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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Nehemías 1:1-13:14

Oración de Nehemías por Jerusalén

Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, que estando yo en Susa, capital del reino, vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos hombres de Judá. Entonces les pregunté por los judíos que habían escapado, los que se habían salvado de la cautividad, y por Jerusalén. Ellos me dijeron: «El resto, los que se salvaron de la cautividad, allí en la provincia, están en una situación muy difícil y vergonzosa. El muro de Jerusalén está en ruinas y sus puertas destruidas por el fuego.»

Cuando oí estas palabras me senté y lloré, hice duelo por algunos días, ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y le dije: «Te ruego, Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guardas el pacto y tienes misericordia de los que te aman y observan tus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti, día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos. Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés, tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés, tu siervo, diciendo: “Si vosotros pecáis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volvéis a mí y guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, aunque vuestra dispersión sea hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre”.

10 »Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder y con tu mano poderosa. 11 Te ruego, Jehová, que esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo y dale gracia delante de aquel hombre.»

En aquel entonces servía yo de copero al rey.

Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén

Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey:

—¿Por qué está triste tu rostro?, pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón.

Entonces tuve un gran temor. Y dije al rey:

—¡Viva el rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el fuego?

—¿Qué cosa pides? —preguntó el rey.

Entonces oré al Dios de los cielos, y le respondí:

—Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.

Entonces el rey, que tenía a la reina sentada junto a él, me preguntó:

—¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?

Y agradó al rey enviarme, después que yo le indiqué las fechas. Le dije además al rey:

—Si al rey le place, que se me den cartas para los gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que llegue a Judá; y carta para Asaf, guarda del bosque del rey, a fin de que me dé madera para enmaderar las puertas de la ciudadela de la Casa, para el muro de la ciudad y para la casa en que yo estaré.

Y me lo concedió el rey, porque la benéfica mano de mi Dios estaba sobre mí.

Fui luego a los gobernadores del otro lado del río y les di las cartas del rey. También el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a caballo. 10 Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, y Tobías el siervo amonita, les disgustó mucho que viniera alguien a procurar el bien de los hijos de Israel.

Nehemías anima al pueblo a reedificar los muros

11 Llegué, pues, a Jerusalén, y después de estar allí tres días, 12 me levanté de noche, yo y unos pocos hombres conmigo, y no declaré a nadie lo que Dios había puesto en mi corazón que hiciera en Jerusalén. No tenía cabalgadura conmigo, sino la única en que yo cabalgaba. 13 Aquella misma noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados y sus puertas que habían sido consumidas por el fuego. 14 Pasé luego a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey, pero no había lugar por donde pasara la cabalgadura en que iba. 15 Subí de noche por el torrente y observé el muro, di la vuelta y entré por la puerta del Valle, y regresé.

16 Los oficiales no sabían a dónde yo había ido ni qué había hecho. Todavía no lo había declarado yo a los judíos y sacerdotes, ni a los nobles y oficiales, ni a los demás que hacían la obra. 17 Les dije, pues:

—Vosotros veis la difícil situación en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego. Venid y reconstruyamos el muro de Jerusalén, para que ya no seamos objeto de deshonra.

18 Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena conmigo, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Ellos respondieron:

—¡Levantémonos y edifiquemos!

Así esforzaron sus manos para bien.

19 Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem, el árabe, se burlaron de nosotros y nos despreciaron, diciendo:

—¿Qué es lo que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey?

20 Pero yo les respondí:

—El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén.

Reparto del trabajo de reedificación

Entonces se levantaron el sumo sacerdote Eliasib y sus hermanos los sacerdotes y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos arreglaron. y levantaron sus puertas hasta la torre de Hamea, y edificaron hasta la torre de Hananeel. Junto a ella trabajaron los hombres de Jericó, y luego Zacur hijo de Imri. Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; la enmaderaron y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos. Junto a ellos trabajó en la restauración Meremot hijo de Urías hijo de Cos y, al lado de ellos, Mesulam hijo de Berequías hijo de Mesezabeel. Junto a ellos trabajó Sadoc hijo de Baana. Y a su lado colaboraron los tecoítas; pero sus notables no se prestaron a ayudar a la obra de su Señor. La puerta Vieja fue restaurada por Joiada hijo de Paseah y Mesulam hijo de Besodías, quienes la enmaderaron y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y cerrojos. Junto a ellos trabajaron Melatías, el gabaonita, y Jadón, el meronotita, hombres de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador del otro lado del río. Junto a ellos trabajó Uziel hijo de Harhaía, de los plateros, con quien colaboró también Hananías, hijo de un perfumero. Así terminaron la reparación de Jerusalén hasta el muro ancho. Junto a ellos también trabajó en la restauración Refaías hijo de Hur, gobernador de la mitad de la región de Jerusalén; 10 asimismo, junto a ellos, y frente a su casa, Jedaías hijo de Harumaf. Junto a éste trabajó Hatús hijo de Hasabnías.

11 Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pahat-moab restauraron otro tramo, y la torre de los Hornos. 12 Junto a ellos trabajó en la restauración Salum hijo de Halohes, gobernador de la mitad de la región de Jerusalén, él con sus hijas. 13 La puerta del Valle la restauró Hanún con los habitantes de Zanoa; ellos la reedificaron y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y mil codos del muro, hasta la puerta del Muladar. 14 Reedificó la puerta del Muladar Malquías hijo de Recab, gobernador de la provincia de Bet-haquerem; él la reedificó y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos.

15 Salum hijo de Colhoze, gobernador de la región de Mizpa, restauró la puerta de la Fuente; él la reedificó, la enmaderó y levantó sus puertas, sus cerraduras y sus cerrojos; también el muro del estanque de Siloé junto al huerto del rey, hasta las gradas que descienden de la ciudad de David. 16 Después de él trabajó en la restauración Nehemías hijo de Azbuc, gobernador de la mitad de la región de Bet-sur, hasta delante de los sepulcros de David, el estanque labrado y casa de los Valientes.

17 Tras él trabajaron los levitas; Rehum hijo de Bani y, junto a él, Hasabías, gobernador de la mitad de la región de Keila, a nombre de su región. 18 Después de él colaboraron en la restauración sus hermanos, Bavai hijo de Henadad, gobernador de la mitad de la región de Keila. 19 Junto a él, Ezer hijo de Jesúa, gobernador de Mizpa, restauró otro tramo frente a la subida de la armería de la esquina. 20 Después de él, Baruc hijo de Zabai con todo fervor restauró otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa de Eliasib, sumo sacerdote. 21 Tras él Meremot hijo de Urías hijo de Cos restauró otro tramo, desde la entrada hasta el extremo de la casa de Eliasib.

22 Después de él ayudaron en la restauración los sacerdotes que habitaban en la llanura. 23 Después de ellos, Benjamín y Hasub, frente a su casa; y, después de estos, Azarías hijo de Maasías hijo de Ananías cerca de su casa. 24 Después de él Binúi hijo de Henadad restauró otro tramo, desde la casa de Azarías hasta el ángulo entrante del muro, y hasta la esquina. 25 Palal hijo de Uzai restauró el muro frente a la esquina y también la torre alta que sale de la casa del rey, la cual está en el patio de la cárcel. Después de él siguió Pedaías hijo de Faros. 26 Los sirvientes del Templo que habitaban en Ofel trabajaron en la restauración hasta frente a la puerta de las Aguas al oriente y la torre que sobresalía. 27 Después de ellos los tecoítas restauraron otro tramo, frente a la gran torre que sobresale, hasta el muro de Ofel.

28 Desde la puerta de los Caballos trabajaron en la restauración los sacerdotes, cada uno frente a su casa. 29 Después de ellos, Sadoc hijo de Imer restauró frente a su casa; y después de él Semaías hijo de Secanías, guarda de la puerta Oriental. 30 Tras él, Hananías hijo de Selemías y Hanún hijo sexto de Salaf restauraron otro tramo; después de ellos, Mesulam hijo de Berequías restauró, frente a su cámara, 31 y después de él Malquías hijo del platero restauró hasta la casa de los sirvientes del Templo y de los comerciantes, frente a la puerta del Juicio, y hasta la sala de la esquina. 32 Entre la sala de la esquina y la puerta de las Ovejas, trabajaron en la restauración los plateros y los comerciantes.

Precauciones contra los enemigos

Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y enfureció mucho, y burlándose de los judíos, dijo delante de sus hermanos y del ejército de Samaria:

—¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas?

Y estaba junto a él Tobías, el amonita, el cual dijo:

—Lo que ellos edifican del muro de piedra, si sube una zorra lo derribará.

«¡Oye, Dios nuestro, cómo somos objeto de su desprecio! Haz que su ofensa caiga sobre su cabeza y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. No cubras su iniquidad ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se han airado contra los que edificaban.»

Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. Pero aconteció que oyeron Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod que los muros de Jerusalén eran reparados, pues ya las brechas comenzaban a ser cerradas, y se encolerizaron mucho. Conspiraron luego todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por culpa de ellos montamos guardia contra ellos de día y de noche. 10 Y decía Judá: «Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado y el escombro es mucho; no podremos reconstruir el muro.»

11 Nuestros enemigos dijeron: «Que no sepan ni vean hasta que entremos en medio de ellos, los matemos y hagamos cesar la obra.» 12 Pero sucedió que cuando venían los judíos que vivían entre ellos, nos decían una y otra vez: «De todos los lugares donde habitan, ellos caerán sobre vosotros.» 13 Entonces puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos, por las partes bajas del lugar, detrás del muro y en los sitios abiertos. 14 Después miré, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo:

—No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.

15 Cuando supieron nuestros enemigos que estábamos sobre aviso, y que Dios había desbaratado sus planes, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. 16 Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad se mantenía armada con lanzas, escudos, arcos y corazas. Y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. 17 Los que edificaban en el muro, los que acarreaban y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra y con la otra sostenían la espada. 18 Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a la cintura, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí, 19 pues yo había dicho a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo:

—La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos los unos de los otros. 20 En el lugar donde oigáis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.

21 Así pues, mientras trabajábamos en la obra desde la subida del alba hasta que salían las estrellas, la mitad de ellos montaba guardia con la lanza en la mano. 22 También dije entonces al pueblo:

—Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén; de noche sirvan de centinelas y de día trabajen en la obra.

23 Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse.

Abolición de la usura

Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: «Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir.» Y había quienes decían: «Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre.» Otros decían: «Hemos tomado prestado dinero sobre nuestras tierras y viñas para el tributo del rey. Ahora bien, nosotros y nuestros hermanos somos de una misma carne, y nuestros hijos son como sus hijos; sin embargo, nosotros tuvimos que entregar nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas son ya esclavas, y no podemos rescatarlas porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros.»

Cuando oí su clamor y estas palabras, me enojé mucho. Después de meditarlo bien, reprendí a los nobles y a los oficiales. Y les dije:

—¿Exigís interés a vuestros hermanos?

Además, convoqué contra ellos una gran asamblea, y les dije:

—Nosotros, según nuestras posibilidades, rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y ahora sois vosotros los que vendéis aun a vuestros hermanos, para que nosotros tengamos que rescatarlos de nuevo?

Y callaron, pues no tuvieron qué responder.

Y yo añadí:

—No es bueno lo que hacéis. ¿No deberíais andar en el temor de nuestro Dios, para no ser objeto de burla de las naciones enemigas nuestras? 10 También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano. ¡Perdonémosles esta deuda! 11 Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés.

12 Ellos respondieron:

—Lo devolveremos y nada les demandaremos; haremos así como tú dices.

Entonces convoqué a los sacerdotes y les hice jurar que harían conforme a esto. 13 Sacudí además mi vestido, y dije:

—Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpla esto; así sea sacudido y quede sin nada.

Y respondió toda la congregación:

—¡Amén!

Entonces alabaron a Jehová, y el pueblo hizo conforme a esto.

14 También desde el día que me mandó el rey que fuera gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos del pan del gobernador. 15 En cambio, los primeros gobernadores que me antecedieron abrumaron al pueblo: les cobraban, por el pan y por el vino, más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo. Pero yo no hice así, a causa del temor de Dios. 16 También trabajé mi parte en la restauración de este muro, y no he comprado heredad; también todos mis criados estaban allí juntos en la obra. 17 Además, ciento cincuenta judíos y oficiales, y los que venían de las naciones que había alrededor de nosotros, se sentaban a mi mesa. 18 Cada día se preparaba un buey y seis ovejas escogidas; también me preparaban aves; y, cada diez días, se traía vino en abundancia. Así y todo, nunca reclamé el pan del gobernador, porque la carga que pesaba sobre este pueblo era excesiva.

19 «¡Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice por este pueblo!»

Maquinaciones de los adversarios

Cuando oyeron Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás de nuestros enemigos que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él brecha alguna (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas de las puertas), Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: «Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono.» Pero ellos habían pensado hacerme mal. Entonces envié mensajeros para decirles: «Estoy ocupado en una gran obra y no puedo ir; porque cesaría la obra si yo la abandonara para ir a vosotros.» Cuatro veces me enviaron mensajes sobre el mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera.

Entonces Sanbalat me envió a su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, en la cual estaba escrito: «Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey; y que has puesto profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén: “¡Hay rey en Judá!” Estas palabras van a llegar a los oídos del rey; ven, por tanto, y consultemos juntos.»

Entonces envié yo a decirle: «No hay nada de lo que dices, sino que son invenciones de tu corazón.» Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: «Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada.»

«¡Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos!»

10 Después fui a casa de Semaías hijo de Delaía hijo de Mehetabel, porque estaba encerrado. Él me dijo:

—Reunámonos en la casa de Dios, dentro del Templo, y cerremos las puertas, porque vienen a matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.

11 Pero yo le respondí:

—¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al Templo para salvarse la vida? No entraré.

12 Reconocí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. 13 Pues fue sobornado para intimidarme, para que así yo pecara. Ellos aprovecharían esto para crearme mala fama y desprestigiarme.

14 «¡Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de la profetisa Noadías y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo!»

15 Fue terminado, pues, el muro, el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. 16 Cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros; se sintieron humillados y reconocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra.

17 En aquellos días los principales de Judá enviaban muchas cartas a Tobías y recibían las de éste. 18 Porque muchos en Judá se habían aliado con él, pues era yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado por mujer a la hija de Mesulam hijo de Berequías. 19 También contaban delante de mí las buenas obras de Tobías, y a él le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para atemorizarme.

Nehemías designa dirigentes

Después que el muro fue edificado y se colocaron las puertas, se nombraron porteros, cantores y levitas. A mi hermano Hanani y a Hananías, jefe de la fortaleza de Jerusalén (pues era un hombre de verdad y temeroso de Dios, más que muchos), les ordené, y les dije:

—Las puertas de Jerusalén no se abrirán hasta que caliente el sol, y se cerrarán y atrancarán antes de que se ponga.

Y de entre los habitantes de Jerusalén nombré guardias e indiqué que cada uno hiciera su turno frente a su propia casa.

La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, porque las casas no habían sido reedificadas.

Los compañeros de Zorobabel en la repatriación(A)

Entonces puso Dios en mi corazón que reuniera a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para que fueran empadronados según sus familias. Y hallé el libro de la genealogía de los que habían subido antes, y encontré que en él se había escrito así:

«Éstos son los hijos de la provincia que subieron del cautiverio, de los que llevó cautivos Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. Ellos vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nehum y Baana.

»Lista de los hombres del pueblo de Israel: Los hijos de Paros, dos mil ciento setenta y dos. Los hijos de Sefatías, trescientos setenta y dos. 10 Los hijos de Ara, seiscientos cincuenta y dos. 11 Los hijos de Pahat-moab, de los hijos de Jesúa y de Joab, dos mil ochocientos dieciocho. 12 Los hijos de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro. 13 Los hijos de Zatu, ochocientos cuarenta y cinco. 14 Los hijos de Zacai, setecientos sesenta. 15 Los hijos de Binúi, seiscientos cuarenta y ocho. 16 Los hijos de Bebai, seiscientos veintiocho. 17 Los hijos de Azgad, dos mil seiscientos veintidós. 18 Los hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete. 19 Los hijos de Bigvai, dos mil sesenta y siete. 20 Los hijos de Adín, seiscientos cincuenta y cinco. 21 Los hijos de Ater, de Ezequías, noventa y ocho. 22 Los hijos de Hasum, trescientos veintiocho. 23 Los hijos de Bezai, trescientos veinticuatro. 24 Los hijos de Harif, ciento doce. 25 Los hijos de Gabaón, noventa y cinco.

26 »Los hombres de Belén y de Netofa, ciento ochenta y ocho. 27 Los hombres de Anatot, ciento veintiocho. 28 Los hombres de Bet-azmavet, cuarenta y dos. 29 Los hombres de Quiriat-jearim, Cafira y Beerot, setecientos cuarenta y tres. 30 Los hombres de Ramá y de Geba, seiscientos veintiuno. 31 Los hombres de Micmas, ciento veintidós. 32 Los hombres de Bet-el y de Hai, ciento veintitrés. 33 Los hombres del otro Nebo, cincuenta y dos. 34 Los hijos del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro. 35 Los hijos de Harim, trescientos veinte. 36 Los hijos de Jericó, trescientos cuarenta y cinco. 37 Los hijos de Lod, Hadid y Ono, setecientos veintiuno. 38 Los hijos de Senaa, tres mil novecientos treinta.

39 »Sacerdotes: los hijos de Jedaía, de la casa de Jesúa, novecientos setenta y tres. 40 Los hijos de Imer, mil cincuenta y dos. 41 Los hijos de Pasur, mil doscientos cuarenta y siete. 42 Los hijos de Harim, mil diecisiete.

43 »Levitas: los hijos de Jesúa, de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, setenta y cuatro.

44 »Cantores: los hijos de Asaf, ciento cuarenta y ocho.

45 »Porteros: los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, ciento treinta y ocho.

46 »Sirvientes del Templo: los hijos de Ziha, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot, 47 los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón, 48 los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai, 49 los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gahar, 50 los hijos de Reaía, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda, 51 los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paseah, 52 los hijos de Besai, los hijos de Mehunim, los hijos de Nefisesim, 53 los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harhur, 54 los hijos de Bazlut, los hijos de Mehída, los hijos de Harsa, 55 los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema, 56 los hijos de Nezía y los hijos de Hatifa.

57 »Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotai, los hijos de Soferet, los hijos de Perida, 58 los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel, 59 los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poqueret-hazebaim, los hijos de Amón.

60 »Todos los sirvientes del Templo e hijos de los siervos de Salomón, trescientos noventa y dos.

61 »Éstos son los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón e Imer, los cuales no pudieron mostrar que la casa de sus padres ni su genealogía eran de Israel: 62 los hijos de Delaía, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos. 63 Y entre los sacerdotes: los hijos de Habaía, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzilai galaadita, cuyo nombre adoptó. 64 Estos buscaron su registro de genealogías, pero no se halló, por lo cual fueron excluidos del sacerdocio, 65 y el gobernador les prohibió que comieran de las cosas más santas, hasta que hubiera sacerdote con Urim y Tumim.

66 »Toda la congregación reunida era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta, 67 sin contar sus siervos y siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Entre ellos había doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Tenían setecientos treinta y seis caballos, doscientos cuarenta y cinco mulos; 69 los camellos eran cuatrocientos treinta y cinco y los asnos seis mil setecientos veinte.

70 »Algunos de los cabezas de familia dieron ofrendas para la obra. El gobernador dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta vestiduras sacerdotales. 71 Los cabezas de familia dieron para el tesoro de la obra veinte mil dracmas de oro y dos mil doscientas libras de plata.

72 »El resto del pueblo dio veinte mil dracmas de oro, dos mil libras de plata y sesenta y siete vestiduras sacerdotales. 73 Y los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los del pueblo, los sirvientes del Templo y todo Israel habitaron en sus ciudades.»

Al llegar el mes séptimo, ya los hijos de Israel estaban en sus ciudades.

Esdras lee la Ley al pueblo

Entonces se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender. Desde el alba hasta el mediodía, leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley.

Y el escriba Esdras estaba sobre un estrado de madera que habían levantado para esa ocasión, y junto a él estaban, a su derecha, Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Abrió, pues, Esdras el libro ante los ojos de todo el pueblo —pues estaba más alto que todo el pueblo—; y cuando lo abrió, el pueblo entero estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo, alzando sus manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; y se humillaron, adorando a Jehová rostro en tierra.

Los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la Ley, mientras el pueblo se mantenía atento en su lugar. Y leían claramente en el libro de la ley de Dios, y explicaban su sentido, de modo que entendieran la lectura.

Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que hacían entender al pueblo dijeron a todo el pueblo: «Hoy es día consagrado a Jehová, nuestro Dios; no os entristezcáis ni lloréis»; pues todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la Ley. 10 Luego les dijo: «Id, comed alimentos grasos, bebed vino dulce y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque éste es día consagrado a nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.»

11 También los levitas calmaban a todo el pueblo, diciendo: «Callad, porque es día santo; no os entristezcáis.»

12 Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, a obsequiar porciones y a gozar de gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado.

13 Al día siguiente, se reunieron los cabezas de familia de todo el pueblo, sacerdotes y levitas, junto al escriba Esdras, para estudiar las palabras de la Ley. 14 Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por medio de Moisés, que habitaran los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; 15 y que hicieran saber e hicieran pregonar por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: «Salid al monte y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito.» 16 Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín. 17 Toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo gran alegría.

18 Leyó Esdras el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito.

Esdras confiesa los pecados de Israel

El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel para ayunar, vestidos de ropas ásperas y cubiertos de polvo. Ya se había apartado la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y en pie, confesaron sus pecados y las iniquidades de sus padres. Puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová, su Dios, la cuarta parte del día, y durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron a Jehová, su Dios. Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani subieron luego al estrado de los levitas y clamaron en voz alta a Jehová, su Dios. Y esto es lo que dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías:

—Levantaos y bendecid a Jehová, vuestro Dios:

»Desde la eternidad y hasta la eternidad
sea bendecido tu nombre glorioso,
que supera toda bendición y alabanza.

»Sólo tú eres Jehová.
Tú hiciste los cielos,
y los cielos de los cielos, con todo su ejército,
la tierra y todo lo que está en ella,
los mares y todo lo que hay en ellos.
Tú vivificas todas estas cosas,
y los ejércitos de los cielos te adoran.

»Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogió a Abram;
tú lo sacaste de Ur de los caldeos,
y le pusiste por nombre Abraham.
Hallaste fiel su corazón delante de ti,
e hiciste pacto con él
para darle la tierra del cananeo,
del heteo, del amorreo,
del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo,
para darla a su descendencia;
y cumpliste tu palabra,
porque eres justo.

»Miraste en Egipto la aflicción de nuestros padres,
y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo.
10 Hiciste señales y maravillas contra el faraón,
contra todos sus siervos,
y contra todo el pueblo de su tierra,
porque sabías que habían procedido
con soberbia contra ellos;
y te hiciste nombre grande como hasta este día.
11 Dividiste el mar delante de ellos,
y pasaron por medio de él en seco;
pero a sus perseguidores echaste en las profundidades,
como una piedra en profundas aguas.
12 Con columna de nube los guiaste de día,
y con columna de fuego de noche,
para alumbrarles el camino por donde habían de ir.

13 »Sobre el monte Sinaí descendiste,
y hablaste con ellos desde el cielo,
y les diste juicios rectos, leyes verdaderas,
y estatutos y mandamientos buenos.
14 Les ordenaste guardar tu santo sábado,
y por medio de Moisés, tu siervo,
les prescribiste la Ley, y mandamientos y estatutos.

15 »Les diste pan del cielo para saciar su hambre,
y para su sed les sacaste aguas de la peña;
y les dijiste que entraran a poseer la tierra,
por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías.
16 Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios,
y endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.
17 No quisieron oír,
ni se acordaron de las maravillas que con ellos hiciste;
antes endurecieron su cerviz
y, en su rebelión, pensaron poner caudillo
para volverse a su servidumbre.
Pero tú eres Dios perdonador,
clemente y piadoso,
tardo para la ira y grande en misericordia,
pues no los abandonaste.

18 »Aun cuando hicieron para sí un becerro de fundición
y dijeron: “Éste es tu Dios que te hizo subir de Egipto”,
y cometieron grandes ofensas, 19 tú, con todo, por tus muchas misericordias
no los abandonaste en el desierto.
La columna de nube no se apartó de ellos de día,
para guiarlos por el camino,
ni de noche la columna de fuego,
para alumbrarles el camino por el cual habían de ir.

20 »Enviaste tu buen espíritu para enseñarles;
no retiraste tu maná de su boca,
y agua les diste para su sed.
21 Los sustentaste cuarenta años en el desierto;
de ninguna cosa tuvieron necesidad;
sus vestidos no se envejecieron,
ni se hincharon sus pies.

22 »Les diste reinos y pueblos,
y los repartiste por distritos;
poseyeron la tierra de Sehón,
la tierra del rey de Hesbón,
y la tierra de Og, rey de Basán.
23 Multiplicaste sus hijos
como las estrellas del cielo,
y los llevaste a la tierra
de la cual habías dicho a sus padres
que habían de entrar a poseerla.
24 Y los hijos vinieron y poseyeron la tierra,
y humillaste delante de ellos
a los habitantes del país, a los cananeos,
los cuales entregaste en sus manos,
igual que a sus reyes y a los pueblos de la tierra,
para que hicieran de ellos como quisieran.
25 Tomaron ciudades fortificadas
y tierra fértil,
y heredaron casas llenas de todo bien,
cisternas hechas, viñas y olivares,
y muchos árboles frutales;
comieron, se saciaron y engordaron,
y se deleitaron en tu gran bondad.

26 »Pero te provocaron a ira
y se rebelaron contra ti,
y echaron tu Ley tras sus espaldas,
mataron a tus profetas
que los amonestaban a volver a ti,
y te ofendieron grandemente.
27 Entonces los entregaste en manos de sus enemigos,
los cuales los afligieron;
pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación,
y tú desde los cielos los oíste;
y según tu gran misericordia
les enviaste libertadores
para que los salvaran de manos de sus enemigos.
28 Pero una vez que tenían paz,
volvían a hacer lo malo delante de ti,
por lo cual los abandonaste en manos de sus enemigos
que los dominaron;
pero volvían y clamaban otra vez a ti;
tú desde los cielos los oías,
y según tus misericordias muchas veces los libraste.
29 Les amonestaste a que se volvieran a tu Ley;
mas ellos se llenaron de soberbia
y no oyeron tus mandamientos,
sino que pecaron contra tus juicios,
los cuales dan vida a quien los cumple;
se rebelaron,
endurecieron su cerviz
y no escucharon.

30 »Los soportaste por muchos años,
y les testificaste con tu espíritu
por medio de tus profetas,
pero no escucharon;
por lo cual los entregaste
en manos de los pueblos de la tierra.
31 Mas por tus muchas misericordias
no los consumiste ni los desamparaste;
porque eres Dios clemente y misericordioso.

32 »Ahora pues, Dios nuestro,
Dios grande, fuerte, temible,
que guardas el pacto y la misericordia,
no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento
que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros gobernantes,
a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas,
a nuestros padres y a todo tu pueblo,
desde los días de los reyes de Asiria hasta este día.
33 Pero tú eres justo
en todo lo que ha venido sobre nosotros;
porque rectamente has hecho,
mas nosotros hemos hecho lo malo.
34 Nuestros reyes, nuestros gobernantes,
nuestros sacerdotes y nuestros padres
no pusieron por obra tu Ley,
ni atendieron a tus mandamientos
ni a los testimonios con que los amonestabas.
35 Pero ellos en su reino
y en los muchos bienes que les diste,
y en la tierra espaciosa y fértil
que entregaste delante de ellos,
no te sirvieron,
ni se convirtieron de sus malas obras.

36 »Míranos hoy, convertidos en siervos;
somos siervos en la tierra que diste a nuestros padres
para que comieran su fruto y su bien.
37 El fruto de ella se multiplica para los reyes
que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados,
quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos,
y sobre nuestros ganados,
conforme a su voluntad.
¡En gran angustia estamos!

El pueblo se compromete a guardar la Ley

38 »A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros gobernantes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes.»

10 Los que firmaron fueron: Nehemías, el gobernador, hijo de Hacalías, y Sedequías, Seraías, Azarías, Jeremías, Pasur, Amarías, Malquías, Hatús, Sebanías, Maluc, Harim, Meremot, Obadías, Daniel, Ginetón, Baruc, Mesulam, Abías, Mijamín, Maazías, Bilgai y Semaías; estos eran sacerdotes.

Luego los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi, de los hijos de Henadad, Cadmiel, 10 y sus hermanos Sebanías, Hodías, Kelita, Pelaías, Hanán, 11 Micaía, Rehob, Hasabías, 12 Zacur, Serebías, Sebanías, 13 Hodías, Bani y Beninu.

14 Los jefes del pueblo: Paros, Pahat-moab, Elam, Zatu, Bani, 15 Buni, Azgad, Bebai, 16 Adonías, Bigvai, Adín, 17 Ater, Ezequías, Azur, 18 Hodías, Hasum, Bezai, 19 Harif, Anatot, Nebai, 20 Magpías, Mesulam, Hezir, 21 Mesezabeel, Sadoc, Jadúa, 22 Pelatías, Hanán, Anaías, 23 Oseas, Hananías, Hasub, 24 Halohes, Pilha, Sobec, 25 Rehum, Hasabna, Maasías, 26 Ahías, Hanán, Anán, 27 Maluc, Harim y Baana.

28 El resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros y cantores, los sirvientes del Templo, y todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras para cumplir con la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todos los que tenían comprensión y discernimiento, 29 se reunieron con sus hermanos y sus principales, para declarar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés, siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová, nuestro Señor. 30 Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos sus hijas para nuestros hijos. 31 Asimismo, que si los pueblos de la tierra vinieran a vender mercaderías y comestibles en sábado, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la tierra y perdonaríamos toda deuda.

32 Nos impusimos además la obligación de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios; 33 para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los sábados, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios.

34 Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las familias de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová, nuestro Dios, como está escrito en la Ley. 35 Y que cada año llevaríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra y las primicias del fruto de todo árbol. 36 Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la Ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios. 37 También acordamos llevar las primicias de nuestras masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite, para los sacerdotes, a los depósitos de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían el décimo de nuestras labores en todas las ciudades. 38 Un sacerdote, hijo de Aarón, estaría con los levitas cuando estos recibieran el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a los depósitos de la casa del tesoro. 39 Porque a los depósitos del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores. Y prometimos no abandonar la casa de nuestro Dios.

Los habitantes de Jerusalén(B)

11 Los jefes del pueblo habitaron en Jerusalén, pero el resto del pueblo echó suertes para que uno de cada diez fuera a vivir a Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades. Y bendijo el pueblo a todos los hombres que voluntariamente se ofrecieron para habitar en Jerusalén.

Éstos son los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén; pero en las ciudades de Judá habitaron cada uno en su posesión, en sus ciudades: los israelitas, los sacerdotes y levitas, los sirvientes del Templo y los hijos de los siervos de Salomón.

En Jerusalén, pues, habitaron algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín.

De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares, y Maasías hijo de Baruc hijo de Colhoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joiarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni. Todos los hijos de Fares que habitaron en Jerusalén fueron cuatrocientos sesenta y ocho hombres de guerra.

Éstos son los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Jesaías. Y después de él Gabai y Salai; novecientos veintiocho en total. Joel hijo de Zicri era el jefe de ellos, y Judá hijo de Senúa, el segundo en la ciudad.

10 De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joiarib, Jaquín, 11 Seraías hijo de Hilcías hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Meraiot, hijo de Ahitob, jefe de la casa de Dios, 12 y sus hermanos, los que hacían la obra de la Casa; ochocientos veintidós en total. Adaías hijo de Jeroham hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías, 13 y sus hermanos, jefes de familia; doscientos cuarenta y dos en total. Amasai hijo de Azareel hijo de Azai, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, 14 y sus hermanos, hombres de gran vigor; ciento veintiocho en total; el jefe de los cuales era Zabdiel hijo de Gedolim.

15 De los levitas: Semaías hijo de Hasub hijo de Azricam, hijo de Hasabías, hijo de Buni; 16 Sabetai y Jozabad, de los principales de los levitas, capataces de la obra exterior de la casa de Dios. 17 Matanías hijo de Micaía hijo de Zabdi, hijo de Asaf, el principal, el que empezaba las alabanzas y acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías, el segundo de entre sus hermanos; y Abda hijo de Samúa hijo de Galal, hijo de Jedutún. 18 Todos los levitas en la santa ciudad eran doscientos ochenta y cuatro en total.

19 Los porteros: Acub, Talmón y sus hermanos, que hacían guardia en las puertas; ciento veintidós en total.

20 El resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas, vivían en todas las ciudades de Judá, cada uno en su heredad.

21 Los sirvientes del Templo habitaban en Ofel; y Ziha y Gispa tenían autoridad sobre los sirvientes del Templo. 22 El jefe de los levitas en Jerusalén era Uzi hijo de Bani hijo de Hasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaía, de los hijos de Asaf, cantores según el servicio de la casa de Dios. 23 Porque había un mandato del rey y un reglamento que fijaba los deberes de los cantores para cada día.

24 Y Petaías hijo de Mesezabeel, de los hijos de Zera hijo de Judá, estaba al servicio del rey para todos los asuntos del pueblo.

Lugares habitados fuera de Jerusalén

25 En cuanto a las aldeas y sus tierras, algunos de los hijos de Judá habitaron en Quiriat-arba y sus aldeas, en Dibón y sus aldeas, en Jecabseel y sus aldeas, 26 en Jesúa, Molada y Bet-pelet, 27 en Hazar-sual, en Beerseba y sus aldeas, 28 en Siclag, en Mecona y sus aldeas, 29 en En-rimón, en Zora, en Jarmut, 30 en Zanoa, en Adulam y sus aldeas, en Laquis y sus tierras, y en Azeca y sus aldeas. Y habitaron desde Beerseba hasta el valle de Hinom.

31 Los hijos de Benjamín habitaron desde Geba, en Micmas, en Aía, en Bet-el y sus aldeas, 32 en Anatot, Nob, Ananías, 33 Hazor, Ramá, Gitaim, 34 Hadid, Seboim, Nebalat, 35 Lod, y Ono, valle de los artesanos.

36 Algunos de los levitas habitaron en Judá y Benjamín.

Sacerdotes y levitas

12 Éstos son los sacerdotes y levitas que subieron con Zorobabel hijo de Salatiel, y con Jesúa: Seraías, Jeremías, Esdras, Amarías, Maluc, Hatús, Secanías, Rehum, Meremot, Iddo, Gineto, Abías, Mijamín, Maadías, Bilga, Semaías, Joiarib, Jedaías, Salú, Amoc, Hilcías y Jedaías. Estos eran los principales sacerdotes y sus hermanos en los días de Jesúa.

Los levitas: Jesúa, Binúi, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, que con sus hermanos oficiaba en los cantos de alabanza. Y Bacbuquías y Uni, sus hermanos, cada cual en su ministerio.

10 Jesúa engendró a Joiacim, Joiacim engendró a Eliasib, y Eliasib engendró a Joiada; 11 Joiada engendró a Jonatán y Jonatán engendró a Jadúa.

12 En los días de Joiacim los sacerdotes jefes de familia fueron: de Seraías, Meraías; de Jeremías, Hananías; 13 de Esdras, Mesulam; de Amarías, Johanán; 14 de Melicú, Jonatán; de Sebanías, José; 15 de Harim, Adna; de Meraiot, Helcai; 16 de Iddo, Zacarías; de Ginetón, Mesulam; 17 de Abías, Zicri; de Miniamín, de Moadías, Piltai; 18 de Bilga, Samúa; de Semaías, Jonatán; 19 de Joiarib, Matenai; de Jedaías, Uzi; 20 de Salai, Calai; de Amoc, Eber; 21 de Hilcías, Hasabías; de Jedaías, Natanael.

22 Los levitas en días de Eliasib, de Joiada, de Johanán y de Jadúa fueron inscritos como jefes de familia; también los sacerdotes, hasta el reinado de Darío el persa. 23 Los hijos de Leví, jefes de familia, fueron inscritos en el libro de las crónicas hasta los días de Johanán hijo de Eliasib. 24 Los principales de los levitas eran: Hasabías, Serebías, Jesúa hijo de Cadmiel, y sus hermanos estaban frente a ellos, para alabar y dar gracias, conforme al estatuto de David, varón de Dios, durante su turno de servicio. 25 Matanías, Bacbuquías, Obadías, Mesulam, Talmón y Acub, eran porteros y hacían guardia en las entradas de las puertas. 26 Estos vivieron en los días de Joiacim hijo de Jesúa hijo de Josadac, y en los días del gobernador Nehemías y del sacerdote y escriba Esdras.

Dedicación del muro

27 Para la dedicación del muro de Jerusalén, buscaron a los levitas de todos los lugares donde vivían y los llevaron a Jerusalén, para hacer la dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras. 28 Los hijos de los cantores acudieron, tanto de la región alrededor de Jerusalén, como de las aldeas de los netofatitas; 29 también de la casa de Gilgal y de los campos de Geba y de Azmavet, porque los cantores se habían edificado aldeas alrededor de Jerusalén. 30 Los sacerdotes y los levitas se purificaron, y luego purificaron al pueblo, las puertas y el muro.

31 Hice entonces subir a los gobernantes de Judá sobre el muro, y organicé dos grandes coros que fueron en procesión; el primero a la derecha, sobre el muro, marchaba hacia la puerta del Muladar. 32 Detrás de ellos iban Osaías, con la mitad de los gobernantes de Judá, 33 Azarías, Esdras, Mesulam, 34 Judá y Benjamín, Semaías y Jeremías. 35 De los hijos de los sacerdotes iban con trompetas: Zacarías hijo de Jonatán hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf; 36 y sus hermanos Semaías, Azarael, Milalai, Gilalai, Maai, Natanael, Judá y Hanani, quienes iban con los instrumentos musicales de David, varón de Dios; y el escriba Esdras marchaba delante de ellos. 37 A la altura de la puerta de la Fuente, subieron derecho por las gradas de la Ciudad de David, por la subida del muro, desde la casa de David hasta la puerta de las Aguas, al oriente.

38 El segundo coro iba del lado opuesto; yo iba detrás, con la mitad del pueblo, sobre el muro, desde la torre de los Hornos hasta el muro ancho, 39 pasando por la puerta de Efraín, la puerta Vieja, la puerta del Pescado, la torre de Hananeel y la torre de Hamea, hasta la puerta de las Ovejas; y se detuvieron en la puerta de la Cárcel.

40 Llegaron luego los dos coros a la casa de Dios. A mi lado estaban la mitad de los oficiales, 41 y los sacerdotes Eliacim, Maaseías, Miniamín, Micaías, Elioenai, Zacarías y Hananías, con trompetas; 42 y Maasías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer. Y los cantores cantaban en alta voz, dirigidos por Izrahías.

43 Aquel día se ofrecieron numerosos sacrificios, y se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento; también se alegraron las mujeres y los niños. Y el alborozo de Jerusalén se oía desde lejos.

Porciones para sacerdotes y levitas

44 En aquel día fueron puestos hombres sobre los depósitos de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para almacenar en ellos las porciones que la Ley otorga a sacerdotes y levitas, las cuales llegaban de las ciudades; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y levitas que servían. 45 Ellos cumplían en el servicio de su Dios, y en el servicio de la expiación, junto con los cantores y los porteros, conforme al estatuto de David y de Salomón, su hijo. 46 Porque desde el tiempo de David y de Asaf, ya de antiguo, había un director de cantores para los cánticos, las alabanzas y la acción de gracias a Dios. 47 Y todo Israel, en días de Zorobabel y en días de Nehemías, daba alimentos a los cantores y a los porteros, cada cosa en su día. Entregaban asimismo sus porciones a los levitas, y los levitas entregaban su parte a los hijos de Aarón.

Reformas de Nehemías

13 Aquel día se leyó a oídos del pueblo el libro de Moisés, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios, por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; pero nuestro Dios volvió la maldición en bendición. Cuando oyeron, pues, la Ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros.

Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los aposentos de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías, y le había hecho una gran habitación, en la cual guardaban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite que se había mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes. Pero cuando ocurrió esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido adonde el rey estaba; pero al cabo de algunos días pedí permiso al rey para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una habitación en los atrios de la casa de Dios. Esto me dolió mucho, y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la habitación. Luego mandé que limpiaran las habitaciones e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.

10 Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad. 11 Entonces reprendí a los oficiales diciéndoles: «¿Por qué está la casa de Dios abandonada?» Después los reuní y los puse en sus puestos. 12 Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes. 13 Luego puse por mayordomos de ellos al sacerdote Selemías y al escriba Sadoc, y de los levitas a Pedaías; y al servicio de ellos a Hanán hijo de Zacur hijo de Matanías; pues eran tenidos por fieles. Ellos se encargarían de repartir las porciones a sus hermanos.

14 «¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío, y no borres las misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio!»

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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