Bible in 90 Days
Hay un tiempo para todo
3 Todo tiene su momento oportuno;
hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:
2 tiempo para nacer y tiempo para morir;
tiempo para plantar y tiempo para cosechar;
3 tiempo para matar y tiempo para sanar;
tiempo para destruir y tiempo para construir;
4 tiempo para llorar y tiempo para reír;
tiempo para estar de luto y tiempo para bailar;
5 tiempo para esparcir piedras y tiempo para recogerlas;
tiempo para abrazarse y tiempo para apartarse;
6 tiempo para buscar y tiempo para perder;
tiempo para guardar y tiempo para desechar;
7 tiempo para rasgar y tiempo para coser;
tiempo para callar y tiempo para hablar;
8 tiempo para amar y tiempo para odiar;
tiempo para la guerra y tiempo para la paz.
De nada sirve afanarse
9 ¿Qué provecho saca el trabajador de tanto afanarse? 10 He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella. 11 Dios hizo todo hermoso en su tiempo, luego puso en la mente humana la noción de eternidad, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. 12 Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva; 13 y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba y disfrute de todos sus afanes. 14 Sé, además, que todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre, que no hay nada que añadirle ni quitarle y que Dios lo hizo así para que se le tema.
15 Lo que ahora existe, ya existía;
y lo que ha de existir, existe ya.
Dios llama el pasado a cuentas.
Contradicciones de la vida
16 He visto algo más bajo el sol:
Maldad donde se dictan las sentencias
y maldad donde se imparte la justicia.
17 Pensé entonces:
«Al justo y al malvado
los juzgará Dios,
pues hay un tiempo para toda obra
y un lugar para toda acción».
18 Pensé también con respecto a los seres humanos: «Dios los está poniendo a prueba, para que ellos mismos se den cuenta de que son como los animales. 19 Los seres humanos terminan igual que los animales; el destino de ambos es el mismo, pues unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida[a] es el mismo para todos, así que el hombre no es superior a los animales. Realmente, todo es vanidad 20 y todo va hacia el mismo lugar. Todo surgió del polvo y al polvo todo volverá. 21 ¿Quién sabe si el aliento de vida de los seres humanos se remonta a las alturas y el de los animales desciende[b] a las profundidades de la tierra?».
22 He visto, pues, que nada hay mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, ya que eso le ha tocado. Pues, ¿quién lo traerá para que vea lo que sucederá después de él?
Opresores y oprimidos
4 Luego me fijé en tanta opresión que hay bajo el sol.
Vi llorar a los oprimidos
y no había quien los consolara;
el poder estaba del lado de sus opresores
y no había quien los consolara.
2 Y consideré más felices a los que ya han muerto
que a los que aún viven,
3 aunque en mejor situación
están los que aún no han nacido,
los que todavía no han visto la maldad
que se comete bajo el sol.
4 Vi, además, que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es vanidad; ¡es correr tras el viento!
5 El necio se cruza de brazos
y se devora a sí mismo.
6 Mejor un puñado de tranquilidad
que dos de fatiga
y de correr tras el viento.
La unión hace la fuerza
7 Me fijé entonces en otra vanidad bajo el sol:
8 Vi a un hombre solitario,
sin hijos ni hermanos.
Nunca dejaba de afanarse;
¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas!
«¿Para quién trabajo tanto», se preguntó,
«y me abstengo de las cosas buenas?».
¡También esto es vanidad
y una penosa tarea!
9 Mejor son dos que uno,
porque obtienen más fruto de su esfuerzo.
10 Si caen,
el uno levanta al otro.
¡Ay del que cae
y no tiene quien lo levante!
11 Si dos se acuestan juntos,
entrarán en calor;
uno solo ¿cómo va a calentarse?
12 Uno solo puede ser vencido,
pero dos pueden resistir.
¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!
Juventud y sabiduría
13 Mejor es un joven pobre, pero sabio, que un rey viejo, pero necio, que ya no sabe recibir consejos. 14 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono o haya nacido pobre en ese reino, 15 he visto que la gente que vive bajo el sol apoya al joven que sucede al rey. 16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes,[c] muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es vanidad; ¡es querer alcanzar el viento!
Hay que cumplir las promesas
5 Cuando vayas a la casa de Dios, cuida tus pasos y acércate a escuchar en vez de ofrecer sacrificio de necios, que ni conciencia tienen de que hacen mal.
2 No te apresures,
ni con la boca ni con el corazón,
a hacer promesas delante de Dios;
él está en el cielo
y tú estás en la tierra.
Mide, pues, tus palabras.
3 De las muchas ocupaciones brotan los sueños
y de las muchas palabras, las tonterías.
4 Cuando hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple tus promesas: 5 Es mejor no hacer promesas que hacerlas y no cumplirlas. 6 No permitas que tu boca te haga pecar, ni digas luego ante el mensajero del Templo[d] que lo hiciste sin querer. ¿Por qué ha de enojarse Dios por lo que dices y destruir el fruto de tu trabajo? 7 En medio de tantos sueños de vanidad y palabrerías, muestra temor a Dios.
Futilidad de las riquezas
8 Si en alguna provincia ves que se oprime al pobre y que a la gente se le niega un juicio justo, no te asombres de tales cosas; porque a un alto oficial lo vigila otro más alto y, por encima de ellos, hay otros altos oficiales. 9 Pero es provechoso para el país que el rey esté al servicio del campo.[e]
10 Quien ama el dinero, de dinero no se sacia.
Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente.
¡También esto es vanidad!
11 Donde abundan los bienes,
sobra quien se los gaste;
¿y qué saca de esto su dueño,
aparte de contemplarlos?
12 El trabajador duerme tranquilo,
coma mucho o coma poco.
Al rico sus muchas riquezas
no lo dejan dormir.
13 He visto un mal terrible bajo el sol:
riquezas acumuladas que redundan en perjuicio de su dueño
14 y riquezas que se pierden en un mal negocio.
Y si llega su dueño a tener un hijo,
ya no tendrá nada que dejarle.
15 Tal como salió del vientre de su madre,
así se irá: desnudo como vino al mundo
y sin llevarse el fruto de tanto trabajo.
16 Esto es una terrible desgracia:
tal como viene el hombre, así se va.
¿Y de qué le sirve afanarse tanto en busca del viento?
17 Toda su vida come en tinieblas,
en medio de muchas molestias, enfermedades y enojos.
18 Esto es lo que he comprobado: que en la vida bajo el sol lo mejor es comer, beber y disfrutar del fruto de nuestros afanes. Es lo que Dios nos ha concedido; es lo que nos ha tocado. 19 Además, a quien Dios concede abundancia y riquezas, también concede comer de ellas, así como tomar su parte y disfrutar de sus afanes, pues esto es don de Dios. 20 Y como Dios le llena de alegría el corazón, muy poco reflexiona el hombre en cuanto a su vida.
¿Qué sentido tiene la vida?
6 Hay un mal que he visto bajo el sol y que afecta a todos: 2 a algunos Dios da abundancia, riquezas, honores y no les falta nada que pudieran desear. Sin embargo, es a otros a quienes concede disfrutar de todo ello. ¡Esto es vanidad, una penosa aflicción!
3 Si un hombre tiene cien hijos y vive muchos años, no importa cuánto viva, si no se ha saciado de las cosas buenas ni llega a recibir sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él. 4 Porque el abortivo vino de la nada, a las tinieblas va y en las tinieblas permanecerá oculto. 5 Nunca llegará a ver el sol, ni sabrá nada; sin embargo, habrá tenido más reposo que aquel 6 que pudo haber vivido dos mil años sin disfrutar jamás de lo bueno. ¿Y acaso no van todos a un mismo lugar?
7 Mucho trabaja el hombre para comer,
pero nunca se sacia.
8 ¿Qué ventaja tiene el sabio sobre el necio?
¿Y qué gana el pobre
con saber enfrentarse a la vida?
9 Vale más lo visible
que lo imaginario.
Y también esto es vanidad;
¡es correr tras el viento!
10 Lo que ahora existe ya ha recibido nombre
y se sabe lo que es: humanidad.
Nadie puede luchar
contra alguien más fuerte.
11 Donde abundan las palabras,
abunda la vanidad.
¿Y qué se gana con eso?
12 En realidad, ¿quién sabe qué le conviene a una persona en esta breve y vana vida suya por donde pasa como una sombra? ¿Y quién puede decirle lo que sucederá bajo el sol después de su muerte?
Nueva escala de valores
7 Es mejor el buen nombre que el buen perfume.
Es mejor el día en que se muere que el día en que se nace.
2 Es mejor ir a un funeral
que a una casa de fiestas.
Pues la muerte es el fin de todo ser humano,
y los que viven debieran tenerlo presente.
3 Es mejor llorar que reír;
porque un rostro triste le hace bien al corazón.
4 El sabio tiene presente la muerte;
el necio solo piensa en la diversión.
5 Es mejor la reprensión de sabios
que el canto de necios.
6 Pues las carcajadas de los necios
son como el crepitar de las espinas bajo la olla.
¡Y también esto es vanidad!
7 La extorsión entorpece al sabio
y el soborno corrompe su corazón.
8 Vale más el fin de algo que su principio.
Vale más la paciencia que la arrogancia.
9 No permitas que el enojo domine tu espíritu,
porque el enojo se aloja en lo íntimo de los necios.
10 Nunca preguntes por qué todo tiempo pasado fue mejor.
No es de sabios hacer tales preguntas.
11 Buena es la sabiduría sumada a la heredad
y provechosa para los que ven la luz del sol.
12 Puedes ponerte a la sombra de la sabiduría
o a la sombra del dinero,
pero la sabiduría tiene la ventaja
de dar vida a quien la posee.
13 Contempla las obras de Dios:
¿quién puede enderezar
lo que él ha torcido?
14 Cuando te vengan buenos tiempos, disfrútalos;
pero cuando te lleguen los malos,
piensa que unos y otros son obra de Dios,
y que nadie sabe con qué habrá de encontrarse después.
15 Todo esto he visto durante mi absurda vida:
hombres justos a quienes su justicia los destruye
y hombres malvados a quienes su maldad les alarga la vida.
16 No seas demasiado justo,
tampoco demasiado sabio.
¿Para qué destruirte a ti mismo?
17 No seas demasiado malo
ni te portes como un necio.
¿Para qué morir antes de tiempo?
18 Bueno es agarrar esto
sin soltar aquello.
Quien teme a Dios evitará los extremos.
19 Más fortalece la sabiduría al sabio
que diez gobernantes a una ciudad.
20 No hay en la tierra nadie tan justo
que haga el bien y nunca peque.
21 No prestes atención a todo lo que se dice
y así no oirás cuando tu siervo hable mal de ti,
22 aunque bien sabes
que muchas veces también tú has hablado mal de otros.
Tras la razón de las cosas
23 Todo esto lo examiné con sabiduría
y me dispuse a ser sabio,
pero la sabiduría estaba fuera de mi alcance.
24 Lejos y demasiado profundo está todo cuanto existe.
¿Quién puede dar con ello?
25 Volví entonces mi atención hacia el conocimiento
para investigar e indagar acerca de la sabiduría y la razón de las cosas;
entonces me di cuenta de la insensatez de la maldad
y la locura de la necedad.
26 Y encontré algo más amargo que la muerte:
la mujer que es una trampa,
su corazón es una red
y sus brazos son cadenas.
Quien agrada a Dios se librará de ella,
pero el pecador caerá en sus redes.
27 Y dijo el Maestro:
«Miren lo que he hallado al buscar la razón de las cosas, una por una:
28 ¡que todavía estoy buscando
lo que no he encontrado!
Ya he dado con un hombre entre mil,
pero entre todas las mujeres
aún no he encontrado ninguna.
29 Tan solo he hallado lo siguiente:
que Dios hizo perfecto al ser humano,
pero este se ha buscado demasiadas complicaciones».
8 ¿Quién es como el sabio?
¿Quién conoce las respuestas?
La sabiduría del hombre hace que resplandezca su rostro
y se ablanden sus facciones.
La obediencia al rey
2 Yo digo: Obedece al rey, porque lo has jurado ante Dios. 3 No te apresures a salir de su presencia. No defiendas una mala causa, porque lo que él quiere hacer, lo hace. 4 Puesto que la palabra del rey tiene autoridad, ¿quién puede pedirle cuentas?
5 El que acata sus órdenes no sufrirá daño alguno.
El corazón sabio sabe cuándo y cómo acatarlas.
6 Para todo lo que se hace hay un cuándo y un cómo,
aunque el ser humano tiene en contra un gran problema:
7 que ninguno conoce el futuro
ni hay quien se lo pueda decir.
8 Nadie tiene poder sobre el viento para retenerlo;[f]
ni hay quien tenga poder sobre el día de su muerte.
No hay licencias durante la batalla,
ni la maldad deja libre al malvado.
Sinrazones de la vida
9 Todo esto vi al dedicarme de lleno a conocer todo lo que se hace bajo el sol: hay veces que el ser humano domina a otros para su propio mal. 10 Vi también a los malvados ser sepultados —los que solían ir y venir del lugar santo—; a ellos se les echó al olvido en la ciudad donde así se condujeron.[g] ¡Y también esto es vanidad!
11 Cuando no se ejecuta rápidamente la sentencia de un delito, el corazón del pueblo se llena de razones para hacer lo malo. 12 El pecador puede hacer lo malo cien veces y vivir muchos años; pero sé también que le irá mejor a quien teme a Dios y le guarda reverencia. 13 En cambio, a los malvados no les irá bien ni vivirán mucho tiempo. Serán como una sombra, porque no temen a Dios.
14 En la tierra suceden cosas que son vanidad, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados y hay malvados a quienes les va como si fueran justos. ¡Y yo digo que también esto es vanidad!
15 Por tanto, celebro la alegría, pues no hay para el ser humano nada mejor bajo el sol que comer, beber y alegrarse. Solo eso le queda de tanto afanarse en esta vida que Dios le ha dado bajo el sol.
16 Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin poder conciliar el sueño ni de día ni de noche, 17 pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que se hace bajo el sol! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.
Un destino común
9 A todo esto me dediqué de lleno y comprobé que los justos y los sabios, junto con sus obras, están en las manos de Dios; pero ninguno sabe del amor ni del odio, aunque los tenga ante sus ojos. 2 Para todos hay un mismo final: para el justo y el injusto, para el bueno y el malo, para el puro y el impuro, para el que ofrece sacrificios y para el que no los ofrece.
Tanto para el bueno,
como para el pecador;
tanto para el que hace juramentos,
como para el que no los hace por temor.
3 Hay un mal en todo lo que se hace bajo el sol: todos tienen un mismo final. Además, el corazón del hombre rebosa de maldad; la necedad está en su corazón toda su vida y después de eso la muerte. 4 ¿Por quién, pues, decidirse? Entre todos los vivos hay esperanza, pues vale más perro vivo que león muerto.
5 Porque los vivos saben que han de morir,
pero los muertos no saben nada;
tampoco tienen recompensa,
pues su memoria cae en el olvido.
6 Sus amores, odios
y pasiones llegan a su fin;
nunca más vuelven a tener parte
en nada de lo que se hace bajo el sol.
7 ¡Anda, come tu pan con gozo! ¡Bebe tu vino con corazón alegre, que Dios ya se ha agradado de tus obras! 8 Que sean siempre tus vestidos blancos y que no falte nunca el perfume en tu cabeza. 9 Goza de la vida con la mujer amada cada día de la vida de vanidad que Dios te ha dado bajo el sol. ¡Cada uno de tus días de vanidad! Esta es la recompensa de tu vida y de los afanes que pasas bajo el sol. 10 Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en los dominios de la muerte,[h] adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría.
Más vale sabiduría que fuerza
11 Me fijé de nuevo que bajo el sol
la carrera no la ganan los más veloces
ni ganan la batalla los más valientes;
tampoco los sabios tienen qué comer
ni los inteligentes abundan en dinero,
ni los instruidos gozan de simpatía;
sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos.
12 Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora.
Así como los peces caen en la red fatal
y las aves caen en la trampa,
también los hombres se ven atrapados
por una desgracia que de pronto les sobreviene.
13 También vi bajo el sol este notable caso de sabiduría: 14 una ciudad pequeña, con pocos habitantes, contra la cual se dirigió un rey poderoso que la sitió y construyó a su alrededor una impresionante maquinaria de asalto. 15 En esa ciudad había un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría salvó a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de aquel hombre pobre!
16 Yo digo que «la sabiduría es mejor que la fuerza», aun cuando se menosprecie la sabiduría del pobre y no se preste atención a sus palabras.
17 Más se atiende a las palabras tranquilas de los sabios
que a los gritos del jefe de los necios.
18 Es mejor la sabiduría que las armas de guerra,
pero un solo pecador destruye muchos bienes.
Dichos de sabiduría
10 Las moscas muertas apestan
y echan a perder el perfume.
Así mismo pesa más una pequeña necedad
que la sabiduría y la honra juntas.
2 El corazón del sabio se inclina al bien,
pero el del necio busca el mal.
3 Aun en el camino por el que va,
el necio revela su falta de inteligencia
y a todos va mostrando lo necio que es.
4 Si el ánimo del gobernante se exalta contra ti,
no abandones tu puesto.
La tranquilidad es el remedio para los grandes errores.
5 Hay un mal que he visto bajo el sol,
semejante al error que cometen los gobernantes:
6 al necio se le dan muchos puestos elevados,
pero a la gente valiosa se les dan los puestos más bajos.
7 He visto esclavos montar a caballo
y príncipes andar a pie como esclavos.
8 El que cava la fosa, en ella se cae;
al que abre brecha en el muro, la serpiente lo muerde.
9 El que pica piedra, con las piedras se hiere;
el que corta leña, podría lastimarse con ella.
10 Si el hacha pierde su filo
y no se vuelve a afilar,
hay que golpear con más fuerza,
pero la sabiduría lleva al éxito.
11 Si la serpiente muerde antes de ser encantada,
no hay ganancia para el encantador.
12 Las palabras del sabio son placenteras,
pero los labios del necio son su ruina;
13 sus primeras palabras son necedades
y las últimas, terribles locuras.
14 ¡Pero no le faltan las palabras!
Nadie sabe lo que ha de suceder
y lo que acontecerá después,
¿quién podría decirlo?
15 El trabajo del necio tanto lo fatiga
que ni el camino a la ciudad conoce.
16 ¡Ay del país cuyo rey es un inmaduro
y cuyos príncipes festejan desde temprano!
17 ¡Dichoso el país cuyo rey es un noble
y cuyos príncipes comen cuando es debido,
para reponerse y no para embriagarse!
18 Por causa del ocio se viene abajo el techo
y por la pereza se desploma la casa.
19 Para divertirse se celebra un banquete,
el vino alegra la vida
y el dinero es la respuesta para todo.
20 No maldigas al rey ni con el pensamiento,
ni en tu cuarto maldigas al rico,
pues las aves del cielo pueden correr la voz.
Tienen alas y pueden divulgarlo.
11 Lanza tu pan sobre el agua;
después de algún tiempo volverás a encontrarlo.
2 Comparte lo que tienes entre siete, y aun entre ocho,
pues no sabes qué calamidad pueda venir sobre la tierra.
3 Cuando las nubes están cargadas,
derraman su lluvia sobre la tierra.
Si el árbol cae hacia el sur,
o cae hacia el norte, donde cae allí se queda.
4 Quien vigila al viento no siembra;
quien contempla las nubes no cosecha.
5 Así como no sabes por dónde va el viento
ni cómo se forma el niño en el vientre de la madre,
tampoco entiendes la obra de Dios,
el Creador de todas las cosas.
6 Siembra tu semilla en la mañana
y no te des reposo por la tarde,
pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor,
si esta o aquella,
o si ambas serán igualmente buenas.
7 Grata es la luz, y
¡qué bueno que los ojos disfruten del sol!
8 Mas si el hombre vive muchos años,
y todos ellos los disfruta,
debe recordar que los días tenebrosos
serán muchos
y que lo venidero será vanidad.
Acuérdate de tu Creador
9 Alégrate, joven, en tu juventud;
deja que tu corazón disfrute de la adolescencia.
Sigue los impulsos de tu corazón
y responde al estímulo de tus ojos,
pero toma en cuenta que Dios
te juzgará por todo esto.
10 Aleja de tu corazón el enojo,
aparta de tu cuerpo la maldad,
porque juventud y vigor son pasajeros.
12 Acuérdate de tu Creador
en los días de tu juventud,
antes de que lleguen los días malos
y vengan los años en que digas:
«No encuentro en ellos placer alguno»;
2 antes de que dejen de brillar
el sol y la luz, la luna y las estrellas,
y vuelvan las nubes después de la lluvia.
3 Un día temblarán los guardianes de la casa
y los fuertes caminarán encorvados;
se detendrán las que muelen por ser pocas,
y verán borrosos los que miran por las ventanas.
4 Se irán cerrando las puertas de la calle,
irá disminuyendo el ruido del molino;
las aves elevarán su canto,
pero apagados se oirán sus trinos.
5 Sobrevendrá el temor por las alturas
y por los peligros del camino.
Florecerá el almendro,
la langosta resultará onerosa
y se perderá el deseo,
pues el hombre se encamina al hogar eterno
y rondan ya en la calle los que lloran su muerte.
6 Acuérdate de tu Creador
antes de que se rompa el cordón de plata
y se quiebre la vasija de oro,
y se estrelle el cántaro contra la fuente
y se rompa la polea del pozo.
7 Volverá entonces el polvo a la tierra,
como antes fue
y el espíritu volverá a Dios,
que es quien lo dio.
8 Vanidad de vanidades,
¡todo es vanidad!
—dice el Maestro.
Epílogo
9 Además de ser sabio, el Maestro impartió conocimientos a la gente. Ponderó, investigó y ordenó muchísimos proverbios. 10 Procuró también hallar las palabras más adecuadas y escribirlas con honradez y veracidad.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones. Como clavos bien puestos son sus colecciones de dichos, dados por un solo pastor. 12 Además de ellas, hijo mío, ten presente que el hacer muchos libros es algo interminable y que el mucho leer causa fatiga.
13 El fin de este asunto
es que ya se ha escuchado todo.
Teme a Dios y cumple sus mandamientos,
porque esto es todo para el hombre.
14 Pues Dios juzgará toda obra,
buena o mala,
aun la realizada en secreto.
1 Cantar de los cantares[i] de Salomón.
Primer Canto
La amada
2 Ah, si me besaras con los besos de tu boca…[j]
¡Mejor es tu amor que el vino!
3 La fragancia de tus perfumes es placentera;
tu nombre es bálsamo aromático.
¡Con razón te aman las doncellas!
4 ¡Arrástrame en pos de ti! ¡Date prisa!
¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!
Los amigos
Regocijémonos y deleitémonos juntos;
celebraremos tus caricias más que el vino.
¡Sobran las razones para amarte!
La amada
5 Soy morena y hermosa,
hijas de Jerusalén;
morena como las tiendas de campaña de Cedar,
hermosa como las cortinas de Salomón.[k]
6 No se fijen en mi tez morena
ni en que el sol me bronceó la piel.
Mis hermanos se enfadaron contra mí
y me obligaron a cuidar las viñas;
¡y mi propia viña descuidé!
7 Cuéntame, amor de mi vida,
¿dónde apacientas tus rebaños?,
¿dónde al mediodía los haces reposar?
¿Por qué he de andar como mujer con velo
entre los rebaños de tus amigos?
Los amigos
8 Si no lo sabes, la más bella de las mujeres,
ve tras la huella del rebaño
y apacienta tus cabritos
junto a las moradas de los pastores.
El amado
9 Te comparo, amada mía, con una yegua
entre los caballos del carro del faraón.
10 ¡Qué hermosas lucen tus mejillas entre los pendientes!
¡Qué hermoso luce tu cuello entre los collares!
11 ¡Haremos para ti pendientes de oro
con incrustaciones de plata!
La amada
12 Mientras el rey se halla sentado a la mesa,
mi nardo esparce su fragancia.
13 Mi amado es para mí como el saquito de mirra
que duerme entre mis pechos.
14 Mi amado es para mí como un ramito de azahar[l]
de las viñas de Engadi.
El amado
15 ¡Cuán bella eres, amada mía!
¡Cuán bella eres!
¡Tus ojos son dos palomas!
La amada
16 ¡Cuán hermoso eres, amado mío!
¡Eres un encanto!
El amado
Una alfombra de hojas es nuestro lecho,
17 los cedros son las vigas de la casa
y nos cubre un techo de cipreses.
La amada
2 Yo soy una rosa de Sarón,
una azucena de los valles.
El amado
2 Como azucena entre las espinas
es mi amada entre las doncellas.
La amada
3 Cual manzano entre los árboles del bosque
es mi amado entre los jóvenes.
Me encanta sentarme a su sombra;
dulce a mi paladar es su fruto.
4 Me llevó a la sala del banquete,
y sobre mí enarboló su estandarte de amor.
5 ¡Fortalézcanme con pasas,
susténtenme con manzanas,
porque desfallezco de amor!
6 ¡Ojalá pudiera mi cabeza reposar sobre su izquierda!
¡Ojalá su derecha me abrazara!
El amado
7 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén,
por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que quiera despertar.
Segundo Canto
La amada
8 ¡La voz de mi amado!
¡Mírenlo, aquí viene!,
saltando por las colinas,
brincando por las montañas.
9 Mi amado es como un venado;
se parece a un cervatillo.
¡Mírenlo, de pie tras nuestro muro,
espiando por las ventanas,
atisbando por las celosías!
10 Mi amado me habló y me dijo:
«¡Levántate, amada mía;
ven conmigo, mujer hermosa!
11 ¡Mira, el invierno se ha ido
y con él han cesado y se han ido las lluvias!
12 Ya brotan flores en los campos;
¡el tiempo de la canción ha llegado!
Ya se escucha por toda nuestra tierra
el arrullo de las tórtolas.
13 La higuera ofrece sus primeros frutos;
las viñas florecen y esparcen su fragancia.
¡Levántate, amada mía;
ven conmigo, mujer hermosa!».
El amado
14 Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas,
en las hendiduras de las montañas,
muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz;
pues tu voz es placentera
y hermoso tu semblante.
15 Atrapen a las zorras,
a esas zorras pequeñas
que arruinan nuestros viñedos,
nuestros viñedos en flor.
La amada
16 Mi amado es mío y yo soy suya;
él apacienta su rebaño entre azucenas.
17 Antes de que el día despunte
y se desvanezcan las sombras,
regresa a mí, amado mío.
Corre como un venado,
como un cervatillo
por colinas escarpadas.[m]
3 Por las noches, sobre mi lecho,
busco al amor de mi vida;
lo busco y no lo hallo.
2 Me levanto, voy por la ciudad,
por sus calles y mercados,
buscando al amor de mi vida.
Lo busqué y no lo hallé.
3 Me encuentran los centinelas
mientras rondan la ciudad.
Les pregunto:
«¿Han visto ustedes al amor de mi vida?».
4 No bien los he dejado,
cuando encuentro al amor de mi vida.
Lo abrazo y, sin soltarlo,
lo llevo a la casa de mi madre,
a la alcoba donde ella me concibió.
El amado
5 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén,
por las gacelas y cervatillas del bosque,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que ella quiera despertar.
Tercer Canto
El coro
6 ¿Qué es eso que sube por el desierto
semejante a una columna de humo,
entre aromas de mirra e incienso,
entre perfumes de mercaderes?
7 ¡Miren! ¡Es el carruaje de Salomón!
Viene escoltado por sesenta guerreros,
escogidos entre los más valientes de Israel.
8 Todos ellos portan espadas
y han sido adiestrados para el combate;
cada uno lleva la espada al cinto
por causa de los peligros de la noche.
9 Salomón mismo se hizo el carruaje
con finas maderas del Líbano.
10 Hizo de plata las columnas
y de oro los soportes.
El asiento lo tapizó de color púrpura
y su interior fue decorado con esmero
por las hijas de Jerusalén.
11 ¡Salgan, doncellas de Sión!
¡Contemplen al rey Salomón!
¡Lleva puesta la corona que le ciñó su madre
el día en que contrajo nupcias,
el día en que se alegró su corazón!
El amado
4 ¡Cuán bella eres, amada mía!
¡Cuán bella eres!
Tus dos ojos, tras el velo, son como palomas.
Tus cabellos son como los rebaños de cabras
que descienden de los montes de Galaad.
2 Tus dientes son como rebaños de ovejas recién trasquiladas,
que ascienden después de haber sido bañadas.
Cada una de ellas tiene gemelas,
ninguna de ellas está sola.
3 Tus labios son cual cinta carmesí;
tu boca es hermosa.
Tus mejillas, tras el velo,
parecen dos mitades de granadas.
4 Tu cuello se asemeja a la torre de David
construida con piedras labradas;
de ella penden mil escudos,
escudos de guerreros todos ellos.
5 Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela
que pastan entre azucenas.
6 Antes de que el día despunte
y se desvanezcan las sombras,
subiré a la montaña de la mirra,
a la colina del incienso.
7 Toda tú eres bella, amada mía;
no hay en ti defecto alguno.
8 Desciende del Líbano conmigo, novia mía;
desciende del Líbano conmigo.
Baja de la cumbre del Amaná,
de la cima del Senir y del Hermón.
Baja de las guaridas de los leones,
de los montes donde habitan los leopardos.
9 Cautivaste mi corazón, hermana y novia mía,
con una mirada de tus ojos;
con una vuelta de tu collar
cautivaste mi corazón.
10 ¡Cuán delicioso es tu amor,
hermana y novia mía!
¡Más agradable que el vino es tu amor,
y más que toda especia
la fragancia de tu perfume!
11 Tus labios, novia mía, destilan miel;
leche y miel escondes bajo la lengua.
Cual perfume del Líbano
es el perfume de tus vestidos.
12 Jardín cerrado eres tú,
hermana y novia mía.
Fuente cerrada y sellado manantial.
13 Tus plantas son un huerto de granadas
con frutos exquisitos
flores de nardo y azahar;
14 con toda clase de árbol de incienso,
nardo y azafrán;
con cálamo y canela,
mirra y áloe
y con las más finas especias.
15 Eres fuente de los jardines,
manantial de aguas vivas,
arroyo que del Líbano desciende.
La amada
16 ¡Viento del norte, despierta!
¡Viento del sur, ven acá!
Soplen en mi jardín;
¡esparzan su fragancia!
Que venga mi amado a su jardín
y pruebe sus frutos exquisitos.
El amado
5 He entrado ya en mi jardín,
hermana y novia mía,
y en él recojo mirra y bálsamo;
allí me sacio del panal y de su miel;
allí bebo mi vino y mi leche.
Los amigos
¡Coman y beban, amigos,
y embriáguense de amor!
Cuarto Canto
La amada
2 Yo dormía, pero mi corazón velaba.
¡Y oí una voz!
¡Mi amado estaba a la puerta!
«Hermana, amada mía;
preciosa paloma mía,
¡déjame entrar!
Mi cabeza está empapada de rocío;
la humedad de la noche corre por mi pelo».
3 Ya me he quitado la ropa;
¿cómo volver a vestirme?
Ya me he lavado los pies;
¿cómo ensuciarlos de nuevo?
4 Mi amado pasó la mano por la abertura del cerrojo;
¡se estremecieron mis entrañas al sentirlo!
5 Me levanté y le abrí a mi amado;
gotas de mirra corrían por mis manos.
Se deslizaban entre mis dedos
y caían sobre el cerrojo.
6 Le abrí a mi amado,
pero ya no estaba allí.
Se había marchado
y tras su voz se fue mi alma.
Lo busqué y no lo hallé.
Lo llamé y no me respondió.
7 Me encontraron los centinelas
mientras rondaban la ciudad;
los que vigilan las murallas
me hirieron, me golpearon;
¡me despojaron de mi manto!
8 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén,
que si encuentran a mi amado,
¿qué le dirán?
¡Díganle que estoy enferma de amor!
El coro
9 Dinos, bella entre las bellas,
¿en qué aventaja tu amado a otros hombres?
¿En qué aventaja tu amado a otros hombres,
que nos haces tales ruegos?
La amada
10 Mi amado es apuesto y trigueño,
y entre diez mil hombres se le distingue.
11 Su cabeza es oro fino;
su cabellera es ondulada
y negra como un cuervo.
12 Sus ojos parecen palomas
posadas junto a los canales de agua,
bañadas en leche,
montadas como joyas.
13 Sus mejillas son como lechos de bálsamo,
como cultivos de hierbas aromáticas.
Sus labios son azucenas
por las que fluye mirra.
14 Sus brazos son barras de oro
montadas sobre topacios.
Su cuerpo es pulido marfil
incrustado de zafiros.
15 Sus piernas son pilares de mármol
que descansan sobre bases de oro puro.
Su porte es como el del Líbano,
esbelto como sus cedros.
16 Su paladar es la dulzura misma;
¡él es todo un encanto!
¡Tal es mi amado, tal es mi amigo,
doncellas de Jerusalén!
El coro
6 ¿A dónde se ha ido tu amado,
oh bella entre las bellas?
¿Hacia dónde se ha encaminado?
¡Iremos contigo a buscarlo!
La amada
2 Mi amado ha bajado a su jardín,
a los lechos de bálsamo,
para retozar en los jardines
y recoger azucenas.
3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío;
él apacienta su rebaño entre azucenas.
Quinto Canto
El amado
4 Tú, amada mía, eres bella como Tirsá,
hermosa como Jerusalén
imponente como ejército con sus banderas.
5 Aparta de mí la mirada,
que tus ojos me tienen fascinado.
Tus cabellos son como los rebaños de cabras
que descienden de Galaad.
6 Tus dientes son como rebaños de ovejas
que ascienden después de haber sido bañadas.
Cada una de ellas tiene gemelas,
ninguna de ellas está sola.
7 Tus mejillas, tras el velo,
parecen dos mitades de granadas.
8 Pueden ser sesenta las reinas,
ochenta las concubinas[n]
e innumerables las vírgenes,
9 pero una sola es preciosa, paloma mía,
la hija consentida de su madre,
la favorita de quien le dio la vida.
Las doncellas la ven y la bendicen;
las reinas y las concubinas la alaban.
El coro
10 ¿Quién es esta, admirable como la aurora?
¡Es bella como la luna,
radiante como el sol,
imponente como ejército con sus banderas!
El amado
11 Descendí al huerto de los nogales
para admirar los nuevos brotes en el valle,
para admirar los retoños de las vides
y los granados en flor.
12 Sin darme cuenta, mi pasión me puso
entre las carrozas reales de mi pueblo.[o]
Los amigos
13 Vuelve, Sulamita, vuelve;
vuélvete a nosotros,
¡queremos contemplarte!
El amado
¿Y por qué han de contemplar a la Sulamita,
como en las danzas de los campamentos?
7 ¡Ah, princesa mía,
cuán bellos son tus pies en las sandalias!
Las curvas de tus caderas son como alhajas
labradas por hábil artesano.
2 Tu ombligo es una copa redonda,
rebosante de buen vino.
Tu vientre es un monte de trigo
rodeado de azucenas.
3 Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela.
4 Tu cuello parece torre de marfil.
Tus ojos son como los manantiales de Hesbón,
junto a la entrada de Bat Rabín.
Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.
5 Tu cabeza se eleva como la cumbre del Carmelo.
Hilos de color púrpura son tus cabellos;
con tus rizos has cautivado al rey.
6 Cuán bella eres, amor mío,
¡cuán encantadora en tus delicias!
7 Tu altura se asemeja a la palmera
y tus pechos, a sus racimos.
8 Me dije: «Me subiré a la palmera;
de sus racimos me adueñaré».
¡Sean tus pechos como racimos de uvas,
tu aliento cual fragancia de manzanas
9 y como el buen vino tu boca!
La amada
¡Corra el vino hacia mi amado
y le resbale por labios y dientes![p]
10 Yo soy de mi amado
y él me desea con pasión.
11 Ven, amado mío;
vayamos a los campos,
pasemos la noche en las aldeas.
12 Vayamos temprano a los viñedos
para ver si han retoñado las vides,
si han abierto las flores,
si ya florecen los granados.
¡Allí te brindaré mis caricias!
13 Las mandrágoras esparcen su fragancia
y a nuestras puertas hay toda clase de exquisitos frutos,
lo mismo nuevos que añejos,
que he guardado para ti, amor mío.
8 ¡Ah, si fueras mi propio hermano,
criado a los pechos de mi madre!
Al encontrarte en la calle podría besarte
y nadie me despreciaría.
2 Tomándote de la mano,
te llevaría a la casa de mi madre
para que fueran mi maestro.
Te daría a beber vino con especias
y el néctar de mis granadas.
3 ¡Ojalá pudiera mi cabeza
reposar sobre su izquierda!
¡Ojalá su derecha me abrazara!
El amado
4 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén,
que no desvelen ni molesten a mi amada
hasta que ella quiera despertar.
Sexto Canto
El coro
5 ¿Quién es esta que sube por el desierto
apoyada sobre el hombro de su amado?
La amada
Bajo el manzano te desperté;
allí te concibió tu madre,
allí mismo te dio a luz.
6 Grábame como un sello sobre tu corazón;
llévame como una marca sobre tu brazo.
Fuerte es el amor, como la muerte;
el celo, inconmovible como el sepulcro.[q]
Como llama divina
es el fuego ardiente del amor.
7 Ni las muchas aguas pueden apagarlo,
ni los ríos pueden extinguirlo.
Si alguien ofreciera todas las riquezas que posee
a cambio del amor,
solo conseguiría el desprecio.
El coro
8 Tan pequeña es nuestra hermana
que no han crecido sus pechos.
¿Qué haremos por nuestra hermana
cuando vengan a pedirla?
9 Si fuera una muralla,
construiríamos sobre ella almenas de plata.
Si acaso fuera una puerta,
la recubriríamos con paneles de cedro.
La amada
10 Una muralla soy yo
y mis pechos, sus dos torres.
Por eso a los ojos de mi amado
soy como quien ha hallado la paz.
11 Salomón tenía una viña en Baal Jamón,
la cual entregó a unos arrendatarios.
Cada uno entregaba por sus frutos
mil piezas de plata.
12 ¡Mi viña solo a mí me pertenece!
Mil piezas de plata son para ti, Salomón,
y doscientas son para los que cultivan su fruto.
El amado
13 Tú, que habitas en los jardines,
pendientes de tu voz están nuestros amigos;
¡déjanos escucharla!
La amada
14 ¡Apresúrate, amado mío!
¡Corre como venado,
como cervatillo,
sobre los montes cubiertos de bálsamo!
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