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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
2 Crónicas 21-23

Jorán, rey de Judá

21 Cuando Josafat murió, lo sepultaron en el cementerio de los reyes en Jerusalén, en la ciudad de David, y su hijo Jorán ocupó el trono de Judá. Sus hermanos, los demás hijos de Josafat, eran Azarías, Jehiel, Zacarías, Azarías, Micael y Sefatías. 3-4 Su padre les había dado valiosos regalos en dinero y joyas, y la propiedad de algunas ciudades fortificadas de Judá. Sin embargo, le dio el reinado a Jorán, porque era el mayor. Pero cuando Jorán se consolidó en el trono, hizo matar a todos sus hermanos y a varios jefes de Israel.

Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén. Pero fue tan malo como los reyes de Israel, ya que hizo lo que ofende al Señor. Fue tan impío como Acab, y hasta se casó con una de las hijas de este. Sin embargo, el Señor no quería acabar con la dinastía de David, porque había hecho un pacto con él, y le había prometido que siempre uno de sus descendientes se sentaría sobre el trono de Judá.

En aquel tiempo, los edomitas se rebelaron contra Judá y nombraron un rey. Jorán marchó de noche contra ellos, con todos sus jefes y con todos sus carros de combate, y logró derrotar a los edomitas que los tenían rodeados. 10 Pero hasta este día Edom ha logrado mantenerse independiente de Judá. Por ese mismo tiempo, la ciudad de Libná también se rebeló contra Judá. Todo, porque Jorán se había apartado del Señor, Dios de sus padres. 11 Como si esto fuera poco, Jorán construyó santuarios para los ídolos en las montañas de Judá, e hizo que el pueblo de Jerusalén adorara ídolos.

12 Entonces el profeta Elías le escribió esta carta:

«El Señor, Dios de tu antepasado David, dice que por cuanto no has andado en los buenos caminos de tu padre Josafat, ni en los buenos pasos del rey Asá, 13 sino que has sido tan malvado como los reyes de Israel, y al igual que Acab, has hecho que el pueblo de Jerusalén y Judá adore ídolos; y por cuanto has dado muerte a tus hermanos que eran mejores que tú, 14 el Señor destruirá tu nación con una gran plaga: Tú, tus hijos, tus esposas y todo lo que tienes será destruido. 15 Tú mismo sufrirás el ataque de una enfermedad intestinal y se te pudrirán las entrañas».

16 Entonces el Señor hizo que los filisteos y los árabes, que vivían junto a los etíopes, atacaran a Jorán. 17 Marcharon contra Judá, cruzaron la frontera; y se llevaron todo lo que había de valor en el palacio del rey, incluyendo a sus hijos y sus esposas; solamente su hijo menor, Joacaz, escapó.

18 Fue después de esto que el Señor atacó a Jorán con una enfermedad intestinal incurable. 19 Con el tiempo, al cabo de dos años, sus intestinos se le salieron, y murió en medio de terribles sufrimientos (Cuando se le sepultó se omitieron las pompas y ceremonias acostumbradas).

20 Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén ocho años. Murió sin que nadie lo llorara. Fue sepultado en Jerusalén, en la ciudad de David, pero no en los sepulcros reales.

Ocozías, rey de Judá

22 Cuando Jorán murió, la gente de Jerusalén proclamó como rey a Ocozías,[a] el hijo menor de Jorán (porque las bandas árabes que habían asaltado a Jerusalén habían dado muerte a los hijos mayores del rey). Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía, nieta de Omrí.

Ocozías también anduvo en los malos caminos de Acab, porque su madre lo impulsó a hacer el mal. Hizo lo que desagrada al Señor, siguiendo así el ejemplo de la familia de Acab. Es más, cuando su padre murió, Ocozías permitió que miembros de esa familia fueran sus consejeros. Esto lo llevó a la perdición. Siguiendo sus malos consejos, Ocozías hizo un pacto con el rey Jorán hijo de Acab, de Israel, que estaba en guerra con el rey Jazael, de Siria, en Ramot de Galaad. Hasta allí Ocozías condujo su ejército para unirse a la batalla. El rey Jorán, de Israel, cayó herido y regresó a Jezrel para curarse. Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.

Jehú mata a Ocozías

Pero Dios había decidido que Ocozías muriera durante esta visita. Al poco tiempo de haber llegado, Ocozías y Jorán marcharon contra Jehú hijo de Nimsi, a quien el Señor había escogido para poner fin a la dinastía de Acab. Jehú, que buscaba a los familiares y amigos de Acab para darles muerte, se encontró con los jefes de Judá y con los parientes de Ocozías, y los mató. Luego los hombres de Jehú estuvieron buscando a Ocozías, hasta que lo encontraron escondido en la ciudad de Samaria, y lo llevaron a la presencia de Jehú, el cual lo mató. Pero lo sepultaron, pues decían: «Es nieto de Josafat, el rey que, de todo corazón, sirvió al Señor». Y en la familia de Ocozías no quedó nadie que fuera capaz de reinar en Judá.

Atalía y Joás

10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, supo que su hijo había muerto, mandó a matar a toda la familia del rey. 11 Pero Josaba, que era hermana del rey Ocozías, escondió a Joás hijo de Ocozías y a su niñera en uno de los dormitorios del templo. Josabet era hija del rey Jorán, y esposa del sacerdote Joyadá. 12 Joás permaneció escondido allí durante seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

23 En el año séptimo del reinado de Atalía, el sacerdote Joyadá se armó de valor y habló confidencialmente con los siguientes oficiales del ejército: Azarías hijo de Jeroán, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed, Maseías hijo de Adaías, y Elisafat hijo de Zicrí. 2-3 Estos hombres viajaron secretamente por todo el país, reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los jefes de los clanes, y vinieron a Jerusalén. A su llegada juraron lealtad al joven rey, que aún estaba escondido en el templo.

«Por fin ha llegado el momento en que el rey asuma el reino —exclamó Joyadá—. La promesa del Señor, de que un descendiente de David sería nuestro rey, nuevamente se cumplirá, pues miren, ¡aquí está el hijo del rey Ocozías! Esto es lo que haremos: el tercio de los sacerdotes y levitas que estén de servicio el día de reposo, permanecerán a la entrada como guardias. 5-6 Otro tercio irá al palacio real, y el último tercio estará en la puerta de abajo. Todo el pueblo permanecerá en los atrios del templo, en la forma requerida por la ley de Dios, porque solamente los sacerdotes y levitas que estén cumpliendo con sus obligaciones pueden entrar en el templo, porque están santificados. Los levitas formarán un círculo alrededor del rey, con sus armas en mano, y matarán a cualquier persona no autorizada que entre en el palacio. Deben permanecer junto al rey en todo momento».

Así se hizo. Cada uno se puso al frente de sus hombres, los que estaban de servicio aquel día de reposo y los que no estaban de servicio, porque el sumo sacerdote Joyadá no permitió que nadie se fuera. Entonces Joyadá entregó lanzas y escudos a los oficiales. Estas armas habían pertenecido al rey David, y estaban guardadas en el templo. 10 Estos oficiales, completamente armados, formaron una línea de un lado al otro del templo y alrededor del altar, en el atrio exterior. 11 Entonces sacaron al príncipe y lo coronaron, y le entregaron una copia de la ley de Dios y lo proclamaron rey. Y mientras Joyadá y sus hijos lo ungían, gritaron en forma estruendosa: «¡Viva el rey!».

12 Cuando la reina Atalía oyó el alboroto y las aclamaciones, corrió al templo a ver qué ocurría. 13 Allí estaba el rey junto a la columna de la entrada, y los oficiales del ejército, los trompetistas, y el pueblo en pleno lo rodeaban. Regocijados, hacían sonar las trompetas, mientras el coro, acompañado por la orquesta, dirigía al pueblo en un gran salmo de alabanza. Atalía rasgó sus vestidos y gritó: «¡Traición, traición!».

14 «¡Sáquenla y mátenla! —ordenó el sacerdote Joyadá a los oficiales—. Pero no la vayan a matar dentro del templo. ¡Maten también a cualquiera que trate de ayudarla!». 15 Así que la agarraron, la llevaron al palacio real por la puerta de la caballería, y ahí la mataron.

16 Luego Joyadá hizo que todo el pueblo y el rey se comprometieran solemnemente a vivir realmente como el pueblo del Señor. 17 Entonces, toda la gente se dirigió al santuario de Baal y lo derribó, derribó sus altares e ídolos, y dio muerte, delante del altar, a Matán, el sacerdote de Baal.

18 Después, Joyadá puso a los sacerdotes y a los levitas al frente de la guardia del templo del Señor, y los encargó de presentar los holocaustos al Señor, conforme está escrito en la ley de Moisés, con alegría y cánticos. Organizó las tareas de los levitas, de la misma forma que lo había hecho el rey David. 19 También puso guardianes en la entrada del templo, para que no dejaran entrar a quienes estuvieran ritualmente impuros.

20 Luego los oficiales del ejército, los nobles, los gobernadores y todo el pueblo escoltaron al rey. Salieron del templo, entraron por la puerta superior del palacio real, y sentaron al rey en el trono. 21 El pueblo entero se llenó de alegría, y la ciudad quedó tranquila, por cuanto la reina Atalía había muerto.

Romanos 11:13-36

13 Como ustedes saben, Dios me envió a ustedes los gentiles y yo honro este servicio. Por ello les predico a ustedes, gentiles, 14 para ver si así pongo celosos a algunos de mi propio pueblo y logro que algunos de ellos se salven. 15 El que Dios diera la espalda a los israelitas significó la reconciliación entre Dios y el mundo. Por eso, su restauración será como si un muerto volviera a la vida.

16 Cuando se consagra la parte de la masa que se le va a dar a Dios como primeros frutos, se consagra toda la masa. Si la raíz de un árbol es santa, las ramas lo son también.

17 Es cierto que algunas de las ramas del árbol fueron cortadas. Y también que ustedes los gentiles, que eran como ramas de olivo silvestre, han sido injertados entre las demás ramas. Como resultado, ahora se nutren también de la rica savia de la raíz del olivo.

18 Sin embargo, cuídense de no sentirse mejor que las ramas cortadas. Y si se sienten así, recuerden que no son ustedes quienes nutren a la raíz, sino la raíz a ustedes.

19 Bueno, quizás te estés diciendo: «Si cortaron aquellas ramas, fue para injertarme a mí».

20 Tienes razón. Recuerda que esas ramas fueron cortadas por no creer en Dios, y que tú estás allí porque crees. Por eso, no te pongas orgulloso; sé humilde, 21 pues si Dios no vaciló en cortar las ramas que había puesto allí primero, tampoco vacilará en cortarte a ti.

22 Fíjate que Dios es a la vez bondadoso y severo. Aunque es severo contra los que lo desobedecen, es bondadoso contigo. Pero si no vives de acuerdo con su bondad, también te cortará.

23 Por otro lado, si los israelitas abandonan su incredulidad, Dios tiene el poder para volverlos a injertar al árbol. 24 Si Dios te cortó de un olivo silvestre, del cual eras parte, y te injertó en su propio buen olivo, contra tu condición natural, ¿no crees que le será mucho más fácil reinjertar las ramas que estaban allí primero?

Todo Israel será salvo

25 Quiero que conozcan bien, amados hermanos, este misterio, para que no sean arrogantes. Sí, es cierto que algunos israelitas han sido muy tercos, y esto será así hasta que los gentiles hayan creído. 26 Y después de esto, todo Israel obtendrá la salvación. Así está escrito:

«De Sion vendrá un Libertador que apartará del pueblo de Jacob la impiedad.

27 Y este será mi pacto con ellos cuando perdone sus pecados».

28 Hoy día muchos israelitas son enemigos de Dios, pero esto los ha beneficiado a ustedes. Sin embargo, Dios aún ama a los israelitas porque eligió a los patriarcas. 29 Dios jamás retira sus dádivas ni se olvida de aquellos a quienes ha elegido. 30 Antes ustedes eran rebeldes contra Dios, pero cuando los israelitas desobedecieron a Dios, él dirigió hacia ustedes su compasión. 31 De la misma manera, los que han desobedecido alcanzarán misericordia, como resultado de la misericordia de Dios hacia ustedes. 32 En conclusión, Dios encerró a israelitas y a gentiles en la desobediencia, para tener misericordia de todos.

Doxología

33 ¡Qué inmensas son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Qué difícil es entender sus decisiones y explicar lo que hace!

34 ¿Quién podrá escudriñar los pensamientos del Señor?

¿Quién es su consejero?

35 ¿Y quién puede haberle dado algo al Señor para sentirse con derecho a cobrarle?

36 Porque, todo fue creado por Dios, existe por él y para él.

¡A él sea la gloria siempre! Así sea.

Salmos 22:1-18

Al director musical. Sígase la tonada de «La cierva de la aurora». Salmo de David.

22 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué te niegas a ayudarme y ni siquiera escuchas mis gemidos? Cada día clamo a ti, mi Dios, pero tú no me respondes; clamo de noche pero no hallo reposo. Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! Ellos confiaron en ti y tú los libraste. Escuchaste su clamor y los salvaste; jamás quedaron defraudados cuando buscaron tu ayuda. Pero yo sólo soy un gusano y no un ser humano; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me miran se ríen de mí, se mofan y se encogen de hombros, diciendo: «Este es aquel que se encomendó al Señor, ¡pues que el Señor lo salve! Si el Señor lo ama tanto, ¡que el Señor lo libere!». Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre. 10 Desde antes de mi nacimiento he sido puesto a tu cuidado; desde el mismo momento en que nací, has sido tú mi Dios. 11 No me abandones ahora, cuando la tribulación está próxima y ningún otro puede ayudarme.

12 Temibles enemigos me rodean, fuertes como manada de enormes toros de Basán. 13 Se me vienen encima con las fauces abiertas, como leones al asaltar su presa. 14 Mi fuerza se escurrió como agua y tengo todos los huesos descoyuntados. Mi corazón se derrite como cera; 15 mi fuerza se ha secado como una teja quemada por el sol; la lengua se me pega al paladar, porque me has echado en el polvo de la muerte. 16 Mis enemigos me rodean, me rodean como perros en jauría; me ha cercado una banda de malvados; me han traspasado las manos y los pies. 17 Puedo contar cada uno de mis huesos. Miro cómo brillan de regocijo los ojos de esos malvados; 18 se reparten entre ellos mis vestidos; juegan a los dados por mi ropa.

Proverbios 20:7

El justo lleva una vida recta y honrada; ¡felices los hijos que vienen detrás de él!

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