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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Ezequiel 7-9

Ya viene el fin

Después recibí este mensaje del Señor: «Hijo de hombre, esto dice el Señor Soberano a Israel:

»¡Ya llegó el fin!
    Dondequiera que mires
—al oriente, al occidente, al norte o al sur—
    tu tierra está acabada.
No queda esperanza,
    porque desataré mi enojo contra ti.
Te llamaré a rendir cuentas
    de todos tus pecados detestables.
Miraré para otro lado y no te tendré compasión.
    Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables.
Entonces sabrás que yo soy el Señor.

»Esto dice el Señor Soberano:
¡Desastre tras desastre
    se te acerca!
El fin ha llegado.
    Finalmente llegó.
    ¡Te espera la condenación final!
Oh pueblo de Israel, ya amanece el día de tu destrucción.
    Ha llegado la hora; está cerca el día de dificultad.
En las montañas se oirán gritos de angustia;
    no serán gritos de alegría.
Pronto derramaré mi furia sobre ti,
    y contra ti desataré mi enojo.
Te llamaré a rendir cuentas
    de todos tus pecados detestables.
Miraré para otro lado y no te tendré compasión.
    Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables.
Entonces sabrás que soy yo, el Señor,
    quien da el golpe.

10 »¡El día del juicio ha llegado;
    tu destrucción está a la puerta!
La perversidad y la soberbia de la gente
    han florecido en pleno.
11 La violencia de ellos se ha transformado en una vara
    que los azotará por su perversidad.
Ninguno de esos orgullosos y perversos sobrevivirá.
    Toda su riqueza y prestigio se esfumará.
12 Sí, ha llegado la hora;
    ¡este es el día!
Que los comerciantes no se alegren por las ofertas,
    ni los vendedores lamenten sus pérdidas,
porque todos ellos caerán
    bajo mi enojo terrible.
13 Aunque los mercaderes sobrevivan,
    jamás regresarán a sus negocios.
Pues lo que Dios ha dicho se aplica a todos sin excepción;
    ¡no se cambiará!
Ninguna persona que viva descarriada por el pecado
    se recuperará jamás.

Desolación de Israel

14 »Suena la trompeta para movilizar al ejército de Israel,
    pero nadie presta atención,
    porque me he enfurecido contra todos ellos.
15 Fuera de la ciudad hay guerra,
    y dentro de la ciudad, enfermedades y hambre.
Los que estén fuera de las murallas de la ciudad
    morirán al filo de las espadas enemigas.
Los que estén dentro de la ciudad
    morirán de hambre y enfermedades.
16 Los sobrevivientes que escapen hacia las montañas
    gemirán como palomas, sollozando por sus pecados.
17 Sus manos colgarán sin fuerza;
    las rodillas les quedarán débiles como el agua.
18 Se vestirán de tela áspera;
    el horror y la vergüenza los cubrirán.
Se afeitarán la cabeza
    en señal de dolor y remordimiento.

19 »Arrojarán su dinero a la calle;
    lo tirarán como si fuera basura.
Ni su plata ni su oro los salvará
    cuando llegue ese día del enojo del Señor.
No los saciarán ni los alimentarán,
    porque su avaricia solo los hace tropezar.
20 Estaban orgullosos de sus hermosas joyas
    y con ellas hicieron ídolos detestables e imágenes repugnantes.
Por lo tanto, haré que todas sus riquezas
    les resulten asquerosas.
21 Se las daré a los extranjeros como botín,
    a las naciones más perversas,
    y ellas las profanarán.
22 Apartaré mis ojos de ellos
    cuando esos ladrones invadan y profanen mi preciosa tierra.

23 »Prepara cadenas para mi pueblo,
    porque la tierra está ensangrentada por crímenes terribles.
    Jerusalén está llena de violencia.
24 Traeré a las naciones más despiadadas
    para que se apoderen de sus casas.
Derrumbaré sus orgullosas fortalezas
    y haré que se profanen sus santuarios.
25 El terror y el temblor se apoderarán de mi pueblo.
    Buscarán paz, pero no la encontrarán.
26 Habrá calamidad tras calamidad;
    un rumor seguirá a otro rumor.
En vano buscarán
    una visión de los profetas.
No recibirán enseñanza de los sacerdotes
    ni consejo de los líderes.
27 El rey y el príncipe quedarán indefensos,
    sollozando de desesperación,
y las manos de la gente
    temblarán de miedo.
Los haré pasar por la misma maldad
    que ellos causaron a otros,
y recibirán el castigo
    que tanto merecen.
¡Entonces sabrán que yo soy el Señor!».

Idolatría en el templo

Después, el 17 de septiembre,[a] durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí. Vi una figura con apariencia de hombre.[b] De lo que parecía ser su cintura para abajo, parecía una llama encendida. De la cintura para arriba, tenía aspecto de ámbar reluciente.[c] Extendió algo que parecía ser una mano y me tomó del cabello. Luego el Espíritu me elevó al cielo y me transportó a Jerusalén en una visión que procedía de Dios. Me llevó a la puerta norte del atrio interior del templo, donde hay un ídolo grande que ha provocado los celos del Señor. De pronto, estaba allí la gloria del Dios de Israel, tal como yo la había visto antes en el valle.

Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, mira hacia el norte». Así que miré hacia el norte y, junto a la entrada de la puerta que está cerca del altar, estaba el ídolo que tanto había provocado los celos del Señor.

«Hijo de hombre—me dijo—, ¿ves lo que hacen? ¿Ves los pecados detestables que cometen los israelitas para sacarme de mi templo? ¡Pero ven y verás pecados aún más detestables que estos!». Luego me llevó a la puerta del atrio del templo, donde pude ver un hueco en el muro. Me dijo: «Ahora, hijo de hombre, cava en el muro». Entonces cavé en el muro y hallé una entrada escondida.

«¡Entra—me dijo—, y mira los pecados perversos y detestables que cometen ahí!». 10 Entonces entré y vi las paredes cubiertas con grabados de toda clase de reptiles y criaturas detestables. También vi los diversos ídolos[d] a los que rendía culto el pueblo de Israel. 11 Allí había de pie setenta líderes de Israel y en el centro estaba Jaazanías, hijo de Safán. Todos tenían en la mano un recipiente para quemar incienso y de cada recipiente se elevaba una nube de incienso por encima de sus cabezas.

12 Entonces el Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto lo que los líderes de Israel hacen con sus ídolos en los rincones oscuros? Dicen: “¡El Señor no nos ve; él ha abandonado nuestra tierra!”». 13 Entonces el Señor agregó: «¡Ven y te mostraré pecados aún más detestables que estos!».

14 Así que me llevó a la puerta norte del templo del Señor; allí estaban sentadas algunas mujeres, sollozando por el dios Tamuz. 15 «¿Has visto esto?—me preguntó—. ¡Pero te mostraré pecados aún más detestables!».

16 Entonces me llevó al atrio interior del templo del Señor. En la entrada del santuario, entre la antesala y el altar de bronce, había unos veinticinco hombres de espaldas al santuario del Señor. ¡Estaban inclinados hacia el oriente, rindiendo culto al sol!

17 «¿Ves esto, hijo de hombre?—me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mí y provocan mi enojo? 18 Por lo tanto, responderé con furia. No les tendré compasión ni les perdonaré la vida y por más que clamen por misericordia, no los escucharé».

Masacre de los idólatras

Entonces el Señor dijo con voz de trueno: «¡Traigan a los hombres designados para castigar la ciudad! ¡Díganles que vengan con sus armas!». Pronto entraron seis hombres por la puerta superior que da al norte y cada uno llevaba un arma mortal en la mano. Con ellos había un hombre vestido de lino, que llevaba un estuche de escriba en la cintura. Todos se dirigieron al atrio del templo y se pusieron de pie junto al altar de bronce.

Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de entre los querubines, donde había reposado, y se movió hacia la entrada del templo. Luego el Señor llamó al hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba. Le dijo: «Recorre las calles de Jerusalén y pon una marca en la frente de todos los que lloren y suspiren por los pecados detestables que se cometen en la ciudad».

Luego oí al Señor decir a los demás hombres: «Síganlo por toda la ciudad y maten a todos los que no tengan la marca en la frente. ¡No tengan compasión! ¡No tengan lástima de nadie! Mátenlos a todos: ancianos, jóvenes, muchachas, mujeres y niños. Sin embargo, no toquen a ninguno que tenga la marca. Comiencen aquí mismo, en el templo». Entonces ellos comenzaron matando a los setenta líderes.

«¡Contaminen el templo!—mandó el Señor—. Llenen los atrios con cadáveres. ¡Vayan!». Entonces ellos salieron y comenzaron la masacre por toda la ciudad.

Mientras mataban a la gente, yo me quedé solo. Caí con el rostro en tierra y clamé:

—¡Oh Señor Soberano! ¿Acaso tu furia contra Jerusalén destruirá a todos los que queden en Israel?

Me contestó:

—Los pecados del pueblo de Israel y Judá son muy, pero muy grandes. La tierra está llena de homicidios; la ciudad está colmada de injusticia. Ellos dicen: “¡El Señor no lo ve! ¡El Señor ha abandonado esta tierra!”. 10 Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.

11 Luego regresó el hombre vestido de lino, que llevaba el estuche de escriba, e informó: «Ya hice lo que me ordenaste».

Hebreos 5

Todo sumo sacerdote es un hombre escogido para representar a otras personas en su trato con Dios. Él presenta a Dios las ofrendas de esas personas y ofrece sacrificios por los pecados. Y puede tratar con paciencia a los ignorantes y descarriados, porque él también está sujeto a las mismas debilidades. Por esa razón, debe ofrecer sacrificios tanto por sus propios pecados como por los del pueblo.

Y nadie puede llegar a ser sumo sacerdote solo porque desee tener ese honor. Tiene que ser llamado por Dios para ese trabajo, como sucedió con Aarón. Por eso, Cristo no se honró a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino que fue elegido por Dios, quien le dijo:

«Tú eres mi Hijo.
    Hoy he llegado a ser tu Padre[a]».

Y en otro pasaje Dios le dijo:

«Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec»[b].

Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía. Aunque era Hijo de Dios, Jesús aprendió obediencia por las cosas que sufrió. De ese modo, Dios lo hizo apto para ser el Sumo Sacerdote perfecto, y Jesús llegó a ser la fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen. 10 Y Dios lo designó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

Un llamado al crecimiento espiritual

11 Nos gustaría decir mucho más sobre este tema, pero es difícil de explicar, sobre todo porque ustedes son torpes espiritualmente y tal parece que no escuchan. 12 Hace tanto que son creyentes que ya deberían estar enseñando a otros. En cambio, necesitan que alguien vuelva a enseñarles las cosas básicas de la palabra de Dios.[c] Son como niños pequeños que necesitan leche y no pueden comer alimento sólido. 13 Pues el que se alimenta de leche sigue siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto. 14 El alimento sólido es para los que son maduros, los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir entre lo bueno y lo malo.

Salmos 105:1-15

105 Den gracias al Señor y proclamen su grandeza;
    que todo el mundo sepa lo que él ha hecho.
Canten a él; sí, cántenle alabanzas.
    Cuéntenle a todo el mundo acerca de sus obras maravillosas.
Regocíjense por su santo nombre;
    alégrense ustedes, los que adoran al Señor.
Busquen al Señor y a su fuerza;
    búsquenlo continuamente.
Recuerden las maravillas y los milagros que ha realizado,
    y los decretos que ha dictado,
ustedes, hijos de su siervo Abraham,
    descendientes de Jacob, los elegidos de Dios.

Él es el Señor nuestro Dios;
    su justicia se ve por toda la tierra.
Siempre se atiene a su pacto,
    al compromiso que adquirió con mil generaciones.
Es el pacto que hizo con Abraham
    y el juramento que le hizo a Isaac.
10 Se lo confirmó a Jacob como un decreto
    y al pueblo de Israel como un pacto eterno:
11 «Te daré la tierra de Canaán
    como tu preciada posesión».

12 Eso lo dijo cuando eran unos pocos,
    un pequeño grupo de extranjeros en Canaán.
13 Anduvieron de nación en nación,
    de un reino a otro.
14 Sin embargo, él no permitió que nadie los oprimiera.
    A favor de ellos, les advirtió a los reyes:
15 «No toquen a mi pueblo elegido
    ni hagan daño a mis profetas».

Proverbios 26:28

28 La lengua mentirosa odia a sus víctimas,
    y las palabras aduladoras llevan a la ruina.

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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