes no quieren creer en mí para alcanzar la vida eterna.
41 »A mí no me interesa que la gente hable bien de mí. 42 Además, a ustedes los conozco muy bien, y sé que no aman a Dios. 43 Él es mi Padre, y me ha enviado, pero ustedes no me han aceptado. Sin embargo, a quien viene por su propia cuenta, ustedes sí lo reciben. 44 ¡Cómo van a creerme, si les gusta que sea la gente la que hable bien de ustedes, y no el Dios único!
45 »No crean que yo voy a acusarlos con mi Padre. Ustedes han confiado en lo que Moisés escribió, y será Moisés quien los acuse. 46 Si le creyeran a Moisés, también creerían en mí, pues él escribió acerca de mí. 47 Pero si no creen en lo que él escribió, ¿cómo van a creer en lo que yo les digo?»
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