Bible in 90 Days
Pablo predica en Roma
17 Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
18 los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte.
19 Pero oponiéndose los judíos, me vi forzado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación.
20 Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
21 Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ninguno de los hermanos que ha venido ha informado o hablado algo malo acerca de ti.
22 Pero querríamos oír de ti mismo lo que piensas; porque de esta secta nos es bien conocido que en todas partes se la contradice.
23 Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos adonde se hospedaba, a los cuales les explicaba y les testificaba solemnemente el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, basándose tanto en la ley de Moisés como en los profetas.
24 Y algunos eran persuadidos por lo que se decía, pero otros no creían.
25 Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, comenzaron a marcharse, después que Pablo les dijo esta última palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres,
26 diciendo:
Ve a este pueblo, y diles:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis;
27 Porque el corazón de este pueblo se ha embotado,
Y con los oídos oyeron endurecidamente,
Y sus ojos han cerrado,
Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos,
Y comprendan con el corazón,
Y se conviertan,
Y yo les sane.
28 Sabed, pues, que a los gentiles ha sido enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán.
29 Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.
30 Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que venían a él,
31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin obstáculo alguno.
Saludo
1 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,
2 que él había prometido antes por medio de sus profetas en las santas Escrituras,
3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, nacido del linaje de David según la carne,
4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,
5 y por medio del cual hemos recibido la gracia y el apostolado, para la obediencia de la fe en todas las naciones por amor a su nombre;
6 entre las cuales estáis también vosotros, llamados a ser de Jesucristo;
7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Deseo de Pablo de visitar Roma
8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que se habla de vuestra fe por todo el mundo.
9 Porque me es testigo Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago siempre mención de vosotros en mis oraciones,
10 rogando que ahora tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros.
11 Porque anhelo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis consolidados;
12 esto es, para ser mutuamente confortados cada uno por la fe del otro, no sólo la vuestra, sino también la mía.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles.
14 Me debo a griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios.
15 Así que, en cuanto a mí, estoy ansioso de anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
El poder del evangelio
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
La culpa del hombre
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó.
20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus pensamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a las criaturas en lugar de al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en sus deseos lascivos, los unos hacia los otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
28 Y como ellos no tuvieron a bien el reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas impropias,
29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidio, contienda, engaño y malignidad;
30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, orgullosos, jactanciosos, inventores de maldades, desobedientes a los padres,
31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, despiadados;
32 quienes, a pesar de conocer el veredicto de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
El justo juicio de Dios
2 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas al otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas practicas lo mismo.
2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad.
3 ¿Y te figuras, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?
4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?
5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios,
6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras:
7 vida eterna a los que, perseverando en hacer bien, buscan gloria y honra e inmortalidad,
8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia.
9 Tribulación y angustia sobre todo ser humano que obra el mal, el judío primeramente y también el griego,
10 pero gloria y honra y paz a todo el que obra el bien, al judío primeramente y también al griego;
11 porque ante Dios no hay acepción de personas.
12 Porque todos los que han pecado sin ley, sin ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados
13 (porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los cumplidores de la ley serán justificados.
14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
15 los cuales muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos),
16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Los judíos y la ley
17 Mira que tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios,
18 y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor,
19 y estás confiado en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas,
20 instructor de ignorantes, maestro de niños, que tienes en la ley la quintaesencia del conocimiento y de la verdad.
21 Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas: No hurtar, ¿hurtas?
22 Tú que dices: No adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?
23 Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?
24 Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
25 Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si practicas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión.
26 Si, pues, el incircunciso guarda las ordenanzas de la ley, ¿no será contada su incircuncisión como circuncisión?
27 Y el que físicamente es incircunciso, pero cumple perfectamente la ley, te juzgará a ti, que con la letra de la ley y con la circuncisión eres transgresor de la ley.
28 Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne;
29 sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.
3 ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío?, ¿o de qué aprovecha la circuncisión?
2 Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios.
3 ¿Pues qué? Si algunos de ellos han sido incrédulos, ¿acaso su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?
4 ¡De ninguna manera! Antes bien, sea hallado Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito:
Para que seas justificado en tus palabras,
Y venzas cuando seas juzgado.
5 Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.)
6 ¡En ninguna manera! De otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?
7 Pero si por mi mentira la verdad de Dios abundó para su gloria, ¿por qué aún soy juzgado como pecador?
8 ¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?
Todos hemos pecado
9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua urdieron engaños.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies son veloces para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice para los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;
20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
La justificación por la fe
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;
22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia;
23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para mostrar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados cometidos anteriormente,
26 con la mira de mostrar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
27 ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe.
28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
29 ¿O es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.
30 Porque ciertamente hay un solo Dios, el cual justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.
31 ¿Luego invalidamos la ley por medio de la fe? ¡En ninguna manera!, sino que afianzamos la ley.
Abraham, justificado por la fe
4 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios.
3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
5 mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas,
Y cuyos pecados han sido cubiertos.
8 Dichoso el varón a quien el Señor no imputará ningún pecado.
9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos les fuese imputada la justicia;
12 y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.
La promesa, cumplida mediante la fe
13 Porque la promesa a Abraham o a su descendencia, de que él sería el heredero del mundo, no fue hecha por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe.
14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.
15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.
16 Por eso es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros
17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.
18 Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.
19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
20 Tampoco vaciló, por incredulidad, ante la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer lo que había prometido;
22 por lo cual también le fue contada su fe por justicia.
23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
24 sino también con respecto a nosotros a quienes va a ser imputada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, nuestro Señor,
25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Resultados de la justificación
5 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
2 por medio del cual hemos obtenido también entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
4 y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza;
5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.
6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
7 Pues apenas morirá alguien por un justo; con todo, pudiera ser que alguno se atreviera a morir por un hombre de bien.
8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
9 Así que, mucho más, habiendo sido ya justificados en su sangre, seremos salvos de la ira por medio de él.
10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida.
11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.
Adán y Cristo, comparados
12 Por tanto, así como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero el pecado no se imputa donde no hay ley.
14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.
15 Pero con el don no sucede como con la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.
16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio surgió de un solo pecado resultando en condenación, pero el don surgió de muchas transgresiones resultando en justificación.
17 Pues si por la transgresión de uno solo, por ese uno reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.
18 Así pues, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un hombre, los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.
20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
21 para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, nuestro Señor.
Muertos al pecado, vivos en Cristo
6 ¿Qué, pues, diremos? ¿Permanezcamos en el pecado para que la gracia abunde?
2 ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
3 ¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
4 Fuimos, pues, sepultados juntamente con él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;
6 conocedores de esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea reducido a la impotencia, a fin de que no sirvamos más al pecado.
7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él;
9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte ya no se enseñorea más de él.
10 Porque en cuanto a lo que murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto a lo que vive, para Dios vive.
11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
Siervos de la justicia, y no del pecado
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera!
16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, ya sea de la obediencia para justicia?
17 Pero gracias a Dios que, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;
18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.
19 Hablo en términos humanos, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros como siervos a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros como siervos a la justicia.
20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto a la justicia.
21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Analogía tomada del matrimonio
7 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entretanto que éste vive?
2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.
3 Así que, si en vida del marido se une a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.
4 Así que, hermanos míos, también vosotros habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
El pecado que está en mí
7 ¿Qué diremos, pues? ¿Es la ley pecado? ¡En ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco habría sabido lo que es la concupiscencia, si la ley no dijera: No codiciarás.
8 Mas el pecado, tomando ocasión por medio del mandamiento, produjo en mí toda clase de concupiscencia; porque sin la ley el pecado está muerto.
9 Y yo vivía en un tiempo sin la ley; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11 porque el pecado, tomando ocasión por medio del mandamiento, me engañó, y mediante él me mató.
12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? ¡En ninguna manera!, sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase al extremo de la pecaminosidad.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al poder del pecado.
15 Porque no comprendo mi proceder; pues no pongo por obra lo que quiero, sino que lo que aborrezco, eso es lo que hago.
16 Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, estoy de acuerdo con la ley, de que es buena.
17 De manera que ya no soy yo quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí.
18 Porque yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el hacerlo.
19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso es lo que pongo por obra.
20 Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, ya no lo obro yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Encuentro, pues, esta ley: Que, queriendo yo hacer el bien, el mal está presente en mí.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
23 pero veo otra ley en mis miembros, que hace guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable hombre de mí!; ¿quién me libertará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias doy a Dios, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Viviendo en el Espíritu
8 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, [los que no están andando conforme a la carne, sino conforme al Espíritu][a].
2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil a causa de la carne, Dios, enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en lo concerniente al pecado, condenó al pecado en la carne;
4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, los que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5 Porque los que son conforme a la carne, ponen su mente en las cosas de la carne; pero los que son conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6 Porque la mentalidad de la carne es muerte, pero la mentalidad del Espíritu es vida y paz.
7 Por cuanto la mentalidad de la carne es enemistad contra Dios; porque no se somete a la ley de Dios, ya que ni siquiera puede;
8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.
10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús habita en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.
12 Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
13 porque si vivís conforme a la carne, vais a morir; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15 Pues no habéis recibido espíritu de servidumbre para recaer en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abbá, Padre!
16 El Espíritu mismo da juntamente testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18 Pues considero que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que ha de manifestarse en nosotros.
19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la revelación de los hijos de Dios.
20 Porque la creación fue sometida a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sometió, en esperanza
21 de que también la creación misma será liberada de la servidumbre de la corrupción, a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
23 y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguien ve, ¿a qué esperarlo?
25 Pero si esperamos lo que no vemos, mediante la paciencia lo aguardamos.
26 Y de igual manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
27 Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la mentalidad del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Más que vencedores
28 Y sabemos que todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a su propósito.
29 Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser modelados conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34 ¿Quién es el que condena? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito:
Por tu causa somos muertos todo el día;
Somos considerados como ovejas de matadero.
37 Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Porque estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor.
La elección de Israel
9 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo,
2 de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;
5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, procede Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No es que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino que: En Isaac te será llamada descendencia.
8 Esto es: no son hijos de Dios los que son hijos según la carne, sino que son los hijos según la promesa los que son contados como descendientes.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino también Rebeca cuando concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían obrado aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no en virtud de obras, sino de Aquel que llama),
12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Acaso hay injusticia en Dios? ¡En ninguna manera!
15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene compasión.
17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
18 De manera que de quien quiere, tiene compasión, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Entonces me dirás: ¿Por qué, pues, lanza reproches?; porque ¿quién ha resistido a su designio?
20 En todo caso, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Acaso dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así?
21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso despreciable?
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
25 Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se les dijo:
Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías clama tocante a Israel: Aunque sea el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra cabalmente y con brevedad.
29 Y como predijo Isaías:
Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia,
Habríamos venido a ser como Sodoma, y seríamos semejantes a Gomorra.
Razón del tropiezo de Israel
30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que proviene de la fe;
31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó.
32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley. Tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 como está escrito:
He aquí que pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída;
Y el que crea en él, no será avergonzado.
10 Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación.
2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no según el perfecto conocimiento.
3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sometido a la justicia de Dios;
4 porque Cristo es el fin de la ley, para justicia a todo aquel que cree.
5 Porque Moisés describe así la justicia que es por la ley: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.
6 Pero la justicia que procede de la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para hacer bajar a Cristo);
7 o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos).
8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esto es, la palabra de fe que predicamos:
9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
10 Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación.
11 Pues la Escritura dice: Todo aquel que cree en él, no será avergonzado.
12 Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, que es rico para con todos los que le invocan;
13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
15 ¿Y cómo predicarán si no han sido enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
17 Así que la fe viene del oír; y el oír, por medio de la palabra de Dios.
18 Pero digo: ¿Acaso no han oído? ¡Sí, por cierto!
Por toda la tierra ha salido la voz de ellos,
Y sus palabras hasta los confines de la tierra.
19 Y además digo: ¿No ha conocido esto Israel? Primero, Moisés dice:
Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo;
Con un pueblo insensato os provocaré a ira.
20 E Isaías dice resueltamente:
Fui hallado por los que no me buscaban;
Me manifesté a los que no preguntaban por mí.
21 Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y contradictor.
El remanente de Israel
11 Digo, pues: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡En ninguna manera! Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.
2 Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció de antemano. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
3 Señor, han dado muerte a tus profetas, y han derribado tus altares; y sólo yo he quedado, y procuran matarme?
4 Pero ¿qué le dice la respuesta divina? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla ante Baal.
5 Pues bien, del mismo modo, también en este tiempo ha quedado un remanente conforme a la elección de la gracia.
6 Y si por gracia, ya no es a base de obras; de otra manera, la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera, la obra ya no es obra.
7 ¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos;
8 como está escrito: Dios les dio espíritu de sopor, ojos con que no vean y oídos con que no oigan, hasta el día de hoy.
9 Y David dice:
Conviértase su mesa en trampa y en red,
En tropezadero y en retribución;
10 Sean oscurecidos sus ojos para que no vean,
Y agóbieles la espalda para siempre.
La salvación de los gentiles
11 Digo, entonces: ¿Acaso han tropezado los de Israel para quedar caídos? ¡En ninguna manera! Pero con su caída vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos.
12 Y si su caída es la riqueza del mundo, y su fracaso la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?
13 Porque a vosotros os digo, gentiles: Por cuanto yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio,
14 por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos.
15 Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?
16 Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas, y has sido hecho participante con ellas de la raíz y de la rica savia del olivo,
18 no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.
19 Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuese injertado.
20 Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme.
21 Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te eximirá.
22 Mira, pues, la benignidad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la benignidad para contigo, si permaneces en esa benignidad; pues de otra manera, tú también serás cortado.
23 Y aun ellos, si no permanecen en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.
24 Porque si tú fuiste cortado del que por naturaleza es olivo silvestre, y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
La salvación de Israel al final de los tiempos
25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no os tengáis por sensatos en vuestra propia opinión: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
26 y así todo Israel será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sión el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
27 Y éste será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados.
28 Por lo que atañe al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres.
29 Porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
30 Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos,
31 así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia.
32 Porque Dios encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.
33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, e insondables sus caminos!
34 Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero?
35 ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?
36 Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
Actitud consecuente del cristiano
12 Así que, hermanos, os exhorto por las misericordias de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio de adoración espiritual.
2 No os adaptéis a las formas de este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, y lo perfecto.
3 Digo, pues, por la gracia que me ha sido dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
4 Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,
5 así también nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, mas siendo cada uno por su parte miembros los unos de los otros.
6 Y teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si es el de profecía, úsese conforme a la proporción de la fe;
7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;
8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, adheríos a lo bueno.
10 Amaos entrañablemente los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honor, dando la preferencia los unos a los otros.
11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;
12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;
13 compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
16 Tened unanimidad de sentimientos entre vosotros; no con altivez de sentimientos, sino condescendiendo con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.
18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
19 No os venguéis vosotros mismos, amados, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
20 Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, amontonarás sobre su cabeza carbones encendidos.
21 No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.
13 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
4 porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que practica lo malo.
5 Por lo cual es necesario estarle sometidos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son funcionarios de Dios, dedicados continuamente a esto mismo.
7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honor, honor.
8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
9 Porque lo de: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta máxima se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
10 El amor no hace mal al prójimo; así que la plenitud de la ley es el amor.
11 Y esto, dándoos cuenta del momento actual, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos.
12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.
13 Andemos como de día, honestamente; no en orgías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,
14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus concupiscencias.
Los débiles en la fe
14 Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.
2 Porque uno cree que se puede comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.
3 El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.
4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para sostenerle en pie.
5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Que cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.
6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.
7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.
8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, ya sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor, así de los muertos como de los que viven.
10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.
11 Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.
12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.
13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.
14 Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, de que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.
15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No arruines con tu comida a aquel por quien Cristo murió.
16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;
17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.
19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.
20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. En realidad, todas las cosas son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.
21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se escandalice, o se debilite.
22 ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.
23 Pero el que duda, se hace culpable, si come, porque no lo hace por fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.
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