Bible in 90 Days
20 Después Jacob hizo esta promesa:
«Si Dios me acompaña y me cuida en este viaje, y me da comida y ropa, 21 y me hace volver sano y salvo a la casa de mi padre, entonces será mi Dios. 22 Esta piedra que he levantado como una columna marcará el lugar a donde todos vendrán a adorar a Dios, y de todo lo que Dios me dé, le daré la décima parte».
Jacob llega a Padán-aram
29 Jacob continuó su viaje y llegó al territorio que está al este de Canaán. 2 En el campo vio un pozo, del cual bebía agua el ganado. Junto al pozo descansaban tres rebaños de ovejas. El pozo estaba tapado con una gran piedra, 3 y sólo se les daba agua a las ovejas cuando todos los pastores habían reunido a sus rebaños. Después de eso, volvían a tapar el pozo. 4 Jacob se acercó a los pastores que allí estaban y les preguntó de dónde eran. Cuando le dijeron que eran de Harán, 5 volvió a preguntarles:
—¿Conocen ustedes a Labán, el nieto de Nahor?
—¡Claro que sí lo conocemos! —contestaron.
6 —¿Y está bien de salud? —insistió.
Ellos respondieron:
—Bastante bien. Por cierto que ahí viene su hija Raquel con sus ovejas.
7 Entonces Jacob les sugirió:
—¡Falta mucho para que se oculte el sol! Mejor denles agua a las ovejas y llévenlas a los pastos, pues todavía no es hora de encerrarlas.
8 Pero ellos respondieron:
—No debemos darles agua todavía. Siempre esperamos a que todos los rebaños estén juntos, para destapar el pozo y darles de beber.
9 Aún estaban hablando cuando Raquel, que también era pastora, llegó con las ovejas de su padre. 10-12 Entonces Jacob quitó la piedra del pozo, y les dio agua a las ovejas; luego besó a Raquel y se echó a llorar. Después le dijo que eran primos, porque Labán era hermano de Rebeca. Al oír esto, Raquel salió corriendo a contárselo a su padre.
13 En cuanto Labán supo que allí estaba Jacob, el hijo de su hermana, rápidamente salió a su encuentro y, luego de abrazarlo y besarlo, se lo llevó a su casa. Una vez allí, Jacob le contó lo que había pasado. 14 Entonces Labán dijo: «¡Tú eres parte de mi propia familia!»
Jacob se casa con Lía y con Raquel
Un mes después de la llegada de Jacob, 15 Labán le dijo: «Tú no vas a trabajar gratis para mí, sólo porque eres mi sobrino. Dime cuánto quieres que te pague».
16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lía, y la menor se llamaba Raquel. 17 Lía tenía unos ojos muy bonitos, pero Raquel era bonita de pies a cabeza. 18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, le contestó a Labán:
—Quiero casarme con tu hija menor. Si aceptas, trabajaré para ti siete años.
19 Y Labán respondió:
—Trato hecho. Es mejor que se case contigo y no con un extraño.
20 Así fue como Jacob trabajó siete años por Raquel, pero era tanto su amor por ella que le parecieron unos cuantos días. 21 Cuando se cumplieron los siete años, Jacob le dijo a Labán: «Dame a Raquel, para que sea mi esposa».
22 Entonces Labán hizo una gran fiesta, e invitó a toda la gente del lugar. 23 Al llegar la noche, Labán tomó a Lía, se la llevó a Jacob, y Jacob tuvo relaciones sexuales con ella. 24 Como regalo de bodas, Labán le dio a su hija Lía una esclava llamada Zilpá. 25 A la mañana siguiente, cuando Jacob descubrió que se había acostado con Lía, le reclamó a Labán:
—¿Por qué me engañaste? ¡Yo me comprometí a trabajar para casarme con Raquel!
26 Labán respondió:
—No es nuestra costumbre que la hija menor se case antes que la mayor. 27 Pero si te comprometes a trabajar para mí otros siete años, después de una semana con Lía, te casarás con Raquel.
28 Jacob aceptó el trato, y una semana después se casó con Raquel. 29 Como regalo de bodas, Labán le dio a Raquel una esclava llamada Bilhá. 30 Y Jacob amó a Raquel más que a Lía, aunque tuvo que trabajar para Labán otros siete años.
Los hijos de Jacob y Lía
31 Como Dios vio que Jacob rechazaba a Lía, permitió que ella tuviera hijos, pero a Raquel no se lo permitió. 32 Lía quedó embarazada y tuvo un hijo, al que le puso por nombre Rubén, pues dijo: «Dios ha visto mi tristeza. Estoy segura de que ahora sí me va a querer mi marido».
33 Tiempo después, Lía volvió a quedar embarazada, y cuando tuvo a su segundo hijo exclamó: «Dios me dio también este hijo porque ha oído que mi esposo no me ama». Así que le puso por nombre Simeón, que significa «Dios oye».
34 Por tercera vez Lía quedó embarazada, y cuando tuvo a su hijo exclamó: «Ahora mi esposo va a sentirse más unido a mí, pues ya le he dado tres hijos». Por eso lo llamó Leví, que significa «unión».
35 Una vez más, Lía quedó embarazada, y cuando el niño nació, ella dijo: «Esta vez alabaré a Dios». Así que le puso por nombre Judá, que significa «alabanza». Y no volvió a tener más hijos.
Los hijos de Jacob y Bilhá
30 Cuando Raquel se dio cuenta de que no podía tener hijos, se puso celosa de su hermana. Por eso le dijo a Jacob:
—Si no me das hijos, ¡me muero!
2 Jacob se enojó con ella, y le dijo:
—¿Acaso crees que yo soy Dios? ¡Él es quien no te deja tener hijos!
3 Entonces Raquel le dijo:
—Te voy a dar a mi esclava Bilhá, para que tengas hijos con ella. Así, los hijos que ella tenga serán considerados míos.
4 Raquel le dio a Jacob su propia esclava como esposa. Jacob tuvo relaciones sexuales con Bilhá, 5 y ella quedó embarazada y tuvo un hijo. 6 Raquel lo llamó Dan, que significa «justicia», porque dijo: «Dios es justo, pues vio que yo no había hecho nada malo y me dio un hijo».
7 Bilhá volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo con Jacob. 8 A este niño Raquel lo llamó Neftalí, que significa «lucha», porque dijo: «La lucha contra mi hermana ha sido dura, pero he ganado».
Los hijos de Jacob y Zilpá
9 Cuando Lía se dio cuenta de que ya no podía tener más hijos, tomó a su esclava Zilpá y se la dio a Jacob como esposa. 10 Zilpá tuvo un hijo con Jacob, 11 al que Lía le puso por nombre Gad, que significa «buena suerte», porque dijo: «¡Qué buena suerte he tenido!»
12 Por segunda vez Zilpá tuvo un hijo con Jacob, 13 y Lía le puso por nombre Aser, que significa «dicha» pues dijo: «¡Qué dichosa soy! ¡Y así me van a considerar mis amigas!»
Jacob tiene otros hijos con Lía
14 Un día, durante la cosecha del trigo, Rubén salió al campo y encontró unas frutas llamadas mandrágoras.[a] Entonces se las llevó a su madre Lía. Al ver las frutas, Raquel le rogó a Lía que le diera algunas, 15 pero Lía le respondió:
—Ya me quitaste el marido, ¿y ahora quieres quitarme las frutas que me trajo mi hijo?
Raquel le propuso:
—Si me das las mandrágoras, Jacob dormirá contigo esta noche.
16 Esa noche, cuando Jacob regresó del campo, Lía salió a su encuentro y le dijo: «Esta noche la vas a pasar conmigo, pues te he alquilado a cambio de las mandrágoras que me dio mi hijo».
Entonces Jacob pasó la noche con Lía. 17 Dios contestó las oraciones de Lía, y ella quedó embarazada y tuvo un quinto hijo con Jacob. 18 Ella le puso por nombre Isacar, que significa «premio», porque dijo: «Éste es el premio que Dios me dio por haberle dado mi esclava a mi marido».
19 Otra vez quedó embarazada Lía, y tuvo un sexto hijo con Jacob. 20 Y le puso por nombre Zabulón, que significa «regalo», porque dijo: «¡Qué regalo tan precioso Dios me dio! Ahora mi marido va a tratarme mejor, pues ya le he dado seis hijos».
21 Pasado algún tiempo, Lía tuvo una hija y le puso por nombre Dina.
Nacimiento de José
22 Pero Dios tuvo compasión de Raquel y respondió a sus oraciones. Le permitió quedar embarazada 23-24 y tener un hijo. Cuando nació el niño, Raquel dijo: «Dios me quitó la vergüenza de no tener hijos». Y le puso por nombre José, que significa «que Dios me dé otro», pues dijo: «¡Ojalá que Dios me dé otro hijo!»
Trampas entre Jacob y Labán
25-26 Tiempo después de que José nació, Jacob le dijo a Labán:
—Dame mis esposas y mis hijos, pues por ellos te he servido. Déjame regresar a mi país.
27 Labán le dijo:
—Por favor, no te vayas. Preferiría que te quedes conmigo. Dios me hizo ver que gracias a ti soy muy rico. 28 Así que dime cuánto quieres ganar. Yo te pagaré lo que me pidas.
29 Jacob le respondió:
—Tú sabes que he trabajado muy duro para ti, y que he cuidado muy bien tu ganado. 30 Antes de mi llegada, era muy poco lo que tenías; ahora eres muy rico, pues desde que llegué Dios te ha bendecido en todo. Pero yo necesito trabajar para mi propia familia.
31 Labán insistió
—¿Qué quieres que te dé?
Y Jacob le aclaró:
—No me des nada. Yo seguiré cuidando tus ovejas, con tal de que aceptes lo que voy a proponerte. 32 Si me dejas pasar hoy entre todos tus rebaños, pondré aparte todas las ovejas y cabras que tengan la piel manchada, y todos los corderos que tengan la piel oscura. Con ellos me daré por bien pagado. 33 Con el tiempo podrás ver que te estoy tratando con honradez. Cuando quieras revisar cuáles animales son míos, podrás hacerlo. Y si encuentras en mi rebaño alguna oveja o cabra que no sea manchada, o algún cordero que no sea de color oscuro, podrás decir que te lo robé.
34 Labán estuvo de acuerdo, 35 pero ese mismo día apartó la mayoría de los carneros de piel manchada, de las cabras moteadas y manchadas, y de los corderos de color oscuro, y los puso al cuidado de sus hijos. 36 Luego envió esos rebaños a unos cincuenta kilómetros de distancia de donde estaba Jacob.
Mientras tanto, Jacob se quedó cuidando el resto de los rebaños de Labán. 37 Pero cortó unas ramas de álamo, almendro y plátano, y les quitó la corteza, de modo que podían verse en ellas unas rayas blancas. 38 Luego de pelar las ramas, las puso frente a todos los bebederos, para que las ovejas las vieran cuando vinieran a beber. Y así, cuando las ovejas en celo venían a beber, 39 se apareaban frente a las ramas y tenían crías con piel rayada y manchada. 40 Jacob ponía estas crías aparte, y el resto del rebaño lo ponía frente a los animales rayados y de color oscuro que había dejado Labán. Y así fue formando sus rebaños, sin mezclarlos con los de Labán. 41 Cuando los animales más fuertes estaban en celo, Jacob les ponía las ramas para que se aparearan frente a ellas, 42 pero las quitaba cuando se apareaban los animales más débiles. De ese modo, los animales débiles le quedaban a Labán, y los fuertes le quedaban a Jacob. 43 Fue así como Jacob llegó a ser muy rico, pues tenía grandes rebaños, y también esclavos y esclavas, camellos y burros.
Jacob huye de Labán
31 Los hijos de Labán decían que Jacob se había hecho rico gracias a su padre. 2 Jacob se enteró de esto, y también notó que la actitud de Labán hacia él había cambiado. 3 Entonces Dios le dijo: «Vuelve a la tierra de tus padres, donde vive tu familia. Yo te ayudaré en todo».
4 Jacob mandó a decirles a Raquel y a Lía que fueran a verlo al campo donde estaba cuidando sus ovejas. 5-7 Allí les dijo:
—Su padre ya no me trata como antes. Ustedes saben bien que yo he puesto todo mi empeño en servirle. Sin embargo, él siempre me ha hecho trampa, y varias veces me cambió el sueldo. Pero el Dios de mi padre no me negó su ayuda, ni le permitió hacerme daño. 8 Al contrario, si Labán decidía pagarme con animales manchados, todos los rebaños tenían crías manchadas. Y si decidía pagarme con animales rayados, todos los rebaños tenían crías rayadas. 9 Así es como Dios le ha quitado al padre de ustedes su ganado, y me lo ha dado a mí.
10 »Una vez tuve un sueño. En ese sueño las ovejas estaban en celo, y pude ver que los carneros eran de piel rayada y manchada. 11-12 También oí que Dios me dijo: “Ya he visto lo mal que te trata tu suegro. Por eso, si te fijas, verás que todos los carneros que se aparean con las ovejas son rayados y manchados. 13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, donde derramaste aceite sobre una piedra y me hiciste una promesa. Apártate de Labán, y regresa a Canaán, que es donde tú naciste”.»
14 Raquel y Lía le respondieron:
—Nosotras no podemos ya esperar que nuestro padre nos dé ninguna herencia, 15 pues nos considera unas extrañas. No sólo nos vendió como cualquier mercancía, sino que también se aprovechó de lo que trabajaste por nosotras. 16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te diga.
17-19 Ese día, mientras Labán fue a cortar la lana de sus ovejas, Raquel le robó a su padre los ídolos de la familia. Luego Jacob hizo que sus esposas y sus hijos se montaran en camellos. También juntó sus rebaños y todas las riquezas que había ganado en Padán-aram, y se puso en marcha hacia Canaán, donde vivía su padre Isaac. 20-21 Se fue con todo lo que tenía, y engañó a Labán al no decirle que se iba. Luego de cruzar el río Éufrates, se fue hacia los cerros de Galaad.
Labán persigue a Jacob
22 Al tercer día Labán supo que Jacob se había ido, 23-25 así que salió a perseguirlo, acompañado de sus parientes. Siete días después lo alcanzó en los cerros de Galaad, donde Jacob había acampado. Allí también acamparon Labán y sus parientes. Pero una noche Dios se le apareció a Labán en un sueño, y le dijo: «Labán, no le digas nada a Jacob».
26 Sin embargo, Labán le dijo a Jacob:
—¿Por qué me has engañado? ¿Por qué has tomado a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra? 27 ¿Y por qué huiste sin decirme nada? Si me hubieras avisado, yo habría hecho una fiesta para despedirte. 28 ¡Lo que has hecho es una locura! ¡Ni siquiera un beso me dejaste darles a mis hijas y a mis nietos! 29 Ganas no me faltan de hacerles daño, pero anoche el Dios de tu padre me ordenó que no te dijera nada. 30 Si tanto te urgía volver a la casa de tu padre, no tenías por qué robarte mis dioses.
31-32 Como Jacob no sabía que Raquel se los había robado, le contestó:
—La verdad, tuve miedo de que me quitaras a tus hijas por la fuerza. En cuanto a tus dioses, pasa y busca tú mismo. Si encuentras algo tuyo entre lo mío, te lo puedes llevar. Y si alguien aquí tiene tus dioses, no quedará con vida. Nuestros parientes son testigos.
33 Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, y luego en la tienda de Lía y de las dos esclavas, pero no encontró nada; finalmente entró en la de Raquel. 34-35 Pero Raquel había puesto los ídolos bajo la montura del camello, y se había sentado sobre ellos, por eso le dijo a su padre: «No se enoje si no me levanto, pero es que estoy con mi menstruación».
Y así, aunque Labán buscó y rebuscó por toda la tienda, no pudo encontrar sus ídolos. Al verlo buscar por todos lados, 36 Jacob se enojó y le reclamó:
—¿De qué se me acusa? ¿Cuál es mi delito, que me has perseguido como a un criminal? 37 Ya has revisado todo lo que tengo, ¿y qué encontraste que sea tuyo? A ver, ponlo aquí, delante de nuestros parientes, para que ellos nos den su opinión.
38 »En los veinte años que he vivido contigo, jamás me comí un solo carnero de tus rebaños, ni tus ovejas ni tus cabras perdieron sus crías. 39 Si alguna fiera mataba una oveja, yo te la pagaba; y si en el día o en la noche alguien se robaba un animal, tú me lo cobrabas. 40-41 Los veinte años que viví en tu casa los pasé en las peores condiciones: ahogándome de calor en el día, y muriéndome de frío en la noche, ¡y hasta el sueño se me iba! Catorce años trabajé para ti por tus dos hijas, y seis años por tus rebaños, ¡y más de una vez me rebajaste el sueldo! 42 ¡Qué bueno que el Dios de mi abuelo Abraham me brindó su ayuda! El Dios de mi padre Isaac fue bueno conmigo, pues me vio cansado y afligido, y anoche te reprendió. Si Dios no lo hubiera hecho, tú me habrías despedido sin nada.
43 Labán respondió:
—Estas mujeres son mis hijas, estos niños son mis nietos, y estas ovejas son de mis rebaños. ¡No hay aquí nada que no sea mío! ¡Pero tampoco puedo hacerles daño! 44 Mejor hagamos un trato que nos comprometa a los dos.
45 Entonces Jacob tomó una gran piedra para hacer una columna, 46 y les ordenó a sus parientes recoger más piedras. Ellos así lo hicieron, y luego de amontonarlas alrededor de la columna, se sentaron a comer. A esas piedras amontonadas 47 Labán las llamó en arameo «Jegar Sadutá», y Jacob las llamó en hebreo «Galaad». 48-50 Entonces dijo Labán:
«En este día, este montón de piedras servirá de señal para recordarnos nuestro pacto. Cuando ya estemos lejos el uno del otro, que sea Dios quien nos vigile. Si maltratas a mis hijas, o te casas con otras mujeres, recuerda que Dios es nuestro testigo».
Por eso, además de llamar Galaad al montón de piedras, también se le llamó Mispá, que significa «Dios vigila».
51 Luego, Labán le hizo ver a Jacob:
«Este montón de piedras, y esta columna que he levantado entre nosotros dos, 52 servirá de señal para recordarnos nuestro pacto. Ni tú ni yo cruzaremos este límite para hacernos daño. 53 Pongo entre nosotros, como juez, al Dios de Abraham y Nahor, nuestros abuelos».
Jacob hizo el juramento en el nombre del Dios que su padre Isaac adoraba; 54 luego sacrificó un animal allí mismo en el cerro, e invitó a comer a todos sus parientes. Después de comer, todos ellos pasaron la noche allí.
55 A la mañana siguiente Labán se levantó muy temprano, y luego de besar a sus nietos y a sus hijas, les dio su bendición y se regresó a su casa.
Jacob envía mensajeros a Esaú
32 Jacob continuó su viaje, y en el camino unos ángeles de Dios salieron a su encuentro. 2 Cuando Jacob los vio, dijo: «¡Pero si aquí también acampa Dios!» Por eso llamó a ese lugar «Dos campamentos».
3-4 Después de eso, Jacob envió unos mensajeros a su hermano Esaú, que vivía en la región de Edom. Los mensajeros tenían instrucciones de decirle a Esaú:
«Su hermano Jacob se pone a sus órdenes y le hace saber que todo este tiempo ha estado viviendo con su tío Labán. 5 Ahora es dueño de vacas, burros, ovejas y cabras, y además tiene esclavos y esclavas. También le suplica que usted lo reciba con bondad».
6 Cuando los mensajeros regresaron, le dijeron a Jacob: «Fuimos y hablamos con su hermano Esaú, y él mismo viene a recibirlo, al frente de cuatrocientos hombres».
7 Jacob se asustó mucho, así que dividió a su gente y a su ganado en dos grupos, 8 pues pensó: «Si Esaú llega y ataca a uno de los grupos, al menos el otro grupo podrá escapar». 9 Y Jacob hizo esta oración:
«Dios mío, tú eres el Dios de mi abuelo Abraham y de mi padre Isaac. Tú me ordenaste regresar a mi tierra, con mis parientes, y me prometiste tu ayuda. 10 Siempre me tratas con mucha bondad, aunque no lo merezco, pues soy yo quien debe servirte. Cuando crucé el río Jordán, sólo tenía un palo para defenderme, pero ahora tengo gente y ganado para formar dos grupos. 11-12 Tú me prometiste que me iría bien, y que mis descendientes llegarían a ser como la arena del mar, que no se puede contar. ¡Líbrame ahora de mi hermano Esaú! Tengo miedo de que venga y nos ataque a todos».
13 Esa noche Jacob durmió en aquel lugar. De los animales que tenía, apartó para regalarle a su hermano 14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros, 15 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas, diez toros, veinte burras y diez burros. 16 Entregó a sus sirvientes cada manada por separado, y les ordenó adelantarse y mantenerse a distancia unos de los otros. 17 Al guía de la primera manada le ordenó:
«Cuando te encuentres con mi hermano Esaú, y él te pregunte quién eres y a dónde vas, y de quién son todos estos animales, 18 le dirás que son míos, pero que yo se los regalo. Dile también que yo vengo detrás de ti».
19 Estas mismas instrucciones les dio al segundo y al tercer guía, y a los que iban tras las manadas. A todos ellos los obligó 20 a decir que él venía siguiéndolos. Y es que Jacob pensaba: «Voy a calmar a Esaú con estos regalos, y así, cuando me vea, me recibirá bien».
21 Luego de enviar esos regalos, Jacob se quedó a pasar la noche en el campamento.
La lucha de Jacob
22-23 Esa misma noche Jacob se levantó, tomó todas sus posesiones, y junto con su familia cruzó el arroyo Jaboc. 24 Y luego él solo regresó al otro lado y allí luchó con un desconocido hasta que el sol salió. 25 Cuando el desconocido se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la cadera, y se la zafó. 26 Entonces el desconocido le dijo:
—¡Suéltame! ¡Ya salió el sol!
Pero Jacob le respondió:
—No te suelto si no me bendices.
27 El desconocido le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Cuando Jacob le dio su nombre, 28 el desconocido dijo:
—Ya no te vas a llamar Jacob. Ahora vas a llamarte Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
29 Entonces Jacob le dijo:
—Ahora te toca decirme cómo te llamas.
Pero el desconocido respondió:
—¡Pues ya debieras saberlo!
Luego bendijo a Jacob, 30 y por eso Jacob llamó a ese lugar Penuel, pues dijo: «¡He visto a Dios cara a cara, y todavía sigo con vida!»
31 Cuando el sol salió, Jacob se fue de Penuel, pero iba cojeando. 32 Por eso hasta el día de hoy los israelitas no comen del músculo que cubre la cadera de ningún animal, porque fue allí donde Jacob fue golpeado.
Jacob y Esaú se encuentran
33 Cuando Jacob vio a lo lejos que Esaú se acercaba con cuatrocientos hombres, repartió a los niños entre Lía, Raquel y las dos esclavas. 2 Al frente de todos puso a las esclavas y a sus hijos; detrás de ellos puso a Lía y a sus hijos, y hasta atrás puso a Raquel y a José; 3 luego se adelantó y, mientras iba acercándose a su hermano, se inclinó hasta el suelo siete veces en señal de respeto.
4 Esaú, por su parte, corrió al encuentro de Jacob y, abrazándolo, lo besó. Y los dos se echaron a llorar. 5 Luego, al ver Esaú a las mujeres y a los niños, preguntó:
—¿Quiénes son todos estos?
Jacob le contestó:
—Dios ha sido bueno conmigo y me ha dado todos estos hijos.
6 Las esclavas y sus hijos se acercaron, y se inclinaron hasta el suelo. 7 Lo mismo hicieron Lía y sus hijos, y también José y Raquel. 8 Entonces preguntó Esaú:
—¿Por qué me enviaste todos esos animales que he encontrado en el camino?
—Con ellos espero que me perdones y me trates bien —contestó Jacob.
9 Pero Esaú dijo:
—¡Quédate con lo que es tuyo, hermano mío, que yo ya tengo bastante!
10 Jacob insistió:
—Por favor, te ruego que aceptes este regalo. Nos has recibido con mucha amabilidad, y verte cara a cara ¡es como ver el rostro de Dios! 11 Ten la bondad de aceptarme este regalo. Te lo traigo porque Dios me ha dado mucho, y tengo todo lo que necesito.
Ante la insistencia de Jacob, Esaú lo aceptó. 12 Luego dijo:
—Sigamos nuestro camino. Yo voy a acompañarte.
13 Pero Jacob le dijo:
—De ningún modo, hermano mío. Tú sabes que los niños se cansan rápido. Además, debo tener cuidado con las ovejas y las vacas que están criando. Si las hago caminar un día más, todas ellas se morirán. 14 Es mejor que te adelantes y me dejes ir despacio, al paso de los niños y de mis animales, hasta que te alcance en Edom.
15 Esaú le sugirió:
—Permíteme dejarte algunos de mis hombres.
Pero Jacob le contestó:
—¿Para qué vas a hacer eso? ¡Ya es bastante con que me hayas recibido bien!
16 Entonces Esaú regresó a Edom ese mismo día. 17 Jacob, por su parte, se dirigió a Sucot, lugar que se llamó así porque hizo unos cobertizos para su ganado. Allí también construyó su casa.
18-20 Cuando Jacob regresó de Padán-aram, llegó sano y salvo al pueblo de un hombre llamado Siquem, que era hijo de Jamor. El pueblo estaba en la región de Canaán, y Jacob le compró en cien monedas de plata un terreno que era de los hijos de Jamor, y que estaba frente al pueblo. Allí plantó Jacob su tienda de campaña y construyó un altar, al cual llamó Dios de Israel.
Siquem viola a Dina
34 Dina, la hija de Lía y de Jacob, fue un día a visitar a las mujeres del pueblo. 2 Jamor, que era heveo, gobernaba ese territorio. Cuando su hijo Siquem vio a Dina, la tomó por la fuerza y la violó. 3 Sin embargo, se enamoró de ella y trató de ganarse su cariño, 4 así que le dijo a su padre que la pidiera para que fuera su esposa.
5 Jacob supo que Dina había sido violada, pero como sus hijos estaban cuidando el ganado, prefirió esperar a que regresaran. 6 Mientras tanto, Jamor fue a hablar con Jacob.
7 Tan pronto como los hijos de Jacob se enteraron de lo ocurrido, regresaron del campo muy enojados. Consideraban que violar a la hija de Jacob era una ofensa contra la familia, ¡algo que Siquem no debió haber hecho! 8 Sin embargo, Jamor les dijo:
—Mi hijo Siquem realmente quiere mucho a la muchacha. Yo les ruego que lo dejen casarse con ella. 9 Háganse parientes nuestros. Así nosotros nos casaremos con sus mujeres y ustedes podrán casarse con las nuestras, 10 y podrán también vivir libremente entre nosotros. Allí tienen el país: ¡vivan en él, vayan a donde quieran, compren terrenos!
11 Siquem, por su parte, les dijo a Jacob y a sus hijos:
—Si me consideran digno de casarme con Dina, les daré lo que me pidan. 12 Ustedes díganme cuánto quieren a cambio, y yo pagaré ese precio, ¡pero, por favor, déjenme casarme con ella!
13 Pero los hijos de Jacob no fueron sinceros con él ni con Jamor, 14 sino que los engañaron diciéndoles:
—Nosotros no podemos permitir que nuestra hermana se case con alguien que no está circuncidado. Eso, para nosotros, sería una vergüenza. 15 Sólo con una condición daremos nuestro permiso para la boda: que ustedes y todos sus hombres se circunciden. 16 Así, podrán casarse con nuestras mujeres, y nosotros, con las de ustedes. Entonces nos quedaremos a vivir aquí, y todos seremos un solo pueblo. 17 Claro que si no están de acuerdo, tomaremos a Dina y nos marcharemos.
18 Jamor y Siquem aceptaron la propuesta. 19-20 Y como Siquem era muy respetado entre sus familiares y estaba muy enamorado de Dina, él y su padre se fueron enseguida a hablar con las autoridades de su pueblo, 21 y les dijeron:
—Los hijos de Jacob son gente muy amistosa. Dejemos que vivan en nuestro territorio, y que hagan negocios aquí. Todavía hay mucho espacio en nuestra tierra para ellos. Así podremos casarnos con sus mujeres, y ellos, con las nuestras. 22 Pero sólo aceptarán vivir con nosotros si nuestros hombres se circuncidan. 23 ¡Dejemos que se queden a vivir aquí! ¡Así todos sus ganados y todas sus riquezas serán para nosotros!
24 Las autoridades estuvieron de acuerdo con Jamor y con Siquem, y todos los varones se circuncidaron. 25 Pero Simeón y Leví, hermanos de Dina, fueron al pueblo tres días después. Espada en mano atacaron por sorpresa a todos los hombres circuncidados y los mataron, pues ninguno pudo defenderse por los dolores que tenían. 26 Luego de matar a Jamor y a Siquem, sacaron a Dina de la casa. Antes de marcharse, 27-29 pisotearon los cadáveres y robaron todo lo que había en el pueblo. Se llevaron ovejas, vacas y burros, y todo lo que encontraron a su paso en el pueblo y en el campo. También entraron a las casas y las robaron, llevándose además todas sus riquezas, sus mujeres y sus niños. Así vengaron la violación de su hermana Dina.
30 Jacob reprendió a Simeón y a Leví:
—Con lo que han hecho, ustedes me han traído muchos problemas. Ahora los cananeos y los ferezeos no van a querer ni verme. Nosotros somos pocos, y si la gente de esta tierra se une contra nosotros, acabarán por matarnos a todos.
31 Pero ellos le respondieron:
—¡Pues Siquem no tenía por qué tratar a nuestra hermana como a una prostituta!
Jacob regresa a Betel
35 Dios le dijo a Jacob: «Cuando estabas huyendo de tu hermano Esaú, yo me aparecí a ti en Betel. Así que regresa a Betel, quédate a vivir allá, y constrúyeme un altar».
2 Jacob entonces les ordenó a sus familiares y a todos los que vivían con él:
«Desháganse de todos esos dioses extraños en los que han creído. Luego báñense y cámbiense de ropa, 3 porque debemos ir a Betel para presentarnos ante Dios. Allá construiré un altar, para darle gracias, pues cuando estuve en problemas, él me ayudó. Por dondequiera que he andado, Dios siempre ha estado conmigo».
4 Ellos le entregaron a Jacob todos aquellos dioses, y también los aretes que llevaban como amuletos. Entonces Jacob los enterró bajo el gran árbol que está en Siquem. 5 Y cuando se pusieron en marcha, Dios hizo que todas las ciudades vecinas les tuvieran miedo, así que nadie los persiguió.
6 Jacob y toda su gente llegaron a Betel, que está en la tierra de Canaán. 7 Fue allí donde Dios se le apareció a Jacob cuando huía de su hermano Esaú. Por eso Jacob construyó allí un altar, y al lugar le puso por nombre «Dios de Betel».
8 En esos días murió Débora, la mujer que había cuidado de Rebeca desde niña, y la enterraron bajo un árbol cerca de Betel. Por eso a ese lugar se le conoce como «El árbol del llanto».
9 Tiempo atrás, Dios se le había aparecido a Jacob, y lo había bendecido cuando volvía de Padán-aram. 10 En aquella ocasión, Dios le dijo: «Ya no vas a llamarte Jacob, sino Israel». Y con ese nombre se le conoció desde entonces. 11 Allí también Dios le dijo:
«Yo soy el Dios todopoderoso. Quiero que tengas muchos descendientes, pues de ellos saldrán reyes y muchas naciones. 12 La tierra que les di a Abraham y a Isaac, también te la doy a ti, y a tus descendientes».
13-14 Cuando Dios se fue de allí, Jacob levantó en ese lugar una columna de piedra, y sobre ella derramó aceite y vino para dedicársela a Dios. 15 Y como Dios había hablado allí con él, Jacob llamó a ese lugar Betel, que significa «casa de Dios».
Muerte de Raquel
16 Jacob y su gente se fueron de allí. Estaban por llegar a Efrata cuando le llegó a Raquel la hora de tener otro bebé. 17 Como tenía mucho problema para tenerlo, la mujer que la ayudaba le dijo: «No tengas miedo, que también este bebé va a ser niño».
18 El niño nació bien, pero Raquel estaba a punto de morirse. En sus últimos momentos de vida le puso a su hijo el nombre de Ben-oní, que significa «hijo de mi dolor». Sin embargo, Jacob le cambió el nombre y le puso Benjamín, que significa «hijo favorito».
19 Raquel murió, y la enterraron en el camino de Efrata, donde ahora es Belén. 20 Sobre su tumba, Jacob levantó una columna de piedras. Hasta el momento en que esto se escribe, esa columna marca el lugar de la tumba de Raquel.
21 Una vez más, Jacob se puso en marcha y acampó más allá de la torre de Éder. 22 Mientras Jacob vivía en ese lugar, Rubén tuvo relaciones sexuales con Bilhá, una de las esposas de Jacob. Pero esto llegó a oídos de Jacob.
Los hijos de Jacob
Jacob tuvo doce hijos:
23 Con Lía tuvo a Rubén, que fue su hijo mayor, y también a Simeón, a Leví, a Judá, a Isacar y a Zabulón.
24 Con Raquel tuvo a José y a Benjamín.
25 Con Bilhá, la esclava de Raquel, tuvo a Dan y a Neftalí.
26 Con Zilpá, la esclava de Lía, tuvo a Gad y a Aser.
Éstos fueron los hijos de Jacob, que nacieron cuando él vivió en Padán-aram.
Muerte de Isaac
27 Jacob volvió a la casa de su padre Isaac, que vivía en Hebrón, donde también había vivido Abraham. 28 Isaac llegó a la edad de ciento ochenta años. 29 Después de una vida tan larga, murió, y sus hijos Esaú y Jacob lo enterraron en la tumba de la familia.
Los descendientes de Esaú
36 1-5 Ésta es la historia de Esaú, que se casó con tres mujeres: Adá, Oholibamá y Basemat. Adá era hija de un hitita llamado Elón, y Oholibamá era hija de Aná y nieta de un heveo llamado Sibón; las dos eran cananeas. Basemat era hija de Ismael y hermana de Nebaiot. Ésta es la lista de los hijos de Esaú; todos ellos nacieron en Canaán: Elifaz hijo de Adá; Reuel hijo de Basemat; y Jeús, Jaalam y Coré, hijos de Oholibamá.
6 Esaú se fue a vivir a otro lugar, no muy lejos de su hermano Jacob. Se llevó a sus esposas, hijos e hijas, y todos los que vivían con él. También se llevó todos sus animales y todo lo que había llegado a tener en Canaán. 7 Era tanto lo que Esaú y Jacob tenían, y tanta la cantidad de ganado, que ya no podían seguir viviendo juntos. La tierra donde vivían ya no era lo bastante grande para los dos. 8 Así fue como Esaú se quedó a vivir en la parte montañosa de Edom.
9-19 La historia de Esaú en esas montañas, y la lista de sus descendientes que llegaron a ser jefes de tribus edomitas, es la siguiente:
De los hijos de Esaú:
Elifaz,
Reuel,
Jeús,
Jaalam,
Coré.
De los hijos de Elifaz y nietos de Adá:
Temán,
Omar,
Sefó,
Gatam,
Quenaz,
Coré,
Amalec, hijo de Elifaz y Timná.
De los hijos de Reuel y nietos de Basemat:
Náhat,
Zérah,
Samá,
Mizá.
20-30 Los jefes de las tribus de los horeos, que son descendientes de Esaú, y que vivían en la región de Edom, fueron:
Lotán,
Sobal,
Sibón,
Aná,
Disón,
Éser,
Disán.
De los hijos de Lotán:
Horí,
Hemam.
Timná, la hermana de Lotán.
De los hijos de Sobal:
Alván,
Manáhat,
Ebal,
Sefó,
Onam.
De los hijos de Sibón:
Aiá,
Aná.
De los hijos de Aná:
Disón,
Oholibamá.
De los hijos de Disón:
Hemdán,
Esbán,
Itrán,
Querán.
De los hijos de Éser:
Bilhán,
Zaaván,
Acán.
De los hijos de Disán:
Uz,
Arán.
Aná fue el que descubrió unos manantiales en el desierto mientras cuidaba los burros de su padre Sibón.
Los reyes de Edom
31-39 Antes que hubiera reyes en Israel, los descendientes de Esaú, que vivían en Edom, tuvieron varios reyes. Cada rey gobernaba hasta el día de su muerte, y entonces otro ocupaba su lugar.
Ésta es la lista de los reyes de Edom:
Bela hijo de Beor, de la ciudad de Dinhaba.
Jobab hijo de Zérah, del pueblo de Bosrá.
Husam, de la región de Temán.
Hadad hijo de Bedad, de la ciudad de Avit.
Samlá, del pueblo de Masrecá.
Saúl, del pueblo de Rehobot, junto al Éufrates.
Baal-hanán hijo de Acbor.
Hadad, de la ciudad de Pau.
La esposa de Hadad de Pau se llamaba Mehetabel y era hija de Matred y nieta de Mezaab.
40-43 Los jefes edomitas descendientes de Esaú, ordenados por nombre, familia, territorio y lugar de residencia, fueron:
Timná,
Alvá,
Jetet,
Oholibamá,
Elá,
Pinón,
Quenaz,
Temán,
Mibsar,
Magdiel,
Iram.
Historia de José (37.1—50.26)
37 1-2 Ésta es la historia de Jacob, que vivió en la tierra de Canaán, donde antes su padre había vivido como extranjero.
Los sueños de José
Cuando José tenía diecisiete años, ayudaba a sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, a cuidar las ovejas. Pero José le contaba a su padre lo mal que se portaban sus hermanos.
3 Jacob amaba a José más que a sus otros hijos, pues había nacido cuando ya era muy anciano. Por eso le hizo una capa de muchos colores. 4 Pero sus hermanos lo odiaban, y ni siquiera le hablaban, pues veían que su padre lo quería más que a ellos.
5 Un día José tuvo un sueño. Cuando se lo contó a sus hermanos, ellos lo odiaron aún más, 6 pues les dijo:
—Anoche tuve un sueño, 7 y soñé que estábamos en medio del campo, atando el trigo en manojos. De repente, mi manojo se levantó y se quedó bien derecho, mientras los de ustedes lo rodeaban y se inclinaban ante él.
8 Sus hermanos protestaron:
—¡Ahora resulta que vas a ser nuestro rey y nuestro jefe!
Y por causa del sueño y por lo que decía, creció en ellos el odio que le tenían.
9 José tuvo otro sueño, y también se lo contó a sus hermanos. Les dijo:
—Fíjense que tuve otro sueño. Resulta que esta vez el sol, la luna y once estrellas, se inclinaban ante mí.
10 Cuando les contó este sueño a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió, y le dijo:
—¿Qué clase de sueño es ése? ¿Quieres decir que tu madre y tus hermanos, y yo mismo, vamos a ser tus esclavos?
11 Y sus hermanos le tenían envidia, pero su padre trataba de entender el significado de sus sueños.
José es vendido como esclavo
12 Los hermanos de José habían llevado las ovejas de su padre a los pastos de Siquem. 13-14 Unos días después, Jacob le dijo a José:
—Ya sabes que tus hermanos están en Siquem, cuidando las ovejas. Quiero que vayas a ver si todo está bien, y que regreses a contármelo.
—Sí, papá, enseguida voy —le respondió.
José salió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem, 15 pero no encontró a sus hermanos por ningún lado. Poco después lo encontró un hombre y le preguntó:
—¿Qué andas buscando?
16 José le respondió:
—Busco a mis hermanos y a sus rebaños. Tal vez usted pueda decirme dónde están.
17 Aquel hombre contestó:
—Hace días que se fueron. Alcancé a oír que se iban a Dotán.
José siguió buscando a sus hermanos, y allá los encontró. 18 Cuando ellos lo vieron acercarse, antes de que él llegara a donde ellos estaban, se pusieron de acuerdo para matarlo. 19 Unos a otros se decían:
«¡Vaya, vaya! ¡Aquí viene ese gran soñador! 20 Vamos a matarlo y a echarlo en uno de estos pozos, y diremos que algún animal feroz se lo comió. ¡Ya vamos a ver si se cumplen sus sueños!»
21-22 Al oír esto, Rubén trató de librar a José de sus hermanos, para luego llevárselo a su padre. Por eso les dijo: «No está bien que lo matemos. ¿Para qué matarlo? Si quieren, échenlo en este pozo del desierto; ¡pero no le hagan daño!»
23 Cuando José llegó a donde estaban sus hermanos, ellos le quitaron la capa que su padre le había hecho 24 y lo echaron al pozo, que estaba seco. Y Rubén se fue.
25 Los hermanos se sentaron a comer. De pronto vieron que se acercaba un grupo de comerciantes. Eran unos ismaelitas que venían de Galaad. Sus camellos estaban cargados de finos perfumes y hierbas de rico olor, que los ismaelitas pensaban vender en Egipto.
26 Judá entonces les dijo a sus hermanos:
«No ganamos nada con matar a nuestro hermano, y luego tener que mentir acerca de su muerte. 27 Nos conviene más vendérselo a estos ismaelitas. Después de todo, José es nuestro hermano; ¡es de nuestra propia familia!»
Esta idea les pareció bien, 28 así que cuando los comerciantes pasaron por allí, los hermanos de José lo sacaron del pozo y lo vendieron en veinte monedas de plata. Entonces los comerciantes se lo llevaron a Egipto.
29 Cuando Rubén regresó y vio que José ya no estaba en el pozo, rompió su ropa en señal de tristeza, 30 y luego fue a decirles a sus hermanos: «¡José ya no está en el pozo! Y ahora, ¿qué le voy a decir a mi padre?»
31 Mataron entonces un cabrito, y con la sangre del cabrito mancharon la capa de José. 32 Luego le llevaron la capa a Jacob, y le dijeron:
—¡Mira lo que encontramos! Nos parece que es la capa de tu hijo.
33 Jacob la reconoció, y lleno de dolor gritó:
—¡Sí, es la capa de mi hijo! ¡Seguramente algún animal feroz lo hizo pedazos y se lo comió!
34 Allí mismo Jacob rompió su ropa en señal de tristeza, se vistió de luto, y durante mucho tiempo lloró por la muerte de su hijo. 35 Todos sus hijos llegaron para consolarlo, pero él no quería que lo consolaran. Más bien, lloraba y decía que quería morirse para estar con José.
36 Cuando los comerciantes llegaron a Egipto, vendieron a José. Lo compró Potifar, que era un oficial del rey de Egipto y capitán de la guardia.
Judá y Tamar
38 Fue por esos días cuando Judá se apartó de sus hermanos y se fue a Adulam, donde vivió en la casa de un amigo suyo que se llamaba Hirá. 2 Allí Judá conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Después de un tiempo 3 ella quedó embarazada y tuvo un hijo. Judá le puso por nombre Er.
4-5 Tiempo después, la esposa de Judá tuvo dos hijos más: a uno de ellos lo llamó Onán, y al otro lo llamó Selá. Este último nació en Quezib.
6 Judá le buscó esposa a Er, y lo casó con una mujer llamada Tamar. 7 Pero a Dios no le gustaba la mala conducta de Er, así que le quitó la vida.
8 Entonces Judá le dijo a Onán: «Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado. Así tu difunto hermano tendrá hijos por medio de ti».
9 Onán sabía que los hijos que tuviera con su cuñada no serían considerados suyos, sino de su hermano. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con ella procuraba no dejarla embarazada. De ese modo evitaba darle hijos a su hermano muerto. 10 A Dios tampoco le gustó esta mala conducta de Onán, así que también le quitó la vida.
11 Entonces Judá le recomendó a Tamar que se quedara viuda hasta que Selá creciera. Y es que Judá tenía miedo de que también Selá muriera, como sus hermanos. Por eso Tamar se fue a vivir a la casa de su padre.
12 Pasó el tiempo, y murió la esposa de Judá. Luego de llorar su muerte, Judá se fue a Timnat, donde sus pastores estaban cortándoles la lana a sus ovejas. Su amigo Hirá lo acompañó.
13 Alguien fue a contarle a Tamar que su suegro iba de camino a Timnat, para recoger la lana de sus ovejas. 14 Entonces ella se quitó la ropa de luto, se tapó la cara con un velo, y fue a sentarse a la entrada de Enaim, junto al camino que lleva a Timnat. Tamar se había dado cuenta de que Selá ya había crecido y, sin embargo, Judá no lo casaba con ella.
15-16 Cuando Judá vio a una mujer con la cara cubierta, no se imaginó que se trataba de su nuera. Más bien, pensando que era una prostituta, se acercó a ella y le propuso:
—Oye, ¿me dejarías acostarme contigo?
Ella contestó:
—Suponiendo que te deje, ¿qué me darás a cambio?
17 —Te mandaré uno de mis cabritos —respondió Judá.
—Acepto —dijo ella—, sólo si me dejas algo tuyo como garantía de que me pagarás.
18 —¿Y qué quieres que te deje? —preguntó Judá.
—Pues déjame tu sello con todo y cordón, y la vara que llevas en la mano —respondió ella.
Judá aceptó sus condiciones, y tuvo relaciones sexuales con ella, y ella quedó embarazada. 19 Tan pronto como Judá se marchó, ella se quitó el velo y volvió a ponerse las ropas de luto.
20 Más tarde, cuando Judá mandó a su amigo Hirá para entregar el cabrito y recoger lo que le había dejado a Tamar, su amigo ya no la encontró. 21 Entonces les preguntó a los que vivían allí:
—¿Dónde está la prostituta que acostumbra sentarse junto al camino de Enaim?
Ellos contestaron:
—Aquí nunca ha habido ninguna prostituta.
22 El amigo de Judá regresó y le dijo:
—No encontré a esa mujer. Los de ese lugar me aseguran que allí no ha habido ninguna prostituta.
23 Judá respondió:
—¡Pues que se quede con todo! Pero nadie podrá decir que no cumplo mi palabra. Yo te envié con el cabrito, y tú ya no la encontraste.
24 Como a los tres meses, alguien fue a decirle a Judá:
—Seguramente tu nuera Tamar ha tenido relaciones con alguien, pues resulta que está embarazada.
Entonces Judá exclamó:
—¡Échenla fuera, y quémenla viva!
25 Cuando la estaban sacando, Tamar mandó a decirle a su suegro: «El dueño de todo esto fue quien me dejó embarazada. Fíjate bien, tal vez sepas quién es el dueño».
26 En cuanto Judá reconoció su sello y la vara, dijo:
—El culpable soy yo, y no ella, pues no quise darle a mi hijo Selá como esposo.
Y nunca más Judá volvió a tener relaciones sexuales con Tamar.
27 Tiempo después, Tamar tuvo mellizos. 28 Al momento de nacer, uno de los mellizos sacó la mano; entonces la mujer que ayudaba a Tamar le ató al niño una cinta roja en la muñeca y dijo: «Éste nació primero». 29 Pero el niño volvió a meter la mano, y el que nació primero fue el otro mellizo. Entonces dijo la mujer: «¡Vaya, te abriste paso!» Por eso le pusieron por nombre Fares. 30 Después de él nació su hermano, y como traía la cinta roja atada a la muñeca le pusieron por nombre Zérah.
José y la esposa de Potifar
39 Cuando los comerciantes llevaron a José a Egipto, lo compró Potifar, que era oficial del rey y capitán de su guardia. 2 A José le fue muy bien allí, en la casa de su amo egipcio, pues Dios estaba con él. 3 Potifar vio que Dios ayudaba a José y hacía que todo le saliera bien. 4-6 Por eso trató amablemente a José, lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía. A partir de ese momento, y gracias a José, Dios bendijo a Potifar en todo, y él no se preocupaba ya de nada, más que de comer.
Como José era muy guapo y atractivo, 7 la mujer de su amo se fijó en él, y le propuso:
—¡Ven, acuéstate conmigo!
8 En vez de aceptar, José le contestó:
—Mi amo confía en mí, y por eso ha dejado todo a mi cargo. Estando yo al frente de todas sus riquezas, él no tiene nada de qué preocuparse. 9 No me ha prohibido nada, y en esta casa nadie tiene más autoridad que yo. Pero usted es su esposa. Tener relaciones sexuales con usted, sería pecar contra Dios.
10 Y aunque todos los días ella le insistía, él la rechazaba. 11 Un día, José entró en la casa para hacer su trabajo. Entonces ella, aprovechando que no había nadie en la casa, 12 lo agarró de la ropa y le exigió:
—¡Acuéstate conmigo!
Pero José prefirió que le arrebatara la ropa, y salió corriendo de la casa. 13 Entonces ella, al verse con la ropa de José en las manos, 14 llamó a gritos a los sirvientes y les dijo:
—¡Miren, este hebreo que trajo mi esposo ha venido a burlarse de nosotros! Se metió aquí y quiso violarme, pero yo me puse a gritar con todas mis fuerzas. 15 En cuanto me oyó gritar y pedir ayuda, salió corriendo ¡y hasta la ropa dejó!
16 Ella guardó la ropa de José hasta que regresara su esposo. 17 Cuando Potifar llegó, ella le contó la misma historia: «Ese esclavo hebreo que nos trajiste quiso violarme. 18 Pero en cuanto empecé a gritar pidiendo ayuda, dejó su ropa junto a mí y salió corriendo de la casa».
19 Al oír Potifar las quejas de su esposa, se enojó mucho. 20 Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey.
Pero aun en la cárcel 21 Dios siguió ayudando a José y dándole muestras de su amor, pues hizo que el carcelero lo tratara bien. 22 Y así, el carcelero puso a José a cargo de todos los presos y de todos los trabajos que allí se hacían. 23 El carcelero no tenía que vigilarlo, porque Dios ayudaba a José y hacía que todo le saliera bien.
Los sueños del copero y del panadero
40 1-2 Algún tiempo después, el jefe de los coperos[b] y el jefe de los panaderos ofendieron al rey de Egipto, y el rey se enojó mucho con estos dos ayudantes. 3 Entonces los puso bajo vigilancia en la cárcel donde José estaba preso. 4 El capitán de la guardia los dejó al cuidado de José.
Pasó el tiempo, 5 y una noche el copero y el panadero tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. 6 Al día siguiente, cuando José llegó a verlos, los encontró muy tristes, 7 y les preguntó:
—¿Por qué están hoy tan tristes?
8 Ellos respondieron:
—Resulta que los dos tuvimos un sueño, pero no hay quien pueda decirnos lo que significan.
José les dijo:
—Vamos a ver, cuéntenme sus sueños, y Dios nos dirá lo que significan.
9 El primero en contar su sueño fue el copero. Le dijo:
—En mi sueño yo veía una planta de uvas 10 que tenía tres ramas. Tan pronto como las ramas brotaban, también echaban flores, y las uvas maduraban. 11 Yo tenía en mi mano la copa del rey, así que tomaba las uvas y las exprimía en la copa, y luego se la daba al rey.
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