Bible in 90 Days
Jesús alimenta a cinco mil
6 Después Jesús cruzó al otro lado del mar de Galilea, conocido también como el mar de Tiberias. 2 Una gran multitud siempre lo seguía a todas partes porque veía las señales milagrosas que hacía cuando sanaba a los enfermos. 3 Entonces Jesús subió a una colina y se sentó allí rodeado de sus discípulos. 4 (Ya era casi el tiempo de la celebración de la Pascua judía). 5 Enseguida Jesús vio que una gran multitud venía a su encuentro. Dirigiéndose a Felipe, le preguntó:
—¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta gente?
6 Lo estaba poniendo a prueba, porque Jesús ya sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe contestó:
—¡Aunque trabajáramos meses enteros, no tendríamos el dinero suficiente[a] para alimentar a toda esta gente!
8 Entonces habló Andrés, el hermano de Simón Pedro: 9 «Aquí hay un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. ¿Pero de qué sirven ante esta enorme multitud?».
10 Jesús dijo: «Díganles a todos que se sienten». Así que todos se sentaron sobre la hierba, en las laderas. (Solo contando a los hombres sumaban alrededor de cinco mil). 11 Luego Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y los distribuyó entre la gente. Después hizo lo mismo con los pescados. Y todos comieron cuanto quisieron. 12 Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada». 13 Entonces ellos juntaron las sobras y llenaron doce canastos con los restos que la multitud había dejado después de comer de los cinco panes de cebada.
14 La gente, al ver la señal milagrosa que Jesús[b] había hecho, exclamó: «¡No hay duda de que es el Profeta que esperábamos!»[c]. 15 Cuando Jesús vio que estaban dispuestos a hacerlo rey a la fuerza, se escabulló hacia las colinas él solo.
Jesús camina sobre el agua
16 Al atardecer, los discípulos de Jesús bajaron a la orilla del lago para esperarlo; 17 pero al ver que caía la noche y que Jesús aún no había vuelto, subieron a la barca y comenzaron a cruzar el lago rumbo a Capernaúm. 18 Poco después, se levantó un viento fuerte sobre ellos y el mar se agitó mucho. 19 Habían remado unos cinco o seis kilómetros[d] cuando de pronto vieron a Jesús caminando sobre el agua en dirección a la barca. Estaban aterrados, 20 pero él exclamó: «No tengan miedo, ¡yo estoy aquí![e]». 21 Entonces lo recibieron con entusiasmo en la barca, ¡y enseguida llegaron a su destino!
Jesús, el pan de vida
22 Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla del lago se dio cuenta de que los discípulos habían tomado la única barca y que Jesús no había ido con ellos. 23 Varias barcas de Tiberias arribaron cerca del lugar donde el Señor había bendecido el pan y la gente había comido. 24 Cuando la multitud vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, subieron a las barcas y cruzaron el lago hasta Capernaúm para ir en busca de Jesús. 25 Lo encontraron al otro lado del lago y le preguntaron:
—Rabí,[f] ¿cuándo llegaste acá?
26 Jesús les contestó:
—Les digo la verdad, ustedes quieren estar conmigo porque les di de comer, no porque hayan entendido las señales milagrosas. 27 No se preocupen tanto por las cosas que se echan a perder, tal como la comida. Pongan su energía en buscar la vida eterna que puede darles el Hijo del Hombre.[g] Pues Dios Padre me ha dado su sello de aprobación.
28 —Nosotros también queremos realizar las obras de Dios—contestaron ellos—. ¿Qué debemos hacer?
29 Jesús les dijo:
—La única obra que Dios quiere que hagan es que crean en quien él ha enviado.
30 —Si quieres que creamos en ti—le respondieron—, muéstranos una señal milagrosa. ¿Qué puedes hacer? 31 Después de todo, ¡nuestros antepasados comieron maná mientras andaban por el desierto! Las Escrituras dicen: “Moisés les dio de comer pan del cielo”[h].
32 Jesús les respondió:
—Les digo la verdad, no fue Moisés quien les dio el pan del cielo, fue mi Padre. Y ahora él les ofrece el verdadero pan del cielo, 33 pues el verdadero pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.
34 —Señor—le dijeron—, danos ese pan todos los días.
35 Jesús les respondió:
—Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre; el que cree en mí no tendrá sed jamás. 36 Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han visto. 37 Sin embargo, los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y jamás los rechazaré. 38 Pues he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios, quien me envió, no para hacer mi propia voluntad. 39 Y la voluntad de Dios es que yo no pierda ni a uno solo de todos los que él me dio, sino que los resucite, en el día final. 40 Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.
41 Entonces la gente comenzó[i] a murmurar en desacuerdo, porque él había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo». 42 Ellos se decían: «¿Acaso no es este Jesús, el hijo de José? Conocemos a su padre y a su madre. ¿Y ahora cómo puede decir: “Yo descendí del cielo”?».
43 Jesús les contestó: «Dejen de quejarse por lo que dije. 44 Pues nadie puede venir a mí a menos que me lo traiga el Padre, que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. 45 Como dicen las Escrituras:[j] “A todos les enseñará Dios”. Todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí. 46 (No es que alguien haya visto al Padre; solamente yo lo he visto, el que Dios envió).
47 »Les digo la verdad, todo el que cree, tiene vida eterna. 48 ¡Sí, yo soy el pan de vida! 49 Sus antepasados comieron maná en el desierto, pero todos murieron, 50 sin embargo, el que coma el pan del cielo nunca morirá. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Todo el que coma de este pan vivirá para siempre; y este pan, que ofreceré para que el mundo viva, es mi carne».
52 Entonces la gente comenzó a discutir entre sí sobre lo que él quería decir. «¿Cómo puede este hombre darnos de comer su carne?», se preguntaban.
53 Por eso Jesús volvió a decir: «Les digo la verdad, a menos que coman la carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no podrán tener vida eterna en ustedes; 54 pero todo el que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. 55 Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 Todo el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57 Yo vivo gracias al Padre viviente que me envió; de igual manera, todo el que se alimente de mí vivirá gracias a mí. 58 Yo soy el pan verdadero que descendió del cielo. El que coma de este pan no morirá—como les pasó a sus antepasados a pesar de haber comido el maná—sino que vivirá para siempre».
59 Jesús dijo esas cosas mientras enseñaba en la sinagoga de Capernaúm.
Muchos discípulos abandonan a Jesús
60 Muchos de sus discípulos decían: «Esto es muy difícil de entender. ¿Cómo puede alguien aceptarlo?».
61 Jesús estaba consciente de que sus discípulos se quejaban, así que les dijo: «¿Acaso esto los ofende? 62 ¿Qué pensarán, entonces, si ven al Hijo del Hombre ascender al cielo otra vez? 63 Solo el Espíritu da vida eterna; los esfuerzos humanos no logran nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida, 64 pero algunos de ustedes no me creen». (Pues Jesús sabía, desde un principio, quiénes eran los que no creían y también quién lo traicionaría). 65 Entonces les dijo: «Por eso dije que nadie puede venir a mí a menos que el Padre me lo entregue».
66 A partir de ese momento, muchos de sus discípulos se apartaron de él y lo abandonaron. 67 Entonces Jesús, mirando a los Doce, les preguntó:
—¿Ustedes también van a marcharse?
68 Simón Pedro le contestó:
—Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna. 69 Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.[k]
70 Entonces Jesús dijo:
—Yo los elegí a ustedes doce, pero hay uno de ustedes que es un diablo.
71 Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, quien más tarde lo traicionaría.
Jesús y sus hermanos
7 Después Jesús recorrió la región de Galilea. Quería alejarse de Judea, donde los líderes judíos estaban tramando su muerte; 2 pero se acercaba el tiempo judío del Festival de las Enramadas, 3 y sus hermanos le dijeron:
—¡Sal de aquí y vete a Judea, donde tus seguidores puedan ver tus milagros! 4 ¡No puedes hacerte famoso si te escondes así! Si tienes poder para hacer cosas tan maravillosas, ¡muéstrate al mundo!
5 Pues ni siquiera sus hermanos creían en él.
6 —Este no es el mejor momento para que yo vaya —respondió Jesús—, pero ustedes pueden ir cuando quieran. 7 El mundo no puede odiarlos a ustedes, pero a mí sí me odia, porque yo lo acuso de hacer lo malo. 8 Vayan ustedes; no iré[l] al festival, porque todavía no ha llegado mi momento.
9 Después de decir esas cosas, se quedó en Galilea.
Jesús enseña abiertamente en el templo
10 Pero después de que sus hermanos se fueron al festival, Jesús también fue, aunque en secreto, y se quedó fuera de la vista del público. 11 Los líderes judíos lo buscaron durante todo el festival y no dejaron de preguntar a la gente si alguien lo había visto. 12 Se oían muchas discusiones acerca de él entre la multitud. Unos afirmaban: «Es un buen hombre», mientras que otros decían: «No es más que un farsante que engaña a la gente»; 13 pero nadie se atrevía a hablar bien de él en público por miedo a tener problemas con los líderes judíos.
14 Entonces, en la mitad del festival, Jesús subió al templo y comenzó a enseñar. 15 Los presentes[m] quedaron maravillados al oírlo. Se preguntaban: «¿Cómo es que sabe tanto sin haber estudiado?».
16 Así que Jesús les dijo:
—Mi mensaje no es mío sino que proviene de Dios, quien me envió. 17 Todo el que quiera hacer la voluntad de Dios sabrá si lo que enseño proviene de Dios o solo hablo por mi propia cuenta. 18 Los que hablan por su propia cuenta buscan su propia gloria, pero el que busca honrar a quien lo envió, habla con la verdad, no con mentiras. 19 Moisés les dio la ley, ¡pero ninguno de ustedes la cumple! De hecho, tratan de matarme.
20 —¡Estás endemoniado!—respondió la multitud—. ¿Quién trata de matarte?
21 Jesús contestó:
—Yo hice un milagro en el día de descanso, y ustedes se asombraron; 22 pero ustedes también trabajan en el día de descanso al obedecer la ley de la circuncisión dada por Moisés. (En realidad, la costumbre de la circuncisión comenzó con los patriarcas, mucho antes de la ley de Moisés). 23 Pues, si el tiempo indicado para circuncidar a un hijo coincide con el día de descanso, ustedes igual realizan el acto, para no violar la ley de Moisés. Entonces, ¿por qué se enojan conmigo por sanar a un hombre en el día de descanso? 24 Miren más allá de la superficie, para poder juzgar correctamente.
¿Es Jesús el Mesías?
25 Algunos de los que vivían en Jerusalén comenzaron a preguntarse unos a otros: «¿No es ese el hombre a quien procuran matar? 26 Sin embargo, está aquí hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que nuestros líderes ahora creen que es el Mesías? 27 ¿Pero cómo podría serlo? Nosotros sabemos de dónde proviene este hombre. Cuando venga el Mesías, sencillamente aparecerá; y nadie sabrá de dónde proviene».
28 Mientras Jesús enseñaba en el templo, exclamó: «Es cierto, ustedes me conocen y saben de dónde provengo, pero no estoy aquí por mi propia cuenta. El que me envió es veraz, y ustedes no lo conocen; 29 pero yo sí lo conozco porque provengo de él, y él me envió a ustedes». 30 Entonces los líderes trataron de arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima, porque aún no había llegado su momento.[n]
31 De las multitudes presentes en el templo, muchos creyeron en él. «Después de todo—decían—, ¿acaso esperan que el Mesías haga más señales milagrosas que las que hizo este hombre?».
32 Cuando los fariseos se enteraron de lo que las multitudes andaban murmurando, ellos y los principales sacerdotes enviaron guardias del templo para arrestar a Jesús. 33 Entonces Jesús les dijo: «Voy a estar con ustedes solo un poco más de tiempo, luego volveré al que me envió. 34 Ustedes me buscarán pero no me encontrarán; y no pueden ir adonde yo voy».
35 Desconcertados por esas palabras, los líderes judíos se preguntaban: «¿Adónde pensará ir? ¿Estará pensando salir del país e ir a los judíos dispersos en otras tierras[o]? ¡Tal vez hasta les enseñe a los griegos! 36 ¿A qué se refiere cuando dice: “Me buscarán pero no me encontrarán” y “no pueden ir adonde yo voy”?».
Jesús promete agua viva
37 El último día del festival, el más importante, Jesús se puso de pie y gritó a la multitud: «¡Todo el que tenga sed puede venir a mí! 38 ¡Todo el que crea en mí puede venir y beber! Pues las Escrituras declaran: “De su corazón, brotarán ríos de agua viva”»[p]. 39 (Con la expresión «agua viva», se refería al Espíritu, el cual se le daría a todo el que creyera en él; pero el Espíritu aún no había sido dado,[q] porque Jesús todavía no había entrado en su gloria).
División e incredulidad
40 Algunos de la multitud, al oír lo que Jesús decía, afirmaron: «Seguramente este hombre es el Profeta que estábamos esperando»[r]. 41 Otros decían: «Es el Mesías». Pero otros expresaban: «¡No puede ser! ¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? 42 Pues las Escrituras dicen claramente que el Mesías nacerá del linaje real de David, en Belén, la aldea donde nació el rey David»[s]. 43 Así que hubo división entre la multitud a causa de él. 44 Algunos querían que lo arrestaran, pero nadie le puso las manos encima.
45 Cuando los guardias del templo regresaron sin haber arrestado a Jesús, los principales sacerdotes y los fariseos les preguntaron:
—¿Por qué no lo trajeron?
46 —¡Jamás hemos oído a nadie hablar como él!—contestaron los guardias.
47 —¿También ustedes se han dejado engañar?—se burlaron los fariseos—. 48 ¿Habrá siquiera uno de nosotros, gobernantes o fariseos, que crea en él? 49 Esa multitud tonta que lo sigue es ignorante de la ley, ¡está bajo la maldición de Dios!
50 Entonces tomó la palabra Nicodemo, el líder que había ido a ver a Jesús:
51 —¿Es legal condenar a un hombre antes de darle la oportunidad de defenderse?—preguntó.
52 —¿También tú eres de Galilea?—contestaron ellos—. Estudia las Escrituras y compruébalo tú mismo: jamás ha salido un profeta[t] de Galilea.
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[Los manuscritos griegos más antiguos no incluyen Juan 7:53–8:11].
53 Así terminó la reunión, y cada uno se volvió a su casa.
Una mujer sorprendida en adulterio
8 Jesús regresó al monte de los Olivos, 2 pero muy temprano a la mañana siguiente, estaba de vuelta en el templo. Pronto se juntó una multitud, y él se sentó a enseñarles. 3 Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud.
4 «Maestro—le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. 5 La ley de Moisés manda apedrearla; ¿tú qué dices?».
6 Intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. 7 Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!». 8 Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.
9 Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron solo Jesús y la mujer en medio de la multitud. 10 Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:
—¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?
11 —Ni uno, Señor—dijo ella.
—Yo tampoco —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.
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Jesús, la luz del mundo
12 Jesús habló una vez más al pueblo y dijo: «Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida».
13 Los fariseos respondieron:
—¡Tú haces esas declaraciones acerca de ti mismo! Un testimonio así no es válido.
14 —Estas afirmaciones sí son válidas, aunque las diga de mí mismo —respondió Jesús—. Pues sé de dónde vengo y adónde voy, pero eso es algo que ustedes no saben de mí. 15 Ustedes me juzgan con criterios humanos, pero yo no juzgo a nadie. 16 Y, si lo hiciera, mi juicio sería correcto en todo sentido, porque no estoy solo. El Padre,[u] quien me envió, está conmigo. 17 La misma ley de ustedes establece que, si dos personas concuerdan en algo, su testimonio se acepta como un hecho.[v] 18 Yo soy uno de los testigos, y mi Padre, quien me envió, es el otro.
19 —¿Dónde está tu padre?—le preguntaron.
Jesús contestó:
—Como ustedes no saben quién soy yo, tampoco saben quién es mi Padre. Si me conocieran a mí, también conocerían a mi Padre.
20 Jesús dijo todo esto mientras enseñaba en la parte del templo conocida como la tesorería, pero no lo arrestaron, porque aún no había llegado su momento.[w]
Advertencia para los incrédulos
21 Más tarde, Jesús volvió a decirles: «Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir».
22 Por lo tanto, la gente[x] se preguntaba: «¿Estará pensando suicidarse? ¿Qué quiere decir con “no pueden ir adonde yo voy”?».
23 Jesús continuó diciendo: «Ustedes son de abajo; yo soy de arriba. Ustedes pertenecen a este mundo; yo no. 24 Por eso dije que morirán en sus pecados; porque, a menos que crean que Yo Soy quien afirmo ser,[y] morirán en sus pecados».
25 —¿Y quién eres?—preguntaron.
Jesús contestó:
—El que siempre dije que era.[z] 26 Tengo mucho para decir acerca de ustedes y mucho para condenar, pero no lo haré. Pues digo solo lo que oí del que me envió, y él es totalmente veraz.
27 Pero ellos seguían sin entender que les hablaba de su Padre.
28 Por eso Jesús dijo: «Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre en la cruz, entonces comprenderán que Yo Soy.[aa] Yo no hago nada por mi cuenta, sino que digo únicamente lo que el Padre me enseñó. 29 Y el que me envió está conmigo, no me ha abandonado. Pues siempre hago lo que a él le agrada». 30 Entonces muchos de los que oyeron sus palabras creyeron en él.
Jesús y Abraham
31 Jesús le dijo a la gente que creyó en él:
—Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
33 —Nosotros somos descendientes de Abraham—le respondieron—, nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con “los hará libres”?
34 Jesús contestó:
—Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. 35 Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. 36 Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres. 37 Claro que me doy cuenta de que son descendientes de Abraham. Aun así, algunos de ustedes procuran matarme porque no tienen lugar para mi mensaje en su corazón. 38 Yo les cuento lo que vi cuando estaba con mi Padre, pero ustedes siguen el consejo de su padre.
39 —¡Nuestro padre es Abraham!—declararon.
—No—respondió Jesús—, pues si realmente fueran hijos de Abraham, seguirían su ejemplo.[ab] 40 En cambio, procuran matarme porque les dije la verdad, la cual oí de Dios. Abraham nunca hizo algo así. 41 No, ustedes imitan a su verdadero padre.
—¡Nosotros no somos hijos ilegítimos!—respondieron—. Dios mismo es nuestro verdadero Padre.
42 Jesús les dijo:
—Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque he venido a ustedes de parte de Dios. No estoy aquí por mi propia cuenta, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no pueden entender lo que les digo? ¡Es porque ni siquiera toleran oírme! 44 Pues ustedes son hijos de su padre, el diablo, y les encanta hacer las cosas malvadas que él hace. Él ha sido asesino desde el principio y siempre ha odiado la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando miente, actúa de acuerdo con su naturaleza porque es mentiroso y el padre de la mentira. 45 Por eso, es natural que no me crean cuando les digo la verdad. 46 ¿Quién de ustedes puede, con toda sinceridad, acusarme de pecado? Y si les digo la verdad, ¿por qué, entonces, no me creen? 47 Los que pertenecen a Dios escuchan con gusto las palabras de Dios, pero ustedes no las escuchan porque no pertenecen a Dios.
48 —¡Samaritano endemoniado!—replicó la gente—. ¿No veníamos diciendo que estabas poseído por un demonio?
49 —No—dijo Jesús—, no tengo ningún demonio. Pues yo honro a mi Padre; en cambio, ustedes me deshonran a mí. 50 Y, aunque no tengo ninguna intención de glorificarme a mí mismo, Dios va a glorificarme y él es el verdadero juez. 51 Les digo la verdad, ¡todo el que obedezca mi enseñanza jamás morirá!
52 —Ahora estamos convencidos de que estás poseído por un demonio—dijo la gente—. Hasta Abraham y los profetas murieron, pero tú dices: “¡El que obedezca mi enseñanza nunca morirá!”. 53 ¿Acaso eres más importante que nuestro padre Abraham? Él murió, igual que los profetas. ¿Tú quién te crees que eres?
54 Jesús contestó:
—Si yo buscara mi propia gloria, esa gloria no tendría ningún valor, pero es mi Padre quien me glorificará. Ustedes dicen: “Él es nuestro Dios”[ac] , 55 pero ni siquiera lo conocen. Yo sí lo conozco; y si dijera lo contrario, ¡sería tan mentiroso como ustedes! Pero lo conozco y lo obedezco. 56 Abraham, el padre de ustedes, se alegró mientras esperaba con ansias mi venida; la vio y se llenó de alegría.
57 Entonces la gente le dijo:
—Ni siquiera tienes cincuenta años. ¿Cómo puedes decir que has visto a Abraham?[ad]
58 Jesús contestó:
—Les digo la verdad, ¡aun antes de que Abraham naciera, Yo Soy![ae]
59 En ese momento, tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús desapareció de la vista de ellos y salió del templo.
Jesús sana a un hombre ciego de nacimiento
9 Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento.
2 —Rabí,[af] ¿por qué nació ciego este hombre?—le preguntaron sus discípulos—. ¿Fue por sus propios pecados o por los de sus padres?
3 —No fue por sus pecados ni tampoco por los de sus padres —contestó Jesús—. Nació ciego para que todos vieran el poder de Dios en él. 4 Debemos llevar a cabo cuanto antes las tareas que nos encargó el que nos envió.[ag] Pronto viene la noche cuando nadie puede trabajar; 5 pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo.
6 Luego escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva y lo untó en los ojos del ciego. 7 Le dijo: «Ve a lavarte en el estanque de Siloé» (Siloé significa «enviado»). Entonces el hombre fue, se lavó, ¡y regresó viendo!
8 Sus vecinos y otros que lo conocían como un pordiosero ciego se preguntaban: «¿No es ese el hombre que solía sentarse a mendigar?». 9 Algunos decían que sí, y otros decían: «No, solo se le parece».
Pero el mendigo seguía diciendo: «¡Sí, soy yo!».
10 Le preguntaron:
—¿Quién te sanó? ¿Cómo sucedió?
11 Él les dijo:
—El hombre al que llaman Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve al estanque de Siloé y lávate”. Entonces fui, me lavé, ¡y ahora puedo ver!
12 —¿Dónde está él ahora?—le preguntaron.
—No lo sé—contestó.
13 Entonces llevaron ante los fariseos al hombre que había sido ciego, 14 porque era día de descanso cuando Jesús hizo el lodo y lo sanó. 15 Los fariseos interrogaron al hombre sobre todo lo que había sucedido y les respondió: «Él puso el lodo sobre mis ojos y, cuando me lavé, ¡pude ver!».
16 Algunos de los fariseos decían: «Ese tal Jesús no viene de Dios porque trabaja en el día de descanso». Otros decían: «¿Pero cómo puede un simple pecador hacer semejantes señales milagrosas?». Así que había una profunda diferencia de opiniones entre ellos.
17 Luego los fariseos volvieron a interrogar al hombre que había sido ciego:
—¿Qué opinas del hombre que te sanó?
—Creo que debe de ser un profeta—contestó el hombre.
18 Aun así los líderes judíos se negaban a creer que el hombre había sido ciego y ahora podía ver, así que llamaron a sus padres.
19 —¿Es este su hijo?—les preguntaron—. ¿Es verdad que nació ciego? Si es cierto, ¿cómo es que ahora ve?
20 Sus padres contestaron:
—Sabemos que él es nuestro hijo y que nació ciego, 21 pero no sabemos cómo es que ahora puede ver ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él; ya tiene edad para hablar por sí mismo.
22 Los padres dijeron eso por miedo a los líderes judíos, quienes habían anunciado que cualquiera que dijera que Jesús era el Mesías sería expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron: «Ya tiene edad suficiente, entonces pregúntenle a él».
24 Por segunda vez llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron:
—Es Dios quien debería recibir la gloria por lo que ha pasado,[ah] porque sabemos que ese hombre, Jesús, es un pecador.
25 —Yo no sé si es un pecador—respondió el hombre—, pero lo que sé es que yo antes era ciego, ¡y ahora puedo ver!
26 —¿Pero qué fue lo que hizo?—le preguntaron—. ¿Cómo te sanó?
27 —¡Miren!—exclamó el hombre—. Ya les dije una vez. ¿Acaso no me escucharon? ¿Para qué quieren oírlo de nuevo? ¿Ustedes también quieren ser sus discípulos?
28 Entonces ellos lo insultaron y dijeron:
—Tú eres su discípulo, ¡pero nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Sabemos que Dios le habló a Moisés, pero no sabemos ni siquiera de dónde proviene este hombre.
30 —¡Qué cosa tan extraña!—respondió el hombre—. A mí me sanó los ojos, ¿y ustedes ni siquiera saben de dónde proviene? 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores pero está dispuesto a escuchar a los que lo adoran y hacen su voluntad. 32 Desde el principio del mundo, nadie ha podido abrir los ojos de un ciego de nacimiento. 33 Si este hombre no viniera de parte de Dios, no habría podido hacerlo.
34 —¡Tú naciste pecador hasta la médula!—le respondieron—. ¿Acaso tratas de enseñarnos a nosotros?
Y lo echaron de la sinagoga.
Ceguera espiritual
35 Cuando Jesús supo lo que había pasado, encontró al hombre y le preguntó:
—¿Crees en el Hijo del Hombre[ai] ?
36 —¿Quién es, señor?—contestó el hombre—. Quiero creer en él.
37 —Ya lo has visto—le dijo Jesús—, ¡y está hablando contigo!
38 —¡Sí, Señor, creo!—dijo el hombre. Y adoró a Jesús.
39 Entonces Jesús le dijo:[aj]
—Yo entré en este mundo para hacer juicio, para dar vista a los ciegos y para demostrarles a los que creen que ven,[ak] que, en realidad, son ciegos.
40 Algunos fariseos que estaban cerca lo oyeron y le preguntaron:
—¿Estás diciendo que nosotros somos ciegos?
41 —Si fueran ciegos, no serían culpables—contestó Jesús—, pero siguen siendo culpables porque afirman que pueden ver.
El buen pastor y sus ovejas
10 »Les digo la verdad, el que trepa por la pared de un redil a escondidas en lugar de entrar por la puerta ¡con toda seguridad es un ladrón y un bandido! 2 Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3 El portero le abre la puerta, y las ovejas reconocen la voz del pastor y se le acercan. Él llama a cada una de sus ovejas por su nombre y las lleva fuera del redil. 4 Una vez reunido su propio rebaño, camina delante de las ovejas, y ellas lo siguen porque conocen su voz. 5 Nunca seguirán a un desconocido; al contrario, huirán de él porque no conocen su voz.
6 Los que oyeron a Jesús usar este ejemplo no entendieron lo que quiso decir, 7 entonces les dio la explicación: «Les digo la verdad, yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que vinieron antes que yo[al] eran ladrones y bandidos, pero las verdaderas ovejas no los escucharon. 9 Yo soy la puerta; los que entren a través de mí serán salvos.[am] Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos. 10 El propósito del ladrón es robar y matar y destruir; mi propósito es darles una vida plena y abundante.
11 »Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida en sacrificio por las ovejas. 12 El que trabaja a sueldo sale corriendo cuando ve que se acerca un lobo; abandona las ovejas, porque no son suyas y él no es su pastor. Entonces el lobo ataca el rebaño y lo dispersa. 13 El cuidador contratado sale corriendo porque trabaja solamente por el dinero y, en realidad, no le importan las ovejas.
14 »Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, 15 como también mi Padre me conoce a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas. 16 Además, tengo otras ovejas que no están en este redil, también las debo traer. Ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor.
17 »El Padre me ama, porque sacrifico mi vida para poder tomarla de nuevo. 18 Nadie puede quitarme la vida sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla. Esto es lo que ordenó mi Padre».
19 Al oírlo decir esas cosas, la gente[an] volvió a dividirse en cuanto a su opinión sobre Jesús. 20 Algunos decían: «Está loco y endemoniado, ¿para qué escuchar a un hombre así?». 21 Otros decían: «¡No suena como alguien poseído por un demonio! ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos de los ciegos?».
Jesús afirma ser el Hijo de Dios
22 Ya era invierno, y Jesús estaba en Jerusalén durante el tiempo de Januká, el Festival de la Dedicación. 23 Se encontraba en el templo, caminando por la parte conocida como el pórtico de Salomón. 24 La gente lo rodeó y le preguntó:
—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo sin rodeos.
25 Jesús les contestó:
—Yo ya les dije, y ustedes no me creen. La prueba es la obra que hago en nombre de mi Padre, 26 pero ustedes no me creen porque no son mis ovejas. 27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco, y ellas me siguen. 28 Les doy vida eterna, y nunca perecerán. Nadie puede quitármelas, 29 porque mi Padre me las ha dado, y él es más poderoso que todos.[ao] Nadie puede quitarlas de la mano del Padre. 30 El Padre y yo somos uno.
31 Una vez más, la gente tomó piedras para matarlo. 32 Jesús dijo:
—Bajo la dirección de mi Padre, he realizado muchas buenas acciones. ¿Por cuál de todas ellas me van a apedrear?
33 —No te apedreamos por ninguna buena acción, ¡sino por blasfemia!—contestaron—. Tú, un hombre común y corriente, afirmas ser Dios.
34 Jesús respondió:
—En sus propias Escrituras[ap] está registrado que Dios les dijo a ciertos líderes del pueblo: “Yo digo que ustedes son dioses”[aq]. 35 Y ustedes bien saben que las Escrituras no pueden ser modificadas. Así que, si a las personas que recibieron el mensaje de Dios se les llamó “dioses”, 36 ¿por qué ustedes me acusan de blasfemar cuando digo: “Soy el Hijo de Dios”? Después de todo, el Padre me separó y me envió al mundo. 37 No me crean a menos que lleve a cabo las obras de mi Padre; 38 pero si hago su trabajo, entonces crean en las obras milagrosas que he hecho aunque no me crean a mí. Entonces sabrán y entenderán que el Padre está en mí y yo estoy en el Padre.
39 Una vez más trataron de arrestarlo, pero él se escapó y los dejó. 40 Se fue al otro lado del río Jordán, cerca del lugar donde Juan bautizaba al principio, y se quedó un tiempo allí. 41 Y muchos lo siguieron. «Juan no hacía señales milagrosas—se comentaban unos a otros—, pero todo lo que dijo acerca de este hombre resultó ser cierto». 42 Y muchos de los que estaban allí creyeron en Jesús.
La resurrección de Lázaro
11 Un hombre llamado Lázaro estaba enfermo. Vivía en Betania con sus hermanas María y Marta. 2 María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello.[ar] Su hermano, Lázaro, estaba enfermo. 3 Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo».
4 Cuando Jesús oyó la noticia, dijo: «La enfermedad de Lázaro no acabará en muerte. Al contrario, sucedió para la gloria de Dios, a fin de que el Hijo de Dios reciba gloria como resultado». 5 Aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro, 6 se quedó donde estaba dos días más. 7 Pasado ese tiempo, les dijo a sus discípulos:
—Volvamos a Judea.
8 Pero sus discípulos se opusieron diciendo:
—Rabí,[as] hace solo unos días, la gente de Judea[at] trató de apedrearte. ¿Irás allí de nuevo?
9 Jesús contestó:
—Cada día tiene doce horas de luz. Durante el día, la gente puede andar segura y puede ver porque tiene la luz de este mundo; 10 pero de noche se corre el peligro de tropezar, porque no hay luz. 11 —Después agregó—: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero ahora iré a despertarlo.
12 —Señor—dijeron los discípulos—, si se ha dormido, ¡pronto se pondrá mejor!
13 Ellos pensaron que Jesús había querido decir que Lázaro solo estaba dormido, pero Jesús se refería a que Lázaro había muerto.
14 Por eso les dijo claramente:
—Lázaro está muerto. 15 Y, por el bien de ustedes, me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes van a creer de verdad. Vamos a verlo.
16 Tomás, al que apodaban el Gemelo,[au] les dijo a los otros discípulos: «Vamos nosotros también y moriremos con Jesús».
17 Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba. 18 Betania quedaba solo a unos pocos kilómetros[av] de Jerusalén, 19 y mucha gente[aw] se había acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano. 20 Cuando Marta se enteró de que Jesús estaba por llegar, salió a su encuentro, pero María se quedó en la casa. 21 Marta le dijo a Jesús:
—Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto; 22 pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas.
23 Jesús le dijo:
—Tu hermano resucitará.
24 —Es cierto—respondió Marta—, resucitará cuando resuciten todos, en el día final.
25 Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida.[ax] El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto. 26 Todo el que vive en mí y cree en mí jamás morirá. ¿Lo crees, Marta?
27 —Sí, Señor—le dijo ella—. Siempre he creído que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que ha venido de Dios al mundo.
28 Luego Marta regresó adonde estaba María y los que se lamentaban. La llamó aparte y le dijo: «El Maestro está aquí y quiere verte». 29 Entonces María salió enseguida a su encuentro.
30 Jesús todavía estaba fuera de la aldea, en el lugar donde se había encontrado con Marta. 31 Cuando la gente[ay] que estaba en la casa consolando a María la vio salir con tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron. 32 Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo:
—Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Cuando Jesús la vio llorando y vio a la gente lamentándose con ella, se enojó en su interior[az] y se conmovió profundamente.
34 —¿Dónde lo pusieron?—les preguntó.
Ellos le dijeron:
—Señor, ven a verlo.
35 Entonces Jesús lloró. 36 La gente que estaba cerca dijo: «¡Miren cuánto lo amaba!». 37 Pero otros decían: «Este hombre sanó a un ciego. ¿Acaso no podía impedir que Lázaro muriera?».
38 Jesús todavía estaba enojado cuando llegó a la tumba, una cueva con una piedra que tapaba la entrada. 39 «Corran la piedra a un lado», les dijo Jesús.
Entonces Marta, la hermana del muerto, protestó:
—Señor, hace cuatro días que murió. Debe haber un olor espantoso.
40 Jesús respondió:
—¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?
41 Así que corrieron la piedra a un lado. Entonces Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, gracias por haberme oído. 42 Tú siempre me oyes, pero lo dije en voz alta por el bien de toda esta gente que está aquí, para que crean que tú me enviaste». 43 Entonces Jesús gritó: «¡Lázaro, sal de ahí!». 44 Y el muerto salió de la tumba con las manos y los pies envueltos con vendas de entierro y la cabeza enrollada en un lienzo. Jesús les dijo: «¡Quítenle las vendas y déjenlo ir!».
Conspiración para matar a Jesús
45 Al ver lo que sucedió, muchos de entre la gente que estaba con María creyeron en Jesús; 46 pero otros fueron a ver a los fariseos para contarles lo que Jesús había hecho. 47 Entonces, los principales sacerdotes y los fariseos convocaron al Concilio Supremo.[ba] «¿Qué vamos a hacer?—se preguntaron unos a otros—. Sin duda, ese hombre realiza muchas señales milagrosas. 48 Si lo dejamos seguir así, dentro de poco todos van a creer en él. Entonces, el ejército romano vendrá y destruirá tanto nuestro templo[bb] como nuestra nación».
49 Caifás, quien era el sumo sacerdote en aquel tiempo,[bc] dijo: «¡No saben de qué están hablando! 50 No se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que la nación entera sea destruida».
51 No dijo eso por su propia cuenta; como sumo sacerdote en aquel tiempo, fue guiado a profetizar que Jesús moriría por toda la nación. 52 Y no solo por esa nación, sino que también moriría para congregar y unir a todos los hijos de Dios dispersos por el mundo.
53 Así que, a partir de ese momento, los líderes judíos comenzaron a conspirar para matar a Jesús. 54 Como resultado, Jesús detuvo su ministerio público entre la gente y salió de Jerusalén. Fue a un lugar cercano al desierto, a la aldea de Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.
55 Ya faltaba poco para la celebración de la Pascua judía, y mucha gente de todo el país llegó a Jerusalén varios días antes para participar en la ceremonia de purificación previa al comienzo de la Pascua. 56 Seguían buscando a Jesús, pero mientras estaban en el templo, se decían unos a otros: «¿Qué les parece? No vendrá para la Pascua, ¿verdad?». 57 Mientras tanto, los principales sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes públicamente de que cualquiera que viera a Jesús avisara enseguida, para que ellos pudieran arrestarlo.
Jesús es ungido en Betania
12 Seis días antes de que comenzara la celebración de la Pascua, Jesús llegó a Betania, a la casa de Lázaro, el hombre a quien él había resucitado. 2 Prepararon una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro estaba entre los que comían[bd] con él. 3 Entonces María tomó un frasco con casi medio litro[be] de un costoso perfume preparado con esencia de nardo, le ungió los pies a Jesús y los secó con sus propios cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume.
4 Sin embargo, Judas Iscariote, el discípulo que pronto lo traicionaría, dijo: 5 «Ese perfume valía el salario de un año.[bf] Hubiera sido mejor venderlo para dar el dinero a los pobres». 6 No es que a Judas le importaran los pobres; en verdad, era un ladrón y, como estaba a cargo del dinero de los discípulos, a menudo robaba una parte para él.
7 Jesús respondió: «Déjala en paz. Esto lo hizo en preparación para mi entierro. 8 Siempre habrá pobres entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán».
9 Cuando toda la gente[bg] se enteró de que Jesús había llegado, corrieron en masa para verlo a él y también a Lázaro, el hombre al que Jesús había resucitado de los muertos. 10 Entonces los principales sacerdotes decidieron matar a Lázaro también, 11 ya que a causa de él mucha gente[bh] los había abandonado a ellos[bi] y ahora creían en Jesús.
Entrada triunfal de Jesús
12 Al día siguiente, la noticia de que Jesús iba camino a Jerusalén corrió por toda la ciudad. Una gran multitud de visitantes que habían venido para la Pascua 13 tomaron ramas de palmera y salieron al camino para recibirlo. Gritaban:
«¡Alabado sea Dios![bj]
¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor!
¡Viva el Rey de Israel!»[bk].
14 Jesús encontró un burrito y se montó en él; así se cumplió la profecía que dice:
16 Sus discípulos no entendieron en ese momento que se trataba del cumplimiento de la profecía. Solo después de que Jesús entró en su gloria, se acordaron de lo sucedido y se dieron cuenta de que esas cosas se habían escrito acerca de él.
17 Muchos de la multitud habían estado presentes cuando Jesús llamó a Lázaro de la tumba y lo resucitó de los muertos, y se lo habían contado a otros.[bn] 18 Por eso tantos salieron a recibir a Jesús, porque habían oído de esa señal milagrosa. 19 Entonces los fariseos se dijeron unos a otros: «Ya no hay nada que podamos hacer. ¡Miren, todo el mundo[bo] se va tras él!».
Jesús anuncia su muerte
20 Algunos griegos que habían ido a Jerusalén para celebrar la Pascua 21 le hicieron una visita a Felipe, que era de Betsaida de Galilea. Le dijeron: «Señor, queremos conocer a Jesús». 22 Felipe se lo comentó a Andrés, y juntos fueron a preguntarle a Jesús.
23 Jesús respondió: «Ya ha llegado el momento para que el Hijo del Hombre[bp] entre en su gloria. 24 Les digo la verdad, el grano de trigo, a menos que sea sembrado en la tierra y muera, queda solo. Sin embargo, su muerte producirá muchos granos nuevos, una abundante cosecha de nuevas vidas. 25 Los que aman su vida en este mundo la perderán. Los que no le dan importancia a su vida en este mundo la conservarán por toda la eternidad. 26 Todo el que quiera servirme debe seguirme, porque mis siervos tienen que estar donde yo estoy. El Padre honrará a todo el que me sirva.
27 »Ahora mi alma está muy entristecida. ¿Acaso debería orar: “Padre, sálvame de esta hora”? ¡Pero esa es precisamente la razón por la que vine! 28 Padre, glorifica tu nombre».
Entonces habló una voz del cielo: «Ya he glorificado mi nombre y lo haré otra vez». 29 Al oír la voz, algunos de la multitud pensaron que era un trueno, mientras que otros decían que un ángel le había hablado.
30 Entonces Jesús les dijo: «La voz fue para beneficio de ustedes, no mío. 31 Ha llegado el tiempo de juzgar a este mundo, cuando Satanás—quien gobierna este mundo—será expulsado. 32 Y, cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí». 33 Con eso quería dar a entender de qué forma iba a morir.
34 La multitud respondió:
—Según entendimos de las Escrituras,[bq] el Mesías vivirá para siempre. ¿Cómo puedes decir, entonces, que el Hijo del Hombre va a morir? Además, ¿quién es este Hijo del Hombre?
35 Jesús contestó:
—Mi luz brillará para ustedes solo un poco más de tiempo. Caminen en la luz mientras puedan, para que la oscuridad no los tome por sorpresa, porque los que andan en la oscuridad no pueden ver adónde van. 36 Pongan su confianza en la luz mientras aún haya tiempo; entonces se convertirán en hijos de la luz.
Después de decir esas cosas, Jesús salió y desapareció de la vista de ellos.
Incredulidad de la gente
37 A pesar de todas las señales milagrosas que Jesús había hecho, la mayoría de la gente aún no creía en él. 38 Eso era precisamente lo que el profeta Isaías había predicho:
«Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?
¿A quién ha revelado el Señor su brazo poderoso?»[br].
39 Pero la gente no podía creer, porque como también dijo Isaías:
40 «El Señor les ha cegado los ojos
y les ha endurecido el corazón,
para que sus ojos no puedan ver
y su corazón no pueda entender
y ellos no puedan volver a mí
para que yo los sane»[bs].
41 Isaías se refería a Jesús cuando dijo esas palabras, porque vio el futuro y habló de la gloria del Mesías. 42 Sin embargo, hubo muchos que sí creyeron en él—entre ellos algunos líderes judíos—, pero no lo admitían por temor a que los fariseos los expulsaran de la sinagoga, 43 porque amaban más la aprobación humana que la aprobación de Dios.
44 Jesús le gritó a la multitud: «Si confían en mí, no confían solo en mí, sino también en Dios, quien me envió. 45 Pues, cuando me ven a mí, están viendo al que me envió. 46 Yo he venido como una luz para brillar en este mundo de oscuridad, a fin de que todos los que pongan su confianza en mí no queden más en la oscuridad. 47 No voy a juzgar a los que me oyen pero no me obedecen, porque he venido para salvar al mundo y no para juzgarlo. 48 Pero todos los que me rechazan a mí y rechazan mi mensaje serán juzgados el día del juicio por la verdad que yo he hablado. 49 Yo no hablo con autoridad propia; el Padre, quien me envió, me ha ordenado qué decir y cómo decirlo. 50 Y sé que sus mandatos llevan a la vida eterna; por eso digo todo lo que el Padre me indica que diga».
Jesús lava los pies a sus discípulos
13 Antes de la celebración de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su momento para dejar este mundo y regresar a su Padre. Había amado a sus discípulos durante el ministerio que realizó en la tierra y ahora los amó hasta el final.[bt] 2 Era la hora de cenar, y el diablo ya había incitado a Judas, hijo de Simón Iscariote, para que traicionara[bu] a Jesús. 3 Jesús sabía que el Padre le había dado autoridad sobre todas las cosas y que había venido de Dios y regresaría a Dios. 4 Así que se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ató una toalla a la cintura 5 y echó agua en un recipiente. Luego comenzó a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
6 Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo:
—Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí?
7 Jesús contestó:
—Ahora no entiendes lo que hago, pero algún día lo entenderás.
8 —¡No!—protestó Pedro—. ¡Jamás me lavarás los pies!
—Si no te lavo —respondió Jesús—, no vas a pertenecerme.
9 —¡Entonces, lávame también las manos y la cabeza, Señor, no solo los pies!—exclamó Simón Pedro.
10 Jesús respondió:
—Una persona que se ha bañado bien no necesita lavarse más que los pies[bv] para estar completamente limpia. Y ustedes, discípulos, están limpios, aunque no todos.
11 Pues Jesús sabía quién lo iba a traicionar. A eso se refería cuando dijo: «No todos están limpios».
12 Después de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, se sentó y preguntó:
—¿Entienden lo que acabo de hacer? 13 Ustedes me llaman “Maestro” y “Señor” y tienen razón, porque es lo que soy. 14 Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. 16 Les digo la verdad, los esclavos no son superiores a su amo ni el mensajero es más importante que quien envía el mensaje. 17 Ahora que saben estas cosas, Dios los bendecirá por hacerlas.
Jesús predice la traición
18 »No les digo estas cosas a todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es para que se cumpla la Escritura que dice: “El que come de mi comida se ha puesto en mi contra”[bw] . 19 Les aviso de antemano, a fin de que, cuando suceda, crean que Yo Soy el Mesías.[bx] 20 Les digo la verdad, todo el que recibe a mi mensajero me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al Padre, quien me envió.
21 Entonces Jesús, muy angustiado,[by] exclamó: «Les digo la verdad, ¡uno de ustedes va a traicionarme!».
22 Los discípulos se miraron unos a otros sin saber a cuál se refería Jesús. 23 El discípulo a quien Jesús amaba estaba sentado a la mesa a su lado.[bz] 24 Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. 25 Entonces, ese discípulo se inclinó hacia Jesús y le preguntó:
—Señor, ¿quién es?
26 Jesús le contestó:
—Es aquel a quien le doy el pan que mojo en el plato.
Y, después de mojar el pan, se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote. 27 Cuando Judas comió el pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: «Apresúrate a hacer lo que vas a hacer». 28 Ninguno de los demás que estaban a la mesa entendió lo que Jesús quiso decir. 29 Como Judas era el tesorero del grupo, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que fuera a pagar la comida o que diera algo de dinero a los pobres. 30 Así que Judas se fue enseguida y se internó en la noche.
Jesús predice la negación de Pedro
31 En cuanto Judas salió del lugar, Jesús dijo: «Ha llegado el momento para que el Hijo del Hombre[ca] entre en su gloria y, por causa de él, Dios será glorificado. 32 Y dado que Dios recibe gloria a causa del Hijo,[cb] le dará su propia gloria al Hijo, y lo hará de inmediato. 33 Mis queridos hijos, voy a estar con ustedes solo un poco más de tiempo. Y, como les dije a los líderes judíos, ustedes me buscarán, pero no pueden ir adonde yo voy. 34 Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. 35 El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».
36 Simón Pedro le preguntó:
—Señor, ¿adónde vas?
Y Jesús contestó:
—Ahora no puedes venir conmigo, pero me seguirás después.
37 —¿Pero por qué no puedo ir ahora, Señor?—le preguntó—. Estoy dispuesto a morir por ti.
38 —¿Morir por mí?—le contestó Jesús—. Pedro, te digo la verdad, mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.
Jesús, el camino al Padre
14 »No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. 2 En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente.[cc] Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar?[cd] 3 Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. 4 Y ustedes conocen el camino que lleva adonde voy.
5 —No, Señor, no lo conocemos—dijo Tomás—. No tenemos ni idea de adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?
6 Jesús le contestó:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí. 7 Si ustedes realmente me conocieran, también sabrían quién es mi Padre.[ce] De ahora en adelante, ya lo conocen y lo han visto.
8 Felipe le dijo:
—Señor, muéstranos al Padre y quedaremos conformes.
9 Jesús respondió:
—Felipe, ¿he estado con ustedes todo este tiempo, y todavía no sabes quién soy? ¡Los que me han visto a mí han visto al Padre! Entonces, ¿cómo me pides que les muestre al Padre? 10 ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo digo no son mías, sino que mi Padre, quien vive en mí, hace su obra por medio de mí. 11 Solo crean que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; o al menos crean por las obras que me han visto hacer.
12 »Les digo la verdad, todo el que crea en mí hará las mismas obras que yo he hecho y aún mayores, porque voy a estar con el Padre. 13 Pueden pedir cualquier cosa en mi nombre, y yo la haré, para que el Hijo le dé gloria al Padre. 14 Es cierto, pídanme cualquier cosa en mi nombre, ¡y yo la haré!
Jesús promete el Espíritu Santo
15 »Si me aman, obedezcan[cf] mis mandamientos. 16 Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Abogado Defensor,[cg] quien estará con ustedes para siempre. 17 Me refiero al Espíritu Santo, quien guía a toda la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo busca ni lo reconoce; pero ustedes sí lo conocen, porque ahora él vive con ustedes y después estará en ustedes.[ch] 18 No los abandonaré como a huérfanos; vendré a ustedes. 19 Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán. Dado que yo vivo, ustedes también vivirán. 20 Cuando yo vuelva a la vida, ustedes sabrán que estoy en mi Padre y que ustedes están en mí, y yo, en ustedes. 21 Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos.
22 Judas (no Judas Iscariote, sino el otro discípulo con el mismo nombre) le dijo:
—Señor, ¿por qué te darás a conocer solo a nosotros y no al mundo en general?
23 Jesús contestó:
—Todos los que me aman harán lo que yo diga. Mi Padre los amará, y vendremos para vivir con cada uno de ellos. 24 El que no me ama no me obedece. Y recuerden, mis palabras no son mías; lo que les hablo proviene del Padre, quien me envió. 25 Les digo estas cosas ahora, mientras todavía estoy con ustedes. 26 Sin embargo, cuando el Padre envíe al Abogado Defensor como mi representante—es decir, al Espíritu Santo—, él les enseñará todo y les recordará cada cosa que les he dicho.
27 »Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo. 28 Recuerden lo que les dije: me voy, pero volveré a ustedes. Si de veras me amaran, se alegrarían de que voy al Padre, quien es más importante que yo. 29 Les he dicho estas cosas antes de que sucedan para que, cuando sucedan, ustedes crean.
30 »No me queda mucho tiempo para hablar con ustedes, porque se acerca el que gobierna este mundo. Él no tiene ningún poder sobre mí, 31 pero haré lo que el Padre me manda, para que el mundo sepa que amo al Padre. Vamos, salgamos de aquí.
Jesús, la vid verdadera
15 »Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más. 3 Ustedes ya han sido podados y purificados por el mensaje que les di. 4 Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí.
5 »Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada. 6 El que no permanece en mí es desechado como rama inútil y se seca. Todas esas ramas se juntan en un montón para quemarlas en el fuego. 7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido! 8 Cuando producen mucho fruto, demuestran que son mis verdaderos discípulos. Eso le da mucha gloria a mi Padre.
9 »Yo los he amado a ustedes tanto como el Padre me ha amado a mí. Permanezcan en mi amor. 10 Cuando obedecen mis mandamientos, permanecen en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Les he dicho estas cosas para que se llenen de mi gozo; así es, desbordarán de gozo. 12 Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado. 13 No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos. 14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo esclavos, porque el amo no confía sus asuntos a los esclavos. Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo. 16 Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre. 17 Este es mi mandato: ámense unos a otros.
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