The Daily Audio Bible
Today's audio is from the GNT. Switch to the GNT to read along with the audio.
10 Entonces miré; y he aquí, sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines, apareció sobre ellos algo como una piedra de zafiro que tenía el aspecto de un trono. 2 Y Dios dijo al hombre vestido de lino:
—Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, llena tus manos con carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad.
Él entró ante mi vista. 3 Y cuando entró aquel hombre, los querubines estaban de pie en el lado sur del templo y la nube llenaba el atrio interior. 4 Entonces la gloria del SEÑOR se elevó de encima de los querubines[a], hacia el umbral del templo. Y el templo fue llenado por la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del SEÑOR. 5 El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.
6 Y aconteció que cuando mandó al hombre vestido de lino, diciendo: “Toma fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines”, este entró y se puso de pie al lado de una rueda. 7 Entonces un querubín extendió su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino. Y este lo tomó y salió.
La gloria del Señor deja el templo
8 Los querubines parecían tener debajo de sus alas algo semejante a una mano de hombre. 9 Miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los querubines; al lado de cada querubín había una rueda. El aspecto de las ruedas era como de piedra de crisólito. 10 En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda. 11 Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigía la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban. 12 Todo el cuerpo de ellos, sus espaldas, sus manos, sus alas y también las ruedas (las cuatro ruedas) estaban llenos de ojos alrededor. 13 A las ruedas, ante mis oídos, se les gritaba: “¡Rueda!”. 14 Cada uno tenía cuatro caras. La primera tenía cara de querubín; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila.
15 Luego los querubines se elevaron. Estos son los seres vivientes que vi junto al río Quebar. 16 Cuando los querubines se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los querubines levantaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se separaban de ellos. 17 Cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando se elevaban, estas se elevaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.
18 Entonces la gloria del SEÑOR salió de sobre el umbral del templo y se colocó encima de los querubines. 19 Los querubines alzaron sus alas y ante mi vista se elevaron de la tierra. Cuando ellos salieron, también salieron las ruedas que estaban junto a ellos, y se detuvieron[b] a la entrada de la puerta oriental de la casa del SEÑOR. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.
20 Estos eran los seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel en el río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. 21 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; y debajo de sus alas había algo semejante a manos de hombre. 22 La forma de sus caras era como la de las caras que vi junto al río Quebar; tenían el mismo aspecto. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.
Juicio contra los gobernantes
11 Entonces el Espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa del SEÑOR, la que da hacia el este. Y he allí, en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaías, magistrados del pueblo.
2 Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, estos son los hombres que maquinan perversidad y dan mal consejo en esta ciudad. 3 Ellos dicen: ‘No está cercano el tiempo de edificar casas. Esta ciudad será la olla, y nosotros la carne’. 4 Por tanto, profetiza contra ellos. ¡Profetiza, oh hijo de hombre!”.
5 Entonces descendió sobre mí el Espíritu del SEÑOR y me dijo: “Diles que así ha dicho el SEÑOR: ‘Así han hablado, oh casa de Israel, y yo he sabido los pensamientos que suben de sus espíritus. 6 Ustedes han multiplicado sus muertos en esta ciudad; han llenado de muertos sus calles. 7 Por tanto, así dice el SEÑOR Dios[c], sus muertos que han dejado en medio de ella, ellos serán la carne; y ella la olla. Pero a ustedes yo los sacaré de en medio de ella. 8 Temen la espada, y espada traeré sobre ustedes, dice el SEÑOR Dios[d]. 9 Los sacaré de en medio de ella, los entregaré en mano de extraños y entre ustedes ejecutaré actos justicieros. 10 ¡A espada caerán! Los juzgaré en la frontera de Israel, y sabrán que yo soy el SEÑOR. 11 Esta ciudad no les servirá de olla ni ustedes serán la carne dentro de ella. ¡En la frontera de Israel los habré de juzgar! 12 Y sabrán que yo soy el SEÑOR, que no han andado en mis leyes ni han cumplido mis decretos; sino que han actuado según los decretos de las naciones que están a su alrededor’ ”.
13 Y mientras yo profetizaba, aconteció que murió Pelatías hijo de Benaías. Entonces caí postrado sobre mi rostro y exclamé a gran voz, diciendo: “¡Ay, SEÑOR Dios[e]! ¿Exterminarás al remanente de Israel?”.
Un destello de esperanza
14 Y vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo: 15 “Oh hijo de hombre, tus mismos hermanos —los hombres que están contigo en la cautividad[f] y toda la casa de Israel, todos ellos— son aquellos a quienes los habitantes de Jerusalén han dicho: ‘¡Permanezcan lejos del SEÑOR! ¡Es a nosotros a quienes ha sido dada la tierra como posesión!’. 16 Por tanto, diles que así ha dicho el SEÑOR Dios[g]: ‘Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y aunque los he dispersado por los países, por un breve tiempo he sido para ellos un santuario en los países a donde han llegado’. 17 Por tanto, di que así ha dicho el SEÑOR Dios[h]: ‘Yo los reuniré de entre los pueblos y los recogeré de los países en los cuales han sido dispersados, y les daré la tierra de Israel’. 18 Allá volverán, y quitarán de ella todas sus cosas detestables y todas sus cosas abominables. 19 Les daré otro[i] corazón, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos[j]. De la carne de ellos quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20 para que anden según mis estatutos y guarden mis decretos y los pongan por obra. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. 21 Pero haré que la conducta de aquellos, cuyo corazón anda tras sus cosas detestables y sus abominaciones, recaiga sobre sus cabezas”, dice el SEÑOR Dios[k].
La gloria del Señor deja Jerusalén
22 Entonces los querubines alzaron sus alas, con las ruedas que estaban junto a ellos. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos. 23 Luego la gloria del SEÑOR ascendió de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad.
24 Luego el Espíritu me elevó y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a Caldea, a los que estaban en la cautividad. Entonces la visión que había visto se fue de mí. 25 Y comuniqué a los cautivos todas las cosas del SEÑOR que él me había mostrado.
6 Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez sin poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3 Y esto haremos si es que Dios lo permite. 4 Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados —que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, 5 que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero— 6 y después recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen a vituperio. 7 Porque la tierra, que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce hierba para el provecho de aquellos que la cultivan, recibe la bendición de Dios. 8 Pero la que produce espinos y abrojos es desechada, está cercana a la maldición y su fin es ser quemada.
9 Pero aunque hablamos así, oh amados, en cuanto a ustedes estamos persuadidos de cosas mejores que pertenecen a la salvación. 10 Porque Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que han demostrado por su nombre, porque han atendido a los santos y lo siguen haciendo. 11 Pero deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma diligencia para ir logrando plena certidumbre de la esperanza hasta el final, 12 a fin de que no sean perezosos sino imitadores de los que, por la fe y la paciencia, heredan las promesas.
Firme esperanza en la promesa divina
13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, puesto que no podía jurar por otro mayor juró por sí mismo[a] 14 diciendo:
De cierto te bendeciré con bendición
y te multiplicaré en gran manera[b].
15 Y así Abraham, esperando con suma paciencia, alcanzó la promesa.
16 Porque los hombres juran por el que es mayor que ellos, y para ellos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias. 17 Por esto Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, la garantizó con juramento 18 para que, por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo estímulo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante. 19 Tenemos la esperanza como ancla de la vida, segura y firme, y que penetra aun dentro del velo 20 donde entró Jesús por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
16 Cuando trajo hambre sobre la tierra
y cortó todo el sustento de pan,
17 ya había enviado delante de ellos
a un hombre,
a José[a], que fue vendido como
esclavo.
18 Afligieron con grilletes sus pies,
y a su cuello pusieron cadena de hierro
19 hasta que se cumplió su palabra,
y el dicho del SEÑOR lo aprobó.
20 Entonces el rey mandó que
lo soltaran;
el soberano de los pueblos lo desató.
21 Lo puso como señor de su casa[b]
y como gobernador de toda
su posesión
22 para que disciplinara a su gusto a los grandes
y a sus ancianos enseñara sabiduría.
23 Después entró Israel en Egipto,
y Jacob fue extranjero en la tierra
de Cam[c].
24 Dios hizo que su pueblo fuera muy fecundo,
y lo hizo más fuerte que sus enemigos.
25 Cambió el corazón de estos
para que aborreciesen a su pueblo, para que contra sus siervos actuaran con engaño.
26 Envió a su siervo Moisés[d],
y a Aarón, al cual escogió.
27 Puso en ellos las palabras de
sus señales
y sus prodigios en la tierra de Cam.
28 Envió tinieblas[e] y trajo oscuridad pero no guardaron[f] sus palabras.
29 Convirtió sus aguas en sangre[g]
y mató sus peces.
30 Su tierra produjo ranas[h]
hasta en las habitaciones de sus reyes.
31 Habló, y llegaron enjambres
de moscas
y piojos en todo su territorio[i].
32 Convirtió sus lluvias en granizo[j]
y en llamas de fuego, en su tierra.
33 Dañó sus viñas y sus higueras
y quebró los árboles de su territorio.
34 Habló, y vinieron langostas[k]
y pulgón sin número.
35 Comieron toda la hierba de su país
y devoraron el pasto de su tierra.
36 Golpeó, además, a todos los
primogénitos[l] de su país,
las primicias de todo su vigor.
27 No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día.
2 Que te alabe el extraño, y no tu propia boca;
el ajeno y no tus propios labios.
Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano