The Daily Audio Bible
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Dios promete liberación
22 Entonces Moisés oró al Señor, y le dijo:
―Señor, ¿cómo puedes maltratar a tu pueblo de esta manera? ¿Por qué me enviaste, si ibas a hacerles esto? 23 Desde que le di tu mensaje al faraón, los ha tratado en forma aún más brutal, y tú no has librado a tu pueblo.
6 ―Ahora verás lo que le voy a hacer al faraón —le dijo el Señor—. Sólo por la fuerza dejará él salir a mi pueblo. Ah, pero no sólo los dejará salir, sino que los echará de la tierra de Egipto. 2-3 Yo soy el Señor, el Dios Todopoderoso que les apareció a Abraham, a Isaac y a Jacob, aunque a ellos no me revelé con mi nombre, que es “YO SOY”. 4 Con ellos establecí un pacto solemne en el que les prometí que les daría a ellos y a sus descendientes la tierra de Canaán, que era el lugar donde vivían como extranjeros. 5 He oído ahora el clamor del pueblo de Israel, que sufre como esclavo de los egipcios, y me acuerdo de mi promesa. 6 Por lo tanto, diles a los descendientes de Israel que usaré todo mi poder y realizaré grandes milagros, para sacarlos de la esclavitud y hacerlos libres. 7 Yo los aceptaré como pueblo mío, y seré el Dios de ellos. Y ellos sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los he rescatado de los egipcios. 8-9 Yo los introduciré en la tierra que prometí darles a Abraham, a Isaac y a Jacob. Sí, yo les daré a ustedes esa tierra.
Moisés le contó al pueblo lo que Dios había dicho; pero ellos estaban muy contrariados por las trágicas consecuencias de lo que les había dicho anteriormente, y no quisieron oírlo.
10 Nuevamente el Señor le habló a Moisés y le dijo:
11 ―Vuelve al faraón y dile que tiene que dejar salir al pueblo de Israel.
12 ―Pero, si ni siquiera mi propio pueblo quiso oírme, ¿cómo puedo esperar que el faraón me oiga? Yo no tengo el poder de convicción —objetó Moisés.
13 Entonces el Señor les ordenó a Moisés y a Aarón que regresaran al pueblo de Israel, y se presentaran delante del faraón para exigirle que permitiera la salida del pueblo.
Antepasados de Moisés y de Aarón
14 Estos son los nombres de los jefes de los clanes de las diversas tribus de Israel:
Los hijos de Rubén, hijo mayor de Israel:
Janoc, Falú, Jezrón y Carmí.
15 Los jefes de los clanes de la tribu de Simeón:
Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Zojar y Saúl, cuya madre era una cananea.
16 Estos son los nombres de los jefes de los clanes de la tribu de Leví, por orden de edad:
Guersón, Coat y Merari.
Leví vivió ciento treinta y siete años.
17 Los hijos de Guersón fueron:
Libní y Simí, con sus respectivos clanes.
18 Los hijos de Coat:
Amirán, Izar, Hebrón y Uziel.
Coat vivió ciento treinta y tres años.
19 Los hijos de Merari:
Majlí y Musí.
Estas, pues, son las familias de los levitas, según el orden de sus edades. 20 Amirán se casó con su tía Jocabed. De esta unión nacieron Aarón y Moisés. Amirán vivió hasta los ciento treinta y siete años.
21 Los hijos de Izar fueron:
Coré, Néfeg y Zicrí.
22 Los hijos de Uziel:
Misael, Elzafán y Sitri.
23 Aarón se casó con Elisabet, la hija de Aminadab y hermana de Naasón. Tuvieron los siguientes hijos:
Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.
24 Los hijos de Coré fueron:
Asir, Elcaná y Abiasaf.
Estas fueron las familias del clan de Coré.
25 Eleazar hijo de Aarón se casó con una de las hijas de Futiel, y uno de sus hijos fue Finés. Estos son los nombres de todos los jefes de clanes de los levitas, y de las familias que había dentro de los clanes.
26 Aarón y Moisés, incluidos en esta lista, son los mismos a quienes el Señor les dijo: «Saquen al pueblo de Israel de la tierra de Egipto», 27 y que fueron a ver al faraón para pedirle que dejara salir al pueblo.
Aarón, vocero de Moisés
28-29 Este Moisés es el mismo a quien el Señor le había dicho: «Yo soy el Señor, anda y dale al faraón el mensaje que te he dado». 30 Este es aquel Moisés que le respondió al Señor: «Yo no puedo hacerlo. Yo no tengo el poder de convicción. ¡El faraón no me oirá!».
7 Por eso, el Señor le dijo a Moisés: «Mira, cuando te presentes ante el faraón será como si yo mismo estuviera allí, y tu hermano Aarón será como tu profeta, el que habla en lugar tuyo. 2 Dile a Aarón todo lo que yo te diga, para que él se lo repita al faraón. Así que será Aarón el que le pedirá al faraón que deje salir de Egipto a mi pueblo Israel. 3 Pero yo haré que el faraón se niegue a hacerlo. Yo entonces multiplicaré mis milagros en la tierra de Egipto. 4 Aun así el faraón no los oirá; por lo que traeré sobre Egipto un desastre final de grandes proporciones, y luego sacaré a mi pueblo de esta tierra. 5 Cuando les muestre mi poder y los obligue a dejar salir a mi pueblo, los egipcios comprenderán que yo soy el Señor».
La vara de Moisés
6 Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había ordenado. 7 Cuando se presentaron ante el faraón, Moisés tenía ochenta años y Aarón, ochenta y tres.
8 El Señor les dijo a Moisés y a Aarón: 9 «El faraón les exigirá un milagro que demuestre que yo los he enviado. Cuando lo haga, Aarón arrojará al suelo la vara, y esta se convertirá en serpiente».
10 Entonces Moisés y Aarón fueron a ver al faraón, y realizaron el milagro de la manera que el Señor les había dicho: Aarón arrojó al suelo la vara ante el faraón, y esta se convirtió en serpiente. 11 Pero el faraón llamó a sus encantadores, los magos de Egipto, y ellos hicieron lo mismo mediante sus artes mágicas. 12 Pero la serpiente de Aarón se tragó a todas las serpientes de ellos. 13 El corazón del faraón permaneció duro y obstinado y no quiso oír, tal como el Señor lo había advertido.
La plaga de sangre
14 El Señor le dijo a Moisés que el faraón era terco y se empeñaría en no dejar salir de Egipto al pueblo de Israel. 15 Pero que, a pesar de eso, debería regresar por la mañana, cuando el faraón salía a bañarse, y esperarlo a las orillas del Nilo. Y le recordó que debía llevar la vara que se había convertido en serpiente. 16 Además, le dijo que cuando estuviera frente al faraón, le dijera: «El Señor, el Dios de los hebreos, me ha dicho que vuelva a pedirte que dejes que mi pueblo salga a adorarlo en el desierto. Como no quisiste oír antes, 17 ahora el Señor te dice lo siguiente: “Vas a saber que yo soy el Señor, porque le he dado orden a Moisés de tocar el agua del Nilo con su vara, y el río se transformará en sangre. 18 Morirán los peces, y el río apestará, de tal modo que los egipcios no querrán beber su agua”».
19 El Señor ordenó a Moisés: «Dile a Aarón que dirija su vara hacia las aguas de Egipto, para que todos sus ríos, arroyos, estanques y los depósitos de agua, y aun el agua de las casas, se les convierta en sangre».
20 Mientras el faraón y todos sus funcionarios miraban, Aarón tocó con su vara la superficie del Nilo, y el agua se convirtió en sangre. 21 Los peces murieron, y el agua se contaminó, de tal modo que los egipcios tuvieron asco de beberla, y hubo sangre en todo Egipto.
22 Pero los magos usaron sus artes secretas y también pudieron convertir el agua en sangre. Por lo tanto, el faraón persistió en su terquedad y no quiso escuchar a Moisés y a Aarón, tal como el Señor lo había advertido. 23 El faraón regresó a su palacio, como si nada importante hubiera acontecido. 24 Entonces los egipcios cavaron pozos a lo largo del río para conseguir agua, porque no podían beber el agua del río.
La plaga de ranas
25 Después de que el Señor golpeó las aguas del Nilo, pasaron siete días.
Parábola del siervo despiadado
21 Pedro se le acercó y le preguntó:
―Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que haga algo malo contra mí? ¿Debo perdonarlo siete veces?
22 ―¡No! —respondió Jesús—, ¡perdónalo hasta setenta veces siete si es necesario!
23 »El reino de los cielos puede compararse a un rey que decidió arreglar cuentas con sus súbditos. 24 En el proceso, le trajeron a uno que le debía cien millones de pesos. 25 Como no podía pagarle, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, y también a su esposa, a sus hijos y sus posesiones. 26 Al oírlo, el hombre cayó de rodillas delante del rey y le suplicó: “Señor, por favor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. 27 El rey, conmovido, lo soltó y le perdonó la deuda.
28 »Pero cuando aquel mismo hombre salió de allí, fue adonde estaba alguien que le debía veinte mil pesos y, agarrándolo por el cuello, exigió pago inmediato. 29 También este hombre cayó de rodillas delante de él y le suplicó: “Ten paciencia y te lo pagaré todo”. 30 Pero su acreedor no quiso conceder ninguna prórroga, y lo hizo arrestar y meter a la cárcel hasta que la deuda quedara completamente saldada. 31 Los amigos del encarcelado, entristecidos, acudieron al rey y le contaron lo sucedido. 32 El rey, sin pérdida de tiempo, mandó llamar al hombre al que había perdonado. “¡Malvado! ¡Perverso!”, le dijo. “¡Así que yo te perdoné aquella inmensa deuda porque me lo pediste, 33 y tú no pudiste tener misericordia del otro como yo la tuve de ti?”. 34 Tan enojado estaba el rey que lo envió a las cámaras de tortura hasta que pagara el último centavo.
35 »Así hará mi Padre celestial al que se niegue a perdonar a algún hermano».
El divorcio
19 Tras pronunciar estas palabras, salió Jesús de Galilea y llegó a la región de Judea que está al este del Jordán. 2 Multitudes lo seguían, y Jesús sanaba a los enfermos.
3 Varios fariseos, en una entrevista, trataron de hacerlo caer en la trampa de decir algo que luego ellos pudieran utilizar contra él.
―¿Apruebas el divorcio? —le preguntaron.
4 ―Y ustedes, ¿no leen las Escrituras? —les respondió—. En ellas está escrito que al principio Dios creó al hombre y a la mujer, 5 y que el hombre debe abandonar al padre y a la madre para unirse a su esposa. 6 Los dos serán uno, no dos. Y ningún hombre debe separar lo que Dios juntó.
7 ―Entonces, ¿por qué dice Moisés que uno puede romper los lazos matrimoniales con su esposa siempre y cuando le dé una carta de divorcio? —le preguntaron.
8 Y él les replicó: —Moisés se vio obligado a reglamentar el divorcio por la dureza y la perversidad de su pueblo, pero Dios nunca ha querido que sea así. 9 Es más: les digo que si alguno se divorcia de su esposa, a no ser en los casos en que esta le haya sido infiel, comete adulterio si se casa con otra. Y el que se casa con la divorciada, también comete adulterio.
10 Entonces los discípulos le dijeron:
―Si eso es así, ¡mejor sería no casarse!
11 Jesús les respondió: —Esto sólo lo pueden entender aquellos a quienes Dios ha ayudado a entenderlo. 12 Hay personas que no se casan porque nacieron incapacitados para el matrimonio; otros no lo hacen porque los hombres los incapacitaron; y aun otros, porque no desean hacerlo por amor al reino de los cielos. El que pueda aceptar esto último, que lo acepte.
Salmo de David.
23 El Señor es mi pastor, nada me falta.
2 En verdes pastos me hace descansar, y me guía junto a arroyos tranquilos. 3 Me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia, por amor a su nombre.
4 Aun cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, pues tú irás siempre muy junto a mí. Tu vara de pastor y tu cayado me protegen y me dan seguridad.
5 Preparas un banquete para mí, en presencia de mis enemigos. Me recibes como invitado tuyo, ungiendo con perfume mi cabeza. ¡Mi copa rebosa de bendiciones!
6 Tu bondad e inagotable generosidad me acompañarán toda la vida, y después viviré en tu casa para siempre.
22 Al malvado lo tienen atrapado sus propios pecados, son cuerdas que lo atan y retienen. 23 Morirá por no querer disciplinarse; se perderá por su gran necedad.
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