The Daily Audio Bible
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Ciro permite el regreso de los judíos
1 1-4 En el primer año del gobierno de Ciro, rey de Persia, este rey dio la siguiente orden a todos los habitantes de su reino:
«El Dios de los cielos, que es dueño de todo, me hizo rey de todas las naciones, y me encargó que le construya un templo en la ciudad de Jerusalén, que está en la región de Judá. Por tanto, todos los que sean de Judá y quieran reconstruir el templo, tienen mi permiso para ir a Jerusalén. El Dios de Israel vive allí, y los ayudará.
»Todos los que decidan ir a Jerusalén para trabajar en la reconstrucción, recibirán de sus vecinos ayuda en dinero, mercaderías y ganado. También recibirán donaciones para el templo de Dios».
Ciro, rey de Persia
Con esta orden se cumplió la promesa que Dios había hecho por medio del profeta Jeremías.
5 Cuando los jefes de las tribus de Judá y de Benjamín se enteraron de esta orden, sintieron que Dios les pedía que fueran a Jerusalén para reconstruir su templo. Lo mismo sintieron los sacerdotes, sus ayudantes y muchos otros judíos. 6 Todos sus vecinos les dieron recipientes de oro y plata, mercadería, ganado y otros objetos valiosos, además de muchas donaciones. 7-8 Por su parte, el rey Ciro le ordenó al tesorero Mitrídates que les devolviera a los judíos los utensilios del templo de Dios. Estos utensilios los había sacado del templo de Jerusalén el rey Nabucodonosor, y los había llevado al templo de sus dioses. Mitrídates se aseguró de entregarle todos estos utensilios a Sesbasar, gobernador de Judá. 9-10 Los utensilios entregados fueron:
treinta tazones de oro,
mil tazones de plata,
veintinueve cuchillos,
treinta tazas de oro,
cuatrocientas diez tazas de plata de un mismo juego,
y una gran cantidad de otros utensilios.
11 En total, el tesorero entregó cinco mil cuatrocientos utensilios de oro y plata. Todo esto se lo llevó Sesbasar a Jerusalén cuando regresó con los judíos que muchos años atrás habían sido llevados a Babilonia.
De regreso a Jerusalén
2 1-2 El rey Nabucodonosor se había llevado cautivos a Babilonia a muchos judíos. Los que volvieron de allá fueron los hijos de esos cautivos. Varios líderes regresaron a Jerusalén y a las ciudades de Judá, bajo el mando de Zorobabel. Ésta es la lista de los líderes que regresaron:
Josué,
Nehemías,
Seraías,
Reelaías,
Mardoqueo,
Bilsán,
Mispar,
Bigvai,
Rehúm,
Baaná.
3-20 Los otros judíos que volvieron fueron los siguientes:
De la familia de Parós, dos mil ciento setenta y dos personas.
De la familia de Sefatías, trescientas setenta y dos personas.
De la familia de Árah, setecientas setenta y cinco personas.
De la familia de Pahat-moab, que descendía de Josué y Joab, dos mil ochocientas doce personas.
De la familia de Elam, mil doscientas cincuenta y cuatro personas.
De la familia de Zatú, novecientas cuarenta y cinco personas.
De la familia de Zacai, setecientas sesenta personas.
De la familia de Binuy, seiscientas cuarenta y dos personas.
De la familia de Bebai, seiscientas veintitrés personas.
De la familia de Azgad, mil doscientas veintidós personas.
De la familia de Adonicam, seiscientas sesenta y seis personas.
De la familia de Bigvai, dos mil cincuenta y seis personas.
De la familia de Adín, cuatrocientas cincuenta y cuatro personas.
De la familia de Ezequías, noventa y ocho personas.
De la familia de Besai, trescientas veintitrés personas.
De la familia de Jorá, ciento doce personas.
De la familia de Hasum, doscientas veintitrés personas.
De la familia de Guibar, noventa y cinco personas.
21-35 También volvieron algunas familias que habían vivido en las siguientes ciudades y pueblos:
De Belén, ciento veintitrés personas.
De Netofá, cincuenta y seis personas.
De Anatot, ciento veintiocho personas.
De Bet-azmávet, cuarenta y dos personas.
De Quiriat-jearim, Quefirá y Beerot, setecientas cuarenta y tres personas.
De Ramá y Gueba, seiscientas veintiuna personas.
De Micmás, ciento veintidós personas.
De Betel y Ai, doscientas veintitrés personas.
De Nebo, cincuenta y dos personas.
De Magbís, ciento cincuenta y seis personas.
De Elam, mil doscientas cincuenta y cuatro personas.
De Harim, trescientas veinte personas.
De Lod, Hadid y Onó, setecientas veinticinco personas.
De Jericó, trescientas cuarenta y cinco personas.
De Senaá, tres mil seiscientas treinta personas.
36-39 También volvieron las siguientes familias sacerdotales:
De la familia de Jedaías, que descendía de Josué, novecientas setenta y tres personas.
De la familia de Imer, mil cincuenta y dos personas.
De la familia de Pashur, mil doscientas cuarenta y siete personas.
De la familia de Harim, mil diecisiete personas.
40-42 Las familias de la tribu de Leví que volvieron eran las siguientes:
De las familias de Josué y de Cadmiel, que descendían de Hodavías, setenta y cuatro personas.
De las familias de los cantores que descendían de Asaf, ciento veintiocho personas.
De las familias de Ater, Talmón, Acub, Hatitá, Sobai y Salum, que eran los guardianes de las entradas del templo, ciento treinta y nueve personas.
43-54 De los sirvientes del templo volvieron las familias que descendían de:
Sihá,
Hasufá,
Tabaot,
Querós,
Siahá,
Padón,
Lebaná,
Hagabá,
Acub,
Hagab,
Salmai,
Hanán,
Guidel,
Gáhar,
Reaías,
Resín,
Necodá,
Gazam,
Uzá,
Paséah,
Besai,
Asná,
Meunim,
Nefusim,
Bacbuc,
Hacufá,
Harhur,
Baslut,
Mehidá,
Harsá,
Barcós,
Sísara,
Temá,
Nesíah,
Hatifá.
55-58 Las familias de los sirvientes de Salomón que volvieron fueron los descendientes de:
Sotai,
Soféret,
Perudá,
Jaalá,
Darcón,
Guidel,
Sefatías,
Hatil,
Poquéret-hasebaím,
Amón.
Así que los sirvientes del templo y de Salomón que volvieron fueron en total trescientos noventa y dos.
59-60 Desde los pueblos de Tel-mélah, Tel-harsá, Querub, Imer y Adón, llegaron algunas familias que descendían de Delaías, Tobías y Necodá. Eran en total seiscientas cincuenta y dos personas, pero no pudieron comprobar que eran judíos.
61-62 De las familias sacerdotales llegaron las de Hobaías, Cos y Barzilai. Este último se llamaba así porque se había casado con una de las hijas de Barzilai de Galaad y se había puesto el nombre de su suegro. Ellos buscaron sus nombres en el registro de las familias, pero no estaban, así que no pudieron comprobar que eran judíos; por eso no les permitieron ser sacerdotes. 63 El gobernador no les permitió comer de los alimentos ofrecidos a Dios mientras un sacerdote no consultara el Urim y el Tumim,[a] las dos piedritas usadas para conocer la voluntad de Dios.
64 En total se habían reunido cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, 65 además de sus esclavos y esclavas, que sumaban siete mil trescientos treinta y siete. También había doscientos cantores y cantoras. 66-67 También traían los siguientes animales: setecientos treinta y seis caballos, doscientas cuarenta y cinco mulas, cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte burros.
68 Algunos jefes de familia llevaron a Jerusalén donaciones para reconstruir el templo de Dios. 69 En total entregaron cuatrocientos ochenta y ocho kilos de oro, dos mil setecientos cincuenta kilos de plata y cien túnicas para sacerdotes, que fue cuanto pudieron dar.
70 Los sacerdotes, sus ayudantes y algunos otros judíos se quedaron a vivir en Jerusalén, pero los cantores, los guardianes y los sirvientes del templo, y los demás judíos se fueron a vivir a sus propios pueblos.
¡Cristo es poderoso!
18 Hay quienes piensan que hablar de la muerte de Cristo en la cruz es una tontería. Pero los que así piensan no se salvarán, pues viven haciendo el mal. Sin embargo, para los que sí van a salvarse, es decir, para nosotros, ese mensaje tiene el poder de Dios. 19 En la Biblia Dios dice:
«¡Dejaré confundidos a los que creen que saben mucho!»
20 Dios ha demostrado que la gente de este mundo es tonta, pues cree saberlo todo. En realidad, no hay tal cosa como sabios, o expertos en la Biblia, o gente que cree tener todas las respuestas. 21 Dios es tan sabio que no permitió que la gente de este mundo lo conociera mediante el conocimiento humano. En lugar de eso, decidió salvar a los que creyeran en el mensaje que anunciamos, aun cuando este mensaje parezca una tontería.
22 Para creer en el mensaje que anunciamos, los judíos quieren ver milagros y los griegos quieren oír un mensaje que suene razonable e inteligente. 23 Pero nosotros anunciamos que Jesús es el Mesías, ¡y que murió en la cruz! Para la mayoría de los judíos, esto es un insulto; y para los que no son judíos, es una tontería. 24 En cambio, para los que fueron elegidos por Dios, sean judíos o no, Dios ha manifestado su poder y su sabiduría en la muerte del Mesías que él envió. 25 Así que, lo que parece una tontería de Dios, es mucho más sabio que la sabiduría de este mundo. Podría pensarse que Dios es débil, pero en realidad es más fuerte que cualquiera.
26 Recuerden lo que ustedes eran cuando Dios los eligió. Según la gente, muy pocos de ustedes eran sabios, y muy pocos de ustedes ocupaban puestos de poder o pertenecían a familias importantes. 27-28 Y aunque la gente de este mundo piensa que ustedes son tontos y no tienen importancia, Dios los eligió, para que los que se creen sabios entiendan que no saben nada. Dios eligió a los que, desde el punto de vista humano, son débiles, despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes se den cuenta de que en realidad no lo son. Así, Dios ha demostrado que, en realidad, esa gente no vale nada. 29 Por eso, ante Dios, nadie tiene de qué sentirse orgulloso. 30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo, y gracias a esa unión ahora ustedes son sabios. Dios los ha aceptado como parte de su pueblo, y han recibido la vida eterna. 31 Por lo tanto, como dice la Biblia, si alguien quiere sentirse orgulloso de algo, que se sienta orgulloso de Jesucristo, el Señor.
Los planes secretos de Dios
2 Hermanos en Cristo, cuando fui a ustedes, para hablarles de los planes que Dios tenía en secreto, no lo hice con palabras difíciles ni traté de impresionarlos. 2 Al contrario, decidí hablarles sólo de Cristo, y principalmente de su muerte en la cruz. 3 Cuando me acerqué para enseñarles y anunciarles el mensaje, me sentía poco importante y temblaba de miedo. 4 No fui a ustedes como un sabelotodo, ni usé palabras elegantes. Sólo dejé que el Espíritu de Dios mostrara su poder y los convenciera. 5 Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios.
7 Dios mío, te estoy llamando:
¡escúchame!
Ten compasión de mí:
¡respóndeme!
8 Una voz interna me dice:
«¡Busca a Dios!»
Por eso te busco, Dios mío.
9 Yo estoy a tu servicio.
No te escondas de mí.
No me rechaces.
¡Tú eres mi ayuda!
Dios mío,
no me dejes solo;
no me abandones;
¡tú eres mi salvador!
10 Mis padres podrán abandonarme,
pero tú me adoptarás como hijo.
11 Dios mío,
por causa de mis enemigos
dime cómo quieres que viva
y llévame por el buen camino.
12 No dejes que mis enemigos
hagan conmigo lo que quieran.
Falsos testigos se levantan,
me acusan y me amenazan.
13 ¡Pero yo sé que viviré
para disfrutar de tu bondad
junto con todo tu pueblo!
14 Por eso me armo de valor,
y me digo a mí mismo:
«Pon tu confianza en Dios.
¡Sí, pon tu confianza en él!»
22 Nunca hables de tomar venganza;
mejor confía en Dios,
y él vendrá en tu ayuda.
23 Dios no soporta dos cosas:
que engañes al que te vende,
y que engañes al que te compra.
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