Bible in 90 Days
Territorio de la tribu de Judá
15 El territorio que tocó en suerte a la tribu de Judá, por clanes, lindaba con la frontera de Edom, en el extremo meridional del desierto de Sin. 2 Su límite meridional partía de la lengua o extremo sur del mar de la Sal; 3 luego se dirigía por el sur de la cuesta de Acrabín, pasaba hacia Sin y subía por el sur de Cadés Barnea; pasando por Jesrón, subía hacia Adar y volvía hacia Carcá; 4 pasaba por Asmón, se dirigía hacia el torrente de Egipto y terminaba en el mar. Esa será vuestra frontera por el sur. 5 Por el este, el territorio limitaba con el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. El límite septentrional partía de la lengua de mar en la que desemboca el Jordán; 6 luego llegaba a Bet Joglá, pasaba por el norte de Bet Arabá y subía hasta la Peña de Bohán, hijo de Rubén; 7 continuaba subiendo desde el valle de Acor hasta Debir y volvía hacia el norte hasta Guilgal, frente a la cuesta de Adumín, que está al sur del Torrente. El límite pasaba junto a las aguas de En Semes y venía a salir a la fuente de Roguel. 8 De allí subía por el valle de Ben Hinón, en el flanco sur del Jebuseo, es decir, por Jerusalén; subía luego por el oeste hasta la cima del monte frente al valle de Hinón, en el extremo norte del valle de los refaítas. 9 A continuación torcía desde la cumbre del monte hacia los manantiales de Neftoaj y seguía en dirección a las ciudades del monte Efrón torciendo hacia Baalá, es decir, Quiriat Jearín. 10 Desde Baalá, el límite doblaba por el oeste hacia el monte Seír y, pasando por la vertiente norte del monte Jearín, o sea, Quesalón, bajaba hasta Bet Semes, llegando a Timná. 11 Luego se dirigía hacia el norte de Ecrón, doblaba hacia Sicarón, pasaba por el monte Baalá y salía a Jabneel. Esta frontera norte terminaba en el mar. 12 El límite occidental era el mar Grande.
Esos eran los límites del territorio de los descendientes de Judá, por clanes.
Conquista de Hebrón y Debir
13 A Caleb, hijo de Jefuné, se le asignó una parte entre los descendientes de Judá, tal como había mandado el Señor a Josué: Quiriat Arbá, la ciudad del padre de Anac, es decir, Hebrón. 14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac: Sesay, Ajimán y Talmay, descendientes de Anac. 15 Desde allí se dirigió contra los habitantes de Debir, que antes era conocida como Quiriat Séfer. 16 Caleb prometió dar por esposa a su hija Axá a quien derrotara y conquistara a Qiryat Séfer. 17 El que la conquistó fue Otoniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb; así que este le dio por esposa a su hija Axá. 18 Cuando Axá se dirigía a casa de su marido, este la instigó a que pidiera a su padre un campo. Al ver que su hija se apeaba del asno, Caleb le preguntó:
— ¿Qué quieres?
19 Ella respondió:
— Hazme un regalo; ya que me has asignado el desierto del Négueb, proporcióname también manantiales.
Y él le dio los manantiales de arriba y los de abajo.
20 Esta fue la heredad de la tribu de Judá, por clanes.
Poblaciones de la tribu de Judá
21 Las poblaciones fronterizas entre Edom y la tribu de Judá son:
En el Négueb: Cabsel, Éder, Jagur, 22 Quiná, Dimoná, Adadá, 23 Cadés, Jasor, Jitnán, 24 Zif, Telen, Bealot, 25 Jasor Jadatá, Queriyot Jesrón (o sea, Jasor), 26 Amán, Semá, Moladá, 27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet, 28 Jasar Sual, Berseba con sus aldeas, 29 Balá, Iyín, Esen, 30 Eltolad, Quesil, Jormá, 31 Siclag, Madmaná, Sansaná, 32 Lebaot, Siljín, y En Rimón. En total, veintinueve ciudades con sus aldeas.
33 En la Sefela: Estaol, Sorá, Asná, 34 Zanoaj, En Ganín, Tapuaj, Enán, 35 Jarmut, Adulán, Socó, Acecá, 36 Saráin, Aditáin, Guederá y Guederotáin: catorce ciudades con sus aldeas. 37 Senán, Jadasá, Migdal Gad, 38 Dilán, Mispé, Joqtel, 39 Laquis, Boscat, Eglón, 40 Cabón, Lajmás, Quitlís, 41 Guederot, Bet Dagón, Naamá y Maquedá: dieciséis ciudades con sus aldeas. 42 Libná, Éter, Asán, 43 Jiftaj, Asná, Nesib, 44 Queilá, Aczib y Maresá: nueve ciudades con sus aldeas. 45 Ecrón con sus filiales y aldeas. 46 Desde Ecrón hasta el mar, todas las poblaciones que están cerca de Asdod con sus aldeas. 47 Asdod con sus filiales y aldeas, Gaza con sus filiales y aldeas, hasta el torrente de Egipto, y las ciudades costeras del mar Grande.
48 En la montaña: Samir, Jatir, Socó, 49 Daná, Quiriat Saná (o sea, Debir), 50 Anab, Estemoa, Anín, 51 Gosen, Jolón y Guiló: once ciudades y sus aldeas. 52 Arab, Dumá, Esán, 53 Janín, Bet Tapuaj, Afecá, 54 Juntá, Quiriat Arbá (o sea, Hebrón) y Sior: nueve ciudades y sus aldeas. 55 Maón, Carmel, Cif, Jutá, 56 Jezrael, Jocdeán, Zanoj, 57 Hacáin, Guibeá y Timná: diez ciudades con sus aldeas. 58 Jaljul, Bet Sur, Guedor, 59 Maarat, Bet Anot y Eltecón: seis ciudades con sus aldeas. 60 Quiriat Baal, que es Quiriat Jearín, y Rabá: dos ciudades con sus aldeas.
61 En el desierto: Bet Arabá, Midín, Secacá, 62 Nibsán, la ciudad de la Sal y Enguedí: seis ciudades con sus aldeas.
63 Pero los descendientes de Judá no lograron expulsar a los jebuseos que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos viven todavía hoy en Jerusalén, en medio de Judá.
La casa de José
16 El territorio que tocó en suerte a los descendientes de José partía, por el este, desde el Jordán cerca de Jericó, y continuaba por el oasis de Jericó y por el desierto que sube desde Jericó a la montaña de Betel; 2 desde Betel seguía hasta Luz, pasaba hacia la frontera de los arqueos en Atarot, 3 bajaba después al oeste hacia el territorio de los jafletitas, llegaba hasta Bet Jorón de Abajo y hasta Guécer, y venía a salir al mar. 4 Esta fue la heredad de Manasés y Efraín, los hijos de José.
Territorio de la tribu de Efraín
5 Esta fue la frontera del territorio de los descendientes de Efraín, por clanes: el límite de su heredad iba por el este desde Atarot Adar hasta Bet Jorón de Arriba; 6 a partir de ahí se prolongaba hasta el mar, teniendo a Micmetá al norte. El límite doblaba al este hacia Taanat Siló; luego pasaba al este de Janojá, 7 bajaba de Janojá a Atarot y a Naará y tocaba en Jericó para terminar en el Jordán. 8 Desde Tapuaj, la frontera se alargaba hacia el oeste bordeando el torrente de Caná y venía a parar al mar. Esta fue la heredad de la tribu de los descendientes de Efraín, por clanes; 9 a ello hay que añadir las ciudades reservadas para los descendientes de Efraín dentro de la heredad de Manasés; todas las ciudades con sus aldeas. 10 Los cananeos que ocupaban Guécer no fueron expulsados y así continúan viviendo todavía hoy en medio de Efraín, aunque sometidos a trabajos forzados.
Territorio de la tribu de Manasés
17 Este fue el territorio que le correspondió en suerte a la tribu de Manasés, primogénito de José. A Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, que era un valiente guerrero, le tocó Galaad y Basán. 2 También les tocó en suerte un territorio a los otros hijos de Manasés, por clanes: a los hijos de Abiecer, a los hijos de Jéleq, a los hijos de Asriel, a los hijos de Siquén, a los hijos de Jéfer, a los hijos de Semidá. Estos eran, por clanes, los hijos varones de Manasés, hijo de José.
3 Pero Selofjad, hijo de Jéfer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos; sólo hijas. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá. 4 Estas se presentaron ante el sacerdote Eleazar, ante Josué, hijo de Nun, y ante los jefes del pueblo, diciéndoles:
— El Señor ordenó a Moisés que se nos asignara una heredad entre nuestros hermanos.
Se les asignó, pues, según la orden del Señor, una heredad entre los hermanos de su padre. 5 Así que a la tribu de Manasés le correspondieron diez partes —además de Galaad y Basán, territorios de Transjordania—, 6 pues las hijas de Selofjad, descendiente de Manasés, obtuvieron una heredad entre los descendientes de Manasés. El país de Galaad fue para los descendientes de los otros hijos de Manasés.
7 El territorio de Manasés limitaba, por el lado de Aser, con Mikmetá, que está frente a Siquén; desde allí la línea fronteriza iba hacia el sur, hacia la fuente de Tapuaj. 8 La zona de Tapuaj era de Manasés, pero el mismo Tapuaj, en la frontera de Manasés, era de los descendientes de Efraín. 9 La línea limítrofe bajaba por la vaguada de Caná; al sur de la vaguada estaban las ciudades que tenía Efraín entre las de Manasés; el territorio de Manasés estaba al norte de la vaguada, e iba a salir al mar. 10 El territorio del sur era de Efraín y el del norte de Manasés; la línea divisoria llegaba hasta el mar. El territorio de Manasés lindaba al norte con el de Aser y con el de Isacar al este. 11 Dentro del territorio de Isacar y de Aser, le correspondieron a Manasés Bet Seán y sus filiales, Jibleán y sus filiales, los habitantes de Dor y sus filiales, a los habitantes de Endor y sus filiales, a los habitantes de Tanac y Meguido y sus filiales. 12 Sin embargo, los descendientes de Manasés no consiguieron apoderarse de esas ciudades, de modo que los cananeos se mantuvieron en aquella región. 13 Pero, cuando los israelitas fueron lo bastante fuertes, los sometieron a trabajos forzados, aunque no llegaron a expulsarlos.
Reclamación de los descendientes de José
14 Los descendientes de José dijeron a Josué:
— ¿Por qué nos has asignado en heredad únicamente una suerte, un solo lote, siendo como somos tan numerosos, gracias a que el Señor nos ha bendecido?
15 Josué respondió:
— Puesto que sois un pueblo tan numeroso, subid a la región de los fereceos y de los refaítas y talad para vosotros sus bosques, ya que la montaña de Efraín os resulta demasiado estrecha.
16 Los descendientes de José respondieron:
— La montaña no nos basta y, por otra parte, los cananeos que habitan en el llano tienen carros de hierro, tanto los de Betsán y sus filiales como los de la llanura de Jezrael.
17 Josué respondió a la casa de José, a Efraín y Manasés:
— Vosotros sois un pueblo muy numeroso y muy fuerte; así que no tendréis un solo lote; 18 también la región montañosa será vuestra; está cubierta de bosques, pero vosotros talaréis sus árboles y la haréis vuestra. Y expulsaréis a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y sean muy poderosos.
Reparto en Siló para las otras siete tribus
18 La comunidad de los israelitas en pleno se reunió en Siló, donde plantaron la Tienda del encuentro. El país entero les estaba sometido. 2 Pero había aún siete tribus israelitas a las que no se les había asignado heredad. 3 Dijo, pues, Josué a los israelitas:
— ¿Hasta cuándo vais a esperar para ir a tomar posesión de la tierra que os ha dado el Señor, el Dios de vuestros antepasados? 4 Escoged tres representantes por cada tribu, y los enviaré a recorrer el país para que así puedan hacer un plano de él en orden al reparto; luego regresarán a mí. 5 Dividirán el territorio en siete lotes. Judá se quedará en su territorio al sur y la casa de José se quedará en el suyo al norte. 6 Vosotros haced la descripción del país distribuyéndolo en siete lotes y traedme esa distribución para que sortee aquí los lotes, en presencia del Señor nuestro Dios. 7 (Porque los levitas no tienen territorio entre vosotros, pues su heredad es ser sacerdotes del Señor. En cuanto a Gad, Rubén y media tribu de Manasés, ya han recibido en Transjordania la heredad que les asignó Moisés, siervo del Señor).
8 Los representantes de cada tribu se pusieron en camino. Josué, por su parte, dio esta orden a los encargados de hacer la descripción del país:
— Id a recorrer el país y haced un plano; luego regresad a mí y yo os sortearé el territorio aquí, delante del Señor, en Siló.
9 Fueron los representantes de cada tribu, recorrieron la comarca e hicieron su descripción, ciudad por ciudad, distribuyendo el territorio en siete lotes; luego presentaron por escrito el resultado a Josué en el campamento de Siló. 10 Josué les sorteó la tierra en Siló, delante del Señor, y allí la repartió entre los israelitas, por lotes.
Territorio de la tribu de Benjamín
11 A la tribu de Benjamín, por clanes, le tocó en suerte un territorio que estaba comprendido entre el de la tribu de Judá y el de la tribu de José. 12 Su frontera, por el lado norte, partía del Jordán, subía por el flanco norte de Jericó, cruzaba la montaña hacia el oeste y llegaba hasta el desierto de Bet Avén. 13 Desde allí la frontera pasaba por el sur de Luz —o sea, de Betel— y bajaba a Atarot Adar por el monte que hay al sur de Bet Jorón de Abajo. 14 Torcía la frontera y doblaba por el oeste hacia el sur, desde el monte que está frente a Bet Jorón, para ir a salir hacia Quiriat Baal —o sea, Quiriat Jearín—, ciudad que pertenecía a los descendientes de Judá. Esa era la frontera por el lado oeste. 15 Por el lado sur, la frontera arrancaba de Quiriat Jearín, cerca de la fuente del arroyo de Neftóaj; 16 luego bajaba por el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinón, al norte del valle de Refaín, hasta llegar al valle de Hinón por el flanco sur de los jebuseos y seguir descendiendo hasta la fuente de Roguel. 17 Doblaba después hacia el norte en dirección a En Semes y salía al círculo de piedras que hay frente a la cuesta de Adumín, bajando hasta la Peña de Bohán, hijo de Rubén. 18 Pasaba luego hacia la vertiente de Bet Arabá por el norte y bajaba hacia la Arabá; 19 seguía por el norte de la pendiente de Bet Joglá e iba finalmente a dar en el extremo septentrional del mar de la Sal, en la desembocadura del Jordán. Esa era la frontera meridional, 20 mientras el Jordán constituía el límite por el este. Esa fue la heredad de los descendientes de Benjamín, por clanes, con las fronteras de su entorno.
21 Las ciudades de la tribu de los descendientes de Benjamín, por clanes, fueron: Jericó, Bet Joglá y Émec Quesís; 22 Bet Arabá, Semaráin y Betel; 23 Avín, Pará y Ofrá; 24 Quefar Amoní, Ofní y Gueba: doce ciudades con sus aldeas. 25 Gabaón, Ramá y Berot; 26 Mispé, Quefirá y Mosá; 27 Requen, Jirpel y Taralá; 28 Selá Alef, Jebús, (es decir, Jerusalén), Guibeá y Quiriat: catorce ciudades con sus aldeas. Esa fue la heredad de los descendientes de Benjamín, por clanes.
Territorio de la tribu de Simeón
19 El segundo lote le correspondió a Simeón (es decir, a la tribu de los descendientes de Simeón), por clanes. Su heredad estaba dentro de la heredad de la tribu de Judá 2 y comprendía: Berseba, Semá y Moladá; 3 Jasar Sual, Balá y Asén; 4 Eltolad, Betul y Jormá; 5 Siclag, Bet Marcabot y Jasar Susá; 6 Bet Lebaot y Sarujén: trece ciudades con sus aldeas. 7 Ayín, Rimón, Éter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas. 8 Además todas las aldeas de los alrededores de estas ciudades hasta Baalat Beer y Ramá del Négueb. Esa fue la heredad de la tribu de Simeón, por clanes; 9 una heredad que se tomó del lote asignado a la tribu de Judá, pues el territorio asignado a la tribu de Judá era demasiado grande para esta. Por eso la tribu de Simeón recibió su heredad dentro del territorio de la tribu de Judá.
Territorio de la tribu de Zabulón
10 El tercer lote correspondió a la tribu de Zabulón, por clanes. Su territorio se extendía hasta Sarid 11 y su frontera discurría por el oeste en dirección a Maralá, pasando por Dabéset y siguiendo el torrente que hay frente a Jocmeán. 12 De Sarid torcía hacia el este, hacia la salida del sol, hasta el término de Quislot Tabor; seguía luego hacia Daberat y subía a Jafiá. 13 Desde allí continuaba hacia el este, pasando por Guitá Jéfer y por Itacasín; luego tomaba la dirección de Rimón y torcía hacia Neá. 14 La frontera continuaba por el norte hacia Janatón e iba a salir al valle de Jiftajel. 15 Su territorio comprendía también, Catat, Nahalal, Simerón, Jidalá y Belén: un total de doce ciudades con sus aldeas. 16 Esa fue la heredad de los descendientes de Zabulón, por clanes, con sus ciudades y sus aldeas.
Territorio de la tribu de Isacar
17 El cuarto lote le correspondió a Isacar (es decir, a los descendientes de Isacar), por clanes. 18 Su territorio comprendía Jezrael, Quesulot y Sunén; 19 Jafaráin, Sión y Anajará; 20 Rabit, Quisyón y Ebes; 21 Rémet, En Ganín, En Jadá y Bet Pasés. 22 Su frontera pasaba por el Tabor, Sajasima y Bet Semes, terminando en el Jordán; dieciséis ciudades con sus aldeas. 23 Esa fue la heredad de la tribu de Isacar, por clanes, con sus ciudades y sus aldeas.
Territorio de la tribu de Aser
24 El quinto lote le correspondió a la tribu de Aser, por clanes. 25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Axaf, 26 Alamélec, Amad y Misal. La frontera, por el oeste, llegaba al Carmelo hasta el río Libnat; 27 torcía hacia el este hasta Bet Dagón y llegaba por el norte hasta el territorio de Zabulón y el valle de Jiftajel; continuaba hasta Bet Emec y Neyel, para terminar por la izquierda en Kabul, 28 Abdón, Rejob, Jamón, Caná y Sidón la Grande. 29 La línea fronteriza giraba luego hacia Ramá llegando hasta la plaza fuerte de Tiro; de allí continuaba hasta Josá y terminaba en el mar, incluyendo Majaleb, Aczib, 30 Aco, Afec y Rejob: un total de veintidós ciudades con sus aldeas. 31 Esa fue la heredad de la tribu de los descendientes de Aser, por clanes, con sus ciudades y sus aldeas.
Territorio de la tribu de Neftalí
32 A los descendientes de Neftalí, por clanes, les correspondió el sexto lote. 33 Su frontera discurría desde Jélef y la Encina de Sananín, desde Adamí Néqueb y Jabnel hasta Lacún terminando en el Jordán. 34 Torcía luego hacia el oeste por Aznot Tabor llegando hasta Jucoc; lindaba con Zabulón al sur, con Aser al oeste y con el Jordán al este. 35 Y las ciudades fuertes eran: Asidín, Ser, Jammat, Racat, Kinéret, 36 Adamá, Ramá y Jasor; 37 Cadés, Edreí, En Jasor, 38 Jirón, Migdalel, Jorén, Bet Anat y Bet Semes: un total de diecinueve ciudades con sus aldeas. 39 Esa fue la heredad de los descendientes de Neftalí, por clanes, con sus ciudades y sus aldeas.
Territorio de la tribu de Dan
40 A la tribu de Dan, por clanes, le correspondió el séptimo lote. 41 El territorio de su heredad comprendía: Sorá, Estaol e Ir Semes; 42 Salabín, Ayalón y Jitlá; 43 Elón, Timná y Ecrón; 44 Eltequé, Guibetón y Balat; 45 Jeud, Bené Beraq, Gat Rimón 46 y Meyarcón con el territorio enfrente de Jope.
47 Pero a la tribu de Dan le resulto demasiado incómodo su territorio. Por eso, los descendientes de Dan decidieron atacar a Lesen; la conquistaron y la pasaron a cuchillo. Una vez conquistada la ciudad, se establecieron en ella. Y a Lesen la llamaron Dan, en recuerdo del nombre de su antepasado Dan. 48 Esa fue la heredad de la tribu de Dan, por clanes, con sus ciudades y sus aldeas.
49 Y se dio por terminado el sorteo del país con sus fronteras. A Josué, hijo de Nun, los israelitas le dieron una heredad en medio de ellos. 50 Según la orden del Señor, le dieron la ciudad de Timná Séraj, en la montaña de Efraín, tal como él había pedido. Reconstruyó la ciudad y se estableció en ella.
51 Esas son las heredades que el sacerdote Eleazar, con Josué, hijo de Nun, y los cabezas de familia sortearon entre las tribus de Israel en Siló, en presencia del Señor, a la entrada de la Tienda del encuentro. Fue así como se llevó a cabo el reparto de la tierra.
Ciudades de asilo
20 El Señor dijo a Josué:
2 — Manda a los israelitas que señalen las ciudades de asilo, de las que yo les hablé por medio de Moisés. 3 En ellas podrá refugiarse el homicida que haya matado a alguien involuntariamente; esas ciudades le servirán de asilo para escapar del vengador de la sangre. 4 El homicida huirá a una de esas ciudades: se detendrá a la entrada de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán en su ciudad y le asignarán una casa para que habite con ellos. 5 Si el vengador de la sangre lo persigue, no lo entregarán al homicida, pues ha herido a su prójimo involuntariamente y sin tenerle odio con anterioridad. 6 El homicida permanecerá en esa ciudad hasta que comparezca en juicio ante la comunidad y hasta la muerte del sumo sacerdote que en aquel momento esté en ejercicio. Entonces el homicida podrá regresar a su ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó.
7 Los israelitas designaron como ciudades sagradas: Cadés en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquén, en la montaña de Efraín; Quiriat Arbá, o sea Hebrón, en la montaña de Judá. 8 En Transjordania, al este de Jericó, señalaron: Béser, en la llanura desértica de la tribu de Rubén; Ramot Galaad, en el territorio de la tribu de Gad, y Golán en Basán, en el territorio de la tribu de Manasés.
9 Estas son las ciudades señaladas para todos los israelitas, así como para los extranjeros que vivan entre ellos, para que pueda refugiarse en ellas cualquiera que haya matado a alguien involuntariamente; así no morirá a manos del vengador de la sangre antes de haber comparecido ante la comunidad.
Ciudades levíticas
21 Los cabezas de familia de los levitas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de Israel, 2 en Siló, en el país de Canaán, y les dijeron:
— El Señor ordenó, por medio de Moisés, que se nos proporcionaran ciudades donde residir, con lugares de pasto para nuestro ganado.
3 Los israelitas, atendiendo el mandato del Señor, proporcionaron a los levitas, de su propia heredad, las siguientes ciudades con sus correspondientes lugares de pasto.
4 Hecho el sorteo para los clanes de Queat, correspondieron a una parte de estos levitas, descendientes del sacerdote Aarón, trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín. 5 A los restantes hijos de Queat, por clanes, les correspondieron diez ciudades de las tribus de Efraín, de Dan y de media tribu de Manasés. 6 A los hijos de Guersón, por clanes, les correspondieron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la otra media tribu de Manasés, en Basán. 7 A los hijos de Merarí, por clanes, les correspondieron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón.
8 Y estas fueron las ciudades que, con sus correspondientes lugares de pasto, los israelitas asignaron a los levitas por sorteo, tal como el Señor había ordenado por medio de Moisés:
9 De la tribu de Judá y de la tribu de Simeón les asignaron las ciudades que se nombran a continuación. 10 A los descendientes de Aarón pertenecientes al clan de Queat, hijo de Leví, les correspondió la primera suerte, 11 a saber: Quiriat Arbá (ciudad del padre de Anac), o sea Hebrón, en la montaña de Judá, con los correspondientes lugares de pasto, 12 si bien la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la habían dado en propiedad a Caleb, hijo de Jefuné. 13 Además de Hebrón (que era ciudad de asilo para los homicidas) con sus correspondientes lugares de pasto, se asignaron a los descendientes de Aarón: Libná, 14 Jatir, Estemoa, 15 Jolón, Debir, 16 Asán, Jutá y Bet Semes, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto: un total de nueve ciudades pertenecientes a esas dos tribus. 17 De la tribu de Benjamín les asignaron las ciudades de Gabaón, Gueba, 18 Anatot y Almón, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto: un total de cuatro ciudades. 19 El total de ciudades asignadas a los sacerdotes descendientes de Aarón fue de trece con sus correspondientes lugares de pasto.
20 A los otros clanes queatitas (los restantes levitas descendientes de Queat), les correspondieron en suerte ciudades de la tribu de Efraín. 21 Como ciudad de asilo para los homicidas, se les asignó Siquén, en la montaña de Efraín, con sus correspondientes lugares de pasto. Además, les correspondieron: Guécer, 22 Quibsáin y Bet Jorón con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 23 De la tribu de Dan les correspondieron: Eltequé, Guibetón, 24 Ayalón y Gat Rimón con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 25 De media tribu de Manasés les correspondieron: Tanac y Jibleán con sus correspondientes lugares de pasto; un total de dos ciudades. 26 El total de ciudades para los restantes clanes de los descendientes de Queat fue de diez con sus correspondientes lugares de pasto. 27 A los clanes levíticos de los descendientes de Guersón, les asignaron, dentro del territorio de la otra media tribu de Manasés en la región de Basán, las ciudades de Golán (esta como ciudad de asilo para los homicidas) y de Astarot, ambas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de dos ciudades. 28 De la tribu de Isacar, les asignaron Quisyón, Daberat, 29 Jarmut y En Ganín con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 30 De la tribu de Aser, les asignaron Misal, Abdón, 31 Jelcat y Rejob, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 32 De la tribu de Neftalí, les asignaron Cadés de Galilea, como ciudad de asilo para los homicidas, y además Jamot Dor y Racat con sus correspondientes lugares de pasto; un total de tres ciudades. 33 El total de ciudades asignadas a los guersonitas, por clanes, fue de trece, con sus correspondientes lugares de pasto.
34 A los clanes de los descendientes de Merarí, es decir, al resto de los levitas, les asignaron: en el territorio de la tribu de Zabulón, las ciudades de Joqneán, Cartá, 35 Rimón y Nahalal, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 36 En el territorio de la tribu de Rubén, al otro lado del Jordán, les asignaron como ciudad de asilo para los homicidas, Béser con sus correspondientes lugares de pasto, situada en la meseta desértica. Y además Jasá, 37 Quedemot y Mefat con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 38 En el territorio de la tribu de Gad, les asignaron Ramot de Galaad como ciudad de asilo para los homicidas; y además Majanáin, 39 Jesbón y Jacer, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 40 El total de ciudades asignadas por suerte a los clanes de los descendientes de Merarí, es decir, al resto de los clanes levíticos, fue de doce ciudades.
41 Así pues, las ciudades asignadas a los levitas en medio de la propiedad de los israelitas, fueron en total cuarenta y ocho con sus correspondientes lugares de pasto. 42 Cada una de las ciudades comprendía la ciudad y los pastos circundantes. Así ocurría en todas las ciudades mencionadas.
Conclusión del reparto
43 El Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus antepasados. Los israelitas la ocuparon y se establecieron en ella. 44 El Señor les concedió paz en todo su territorio, tal como había jurado a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente, pues el Señor puso a todos ellos en manos de Israel. 45 Ninguna de las magníficas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel falló. Todas se cumplieron.
III.— EPÍLOGOS (22,1—24,28)
Las tribus de Transjordania regresan a su territorio
22 Josué convocó a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés, 2 y les dijo:
— Habéis cumplido todo lo que os mandó Moisés, siervo del Señor, y me habéis obedecido en todo lo que os he mandado. 3 No habéis abandonado a vuestros hermanos en ningún momento durante todo este largo tiempo; habéis cumplido así lo que el Señor, vuestro Dios, os mandó. 4 Ahora que el Señor vuestro Dios ha dado a vuestros hermanos el descanso que les había prometido, podéis regresar a vuestras tiendas, a la tierra que Moisés, siervo del Señor, os dio en propiedad al otro lado del Jordán. 5 Únicamente poned cuidado en cumplir los mandamientos y la ley que os dio Moisés, siervo del Señor, amando al Señor, vuestro Dios, siguiendo todos sus caminos, guardando sus mandamientos, permaneciendo unidos a él y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma.
6 Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas. 7 Moisés había dado a media tribu de Manasés la parte de heredad que le correspondía en la región de Basán; a la otra media se la dio Josué entre sus hermanos, en la Cisjordania. Al mandarlos a sus tiendas, Josué les dio la bendición 8 y les dijo:
— Regresáis a vuestras tiendas con grandes riquezas, con rebaños numerosos, con plata, oro, bronce, hierro y muchos vestidos; debéis, pues, repartir con vuestros hermanos el botín arrebatado a vuestros enemigos.
9 Los rubenitas y los gaditas, con la media tribu de Manasés, regresaron a su territorio, dejando a sus hermanos israelitas en Siló, en el país de Canaán; regresaron al país de Galaad, tierra de su propiedad, en la que se habían establecido siguiendo el mandato del Señor dado por medio de Moisés.
Levantan un altar junto al Jordán
10 Cuando llegaron al círculo de piedras que está junto al Jordán, todavía en el país de Canaán, los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés levantaron un altar a orillas del Jordán, un altar monumental. 11 Al enterarse los israelitas de que los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés habían erigido un altar frente al país de Canaán y junto al círculo de piedras que está a orillas del Jordán, en territorio israelita, 12 toda la comunidad se reunió en Siló para hacerles la guerra. 13 Al efecto, los israelitas enviaron al país de Galaad, donde estaban los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, al sacerdote Finés, hijo de Eleazar, 14 y con él enviaron a diez notables, uno por cada tribu israelita, todos ellos cabezas de familia en los clanes de Israel. 15 Cuando se presentaron ante los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, en el país de Galaad, les hablaron así:
16 — Esto dice toda la comunidad del Señor: “¿Qué prevaricación es esa que habéis cometido hoy contra el Dios de Israel, apartándoos del Señor y rebelándoos contra él al construiros un altar? 17 ¿No nos bastaba con el crimen de Peor del que aún estamos sin purificarnos del todo, a pesar de la plaga que sobrevino a la comunidad del Señor? 18 Si vosotros os apartáis hoy del Señor y os rebeláis contra él, mañana se encenderá su ira contra toda la comunidad de Israel. 19 Si os parece impura vuestra heredad, venid al territorio que constituye sin lugar a dudas la heredad del Señor, donde él ha establecido su morada, y adquirid una heredad en medio de nosotros. Pero no os rebeléis contra el Señor, ni nos hagáis cómplices de vuestra rebeldía al construiros un altar distinto del altar del Señor nuestro Dios. 20 ¿No violó Acán, hijo de Zéraj, la ley de lo consagrado al exterminio y la cólera divina se desató contra toda la comunidad de Israel, a pesar de que sólo él había pecado? ¿Y no murió él también por su crimen?”.
21 Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés respondieron a los jefes de los clanes de Israel:
22 — El Dios de los dioses, el Señor, lo sabe bien, y debe saberlo también Israel. Si nos hemos rebelado contra el Señor o le hemos sido infieles, que no nos perdone hoy. 23 Y si hemos erigido un altar para apartarnos del Señor, ofreciendo en él holocaustos, oblaciones o sacrificios de comunión, que el Señor nos pida cuentas. 24 Pero no ha sido así. Lo hemos hecho preocupados por si el día de mañana vuestros descendientes podrían decir a los nuestros: “¿Qué tenéis que ver vosotros con el Señor, el Dios de Israel? 25 Entre nosotros y vosotros —rubenitas y gaditas— el Señor ha puesto la frontera del Jordán. No tenéis parte con el Señor”. De esta manera, vuestros descendientes harían que los nuestros dejaran de respetar al Señor. 26 Así las cosas, nos hemos dicho: Construyamos un altar, pero no para holocaustos, ni sacrificios, 27 sino como testimonio, tanto entre nosotros y vosotros como entre los que nos sucedan, de que rendimos culto al Señor con los holocaustos y sacrificios de comunión que ofrecemos en su presencia. Así el día de mañana vuestros descendientes no podrán decir a los nuestros: “No tenéis parte con el Señor”. 28 Hemos pensado que si el día de mañana alguien se dirigiera a nosotros o a nuestros descendientes con estas palabras, les podremos responder: “Observad la forma del altar del Señor que hicieron nuestros antepasados, que no es como para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino para que sirva de testigo entre vosotros y nosotros”. 29 Lejos de nosotros rebelarnos hoy contra el Señor y apartarnos de su servicio, erigiendo —con el fin de ofrecer en él holocaustos, oblaciones o sacrificios— un altar distinto del altar que el Señor, nuestro Dios, ha erigido delante de su morada.
Se restablece la concordia
30 Cuando el sacerdote Finés, los jefes de la comunidad y los notables de los clanes israelitas que lo acompañaban, oyeron la explicación ofrecida por los rubenitas, los gaditas y los de la media tribu de Manasés, se dieron por satisfechos. 31 Y el sacerdote Finés, hijo de Eleazar, dijo a rubenitas, gaditas y manasitas:
— Ahora reconocemos que el Señor está en medio de nosotros, pues no le habéis sido infieles y así habéis librado a los israelitas de ser castigados por el Señor.
32 El sacerdote Finés, hijo de Eleazar, y los jefes de la comunidad, se despidieron de los rubenitas y de los gaditas, regresando del país de Galaad al de Canaán e informando a los israelitas de lo ocurrido. 33 El informe dejó satisfechos a los israelitas que dieron gracias a Dios y no hablaron más de atacar y devastar el territorio habitado por los rubenitas y los gaditas. 34 Estos, a su vez, llamaron al altar “Testigo”, porque se dijeron: “Será testigo entre nosotros de que el Señor es Dios”.
Testamento de Josué
23 Había pasado mucho tiempo desde que el Señor concediera a Israel la paz con todos los enemigos de alrededor. 2 Josué, que era ya muy viejo, convocó a todo Israel, a sus ancianos, jefes, jueces y funcionarios, diciéndoles:
— Yo soy un anciano muy entrado en años. 3 Vosotros sois testigos de todo lo que el Señor, vuestro Dios, ha hecho ante vosotros con todos estos pueblos: él ha sido quien ha combatido por vosotros. 4 Mirad, yo os he asignado por sorteo, como heredad para vuestras tribus, tanto esos pueblos que aún quedan por conquistar, como todos los pueblos que exterminé, desde el Jordán hasta el mar Grande de occidente. 5 El Señor mismo, vuestro Dios, los expulsará y los privará de su tierra ante vosotros, y vosotros entraréis en posesión de su territorio, como os lo ha prometido el Señor, vuestro Dios. 6 Poned el mayor esfuerzo en observar y cumplir todo lo prescrito en el libro de la Ley de Moisés, no desviándoos de ella ni a la derecha ni a la izquierda. 7 No os mezcléis con esos pueblos que quedan todavía entre vosotros. No mentéis el nombre de sus dioses ni juréis por ellos. No les deis culto ni os postréis ante ellos. 8 Permaneced unidos al Señor, vuestro Dios, como habéis hecho hasta el presente. 9 El Señor ha expulsado delante de vosotros a pueblos numerosos y fuertes, y nadie os ha podido resistir hasta el presente. 10 Uno solo de vosotros era capaz de perseguir a mil, porque el Señor mismo, vuestro Dios, era quien peleaba en vuestro lugar tal como os tenía prometido. 11 Procurad con todo empeño amar al Señor, vuestro Dios: en ello os va la vida.
12 Pero si os apartáis del Señor y os juntáis con ese resto de naciones que aún queda entre vosotros, si emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas, 13 estad seguros de que el Señor, vuestro Dios, no seguirá arrojando delante de vosotros a esos pueblos. Serán para vosotros red, lazo, aguijón en vuestros costados y espina en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado el Señor, vuestro Dios. 14 Mirad que yo estoy ya próximo a morir. Reconoced en lo más íntimo de vuestro ser que ni una sola promesa ha fallado de todas las que el Señor vuestro Dios os había hecho. Todas se han cumplido; ni una sola ha quedado sin cumplir. 15 Pues de la misma manera que habéis visto cumplidas todas las espléndidas promesas que os hizo el Señor vuestro Dios, veréis también cumplidas todas sus amenazas, hasta haceros desaparecer de esta espléndida tierra que el Señor, vuestro Dios, os ha dado. 16 Pero si quebrantáis la alianza que el Señor, vuestro Dios, ha sellado con vosotros, si rendís culto a otros dioses y los adoráis, la ira del Señor se encenderá contra vosotros y no tardaréis en desaparecer de esta espléndida tierra que él os ha regalado.
La asamblea de Siquén
24 Josué reunió en Siquén a todas las tribus de Israel, convocando a los ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y funcionarios. Una vez que se presentaron ante Dios, 2 Josué dijo a todo el pueblo:
— Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros antepasados, en particular Téraj, padre de Abrahán y de Najor, habitaban antaño al otro lado del Río y rendían culto a otros dioses. 3 Yo tomé a vuestro padre Abrahán del otro lado del Río, le hice recorrer toda la tierra de Canaán y multipliqué su descendencia dándole a Isaac. 4 A Isaac le di dos hijos: Jacob y Esaú. A Esaú le di en posesión la montaña de Seír. Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. 5 Envié después a Moisés y Aarón y castigué a los egipcios obrando prodigios en medio de ellos. Luego os saqué de allí. 6 Saqué de Egipto a vuestros padres y llegasteis hasta el mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres con sus carros y caballos hasta el mar de las Cañas. 7 Clamaron entonces al Señor que interpuso una oscura nube entre vosotros y los egipcios, al tiempo que el mar se abalanzaba sobre ellos y los anegó. Habéis visto con vuestros propios ojos lo que hice con Egipto. Después habitasteis largo tiempo en el desierto. 8 Os introduje luego en el país de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán; ellos os declararon la guerra, pero yo los entregué en vuestras manos; los exterminé al llegar vosotros y así fue como pudisteis ocupar su territorio. 9 Balac, hijo de Zipor, que era a la sazón rey de Moab, se propuso pelear contra Israel. Al efecto mandó llamar a Balaán, hijo de Beor, para que os maldijera. 10 Pero como yo no quise escuchar a Balaán, no tuvo más remedio que bendeciros. De esta manera yo os libré de las manos de Balac.
11 Pasasteis después el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó os hicieron la guerra; y lo mismo hicieron los amorreos, los fereceos, los cananeos, los hititas, los guirgaseos, los jeveos y los jebuseos, pero yo os los entregué. 12 Mandé delante de vosotros avispas que, al llegar vosotros, pusieron en fuga a los dos reyes amorreos; es algo que no debes a tu espada ni a tu arco. 13 Os he dado una tierra que no habéis ganado con vuestro sudor, unas ciudades que no habéis edificado y en las que, sin embargo, habitáis; viñedos y olivares que no habéis plantado y de cuyos frutos os alimentáis. 14 Ahora, pues, respetad al Señor y servidle con todo esmero y lealtad; quitad de en medio los dioses a los que dieron culto vuestros antepasados en Mesopotamia y en Egipto y rendid culto al Señor. 15 Pero, si os parece duro rendir culto al Señor, elegid hoy a quién queréis rendir culto, si a los dioses a quienes adoraron vuestros antepasados en Mesopotamia o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi casa rendiremos culto al Señor.
16 El pueblo respondió:
— Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, 17 pues ha sido el Señor, nuestro Dios, el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, del país de Egipto, de la casa de la esclavitud, y el que ante nuestros ojos obró tan grandes prodigios y nos protegió a lo largo de todo el camino que recorrimos, poniéndonos a salvo de todas las naciones por las que pasamos. 18 Además el Señor expulsó ante nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por tanto, también nosotros rendiremos culto al Señor, porque él es nuestro Dios.
19 Entonces Josué dijo al pueblo:
— No sé si seréis capaces de rendir culto al Señor, pues es un Dios santo, un Dios celoso, que no perdonará vuestras rebeldías ni vuestros pecados. 20 Si abandonáis al Señor para rendir culto a dioses extranjeros, él a su vez, después de haberos hecho tanto bien, os acarreará el mal y acabará con vosotros.
21 El pueblo respondió a Josué:
— Nosotros rendiremos culto al Señor.
22 Josué dijo al pueblo:
— Testigos sois contra vosotros mismos de que habéis elegido al Señor para servirlo.
Ellos respondieron:
— ¡Somos testigos!
23 — Entonces, —concluyó Josué— quitad de en medio los dioses extranjeros y prometed fidelidad al Señor, Dios de Israel.
24 El pueblo respondió a Josué:
— Rendiremos culto al Señor, nuestro Dios, y le obedeceremos.
25 Aquel día, selló Josué una alianza con el pueblo, dándole preceptos y normas en Siquén. 26 Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Acto seguido, tomó una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que hay en el santuario del Señor. 27 Y dijo Josué a todo el pueblo:
— Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues ha oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho; será también testigo contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios.
28 Y Josué despidió al pueblo, regresando cada uno a su heredad.
IV.— APÉNDICE (24,29-33)
Muerte de Josué y de Eleazar
29 Después de estos acontecimientos, murió Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, a la edad de ciento diez años. 30 Fue sepultado en el término de su heredad, es decir, en Timná Séraj, que está al norte del monte Gaás, en la zona montañosa de Efraín.
31 Israel rindió culto al Señor durante toda la vida de Josué y de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que conocían las hazañas que el Señor había hecho en favor de Israel.
32 Los huesos de José, que los israelitas habían traído de Egipto, fueron enterrados en Siquén, en la parcela que había comprado Jacob a los hijos de Jamor, padre de Siquén, por cien monedas de plata, y que pasó a ser propiedad de los descendientes de José.
33 También murió Eleazar, hijo de Aarón; lo sepultaron en Guibeá, ciudad adjudicada a su hijo Finés, en la montaña de Efraín.
I.— COMPLEMENTOS AL LIBRO DE JOSUÉ (1,1—2,5)
Establecimiento de Judá, Simeón, Caleb y los quenitas
1 Muerto Josué, los israelitas hicieron esta consulta al Señor:
— ¿Quién de nosotros será el primero en combatir contra los cananeos?
2 El Señor respondió:
— Será Judá en cuyas manos he puesto el país. 3 Judá dijo a su hermano Simeón:
— Ven conmigo al territorio que me ha tocado; atacaremos a los cananeos y después yo también iré contigo a tu territorio.
Y Simeón marchó con él. 4 Subió Judá, y el Señor hizo que derrotara a los cananeos y a los fereceos matando en Bécec a diez mil hombres. 5 Encontraron en Bécec a Adoni Bécec, lo atacaron y derrotaron a los cananeos y a los fereceos. 6 Adoni Bécec escapó, pero lo persiguieron, lo capturaron y le cortaron los pulgares de manos y pies. 7 Y Adoni Bécec dijo:
— Setenta reyes, con los pulgares de manos y pies cortados, recogían migajas bajo mi mesa. Dios me ha pagado según mi conducta.
Lo llevaron a Jerusalén y allí murió.
8 Los de la tribu de Judá atacaron a Jerusalén, la conquistaron, la pasaron a cuchillo y prendieron fuego a la ciudad. 9 Después, los de la tribu de Judá bajaron a atacar a los cananeos que ocupaban la Montaña, el Négueb y la Sefela. 10 Se dirigió luego Judá contra los cananeos que habitaban en Hebrón (que antes se llamaba Quiriat Arbá) y derrotó a Sesay, a Ajimán y a Talmay. 11 A continuación marchó contra los habitantes de Debir (que antes se llamaba Quiriat Séfer). 12 Y Caleb dijo:
— Al que ataque a Quiriat Séfer y la conquiste, le daré por esposa a mi hija Axá.
13 La conquistó Otoniel, hijo de Quenaz, el hermano pequeño de Caleb. Y Caleb le dio por esposa a su hija Axá. 14 Cuando iba a casa de su marido, Otoniel la instigó para que pidiera a su padre un campo. Se apeó Axá del asno y Caleb le preguntó:
— ¿Qué quieres?
15 Ella contestó:
— Hazme un regalo. Ya que me has dado tierras en el Négueb, dame también manantiales de agua.
Y Caleb le dio los manantiales de arriba y los de abajo.
16 Los hijos del quenita Jobab, suegro de Moisés, subieron con los de Judá desde la ciudad de las Palmeras al desierto de Arad, y fueron a establecerse entre los amalecitas.
17 Judá y su hermano Simeón derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al exterminio. Por eso la ciudad se llamó Jormá.
18 Judá no pudo apoderarse de Gaza y su comarca, ni de Ascalón y su comarca, ni de Ecrón y su comarca. 19 El Señor asistió a Judá, que conquistó la región montañosa; pero no pudo expulsar a los que habitaban la llanura porque tenían carros de hierro.
20 A Caleb le fue asignada Hebrón, según las órdenes de Moisés; y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac. 21 Pero la tribu de Benjamín no consiguió expulsar a los jebuseos que habitaban en Jerusalén; por eso los jebuseos siguen habitando en Jerusalén con los benjaminitas hasta el día de hoy.
22 También los de la casa de José atacaron Betel; y el Señor los asistió. 23 Los de la casa de José hicieron un reconocimiento previo por los alrededores de Betel (que antes se llamaba Luz). 24 Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron:
— Indícanos por dónde se entra en la ciudad y tendremos compasión de ti.
25 Él les indicó la entrada de la ciudad. Los israelitas pasaron a cuchillo a sus habitantes, pero dejaron libre a aquel hombre con toda su familia. 26 El hombre marchó al país de los hititas y edificó allí una ciudad a la que llamó Luz. Es el nombre que tiene hasta la fecha.
Las tribus septentrionales
27 Manasés no pudo apoderarse de Bet Seán con sus aldeas, ni de Tanac con sus aldeas. No pudo expulsar a los habitantes de Dor con sus aldeas, ni a los de Jibleán con sus aldeas, ni a los de Meguido con sus aldeas; así que los cananeos siguieron ocupando la región. 28 Pero cuando Israel cobró más fuerza, sometió a los cananeos a trabajos forzados, aunque no llegó a expulsarlos.
29 Tampoco Efraín pudo expulsar a los cananeos que habitaban en Guécer, con lo que los cananeos siguieron viviendo en Guécer, en medio de Efraín. 30 Y lo mismo le sucedió a Zabulón: no pudo expulsar a los habitantes de Quitrón, ni a los de Nahalol; así que los cananeos se quedaron en medio de Zabulón, aunque sometidos a trabajos forzados. 31 Tampoco Aser pudo expulsar a los habitantes de Aco, ni a los de Sidón, ni a los de Majaleb, ni a los de Aczib, ni a los de Jelbá, ni a los de Afic, ni a los de Rejob; 32 por eso los de la tribu de Aser, al no poder expulsarlos, tuvieron que convivir con los cananeos que habitaban en la región.
33 Y tampoco Neftalí pudo expulsar a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anat, y tuvo que convivir con los cananeos que ocupaban el país; pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anat fueron sometidos a trabajos forzados.
34 Los amorreos rechazaron hacia la montaña a los hijos de Dan y no les permitieron bajar a la llanura. 35 Los amorreos se mantuvieron en Jar Jéres, en Ayalón y en Salbín. Pero luego la tribu de José los sojuzgó y los sometió a trabajos forzados.
36 (El territorio de los edomitas se extendía desde la cuesta de Acrabín y de Selá hacia arriba).
El ángel del Señor anuncia desgracias a Israel
2 El ángel del Señor subió de Guilgal a Betel y dijo:
— Yo os saqué de Egipto, os traje a la tierra que había prometido con juramento a vuestros antepasados y os dije: “No romperé jamás mi alianza con vosotros; 2 por vuestra parte, no haréis alianza con los habitantes de este país y destruiréis sus altares”. Pero no habéis escuchado mi voz. ¿Por qué habéis obrado así? 3 Por eso no los expulsaré ante vosotros; serán vuestros opresores, y sus dioses una trampa para vosotros.
4 Apenas el ángel del Señor dijo estas palabras a todos los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos. 5 Así que llamaron a aquel lugar Bokín. Y ofrecieron allí sacrificios al Señor.
II.— HISTORIAS DE LOS “JUECES” (2,6—16,31)
Interpretación religiosa programática
6 Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para tomar posesión de ella. 7 El pueblo sirvió al Señor mientras vivieron Josué y los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que el Señor había hecho en favor de Israel. 8 Pero Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. 9 Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. 10 También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel.
11 Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los Baales; 12 abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos e irritaron al Señor. 13 Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a las Astartés. 14 Entonces se encolerizó el Señor contra Israel y los entregó en manos de salteadores que los saqueaban; los dejó a merced de los enemigos de alrededor y no pudieron ya resistir ante ellos. 15 En todas sus campañas el Señor se les ponía en contra haciendo que fracasaran tal como el Señor se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.
16 Pero entonces el Señor hacía surgir jueces que los ponían a salvo de quienes los saqueaban. 17 Sin embargo, tampoco hicieron caso de esos jueces. Dieron culto a otros dioses y se postraron ante ellos. Se desviaban en seguida del camino seguido por sus padres que habían sido dóciles a los mandamientos del Señor y no los imitaban.
18 Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor asistía al juez y, mientras este vivía, estaban a salvo de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. 19 Pero en cuanto moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres e iban detrás de otros dioses, dándoles culto, postrándose ante ellos y siguiendo en todo las prácticas y la conducta obstinada de sus padres. 20 Así que el Señor se encolerizó con el pueblo israelita y dijo:
— Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que sellé con sus antepasados y no ha escuchado mi voz, 21 tampoco yo seguiré expulsando ante ellos a ninguno de los pueblos que Josué al morir dejó sin conquistar.
22 El Señor quería poner a prueba con esos pueblos a los israelitas, a ver si seguían o no los caminos del Señor, como los habían seguido sus antepasados. 23 Por eso el Señor no se metió con aquellos pueblos, y no los expulsó en seguida, ni los entregó en manos de Josué. 3 1 Estos son los pueblos que el Señor dejó para poner a prueba con ellos a los israelitas que no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán 2 —fue sólo para que las generaciones de los israelitas aprendieran el arte de la guerra; porque antes no la conocían—: 3 los cinco principados de los filisteos y todos los cananeos, los sidonios y los hititas que vivían en la montaña del Líbano, desde el monte de Baal Hermón hasta el Paso de Jamat. 4 Sirvieron para poner a prueba con ellos a Israel, a ver si cumplían los mandamientos que el Señor había prescrito a sus antepasados por medio de Moisés.
5 Así pues, los israelitas convivieron con los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos; 6 se casaron con sus hijas, dieron como esposas sus propias hijas a los hijos de ellos y rindieron culto a sus dioses.
Otoniel
7 Los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor. Se olvidaron del Señor, su Dios, y rindieron culto a los Baales y a las Aseras. 8 Entonces se encolerizó el Señor contra Israel y los dejó a merced de Cusán Risatáin, rey de Edom, que tuvo sometidos a los israelitas durante ocho años.
9 Los israelitas suplicaron al Señor y el Señor les concedió un libertador que los salvó: Otoniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb. 10 El espíritu del Señor lo invadió, se constituyó en juez de Israel y salió a la guerra. Y el Señor puso en sus manos a Cusán Risatáin, rey de Edom, y triunfó sobre Cusán Risatáin. 11 Y el país gozó de paz durante cuarenta años. Y murió Otoniel, hijo de Quenaz.
Ejud
12 Volvieron los israelitas a hacer lo que desagrada al Señor; y el Señor aumentó el poder de Eglón, rey de Moab, sobre Israel, porque hacían lo que desagrada al Señor. 13 Los amonitas y los amalecitas hicieron causa común con Eglón que salió y derrotó a Israel apoderándose de la ciudad de las Palmeras. 14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, dieciocho años.
15 Entonces los israelitas suplicaron al Señor y el Señor les concedió un libertador: Ejud, hijo de Guerá, benjaminita, que era zurdo. Los israelitas le encomendaron la entrega del tributo a Eglón, rey de Moab. 16 Ejud se hizo un puñal de dos filos, de casi medio metro de largo, y se lo ciñó debajo de la ropa sobre el muslo derecho. 17 Presentó el tributo a Eglón, rey de Moab, que era extremadamente gordo. 18 En cuanto terminó de presentar el tributo, Ejud mandó marchar a la gente que le había acompañado a llevar el tributo. 19 Él, por su parte, se volvió desde el lugar llamado Los Ídolos, en la región de Guilgal, y dijo:
— Tengo un mensaje secreto para ti, ¡oh rey!
El rey ordenó:
— ¡Que nos dejen solos!
Y salieron de su presencia todos los que estaban con él. 20 Ejud se le acercó. El rey estaba sentado tomando el fresco en su galería particular. Ejud le dijo:
— Tengo una palabra de Dios para ti.
El rey se levantó de su silla, 21 momento en que Ejud agarró con su mano izquierda el puñal que llevaba en su muslo derecho y se lo hundió en la barriga. 22 Tras la hoja entró también la empuñadura y la grasa se cerró sobre el puñal, pues Ejud no le sacó el puñal del vientre. Luego saltó por la ventana, 23 llegó al portal, cerró las puertas de la galería y echó el cerrojo. 24 Cuando él salía los criados entraban. Al ver que las puertas de la galería tenían echado el cerrojo, se dijeron:
— Sin duda estará haciendo sus necesidades en el aposento de la galería de verano.
25 Y se quedaron esperando. Hasta que desconcertados porque nadie abría las puertas de la galería, se hicieron con una llave y abrieron. Su amo yacía en tierra, muerto.
26 Mientras ellos esperaban, Ejud huyó, rebasando Los Ídolos y poniéndose a salvo en Seirá. 27 En cuanto llegó, tocó el cuerno de guerra en la montaña de Efraín. Los israelitas bajaron de la montaña con Ejud que se puso al frente de ellos
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