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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Reyes 15:27-25:30

Pecaj de Israel (740-731)

27 Pecaj, hijo de Remalías, comenzó a reinar sobre Israel el año quincuagésimo segundo de Azarías en Judá. Reinó en Samaría durante veinte años. 28 Pecaj ofendió al Señor y no se apartó de los pecados que Jeroboán, el hijo de Nabat, hizo cometer a Israel.

29 Durante su reinado, llegó Tiglatpiléser, el rey de Asiria, se apoderó de Iyón, Abel Bet Maacá, Janóaj, Cadés, Jasor, Galaad, Galilea y todo el territorio de Neftalí; y se llevó a sus habitantes deportados a Asiria.

30 Oseas, hijo de Elá, tramó una conspiración contra Pecaj, hijo de Remalías, lo atacó, lo mató y lo suplantó como rey el año vigésimo del reinado de Jotán, hijo de Azarías.

31 El resto de la historia de Pecaj y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Israel.

Jotán de Judá (739-734) (2 Cr 27,1-3.7-9)

32 Jotán, hijo de Azarías, comenzó a reinar en Judá el año segundo del reinado de Pecaj, el hijo de Remalías, en Israel. 33 Cuando comenzó a reinar tenía veinticinco años y reinó en Jerusalén durante dieciséis años. Su madre se llamaba Jerusá y era hija de Sadoc. 34 Jotán actuó correctamente ante el Señor, como su padre Ozías. 35 Sin embargo, no desaparecieron los santuarios de los altos y el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Él fue quien construyó la puerta superior del Templo del Señor.

36 El resto de la historia de Jotán y lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 37 Por entonces el Señor comenzó a instigar contra Judá a Resín, el rey de Siria, y a Pecaj, hijo de Remalías. 38 Cuando Jotán murió, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David. Su hijo Ajaz le sucedió como rey.

Ajaz de Judá (734-727) (2 Cr 28,1-27)

16 Ajaz, hijo de Jotán, comenzó a reinar en Judá el año décimo séptimo del reinado de Pecaj, hijo de Remalías. Ajaz tenía veinte años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dieciséis años. No actuó correctamente ante el Señor, su Dios, como su antepasado David, sino que siguió los pasos de los reyes de Israel. Llegó incluso a quemar a su hijo en sacrificio, imitando las perversas costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. También ofreció sacrificios y quemó incienso en los santuarios de los altos, sobre las colinas y bajo cualquier árbol frondoso.

Durante su reinado, Resín, rey de Siria, y Pecaj, hijo de Remalías y rey de Israel, se pusieron de acuerdo para atacar a Jerusalén y sitiar a Ajab; pero no pudieron conquistar Jerusalén. Por entonces, Resín, el rey de Siria, recuperó Eilat para Siria y expulsó de allí a los judaítas. Luego los edomitas llegaron a Eilat y quedaron establecidos allí hasta hoy.

Ajaz envió emisarios a Tiglatpiléser, el rey de Asiria, con este mensaje: “Soy tu hijo y tu vasallo. Ven a librarme del poder de los reyes de Siria y de Israel, que me están atacando”. Ajaz tomó la plata y el oro que había en el Templo y en los tesoros del palacio real y se los envió como regalo al rey de Asiria. Por su parte, el rey de Asiria atendió su petición: atacó a Damasco, la conquistó, deportó a sus habitantes a Quir y mató a Resín.

10 Entonces el rey Ajaz fue a Damasco a encontrarse con Tiglatpiléser, el rey de Asiria; vio el altar que había en Damasco y envió al sacerdote Urías una reproducción del altar y un plano con todos sus detalles. 11 El sacerdote Urías construyó el altar, siguiendo todas las instrucciones enviadas por el rey Ajaz desde Damasco y lo concluyó antes de que el rey Ajaz regresara de Damasco. 12 Cuando el rey llegó, vio el altar, se acercó, subió a él, 13 quemó su holocausto y su ofrenda, derramó su libación y lo roció con la sangre de sus sacrificios de comunión. 14 Luego retiró de su sitio el altar de bronce que estaba ante el Señor, frente al Templo, entre el altar nuevo y el Templo, lo colocó al norte del nuevo altar 15 y ordenó al sacerdote Urías:

— Sobre el altar grande quemarás el holocausto de la mañana y la ofrenda de la tarde, el holocausto del rey y su ofrenda y los holocaustos del pueblo con sus ofrendas y libaciones, y derramarás sobre él toda la sangre de los holocaustos y de los sacrificios. Del altar de bronce, ya me ocuparé yo.

16 El sacerdote Urías hizo todo lo que el rey Ajaz le ordenó. 17 El rey Ajaz desmontó los paneles de las basas y retiró de ellas las pilas; bajó también el gran depósito circular de los toros de bronce que lo sostenían y lo colocó sobre el pavimento de piedra. 18 Y por deferencia hacia el rey de Asiria, Ajaz quitó del Templo del Señor la tribuna del sábado, construida en el edificio, y también la entrada exterior reservada al rey.

19 El resto de la historia de Ajaz y lo que hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 20 Cuando Ajab murió, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Ezequías le sucedió como rey.

Oseas de Israel (731-722)

17 Oseas comenzó a reinar en Israel el año duodécimo del reinado de Ajab en Judá. Ofendió al Señor, aunque no tanto como los reyes de Israel que lo precedieron. Salmanasar, el rey de Asiria, lo atacó y Oseas se convirtió en vasallo tributario suyo. Sin embargo, el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba contra él, pues había mandado emisarios a So, el rey de Egipto, y había dejado de enviarle el tributo anual. Por ello, lo arrestó y lo metió en prisión. Luego el rey de Asiria invadió el país, atacó a Samaría y la asedió durante tres años. Finalmente, el año noveno de Oseas, tomó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria, estableciéndolos en Jalaj, en las riberas del Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media.

Reflexiones sobre el fin de Israel

Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor su Dios, que los sacó del país de Egipto y del poder de su rey, el faraón. Habían adorado a otros dioses, imitando las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas y las costumbres que los reyes de Israel habían introducido. Los israelitas hicieron cosas inadmisibles ante el Señor, su Dios: se hicieron santuarios en los montes de todas sus ciudades, desde las torres de vigía hasta las plazas fuertes 10 y erigieron columnas y postes sagrados en cualquier colina alta y bajo cualquier árbol frondoso, 11 quemando en ellos incienso como las naciones que el Señor había deportado ante ellos y cometiendo maldades que provocaron la indignación del Señor. 12 Sirvieron a los ídolos, aunque el Señor les había prohibido hacer tal cosa.

13 El Señor había advertido a Israel y a Judá, por medio de todos sus profetas y videntes: “Apártense de su mal camino y guarden mis mandatos y preceptos, de acuerdo con la ley que di a sus antepasados y que les transmití por medio de mis siervos, los profetas”. 14 Pero ellos no hicieron caso, se obstinaron tanto como sus antepasados que no habían confiado en el Señor su Dios, 15 y despreciaron sus decretos, la alianza que había hecho con sus antepasados y las advertencias que les había hecho. Siguieron al vacío y se quedaron vacíos; siguieron a las naciones de su alrededor, aunque el Señor les había prohibido imitarlas. 16 Abandonaron los mandamientos del Señor, su Dios: se fabricaron dos becerros de metal fundido y una representación de Astarté y adoraron a todas las fuerzas astrales y a Baal. 17 Incluso llegaron a quemar a sus hijos e hijas en sacrificio, practicaron la adivinación y la brujería y se dedicaron a ofender al Señor y a provocar su indignación. 18 Por todo ello el Señor se enfureció contra Israel, los expulsó de su presencia, y sólo quedó la tribu de Judá. 19 Pero tampoco Judá guardó los mandamientos del Señor, su Dios, sino que imitó las costumbres introducidas por Israel. 20 El Señor rechazó a toda la estirpe de Israel y la humilló, entregándola en poder de saqueadores, hasta que los expulsó de su presencia.

21 Cuando Israel se separó de la dinastía de David y eligieron rey a Jeroboán, el hijo de Nabat, Jeroboán apartó a Israel de su Señor y le hizo cometer un pecado grave. 22 En efecto, los israelitas imitaron todos los pecados de Jeroboán, sin apartarse de ellos, 23 hasta que el Señor terminó por expulsar a Israel de su presencia, como había anunciado por medio de sus siervos, los profetas, e Israel fue deportado desde su tierra a Asiria, donde permanecen hasta el presente.

Repoblación de Israel

24 El rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cutá, Avá, Jamat y Sefarváin y la estableció en las ciudades de Samaría, en lugar de los israelitas. Esa gente tomó posesión de Samaría y se instaló en sus ciudades. 25 Pero, como al comienzo de su instalación no respetaron al Señor, el Señor les envió leones que los devoraban. 26 Así que dijeron al rey de Asiria:

— Las gentes que has deportado y establecido en las ciudades de Samaría no conocen la religión del dios del país.

27 El rey de Asiria reaccionó dando esta orden:

— Lleven allí a alguno de los sacerdotes que han traído deportados; que vaya a vivir con ellos y les enseñe la religión del dios de aquel país.

28 Así, pues, uno de los sacerdotes deportados de Samaría vino a vivir a Betel, donde les estuvo enseñando a respetar al Señor. 29 Pero cada pueblo se hacía sus propios dioses en las ciudades donde cada uno vivía y los colocaba en los santuarios de los altos que habían construido los samaritanos. 30 Así, los procedentes de Babilonia hicieron una imagen de Sucot Benot; los de Cutá, una imagen de Nergal; los de Jamat, una de Asimat; 31 los de Avá hicieron imágenes de Niblat y de Tartac; y los procedentes de Sefarváin quemaban a sus hijos en sacrificio a sus dioses, Adramélec y Anarmélec. 32 También veneraban al Señor y nombraron sacerdotes a gentes de entre ellos para que prestaran servicio en los santuarios de los altos. 33 Así que, por un lado, veneraban al Señor y, por otro, daban culto a otros dioses, según la religión de la nación de donde habían sido deportados. 34 Y todavía hoy siguen portándose según sus antiguas costumbres: no veneran al Señor ni proceden según sus decretos y normas, ni según la ley y los mandamientos que el Señor dio a los hijos de Jacob, a quien puso el nombre de Israel. 35 El Señor había hecho con ellos una alianza diciéndoles:

— No venerarán a otros dioses, ni los adorarán; no los servirán ni les ofrecerán sacrificios. 36 Sólo venerarán, adorarán y ofrecerán sacrificios al Señor que los sacó del país de Egipto con gran demostración de poder. 37 Guardarán los decretos y normas, la ley y los mandamientos que les ha dado por escrito, para que los cumplan siempre; no venerarán a otros dioses. 38 No olvidarán la alianza que he hecho con ustedes y no venerarán a otros dioses. 39 Sólo venerarán al Señor, su Dios, y él los librará de todos sus enemigos.

40 Pero no hicieron caso y siguieron actuando según sus antiguas costumbres. 41 Estas gentes respetaban al Señor, pero siguieron dando culto a sus ídolos, al igual que sus hijos y nietos, haciendo lo mismo que sus antepasados hasta hoy.

III.— ÚLTIMOS REYES DE JUDÁ (18—25)

Reinado de Ezequías (727-698) (18—20)

Ezequías de Judá (2 Cr 29,1-2)

18 Ezequías, hijo de Ajaz, comenzó a reinar sobre Judá el año tercero del reinado de Oseas, hijo de Elá, en Israel. Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintisiete años. Su madre se llamaba Abí y era hija de Zacarías. Actuó correctamente ante el Señor como había hecho su antepasado David. Suprimió los santuarios de los altos, derribó las columnas, rompió los postes sagrados e hizo trizas la serpiente de bronce que había hecho Moisés, pues los israelitas seguían quemándole incienso todavía; la llamaban Nejustán. Ezequías confió firmemente en el Señor, Dios de Israel, y entre todos los reyes de Judá no hubo ninguno como él, ni antes ni después. Permaneció fiel al Señor, sin apartarse de él, y cumplió los mandamientos que el Señor había dado a Moisés. El Señor lo acompañó y tuvo éxito en todas sus empresas. Se rebeló contra el rey de Asiria y dejó de rendirle vasallaje. Combatió a los filisteos hasta Gaza y devastó su territorio, incluyendo las torres de vigía y las plazas fortificadas.

La conquista de Samaría

El año cuarto del reinado de Ezequías y el séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, atacó Samaría y la sitió. 10 Y al cabo de tres años, el año sexto de Ezequías, el noveno de Oseas, rey de Israel, la conquistó. 11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalat, en la región del Jabor, el río de Gozán y en las ciudades de Media. 12 Esto sucedió porque no obedecieron al Señor, su Dios, rompiendo su alianza al no obedecer ni cumplir todo lo que les había mandado Moisés, el siervo del Señor.

Senaquerib invade Judá (2 Cr 32,1)

13 El año décimo cuarto del reinado de Ezequías, Senaquerib, el rey de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá. 14 Entonces Ezequías, el rey de Judá, mandó a decir al rey de Asiria que estaba en Laquis:

— He actuado mal. Retírate de aquí y yo te pagaré el tributo que me impongas.

El rey de Asiria impuso a Ezequías, el rey de Judá, un tributo de trescientos talentos de plata y treinta de oro. 15 Ezequías entregó toda la plata que encontró en el Templo y en el tesoro del palacio real. 16 En aquella ocasión, Ezequías arrancó del Templo del Señor las puertas y sus marcos, que él mismo había recubierto de oro, y se los entregó al rey de Asiria.

Asedio de Jerusalén (2 Cr 32,9-10.12; Is 36,2-22)

17 El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén al general en jefe, al jefe de eunucos y al copero mayor con un importante contingente de tropas a entrevistarse con el rey Ezequías. Ellos subieron y llegaron a Jerusalén deteniéndose junto al canal de la alberca de arriba, en el camino del campo del Batanero. 18 Llamaron al rey y salieron a recibirlos Eliaquín, hijo de Jelcías, el mayordomo de palacio, acompañado del secretario Sobná y Joaj, hijo de Asaf, que era el canciller. 19 El copero mayor les dijo:

— Comuniquen a Ezequías el mensaje del emperador, el rey de Asiria: “¿En qué basas tu confianza? 20 ¿Piensas acaso que la estrategia y el valor militar son meras palabras? ¿En quién confías para osar rebelarte contra mí? 21 Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada, que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Sólo eso es el faraón, el rey de Egipto, para quienes confían en él. 22 Y si ustedes me dicen que confían en el Señor, su Dios, ¿no es ese el Dios cuyos santuarios y altares demolió Ezequías ordenando a Judá y a Jerusalén que sólo lo adoraran en el altar de Jerusalén?”. 23 Haz, pues, una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te daré dos mil caballos si consigues otros tantos jinetes que los monten. 24 ¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes? 25 ¿Crees, además, que he venido a destruir esta ciudad sin el consentimiento del Señor? Ha sido el Señor quien me ha dicho: “Ataca y devasta este país”.

26 Eliaquín, el hijo de Jilquías, Sobná y Joaj respondieron al copero mayor:

— Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos. No nos hables en hebreo delante de la gente que está en la muralla.

27 Les contestó el copero mayor:

— ¿Acaso me ha enviado mi señor a comunicar este mensaje sólo a tu señor y a ti? También he de transmitirlo a la gente que está en la muralla y que acabará comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina junto contigo.

28 Entonces el copero mayor se puso en pie y les dijo en hebreo a voz en grito:

— Escuchen el mensaje del emperador, el rey de Asiria, 29 que dice esto: “No se dejen engañar por Ezequías, porque no podrá librarlos de mi mano. 30 Que Ezequías no los haga confiar en Dios, diciendo: Estoy convencido de que el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad en poder del rey de Asiria”. 31 No hagan caso a Ezequías, sino al rey de Asiria que les dice: “Hagan la paz conmigo y ríndanse a mí; de esa manera cada cual podrá seguir comiendo los frutos de su parra y de su higuera y podrá seguir bebiendo agua de su pozo; 32 luego llegaré yo en persona y los llevaré a una tierra como la de ustedes, una tierra de grano y de mosto, una tierra de mieses y viñas, una tierra de aceite y miel, donde vivirán y no morirán”. Pero no hagan caso a Ezequías, pues los engaña diciendo que el Señor los librará. 33 ¿Acaso los dioses de otras naciones los han podido librar del poder del rey de Asiria? 34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y Arpad? ¿Dónde, los dioses de Sefarváin, Hená y Evá? ¿Acaso fueron capaces de librar a Samaría de mi poder? 35 Si ninguno de los dioses de esos países pudo librarlos de mi ataque, ¿piensan que el Señor podrá librar a Jerusalén?

36 La gente se quedó callada sin responder palabra, pues el rey les había ordenado que no le respondieran. 37 Entonces, el mayordomo de palacio Eliaquín, hijo de Jelcías, el secretario Sobná y el canciller Joaj, hijo de Asaf, se presentaron a Ezequías con las ropas rasgadas y le transmitieron el mensaje del copero mayor.

Consulta al profeta Isaías (Is 37,1-9a)

19 Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus ropas, se vistió de sayal y fue al Templo del Señor. Al mismo tiempo envió al mayordomo de palacio Jelcías, al secretario Sobná y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, y a comunicarle lo siguiente:

— Esto dice Ezequías: “Vivimos hoy momentos de angustia, de castigo y de ignominia, como si el hijo fuera a nacer y la madre no tuviera fuerzas para alumbrarlo. Ojalá el Señor, tu Dios, haya escuchado las palabras del copero mayor enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios vivo, y lo castigue por esas palabras que el Señor, tu Dios, ha oído. Por tu parte, intercede por el resto que aún subsiste”.

Los servidores del rey Ezequías fueron a ver al profeta Isaías que les dijo:

— Esto responderán a su señor: “Así dice el Señor: Que no te asusten las palabras insultantes que has oído proferir a los oficiales del rey de Asiria contra mí. Yo mismo le voy a infundir un espíritu tal que, al oír cierta noticia, tendrá que regresar a su país donde lo haré morir a espada”.

Regresó el copero mayor y, al enterarse de que el rey de Asiria se había retirado de Laquis para atacar Libná, fue allí a su encuentro. Y es que el rey de Asiria había oído que Tirhacá, el rey de Etiopía, se había puesto en camino para plantarle batalla.

Nuevas amenazas de Senaquerib (2 Cr 37,9b-20)

Entonces, el rey de Asiria envió nuevos emisarios a Ezequías con el siguiente mensaje:

10 — Digan a Ezequías, el rey de Judá: “Que no te engañe tu Dios, en quien confías, asegurándote que Jerusalén no caerá en poder del rey de Asiria. 11 Seguro que has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países que han consagrado al exterminio. ¿Y piensas que tú vas a librarte? 12 ¿Salvaron sus dioses a las naciones que mis antepasados destruyeron, a saber: Gozán, Jarán, Résef y los habitantes de Edén, en Telasar? 13 ¿Dónde están los reyes de Jamat, de Arpad, de Laír, de Sefarváin, de Ená y de Evá?”.

14 Ezequías tomó la carta traída por los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo, la abrió en presencia del Señor 15 y oró así:

— Señor, Dios de Israel, entronizado sobre querubines; únicamente tú eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú has creado el cielo y la tierra. 16 Presta oído, Señor, y escucha; abre los ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que ha transmitido Senaquerib insultando con ellas al Dios vivo. 17 Es cierto, Señor, que los reyes asirios han asolado a las naciones y sus territorios, 18 arrojando sus dioses a las llamas y destruyéndolos; claro que no eran dioses, sino obra de manos humanas fabricados con madera y piedra. 19 Pero ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todos los reinos del mundo reconozcan que únicamente tú eres, Dios, el Señor.

Intervención de Isaías (Is 37,21-38)

20 Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías:

— Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, el rey de Asiria. 21 Y esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él:

Te desprecia y se burla de ti
una simple muchacha,
la ciudad de Sión;
te hace mofa a tus espaldas
la ciudad de Jerusalén.
22 ¿A quién insultas e injurias?
¿Contra quién levantas tu voz,
alzando altanera la mirada?
¡Contra el Santo de Israel!
23 Por medio de tus mensajeros
has insultado al Señor, diciendo:
“Gracias a mis carros numerosos
he subido a las cumbres más altas,
al corazón del Líbano;
he talado sus cedros más esbeltos,
sus más escogidos cipreses;
me adentré en su lugar más oculto,
en sus bosques más espesos.
24 Alumbré y bebí aguas extranjeras;
sequé bajo la planta de mis pies
todos los ríos de Egipto”.
25 ¿Acaso no te has enterado
de que hace tiempo lo tengo decidido.
Lo he planeado desde antaño
y ahora lo llevo a término?
Voy a reducir a escombros
todas las ciudades fortificadas.
26 Sus habitantes, impotentes,
espantados y humillados,
son como hierba del campo,
como césped de pastizal,
como verdín de los tejados,
como mies agostada antes de sazón.
27 Sé bien cuándo te sientas,
conozco tus idas y venidas,
y cuándo te enfureces contra mí.
28 Puesto que ha llegado a mis oídos
tu furia y tu arrogancia contra mí,
pondré mi garfio en tu nariz
y mi argolla en tu hocico,
y te haré volver por el camino
por donde habías venido.

29 Y esto, Ezequías, te servirá de señal: este año comerán lo que retoñe, y el siguiente, lo que nazca sin sembrar, pero el tercer año sembrarán y cosecharán; plantarán viñas y comerán sus frutos. 30 El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, 31 pues de Jerusalén saldrá un resto, y habrá supervivientes en el monte Sión. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá.

32 Por eso, así dice el Señor a propósito del rey de Asiria:

No entrará en esta ciudad,
no disparará flechas contra ella,
no la cercará con escudos,
ni la asaltará con rampas.
33 Se volverá por donde vino
y no entrará en esta ciudad
—oráculo del Señor—.
34 Protegeré esta ciudad para salvarla,
por mi honor y el de David, mi servidor.

35 Aquella misma noche salió el enviado del Señor, hirió a ciento ochenta mil hombres en el campamento asirio; al levantarse los asirios por la mañana no había más que cadáveres. 36 Senaquerib, el rey de Asiria, levantó el campamento, regresó a Nínive y se quedó allí. 37 Y un día, mientras estaba orando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo asesinaron y huyeron al país de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió como rey.

Enfermedad y curación de Ezequías (Is 38,1-8)

20 Por aquel tiempo enfermó gravemente Ezequías. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a visitarlo y le dijo:

— Esto dice el Señor: “Pon en orden tus asuntos, pues vas a morir; no te curarás”.

Ezequías se volvió cara a la pared y oró con estas palabras al Señor:

— ¡Ay, Señor! recuerda que me he comportado con fidelidad y rectitud en tu presencia, haciendo lo que te agrada.

Y rompió a llorar a lágrima viva. Antes de que Isaías hubiese salido del patio, le llegó este mensaje del Señor:

— Vuelve y dile a Ezequías, el jefe de mi pueblo: “Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte, y dentro de tres días podrás ir al Templo del Señor. Voy a alargar tu vida otros quince años; libraré a ti y a esta ciudad de caer en poder del rey de Asiria, y la defenderé por mi honor y el de David, mi servidor”.

Luego Isaías ordenó:

— Tráiganme una torta de higos.

Se la llevaron, la aplicaron sobre la parte enferma y Ezequías sanó. Entonces Ezequías preguntó a Isaías:

— ¿Cuál será la señal de que el Señor me curará y de que en tres días podré ir al Templo?

Isaías le respondió:

— Esta será la señal de que el Señor cumplirá la promesa que te ha hecho. ¿Qué prefieres, que la sombra avance diez grados o que retroceda otros tantos?

10 Ezequías dijo:

— Lo normal es que la sombra avance. Prefiero que retroceda diez grados.

11 Entonces el profeta Isaías invocó al Señor, y el Señor hizo que la sombra retrocediera diez grados en el reloj de sol de Ajaz.

Embajada babilónica (2 Cr 32,30.32-33)

12 Por entonces el rey de Babilonia, Merodac Baladán, hijo de Baladán, mandó una carta y un regalo a Ezequías, pues se había enterado de que estaba enfermo. 13 Ezequías atendió a los mensajeros y les mostró el palacio y sus tesoros: la plata y el oro, las especias y perfumes, la armería y todo lo que había en sus depósitos. Ezequías no dejó nada sin enseñarles de su palacio y de todos sus dominios.

14 Luego el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó:

— ¿Qué te dijeron esos hombres? ¿De dónde han venido?

Ezequías respondió:

— Han venido de Babilonia, un país lejano.

15 Isaías preguntó de nuevo:

— ¿Y qué han visto en tu palacio?

Ezequías le dijo:

— Todo lo que hay en palacio. No ha quedado nada de mis tesoros por enseñarles.

16 Entonces Isaías le dijo:

— Escucha este mensaje del Señor: 17 “Llegará un día en que se llevarán a Babilonia todo lo que hay en tu palacio, todo lo que tus antepasados han reunido hasta hoy, y no quedará nada, dice el Señor. 18 Incluso a algunos de los hijos que tienes y que has engendrado, los emplearán como eunucos en el palacio del rey de Babilonia.”

19 Ezequías dijo:

— Me parece bien la palabra del Señor que me has anunciado.

Pues pensaba que durante su vida, al menos, habría paz y seguridad.

Conclusión del reinado de Ezequías (2 Cr 32,30.32-33)

20 El resto de la historia de Ezequías y todas sus hazañas, la alberca y el canal que hizo para llevar las aguas a la ciudad, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 21 Cuando Ezequías murió, su hijo Manasés le sucedió como rey.

Reinados de Manasés y de Amón (21,1-26)

Manasés de Judá (698-643) (2 Cr 33,1-9.18.20)

21 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante cincuenta y cinco años. Su madre se llamaba Jefsibá. Manasés ofendió al Señor imitando las perversiones de los pueblos que el Señor había expulsado ante los israelitas. Reconstruyó los santuarios de los altos que su padre Ezequías había destruido, levantó altares a Baal, erigió una columna como la de Ajab, el rey de Israel, y adoró y dio culto a todos los astros del cielo. Construyó altares en el Templo del que el Señor había dicho: “En Jerusalén se invocará mi nombre”. Levantó altares a todos los astros del cielo en los dos patios del Templo. Quemó a su hijo en sacrificio, practicó el espiritismo y la brujería, instituyó nigromantes y adivinos y ofendió tanto al Señor, que provocó su indignación. Hizo una estatua de Asera y la colocó en el Templo sobre el que el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: “En este Templo y en Jerusalén, mi ciudad elegida entre todas las tribus de Israel, residirá mi nombre por siempre. No volveré a dejar que Israel ande errante, lejos de la tierra que di a sus antepasados, con tal que cumplan y se comporten conforme a todo lo que les he mandado, y conforme a la ley que les dio Moisés, mi servidor”. Pero no hicieron caso, y Manasés los indujo a portarse peor que las naciones que el Señor había aniquilado ante los israelitas.

10 Entonces el Señor les habló por medio de sus servidores, los profetas, diciendo:

11 — Puesto que Manasés, el rey de Judá, ha cometido tales perversiones y se ha portado peor que los amorreos que lo precedieron, haciendo pecar a Judá con sus ídolos, 12 así dice el Señor, Dios de Israel: “Voy a descargar tal castigo sobre Jerusalén y Judá, que a todo el que lo oiga le retumbarán los oídos. 13 Mediré a Jerusalén con la vara de Samaría, con el nivel de la dinastía de Ajab; y lavaré a Jerusalén como se lava un plato y luego se pone boca abajo”. 14 Abandonaré al resto de mi heredad y los entregaré como despojos y botín en poder de sus enemigos, 15 porque me han ofendido y han provocado mi indignación desde que sus antepasados salieron de Egipto hasta hoy.

16 Además, Manasés derramó tanta sangre inocente que llegó a inundar Jerusalén por todos lados; y esto, sin contar los pecados que hizo cometer a Judá, ofendiendo al Señor.

17 El resto de la historia de Manasés, todo lo que hizo y los pecados que cometió, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 18 Cuando Manasés murió fue enterrado en el jardín de su palacio, el jardín de Uzá, y su hijo Amón le sucedió como rey.

Amón de Judá (643-640) (2 Cr 33,21-22a.24-25)

19 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dos años. Su madre se llamaba Mesulémet y era hija de Jarús, natural de Jotbá. 20 Amón ofendió al Señor como su padre Manasés 21 y siguió en todo las huellas de su padre: dio culto a los ídolos y los adoró, como había hecho su padre. 22 Abandonó al Señor, Dios de sus antepasados, y no siguió sus caminos. 23 Sus servidores conspiraron contra el rey y lo asesinaron en su palacio. 24 Pero el pueblo mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón y en su lugar nombraron rey a su hijo Josías. 25 El resto de la historia de Amón, todo cuanto hizo, está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. 26 Lo enterraron en su sepultura, en el jardín de Uzá y su hijo Josías le sucedió como rey.

La reforma de Josías (22,1—23,30)

Josías de Judá (640-609) (2 Cr 34,1-2)

22 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante treinta y un años. Su madre se llamaba Jedidá y era hija de Adaías, natural de Boscat. Actuó correctamente ante el Señor y siguió siempre las huellas de su antepasado David, sin desviarse lo más mínimo.

El Libro de la Ley (2 Cr 34,8-11.15-28)

En el año décimo octavo del reinado de Josías, el rey envió al Templo al secretario Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulán, con este mensaje:

— Sube a ver al sumo sacerdote Jilquías y dile que prepare el dinero del Templo aportado por la gente y recogido por los porteros. Que se lo entregue a los encargados de las obras del Templo, para que paguen a los obreros que llevan a cabo la reparación de los desperfectos del Templo, carpinteros, constructores y albañiles, y para que compren madera y piedras labradas con destino a la reparación del Templo. Y que no se les pida cuenta del dinero entregado, porque actúan con honradez.

El sumo sacerdote Jilquías dijo al secretario Safán:

— He encontrado en el Templo el Libro de la Ley.

Jilquías entregó el libro a Safán y este lo leyó. Luego se presentó al rey para informarle:

— Tus servidores han recogido el dinero que había en el Templo y se lo han entregado a los constructores encargados de las obras del Templo.

10 Luego Safán dio la noticia al rey:

— El sacerdote Safán me ha entregado un libro.

Y Safán se lo leyó al rey. 11 Cuando el rey oyó las palabras del Libro de la Ley, se rasgó las vestiduras 12 y ordenó al sacerdote Jilquías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asayá, el oficial del rey:

13 — Vayan a consultar al Señor por mí y por todo el pueblo de Judá sobre el contenido de este libro que se acaba de encontrar, pues el Señor estará muy furioso contra nosotros, ya que nuestros antepasados no han obedecido las palabras de este libro ni han cumplido todo cuanto está escrito en él.

14 El sacerdote Jilquías, Ajicán, Abcor, Safán y Asayá fueron a visitar a la profetisa Julda, esposa de Salún, el hijo de Ticuá y nieto de Jarjás, encargado del guardarropa, que vivía en el Barrio Nuevo de Jerusalén, y le contaron el asunto. 15 Ella les contestó:

— Esto dice el Señor, Dios de Israel: Digan al hombre que los ha enviado: 16 “Así dice el Señor: Voy a traer la desgracia sobre este lugar y sus habitantes, de acuerdo con el contenido de este libro que ha leído el rey de Judá. 17 Puesto que me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocando mi indignación con todas sus acciones, mi cólera arderá contra este lugar y no se apagará”. 18 Y al rey de Judá que los ha enviado a consultar al Señor le dirán: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, con relación a las palabras que has escuchado: 19 Puesto que te has conmovido de corazón y te has humillado ante el Señor, al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, que se convertirán en objeto de ruina y maldición; puesto que has desgarrado tus vestiduras y has llorado ante mí, yo también te he escuchado —oráculo del Señor—. 20 Por eso, cuando yo te reúna con tus antepasados, te enterrarán en paz y no llegarás a ver toda la desgracia que voy a traer sobre este lugar”.

Entonces los enviados llevaron la respuesta al rey.

Renovación de la alianza (2 Cr 34,29-32a)

23 El rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. Luego el rey subió al Templo, acompañado por toda la gente de Judá, todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, pequeños y grandes, y allí les leyó en voz alta todo el contenido del Libro de la Alianza encontrado en el Templo. Entonces se puso en pie junto a la columna y selló la alianza ante el Señor, comprometiéndose a seguirlo, a observar sus mandamientos, normas y preceptos con todo el corazón y toda el alma y a cumplir todas las estipulaciones contenidas en el libro de la Alianza. Y todo el pueblo se comprometió con esta alianza.

Reforma de Josías (2 Cr 34,3-5)

Luego el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes auxiliares y a los porteros que sacasen del Templo todos los objetos dedicados a Baal, a Astarté y a todos los astros celestes; los hizo quemar fuera de Jerusalén, en los campos del Cedrón y mandó llevar sus cenizas a Betel. Destituyó a los sacerdotes instituidos por los reyes de Judá para quemar incienso en los santuarios de las ciudades de Judá y alrededores de Jerusalén y a los que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los signos del zodiaco y a todos los astros celestes. Sacó del Templo la columna sagrada, la llevó fuera de Jerusalén, al torrente Cedrón, y la quemó allí hasta reducirla a cenizas, que luego tiró a la fosa común. Demolió las habitaciones del Templo dedicadas a la prostitución sagrada, donde las mujeres tejían mantos para Astarté. Hizo venir de las ciudades de Judá a todos los sacerdotes y profanó los santuarios donde quemaban incienso, desde Gueba hasta Berseba. Destruyó los santuarios de los sátiros que había junto a la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, a mano izquierda de la entrada a la ciudad. Sin embargo, los sacerdotes de los santuarios no podían servir en el altar del Señor en Jerusalén y sólo podían compartir con sus hermanos los panes sin levadura. 10 Josías profanó también el quemadero del valle de Ben Hinón, para que nadie quemase a sus hijos o hijas en sacrificio a Moloc. 11 Retiró los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol a la entrada del Templo, junto a la habitación del eunuco Natanmélec, en los anejos del Templo, y quemó los carros del sol. 12 Josías demolió los altares que los reyes de Judá habían construido en la azotea de la sala de Ajab y los altares construidos por Manasés en los dos patios del Templo, los pulverizó y arrojó el polvo en el torrente Cedrón. 13 Profanó también los santuarios que había frente a Jerusalén, al sur del monte de los Olivos, construidos por Salomón, el rey de Israel, en honor de Astarté, diosa despreciable de los fenicios, en honor de Quemós, dios despreciable de Moab, y de Malcón, dios despreciable de los amonitas. 14 Trituró las estatuas, derribó los postes sagrados y rellenó sus huecos con huesos humanos.

15 También derribó el altar de Betel y el santuario construido por Jeroboán, el hijo de Nabat, con el que hizo pecar a Israel; quemó el santuario hasta reducirlo a cenizas y quemó igualmente el poste sagrado. 16 Josías giró el rostro y al ver los sepulcros que había en el monte, mandó recoger los huesos de los sepulcros y los quemó sobre el altar, para profanarlo, cumpliendo así la palabra del Señor proclamada por el hombre de Dios que predijo estos hechos. 17 Luego preguntó:

— ¿Qué monumento es ese que veo?

La gente de la ciudad le respondió:

— Es la sepultura del hombre de Dios que vino de Judá y profetizó todo lo que acabas de hacer contra el altar de Betel.

18 Entonces Josías ordenó:

— Déjenlo. Que nadie toque sus huesos.

— Y así se respetaron sus huesos junto con los del profeta que había venido de Samaría.

19 Josías eliminó también todas las construcciones de los santuarios locales construidos por los reyes de Israel en las ciudades de Samaría para provocar la indignación del Señor e hizo con ellos lo mismo que había hecho en Betel. 20 Luego degolló sobre los altares a todos los sacerdotes de los santuarios que había allí, quemó sobre ellos huesos humanos y regresó a Jerusalén.

Celebración de la Pascua (2 Cr 35,1.18-19)

21 Entonces el rey ordenó a todo el pueblo:

— Celebren la Pascua en honor del Señor, su Dios, según está escrito en este Libro de la Alianza.

22 No se había celebrado una Pascua como esta desde la época en que los jueces gobernaban a Israel, ni durante el período de los reyes de Israel y de Judá. 23 Esta Pascua en honor del Señor se celebró en Jerusalén el año décimo octavo del reinado de Josías.

Conclusión de la reforma y del reinado de Josías (2 Cr 35,26-27; 36,1)

24 Finalmente, Josías eliminó también a los brujos y adivinos, así como los dioses familiares, los ídolos y todas las aberraciones religiosas que encontró en el territorio de Judá y en Jerusalén, cumpliendo así las cláusulas de la ley escritas en el libro que el sacerdote Jilquías había encontrado en el Templo.

25 Ni antes ni después de Josías hubo un rey como él, que se convirtiera al Señor de todo corazón y con toda el alma, totalmente de acuerdo con la ley de Moisés. 26 Sin embargo, el Señor no aplacó su terrible cólera contra Judá, causada por la indignación que le había provocado Manasés. 27 El Señor dijo:

— Expulsaré de mi presencia también a Judá, como expulsé a Israel, y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad preferida, y al Templo en el que quise que residiera mi nombre.

28 El resto de la historia de Josías y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá.

29 Durante su reinado, el faraón Necó, rey de Egipto, subió para ayudar al rey de Asiria junto al río Éufrates, y Josías le salió al paso. Pero cuando se encontraron en Meguido, Necó lo mató. 30 Sus oficiales trasladaron su cadáver en un carro y desde Meguido lo llevaron a Jerusalén, donde lo enterraron en su sepultura. Entonces el pueblo tomó a Joacaz, el hijo de Josías, y lo consagró rey en lugar de su padre.

Últimos reyes de Judá (23,31—25,30)

Joacaz de Judá (609) (2 Cr 36,2-4)

31 Joacaz comenzó a reinar a los veintitrés años, y reinó en Jerusalén durante tres meses. Su madre se llamaba Jamutal y era hija de Jeremías, natural de Libná. 32 Joacaz ofendió al Señor, igual que sus antepasados. 33 El faraón Necó lo encarceló en Ribla, en territorio de Jamat, impidiéndole reinar en Jerusalén, e impuso al país un tributo de cien talentos de plata y un talento de oro. 34 El faraón Necó nombró rey a Eliaquín, el hijo de Josías, en lugar de su padre, cambiando su nombre por el de Joaquín. Luego llevó a Egipto a Joacaz, donde murió. 35 Joaquín entregó al faraón la plata y el oro. Pero tuvo que gravar con impuestos al país para satisfacer las exigencias del faraón y así recaudó de la gente, de cada uno según sus posibilidades, la plata y el oro para pagar al faraón Necó.

Joaquín de Judá (609-598) (2 Cr 36,5-6a.8)

36 Joaquín tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante once años. Su madre se llamaba Zebidá y era hija de Pedaías, natural de Rumá. 37 Joaquín ofendió al Señor, igual que sus antepasados.

24 Durante su reinado, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, hizo una expedición, y Joaquín le quedó sometido por tres años; pero después se rebeló contra él. Entonces el Señor mandó contra Joaquín bandas de caldeos, sirios, moabitas y amonitas. Las envió contra Judá para destruirla, de acuerdo con la palabra que el Señor había anunciado por medio de sus servidores, los profetas. En realidad esto sucedió porque el Señor había decidido expulsar a Judá de su presencia, por todos los pecados que había cometido Manasés y por la sangre inocente que derramó hasta inundar Jerusalén. Por ello, el Señor no quiso perdonar.

El resto de la historia de Joaquín y todo cuanto hizo está escrito en el libro de los Anales de los Reyes de Judá. Cuando Joaquín murió, su hijo Jeconías le sucedió como rey.

El rey de Egipto no volvió a salir de su país, porque el rey de Babilonia había conquistado todas sus posesiones desde el Nilo hasta el Éufrates.

Jeconías de Judá (598) (2 Cr 36,9-10)

Jeconías tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante tres meses. Su madre se llamaba Nejustá y era hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Jeconías ofendió al Señor tanto como su padre.

10 Durante su reinado, las tropas de Nabucodonosor, el rey de Babilonia, marcharon hacia Jerusalén y la cercaron. 11 El rey Nabucodonosor llegó a la ciudad mientras sus tropas la asediaban. 12 Jeconías se rindió al rey de Babilonia junto con su madre, sus servidores, sus jefes y sus oficiales. El rey de Babilonia lo hizo prisionero el año octavo de su reinado. 13 Nabucodonosor se llevó también todos los tesoros del Templo y los del palacio real y destruyó todos los objetos de oro que Salomón, el rey de Israel, había hecho para el Templo, tal como el Señor había anunciado. 14 Luego deportó a toda Jerusalén: a todos los mandatarios y poderosos, unos diez mil en total, y a todos los artesanos y herreros. Sólo quedó la gente más humilde del país. 15 Nabucodonosor deportó a Jeconías, a la reina madre, a las esposas del rey, a sus oficiales y a los nobles del país, a todos los llevó deportados de Jerusalén a Babilonia. 16 El rey también se llevó deportados a Babilonia a los poderosos, unos siete mil, a los artesanos y herreros, unos mil, todos ellos en edad militar. 17 Luego el rey de Babilonia designó como rey sucesor a Matanías, tío de Jeconías, y le cambió el nombre por el de Sedecías.

Sedecías, último rey de Judá (597-587) (2 Cr 36,11-12a.13a; Jr 52,1-3)

18 Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamital y era hija de Jeremías, natural de Libná. 19 Sedecías ofendió al Señor, siguiendo los pasos de Joaquín.

20 Por eso Jerusalén y Judá sufrieron las consecuencias de la cólera del Señor que los arrojó de su presencia. Sedecías, por su parte, se rebeló contra el rey de Babilonia.

Sitio de Jerusalén (Jr 39,1-2.4-7; 52,4-11)

25 El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, el rey de Babilonia, llegó a Jerusalén con todo su ejército. Acampó junto a ella y mandó construir torres de asalto alrededor. La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías. El día nueve del cuarto mes el hambre se hizo insoportable en la ciudad y la gente no tenía nada que comer. Entonces el enemigo abrió una brecha en la muralla de la ciudad y, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, los soldados, aprovechando la noche, huyeron por una puerta entre las dos murallas, la que da a los jardines reales, y se marcharon por el camino de la Arabá. El ejército caldeo persiguió al rey y le dio alcance en la llanura de Jericó, mientras sus tropas se dispersaron dejándolo solo. Los caldeos apresaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia que estaba en Ribla, y allí mismo dictaron sentencia contra él. Luego degollaron a los hijos de Sedecías delante de su padre, a él le sacaron los ojos y se lo llevaron encadenado a Babilonia.

Conquista, saqueo y deportación (Jr 52,12-27)

El día siete del quinto mes (que corresponde al año décimo noveno del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia), llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia y consejero del rey de Babilonia. Incendió el Templo del Señor, el palacio real y todas las casas de Jerusalén, pegando fuego a todos los edificios principales. 10 El ejército caldeo, comandado por el jefe de la guardia, derribó las murallas de Jerusalén. 11 Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó deportados al resto de la gente que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la población. 12 El jefe de la guardia sólo dejó a unos pocos de la gente humilde del país al cuidado de las viñas y los campos.

13 Los caldeos destrozaron las columnas de bronce del Templo del Señor, los pedestales y la pila de bronce que había en el Templo y se llevaron el bronce a Babilonia. 14 También se llevaron las ollas, las palas, los cuchillos, las bandejas y todos los objetos de bronce destinados al culto. 15 El jefe de la guardia se llevó consigo los incensarios y aspersorios, tanto los que eran de oro como los que eran de plata. 16 Las dos columnas, la pila de bronce y los pedestales (todo lo que Salomón mandó hacer para el Templo del Señor) tenían un peso en bronce incalculable. 17 Cada columna medía unos nueve metros de altura y estaba rematada por un capitel de bronce de unos dos metros y medio de altura, adornado por guirnaldas y granadas a su alrededor, todo de bronce. Las dos columnas eran iguales.

18 El jefe de la guardia apresó al sumo sacerdote Seraías, al segundo sacerdote Sofanías y a los tres porteros. 19 Apresó también en la ciudad a un alto funcionario que estaba al frente de la tropa, a cinco miembros del consejo real que se habían quedado en la ciudad, al secretario del jefe del ejército, encargado de reclutar a la gente del país, y a sesenta miembros de esa gente del país que se encontraban en la ciudad. 20 Nabusardán, el jefe de la guardia, los apresó a todos y los condujo ante el rey de Babilonia que se encontraba en Ribla. 21 Y el rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, en territorio de Jamat. Así fue deportado Judá lejos de su tierra.

Godolías, gobernador de Judá (Jr 40,7-9; 41,1-3.17b-18a)

22 Nabucodonosor, el rey de Babilonia, designó a Godolías, hijo de Ajicán y nieto de Safán, como gobernador de la gente que había quedado y que él había dejado en territorio de Judá. 23 Cuando los jefes de las tropas y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador a Godolías, fueron con sus hombres a verlo a Mispá. Entre ellos estaban Ismael, hijo de Natanías; Juan, hijo de Carej; Seraías, hijo de Tanjumet, de Netofá; y Jazanías, de Maacá. 24 Godolías les juró:

— No tengan miedo de servir a los caldeos. Quédense en el país, sirvan al rey de Babilonia y prosperarán.

25 Pero el séptimo mes Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisamá, descendiente de la familia real, llegó con diez hombres y asesinaron a Godolías, así como a los judíos y caldeos que estaban con él en Mispá. 26 Entonces toda la gente, pequeños y grandes, junto con los jefes de las tropas emprendieron la marcha hacia Egipto, por miedo a los caldeos.

Liberación de Jeconías (Jr 52,31-34)

27 El año trigésimo séptimo de la deportación de Jeconías, rey de Judá, el día veinticinco del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, con motivo de su entronización, liberó de la prisión a Jeconías, rey de Judá. 28 Le dio un trato de favor y le asignó un rango superior a los demás reyes que había con él en Babilonia. 29 Mandó que le quitaran la ropa de preso y lo hizo comensal de su mesa durante el resto de su vida. 30 Y el rey [de Babilonia] proveyó de por vida a su sustento diario.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

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