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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
2 Crónicas 7:11-23:15

Respuesta del Señor a Salomón

11 Así que Salomón terminó de construir el templo del Señor y también el palacio real. Llevó a cabo todo lo que había pensado hacer en la construcción del templo y del palacio. 12 Luego una noche el Señor se le apareció a Salomón y le dijo:

«He oído tu oración y he elegido este templo como el lugar para que se realicen sacrificios. 13 Puede ser que a veces yo cierre los cielos para que no llueva o mande langostas para que devoren las cosechas o envíe plagas entre ustedes; 14 pero si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, busca mi rostro y se aparta de su conducta perversa, yo oiré desde el cielo, perdonaré sus pecados y restauraré su tierra. 15 Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a cada oración que se eleve en este lugar. 16 Pues he elegido este templo y lo he apartado para que sea santo, un lugar donde mi nombre será honrado para siempre. Lo vigilaré sin cesar, porque es muy preciado a mi corazón.

17 »En cuanto a ti, si me sigues fielmente como lo hizo tu padre David y obedeces todos mis mandatos, decretos y ordenanzas, 18 entonces estableceré tu dinastía en el trono. Pues hice este pacto con tu padre David cuando le dije: “Uno de tus descendientes siempre gobernará a Israel”.

19 »Sin embargo, si tú o tus descendientes me abandonan y desobedecen los decretos y los mandatos que les he dado, y sirven y rinden culto a otros dioses, 20 entonces desarraigaré al pueblo de la tierra que le he dado. Rechazaré este templo que hice santo para honrar mi nombre. Haré que sea objeto de burla y de ridículo entre las naciones; 21 y aunque ahora este templo sea imponente, todos los que pasen por allí quedarán horrorizados. Preguntarán: “¿Por qué habrá hecho el Señor cosas tan terribles a esta tierra y a este templo?”.

22 »Y la respuesta será: “Porque los israelitas abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados, quien los sacó de Egipto, y rindieron culto a otros dioses y se inclinaron ante ellos. Por esa razón les envió tantas calamidades”».

Numerosos logros de Salomón

Salomón tardó veinte años en construir el templo del Señor y su propio palacio real. Al cabo de ese tiempo, Salomón dirigió su atención a la reconstrucción de las ciudades que le había dado el rey Hiram[a] y estableció israelitas en ellas.

Salomón también luchó contra la ciudad de Hamat de Soba y la conquistó. Reconstruyó Tadmor, en el desierto, y construyó ciudades en la región de Hamat como centros de almacenamiento. Fortificó las ciudades de Bet-horón de arriba y Bet-horón de abajo, reconstruyó sus murallas e instaló portones con rejas. También reconstruyó Baalat y otros centros de almacenamiento y construyó ciudades para sus carros de guerra y sus caballos.[b] Construyó todo lo que quiso en Jerusalén, en el Líbano y por todo su reino.

En esa tierra todavía había habitantes que no eran israelitas, entre los cuales se encontraban hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Todos ellos eran descendientes de las naciones que el pueblo de Israel no había destruido. Entonces Salomón los obligó a ser parte de sus trabajadores y hasta el día de hoy son trabajadores forzados; pero Salomón no obligó a ningún israelita a ser parte de sus trabajadores, sino que los puso a su servicio como soldados, oficiales en su ejército, y comandantes y conductores de sus carros de guerra. 10 El rey Salomón también designó a doscientos cincuenta de ellos para que supervisaran a los trabajadores.

11 Salomón trasladó a su esposa, la hija del faraón, de la Ciudad de David al palacio nuevo que le había edificado, y dijo: «Mi esposa no debe vivir en el palacio del rey David, porque allí ha estado el arca del Señor y es tierra santa».

12 Luego Salomón presentó ofrendas quemadas al Señor sobre el altar que le había construido frente a la antesala del templo. 13 Ofrecía sacrificios para los días de descanso, los festivales de luna nueva y los tres festivales anuales—la Pascua, el Festival de la Cosecha[c] y el Festival de las Enramadas—como Moisés había ordenado.

14 Para asignar las responsabilidades a los sacerdotes, Salomón siguió el reglamento de su padre David. También designó a los levitas para dirigir al pueblo en alabanza y para ayudar a los sacerdotes en sus tareas diarias. Designó porteros para cada puerta según sus divisiones, siguiendo las órdenes de David, hombre de Dios. 15 Salomón no se desvió en absoluto de las órdenes de David respecto a los sacerdotes, los levitas y los tesoros.

16 Así Salomón se aseguró de que todo el trabajo relacionado con la construcción del templo del Señor se llevara a cabo, desde el día en que se echaron los cimientos hasta el día en que se terminó.

17 Tiempo después Salomón fue a Ezión-geber y a Elat,[d] puertos que están a la orilla del mar Rojo[e] en la tierra de Edom. 18 Hiram le envió barcos comandados por sus propios oficiales y tripulados por marineros expertos. Estos barcos navegaron hasta Ofir con los hombres de Salomón y regresaron con unas quince toneladas[f] de oro, que entregaron a Salomón.

Visita de la reina de Saba

Cuando la reina de Saba se enteró de la fama de Salomón, viajó a Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Llegó con un gran séquito de asistentes y una enorme caravana de camellos cargados con especias, grandes cantidades de oro y piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, habló con él acerca de todo lo que ella tenía en mente. Salomón tenía respuestas para todas sus preguntas; nada le resultaba demasiado difícil de explicar. Cuando la reina de Saba se dio cuenta de lo sabio que era Salomón y vio el palacio que él había construido, quedó atónita. También estaba asombrada por la comida que se servía en las mesas del rey, por la forma en que estaban organizados sus funcionarios y la ropa espléndida que usaban, por los coperos y sus mantos, y por las ofrendas quemadas que ofrecía[g] Salomón en el templo del Señor.

Entonces la reina exclamó: «¡Todo lo que oí en mi país acerca de tus logros[h] y de tu sabiduría es cierto! Yo no creía lo que se dijo hasta que llegué aquí y lo vi con mis propios ojos. De hecho, ¡lo que había oído no refleja ni la mitad de tu sabiduría! Supera ampliamente lo que me habían dicho. ¡Qué feliz debe estar tu pueblo! ¡Qué privilegio para tus funcionarios estar aquí en tu presencia día tras día, escuchando tu sabiduría! Alabado sea el Señor tu Dios, quien se deleita en ti y te ha puesto en el trono como rey para que gobiernes para él. Debido a que Dios ama a Israel y desea que este reino permanezca para siempre, te ha hecho rey sobre ellos para que puedas gobernar con justicia y rectitud».

Luego le regaló al rey cuatro mil kilos[i] de oro, grandes cantidades de especias y de piedras preciosas. Nunca antes hubo especias tan finas como las que la reina de Saba le regaló al rey Salomón.

10 (Además, las tripulaciones de Hiram y de Salomón trajeron oro desde Ofir, y también madera de sándalo[j] rojo y piedras preciosas. 11 Con el sándalo, el rey construyó escalones[k] para el templo del Señor y para el palacio real, e hizo liras y arpas para los músicos. Nunca antes se habían visto cosas tan hermosas en Judá).

12 El rey Salomón le dio a la reina de Saba todo lo que ella pidió, regalos de mayor valor que los que ella le había entregado a él. Luego ella y todos sus acompañantes regresaron a su tierra.

Riqueza y esplendor de Salomón

13 Cada año Salomón recibía unas veintitrés toneladas[l] de oro, 14 sin contar los ingresos adicionales que recibía de mercaderes y comerciantes. Además, todos los reyes de Arabia y los gobernantes de las provincias también le llevaban a Salomón oro y plata.

15 El rey Salomón fabricó doscientos escudos grandes de oro labrado a martillo; cada uno pesaba casi siete kilos.[m] 16 También hizo trescientos escudos más pequeños de oro labrado a martillo; cada uno pesaba tres kilos y medio.[n] El rey colocó los escudos en el Palacio del Bosque del Líbano.

17 Luego el rey hizo un gran trono, decorado con marfil y revestido de oro puro. 18 El trono tenía seis escalones y un estrado de oro. A cada lado del asiento había apoyabrazos, y a cada lado del trono había una figura de león de pie. 19 Había también otros doce leones, uno en cada extremo de los seis escalones. ¡No había trono en todo el mundo que pudiera compararse con el de Salomón!

20 Todas las copas del rey Salomón eran de oro macizo, igual que todos los utensilios en el Palacio del Bosque del Líbano. No estaban hechos de plata porque en los tiempos de Salomón la plata no se consideraba de valor.

21 El rey tenía una flota de barcos mercantes de Tarsis tripulada por marineros enviados por Hiram.[o] Una vez cada tres años, los barcos regresaban cargados de oro, plata, marfil, simios y pavos reales.[p]

22 De modo que Salomón llegó a ser más rico y más sabio que cualquier otro rey de la tierra. 23 Reyes de todas las naciones lo visitaban para consultarlo y escuchar la sabiduría que Dios le había dado. 24 Año tras año, cada visitante le llevaba regalos de plata y oro, ropa, armas, especias, caballos y mulas.

25 Salomón tenía cuatro mil establos para sus caballos y carros de guerra, y doce mil caballos.[q] Los colocó en las ciudades designadas para guardar los carros y también cerca de él en Jerusalén. 26 Gobernaba a todos los reyes desde el río Éufrates,[r] en el norte, hasta la tierra de los filisteos y la frontera con Egipto, en el sur. 27 El rey hizo que en Jerusalén la plata fuera tan abundante como las piedras. Además, la valiosa madera de cedro era tan común como la higuera sicómoro que crece en las colinas de Judá.[s] 28 Los caballos de Salomón se importaban de Egipto[t] y de muchos otros países.

Resumen del reinado de Salomón

29 Los demás acontecimientos del reinado de Salomón, desde el principio hasta el fin, están registrados en El registro del profeta Natán, en La profecía de Ahías de Silo y también en Las visiones de Iddo el vidente acerca de Jeroboam, hijo de Nabat. 30 Salomón gobernó en Jerusalén a todo Israel durante cuarenta años. 31 Cuando murió, lo enterraron en la Ciudad de David, la cual llevaba ese nombre por su padre. Luego su hijo Roboam lo sucedió en el trono.

Las tribus del norte se rebelan

10 Roboam fue a Siquem, donde todo Israel se había reunido para proclamarlo rey. Cuando Jeroboam, hijo de Nabat, se enteró de esto, regresó de Egipto, donde había huido para escapar del rey Salomón. Entonces los líderes de Israel mandaron a llamar a Jeroboam, y él junto con todo Israel fueron a hablar con Roboam.

—Su padre fue un amo muy duro—le dijeron—. Alivie los trabajos tan pesados y los impuestos tan altos que su padre impuso sobre nosotros. Entonces seremos sus leales súbditos.

Roboam les respondió:

—Regresen en tres días y les daré una respuesta.

Entonces el pueblo se retiró.

Después el rey Roboam consultó el asunto con los ancianos que habían sido consejeros de su padre Salomón.

—¿Qué me aconsejan ustedes?—les preguntó—. ¿Cómo debo responder a este pueblo?

Los consejeros ancianos contestaron:

—Si se muestra bondadoso con este pueblo y hace todo lo posible por complacerlos y darles una respuesta favorable, ellos siempre serán sus leales súbditos.

Sin embargo, Roboam rechazó el consejo de los ancianos y pidió, en cambio, la opinión de los jóvenes que se habían criado con él y que ahora eran sus consejeros.

—¿Qué me aconsejan ustedes?—les preguntó—. ¿Cómo debo responder a esta gente que me pide que alivie las cargas que impuso mi padre?

10 Los jóvenes contestaron:

—Así debería responder a esos que se quejan de todo y que quieren una carga más liviana: “¡Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre! 11 Es cierto que mi padre les impuso cargas pesadas, ¡pero yo las haré aún más pesadas! ¡Mi padre los golpeaba con látigos, pero yo los azotaré con escorpiones!”.

12 Tres días después, Jeroboam y toda la gente regresaron para conocer la decisión de Roboam, tal como el rey había ordenado. 13 Entonces Roboam les habló con dureza porque rechazó el consejo de los ancianos 14 y siguió el consejo de los más jóvenes. Así que le dijo al pueblo: «Mi padre les impuso[u] cargas pesadas, ¡pero yo las haré aún más pesadas! Mi padre los golpeaba con látigos, ¡pero yo los azotaré con escorpiones!».

15 Por lo tanto, el rey no prestó atención al pueblo. Este giro en la historia ocurrió por voluntad de Dios, porque cumplía el mensaje que el Señor le había dado a Jeroboam, hijo de Nabat, por medio del profeta Ahías de Silo.

16 Cuando todos los israelitas se dieron cuenta[v] de que el rey no iba a hacerles caso, respondieron:

«¡Abajo la dinastía de David!
    No nos interesa para nada el hijo de Isaí.
¡Regresa a tu casa, Israel!
    Y tú, David, ¡cuida de tu propia casa!».

Entonces el pueblo de Israel regresó a casa; 17 pero Roboam siguió gobernando a los israelitas que vivían en las ciudades de Judá.

18 Luego el rey Roboam envió a Adoniram,[w] quien estaba a cargo del trabajo forzado, a restaurar el orden, pero el pueblo de Israel lo apedreó a muerte. Cuando el rey Roboam se enteró, enseguida subió a su carro de guerra y huyó a Jerusalén. 19 Hasta el día de hoy, las tribus del norte de Israel se han negado a ser gobernadas por un descendiente de David.

Profecía de Semaías

11 Cuando Roboam llegó a Jerusalén, movilizó a los hombres de Judá y de Benjamín—ciento ochenta mil guerreros selectos—para pelear contra Israel y recuperar el reino.

Ahora bien, el Señor le dijo a Semaías, hombre de Dios: «Diles a Roboam, hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas de Judá y de Benjamín: “Esto dice el Señor: ‘No peleen contra sus parientes. ¡Regrese cada uno a su casa, porque lo que ha sucedido es obra mía!’”». Entonces ellos obedecieron el mensaje del Señor y no pelearon contra Jeroboam.

Roboam fortifica Judá

Roboam permaneció en Jerusalén y fortificó varias ciudades para la defensa de Judá. Fortificó Belén, Etam, Tecoa, Bet-sur, Soco, Adulam, Gat, Maresa, Zif, Adoraim, Laquis, Azeca, 10 Zora, Ajalón y Hebrón. Estas fueron las ciudades fortificadas de Judá y de Benjamín. 11 Roboam reforzó sus defensas y estableció comandantes en ellas, y almacenó provisiones de alimento, aceite de oliva y vino. 12 También, como medida de seguridad adicional, puso escudos y lanzas en esas ciudades. Así que solo Judá y Benjamín quedaron bajo su control.

13 Todos los sacerdotes y levitas que vivían en las tribus del norte de Israel se aliaron con Roboam. 14 Los levitas incluso abandonaron sus pastizales y sus propiedades y se trasladaron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos no les permitían servir al Señor como sacerdotes. 15 Jeroboam nombró a sus propios sacerdotes para servir en los santuarios paganos, donde rindieron culto a ídolos con forma de cabra y de becerro que él había hecho. 16 De todas las tribus de Israel, los que querían adorar de corazón al Señor, Dios de Israel, siguieron a los levitas a Jerusalén, donde podían ofrecer sacrificios al Señor, Dios de sus antepasados. 17 Esto fortaleció el reino de Judá, y durante tres años apoyaron a Roboam, hijo de Salomón, pues durante esos años ellos siguieron fielmente los pasos de David y de Salomón.

Familia de Roboam

18 Roboam se casó con su prima Mahalat, hija de Jerimot, quien era hijo de David y Abihail, hija de Eliab, hijo de Isaí. 19 Mahalat tuvo tres hijos: Jeús, Semarías y Zaham.

20 Tiempo después, Roboam se casó con otra prima, Maaca, nieta de Absalón. Maaca dio a luz a Abías, Atai, Ziza y Selomit. 21 Roboam amó a Maaca más que a cualquiera de sus otras esposas y concubinas. En total, tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas que le dieron veintiocho hijos y sesenta hijas.

22 Roboam nombró líder entre los príncipes a Abías, hijo de Maaca, y así puso en claro que él sería el próximo rey. 23 Roboam actuó sabiamente dándoles a sus demás hijos responsabilidades y estableciendo a algunos en las ciudades fortificadas por todo Judá y Benjamín. Les dio abundantes provisiones y encontró muchas esposas para ellos.

Egipto invade Judá

12 Cuando Roboam estaba fuerte y firmemente establecido, abandonó la ley del Señor y todo Israel lo siguió en este pecado. Debido a que fueron infieles al Señor, el rey Sisac de Egipto subió y atacó Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboam. Llegó con mil doscientos carros, sesenta mil caballos[x] y un ejército incontable de soldados de infantería, integrado por libios, suquienos y etíopes.[y] Sisac conquistó las ciudades fortificadas de Judá y luego avanzó para atacar Jerusalén.

Entonces el profeta Semaías se reunió con Roboam y con los líderes de Judá, quienes habían huido a Jerusalén por causa de Sisac. Semaías les dijo:

—Esto dice el Señor: “Ustedes me abandonaron, y por eso yo los abandono en manos de Sisac”.

Entonces los líderes de Israel y el rey se humillaron y dijeron:

—¡El Señor es justo al hacer esto con nosotros!

Cuando el Señor vio el cambio de actitud en ellos, le dio este mensaje a Semaías: «Puesto que el pueblo se ha humillado, no lo destruiré completamente y pronto le daré cierto alivio. No usaré a Sisac para derramar mi enojo sobre Jerusalén; pero serán súbditos de Sisac, para que conozcan la diferencia entre servirme a mí y servir a los gobernantes terrenales».

Entonces el rey Sisac de Egipto subió y atacó Jerusalén. Saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real; robó todo, incluso los escudos de oro que Salomón había hecho. 10 Tiempo después, el rey Roboam los reemplazó con escudos de bronce y los confió al cuidado de los comandantes de la guardia, quienes protegían la entrada del palacio real. 11 Cada vez que el rey iba al templo del Señor, los guardias llevaban los escudos y luego los devolvían al cuarto de guardia. 12 Como Roboam se humilló, se apartó el enojo del Señor y no lo destruyó por completo. Aún quedaban algunas cosas buenas en la tierra de Judá.

Resumen del reinado de Roboam

13 El rey Roboam se estableció firmemente en Jerusalén y siguió gobernando. Tenía cuarenta y un años cuando subió al trono y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como el lugar para honrar su nombre. Su madre era una mujer de Amón que se llamaba Naama. 14 Fue un rey malvado, porque no buscó al Señor con todo el corazón.

15 Los demás acontecimientos del reinado de Roboam, desde el principio hasta el fin, están anotados en El registro de Semaías el profeta y en El registro de Iddo el vidente, que forman parte del registro genealógico. Roboam y Jeroboam estaban constantemente en guerra el uno contra el otro. 16 Cuando Roboam murió, lo enterraron en la Ciudad de David. Luego su hijo Abías lo sucedió en el trono.

Guerra entre Abías y Jeroboam

13 Abías comenzó a gobernar Judá en el año dieciocho del reinado de Jeroboam en Israel. Reinó en Jerusalén tres años. Su madre se llamaba Maaca,[z] y era hija de Uriel de Guibeá.

Luego estalló la guerra entre Abías y Jeroboam. Judá, dirigido por el rey Abías, entró en acción con un ejército de cuatrocientos mil guerreros selectos, mientras Jeroboam reunió una tropa selecta de ochocientos mil hombres de Israel.

Cuando el ejército de Judá llegó a la zona montañosa de Efraín, Abías, de pie sobre el monte Zemaraim, le gritó a Jeroboam y a todo Israel: «¡Escúchenme! ¿No se dan cuenta de que el Señor, Dios de Israel, hizo un pacto duradero[aa] con David, y les dio a él y a sus descendientes el trono de Israel para siempre? Sin embargo, Jeroboam, hijo de Nabat, un simple siervo de Salomón, hijo de David, se rebeló contra su amo. Luego se le unió toda una banda de sinvergüenzas, quienes desafiaron a Roboam, hijo de Salomón, cuando todavía era joven y sin experiencia y no podía hacerles frente.

»¿Realmente creen que pueden oponerse al reino del Señor el cual es dirigido por los descendientes de David? Puede que ustedes tengan un enorme ejército, y tienen esos becerros de oro que Jeroboam les hizo como dioses; pero han expulsado a los sacerdotes del Señor (los descendientes de Aarón) y a los levitas, y han nombrado a sus propios sacerdotes, al igual que las naciones paganas. ¡Hoy día ustedes permiten que cualquiera sea sacerdote! Quienquiera que se presente para ser dedicado y traiga un becerro y siete carneros puede llegar a ser un sacerdote de esos así llamados dioses de ustedes.

10 »Pero en cuanto a nosotros, el Señor es nuestro Dios, y no lo hemos abandonado. Solo los descendientes de Aarón sirven al Señor como sacerdotes, y solo los levitas pueden ayudarlos en su trabajo. 11 Ellos presentan ofrendas quemadas e incienso aromático al Señor cada mañana y cada tarde. Colocan el pan de la Presencia en la mesa sagrada y encienden cada noche el candelabro de oro. Nosotros seguimos las instrucciones del Señor nuestro Dios, pero ustedes lo han abandonado. 12 Así que como pueden ver, Dios está con nosotros; él es nuestro líder. Sus sacerdotes tocan las trompetas y nos dirigen en batalla contra ustedes. ¡Oh pueblo de Israel, no luches contra el Señor, Dios de tus antepasados, porque no tendrás éxito!».

13 Mientras tanto, Jeroboam había enviado en secreto una parte de su ejército para rodear por la retaguardia a los hombres de Judá y tenderles una emboscada. 14 Cuando los de Judá se dieron cuenta de que los estaban atacando por delante y por detrás, clamaron al Señor por ayuda. Entonces los sacerdotes tocaron las trompetas, 15 y los hombres de Judá empezaron a gritar. Al sonido de su grito de batalla, Dios derrotó a Jeroboam y a todo Israel. Los derrotó de forma aplastante delante de Abías y del ejército de Judá.

16 El ejército israelita huyó de Judá, y Dios lo entregó derrotado en sus manos. 17 Abías y su ejército les causaron grandes pérdidas; ese día murieron quinientos mil soldados selectos de Israel. 18 Así que Judá venció a Israel en esa ocasión porque confió en el Señor, Dios de sus antepasados. 19 Abías y su ejército persiguieron a las tropas de Jeroboam y conquistaron algunas de sus ciudades, entre ellas Betel, Jesana y Efrón, junto con sus aldeas vecinas.

20 De modo que Jeroboam de Israel nunca recuperó su poder mientras vivió Abías, y finalmente el Señor lo hirió y murió. 21 Mientras tanto, Abías de Judá se hizo cada vez más poderoso. Tuvo catorce esposas, veintidós hijos y dieciséis hijas.

22 Los demás acontecimientos del reinado de Abías, incluidos sus palabras y sus logros, están registrados en El comentario de Iddo el profeta.

Primeros años del reinado de Asa

14 [ab]Cuando Abías murió, lo enterraron en la Ciudad de David. Después su hijo Asa lo sucedió en el trono. Hubo paz en la tierra durante diez años. [ac]Asa hizo lo que era agradable y bueno a los ojos del Señor su Dios. Quitó los altares extranjeros y los santuarios paganos. Destruyó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Ordenó al pueblo de Judá que buscara al Señor, Dios de sus antepasados, y que obedeciera su ley y sus mandatos. Asa también quitó los santuarios paganos y los altares del incienso de cada una de las ciudades de Judá. Entonces el reino de Asa disfrutó un período de paz. Durante los años de paz, Asa pudo reconstruir las ciudades fortificadas en todo Judá. Nadie estuvo en guerra contra él durante ese tiempo, porque el Señor le daba descanso de sus enemigos.

Asa le dijo a la gente de Judá: «Construyamos y fortifiquemos ciudades con murallas, torres, puertas y barras. La tierra aún nos pertenece porque buscamos al Señor nuestro Dios, y él nos ha dado paz en todo el territorio». Así que continuaron con estos proyectos hasta completarlos.

El rey Asa tenía un ejército de trescientos mil guerreros de la tribu de Judá, armados con grandes escudos y lanzas. También tenía un ejército de doscientos ochenta mil guerreros de la tribu de Benjamín, armados con arcos y escudos pequeños. Ambos ejércitos estaban constituidos por hombres de guerra bien entrenados.

Cierta vez un etíope[ad] llamado Zera atacó a Judá con un ejército de un millón de soldados[ae] y trescientos carros de guerra. Avanzaron hacia la ciudad de Maresa, 10 por eso Asa desplegó sus ejércitos para la batalla en el valle al norte de Maresa.[af] 11 Entonces Asa clamó al Señor su Dios: «¡Oh Señor, nadie sino tú puede ayudar al débil contra el poderoso! Ayúdanos, oh Señor nuestro Dios, porque solo en ti confiamos. Es en tu nombre que hemos salido contra esta inmensa multitud. ¡Oh Señor, tú eres nuestro Dios; no dejes que simples hombres prevalezcan contra ti!».

12 Entonces el Señor derrotó a los etíopes[ag] en presencia de Asa y del ejército de Judá, y el enemigo huyó. 13 Asa y su ejército los persiguieron hasta Gerar, y cayeron tantos etíopes que no pudieron reagruparse. El Señor y su ejército los destruyeron; y el ejército de Judá se llevó un enorme botín.

14 Mientras estaban en Gerar, atacaron todas las ciudades de la región, y un terror de parte del Señor se apoderó de la gente. Como resultado, también se llevaron un enorme botín de esas ciudades. 15 Además, atacaron los campamentos de los pastores y capturaron muchas ovejas, cabras y camellos antes de regresar a Jerusalén.

Reformas religiosas de Asa

15 Luego el Espíritu de Dios vino sobre Azarías, hijo de Obed, y salió al encuentro del rey Asa cuando este volvía de la batalla. «¡Escúcheme, Asa!—le gritó—. ¡Escuchen, todos ustedes de Judá y de Benjamín! ¡El Señor permanecerá con ustedes mientras ustedes permanezcan con él! Cada vez que lo busquen, lo encontrarán; pero si lo abandonan, él los abandonará a ustedes. Por mucho tiempo los israelitas estuvieron sin el verdadero Dios, sin sacerdote que les enseñara y sin la ley que los instruyera; pero cada vez que estaban en dificultades y se volvían al Señor, Dios de Israel, y lo buscaban, lo encontraban.

»En esos tiempos oscuros no se podía viajar con seguridad y los problemas perturbaban a los habitantes de todos los países. Nación luchaba contra nación, ciudad contra ciudad, porque Dios las afligía con todo tipo de dificultades; pero en cuanto a ustedes, sean fuertes y valientes porque su trabajo será recompensado».

Cuando Asa oyó este mensaje de Azarías el profeta,[ah] se armó de valor y quitó todos los ídolos detestables de la tierra de Judá y de Benjamín, así como de las ciudades que había conquistado en la zona montañosa de Efraín. Además reparó el altar del Señor que estaba frente a la antesala del templo del Señor.

Después Asa convocó a todo el pueblo de Judá y de Benjamín, junto con la gente de Efraín, Manasés y Simeón que se había establecido entre ellos. Pues muchos de Israel se habían mudado a Judá durante el reinado de Asa cuando vieron que el Señor su Dios estaba con él. 10 La gente se reunió en Jerusalén a fines de la primavera,[ai] durante el año quince del reinado de Asa.

11 Ese día sacrificaron al Señor setecientas cabezas de ganado y siete mil ovejas y cabras del botín que habían tomado en la batalla. 12 Luego hicieron un pacto de buscar al Señor, Dios de sus antepasados, con todo el corazón y con toda el alma. 13 Decidieron que todo el que se negara a buscar al Señor, Dios de Israel, sería ejecutado, fuera joven o anciano, hombre o mujer. 14 Con gran voz hicieron un juramento de lealtad al Señor al estruendo de las trompetas y al fuerte toque de los cuernos de carnero. 15 Todos en Judá estaban contentos con el pacto, porque lo habían hecho de todo corazón. Con fervor buscaron a Dios y lo encontraron; y el Señor les dio descanso de sus enemigos en todo el territorio.

16 El rey Asa quitó a su abuela[aj] Maaca de su puesto de reina madre, porque ella había hecho un poste obsceno dedicado a la diosa Asera. Derribó el poste obsceno, lo hizo pedazos y lo quemó en el valle de Cedrón. 17 Aunque no se quitaron los santuarios paganos de Israel, el corazón de Asa se mantuvo totalmente fiel durante toda su vida. 18 Llevó al templo de Dios la plata, el oro y los diversos objetos que él y su padre habían dedicado.

19 Así que no hubo más guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asa.

Últimos años del reinado de Asa

16 En el año treinta y seis del reinado de Asa, Baasa, rey de Israel, invadió Judá y fortificó Ramá para que nadie pudiera entrar ni salir del territorio del rey Asa en Judá.

En respuesta, Asa retiró la plata y el oro de los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Los envió al rey Ben-adad de Aram, quien gobernaba en Damasco, junto con el siguiente mensaje:

«Hagamos un tratado, tú y yo,[ak] como hicieron tu padre y mi padre. Mira, te envío plata y oro. Rompe el tratado con el rey Baasa de Israel, para que me deje en paz».

Ben-adad aceptó la propuesta del rey Asa y envió a los comandantes de su ejército a atacar las ciudades de Israel. Ellos conquistaron las ciudades de Ijón, Dan y Abel-bet-maaca[al] y todas las ciudades de almacenamiento de Neftalí. Apenas Baasa de Israel se enteró de lo que ocurría, abandonó el proyecto de fortificar Ramá y detuvo todo el trabajo. Entonces el rey Asa convocó a todos los hombres de Judá para que transportaran las piedras de construcción y la madera que Baasa había estado usando para fortificar Ramá. Asa empleó esos mismos materiales para fortificar las ciudades de Geba y Mizpa.

En ese tiempo, Hananí el vidente fue a ver al rey Asa y le dijo: «Por cuanto pusiste tu confianza en el rey de Aram en lugar de confiar en el Señor tu Dios, perdiste la oportunidad de destruir al ejército del rey de Aram. ¿No recuerdas lo que les pasó a los etíopes[am] y a los libios y a su enorme ejército, junto con todos sus carros de guerra y los conductores[an]? En ese tiempo, confiaste en el Señor, y él los entregó en tus manos. Los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen el corazón totalmente comprometido con él. ¡Qué necio has sido! ¡De ahora en adelante estarás en guerra!».

10 Asa se enojó tanto con Hananí por haberle dicho esto, que lo echó en la cárcel y lo puso en el cepo. En ese tiempo, Asa también comenzó a oprimir a algunos de su pueblo.

Resumen del reinado de Asa

11 Los demás acontecimientos del reinado de Asa, desde el principio hasta el fin, están registrados en El libro de los reyes de Judá y de Israel. 12 En el año treinta y nueve de su reinado, Asa contrajo una enfermedad grave en los pies. A pesar de lo grave que era, no buscó la ayuda del Señor, sino que recurrió exclusivamente a sus médicos. 13 Así que murió en el año cuarenta y uno de su reinado. 14 Lo enterraron en la tumba que había tallado para sí en la Ciudad de David. Fue puesto sobre una cama perfumada con especias dulces y ungüentos aromáticos, y la gente encendió una enorme hoguera funeraria en su honor.

Josafat gobierna sobre Judá

17 Luego Josafat, hijo de Asa, lo sucedió en el trono, y fortaleció a Judá para hacerle frente a cualquier ataque de Israel. Estableció tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá y asignó guarniciones adicionales en la tierra de Judá y en las ciudades de Efraín que su padre Asa había conquistado.

El Señor estaba con Josafat porque siguió el ejemplo de los primeros años de su padre,[ao] y no rindió culto a las imágenes de Baal. Buscó al Dios de su padre y obedeció sus mandatos en lugar de seguir las prácticas malvadas del reino de Israel. Por eso el Señor estableció el dominio de Josafat sobre el reino de Judá. Todo el pueblo de Judá le llevaba regalos a Josafat, de modo que llegó a ser muy rico y gozó de gran estima. Estaba profundamente comprometido con[ap] los caminos del Señor. Quitó en todo Judá los santuarios paganos y los postes dedicados a la diosa Asera.

En el tercer año de su reinado, Josafat envió a sus funcionarios a enseñar en todas las ciudades de Judá. Entre los funcionarios estaban Ben-hail, Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías. Junto con ellos envió levitas, incluidos Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías. También envió a los sacerdotes Elisama y Yoram. Llevaron copias del libro de la ley del Señor y recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando a la gente.

10 Entonces el temor del Señor vino sobre todos los reinos vecinos para que ninguno de ellos quisiera declarar la guerra contra Josafat. 11 Algunos de los filisteos le llevaron regalos y plata como tributo, y los árabes le llevaron siete mil setecientos carneros y siete mil setecientos chivos.

12 Entonces Josafat llegó a ser cada vez más poderoso y construyó fortalezas y ciudades de almacenamiento en todo el territorio de Judá. 13 Almacenó numerosas provisiones en las ciudades de Judá y estableció un ejército de soldados experimentados en Jerusalén. 14 Su ejército fue inscrito según los clanes patriarcales.

De Judá había una tropa de trescientos mil hombres, organizada en grupos de mil soldados, bajo el mando de Adnas. 15 El siguiente en mando era Johanán, quien comandaba doscientos ochenta mil soldados. 16 Le seguía Amasías, hijo de Zicri, que se había ofrecido para el servicio del Señor, con doscientos mil soldados bajo su mando.

17 De Benjamín había una tropa de doscientos mil soldados equipados con arcos y escudos. Estaba al mando de Eliada, un soldado veterano. 18 El siguiente en mando era Jozabad, quien comandaba ciento ochenta mil hombres armados.

19 Estas eran las tropas establecidas en Jerusalén al servicio del rey, además de las que Josafat puso en las ciudades fortificadas en todo Judá.

Josafat y Acab

18 Josafat disfrutó de muchas riquezas y de gran estima e hizo una alianza con Acab, rey de Israel, al dar a su hijo en matrimonio a la hija de Acab. Unos años más tarde fue a Samaria para visitar a Acab, quien preparó un gran banquete para él y sus funcionarios. Mataron grandes cantidades de ovejas, cabras y ganado para la fiesta. Después Acab persuadió a Josafat para que se uniera a él para recuperar Ramot de Galaad.

—¿Irás conmigo contra Ramot de Galaad?—preguntó el rey Acab de Israel al rey Josafat de Judá.

—¡Por supuesto!—contestó Josafat—. Tú y yo somos como uno solo, y mis tropas son tus tropas. Ciertamente nos uniremos a ti en batalla.

Entonces agregó:

—Pero primero averigüemos qué dice el Señor.

Así que el rey de Israel convocó a los profetas, cuatrocientos en total, y les preguntó:

—¿Debemos ir a pelear contra Ramot de Galaad, o debo desistir?

—¡Sí, adelante!—contestaron todos ellos—. Dios dará la victoria al rey.

Pero Josafat preguntó:

—¿Acaso no hay también un profeta[aq] del Señor aquí? Debemos hacerle la misma pregunta.

El rey de Israel contestó a Josafat:

—Hay un hombre más que podría consultar al Señor por nosotros, pero lo detesto. ¡Nunca me profetiza nada bueno, solo desgracias! Se llama Micaías, hijo de Imla.

—¡Un rey no debería hablar de esa manera!—respondió Josafat—. Escuchemos lo que tenga que decir.

De modo que el rey de Israel llamó a uno de sus funcionarios y le dijo:

—¡Rápido! Trae a Micaías, hijo de Imla.

Micaías profetiza contra Acab

El rey Acab de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados en sus respectivos tronos en el campo de trillar que está cerca de la puerta de Samaria. Todos los profetas de Acab profetizaban allí, delante de ellos. 10 Uno de los profetas llamado Sedequías, hijo de Quenaana, hizo unos cuernos de hierro y proclamó:

—Esto dice el Señor: ¡Con estos cuernos cornearás a los arameos hasta matarlos!

11 Todos los demás profetas estaban de acuerdo.

—Sí—decían—, sube a Ramot de Galaad y saldrás vencedor, porque ¡el Señor dará la victoria al rey!

12 Mientras tanto, el mensajero que había ido a buscar a Micaías le dijo:

—Mira, todos los profetas le prometen victoria al rey. Ponte tú también de acuerdo con ellos y asegúrale que saldrá vencedor.

13 Pero Micaías respondió:

—Tan cierto como que el Señor vive, solo diré lo que mi Dios diga.

14 Cuando Micaías se presentó ante el rey, Acab le preguntó:

—Micaías, ¿debemos ir a pelear contra Ramot de Galaad, o debo desistir?

Micaías le respondió con sarcasmo:

—¡Sí, sube y saldrás vencedor, tendrás la victoria sobre ellos!

15 Pero el rey le respondió con dureza:

—¿Cuántas veces tengo que exigirte que solo me digas la verdad cuando hables de parte del Señor?

16 Entonces Micaías le dijo:

—En una visión, vi a todo Israel disperso por los montes, como ovejas sin pastor, y el Señor dijo: “Han matado a su amo.[ar] Envíalos a sus casas en paz”.

17 —¿No te dije?—exclamó el rey de Israel a Josafat—. Nunca me profetiza otra cosa que desgracias.

18 Micaías continuó diciendo:

—¡Escucha lo que dice el Señor! Vi al Señor sentado en su trono, rodeado por todos los ejércitos del cielo, a su derecha y a su izquierda. 19 Entonces el Señor dijo: “¿Quién puede seducir al rey Acab de Israel para que vaya a pelear contra Ramot de Galaad y lo maten?”.

»Hubo muchas sugerencias, 20 hasta que finalmente un espíritu se acercó al Señor y dijo: “¡Yo puedo hacerlo!”.

»“¿Cómo lo harás?”, preguntó el Señor.

21 »El espíritu contestó: “Saldré e inspiraré a todos los profetas de Acab para que hablen mentiras”.

»“Tendrás éxito—dijo el Señor—. Adelante, hazlo”.

22 »Así que, como ves, el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de tus profetas, porque el Señor ha dictado tu condena.

23 Entonces Sedequías, hijo de Quenaana, se acercó a Micaías y le dio una bofetada.

—¿Desde cuándo el Espíritu del Señor salió de mí para hablarte a ti?—le reclamó.

24 Y Micaías le contestó:

—¡Ya lo sabrás, cuando estés tratando de esconderte en algún cuarto secreto!

25 «¡Arréstenlo!—ordenó el rey de Israel—. Llévenlo de regreso a Amón, el gobernador de la ciudad, y a mi hijo Joás. 26 Denles la siguiente orden de parte del rey: “¡Metan a este hombre en la cárcel y no le den más que pan y agua hasta que yo regrese sano y salvo de la batalla!”».

27 Pero Micaías respondió: «¡Si tú regresas a salvo, eso significará que el Señor no habló por medio de mí!». Entonces, dirigiéndose a los que estaban alrededor, agregó: «¡Todos ustedes, tomen nota de mis palabras!».

Muerte de Acab

28 Entonces Acab, rey de Israel, y Josafat, rey de Judá, dirigieron a sus ejércitos contra Ramot de Galaad. 29 El rey de Israel dijo a Josafat: «Cuando entremos en la batalla, yo me disfrazaré para que nadie me reconozca, pero tú ponte tus vestiduras reales». Así que el rey de Israel se disfrazó, y ambos entraron en la batalla.

30 A su vez, el rey de Aram había dado las siguientes órdenes a sus comandantes de carros de guerra: «Ataquen solamente al rey de Israel. ¡No pierdan tiempo con nadie más!». 31 Entonces, cuando los comandantes arameos de los carros vieron a Josafat en sus vestiduras reales, comenzaron a perseguirlo. «¡Allí está el rey de Israel!», gritaban; pero Josafat clamó, y el Señor lo rescató. Dios lo ayudó, apartando a sus atacantes de él. 32 Tan pronto como los comandantes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel, dejaron de perseguirlo.

33 Sin embargo, un soldado arameo disparó una flecha al azar hacia las tropas israelitas e hirió al rey de Israel entre las uniones de su armadura. «¡Da la vuelta[as] y sácame de aquí!—dijo Acab entre quejas y gemidos al conductor del carro—. ¡Estoy gravemente herido!».

34 La encarnizada batalla se prolongó todo ese día, y el rey de Israel se mantuvo erguido en su carro frente a los arameos. Por la tarde, justo cuando se ponía el sol, Acab murió.

Josafat nombra jueces

19 Cuando el rey Josafat de Judá regresó a salvo a Jerusalén, Jehú, hijo de Hananí el vidente, salió a recibirlo. «¿Por qué habrías de ayudar a los perversos y amar a los que odian al Señor?—le preguntó al rey—. Debido a lo que has hecho, el Señor está muy enojado contigo. Sin embargo, hay algo bueno en ti porque quitaste los postes dedicados a la diosa Asera por todo el territorio y has decidido buscar a Dios».

Josafat vivía en Jerusalén pero solía salir a visitar a su gente, y recorría el territorio desde Beerseba hasta la zona montañosa de Efraín, para animar al pueblo a que volviera al Señor, Dios de sus antepasados. Nombró jueces en las ciudades fortificadas por toda la nación y les dijo: «Piensen siempre con cuidado antes de pronunciar juicio. Recuerden que no juzgan para agradar a la gente, sino para agradar al Señor. Él estará con ustedes cuando entreguen el veredicto para cada caso. Teman al Señor y juzguen con integridad, porque el Señor nuestro Dios no tolera que se tuerza la justicia ni que se muestre parcialidad ni que se acepte el soborno».

En Jerusalén Josafat nombró a algunos de los levitas y de los sacerdotes y de los jefes de clanes de Israel para que sirvieran como jueces[at] en casos relacionados con las ordenanzas del Señor y en los conflictos civiles. Estas fueron las instrucciones que les dio: «Ustedes deben actuar siempre con el temor del Señor, con fidelidad y con un corazón íntegro. 10 Cada vez que les llegue un caso de sus compatriotas que viven en ciudades distantes—ya sea de asesinato o de alguna otra violación de las leyes, los mandatos, los decretos y las ordenanzas de Dios—deben advertirles que no pequen contra el Señor, para que no se enoje con ustedes ni con ellos. Procedan así y no serán culpables.

11 »Amarías, el sumo sacerdote, tendrá la última palabra en todos los casos que tengan que ver con el Señor. Zebadías, hijo de Ismael, jefe de la tribu de Judá, tendrá la última palabra en todos los casos civiles. Los levitas los ayudarán a asegurarse de que se haga justicia. Anímense y cumplan con sus deberes y que el Señor esté con todos los que hacen lo correcto».

Guerra con las naciones vecinas

20 Después de esto, los ejércitos de los moabitas y de los amonitas, y algunos meunitas[au] le declararon la guerra a Josafat. Llegaron mensajeros e informaron a Josafat: «Un enorme ejército de Edom[av] marcha contra ti desde más allá del mar Muerto;[aw] ya está en Hazezon-tamar». (Este era otro nombre para En-gadi).

Josafat quedó aterrado con la noticia y le suplicó al Señor que lo guiara. También ordenó a todos en Judá que ayunaran. De modo que los habitantes de todas las ciudades de Judá fueron a Jerusalén para buscar la ayuda del Señor.

Josafat se puso de pie ante la comunidad de Judá en Jerusalén, frente al nuevo atrio del templo del Señor, y oró diciendo: «Oh Señor, Dios de nuestros antepasados, solo tú eres el Dios que está en el cielo. Tú eres el gobernante de todos los reinos de la tierra. Tú eres fuerte y poderoso. ¡Nadie puede hacerte frente! Oh Dios nuestro, ¿acaso no expulsaste a los que vivían en esta tierra cuando llegó tu pueblo Israel? ¿Acaso no les diste esta tierra para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham? Tu pueblo se estableció aquí y construyó este templo para honrar tu nombre. Ellos dijeron: “Cuando enfrentemos cualquier calamidad, ya sea guerra,[ax] plagas o hambre, podremos venir a este lugar para estar en tu presencia ante este templo donde se honra tu nombre. Podremos clamar a ti para que nos salves y tú nos oirás y nos rescatarás”.

10 »Ahora mira lo que los ejércitos de Amón, Moab y del monte Seir están haciendo. Tú no permitiste que nuestros antepasados invadieran esas naciones cuando Israel salió de Egipto, así que las rodearon y no las destruyeron. 11 ¡Mira cómo nos pagan ahora, porque han venido para echarnos de tu tierra, la cual nos diste como herencia! 12 Oh Dios nuestro, ¿no los vas a detener? Somos impotentes ante este ejército poderoso que está a punto de atacarnos. No sabemos qué hacer, pero en ti buscamos ayuda».

13 Mientras todos los hombres de Judá estaban de pie ante el Señor junto con sus esposas, sus hijos y aun los niños pequeños, 14 el Espíritu del Señor vino sobre uno de los hombres allí presentes. Se llamaba Jahaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, un levita, quien era un descendiente de Asaf.

15 Dijo: «¡Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Escuche, rey Josafat! Esto dice el Señor: “¡No tengan miedo! No se desalienten por este poderoso ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios. 16 Mañana, marchen contra ellos. Los encontrarán subiendo por la cuesta de Sis al extremo del valle que da al desierto de Jeruel. 17 Sin embargo, ustedes ni siquiera tendrán que luchar. Tomen sus posiciones; luego quédense quietos y observen la victoria del Señor. Él está con ustedes, pueblo de Judá y de Jerusalén. No tengan miedo ni se desalienten. ¡Salgan mañana contra ellos, porque el Señor está con ustedes!”».

18 Entonces el rey Josafat se inclinó rostro en tierra y todo el pueblo de Judá y de Jerusalén hizo lo mismo en adoración al Señor. 19 Después los levitas de los clanes de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar a viva voz al Señor, Dios de Israel.

20 Temprano a la mañana siguiente, el ejército de Judá salió al desierto de Tecoa. De camino, el rey Josafat se detuvo y dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! Crean en el Señor su Dios y podrán permanecer firmes. Créanles a sus profetas y tendrán éxito».

21 Después de consultar con el pueblo, el rey nombró cantores que caminaran delante del ejército cantando al Señor y alabándolo por su santo esplendor. Esto es lo que cantaban:

«¡Den gracias al Señor;
    su fiel amor perdura para siempre!».

22 Cuando comenzaron a cantar y a dar alabanzas, el Señor hizo que los ejércitos de Amón, de Moab y del monte Seir comenzaran a luchar entre sí. 23 Los ejércitos de Moab y de Amón se volvieron contra sus aliados del monte Seir y mataron a todos y a cada uno de ellos. Después de destruir al ejército de Seir, empezaron a atacarse entre sí. 24 De modo que cuando el ejército de Judá llegó al puesto de observación en el desierto, no vieron más que cadáveres hasta donde alcanzaba la vista. Ni un solo enemigo había escapado con vida.

25 El rey Josafat y sus hombres salieron a recoger el botín. Encontraron una enorme cantidad de objetos, vestidos[ay] y otros artículos valiosos, más de lo que podían cargar. ¡Había tanto botín que les llevó tres días solo para juntarlo! 26 Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición,[az] el cual recibió ese nombre aquel día porque allí el pueblo alabó y agradeció al Señor. Aún se conoce como valle de la Bendición hasta el día de hoy.

27 Luego todos los hombres volvieron a Jerusalén, con Josafat a la cabeza, rebosando de alegría porque el Señor les había dado la victoria sobre sus enemigos. 28 Entraron a Jerusalén al son de arpas, liras y trompetas, y se dirigieron al templo del Señor.

29 Cuando todos los reinos vecinos oyeron que el Señor mismo había luchado contra los enemigos de Israel, el temor de Dios se apoderó de ellos. 30 Así que el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le había dado descanso por todo el territorio.

Resumen del reinado de Josafat

31 De manera que Josafat gobernó la tierra de Judá. Tenía treinta y cinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén veinticinco años. Su madre era Azuba, hija de Silhi.

32 Josafat fue un buen rey, quien siguió los caminos de su padre Asa. Hizo lo que era agradable a los ojos del Señor. 33 Sin embargo, durante su reinado no quitó todos los santuarios paganos, y la gente nunca se comprometió por completo a seguir al Dios de sus antepasados.

34 Los demás acontecimientos del reinado de Josafat, desde el principio hasta el fin, están registrados en El registro de Jehú, hijo de Hananí, el cual está incluido en El libro de los reyes de Israel.

35 Tiempo después, Josafat, rey de Judá, hizo una alianza con el rey Ocozías de Israel, quien era un hombre muy perverso.[ba] 36 Juntos construyeron una flota de barcos mercantes[bb] en el puerto de Ezión-geber. 37 Luego Eliezer, hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat y le dijo: «Por haberte aliado con el rey Ocozías, el Señor destruirá tu labor». Así que los barcos naufragaron y nunca se hicieron a la mar.[bc]

Yoram gobierna sobre Judá

21 Cuando murió Josafat, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Después su hijo Yoram lo sucedió en el trono.

Los hermanos de Yoram—los otros hijos de Josafat—fueron Azarías, Jehiel, Zacarías, Azaryahu, Micael y Sefatías; todos estos fueron hijos de Josafat, rey de Judá.[bd] Su padre había dado a cada uno de ellos regalos valiosos de plata, oro y objetos costosos, y también les dio algunas de las ciudades fortificadas de Judá; pero designó a Yoram para que fuera el siguiente rey porque era el hijo mayor. Sin embargo, cuando Yoram se afianzó firmemente en el trono mató a todos sus hermanos y a algunos de los otros líderes de Judá.

Yoram tenía treinta y dos años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén ocho años. Sin embargo, siguió el ejemplo de los reyes de Israel y fue tan perverso como el rey Acab, porque se había casado con una de las hijas de Acab. Así que Yoram hizo lo malo a los ojos del Señor. No obstante, el Señor no quiso destruir la dinastía de David, porque había hecho un pacto con David y le había prometido que sus descendientes seguirían gobernando, brillando como una lámpara por siempre.

Durante el reinado de Yoram, los edomitas se rebelaron contra Judá y coronaron a su propio rey. Entonces Yoram marchó con todo su ejército y todos sus carros de guerra. Los edomitas rodearon a Yoram y a los comandantes de sus carros, pero él los atacó[be] de noche al abrigo de la oscuridad. 10 Aun así, Edom ha sido independiente de Judá hasta el día de hoy. La ciudad de Libna también se rebeló por ese mismo tiempo. Todo esto ocurrió porque Yoram había abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. 11 Había construido santuarios paganos en la zona montañosa de Judá y había inducido a la gente de Jerusalén y de Judá a apartarse del buen camino y a entregarse a dioses paganos.

12 Luego el profeta Elías le escribió la siguiente carta a Yoram:

«Esto dice el Señor, Dios de tu antepasado David: “Tú no has seguido el buen ejemplo de tu padre, Josafat, ni el de tu abuelo Asa, rey de Judá. 13 En cambio, has sido tan perverso como los reyes de Israel. Has llevado al pueblo de Jerusalén y de Judá a rendir culto a los ídolos, tal como lo hizo el rey Acab en Israel. Incluso has matado a tus propios hermanos, hombres que eran mejores que tú. 14 Por eso ahora el Señor está a punto de herirte con un fuerte golpe a ti, a tu pueblo, a tus hijos, a tus esposas y a todo lo que te pertenece. 15 Sufrirás una grave enfermedad abdominal que se empeorará cada día hasta que se te salgan los intestinos”».

16 Después el Señor incitó a los filisteos y a los árabes, pueblos que vivían cerca de los etíopes,[bf] para que atacaran a Yoram. 17 Marcharon contra Judá, derribaron sus defensas y se llevaron todo lo que había de valor en el palacio real, incluso a los hijos y a las esposas del rey. Solo quedó con vida Ocozías,[bg] el menor de sus hijos.

18 Después de todo esto, el Señor afligió a Yoram con una enfermedad intestinal incurable. 19 Cada día empeoraba y, al cabo de dos años, se le salieron los intestinos por causa de la enfermedad y murió con terribles dolores. Su pueblo no hizo una gran hoguera funeraria para honrarlo, como se había hecho con sus antepasados.

20 Yoram tenía treinta y dos años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén ocho años. Nadie sintió pena cuando murió. Lo enterraron en la Ciudad de David, pero no en el cementerio de los reyes.

Ocozías gobierna sobre Judá

22 Entonces el pueblo de Jerusalén proclamó como siguiente rey a Ocozías, el hijo menor de Yoram, ya que bandas saqueadoras que llegaron con los árabes[bh] habían matado a todos los hijos mayores. Por eso Ocozías, hijo de Yoram, reinó sobre Judá.

Ocozías tenía veintidós[bi] años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén un año. Su madre se llamaba Atalía y era nieta del rey Omri. Ocozías también siguió el mal ejemplo de la familia del rey Acab, porque su madre lo animaba a hacer lo malo. Hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que la familia de Acab. Los parientes de Acab incluso llegaron a ser asesores de Ocozías después de la muerte de su padre y lo llevaron a la ruina.

Siguiendo su mal consejo, Ocozías se unió a Joram,[bj] hijo del rey Acab de Israel, en su guerra contra el rey Hazael de Aram en Ramot de Galaad. Cuando los arameos[bk] hirieron a Joram en la batalla, él regresó a Jezreel para recuperarse de las heridas que había recibido en Ramot.[bl] Como Joram estaba herido, el rey Ocozías[bm] de Judá fue a visitarlo a Jezreel.

Ahora bien, Dios había decidido que esta visita sería la ruina de Ocozías. Mientras estaba allí, Ocozías salió con Joram para encontrarse con Jehú, nieto de Nimsi,[bn] a quien el Señor había designado para destruir la dinastía de Acab.

Mientras Jehú llevaba a cabo el juicio contra la familia de Acab, por casualidad se encontró con algunos de los funcionarios de Judá y con parientes de Ocozías[bo] que viajaban con él. Entonces Jehú los mató a todos. Luego los hombres de Jehú buscaron a Ocozías y lo encontraron escondido en la ciudad de Samaria. Lo llevaron ante Jehú, quien lo mató. Ocozías recibió un entierro digno, porque la gente decía: «Era el nieto de Josafat, un hombre que buscó al Señor con todo el corazón»; pero ninguno de los sobrevivientes de la familia de Ocozías estaba en condiciones de gobernar el reino.

La reina Atalía gobierna sobre Judá

10 Cuando Atalía, la madre del rey Ocozías de Judá, supo que su hijo había muerto, comenzó a aniquilar al resto de la familia real de Judá; 11 pero Josaba, hermana de Ocozías[bp] e hija del rey Yoram, tomó a Joás, el hijo más pequeño de Ocozías, y lo rescató de entre los demás hijos del rey que estaban a punto de ser ejecutados. Josaba puso a Joás con su nodriza en un dormitorio. De esa manera Josaba, esposa del sacerdote Joiada y hermana de Ocozías, escondió al niño para que Atalía no pudiera asesinarlo. 12 Joás permaneció escondido en el templo de Dios durante seis años, mientras Atalía gobernaba el país.

Rebelión contra Atalía

23 En el séptimo año del reinado de Atalía, el sacerdote Joiada decidió actuar. Se armó de valor e hizo un pacto con cinco comandantes del ejército: Azarías, hijo de Jeroham; Ismael, hijo de Johanán; Azarías, hijo de Obed; Maaseías, hijo de Adaía, y Elisafat, hijo de Zicri. Estos hombres viajaron en secreto por todo Judá y convocaron a los levitas y a los jefes de clanes de todas las ciudades para que fueran a Jerusalén. Entonces se reunieron frente al templo de Dios, donde hicieron un pacto solemne con Joás, el joven rey.

Joiada les dijo: «¡Aquí está el hijo del rey! ¡Ha llegado el momento para que él reine! El Señor prometió que un descendiente de David sería nuestro rey. Tienen que hacer lo siguiente: cuando ustedes, sacerdotes y levitas, empiecen el turno el día de descanso, una tercera parte de ustedes servirán como porteros; otra tercera parte irá hasta el palacio real; y la otra tercera parte estará en la puerta de los Cimientos. Todos los demás deberán quedarse en los atrios del templo del Señor. Recuerden, solo los sacerdotes y los levitas de turno pueden entrar al templo del Señor, porque han sido separados como santos. El resto del pueblo deberá obedecer las instrucciones del Señor y permanecer fuera. Ustedes levitas, formen una escolta alrededor del rey y tengan sus armas en la mano. Maten a cualquiera que intente entrar al templo. Quédense junto al rey vaya donde vaya».

De manera que los levitas y todo el pueblo de Judá hicieron todo tal como el sacerdote Joiada les había ordenado. Los comandantes se encargaron de los hombres que se presentaban para su turno ese día de descanso, así como los que terminaban el suyo. El sacerdote Joiada no permitió que ninguno se fuera a su casa después de haber terminado su turno. Luego Joiada dio a los comandantes las lanzas y los escudos grandes y pequeños que habían pertenecido al rey David y estaban guardados en el templo de Dios. 10 Ubicó a todos los hombres alrededor del rey, con sus armas listas. Formaron una hilera desde el lado sur del templo hasta el lado norte y alrededor del altar.

11 Entonces Joiada y sus hijos sacaron a Joás, el hijo del rey, pusieron la corona sobre su cabeza y le entregaron una copia de las leyes de Dios.[bq] Lo ungieron y lo proclamaron rey, y todos gritaron: «¡Viva el rey!».

Muerte de Atalía

12 Cuando Atalía oyó el ruido de la gente que corría y los gritos aclamando al rey, fue de prisa al templo del Señor para ver qué pasaba. 13 Cuando llegó, vio al recién coronado rey de pie en el lugar de autoridad, junto a la columna de entrada al templo. Los comandantes y los trompetistas lo rodeaban, y gente de todo el reino celebraba y tocaba las trompetas. Los cantores, con instrumentos musicales, dirigían al pueblo en una gran celebración. Cuando Atalía vio todo esto, rasgó su ropa en señal de desesperación y gritó: «¡Traición! ¡Traición!».

14 Después el sacerdote Joiada ordenó a los comandantes que estaban a cargo de las tropas: «Llévensela a los soldados que están de guardia frente al templo,[br] y maten a cualquiera que intente rescatarla». Pues el sacerdote había dicho: «No deben matarla dentro del templo del Señor». 15 Por eso la agarraron y la llevaron a la entrada de la puerta de los Caballos, en el predio del palacio, y allí la mataron.

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