Bible in 90 Days
30 Por eso —oráculo del Señor, Dios de Israel—, aunque prometí que tu familia y la familia de tus antepasados me servirían eternamente, ahora —oráculo del Señor— retiro lo dicho. Porque yo respeto a los que me respetan, pero los que me desprecian se verán deshonrados. 31 Se acerca el día en que os despojaré de privilegios a ti y a la familia de tu antepasado, de manera que nadie llegará a viejo en tu familia. 32 Te concomerás de envidia al contemplar la prosperidad de Israel, sin que nadie llegue jamás a viejo en tu familia. 33 Mantendré a alguno al servicio de mi altar, hasta que se apaguen tus ojos y se extinga tu vida, pero la mayor parte de tu familia morirá violentamente. 34 Tendrás la confirmación de esto en lo que les va a suceder a tus hijos, Jofní y Finés: ambos morirán el mismo día. 35 Yo designaré un sacerdote fiel que actúe conforme a mi criterio y mi voluntad. Le proporcionaré una familia estable y vivirá siempre al servicio de mi ungido. 36 Y cualquier superviviente de tu familia se inclinará ante él para mendigar unas monedas y una hogaza de pan, suplicándole: “Por favor, asígname cualquier tarea sacerdotal para poder comer un trozo de pan”.
Vocación de Samuel
3 El joven Samuel estaba al servicio del Señor bajo la custodia de Elí. Por aquel entonces los mensajes del Señor eran excepcionales y escaseaban las visiones. 2 Cierto día Elí dormía en su habitación; sus ojos se estaban apagando y no podía ver. 3 La lámpara divina aún no se había extinguido y Samuel dormía en el santuario del Señor, donde está el Arca de Dios. 4 El Señor llamó a Samuel que respondió:
— ¡Aquí estoy!
5 Fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo:
— Aquí estoy, presto a tu llamada.
Elí le contestó:
— Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte.
Y Samuel fue a acostarse. 6 El Señor volvió a llamar otra vez a Samuel y este se levantó y se presentó ante Elí, diciendo:
— Aquí estoy, presto a tu llamada.
Elí contestó:
— Yo no te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte. 7 Y es que Samuel todavía no conocía al Señor, ni se le había revelado su palabra. 8 El Señor volvió a llamar a Samuel por tercera vez y él se levantó y se presentó ante Elí, diciendo:
— Aquí estoy, presto a tu llamada.
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al muchacho 9 y le dijo:
— Vuelve a acostarte y si alguien te llama, respóndele: “Habla, Señor, que tu servidor escucha”.
Y Samuel se fue a acostar a su habitación. 10 El Señor volvió a insistir y lo llamó como antes:
— ¡Samuel! ¡Samuel!
Y él le respondió:
— Habla, que tu servidor escucha.
11 Y el Señor dijo a Samuel:
— Mira, voy a hacer una cosa en Israel que a los que la oigan les retumbarán los oídos. 12 En ese momento voy a cumplir todo lo que he anunciado contra Elí y su familia de principio a fin. 13 Ya le he comunicado que voy a condenar a su familia para siempre, porque él sabía que sus hijos ultrajaban a Dios, pero no los corrigió. 14 Por eso, juro a la familia de Elí que ni sacrificios ni ofrendas podrán reparar nunca su delito.
15 Samuel se acostó hasta la mañana siguiente. Luego abrió las puertas del santuario, pero no se atrevió a contarle a Elí la visión. 16 Elí lo llamó:
— Samuel, hijo mío.
Y él contestó:
— Aquí estoy.
17 Elí le preguntó:
— ¿Qué te ha dicho? No me lo ocultes. Que Dios te castigue si me ocultas una sola palabra de lo que te ha dicho.
18 Entonces Samuel se lo contó todo, sin omitir nada. Elí comentó:
— Él es el Señor, que haga lo que mejor le parezca.
19 Samuel seguía creciendo y el Señor lo protegía, sin dejar de cumplir ni una sola de sus palabras. 20 Así supo todo Israel, desde Dan hasta Berseba, que Samuel era un profeta acreditado ante Dios. 21 El Señor siguió manifestándose en Siló, donde revelaba su palabra a Samuel.
4 La palabra de Samuel se recibía en todo Israel.
Historia del Arca (4,1b—7,1)
Victoria filistea
Por aquellos días Israel salió a luchar contra los filisteos y acampó en Eben Ézer, mientras que los filisteos acamparon en Afec. 2 Los filisteos se desplegaron para atacar a Israel, se entabló el combate e Israel fue derrotado por los filisteos, perdiendo a cuatro mil hombres en el campo de batalla. 3 Cuando el ejército volvió al campamento, los ancianos de Israel dijeron:
— ¿Por qué ha permitido el Señor que hoy nos derrotaran los filisteos? ¡Vamos a traernos de Siló el Arca de la alianza del Señor, para que nos acompañe y nos libre de nuestros enemigos!
4 Enviaron gente a Siló y trajeron de allí el Arca de la alianza del Señor del universo, entronizado sobre querubines. Los dos hijos de Elí, Jofní y Finés, acompañaban al Arca de la alianza de Dios. 5 Cuando el Arca de la alianza del Señor llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un grito de guerra tan fuerte que retembló la tierra. 6 Los filisteos oyeron aquel estruendo y se preguntaron:
— ¿A qué viene ese estruendo tan grande en el campamento hebreo?
Y cuando se enteraron de que el Arca del Señor había llegado al campamento, 7 los filisteos se asustaron y se decían:
— ¡Su Dios ha llegado al campamento! ¡Pobres de nosotros, porque nunca antes había pasado nada igual! 8 ¡Pobres de nosotros! ¿Quién nos librará de un Dios tan poderoso? Porque ese es el Dios que diezmó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto. 9 ¡Ánimo y sed fuertes, filisteos! Que no os esclavicen los hebreos como vosotros los habéis esclavizado. ¡Sed valientes y combatid!
10 Los filisteos atacaron y derrotaron a Israel que huyó a la desbandada hasta su campamento. Hubo una gran masacre y la infantería israelita perdió treinta mil hombres. 11 El Arca de Dios fue capturada y los dos hijos de Elí, Jofní y Finés, también murieron.
12 Un benjaminita salió corriendo del campo y llegó a Siló el mismo día, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. 13 Cuando llegó, Elí estaba sentado en su silla junto al camino vigilando preocupado por la suerte del Arca de Dios. El hombre entró en la población para dar la noticia y todos los habitantes se pusieron a gritar. 14 Elí oyó el griterío y se preguntaba qué significaba aquel tumulto. Entonces el mensajero llegó presuroso a darle la noticia a Elí. 15 Con noventa y ocho años, Elí tenía la mirada fija y no veía nada. 16 El mensajero le dijo:
— Acabo de llegar del campo de batalla, del que hoy mismo he logrado escapar.
Elí le preguntó:
— ¿Qué ha pasado, hijo mío?
17 Y el mensajero respondió:
— Israel ha huido ante los filisteos y el ejército ha sufrido una gran derrota. Tus dos hijos, Jofní y Finés, también han muerto y el Arca de Dios ha sido capturada.
18 Al mencionar el Arca de Dios, Elí se cayó de la silla hacia atrás contra la puerta, se rompió la nuca y murió, pues era viejo y estaba pesado. Había sido juez de Israel durante cuarenta años.
19 Su nuera, la mujer de Finés, estaba embarazada y a punto de dar a luz. Cuando oyó las noticias de la captura del Arca de Dios y de las muertes de su suegro y su marido, le sobrevinieron los dolores del parto, se agachó y dio a luz. 20 Como estaba a punto de morir, las que la asistían le decían:
— ¡Ánimo, que has tenido un niño!
Pero ella no respondió ni hizo caso. 21 Al niño le puso por nombre Icabod, pues decía: “Israel se ha quedado sin gloria”, refiriéndose a la captura del Arca de Dios y a las muertes de su suegro y de su marido. 22 Y repetía: “Israel se ha quedado sin gloria, pues el Arca de Dios ha sido capturada”.
El Arca entre los filisteos
5 Después de capturar el Arca, los filisteos la trasladaron desde Eben Ézer hasta Asdod. 2 Tomaron el Arca, la llevaron al templo de Dagón y la colocaron junto a Dagón. 3 Cuando los de Asdod se levantaron al día siguiente, encontraron a Dagón caído en el suelo ante el Arca del Señor. Agarraron a Dagón y lo pusieron en su sitio.
4 Cuando se levantaron a la mañana siguiente, encontraron de nuevo a Dagón caído en el suelo ante el Arca del Señor. Tenía la cabeza y las dos manos arrancadas y tiradas sobre el umbral; de Dagón sólo quedaba el tronco. 5 Por esta razón, los sacerdotes de Dagón y los que visitan su templo en Asdod siguen sin pisar el umbral hasta el presente.
6 El Señor castigó gravemente a los asdoditas y los aterrorizó, asolando con tumores a Asdod y a su comarca. 7 Cuando los asdoditas vieron lo que sucedía, dijeron:
— El Arca del Dios de Israel no debe quedarse entre nosotros, porque su poder se recrudece contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.
8 Entonces convocaron a todos los príncipes filisteos y los consultaron:
— ¿Qué podemos hacer con el Arca del Dios de Israel?
Ellos contestaron:
— Que la lleven a Gat.
Así, pues, trasladaron a Gat el Arca del Dios de Israel. 9 Pero, nada más trasladarla, el Señor castigó a la ciudad e hizo cundir el pánico, pues hirió a sus habitantes, pequeños y grandes, y les salieron tumores. 10 Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Y, al llegar allí, los ecronitas se pusieron a gritar:
— ¡Han traído aquí el Arca del Dios de Israel para que nos aniquile a todos!
11 Entonces convocaron de nuevo a todos los príncipes filisteos y les dijeron:
— Llevaos el Arca del Dios de Israel y que vuelva a su sitio, para que no nos aniquile a todos.
Y es que por toda la ciudad cundía un pánico mortal, pues el Señor la había castigado muy duramente. 12 Los que no morían estaban infectados de tumores y el clamor de la ciudad llegaba al cielo.
El regreso del Arca
6 El Arca del Señor permaneció siete meses en territorio filisteo. 2 Los filisteos hicieron llamar a los sacerdotes y adivinos para consultarles:
— ¿Qué podemos hacer con el Arca del Señor? Indicadnos cómo debemos enviarla a su lugar.
3 Ellos respondieron:
— Si queréis devolver el Arca del Dios de Israel, no la mandéis vacía; devolvedla con una compensación. Entonces os curaréis y sabréis por qué su castigo no os dejaba en paz.
4 Y preguntaron:
— ¿Qué compensación debemos hacerle?
Contestaron:
— A razón del número de príncipes filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratas de oro, pues una misma plaga habéis sufrido todos vosotros y vuestros príncipes. 5 Haréis imágenes de los tumores y de las ratas que exterminan el país para glorificar al Dios de Israel. Tal vez así aplaque su castigo sobre vosotros, vuestros dioses y vuestro país. 6 No seáis tan obstinados como lo fueron los egipcios y el faraón que sólo cuando él los golpeó dejaron marchar a Israel. 7 Así, pues, construid una carreta nueva, tomad dos vacas que estén criando y que nunca hayan llevado yugo, enganchadlas a la carreta y dejad sus terneros en el establo. 8 Tomad luego el Arca del Señor, colocadla en la carreta junto con los objetos de oro que le ofrecéis como reparación metidos en una bolsa, y dejadla marchar. 9 Observad entonces: si se encamina hacia su territorio y sube hacia Bet Semes, demostrará que él nos ha causado esta terrible plaga. Si no es así, sabremos que él no nos ha castigado y que ha sido un accidente.
10 Y así lo hicieron. Tomaron dos vacas que estaban criando, las engancharon a la carreta y encerraron a sus terneros en el establo. 11 Luego colocaron en la carreta el Arca del Señor y la bolsa con las ratas de oro y las imágenes de sus tumores. 12 Las vacas tiraron derechas en dirección a Bet Semes. Caminaban mugiendo siempre por el mismo camino, sin desviarse a ningún lado, y los príncipes filisteos las siguieron hasta el término de Bet Semes.
13 Las gentes de Bet Semes, que estaban cosechando el trigo en el valle, levantaron la vista y, al ver el Arca, se alegraron. 14 La carreta llegó al campo de Josué, el de Bet Semes, y se detuvo allí, junto a una piedra grande. Entonces partieron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor. 15 Los levitas habían bajado el Arca del Señor y la bolsa que contenía los objetos de oro, colocándolos sobre la piedra grande. Aquel día la gente de Bet Semes ofreció holocaustos y sacrificios de comunión al Señor. 16 Los cinco príncipes filisteos estuvieron observando y regresaron a Ecrón el mismo día.
17 Los cinco tumores de oro que los filisteos ofrecieron en compensación al Señor correspondían respectivamente a Asdod, Gaza, Ascalón, Gat y Ecrón. 18 El número de ratas de oro correspondía al total de las ciudades filisteas gobernadas por los cinco príncipes, incluyendo ciudades fortificadas y aldeas anejas. En cuanto a la piedra grande sobre la que colocaron el Arca del Señor, todavía hoy puede verse en el campo de Josué, el de Bet Semes.
19 Pero el Señor castigó a la gente de Bet Semes por mirar el Arca del Señor, hiriendo a setenta de sus hombres. El pueblo hizo duelo por el duro castigo que el Señor le había infligido. 20 Entonces los habitantes de Bet Semes dijeron:
— ¿Quién podrá resistir ante el Señor, ante este Dios Santo? ¿A quién enviarla para quitárnosla de encima?
21 Enviaron, pues, emisarios a los habitantes de Quiriat Jearín con este mensaje:
— Los filisteos han devuelto el Arca del Señor. Venid y lleváosla con vosotros.
7 Los habitantes de Quiriat Jearín vinieron y recogieron el Arca del Señor; la llevaron a la casa de Abinadab, en la colina, y consagraron a su hijo Eleazar para que la cuidase.
Samuel, juez de Israel (7,2-17)
2 Pasaron muchos años, unos veinte, desde la instalación del Arca en Quiriat Jearín y todo Israel añoraba al Señor. 3 Entonces Samuel se dirigió a todos los israelitas para decirles:
— Si queréis volver totalmente al Señor, retirad de entre vosotros a los dioses y diosas extranjeros, entregaos plenamente al Señor, adoradlo en exclusiva y él os librará de los filisteos.
4 Los israelitas retiraron las imágenes de Baal y Astarté y adoraron al Señor en exclusiva. 5 Samuel les ordenó:
— Convocad a todo Israel en Mispá y yo oraré por vosotros al Señor.
6 Se reunieron en Mispá, sacaron agua, la derramaron ante el Señor y ayunaron aquel día, diciendo:
— Hemos pecado contra el Señor.
Samuel juzgó a los israelitas en Mispá. 7 Cuando los filisteos se enteraron de que los israelitas estaban reunidos en Mispá, los príncipes filisteos subieron contra Israel. Los israelitas, al saberlo, se asustaron 8 y dijeron a Samuel:
— No dejes de suplicar por nosotros al Señor nuestro Dios, para que nos defienda de los filisteos.
9 Samuel tomó un cordero lechal, lo sacrificó al Señor en holocausto, clamó al Señor en favor de Israel y el Señor lo escuchó. 10 Mientras Samuel estaba ofreciendo el sacrificio, llegaron los filisteos para atacar a Israel. Entonces el Señor lanzó un fuerte trueno contra los filisteos, los desconcertó y cayeron derrotados ante Israel. 11 Los israelitas salieron de Mispá persiguiendo a los filisteos y los fueron aniquilando hasta más abajo de Bet Car. 12 Samuel colocó entonces una piedra entre Mispá y Sen, diciendo:
— Hasta aquí nos ha ayudado el Señor.
Por eso la llamó Eben Ézer. 13 Los filisteos, derrotados, ya no volvieron a invadir el territorio israelita y el Señor los tuvo sometidos mientras vivió Samuel. 14 Israel reconquistó las ciudades situadas entre Ecrón y Gat que los filisteos le habían arrebatado, liberó su territorio del dominio filisteo y estuvo en paz con los amorreos.
15 Samuel fue juez de Israel durante toda su vida. 16 Anualmente hacía una gira por Betel, Guilgal y Mispá, dirimiendo los pleitos de Israel en estos lugares. 17 Luego volvía a Ramá, donde tenía su residencia y seguía juzgando a Israel. Y allí construyó un altar al Señor.
II.— SAMUEL Y SAÚL (8—15)
Institución de la monarquía (8—12)
Israel pide un rey
8 Cuando Samuel se hizo viejo nombró a sus hijos jueces de Israel. 2 El primogénito se llamaba Joel y el segundo Abías, y ambos ejercían en Berseba. 3 Sin embargo sus hijos no siguieron sus pasos, pues buscaban su provecho, aceptaban sobornos y pervertían la justicia. 4 Por ello, todos los ancianos de Israel se reunieron, fueron a Ramá a ver a Samuel 5 y le dijeron:
— Mira, tú ya eres viejo y tus hijos no siguen tus pasos. Por tanto, nómbranos un rey que nos gobierne, como en todas las naciones.
6 Le disgustó a Samuel el hecho de que le pidieran un rey para que los gobernara y se puso a orar al Señor. 7 Pero el Señor le dijo:
— Escucha la voz del pueblo en todo lo que te pidan, pues no te rechazan a ti, sino que es a mí a quien rechazan como rey suyo. 8 Lo mismo que me han tratado a mí desde que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome para dar culto a otros dioses, así te tratan también a ti. 9 Ahora, pues, escúchalos; pero ponlos sobre aviso y dales a conocer los privilegios del rey que reinará sobre ellos.
10 Samuel transmitió las palabras del Señor a la gente que le pedía un rey 11 y les dijo:
— Estos serán los derechos del rey que os gobierne: alistará a vuestros hijos y a unos los destinará a sus carros y a sus caballos para que vayan delante de su carroza; 12 a otros los nombrará jefes y oficiales de su ejército; a otros los pondrá a trabajar sus campos y a cuidar sus cosechas, o a fabricar su armamento y los pertrechos de sus carros. 13 A vuestras hijas las pondrá a su servicio como perfumistas, cocineras o panaderas. 14 Requisará vuestros mejores campos, viñas y olivares para dárselos a sus funcionarios. 15 Os cobrará el diezmo de vuestros cereales y viñas y se lo dará a sus oficiales y funcionarios. 16 Os quitará vuestros siervos y siervas junto con vuestros mejores bueyes y asnos para emplearlos en sus trabajos. 17 Os exigirá impuestos por vuestros rebaños, y vosotros mismos os convertiréis en sus esclavos. 18 En ese momento os quejaréis del rey que habíais elegido, pero entonces el Señor no os responderá. 19 El pueblo no quiso escuchar a Samuel e insistió:
— ¡No importa! Queremos tener rey. 20 Así también nosotros seremos como todos los pueblos: nuestro rey nos gobernará y nos conducirá a luchar en las guerras.
21 Samuel escuchó lo que decía el pueblo y se lo comunicó al Señor. 22 El Señor le contestó:
— Atiende a su petición y nómbrales un rey.
Entonces Samuel ordenó a los israelitas:
— ¡Todo el mundo a sus pueblos!
Saúl es ungido rey
9 En la tribu de Benjamín había un hombre de buena posición llamado Quis, hijo de Abiel y descendiente de Seror, Becorat y Afiaj, el benjaminita. 2 Quis tenía un hijo, llamado Saúl, un joven atractivo y el más esbelto entre los israelitas, pues les sacaba la cabeza a todos los demás. 3 A su padre, Quis, se le habían extraviado las asnas; así que le dijo a su hijo Saúl:
— Llévate a uno de los criados y vete a buscar las asnas.
4 Recorrió la serranía de Efraín y el término de Salisá, pero no encontró las asnas. Recorrió el término de Saalín, y nada. Recorrió también el término de Benjamín y tampoco las encontró. 5 Cuando llegaron al término de Suf, Saúl dijo al criado que lo acompañaba:
— Vamos a regresar, no sea que mi padre empiece a preocuparse más por nosotros que por las asnas.
6 Pero el criado le respondió:
— Mira, en esta ciudad vive un hombre de Dios muy respetado, pues todo lo que dice se cumple puntualmente. Acudamos a él y quizá nos indique el camino que debemos seguir.
7 Saúl le contestó:
— Pero, si vamos, ¿qué podemos llevar a ese hombre? Porque ya no nos queda pan en las alforjas y no tenemos nada que ofrecerle. ¿Qué nos queda?
8 Y el criado le dijo:
— Mira, tengo a mano una pequeña moneda de plata. Se la daré al hombre de Dios para que nos indique el camino.
9 (En Israel antiguamente, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: “Vamos a ver al vidente”; pues al que actualmente llamamos “profeta” antes se le llamaba “vidente”).
10 Y Saúl respondió:
— De acuerdo, vamos.
Y se dirigieron a la aldea donde vivía el hombre de Dios. 11 Cuando subían la cuesta de la aldea, encontraron a unas muchachas que iban en busca de agua y les preguntaron:
— ¿Está aquí el vidente?
12 Ellas les contestaron:
— Sí, ahí un poco más adelante. Pero daos prisa, pues ha llegado hoy a la aldea, porque el pueblo celebra un sacrificio en el santuario. 13 Al llegar a la aldea lo encontraréis, antes de que suba a comer al santuario. La gente no comerá hasta que él llegue, pues debe bendecir la ofrenda. Después podrán comer los invitados. Así que subid ahora, porque lo encontraréis inmediatamente.
14 Ellos subieron hacia la aldea y cuando entraban en ella, se toparon con Samuel que salía para subir al santuario local. 15 El día anterior de la llegada de Saúl, el Señor había revelado directamente a Samuel lo siguiente:
16 — Mañana a estas horas te enviaré a un hombre de la región de Benjamín y tú lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel. Él defenderá a mi pueblo del poder de los filisteos, pues he visto el sufrimiento de mi pueblo y me han llegado sus lamentos.
17 Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le comunicó:
— Ahí tienes al hombre del que te hablé. Ese gobernará a mi pueblo.
18 Saúl se acercó a Samuel a la entrada de la ciudad y le dijo:
— Por favor, indícame dónde está la casa del vidente.
19 Samuel le respondió:
— Yo soy el vidente. Sube delante de mí al santuario, que hoy comeréis conmigo y mañana por la mañana te dejaré marchar y te revelaré todo cuanto te preocupa. 20 En cuanto a las asnas que se te perdieron hace tres días, deja de pensar en ellas, porque ya han aparecido. Ahora el principal interés de Israel sois tú y la familia de tu padre.
21 Y Saúl contestó:
— ¿Por qué me dices eso si yo no soy más que un benjaminita, de la tribu más pequeña de Israel, y mi familia es de las más insignificantes entre las familias de la tribu de Benjamín?
22 Samuel tomó a Saúl y a su criado, los introdujo en la sala y les asignó el lugar de la presidencia entre los invitados, que eran unos treinta. 23 Luego dijo al cocinero:
— Tráete la ración que te di y que te encargué que guardaras.
24 El cocinero sacó una pierna entera y se la sirvió a Saúl. Samuel le dijo:
— Ahí tienes lo que estaba reservado: sírvete y come, pues se te había guardado para este momento cuando invité a la gente.
Y Saúl comió aquel día con Samuel. 25 Luego bajaron del santuario a la aldea, prepararon a Saúl un lecho en la terraza 26 y se acostó. Al amanecer, Samuel llamó a Saúl, diciéndole:
— Levántate, que voy a despedirte.
Saúl se levantó y los dos salieron a la calle. 27 Cuando bajaban por las afueras de la aldea, Samuel dijo a Saúl:
— Di a tu criado que nos adelante. Y tú espera un momento, que tengo que comunicarte la palabra de Dios.
10 Entonces Samuel tomó la aceitera, la derramó sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo:
— El Señor te unge como jefe de su pueblo. 2 Hoy mismo, cuando te separes de mí, encontrarás junto a la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsaj, a dos hombres que te dirán: “Han aparecido las asnas que saliste a buscar; pero ahora tu padre, que se ha olvidado del asunto de las asnas, está preocupado por vosotros y preguntándose qué podría hacer por su hijo”. 3 Sigue adelante y cuando llegues a la encina del Tabor, te saldrán al encuentro tres hombres que suben a Betel a dar culto a Dios, uno con tres cabritos, otro con tres panes y el otro con un pellejo de vino. 4 Ellos te saludarán, te ofrecerán dos panes y tú se los aceptarás. 5 Luego llegarás a Guibeá de Dios donde está el destacamento filisteo y, al entrar en la ciudad, te tropezarás con un grupo de profetas que bajan del santuario en trance profético, precedidos de arpas, tambores, flautas y cítaras. 6 Entonces te invadirá el espíritu de Dios que te transformará en otra persona, y profetizarás con ellos. 7 Cuando te hayan ocurrido estas señales, actúa como quieras, porque Dios está contigo. 8 Luego desciende a Guilgal antes de que yo lo haga, pues también yo bajaré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que me reúna contigo y te indique lo que tienes que hacer.
9 En cuanto Saúl se dio la vuelta, despidiéndose de Samuel, Dios le cambió el corazón y aquel mismo día le ocurrieron todas estas señales. 10 Cuando llegaron a Guibeá, les salió al encuentro un grupo de profetas. Entonces el espíritu de Dios invadió a Saúl y se puso a profetizar con ellos. 11 Cuantos lo conocían de antes y lo veían ahora profetizando entre los profetas comentaban entre sí:
— ¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También Saúl se ha hecho profeta?
12 Y uno de ellos añadió:
— ¡A saber de quién serán esos!
(De ahí viene el dicho: “¿También Saúl se ha hecho profeta?”).
13 Cuando acabó de profetizar, Saúl volvió a su casa. 14 Su tío les preguntó a él y a su criado:
— ¿Dónde habéis ido?
Y él contestó:
— A buscar las asnas; pero como no aparecían, fuimos a ver a Samuel.
15 Su tío le dijo:
— Cuéntame qué os ha dicho Samuel.
16 Respondió:
— Nos aseguró que las asnas habían aparecido.
Pero no le mencionó nada del asunto de la realeza del que le había hablado Samuel.
Proclamación de Saúl como rey
17 Samuel convocó al pueblo ante el Señor en Mispá 18 y habló así a los israelitas:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo saqué a Israel de Egipto y os libré del poder de los egipcios y de todos los reyes que os oprimían”. 19 Pero ahora vosotros habéis rechazado a vuestro Dios, el que os ha salvado de todas las desgracias y dificultades, y le habéis pedido que os nombre un rey. Pues bien, presentaos ante el Señor por tribus y por clanes.
20 Samuel ordenó acercarse a todas las tribus de Israel y la suerte recayó en la tribu de Benjamín. 21 Después ordenó acercarse a los clanes de la tribu de Benjamín y la suerte recayó en el clan de Matrí. Finalmente la suerte recayó en Saúl, el hijo de Quis, a quien buscaron sin encontrarlo. 22 Entonces volvieron a consultar al Señor:
— ¿Pero está aquí ese hombre?
El Señor respondió:
— Está escondido entre el equipaje.
23 Corrieron a sacarlo de allí y se presentó ante el pueblo: destacaba entre toda la gente, sacándoles la cabeza. 24 Entonces Samuel dijo a todo el pueblo:
— ¿Habéis visto al elegido del Señor? En todo el pueblo no hay quien se le pueda comparar.
Y todo el pueblo aclamó:
— ¡Viva el rey!
25 Entonces Samuel expuso al pueblo el protocolo real y lo escribió en un libro que depositó ante el Señor. Luego despidió al pueblo, y se fueron cada uno a su casa. 26 También Saúl marchó a su casa en Guibeá y con él marcharon aquellos valientes a los que Dios infundió ánimos. 27 En cambio, los descontentos comentaban:
— ¿De qué va a salvarnos ese?
Y no le quisieron hacer regalos. Pero Saúl no se dio por aludido.
Guerra contra los amonitas
11 El amonita Najás subió y acampó frente a Jabés de Galaad. Los habitantes de Jabés le propusieron:
— Haz un pacto con nosotros y nos someteremos a ti.
2 Najás les respondió:
— Haré ese pacto, con la condición de sacaros a cada uno el ojo derecho. Así humillaré a todo Israel.
3 Los ancianos de Jabés le contestaron:
— Danos siete días de plazo para enviar mensajeros por todo el territorio de Israel y si nadie viene a ayudarnos nos rendiremos a ti.
4 Los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl, dieron la noticia al pueblo y toda la gente se puso a gritar y a llorar. 5 Saúl volvía del campo con los bueyes y preguntó:
— ¿Qué sucede? ¿Por qué llora la gente?
Le contaron lo que habían dicho los de Jabés 6 y, al enterarse de la noticia, Saúl, invadido por el espíritu del Señor, se enfureció, 7 agarró la yunta de bueyes, los descuartizó y por medio de mensajeros los repartió por todo Israel con este mensaje:
— Lo mismo se hará con los bueyes de quien no siga a Saúl y a Samuel.
El temor del Señor sobrecogió al pueblo, que se alistó sin faltar uno solo. 8 Saúl pasó revista en Bézec y había trescientos mil hombres de Israel y treinta mil de Judá. 9 Entonces dijo a los mensajeros que habían venido:
— Decid a los de Jabés que mañana al mediodía recibirán ayuda.
Cuando los mensajeros llegaron y comunicaron la noticia, los habitantes de Jabés se llenaron de alegría 10 y dijeron a Najás:
— Mañana nos rendiremos y podréis hacer lo que mejor os parezca con nosotros.
11 Al día siguiente Saúl organizó a la gente en tres columnas; irrumpieron en el campamento antes del alba y estuvieron destrozando a los amonitas hasta el mediodía. Los supervivientes se dispersaron, de suerte que no quedaron dos juntos.
12 Entonces la gente dijo a Samuel:
— ¿Quiénes ponían en duda que Saúl sería nuestro rey? Entregadnos a esos hombres para que los matemos.
13 Pero Saúl replicó:
— Nadie debe morir en un día como este, pues hoy el Señor ha dado la victoria a Israel.
14 Luego Samuel dijo al pueblo:
— Venga, vayamos a Guilgal. Inauguraremos allí la monarquía.
15 Todo el pueblo fue a Guilgal y proclamaron rey a Saúl ante el Señor, allí en Guilgal; ofrecieron sacrificios de comunión al Señor y después Saúl y los israelitas celebraron allí una gran fiesta.
Despedida de Samuel
12 Samuel dijo a todo Israel:
— Ya veis que he escuchado todas las peticiones que me habéis hecho y que os he nombrado un rey. 2 Pues bien, ahí tenéis al rey que ha de guiaros. Por lo que a mí respecta, ya estoy viejo y canoso, y mis hijos están entre vosotros. Os he dirigido desde mi juventud hasta el día de hoy. 3 Y aquí me tenéis si queréis acusarme de algo ante el Señor y ante su ungido. ¿Le he quitado a alguien un buey o un asno? ¿He explotado o maltratado a alguno? ¿He aceptado algún soborno para hacer la vista gorda? Si es así, os lo devolveré.
4 Respondieron:
— No nos has explotado ni maltratado, ni has aceptado sobornos de nadie.
5 Samuel replicó:
— El Señor es hoy testigo contra vosotros, al igual que su ungido, de que no habéis encontrado en mí culpa alguna.
Respondieron:
— Sí, es testigo.
6 Y Samuel dijo al pueblo:
— El Señor es quien eligió a Moisés y Aarón y quien sacó a vuestros antepasados de Egipto. 7 Y ahora preparaos, porque voy a pediros cuentas ante el Señor de todos los beneficios que él os ha hecho a vosotros y a vuestros antepasados. 8 Cuando Jacob llegó a Egipto, vuestros antepasados pidieron auxilio al Señor y él envió a Moisés y a Aarón para que sacasen a vuestros antepasados de Egipto y los instalasen en este lugar. 9 Pero ellos olvidaron al Señor su Dios y él los entregó en poder de Sísara, general del ejército de Jasor, y en poder de los filisteos y del rey de Moab, que lucharon contra ellos. 10 Entonces clamaron al Señor, diciendo: “Hemos pecado, abandonando al Señor para rendir culto a las imágenes de Baal y de Astarté. Líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos”. 11 Y el Señor envió a Jerubaal, a Barac, a Jefté y a Samuel para que os librasen del poder de vuestros enemigos vecinos y pudieseis vivir tranquilos. 12 Ahora, cuando habéis visto que Najás, el rey de los amonitas, os amenazaba, me habéis pedido un rey que os gobernara, aunque el Señor vuestro Dios era vuestro rey. 13 Pues bien, ahí tenéis al rey que habéis elegido y que habéis exigido. Ya veis que el Señor os ha dado un rey. 14 Si honráis al Señor y le dais culto, si escucháis su palabra y no desobedecéis sus mandatos, entonces os irá bien tanto a vosotros como al rey que os gobierna. 15 Pero si no escucháis la palabra del Señor y desobedecéis sus mandatos, el Señor os castigará a vosotros como castigó a vuestros antepasados. 16 Y ahora permaneced aquí y contemplaréis el gran prodigio que Dios va a realizar delante de vosotros. 17 ¿No estamos en época de siega? Pues voy a invocar al Señor y él hará tronar y llover, para que reconozcáis el gran pecado que habéis cometido ante al Señor al pedir un rey.
18 Samuel invocó al Señor y el Señor envió aquel día truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió pánico del Señor y de Samuel. 19 Y dijeron a Samuel:
— Intercede por tus siervos ante el Señor tu Dios, para que no perezcamos, ya que hemos añadido a todos nuestros pecados el delito de pedirnos un rey.
20 Samuel respondió al pueblo:
— No temáis. Es cierto que habéis cometido ese delito, pero ahora no os apartéis del Señor y servidle de todo corazón. 21 No os apartéis para seguir a nulidades que no pueden ayudaros ni salvaros, porque son inútiles. 22 El Señor no abandonará a su pueblo por el honor de su nombre, pues el Señor ha decidido convertiros en su pueblo. 23 Por mi parte, Dios me libre de pecar contra el Señor, dejando de interceder por vosotros. Yo os enseñaré el camino bueno y recto. 24 Así que honrad al Señor y servidle con sinceridad y de todo corazón, ya que habéis reconocido los muchos beneficios que os ha hecho. 25 Pero si persistís en el mal seréis aniquilados tanto vosotros como vuestro rey.
Reinado y rechazo de Saúl (13—15)
Guerra contra los filisteos
13 Saúl era un hombre joven cuando comenzó a reinar, y habiendo reinado algunos años sobre Israel 2 escogió a tres mil israelitas: dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y otros mil estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Al resto de la gente lo envió a sus casas. 3 Jonatán derrotó a la guarnición filistea que había en Guibeá y los filisteos se enteraron. Entonces Saúl hizo sonar el cuerno en todo el país para que también se enteraran los hebreos. 4 Y todo Israel se enteró de que Saúl había derrotado a la guarnición filistea acarreándose con ello Israel el odio de los filisteos. Entonces la gente se reunió con Saúl en Guilgal.
5 A su vez, los filisteos se concentraron para luchar contra Israel con tres mil carros, seis mil jinetes y una infantería tan numerosa como la arena de las playas. Luego subieron a acampar en Micmás, al este de Bet Avén. 6 Los israelitas, al sentirse acosados, se vieron en peligro y fueron a esconderse en cuevas y cavernas, entre riscos o en sótanos y aljibes. 7 Algunos hebreos cruzaron el Jordán hacia la región de Gad y Galaad. Saúl resistía en Guilgal, mientras toda su tropa estaba acobardada. 8 Saúl esperó siete días, el plazo fijado por Samuel, pero Samuel no llegaba a Guilgal y la gente comenzaba a desertar. 9 Entonces Saúl ordenó:
— Traedme el holocausto y los sacrificios de comunión.
Y Saúl ofreció el holocausto. 10 Cuando terminaba de ofrecerlo, llegó Samuel, y Saúl salió a su encuentro para saludarlo. 11 Samuel le preguntó:
— ¿Qué has hecho?
Y Saúl contestó:
— Cuando vi que la gente desertaba, que tú no venías en el plazo acordado y que los filisteos se concentraban en Micmás, 12 pensé que los filisteos me iban a atacar en Guilgal sin haber podido aplacar al Señor, y me vi obligado a ofrecer el holocausto.
13 Samuel dijo a Saúl:
— ¡Has perdido el juicio! Si hubieras guardado el precepto que el Señor tu Dios te impuso, el Señor habría consolidado para siempre tu reinado sobre Israel. 14 Pero ahora tu reinado no durará. El Señor se ha buscado un hombre de su confianza para convertirlo en jefe de su pueblo, puesto que no has cumplido lo que te ordenó.
15 Y Samuel se puso en camino para subir desde Guilgal hasta Guibeá de Benjamín.
Saúl pasó revista a la gente que le quedaba: eran unos seiscientos. 16 Saúl, su hijo Jonatán y la gente que los acompañaba se establecieron en Guibeá de Benjamín, mientras que los filisteos acamparon en Micmás. 17 Del campamento filisteo salió un destacamento de castigo dividido en tres patrullas: una se dirigió hacia Ofrá, hacia la región de Sual; 18 otra se dirigió hacia Bet Jorón y la tercera se dirigió hacia la frontera que domina el valle de Seboín, hacia el desierto. 19 En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no querían que los hebreos forjasen espadas o lanzas. 20 Y todos los israelitas tenían que acudir a los filisteos para aguzar cada uno su reja, su azada, su hacha y su hoz. 21 Afilar rejas o azadas costaba dos tercios de siclo y un tercio afilar hachas o arreglar aguijadas. 22 Por eso, el día del combate ninguno de los que acompañaban a Saúl y a Jonatán tenían espadas y lanzas. Sólo las tenían Saúl y su hijo Jonatán.
23 Un destacamento filisteo salió hacia el paso de Micmás.
Gesta de Jonatán
14 Cierto día Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero:
— Vamos a pasar hasta el destacamento filisteo que está al otro lado.
Pero no dijo nada a su padre. 2 Saúl estaba acampado en el término de Guibeá, bajo el granado que hay en Migrón, con un ejército de unos seiscientos hombres. 3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijos de Finés, el hijo de Elí, el sacerdote del Señor en Siló, llevaba el efod. La gente no sabía que Jonatán se había marchado. 4 Flanqueando los vados por los que Jonatán intentaba cruzar hasta el destacamento filisteo había dos peñascos: uno se llamaba Boses y el otro Sene. 5 Uno de los salientes estaba al norte, frente a Micmás; el otro estaba al sur, frente a Guibeá.
6 Jonatán dijo a su escudero:
— Vamos a cruzar hasta el destacamento de esos incircuncisos. A ver si el Señor nos ayuda, pues a él le da igual salvar con muchos o con pocos.
7 El escudero respondió:
— Actúa como te parezca. Me tienes a tu disposición.
8 Jonatán le dijo:
— Vamos a cruzar en dirección a esos hombres, para que nos vean. 9 Si nos dicen: “¡Alto ahí, hasta que nos acerquemos!”, nosotros nos quedaremos quietos, sin llegar a ellos. 10 Pero si nos dicen: “Subid hasta aquí”, entonces subiremos, pues esa será la señal de que el Señor nos los ha entregado.
11 Los dos se dejaron ver por el destacamento de los filisteos y estos comentaron:
— Mirad, unos hebreos salen de las cuevas donde estaban escondidos.
12 Los hombres del destacamento dijeron a Jonatán y a su escudero:
— Subid hasta aquí, que tenemos algo que deciros.
Entonces Jonatán le dijo a su escudero:
— Sígueme, porque el Señor los ha entregado en poder de Israel.
13 Jonatán subió trepando con manos y pies, seguido de su escudero. Los filisteos iban cayendo ante Jonatán mientras su escudero, por detrás, los iba rematando. 14 En este primer ataque Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres en una corta extensión de terreno. 15 El pánico cundió en el campamento, en el campo abierto y entre toda la gente; también se asustaron el destacamento y la patrulla de asalto. La tierra tembló y se produjo un pánico sobrecogedor.
16 Desde Guibeá de Benjamín los centinelas de Saúl vieron que la multitud se dispersaba en desbandada. 17 Saúl dijo a la tropa que lo acompañaba:
— Pasad revista y comprobad si nos falta alguien.
Pasaron revista y echaron en falta a Jonatán y a su escudero. 18 Entonces Saúl dijo a Ajías:
— Trae aquí el Arca de Dios. (Pues aquel día el Arca de Dios estaba con los israelitas). 19 Mientras Saúl hablaba con el sacerdote el tumulto en el campamento filisteo iba en aumento. Saúl dijo al sacerdote:
— Retira tu mano.
20 Saúl y la tropa que lo acompañaba se congregaron y se lanzaron hacia el campo de batalla y allí vieron que la gente se atacaba entre sí en medio de un completo caos. 21 Los hebreos que vivían desde hacía tiempo con los filisteos y que habían subido con ellos al campamento se pasaron también a los israelitas que acompañaban a Saúl y a Jonatán. 22 Cuando todos los israelitas que se habían escondido en los montes de Efraín se enteraron de la huida de los filisteos, se sumaron también a su persecución. 23 El Señor salvó aquel día a Israel y la batalla llegó hasta Bet-Avén.
24 Los israelitas terminaron aquel día agotados, pues no habían probado bocado. Y es que Saúl los había juramentado, diciendo:
— ¡Maldito el que coma algo antes de la tarde, hasta que yo me haya vengado de mis enemigos! 25 La tropa llegó a un bosque donde había miel por el suelo. 26 Cuando la gente entró en el bosque, vio destilar la miel, pero nadie llegó a probarla por respeto al juramento.
27 Jonatán, en cambio, no se había enterado del juramento que su padre había impuesto al pueblo. Así que alargó la vara que llevaba en la mano, mojó la punta en un panal de miel, se la llevó a la boca y se le iluminó el semblante. 28 Alguien de los presentes le comentó:
— Tu padre ha juramentado al pueblo, maldiciendo al que coma algo hoy. Por eso la gente está agotada.
29 Jonatán le respondió:
— Mi padre ha perjudicado al país. Observa cómo se me ha iluminado el semblante al probar sólo un poco de miel. 30 A buen seguro que si la gente hubiera comido hoy del botín capturado al enemigo, la derrota de los filisteos habría sido mucho mayor.
31 Aquel día el pueblo derrotó a los filisteos desde Micmás hasta Ayalón, pero estaba completamente agotado. 32 Entonces la gente se lanzó sobre el botín, echaron mano a ovejas, vacas y terneros, los sacrificaron en el suelo y se comieron hasta la sangre. 33 Avisaron a Saúl:
— La gente está ofendiendo al Señor, comiendo sangre.
Él contestó:
— ¡Estáis siendo infieles! Traed hasta aquí ahora mismo una piedra grande. 34 Luego añadió:
— Dispersaos entre la gente y decidles que cada uno me traiga su res o su oveja. Luego las sacrificáis aquí y coméis. Pero no ofendáis al Señor comiendo la sangre.
Aquella misma noche toda la gente aportó su propia res y las sacrificaron allí. 35 Luego Saúl levantó un altar al Señor. Este fue el primer altar que construyó al Señor. 36 Después dijo:
— Vamos a perseguir esta noche a los filisteos y a saquearlos hasta el amanecer sin dejar ni un superviviente.
Le respondieron:
— Haz como mejor te parezca.
Pero el sacerdote dijo:
— Vamos a consultar al Señor.
37 Entonces Saúl consultó al Señor:
— ¿Puedo perseguir a los filisteos? ¿Los entregarás en poder de Israel?
Pero aquel día no le respondió. 38 Saúl ordenó:
— Acercaos todos los jefes del pueblo e investigad quién ha pecado hoy. 39 Porque os juro por el Señor, el Salvador de Israel, que, aunque se trate de mi hijo Jonatán, tendrá que morir.
Pero ninguno de los presentes le respondió. 40 Entonces Saúl dijo a todos los israelitas:
— Poneos todos vosotros a un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos al otro.
La gente respondió:
— Haz lo que te parezca mejor.
41 Saúl invocó al Señor, Dios de Israel:
— Muéstranos la verdad.
La suerte recayó en Saúl y Jonatán, y el pueblo quedó libre. 42 Saúl dijo:
— Echad la suerte entre mi hijo Jonatán y yo.
Y la suerte recayó en Jonatán. 43 Entonces Saúl dijo a Jonatán:
— Dime qué has hecho.
Jonatán le respondió:
— Ciertamente probé un poco de miel con la punta de mi vara. Aquí estoy, dispuesto a morir.
44 Saúl sentenció:
— Que Dios me castigue si no mueres, Jonatán.
45 Pero el pueblo dijo a Saúl:
— ¿Cómo va a morir Jonatán que ha proporcionado esta gran victoria a Israel? ¡De ninguna manera! Vive Dios que no caerá en tierra ni un cabello de su cabeza, pues la gesta de hoy la ha realizado con la ayuda de Dios.
Y así el pueblo libró de la muerte a Jonatán. 46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, que regresaron a sus casas.
47 Después de asumir la realeza sobre Israel, Saúl combatió contra todos los enemigos de alrededor: Moab, los amonitas, Edom, los reyes de Sobá y los filisteos, venciendo en todas sus campañas 48 y haciendo proezas. También derrotó a Amalec y salvó a Israel del poder de sus opresores.
49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Jisví y Malquisúa. La mayor de sus hijas se llamaba Merab y la pequeña Mical. 50 Su mujer se llamaba Ajinoán, hija de Ajimás; y el general de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52 A lo largo de todo el reinado de Saúl hubo guerra encarnizada contra los filisteos. Por eso Saúl reclutaba a todos los hombres fuertes y valientes que encontraba.
Guerra contra Amalec
15 Cierto día Samuel le dijo a Saúl:
— El Señor me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha ahora las palabras del Señor. 2 Esto dice el Señor del universo: “He decidido pedir cuentas a Amalec” por todo lo que le hizo a Israel, cerrándole el paso cuando subía de Egipto. 3 Por tanto, ataca a Amalec, consagra sin miramientos al exterminio todas sus pertenencias y mata hombres y mujeres, muchachos y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos.
4 Saúl movilizó al pueblo, al que pasó revista en Teláin: había doscientos mil hombres de infantería y diez mil hombres de Judá. 5 Luego avanzó hasta la capital de Amalec y se emboscó junto al río. 6 Entonces mandó decir a los quenitas:
— Salid y apartaos de los amalecitas, para que no os confunda con ellos, pues vosotros tratasteis bien a todos los israelitas cuando subían de Egipto.
Y los quenitas se apartaron de Amalec. 7 Saúl derrotó a Amalec desde Javilá hasta la entrada de Sur, en la frontera de Egipto. 8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y exterminó a todo el pueblo a filo de espada. 9 Pero Saúl y el ejército perdonaron la vida a Agag y a las mejores ovejas y vacas, a las terneras y a los corderos, es decir a todo lo valioso, y no quisieron consagrarlo al exterminio. En cambio sí aniquilaron todas las cosas inútiles y sin valor.
10 El Señor dirigió a Samuel este mensaje:
11 — Me arrepiento de haber elegido rey a Saúl, pues me ha vuelto la espalda y no ha cumplido mis órdenes.
Samuel se entristeció y estuvo suplicando al Señor toda la noche. 12 Por la mañana madrugó para ir al encuentro de Saúl, pero le informaron que Saúl había ido a Carmel para levantar un monumento, y que luego, dando un rodeo, había bajado a Guilgal. 13 Entonces Samuel llegó adonde estaba Saúl y este le dijo:
— El Señor te bendiga. He cumplido el encargo del Señor.
14 Pero Samuel le preguntó:
— ¿Y qué significan esos balidos que escucho y esos mugidos que estoy oyendo?
15 Saúl le respondió:
— Los han traído de Amalec. La gente ha perdonado la vida a las mejores ovejas y vacas, para ofrecerlas en sacrificio al Señor tu Dios. El resto lo hemos consagrado al exterminio.
16 Samuel repuso:
— Calla, que te voy a comunicar lo que el Señor me ha dicho esta noche.
Saúl respondió:
— Habla.
17 Samuel dijo:
— Aunque te consideras insignificante, eres el jefe de las tribus de Israel, pues el Señor te ha ungido como rey de Israel. 18 El Señor te ha enviado a esta campaña con la orden de consagrar al exterminio a esos amalecitas pecadores y de atacarlos hasta acabar con ellos. 19 ¿Por qué te has apoderado del botín desobedeciendo la orden del Señor y haciendo lo que el Señor desaprueba?
20 Saúl le contestó:
— Sí que he obedecido la orden del Señor. He realizado la campaña que me encomendó, he traído a Agag, rey de Amalec, y he consagrado al exterminio a los amalecitas. 21 Y si la gente tomó como botín las ovejas y vacas, destinadas al exterminio, fue para ofrecérselas en sacrificio al Señor tu Dios en Guilgal.
22 Samuel respondió:
— ¿Acaso el Señor valora más los holocaustos y sacrificios que la obediencia a su palabra? Mira, la obediencia vale más que el sacrificio y la docilidad más que la grasa de carneros. 23 En cambio, la rebeldía es como el pecado de espiritismo, y la arrogancia, como el delito de idolatría. Puesto que has rechazado la palabra del Señor, él te rechaza como rey.
24 Entonces Saúl dijo a Samuel:
— He pecado, pues he violado el mandato del Señor y tus palabras, y he obedecido a la gente por miedo. 25 Ahora te ruego que me perdones y que me acompañes para adorar al Señor.
26 Samuel le respondió:
— No te acompañaré, pues has rechazado la palabra del Señor y el Señor te rechaza como rey de Israel.
27 Samuel se dio la vuelta para marcharse, pero Saúl le agarró el borde del manto y se lo rompió. 28 Entonces Samuel le dijo:
— El Señor también te arranca hoy el reino de Israel para dárselo a otro mejor que tú. 29 Y es que la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, pues no es un ser humano para arrepentirse.
30 Saúl insistió:
— He pecado. Pero ahora te ruego que me rehabilites ante los ancianos del pueblo y ante Israel, y que me acompañes para adorar al Señor, tu Dios.
31 Samuel volvió con Saúl y este adoró al Señor. 32 Luego Samuel ordenó:
— Traedme a Agag, el rey de Amalec.
Agag se acercó a él confiado pensando que ya había superado el mal trago de la muerte. 33 Pero Samuel le dijo:
— Así como tu espada dejó a muchas madres sin hijos, ahora tu madre quedará privada de hijos, igual que ellas.
Y Samuel descuartizó a Agag ante el Señor en Guilgal. 34 Luego se marchó a Ramá y Saúl volvió a su casa de Guibeá de Saúl. 35 Samuel ya no volvió a ver en su vida a Saúl, pero sentía pena por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo nombrado rey de Israel.
La Palabra, (versión española) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España