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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Génesis 17:1-28:19

La circuncisión, señal de la alianza

17 Cuando Abrán tenía noventa y nueve años se le apareció el Señor y le dijo:

— Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente. Yo haré una alianza contigo y multiplicaré tu descendencia inmensamente.

Entonces Abrán cayó rostro en tierra mientras Dios continuaba diciendo:

— Mira, esta es la alianza que yo hago contigo: tú serás padre de una muchedumbre de pueblos. No te llamarás ya Abrán, sino que tu nombre de ahora en adelante será Abrahán porque yo te hago padre de una muchedumbre de pueblos. Te haré extraordinariamente fecundo; de ti surgirán naciones y reyes. Establezco mi alianza contigo y, después de ti, con todas las generaciones que desciendan de ti. Será una alianza perpetua: yo seré tu Dios y el de tus descendientes. A ti y a los descendientes que te sucedan les daré en posesión perpetua la tierra que ahora recorres como inmigrante, toda la tierra de Canaán. Y yo seré su Dios.

Y Dios añadió:

— Tú y tus descendientes, de generación en generación, habrán de guardar mi alianza. 10 Esta será la señal de la alianza que establezco con ustedes y con tu descendencia, y que deberán cumplir: circunciden a todos sus varones. 11 Circuncidarán la carne de su prepucio y esa será la señal de mi alianza con ustedes. 12 De generación en generación, todos sus varones serán circuncidados a los ocho días de nacer; también los esclavos nacidos en casa o comprados por dinero a cualquier extranjero que no sea de la raza de ustedes. 13 Todos sin excepción, tanto el esclavo nacido en casa como el comprado por dinero, deberán ser circuncidados. Así mi alianza estará marcada en la carne de ustedes como una alianza perpetua. 14 Pero el varón incircunciso, a quien no se haya cortado la carne de su prepucio, será extirpado del pueblo, porque habrá quebrantado mi alianza.

Anuncio del nacimiento de Isaac

15 Dijo Dios a Abrahán:

— A Saray, tu mujer, ya no la llamarás Saray, sino Sara. 16 Yo la bendeciré y ella te dará un hijo. La bendeciré y será madre de naciones; de ella saldrán reyes de pueblos.

17 Cayó Abrahán rostro en tierra y se puso a reír pensando para sí: “¿Cómo va un centenario a engendrar un hijo, y Sara dar a luz a los noventa?”.

18 Entonces Abrahán dijo a Dios:

— Me contento con que Ismael viva bajo tu protección.

19 Dios le replicó:

— Te digo que Sara te dará un hijo, al que llamarás Isaac. Con él y con sus descendientes mantendré perpetuamente mi alianza. 20 En cuanto a Ismael, he escuchado tu petición y voy a bendecirlo; lo haré fecundo y le daré una descendencia muy numerosa; será padre de doce príncipes y haré de él un gran pueblo. 21 Pero mi alianza será con Isaac, el hijo que te dará Sara dentro de un año por estas fechas.

22 Cuando Dios acabó de hablar con Abrahán, ascendió alejándose de su lado. 23 Aquel mismo día Abrahán tomó a su hijo Ismael y a todos los varones que estaban a su servicio —tanto los que habían nacido en su casa como los que había comprado— y circuncidó la carne de sus prepucios, tal como Dios le había ordenado. 24 Abrahán tenía noventa y nueve años cuando circuncidó la carne de su prepucio, 25 y su hijo Ismael tenía trece cuando fue circuncidado. 26 En el mismo día fueron circuncidados Abrahán y su hijo Ismael; 27 y fueron circuncidados con él todos los varones de su casa, tanto los nacidos en ella como los que fueron comprados a extranjeros.

La teofanía de Mambré

18 Apretaba el calor y estaba Abrahán sentado a la entrada de su tienda, cuando se le apareció el Señor en el encinar de Mambré. Al alzar la vista vio a tres hombres de pie frente a él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la tienda y, postrándose en tierra, dijo:

— Señor mío, será para mí un honor que aceptes la hospitalidad que este siervo tuyo te ofrece. Que les traigan un poco de agua para que laven sus pies, y luego podrán descansar bajo el árbol. Ya que me han honrado con su visita, permítanme que vaya a buscar algo de comer para que repongan fuerzas antes de seguir su camino.

Ellos respondieron:

— Bien, haz lo que dices.

Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara, y le dijo:

— ¡Rápido!, toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas tortas.

Después Abrahán fue corriendo a la vacada, tomó un becerro tierno y cebado y se lo dio a su sirviente, que a toda prisa se puso a prepararlo. Cuando el becerro ya estuvo a punto se lo sirvió acompañado de leche y requesón. Mientras comían, Abrahán se quedó de pie junto a ellos, debajo del árbol. Ellos le preguntaron:

— ¿Dónde está Sara tu mujer?

Abrahán respondió:

— Ahí, en la tienda.

10 Uno de ellos le dijo:

— El año próximo volveré sin falta a visitarte, y para entonces Sara, tu mujer, habrá tenido un hijo.

Mientras tanto, Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a espaldas del que hablaba. 11 Abrahán y Sara ya eran ancianos, entrados en años, y Sara ya no tenía sus períodos menstruales. 12 Por eso Sara no pudo contener la risa al pensar en sus adentros: “¿Ahora que ya estoy seca voy a tener placer con un marido tan viejo?”. 13 Pero el Señor dijo a Abrahán:

— ¿Cómo es que Sara se ha reído pensando que una mujer tan anciana no puede dar a luz? 14 ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? El año que viene por estas fechas volveré a visitarte y Sara habrá tenido un hijo.

15 Sara tuvo miedo, y lo negó diciendo:

— Yo no me he reído.

Pero el Señor le replicó:

— Sí que te has reído.

Abrahán intercede por Sodoma

16 Luego aquellos hombres se levantaron y dirigieron la mirada a Sodoma. Abrahán los acompañó para despedirlos. 17 El Señor se decía: “¿Dejaré que Abrahán ignore lo que voy a hacer, 18 toda vez que se ha de convertir en un pueblo grande y poderoso, hasta el punto de que todas las naciones de la tierra serán bendecidas por él? 19 Yo lo he escogido para que enseñe a sus hijos y a su descendencia a mantenerse en el camino del Señor, haciendo lo que es justo y recto, de modo que se cumpla cuanto ha sido prometido a Abrahán”. 20 Así que el Señor dijo a Abrahán:

— La denuncia contra Sodoma y Gomorra es tan seria y su pecado tan grave, 21 que bajaré a ver si sus acciones se corresponden con la denuncia que contra ellas ha llegado a mí. Si es o no así, lo averiguaré.

22 Los visitantes se fueron de allí y se encaminaron hacia Sodoma, pero Abrahán se quedó de pie delante del Señor. 23 Entonces Abrahán se acercó al Señor y le dijo:

— ¿De modo que vas a hacer que perezcan juntos el inocente y el culpable? 24 Supongamos que en la ciudad hay cincuenta inocentes. ¿Destruirás ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta inocentes que hay en él? 25 ¡Lejos de ti hacer una cosa así: hacer que mueran inocentes junto con culpables y que tenga el mismo castigo el justo que el malvado! ¡Lejos de ti! ¿El que juzga toda la tierra, no va a hacer justicia?

26 El Señor respondió:

— Si encuentro cincuenta inocentes en la ciudad de Sodoma, por ellos perdonaré a toda la ciudad.

27 Replicó Abrahán:

— ¡Ya sé que es un atrevimiento hablar así a mi Señor, yo que sólo soy polvo y ceniza! 28 Pero tal vez falten cinco inocentes para completar los cincuenta; ¿destruirás toda la ciudad si faltan esos cinco?

El Señor respondió:

— No la destruiré si encuentro allí a cuarenta y cinco inocentes.

29 Abrahán volvió a insistir:

— Supongamos que solo se encuentran cuarenta.

El Señor respondió:

— No lo haré en atención a esos cuarenta.

30 Pero Abrahán volvió a suplicar:

— Que mi Señor no se enfade si insisto. Supongamos que quizás no sean más que treinta.

El Señor respondió:

— No lo haré si encuentro a treinta inocentes.

31 Abrahán siguió insistiendo:

— Una vez más me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Supongamos que se encuentran veinte.

El Señor respondió:

— Por consideración a esos veinte, no la destruiré.

32 Todavía insistió Abrahán:

— ¡Qué mi Señor no se enfade si insisto por última vez! ¿Y si no son más que diez los inocentes?

El Señor respondió:

— En atención a los diez, no la destruiré.

33 Cuando acabó de hablar con Abrahán, el Señor se marchó y Abrahán regresó a su tienda.

La corrupción de Sodoma

19 Al caer la tarde los dos mensajeros llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad. Al verlos se levantó para recibirlos, e inclinándose hasta el suelo, les dijo:

— Por favor, señores míos, vengan a casa de su siervo, para que pasen en ella la noche y se laven los pies. Mañana por la mañana podrán continuar su camino.

Pero ellos respondieron:

— No; pasaremos la noche en la plaza.

Pero Lot insistió tanto que se fueron con él y entraron en su casa. Les preparó comida, coció panes sin levadura y ellos comieron.

Aún no se habían acostado, cuando los habitantes de la ciudad de Sodoma se agolparon alrededor de la casa: jóvenes y ancianos, allí estaban todos sin excepción. Y gritaron a Lot:

— ¿Dónde están los hombres que han entrado esta noche en tu casa? Hazlos salir fuera para que tengamos relaciones sexuales con ellos.

Lot salió a la puerta y, después de cerrarla detrás de sí, les dijo:

— Hermanos míos, les ruego que no cometan tal maldad. Tengo dos hijas que aún son vírgenes; voy a traérlas para que hagan con ellas lo que quieran, pero no les hagan nada a estos hombres que están cobijados bajo mi techo.

Pero ellos le contestaron:

— ¡Quítate de ahí! Este individuo que ni siquiera es de aquí quiere ahora dárselas de juez. ¡Pues vamos a tratarte peor que a ellos!

Y empujándolo violentamente, trataron de echar abajo la puerta. 10 Pero los visitantes alargaron el brazo, metieron a Lot con ellos en la casa y cerraron la puerta, 11 Y a toda aquella gente que estaba agolpada a la puerta de la casa dejaron ciega, desde el más joven al más anciano, de modo que no eran capaces de encontrar la puerta.

La destrucción de Sodoma

12 Los visitantes dijeron a Lot:

— ¿Tienes más familiares aquí? Saca de este lugar a tus yernos, a tus hijos e hijas, y a todos los familiares que tengas en esta ciudad, 13 porque vamos a destruirla. La denuncia presentada ante el Señor contra ella es tan grave que el Señor nos envía a destruirla.

14 Entonces Lot salió a avisar a sus futuros yernos, los que se habían de casar con sus hijas, y les dijo:

— ¡Salgan de esta ciudad sin perder tiempo, porque el Señor va a destruirla!

Pero los yernos pensaron que Lot lo decía en broma. 15 Al amanecer los ángeles urgieron a Lot:

— ¡Deprisa! Toma a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí si no quieren ser aniquilados junto con la ciudad.

16 Pero como Lot titubeaba, los mensajeros los agarraron de la mano, a él, a su mujer y a sus dos hijas, y los sacaron fuera de la ciudad, porque el Señor tuvo compasión de ellos. 17 Y mientras los sacaban fuera de la ciudad, uno de los ángeles le dijo:

— ¡Corre, ponte a salvo! No mires atrás ni te detengas para nada en el valle. Huye hacia las montañas, si no quieres morir.

18 Pero Lot les dijo:

— Eso no, por favor, Señor mío. 19 Tú has protegido a este siervo tuyo y has mostrado tu gran misericordia salvando mi vida, pero yo no puedo huir a las montañas, porque me alcanzaría la desgracia y moriría. 20 Fíjate, por favor, en esa ciudad que está aquí cerca y déjame refugiarme en ella, pues es insignificante —¿no es verdad que lo es?—. Déjame buscar refugio en ella para poner a salvo mi vida.

21 El ángel le respondió:

— Está bien, acepto tu petición. No destruiré la ciudad de que me hablas. 22 Pero, ¡anda! vete allá de una vez, porque no puedo hacer nada mientras no llegues allí.

Por eso a aquella ciudad se le dio el nombre de Soar.

23 Amanecía ya cuando Lot llegó a Soar. 24 Entonces el Señor desde el cielo hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra. 25 Y destruyó estas ciudades y toda la llanura, todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del campo. 26 En cuanto a la mujer de Lot, quedó convertida en estatua de sal por haber mirado hacia atrás.

27 Abrahán madrugó y volvió al lugar donde había estado hablando con el Señor. 28 Cuando dirigió su mirada hacia Sodoma y Gomorra y toda la región de la llanura, vio un humo que subía de la tierra, como el humo de un horno. 29 Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, arrasando las ciudades donde había vivido Lot, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe.

Origen de los moabitas y de los amonitas

30 Después, por miedo a quedarse en Soar, Lot se fue con sus dos hijas a la región montañosa y se quedaron a vivir en una cueva. 31 Un día la hija mayor le dijo a la menor:

— Nuestro padre se va haciendo viejo y no han quedado hombres por esta región con quien podamos unirnos, como se hace en todas partes. 32 Ven, demos de beber vino a nuestro padre hasta que esté borracho y luego nos acostaremos con él; así tendremos descendencia de nuestro padre.

33 Aquella misma noche emborracharon a su padre con vino y la mayor se acostó con él, sin que el padre se diera cuenta de lo que pasó en toda la noche. 34 A la mañana siguiente, la mayor dijo a la menor:

— Yo ya me acosté anoche con mi padre. Esta noche volvemos a emborracharlo y te acuestas tú con él; así las dos tendremos hijos de nuestro padre.

35 Aquella misma noche volvieron a emborrachar con vino a su padre y, sin que este se diera cuenta, también su hija menor se acostó con él. 36 Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. 37 La mayor tuvo un hijo, al que llamó Moab; es el padre de los actuales moabitas. 38 La menor también tuvo un hijo, al que llamó Ben Amí que es el padre de los actuales amonitas.

Abrahán, Sara y Abimélec

20 Desde allí Abrahán se dirigió hacia la región del Négueb, estableciéndose entre Cadés y Sur. Mientras vivió en Guerar, cuando Abrahán hablaba de Sara, su mujer, decía que era su hermana. Entonces Abimélec, rey de Guerar, mandó que le trajeran a Sara. Pero aquella noche Abimélec tuvo un sueño, en el que Dios le dijo:

— Vas a morir a causa de la mujer que has tomado, porque ella es una mujer casada. Abimélec, que aún no se había acostado con ella, respondió:

— Señor, ¿serás capaz de matar a un inocente? Fue él quien me dijo que era su hermana y ella que él era su hermano. Lo hice de buena fe y actuando limpiamente.

Dios le replicó en sueños:

— Sí, ya sé que lo hiciste de buena fe; por eso no permití que la tocaras, para que no pecaras contra mí. Pero ahora devuélvele la mujer a ese hombre. Él es un profeta, y va a interceder en favor tuyo para que salves tu vida. Pero, si no se la devuelves, ten por seguro que tú y los tuyos morirán.

Abimélec se levantó de madrugada y llamó a todos sus criados. Les contó confidencialmente lo que había soñado, y ellos se asustaron mucho. Después Abimélec llamó a Abrahán y le dijo:

— ¿Por qué nos has hecho esto? ¿Qué mal te he causado yo para que nos expusieras a mí y a mi reino a cometer un pecado tan grave? Eso que me has hecho no se le hace a nadie. 10 Y añadió:

— ¿Qué te ha movido a actuar de ese modo?

11 Y Abrahán contestó:

— Yo pensé que en esta región nadie respetaría a Dios y que, por tanto, me matarían para quedarse con mi mujer. 12 Aunque es cierto que ella es mi hermana: es hija de mi padre, aunque no de mi madre; y también es mi mujer. 13 Cuando Dios me hizo andar errante, lejos de la casa de mi padre, le pedí a ella que me hiciese el favor de decir en todos los sitios adonde llegásemos que yo era su hermano.

14 Abimélec tomó entonces ovejas y vacas, criados y criadas, se los dio a Abrahán y le devolvió también a Sara, su mujer. 15 Y le dijo:

— Ahí tienes mi territorio, establécete donde mejor te parezca.

16 Y a Sara le dijo:

— He dado a tu hermano mil siclos de plata, que servirán para defender tu buena fama ante todos los tuyos y restablecer tu reputación.

17 Entonces Abrahán oró a Dios que sanó a Abimélec, a su mujer y a sus concubinas para que de nuevo pudieran tener hijos, 18 porque Dios, a causa de Sara, la mujer de Abrahán, había hecho estériles a todas las mujeres en la casa de Abimélec.

Nacimiento de Isaac

21 El Señor, tal como había dicho, favoreció a Sara y cumplió la promesa que le había hecho. Sara quedó embarazada y, en la fecha predicha por Dios, le dio un hijo al viejo Abrahán. Y el nombre que Abrahán puso al hijo que Sara le dio, fue Isaac. A los ocho días de nacer, Abrahán circuncidó a su hijo Isaac tal como Dios le había mandado. Cien años tenía Abrahán cuando le nació su hijo Isaac. Entonces Sara pensó:

— Dios me ha hecho alegrarme, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se alegrarán conmigo.

Y añadió:

— ¡Quién le iba a decir a Abrahán que Sara amamantaría hijos! Sin embargo, yo le he dado un hijo, a pesar de su vejez.

Agar e Ismael son expulsados

El niño creció y fue destetado; el día en que lo destetaron Abrahán ofreció un banquete.

Un día, Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de la egipcia Agar jugaba con su hijo Isaac; 10 dijo entonces a Abrahán:

— ¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! Porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac.

11 Esto le dolió mucho a Abrahán, porque Ismael también era hijo suyo. 12 Pero Dios le dijo:

— No te angusties por el muchacho ni por tu esclava. Hazle caso a Sara, porque la descendencia que llevará tu nombre será la de Isaac. 13 Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es descendiente tuyo.

14 Al día siguiente, Abrahán se levantó de madrugada, tomó pan y un odre de agua, lo cargó a hombros de Agar y la despidió con el niño. Ella se marchó y anduvo sin rumbo por el desierto de Berseba. 15 Cuando se acabó el agua del odre, dejó al niño bajo un arbusto, 16 se alejó y se sentó a solas a la distancia de un tiro de arco, pues no quería verle morir. Sentada a distancia lloró amargamente.

17 Dios escuchó al niño llorar, y desde el cielo el mensajero de Dios llamó a Agar y le dijo:

— ¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño que está ahí. 18 ¡Anda, vete a donde está el muchacho y agárralo con fuerza de la mano, porque yo haré de él una gran nación!

19 Entonces Dios le abrió a Agar los ojos y vio un pozo de agua. Enseguida fue allá, llenó el odre y dio de beber al niño. 20 Dios protegió al niño, y este fue creciendo. Vivía en el desierto y era un buen tirador de arco; 21 habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una mujer egipcia.

Alianza entre Abrahán y Abimélec

22 En aquel tiempo Abimélec, acompañado de Picol, jefe de su ejército, dijo a Abrahán:

— Dios está contigo en todo lo que haces. 23 Por tanto, júrame por Dios, aquí mismo, que no me traicionarás ni a mí, ni a mis hijos, ni a mis parientes, sino que me tratarás a mí y al país que te ha acogido con la misma lealtad que yo te he mostrado.

24 Abrahán respondió:

— Te lo juro.

25 Pero Abrahán llamó la atención a Abimélec por causa de un pozo de agua del cual los siervos de Abimélec se habían apropiado por la fuerza. 26 Y Abimélec le dijo:

— No tengo idea de quién pudo haber hecho esto. Yo no sabía nada de esto y tampoco tú me habías dicho nada.

27 Entonces Abrahán tomó algunas ovejas y vacas, se las dio a Abimélec y los dos hicieron una alianza. 28 Después Abrahán apartó siete corderas del rebaño, 29 por lo que Abimélec le preguntó:

— ¿Para qué has apartado estas siete corderas?

30 Abrahán le respondió:

— Para que estas siete corderas que hoy te regalo sirvan de testimonio de que yo cavé este pozo.

31 Por esa razón, aquel lugar se llamó Berseba, pues allí los dos hicieron un juramento.

32 Una vez sellada la alianza en Berseba, Abimélec en compañía de Picol, el jefe de su ejército, regresó al país de los filisteos. 33 Allí, en Berseba, Abrahán plantó un tamarisco, y en ese lugar invocó el nombre del Señor, el Dios eterno. 34 Durante mucho tiempo Abrahán habitó en el país de los filisteos.

Sacrificio de Isaac

22 Después de estos hechos, Dios quiso poner a prueba a Abrahán; así que lo llamó:

— ¡Abrahán!

Respondió Abrahán:

— Aquí estoy.

Y Dios le dijo:

— Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, a Isaac, dirígete a la región de Moriá y, una vez allí, ofrécemelo en holocausto, en un monte que yo te indicaré.

Al día siguiente, de madrugada, Abrahán se levantó y ensilló su asno; cortó leña para el holocausto y, en compañía de dos siervos y de Isaac, se dirigió al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, Abrahán alzó los ojos y divisó el sitio a lo lejos. Entonces dijo a sus siervos:

— Ustedes quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios; luego regresaremos con ustedes.

Abrahán tomó la leña del holocausto y se la cargó a su hijo Isaac, mientras él llevaba el cuchillo y el fuego. Y los dos siguieron caminando juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre:

— ¡Padre!

Abrahán respondió:

— Dime, hijo mío.

Dijo Isaac:

— Tenemos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?

Abrahán respondió:

— Hijo mío, Dios proveerá el cordero para el holocausto.

Y continuaron caminando juntos. Una vez llegaron al lugar que Dios había indicado, Abrahán erigió un altar, preparó la leña y después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar encima de la leña. 10 Pero cuando Abrahán alargó la mano para tomar el cuchillo con el que degollar a su hijo, 11 el mensajero del Señor le grito desde el cielo:

— ¡Abrahán! ¡Abrahán!

Él respondió:

— Aquí estoy.

12 El mensajero le dijo:

— No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que obedeces a Dios y ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.

13 Al levantar la vista, Abrahán vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en sustitución de su hijo. 14 A ese lugar Abrahán le puso el nombre de: “El Señor proveerá”, y por eso hasta el día de hoy se dice: “Es el monte donde el Señor provee”.

15 El mensajero del Señor llamó por segunda vez a Abrahán desde el cielo, 16 y le dijo:

— Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu único hijo, 17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos 18 y, puesto que me has obedecido, todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tu descendencia.

19 Después Abrahán regresó al lugar donde estaban sus criados y partieron juntos hacia Berseba, donde Abrahán se quedó a vivir.

Los descendientes de Najor

20 Algún tiempo más tarde, Abrahán recibió la noticia de que su hermano Najor también había tenido hijos de Milcá. 21 Su primogénito fue Uz; luego nació su hermano Buz, y luego Camuel, padre de Aram. 22 Después siguieron Quésed, Jazó, Pildás, Jidlaf y Betuel. 23 Betuel fue el padre de Rebeca. Estos fueron los ocho hijos que Milcá dio a Najor, hermano de Abrahán. 24 Además Najor también tuvo hijos con una concubina suya llamada Reumá. Ellos fueron: Tebaj, Gaján, Tajás y Maacá.

Muerte y sepultura de Sara

23 Sara vivió ciento veintisiete años, y murió en Quiriat Arbá, es decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abrahán fue a llorar a su mujer y a hacer duelo por ella. Luego salió de donde estaba el cadáver de Sara y fue a proponer a los hititas lo siguiente:

— Aunque soy un forastero, un extranjero entre ustedes, véndanme una sepultura en propiedad dentro de su territorio para poder enterrar a mi esposa difunta.

Los hititas le respondieron:

— ¡Escúchanos, señor! Nosotros te consideramos un hombre distinguido por Dios. Sepulta a tu esposa difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que la entierres.

Puesto en pie, Abrahán hizo una reverencia ante los hititas, los pobladores del país; y les dijo:

— Si es su voluntad que entierre aquí a mi mujer difunta, les ruego que intercedan por mí ante Efrón, el hijo de Sojar, para que me venda la cueva de Macpelá, que se encuentra en el extremo de su campo. Yo le pagaré lo que vale, y así tendré una sepultura en propiedad dentro del territorio de ustedes.

10 Como Efrón, el hitita, estaba allí, entre ellos, contestó a Abrahán delante de sus paisanos hititas y de todos los que estaban reunidos a la puerta de la ciudad:

11 — No, señor mío, escúchame bien: te regalo el campo y también la cueva que está en él. Mis paisanos son testigos de que yo te lo regalo. Entierra allí a tu esposa difunta.

12 Pero Abrahán hizo otra reverencia a los habitantes del lugar 13 y, teniéndolos por testigos, dijo a Efrón:

— Escúchame, por favor: Yo te pago el precio del campo. Acéptalo para que yo entierre allí a mi esposa difunta.

14 A lo que Efrón respondió:

15 — Escúchame, señor mío: ¿qué es para ti o para mí un terreno que vale cuatrocientos siclos de plata? Anda, entierra a tu esposa difunta.

16 Abrahán cerró el acuerdo con Efrón y le pagó el precio convenido en presencia de los hititas: cuatrocientos siclos de plata de uso corriente entre los comerciantes. 17 Así fue como el campo de Efrón que estaba en Macpelá, frente a Mambré, junto con la cueva y todos los árboles frutales que estaban dentro de sus límites, 18 pasaron a ser propiedad de Abrahán, teniendo por testigos a los hititas y a todos los que asistieron al trato en la puerta de la ciudad.

19 Después de esto, Abrahán enterró a Sara en la cueva del campo de Macpelá, frente a Mambré, es decir, en Hebrón, en la tierra de Canaán. 20 De esta manera, los hititas cedieron a Abrahán, como sepultura en propiedad, tanto el campo como la cueva ubicada en él.

Isaac y Rebeca

24 Abrahán era un anciano muy entrado en años, y el Señor le había bendecido en todo. Un día llamó al criado más antiguo de su casa, el que le administraba todos los bienes, y le dijo:

— Pon tu mano bajo mi muslo y júrame por el Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una mujer de este país de Canaán, donde yo habito, sino que irás a mi tierra, donde vive mi familia, y allí buscarás esposa para mi hijo Isaac.

El criado le respondió:

— ¿Qué he de hacer si la mujer me dice que no quiere venir conmigo a esta tierra? ¿Tendré entonces que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?

Abrahán le respondió:

— ¡De ningún modo lleves a mi hijo allá! El Señor, Dios del cielo, que me sacó de la casa de mi padre y de mi país de origen, que habló conmigo y juró dar esta tierra a mi descendencia, enviará su mensajero delante de ti para que tomes allí esposa para mi hijo. Si la mujer no quiere venir contigo, quedarás libre de este juramento; pero ¡de ninguna manera lleves allá a mi hijo!

Entonces el criado puso la mano bajo el muslo de su amo y le juró que cumpliría con este encargo. 10 Luego tomó diez de los camellos de su amo y, llevando consigo toda clase de regalos de su amo, se encaminó a Aram Najaráin, a la ciudad de Najor.

11 Cuando el criado llegó a las afueras de la ciudad, hizo arrodillar a los camellos junto a un pozo de agua. La tarde ya estaba cayendo y ese era el momento en que las aguadoras salían en busca de agua. 12 Así que oró diciendo:

— Señor, Dios de mi amo Abrahán, haz que me vaya bien en este día y muéstrate bondadoso con mi amo Abrahán. 13 Yo estaré aquí, junto a esta fuente, mientras las muchachas de esta ciudad salen a por agua. 14 La muchacha a quien yo diga: “por favor, inclina tu cántaro para que pueda beber”, y ella me responda: “Bebe, y también voy a dar de beber a tus camellos”, esa será la que tú has destinado para tu siervo Isaac. Así podré estar seguro de que has sido bondadoso con mi amo.

15 Aún no había terminado de orar, cuando Rebeca, la hija de Betuel, hijo de Milcá y de Najor, hermano de Abrahán, salía con su cántaro al hombro. 16 La muchacha era muy bella y, además, era virgen pues no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Bajó a la fuente, llenó el cántaro y ya regresaba 17 cuando el criado de Abrahán corrió a su encuentro y le dijo:

— Por favor, déjame beber un poco de agua de tu cántaro.

18 Ella respondió:

- Bebe, señor mío.

Y enseguida bajó su cántaro y, sosteniéndolo entre sus manos, le dio de beber. 19 Cuando el criado acabó de beber, Rebeca le dijo:

— Traeré agua también para que tus camellos beban toda la que quieran.

20 Vació, pues, rápidamente su cántaro en el abrevadero, corrió a sacar más agua del pozo y trajo para todos los camellos. 21 El hombre, mientras tanto, la miraba en silencio, preguntándose si el Señor había dado o no éxito a su viaje. 22 Cuando los camellos terminaron de beber, el hombre tomó un anillo de oro que pesaba unos seis gramos, y dos brazaletes de oro que pesaban algo más de cien gramos para las muñecas de la muchacha, 23 y le dijo:

— Dime de quién eres hija y si habrá sitio en la casa de tu padre para pasar la noche.

24 Ella respondió:

— Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor.

25 Y añadió:

— En nuestra casa hay paja y forraje en abundancia, y también hay sitio para pasar la noche.

26 Entonces el hombre se arrodilló y adoró al Señor, 27 diciendo:

— ¡Bendito sea el Señor, el Dios de mi amo Abrahán, que no ha dejado de manifestar con mi amo su amor y su fidelidad guiando mis pasos hasta la casa de sus parientes!

28 La muchacha corrió a casa a contárselo todo a su madre. 29 Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Este, apenas vio el anillo y los brazaletes de su hermana y oyó contar todo lo que aquel hombre le había dicho a Rebeca, salió corriendo hacia la fuente en busca del hombre. Al llegar, lo encontró con sus camellos junto a la fuente. 31 Y le dijo:

— Ven, bendito del Señor, no te quedes ahí fuera. Ya he preparado alojamiento y un lugar para los camellos.

32 El hombre entró en la casa. En seguida Labán desaparejó los camellos, les dio agua y forraje, y llevó agua para que el criado de Abrahán y sus acompañantes lavaran sus pies.

33 Cuando le ofrecieron de comer, el criado dijo:

— No probaré bocado hasta que no diga lo que tengo que decir.

Labán le dijo:

— Habla.

34 Y él dijo:

— Soy criado de Abrahán. 35 El Señor ha bendecido mucho a mi amo y lo ha colmado de riquezas; le ha dado ovejas y vacas, oro y plata, criados y criadas, camellos y asnos. 36 Y Sara, su mujer, siendo ya anciana, le ha dado un hijo que lo heredará todo. 37 Mi amo me hizo jurar, diciendo: “No busques esposa para mi hijo de entre las hijas de los cananeos en cuya tierra habito, 38 sino que irás a la casa de mi padre y escogerás a una que sea de mi clan”. 39 Y yo pregunté a mi amo: “¿Y si la mujer no quiere venir conmigo?”. 40 Entonces él me contestó: “Yo no me he apartado del camino del Señor. Por tanto él enviará a su ángel para que te guíe y dé éxito a tu viaje encontrando una esposa para mi hijo en casa de mi padre; una que sea de mi clan. 41 Sólo quedarás libre del juramento que me haces si, aunque vayas adonde vive mi clan, ellos no te conceden a la muchacha”.

42 Cuando hoy llegué a la fuente, dije: “Señor, Dios de mi amo Abrahán, si es tu voluntad, lleva a feliz término la misión que he venido a realizar. 43 Yo me pondré junto a la fuente y pediré a la muchacha que venga a sacar agua, que me deje beber un poco de agua de su cántaro. 44 Si ella me responde: ‘Bebe, y también sacaré agua para tus camellos’, sabré que ella es la que tú, Señor, has escogido para el hijo de mi amo”. 45 Todavía no había yo terminado de orar, cuando salía Rebeca con el cántaro al hombro; bajó a la fuente, sacó agua, y yo le dije: “Dame de beber, por favor”. 46 Ella bajó enseguida su cántaro y me dijo: “Bebe, y también daré de beber a tus camellos”. Yo bebí y ella abrevó mis camellos. 47 Luego le pregunté: “¿De quién eres hija?”. Y ella respondió: “Soy hija de Betuel, el hijo de Milcá y de Najor”. Entonces le puse el anillo en la nariz y los brazaletes en los brazos. 48 Luego me incliné para adorar al Señor y bendije al Señor, Dios de mi amo Abrahán, por haberme guiado por el buen camino para llevar la hija de su pariente al hijo de mi amo. 49 Ahora pues, díganme si van a mostrar lealtad y fidelidad a mi amo; y si no, díganmelo también, para que pueda actuar en consecuencia.

50 Entonces Labán y Betuel le respondieron:

— Esto es cosa del Señor, y no nos corresponde a nosotros decir si está bien o está mal. 51 Aquí tienes a Rebeca; tómala y vete; que sea la esposa del hijo de tu amo, tal como el Señor ha dispuesto.

52 Cuando el criado de Abrahán escuchó estas palabras, se postró en tierra ante el Señor. 53 Después sacó joyas de oro y plata, además de vestidos, y se lo dio todo a Rebeca. Y también entregó regalos a su hermano y a su madre. 54 Después, el criado y sus acompañantes comieron y bebieron, y pasaron allí la noche.

A la mañana siguiente, cuando se levantaron, el criado de Abrahán dijo:

— Permítanme que regrese con mi amo.

55 Pero el hermano y la madre de Rebeca le respondieron:

— Deja que la muchacha se quede con nosotros unos diez días. Luego puede irse contigo.

56 Pero el criado insistió:

— Ya que el Señor ha dado éxito a mi viaje, no me entretengan; déjenme regresar con mi amo.

57 Ellos dijeron:

— Llamemos a la muchacha y que ella decida.

58 Así que llamaron a Rebeca y le preguntaron:

— ¿Quieres irte con este hombre?

Ella respondió:

— Sí.

59 Entonces dejaron marchar a Rebeca y a su nodriza con el criado de Abrahán y sus acompañantes. 60 Y bendijeron a Rebeca con estas palabras:

Tú eres nuestra hermana;
sé madre de miles y miles,
y que tus descendientes
conquisten las ciudades enemigas.

61 Después Rebeca y sus criadas se dispusieron para el viaje, montaron en los camellos y siguieron al hombre. Así fue como el criado de Abrahán marchó de allí llevando consigo a Rebeca.

62 Mientras tanto, Isaac había vuelto del pozo de Lajay Roí y estaba viviendo en la región del Négueb. 63 Un atardecer Isaac salió a dar un paseo por el campo y de pronto vio que se acercaba una caravana de camellos. 64 También Rebeca miró y, al ver a Isaac, bajó del camello 65 y le preguntó al criado:

— ¿Quién es ese hombre que viene por el campo a nuestro encuentro?

El criado respondió:

— Es mi amo.

Entonces Rebeca se cubrió [el rostro] con un velo.

66 El criado le contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Isaac hizo entrar a Rebeca en la tienda que había sido de Sara, su madre. Tomó a Rebeca por esposa y con su amor se consoló de la muerte de su madre.

Descendientes de Abrahán y Queturá. Muerte de Abrahán (1 Cr 1,32-33)

25 Abrahán tomó después otra mujer, llamada Queturá. Los hijos que tuvo con ella fueron: Zimrán, Joxán, Medán, Madián, Jisboc y Suaj. Joxán engendró a Sabá y a Dedán. Los descendientes de Dedán fueron los asuríes, los litusíes y los leumíes. Los hijos de Madián fueron Efá, Efer, Janoc, Abidá y Eldaá. Todos estos fueron los descendientes de Queturá.

Abrahán legó todos sus bienes a Isaac. También hizo regalos a los hijos de sus otras concubinas, pero antes de morir, los apartó de su hijo Isaac, enviándolos hacia el este, a las tierras del oriente.

Abrahán vivió ciento setenta y cinco años. Expiró tras una feliz vejez y, colmado de años, fue a reunirse con sus antepasados. Sus hijos, Isaac e Ismael, lo enterraron en la cueva de Macpelá, en el campo de Efrón, hijo de Sojar, el hitita, enfrente de Mambré. 10 Abrahán había comprado ese campo a los hititas, y allí fueron enterrados Abrahán y Sara, su mujer. 11 Después de la muerte de Abrahán, Dios bendijo a su hijo Isaac, quien se quedó a vivir cerca del pozo de Lajay Roí.

Descendientes de Ismael (1 Cr 1,28-31)

12 Estos son los descendientes de Ismael, el hijo de Abrahán y de Agar, la esclava egipcia de Sara. 13 Los nombres de los hijos de Ismael por orden de nacimiento son: el primogénito fue Nebayot; después Quedar, Adbel, Mibsán, 14 Mismá, Dumá, Masá, 15 Adad, Temá, Jetur, Nafís y Quedmá. 16 Estos son los nombres de los doce hijos de Ismael, y con esos mismos nombres se conocieron sus propios territorios y campamentos. Cada uno era jefe de su propio clan.

17 Ismael vivió ciento treinta y siete años al cabo de los cuales expiró y fue a reunirse con sus antepasados. 18 Sus descendientes se establecieron en la región que está entre Javilá y Sur, cerca de Egipto, en la ruta de Asour. Ismael murió estando presentes todos sus hermanos.

Ciclo de Isaac (25,19—26,35)

Nacimiento de Esaú y Jacob

19 Esta es la historia de Isaac, hijo de Abrahán.

Abrahán engendró a Isaac. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando se casó con Rebeca, hija de Betuel, arameo de Parán Aram, y hermana de Labán, también arameo. 21 Isaac suplicó al Señor por su mujer, porque era estéril. El Señor oyó su oración y ella quedó embarazada. 22 Pero los hijos que esperaba se peleaban dentro de su vientre, así que Rebeca se dijo:

— Si esto va a seguir así, ¿para qué vivir?

Entonces fue a consultar al Señor, 23 y el Señor le respondió:

— Dos naciones hay en tu vientre;
dos pueblos separados desde tus entrañas;
uno será más fuerte que el otro,
el mayor servirá al menor.

24 Cuando llegó el momento del parto, resultó que había mellizos en su vientre. 25 Salió primero uno, pelirrojo y todo él velludo como un manto peludo; así que lo llamaron Esaú. 26 Detrás salió su hermano, agarrado con una mano al talón de Esaú. A este lo llamaron Jacob. Cuando nacieron, Isaac tenía sesenta años.

Esaú vende su primogenitura

27 Los niños crecieron y Esaú se convirtió en un diestro cazador, que prefería vivir en el campo, mientras que Jacob era un hombre tranquilo, apegado a la vida sedentaria. 28 Isaac tenía preferencia por Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba, mientras que Rebeca se inclinaba por Jacob.

29 Cierto día, Jacob estaba guisando un potaje, cuando Esaú llegó muy cansado del campo, 30 y le dijo:

— ¡Tengo hambre, dame de comer de ese guiso rojo!

(Por eso a Esaú también se le conoce como Edom).

31 Jacob respondió:

— Sólo si me vendes ahora mismo tus derechos de primogenitura.

32 Esaú dijo:

— Estoy que me muero de hambre. ¿Qué me importan a mí los derechos de primogenitura?

33 Jacob insistió:

— Júramelo antes.

Esaú se lo juró, y de ese modo le vendió a Jacob sus derechos de primogénito. 34 Entonces Jacob sirvió a Esaú pan y el potaje de lentejas. Esaú comió, bebió, se levantó y se fue. Así fue como Esaú malvendió sus derechos de primogénito.

Isaac en Guerar

26 Por aquel tiempo la región volvió a sufrir hambruna —aparte de la que había padecido anteriormente, en los días de Abrahán—. Por eso Isaac se dirigió a Guerar, donde residía Abimélec, rey de los filisteos. El Señor se le apareció y le dijo:

— No bajes a Egipto. Quédate en la tierra que yo te indique. Reside en esta tierra y yo estaré contigo y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia les he de dar todas estas tierras. Así cumpliré el juramento que le hice a tu padre Abrahán. Haré que tu descendencia sea tan numerosa como las estrellas del cielo y te daré todas estas tierras, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tu descendencia, ya que Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos y mandamientos, mis normas y leyes.

Isaac se quedó a vivir en Guerar. Y cuando los lugareños le preguntaban si Rebeca era su mujer, él respondía que era su hermana, pues no se atrevía a decirles que era su mujer, no fueran a matarlo por causa de la belleza de Rebeca.

La estancia de Isaac en aquel lugar se fue dilatando, y un día Abimélec, rey de los filisteos, mirando por la ventana vio a Isaac acariciando a Rebeca, su mujer. Entonces Abimélec mandó llamar a Isaac y le dijo:

— ¡Así que Rebeca es tu mujer! ¿Por qué dijiste que era tu hermana?

Isaac le respondió:

— Yo pensé que tal vez me matarían por causa de ella.

10 Abimélec le dijo:

— ¿Cómo se te ha ocurrido hacernos esto? Poco ha faltado para que alguno del pueblo se hubiera acostado con tu mujer, y nos hicieses a todos culpables.

11 Y Abimélec ordenó a todo el pueblo:

— Quien moleste a este hombre o a su mujer, será condenado a muerte.

12 Isaac sembró en aquella tierra, y ese año cosechó el céntuplo, porque el Señor lo bendijo. 13 Así Isaac se fue enriqueciendo cada vez más, hasta que llegó a ser muy rico. 14 Llegó a tener tantas ovejas y vacas y tantos sirvientes, que los filisteos acabaron envidiándole, 15 y cegaron con tierra todos los pozos que los criados de su padre Abrahán habían cavado, cuando este aún vivía. 16 Entonces Abimélec dijo a Isaac:

— ¡Apártate de nosotros, porque te has hecho más poderoso que nosotros!

17 Isaac se fue de allí y montó su campamento en el valle de Guerar, donde se estableció. 18 Abrió nuevamente los pozos de agua que habían sido cavados en tiempos de su padre Abrahán y que los filisteos habían cegado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado. 19 Un día, los criados de Isaac, cavando un pozo en el valle, dieron con un manantial. 20 Pero los pastores de Guerar se pusieron a discutir con los pastores de Isaac diciendo:

— Esta agua es nuestra.

Por eso Isaac llamó al pozo Esec —es decir, “Pelea”—, porque habían peleado por él. 21 Después cavaron otro pozo, y volvieron a discutir por él; por eso Isaac lo llamó Sitná —es decir, “Discusión”—.

22 Entonces Isaac se fue de allí y volvió a cavar otro pozo, pero esta vez ya no hubo disputas por él. A este pozo lo llamó Rejobot —es decir, “Espacios abiertos”—, pues se dijo: “El Señor nos ha dado espacios abiertos para que prosperemos en esta región”.

Renovación de la promesa hecha a Abrahán

23 De allí Isaac se dirigió a Berseba. 24 Y aquella misma noche el Señor se le apareció y le dijo:

Yo soy el Dios de tu padre Abrahán.
No temas, porque yo estoy contigo.
Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia,
por amor a mi siervo Abrahán.

25 Allí Isaac erigió un altar e invocó el nombre del Señor. Montó allí su tienda, y sus criados cavaron otro pozo.

Alianza entre Isaac y Abimélec

26 Cierto día, Abimélec fue a visitar a Isaac desde Guerar. Llegó acompañado de su amigo Ajuzat y de Picol, el jefe de su ejército. 27 Isaac les preguntó:

— ¿Por qué vienen a visitarme, si me odian y hasta me han echado de su tierra?

28 Ellos respondieron:

— Nos hemos dado cuenta de que el Señor está contigo y queremos proponerte sellar entre nosotros una alianza con juramento. 29 Jura que no nos harás ningún daño, pues nosotros no te hicimos mal, al contrario, siempre te tratamos bien y te despedimos en forma amistosa. Tú eres ahora el bendito del Señor.

30 Isaac les ofreció un banquete y ellos comieron y bebieron. 31 Al día siguiente se levantaron de madrugada y se hicieron mutuo juramento. Luego Isaac los despidió, y ellos se marcharon como amigos.

32 Aquel mismo día los criados de Isaac vinieron a darle noticias del pozo que estaban cavando, y le dijeron:

— Hemos encontrado agua.

33 Isaac le puso el nombre de Sebá —es decir, “Juramento”—. Por eso la ciudad se llama hasta el día de hoy Berseba, —es decir, “Pozo del Juramento”.

34 Cuando Esaú tenía cuarenta años tomó por mujer a Judit, hija de Beerí el hitita, y a Besemat, hija de otro hitita llamado Elón. 35 Estas dos mujeres trajeron muchos disgustos a Isaac y a Rebeca.

Ciclo de Jacob (27—36)

Isaac bendice a Jacob y Esaú

27 Isaac era ya anciano y sus ojos se habían nublado tanto que ya no veía. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo:

— ¡Hijo mío!

Él respondió:

— Aquí estoy.

Continuó Isaac:

— Como ves, ya soy un anciano y cualquier día me puedo morir. Quiero que vayas al monte con tu arco y tus flechas y me traigas algo de caza. Después me lo guisas como a mí me gusta y me lo traes para que me lo coma, pues deseo darte mi bendición antes de morir.

Pero Rebeca había estado escuchando lo que Isaac le decía a su hijo Esaú y, en cuanto este salió al monte a cazar algo para su padre, ella llamó a su hijo Jacob y le dijo:

— Según acabo de escuchar, tu padre le ha pedido a tu hermano Esaú que cace un animal y se lo traiga para hacerle un guiso como a él le gusta, y después le dará su bendición delante del Señor antes de morir. Así que ahora, hijo mío, haz lo que te mando. Vete al rebaño y tráeme dos de los mejores cabritos. Yo prepararé a tu padre un guiso como a él le gusta 10 y tú se lo llevarás para que coma; y así te dará su bendición antes de morir.

11 Pero Jacob replicó a Rebeca, su madre:

— Sabes que mi hermano Esaú es velludo y yo soy lampiño. 12 Si resulta que mi padre llega a palparme y descubre que soy un impostor, me acarrearé maldición en lugar de bendición.

13 Su madre le dijo:

— Caiga sobre mí esa maldición, hijo mío. Tú haz lo que te digo y tráeme esos cabritos.

14 Jacob fue en busca de los cabritos, se los llevó a su madre y ella preparó el guiso como a su padre le gustaba. 15 Después Rebeca tomó la ropa de su hijo mayor Esaú, el mejor vestido que guardaba en casa, y se lo vistió a Jacob, su hijo menor. 16 Con la piel de los cabritos le cubrió las manos y la parte lampiña del cuello, 17 y puso en las manos de su hijo Jacob el guiso y el pan que había preparado.

18 Jacob entró adonde estaba su padre y le dijo:

— ¡Padre!

Isaac respondió:

— Aquí estoy. ¿Quién eres tú, hijo mío?

19 Jacob dijo:

— Soy Esaú, tu primogénito. Ya hice lo que me pediste. Ven, incorpórate para comer de lo que he cazado, y después me darás tu bendición.

20 Isaac dijo a su hijo:

— ¡Qué pronto has encontrado caza!

Jacob respondió:

— El Señor tu Dios me la puso al alcance.

21 Pero Isaac le dijo:

— Acércate, hijo mío, deja que te palpe para saber si de veras eres o no mi hijo Esaú.

22 Y Jacob se acercó a Isaac, su padre, que palpándolo dijo:

— La voz es la de Jacob, pero las manos son de Esaú. 23 Así que no lo reconoció porque sus manos eran velludas como las de su hermano Esaú. Ya se disponía a bendecirlo 24 cuando volvió a preguntarle:

— ¿Eres tú de verdad mi hijo Esaú?

Jacob contestó:

— Lo soy.

25 Entonces su padre le dijo:

— Sírveme de lo que has cazado, hijo mío, para que coma, y te daré mi bendición.

Jacob sirvió de comer a su padre, y comió; también le sirvió vino, y bebió. 26 Después Isaac, su padre, le dijo:

— Acércate ahora, hijo mío, y bésame.

27 Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras:

“El aroma de mi hijo
es como el aroma de un campo
que el Señor ha bendecido.
28 Que Dios te conceda del cielo el rocío,
y de la tierra una abundante cosecha
de vino y de trigo.
29 Que tengas pueblos por vasallos
y naciones se inclinen ante ti.
Que seas señor de tus hermanos
y ante ti se postren los hijos de tu madre.
¡Maldito sea quien te maldiga,
y quien te bendiga, bendito sea!”.

30 Apenas había terminado Isaac de bendecir a Jacob y de salir este de donde estaba su padre, cuando volvió de cazar Esaú, su hermano. 31 Preparó también Esaú un guiso, se lo llevó a su padre y le dijo:

— Levántate, padre, come de esto que ha cazado tu hijo y dame tu bendición.

32 Su padre Isaac le preguntó:

— ¿Quién eres tú?

Él respondió:

— Soy Esaú, tu hijo primogénito.

33 Isaac se estremeció sobremanera y exclamó:

— Entonces ¿quién es el que fue a cazar y me lo trajo y comí de todo antes de que tú llegaras? Le di mi bendición, y bendecido quedará.

34 Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito atroz, lleno de amargura, y le suplicó:

— ¡Dame tu bendición a mí también, padre!

35 Pero Isaac le respondió:

— Ha venido tu hermano con engaños y te ha robado tu bendición.

36 Esaú exclamó:

— ¡Con razón le pusieron el nombre de Jacob! Ya van dos veces que me ha hecho trampa; primero me quitó mi primogenitura, y ahora me ha arrebatado mi bendición. ¿No te queda otra bendición para mí?

37 Isaac le respondió:

— Mira, lo he puesto por señor tuyo y he declarado siervos suyos a todos sus hermanos. Le he provisto de vino y trigo, ¿qué puedo hacer ya por ti, hijo mío?

38 Pero Esaú insistió:

— ¿Es que sólo tienes una bendición, padre? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!

Y Esaú se puso a llorar y a dar grandes gritos.

39 Entonces Isaac, su padre, le dijo:

Vivirás lejos de la tierra fértil,
lejos del rocío del cielo.
40 Vivirás de tu espada
y a tu hermano servirás.
Pero cuando te rebeles,
lograrás quitar su yugo de tu cuello.

41 Desde entonces Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por la bendición que le había dado su padre, y se decía: “No está lejos el día en que hagamos duelo por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob.”

42 Alguien contó a Rebeca lo que Esaú, su hijo mayor, estaba tramando; así que mandó llamar a Jacob, el hijo menor, y le dijo:

— Mira, tu hermano Esaú quiere matarte para vengarse de ti. 43 Créeme, hijo mío, debes huir en seguida a Jarán, a casa de mi hermano Labán. 44 Quédate con él por algún tiempo, hasta que se apacigüe la furia de tu hermano. 45 Cuando ya se haya calmado y olvide lo que le has hecho, entonces te mandaré aviso para que vuelvas. ¡No quiero perderlos a los dos el mismo día!

46 Luego Rebeca dijo a Isaac:

— Estas nueras hititas me están amargando la vida. Como Jacob se case también con una de esas hititas, con una nativa de este país, ¡más me valdría morir!

Viaje de Jacob a Parán Aram

28 Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le ordenó:

— No te cases con una mujer cananea. Vete ahora mismo a Parán Aram, a casa de Betuel, tu abuelo materno, y cásate allí con una de las hijas de tu tío Labán. Que el Todopoderoso te bendiga y te haga crecer y multiplicarte hasta llegar a ser una muchedumbre de tribus. Qué él te conceda la bendición de Abrahán a ti y a tus descendientes, y llegues a poseer la tierra en la que vives como extranjero, la que Dios entregó a Abrahán.

Isaac, pues, despidió a Jacob, y este se fue a Parán Aram, a casa de Labán, hijo del arameo Betuel y hermano de Rebeca, la madre de Jacob y Esaú.

Matrimonio de Esaú con Majalat

Esaú había visto cómo Isaac bendecía a Jacob y lo había enviado a Parán Aram para que buscara allí esposa; vio también cómo, al bendecirlo, le había pedido que no se casase con una mujer cananea, por lo que Jacob, obedeciendo a sus padres, había partido hacia Parán Aram. Comprendió, pues, Esaú que las mujeres cananeas desagradaban a su padre Isaac; así que se dirigió a territorio ismaelita y, aunque tenía otras esposas [cananeas], se casó con Majalat, hija de Ismael —el hijo de Abrahán— y hermana de Nebayot.

El sueño de Jacob en Betel

10 Jacob partió de Berseba y se dirigió a Jarán. 11 Cuando el sol se puso, se detuvo a pasar la noche en el lugar donde estaba. Tomó una piedra de las que había por allí, se la puso de cabezal y se acostó en aquel lugar. 12 Y tuvo un sueño: vio una escalinata que, apoyada en tierra, alcanzaba el cielo por el otro extremo. Por ella subían y bajaban los ángeles del Señor. 13 El Señor estaba en pie sobre ella y le decía:

— Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abrahán y el Dios de Isaac; yo te daré a ti y a tu descendencia la tierra sobre la que estás acostado. 14 Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra: te extenderás a oriente y a occidente, al norte y al sur. Por ti y tu descendencia todos los pueblos de la tierra serán benditos. 15 Yo estoy contigo; te protegeré adondequiera que vayas y te traeré de vuelta a esta tierra, porque no te abandonaré hasta que haya cumplido lo que te he prometido.

16 Al despertar Jacob de su sueño, pensó:

— ¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!

17 Y añadió aterrorizado:

— ¡Qué lugar más temible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo!

18 A la mañana siguiente Jacob se levantó temprano, tomó la piedra que había usado de cabezal, la erigió como piedra votiva y la consagró ungiéndola con aceite. 19 Y llamó a aquel lugar Betel —es decir, Casa de Dios—. El nombre que anteriormente tenía la ciudad era Luz, pero Jacob le cambió este nombre por el de Betel.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España