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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Contemporánea (RVC)
Version
1 Reyes 16:21 - 2 Reyes 4:37

Reinado de Omri

21 Pero el pueblo de Israel se dividió, porque una parte de ellos quería que el rey fuera Tibni hijo de Ginat, mientras que la otra parte prefería a Omri. 22 Los que apoyaban a Omri vencieron a los partidarios de Tibni, y Tibni murió y Omri ascendió al trono. 23 Comenzó a reinar sobre Israel cuando el rey Asa de Judá llevaba treinta y un años de reinar sobre Judá, y reinó durante doce años, seis de los cuales reinó en Tirsa. 24 A Semer, Omri le compró el monte de Samaria a cambio de sesenta y seis kilos de plata, y allí en ese monte edificó la ciudad de Samaria, a la que llamó así en recuerdo de Semer, el dueño de ese monte.

25 Pero Omri hizo lo malo a los ojos del Señor. Su pecado fue peor que el de los reyes anteriores, 26 pues siguió los malos pasos de Jeroboán hijo de Nabat e hizo pecar al pueblo de Israel, pues con sus ídolos provocó el enojo del Señor, Dios de Israel.

27 Todos los hechos de Omri, y sus hazañas militares, se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 28 Y Omri fue a reunirse con sus antepasados, y fue sepultado en Samaria. En su lugar reinó su hijo Ajab.

Reinado de Ajab

29 Ajab hijo de Omri comenzó a reinar sobre Israel cuando el rey Asa tenía treinta y ocho años de reinar sobre Judá. 30 Ajab reinó veintidós años sobre Israel en Samaria, pero a los ojos del Señor sus hechos fueron peores que los de todos los que reinaron antes de él. 31 Se le hizo fácil seguir los malos pasos de Jeroboán hijo de Nabat y tomar por esposa a Jezabel, la hija del rey Etbaal de Sidón; además, adoró y sirvió a Baal, 32 y hasta le construyó un altar y le dedicó un templo en Samaria. 33 Además, hizo una imagen de Asera, con lo que su maldad superó a la de los reyes anteriores a él y provocó la ira del Señor, Dios de Israel.

34 En ese tiempo, Jiel de Betel reconstruyó la ciudad de Jericó. El precio que pagó por echar los cimientos fue la vida de Abirán, su hijo primogénito, y el precio que pagó por ponerle portones a la ciudad fue la vida de Segub, su hijo menor. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio de Josué hijo de Nun.(A)

Elías predice la sequía

17 Elías, un tisbita que vivía en Galaad, fue a decirle a Ajab:

«Vive el Señor, Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que en los años que vienen no va a llover, y ni siquiera va a caer rocío, a menos que yo lo diga.»(B)

Además, la palabra del Señor vino a Elías y le dijo:

«Sal de este lugar y vete al oriente; escóndete allí, cerca del arroyo de Querit, frente al río Jordán. Saciarás tu sed en el arroyo, y ya he mandado a los cuervos que te lleven de comer.»

Elías fue obediente a la palabra del Señor, y se fue a vivir cerca del arroyo de Querit, frente al río Jordán. Los cuervos llegaban por la mañana y por la tarde, y le llevaban pan y carne, y él bebía agua del arroyo. Pero después de algunos días el arroyo se secó, porque no había llovido sobre la tierra.

Elías y la viuda de Sarepta

La palabra del Señor vino a Elías y le dijo:

«Deja este lugar y vete a vivir por algún tiempo en Sarepta de Sidón. Ya he dispuesto que una viuda que allí vive te dé de comer.»(C)

10 Elías abandonó ese lugar y partió a Sarepta. Cuando llegó a la entrada de la ciudad, vio a una mujer que recogía leña. Era viuda. Elías la llamó y le dijo:

«Te ruego que me des a beber un vaso de agua.»

11 Ya iba la mujer por el agua, cuando Elías la llamó y le dijo:

«También te ruego que me traigas un poco de pan.»

12 Pero ella le respondió:

«Te juro por el Señor, tu Dios, que no he cocido pan. Sólo me queda un poco de harina en la tinaja, y unas gotas de aceite en una vasija. Con los leños que me viste recoger, voy a cocer el último pan para mi hijo y para mí. Después de comerlo, nos dejaremos morir.»

13 Pero Elías le dijo:

«No tengas miedo. Ve y haz lo que quieres hacer, pero antes cuece una pequeña torta bajo el rescoldo, y tráemela; después cocerás pan para ti y para tu hijo. 14 El Señor, el Dios de Israel, me ha dicho: “No va a faltar harina en la tinaja, ni va a disminuir el aceite de la vasija, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.”»

15 La viuda hizo lo que Elías le dijo, y los tres comieron durante muchos días. 16 Y tal y como el Señor se lo prometió a Elías, no faltó harina en la tinaja ni bajó de nivel el aceite en la vasija.

17 Pero, un día, el hijo de la viuda cayó gravemente enfermo y se murió. 18 Entonces ella le dijo al profeta:

«¿Qué tengo yo que ver contigo, varón de Dios? ¿Has venido a hacerme recordar mis pecados, y a hacer que mi hijo se muera?»

19 Y Elías le dijo:

«Déjame ver a tu hijo.»

Y se lo quitó de los brazos, y lo llevó al lugar donde él dormía, y lo recostó sobre su cama; 20 luego, clamó al Señor y le dijo:

«Señor, mi Dios, ¿acaso a la viuda que me hospedó en su casa, y que me dio de comer, vas a afligirla dejando morir a su hijo?»

21 Dicho esto, se tendió sobre el niño tres veces, mientras clamaba al Señor con estas palabras:

«Señor y Dios mío, te ruego que le devuelvas la vida a este niño.»

22 El Señor oyó su petición, y el alma del niño volvió a su cuerpo, y el niño recobró la vida. 23 Entonces el profeta tomó al niño y lo llevó con su madre, y le dijo:

«Mira, ¡tu hijo está vivo!»

24 Entonces la mujer le dijo:

«Hoy he comprobado que tú eres un varón de Dios, y que en tus labios la palabra del Señor se hace verdad.»

Elías regresa a ver a Ajab

18 El tiempo pasó, y tres años después la palabra del Señor vino a Elías y le dijo:

«Ve y preséntate ante Ajab. Voy a hacer que llueva sobre la tierra.»

Elías se puso en marcha para hablar con Ajab. El hambre que azotaba a Samaria era terrible. Ese día el rey llamó a Abdías, su administrador. Abdías era un hombre profundamente temeroso del Señor, pues cuando Jezabel mandó matar a los profetas del Señor, Abdías salvó a cien de ellos; formó dos grupos de cincuenta profetas, y los escondió en cuevas y les proveyó pan y agua. Ajab le dijo a Abdías:

«Ve a recorrer todo el país. Busca manantiales con agua, y arroyos. Tal vez encontremos un poco de pasto para mantener vivos a los caballos y a las mulas. De lo contrario, nos quedaremos sin bestias.»

Para recorrer el país, lo dividieron en dos partes; Ajab se fue por un lado, y Abdías se fue por otro. En el camino, Abdías se encontró con Elías y, cuando lo reconoció, se inclinó de cara al suelo y le preguntó:

«¿Acaso no eres tú mi señor Elías?»

Y Elías respondió:

«Sí, yo soy Elías. Ve y dile a tu amo que aquí estoy.»

Pero Abdías le preguntó:

«¿Cuál es mi pecado? ¿Por qué quieres entregar a este siervo tuyo? Si caigo en manos de Ajab, ¡me matará! 10 Te juro por el Señor, tu Dios, que mi amo no ha dejado de buscarte por todos los reinos y naciones, pero siempre le dicen que allí no estás. Y Ajab los ha obligado a jurar que en verdad no te han visto. 11 ¡Y ahora vienes tú y me ordenas que vaya y le diga al rey: “¡Aquí está Elías!” 12 ¿Sabes qué va a pasar? Que cuando yo vaya y le dé la noticia al rey, el espíritu del Señor te llevará a otro lugar que yo no conozca; y cuando el rey venga a buscarte, si no te halla, ¡seguramente me matará! Este siervo tuyo teme al Señor desde que era joven. 13 ¿Acaso no te han dicho, mi señor, que cuando Jezabel estaba matando a los profetas del Señor, yo escondí a cien de ellos? A cincuenta los puse en una cueva, y a los otros cincuenta los puse en otra, y los alimenté con pan y agua. 14 ¡Y ahora vienes tú y me ordenas que vaya y le diga a mi amo que estás aquí! ¿Acaso quieres que me mate?»

15 Entonces Elías le dijo:

«Te juro por el Señor de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que hoy mismo me presentaré ante tu amo.»

16 Entonces Abdías fue en busca de Ajab, y cuando lo encontró le dijo que el profeta Elías estaba allí, y Ajab vino al encuentro de Elías. 17 Cuando lo vio, dijo:

«¿Qué, no eres tú el que anda perturbando a Israel?»

18 Y Elías le respondió:

«Yo no ando perturbando a Israel. Lo perturban tú y la familia de tu padre, al apartarse de los mandamientos del Señor y seguir a las imágenes de Baal. 19 Pero ordena ahora que todo el pueblo se reúna en el monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera que Jezabel alimenta.»

Elías y los profetas de Baal

20 Ajab reunió en el monte Carmelo a todos los israelitas y a los profetas. 21 Entonces Elías se paró frente a todo el pueblo, y dijo:

«¿Hasta cuándo van a estar titubeando entre dos sentimientos? Si el Señor es Dios, síganlo a él; pero si piensan que Baal es Dios, entonces vayan tras él.»

Y como el pueblo se quedó callado, 22 Elías volvió a decirles:

«De todos los profetas del Señor, sólo yo he quedado; en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas. 23 Pero traigan dos toros: uno para los profetas de Baal, y otro para mí. Que corten ellos en pedazos el suyo y lo pongan sobre la leña, pero sin prenderle fuego; por mi parte, yo también cortaré en pedazos mi toro, y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. 24 Ustedes van a invocar el nombre de sus dioses, y yo también invocaré el nombre del Señor; y el Dios que responda y envíe fuego sobre el altar, que sea reconocido como el verdadero Dios.»

Como todo el pueblo aceptó la propuesta, 25 Elías dijo a los profetas de Baal:

«Como ustedes son más, escojan uno de los toros y córtenlo en pedazos. Pero no le prendan fuego. Invoquen entonces a sus dioses.»

26 Los profetas tomaron el toro que se les dio y lo prepararon, y luego invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía. Decían: «¡Baal, respóndenos!» Pero aunque saltaban alrededor del altar, el silencio era total. 27 Hacía el mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos, y les decía:

«¡Griten más fuerte! Recuerden que es un dios. Tal vez estará meditando; o se encontrará ocupado; ¡o se habrá ido a otro lugar! ¡Tal vez esté dormido, y ustedes tengan que despertarlo!»

28 Ellos gritaban más fuerte, mientras se hacían cortaduras en el cuerpo con cuchillos y con puntas de lanzas, hasta que la sangre les bañaba el cuerpo. 29 Pero pasó el mediodía y los profetas seguían gritando, como en trance, hasta la hora en que se tenía que ofrecer el sacrificio, y no se escuchaba una sola voz; ¡el silencio era total!

30 Entonces Elías llamó a todo el pueblo, y les pidió que se acercaran a él. En cuanto el pueblo se acercó, él se puso a arreglar el altar del Señor, que estaba en ruinas; 31 tomó doce piedras, una por cada tribu de los hijos de Jacob, a quien el Señor le cambió el nombre y le dijo: «Tu nombre(D) será Israel.» 32 Con las doce piedras edificó un altar en honor al nombre del Señor, luego hizo una zanja alrededor del altar, en donde cupieran dos medidas de grano, 33 preparó la leña y destazó el toro, y lo puso sobre la leña; 34 entonces pidió que llenaran cuatro cántaros con agua, y que la derramaran sobre el toro y sobre la leña, y aún pidió que volvieran a mojar el altar. Esto lo hicieron una y otra vez, 35 ¡y el agua corría alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua!

36 Cuando llegó el momento de ofrecer el sacrificio, Elías se acercó al altar y dijo:

«Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer. 37 ¡Respóndeme, Señor, respóndeme! ¡Que tu pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que tú harás que su corazón se vuelva a ti!»

38 En ese momento cayó fuego de parte del Señor, y consumió el toro que allí se ofrecía, y la leña, las piedras, y hasta el polvo, ¡y aun secó el agua que inundaba la zanja! 39 Cuando todos vieron esto, se arrodillaron y exclamaron:

«¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!»

40 Entonces Elías ordenó:

«¡Capturen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!»

Y el pueblo los capturó, y Elías los llevó al arroyo de Cisón y allí les cortó la cabeza.

Elías ora por lluvia

41 Luego, Elías le dijo a Ajab:

«Regresa ya a tu palacio, y come y bebe, que viene una gran tormenta.»

42 El rey se fue a comer y beber, mientras que Elías subió a la cumbre del monte Carmelo. Allí se postró en tierra y hundió la cabeza entre las rodillas. 43 Luego le dijo a su criado:

«Sube más arriba, y mira hacia el mar.»

El criado subió, miró el mar y bajó a decir que no se veía nada; pero el profeta le ordenó que regresara siete veces más y mirara. 44 A la séptima vez, el criado dijo:

«Veo que del mar se levanta una nube, pequeña como la palma de una mano.»

Entonces Elías le dijo:

«Corre y dile a Ajab que prepare su carro y se vaya, para que no lo ataje la tormenta.»

45 Mientras Elías decía esto al criado, los cielos se llenaron de nubarrones, y comenzó a soplar un fuerte viento, y se desató una gran tormenta.(E) Ajab partió de allí, y se fue a Jezrel, 46 pero el poder del Señor estuvo con Elías, quien se ajustó la ropa y echó a correr, y llegó a Jezrel antes que el carro de Ajab.

Elías huye a Horeb

19 Cuando Ajab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había degollado a los profetas de Baal, Jezabel mandó un mensajero a Elías, a que le dijera:

«¡Que los dioses me castiguen, y más aún, si mañana a esta misma hora no te he cortado la cabeza como lo hiciste tú con los profetas de Baal.»

Al verse en peligro, Elías huyó para ponerse a salvo. Se fue a Berseba, en la región de Judá, y allí dejó a su criado. Se internó en el desierto y, después de caminar todo un día, se sentó a descansar debajo de un enebro. Con deseos de morirse, exclamó:

«Señor, ¡ya no puedo más! ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados!»

Se recostó entonces bajo la sombra del enebro, y se quedó dormido. Más tarde, un ángel vino y lo despertó. Le dijo:

«Levántate, y come.»

Cuando Elías se sentó, vio cerca de su cabecera un pan que se cocía sobre las brasas y una vasija con agua. Comió y bebió, y se volvió a dormir. Pero el ángel del Señor volvió por segunda vez, lo despertó y le dijo:

«Levántate y come, que todavía tienes un largo camino por recorrer.»

Elías comió y bebió y recuperó sus fuerzas, y con aquella comida pudo caminar durante cuarenta días con sus noches, hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. Buscó una cueva donde pasar la noche, y allí el Señor le dijo:

«¿Qué haces aquí, Elías?»

10 Y Elías respondió:

«Es muy grande mi amor por ti, Señor, Dios de las ejércitos. Los israelitas se han olvidado de tu pacto, han destruido tus altares, han matado a tus profetas, ¡y sólo quedo yo! Pero me andan buscando para quitarme la vida.»(F)

11 Entonces el Señor le dijo:

«Sal de tu cueva y espérame en el monte, delante de mí.»

Elías pudo sentir que el Señor estaba pasando, porque se desató un viento poderoso que a su paso desgajaba los montes y partía las rocas. Pero el Señor no estaba en el huracán. Tras el viento vino un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto vino un fuego. Pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Luego vino un silvo apacible y delicado, 13 y cuando Elías lo percibió, se cubrió el rostro con su manto y se quedó a la entrada de la cueva; entonces escuchó una voz que le preguntaba:

«¿Qué haces aquí, Elías?»

14 Y Elías respondió:

«Es muy grande mi amor por ti, Señor, Dios de los ejércitos. Los israelitas se han apartado de tu pacto, han destruido tus altares, han matado a tus profetas, ¡y sólo quedo yo! ¡Pero me andan buscando para quitarme la vida!»(G)

15 El Señor le dijo:

«Regresa por donde viniste, y ve por el desierto camino a Damasco. Cuando llegues allá, busca a Jazael y úngelo como rey de Siria.(H) 16 Luego busca a Jehú hijo de Nimsi, y úngelo como rey de Israel;(I) y a Eliseo hijo de Safat, del pueblo de Abel Meholá, úngelo para que ocupe tu lugar como profeta. 17 Si alguien escapa de la espada de Jazael, Jehú lo matará; y si alguien escapa de la espada de Jehú, Eliseo se encargará de que muera. 18 Yo voy a hacer que queden siete mil israelitas que nunca se arrodillaron ante Baal,(J) ni jamás besaron su estatua.»

Llamamiento de Eliseo

19 Cuando Elías salió de la cueva para dirigirse a Damasco, en el camino se encontró con Eliseo hijo de Safat, que estaba arando el campo con doce yuntas; él llevaba la última. Cuando Elías pasó cerca de él, echó sobre él su manto. 20 Entonces Eliseo dejó la yunta y corrió tras Elías, pero le dijo:

«Permíteme despedirme de mi padre y de mi madre y besarlos; después de eso te seguiré.»

Y Elías le respondió:

«Puedes ir. Yo no te lo voy a impedir.»

21 Entonces Eliseo fue a su casa, tomó un par de bueyes y los mató. Con la leña del arado coció la carne, e invitó al pueblo al banquete. Después se levantó y se fue tras Elías, y se dedicó a servirle.

Ajab derrota a los sirios

20 Un día el rey Ben Adad de Siria reunió a todo su ejército, y convocó a treinta y dos reyes aliados con su caballería y sus carros de combate, y se dirigió a Samaria para atacarla, y la sitió. Envió mensajeros al rey Ajab, que estaba en la ciudad, a que le dijeran:

«El rey Ben Adad te manda decir: “Tu plata y tu oro me pertenecen, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos.”»

El rey de Israel le respondió:

«¡Por supuesto! ¡Todo lo que tengo le pertenece a Su Majestad!»

Los mensajeros volvieron a hablar con Ajab, y le dijeron:

«El rey Ben Adad ha dicho: “He mandado a decirte que vas a entregarme tu plata y tu oro, lo mismo que tus mujeres y tus hijos. Prepárate, porque mañana a esta misma hora van a llegar mis siervos a registrar tu palacio y las casas de tus oficiales, y se llevarán todo lo que tengas de valor.”»

El rey de Israel convocó entonces a todos los ancianos del país, y les dijo:

«¿Se dan cuenta de que ese rey está buscando perjudicarme? Me pidió que le entregara mis tesoros de plata y de oro, y hasta mis mujeres y mis hijos, ¡y no se los negué!»

Los ancianos y todo el pueblo le aconsejaron:

«No le hagas caso. No hagas lo que te pide.»

Entonces Ajab respondió a los embajadores:

«Digan a Su Majestad que voy a hacer lo que me pidió la primera vez. Pero esto otro no lo voy a hacer.»

Los embajadores llevaron la respuesta a su rey, 10 y una vez más Ben Adad mandó a decirle:

«¡Que los dioses me castiguen duramente, y más aún, si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis ejércitos se lleven un puñado de sus ruinas!»

11 Y el rey de Israel le respondió:

«Díganle a su rey que una cosa es ceñirse la espada, y otra muy distinta volver victorioso del campo de batalla.»

12 Cuando Ben Adad recibió la respuesta de Ajab, estaba en su campamento bebiendo con los demás reyes, y al instante ordenó a sus oficiales que se prepararan para atacar la ciudad. 13 Pero un profeta fue a ver al rey Ajab de Israel, y le dijo:

«Así ha dicho el Señor: “¿Ves esta gran muchedumbre? Hoy mismo voy a entregarla en tus manos, para que reconozcas que yo soy el Señor.”»

14 Y Ajab le preguntó:

«¿Y quién me ayudará a derrotarlos?»

Y el profeta respondió:

«Así ha dicho el Señor: “Te ayudarán los siervos de los jefes de las provincias.”»

Pero Ajab volvió a preguntar:

«¿Y quién atacará primero?»

Y el profeta le dijo:

«Tú atacarás primero.»

15 Entonces Ajab pasó revista a los siervos de los jefes de las provincias, y eran doscientos treinta y dos guerreros. Luego pasó revista a todo el ejército israelita, y contó siete mil guerreros. 16 Se pusieron en marcha al mediodía, saliendo de Samaria, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes que lo apoyaban seguían emborrachándose en su campamento. 17 Los primeros en salir de la ciudad fueron los siervos de los jefes de provincia. Pero Ben Adad había puesto espías, que al ver salir soldados de Samaria corrieron a decírselo al rey. 18 Entonces Ben Adad dijo:

«Sea que vengan en son de paz, o que vengan en son de guerra, captúrenlos vivos.»

19 Los siervos de los jefes salieron de la ciudad, y tras ellos salió todo el ejército, 20 y trabaron combate unos contra otros, pero los israelitas hicieron huir a los sirios, y los persiguieron. Entonces el rey Ben Adad de Siria montó en un caballo y escapó acompañado de algunos jinetes. 21 El rey de Israel remató a la caballería, destruyó los carros de combate, y causó grandes estragos entre el ejército sirio.

22 Luego, el profeta se presentó ante Ajab y le dijo:

«Ahora debes reagrupar tus fuerzas y pensar lo que debes hacer, porque dentro de un año el rey de Siria volverá para pelear contra ti.»

23 Por su parte, los oficiales del rey de Siria le dijeron:

«Los dioses de los israelitas nos vencieron porque habitan en los montes; pero si peleamos contra ellos en las llanuras, con toda seguridad los venceremos. 24 Lo que debes hacer es quitarles el mando a los reyes, y poner en su lugar a los oficiales de tu ejército. 25 También debes reponer el ejército que perdiste, jinete por jinete y carro por carro; entonces volveremos a luchar contra los israelitas en las llanuras, y con toda seguridad los venceremos.»

Y el rey siguió el consejo. 26 Un año después, Ben Adad pasó revista al ejército sirio y marchó hasta Afec para pelear contra Israel. 27 También los israelitas pasaron revista, se abastecieron de víveres y marcharon al encuentro de los sirios. Acamparon frente al campamento sirio como si fueran dos pequeños rebaños de cabras; los sirios, en cambio, cubrían toda la llanura. 28 Entonces el varón de Dios fue a ver al rey de Israel y le dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Los sirios creen que yo, el Señor, soy un Dios de los montes pero no un Dios de los valles. Pues para que todos reconozcan mi poder, voy a poner en tus manos a ese ejército tan numeroso. Así reconocerán ustedes que yo soy el Señor.”»

29 Ambos ejércitos acamparon durante siete días en el valle, uno frente al otro, y el séptimo día comenzó la batalla. Ese mismo día, el ejército israelita mató a cien mil soldados sirios de infantería; 30 el resto del ejército sirio huyó y se refugió en la ciudad de Afec, pero la muralla de la ciudad se les vino abajo y sepultó a veintisiete mil soldados que habían logrado escapar. También Ben Adad entró en la ciudad, y para salvarse iba escondiéndose de casa en casa. 31 Entonces sus oficiales le dijeron:

«Hemos sabido que los reyes de Israel son clementes. Si nos vestimos con cilicio y nos ponemos una soga al cuello, y nos presentamos ante el rey, tal vez tenga compasión de ti y te perdone la vida.»

32 Entonces se vistieron de cilicio y se pusieron sogas en el cuello, y fueron a ver al rey. Le dijeron:

«Tu siervo Ben Adad te ruega que le perdones la vida.»

Y Ajab respondió:

«Si el rey vive todavía, entonces es mi hermano.»[a]

33 Los oficiales que fueron a ver al rey Ajab tomaron como buena señal estas palabras, y respondieron:

«Tu hermano Ben Adad está vivo.»

Ajab les dijo:

«Quiero verlo. Vayan por él.»

Ben Adad se presentó entonces ante Ajab, y éste lo invitó a subirse a su carro. 34 Y Ben Adad le dijo a Ajab:

«Hoy te devuelvo las ciudades que mi padre le quitó al tuyo. Toma posesión de Damasco, como mi padre lo hizo con Samaria.»

Y Ajab respondió:

«Éste es un pacto entre tú y yo. Puedes irte.»

35 En ese momento, uno de los profetas le pidió a uno de sus compañeros que lo golpeara, pero su compañero no quiso hacerlo. 36 Entonces aquel profeta le dijo:

«Puesto que no obedeciste a la palabra del Señor, en cuanto me dejes y tomes tu camino, te herirá un león.»

En efecto, cuando ese hombre se separó del profeta, le salió un león en el camino y lo mató. 37 Luego, el profeta vio a otro hombre y le pidió que lo hiriera, y aquel hombre obedeció; le dio un golpe y lo dejó herido. 38 Entonces el profeta se puso una venda sobre los ojos y, con ese disfraz, fue y se enfrentó al rey en el camino. 39 En el momento en que el rey pasaba, el profeta gritó y dijo:

«Este siervo de Su Majestad estaba en medio de la batalla, cuando de pronto se me acercó un soldado, y me entregó a un prisionero y me dijo: “Cuida bien a este prisionero. No lo dejes escapar. Si se escapa, tú me responderás con tu vida, o me pagarás tres mil monedas de plata.” 40 Como yo estaba muy ocupado, haciendo varias cosas, ¡el prisionero se escapó!»

Entonces el rey le dijo:

«Tu sentencia es clara, y tú mismo la has dictado.»

41 En ese momento, el profeta se quitó la venda de los ojos, y el rey se dio cuenta de que se trataba de uno de los profetas. 42 Entonces el profeta le dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Puesto que dejaste al hombre que yo había condenado a muerte, tú morirás en su lugar, y tu pueblo morirá en lugar de su pueblo.”»

43 El rey de Israel siguió su camino, y llegó a Samaria, pero iba triste y enojado.

Ajab y la viña de Nabot

21 Después de estos sucesos, resultó que un hombre llamado Nabot de Jezrel tenía una viña en Samaria, junto al palacio del rey Ajab. Y Ajab habló con Nabot y le dijo:

«Tu viña está cerca de mi palacio. Dámela, a cambio de otra mejor. Quiero plantar allí un huerto de legumbres. Si lo prefieres, te pagaré con dinero lo que valga.»

Pero Nabot le respondió:

«¡Que el Señor me libre de hacer eso! ¡Yo no puedo vender la herencia de mis padres!»

Ajab regresó a su palacio triste y decepcionado porque Nabot le dijo que no podía vender la herencia de sus padres. Y se fue a la cama sin comer y sin querer ver a nadie. Entonces Jezabel, su mujer, entró en su alcoba y, y al verlo triste, le preguntó:

«¿Por qué estás tan desanimado? ¿Por qué no comes?»

Y Ajab le respondió:

«Fui a ver a Nabot de Jezrel, y le pedí que me diera su viña a cambio de otra mejor; o que, si quería dinero, yo se lo pagaría. ¡Pero me dijo que no me daría su viña!»

Entonces Jezabel le preguntó:

«¿Y acaso no eres tú el rey de Israel? ¡Vamos, come y emborráchate! Yo me comprometo a darte la viña de Nabot.

Enseguida, Jezabel escribió cartas a nombre de Ajab, las selló con su anillo, y las envió a los ancianos y a los jefes que vivían en la ciudad de Nabot. Las cartas decían:

«Que se proclame ayuno, y que Nabot comparezca ante el pueblo. 10 Que sean presentados como testigos dos sinvergüenzas, que acusen a Nabot de haber blasfemado contra el Señor y contra el rey. Que sea arrojado a la calle y apedreado hasta que muera.»

11 Y los ancianos, los jefes y el pueblo que allí vivía cumplieron las órdenes de Jezabel, tal y como las había puesto por escrito. 12 El ayuno se promulgó, y se hizo comparecer a Nabot ante el pueblo. 13 Luego llegaron los dos sinvergüenzas y, sentándose frente a Nabot, dijeron:

«Nabot ha blasfemado contra el Señor y contra el rey.»

Dicho esto, lo llevaron fuera de la ciudad, y allí lo apedrearon hasta matarlo. 14 Luego enviaron un mensajero a Jezabel, para que le informara que Nabot había sido apedreado y estaba muerto. 15 Y en cuanto Jezabel lo supo, fue a decirle a Ajab:

«Ve a tomar posesión de la viña que Nabot de Jezrel no te quiso vender. Nabot acaba de morir.»

16 Al enterarse Ajab que Nabot de Jezrel había muerto, fue a la viña y tomó posesión de ella. 17 Pero la palabra del Señor vino a Elías el tisbita, y le dijo:

18 «Ve ahora mismo a Samaria, y busca al rey Ajab. Está en la viña de Nabot, pues ha ido a tomar posesión de ella. 19 Y vas a decirle lo siguiente: “Así ha dicho el Señor: ¿No es verdad que asesinaste a Nabot para quitarle lo que era suyo? Pues así ha dicho el Señor: En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre.”»

20 Pero Ajab le replicó a Elías:

«¡Al fin me has encontrado, enemigo mío!»

Y Elías respondió:

«Te he encontrado porque te has hecho esclavo de la maldad, en la presencia misma del Señor. 21 Pero el Señor te dice: “Voy a castigarte. Voy a barrer hasta el último varón de tu palacio, sea libre o esclavo, como si fueran polvo. 22 Lo mismo que hice con la familia de Jeroboán hijo de Nabat, y con Basá hijo de Ajías, lo voy a hacer con tus descendientes, porque te has rebelado contra mí y has hecho pecar a mi pueblo, para provocar mi enojo. 23 En cuanto a Jezabel, tu mujer, yo, el Señor, declaro que los perros se la comerán en la muralla de Jezrel.(K) 24 A cualquier descendiente tuyo que muera en la ciudad, se lo comerán los perros; y al que muera en el campo, se lo comerán las aves de rapiña.”»

25 (En realidad, ningún otro rey fue como Ajab. Incitado por Jezabel, su mujer, se entregó a hacer lo malo a los ojos del Señor. 26 Fue un rey despreciable, pues se fue en pos de los ídolos, a la manera de los amorreos, pueblo al que el Señor desterró de entre los israelitas.)

27 Después de que Ajab escuchó a Elías, se rasgó sus vestiduras reales, se vistió de cilicio, y ayunó; luego se acostó sobre cenizas, y allí durmió y anduvo humillado ante el Señor. 28 Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita, y le dijo:

29 «¿Ya viste cómo Ajab se ha humillado ante mí? Sólo por eso, y mientras viva, no le enviaré la desgracia que le había anunciado. Pero su hijo y sus descendientes sí la padecerán.»

Micaías profetiza la derrota de Ajab(L)

22 Tres años transcurrieron sin que Siria e Israel estuvieran en guerra. Pero al tercer año el rey Josafat de Judá fue a visitar al rey Ajab de Israel, y éste dijo a sus oficiales:

«¿Ya no se acuerdan que Ramot de Galaad nos pertenece? Está en poder del rey de Siria, ¡y nosotros no hemos hecho nada para recuperarla!»

A Josafat le preguntó:

«¿Quieres acompañarme a recuperar Ramot de Galaad?»

Y Josafat le respondió:

«Tú y yo somos hermanos, nuestros pueblos también lo son, y tu caballería y la mía es una sola. Pero te sugiero que antes consultes que dice el Señor al respecto.»

Entonces el rey de Israel reunió a los cuatrocientos profetas con que contaba, y les preguntó:

«¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o no?»

Los profetas le dijeron:

«Vaya Su Majestad, porque el Señor entregará la ciudad en sus manos.»

Pero Josafat insistió:

«¿Queda aún algún profeta del Señor, a quien podamos consultar?»

Y Ajab le respondió:

«Sí, aún queda otro profeta por medio del cual podríamos consultar al Señor. Se trata de Micaías hijo de Imla, pero me cae muy mal porque nunca me da palabras de aliento, sino que siempre me desanima.»

Como Josafat le recomendó que no hablara así, Ajab llamó entonces a uno de sus oficiales y le ordenó que fuera a buscar a Micaías hijo de Imla y lo llevara ante él. 10 Mientras tanto, los dos reyes se quedaron en la plaza que está junto a la puerta de Samaria, sentados en sus tronos y ataviados con sus mantos reales. Delante de ellos, los profetas les prodigaban buenos augurios. 11 Uno de ellos, Sedequías hijo de Quenaná, se acercó y les mostró unos cuernos de hierro que había hecho, y dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Con estos cuernos cornearás a los sirios hasta acabar con ellos.”»

12 Los demás profetas también animaban al rey, y le decían: «Vaya Su Majestad a Ramot de Galaad, y atáquela. El Señor le dará la victoria y entregará la ciudad a Su Majestad.»

13 El mensajero que el rey mandó por Micaías, lo halló y le dijo:

«Todos los profetas auguran éxito a Su Majestad. Une tu voz a la de ellos, y augúrale mucho éxito.»

14 Pero Micaías respondió:

«Juro por el Señor, que sólo diré lo que el Señor me ordene decir.»

15 Cuando Micaías se presentó ante el rey, éste le preguntó:

«Dime, Micaías; ¿debemos ir y atacar a Ramot de Galaad, o la dejaremos en paz?»

Y Micaías le respondió:

«Ve y atácala, que saldrás victorioso. El Señor te la va a entregar.»

16 Pero el rey le dijo:

«¿Cuántas veces tengo que decirte, en el nombre del Señor, que me digas sólo la verdad?»

17 Entonces Micaías dijo:

«Tuve una visión, y en ella vi al pueblo de Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor.(M) Entonces el Señor dijo: “Esta gente no tiene quién la guíe. Es mejor que todos se regresen a su casa en paz.”»

18 El rey de Israel se volvió a Josafat, y le dijo:

«¿No te lo había dicho ya? Micaías nunca me anuncia nada bueno. Sólo me anuncia calamidades.»

19 Pero Micaías replicó:

«¡Ahora vas a oír la palabra del Señor! Yo vi al Señor en su trono, rodeado de todos los ejércitos del cielo. 20 Y el Señor preguntó: “¿Quién incitará a Ajab para que ataque a Ramot de Galaad y sea derrotado?” Las opiniones estaban divididas. 21 Pero un espíritu se presentó ante el Señor y dijo que él lo incitaría. Cuando el Señor le preguntó cómo lo haría, 22 el espíritu dijo: “Voy a mezclarme entre los profetas, y los haré decir mentiras.” Entonces el Señor le dijo: “Pues ve y hazlo pronto. Indúcelos a que hagan lo que dices.” 23 Así que el Señor ha puesto en labios de tus profetas un espíritu que los hace decir mentiras. Y el Señor ha determinado que te sobrevenga la calamidad.»

24 En ese momento el profeta Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le dio una bofetada, al tiempo que le decía:

«¿En qué momento el espíritu del Señor me abandonó, para hablarte a ti?»

25 Micaías le respondió:

«Lo sabrás cuando andes huyendo y escondiéndote de casa en casa.»

26 Entonces el rey de Israel dijo:

«Tomen preso a Micaías, y llévenlo ante Amón, el gobernador de la ciudad, y ante Joás, mi hijo. 27 Díganles que yo, el rey de Israel, he dicho: “Metan a la cárcel a este hombre. En vez de pan y agua, manténganlo angustiado y afligido hasta que yo regrese en paz.”»

28 Pero al instante Micaías añadió:

«Si acaso regresas en paz, entonces el Señor no ha hablado por medio de mí. ¡Escúchenlo bien, pueblos todos!»

29 El rey de Israel y el rey de Judá salieron juntos contra Ramot de Galaad. 30 Y el rey de Israel le dijo a Josafat:

«Voy a entrar en batalla disfrazado, pero tú puedes usar tu misma ropa.»

Y el rey de Israel entró en batalla disfrazado. 31 Pero no sabía que el rey de Siria había ordenado a los treinta y dos capitanes de sus carros de combate no pelear contra ningún soldado israelita, grande o chico, sino buscar y atacar sólo al rey de Israel. 32 Así que, cuando los capitanes vieron a Josafat, dijeron:

«¡Miren, allí está el rey de Israel!»

Entonces el rey Josafat gritó con fuerza, 33 y al ver los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, se alejaron de él. 34 Pero un arquero lanzó una flecha al aire, y la flecha alcanzó al rey Ajab y le penetró entre las junturas de su armadura. Al sentirse herido, el rey le ordenó al cochero darse la vuelta y sacarlo del campo de batalla, porque estaba herido. 35 Pero la batalla arreció y el rey tuvo que quedarse en su carro y hacerle frente al ejército sirio, pero la sangre corría por el fondo del carro y al caer la tarde murió. 36 Al ponerse el sol, un pregonero clamó: «¡Regresen todos a su ciudad y a su tierra!»

37 Así fue como el rey Ajab murió y fue llevado a Samaria, donde lo sepultaron. 38 Luego llevaron su carro al estanque de Samaria para lavarlo, y los perros lamieron la sangre del rey. (En ese mismo estanque se lavaban también las prostitutas.) Así se cumplió lo que el Señor había dicho acerca de Ajab.

39 Todos los hechos de Ajab, y la construcción de su palacio de marfil, y todas las ciudades que mandó edificar, se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 40 Y Ajab murió y fue a reunirse con sus antepasados. En su lugar reinó su hijo Ocozías.

Reinado de Josafat(N)

41 Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá cuando Ajab llevaba cuatro años de reinar sobre Israel. 42 Josafat tenía treinta y cinco años cuando subió al trono, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azura, y era hija de Siljí. 43 Y Josafat siguió siempre el buen ejemplo de Asa, su padre, e hizo lo recto a los ojos del Señor. Sin embargo, no se quitaron los altares de los montes, sino que el pueblo siguió ofreciendo en ellos sacrificios y quemando incienso. 44 Pero Josafat hizo la paz con el rey de Israel.

45 Todos los hechos y las hazañas de Josafat, y las guerras que libró, se hallan en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 46 Josafat eliminó a los hombres que practicaban la prostitución en los templos paganos, costumbre que todavía quedaba del reinado de su padre Asa.

47 Como Edom no tenía rey, había un gobernador que fungía como rey. 48 Josafat había mandado construir naves como las de Tarsis para traer oro de Ofir, pero las naves no llegaron allá porque naufragaron en Ezión Guéber. 49 El rey Ocozías le propuso a Josafat enviar a sus marinos con los de Josafat, pero éste no aceptó. 50 Y murió Josafat y se reunió con sus antepasados, y lo sepultaron con ellos en la ciudad de su antepasado David. En su lugar reinó Jorán, su hijo.

Reinado de Ocozías de Israel

51 Ocozías hijo de Ajab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria cuando Josafat llevaba diecisiete años de reinar en Judá. 52 Pero Ocozías siguió el mal ejemplo de su padre, de su madre y de Jeroboán hijo de Nabat, e hizo lo malo a los ojos del Señor, haciendo pecar al pueblo de Israel. 53 Sirvió y adoró a Baal, como antes lo había hecho su padre, y esto provocó la ira del Señor, Dios de Israel.

Muerte de Ocozías

Después de la muerte de Ajab, Moab se rebeló contra Israel. Y Ocozías, que se había caído desde la ventana de una sala de su palacio de Samaria, desde su lecho de dolor mandó mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, pues quería saber si recuperaría la salud. Pero el ángel de Dios le dijo a Elías el tisbita:

«Ve al encuentro de los mensajeros del rey de Samaria, y diles: “¿Ya olvidaron que Israel tiene un Dios poderoso? ¿Por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?” Así ha dicho el Señor: “No te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.”»

Elías se fue a su encuentro. Y cuando los mensajeros volvieron, el rey les preguntó:

«¿Por qué regresaron?»

Y ellos respondieron:

«Encontramos a un profeta que nos dijo: “Regresen con el rey y díganle: Así ha dicho el Señor: ¿Acaso no hay Dios en Israel? ¿Por qué consultas a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por eso no te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.”»

Y el rey preguntó:

«¿Qué apariencia tenía el varón que encontraron, y que les dijo eso?»

Y ellos respondieron:

«Iba vestido con pieles de animales, y se ceñía con un cinturón de cuero.(O)»

Entonces el rey dijo:

«Se trata de Elías, el tisbita.»

Enseguida el rey mandó a un capitán con cincuenta soldados a buscar a Elías, que estaba sentado en la cumbre del monte. El capitán subió a verlo, y le dijo:

«Varón de Dios, el rey te pide que bajes.»

10 Pero Elías le respondió al capitán:

«Si soy un varón de Dios, que caiga fuego del cielo y te consuma con tus cincuenta soldados.»(P)

Al instante cayó fuego del cielo, y consumió al capitán y a sus cincuenta soldados.

11 Entonces el rey envió a otro capitán con otros cincuenta soldados, y éste le dijo lo mismo:

«Varón de Dios, el rey te pide que bajes pronto.»

12 Y Elías respondió:

«Si soy un varón de Dios, que caiga fuego del cielo y te consuma con tus cincuenta(Q) soldados.»(R)

Y al instante cayó fuego del cielo, y consumió al capitán y a sus cincuenta soldados.

13 Pero el rey volvió a enviar a un tercer capitán, también con cincuenta soldados, y cuando éste estuvo frente a Elías, se puso de rodillas y le dijo:

«Varón de Dios, te ruego que me perdones la vida, y la de estos cincuenta siervos tuyos. 14 El fuego que ha caído del cielo ha consumido a los dos primeros capitanes y a sus cincuenta soldados; dígnate salvarme la vida, si crees que vale algo.»

15 Entonces el ángel de Dios le dijo a Elías:

«No tengas miedo. Puedes ir con él.»

Y Elías bajó del monte y fue a ver al rey. 16 Cuando llegó ante él, le dijo:

«Tú enviaste mensajeros a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón. ¿Acaso no hay Dios en Israel, a quien puedes consultar? Por eso, no te vas a levantar de tu cama, sino que definitivamente morirás.»

17 Y el rey de Israel murió, tal y como Dios lo había dicho por medio de Elías. En su lugar reinó su hermano Jorán, porque Ocozías no había tenido hijos. Esto sucedió en el segundo año del reinado de Jorán hijo de Josafat, rey de Judá.

18 Todos los hechos de Ocozías se hallan registrados en el libro de las crónicas de los reyes de Israel.

Eliseo sucede a Elías

Cuando el Señor decidió llevarse a Elías, se lo llevó al cielo en medio de un torbellino. En ese momento, Elías venía de Gilgal con Eliseo, y alcanzó a decirle:

«Dios me está enviando a Betel. Tú quédate aquí.»

Pero Eliseo le respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Así que los dos se fueron a Betel. Pero en el camino se encontraron con los profetas de Betel, y éstos le preguntaron a Eliseo:

«¿Ya sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro?»

Eliseo les respondió:

«Sí, ya lo sé, pero ustedes no digan nada.»

Entonces Elías le volvió a decir:

«Eliseo, quédate aquí, porque el Señor me está enviando a Jericó.»

Pero Eliseo le respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Y los dos se fueron a Jericó. En el camino se encontraron con los profetas de Jericó, y le preguntaron a Eliseo:

«¿Ya sabes que hoy el Señor te va a quitar a tu maestro?»

Eliseo les respondió:

«Sí, ya lo sé, pero ustedes no digan nada.»

Luego, Elías dijo:

«Te ruego que te quedes aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán.»

Pero Eliseo respondió:

«Juro por el Señor y por tu vida, que no te voy a dejar.»

Y los dos se fueron al Jordán. En ese momento llegaron cincuenta profetas y se pararon a cierta distancia de ellos, mientras que Elías y Eliseo se quedaron junto al Jordán. Entonces Elías tomó su manto y lo dobló, y con él golpeó las aguas, y al instante éstas se abrieron, y los dos cruzaron el río en seco. Al llegar al otro lado, Elías le dijo a Eliseo:

«¿Qué quieres que yo haga por ti? Pídeme lo que quieras antes de que me separe de ti.»

Y Eliseo le dijo:

«Te ruego que me des una doble porción(S) de tu espíritu.»

10 Y Elías respondió:

«Me pides algo muy difícil. Pero te será concedido si logras verme cuando sea yo separado de ti. De lo contrario, no se te concederá.»

11 Mientras ellos seguían hablando y caminando, apareció un carro envuelto en llamas, con sus caballos de fuego, y los separó. En ese momento, Elías ascendió al cielo en medio de un torbellino. 12 Al ver esto, Eliseo exclamó:

«¡Padre mío, padre mío! ¡Tú has sido para Israel su caballería y sus carros de combate!»(T)

Y nunca más volvió a verlo. Entonces se rasgó la ropa en dos, 13 y enseguida recogió del suelo el manto de Elías, y regresó al Jordán, donde se detuvo a la orilla. 14 Entonces tomó el manto, golpeó con él las aguas, y dijo:

«¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?»

En cuanto Eliseo golpeó las aguas, éstas se abrieron, y Eliseo cruzó el río en seco. 15 Al ver esto los profetas de Jericó, que estaban en la otra orilla, dijeron:

«El espíritu de Elías reposa ahora sobre Eliseo.»

Enseguida fueron a su encuentro, y se inclinaron ante él. 16 Luego dijeron:

«En Jericó tenemos cincuenta hombres aguerridos. Ellos pueden ir a buscar a tu maestro, pues tal vez el espíritu del Señor lo levantó y lo ha dejado en algún monte o en algún valle.»

Eliseo les pidió que no hicieran nada, 17 pero los profetas insistieron hasta que, abochornado, él les permitió enviar a esos cincuenta hombres a buscar a Elías. Y durante tres días lo buscaron, pero no dieron con él. 18 Cuando regresaron, vieron a Eliseo, que estaba en Jericó. Y éste les dijo:

«¿Acaso no les pedí que no fueran a buscarlo?»

19 En ese momento llegaron los habitantes de la ciudad y le dijeron a Eliseo:

«El sitio donde está construida la ciudad es muy bueno, como lo puedes comprobar, pero las aguas son malas y la tierra no produce nada.»

20 Eliseo les dijo:

«Tomen una vasija nueva, y échenle sal.»

Aquellos obedecieron, 21 y él fue adonde estaban los manantiales, echó la sal en ellos, y dijo:

«Así ha dicho el Señor: Yo sano ahora estas aguas. Nunca más serán ellas causa de enfermedad ni de muerte.»

22 Y tal como lo dijo Eliseo, ese día las aguas de Jericó quedaron sanas, hasta el día de hoy.

23 Tiempo después, Eliseo salió de allí y se dirigió a Betel. En el camino salieron de la ciudad unos muchachos que burlones le gritaban: «¡Sube, viejo calvo, sube!» 24 Eliseo volvió la vista y los maldijo en el nombre del Señor. Y en ese momento salieron del monte unos osos, los cuales despedazaron a cuarenta y dos de ellos.

25 De allí, Eliseo se fue al monte Carmelo, y luego a Samaria.

Reinado de Jorán de Israel

Jorán hijo de Ajab comenzó a reinar sobre Israel cuando Josafat tenía dieciocho años de reinar sobre Judá, y reinó doce años en Samaria. Pero hizo lo malo a los ojos del Señor, aunque no al grado de su padre y su madre, pues quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho. Sin embargo, se entregó a los mismos pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

Eliseo predice la victoria sobre Moab

El rey Mesa de Moab poseía muchos rebaños, y entregaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros. Pero a la muerte de Ajab el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. Entonces el rey Jorán salió de Samaria y pasó revista a todo Israel. Luego mandó a decir al rey Josafat de Judá:

«El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Me acompañarás a luchar contra Moab?»

Y Josafat respondió:

«Por supuesto que iré. Tú eres como si fuera yo mismo; tu pueblo es como mi pueblo, y tus caballos son como los míos. ¿Qué camino tomaremos?»

Y Jorán respondió:

«Tomaremos el camino del desierto de Edom.»

Fue así como el rey de Israel y el rey de Judá, junto con el rey de Edom, tomaron el camino del desierto, pero después de siete días les faltó agua para el ejército y para las bestias. 10 Entonces el rey de Israel dijo:

«¡Vaya! El Señor ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.»

11 Pero Josafat dijo:

«¿No hay por aquí algún profeta del Señor? ¡Podríamos consultarlo por medio de él!»

Uno de los oficiales del rey de Israel respondió:

«Por aquí está Eliseo hijo de Safat, que era ayudante de Elías.»

12 Y Josafat dijo:

«En él habrá palabra del Señor.»

Y los tres reyes fueron a verlo. 13 Pero Eliseo le dijo al rey de Israel:

«¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Anda a ver a los profetas de tu padre y de tu madre!»

Pero el rey de Israel le respondió:

«No, no voy a ir con ellos. El Señor nos ha reunido a nosotros tres, para entregarnos en manos de los moabitas.»

14 Eliseo dijo entonces:

«Juro por el Señor de los ejércitos, en cuya presencia me encuentro, que de no ser por el respeto que le debo al rey Josafat rey de Judá, a ti ni siquiera te dirigiría la mirada. 15 Pero, bueno, ¡tráiganme un tañedor!»

Y mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino sobre Eliseo, 16 quien dijo:

«Así ha dicho el Señor: “Caven en este valle muchos estanques.” 17 Y el Señor también ha dicho: “Aunque ustedes no vean ningún viento, ni ninguna lluvia, este valle se llenará de agua, y beberán ustedes, y sus bestias y sus ganados.” 18 Esto, a los ojos del Señor, no es nada difícil; también va a poner a los moabitas en las manos de ustedes. 19 Y ustedes destruirán todas sus bellas ciudades fortificadas, y talarán todo árbol frondoso, cegarán todos los pozos, y sembrarán de piedras todos los campos arables.»

20 Al día siguiente por la mañana, a la hora del sacrificio, un repentino aluvión llegó desde Edom y toda esa región se inundó. 21 Y al saber los de Moab que los reyes se disponían a atacarlos, todos ellos se juntaron, desde los que apenas podían ponerse la armadura hasta los más experimentados, y tomaron sus puestos en la frontera. 22 Y al día siguiente, cuando los moabitas se levantaron, vieron a la distancia que el reflejo del sol sobre las aguas las hacía verse rojas como sangre. 23 Entonces gritaron:

«¡Esto es la sangre de una batalla! Seguramente los reyes han luchado entre sí, y han matado a sus propios compañeros. ¡Vamos, moabitas, al botín!»

24 Pero cuando los moabitas llegaron al campamento de Israel, éstos se levantaron los israelitas y los atacaron, y aunque los moabitas trataron de huir, los israelitas los persiguieron y los mataron; 25 y asolaron las ciudades, y en todos los campos fértiles esparcieron piedras, y cegaron también todos los pozos, y derribaron todos los árboles frondosos; sólo quedaron piedras en Quir Jaréset porque los honderos rodearon esa ciudad y la destruyeron.

26 Cuando el rey de Moab vio que había perdido la batalla, tomó consigo a setecientos hombres hábiles con la espada y quiso atacar al rey de Edom, pero no lo consiguió. 27 Entonces tomó a su primogénito, el que habría de reinar en su lugar, y lo ofreció en holocausto sobre la muralla. Y fue tan grande el enojo contra Israel, que éstos decidieron retirarse y volver a su tierra.

El aceite de la viuda

La viuda de uno de los profetas presentó a Eliseo la siguiente súplica:

«Mi esposo, siervo tuyo, ha muerto. Tú bien sabes que él era temeroso del Señor. Pero nuestro acreedor ha venido ahora y quiere llevarse a mis dos hijos para venderlos como esclavos.»

Eliseo le dijo:

«¿Y en qué te puedo ayudar? Dime qué es lo que tienes en casa.»

La viuda dijo:

«Esta sierva tuya no tiene en casa más que una vasija de aceite.»

Entonces Eliseo le dijo:

«Ve y pide a tus vecinos que te presten algunas vasijas vacías. ¡Todas las que puedas conseguir! Luego, entra en tu casa y enciérrate con tus hijos. Echa aceite en todas las vasijas, y ve apartándolas conforme las vayas llenando.»

La viuda se fue a su casa, cerró la puerta tras de sí y se encerró con sus hijos; y conforme ellos iban trayendo las vasijas, ella las iba llenando de aceite. Cuando todas las vasijas estuvieron llenas, ella le pidió a uno de sus hijos que le pasara una vasija más. Pero en cuanto su hijo le contestó que ya no había más vasijas, el aceite se terminó. Entonces ella fue a contárselo al varón de Dios, y éste dijo:

«Ahora ve y vende el aceite, y págale a tu acreedor, y tú y tus hijos vivan de lo que les quede.»

Eliseo y la sunamita

En cierta ocasión, una mujer importante de Sunén invitó a Eliseo a comer en su casa. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, la mujer le insistía que se quedara a comer. A su marido le dijo:

«¿Sabes de qué me he dado cuenta? ¡Pues de que este hombre que siempre pasa por nuestra casa es un santo varón de Dios! 10 Debiéramos hacerle un pequeño aposento en la azotea, y poner allí una cama y una mesa, y una silla y un candelero, para que cuando pase por aquí pueda quedarse con nosotros.»

11 Un día en que Eliseo pasó por allí, se quedó a dormir en ese aposento, 12 pero le dijo a Guejazí, su criado:

«Llama a la sunamita.»

Guejazí la llamó, y cuando ella se presentó ante Eliseo, 13 éste, dirigiéndose a Guejazí, dijo:

«Esta mujer ha sido muy amable con nosotros. Pregúntale qué quiere que haga yo en su favor. ¿Necesita que hable por ella al rey, o al general del ejército?»

Y la mujer respondió:

«En medio de mi pueblo, yo vivo como una reina.»

14 Pero Eliseo insistió:

«Entonces, ¿qué podemos hacer por ella?»

Y Guejazí respondió:

«Su marido ya es anciano, y ella no tiene hijos todavía.»

15 Eliseo le ordenó entonces a su criado que la llamara. Guejazí la llamó y, cuando ella se detuvo en la puerta, 16 Eliseo le dijo:

«Dentro de un año, por estos días, tendrás un hijo en tus brazos.»

Pero ella protestó:

«¡No, mi señor, varón de Dios! ¡No te burles de esta sierva tuya!»

17 Sin embargo, la mujer concibió y un año después, por el tiempo que Eliseo le había dicho, dio a luz un hijo. 18 Y el niño creció. Pero un día que fue a ver a su padre, que andaba con los segadores, 19 de pronto gritó:

«¡Padre, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!»

Enseguida el padre ordenó a uno de sus criados que lo llevara con su madre. 20 El criado así lo hizo. Pero al mediodía, mientras el niño estaba sentado en el regazo de su madre, murió. 21 Entonces ella subió al aposento del varón de Dios, lo puso sobre la cama, y cerrando la puerta salió de allí. 22 Luego fue a llamar a su marido, y le dijo:

«Te ruego que me prestes a uno de los criados y una de tus asnas. Quiero ir corriendo a ver al varón de Dios, para que regrese.»

23 Pero su marido objetó:

«¿Y para qué vas a verlo hoy? Si no es nueva luna, ni día de reposo.»

Pero ella simplemente se despidió. 24 Mandó aparejar el asna, y le dijo al criado:

«¡En marcha! ¡Tú nos diriges! ¡Pero no me detengas en el camino, a menos que yo te lo ordene.»

25 Y así, la mujer partió y se fue al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Y cuando éste la vio a la distancia, le dijo a su criado Guejazí:

«Aquí viene la sunamita. 26 Hazme el favor de ir corriendo a recibirla, y pregúntale cómo está ella, y su marido y su hijo.»

Ella respondió que estaba bien, 27 pero en cuanto llegó al monte, donde estaba el varón de Dios, se arrojó a sus pies. Guejazí se acercó y trató de levantarla, pero el varón de Dios le dijo:

«Déjala, que se encuentra muy amargada. Pero el Señor no me ha dicho qué es lo que pasa, sino que me ha encubierto el motivo.»

28 Entonces ella dijo:

«¿Acaso yo le pedí un hijo a mi señor? ¿No dije, más bien, que no te burlaras de mí?»

29 Entonces Eliseo le dijo a Guejazí:

«Cíñete la ropa, toma mi bastón, y ponte en marcha. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Al llegar, pon mi bastón sobre el rostro del niño.»

30 Pero la madre del niño le dijo:

«Juro por el Señor, y por tu vida, que no voy a dejarte aquí.»

31 Entonces Eliseo se levantó y la siguió. Guejazí, que se había adelantado, llegó y puso el bastón sobre el rostro del niño; pero el niño no había dado señales de vida, así que Guejazí se había vuelto para encontrarse con Eliseo, y cuando lo encontró le dijo: «El niño no despierta.»

32 Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño yacía tendido sobre la cama, sin vida. 33 Entonces Eliseo entró y cerró la puerta tras de sí, y oró al Señor. 34 Luego, subió a la cama y se tendió sobre el niño, juntando boca con boca, ojos con ojos, y manos con manos. Así, se mantuvo tendido sobre el niño, hasta que el cuerpo del niño comenzó a entrar en calor. 35 Luego Eliseo se levantó y comenzó a pasearse de un lado a otro de la casa, y después volvió a subirse a la cama, y se tendió otra vez sobre el niño; en ese momento el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. 36 Entonces Eliseo llamó a Guejazí, y le ordenó que llamara a la sunamita. Guejazí la llamó y, cuando ella entró, Eliseo le dijo: «Toma tu hijo.»

37 La mujer entró y, sin levantar el rostro, se arrojó a los pies de Eliseo. Después de eso, tomó a su hijo y se fue.

Reina Valera Contemporánea (RVC)

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