Bible in 90 Days
20 Luego Jacob hizo el siguiente voto: «Si Dios en verdad está conmigo y me protege en este viaje, y si él me provee de comida y de ropa, 21 y si yo regreso sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor ciertamente será mi Dios. 22 Y esta piedra que levanté como columna conmemorativa será un lugar de adoración a Dios, y yo le daré a Dios una décima parte de todo lo que él me dé».
Jacob llega a Padán-aram
29 Entonces Jacob se apresuró y por fin llegó a la tierra del oriente. 2 A la distancia vio un pozo. Junto al pozo, en campo abierto, había tres rebaños de ovejas y de cabras esperando a que les dieran de beber; pero una pesada piedra tapaba la boca del pozo.
3 Era costumbre del lugar esperar a que llegaran todos los rebaños antes de quitar la piedra y dar de beber a los animales. Después se volvía a tapar la boca del pozo con la piedra. 4 Jacob se acercó a los pastores y preguntó:
—¿De dónde son ustedes, amigos?
—Somos de Harán—contestaron ellos.
5 —¿Conocen allí a un hombre llamado Labán, el nieto de Nacor?—les preguntó.
—Sí, lo conocemos—contestaron.
6 —¿Y él está bien?—preguntó Jacob.
—Sí, está bien—contestaron—. Mire, ahí viene su hija Raquel con los rebaños.
7 —Todavía estamos a plena luz del día—dijo Jacob—, por lo que es demasiado temprano para reunir a los animales. ¿Por qué no dan ustedes de beber a las ovejas y a las cabras para que así puedan volver a pastar?
8 —No podemos dar de beber a los animales hasta que hayan llegado todos los rebaños—contestaron—. Entonces los pastores quitan la piedra de la boca del pozo y damos de beber a todas las ovejas y las cabras.
9 Todavía estaba Jacob hablando con ellos cuando llegó Raquel con los rebaños de su padre, porque ella era pastora. 10 Ya que Raquel era su prima—la hija de Labán, el hermano de su madre—, y como las ovejas y las cabras eran de su tío Labán, Jacob fue al pozo, quitó la piedra que tapaba la boca y dio de beber al rebaño de su tío. 11 Luego Jacob besó a Raquel y lloró en voz alta. 12 Le explicó a Raquel que él era su primo por parte de su padre, el hijo de su tía Rebeca. Enseguida Raquel salió corriendo y se lo contó a su padre Labán.
13 En cuanto Labán oyó que su sobrino Jacob había llegado, corrió a encontrarse con él. Lo abrazó y lo besó, y lo llevó a su casa. Cuando Jacob le contó su historia, 14 Labán exclamó: «¡Verdaderamente eres de mi misma sangre!».
Jacob se casa con Lea y con Raquel
Jacob se quedó con Labán alrededor de un mes, y después 15 Labán le dijo:
—No deberías trabajar para mí sin recibir pago, solo porque somos parientes. Dime cuánto debería ser tu salario.
16 Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea, y la menor se llamaba Raquel. 17 No había brillo en los ojos de Lea,[a] pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita. 18 Ya que Jacob estaba enamorado de Raquel, le dijo a su padre:
—Trabajaré para ti siete años si me entregas como esposa a Raquel, tu hija menor.
19 —¡De acuerdo!—respondió Labán—. Prefiero entregártela a ti que a cualquier otro. Quédate y trabaja para mí.
20 Así que Jacob trabajó siete años para obtener a Raquel; pero su amor por ella era tan fuerte que le parecieron unos pocos días.
21 Finalmente llegó el momento de casarse con ella. «He cumplido mi parte del acuerdo—le dijo Jacob a Labán—. Ahora entrégame a mi esposa para acostarme con ella».
22 Entonces Labán invitó a toda la gente de los alrededores y preparó una fiesta de bodas; 23 pero aquella noche, cuando estaba oscuro, Labán tomó a Lea y se la entregó a Jacob, y él durmió con ella. 24 (Labán le había dado a Lea una sierva, Zilpa, para que la atendiera).
25 A la mañana siguiente, cuando Jacob se despertó, ¡vio que era Lea!
—¿Qué me has hecho?—le dijo a Labán con furia—. ¡He trabajado siete años por Raquel! ¿Por qué me has engañado?
26 —Aquí no es nuestra costumbre casar a la hija menor antes que a la mayor—contestó Labán—, 27 pero espera hasta que termine la semana nupcial y entonces te daré también a Raquel, siempre y cuando prometas trabajar para mí otros siete años.
28 Así que Jacob aceptó trabajar siete años más. Una semana después de casarse con Lea, Labán también le entregó a Raquel. 29 (Labán le dio a Raquel una sierva, Bilha, para que la atendiera). 30 Entonces Jacob durmió también con Raquel, y la amó mucho más que a Lea. Y se quedó allí y trabajó para Labán los siete años adicionales.
Los muchos hijos de Jacob
31 Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió que tuviera hijos, pero Raquel no podía concebir. 32 Así que Lea quedó embarazada y dio a luz un hijo, a quien llamó Rubén,[b] porque dijo: «El Señor se ha dado cuenta de mi sufrimiento, y ahora mi esposo me amará».
33 Al poco tiempo, volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Simeón,[c] porque dijo: «El Señor oyó que yo no era amada y me ha dado otro hijo».
34 Después quedó embarazada por tercera vez y dio a luz otro hijo. Lo llamaron Leví,[d] porque ella dijo: «Ciertamente esta vez mi esposo sentirá cariño por mí, ya que le he dado tres hijos».
35 Una vez más Lea quedó embarazada y dio a luz otro hijo, a quien llamó Judá,[e] porque dijo: «¡Ahora alabaré al Señor!». Y entonces dejó de tener hijos.
30 Cuando Raquel vio que no podía darle hijos a Jacob, tuvo celos de su hermana. Le rogaba a Jacob:
—¡Dame hijos o moriré!
2 Entonces Jacob se puso furioso con Raquel.
—¿Acaso yo soy Dios?—le dijo—. ¡Él es el que no te ha permitido tener hijos!
3 Entonces Raquel le dijo:
—Toma a mi sierva, Bilha, y duerme con ella. Ella dará a luz hijos por mí,[f] y a través de ella yo también podré tener una familia.
4 Entonces Raquel entregó a su sierva Bilha como esposa para Jacob, y él durmió con ella. 5 Bilha quedó embarazada y le dio a Jacob un hijo. 6 Raquel le puso por nombre Dan,[g] porque dijo: «¡Dios me ha hecho justicia! Oyó mi petición y me dio un hijo». 7 Luego Bilha volvió a embarazarse y dio a Jacob un segundo hijo. 8 Raquel le puso por nombre Neftalí,[h] porque dijo: «He luchado mucho con mi hermana, ¡y estoy ganando!».
9 Mientras tanto, Lea se dio cuenta de que ya no quedaba embarazada, entonces tomó a su sierva, Zilpa, y la entregó a Jacob como esposa. 10 Pronto Zilpa le dio un hijo a Jacob. 11 Lea le puso por nombre Gad,[i] porque dijo: «¡Qué afortunada soy!». 12 Entonces Zilpa dio a Jacob un segundo hijo, 13 y Lea le puso por nombre Aser,[j] porque dijo: «¡Qué alegría que tengo! Ahora las demás mujeres celebrarán conmigo».
14 Cierto día, durante la cosecha de trigo, Rubén encontró algunas mandrágoras que crecían en el campo y se las llevó a su madre, Lea. Raquel le suplicó a Lea:
—Por favor, dame algunas de las mandrágoras que te trajo tu hijo.
15 —¿No fue suficiente que me robaras a mi marido? ¿Ahora también te robarás las mandrágoras de mi hijo?—le respondió Lea con enojo.
Raquel contestó:
—Dejaré que Jacob duerma contigo esta noche si me das algunas mandrágoras.
16 Así que, al atardecer, cuando Jacob regresaba de los campos, Lea salió a su encuentro. «¡Debes venir a dormir conmigo esta noche!—le dijo ella—. Pagué por ti con algunas mandrágoras que encontró mi hijo». Por lo tanto, esa noche él durmió con Lea; 17 y Dios contestó las oraciones de Lea, y ella volvió a quedar embarazada y dio a luz un quinto hijo a Jacob. 18 Ella le puso por nombre Isacar,[k] porque dijo: «Dios me ha recompensado por haber dado a mi sierva como esposa a mi marido». 19 Luego Lea quedó embarazada de nuevo y dio a luz un sexto hijo a Jacob. 20 Le puso por nombre Zabulón,[l] porque dijo: «Dios me ha dado una buena recompensa. Ahora mi marido me tratará con respeto, porque le he dado seis hijos». 21 Más adelante, ella dio a luz una hija y le puso por nombre Dina.
22 Después Dios se acordó de la dificultad de Raquel y contestó sus oraciones permitiéndole tener hijos. 23 Ella quedó embarazada y dio a luz un hijo. «Dios ha quitado mi deshonra», dijo ella. 24 Y le puso por nombre José,[m] porque dijo: «Que el Señor añada aún otro hijo a mi familia».
Las riquezas de Jacob aumentan
25 Poco tiempo después de que Raquel dio a luz a José, Jacob le dijo a Labán:
—Por favor, libérame para que regrese a mi hogar en mi propia tierra. 26 Permíteme llevar a mis esposas y a mis hijos, porque me los he ganado sirviéndote a ti, y déjame ir. Tú sabes con cuánto esfuerzo he trabajado para ti.
27 —Por favor, escúchame—respondió Labán—. Me he enriquecido, porque[n] el Señor me ha bendecido por causa de ti. 28 Dime cuánto te debo. Sea lo que fuere, yo te lo pagaré.
29 —Tú sabes con cuánto esfuerzo he trabajado para ti—respondió Jacob—, y cómo tus rebaños y tus manadas han aumentado a mi cuidado. 30 En verdad tenías muy poco antes de que yo llegara, pero tu riqueza aumentó enormemente. El Señor te ha bendecido mediante todo lo que he hecho. ¿Pero y yo, qué? ¿Cuándo podré comenzar a mantener a mi propia familia?
31 —¿Qué salario quieres que te pague?—volvió a preguntar Labán.
—No me des nada. Haz una sola cosa, y yo seguiré ocupándome de tus rebaños y cuidando de ellos. 32 Déjame inspeccionar hoy tus rebaños y separar todas las ovejas y las cabras que estén manchadas o moteadas, junto con todas las ovejas negras. Dame esas a modo de salario. 33 En el futuro, cuando revises los animales que me hayas dado como salario, verás que he sido honesto contigo: si encuentras en mi rebaño alguna cabra que no esté manchada o moteada, o alguna oveja que no sea negra, sabrás que te la he robado.
34 —De acuerdo—respondió Labán—, será tal como has dicho.
35 Ese mismo día, Labán salió y sacó los chivos rayados y moteados, todas las cabras manchadas y moteadas o que tuvieran manchas blancas, y todas las ovejas negras. Puso los animales al cuidado de sus propios hijos, 36 quienes se los llevaron a una distancia de tres días de camino del lugar donde estaba Jacob. Mientras tanto, Jacob se quedó y cuidó del resto del rebaño de Labán.
37 Luego Jacob tomó algunas ramas verdes de álamo, de almendro y de plátano oriental, y las peló quitándoles tiras de la corteza, de modo que quedaran con rayas blancas. 38 Después puso esas ramas peladas en los bebederos donde los rebaños iban a tomar agua, porque era allí donde se apareaban; 39 y cuando se apareaban frente a las ramas peladas con rayas blancas, tenían crías rayadas, manchadas y moteadas. 40 Jacob separaba esos corderos del rebaño de Labán. En la época de celo, los ponía frente a los animales de Labán que fueran rayados o negros. Así es como él aumentaba su propio rebaño en lugar de incrementar el de Labán.
41 Cada vez que las hembras más fuertes estaban listas para aparearse, Jacob ponía las ramas peladas en los bebederos frente a ellas. Entonces se apareaban frente a las ramas; 42 pero no lo hacía con las hembras más débiles, de modo que los animales más débiles pertenecían a Labán y los más fuertes, a Jacob. 43 Como resultado, Jacob se hizo muy rico, con grandes rebaños de ovejas y cabras, siervas y siervos, y muchos camellos y burros.
Jacob huye de Labán
31 Entonces Jacob se enteró de que los hijos de Labán se quejaban de él, y decían: «¡Jacob le robó todo a nuestro padre! Logró toda su riqueza a costa de nuestro padre». 2 Y Jacob comenzó a notar un cambio en la actitud de Labán hacia él.
3 Entonces el Señor le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tu padre y de tu abuelo, y a tus parientes de allí y yo estaré contigo».
4 Entonces Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde él cuidaba el rebaño 5 y les dijo:
—Noto un cambio en la actitud de su padre hacia mí, pero el Dios de mi padre ha estado conmigo. 6 Ustedes saben con cuánto esfuerzo trabajé para su padre; 7 sin embargo, me ha estafado, cambiando mi salario diez veces. Pero Dios no le ha permitido que me haga ningún daño. 8 Pues, si él decía: “Los animales manchados serán tu salario”, todo el rebaño comenzaba a dar crías manchadas. Y cuando él cambiaba de opinión y decía: “Los animales rayados serán tu salario”, entonces todo el rebaño producía crías rayadas. 9 De esa manera, Dios ha tomado los animales de su padre y me los ha entregado a mí.
10 »En una ocasión, durante la época de apareamiento, tuve un sueño y vi que los chivos que se apareaban con las hembras eran rayados, manchados y moteados. 11 Y en mi sueño, el ángel de Dios me dijo: “¡Jacob!”. Y yo respondí: “Sí, aquí estoy”.
12 »El ángel dijo: “Levanta la vista, y verás que solamente los machos rayados, manchados y moteados se aparean con las hembras de tu rebaño. Pues he visto el modo en que Labán te ha tratado. 13 Yo soy el Dios que se te apareció en Betel,[o] el lugar donde ungiste la columna de piedra y me hiciste el voto. Ahora prepárate, sal de este país y regresa a la tierra donde naciste”.
14 Raquel y Lea respondieron:
—¡Por nuestra parte está bien! De todos modos, nosotras no heredaremos nada de las riquezas de nuestro padre. 15 Él ha reducido nuestros derechos a los mismos que tienen las mujeres extranjeras, y después de habernos vendido, derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras. 16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre y te ha dado a ti nos pertenece legalmente a nosotras y a nuestros hijos. Así que, adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho.
17 Entonces Jacob hizo que sus esposas y sus hijos subieran a los camellos 18 y puso en marcha a todos sus animales. Reunió todas las pertenencias que había adquirido en Padán-aram y salió hacia la tierra de Canaán, donde vivía su padre Isaac. 19 En el momento de partir, Labán estaba lejos, esquilando sus ovejas. Así que Raquel robó los ídolos de familia de su padre y los llevó consigo. 20 Jacob fue más listo que Labán el arameo, porque salieron en secreto y nunca le dijeron que se iban. 21 De ese modo Jacob se llevó todas sus pertenencias y cruzó el río Éufrates[p] en dirección a la zona montañosa de Galaad.
Labán persigue a Jacob
22 Tres días después, le avisaron a Labán que Jacob había huido. 23 Entonces él reunió a un grupo de sus parientes y emprendió la búsqueda. Alcanzó a Jacob siete días después en la zona montañosa de Galaad; 24 pero la noche anterior, Dios se le había aparecido a Labán el arameo en un sueño y le había dicho: «Te advierto que dejes en paz a Jacob».
25 Labán alcanzó a Jacob, quien acampaba en la zona montañosa de Galaad, y armó su campamento no muy lejos del campamento de Jacob.
26 —¿Qué pretendes engañándome de esa manera?—preguntó Labán—. ¿Cómo te atreves a llevarte a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra? 27 ¿Por qué huiste en secreto? ¿Por qué me engañaste? ¿Y por qué no me dijiste que querías marcharte? Yo te habría hecho una fiesta de despedida con cánticos y música, al son de panderetas y arpas. 28 ¿Por qué no me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos, y despedirme de ellos? ¡Has actuado como un necio! 29 Yo podría destruirte, pero el Dios de tu padre se me apareció anoche y me advirtió: “¡Deja en paz a Jacob!”. 30 Puedo entender que sientas que debes irte y anhelas intensamente la casa de tu padre, pero ¿por qué robaste mis dioses?
31 —Me apresuré a irme porque tuve miedo—contestó Jacob—. Pensé que me quitarías a tus hijas por la fuerza. 32 Ahora, en cuanto a tus dioses, si puedes encontrarlos, ¡que muera la persona que los haya tomado! Si encuentras alguna otra cosa que te pertenezca, identifícala delante de estos parientes nuestros, y yo te la devolveré.
Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos de familia.
33 Labán fue a buscar primero en la carpa de Jacob, luego entró en la de Lea y después buscó en las carpas de las dos esposas esclavas, pero no encontró nada. Por último fue a la carpa de Raquel, 34 pero Raquel había tomado los ídolos y los había escondido en la montura de su camello, y estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada rincón de la carpa sin encontrarlos, 35 ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi período menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar los ídolos de familia.
36 Entonces Jacob se enojó mucho y desafió a Labán.
—¿Cuál es mi delito?—preguntó él—. ¿Qué mal he hecho para que me persigas como si fuera un criminal? 37 Has registrado todas mis pertenencias. ¡Muéstrame ahora lo que hayas encontrado que sea tuyo! Ponlo aquí delante de nosotros, a la vista de nuestros parientes, para que todos lo vean. ¡Que ellos juzguen entre nosotros!
38 »Durante veinte años he estado contigo, cuidando de tus rebaños. En todo ese tiempo, tus ovejas y tus cabras nunca abortaron. En todos esos años, nunca tomé ni un solo carnero tuyo para comérmelo. 39 Si alguno de ellos era atacado por animales salvajes y moría, yo nunca te mostraba el cadáver ni te pedía que lo descontaras de tu rebaño. No, ¡yo mismo me hacía cargo de la pérdida! Tú me hacías pagar por cada animal robado, ya fuera a plena luz del día o en la oscuridad de la noche.
40 »Trabajé para ti bajo el sofocante calor del día y en el frío de la noche, sin dormir. 41 Sí, ¡durante veinte años trabajé como un esclavo en tu casa! Trabajé catorce años para ganarme a tus dos hijas y, después, seis años más por tu rebaño. ¡Y cambiaste mi salario diez veces! 42 En realidad, si el Dios de mi padre no hubiera estado de mi parte—el Dios de Abraham y el temible Dios de Isaac[q]—, tú me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto tu abuso y mi arduo trabajo. ¡Por eso se te apareció anoche y te reprendió!
Tratado de Jacob con Labán
43 Entonces Labán respondió a Jacob:
—Esas mujeres son mis hijas, esos niños son mis nietos, y esos rebaños son mis rebaños; de hecho, todo lo que ves es mío; pero ¿qué puedo hacer ahora respecto a mis hijas y a mis nietos? 44 Así que hagamos un pacto tú y yo, y ese pacto será un testimonio de nuestro compromiso.
45 Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como columna conmemorativa. 46 Y dijo a los miembros de su familia: «Recojan algunas piedras». Entonces ellos juntaron piedras y las apilaron. Luego Jacob y Labán se sentaron junto al montículo de piedras y compartieron una comida para celebrar el pacto. 47 Con el fin de conmemorar el suceso, Labán llamó a aquel lugar Jegar-sahaduta (que significa «montículo del testimonio» en arameo), y Jacob lo llamó Galaad (que significa «montículo del testimonio» en hebreo).
48 Entonces Labán declaró: «Este montículo de piedras quedará como testimonio para recordarnos el pacto que hemos hecho hoy». Esto explica por qué ese lugar fue llamado Galaad: «montículo del testimonio», 49 pero también se le llamó Mizpa (que significa «torre de vigilancia»), pues Labán dijo: «Que el Señor nos vigile a los dos para cerciorarse de que guardemos este pacto cuando estemos lejos el uno del otro. 50 Si tú maltratas a mis hijas o te casas con otras mujeres, Dios lo verá aunque nadie más lo vea. Él es testigo de este pacto entre nosotros.
51 »Mira este montículo de piedras—continuó Labán—y mira esta columna conmemorativa que he levantado entre nosotros. 52 Están entre tú y yo como testigos de nuestros votos. Yo nunca cruzaré este montículo de piedras para hacerte daño, y tú nunca debes cruzar estas piedras o esta columna conmemorativa para hacerme daño. 53 Invoco al Dios de nuestros antepasados—el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de mi abuelo Nacor—para que sea juez entre nosotros».
Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac,[r] respetar la línea fronteriza. 54 Luego Jacob ofreció un sacrificio a Dios allí en el monte e invitó a todos a un banquete para celebrar el pacto. Después de comer, pasaron la noche en el monte.
55 [s]Labán se levantó temprano a la mañana siguiente, besó a sus nietos y a sus hijas, y los bendijo. Después se marchó y regresó a su casa.
32 [t]Cuando Jacob emprendió nuevamente su viaje, llegaron ángeles de Dios a encontrarse con él. 2 Al verlos, Jacob exclamó: «¡Este es el campamento de Dios!». Por eso llamaron a aquel lugar Mahanaim.[u]
Jacob envía regalos a Esaú
3 Entonces Jacob envió mensajeros por delante a su hermano Esaú, quien vivía en la región de Seir, en la tierra de Edom. 4 Y les dijo: «Den este mensaje a mi señor Esaú: “Humildes saludos de tu siervo Jacob. Hasta el momento, estuve viviendo con el tío Labán, 5 y ahora soy dueño de ganado, burros, rebaños de ovejas y de cabras, y muchos siervos, tanto varones como mujeres. He enviado a estos mensajeros por delante para informar a mi señor de mi llegada, con la esperanza de que me recibas con bondad”».
6 Después de transmitir el mensaje, los mensajeros regresaron y le informaron a Jacob: «Nos encontramos con su hermano Esaú y ya viene en camino a su encuentro, ¡con un ejército de cuatrocientos hombres!». 7 Jacob quedó aterrado con la noticia. Entonces separó a los miembros de su casa en dos grupos, y también a los rebaños, a las manadas y a los camellos, 8 pues pensó: «Si Esaú encuentra a uno de los grupos y lo ataca, quizá el otro grupo pueda escapar».
9 Entonces Jacob oró: «Oh Dios de mi abuelo Abraham y Dios de mi padre Isaac; oh Señor, tú me dijiste: “Regresa a tu tierra y a tus parientes”. Y me prometiste: “Te trataré con bondad”. 10 No soy digno de todo el amor inagotable y de la fidelidad que has mostrado a mí, tu siervo. Cuando salí de mi hogar y crucé el río Jordán, no poseía más que mi bastón, ¡pero ahora todos los de mi casa ocupan dos grandes campamentos! 11 Oh Señor, te ruego que me rescates de la mano de mi hermano Esaú. Tengo miedo de que venga para atacarme a mí y también a mis esposas y a mis hijos. 12 Pero tú me prometiste: “Ciertamente te trataré con bondad y multiplicaré tus descendientes hasta que lleguen a ser tan numerosos como la arena a la orilla del mar, imposibles de contar”».
13 Así que Jacob pasó la noche en aquel lugar. Luego escogió de sus pertenencias los siguientes regalos para entregar a su hermano Esaú: 14 doscientas cabras, veinte chivos, doscientas ovejas, veinte carneros, 15 treinta camellas con sus crías, cuarenta vacas, diez toros, veinte burras y diez burros. 16 Separó esos animales en manadas y asignó cada manada a un siervo distinto. Luego dijo a estos siervos: «Vayan delante de mí con los animales, pero guarden una buena distancia entre las manadas».
17 A los hombres que dirigían el primer grupo les dio las siguientes instrucciones: «Cuando mi hermano Esaú se encuentre con ustedes, él les preguntará: “¿De quién son siervos? ¿Adónde van? ¿Quién es el dueño de estos animales?”. 18 Entonces deben contestar: “Pertenecen a su servidor Jacob, pero son un regalo para su señor Esaú. Mire, él viene detrás de nosotros”».
19 Jacob dio las mismas instrucciones a los siervos a cargo del segundo y tercer grupo, y a todos los que iban detrás de las manadas: «Cuando se encuentren con Esaú, deben responder lo mismo, 20 y asegúrense de decirle: “Mire, su servidor Jacob viene detrás de nosotros”».
Jacob pensó: «Intentaré apaciguarlo enviando regalos antes de mi llegada, y cuando me encuentre con él en persona, quizá me reciba con bondad». 21 Así que los regalos fueron enviados por delante, y Jacob pasó la noche en el campamento.
Jacob lucha con Dios
22 Durante la noche, Jacob se levantó y tomó a sus dos esposas, a sus dos mujeres esclavas y a sus once hijos, y cruzó el río Jaboc con ellos. 23 Después de llevarlos a la otra orilla, hizo pasar todas sus pertenencias.
24 Entonces Jacob se quedó solo en el campamento, y llegó un hombre y luchó con él hasta el amanecer. 25 Cuando el hombre vio que no ganaría el combate, tocó la cadera de Jacob y la dislocó. 26 Luego el hombre le dijo:
—¡Déjame ir, pues ya amanece!
—No te dejaré ir a menos que me bendigas—le dijo Jacob.
27 —¿Cómo te llamas?—preguntó el hombre.
—Jacob—contestó él.
28 —Tu nombre ya no será Jacob—le dijo el hombre—. De ahora en adelante, serás llamado Israel,[v] porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
29 —Por favor, dime cuál es tu nombre—le dijo Jacob.
—¿Por qué quieres saber mi nombre?—respondió el hombre. Entonces bendijo a Jacob allí.
30 Jacob llamó a aquel lugar Peniel (que significa «rostro de Dios»), porque dijo: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo, conservo la vida». 31 El sol salía cuando Jacob dejó Peniel[w] y se fue cojeando debido a su cadera dislocada. 32 (Hasta el día de hoy, el pueblo de Israel no come del tendón que está cerca de la articulación de la cadera, debido a lo que ocurrió aquella noche cuando el hombre torció el tendón de la cadera de Jacob).
Jacob y Esaú se reconcilian
33 Entonces Jacob levantó la vista y vio a Esaú, quien se acercaba con sus cuatrocientos hombres. Por eso, repartió a los niños entre Lea, Raquel y sus dos esposas esclavas. 2 Colocó en el frente a sus dos esposas esclavas con sus respectivos hijos, después a Lea con sus hijos, y por último a Raquel y a José. 3 Entonces Jacob se adelantó a todos ellos. Cuando se aproximó a su hermano, se inclinó hasta el suelo siete veces delante de él. 4 Entonces Esaú corrió a su encuentro y lo abrazó, puso los brazos alrededor de su cuello y lo besó. Y ambos lloraron.
5 Después Esaú miró a las mujeres y a los niños, y preguntó:
—¿Quiénes son esas personas que vienen contigo?
—Son los hijos que Dios, en su misericordia, me ha dado a mí, tu siervo—contestó Jacob.
6 Después las esposas esclavas se presentaron con sus hijos y se inclinaron ante él. 7 Luego se presentó Lea con sus hijos, quienes también se inclinaron ante él. Finalmente se presentaron José y Raquel, y ambos se inclinaron ante él.
8 —¿Y qué eran todos esos rebaños y esas manadas que encontré en el camino?—preguntó Esaú.
—Son un regalo, mi señor, para asegurar tu amistad—contestó Jacob.
9 —Hermano mío, yo tengo más que suficiente—dijo Esaú—. Guarda para ti lo que tienes.
10 —No—insistió Jacob—, si he logrado tu favor, te ruego que aceptes este regalo de mi parte. ¡Y qué alivio es ver tu amigable sonrisa! ¡Es como ver el rostro de Dios! 11 Por favor, acepta este regalo que te traje, porque Dios ha sido muy generoso conmigo. Yo tengo más que suficiente.
Debido a la insistencia de Jacob, Esaú finalmente aceptó el regalo.
12 —Bien—dijo Esaú—, vamos. Yo iré delante de ti.
13 Pero Jacob respondió:
—Tú mismo puedes ver, mi señor, que algunos de los niños son muy pequeños, y los rebaños y las manadas también tienen sus crías. Si se les hace caminar mucho, aunque fuera un solo día, todos los animales podrían morir. 14 Por favor, mi señor, ve tú primero. Nosotros iremos detrás más lento, a un ritmo que sea cómodo para los animales y para los niños. Nos encontraremos en Seir.
15 —De acuerdo—dijo Esaú—, pero déjame al menos asignarte a algunos de mis hombres para que los guíen y los protejan.
—No es necesario—respondió Jacob—. ¡Basta que me hayas recibido amigablemente, mi señor!
16 Entonces Esaú se dio la vuelta y emprendió el camino de regreso a Seir ese mismo día. 17 Jacob, en cambio, viajó hasta Sucot. Allí se construyó una casa e hizo cobertizos para su ganado. Por eso aquel lugar se llamó Sucot (que significa «cobertizos»).
18 Después de viajar todo el trayecto desde Padán-aram, Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, en la tierra de Canaán. Una vez allí, estableció su campamento fuera de la ciudad. 19 La parcela donde acampó la compró a la familia de Hamor, el padre de Siquem, por cien monedas de plata.[x] 20 Y allí edificó un altar y le puso por nombre El-Elohe-Israel.[y]
Venganza contra Siquem
34 Cierto día, Dina, la hija de Jacob y Lea, fue a visitar a unas jóvenes que vivían en la región. 2 Cuando el príncipe del lugar, Siquem, hijo de Hamor el heveo, vio a Dina, la tomó a la fuerza y la violó. 3 Sin embargo, luego se enamoró de ella e intentó ganarse su cariño con palabras tiernas. 4 Le dijo a su padre Hamor: «Consígueme a esta joven pues quiero casarme con ella».
5 Entonces Jacob se enteró de que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo cuidando sus animales, él no dijo nada hasta que regresaron. 6 Hamor, el padre de Siquem, fue a hablar del asunto con Jacob. 7 Mientras tanto, los hijos de Jacob, al enterarse de lo ocurrido, regresaron del campo de inmediato. Quedaron horrorizados y llenos de furia cuando supieron que su hermana había sido violada. Siquem había cometido un acto vergonzoso contra la familia de Jacob,[z] algo que nunca debió haber hecho.
8 Hamor habló con Jacob y con sus hijos:
—Mi hijo Siquem está verdaderamente enamorado de su hija—dijo—. Por favor, permítanle casarse con ella. 9 De hecho, formemos también otros matrimonios: ustedes nos entregan a sus hijas para nuestros hijos, y nosotros les entregaremos a nuestras hijas para los hijos de ustedes. 10 Todos ustedes pueden vivir entre nosotros; ¡la tierra está a su disposición! Establézcanse aquí y comercien con nosotros, y siéntanse en libertad de comprar propiedades en la región.
11 El propio Siquem también habló con el padre de Dina y con sus hermanos:
—Por favor, sean bondadosos conmigo y permitan que me case con ella—les suplicó—. Yo les daré cualquier cosa que me pidan. 12 Sea cual fuere la dote o el regalo que exijan, lo pagaré de buena gana; solo les pido que me entreguen a la muchacha como esposa.
13 Pero como Siquem había deshonrado a la hermana de ellos, Dina, los hijos de Jacob respondieron con engaño a Siquem y a Hamor, su padre. 14 Les dijeron:
—De ninguna manera podemos permitirlo, porque tú no has sido circuncidado. ¡Sería una vergüenza para nuestra hermana casarse con un hombre como tú! 15 Pero hay una solución. Si todos los varones entre ustedes se circuncidan, como lo hicimos nosotros, 16 entonces les entregaremos a nuestras hijas y tomaremos a las hijas de ustedes para nosotros. Viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo; 17 pero si no aceptan circuncidarse, tomaremos a nuestra hermana y nos marcharemos.
18 Hamor y su hijo Siquem aceptaron la propuesta. 19 Siquem no demoró en cumplir con el requisito, porque deseaba con desesperación a la hija de Jacob. Siquem era un miembro muy respetado de su familia, 20 y acompañó a su padre, Hamor, a presentar la propuesta a los líderes que estaban a las puertas de la ciudad.
21 Les dijeron: «Esos hombres son nuestros amigos. Invitémoslos a vivir entre nosotros y comerciemos libremente. Miren, hay suficiente tierra para mantenerlos. Podemos tomar a sus hijas como esposas y permitir que ellos se casen con las nuestras. 22 Pero ellos aceptarán quedarse aquí y formar un solo pueblo con nosotros únicamente si nuestros hombres se circuncidan, como lo hicieron ellos. 23 Además, si nosotros lo hacemos, todos sus animales y sus posesiones con el tiempo serán nuestros. Vamos, aceptemos sus condiciones y dejemos que se establezcan entre nosotros».
24 Todos los hombres del consejo estuvieron de acuerdo con Hamor y Siquem, y todos los varones de la ciudad fueron circuncidados. 25 Sin embargo, tres días después, cuando aún estaban adoloridos, dos de los hijos de Jacob—Simeón y Leví—, que eran hermanos de Dina por parte de padre y de madre, tomaron sus espadas y entraron en la ciudad sin encontrar resistencia. Entonces masacraron a todos los varones, 26 entre ellos Hamor y su hijo Siquem. Los mataron a espada, y después sacaron a Dina de la casa de Siquem y regresaron a su campamento.
27 Mientras tanto, los demás hijos de Jacob llegaron a la ciudad. Al encontrar masacrados a los hombres, saquearon la ciudad, porque allí habían deshonrado a su hermana. 28 Se apoderaron de todos los rebaños, las manadas y los burros; se llevaron todo lo que pudieron, tanto de adentro de la ciudad como de los campos. 29 Robaron todas las riquezas y saquearon las casas. También tomaron a todos los niños y a las mujeres, y se los llevaron cautivos.
30 Después, Jacob les dijo a Simeón y a Leví:
—¡Ustedes me han arruinado! Me han hecho despreciable ante todos los pueblos de esta tierra: los cananeos y los ferezeos. Nosotros somos tan pocos que ellos se unirán y nos aplastarán. ¡Me destruirán, y toda mi familia será aniquilada!
31 —¿Pero cómo íbamos a permitir que él tratara a nuestra hermana como a una prostituta?—replicaron ellos, enojados.
Regreso de Jacob a Betel
35 Entonces Dios le dijo a Jacob: «¡Prepárate! Múdate a Betel, establécete allí y edifica un altar a Dios, quien se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú».
2 Entonces Jacob les dijo a todos los de su casa: «Desháganse de todos sus ídolos paganos, purifíquense y pónganse ropas limpias. 3 Ahora vamos a Betel, donde edificaré un altar al Dios que respondió a mis oraciones cuando yo estaba angustiado. Él ha estado conmigo en todos los lugares por donde anduve».
4 Entonces le entregaron a Jacob todos los ídolos paganos que conservaban y también los aretes, y él los enterró bajo el gran árbol que está cerca de Siquem. 5 Cuando salían, Dios mandó terror sobre los habitantes de todas las ciudades de aquella región, así que nadie atacó a la familia de Jacob.
6 Finalmente Jacob y todos los de su casa llegaron a Luz (también llamada Betel), en Canaán. 7 Allí Jacob edificó un altar y llamó al lugar El-betel (que significa «Dios de Betel»), porque Dios se le había aparecido allí cuando huía de su hermano Esaú.
8 Poco tiempo después murió Débora, la mujer que había cuidado a Rebeca desde niña, y fue enterrada bajo el roble que está en el valle de Betel. Desde entonces ese lugar fue llamado Alón-bacut (que significa «roble del llanto»).
9 Ahora que Jacob había regresado de Padán-aram, Dios se le apareció de nuevo en Betel. Y Dios lo bendijo 10 diciéndole: «Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob. A partir de ahora tu nombre será Israel»[aa]. Así que Dios le cambió el nombre y lo llamó Israel.
11 Entonces Dios dijo: «Yo soy El-Shaddai, “Dios Todopoderoso”. Sé fructífero y multiplícate. Llegarás a formar una gran nación; incluso, de ti saldrán muchas naciones. ¡Habrá reyes entre tus descendientes! 12 Y te entregaré la tierra que les di a Abraham y a Isaac. Así es, te la daré a ti y a tus descendientes». 13 Luego Dios ascendió desde el lugar donde le había hablado a Jacob.
14 Jacob levantó una columna conmemorativa para marcar el lugar donde Dios le había hablado. Luego derramó vino sobre la columna como sacrificio a Dios y la ungió con aceite de oliva. 15 Jacob llamó a aquel lugar Betel (que significa «casa de Dios»), porque allí Dios le había hablado.
Muertes de Raquel e Isaac
16 Una vez que salieron de Betel, Jacob y su clan avanzaron hacia Efrata; pero Raquel entró en trabajo de parto mientras aún estaban lejos de allí, y sus dolores eran intensos. 17 Luego de un parto muy difícil, la partera finalmente exclamó: «¡No temas; tienes otro varón!». 18 Raquel estaba a punto de morir, pero con su último suspiro puso por nombre al niño Benoni (que significa «hijo de mi tristeza»). Sin embargo, el padre del niño lo llamó Benjamín (que significa «hijo de mi mano derecha»). 19 Así que Raquel murió y fue enterrada en el camino a Efrata (es decir, Belén). 20 Jacob levantó una columna conmemorativa sobre la tumba de Raquel, la cual puede verse hasta el día de hoy.
21 Entonces Jacob[ab] siguió su viaje y acampó más allá de Migdal-edar. 22 Mientras vivía allí, Rubén tuvo relaciones sexuales con Bilha, la concubina de su padre, y Jacob se enteró enseguida.
Estos son los nombres de los doce hijos de Jacob:
23 Los hijos de Lea fueron Rubén (el hijo mayor de Jacob), Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón.
24 Los hijos de Raquel fueron José y Benjamín.
25 Los hijos de Bilha, la sierva de Raquel, fueron Dan y Neftalí.
26 Los hijos de Zilpa, la sierva de Lea, fueron Gad y Aser.
Estos son los nombres de los hijos que le nacieron a Jacob en Padán-aram.
27 Entonces Jacob regresó a la casa de su padre Isaac en Mamre, que está cerca de Quiriat-arba (actualmente llamada Hebrón), donde Abraham e Isaac vivieron como extranjeros. 28 Isaac vivió ciento ochenta años. 29 Después dio su último suspiro y murió en buena vejez, y se reunió con sus antepasados al morir. Y lo enterraron sus hijos Esaú y Jacob.
Descendientes de Esaú
36 Este es el relato de los descendientes de Esaú (también conocido como Edom). 2 Esaú se casó con dos mujeres jóvenes de Canaán: Ada, hija de Elón el hitita, y Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón el heveo. 3 También se casó con su prima Basemat, que era hija de Ismael y hermana de Nebaiot. 4 Ada dio a luz un hijo, a quien llamaron Elifaz. Basemat dio a luz un hijo llamado Reuel. 5 Aholibama dio a luz varones: Jeús, Jaalam y Coré. Todos esos hijos le nacieron a Esaú en la tierra de Canaán.
6 Esaú tomó a sus esposas, a sus hijos y a los de su casa, junto con sus animales y su ganado—toda la riqueza que había adquirido en la tierra de Canaán—y se mudó para alejarse de su hermano Jacob. 7 No había tierra suficiente para sustentar a ambos, debido a la cantidad de animales y posesiones que habían adquirido. 8 Por eso, Esaú (también conocido como Edom) se estableció en la zona montañosa de Seir.
9 Este es el relato de los descendientes de Esaú, los edomitas, que habitaron en la zona montañosa de Seir.
10 Estos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, esposa de Esaú; y Reuel, hijo de Basemat, esposa de Esaú.
11 Los descendientes de Elifaz fueron Temán, Omar, Zefo, Gatam y Cenaz. 12 Timna, la concubina de Elifaz, hijo de Esaú, dio a luz un hijo llamado Amalec. Estos fueron los descendientes de Ada, esposa de Esaú.
13 Los descendientes de Reuel fueron Nahat, Zera, Sama y Miza. Estos fueron los descendientes de Basemat, esposa de Esaú.
14 Esaú también tuvo hijos con Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón. Sus nombres fueron Jeús, Jaalam y Coré.
15 Estos son los descendientes de Esaú que llegaron a ser jefes de varios clanes:
Los descendientes del hijo mayor de Esaú, Elifaz, llegaron a ser jefes de los clanes de Temán, Omar, Zefo, Cenaz, 16 Coré, Gatam y Amalec. Ellos son los jefes de los clanes en la tierra de Edom que descendieron de Elifaz. Todos fueron descendientes de Ada, esposa de Esaú.
17 Los descendientes de Reuel, hijo de Esaú, se convirtieron en los jefes de los clanes de Nahat, Zera, Sama y Miza. Esos son los jefes de los clanes en la tierra de Edom que descendieron de Reuel. Todos fueron descendientes de Basemat, esposa de Esaú.
18 Los descendientes de Esaú con su esposa Aholibama llegaron a ser jefes de los clanes de Jeús, Jaalam y Coré. Ellos son los jefes de los clanes que descendieron de Aholibama, esposa de Esaú e hija de Aná.
19 Esos son los clanes que descendieron de Esaú (también conocido como Edom), cada uno identificado por el nombre del jefe de su clan.
Habitantes originarios de Edom
20 Estos son los nombres de las tribus que descendieron de Seir el horeo, las cuales habitaron en la tierra de Edom: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 21 Disón, Ezer y Disán. Estos fueron los jefes de los clanes horeos, descendientes de Seir, que habitaron en la tierra de Edom.
22 Los descendientes de Lotán fueron Hori y Hemam. La hermana de Lotán se llamaba Timna.
23 Los descendientes de Sobal fueron Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam.
24 Los descendientes de Zibeón fueron Aja y Aná. (Este Aná fue el que descubrió las aguas termales en el desierto mientras cuidaba los burros de su padre).
25 Los descendientes de Aná fueron su hijo Disón, y su hija Aholibama.
26 Los descendientes de Disón[ac] fueron Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.
27 Los descendientes de Ezer fueron Bilhán, Zaaván y Acán.
28 Los descendientes de Disán fueron Uz y Arán.
29 Así que los jefes de los clanes horeos fueron Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 30 Disón, Ezer y Disán. Los clanes horeos llevan el nombre de sus jefes de clan, los cuales habitaron en la tierra de Seir.
Gobernantes de Edom
31 Estos son los reyes que gobernaron en la tierra de Edom antes de que los israelitas tuvieran rey:[ad]
32 Bela, hijo de Beor, quien reinó en Edom desde su ciudad de Dinaba.
33 Cuando Bela murió, reinó en su lugar Jobab, hijo de Zera, quien era de Bosra.
34 Cuando Jobab murió, reinó en su lugar Husam, quien era de la región de Temán.
35 Cuando Husam murió, reinó en su lugar Hadad, hijo de Bedad; y gobernó desde la ciudad de Avit. Él fue quien derrotó a los madianitas en la tierra de Moab.
36 Cuando Hadad murió, reinó en su lugar Samla, quien era de la ciudad de Masreca.
37 Cuando Samla murió, reinó en su lugar Saúl, quien era de la ciudad de Rehobot del Río.
38 Cuando Saúl murió, reinó en su lugar Baal-hanán, hijo de Acbor.
39 Cuando Baal-hanán, hijo de Acbor, murió, reinó en su lugar Hadad[ae] y gobernó desde la ciudad de Pau. Su esposa fue Mehetabel, hija de Matred y nieta de Mezaab.
40 Estos son los nombres de los jefes de los clanes descendientes de Esaú, los cuales habitaron en los lugares que llevan sus mismos nombres: Timna, Alva, Jetet, 41 Aholibama, Ela, Pinón, 42 Cenaz, Temán, Mibzar, 43 Magdiel e Iram. Esos son los jefes de los clanes de Edom, registrados según los asentamientos en la tierra que ocuparon. Todos ellos descendieron de Esaú, el antepasado de los edomitas.
Los sueños de José
37 Entonces Jacob volvió a establecerse en la tierra de Canaán, donde su padre había vivido como extranjero.
2 Este es el relato de Jacob y su familia. Cuando José tenía diecisiete años de edad, a menudo cuidaba los rebaños de su padre. Trabajaba para sus medios hermanos, los hijos de Bilha y Zilpa, dos de las esposas de su padre, así que le contaba a su padre acerca de las fechorías que hacían sus hermanos.
3 Jacob[af] amaba a José más que a sus otros hijos porque le había nacido en su vejez. Por eso, un día, Jacob mandó a hacer un regalo especial para José: una hermosa túnica.[ag] 4 Pero sus hermanos lo odiaban porque su padre lo amaba más que a ellos. No dirigían ni una sola palabra amable hacia José.
5 Una noche José tuvo un sueño, y cuando se lo contó a sus hermanos, lo odiaron más que nunca.
6 —Escuchen este sueño—les dijo—. 7 Resulta que estábamos en el campo atando gavillas de grano. De repente, mi gavilla se levantó, y las gavillas de ustedes se juntaron alrededor de la mía, ¡y se inclinaron ante ella!
8 Sus hermanos respondieron:
—Así que crees que serás nuestro rey, ¿no es verdad? ¿De veras piensas que reinarás sobre nosotros?
Así que lo odiaron aún más debido a sus sueños y a la forma en que los contaba.
9 Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus hermanos.
—Escuchen, tuve otro sueño—les dijo—. ¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí!
10 Esta vez le contó el sueño a su padre además de a sus hermanos, pero su padre lo reprendió.
—¿Qué clase de sueño es ese?—le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo llegaremos a postrarnos delante de ti?
11 Sin embargo, mientras los hermanos de José tenían celos de él, su padre estaba intrigado por el significado de los sueños.
12 Poco tiempo después, los hermanos de José fueron hasta Siquem para apacentar los rebaños de su padre. 13 Cuando ya llevaban un buen tiempo allí, Jacob le dijo a José:
—Tus hermanos están en Siquem apacentando las ovejas. Prepárate, porque te enviaré a verlos.
—Estoy listo para ir—respondió José.
14 —Ve a ver cómo están tus hermanos y los rebaños—dijo Jacob—. Luego vuelve aquí y tráeme noticias de ellos.
Así que Jacob despidió a José, y él viajó hasta Siquem desde su casa, en el valle de Hebrón.
15 Cuando José llegó a Siquem, un hombre de esa zona lo encontró dando vueltas por el campo.
—¿Qué buscas?—le preguntó.
16 —Busco a mis hermanos—contestó José—. ¿Sabe usted dónde están apacentando sus rebaños?
17 —Sí—le dijo el hombre—. Se han ido de aquí, pero les oí decir: “Vayamos a Dotán”.
Entonces José siguió a sus hermanos hasta Dotán y allí los encontró.
José es vendido como esclavo
18 Cuando los hermanos de José lo vieron acercarse, lo reconocieron desde lejos. Mientras llegaba, tramaron un plan para matarlo.
19 —¡Aquí viene el soñador!—dijeron—. 20 Vamos, matémoslo y tirémoslo en una de esas cisternas. Podemos decirle a nuestro padre: “Un animal salvaje se lo comió”. ¡Entonces veremos en qué quedan sus sueños!
21 Pero cuando Rubén oyó el plan, trató de salvar a José.
—No lo matemos—dijo—. 22 ¿Para qué derramar sangre? Solo tirémoslo en esta cisterna vacía, aquí en el desierto. Entonces morirá sin que le pongamos una mano encima.
Rubén tenía pensado rescatar a José y devolverlo a su padre.
23 Entonces, cuando llegó José, sus hermanos le quitaron la hermosa túnica que llevaba puesta. 24 Después lo agarraron y lo tiraron en la cisterna. Resulta que la cisterna estaba vacía; no tenía nada de agua adentro. 25 Luego, justo cuando se sentaron a comer, levantaron la vista y vieron a la distancia una caravana de camellos que venía acercándose. Era un grupo de mercaderes ismaelitas que transportaban goma de resina, bálsamo y resinas aromáticas desde Galaad hasta Egipto.
26 Judá dijo a sus hermanos: «¿Qué ganaremos con matar a nuestro hermano? Tendríamos que encubrir el crimen.[ah] 27 En lugar de hacerle daño, vendámoslo a esos mercaderes ismaelitas. Después de todo, es nuestro hermano, ¡de nuestra misma sangre!». Así que sus hermanos estuvieron de acuerdo. 28 Entonces, cuando se acercaron los ismaelitas, que eran mercaderes madianitas, los hermanos de José lo sacaron de la cisterna y se lo vendieron por veinte monedas[ai] de plata. Y los mercaderes lo llevaron a Egipto.
29 Tiempo después, Rubén regresó para sacar a José de la cisterna. Cuando descubrió que José no estaba allí, se rasgó la ropa en señal de lamento. 30 Luego regresó a donde estaban sus hermanos y dijo lamentándose: «¡El muchacho desapareció! ¿Qué voy a hacer ahora?».
31 Entonces los hermanos mataron un cabrito y mojaron la túnica de José con la sangre. 32 Luego enviaron la hermosa túnica a su padre con el siguiente mensaje: «Mira lo que encontramos. Esta túnica, ¿no es la de tu hijo?».
33 Su padre la reconoció de inmediato. «Sí—dijo él—, es la túnica de mi hijo. Seguro que algún animal salvaje se lo comió. ¡Sin duda despedazó a José!». 34 Entonces Jacob rasgó su ropa y se vistió de tela áspera, e hizo duelo por su hijo durante mucho tiempo. 35 Toda su familia intentó consolarlo, pero él no quiso ser consolado. A menudo decía: «Me iré a la tumba[aj] llorando a mi hijo», y entonces sollozaba.
36 Mientras tanto, los mercaderes madianitas[ak] llegaron a Egipto, y allí le vendieron a José a Potifar, quien era un oficial del faraón, rey de Egipto. Potifar era capitán de la guardia del palacio.
Judá y Tamar
38 En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam, donde se quedó con un hombre llamado Hira. 2 Allí vio a una mujer cananea, la hija de Súa, y se casó con ella. Cuando se acostaron, 3 ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er. 4 Después volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, y le puso por nombre Onán. 5 Además, dio a luz un tercer hijo y lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivían en Quezib.
6 Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se casara con una joven llamada Tamar. 7 Pero Er era un hombre perverso ante los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida. 8 Entonces Judá dijo a Onán, hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano».
9 Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio heredero. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con la mujer de su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera un hijo de su hermano. 10 Así que el Señor consideró una maldad que Onán negara un hijo a su hermano muerto, y el Señor también le quitó la vida a Onán.
11 Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Vuelve a la casa de tus padres y permanece viuda hasta que mi hijo Sela tenga edad suficiente para casarse contigo». (Pero en realidad, Judá no pensaba hacerlo porque temía que Sela también muriera, igual que sus dos hermanos). Entonces Tamar regresó a vivir a la casa de sus padres.
12 Unos años después, murió la esposa de Judá. Cumplido el período de luto, Judá y su amigo Hira el adulamita subieron a Timna para supervisar la esquila de sus ovejas. 13 Alguien le dijo a Tamar: «Mira, tu suegro sube a Timna para esquilar sus ovejas».
14 Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timna. 15 Judá la vio y creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto. 16 Entonces se detuvo y le hizo una propuesta indecente:
—Déjame tener sexo contigo—le dijo, sin darse cuenta de que era su propia nuera.
—¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo?—preguntó Tamar.
17 —Te enviaré un cabrito de mi rebaño—prometió Judá.
—¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito?—preguntó ella.
18 —¿Qué clase de garantía quieres?—respondió él.
Ella contestó:
—Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que llevas.
Entonces Judá se los entregó. Después tuvo relaciones sexuales con ella, y Tamar quedó embarazada. 19 Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre.
20 Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le había dejado como garantía, pero Hira no pudo encontrarla. 21 Entonces preguntó a los hombres de ese lugar:
—¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim?
—Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquí—contestaron ellos.
22 Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo:
—No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar.
23 —Entonces deja que se quede con las cosas que le di—dijo Judá—. Envié el cabrito, tal como acordamos, pero tú no pudiste encontrarla. Si regresamos a buscarla, seremos el hazmerreír del pueblo.
24 Unos tres meses después, le dijeron a Judá:
—Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada.
—¡Sáquenla y quémenla!—ordenó Judá.
25 Pero cuando la sacaban para matarla, ella envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de estas cosas fue quien me dejó embarazada. Fíjese bien. ¿De quién son este sello, este cordón y este bastón?».
26 Judá los reconoció enseguida y dijo:
—Ella es más justa que yo, porque no arreglé que ella se casara con mi hijo Sela.
Y Judá nunca más volvió a acostarse con Tamar.
27 Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, se descubrió que esperaba gemelos. 28 Durante el parto, uno de los niños sacó la mano, entonces la partera le ató un hilo rojo en la muñeca y anunció: «Este salió primero». 29 Pero luego el niño metió la mano de vuelta, ¡y salió primero su hermano! Entonces la partera exclamó: «¡Vaya! ¿Cómo hiciste para abrirte brecha y salir primero?». Y lo llamaron Fares.[al] 30 Luego nació el niño que llevaba el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zera.[am]
José en la casa de Potifar
39 Cuando los mercaderes ismaelitas llevaron a José a Egipto, lo vendieron a Potifar, un oficial egipcio. Potifar era capitán de la guardia del faraón, rey de Egipto.
2 El Señor estaba con José, por eso tenía éxito en todo mientras servía en la casa de su amo egipcio. 3 Potifar lo notó y se dio cuenta de que el Señor estaba con José, y le daba éxito en todo lo que hacía. 4 Eso agradó a Potifar, quien pronto nombró a José su asistente personal. Lo puso a cargo de toda su casa y de todas sus posesiones. 5 Desde el día en que José quedó encargado de la casa y de las propiedades de su amo, el Señor comenzó a bendecir la casa de Potifar por causa de José. Todos los asuntos de la casa marchaban bien, y las cosechas y los animales prosperaron. 6 Pues Potifar le dio a José total y completa responsabilidad administrativa sobre todas sus posesiones. Con José a cargo, Potifar no se preocupaba por nada, ¡excepto qué iba a comer!
José era un joven muy apuesto y bien fornido, 7 y la esposa de Potifar pronto comenzó a mirarlo con deseos sexuales.
—Ven y acuéstate conmigo—le ordenó ella.
8 Pero José se negó:
—Mire—le contestó—, mi amo confía en mí y me puso a cargo de todo lo que hay en su casa. 9 Nadie aquí tiene más autoridad que yo. Él no me ha negado nada, con excepción de usted, porque es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios.
10 Día tras día, ella seguía presionando a José, pero él se negaba a acostarse con ella y la evitaba tanto como podía. 11 Cierto día, sin embargo, José entró a hacer su trabajo y no había nadie más allí. 12 Ella llegó, lo agarró del manto y le ordenó: «¡Vamos, acuéstate conmigo!». José se zafó de un tirón, pero dejó su manto en manos de ella al salir corriendo de la casa.
13 Cuando ella vio que tenía el manto en las manos y que él había huido, 14 llamó a sus siervos. Enseguida todos los hombres llegaron corriendo. «¡Miren!—dijo ella—. ¡Mi esposo ha traído aquí a este esclavo hebreo para que nos deje en ridículo! Él entró en mi cuarto para violarme, pero yo grité. 15 Cuando me oyó gritar, salió corriendo y se escapó, pero dejó su manto en mis manos».
16 Ella se quedó con el manto hasta que su esposo regresó a la casa. 17 Luego le contó su versión de lo sucedido: «Ese esclavo hebreo que trajiste a nuestra casa intentó entrar y aprovecharse de mí; 18 pero, cuando grité, ¡salió corriendo y dejó su manto en mis manos!».
José es encarcelado
19 Potifar se enfureció cuando oyó el relato de su esposa acerca de cómo José la había tratado. 20 Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel donde estaban los presos del rey. José quedó allí, 21 pero el Señor estaba con José en la cárcel y le mostró su fiel amor. El Señor hizo que José fuera el preferido del encargado de la cárcel. 22 Poco después el director puso a José a cargo de los demás presos y de todo lo que ocurría en la cárcel. 23 El encargado no tenía de qué preocuparse, porque José se ocupaba de todo. El Señor estaba con él y lo prosperaba en todo lo que hacía.
José interpreta dos sueños
40 Pasado un tiempo, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos del faraón ofendieron a su señor, el rey. 2 El faraón se enojó con esos dos funcionarios 3 y los puso en la cárcel donde estaba José, en el palacio del capitán de la guardia. 4 Ellos permanecieron en la cárcel durante mucho tiempo, y el capitán de la guardia los asignó a José, quien se ocupaba de ellos.
5 Una noche, mientras estaban en la cárcel, el copero y el panadero del faraón tuvieron cada uno un sueño, y cada sueño tenía su propio significado. 6 Cuando José los vio a la mañana siguiente, notó que los dos parecían preocupados.
7 —¿Por qué se ven tan preocupados hoy?—les preguntó.
8 —Anoche los dos tuvimos sueños—contestaron ellos—, pero nadie puede decirnos lo que significan.
—La interpretación de los sueños es asunto de Dios—respondió José—. Vamos, cuéntenme lo que soñaron.
9 Entonces el jefe de los coperos fue el primero en contarle su sueño a José.
—En mi sueño—dijo él—, vi una vid delante de mí. 10 La vid tenía tres ramas, las cuales comenzaron a brotar y a florecer y, en poco tiempo, produjo racimos de uvas maduras. 11 Yo tenía la copa del faraón en mi mano, entonces tomé un racimo de uvas y exprimí el jugo en la copa. Después puse la copa en la mano del faraón.
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