The Daily Audio Bible
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El joven
5 ¡He entrado en mi jardín, tesoro mío,[a] esposa mía!
Recojo mirra entre mis especias,
y disfruto del panal con mi miel
y bebo vino con mi leche.
Las jóvenes de Jerusalén
Oh amante y amada: ¡coman y beban!
¡Sí, beban su amor hasta saciarse!
La joven
2 Yo dormía, pero mi corazón estaba atento,
cuando oí que mi amante tocaba a la puerta y llamaba:
«Ábreme, tesoro mío, amada mía,
mi paloma, mi mujer perfecta.
Mi cabeza está empapada de rocío,
mi cabello, con la humedad de la noche».
3 Pero yo le respondí:
«Me he quitado el vestido,
¿por qué debería vestirme otra vez?
He lavado mis pies,
¿por qué debería ensuciarlos?».
4 Mi amante trató de abrir el cerrojo de la puerta,
y mi corazón se estremeció dentro de mí.
5 Salté para abrirle la puerta a mi amor,
y mis manos destilaron perfume.
Mis dedos goteaban preciosa mirra
mientras yo corría el pasador.
6 Le abrí a mi amado,
¡pero él ya se había ido!
Se me desplomó el corazón.
Lo busqué
pero no pude encontrarlo.
Lo llamé
pero no tuve respuesta.
7 Los guardias nocturnos me encontraron
mientras hacían sus rondas.
Me golpearon y me lastimaron
y me arrancaron el velo,
aquellos guardias del muro.
8 Oh mujeres de Jerusalén, prométanme:
si encuentran a mi amante,
díganle que desfallezco de amor.
Las jóvenes de Jerusalén
9 ¿Por qué es tu amante mejor que todos los demás,
oh mujer de singular belleza?
¿Qué hace que tu amante sea tan especial
para que te hagamos esa promesa?
La joven
10 Mi amado es trigueño y deslumbrante,
¡el mejor entre diez mil!
11 Su cabeza es del oro más fino;
su cabello ondulado es negro como el cuervo.
12 Sus ojos brillan como palomas
junto a manantiales de agua,
montados como joyas
lavadas en leche.
13 Sus mejillas son como jardines de especias
que esparcen aromas.
Sus labios son como lirios,
perfumados con mirra.
14 Sus brazos son como barras de oro torneadas,
adornados con berilo.
Su cuerpo es como marfil reluciente;
resplandece de lapislázuli.
15 Sus piernas son como columnas de mármol
colocadas sobre bases de oro puro.
Su porte es majestuoso,
como los nobles cedros del Líbano.
16 Su boca es la dulzura misma;
él es deseable en todo sentido.
Así es mi amante, mi amigo,
oh mujeres de Jerusalén.
Las jóvenes de Jerusalén
6 ¿Adónde se ha ido tu amante,
oh mujer de singular belleza?
Dinos por cuál camino se fue
para ayudarte a encontrarlo.
La joven
2 Mi amante ha bajado a su jardín,
a sus lechos de especias,
para pasear por los jardines
y juntar los lirios.
3 Yo soy de mi amante, y mi amante es mío.
Él apacienta entre los lirios.
El joven
4 Eres hermosa, amada mía,
como la bella ciudad de Tirsa.
Sí, eres tan hermosa como Jerusalén,
tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados al viento.
5 Aparta de mí tus ojos,
porque me dominan.
Tu cabello cae en ondas,
como un rebaño de cabras que serpentea por las laderas de Galaad.
6 Tus dientes son blancos como ovejas
recién bañadas.
Tu sonrisa es perfecta;
cada diente hace juego con su par.[b]
7 Tus mejillas son como granadas de color rosado
detrás de tu velo.
8 Aun entre sesenta reinas
y ochenta concubinas
e incontables doncellas,
9 yo todavía elegiría a mi paloma, a mi mujer perfecta,
la favorita de su madre,
muy amada por quien la dio a luz.
Las jóvenes la ven y la alaban;
hasta las reinas y las concubinas del palacio le entonan alabanzas:
10 «¿Quién es esa, que se levanta como la aurora,
tan hermosa como la luna,
tan resplandeciente como el sol,
tan majestuosa como un ejército con sus estandartes desplegados al viento?».
La joven
11 Bajé a la arboleda de nogales
y salí al valle para ver los nuevos brotes primaverales,
para ver si habían brotado las vides
o si las granadas ya estaban florecidas.
12 Antes de darme cuenta,
mis fuertes deseos me habían llevado a la carroza de un hombre noble.[c]
Las jóvenes de Jerusalén
13 [d] Vuelve, vuelve a nosotras, oh doncella de Sulam.
Regresa, regresa, para que te veamos otra vez.
El joven
¿Por qué miran así a esta jovencita de Sulam
mientras se mueve con tanta gracia entre dos filas de bailarines?[e]
7 [f]¡Qué hermosos son tus pies con sandalias,
oh doncella y princesa!
Las curvas de tus muslos son como joyas,
la obra de un habilidoso artesano.
2 Tu ombligo tiene la forma perfecta,
como una copa llena de vino mezclado.
Entre tus muslos hay un manojo de trigo,
rodeado de lirios.
3 Tus pechos son como dos cervatillos,
mellizos de una gacela.
4 Tu cuello es tan hermoso como una torre de marfil.
Tus ojos son como los manantiales cristalinos de Hesbón,
junto a la puerta de Bat-rabim.
Tu nariz es tan fina como la torre del Líbano
con vista a Damasco.
5 Tu cabeza es tan majestuosa como el monte Carmelo,
y el brillo de tus cabellos irradia realeza.
El rey quedó cautivado con tus rizos.
6 ¡Qué hermosa eres!
¡Qué encantadora, mi amor, qué llena de delicias!
7 Eres esbelta como una palmera
y tus pechos son como los racimos de su fruto.
8 Dije: «Treparé a la palmera
y tomaré su fruto».
Que tus pechos sean como racimos de uvas
y tu aliento, como la fragancia de manzanas.
9 Que tus besos sean tan apasionantes como el mejor de los vinos...
La joven
Sí, vino que le desciende suavemente a mi amante,
que fluye delicadamente sobre los labios y los dientes.[g]
10 Yo soy de mi amante,
y él me declara como suya.
11 Ven, amor mío, salgamos a las praderas
y pasemos la noche entre las flores silvestres.[h]
12 Levantémonos temprano y vayamos a los viñedos
para ver si brotaron las vides,
si ya abrieron las flores,
y si las granadas están en flor.
Allí te daré mi amor.
13 Allí las mandrágoras dan su aroma,
y los mejores frutos están a nuestra puerta,
deleites nuevos y antiguos,
que he guardado para ti, amado mío.
La joven
8 ¡Cómo quisiera que fueras mi hermano,
el que mamó de los pechos de mi madre!
Así podría besarte sin pensar en quién nos mira,
y nadie me criticaría.
2 Te llevaría al hogar de mi infancia,
y allí tú me enseñarías.[i]
Te daría a beber vino con especias,
mi dulce vino de granada.
3 Tu brazo izquierdo estaría bajo mi cabeza
y tu brazo derecho me abrazaría.
4 Prométanme, oh mujeres de Jerusalén,
que no despertarán al amor hasta que llegue el momento apropiado.[j]
Las jóvenes de Jerusalén
5 ¿Quién es esa que viene majestuosamente desde el desierto
recostada sobre su amante?
La joven
Desperté tus deseos bajo el manzano,
donde tu madre te dio a luz,
donde con tanto dolor te trajo al mundo.
6 Ponme como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo.
Pues el amor es tan fuerte como la muerte,
y sus celos, tan duraderos[k] como la tumba.[l]
El amor destella como el fuego
con la llama más intensa.
7 Las muchas aguas no pueden apagar el amor,
ni los ríos pueden ahogarlo.
Si un hombre tratara de comprar amor
con toda su fortuna,
su oferta sería totalmente rechazada.
Los hermanos de la joven
8 Tenemos una hermanita
demasiado joven para tener pechos.
¿Qué haremos con nuestra hermana
si alguien pide casarse con ella?
9 Si es virgen como un muro,
la protegeremos con una torre de plata;
pero si es promiscua como una puerta que gira,
le trabaremos la puerta con una barra de cedro.
La joven
10 Yo era virgen como un muro,
ahora mis pechos son como torres.
Cuando mi amante me mira
se deleita con lo que ve.
11 Salomón tiene un viñedo en Baal-hamón
y lo renta a arrendatarios.
Cada uno de ellos paga mil monedas de plata
por cosechar la fruta.
12 Sin embargo, yo soy la dueña de mi viñedo y yo decido a quién dárselo,
y Salomón no tiene que pagar mil monedas de plata;
pero yo daré doscientas monedas
a quienes cuiden de sus vides.
El joven
13 Amada mía, tú que te entretienes en los jardines,
tus compañeros tienen la dicha de oír tu voz.
¡Déjame oírla también!
La joven
14 ¡Ven conmigo, mi amor! Sé como una gacela,
o como un venado joven sobre los montes de especias.
Ofrenda para los cristianos de Jerusalén
9 En realidad, no necesito escribirles acerca del ministerio de ofrendar para los creyentes de Jerusalén.[a] 2 Pues sé lo deseosos que están de ayudar, y me estuve jactando en las iglesias de Macedonia de que ustedes, los de Grecia,[b] hace un año estuvieron dispuestos a enviar una ofrenda. De hecho, fue su entusiasmo lo que fomentó que muchos de los creyentes macedonios comenzaran a dar.
3 Les envío a estos hermanos para estar seguro de que ustedes realmente están listos—como les he estado diciendo a ellos—y que ya tienen todo el dinero reunido. No quiero estar equivocado al jactarme de ustedes. 4 Sería vergonzoso para nosotros—ni hablar de la vergüenza que significaría para ustedes—si algunos creyentes macedonios llegaran conmigo y encontraran que ustedes no están preparados ¡después de todo lo que les hablé de ustedes! 5 Así que pensé que debería enviarles a estos hermanos primero, a fin de estar seguro de que tienen lista la ofrenda que prometieron; pero quiero que sea una ofrenda voluntaria, no una ofrenda dada de mala gana.
6 Recuerden lo siguiente: un agricultor que siembra solo unas cuantas semillas obtendrá una cosecha pequeña. Pero el que siembra abundantemente obtendrá una cosecha abundante. 7 Cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; y no den de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría»[c]. 8 Y Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten. Entonces siempre tendrán todo lo necesario y habrá bastante de sobra para compartir con otros. 9 Como dicen las Escrituras:
«Comparten con libertad y dan con generosidad a los pobres.
Sus buenas acciones serán recordadas para siempre»[d].
10 Pues es Dios quien provee la semilla al agricultor y luego el pan para comer. De la misma manera, él proveerá y aumentará los recursos de ustedes y luego producirá una gran cosecha de generosidad[e] en ustedes.
11 Efectivamente, serán enriquecidos en todo sentido para que siempre puedan ser generosos; y cuando llevemos sus ofrendas a los que las necesitan, ellos darán gracias a Dios. 12 Entonces dos cosas buenas resultarán del ministerio de dar: se satisfarán las necesidades de los creyentes de Jerusalén[f] y ellos expresarán con alegría su agradecimiento a Dios.
13 Como resultado del ministerio de ustedes, ellos darán la gloria a Dios. Pues la generosidad de ustedes tanto hacia ellos como a todos los creyentes demostrará que son obedientes a la Buena Noticia de Cristo. 14 Y ellos orarán por ustedes con un profundo cariño debido a la desbordante gracia que Dios les ha dado a ustedes. 15 ¡Gracias a Dios por este don[g] que es tan maravilloso que no puede describirse con palabras!
Para el director del coro: salmo de David, cuando el profeta Natán fue a verlo después que cometió adulterio con Betsabé.
51 Ten misericordia de mí, oh Dios,
debido a tu amor inagotable;
a causa de tu gran compasión,
borra la mancha de mis pecados.
2 Lávame de la culpa hasta que quede limpio
y purifícame de mis pecados.
3 Pues reconozco mis rebeliones;
día y noche me persiguen.
4 Contra ti y solo contra ti he pecado;
he hecho lo que es malo ante tus ojos.
Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices
y que tu juicio contra mí es justo.[a]
5 Pues soy pecador de nacimiento,
así es, desde el momento en que me concibió mi madre.
6 Pero tú deseas honradez desde el vientre[b]
y aun allí me enseñas sabiduría.
7 Purifícame de mis pecados,[c] y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 Devuélveme la alegría;
deja que me goce
ahora que me has quebrantado.
9 No sigas mirando mis pecados;
quita la mancha de mi culpa.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
11 No me expulses de tu presencia
y no me quites tu Espíritu Santo.[d]
12 Restaura en mí la alegría de tu salvación
y haz que esté dispuesto a obedecerte.
13 Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y ellos se volverán a ti.
14 Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva;
entonces con alegría cantaré de tu perdón.
15 Desata mis labios, oh Señor,
para que mi boca pueda alabarte.
16 Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno.
Tampoco quieres una ofrenda quemada.
17 El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado;
tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
18 Mira a Sion con tu favor y ayúdala;
reconstruye las murallas de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios ofrecidos con un espíritu correcto,
con ofrendas quemadas y ofrendas quemadas enteras.
Entonces volverán a sacrificarse toros sobre tu altar.
24 No te hagas amigo de la gente irritable,
ni te juntes con los que pierden los estribos con facilidad,
25 porque aprenderás a ser como ellos
y pondrás en peligro tu alma.
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