Bible in 90 Days
15 En aquellos días ví en Judá algunos que pisaban en lagares el sábado, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos, y toda suerte de carga, y traían á Jerusalem en día de sábado; y protestéles acerca del día que vendían el mantenimiento.
16 También estaban en ella Tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en sábado á los hijos de Judá en Jerusalem.
17 Y reprendí á los señores de Judá, y díjeles: ¿Qué mala cosa es esta que vosotros hacéis, profanando así el día del sábado?
18 ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios sobre nosotros todo este mal, y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el sábado?
19 Sucedió pues, que cuando iba oscureciendo á las puertas de Jerusalem antes del sábado, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del sábado; y puse á las puertas algunos de mis criados, para que en día de sábado no entrasen carga.
20 Y quedáronse fuera de Jerusalem una y dos veces los negociantes, y los que vendían toda especie de mercancía.
21 Y protestéles, y díjeles: ¿Por qué os quedáis vosotros delante del muro? Si lo hacéis otra vez, os echaré mano. Desde entonces no vinieron en sábado.
22 Y dije á los Levitas que se purificasen, y viniesen á guardar las puertas, para santificar el día del sábado. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la muchedumbre de tu misericordia.
23 Ví asimismo en aquellos días Judíos que habían tomado mujeres de Asdod, Ammonitas, y Moabitas:
24 Y sus hijos la mitad hablaban asdod, y conforme á la lengua de cada pueblo; que no sabían hablar judaico.
25 Y reñí con ellos, y maldíjelos, y herí algunos de ellos, y arranquéles los cabellos, y juramentélos, diciendo: No daréis vuestras hijas á sus hijos, y no tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ó para vosotros.
26 ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Bien que en muchas gentes no hubo rey como él, que era amado de su Dios y Dios lo había puesto por rey sobre todo Israel, aun á él hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27 ¿Y obedeceremos á vosotros para cometer todo este mal tan grande de prevaricar contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?
28 Y uno de los hijos de Joiada hijo de Eliasib el gran sacerdote, era yerno de Sanballat Horonita: ahuyentélo por tanto de mí.
29 Acuérdate de ellos, Dios mío, contra los que contaminan el sacerdocio, y el pacto del sacerdocio y de los Levitas.
30 Limpiélos pues de todo extranjero, y puse á los sacerdotes y Levitas por sus clases, á cada uno en su obra;
31 Y para la ofrenda de la leña en los tiempos señalados, y para las primicias. Acuérdate de mí, Dios mío, para bien.
1 Y ACONTECIÓ en los días de Assuero, (el Assuero que reinó desde la India hasta la Etiopía sobre ciento veinte y siete provincias,)
2 Que en aquellos días, asentado que fué el rey Assuero en la silla de su reino, la cual estaba en Susán capital del reino,
3 En el tercer año de su reinado hizo banquete á todos sus príncipes y siervos, teniendo delante de él la fuerza de Persia y de Media, gobernadores y príncipes de provincias,
4 Para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, y el lustre de la magnificencia de su poder, por muchos días, ciento y ochenta días.
5 Y cumplidos estos días, hizo el rey banquete por siete días en el patio del huerto del palacio real á todo el pueblo, desde el mayor hasta el menor que se halló en Susán capital del reino.
6 El pabellón era de blanco, verde, y cárdeno, tendido sobre cuerdas de lino y púrpura en sortijas de plata y columnas de mármol: los reclinatorios de oro y de plata, sobre losado de pórfido y de mármol, y de alabastro y de jacinto.
7 Y daban á beber en vasos de oro, y vasos diferentes unos de otros, y mucho vino real, conforme á la facultad del rey.
8 Y la bebida fué según esta ley: Que nadie constriñese; porque así lo había mandado el rey á todos los mayordomos de su casa; que se hiciese según la voluntad de cada uno.
9 Asimismo la reina Vasthi hizo banquete de mujeres, en la casa real del rey Assuero.
10 El séptimo día, estando el corazón del rey alegre del vino, mandó á Mehumán, y á Biztha, y á Harbona, y á Bighta, y á Abagtha, y á Zetar, y á Carcas, siete eunucos que servían delante del rey Assuero,
11 Que trajesen á la reina Vasthi delante del rey con la corona regia, para mostrar á los pueblos y á los príncipes su hermosura; porque era linda de aspecto.
12 Mas la reina Vasthi no quiso comparecer á la orden del rey, enviada por mano de los eunucos; y enojóse el rey muy mucho, y encendióse en él su ira.
13 Preguntó entonces el rey á los sabios que sabían los tiempos, (porque así era la costumbre del rey para con todos los que sabían la ley y el derecho;
14 Y estaban junto á él, Carsena, y Sethar, y Admatha, y Tharsis, y Meres, y Marsena, y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que veían la cara del rey, y se sentaban los primeros del reino:)
15 Qué se había de hacer según la ley con la reina Vasthi, por cuanto no había cumplido la orden del rey Assuero, enviada por mano de los eunucos.
16 Y dijo Memucán delante del rey y de los príncipes: No solamente contra el rey ha pecado la reina Vasthi, sino contra todos los príncipes, y contra todos los pueblos que hay en todas las provincias del rey Assuero.
17 Porque este hecho de la reina pasará á noticia de todas las mujeres, para hacerles tener en poca estima á sus maridos, diciendo: El rey Assuero mandó traer delante de sí á la reina Vasthi, y ella no vino.
18 Y entonces dirán esto las señoras de Persia y de Media que oyeren el hecho de la reina, á todos los príncipes del rey: y habrá mucho menosprecio y enojo.
19 Si parece bien al rey, salga mandamiento real delante de él, y escríbase entre las leyes de Persia y de Media, y no sea traspasado: Que no venga más Vasthi delante del rey Assuero: y dé el rey su reino á su compañera que sea mejor que ella.
20 Y el mandamiento que hará el rey será oído en todo su reino, aunque es grande, y todas las mujeres darán honra á sus maridos, desde el mayor hasta el menor.
21 Y plugo esta palabra en ojos del rey y de los príncipes, e hizo el rey conforme al dicho de Memucán;
22 Pues envió letras á todas las provincias del rey, á cada provincia conforme á su escribir, y á cada pueblo conforme á su lenguaje, diciendo que todo hombre fuese señor en su casa; y háblese esto según la lengua de su pueblo.
2 PASADAS estas cosas, sosegada ya la ira del rey Assuero, acordóse de Vasthi, y de lo que hizo, y de lo que fué sentenciado contra ella.
2 Y dijeron los criados del rey, sus oficiales: Busquen al rey mozas vírgenes de buen parecer;
3 Y ponga el rey personas en todas las provincias de su reino, que junten todas las mozas vírgenes de buen parecer en Susán residencia regia, en la casa de las mujeres, al cuidado de Hegai, eunuco del rey, guarda de las mujeres, dándoles sus atavíos;
4 Y la moza que agradare á los ojos del rey, reine en lugar de Vasthi. Y la cosa plugo en ojos del rey, e hízolo así.
5 Había un varón Judío en Susán residencia regia, cuyo nombre era Mardochêo, hijo de Jair, hijo de Simi, hijo de Cis, del linaje de Benjamín;
6 El cual había sido trasportado de Jerusalem con los cautivos que fueron llevados con Jechônías rey de Judá, á quien hizo trasportar Nabucodonosor rey de Babilonia.
7 Y había criado á Hadassa, que es Esther, hija de su tío, porque no tenía padre ni madre; y era moza de hermosa forma y de buen parecer; y como su padre y su madre murieron, Mardochêo la había tomado por hija suya.
8 Sucedió pues, que como se divulgó el mandamiento del rey y su acuerdo, y siendo reunidas muchas mozas en Susán residencia regia, á cargo de Hegai, fué tomada también Esther para casa del rey, al cuidado de Hegai, guarda de las mujeres.
9 Y la moza agradó en sus ojos, y halló gracia delante de él; por lo que hizo darle prestamente sus atavíos y sus raciones, dándole también siete convenientes doncellas de la casa del rey; y pasóla con sus doncellas á lo mejor de la casa de las mujeres.
10 Esther no declaró su pueblo ni su nacimiento; porque Mardochêo le había mandado que no lo declarase.
11 Y cada día Mardochêo se paseaba delante del patio de la casa de las mujeres, por saber cómo iba á Esther, y qué se hacía de ella.
12 Y como llegaba el tiempo de cada una de las mozas para venir al rey Assuero, al cabo de haber estado ya doce meses conforme á la ley acerca de las mujeres (porque así se cumplía el tiempo de sus atavíos, esto es, seis meses con óleo de mirra, y seis meses con cosas aromáticas y afeites de mujeres),
13 Entonces la moza venía así al rey: todo lo que ella decía se le daba, para venir con ello de la casa de las mujeres hasta la casa del rey.
14 Ella venía á la tarde, y á la mañana se volvía á la casa segunda de las mujeres, al cargo de Saasgaz eunuco del rey, guarda de las concubinas: no venía más al rey, salvo si el rey la quería, y era llamada por nombre.
15 Y llegado que fué el tiempo de Esther, hija de Abihail tío de Mardochêo, que él se había tomado por hija, para venir al rey, ninguna cosa procuró sino lo que dijo Hegai eunuco del rey, guarda de las mujeres: y ganaba Esther la gracia de todos los que la veían.
16 Fué pues Esther llevada al rey Assuero á su casa real en el mes décimo, que es el mes de Tebeth, en el año séptimo de su reinado.
17 Y el rey amó á Esther sobre todas las mujeres, y halló gracia y benevolencia delante de él más que todas las vírgenes; y puso la corona real en su cabeza, e hízola reina en lugar de Vasthi.
18 Hizo luego el rey gran banquete á todos sus príncipes y siervos, el banquete de Esther; y alivió á las provincias, e hizo y dió mercedes conforme á la facultad real.
19 Y cuando se juntaban las vírgenes la segunda vez, Mardochêo estaba puesto á la puerta el rey.
20 Y Esther, según le tenía mandado Mardochêo, no había declarado su nación ni su pueblo; porque Esther hacía lo que decía Mardochêo, como cuando con él se educaba.
21 En aquellos días, estando Mardochêo sentado á la puerta del rey, enojáronse Bigthán y Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, y procuraban poner mano en el rey Assuero.
22 Mas entendido que fué esto por Mardochêo, él lo denunció á la reina Esther, y Esther lo dijo al rey en nombre de Mardochêo.
23 Hízose entonces indagación de la cosa, y fué hallada cierta; por tanto, entrambos fueron colgados en una horca. Y escribióse el caso en el libro de las cosas de los tiempos delante del rey.
3 DESPUÉS de estas cosas, el rey Assuero engrandeció á Amán hijo de Amadatha Agageo, y ensalzólo, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él.
2 Y todos los siervos del rey que estaban á la puerta del rey, se arrodillaban e inclinaban á Amán, porque así se lo había mandado el rey; pero Mardochêo, ni se arrodillaba ni se humillaba.
3 Y los siervos del rey que estaban á la puerta, dijeron á Mardochêo: ¿Por qué traspasas el mandamiento del rey?
4 Y aconteció que, hablándole cada día de esta manera, y no escuchándolos él, denunciáronlo á Amán, por ver si las palabras de Mardochêo se mantendrían; porque ya él les había declarado que era Judío.
5 Y vió Amán que Mardochêo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y llenóse de ira.
6 Mas tuvo en poco meter mano en solo Mardochêo; que ya le habían declarado el pueblo de Mardochêo: y procuró Amán destruir á todos los Judíos que había en el reino de Assuero, al pueblo de Mardochêo.
7 En el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Assuero, fué echada Pur, esto es, la suerte, delante de Amán, de día en día y de mes en mes; y salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar.
8 Y dijo Amán al rey Assuero: Hay un pueblo esparcido y dividido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no observan las leyes del rey; y al rey no viene provecho de dejarlos.
9 Si place al rey, escríbase que sean destruídos; y yo pesaré diez mil talentos de plata en manos de los que manejan la hacienda, para que sean traídos á los tesoros del rey.
10 Entonces el rey quitó su anillo de su mano, y diólo á Amán hijo de Amadatha Agageo, enemigo de los Judíos,
11 Y díjole: La plata propuesta sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te pareciere.
12 Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes primero, á trece del mismo, y fué escrito conforme á todo lo que mandó Amán, á los príncipes del rey, y á los capitanes que estaban sobre cada provincia, y á los príncipes de cada pueblo, á cada provincia según su escritura, y á cada pueblo según su lengua: en nombre del rey Assuero fué escrito, y signado con el anillo del rey.
13 Y fueron enviadas letras por mano de los correos á todas las provincias del rey, para destruir, y matar, y exterminar á todos los Judíos, desde el niño hasta el viejo, niños y mujeres en un día, en el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y para apoderarse de su despojo.
14 La copia del escrito que se diese por mandamiento en cada provincia, fué publicada á todos los pueblos, á fin de que estuviesen apercibidos para aquel día.
15 Y salieron los correos de priesa por mandato del rey, y el edicto fué dado en Susán capital del reino. Y el rey y Amán estaban sentados á beber, y la ciudad de Susán estaba conmovida.
4 LUEGO que supo Mardochêo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, y vistióse de saco y de ceniza, y fuése por medio de la ciudad clamando con grande y amargo clamor.
2 Y vino hasta delante de la puerta del rey: porque no era lícito pasar adentro de la puerta del rey con vestido de saco.
3 Y en cada provincia y lugar donde el mandamiento del rey y su decreto llegaba, tenían los Judíos grande luto, y ayuno, y lloro, y lamentación: saco y ceniza era la cama de muchos.
4 Y vinieron las doncellas de Esther y sus eunucos, y dijéronselo: y la reina tuvo gran dolor, y envió vestidos para hacer vestir á Mardochêo, y hacerle quitar el saco de sobre él; mas él no los recibió.
5 Entonces Esther llamó á Atach, uno de los eunucos del rey, que él había hecho estar delante de ella, y mandólo á Mardochêo, con orden de saber qué era aquello, y por qué.
6 Salió pues Atach á Mardochêo, á la plaza de la ciudad que estaba delante de la puerta del rey.
7 Y Mardochêo le declaró todo lo que le había acontecido, y dióle noticia de la plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey por razón de los Judíos, para destruirlos.
8 Dióle también la copia de la escritura del decreto que había sido dado en Susán para que fuesen destruídos, á fin de que la mostrara á Esther y se lo declarase, y le encargara que fuese al rey á suplicarle, y á pedir delante de él por su pueblo.
9 Y vino Atach, y contó á Esther las palabras de Mardochêo.
10 Entonces Esther dijo á Atach, y mandóle decir á Mardochêo:
11 Todos los siervos del rey, y el pueblo de las provincias del rey saben, que cualquier hombre ó mujer que entra al rey al patio de adentro sin ser llamado, por una sola ley ha de morir: salvo aquel á quien el rey extendiere el cetro de oro, el cual vivirá: y yo no he sido llamada para entrar al rey estos treinta días.
12 Y dijeron á Mardochêo las palabras de Esther.
13 Entonces dijo Mardochêo que respondiesen á Esther: No pienses en tu alma, que escaparás en la casa del rey más que todos los Judíos:
14 Porque si absolutamente callares en este tiempo, respiro y libertación tendrán los Judíos de otra parte; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora te han hecho llegar al reino?
15 Y Esther dijo que respondiesen á Mardochêo:
16 Ve, y junta á todos los Judíos que se hallan en Susán, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche ni día: yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y así entraré al rey, aunque no sea conforme á la ley; y si perezco, que perezca.
17 Entonces se fué Mardochêo, e hizo conforme á todo lo que le mandó Esther.
5 Y ACONTECIÓ que al tercer día se vistió Esther su vestido real, y púsose en el patio de adentro de la casa del rey, enfrente del aposento del rey: y estaba el rey sentado en su solio regio en el aposento real, enfrente de la puerta del aposento.
2 Y fué que, como vió á la reina Esther que estaba en el patio, ella obtuvo gracia en sus ojos; y el rey extendió á Esther el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces se llegó Esther, y tocó la punta del cetro.
3 Y dijo el rey: ¿Qué tienes, reina Esther? ¿y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino, se te dará.
4 Y Esther dijo: Si al rey place, venga hoy el rey con Amán al banquete que le he hecho.
5 Y respondió el rey: Daos priesa, llamad á Amán, para hacer lo que Esther ha dicho. Vino pues el rey con Amán al banquete que Esther dispuso.
6 Y dijo el rey á Esther en el banquete del vino: ¿Cuál es tu petición, y te será otorgada? ¿Cuál es tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, te será concedida.
7 Entonces respondió Esther, y dijo: Mi petición y mi demanda es:
8 Si he hallado gracia en los ojos del rey, y si place al rey otorgar mi petición y hacer mi demanda, que venga el rey con Amán al banquete que les dispondré; y mañana haré conforme á lo que el rey ha mandado.
9 Y salió Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero como vió á Mardochêo á la puerta del rey, que no se levantaba ni se movía de su lugar, llenóse contra Mardochêo de ira.
10 Mas refrenóse Amán, y vino á su casa, y envió, e hizo venir sus amigos, y á Zeres su mujer.
11 Y refirióles Amán la gloria de sus riquezas, y la multitud de sus hijos, y todas las cosas con que el rey le había engrandecido y con que le había ensalzado sobre los príncipes y siervos del rey.
12 Y añadió Amán: También la reina Esther á ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella dispuso, sino á mí: y aun para mañana soy convidado de ella con el rey.
13 Mas todo esto nada me sirve cada vez que veo al Judío Mardochêo sentado á la puerta del rey.
14 Y díjole Zeres su mujer, y todos sus amigos: Hagan una horca alta de cincuenta codos, y mañana di al rey que cuelguen á Mardochêo en ella; y entra con el rey al banquete alegre. Y plugo la cosa en los ojos de Amán, e hizo preparar la horca.
6 AQUELLA noche se le fué el sueño al rey, y dijo que le trajesen el libro de las memorias de las cosas de los tiempos: y leyéronlas delante del rey.
2 Y hallóse escrito que Mardochêo había denunciado de Bigthan y de Teres, dos eunucos del rey, de la guarda de la puerta, que habían procurado meter mano en el rey Assuero.
3 Y dijo el rey: ¿Qué honra ó que distinción se hizo á Mardochêo por esto? Y respondieron los servidores del rey, sus oficiales: Nada se ha hecho con él.
4 Entonces dijo el rey: ¿Quién está en el patio? Y Amán había venido al patio de afuera de la casa del rey, para decir al rey que hiciese colgar á Mardochêo en la horca que él le tenía preparada.
5 Y los servidores del rey le respondieron: He aquí Amán está en el patio. Y el rey dijo: Entre.
6 Entró pues Amán, y el rey le dijo: ¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey hacer honra más que á mí?
7 Y respondió Amán al rey: Al varón cuya honra desea el rey,
8 Traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza;
9 Y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan á aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey.
10 Entonces el rey dijo á Amán: Date priesa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el Judío Mardochêo, que se sienta á la puerta del rey; no omitas nada de todo lo que has dicho.
11 Y Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió á Mardochêo, y llevólo á caballo por la plaza de la ciudad, e hizo pregonar delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey.
12 Después de esto Mardochêo se volvió á la puerta del rey, y Amán se fué corriendo á su casa, apesadumbrado y cubierta su cabeza.
13 Contó luego Amán á Zeres su mujer, y á todos sus amigos, todo lo que le había acontecido: y dijéronle sus sabios, y Zeres su mujer: Si de la simiente de los Judíos es el Mardochêo, delante de quien has comenzado á caer, no lo vencerás; antes caerás por cierto delante de él.
14 Aun estaban ellos hablando con él, cuando los eunucos del rey llegaron apresurados, para hacer venir á Amán al banquete que Esther había dispuesto.
7 VINO pues el rey con Amán á beber con la reina Esther.
2 Y también el segundo día dijo el rey á Esther en el convite del vino: ¿Cuál es tu petición, reina Esther, y se te concederá? ¿Cuál es pues tu demanda? Aunque sea la mitad del reino, pondráse por obra.
3 Entonces la reina Esther respondió y dijo: Oh rey, si he hallado gracia en tus ojos, y si al rey place, séame dada mi vida por mi petición, y mi pueblo por mi demanda.
4 Porque vendidos estamos yo y mi pueblo, para ser destruídos, para ser muertos y exterminados. Y si para siervos y siervas fuéramos vendidos, callárame, bien que el enemigo no compensara el daño del rey.
5 Y respondió el rey Assuero, y dijo á la reina Esther: ¿Quién es, y dónde está, aquél á quien ha henchido su corazón para obrar así?
6 Y Esther dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán. Entonces se turbó Amán delante del rey y de la reina.
7 Levantóse luego el rey del banquete del vino en su furor, y se fué al huerto del palacio: y quedóse Amán para procurar de la reina Esther por su vida; porque vió que estaba resuelto para él el mal de parte del rey.
8 Volvió después el rey del huerto del palacio al aposento del banquete del vino, y Amán había caído sobre el lecho en que estaba Esther. Entonces dijo el rey: ¿También para forzar la reina, estando conmigo en casa? Como esta palabra salió de la boca del rey, el rostro de Amán fué cubierto.
9 Y dijo Harbona, uno de los eunucos de delante del rey: He aquí también la horca de cincuenta codos de altura que hizo Amán para Mardochêo, el cual había hablado bien por el rey, está en casa de Amán. Entonces el rey dijo: Colgadlo en ella.
10 Así colgaron á Amán en la horca que él había hecho aparejar para Mardochêo; y apaciguóse la ira del rey.
8 EL MISMO día dió el rey Assuero á la reina Esther la casa de Amán enemigo de los Judíos; y Mardochêo vino delante del rey, porque Esther le declaró lo que era respecto de ella.
2 Y quitóse el rey su anillo que había vuelto á tomar de Aman, y diólo á Mardochêo. Y Esther puso á Mardochêo sobre la casa de Amán.
3 Volvió luego Esther á hablar delante del rey, y echóse á sus pies, llorando y rogándole que hiciese nula la maldad de Amán Agageo, y su designio que había formado contra los Judíos.
4 Entonces extendió el rey á Esther el cetro de oro, y Esther se levantó, y púsose en pie delante del rey.
5 Y dijo: Si place al rey, y si he hallado gracia delante de él, y si la cosa es recta delante del rey, y agradable yo en sus ojos, sea escrito para revocar las letras del designio de Amán hijo de Amadatha Agageo, que escribió para destruir á los Judíos que están en todas las provincias del rey.
6 Porque ¿cómo podré yo ver el mal que alcanzará á mi pueblo? ¿cómo podré yo ver la destrucción de mi nación?
7 Y respondió el rey Assuero á la reina Esther, y á Mardochêo Judío: He aquí yo he dado á Esther la casa de Amán, y á él han colgado en la horca, por cuanto extendió su mano contra los Judíos.
8 Escribid pues vosotros á los Judíos como bien os pareciere en el nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque la escritura que se escribe en nombre del rey, y se sella con el anillo del rey, no es para revocarla.
9 Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es Siván, á veintitrés del mismo; y escribióse conforme á todo lo que mandó Mardochêo, á los Judíos, y á los sátrapas, y á los capitanes, y á los príncipes de las provincias que había desde la India hasta la Ethiopía, ciento veintisiete provincias; á cada provincia según su escribir, y á cada pueblo conforme á su lengua, á los Judíos también conforme á su escritura y lengua.
10 Y escribió en nombre del rey Assuero, y selló con el anillo del rey, y envió letras por correos de á caballo, montados en dromedarios, y en mulos hijos de yeguas;
11 Con intimación de que el rey concedía á los Judíos que estaban en todas las ciudades, que se juntasen y estuviesen á la defensa de su vida, prontos á destruir, y matar, y acabar con todo ejército de pueblo ó provincia que viniese contra ellos, aun niños y mujeres, y su despojo para presa,
12 En un mismo día en todas las provincias del rey Assuero, en el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar.
13 La copia de la escritura que había de darse por ordenanza en cada provincia, para que fuese manifiesta á todos los pueblos, decía que los Judíos estuviesen apercibidos para aquel día, para vengarse de sus enemigos.
14 Los correos pues, cabalgando en dromedarios y en mulos, salieron apresurados y constreñidos por el mandamiento del rey: y la ley fué dada en Susán capital del reino.
15 Y salió Mardochêo de delante del rey con vestido real de cárdeno y blanco, y una gran corona de oro, y un manto de lino y púrpura: y la ciudad de Susán se alegró y regocijó.
16 Los Judíos tuvieron luz y alegría, y gozo y honra.
17 Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los Judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de los pueblos de la tierra se hacían Judíos, porque el temor de los Judíos había caído sobre ellos.
9 Y EN el mes duodécimo y que es el mes de Adar, á trece del mismo, en el que tocaba se ejecutase el mandamiento del rey y su ley, el mismo día en que esperaban los enemigos de los Judíos enseñorearse de ellos, fué lo contrario; porque los Judíos se enseñorearon de los que los aborrecían.
2 Los Judíos se juntaron en sus ciudades en todas las provincias del rey Assuero, para meter mano sobre los que habían procurado su mal: y nadie se puso delante de ellos, porque el temor de ellos había caído sobre todos los pueblos.
3 Y todos los príncipes de las provincias, y los virreyes, y capitanes, y oficiales del rey, ensalzaban á los Judíos; porque el temor de Mardochêo había caído sobre ellos.
4 Porque Mardochêo era grande en la casa del rey, y su fama iba por todas las provincias; pues el varón Mardochêo iba engrandeciéndose.
5 E hirieron los Judíos á todos sus enemigos con plaga de espada, y de mortandad, y de perdición; e hicieron en sus enemigos á su voluntad.
6 Y en Susán capital del reino, mataron y destruyeron los Judíos á quinientos hombres.
7 Mataron entonces á Phorsandatha, y á Dalphón, y á Asphatha,
8 Y á Phoratha y á Ahalía, y á Aridatha,
9 Y á Pharmastha, y á Arisai, y á Aridai, y á Vaizatha,
10 Diez hijos de Amán hijo de Amadatha, enemigo de los Judíos: mas en la presa no metieron su mano.
11 El mismo día vino la cuenta de los muertos en Susán residencia regia, delante del rey.
12 Y dijo el rey á la reina Esther: En Susán, capital del reino, han muerto los Judíos y destruído quinientos hombres, y á diez hijos de Amán; ¿qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál pues es tu petición, y te será concedida? ¿o qué más es tu demanda, y será hecho?
13 Y respondió Esther: Si place al rey, concedase también mañana á los Judíos en Susán, que hagan conforme á la ley de hoy; y que cuelguen en la horca á los diez hijos de Amán.
14 Y mandó el rey que se hiciese así: y dióse la orden en Susán, y colgaron á los diez hijos de Amán.
15 Y los Judíos que estaban en Susán, se juntaron también el catorce del mes de Adar, y mataron en Susán trescientos hombres: mas en la presa no metieron su mano.
16 En cuanto á los otros Judíos que estaban en las provincias del rey, también se juntaron y pusiéronse en defensa de su vida, y tuvieron reposo de sus enemigos, y mataron de sus contrarios setenta y cinco mil; mas en la presa no metieron su mano.
17 En el día trece del mes de Adar fué esto; y reposaron en el día catorce del mismo, e hiciéronlo día de banquete y de alegría.
18 Mas los Judíos que estaban en Susán se juntaron en el trece y en el catorce del mismo mes; y al quince del mismo reposaron, e hicieron aquel día día de banquete y de regocijo.
19 Por tanto los Judíos aldeanos que habitan en las villas sin muro, hacen á los catorce del mes de Adar el día de alegría y de banquete, y buen día, y de enviar porciones cada uno á su vecino.
20 Y escribió Mardochêo estas cosas, y envió letras á todos los Judíos que estaban en todas las provincias del rey Assuero, cercanos y distantes,
21 Ordenándoles que celebrasen el día décimocuarto del mes de Adar, y el décimoquinto del mismo, cada un año.
22 Como días en que los Judíos tuvieron reposo de sus enemigos, y el mes que se les tornó de tristeza en alegría, y de luto en día bueno; que los hiciesen días de banquete y de gozo, y de enviar porciones cada uno á su vecino, y dádivas á los pobres.
23 Y los Judíos aceptaron hacer, según habían comenzado, lo que les escribió Mardochêo.
24 Porque Amán hijo de Amadatha, Agageo, enemigo de todos los Judíos, había ideado contra los Judíos para destruirlos, y echó Pur, que quiere decir suerte, para consumirlos y acabar con ellos.
25 Mas como Esther vino á la presencia del rey, él intimó por carta: El perverso designio que aquél trazó contra los Judíos, recaiga sobre su cabeza; y cuélguenlo á él y á sus hijos en la horca.
26 Por esto llamaron á estos días Purim, del nombre Pur. Por todas las palabras pues de esta carta, y por lo que ellos vieron sobre esto, y lo que llegó á su noticia,
27 Establecieron y tomaron los Judíos sobre sí, y sobre su simiente, y sobre todos los allegados á ellos, y no será traspasado, el celebrar estos dos días según está escrito en orden á ellos, y conforme á su tiempo cada un año;
28 Y que estos dos días serían en memoria, y celebrados en todas las naciones, y familias, y provincias, y ciudades. Estos días de Purim no pasarán de entre los Judíos, y la memoria de ellos no cesará de su simiente.
29 Y la reina Esther hija de Abihail, y Mardochêo Judío, escribieron con toda eficacia, para confirmar esta segunda carta de Purim.
30 Y envió Mardochêo letras á todos los Judíos, á las ciento veintisiete provincias del rey Assuero, con palabras de paz y de verdad,
31 Para confirmar estos días de Purim en sus tiempos señalados, según les había constituído Mardochêo Judío y la reina Esther, y como habían ellos tomado sobre sí y sobre su simiente, para conmemorar el fin de los ayunos y de su clamor.
32 Y el mandamiento de Esther confirmó estas palabras dadas acerca de Purim, y escribióse en el libro.
10 Y EL rey Assuero impuso tributo sobre la tierra y las islas de la mar.
2 Y toda la obra de su fortaleza, y de su valor, y la declaración de la grandeza de Mardochêo, con que el rey le engrandeció, ¿no está escrito en el libro de los anales de los reyes de Media y de Persia?
3 Porque Mardochêo Judío fué segundo después del rey Assuero, y grande entre los Judíos, y acepto á la multitud de sus hermanos, procurando el bien de su pueblo, y hablando paz para toda su simiente.
1 HUBO un varón en tierra de Hus, llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, y temeroso de Dios, y apartado del mal.
2 Y naciéronle siete hijos y tres hijas.
3 Y su hacienda era siete mil ovejas, y tres mil camellos, y quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas, y muchísimos criados: y era aquel varón grande más que todos los Orientales.
4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban á llamar sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos.
5 Y acontecía que, habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y santificábalos, y levantábase de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado á Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
6 Y un día vinieron los hijos de Dios á presentarse delante de Jehová, entre los cuales vino también Satán.
7 Y dijo Jehová á Satán: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satán á Jehová, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
8 Y Jehová dijo á Satán: ¿No has considerado á mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal?
9 Y respondiendo Satán á Jehová, dijo: ¿Teme Job á Dios de balde?
10 ¿No le has tú cercado á él, y á su casa, y á todo lo que tiene en derredor? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto su hacienda ha crecido sobre la tierra.
11 Mas extiende ahora tu mano, y toca á todo lo que tiene, y verás si no te blasfema en tu rostro.
12 Y dijo Jehová á Satán: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano: solamente no pongas tu mano sobre él. Y salióse Satán de delante de Jehová.
13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito,
14 Y vino un mensajero á Job, que le dijo: Estando arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
15 Acometieron los Sabeos, y tomáronlos, e hirieron á los mozos á filo de espada: solamente escapé yo para traerte las nuevas.
16 Aun estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los mozos, y los consumió: solamente escapé yo solo para traerte las nuevas.
17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los Caldeos hicieron tres escuadrones, y dieron sobre los camellos, y tomáronlos, e hirieron á los mozos á filo de espada; y solamente escapé yo solo para traerte las nuevas.
18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
19 Y he aquí un gran viento que vino del lado del desierto, e hirió las cuatro esquinas de la casa, y cayó sobre los mozos, y murieron; y solamente escapé yo solo para traerte las nuevas.
20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y trasquiló su cabeza, y cayendo en tierra adoró;
21 Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito.
22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó á Dios despropósito alguno.
2 Y OTRO día aconteció que vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satán vino también entre ellos pareciendo delante de Jehová.
2 Y dijo Jehová á Satán: ¿De dónde vienes? Respondió Satán á Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
3 Y Jehová dijo á Satán: ¿No has considerado á mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal, y que aun retiene su perfección, habiéndome tú incitado contra él, para que lo arruinara sin causa?
4 Y respondiendo Satán dijo á Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
5 Mas extiende ahora tu mano, y toca á su hueso y á su carne, y verás si no te blasfema en tu rostro.
6 Y Jehová dijo á Satán: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
7 Y salió Satán de delante de Jehová, e hirió á Job de una maligna sarna desde la planta de su pie hasta la mollera de su cabeza.
8 Y tomaba una teja para rascarse con ella, y estaba sentado en medio de ceniza.
9 Díjole entonces su mujer: ¿Aun retienes tú tu simplicidad? Bendice á Dios, y muérete.
10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
11 Y tres amigos de Job, Eliphaz Temanita, y Bildad Suhita, y Sophar Naamathita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían concertado de venir juntos á condolecerse de él, y á consolarle.
12 Los cuales alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron á voz en grito; y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.
13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que el dolor era muy grande.
3 DESPUÉS de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.
2 Y exclamó Job, y dijo:
3 Perezca el día en que yo nací,
Y la noche que se dijo: Varón es concebido.
4 Sea aquel día sombrío,
Y Dios no cuide de él desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca.
5 Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado,
Que lo haga horrible como caliginoso día.
6 Ocupe la oscuridad aquella noche;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en él número de los meses.
7 ¡Oh si fuere aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella!
8 Maldíganla los que maldicen al día,
Los que se aprestan para levantar su llanto.
9 Oscurézcanse las estrellas de su alba;
Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana:
10 Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria.
11 ¿Por qué no morí yo desde la matriz,
O fuí traspasado en saliendo del vientre?
12 ¿Por qué me previnieron las rodillas?
¿Y para qué las tetas que mamase?
13 Pues que ahora yaciera yo, y reposara;
Durmiera, y entonces tuviera reposo,
14 Con los reyes y con los consejeros de la tierra,
Que edifican para sí los desiertos;
15 O con los príncipes que poseían el oro,
Que henchían sus casas de plata.
16 O ¿por qué no fuí escondido como aborto,
Como los pequeñitos que nunca vieron luz?
17 Allí los impíos dejan el perturbar,
Y allí descansan los de cansadas fuerzas.
18 Allí asimismo reposan los cautivos;
No oyen la voz del exactor.
19 Allí están el chico y el grande;
Y el siervo libre de su señor.
20 ¿Por qué se da luz al trabajado,
Y vida á los de ánimo en amargura,
21 Que esperan la muerte, y ella no llega,
Aunque la buscan más que tesoros;
22 Que se alegran sobremanera,
Y se gozan, cuando hallan el sepulcro?
23 ¿Por qué al hombre que no sabe por donde vaya,
Y al cual Dios ha encerrado?
24 Pues antes que mi pan viene mi suspiro;
Y mis gemidos corren como aguas.
25 Porque el temor que me espantaba me ha venido,
Y hame acontecido lo que temía.
26 No he tenido paz, no me aseguré, ni me estuve reposado;
Vínome no obstante turbación.
4 Y RESPONDIÓ Eliphaz el Temanita, y dijo:
2 Si probáremos á hablarte, serte ha molesto;
Mas ¿quién podrá detener las palabras?
3 He aquí, tú enseñabas á muchos,
Y las manos flacas corroborabas;
4 Al que vacilaba, enderezaban tus palabras,
Y esforzabas las rodillas que decaían.
5 Mas ahora que el mal sobre ti ha venido, te es duro;
Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
6 ¿Es este tu temor, tu confianza,
Tu esperanza, y la perfección de tus caminos?
7 Recapacita ahora, ¿quién que fuera inocente se perdiera?
Y ¿en dónde los rectos fueron cortados?
8 Como yo he visto, los que aran iniquidad
Y siembran injuria, la siegan.
9 Perecen por el aliento de Dios,
Y por el espíritu de su furor son consumidos.
10 El bramido del león, y la voz del león,
Y los dientes de los leoncillos son quebrantados.
11 El león viejo perece por falta de presa,
Y los hijos del león son esparcidos.
12 El negocio también me era á mí oculto;
Mas mi oído ha percibido algo de ello.
13 En imaginaciones de visiones nocturnas,
Cuando el sueño cae sobre los hombres,
14 Sobrevínome un espanto y un temblor,
Que estremeció todos mis huesos:
15 Y un espíritu pasó por delante de mí,
Que hizo se erizara el pelo de mi carne.
16 Paróse un fantasma delante de mis ojos,
Cuyo rostro yo no conocí,
Y quedo, oí que decía:
17 ¿Si será el hombre más justo que Dios?
¿Si será el varón más limpio que el que lo hizo?
18 He aquí que en sus siervos no confía,
Y notó necedad en sus ángeles
19 ¡Cuánto más en los que habitan en casas de lodo,
Cuyo fundamento está en el polvo,
Y que serán quebrantados de la polilla!
20 De la mañana á la tarde son quebrantados,
Y se pierden para siempre, sin haber quien lo considere.
21 ¿Su hermosura, no se pierde con ellos mismos?
Mueren, y sin sabiduría.
5 AHORA pues da voces, si habrá quien te responda;
¿Y á cuál de los santos te volverás?
2 Es cierto que al necio la ira lo mata,
Y al codicioso consume la envidia.
3 Yo he visto al necio que echaba raíces,
Y en la misma hora maldije su habitación.
4 Sus hijos estarán lejos de la salud,
Y en la puerta serán quebrantados,
Y no habrá quien los libre.
5 Su mies comerán los hambrientos,
Y sacaránla de entre las espinas,
Y los sedientos beberán su hacienda.
6 Porque la iniquidad no sale del polvo,
Ni la molestia brota de la tierra.
7 Empero como las centellas se levantan para volar por el aire,
Así el hombre nace para la aflicción.
8 Ciertamente yo buscaría á Dios,
Y depositaría en él mis negocios:
9 El cual hace cosas grandes e inescrutables,
Y maravillas que no tienen cuento:
10 Que da la lluvia sobre la haz de la tierra,
Y envía las aguas por los campos:
11 Que pone los humildes en altura,
Y los enlutados son levantados á salud:
12 Que frustra los pensamientos de los astutos,
Para que sus manos no hagan nada:
13 Que prende á los sabios en la astucia de ellos,
Y el consejo de los perversos es entontecido;
14 De día se topan con tinieblas,
Y en mitad del día andan á tientas como de noche:
15 Y libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos,
Y de la mano violenta;
16 Pues es esperanza al menesteroso,
Y la iniquidad cerrará su boca.
17 He aquí, bienaventurado es el hombre á quien Dios castiga:
Por tanto no menosprecies la corrección del Todopoderoso.
18 Porque él es el que hace la llaga, y él la vendará:
Él hiere, y sus manos curan.
19 En seis tribulaciones te librará,
Y en la séptima no te tocará el mal.
20 En el hambre te redimirá de la muerte,
Y en la guerra de las manos de la espada.
21 Del azote de la lengua serás encubierto;
Ni temerás de la destrucción cuando viniere.
22 De la destrucción y del hambre te reirás,
Y no temerás de las bestias del campo:
23 Pues aun con las piedras del campo tendrás tu concierto,
Y las bestias del campo te serán pacíficas.
24 Y sabrás que hay paz en tu tienda;
Y visitarás tu morada, y no pecarás.
25 Asimismo echarás de ver que tu simiente es mucha,
Y tu prole como la hierba de la tierra.
26 Y vendrás en la vejez á la sepultura,
Como el montón de trigo que se coge á su tiempo.
27 He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así:
Oyelo, y juzga tú para contigo.
6 Y RESPONDIÓ Job y dijo:
2 ¡Oh si pesasen al justo mi queja y mi tormento,
Y se alzasen igualmente en balanza!
3 Porque pesaría aquél más que la arena del mar:
Y por tanto mis palabras son cortadas.
4 Porque las saetas del Todopoderoso están en mí,
Cuyo veneno bebe mi espíritu;
Y terrores de Dios me combaten.
5 ¿Acaso gime el asno montés junto á la hierba?
¿Muge el buey junto á su pasto?
6 ¿Comeráse lo desabrido sin sal?
¿O habrá gusto en la clara del huevo?
7 Las cosas que mi alma no quería tocar,
Por los dolores son mi comida.
8 ¡Quién me diera que viniese mi petición,
Y que Dios me otorgase lo que espero;
9 Y que pluguiera á Dios quebrantarme;
Que soltara su mano, y me deshiciera!
10 Y sería aún mi consuelo,
Si me asaltase con dolor sin dar más tregua,
Que yo no he escondido las palabras del Santo.
11 ¿Cuál es mi fortaleza para esperar aún?
¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida?
12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras?
¿O mi carne, es de acero?
13 ¿No me ayudo cuanto puedo,
Y el poder me falta del todo?
14 El atribulado es consolado de su compañero:
Mas hase abandonado el temor del Omnipotente.
15 Mis hermanos han mentido cual arroyo:
Pasáronse como corrientes impetuosas,
16 Que están escondidas por la helada,
Y encubiertas con nieve;
17 Que al tiempo del calor son deshechas,
Y en calentándose, desaparecen de su lugar;
18 Apártanse de la senda de su rumbo,
Van menguando y piérdense.
19 Miraron los caminantes de Temán,
Los caminantes de Saba esperaron en ellas:
20 Mas fueron avergonzados por su esperanza;
Porque vinieron hasta ellas, y halláronse confusos.
21 Ahora ciertamente como ellas sois vosotros:
Que habéis visto el tormento, y teméis.
22 ¿Os he dicho yo: Traedme,
Y pagad por mí de vuestra hacienda;
23 Y libradme de la mano del opresor,
Y redimidme del poder de los violentos?
24 Enseñadme, y yo callaré:
Y hacedme entender en qué he errado.
25 ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud!
Mas ¿qué reprende el que reprende de vosotros?
26 ¿Pensáis censurar palabras,
Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
27 También os arrojáis sobre el huérfano,
Y hacéis hoyo delante de vuestro amigo.
28 Ahora pues, si queréis, mirad en mí,
Y ved si miento delante de vosotros.
29 Tornad ahora, y no haya iniquidad;
Volved aún á considerar mi justicia en esto.
30 ¿Hay iniquidad en mi lengua?
¿No puede mi paladar discernir las cosas depravadas?
7 CIERTAMENTE tiempo limitado tiene el hombre sobre la tierra,
Y sus días son como los días del jornalero.
2 Como el siervo anhela la sombra,
Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo:
3 Así poseo yo meses de vanidad,
Y noches de trabajo me dieron por cuenta.
4 Cuando estoy acostado, digo:
¿Cuándo me levantaré? Y mide mi corazón la noche,
Y estoy harto de devaneos hasta el alba.
5 Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo;
Mi piel hendida y abominable.
6 Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor,
Y fenecieron sin esperanza.
7 Acuérdate que mi vida es viento,
Y que mis ojos no volverán á ver el bien.
8 Los ojos de los que me ven, no me verán más:
Tus ojos sobre mí, y dejaré de ser.
9 La nube se consume, y se va:
Así el que desciende al sepulcro no subirá;
10 No tornará más á su casa,
Ni su lugar le conocerá más.
11 Por tanto yo no reprimiré mi boca;
Hablaré en la angustia de mi espíritu,
Y quejaréme con la amargura de mi alma.
12 ¿Soy yo la mar, ó ballena,
Que me pongas guarda?
13 Cuando digo: Mi cama me consolará,
Mi cama atenuará mis quejas;
14 Entonces me quebrantarás con sueños,
Y me turbarás con visiones.
15 Y así mi alma tuvo por mejor el ahogamiento,
Y quiso la muerte más que mis huesos.
16 Aburríme: no he de vivir yo para siempre;
Déjame, pues que mis días son vanidad.
17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas,
Y que pongas sobre él tu corazón,
18 Y lo visites todas las mañanas,
Y todos los momentos lo pruebes?
19 ¿Hasta cuándo no me dejarás,
Ni me soltarás hasta que trague mi saliva?
20 Pequé, ¿qué te haré, oh Guarda de los hombres?
¿Por qué me has puesto contrario á ti,
Y que á mí mismo sea pesado?
21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad?
Porque ahora dormiré en el polvo,
Y si me buscares de mañana, ya no seré.
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