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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Habacuc 1 - Zacarías 10

Yo soy el profeta Habacuc. Dios me encargó dar este mensaje a su pueblo.

Habacuc habla con Dios

Dios mío,
a gritos te pido que me ayudes,
pero tú no me escuchas;
¿cuándo vas a hacerme caso?
Te he rogado que acabes con la violencia,
pero tú no haces nada.
¿Por qué me obligas a ver
tanta violencia e injusticia?

Por todas partes veo
sólo pleitos y peleas;
por todas partes veo
sólo violencia y destrucción.
Nadie obedece tus mandamientos,
nadie es justo con nadie.
Los malvados maltratan a los buenos,
y por todas partes hay injusticia.

Dios respondió:

«Fíjense en las naciones.
Miren lo que sucede entre ellas.
Lo que pronto van a ver
los dejará con la boca abierta.
Si alguien les contara esto,
ustedes no podrían creerlo.

»Voy a hacer que los babilonios
se dispongan a atacarlos.
Son un pueblo muy cruel,
y recorren el mundo
para adueñarse de tierras ajenas.
Para ellos sólo vale su ley
y sólo importa su honor;
¡son un pueblo terrible!

»Sus caballos y sus jinetes
vienen galopando desde muy lejos;
son más veloces que los leopardos
y más feroces que los lobos nocturnos;
se lanzan sobre sus enemigos
como el águila sobre su presa.
A su paso lo destruyen todo;
a su paso siembran el terror,
y los prisioneros que toman
son tantos como la arena del mar.

10 »Se ríen de reyes y gobernantes,
se burlan de sus murallas,
y construyen rampas de arena
para conquistar sus ciudades.
11 Son como un viento violento
que llega, golpea y se va;
pero son culpables de un gran pecado:
no tienen más dios que su fuerza».

12 Yo, Habacuc, digo:

Dios de Israel,
tú eres un Dios santo;
siempre has existido,
y no nos dejarás morir
porque eres nuestro refugio;
sé que usarás a Babilonia
sólo para castigar a tu pueblo.

13 Tú no soportas la maldad,
ni aceptas el pecado.
No te quedes callado
ni permitas que los malvados
maten a quienes somos buenos.

14 Tú nos tratas como si fuéramos
simples peces del mar;
como si fuéramos reptiles,
que no tienen quién los dirija.
15 Por eso los babilonios
nos atrapan fácilmente,
como se atrapan los peces
con el anzuelo o con la red.
¡Eso les encanta!
16 Por eso los babilonios
han hecho de sus armas un dios
y les rinden culto.
Gracias a ellas
se han hecho muy ricos.

17 ¡No permitas que los babilonios
nos sigan matando sin compasión!
Ya te he presentado mi queja,
y ahora voy a estar muy atento;
voy a esperar tu respuesta.

Y Dios me respondió:

«Voy a darte a conocer
lo que está por suceder.
Escríbelo en unas tablas,
para que se lea de corrido.
Tardará un poco en cumplirse,
pero tú no te desesperes;
aún no ha llegado la hora
de que todo esto se cumpla,
pero puedo asegurarte
que se cumplirá sin falta.

»Esos babilonios son muy orgullosos,
pero ustedes, que son humildes,
vivirán porque confían en mí.
Los babilonios son orgullosos,
son traicioneros como el vino;
su hambre de poder los hace
conquistar naciones y pueblos enteros.
Son como la muerte,
que siempre quiere más;
son como la tumba,
que nunca está satisfecha.
Pero un día serán humillados.
Las naciones se burlarán de ellos
y les cantarán esta canción:

        “¡Qué mal te va a ir Babilonia!
        ¡Te hiciste rica con lo ajeno!
        ¿Cuándo vas a dejar de robar?”

»El día que menos lo esperes,
tus víctimas se vengarán de ti;
te harán temblar de miedo
y te quitarán todo lo que tienes.
Tú les robaste a muchas naciones,
pero otras naciones te robarán a ti.
Así pagarás todos tus crímenes,
tu violencia contra nuestro país,
contra nuestras ciudades y sus habitantes.

»¡Qué mal te va a ir Babilonia!
Hiciste ricos a los tuyos
mediante el robo y el engaño.
Creíste que así los librarías
de caer en la desgracia,
10 pero lo único que hiciste
fue ponerlos en vergüenza.
Quisiste acabar con muchos pueblos,
y tú misma te hiciste el daño.
11 ¡Las paredes de tus ciudades
son testigos de tu maldad!

12 »¡Qué mal te va a ir Babilonia!
¡Has construido tus ciudades
mediante el crimen y la violencia!
13 Pero yo soy el Dios de Israel,
y de nada va a servirte
todo lo que has hecho;
yo lo quemaré por completo.
14 Y así como el agua llena los mares,
también la tierra se llenará
de gente que reconocerá mi poder.

15 »¡Qué mal te va a ir Babilonia!
Humillaste a las naciones vecinas
y las dejaste en vergüenza;
16 pero yo te humillaré a ti,
pues no mereces ninguna alabanza;
yo te dejaré en vergüenza;
tu orgullo se volverá humillación.

17 »La violencia con que trataste
a los animales del monte Líbano
se volverá en contra tuya;
así pagarás por todos tus crímenes,
por tu violencia contra nuestro país,
contra nuestras ciudades y sus habitantes.

18-19 »¡Qué mal te va a ir, Babilonia!
¿Cómo puedes confiar en dioses falsos?
¿Cómo puedes pedirles que te ayuden?
Son ídolos de madera,
son figuras de piedra
que tú misma te has hecho,
pero que no valen nada.
Son simples figuras de metal
recubiertas de oro y plata,
que no son capaces ni de hablar;
¡simplemente, no tienen vida!
20 Pero yo estoy en mi santo templo;
¡ante mí debe callar toda la tierra!»

Oración final de Habacuc

Yo, el profeta Habacuc, compuse esta oración para acompañarla con una melodía especial.

¡Dios mío,
yo sé bien todo lo que has hecho,
y por eso tiemblo en tu presencia!
Déjanos ver en nuestros días
tus grandes hechos de otros tiempos;
si te enojas con nosotros,
no dejes de tenernos compasión.

Tú eres nuestro santo Dios;
vienes de la región de Temán,
vienes del monte Parán.
Tu grandeza ilumina los cielos;
la tierra entera te alaba.
Un gran resplandor te rodea;
de tus manos brotan rayos de luz
y dejan ver tu poder escondido.
Plagas terribles anuncian tu llegada;
vas dejando en el camino
graves enfermedades.

6-7 Cuando tú te detienes,
la tierra se pone a temblar;
cuando miras a las naciones,
todas ellas se llenan de miedo;
los cerros se desmoronan,
las antiguas montañas se derrumban;
¡hasta he visto temblar de miedo
a la gente de Cusán y de Madián,
porque tú has vuelto a actuar!

Dios nuestro,
¿por qué te decidiste a montar
en tu carro de combate?
¿Será porque te enojaste
con los dioses Río y Mar?
Con tus flechas heriste la tierra,
y esas heridas son los ríos.
10 Cuando las montañas te vieron,
temblaron de miedo,
las nubes dejaron caer su lluvia
y el mar rugió con furia;
¡sus grandes olas se elevaron al cielo!
11 Cuando lanzaste tus brillantes rayos,
el sol y la luna se detuvieron.

12 Pero te enojaste y recorriste la tierra;
en tu enojo aplastaste naciones.
13 Saliste a rescatar a tu pueblo,
y al rey que tú elegiste.
Destrozaste al jefe de esos malvados,
y acabaste por completo con su reino.
14 Sus orgullosos jinetes nos atacaron
con la furia de una tempestad;
querían dispersarnos y destruirnos,
pues no podíamos defendernos.
¡Pero tú los mataste
con sus propias flechas!
15 Montaste en tu caballo
y marchaste sobre el agitado mar.

16 Cuando escucho todo esto,
me tiemblan los labios y todo el cuerpo;
siento que mis huesos se desmoronan,
y que el suelo se hunde bajo mis pies.
Pero yo espero con paciencia
el día en que castigarás
a los que ahora nos atacan.

17 Aunque no den higos las higueras,
ni den uvas las viñas
ni aceitunas los olivos;
aunque no haya en nuestros campos
nada que cosechar;
aunque no tengamos vacas ni ovejas,
18 siempre te alabaré con alegría
porque tú eres mi salvador.

19 Dios mío,
tú me das nuevas fuerzas;
me das la rapidez de un venado,
y me pones en lugares altos.

Yo soy Sofonías hijo de Cusí. Mi padre era descendiente de Guedalías, Amarías y Ezequías. Dios me dio este mensaje cuando Josías hijo de Amón era rey de Judá.

Dios destruirá a Judá

2-3 Nuestro Dios dice:

«Voy a destruir por completo
todo lo que hay sobre la tierra.
Destruiré a la humanidad entera,
y también a los animales,
a las aves y a los peces.
¡Voy a hacer que tropiecen los malvados!
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.

»Castigaré a los habitantes de Judá;
quitaré de Jerusalén a los ídolos;
quitaré a sus sacerdotes,
a los que adoran a las estrellas
en los techos de sus casas,
y a los que me adoran a mí,
pero también adoran al dios Milcom.
Y voy a destruir igualmente
a los que se han apartado de mí
y jamás buscan mis consejos.

»¡Silencio!
¡Ya se acerca el día del castigo!
¡Todo está preparado!
¡Los invitados ya están aquí!
¡Voy a destruir a mi pueblo!

»Ese día castigaré
a los hijos del rey,
a los jefes principales
y a los que siguen el mal ejemplo
de los que no creen en mí.
Ese día castigaré también
a los que adoran a otros dioses
y llenan los templos de esos dioses
con riquezas conseguidas
mediante el engaño y la violencia.

10 »Ese día gritarán pidiendo ayuda
desde la Puerta de los Pescados;
un gran clamor se escuchará
desde el Segundo Barrio
y desde las colinas.
11 ¡Griten también ustedes,
vecinos del Barrio del Mortero!
¡Ese día morirán los comerciantes
y los que cambian dinero!

12 »Cuando llegue ese día,
tomaré una lámpara y buscaré
en la ciudad de Jerusalén
a los que viven tranquilos;
cuando los encuentre, los castigaré.
Se parecen al vino
que se pone a reposar,
y hasta se atreven a decir:
“¡Dios no hace nada bueno,
pero tampoco hace nada malo!”
13 Construyeron casas,
pero no habitarán en ellas;
cultivaron viñas,
pero no beberán el vino;
¡sus riquezas les serán quitadas,
y sus casas serán destruidas!

14 »¡Ya se acerca el gran día
en que vendré a castigarlos!
¡Se acerca con gran rapidez!
¡Ese día se oirán gritos tan horribles
que hasta los más valientes llorarán!
15 Será un día de gran enojo,
un día de aflicción y angustia,
un día de completa destrucción,
un día de grandes nubarrones,
un día de profunda oscuridad.
16 Entre gritos y toques de trompeta,
ese día se dará la orden de ataque
contra las ciudades amuralladas
y contra sus altas torres.

17 »Todos han pecado contra mí.
Por eso haré que se angustien
y que caminen como ciegos.
Su sangre se esparcirá como el polvo,
y sus cuerpos se volverán estiércol.
18 El día que yo me enoje,
le prenderé fuego a la tierra.
No habrá nada que los salve;
¡ni siquiera su oro y su plata!
¡En un instante serán destruidos
todos los que habitan este mundo!»

Obedezcan a Dios

Entonces yo, Sofonías, dije:

Pueblo de Judá,
¡ustedes no tienen vergüenza!
Pero vengan y preséntense ante Dios
antes de que llegue el día
en que él los arrastre como paja;
antes de que los alcance
y caiga sobre ustedes
toda la furia de nuestro Dios.

Y ustedes, los humildes,
que obedecen a nuestro Dios,
búsquenlo y procuren ser justos;
tal vez así podrán salvarse
el día en que Dios nos castigue.

Mensaje contra los filisteos

Las ciudades de Gaza y Ascalón
quedarán en ruinas y sin habitantes;
los que viven en Asdod y Ecrón
serán arrojados de sus ciudades
a plena luz del día.

¡Qué mal les va a ir a ustedes,
filisteos, habitantes de Creta
que viven a la orilla del mar!
¡Dios ha decidido destruirlos
y dejar su país sin habitantes,
como antes lo hizo con Canaán!
¡Todas sus costas se convertirán
en campos para alimentar ovejas!

Cuando nuestro Dios permita
que vuelvan los sobrevivientes de Judá,
del país adonde los llevaron presos,
él mismo los llevará a la costa,
para que alimenten a sus rebaños.
Ellos pasarán la noche
en las casas abandonadas
de la ciudad de Ascalón.

Mensaje contra Moab y Amón

8-11 Así dice el Dios de Israel:

«Los de Moab y los de Amón
han insultado a mi pueblo
y se han adueñado de su territorio,
pero yo haré que esos dos pueblos
se queden completamente desiertos;
se volverán campos de espinos,
se volverán pozos de sal,
como Sodoma y Gomorra.
Los pocos sobrevivientes de Judá
les quitarán todas sus riquezas
y se adueñarán de su territorio.
¡Yo les daré su merecido
por haberse burlado de mi pueblo
y por haber invadido su tierra!
Cuando yo destruya por completo
a los dioses de este mundo,
todos temblarán de miedo ante mí,
y aun las naciones más lejanas
me reconocerán como su Dios.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.

Mensaje contra los etíopes

12 »¡A ustedes, pueblo de Etiopía,
yo los mataré con mi espada!»

Mensaje contra los asirios

13 Dios continuó diciendo:

«Atacaré y destruiré a los asirios;
¡convertiré a Nínive,
su ciudad capital,
en un montón de ruinas!
14 La madera de sus casas
quedará al descubierto,
y allí descansarán ovejas
y toda clase de animales.
En las vigas y en las ventanas
anidarán búhos y erizos,
y sus puertas parecerán basureros.

15 »¡Así quedará esa ciudad orgullosa,
que se sentía muy segura!
¡Así quedará la ciudad
que se creía incomparable!
¡Quedará hecha un montón de ruinas,
un refugio de animales salvajes!
Los que la vean destruida
se alegrarán y se burlarán de ella.

Los pecados de Jerusalén

»¡Qué mal te va a ir, Jerusalén!
Eres una ciudad desobediente,
y maltratas a los demás.
¡Estás llena de pecado!
No aceptas consejos de nadie,
ni permites que se te corrija;
no me buscas ni confías en mí.

»Tus jefes más importantes
parecen leones feroces;
tus gobernantes parecen lobos,
que atacan por la noche
y no dejan nada para la mañana.
Tus profetas son orgullosos,
y no se puede confiar en ellos;
tus sacerdotes ofenden mi santuario
y no obedecen mis mandamientos.
¡Esos malvados no tienen vergüenza!

»Yo estoy en ti, Jerusalén,
para hacerte bien,
no para hacerte daño.
Todos los días te trato con justicia.

»Yo he destruido naciones,
y he derribado sus torres;
ya no hay nadie que camine
por sus calles solitarias;
sus ciudades están desiertas,
pues no queda un solo habitante.

»Todo esto lo hice por ti, Jerusalén.
Pensé que así me obedecerías
y no tendría que castigarte.
Pero tus habitantes se dieron prisa
para cometer toda clase de maldad.

»Y ahora, como han actuado así,
ya se acerca el día
en que vendré a castigarlos.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.
Ya he decidido reunir a las naciones
para castigarlas con toda mi furia.
Cuando me enojo, soy como el fuego;
¡voy a quemar toda la tierra!

Dios salvará a las naciones

»Cuando llegue ese día,
haré que todos los pueblos hablen
un lenguaje limpio de toda maldad,
para que juntos me adoren
y puedan pronunciar mi nombre.
10 Entonces la gente que me adora,
y que ahora anda en otros países,
vendrá a presentarme ofrendas
desde el país de Etiopía.

11 »Tú, Jerusalén,
has sido muy rebelde;
pero no volverás a quedar en vergüenza.
Viene el día en que expulsaré de ti
a los que se creen muy importantes.
En ti no habrá lugar para los orgullosos.
12 En tus calles sólo habrá
gente humilde y sencilla,
que pondrá en mí su confianza.
13 Los pocos israelitas
que hayan quedado con vida
no cometerán ninguna maldad;
no mentirán ni engañarán a nadie,
sino que vivirán en paz
y sin ningún temor».

Dios hará volver a su pueblo

14 Yo, Sofonías, les digo:

¡Canten de alegría, israelitas!
¡Alégrense, habitantes de Jerusalén!
15 No tienen nada que temer,
porque Dios, el rey de Israel,
no volverá a castigarlos;
ha expulsado a sus enemigos,
y va a vivir en medio de ustedes.
16 En ese día se dirá:

«No tengas miedo, Jerusalén,
ni pierdas el ánimo,
17 pues tu Dios está contigo
y con su poder te salvará.
Aunque no necesita de palabras
para demostrarte que te ama,
con cantos de alegría te expresará
la felicidad que le haces sentir,
18 como en un día de fiesta».

Dios promete poner fin
a la desgracia que ahora sufren
y a la vergüenza que ahora sienten.
19-20 Éste es su mensaje:

«Cuando llegue ese día,
ayudaré a los indefensos
y castigaré a quienes los maltratan.
Yo haré que cambie la suerte
de los que ahora andan dispersos,
y los haré volver a su tierra.
¡Esto lo verán ustedes mismos!

»Si antes los ofendían,
ahora sólo hablarán bien de ustedes,
y la fama de ustedes llegará
a todos los países de la tierra.
Yo, el Dios de Israel,
juro que así será».

Reconstrucción del templo

1-3 Dios le dio al profeta Hageo un mensaje para Zorobabel hijo de Salatiel y para Josué hijo de Josadac. Esto sucedió el primer día del mes de Elul,[a] durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. En aquel tiempo el gobernador de Judá era Zorobabel, y el jefe principal de los sacerdotes se llamaba Josué.

Dios le dijo a Hageo:

«Yo soy el Dios de Israel.
Ustedes dicen que aún no es tiempo
de reconstruir mi templo,
¡pero viven en lujosas casas
mientras mi templo está en ruinas!

»Yo soy el Dios de Israel,
y quiero que piensen seriamente
en lo que están haciendo.

Ustedes siembran mucho y cosechan poco,

comen y no calman su hambre,
beben y no calman su sed,
se abrigan y siguen teniendo frío,
y el sueldo que les pagan
no les alcanza para nada.

»Yo soy el Dios de Israel,
y quiero que piensen seriamente
en lo que están haciendo.
8-11 Ustedes esperan grandes ganancias,
pero es muy poco lo que han logrado;
lo que guardan en su casa,
lo destruí en un instante.
¿Y saben por qué lo hice?
¡Pues porque mi templo está en ruinas
mientras que ustedes sólo piensan
en arreglar sus propias casas!
Por eso no he dejado que llueva
sobre los campos y sobre los montes;
por eso se han perdido sus cosechas
de trigo, de uvas y de aceitunas;
¡por eso sufren hombres y animales!

»Yo soy el Dios de Israel.
Si quieren verme contento,
y quieren ver mi grandeza,
vayan a las montañas
y traigan madera;
¡reconstruyan mi templo!»

Respuesta al profeta

12 Cuando Zorobabel y Josué oyeron el mensaje que Dios les envió por medio de Hageo, tanto ellos como el resto del pueblo sintieron mucho miedo. 13 Pero el profeta Hageo los tranquilizó. Les aseguró que Dios les daría su apoyo. 14-15 Así fue como el Dios todopoderoso puso en ellos el deseo de reconstruir su templo. Veinticuatro días después Zorobabel, Josué y el resto del pueblo comenzaron a reconstruirlo.

Segundo mensaje de Hageo

El día veintiuno del mes de Etanim,[b] Dios le dio al profeta Hageo este mensaje para Zorobabel, Josué y el resto del pueblo:

«Todavía hay entre ustedes
algunos que conocieron mi templo anterior.
¿Qué les parece el templo de ahora?
¿Verdad que es muy poca cosa,
si lo comparamos con el primero?
Pero yo soy el Dios de Israel
y estoy contigo, Zorobabel,
con Josué y con todo el pueblo;
¡anímense y pongan manos a la obra!
Cuando ustedes salieron de Egipto,
yo les prometí que los acompañaría;
y así ha sido siempre:
¡mi espíritu los acompaña!
Por eso, no tengan miedo.

6-8 »Yo soy el Dios de Israel,
y dentro de poco tiempo
haré temblar el cielo y la tierra;
¡sacudiré el mar y la tierra firme!
Haré que tiemblen todas las naciones;
haré que me traigan todas sus riquezas
para llenar con ellas mi templo,
pues la plata y el oro me pertenecen.
La grandeza de este segundo templo
será mayor que la del primero,
y en él se vivirá en paz.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré».

Promesa de Dios

10-11 También durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia, Dios le ordenó al profeta Hageo que les hiciera unas preguntas a los sacerdotes. Esto sucedió el día veinticuatro del mes de Quislev.[c] Hageo les hizo estas preguntas:

12 —Supongamos que alguien aparta un trozo de carne para presentarlo como ofrenda a Dios. Luego lo pone en su manto para llevarlo al templo. Supongamos también que la capa de esa persona toca sin querer algún otro alimento. ¿Bastará eso para que también ese alimento sea considerado una ofrenda para Dios?

Todos los sacerdotes contestaron:

—¡Por supuesto que no!

13 Entonces Hageo les hizo otra pregunta:

—Supongamos ahora que alguien toca un cadáver, y que por tocarlo se contamina y ya no puede adorar a Dios. Si esa persona toca algún alimento, ¿acaso también ese alimento se contamina y tampoco sirve para adorar a Dios?

Todos los sacerdotes contestaron:

—¡Por supuesto que sí!

14 Entonces Hageo les dijo:

—Ahora escuchen lo que nuestro Dios les dice:

“Algo parecido pasa con ustedes. Todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen está contaminado y no me agrada. 15 Ahora pónganse a pensar en lo que les pasaba antes de que comenzaran a reconstruir mi templo: 16 Antes de eso, ustedes esperaban cosechar veinte sacos de trigo y cosechaban solamente diez; esperaban que sus viñas dieran cincuenta barriles de vino y daban solamente veinte. 17 Esto les sucedía porque yo enviaba plagas y granizo para destruir el fruto de su trabajo. A pesar de todo, ustedes no quisieron obedecerme. Yo, el Dios de Israel, les juro que así fue.

18 ”Pero hoy, que es el veinticuatro de Quislev, ustedes han puesto los cimientos de mi templo. Presten mucha atención, porque a partir de hoy todo será diferente. 19 Ustedes todavía no tienen trigo en sus graneros, ni hay uvas en sus viñas, ni frutos en sus árboles, pero a partir de hoy voy a bendecirlos”.

Promesas para los últimos días

20 Ese mismo día, Dios le dio al profeta Hageo este mensaje:

21 «Zorobabel es el gobernador de Judá, pero ve a decirle de mi parte que yo voy a hacer temblar el cielo y la tierra. 22 Voy a acabar con el poder de los reyes; pondré fin a su reinado, destruiré sus carros de guerra y sus caballos, y los jinetes se matarán unos a otros. 23 Pero yo he elegido a Zorobabel, y cuando llegue ese día lo tomaré y le daré toda mi autoridad. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré».

Dios está dispuesto a perdonar

1-3 Yo soy el profeta Zacarías hijo de Berequías y nieto de Idó. El Dios todopoderoso me habló en el mes de Bul,[d] durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. Me ordenó que les diera este mensaje a los israelitas:

«Yo estuve muy enojado con los antepasados de ustedes, pero estoy dispuesto a perdonarlos si ustedes me piden perdón. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré. Tiempo atrás, mis profetas hablaron con los antepasados de ustedes y les dijeron que ya no siguieran pecando contra mí. A pesar de eso, ustedes no me hicieron caso; al contrario, me desobedecieron. Yo soy su Dios, y les aseguro que así fue.

»Los antiguos profetas que estaban a mi servicio ya han muerto, y también han muerto los antepasados de ustedes. A ellos los castigué, tal y como mis profetas se lo habían advertido. Pero ellos volvieron a obedecerme, porque reconocieron que yo los castigué por causa de sus pecados».

Los caballos de colores

7-8 Dios volvió a hablarme en un sueño el día veinticuatro del mes de Sebat,[e] también durante el segundo año del gobierno del rey Darío. Era de noche, y en ese sueño vi un hombre que montaba un caballo de pelo colorado. Ese hombre estaba parado en medio de un valle. El valle estaba lleno de esos arbustos conocidos como mirtos. Detrás de él había otros hombres que montaban caballos de pelo colorado, café y blanco. En mi sueño un ángel hablaba conmigo, así que le pregunté:

—¿Podría usted decirme quiénes son estos hombres?

Y el ángel me contestó:

—Ahora te lo voy a decir.

10 Pero antes de que me lo dijera, el jinete que estaba entre los mirtos me explicó:

—Dios ha enviado a estos jinetes para que recorran todo el mundo.

11 El ángel se había quedado entre los mirtos. En ese momento los jinetes le informaron:

—Ya recorrimos toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.

12 Entonces el ángel preguntó:

—Dios todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuándo vas a tener compasión de ellas?

13 Dios le respondió con palabras muy amables y tranquilizadoras. Luego el ángel 14 me ordenó que anunciara de parte de Dios el siguiente mensaje:

«Yo amo mucho a Jerusalén,
y amo mucho a mi templo.
15 Y aunque por algún tiempo
estuve enojado con mi ciudad,
me llena de furia ver a naciones
que se sienten muy orgullosas,
y que se aprovecharon de mi enojo
para hacer sufrir a Jerusalén.

16 »Pero quiero que sepan
que reconstruiré mi ciudad,
y también mi templo.
¡Le mostraré cuánto la quiero!
Yo soy el Dios todopoderoso,
y les juro que así lo haré».

17 Todavía el ángel me ordenó que anunciara de parte de Dios este otro mensaje:

«Volveré a dar prosperidad
a todas mis ciudades;
mostraré amor por mi templo,
y Jerusalén volverá a ser
mi ciudad elegida».

Los cuernos y los herreros

18-21 Más tarde levanté la vista, y vi cuatro cuernos. Como el ángel seguía a mi lado, le pregunté:

—Y estos cuernos, ¿qué representan?

El ángel me explicó:

—Estos cuernos representan a los reinos que, con su poder, dispersaron por toda la tierra a la gente de Judá, de Israel y de Jerusalén.

Después Dios me mostró a cuatro herreros. Yo le pregunté:

—¿Y qué van a hacer estos herreros?

Y él me respondió:

—Van a llenar de miedo a esos reinos. Les quitarán su poder, por todo lo que le hicieron a Judá.

El hombre que medía Jerusalén

Volví a levantar la vista, y vi delante de mí a un hombre con una cinta de medir en la mano. Le pregunté a dónde iba, y me dijo: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén. Quiero saber cuánto mide de largo y cuánto de ancho».

Ese hombre era un ángel, y ya estaba por irse; pero otro ángel vino a su encuentro y le ordenó que me diera este mensaje:

«La ciudad de Jerusalén
tendrá tanta gente y tanto ganado,
que no tendrá murallas.
Yo seré para mi ciudad
como una muralla de fuego;
¡yo la llenaré de riquezas!
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.

6-7 »Yo fui quien los dispersó
por todas las naciones,
pero ahora les ordeno
que salgan ya de Babilonia
y regresen a Jerusalén;
¡huyan de ese país del norte!
Yo soy el Dios de Israel,
y les ordeno que así lo hagan».

8-9 El Dios todopoderoso me envió a acusar a las naciones que le robaron todo a Jerusalén. Así dice nuestro Dios:

«Yo castigaré a todas las naciones
que le han hecho daño a mi pueblo.
Quien le hace daño a mi pueblo
también me lo hace a mí.
¡Yo haré que sus propios esclavos
les roben todas sus pertenencias!»

Cuando esto suceda, esas naciones sabrán que fue el Dios todopoderoso quien me envió a acusarlas. Él dijo:

10 «¡Griten de alegría,
habitantes de Jerusalén,
porque yo viviré entre ustedes!
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.

11 »Cuando llegue ese día,
muchas naciones me seguirán.
Entonces yo viviré entre ellas,
y llegarán a ser también mi pueblo».

Cuando esto suceda, ustedes sabrán que fue el Dios todopoderoso quien me envió a anunciarles su mensaje. 12 Entonces Judá volverá a ser propiedad de nuestro Dios, y Jerusalén volverá a ser su ciudad elegida.

13 Nuestro Dios ha salido ya
de su templo santo;
¡guarden silencio en su presencia!

Dios perdona a su pueblo

1-3 En otro sueño vi a Josué, parado frente al ángel de Dios. Josué era el jefe de los sacerdotes, y había pecado; por eso en el sueño su ropa sacerdotal no estaba limpia. El ángel acusador estaba a la derecha de Josué, dispuesto a acusarlo ante Dios, pero el ángel de Dios le dijo:

«Ángel acusador, si Dios debe castigar a alguien, es a ti. Así como Dios ha elegido a la ciudad de Jerusalén, también a este hombre lo ha librado del castigo».

Enseguida, el ángel de Dios habló con sus ayudantes y les ordenó que le quitaran a Josué las ropas sucias. A Josué le dijo: «Toma en cuenta que ya he perdonado tus pecados. Por eso ahora te voy a vestir con ropa limpia».

Mientras el ángel de Dios seguía allí de pie, él le ordenó a los ayudantes que también le pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza, y ellos lo hicieron así. Cuando terminaron de vestirlo, el ángel de Dios le advirtió:

7-8 «Así dice el Dios todopoderoso:

“Yo te elegí
como jefe de los sacerdotes.
Si obedeces mis mandamientos
y eres un buen sacerdote,
te pondré a cargo de mi templo.
Te daré además un puesto de honor
entre mis más cercanos servidores.
Y ustedes, el resto de los sacerdotes,
también pongan atención,
pues ustedes son una buena señal:
Yo haré que vuelva a reinar en Israel
mi servidor escogido.

9-10 ”¡Fíjate bien, Josué!
Delante de ti he puesto una piedra.
Es una piedra de siete costados.
Voy a grabar algo en esa piedra,
y en un solo día borraré
los pecados de toda la tierra.
Cuando llegue ese día,
se invitarán unos a otros
a sentarse bajo los árboles,
y podrán disfrutar tranquilos
de sus uvas y de sus higos.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será”».

El candelero de oro y los dos olivos

En ese momento, el ángel que hablaba conmigo se acercó a mí para despertarme, y me dijo:

—Zacarías, dime qué es lo que ves.

Yo le contesté:

—Veo un candelero de oro puro. En la parte de arriba, el candelero tiene siete lámparas; los tubos por donde pasa el aceite del candelero se conectan con la punta, la cual tiene la forma de un plato hondo. A la izquierda y a la derecha del candelero hay dos olivos.

Pero también le pregunté:

—¿Y qué quiere decir todo esto, mi señor?

El ángel me contestó:

—¿No sabes lo que significa?

Yo le contesté que no lo sabía, así que el ángel me explicó:

—Dios le está mandando un mensaje a Zorobabel, y es el siguiente:

“Zorobabel,
no hace falta que seas poderoso,
ni necesitas un gran ejército;
lo único que necesitas es mi espíritu.
Yo soy el Dios todopoderoso,
y te aseguro que así es.

”No importa que tus enemigos
sean los poderosos babilonios,
tú los derrotarás por completo.
Y cuando pongas la piedra principal
para reconstruir mi templo,
mi pueblo gritará con alegría:
¡Dios ama mucho a Jerusalén!”

Dios también me dio este mensaje:

9-10 «Ustedes, pueblo de Israel,
verán a Zorobabel tomar la plomada.
Él pondrá los cimientos de mi templo,
y llevará a cabo su reconstrucción.
Su trabajo es ahora muy pequeño,
pero cuando lo haya terminado,
¡hasta los que no creían en él
se llenarán de alegría!

»Así sabrán que yo, su Dios,
fui quien envió a Zacarías
a anunciarles todo esto.
Las siete lámparas representan mis ojos,
pues yo vigilo toda la tierra».

11-12 Entonces yo le pregunté al ángel:

—¿Qué significan los olivos que están a los lados del candelero? ¿Y qué significan las dos ramas de olivo? ¿Por qué están junto a los dos tubos de oro por donde pasa el aceite?

13 El ángel me preguntó si no sabía yo lo que significaban, y como le dije que no, 14 él me explicó:

—Estos dos olivos representan a Zorobabel y a Josué. El Dios de toda la tierra los ha elegido para que estén a su servicio.

El libro que volaba

Volví a levantar la vista, y ante mis ojos vi volar un libro. El ángel me preguntó:

—¿Qué es lo que ves, Zacarías?

Yo le respondí:

—Veo un libro que vuela. El libro mide diez metros de largo y cinco de ancho.

Entonces el ángel me explicó:

—Este libro representa la maldición que pronto caerá sobre toda la tierra. En un lado está escrita la maldición que caerá sobre los ladrones. En el otro lado está la maldición que caerá sobre los mentirosos, esos que usan mi nombre para hacer falsos juramentos. El libro entrará en la casa de los ladrones y de los mentirosos, y allí se quedará hasta destruirlos por completo. El Dios todopoderoso jura que así será.

La maldad

Luego, el ángel salió y me dijo:

—Fíjate en lo que acaba de aparecer.

—¿De qué se trata? —pregunté.

Y el ángel me explicó:

—Se trata de una medida. Con ella Dios ha medido toda la maldad de este país.

La medida tenía una tapa de plomo. El ángel levantó la tapa, y pude ver que allí adentro estaba una mujer sentada. Esa mujer trató de salir, pero el ángel la empujó hacia dentro y volvió a tapar la medida. Entonces me dijo: «Aquí está representada la maldad».

Una vez más levanté la mirada, y vi a dos mujeres con alas de cigüeña. Esas mujeres volaron y se llevaron la medida. 10 Yo le pregunté al ángel:

—¿A dónde se llevan la medida?

11 Y el ángel me respondió:

—Se la llevan a Babilonia. En ese país construirán un templo, y sobre el altar pondrán la medida.

Los cuatro carros de guerra

Levanté otra vez la vista, y vi ante mí cuatro carros de guerra. Los carros salían de en medio de dos montañas de bronce. Al primer carro lo jalaban caballos de pelo colorado, al segundo carro lo jalaban caballos de pelo negro, al tercer carro lo jalaban caballos de pelo blanco, y al cuarto carro lo jalaban caballos pintos. Yo le pregunté al ángel:

—¿Y estos carros qué significan?

El ángel me explicó:

—Estos carros son los cuatro vientos del cielo. Siempre están al servicio de Dios, y ahora salen a recorrer todo el mundo. El carro de los caballos negros va hacia el norte, el de los caballos blancos va hacia el oeste, y el de los caballos pintos va hacia el sur.

Los caballos de pelo pinto estaban ansiosos por recorrer el mundo, así que el ángel les ordenó:

—¡Vayan a recorrer el mundo!

Los caballos obedecieron. Entonces el ángel me dijo:

—Los caballos negros van hacia el país del norte para llevar a cabo mis planes.

Josué recibe la corona

Dios también me dio este mensaje:

10-11 «Heldai, Tobías y Jedaías fueron llevados como esclavos a Babilonia, pero ya han regresado. Ve a verlos y pídeles que te den oro y plata. Con ese oro y esa plata irás a ver ese mismo día a Josías hijo de Sofonías para que te haga una corona. Esa corona se la pondrás a Josué hijo de Josadac, que es el jefe de los sacerdotes. Al ponérsela, 12-13 darás este mensaje:

“Así dice el Dios todopoderoso:
Yo haré que de aquí salga un hombre
para que reconstruya mi templo,
y lo llamaré ‘Renuevo’.
Él se vestirá como rey,
y ocupará el trono para reinar.
Compartirá el trono con un sacerdote,
pero habrá paz entre ellos dos”.

14 »Después quiero que pongas esa corona en mi templo. Así Heldai, Tobías, Jedaías y Josías recordarán siempre mi mensaje.

15 »Si ustedes me obedecen, otros vendrán de lejos y los ayudarán a reconstruir mi templo. Cuando eso suceda, ustedes se darán cuenta de que yo, el Dios todopoderoso, envié a Zacarías para que les diera este mensaje».

Lo que Dios quiere de su pueblo

1-4 En el cuarto año del gobierno de Darío, rey de Persia, los habitantes de Betel preguntaron a los profetas y a los sacerdotes si debían seguir ayunando los días cinco de cada mes. Para eso enviaron al templo del Dios todopoderoso a Sarezer y a Réguem-mélec, y a su gente. Era el día cuatro del mes de Quislev.[f] Entonces Dios me dio un mensaje. Me dijo:

«Zacarías, diles de mi parte a los sacerdotes y a toda la gente de este país:

“Durante los últimos setenta años
ustedes han estado ayunando
todos los meses quinto y séptimo.
Pero no lo hacen pensando en mí.
Y cuando dejan de ayunar,
comen pensando sólo en ustedes.
Esto que ahora les digo
ya lo dije hace mucho tiempo
por medio de los profetas,
cuando aún estaban habitadas
Jerusalén y las ciudades vecinas,
cuando aún se vivía en paz
en el desierto y en la llanura”».

8-9 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:

«Ustedes deben tratar a los demás
con justicia, amor y compasión.
10 No maltraten a nadie,
ni hagan daño a los demás;
en vez de hacer planes malvados,
cuiden de las viudas, de los huérfanos,
de los pobres y de los refugiados.

11-12 »En el pasado, puse mi espíritu en los profetas para que ellos les comunicaran mis mensajes. Pero ustedes siempre han sido tercos; en vez de obedecerme, me abandonaron y no me hicieron caso. Por eso me enojé y les dije: 13 “Como ustedes no me hicieron caso cuando yo los llamé, tampoco yo les haré caso cuando me llamen. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré”.

14 »Por eso los dispersé por naciones que ustedes no conocían. Por eso su país quedó hecho un desierto, por el que nadie se atrevía a pasar. Por culpa de ustedes, su hermoso país quedó abandonado y en ruinas».

Dios bendecirá a su pueblo

1-2 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:

«Grande es mi amor por Jerusalén;
y así de grande es también mi enojo
contra sus enemigos.
Pero volveré a vivir en ella,
y será llamada “Ciudad Fiel”;
habitaré de nuevo en mi templo,
y Sión será llamado “Monte Santo”.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así será.

4-5 »En las calles de Jerusalén
jugarán los niños y las niñas,
y descansarán los ancianos y las ancianas,
apoyándose en sus bastones.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así será.

»Cuando llegue ese día,
los que hayan quedado con vida
creerán que esto es imposible,
pero nada hay imposible para mí.
Yo soy el Dios de Israel,
y juró que así lo haré.

»Yo rescataré a mi pueblo
de los países del este y del oeste,
y lo haré volver a Jerusalén.
Será mi pueblo,
y yo seré su Dios;
un Dios fiel y justo.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.

9-11 »Ustedes han oído mi mensaje
por medio de mis profetas,
desde que se puso la primera piedra
para reconstruir mi templo.
Por lo tanto, ¡anímense!

»Antes de empezar la reconstrucción
no se les pagaba a los trabajadores
ni se alimentaba a los animales;
por culpa del enemigo
nadie viajaba con tranquilidad,
y todos se peleaban contra todos.
Pero ya no voy a tratar así
a los que aún quedan con vida.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

12-13 »¡Habitantes de Judá!
¡Pueblo de Israel!
Ustedes fueron entre las naciones
un pueblo al que todos maldecían,
pero yo los salvaré
y serán una bendición.
Sembrarán sus campos en paz,
y sus viñedos darán mucho fruto;
el cielo enviará sus lluvias
y la tierra dará sus cosechas.
Todo eso les daré a ustedes,
los que han quedado con vida.
Por lo tanto, ¡anímense!

14-15 »Habitantes de Judá y de Jerusalén:
Sus antepasados me hicieron enojar;
por eso los destruí sin compasión.
Pero no tengan miedo,
que ahora voy a tratarlos bien.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.

16 »Éstos son mis mandamientos:
Digan siempre la verdad,
procuren hacer la paz,
y traten a todos con justicia.
17 No hagan planes malvados
en contra de sus semejantes,
ni hagan juramentos falsos,
porque todo eso lo aborrezco.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así es».

18-19 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:

«Habitantes de Judá:
amen la paz y la verdad.
Así serán muy felices
cuando ayunen en el mes cuarto,
y en el quinto, séptimo y décimo.
¡Será como si estuvieran de fiesta!

20-21 »Vendrán muchos pueblos y naciones,
y pasarán de una ciudad a otra
diciéndole a la gente:
“Busquen la bendición de Dios.
Nosotros también la buscaremos”.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

22-23 »Cuando llegue ese día,
muchos pueblos y naciones poderosas
vendrán a Jerusalén para pedirme
que los trate con bondad.
Diez hombres buscarán a un judío,
y agarrándolo de la ropa
le dirán en otro idioma:

“¡Déjanos acompañarte a Jerusalén!
¡Sabemos que Dios está con ustedes!”

»Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será».

Mensajes de Dios contra las naciones

1-2 Dios está vigilando a toda la raza humana. Por eso ha anunciado este mensaje contra las ciudades de Hadrac y Damasco, y también contra las tribus de Israel, contra su vecina Hamat, y contra naciones tan desarrolladas como Tiro y Sidón:

«La ciudad de Tiro tiene tantas riquezas
como polvo hay en las calles.
Para protegerse, construyó murallas;
pero Dios le quitará esas riquezas
y las echará al mar,
y a ella la quemará por completo.

»Los habitantes de Ascalón
verán esto y temblarán de miedo,
y la ciudad se quedará vacía;
los habitantes de Gaza
sufrirán al perder su rey,
y los habitantes de Ecrón
sufrirán al perder la esperanza.
6-7 En la ciudad filistea de Asdod
vivirá gente malvada y violenta,
que despedaza a sus enemigos.
Pero yo salvaré a sus víctimas.
¡Así humillaré a los orgullosos filisteos!

»Pero a algunos los dejaré con vida,
como antes dejé a los jebuseos,
y será gente importante en Judá.
Jamás volveré a permitir
que otras naciones los ataquen,
pues yo mismo vigilaré mi templo.

Llegada del rey de Jerusalén

»¡Alégrate, bella ciudad de Jerusalén!
¡Ya tu rey viene hacia ti,
montado sobre un burrito!
Es humilde pero justo,
y viene a darte la victoria.
10 Destruirá todas las armas de guerra
y en todo Israel destruirá los ejércitos;
anunciará la paz en todas las naciones,
y dominará de mar a mar,
¡del río Éufrates al fin del mundo!

Dios renovará a su pueblo

11 »Yo hice un pacto contigo,
y lo sellé con sangre;
por eso rescataré a tus presos
del pozo seco donde ahora están,
12 y volverán llenos de esperanza
a esas ciudades que parecen fortalezas.
Si hasta ahora han sufrido,
yo me comprometo en este día
a hacerlos dos veces más felices.

13 »Con los de Judá y de Israel
destruiré a los griegos.
14 Cuando dé la orden de atacarlos,
sus flechas serán como relámpagos;
y marcharé contra ellos
como una tormenta del desierto.

15 »Yo mismo cuidaré de mi pueblo;
así ellos destruirán las armas enemigas,
y ofrecerán un gran banquete
para celebrar su victoria.
Beberán hasta emborracharse;
llenarán de vino sus copas,
como se llenan de sangre los tazones
que se derraman sobre el altar.

16 »Cuando llegue ese día,
yo salvaré a mi pueblo
como salva el pastor a su rebaño;
y cuando ya estén en su tierra,
brillarán como las joyas de una corona.
17 ¡Qué maravilloso será
ver a los muchachos y a las muchachas
alegres, fuertes y bien alimentados!»

Dios promete bendecir a su pueblo

10 Dios continuó diciendo:

«Yo soy el Dios de Israel.
Pídanme lluvia en época de sequía
y yo haré que llueva en abundancia.
Yo soy quien forma las tormentas
y quien hace que los campos produzcan.
Pero los ídolos son engañosos;
los adivinos sólo dicen mentiras.
Engañan a la gente con sus sueños,
y escucharlos no da ningún consuelo.
¡Por eso ustedes andan perdidos,
como un rebaño sin pastor!

»Yo soy el Dios de Israel,
y voy a castigar a esos pastores
porque estoy muy enojado con ellos.
Yo mismo cuidaré de mi pueblo.
Judá es ahora un rebaño de ovejas,
pero pronto voy a convertirlos
en briosos caballos de batalla.
De entre ellos saldrán grandes jefes
que brindarán su apoyo a mi pueblo;
serán como la estaca de una tienda,
como un arco para lanzar flechas,
¡como la piedra principal de un edificio!
Serán como los soldados valientes
que luchan en medio del lodo;
lucharán contra soldados de a caballo
y les ganarán la batalla,
porque yo estaré con ellos.

»Yo soy el Dios de Israel,
y escucho las oraciones de mi pueblo.
Yo fortaleceré a la gente de Judá
y salvaré a todos los israelitas;
los haré volver a su tierra,
y parecerá que nunca los rechacé
porque les mostraré mi compasión.

»Los israelitas se alegrarán
como se alegran los soldados
cuando han tomado mucho vino;
cuando sus hijos vean esto,
también se llenarán de alegría
por lo que yo haré con ellos.

»Cuando les dé la señal,
los llamaré y volveré a reunirlos;
y cuando los haya salvado,
volverán a ser un pueblo numeroso
como lo fueron en tiempos pasados.
Yo los dispersé entre las naciones,
pero aun allí se acordarán de mí,
y regresarán a su tierra
en compañía de sus hijos.

10 »Los haré volver de Egipto y Asiria,
y los haré vivir en Galaad
y en la región del monte Líbano;
pero serán muchos cuando vuelvan
y no habrá lugar para todos.
11 Angustiados, cruzarán el mar,
pero yo calmaré sus olas
y secaré por completo el río Nilo;
¡yo acabaré con el poder de Egipto,
y pondré fin al orgullo de Asiria!
12 Yo fortaleceré a mi pueblo,
y en mi nombre avanzarán sin miedo.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.