Bible in 90 Days
Título
1 Mensaje que el profeta Habacuc recibió en una visión.
Clamor al Señor contra la injusticia
2 ¿Hasta cuándo, Señor, he de pedir ayuda
sin que tú me escuches,
y he de clamar a ti contra la violencia
sin que tú me salves?
3 ¿Por qué me haces ver tanta iniquidad
y, sin más, contemplas la opresión?
Ante mí veo violencia y destrucción;
surge la querella y se alza la contienda.
4 La ley se ha vuelto inoperante,
ya no prevalece el derecho;
el impío puede acorralar al justo,
cuyo derecho queda conculcado.
Anuncio de la invasión caldea
5 Miren a las naciones, observen
y quedarán asombrados:
en los días de ustedes actuaré de forma tal
que, cuando se les cuente, no lo creerán.
6 Pongo en pie de guerra a los caldeos,
pueblo cruel e impetuoso,
que merodea por toda la tierra
para adueñarse de territorios ajenos.
7 Es pueblo espantoso y temible;
sólo reconoce su derecho,
no hay más supremacía que la suya.
8 Veloces como guepardos sus caballos,
más fieros que lobos nocturnos;
su caballería ya ha iniciado el avance,
sus jinetes vienen de lejos:
vuelan como águilas imperiales
cuando se aprestan a devorar.
9 Todos avanzan con violencia,
sus rostros reflejan decisión;
amontonan prisioneros como arena.
10 Se burlan de los reyes,
se mofan de los gobernantes;
se ríen de cualquier fortaleza:
levantan un terraplén
y al punto la conquistan.
11 Luego recobran el aliento y prosiguen,
no tienen más dios que su fuerza.
Nueva petición de ayuda al Señor
12 ¿No eres desde siempre el Señor,
Dios mío, Santo mío? ¡Eres inmortal!
Tú, Señor, has destinado [a este pueblo]
para hacer justicia;
tú, la Roca, lo has fundado
para infligir castigo.
13 Si tus ojos son demasiado limpios
para contemplar el mal
y no puedes soportar la opresión,
¿por qué contemplas callado la traición
viendo cómo el impío
devora al que es más justo que él?
14 Tratas a los humanos como a peces del mar,
como a reptiles que no tienen dueño.
15 A todos pesca con el anzuelo [el invasor],
los arrastra con su esparavel,
los amontona en su red;
luego se alegra con regocijo,
16 ofreciendo sacrificios a su esparavel
y quemando ofrendas a su red,
pues por ellos su comida es abundante
y es suculento su alimento.
17 Después vaciará una vez más sus redes,
y seguirá aniquilando pueblos sin piedad.
2 Voy a apostarme en mi puesto de guardia,
voy a instalarme en mi atalaya;
aguardaré para ver qué me responde Dios,
qué puede replicar a mi queja.
Respuesta del Señor
2 Y el Señor me respondió:
Escribe lo que has visto,
consígnalo en unas tablillas
para que pueda leerse sin tropiezo.
3 Es una visión a largo plazo,
pero vuela hacia su cumplimiento y no fallará;
aunque se demore, tú espérala,
porque ciertamente se cumplirá sin retraso.
4 El arrogante no prosperará;
el justo, en cambio, vivirá por su fidelidad.
5 Aunque sea traicionero como el vino,
nada conseguirá el jactancioso:
abre sus fauces como el reino de los muertos,
es insaciable como la muerte,
se apodera de todas las naciones,
y pretende acaparar todos los pueblos.
6 Pues bien, todos los pueblos
lanzarán contra él sátiras,
sarcasmos y adivinanzas. Dirán:
Canción de los cinco ayes
¡Ay del que acumula lo que no es suyo!
¿Hasta cuándo amontonará
prendas de empeño para sí?
7 Cuando menos lo esperes
se presentarán tus acreedores,
surgirán quienes te exijan lo suyo
y te convertirás en su botín.
8 Has expoliado a muchas naciones,
has derramado sangre humana,
has colmado de violencia al país,
a las ciudades y a sus habitantes;
ahora todos esos pueblos
vendrán a expoliarte a ti.
9 ¡Ay del que forja su casa
con el fruto de la maldad,
para poner a salvo su nido
y librarse de la adversidad!
10 Al aniquilar a tantos pueblos,
deshonraste tu casa,
dañaste tu propia existencia:
11 desde los muros claman las piedras
y la viga del enmaderado responde.
12 ¡Ay del que edifica una ciudad con sangre
y la cimenta sobre el crimen!
13 ¿No ha decidido el Señor del universo
que el fuego consuma el trabajo de los pueblos,
y que las naciones se fatiguen en vano?
14 Porque la tierra se ha de llenar
del conocimiento de la gloria del Señor,
igual que las aguas colman el mar.
15 ¡Ay del que hace beber a su prójimo
y lo emborracha con bebida drogada,
para luego contemplarlo desnudo!
16 Te has cubierto de deshonra y no de gloria.
Bebe tú también y enseña tu desnudez;
el Señor te pasará su cáliz,
y tu gloria se convertirá en ignominia.
17 Has derramado sangre humana,
has colmado de violencia al país,
a las ciudades y a sus habitantes;
ahora la violencia hecha al Líbano
caerá implacable sobre ti,
bestias feroces te destrozarán.
19 ¡Ay del que dice a un leño: “Despierta”,
y a una piedra muda: “Ponte en pie”!
¿Podrá alguno de ellos hablar?
Está recubierto de oro y plata,
pero no alberga ningún aliento vital.
18 ¿De qué sirve un ídolo,
hechura de artesano,
imagen fundida,
oráculo engañoso?
¿Puede confiar en él su artífice
si ha fabricado un ídolo mudo?
20 Mas el Señor está en su santo Templo,
¡que calle ante él toda la tierra!
Salmo
3 Oración del profeta Habacuc. Al estilo de las endechas.
2 He oído, Señor, tu proclama
y respeto tu actuación.
Hazla realidad en medio de los tiempos,
dala a conocer en el curso de los años;
en momentos de ira, acuérdate de la misericordia.
3 Dios viene desde Temán;
el Santo, desde el monte Parán.
[ Pausa]
Se extiende por los cielos su majestad,
de sus alabanzas está llena la tierra.
4 Como la luz es su resplandor,
rayos brotan de su mano,
allí es donde radica su poder.
5 Delante de él marcha la peste,
tras sus pasos camina la epidemia.
6 Se detiene y tiembla la tierra,
a su mirada toda nación se sobresalta.
Se desmoronan los antiquísimos montes,
las colinas ancestrales se desploman
por donde siempre transitaron sus sendas.
7 He visto las tiendas de Cusán
hundidas en la desgracia,
estremecido el país de Madián.
8 ¿Arde la ira del Señor contra los ríos?
¿Se enciende contra ellos tu enojo,
y tu furor contra los mares
cuando montas sobre tus caballos
y conduces tus carros victoriosos?
9 Desenfundas y preparas tu arco,
tus juramentos son como flechas,
los torrentes resquebrajan la tierra.
[ Pausa]
10 Se estremecen los montes al verte
y cae una inmensa tromba de agua;
el océano hace oír su fragor
y se encrespan sus olas enormes.
11 El sol y la luna permanecen en su puesto
ante el fulgor de tus veloces saetas,
ante el brillo relampagueante de tu lanza.
12 Recorres la tierra enfurecido,
machacas airado a las naciones.
13 Pero sales para salvar a tu pueblo,
para poner a salvo a tu ungido.
Destruyes la mansión del impío,
la arrasas hasta los cimientos.
[ Pausa]
14 Atraviesas con sus propios dardos
las cabezas de sus caudillos,
los que se lanzaban en tromba
intentando dispersarme, alborozados,
dispuestos a devorar
al indefenso en su refugio.
15 Cabalgas con tus caballos sobre el mar,
sobre la inmensidad de las aguas encrespadas.
16 Al oírlo se conmovieron mis entrañas;
a su voz temblaron mis labios;
mis huesos comenzaron a podrirse
y a vacilar mis piernas al andar.
Pero yo aguardo sereno
que llegue el día de la angustia
sobre el pueblo que nos ha oprimido.
17 Aunque no eche brotes la higuera,
ni den las vides ningún fruto;
aunque nada se espere del olivo,
ni los labrantíos den para comer;
aunque no haya ovejas en el aprisco,
ni queden vacas en los establos;
18 aun así, yo me gozaré en el Señor,
me alegraré en Dios, mi salvador.
19 El Señor, mi Dios, es mi fuerza;
da a mis pies agilidad de gacela
y me hace caminar por las alturas.
Al director del coro
Para instrumentos de cuerda.
Título
1 Palabras que el Señor comunicó a Sofonías, hijo de Cusí, hijo de Guedalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, siendo rey de Judá Josías, hijo de Amón.
Amenazas de castigo contra Judá y Jerusalén
2 Voy a aniquilar todo lo existente
sobre la superficie de la tierra
—oráculo del Señor—.
3 Aniquilaré toda persona y animal:
no dejaré pájaros en el cielo
ni peces en el mar;
haré perecer a los malvados
y exterminaré a todo ser humano
sobre la superficie de la tierra
—oráculo del Señor—.
4 Extenderé mi mano contra Judá
y contra todas las gentes de Jerusalén;
borraré de este lugar
hasta el último rastro de Baal:
a todos sus servidores y sacerdotes;
5 a los que adoran en los terrados
al ejército de los cielos,
a los que se postran ante el Señor
jurando al mismo tiempo por él y por Milcón,
6 a los que se alejan del Señor
y no lo buscan ni consultan.
7 ¡Silencio ante el Señor Dios!
Ya está próximo el día del Señor:
él tiene preparado un sacrificio,
y ha consagrado a sus invitados.
8 En el día de ese sacrificio,
yo castigaré a los príncipes,
castigaré a los hijos del rey,
a todos los que visten
al modo de los extranjeros.
9 En aquel día castigaré también
a los que saltan por encima del umbral,
a los que llenan de fraude y violencia
el Templo de su Señor.
10 En aquel día —oráculo del Señor—
se oirán clamores en la Puerta del Pescado,
gemidos en el Barrio Nuevo,
lamentos desde los collados.
11 Lloren los del barrio del Mortero,
pues han sido barridos los mercaderes,
eliminados los cambistas.
12 Acontecerá además en aquel tiempo,
que inspeccionaré a Jerusalén linterna en mano
y castigaré a los desaprensivos
que dentro de su corazón se dicen:
“El Señor no actúa, ni para mal ni para bien”.
13 Sus riquezas serán saqueadas,
sus casas quedarán destruidas;
las edificarán, mas no las habitarán;
plantarán viñas, pero no beberán su vino.
14 Se acerca el gran día del Señor,
rápidamente se aproxima;
en ese día se alzará un gran clamor,
hasta el valiente quedará angustiado.
15 Día de ira será aquel día,
día de angustia y aflicción,
día de ruina y desolación,
día de oscuridad y tinieblas,
día de densos nubarrones,
16 día de clarines y gritos de guerra
contra las fortificadas ciudades,
contra sus elevadas almenas.
17 Colmaré de angustia a la gente
que andará, como los ciegos, a tientas;
su sangre será derramada como polvo
y su carne [tirada] como estiércol,
por haber pecado contra el Señor.
18 Ni su plata ni su oro podrán librarlos
cuando se encienda la ira del Señor;
el fuego ardiente de su celo
consumirá totalmente la tierra,
y acabará de forma aterradora
con todos los que la habitan.
Llamada al arrepentimiento
2 Acudan y congréguense,
nación impenitente,
2 antes que se cumpla el decreto
y llegue el día en que
sean aventados como paja;
antes que descargue sobre ustedes
el enojo enfurecido del Señor;
antes que venga contra ustedes
el día de la cólera del Señor.
3 Busquen al Señor ustedes,
todos los humildes de la tierra,
los que cumplen sus preceptos;
practiquen la justicia
y busquen la humildad;
tal vez esto los proteja
el día de la ira del Señor.
Amenazas contra los pueblos del Oeste
4 Gaza será asolada,
Ascalón destruida,
saqueada Asdod a pleno día,
y Ecrón arrancada de raíz.
5 ¡Ay de los que moran en el litoral,
ustedes, los del pueblo quereteo!
El Señor ha dicho contra ustedes:
Canaán, territorio de los filisteos,
te asolaré hasta no dejar habitante.
6 Toda la franja costera
quedará reducida a región de pastoreo,
a lugar para rediles de ovejas;
7 se convertirá en propiedad
de los supervivientes de Judá;
allí apacentarán sus rebaños,
y por la noche se alojarán
en las casas de Ascalón.
Porque intervendrá el Señor
para favorecer a Judá
y hacer que cambie su suerte.
Amenazas contra los pueblos del Este
8 He oído los ultrajes de Moab
y las ofensas de los amonitas;
contra mi pueblo lanzaban injurias
y prosperaron a costa de su territorio.
9 Pero juro por mi vida
—oráculo del Señor del universo,
Dios de Israel—
que Moab quedará como Sodoma,
y los amonitas como Gomorra:
serán un territorio de ortigas,
un campo sembrado de sal,
un lugar asolado para siempre.
Los saqueará el resto de mi pueblo,
los supervivientes de mi nación
se adueñarán de ellos.
10 Esto les sucederá por su altivez,
porque ultrajaron al pueblo del Señor del universo,
y se engrandecieron a costa de él.
11 El Señor se mostrará terrible con ellos:
destruirá a todos los dioses de la tierra,
y será adorado en sus propios territorios
por los pueblos más alejados.
Amenazas contra los pueblos del Sur y del Norte
12 También ustedes, los de Etiopía,
serán atravesados por mi espada.
13 El Señor extenderá su mano
hacia los países del norte
y Asiria será destruida.
Hará de Nínive un lugar devastado,
la convertirá en árido desierto;
14 se tumbará allí el ganado,
rebaños de toda especie;
incluso el pelícano y el erizo
dormirán en sus capiteles;
el búho ululará en las ventanas
y los cuervos [graznarán] en los umbrales;
el artesonado de cedro
ha quedado al descubierto.
15 Esto sucederá a la ciudad alegre,
la que vivía confiada
diciendo en su corazón:
“Sólo yo y nadie más”.
¡Cómo ha quedado asolada,
convertida en guarida de bestias!
Todo el que pase junto a ella
silbará y agitará su mano.
Amenazas contra Jerusalén
3 ¡Ay de la ciudad rebelde,
manchada y opresora!
2 No ha escuchado la voz
ni ha admitido la corrección;
no ha confiado en el Señor
ni se ha acercado a su Dios.
3 Son sus gobernantes en medio de ella
igual que leones rugientes;
sus jueces, lobos nocturnos
que nada dejan para la mañana.
4 Son jactanciosos sus profetas,
hombres traicioneros;
sus sacerdotes han profanado lo santo,
han violado la ley.
5 Pero el Señor está libre de toda iniquidad
y hace justicia en medio de ella;
cada mañana sin falta
dicta sentencia al despuntar el día.
Aun así, el inicuo no se avergüenza.
6 Yo he destruido naciones
y he derribado sus torres;
sus calles están asoladas,
nadie transita por ellas;
sus ciudades están arrasadas
sin que nadie las habite.
7 Yo me decía: “Me respetarás,
admitirás la corrección
y no volveré a destruir tu morada
cuando venga a tomar cuentas”.
Pero ellos se han apresurado
a obrar perversamente.
8 Así pues, esperen el día
—oráculo del Señor—
en que me ponga en pie para acusarlos,
pues he decidido reunir a las naciones
y congregar en uno a todos los reinos
para descargar sobre ellos mi enojo
y todo el furor de mi ira,
hasta que mi ardiente celo
devore totalmente la tierra.
Anuncios de conversión y restauración
9 Devolveré entonces a los pueblos
unos labios enteramente puros
para que invoquen el nombre del Señor
y le rindan culto todos a una.
10 Desde más allá de los ríos de Etiopía,
mis hijos dispersos, los que me suplican,
acudirán a presentarme sus ofrendas.
11 Aquel día no tendrás que avergonzarte
por causa de las muchas obras
con las que te rebelaste contra mí,
pues arrancaré de en medio de ti
a los que se alegran de tu altanería,
y no te jactarás más en mi santo monte.
12 En medio de ti dejaré como resto
un pueblo de gente pobre y humilde,
que buscará protección en mi nombre.
13 Será un resto de Israel
que no practicará la iniquidad
ni hablará con mentiras;
no pronunciarán sus labios
ninguna palabra engañosa.
Pastarán y reposarán
sin que nadie los haga temblar.
14 ¡Regocíjate, ciudad de Sión!
¡Grita con júbilo, Israel!
¡Alégrate con todo tu corazón,
y gózate, ciudad de Jerusalén!
15 El Señor ha alejado a tus enemigos,
ha revocado plenamente tu condena.
El Señor, rey de Israel, está contigo:
ningún mal has de temer.
16 Aquel día se dirá a Jerusalén:
“¡No temas, ciudad de Sión,
que no desfallezcan tus manos!”.
17 El Señor, tu Dios, está contigo;
él es poderoso y salva.
Se regocija por ti con alegría,
su amor te renovará,
salta de júbilo por ti.
18 Alejaré de ti la desgracia,
el oprobio que pesaba sobre ti.
19 En aquel tiempo actuaré
contra todos tus opresores;
socorreré a los inválidos,
reuniré a los dispersos;
les daré fama y renombre
donde hoy son objeto de oprobio.
20 En aquel tiempo los haré volver
y, cuando los tenga reunidos,
les daré fama y renombre
en todas las naciones de la tierra;
ante sus propios ojos
cambiaré su suerte,
—oráculo del Señor—.
Llamamiento a reconstruir el Templo
1 El segundo año del reinado de Darío, en el primer día del mes sexto, el Señor habló en estos términos por medio del profeta Ageo al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac:
2 — Así ha dicho el Señor del universo: Este pueblo afirma que aún no ha llegado el momento adecuado para reconstruir el Templo del Señor.
3 A lo que el Señor replicó a través del profeta Ageo:
4 — ¿De veras piensan que es tiempo de vivir en sus casas artesonadas, mientras el Templo está en ruinas? 5 Pues bien, esto les dice el Señor del universo: ¡Reflexionen sobre su situación! 6 Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no se sacian; beben, pero sin llegar a disfrutar; se visten, pero no se calientan; y el jornalero echa su salario en bolsa agujereada. 7 Así dice el Señor del universo: ¡Reflexionen sobre su situación! 8 Suban al monte, traigan madera y reconstruyan el Templo; yo me complaceré en él y seré glorificado, dice el Señor. 9 Esperan encontrar mucho, pero hallan poco: lo que traen a casa yo lo disipo de un soplo. ¿Por qué causa es así?, —dice el Señor del universo—. Pues porque es mi Templo el que está en ruinas, mientras cada uno de ustedes se preocupa de su propia casa. 10 Por esa razón los cielos les han escatimado la lluvia y la tierra no les ha dado su fruto. 11 Yo decreté la sequía sobre la tierra y sobre los montes, sobre la cosecha de cereales, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todos los frutos del campo, sobre las bestias, sobre toda obra humana.
12 Al oír esto Zorobabel, hijo de Sealtiel, y el sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, junto con todo el pueblo restante, prestaron atención a la voz del Señor, su Dios, y a las palabras que el Señor, su Dios, encargó decir al profeta Ageo. El pueblo sintió un profundo respeto por el Señor 13 y Ageo, el enviado del Señor, transmitió este mensaje de parte del Señor: “Yo estoy con ustedes” —oráculo del Señor—. 14 De esta forma, el Señor despertó el espíritu del gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y el del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, así como el espíritu de todo el pueblo restante. Vinieron, pues, y emprendieron las obras del Templo del Señor del universo, su Dios. 15 Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío.
El esplendor del nuevo Templo
2 El año segundo del reinado de Darío, el día veintiuno del mes séptimo, el Señor habló a través del profeta Ageo y le dijo:
2 — Dirígete al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, así como al resto del pueblo, y diles lo siguiente: 3 “¿Quién queda entre ustedes que haya conocido este Templo en su esplendor inicial? ¿Cómo lo ven ahora? ¿No les salta a la vista su insignificancia? 4 Sin embargo, anímate Zorobabel —oráculo del Señor—, anímate sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y que se anime toda la gente del país —oráculo del Señor—. Pongan manos a la obra porque yo estoy con ustedes, dice el Señor del universo. 5 Este es el compromiso que pacté con ustedes cuando salieron de Egipto: mi espíritu estará en medio de ustedes; por tanto, no teman”. 6 Porque dice también el Señor del universo: Dentro de poco tiempo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y los continentes; 7 haré temblar a todas las naciones. Llegarán aquí todas las naciones con sus valiosos tesoros, y llenaré este Templo de esplendor —oráculo del Señor del universo—. 8 Mía es la plata y mío es el oro —oráculo del Señor del universo—. 9 Así pues, el futuro esplendor de este Templo será mayor que el del primero —oráculo del Señor del universo—. Además, estableceré la paz en este lugar —oráculo del Señor del universo—.
Llamada a la purificación
10 En el segundo año de Darío, el día veinticuatro del mes noveno, el Señor habló así al profeta Ageo:
11 — El Señor del universo dice: Pide a los sacerdotes el dictamen de la ley sobre este caso: 12 si alguno lleva carne consagrada entre los pliegues de su ropa y esta toca el pan, las viandas cocidas, el vino, el aceite o cualquier otra comida, ¿quedará todo ello santificado?
Los sacerdotes respondieron negativamente. 13 Después Ageo preguntó:
— Si una persona impura por contacto con un cadáver tocase alguna de estas cosas, ¿vendrán a ser impuras?
Los sacerdotes respondieron:
— Sí, quedarán impuras.
14 Entonces Ageo replicó:
— Así sucede con este pueblo y esta nación que está ante mí —oráculo del Señor—: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15 Pues bien, saquen las consecuencias de lo que sucederá desde hoy en adelante. Antes de comenzar a reconstruir el Templo del Señor, 16 venían a un montón de grano para sacar veinte medidas y sólo había diez; venían al lagar para sacar cincuenta medidas y sólo había veinte. 17 Yo asolaba con viento abrasador, con tizón y con granizo todo el trabajo de ustedes, pero no se convirtieron a mí —oráculo del Señor—. 18 Pues bien, comparen entre lo que sucederá desde ahora en adelante, a partir de hoy, día veinticuatro del mes noveno, y lo que ocurría el día en que se pusieron los cimientos del Templo del Señor. 19 Es cierto que aún no hay grano en el granero y que todavía la vid no ha dado fruto, ni tampoco la higuera, el granado y el olivo; pero desde hoy los bendeciré.
Promesa del Señor a Zorobabel
20 El veinticuatro del mismo mes, el Señor se dirigió por segunda vez a Ageo con estas palabras:
21 — Di a Zorobabel, gobernador de Judá: Yo haré temblar los cielos y la tierra; 22 volcaré los tronos de los reinos y aniquilaré el poder de los reinos extranjeros; volcaré los carros de guerra junto con sus aurigas; caballos y jinetes caerán atravesados por la espada de sus mismos hermanos. 23 En aquel día —oráculo del Señor del universo—, te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío —oráculo del Señor—, y te convertiré en mi sello, porque yo te he elegido —oráculo del Señor del universo—.
PRIMERA PARTE (1—8)
Encabezamiento y llamada a la conversión
1 El octavo mes del año segundo de Darío el Señor dirigió esta palabra al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó:
2 — Los antepasados de ustedes irritaron sobremanera al Señor. 3 Di, pues, a los israelitas: “Esto dice el Señor del universo: Vuelvan a mí —oráculo del Señor del universo— y yo me volveré a ustedes”. Es palabra del Señor del universo. 4 No imiten a sus antepasados a quienes ya los más antiguos profetas interpelaban diciendo: “Así les habla el Señor del universo: Cambien de conducta; abandonen su mal proceder y sus perversas acciones”. Pero ni me escucharon ni me hicieron caso alguno —oráculo del Señor—. 5 Pues bien, ¿dónde están ahora sus antepasados? Y los profetas, ¿acaso van a vivir indefinidamente? 6 Sin embargo, las palabras y preceptos que encomendé transmitir por medio de mis siervos, los profetas, encontraron acogida en sus antepasados que se convirtieron reconociendo que el Señor del universo los había tratado de acuerdo con su proceder y sus acciones.
Libro de las visiones (1,7—6,15)
Primera visión: los jinetes
7 El día veinticuatro del undécimo mes —es decir, el mes de Sebat— del reinado de Darío, el Señor dirigió su palabra al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, que se expresó en estos términos:
8 — He tenido durante la noche una visión: vi a un hombre que estaba sentado en un caballo rojo entre los mirtos de la hondonada; detrás de él había caballos rojos, alazanes y blancos. 9 Yo entonces pregunté:
— ¿Quiénes son estos, mi Señor?
El ángel que hablaba conmigo me respondió:
— Yo te indicaré quiénes son.
10 Entonces intervino el hombre que estaba entre los mirtos y dijo:
— Estos son los que ha enviado el Señor a recorrer la tierra. 11 Ellos entonces se dirigieron al ángel del Señor y le informaron:
— Hemos recorrido toda la tierra y la hemos encontrado tranquila y en calma.
12 El ángel del Señor exclamó:
— Señor del universo, ¿cuándo, por fin, te apiadarás de Jerusalén y de las ciudades de Judá contra las que llevas ya setenta años irritado?
13 Entonces el Señor dio al ángel que me hablaba una contestación amable y consoladora. 14 Así que el ángel que hablaba conmigo me dijo:
— Proclama: “Esto dice el Señor del universo: Estoy profundamente enamorado de Jerusalén y de Sión, 15 y es grande mi enojo contra las naciones que, seguras de sí mismas, se aprovecharon de que yo no estaba muy irritado [contra ellas] para intensificar su hostilidad. 16 Por eso así dice el Señor: Miro compasivo a Jerusalén donde será reconstruido mi Templo —oráculo del Señor del universo— junto con el resto de la ciudad”. 17 Y proclama también: “Esto dice el Señor del universo: Mis ciudades rebosarán bienestar, el Señor colmará de nuevo a Sión de consuelo y Jerusalén podrá aún ser elegida”.
Segunda visión: los cuernos y los herreros
2 Alcé la vista y, al mirar, vi cuatro cuernos. 2 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— ¿Qué representan esos cuernos?
El ángel me respondió:
— Representan el poder de quienes dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén.
3 A continuación el Señor me hizo ver cuatro herreros.
4 Y yo pregunté:
— ¿Qué es lo que estos vienen a hacer?
Me contestó:
— Los cuernos representan a quienes dispersaron a Judá hasta el punto de que ya nadie podía levantar cabeza; los herreros, por su parte, vienen para hacer temblar y derribar los poderes que esas naciones desencadenaron contra el país de Judá a fin de dispersarlo.
Tercera visión: la cinta para medir
5 Alcé la vista y, al mirar, vi a un hombre que tenía en la mano una cinta para medir. 6 Le pregunté:
— ¿A dónde te diriges?
Me respondió:
— A medir Jerusalén para saber cuál será su anchura y su longitud.
7 Se marchaba ya el ángel que estaba hablando conmigo, cuando otro ángel le salió al encuentro 8 y le dijo:
— Anda y di a ese joven: “Jerusalén será una ciudad abierta, habitada por una multitud de personas y animales. 9 Y yo seré para ella —oráculo del Señor— una muralla de fuego alrededor y un motivo de gloria en medio de ella”.
Invitación a los desterrados
10 ¡Ea, vamos!
Escapen del país del norte
—oráculo del Señor—.
Yo los dispersé —dice el Señor—
por los cuatro puntos cardinales;
11 pues bien, ¡arriba, Sión!,
trata de ponerte a salvo,
tú que habitas en Babilonia.
12 Esto dice el Señor del universo
—de quien soy su mensajero autorizado—
acerca de las naciones que los despojaron:
El que los toca a ustedes,
toca a las niñas de mis ojos.
13 Yo castigaré a esas naciones
que serán botín de sus esclavos,
y así ustedes reconocerán que he sido enviado
por el Señor del universo.
14 ¡Grita de alegría, Sión,
pues en medio de ti vengo a morar!
—oráculo del Señor—.
15 En aquel día se unirán al Señor
naciones sin cuento;
se convertirán en pueblo mío,
yo habitaré en medio de ti
y tú reconocerás
que es el Señor del universo
quien a ti me ha enviado.
16 Judá será la tierra santa,
posesión y heredad del Señor
que de nuevo elegirá a Jerusalén.
17 Calle, pues, ante el Señor todo viviente
porque está decidido a entrar en acción
desde su santa morada.
Cuarta visión: el sumo sacerdote
3 Me mostró [el Señor] a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie ante el ángel del Señor, mientras que Satán estaba a su derecha para acusarlo. 2 El ángel del Señor dijo a Satán:
— Que el Señor te amoneste, Satán; que el Señor que ha elegido a Jerusalén te amoneste. ¿No es acaso este un tizón sacado del fuego?
3 Estaba Josué vestido con ropas sucias de pie en presencia del ángel 4 que se dirigió a los que estaban junto a él y les ordenó:
— Quítenle esas ropas sucias.
A continuación dijo a Josué:
— Mira, te libro de tu pecado y te visto con traje de fiesta.
5 Y añadió:
— Que pongan un turbante limpio sobre su cabeza.
Pusieron, en efecto, sobre su cabeza un turbante limpio y lo revistieron de sus vestiduras. Entonces el ángel del Señor, que permanecía en pie, 6 hizo este pacto con Josué: 7 “Así dice el Señor del universo: Si sigues mis caminos y cumples mis preceptos, estarás al cargo de mi Templo, custodiarás mis atrios y te daré un puesto entre los que están a mi servicio”. 8 Escucha, además, sumo sacerdote Josué, tanto tú como los compañeros que se sientan ante ti y que constituyen un presagio profético: Miren que voy a suscitar a mi siervo Germen. 9 Y ahí está la piedra que pongo ante Josué, una piedra única que tiene siete ojos y sobre la que voy a grabar su inscripción —oráculo del Señor del universo—. En un solo día borraré la iniquidad de esta tierra, 10 y aquel día —oráculo del Señor del universo— se invitarán unos a otros a la sombra de la parra y de la higuera.
Quinta visión: el candelabro de oro y los dos olivos
4 Retornó el ángel que hablaba conmigo y me despertó como se despierta a alguien que está dormido. 2 Y me preguntó:
— ¿Qué estás viendo?
Respondí:
— Veo un candelabro de oro macizo rematado en lo alto con un depósito de aceite; tiene siete lámparas y siete tubos que llevan el aceite a cada una de las lámparas. 3 Junto a él hay dos olivos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
4 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— Señor, ¿qué significa esto?
5 El ángel me contestó:
— ¿No sabes lo que significa?
Le respondí:
— No lo sé, Señor.
6 El ángel me dijo:
10b — Las siete lámparas representan los ojos del Señor que inspeccionan toda la tierra.
11 Le pregunté de nuevo:
— Y tanto los dos olivos que están a la derecha e izquierda del candelabro, 12 como las dos ramas de olivo que, por sus conductos de oro, vierten su aceite dorado, ¿qué representan?
13 El ángel me respondió:
— ¿No sabes lo que representan?
Le contesté:
— No lo sé, Señor.
14 Entonces él me dijo:
— Son los dos ungidos que están al servicio del Dueño de toda la tierra.
Palabra del Señor sobre Zorobabel
6b Esta es la palabra que el Señor dirigió a Zorobabel:
— No depende [el éxito] de la fuerza o de la violencia —dice el Señor del universo—, sino de mi espíritu. 7 Tú que presumes de ser una grandiosa montaña, quedarás convertida en llanura ante Zorobabel que extraerá de ella la piedra angular mientras proclaman: “¡Qué hermosa es, qué hermosa!”.
8 Me dirigió también el Señor esta palabra:
9 — Las manos de Zorobabel pusieron los cimientos de este Templo y ellas rematarán la obra. Así reconocerán que ha sido el Señor del universo quien me ha enviado a ustedes. 10 ¿Dónde están los que un día no tomaron en serio los modestos comienzos? Ahora se alegran al ver a Zorobabel llevar adelante la obra.
Sexta visión: el libro volando
5 Alcé de nuevo la vista y, al mirar, vi un libro que volaba. 2 El ángel me preguntó:
— ¿Qué ves?
Yo respondí:
— Un libro que va volando y que tiene diez metros de largo por cinco de ancho.
3 El ángel me dijo:
— Es la maldición que abarca a toda esta tierra, pues por una cara lleva escrito: “ningún ladrón quedará impune”; y por la otra cara: “ningún perjuro quedará impune”. 4 Yo le he dado licencia —oráculo del Señor del universo— para que entre en la casa del ladrón y del que jura en falso utilizando mi nombre, y para que se instale allí hasta que todas sus vigas y sus piedras se conviertan en ruinas.
Séptima visión: la mujer en el recipiente
5 El ángel que hablaba conmigo dio un paso adelante y me dijo:
— Alza la vista y mira eso que aparece.
6 Yo pregunté:
— ¿De qué se trata?
Me respondió:
— Es un recipiente y representa —añadió el ángel— la maldad de todo el país.
7 Levantaron entonces la tapadera que era de plomo y apareció una mujer sentada en el interior del recipiente. 8 El ángel me dijo:
— Es la maldad.
Seguidamente la empujó hasta el fondo del recipiente al que tapó con la tapadera de plomo. 9 Alcé entonces la vista y vi a dos mujeres que tenían alas como de cigüeña; el viento impulsaba sus alas y levantaron el recipiente entre la tierra y el cielo. 10 Pregunté al ángel que hablaba conmigo:
— ¿A dónde llevan el recipiente?
11 Me contestó:
— Al país de Senaar donde le construirán un santuario y lo colocarán sobre un pedestal.
Octava visión: los cuatro carros
6 De nuevo alce la vista y, al mirar, vi cuatro carros que salían de entre dos montañas que eran de bronce. 2 El primer carro iba tirado por caballos alazanes, el segundo por caballos negros, 3 el tercero por caballos blancos, y el cuarto por caballos tordos. 4 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:
— Señor mío, ¿qué representan esos caballos?
5 El ángel me respondió:
— Representan a los cuatro vientos del cielo que se ponen en movimiento después de haber estado en presencia del Dueño de toda la tierra. 6 El carro de caballos negros sale hacia el norte, el de caballos blancos parte siguiendo sus pasos, y el de caballos tordos avanza hacia el país del sur.
7 Salieron con ímpetu decididos a recorrer toda la tierra. Apenas se les ordenó que salieran a recorrer toda la tierra, la recorrieron de inmediato. 8 Y [el ángel] me llamó para decirme:
— Mira, los que se dirigen al norte intentan aplacar la ira del Señor en el país del norte.
La corona
9 El Señor me habló en estos términos:
10 — Vete a casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde acaban de llegar de Babilonia los deportados Jelday, Tobías y Jedaías, y haz una colecta. 11 Toma oro y plata, fabrica una corona, ponla sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, 12 y dile: “Así dice el Señor del universo: Aquí está el hombre llamado Germen; a su paso todo germinará; él reconstruirá el Templo del Señor. 13 Reconstruirá, en efecto, el Templo del Señor, recibirá honores reales y se sentará en el trono para gobernar. Un sacerdote se sentará en el trono y reinará entre ambos la concordia”.
14 En cuanto a la corona, se conservará en el Templo del Señor para perpetuar la memoria de Jelday, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías. 15 Vendrá gente de lejos a trabajar en la reconstrucción del Templo del Señor y tendrán que reconocer que el Señor del universo me ha enviado a ustedes. Todo esto se cumplirá si obedecen puntualmente al Señor, su Dios.
Libro de los oráculos (7—8)
El ayuno conmemorativo
7 El año cuarto del reinado de Darío, en el día cuarto del noveno mes —el mes de Casleu—, el Señor dirigió su palabra a Zacarías. 2 Betel-Sareser había enviado a Réguem-Mélec, junto con sus colaboradores, para implorar el perdón del Señor 3 y preguntar a los sacerdotes del Templo del Señor del universo y a los profetas lo siguiente:
— ¿Debemos hacer duelo el quinto mes y ayunar tal como lo hemos hecho durante muchos años?
4 Entonces el Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:
5 — Di a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra:
— Cuando ayunaban y hacían duelo en el quinto y séptimo mes desde hace ya setenta años, ¿acaso lo hacían para honrarme a mí? 6 Y cuando comían y bebían, ¿no lo hacían acaso para su provecho? 7 Además, ¿no eran ésas las palabras que el Señor pronunció por medio de los más antiguos profetas, cuando Jerusalén y las ciudades de su entorno estaban habitadas y vivían en paz, y cuando el Négueb y la Sefela estaban también habitados?
8 De nuevo el Señor dirigió su palabra a Zacarías:
9 — Así dice el Señor del universo: Juzguen con justicia y equidad, y practiquen con sus hermanos el amor y la fidelidad. 10 No opriman a la viuda, al huérfano, al extranjero o al pobre, y no maquinen en su interior nada malo contra el prójimo. 11 Pero no me hicieron caso, sino que me volvieron la espalda y, rebeldes, rehusaron escucharme. 12 Endurecieron como un diamante su corazón para no prestar oído a la ley ni a las palabras que el Señor del universo les dirigía inspirando a los antiguos profetas. A causa de ello el Señor del universo se enojó sobremanera. 13 Y así como el Señor llamó y ellos no escucharon, así yo —dice el Señor del universo— tampoco los escuché cuando me invocaron, 14 sino que los dispersé entre naciones que no conocían. La tierra quedó asolada cuando ellos la abandonaron y nadie pasaba por allí. Así es como convirtieron en desierto un país tan espléndido.
Oráculos mesiánicos
8 El Señor del universo me dirigió esta palabra:
2 Así dice el Señor del universo:
estoy profundamente enamorado de Sión
y siento por ella una ardiente pasión.
3 Así dice el Señor:
Volveré de nuevo a Sión
y habitaré en medio de Jerusalén.
Jerusalén será llamada “ciudad fiel”,
y se llamará “monte santo”
al monte del Señor del universo.
4 Así dice el Señor del universo:
Ancianos y ancianas se sentarán
en las plazas de Jerusalén,
cada uno con un bastón en la mano,
debido a su avanzada edad.
5 Muchachos y muchachas
abarrotarán jugando
las plazas de la ciudad.
6 Así dice el Señor del universo:
Aunque al resto del pueblo
esto le parezca prodigioso en aquellos días,
no será prodigioso para mí
—oráculo del Señor del universo—.
7 Pues así dice el Señor del universo:
Voy a liberar a mi pueblo
del país donde sale el sol
y del país donde se pone:
8 los traeré y habitarán Jerusalén;
ellos serán mi pueblo
y yo seré su Dios, fiel y salvador.
9 Así dice el Señor del universo:
— Cobren ánimo los que oyen las palabras que los profetas pronuncian estos días en que se echan los cimientos del Templo del Señor del universo. 10 Porque antes de estos días, ni personas ni animales percibían jornal; nadie podía moverse con seguridad, pues yo había enfrentado a unos contra otros. 11 Pero ahora no me portaré como antes con el resto de este pueblo —oráculo del Señor del universo—. 12 Ahora sembraré todo de paz: la vid dará su fruto, los cielos dejarán caer su rocío y la tierra producirá su cosecha; todo esto daré en posesión al resto de este pueblo. 13 Y así como antes fueron objeto de maldición entre las naciones, pueblo de Judá y de Israel, así ahora los salvaré y los convertiré en bendición. ¡Cobren, pues, ánimo y no teman!
14 Así dice el Señor del universo:
— Lo mismo que castigué y no tuve compasión de los antepasados de ustedes cuando provocaron mi cólera —dice el Señor del universo—, 15 así ahora, cambiando de parecer, he decidido favorecer a Jerusalén y a Judá. Así que no teman. 16 Basta con que hagan lo siguiente: sean sinceros los unos con los otros, juzguen con equidad en su tribunales y construyan la paz; 17 no maquinen la maldad unos contra otros en su interior, ni se acostumbren a jurar en falso. Todas estas cosas me son aborrecibles —oráculo del Señor—.
18 El Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:
19 — Así dice el Señor del universo: Los ayunos del cuarto, quinto, séptimo y décimo mes se convertirán para Judá en días de alegría y regocijo y en festivas solemnidades, siempre que amen la verdad y la paz. 20 Porque así dice el Señor del universo: Afluirán todavía pueblos y gentes de ciudades populosas. 21 Y los habitantes de una ciudad irán a decir a los de la otra: “Vamos a implorar el perdón y la protección del Señor del universo. ¡Yo también voy!”. 22 Y serán innumerables los pueblos y naciones poderosas que vendrán a Jerusalén para buscar la protección del Señor del universo e implorar su perdón.
23 Así dice el Señor del universo:
— Sucederá en aquellos días que diez hombres procedentes de distintas naciones y lenguas asirán a un judío por la orla del manto y le dirán: “Queremos unirnos a ustedes porque hemos oído que Dios está con ustedes”
SEGUNDA PARTE (9—14)
Israel y los pueblos vecinos (9—11)
Juicio y castigo
9 Oráculo:
La palabra del Señor
llega al país de Jadrac
y en Damasco se detiene,
pues al Señor pertenecen
las ciudades de Siria,
así como las tribus de Israel.
2 Y también le pertenece
su vecina Jamat,
junto con Tiro y Sidón
prototipos de sabiduría.
3 Tiro se construyó una fortaleza;
acumuló tanta plata como polvo,
y tanto oro como barro
hay desparramado por las calles.
4 Pero el Señor la despojará de todo,
hundirá en el mar su poderío
y será consumida por el fuego.
5 Se espantará al verlo Ascalón,
se estremecerá Gaza de terror,
y Ecrón quedará sin esperanza.
Será eliminado el rey de Gaza,
quedará Ascalón sin habitantes,
6 y en Asdod vivirán razas mezcladas.
Abatiré la soberbia filistea,
7 arrancaré de su boca
la presa todavía ensangrentada,
y de entre sus dientes los manjares
que me son aborrecibles.
También de ellos quedará
un resto para nuestro Dios;
serán como clanes de Judá,
y los de Ecrón como si fueran jebuseos.
8 Montaré guardia en torno a mi Templo
contra todos los que intenten invadirlo;
ningún opresor pasará por allí
porque mis ojos están vigilantes.
El Mesías que viene
9 Salta de alegría, Sión;
grita jubilosa, Jerusalén,
porque ya llega tu rey,
justo y victorioso,
humilde y montado sobre un asno,
sobre un borrico, retoño de asna.
10 Destruirá los carros de guerra de Efraín
y aniquilará la caballería de Jerusalén;
quebrará los arcos de guerra
y anunciará la paz a las naciones.
Dominará de un mar a otro mar,
desde el río Éufrates
hasta los confines de la tierra.
Regreso de los cautivos
11 Y porque sellé contigo
una alianza mediante sangre,
yo sacaré a tus cautivos
del foso sin agua.
12 Vuelvan, cautivos,
a la ciudad fortificada,
vuelvan esperanzados;
hoy mismo les anuncio
que les daré doble recompensa.
13 He tensado como un arco a Judá,
he cargado [de flechas] a Efraín;
lanzaré, Sión, a tus hijos
contra los tuyos, país de Javán,
y te blandiré, Sión,
como blande un valiente su espada.
14 El Señor se manifestará a su lado
disparando flechas como relámpagos;
hará el Señor resonar la trompeta
y avanzará entre los torbellinos del sur.
15 El Señor del universo los protegerá
de modo que aplasten y trituren
las piedras lanzadas por la honda;
beberán su sangre como vino,
hasta rebosar como copa de ofrendas,
como los salientes del altar.
16 Aquel día los salvará el Señor, su Dios;
serán como rebaño de su pueblo
y resplandecerán en su tierra
como diamantes de diadema.
17 ¡Qué felicidad y qué hermosura!
El pan hará florecer a los muchachos
y el vino nuevo a las muchachas.
Inutilidad de los ídolos
10 Pidan al Señor que llueva en primavera,
pues él es quien envía los temporales
y hace llover en abundancia,
brotando así hierba en el campo para todos.
2 Los ídolos sólo ofrecen vanas promesas,
y los adivinos falsas visiones;
anuncian sueños engañosos
y prometen consuelos ilusorios
Por eso [el pueblo] anda errante,
abatido como rebaño sin pastor.
Liberación y retorno
3 Ardo de ira contra los pastores,
castigaré a los guías del rebaño.
El Señor del universo ha visitado al pueblo de Judá,
que es su rebaño, y hará de él
su caballo victorioso en el combate.
4 Porque de él saldrá la piedra angular,
las estacas de la tienda y el arco de guerra,
además de todos sus caudillos.
5 Juntos se lanzarán al combate
como valientes guerreros,
pisando el barro de las calles;
peleará junto a ellos el Señor
y cubrirán de vergüenza
a los jinetes enemigos.
6 Haré fuerte al pueblo de Judá
y daré la victoria a la descendencia de José.
Los repatriaré, pues me compadezco de ellos,
y será como si nunca los hubiera rechazado,
pues soy el Señor, su Dios, que los escucha.
7 Los de Efraín serán como héroes,
animosos como después de haber bebido;
sus hijos se alegrarán al verlos,
saltará de júbilo en el Señor su corazón.
8 Los reuniré con un silbido,
pues yo soy quien los ha rescatado,
y serán tan numerosos como antes.
9 Yo los dispersaré entre las naciones,
pero me recordarán estando lejos,
criarán hijos y regresarán.
10 Haré que vuelvan de Egipto,
los recogeré de Asiria
para traerlos a Galaad y al Líbano,
y ni aún así tendrán sitio suficiente.
11 Atravesarán el mar de la angustia,
mientras el Señor golpeará las olas del mar
y el cauce del río quedará seco.
Será abatido el orgullo de Asiria
y el poder de Egipto acabará.
12 Cifrarán su fuerza en el Señor
y en su nombre avanzarán,
—oráculo del Señor—.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España