Bible in 90 Days
30 Por eso Jehová, el Dios de Israel, dice: “Yo había prometido que tu casa y la casa de tu padre andarían siempre delante de mí”; pero ahora ha dicho Jehová: “Nunca haga yo tal cosa, porque yo honro a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. 31 Vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya ancianos en tu casa. 32 Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel, de manera que nunca habrá ancianos en tu casa. 33 Aquel de los tuyos a quien yo no excluya del servicio de mi altar, será para que se consuman tus ojos y se llene tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la plenitud de la edad. 34 Te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán el mismo día. 35 En cambio, yo me suscitaré un sacerdote fiel, que obre conforme a mi corazón y mis deseos; le edificaré casa firme y andará delante de mi ungido todos los días. 36 El que haya quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él por una moneda de plata y un bocado de pan, y le dirá: ‘Te ruego que me agregues a alguno de los servicios sacerdotales para que pueda comer un bocado de pan.’”»
Jehová llama a Samuel
3 El joven Samuel servía a Jehová en presencia de Elí; en aquellos días escaseaba la palabra de Jehová y no eran frecuentes las visiones. 2 Un día estaba Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver. 3 Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde se encontraba el Arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuera apagada, 4 Jehová llamó a Samuel. Éste respondió: «Heme aquí.» 5 Y corriendo luego adonde estaba Elí, dijo:
—Heme aquí; ¿para qué me llamaste?
—Yo no he llamado; vuelve y acuéstate —respondió Elí.
Él se fue y se acostó. 6 Jehová volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, vino adonde estaba Elí y le dijo:
—Heme aquí; ¿para qué me has llamado?
—Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate —le respondió Elí.
7 Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. 8 Jehová, pues, llamó por tercera vez a Samuel. Y él se levantó, vino ante Elí, y le dijo:
—Heme aquí; ¿para qué me has llamado?
Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven, 9 y le dijo:
—Ve y acuéstate; y si te llama, di: “Habla, Jehová, que tu siervo escucha.”
Así se fue Samuel y se acostó en su lugar. 10 Vino Jehová, se paró y llamó como las otras veces:
—¡Samuel, Samuel!
Entonces Samuel dijo:
—Habla, que tu siervo escucha.
11 Dijo Jehová a Samuel:
—Yo haré una cosa en Israel que a quien la oiga le zumbarán ambos oídos. 12 Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. 13 Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado contra Dios y él no se lo ha impedido. 14 Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de su casa no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.
15 Samuel se quedó acostado hasta la mañana, y después abrió las puertas de la casa de Jehová; pero temía contar la visión a Elí. 16 Entonces Elí lo llamó y le dijo:
—Samuel, hijo mío.
—Heme aquí —respondió él.
17 Elí dijo:
—¿Qué te ha dicho? Te ruego que no me lo ocultes. Traiga Dios sobre ti el peor de los castigos, si me ocultas una palabra de todo lo que habló contigo.
18 Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada.
Y Elí dijo:
—Él es Jehová; que haga lo que mejor le parezca.
19 Samuel crecía y Jehová estaba con él; y no dejó sin cumplir ninguna de sus palabras. 20 Todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, supo que Samuel era fiel profeta de Jehová. 21 Y Jehová volvió a aparecer en Silo, porque en Silo se manifestaba a Samuel la palabra de Jehová.
Los filisteos capturan el Arca
4 Samuel hablaba a todo Israel.
Por aquel tiempo salió Israel a librar batalla con los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, mientras los filisteos acamparon en Afec. 2 Los filisteos presentaron batalla a Israel, y trabándose el combate, Israel fue vencido delante de los filisteos, los cuales hirieron en el campo de batalla como a cuatro mil hombres. 3 Cuando volvió el pueblo al campamento, los ancianos de Israel dijeron: «¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? Vayamos a Silo y traigamos el Arca del pacto de Jehová, para que, estando en medio de nosotros, nos salve de manos de nuestros enemigos.»
4 El pueblo envió gente a Silo, y trajeron de allá el Arca del pacto de Jehová de los ejércitos, que habitaba entre los querubines; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el Arca del pacto de Dios. 5 Aconteció que cuando el Arca del pacto de Jehová llegó al campamento, todo Israel gritó con júbilo tan grande que la tierra tembló.
6 Al escuchar los filisteos las voces de júbilo dijeron: «¿Qué gritos de júbilo son estos en el campamento de los hebreos?» Y supieron que el Arca de Jehová había sido traída al campamento. 7 Entonces los filisteos tuvieron miedo, porque se decían: «Ha venido Dios al campamento.» Y exclamaron: «¡Ay de nosotros!, pues hasta ahora no había sido así. 8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de manos de estos dioses poderosos? Éstos son los dioses que hirieron a Egipto con toda clase de plagas en el desierto. 9 Esforzaos, filisteos, y sed hombres, para que no sirváis a los hebreos, como ellos os han servido a vosotros; sed hombres, y pelead.»
10 Pelearon, pues, los filisteos, e Israel fue vencido; cada cual huyó a su tienda y hubo una muy grande mortandad, pues cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. 11 El Arca de Dios fue tomada y murieron los dos hijos de Elí, Ofni y Finees.
12 Un hombre de Benjamín salió corriendo del campo de batalla y llegó aquel mismo día a Silo, rotos sus vestidos y la cabeza cubierta de tierra. 13 Cuando llegó, Elí estaba sentado en una silla vigilando junto al camino, porque su corazón temblaba a causa del Arca de Dios. Vino, pues, aquel hombre a la ciudad y, al dar las noticias, toda la ciudad gritó. 14 Cuando Elí oyó el estruendo de la gritería, preguntó:
—¿Por qué hay tanto alboroto?
Aquel hombre vino de prisa y le dio las noticias a Elí. 15 Ya éste tenía noventa y ocho años de edad y sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver. 16 Dijo, pues, aquel hombre a Elí:
—Vengo de la batalla, he escapado hoy del combate.
—¿Qué ha acontecido, hijo mío? —le preguntó Elí.
17 El mensajero respondió:
—Israel huyó delante de los filisteos y hubo gran mortandad entre el pueblo. Han muerto también tus dos hijos, Ofni y Finees, y el Arca de Dios ha sido tomada.
18 Cuando el mensajero hizo mención del Arca de Dios, Elí cayó de su silla hacia atrás, al lado de la puerta, y se desnucó y murió, pues era hombre viejo y pesado. Había sido juez en Israel durante cuarenta años. 19 Su nuera, la mujer de Finees, estaba encinta y próxima al alumbramiento. Cuando oyó el rumor de que el Arca de Dios había sido tomada y que su suegro y su marido habían muerto, se inclinó y dio a luz, pues le sobrevinieron sus dolores de repente. 20 Al tiempo que moría, las que estaban junto a ella le decían: «No tengas temor, porque has dado a luz un hijo.» Pero ella no respondió ni se dio por enterada. 21 Y llamó al niño Icabod, diciendo: «¡La gloria ha sido desterrada de Israel!», por haber sido tomada el Arca de Dios y por la muerte de su suegro y de su marido. 22 Dijo, pues: «La gloria ha sido desterrada de Israel», porque había sido tomada el Arca de Dios.
El Arca en tierra de los filisteos
5 Cuando los filisteos capturaron el Arca de Dios, la llevaron desde Eben-ezer a Asdod. 2 Tomaron los filisteos el Arca de Dios, la metieron en la casa de Dagón y la pusieron junto a Dagón. 3 Cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, encontraron a Dagón postrado en tierra delante del Arca de Jehová. Tomaron a Dagón y lo devolvieron a su lugar. 4 Al levantarse de nuevo de mañana, al siguiente día, Dagón había caído postrado en tierra delante del Arca de Jehová, y la cabeza de Dagón y sus dos manos estaban cortadas sobre el umbral; a Dagón solamente le quedaba el tronco. 5 Por esta causa, los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy.
6 La mano de Jehová cayó sobre los de Asdod y los destruyó, hiriéndolos con tumores, en Asdod y en todo su territorio. 7 Al ver esto, los de Asdod dijeron: «Que no se quede entre nosotros el Arca del Dios de Israel, porque su mano se ha endurecido contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.»
8 Convocaron, pues, a todos los príncipes de los filisteos, y les preguntaron:
—¿Qué haremos con el Arca del Dios de Israel?
Ellos respondieron:
—Trasládese el Arca del Dios de Israel a Gat.
Y trasladaron allá el Arca del Dios de Israel. 9 Pero cuando se la llevaron, la mano de Jehová cayó sobre la ciudad provocando un gran pánico; y afligió a los hombres de aquella ciudad, y desde el más pequeño hasta el mayor se llenaron de tumores. 10 Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero cuando el Arca de Dios llegó a Ecrón, los ecronitas exclamaron: «Nos han traído el Arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo».
11 Convocaron y reunieron a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: «Enviad el Arca del Dios de Israel, y regrese a su lugar, para que no nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo», pues había un terror mortal en toda la ciudad, porque la mano de Dios los había castigado duramente.
12 Los que no morían estaban llenos de tumores, y el clamor de la ciudad subía al cielo.
Los filisteos devuelven el Arca
6 Estuvo el Arca de Jehová en la tierra de los filisteos siete meses. 2 Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron:
—¿Qué haremos con el Arca de Jehová? Hacednos saber de qué manera podemos devolverla a su lugar.
3 Ellos dijeron:
—Si enviáis el Arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía, sino ofrecedle una reparación; entonces seréis sanos y conoceréis por qué no se apartó de vosotros su mano.
4 Ellos dijeron:
—¿Y qué reparación le pagaremos?
Ellos respondieron:
—Conforme al número de los príncipes de los filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, porque una misma plaga os ha afligido a todos vosotros y a vuestros príncipes. 5 Haréis, pues, figuras de vuestros tumores y de los ratones que destruyen la tierra, y daréis gloria al Dios de Israel; quizá aligere su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra tierra. 6 ¿Por qué endurecéis vuestro corazón, como los egipcios y el faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron? 7 Haced, pues, ahora un carro nuevo y tomad luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, uncid las vacas al carro, pero no dejéis que sus becerros vayan tras ellas, sino hacedlos volver al establo. 8 Tomaréis luego el Arca de Jehová y la pondréis sobre el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar como ofrenda por la culpa las pondréis en una caja al lado de ella; y dejaréis que se vaya. 9 Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet-semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto ocurrió por accidente.
10 Aquellos hombres lo hicieron así. Tomaron dos vacas que criaban, las uncieron al carro y encerraron en el establo sus becerros. 11 Luego pusieron el Arca de Jehová, la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores sobre el carro. 12 Las vacas se encaminaron por el camino de Bet-semes, y seguían recto, andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda del camino. Los príncipes de los filisteos fueron tras ellas hasta el límite de Bet-semes. 13 Los de Bet-semes estaban segando el trigo en el valle. Al levantar los ojos, divisaron el Arca y se regocijaron de verla. 14 El carro llegó al campo de Josué de Bet-semes y se paró allí, donde había una gran piedra. Ellos cortaron la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehová. 15 Los levitas bajaron el Arca de Jehová y la caja que estaba junto a ella, en la cual se encontraban las joyas de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra. Los hombres de Bet-semes sacrificaron holocaustos y dedicaron sacrificios a Jehová en aquel día. 16 Cuando vieron esto los cinco príncipes de los filisteos, regresaron a Ecrón el mismo día.
17 Éstos fueron los tumores de oro que pagaron los filisteos en reparación a Jehová: por Asdod uno, por Gaza uno, por Ascalón uno, por Gat uno, por Ecrón uno. 18 Y los ratones de oro fueron conforme al número de todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco príncipes, así las ciudades fortificadas como las aldeas sin muro. La gran piedra sobre la cual pusieron el Arca de Jehová está en el campo de Josué de Bet-semes hasta hoy.
19 Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del Arca de Jehová. Hizo morir a cincuenta mil setenta hombres del pueblo. Y lloró el pueblo, porque Jehová lo había herido con una mortandad tan grande. 20 Los de Bet-semes dijeron: «¿Quién podrá estar delante de Jehová, el Dios santo? ¿A quién la enviaremos nosotros?» 21 Entonces enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, diciendo: «Los filisteos han devuelto el Arca de Jehová; descended, pues, y lleváosla.»
7 Vinieron los de Quiriat-jearim, se llevaron el Arca de Jehová y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar, su hijo, para que guardara el Arca de Jehová.
Samuel, juez de Israel
2 Desde el día en que llegó el Arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel suspiraba por Jehová. 3 Habló entonces Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: «Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad de entre vosotros los dioses ajenos y a Astarot, dedicad vuestro corazón a Jehová y servidle sólo a él, y él os librará de manos de los filisteos.»
4 Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová. 5 Luego dijo Samuel: «Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová.»
6 Se reunieron, pues, en Mizpa, sacaron agua y la derramaron delante de Jehová; ayunaron aquel día allí, y dijeron: «Contra Jehová hemos pecado.» Y juzgó Samuel a los hijos de Israel en Mizpa. 7 Cuando supieron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; al oír esto, los hijos de Israel tuvieron temor de los filisteos. 8 Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: «No ceses de clamar por nosotros a Jehová, nuestro Dios, para que nos guarde de manos de los filisteos.»
9 Tomó Samuel un cordero de leche y lo sacrificó entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová lo escuchó. 10 Mientras Samuel sacrificaba el holocausto, los filisteos llegaron para pelear con los hijos de Israel. Pero Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, los atemorizó y fueron vencidos delante de Israel. 11 Los hijos de Israel salieron de Mizpa, siguieron a los filisteos y los hirieron hasta abajo de Bet-car. 12 Tomó luego Samuel una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, porque dijo: «Hasta aquí nos ayudó Jehová.»
13 Así fueron sometidos los filisteos y no volvieron a entrar más en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel. 14 Fueron restituidas a los hijos de Israel las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta Gat; e Israel libró su territorio de manos de los filisteos. También hubo paz entre Israel y el amorreo.
15 Samuel juzgó a Israel todo el tiempo que vivió. 16 Hacía cada año un recorrido por Bet-el, Gilgal y Mizpa. Juzgaba a Israel en todos estos lugares. 17 Después volvía a Ramá, porque allí estaba su casa. Allí juzgaba a Israel y también allí edificó un altar a Jehová.
Israel pide rey
8 Aconteció que cuando Samuel envejeció puso a sus hijos por jueces sobre Israel. 2 Su hijo primogénito se llamaba Joel, y el segundo, Abías; ambos eran jueces en Beerseba. 3 Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, sino que se dejaron llevar por la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho. 4 Entonces todos los ancianos de Israel se reunieron y vinieron a Ramá para ver a Samuel, 5 y le dijeron: «Tú has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, danos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.»
6 Pero no agradó a Samuel que le dijeran: «Danos un rey que nos juzgue», y oró a Jehová. 7 Dijo Jehová a Samuel: «Oye la voz del pueblo en todo lo que ellos digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. 8 Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo. 9 Ahora, pues, oye su voz; pero hazles una advertencia solemne y muéstrales cómo los tratará el rey que reinará sobre ellos.»
10 Samuel repitió todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey. 11 Dijo, pues:
—Así hará el rey que reine sobre vosotros: tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y a su gente de a caballo, para que corran delante de su carro. 12 Los empleará como jefes de millar y jefes de cincuentenas; los pondrá a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que fabriquen sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. 13 Tomará también a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y amasadoras. 14 Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, para dárselo a sus siervos. 15 Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dárselo a sus oficiales y a sus siervos. 16 Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, para emplearlos en sus obras. 17 Diezmará también vuestros rebaños y seréis sus siervos. 18 Aquel día os lamentaréis a causa del rey que habréis elegido, pero entonces Jehová no os responderá.
19 Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo:
—No. Habrá un rey sobre nosotros, 20 y seremos también como todas las naciones. Nuestro rey nos gobernará, saldrá delante de nosotros y hará nuestras guerras.
21 Oyó Samuel todas las palabras del pueblo y las repitió a oídos de Jehová. 22 Pero Jehová dijo a Samuel:
—Oye su voz y dales un rey.
Entonces dijo Samuel a los varones de Israel:
—Volveos cada uno a vuestra ciudad.
Saúl es elegido rey
9 Había un hombre de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis hijo de Abiel hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjaminita. 2 Tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.
3 Un día se perdieron las asnas de Cis, padre de Saúl; por lo que dijo Cis a su hijo Saúl:
«Toma ahora contigo alguno de los criados, levántate y ve a buscar las asnas.»
4 Y él atravesó los montes de Efraín, y de allí pasó a la tierra de Salisa, y no las hallaron. Pasaron luego por la tierra de Saalim, y tampoco. Después pasaron por la tierra de Benjamín, y no las encontraron. 5 Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que tenía consigo:
—Ven, volvámonos; porque quizá mi padre haya olvidado la preocupación por las asnas y esté intranquilo por nosotros.
6 Él le respondió:
—En esta ciudad hay un varón de Dios; es un hombre muy respetado: todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino.
7 Respondió Saúl a su criado:
—Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué le podemos dar?
8 Entonces replicó el criado y dijo a Saúl:
—Mira, tengo aquí en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al varón de Dios, para que nos indique el camino.
9 (Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía: «Venid y vamos al vidente»; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)
10 Dijo entonces Saúl a su criado:
—Dices bien; anda, vamos.
Y se fueron a la ciudad donde estaba el varón de Dios.
11 Cuando subían por la cuesta de la ciudad, hallaron unas jóvenes que salían por agua, a las cuales dijeron:
—¿Está en este lugar el vidente?
12 Ellas les respondieron:
—Sí; aquí está. Daos prisa pues precisamente ha venido a la ciudad en atención a que el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto. 13 En cuanto entréis en la ciudad, buscadlo, antes que suba al lugar alto a comer; pues el pueblo no comerá hasta que él haya llegado, por cuanto él es el que bendice el sacrificio; después de esto comen los convidados. Subid, pues, ahora, porque ahora lo hallaréis.
14 Ellos subieron entonces a la ciudad; y cuando estaban en medio de ella, vieron a Samuel que venía hacia ellos para subir al lugar alto.
15 Un día antes de la llegada de Saúl, Jehová había hecho a Samuel esta revelación: 16 «Mañana a esta misma hora yo enviaré a ti un hombre de la tierra de Benjamín, al cual ungirás como príncipe sobre mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo de manos de los filisteos; porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha llegado hasta mí.»
17 Cuando Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: «Éste es el hombre del cual te hablé; él gobernará a mi pueblo.»
18 Acercándose, pues, Saúl a Samuel en medio de la puerta, le dijo:
—Te ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente.
19 Samuel respondió a Saúl:
—Yo soy el vidente; sube delante de mí al lugar alto, y come hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te descubriré todo lo que hay en tu corazón. 20 En cuanto a las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque han sido halladas. Además, ¿para quién es todo lo que hay de codiciable en Israel, sino para ti y para toda la casa de tu padre?
21 Saúl respondió y dijo:
—¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?
22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los introdujo a la sala y les dio un lugar a la cabecera de los convidados, que eran unos treinta hombres.
23 Después dijo Samuel al cocinero:
—Trae acá la porción que te di, la que te dije que guardaras aparte.
24 Entonces alzó el cocinero una espaldilla, con lo que estaba sobre ella, y la puso delante de Saúl. Y Samuel dijo:
—Aquí tienes lo que estaba reservado; ponlo delante de ti y come, porque para esta ocasión se te guardó, cuando dije: “Yo he convidado al pueblo.”
Saúl comió aquel día con Samuel. 25 Cuando hubieron descendido del lugar alto a la ciudad, él habló con Saúl en la azotea. 26 Al otro día madrugaron; al despuntar el alba, Samuel llamó a Saúl, el cual estaba en la azotea, y le dijo:
—Levántate, para que te despida.
Luego se levantó Saúl, y salieron ambos, él y Samuel. 27 Habían descendido al extremo de la ciudad, cuando Samuel dijo a Saúl:
—Di al criado que se adelante —y se adelantó el criado—, pero espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios.
10 Tomó entonces Samuel una redoma de aceite, la derramó sobre su cabeza, lo besó, y le dijo:
—¿No te ha ungido Jehová por príncipe sobre su pueblo Israel? 2 Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en Selsa, en el territorio de Benjamín, los cuales te dirán: “Las asnas que habías ido a buscar se han hallado; tu padre ha dejado ya de inquietarse por las asnas, y está afligido por vosotros, y dice: ‘¿Qué haré acerca de mi hijo?’” 3 Más adelante, cuando llegues a la encina de Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Dios, en Bet-el, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan y el tercero una vasija de vino. 4 Luego que te hayan saludado, te darán dos panes, que tú tomarás de su mano. 5 Después de esto llegarás al collado de Dios, donde está la guarnición de los filisteos; y cuando entres en la ciudad encontrarás una compañía de profetas que descienden del lugar alto, precedidos de salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando. 6 Entonces el espíritu de Jehová vendrá sobre ti con poder y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. 7 Cuando se te hayan cumplido estas señales, haz lo que te parezca bien, porque Dios está contigo. 8 Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descenderé yo junto a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de paz. Espera siete días, hasta que yo vaya a tu encuentro y te enseñe lo que has de hacer.
9 Aconteció luego, que apenas volvió él la espalda para apartarse de Samuel, le mudó Dios el corazón; y todas estas señales acontecieron en aquel día. 10 Cuando llegaron allá al collado, la compañía de los profetas les salió al encuentro. Entonces el espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos. 11 Todos los que lo conocían de antes, al verlo que profetizaba con los profetas, se decían unos a otros: «¿Qué le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también está entre los profetas?»
12 Y alguno de allí preguntó:
«¿Y quién es el padre de estos?»
Por esta causa se hizo proverbio: «¿También Saúl entre los profetas?»
13 Cuando cesó de profetizar, llegó al lugar alto. 14 Un tío de Saúl dijo a él y a su criado:
—¿A dónde fuisteis?
Él respondió:
—A buscar las asnas; y como vimos que no aparecían, acudimos a Samuel.
15 Dijo el tío de Saúl:
—Te ruego que me cuentes qué os dijo Samuel.
16 Saúl respondió a su tío:
—Nos declaró expresamente que las asnas habían sido halladas.
Pero del asunto del reino, de que Samuel le había hablado, no le contó nada.
17 Después Samuel convocó al pueblo delante de Jehová en Mizpa, 18 y dijo a los hijos de Israel:
«Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Yo saqué a Israel de Egipto, y os libré de manos de los egipcios y de manos de todos los reinos que os afligieron. 19 Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones y angustias, y habéis dicho: “No, tú nos darás un rey”. Ahora, pues, presentaos delante de Jehová por vuestras tribus y familias.»
20 Samuel hizo acercarse a todas las tribus de Israel, y fue designada la tribu de Benjamín. 21 Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por familias, y fue designada la familia de Matri; y de ella fue tomado Saúl hijo de Cis. Lo buscaron, pero no fue hallado. 22 Preguntaron, pues, otra vez a Jehová si aún no había concurrido allí aquel hombre. Y respondió Jehová: «Está ahí, escondido entre el bagaje.» 23 Entonces corrieron, lo sacaron de allí y, puesto en medio del pueblo, sobresalía por encima de todos de los hombros para arriba. 24 Samuel dijo a todo el pueblo:
—¿Habéis visto al elegido de Jehová? No hay nadie como él en todo el pueblo.
Entonces el pueblo gritó con alegría:
—¡Viva el rey!
25 Samuel expuso luego al pueblo las leyes del reino, y las escribió en un libro, el cual guardó delante de Jehová. 26 Y envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y lo acompañaron los hombres de guerra cuyos corazones Dios había tocado. 27 Pero algunos perversos dijeron: «¿Cómo nos ha de salvar éste?» Lo despreciaron y no le llevaron presentes; pero él disimuló.
Saúl derrota a los amonitas
11 Después subió Nahas, el amonita, y acampó contra Jabes de Galaad. Y todos los de Jabes dijeron a Nahas:
—Haz alianza con nosotros y te serviremos.
2 Nahas, el amonita, les respondió:
—Con esta condición haré alianza con vosotros, que a todos y cada uno de vosotros le saque el ojo derecho, y ponga esta afrenta sobre todo Israel.
3 Entonces los ancianos de Jabes le dijeron:
—Danos siete días para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel, y si no hay quien nos defienda, nos rendiremos a ti.
4 Cuando los mensajeros llegaron a Gabaa de Saúl y dijeron estas palabras a oídos del pueblo, todo el pueblo alzó su voz y lloró. 5 En ese momento venía Saúl del campo detrás de los bueyes, y preguntó:
—¿Qué tiene el pueblo que está llorando?
Y le contaron las palabras de los hombres de Jabes. 6 Al oír Saúl estas palabras, el espíritu de Dios vino sobre él con poder, y se apoderó de él una violenta ira. 7 Tomó entonces un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel por medio de mensajeros, diciendo: «Así se hará con los bueyes del que no salga detrás de Saúl y detrás de Samuel.»
El temor de Jehová cayó sobre el pueblo, y salieron todos como un solo hombre. 8 Los contó Saúl en Bezec, y eran los hijos de Israel trescientos mil, y treinta mil los hombres de Judá. 9 Luego respondieron a los mensajeros que habían venido:
—Así diréis a los de Jabes de Galaad: “Mañana, al calentar el sol, seréis librados.”
Fueron los mensajeros y lo anunciaron a los de Jabes, que se alegraron. 10 Y los de Jabes dijeron a los enemigos:
—Mañana nos rendiremos a vosotros, para que hagáis con nosotros lo que bien os parezca.
11 Aconteció que al día siguiente dispuso Saúl al pueblo en tres compañías, que irrumpieron en medio del campamento en la vigilia de la mañana y abatieron a los amonitas hasta el mediodía. Los que quedaron fueron dispersados, de tal manera que no quedaron dos de ellos juntos. 12 Entonces el pueblo dijo a Samuel:
—¿Quiénes son los que decían: “Acaso va a reinar Saúl sobre nosotros”? Dadnos esos hombres y los mataremos.
13 Pero Saúl dijo:
—No morirá hoy ninguno, porque hoy Jehová ha traído salvación a Israel.
14 Y Samuel dijo al pueblo:
—Venid, vamos a Gilgal para instaurar allí el reino.
15 Todo el pueblo fue a Gilgal, y allí en Gilgal, delante de Jehová, invistieron a Saúl como rey. Y sacrificaron allí ofrendas de paz delante de Jehová, y se alegraron mucho Saúl y todos los de Israel.
Discurso de Samuel al pueblo
12 Dijo Samuel a todo Israel:
—He oído vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y os he dado un rey. 2 Ahora, pues, ahí tenéis al rey que ha de guiaros. Yo soy ya viejo y estoy lleno de canas; pero mis hijos están con vosotros, y yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta este día. 3 Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a alguien, si he agraviado a alguno o si de alguien he aceptado soborno para cerrar los ojos; y os lo restituiré.
4 —Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has tomado nada de manos de ningún hombre —dijeron ellos.
5 Él les dijo:
—Jehová es testigo contra vosotros, y su ungido también es testigo en este día, que no habéis hallado cosa alguna en mis manos.
—Así es —respondieron ellos.
6 Entonces Samuel dijo al pueblo:
—Jehová, que designó a Moisés y a Aarón, y sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto, es testigo. 7 Ahora, pues, aguardad, y discutiré con vosotros delante de Jehová acerca de todos los hechos de salvación que Jehová ha hecho con vosotros y con vuestros padres. 8 Cuando Jacob entró en Egipto y vuestros padres clamaron a Jehová, Jehová envió a Moisés y a Aarón, los cuales sacaron a vuestros padres de Egipto y los hicieron habitar en este lugar. 9 Pero ellos olvidaron a Jehová su Dios y él los entregó en manos de Sísara, jefe del ejército de Hazor, en manos de los filisteos y en manos del rey de Moab, que les hicieron guerra. 10 Ellos clamaron a Jehová, y dijeron: “Hemos pecado, porque hemos dejado a Jehová y hemos servido a los baales y a Astarot; líbranos ahora, pues, de manos de nuestros enemigos, y te serviremos.”
11 »Entonces Jehová envió a Jerobaal, a Barac, a Jefté y a Samuel, y os libró de manos de los enemigos que os rodeaban, y habitasteis seguros. 12 Pero cuando visteis que Nahas, rey de los hijos de Amón, venía contra vosotros, me dijisteis: “No, que reine sobre nosotros un rey”, siendo así que Jehová, vuestro Dios, era vuestro rey. 13 Ahora, pues, aquí tenéis al rey que habéis elegido, el cual pedisteis; ya veis que Jehová os ha dado un rey. 14 Si teméis a Jehová y lo servís, si escucháis su voz y no sois rebeldes a la palabra de Jehová, si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová, vuestro Dios, haréis bien. 15 Pero si no escucháis la voz de Jehová, si os rebeláis contra sus mandatos, la mano de Jehová estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres.
16 »Esperad aún ahora y mirad esta gran cosa que Jehová hará ante vuestros ojos. 17 ¿No es ahora la siega del trigo? Yo clamaré a Jehová, y él dará truenos y lluvias, para que conozcáis y veáis cuán grande es la maldad que habéis cometido ante los ojos de Jehová pidiendo para vosotros un rey.
18 Luego clamó Samuel a Jehová, y Jehová dio truenos y lluvias en aquel día; y todo el pueblo sintió un gran temor de Jehová y de Samuel. 19 Entonces dijo todo el pueblo a Samuel:
—Ruega por tus siervos a Jehová, tu Dios, para que no muramos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir un rey para nosotros.
20 Pero Samuel dijo al pueblo:
—No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no dejéis de seguir en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón. 21 No os apartéis en pos de vanidades que no aprovechan ni libran, porque son vanidades. 22 Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su gran nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo. 23 Así que, lejos de mí pecar contra Jehová dejando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto. 24 Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues habéis visto cuán grandes cosas ha hecho por vosotros. 25 Pero si perseveráis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis.
Guerra contra los filisteos
13 Había ya reinado Saúl un año, y cuando llevaba reinando dos años sobre Israel, 2 escogió a tres mil hombres de Israel; estaban con Saúl dos mil en Micmas y en el monte Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín, y envió al resto del pueblo cada uno a sus tiendas. 3 Jonatán atacó a la guarnición de los filisteos que había en el collado, y lo supieron los filisteos. Entonces Saúl hizo tocar trompeta por todo el país, diciendo: «¡Que oigan los hebreos!»
4 Cuando todo Israel supo que se decía: «Saúl ha atacado a la guarnición de los filisteos», y también que Israel se había hecho odioso a los filisteos, se reunió el pueblo tras Saúl en Gilgal. 5 Se concentraron entonces los filisteos para pelear contra Israel: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar. Luego subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén.
6 Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en peligro (porque el pueblo estaba en grave aprieto), se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. 7 Algunos de los hebreos pasaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando. 8 Esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había fijado, pero Samuel no llegaba a Gilgal y el pueblo se desbandaba. 9 Entonces dijo Saúl:
—Traedme el holocausto y las ofrendas de paz.
Y ofreció el holocausto.
10 Cuando él acababa de ofrecer el holocausto, vio a Samuel que venía; y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. 11 Samuel dijo:
—¿Qué has hecho?
Saúl respondió:
—Porque vi que el pueblo se desbandaba y que tú no venías dentro del plazo señalado, mientras los filisteos estaban ya concentrados en Micmas, 12 me dije: “Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal y yo no he implorado el favor de Jehová.” Así que me vi forzado a ofrecer el holocausto.
13 Entonces Samuel dijo a Saúl:
—Locamente has actuado; si hubieras guardado el mandamiento que Jehová, tu Dios, te había ordenado, Jehová habría confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Pero ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un hombre conforme a su corazón, al cual ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.
15 Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín.
Saúl contó la gente que se hallaba con él, y eran como seiscientos hombres. 16 Saúl, su hijo Jonatán, y el pueblo que con ellos se hallaba, se quedaron en Gabaa de Benjamín, mientras los filisteos acampaban en Micmas. 17 Entonces salió una avanzada del campamento de los filisteos en tres escuadrones; un escuadrón marchaba por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual, 18 otro escuadrón marchaba hacia Bet-horón, y el tercer escuadrón marchaba hacia la región que mira al valle de Zeboim, hacia el desierto.
19 En toda la tierra de Israel no se hallaba herrero, porque los filisteos habían dicho: «Para que los hebreos no hagan espada o lanza.» 20 Por lo cual todos los de Israel tenían que acudir a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz. 21 El precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones, y la tercera parte de un siclo por afilar las hachas y por componer las aguijadas. 22 Así aconteció que en el día de la batalla ninguno de los del pueblo que estaban con Saúl y Jonatán tenía en sus manos una espada o una lanza, excepto Saúl y Jonatán, su hijo, que sí las tenían. 23 Mientras tanto, un destacamento de los filisteos avanzó hasta el paso de Micmas.
14 Aconteció un día, que Jonatán hijo de Saúl, dijo al criado que le traía las armas:
«Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está de aquel lado.»
Pero no lo hizo saber a su padre. 2 Saúl se hallaba al extremo de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y las gentes que estaban con él eran como seiscientos hombres. 3 Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod hijo de Finees hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod.
El pueblo no sabía que Jonatán se había ido. 4 Entre los desfiladeros por donde Jonatán procuraba pasar a la guarnición de los filisteos, había un peñasco agudo de un lado, y otro del otro lado; uno se llamaba Boses y el otro Sene. 5 El primer peñasco estaba situado al norte, hacia Micmas, y el segundo al sur, hacia Gabaa. 6 Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas:
—Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová dar la victoria, sea con muchos o con pocos.
7 Su paje de armas le respondió:
—Haz todo lo que tu corazón te dicte; ve, pues aquí estoy a tu disposición.
8 Dijo entonces Jonatán:
—Vamos a pasar hacia esos hombres para que ellos nos vean. 9 Si nos dicen: “Esperad hasta que lleguemos a vosotros”, entonces nos quedaremos en nuestro lugar, y no subiremos adonde están ellos. 10 Pero si nos dicen: “Subid hacia nosotros”, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestras manos; esto nos servirá de señal.
11 Los dos se dejaron ver por la guarnición de los filisteos, y estos dijeron: «Mirad a los hebreos que salen de las cavernas donde se habían escondido.» 12 Y los hombres de la guarnición, dirigiéndose a Jonatán y a su paje de armas, les dijeron:
«Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa.»
Entonces Jonatán dijo a su paje de armas:
«Sube detrás de mí, porque Jehová los ha entregado en manos de Israel.»
13 Subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, seguido de su paje de armas. A los que caían delante de Jonatán, su paje de armas, que iba detrás de él, los remataba. 14 En esta primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas cayeron como veinte hombres, y todo en el espacio de una media yugada de tierra. 15 Cundió el pánico en el campamento y por el campo, y entre toda la gente de la guarnición; a los que habían salido en la avanzada también los asaltó el pánico, y la tierra tembló; hubo, pues, gran consternación.
16 Los centinelas de Saúl vieron desde Gabaa de Benjamín cómo la multitud estaba turbada, iba de un lado a otro y se dispersaba. 17 Entonces Saúl dijo al pueblo que estaba con él:
«Pasad ahora revista y ved quién se haya ido de los nuestros.»
Pasaron revista, y vieron que faltaban Jonatán y su paje de armas. 18 Entonces Saúl dijo a Ahías:
«Trae el Arca de Dios.»
Porque el Arca de Dios estaba entonces con los hijos de Israel.
19 Pero aconteció que mientras aún hablaba Saúl con el sacerdote, el alboroto que había en el campamento de los filisteos aumentaba, e iba creciendo cada vez más. Entonces dijo Saúl al sacerdote: «Detén tu mano.»
20 Luego Saúl reunió a todo el pueblo que con él estaba y llegaron hasta el lugar de la batalla. Allí vieron que cada uno había desenvainado su espada contra su compañero y que había gran confusión. 21 Los hebreos que desde tiempo antes habían estado con los filisteos, y que desde los alrededores habían subido con ellos al campamento, se pusieron también del lado de los israelitas que estaban con Saúl y con Jonatán. 22 Asimismo todos los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín, al oír que los filisteos huían, también los persiguieron en aquella batalla, 23 que se extendió hasta Bet-Avén. Así salvó Jehová aquel día a Israel.
24 Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día, porque Saúl había hecho jurar al pueblo, diciendo: «Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que me haya vengado de mis enemigos, sea maldito.» Y nadie había probado bocado. 25 Todo el pueblo llegó a un bosque, donde había miel en la superficie del campo. 26 Entró, pues, el pueblo en el bosque, y vieron que allí corría la miel; pero no hubo quien la probara, porque el pueblo temía al juramento. 27 Jonatán, que no había oído cuando su padre había hecho jurar al pueblo, alargó la punta de una vara que traía en su mano, la mojó en un panal de miel y se llevó la mano a la boca. Entonces se le aclararon los ojos.
28 Uno del pueblo le habló, diciendo:
—Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo: “Maldito sea el hombre que tome hoy alimento.” Y el pueblo desfallecía.
29 Respondió Jonatán:
—Mi padre ha turbado al país. Ved ahora cómo han sido aclarados mis ojos por haber probado un poco de esta miel. 30 ¿Cuánto más si el pueblo hubiera comido libremente hoy del botín tomado a sus enemigos? ¿No hubiera sido mayor el estrago entre los filisteos?
31 Aquel día derrotaron a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón, pero el pueblo estaba muy cansado. 32 Así que el pueblo se lanzó sobre el botín, tomaron ovejas y vacas y becerros, y los degollaron en el suelo; y el pueblo los comió con la sangre. 33 Entonces le avisaron a Saúl:
—El pueblo está pecando contra Jehová, porque come carne con sangre.
Él dijo:
—¡Vosotros habéis sido infieles! Rodadme ahora acá una piedra grande. 34 Esparcíos por el pueblo —añadió—, y decidles que me traiga cada uno su vaca y cada cual su oveja; degolladlas aquí y comed, sin pecar contra Jehová por comer la carne con la sangre.
Aquella noche cada uno llevó su propio buey y lo sacrificaron allí. 35 Edificó Saúl un altar a Jehová, y ése fue el primero que edificó a Jehová.
36 Dijo Saúl:
—Descendamos esta noche contra los filisteos y los saquearemos hasta la mañana; no dejaremos de ellos ninguno.
Ellos dijeron:
—Haz lo que bien te parezca.
Dijo luego el sacerdote:
—Acerquémonos aquí a Dios.
37 Y Saúl consultó a Dios: «¿Debo descender tras los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?»
Pero Jehová no le dio respuesta aquel día. 38 Entonces dijo Saúl:
—Venid acá todos los principales del pueblo, averiguad y ved en qué ha consistido este pecado de hoy. 39 ¡Vive Jehová!, que ha salvado a Israel, que aunque se trate de mi hijo Jonatán, de seguro morirá.
Y no hubo en todo el pueblo quien le respondiera. 40 Dijo luego a todo Israel:
—Vosotros estaréis a un lado, y yo y Jonatán, mi hijo, estaremos al otro lado.
—Haz lo que bien te parezca —respondió el pueblo a Saúl.
41 Entonces dijo Saúl a Jehová, Dios de Israel:
—Da a conocer la verdad.
La suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, y el pueblo quedó libre.
42 Saúl dijo:
—Echad suertes entre mí y mi hijo Jonatán.
Y la suerte cayó sobre Jonatán. 43 Entonces Saúl dijo a Jonatán:
—Cuéntame lo que has hecho.
Jonatán respondió:
—Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara que traía en mi mano; ¿y he de morir?
44 Saúl le dijo:
—Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si no te hago morir, Jonatán.
45 Pero el pueblo dijo a Saúl:
—¿Ha de morir Jonatán, el que ha logrado esta gran victoria en Israel? ¡No será así! ¡Vive Jehová! que no caerá en tierra ni un cabello de su cabeza, pues lo hizo con ayuda de Dios.
Así el pueblo libró de morir a Jonatán. 46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y los filisteos se fueron a su tierra.
47 Después de haber tomado posesión del reino de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos; dondequiera que iba, salía vencedor. 48 Reunió un ejército, derrotó a Amalec y libró a Israel de manos de los que lo saqueaban.
49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isúi y Malquisúa. Los nombres de sus dos hijas eran, el de la mayor, Merab, y el de la menor, Mical. 50 El nombre de la mujer de Saúl era Ahinoam, hija de Ahimaas. El nombre del general de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Porque Cis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, fueron hijos de Abiel.
52 Todo el tiempo de Saúl hubo guerra encarnizada contra los filisteos; y a todo el que Saúl veía que era hombre esforzado y apto para combatir, lo reclutaba para sí.
Saúl desobedece y es desechado
15 Un día Samuel dijo a Saúl:
—Jehová me envió a que te ungiera rey sobre su pueblo Israel; ahora, pues, escucha las palabras de Jehová. 2 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: “Yo castigaré lo que Amalec hizo a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. 3 Ve, pues, hiere a Amalec, destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata hombres, mujeres y niños, aun los de pecho, y vacas, ovejas, camellos y asnos.”
4 Saúl convocó, pues, al pueblo y les pasó revista en Telaim: doscientos mil de a pie y diez mil hombres de Judá. 5 Vino Saúl a la ciudad de Amalec y se emboscó en el valle. 6 Entonces dijo Saúl a los ceneos:
«Idos, apartaos y salid de entre los de Amalec, para que no os destruya juntamente con ellos; porque vosotros mostrasteis misericordia a todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto.»
Se apartaron los ceneos de entre los hijos de Amalec. 7 Y Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta llegar a Shur, que está al oriente de Egipto. 8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y a todo el pueblo lo mató a filo de espada. 9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; pero destruyeron todo lo que era vil y despreciable.
10 Vino luego esta palabra de Jehová a Samuel:
11 «Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras.»
Se apesadumbró Samuel y clamó a Jehová toda aquella noche. 12 Madrugó Samuel para ir al encuentro de Saúl por la mañana; y avisaron a Samuel: «Saúl llega a Carmel y se ha erigido un monumento; después se dio vuelta y siguió adelante para bajar a Gilgal.» 13 Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo:
—Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová.
14 —¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es éste que yo oigo con mis oídos? —preguntó entonces Samuel.
15 —De Amalec las han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos —respondió Saúl.
16 Entonces dijo Samuel a Saúl:
—Déjame que te anuncie lo que Jehová me ha dicho esta noche.
—Habla —le respondió él.
17 Y dijo Samuel:
—Aunque a tus propios ojos eras pequeño, ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido rey sobre Israel? 18 Jehová te envió en misión y te ha dicho: “Ve, destruye a los pecadores de Amalec y hazles guerra hasta que los acabes.” 19 ¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?
20 Saúl respondió a Samuel:
—Al contrario, ¡he obedecido la voz de Jehová! Fui a la misión que Jehová me envió, traje a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. 21 Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová, tu Dios, en Gilgal.
22 Entonces Samuel dijo:
—¿Acaso se complace Jehová tanto en los holocaustos y sacrificios
como en la obediencia a las palabras de Jehová?
Mejor es obedecer que sacrificar;
prestar atención mejor es que la grasa de los carneros.
23 Como pecado de adivinación es la rebelión,
como ídolos e idolatría la obstinación.
Por cuanto rechazaste la palabra de Jehová,
también él te ha rechazado para que no seas rey.
24 Saúl dijo a Samuel:
—He pecado, pues he desobedecido el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado. 25 Vuelve conmigo para que adore a Jehová.
26 —No volveré contigo, porque rechazaste la palabra de Jehová y Jehová te ha rechazado para que no seas rey sobre Israel —respondió Samuel a Saúl.
27 Samuel se volvió para irse, pero él se asió de la punta de su manto, y éste se desgarró. 28 Entonces Samuel le dijo:
—Jehová ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú. 29 Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta.
30 —Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y que vuelvas conmigo para que adore a Jehová, tu Dios —dijo Saúl.
31 Volvió Samuel en compañía de Saúl, y adoró Saúl a Jehová.
32 Después dijo Samuel:
«Traedme a Agag, rey de Amalec.»
Agag vino hacia él alegremente. Y decía: «Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte.»
33 Samuel dijo:
«Como tu espada dejó a las mujeres sin hijos, así tu madre quedará privada de su hijo entre las mujeres.»
Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal. 34 Se fue luego Samuel a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. 35 Nunca más vio Samuel a Saúl en toda su vida. Y lloraba Samuel por Saúl, porque Jehová se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.
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