Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
1 Samuel 16:1-28:19

Samuel unge a David como rey

16 Entonces el SEÑOR dijo a Samuel: —¿Hasta cuándo has de llorar por Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena de aceite el cuerno y ve; yo te enviaré a Isaí, de Belén, porque de entre sus hijos me he provisto de un rey.

Samuel preguntó:

—¿Cómo voy a ir? Si Saúl se llega a enterar, me matará.

El SEÑOR respondió:

—Toma contigo una vaquilla del ganado, y di: “He venido para ofrecer un sacrificio al SEÑOR”. Invita a Isaí al sacrificio; yo te enseñaré lo que has de hacer, y tú me ungirás al que yo te diga.

Samuel hizo lo que dijo el SEÑOR. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirlo temblando y preguntaron:

—¿Es pacífica tu venida?

Él respondió:

—Sí, es pacífica. Vengo para ofrecer un sacrificio al SEÑOR. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio.

Después de purificar a Isaí y a sus hijos, los invitó al sacrificio. Y aconteció que cuando ellos llegaron, él vio a Eliab y pensó: “¡Ciertamente su ungido está delante del SEÑOR!”. Pero el SEÑOR dijo a Samuel:

—No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque el SEÑOR no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el SEÑOR mira el corazón.

Luego Isaí llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, quien dijo:

—Tampoco a este ha elegido el SEÑOR.

Después Isaí hizo pasar a Sama. Y Samuel dijo:

—Tampoco a este ha elegido el SEÑOR.

10 Isaí hizo pasar a siete de sus hijos ante Samuel, y este dijo a Isaí:

—El SEÑOR no ha elegido a estos.

11 Entonces Samuel preguntó a Isaí:

—¿Son estos todos los jóvenes?

Y él respondió:

—Todavía queda el menor, pero he aquí que está apacentando las ovejas.

Samuel dijo a Isaí:

—Manda a traerlo, porque no nos sentaremos a comer hasta que él llegue aquí.

12 Isaí mandó por él, y lo hizo entrar. Era de tez sonrosada, de bellos ojos y de buena presencia. Entonces el SEÑOR dijo:

—¡Levántate y úngelo, porque este es!

13 Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y desde aquel día en adelante el Espíritu del SEÑOR descendió con poder sobre David.

Luego Samuel se levantó y regresó a Ramá.

David toca el arpa para Saúl

14 El Espíritu del SEÑOR se apartó de Saúl, y un espíritu malo de parte del SEÑOR lo atormentaba. 15 Entonces los servidores de Saúl le dijeron:

—He aquí, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. 16 Diga nuestro señor a tus servidores que están delante de ti, que te busquen a alguien que sepa tocar el arpa; para que cuando el espíritu malo de parte de Dios venga sobre ti, él toque con su mano, y tú te sientas bien.

17 Y Saúl respondió a sus servidores:

—Búsquenme, por favor, alguno que toque bien, y tráiganmelo.

18 Entonces uno de los criados respondió diciendo:

—He aquí, he visto a un hijo de Isaí, de Belén, que sabe tocar. Él es valiente, hombre de guerra, prudente de palabra, de buena presencia; y el SEÑOR está con él.

19 Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: “Envíame a tu hijo David, el que está con las ovejas”. 20 Entonces Isaí tomó un asno cargado de pan, un odre de vino y un cabrito, y los envió a Saúl por medio de su hijo David.

21 Cuando David vino a Saúl, se quedó a su servicio. Saúl lo estimaba mucho y lo hizo su escudero. 22 Saúl envió a decir a Isaí: “Por favor, permite que David se quede a mi servicio, porque ha hallado gracia ante mis ojos”.

23 Y sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y la tañía con su mano. Y Saúl hallaba alivio y se sentía mejor. Así el espíritu malo se apartaba de él.

Goliat desafía al ejército de Israel

17 Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra y se congregaron en Soco, que pertenecía a Judá. Después acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela y dispusieron la batalla contra los filisteos. Los filisteos estaban a un lado sobre una colina, y los israelitas al otro lado sobre otra colina; y el valle estaba entre ellos.

Entonces, de las tropas de los filisteos salió un paladín que se llamaba Goliat, de Gat. Este tenía de estatura casi tres metros. Llevaba un casco de bronce en la cabeza y estaba vestido con una cota de malla de bronce que pesaba cincuenta kilos. Sobre sus piernas tenía grebas de bronce y entre sus hombros llevaba una jabalina de bronce. El asta de su lanza parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba siete kilos. Y su escudero iba delante de él. Entonces se detuvo y gritó al ejército de Israel, diciendo:

—¿Para qué salen a disponer la batalla? ¿No soy yo el filisteo, y ustedes los siervos de Saúl? ¡Escojan de entre ustedes un hombre que venga contra mí! Si él puede luchar conmigo y me vence, nosotros seremos sus esclavos. Pero si yo puedo más que él y lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán. 10 —Y el filisteo añadió—: ¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Denme un hombre para que luche contra mí!

11 Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, se amedrentaron y tuvieron mucho temor.

David oye el desafío de Goliat

12 Ahora bien, David era hijo de un[a] hombre efrateo de Belén de Judá, que se llamaba Isaí y que tenía ocho hijos. En los días de Saúl este hombre era anciano, de edad muy avanzada[b]. 13 Los tres hijos mayores de Isaí habían ido tras Saúl a la guerra. Los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, Abinadab el segundo y Sama el tercero. 14 David era el menor. Y mientras los tres mayores habían ido tras Saúl, 15 David iba y volvía de donde estaba Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén.

16 Aquel filisteo se aproximaba por la mañana y por la tarde, presentándose así durante cuarenta días.

17 Isaí dijo a su hijo David:

—Toma ahora para tus hermanos veinte kilos de este grano tostado y estos diez panes, y llévalos de prisa al campamento donde están tus hermanos. 18 Lleva también estos diez quesos para el jefe de millar. Averigua si tus hermanos están bien y toma alguna prenda de ellos. 19 Saúl y ellos, con todos los hombres de Israel, están en el valle de Ela, combatiendo contra los filisteos.

20 David se levantó muy de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, tomó las cosas y se fue, como Isaí le había mandado. Llegó al círculo del campamento cuando las fuerzas disponían la batalla y daban el grito de guerra. 21 Los israelitas y los filisteos estaban dispuestos, ejército contra ejército.

22 Las cosas que David traía las dejó en manos del guarda del equipaje, y corrió hacia el ejército. Cuando llegó, saludó a sus hermanos, deseándoles paz. 23 Entonces, mientras hablaba con ellos, he aquí aquel paladín que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió del ejército de los filisteos y repitió las mismas palabras, las cuales oyó David.

David se ofrece para luchar contra Goliat

24 Todos los hombres de Israel, al ver a aquel hombre, huían de su presencia y tenían mucho miedo. 25 Los hombres de Israel decían:

—¿Han visto a ese hombre que ha salido? Él se adelanta para desafiar a Israel. Y sucederá que al que lo venza, el rey lo enriquecerá con grandes riquezas, le dará su hija y eximirá de tributos a su casa paterna en Israel.

26 David habló a los que estaban junto a él y preguntó:

—¿Qué harán por el hombre que venza a ese filisteo y quite la afrenta de Israel? Porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso para que desafíe a los escuadrones del Dios viviente?

27 La gente le respondió las mismas palabras, diciendo:

—Así se hará al hombre que lo venza.

28 Eliab, su hermano mayor, lo oyó hablar a los hombres. Entonces Eliab se encendió en ira contra David y le preguntó:

—¿Para qué has descendido acá? ¿Y con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? ¡Yo conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón! ¡Has descendido para ver la batalla!

29 David respondió:

—¿Qué he hecho yo ahora? ¿No fue solo una palabra?

30 Se apartó de él hacia otro y preguntó lo mismo. Y la gente le respondió igual que antes.

31 Las palabras que David había dicho fueron oídas y le fueron referidas a Saúl, quien lo hizo venir. 32 Y David dijo a Saúl:

—No desmaye el corazón de nadie a causa de él. Tu siervo irá y luchará contra ese filisteo.

33 Saúl dijo a David:

—Tú no podrás ir contra ese filisteo para luchar contra él; porque tú eres un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud.

34 David respondió a Saúl:

—Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño, 35 yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba. 36 Fuera león o fuera oso, tu siervo lo mataba. Ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente. 37 —Y David añadió—: ¡El SEÑOR, quien me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él me librará de la mano de ese filisteo!

Y Saúl dijo a David:

—¡Ve, y que el SEÑOR sea contigo!

Goliat desprecia y maldice a David

38 Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una cota de malla. 39 Luego David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no estaba acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl:

—Yo no puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado.

David se quitó de encima aquellas cosas. 40 Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia el filisteo. 41 El filisteo venía acercándose a David, precedido de su escudero. 42 Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante. 43 Y el filisteo preguntó a David:

—¿Acaso soy yo un perro para que vengas contra mí con palos?

El filisteo maldijo a David por sus dioses. 44 También el filisteo dijo a David:

—¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo!

45 Entonces David dijo al filisteo:

—Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado. 46 El SEÑOR te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel! 47 También todos estos congregados sabrán que el SEÑOR no libra con espada ni con lanza. ¡Del SEÑOR es la batalla! ¡Y él te entregará en nuestra mano!

David mata a Goliat

48 Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, este se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo. 49 Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y este cayó de bruces en tierra. 50 Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano. 51 Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de este, la sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella.

Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron. 52 Entonces los hombres de Israel y de Judá se levantaron gritando, y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat[c], y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos yacían por el camino de Saraim hasta Gat y Ecrón.

53 Cuando los hijos de Israel volvieron de perseguir a los filisteos, les saquearon su campamento. 54 Luego David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero puso sus armas en su morada.

Amistad de David y Jonatán

55 Cuando Saúl vio a David que salía para encontrarse con el filisteo, preguntó a Abner, el jefe del ejército:

—Abner, ¿de quién es hijo ese joven?

Abner respondió:

56 —¡Vive tu alma, oh rey, que no lo sé!

El rey dijo:

—Pregunta, pues, de quién es hijo ese joven.

57 Cuando David volvía de matar al filisteo, teniendo la cabeza del filisteo en su mano, Abner lo tomó y lo llevó a Saúl.

58 Saúl le preguntó:

—Joven, ¿de quién eres hijo?

David respondió:

—Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén.

18 Aconteció que cuando David terminó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se quedó ligada a la de David, y Jonatán lo amó como a sí mismo. Aquel día Saúl lo retuvo y no lo dejó volver a la casa de su padre.

Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo. Y Jonatán se quitó la túnica que llevaba y se la dio a David, junto con otras prendas suyas, inclusive su espada, su arco y su cinturón.

David iba a donde Saúl lo enviaba y tenía éxito, por lo cual Saúl lo puso al mando de la gente de guerra. Y esto era agradable a los ojos de todo el pueblo y a los ojos de los servidores de Saúl.

Saúl tiene celos de David

Aconteció que mientras ellos volvían, cuando David regresaba de vencer al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl, cantando y danzando con gozo, al son de panderos y otros instrumentos musicales. Y mientras danzaban, las mujeres cantaban y decían:

“¡Saúl derrotó a sus miles!

¡Y David a sus diez miles!”.

Saúl se enojó muchísimo. Estas palabras le desagradaron, y pensó: “A David le dan diez miles, y a mí me dan miles. ¡No le falta más que el reino!”.

Desde aquel día en adelante, Saúl miraba con sospecha a David.

10 Aconteció al día siguiente que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y este desvariaba dentro de su casa. David tañía el arpa con su mano, como lo hacía día tras día, y Saúl tenía una lanza en la mano. 11 Entonces Saúl arrojó la lanza pensando: “¡Clavaré a David en la pared!”. Pero David lo esquivó dos veces.

12 Saúl temía a David porque el SEÑOR estaba con él, mientras que se había apartado de Saúl. 13 Entonces Saúl alejó de sí a David, haciéndolo jefe de mil; y este salía y entraba al frente del pueblo. 14 David tenía éxito en todos sus asuntos, pues el SEÑOR estaba con él. 15 Al ver Saúl que David tenía mucho éxito, le tenía miedo. 16 Pero todo Israel y Judá amaban a David, porque él era quien salía y entraba al frente de ellos.

David llega a ser yerno de Saúl

17 Entonces Saúl dijo a David:

—He aquí Merab, mi hija mayor. Yo te la daré por mujer, con tal que me seas un hombre valiente y lleves a cabo las batallas del SEÑOR.

Pero Saúl pensaba: “No será mi mano contra él. ¡La mano de los filisteos será contra él!”.

18 David respondió a Saúl:

—¿Quién soy yo, y qué es mi vida o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?

19 Pero sucedió que cuando llegó el tiempo en que Merab, hija de Saúl, debía ser dada a David, fue dada por mujer a Adriel el mejolatita.

20 Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Esto le fue dicho a Saúl, y el asunto le pareció bien. 21 Luego pensó Saúl: “Yo se la daré para que le sirva de trampa y para que la mano de los filisteos sea contra él”. Y Saúl dijo a David por segunda vez:

—Hoy serás mi yerno.

22 Entonces Saúl dio órdenes a sus servidores:

—Hablen en secreto a David, diciéndole: “He aquí, el rey te aprecia, y todos sus servidores te quieren bien; sé, pues, yerno del rey”.

23 Los servidores de Saúl dijeron estas palabras a oídos de David, y este preguntó:

—¿Les parece poca cosa ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre e insignificante?

24 Los servidores de Saúl dieron a este la respuesta diciendo:

—Estas palabras ha dicho David.

25 Y Saúl dijo:

—Digan esto a David: “El rey no tiene interés en el precio matrimonial[d], sino en cien prepucios de filisteos, para vengarse de los enemigos del rey”.

Pero Saúl pensaba hacer caer a David en mano de los filisteos. 26 Y cuando los servidores de Saúl declararon a David estas palabras, agradó a David el asunto de ser yerno del rey.

Antes que se cumpliera el plazo, 27 David se levantó y partió con su gente. Mató a doscientos hombres de los filisteos, llevó sus prepucios y los entregó[e] todos al rey, para llegar a ser yerno del rey. Y Saúl le dio por mujer a su hija Mical. 28 Pero al ver y reconocer que el SEÑOR estaba con David y que Mical hija de Saúl[f] lo amaba, 29 Saúl temió aun más a David. Y Saúl fue hostil a David todos los días.

30 Los jefes de los filisteos continuaron saliendo a la guerra. Y sucedía que cada vez que lo hacían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl, por lo que su nombre se hizo muy apreciado.

Jonatán aboga por David ante Saúl

19 Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores para dar muerte a David. Pero Jonatán hijo de Saúl amaba mucho a David. Y Jonatán dio aviso a David, diciendo:

—Mi padre Saúl procura matarte. Ahora, por favor, ten cuidado durante la mañana y escóndete en un lugar oculto. Yo saldré y estaré al lado de mi padre en el campo donde tú estés y hablaré de ti a mi padre. Si percibo algo, te lo avisaré.

Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo:

—No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha cometido ningún pecado contra ti. Al contrario, sus obras te han sido muy beneficiosas. Él arriesgó su vida cuando mató al filisteo, y el SEÑOR dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra sangre inocente, dando muerte a David sin motivo?

Al oír Saúl la voz de Jonatán, juró:

—¡Vive el SEÑOR, que no morirá!

Entonces Jonatán llamó a David y le declaró todas estas palabras. Jonatán presentó a David ante Saúl, y David estuvo delante de él como antes.

Mical salva la vida a David

Volvió a haber guerra, y David fue y combatió contra los filisteos. Él les ocasionó una gran derrota, y huyeron ante él. Entonces un espíritu malo de parte del SEÑOR vino sobre Saúl. Y estando él sentado en su casa, tenía su lanza en su mano, mientras David tañía con la mano. 10 Luego Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza, pero David esquivó a Saúl, quien golpeó la lanza contra la pared. Aquella noche David huyó y se escapó.

11 Saúl envió mensajeros a la casa de David para que lo vigilaran y le dieran muerte a la mañana siguiente. Pero Mical, su mujer, avisó a David diciendo:

—Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto.

12 Entonces Mical descolgó a David por una ventana, y él se fue, huyó y se escapó. 13 Después Mical tomó un ídolo doméstico y lo puso sobre la cama, acomodándole a la cabecera una almohada de cuero de cabra y cubriéndolo con la ropa. 14 Y cuando Saúl envió mensajeros para que prendieran a David, ella respondió:

—Está enfermo.

15 Saúl volvió a enviar mensajeros para que vieran a David, diciendo: “¡Tráiganmelo en la cama para que lo mate!”. 16 Entraron los mensajeros, y he aquí que el ídolo estaba en la cama, y una almohada de cuero de cabra a su cabecera. 17 Entonces Saúl preguntó a Mical:

—¿Por qué me has engañado así y has dejado ir a mi enemigo, de modo que se escapase?

Mical respondió a Saúl:

—Porque él me dijo: “¡Déjame ir! Porque si no, te mato”.

David huye a Nayot, en Ramá

18 David huyó. Se escapó y fue a Samuel, en Ramá; y le dijo todo lo que Saúl le había hecho. Entonces él se fue con Samuel, y habitaron en Nayot.

19 Luego avisaron a Saúl, diciendo: “He aquí que David está en Nayot, en Ramá”. 20 Y Saúl envió mensajeros para que prendieran a David. Estos vieron[g] a un grupo de profetas que estaban profetizando y a Samuel que estaba allí y los presidía. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron. 21 Cuando le informaron a Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Saúl envió mensajeros por tercera vez, y estos también profetizaron. 22 Finalmente, él mismo fue a Ramá; y al llegar al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo:

—¿Dónde están Samuel y David?

Y le respondieron:

—He aquí que están en Nayot, en Ramá.

23 Fue a Nayot, en Ramá, y también sobre él vino el Espíritu de Dios, e iba profetizando hasta que llegó a Nayot, en Ramá. 24 Él también se despojó de su ropa y se puso a profetizar de la misma manera delante de Samuel. Todo aquel día y toda aquella noche estuvo echado desnudo. Por esto se suele decir: “¿También está Saúl entre los profetas?”.

Pacto de David y Jonatán

20 David huyó de Nayot, en Ramá. Después acudió a Jonatán y le dijo:

—¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál es mi pecado contra tu padre, para que él trate de quitarme la vida?

Él le respondió:

—¡De ninguna manera! No morirás. He aquí que mi padre no hace cosa grande ni pequeña que no me la revele. ¿Por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? ¡No será así!

Pero David volvió a jurar diciendo:

—Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia ante tus ojos y pensará: “Que Jonatán no sepa esto, no sea que se entristezca”. Ciertamente, ¡vive el SEÑOR y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte!

Entonces Jonatán dijo a David:

—Haré por ti lo que tú digas.

Y David respondió a Jonatán:

—He aquí que mañana es luna nueva, y yo debo sentarme con el rey para comer. Pero tú dejarás que me vaya y me esconda en el campo hasta el atardecer del tercer día. Si tu padre me echa de menos, dirás: “David me pidió encarecidamente que lo dejara ir de inmediato a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia tienen allá el sacrificio anual”. Si él dice: “Está bien”, entonces tu siervo tendrá paz. Pero si se enoja, sabrás que el mal está determinado de parte de él. Tendrás, pues, misericordia de tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en un pacto del SEÑOR contigo. Si hay maldad en mí, mátame tú. ¿Para qué llevarme hasta tu padre?

Y Jonatán respondió:

—¡Nunca te suceda tal cosa! Antes bien, si llego a saber que está determinado de parte de mi padre que el mal venga contra ti, ¿no te lo avisaré yo?

10 Entonces David preguntó a Jonatán:

—¿Quién me avisará, si[h] tu padre te responde con aspereza?

11 Jonatán dijo a David:

—Ven, salgamos al campo.

Salieron ambos al campo, 12 y Jonatán dijo a David:

—Vive[i] el SEÑOR Dios de Israel, que cuando yo haya hablado con mi padre mañana como a esta hora, las nueve de la mañana, he aquí que si él muestra buen ánimo para con David, ¿no enviaré yo para hacértelo saber? 13 Pero si mi padre quiere hacerte daño, ¡así haga el SEÑOR a Jonatán y aun le añada, si no te lo hago saber! Así te despediré, y te irás en paz; y que el SEÑOR esté contigo, como estuvo con mi padre. 14 Y si quedo vivo, muéstrame la misericordia del SEÑOR, para que yo no muera. 15 Cuando el SEÑOR destruya de la tierra uno por uno a los enemigos de David, no elimines para siempre tu misericordia de mi casa.

16 Así Jonatán hizo un pacto con la casa de David, y dijo:

—¡El SEÑOR lo demande de mano de los enemigos de David!

17 Jonatán hizo jurar de nuevo a David, a causa de su amor por él; porque lo amaba con toda su alma. 18 Luego le dijo Jonatán:

—Mañana es luna nueva, y tú serás echado de menos, porque tu asiento quedará vacío. 19 Al tercer día descenderás rápidamente[j] y vendrás al lugar donde estabas escondido cuando empezó este problema. Esperarás junto a aquella[k] piedra. 20 Yo tiraré tres flechas en esa dirección, simulando tirar al blanco. 21 Y he aquí que enviaré al muchacho diciéndole: “¡Ve y busca las flechas!”. Si digo al muchacho: “¡He aquí, las flechas están más acá de ti; tómalas!”, tú vendrás; porque hay paz y no hay peligro. ¡Vive el SEÑOR! 22 Pero si yo digo al muchacho: “¡He allí, las flechas están más allá de ti!”, vete; porque el SEÑOR te manda. 23 Y en cuanto a las palabras que tú y yo hemos hablado, he aquí que el SEÑOR es testigo entre tú y yo para siempre.

Saúl intenta herir a Jonatán

24 David se escondió en el campo. Y cuando llegó la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer. 25 Como solía, el rey se sentó en su silla, la silla junto a la pared. Jonatán se levantó[l], y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el lugar de David quedó vacío. 26 Aquel día Saúl no dijo nada, pues pensó: “Algo le habrá acontecido, y no está purificado. Seguramente no está purificado”.

27 Pero sucedió que al día siguiente, el segundo día después de la luna nueva, el asiento de David quedó vacío, por lo que Saúl preguntó a su hijo Jonatán:

—¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí ni ayer ni hoy?

28 Jonatán respondió a Saúl:

—David me pidió encarecidamente que lo dejara ir a Belén. 29 Él me dijo: “Por favor, déjame ir, porque los de mi familia tenemos un sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha ordenado. Por eso, si he hallado gracia ante tus ojos, permite que me vaya y visite a mis hermanos”. Por eso no ha venido a la mesa del rey.

30 Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo:

—¡Hijo de la corrompida y rebelde! ¿Acaso no sé que tú has elegido al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y para vergüenza de la desnudez de tu madre? 31 Todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra ni tú estarás firme ni tu reino. Manda, pues, a traérmelo, porque ha de morir.

32 Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo:

—¿Por qué tiene que morir? ¿Qué ha hecho?

33 Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo, por lo que Jonatán entendió que estaba decidido de parte de su padre el dar muerte a David.

34 Jonatán se levantó de la mesa ardiendo en ira, y no comió el segundo día después de la luna nueva, pues estaba triste por causa de David; porque su padre lo había afrentado.

Jonatán ayuda a David a escapar

35 Sucedió que a la mañana siguiente Jonatán salió al campo, según lo convenido con David; y un muchacho pequeño estaba con él. 36 Entonces dijo al muchacho:

—¡Por favor, corre y busca las flechas que yo tire!

Cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él. 37 Cuando el muchacho llegó a donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, este gritó al muchacho diciendo:

—¿No está la flecha más allá de ti?

38 Y Jonatán volvió a gritar tras el muchacho:

—¡Date prisa, apresúrate, no te detengas!

El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió a su señor. 39 Pero el muchacho no entendió nada; solamente Jonatán y David entendían el asunto. 40 Después Jonatán entregó sus armas al muchacho y le dijo:

—Ve y llévalas a la ciudad.

41 Cuando el muchacho se fue, David se levantó del lado del sur y se inclinó tres veces postrándose en tierra. Luego, besándose el uno al otro, lloraron juntos; aunque David lloró más. 42 Entonces Jonatán dijo a David:

—Vete en paz, porque ambos hemos jurado en el nombre del SEÑOR, diciendo: “El SEÑOR sea testigo entre tú y yo, y entre mis descendientes y tus descendientes, para siempre”.

43 David se levantó y se fue, y Jonatán regresó a la ciudad.

David acude a Ajimelec en Nob

21 Entonces David fue a Nob, al sacerdote Ajimelec. Este se sorprendió al encontrar a David y le preguntó:

—¿Por qué estás tú solo, sin que haya nadie contigo?

David respondió al sacerdote Ajimelec:

—El rey me ha encomendado un asunto y me ha dicho: “Nadie sepa nada de este asunto al cual te envío y que te encomiendo”. Y en cuanto a los jóvenes, acordamos reunirnos en cierto lugar. Ahora pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que haya.

El sacerdote respondió a David y dijo:

—No tengo a mano pan común. Solamente tengo pan sagrado, si es que los jóvenes se han abstenido, al menos, de mujeres.

David respondió al sacerdote y le dijo:

—A la verdad, las mujeres nos han sido vedadas como antes, al salir; y los cuerpos de los jóvenes están purificados, aun cuando el camino es profano. Con mayor razón hoy, ellos tienen sus cuerpos purificados.

Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había más pan que los panes de la Presencia, los cuales habían sido retirados de la presencia del SEÑOR y reemplazados por panes calientes el día en que fueron quitados.

Aquel día estaba presente allí, detenido delante del SEÑOR, uno de los servidores de Saúl, cuyo nombre era Doeg el edomita, el principal de los pastores de Saúl.

David preguntó a Ajimelec:

—¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Como las órdenes del rey eran apremiantes, no tomé en mi mano ni mi espada ni mis otras armas.

El sacerdote respondió:

—La espada de Goliat el filisteo, a quien tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un lienzo, detrás del efod. Si quieres tomarla, tómala, porque aquí no hay otra sino esa.

Y David dijo:

—¡Ninguna hay como esa! ¡Dámela!

David finge estar loco en Gat

10 Aquel día David se levantó y huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Gat. 11 Los servidores de Aquis le dijeron:

—¿No es este David, el rey de la tierra? ¿No es este aquel a quien cantaban con danzas, diciendo: “Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles”?

12 David tomó a pecho estas palabras y tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat. 13 Así que cambió su conducta delante de ellos, fingiéndose loco cuando estaba con ellos. Hacía marcas en las puertas de la ciudad y dejaba caer su saliva sobre su barba.

14 Entonces Aquis dijo a sus servidores:

—¡He aquí, ven que este es un hombre demente! ¿Por qué me lo han traído? 15 ¿Acaso me faltan locos a mí, para que me traigan a este, a fin de que haga locuras en mi presencia? ¿Había este de entrar en mi casa?

David es hecho jefe de una banda

22 De allí se fue David y huyó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre oyeron esto, fueron allá a él. También se juntaron con él todos los oprimidos, todos los endeudados y todos los amargados de espíritu. David fue hecho jefe de ellos, y tenía consigo unos cuatrocientos hombres.

De allí David fue a Mizpa, en Moab, y dijo al rey de Moab:

—Permite que mi padre y mi madre habiten[m] con ustedes hasta que yo sepa lo que Dios hará de mí.

Los dejó, pues, con el rey de Moab, y vivieron allí todo el tiempo que David estuvo en la fortaleza. Entonces el profeta Gad dijo a David:

—No te quedes en la fortaleza. Ve y entra en la tierra de Judá.

Y David partió y se fue al bosque de Haret.

Doeg el edomita delata a Ajimelec

Saúl se enteró de que habían sido hallados David y los que estaban con él. Saúl estaba en Gabaa, en el lugar alto[n], debajo de un tamarisco, y tenía su lanza en su mano. Todos sus servidores estaban de pie alrededor de él. Y Saúl dijo a sus servidores que estaban de pie alrededor de él:

—Escuchen, por favor, ustedes, los de Benjamín: ¿También les ha de dar el hijo de Isaí tierras y viñas a todos ustedes? ¿Los hará a todos jefes de millares y de centenas, para que todos ustedes hayan conspirado contra mí? No hay quien me revele cuando mi hijo hace un pacto con el hijo de Isaí, ni hay entre ustedes quien se conduela de mí y me revele que mi hijo ha levantado contra mí a un servidor mío, para que me aseche, como lo hace en este día.

Entonces Doeg el edomita, que estaba a cargo de los siervos de Saúl, respondió:

—Yo vi al hijo de Isaí, que fue a Nob, a Ajimelec hijo de Ajitob. 10 Este consultó por él al SEÑOR, le dio provisiones y también le entregó la espada de Goliat el filisteo.

Saúl asesina a los sacerdotes de Nob

11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimelec hijo de Ajitob y a toda su casa paterna, los sacerdotes que estaban en Nob. Y todos ellos vinieron al rey. 12 Saúl dijo:

—Escucha, pues, hijo de Ajitob.

Y él dijo:

—Heme aquí, señor mío.

13 Saúl le preguntó:

—¿Por qué conspiraron contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando tú le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantara contra mí y me asechara como lo hace en este día?

14 Ajimelec respondió al rey diciendo:

—¿Quién entre todos tus servidores es tan fiel como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia personal[o] e ilustre en tu casa? 15 ¿Acaso fue aquel día la primera vez que consulté por él a Dios? ¡De ninguna manera! No culpe el rey de cosa alguna a su siervo ni a toda mi casa paterna, pues tu siervo no ha sabido ninguna cosa de este asunto, ni grande ni pequeña.

16 Y el rey dijo:

—¡Morirás irremisiblemente, Ajimelec, tú y toda tu casa paterna!

17 Entonces el rey dijo a los de su escolta que estaban apostados alrededor de él:

—¡Vuélvanse y maten a los sacerdotes del SEÑOR! Porque la mano de ellos también está con David, y porque sabiendo que él huía, no me lo hicieron saber.

Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para matar a los sacerdotes del SEÑOR. 18 Entonces el rey dijo a Doeg:

—¡Vuélvete tú y arremete contra los sacerdotes!

Doeg el edomita se volvió y arremetió contra los sacerdotes y mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19 Y a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada: hombres y mujeres, niños y lactantes; bueyes, asnos y ovejas; a todos los hirió a filo de espada. 20 Pero un hijo de Ajimelec hijo de Ajitob, que se llamaba Abiatar, escapó y huyó tras David. 21 Abiatar contó a David cómo Saúl había hecho matar a los sacerdotes del SEÑOR. 22 Y David dijo a Abiatar:

—Yo sabía aquel día que estando allí Doeg el edomita, él sin falta se lo iba a contar a Saúl. Yo he sido la causa de la muerte de todas las personas de tu casa paterna. 23 Pero tú, quédate conmigo; no temas. Quien atente contra mi vida también atentará contra la tuya, pero conmigo estarás seguro.

David libra la ciudad de Queila

23 Dieron aviso a David diciendo: “He aquí que los filisteos combaten contra Queila y saquean las eras”. Entonces David consultó al SEÑOR diciendo:

—¿Iré a atacar a esos filisteos?

Y el SEÑOR respondió a David:

—Ve, ataca a los filisteos y libra a Queila.

Pero los hombres de David le dijeron:

—He aquí que nosotros tenemos miedo aquí en Judá; ¡cuánto más si vamos a Queila contra las tropas de los filisteos!

David volvió a consultar al SEÑOR, y el SEÑOR le respondió y dijo:

—Levántate, desciende a Queila, porque yo entregaré en tu mano a los filisteos.

David partió con sus hombres a Queila, combatió contra los filisteos, se llevó sus ganados y les ocasionó una gran derrota. Así libró David a los habitantes de Queila.

David escapa de Queila

Aconteció que cuando Abiatar hijo de Ajimelec huyó a donde estaba David, a Queila, llevó consigo el efod. Y cuando le fue dicho a Saúl que David había ido a Queila, Saúl pensó: “Dios lo ha entregado en mi mano, pues él se ha encerrado a sí mismo al entrar en una ciudad con puertas y cerrojos”.

Entonces Saúl convocó a todo el pueblo para la batalla, para descender a Queila y sitiar a David y a sus hombres. Pero entendiendo David que Saúl planeaba el mal contra él, dijo al sacerdote Abiatar:

—Trae el efod.

10 Entonces David dijo:

—Oh SEÑOR Dios de Israel: Tu siervo tiene entendido que Saúl trata de venir a Queila para destruir la ciudad por causa mía. 11 ¿Me entregarán los señores de Queila en su mano? ¿Descenderá Saúl, como tu siervo ha oído? Oh SEÑOR Dios de Israel, revélalo, por favor, a tu siervo.

Y el SEÑOR respondió:

—Sí, descenderá.

12 Luego preguntó David:

—¿Me entregarán los señores de Queila, a mí y a mis hombres, en mano de Saúl?

Y el SEÑOR respondió:

—Sí, te entregarán.

13 Entonces David se levantó con sus hombres, que eran unos seiscientos, salieron de Queila y deambularon sin rumbo fijo. Y llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Queila, por lo cual desistió de salir.

Reencuentro de David y Jonatán

14 David se quedó en el desierto, en los lugares de difícil acceso; se quedó en las montañas del desierto de Zif. Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en su mano. 15 Y David, al ver que Saúl había salido en asecho de su vida, se quedó en Hores, en el desierto de Zif. 16 Entonces Jonatán hijo de Saúl se levantó y fue a David en Hores, y lo fortaleció en Dios. 17 Le dijo:

—No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te encontrará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti. Aun Saúl mi padre lo sabe.

18 Ambos hicieron un pacto ante el SEÑOR. Después David se quedó en Hores, y Jonatán se volvió a su casa.

Saúl rodea a David

19 Los de Zif subieron a decir a Saúl, en Gabaa:

—¿No está David escondido entre nosotros, en los lugares de difícil acceso de Hores, en la colina de Haquila, que está al sur de Jesimón? 20 Ahora, oh rey, desciende pronto, conforme a todo el deseo de tu alma, y nosotros lo entregaremos en mano del rey.

21 Y Saúl dijo:

—El SEÑOR los bendiga, porque han tenido compasión de mí. 22 Por favor, vayan y asegúrense bien. Averigüen y vean el lugar por donde anda y quién lo ha visto allí, porque me han dicho que él es sumamente astuto. 23 Miren y reconozcan todos los escondrijos en donde se oculta. Luego vuelvan a mí con información exacta, y yo iré con ustedes. Si él está en la zona, yo lo buscaré entre todos los millares de Judá.

24 Ellos se levantaron y se fueron a Zif, antes que Saúl. Pero David y sus hombres ya estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur de Jesimón.

25 Saúl partió con sus hombres para buscar a David. Pero avisaron a David, quien bajó de la peña y permaneció en el desierto de Maón. Cuando Saúl lo oyó, persiguió a David en el desierto de Maón. 26 Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres iba por el otro lado del monte. David se daba prisa para escapar de Saúl, porque Saúl y sus hombres estaban rodeando a David y a sus hombres, a fin de capturarlos. 27 Entonces llegó a Saúl un mensajero, diciendo:

—Date prisa y ven, porque los filisteos han hecho una incursión en el territorio.

28 Por tanto, Saúl desistió de perseguir a David y partió contra los filisteos. Por esta razón pusieron por nombre a aquel lugar Sela-hamajlecot[p].

29 De allí David subió y habitó en los lugares de difícil acceso de En-guedi.

David perdona la vida a Saúl

24 Sucedió que cuando Saúl volvió de atacar a los filisteos, le avisaron diciendo: “He aquí que David está en el desierto de En-guedi”. Entonces Saúl tomó a tres mil hombres escogidos de todo Israel y fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.

En el camino, Saúl llegó a un redil de ovejas donde había una cueva, y entró allí para hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban sentados en la parte más recóndita de la cueva. Y sus hombres dijeron a David:

—Este es el día del cual te dijo el SEÑOR: “He aquí, yo entregaré a tu enemigo en tu mano, y harás con él lo que te parezca bien”.

Entonces David se levantó y cortó el borde del manto de Saúl, sin ser notado. Sucedió después de esto que el corazón de David le golpeaba, por haber cortado el borde del manto de Saúl. Y David[q] dijo a sus hombres:

—El SEÑOR me libre de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido del SEÑOR: que yo extienda mi mano contra él, porque él es el ungido del SEÑOR.

Entonces David reprimió a sus hombres con palabras y no les permitió que atacaran a Saúl. Luego Saúl salió de la cueva y continuó su camino. Después David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl diciendo:

—¡Mi señor el rey!

Cuando Saúl miró atrás, David inclinó su rostro a tierra y se postró. Entonces David preguntó a Saúl:

—¿Por qué escuchas las palabras de los hombres que dicen: “He aquí que David busca tu mal”? 10 He aquí, tus ojos han visto en este día cómo el SEÑOR te ha puesto hoy en mi mano en la cueva. Me dijeron[r] que te matara, pero yo tuve[s] compasión de ti y dije: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque él es el ungido del SEÑOR”. 11 ¡Mira, padre mío! Mira el borde de tu manto en mi mano. Yo corté el borde de tu manto, pero no te maté. Mira, pues, y reconoce que no hay maldad ni rebelión en mí. Yo no he pecado contra ti, pero tú andas a la caza de mi vida, para quitármela. 12 Que el SEÑOR juzgue entre tú y yo, y que el SEÑOR me vengue de ti; pero mi mano no será contra ti. 13 Como dice el proverbio de los antiguos: “De los impíos saldrá la impiedad”. Pero mi mano no será contra ti. 14 ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? 15 Que el SEÑOR sea el juez y juzgue entre tú y yo. Que él vea y contienda por mi causa, y me defienda de tu mano.

16 Y sucedió que cuando David acabó de decir a Saúl estas palabras, Saúl preguntó:

—¿No es esa tu voz, David, hijo mío?

Entonces Saúl alzó su voz y lloró. 17 Luego dijo a David:

—Tú eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien, cuando yo te he tratado mal. 18 Tú has demostrado hoy que me has hecho bien, porque el SEÑOR me entregó en tu mano, y tú no me mataste. 19 Cuando un hombre halla a su enemigo, ¿lo deja ir sano y salvo? ¡El SEÑOR te recompense con bien por lo que has hecho conmigo este día! 20 Ahora, he aquí yo sé que tú ciertamente has de reinar y que el reino de Israel ha de ser estable en tu mano. 21 Ahora pues, júrame por el SEÑOR que no eliminarás a mis descendientes después de mí ni borrarás mi nombre de mi casa paterna.

22 David se lo juró a Saúl, y Saúl regresó a su casa. Entonces David y sus hombres subieron a la fortaleza.

Muerte y sepultura de Samuel

25 Samuel murió, y todo Israel se reunió para hacer lamentación por él. Y lo sepultaron en su casa, en Ramá. Entonces se levantó David y descendió al desierto de Paránd.

David es afrentado por Nabal

Había en Maón un hombre que tenía sus posesiones en Carmel. El hombre era muy rico, pues tenía tres mil ovejas y mil cabras; y se hallaba esquilando sus ovejas en Carmel. El hombre se llamaba Nabal, y su mujer se llamaba Abigaíl. Ella era una mujer muy inteligente y bella, pero el hombre era brusco y de malas acciones. Él era del clan de Caleb.

David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando sus ovejas. Entonces David envió a diez jóvenes, diciéndoles:

—Suban a Carmel y vayan a Nabal. Salúdenlo en mi nombre y díganle así[t]: “¡La paz sea contigo! ¡La paz sea con tu familia! ¡La paz sea con todo lo que tienes! He sabido que estabas esquilando. Ahora bien, tus pastores han estado con nosotros, y nunca les hicimos daño, ni les ha faltado nada durante todo el tiempo que han estado en Carmel. Pregunta a tus criados, y ellos te lo confirmarán. Por tanto, hallen gracia ante tus ojos estos mis jóvenes, porque venimos en un día de fiesta. Por favor, da a tus siervos y a tu hijo David lo que tengas a mano”.

Cuando llegaron los jóvenes de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y se quedaron esperando. 10 Entonces Nabal respondió a los siervos de David, diciendo:

—¿Quién es David? ¿Quién es el hijo de Isaí? Hoy hay muchos esclavos que se escapan de sus amos. 11 ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua y la carne que he preparado para mis esquiladores, para darlos a unos hombres que ni sé de dónde son?

Abigaíl intercede ante David

12 Los jóvenes de David se volvieron por su camino y regresaron; y cuando llegaron, refirieron a David todas estas palabras. 13 Luego David dijo a sus hombres:

—¡Cíñase cada uno su espada!

Y cada uno se ciñó su espada. También David se ciñó su espada, y subieron tras David unos cuatrocientos hombres, dejando otros doscientos con el equipaje. 14 Pero uno de los criados avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo:

—He aquí que David envió unos mensajeros desde el desierto para que saludaran a nuestro amo, y él los ha despreciado, 15 a pesar de que esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos han hecho daño ni nos ha faltado nada mientras hemos andado con ellos cuando estábamos en el campo. 16 Nos han servido como muro de día y de noche, todos los días que hemos estado apacentando las ovejas entre ellos. 17 Ahora pues, mira y reconoce lo que has de hacer, porque el mal está decidido contra nuestro amo y contra toda su casa, pues él es un hombre de tan mal carácter que no hay quien pueda hablarle.

18 Entonces Abigaíl se apresuró y tomó doscientos panes, dos tinajas de vino, cinco ovejas ya preparadas, cuarenta kilos de grano tostado, cien tortas de pasas y doscientos panes de higos secos, y los cargó sobre unos asnos. 19 Luego dijo a sus criados:

—Vayan delante de mí, y he aquí que yo voy tras ustedes.

Pero nada reveló a su marido Nabal. 20 Y sucedió que cuando ella, montada sobre un asno, descendía por la parte opuesta de la colina, he aquí que David y sus hombres venían en dirección contraria. Y ella fue a encontrarlos. 21 David había dicho:“Ciertamente en vano he guardado todo lo que este tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto le pertenece. Él me ha devuelto mal por bien. 22 ¡Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada[u], si antes de la mañana dejo vivo a un solo hombre de todos los que le pertenecen!”.

23 Cuando Abigaíl vio a David, se apresuró y bajó del asno; y cayendo delante de David sobre su rostro, se postró en tierra. 24 Se echó a sus pies y le dijo:

—¡Señor mío, sea la culpa sobre mí![v]. Pero permite que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. 25 Por favor, no haga caso mi señor de este hombre de mal carácter, Nabal. Porque como su nombre, así es él: Su nombre es Nabal[w], y la insensatez está con él. Pero yo, tu sierva, no vi a los jóvenes de mi señor, a los cuales enviaste. 26 Ahora pues, señor mío, vive el SEÑOR y vive tu alma, que el SEÑOR ha impedido que llegaras a derramar sangre y a vengarte por tu propia mano. Ahora, sean como Nabal tus enemigos y los que procuran el mal contra mi señor. 27 Pero ahora, dese a los jóvenes que siguen a mi señor este regalo que tu sierva ha traído a mi señor. 28 Te ruego que perdones la ofensa de tu sierva, pues de cierto el SEÑOR edificará una casa firme a mi señor, porque mi señor está dirigiendo las batallas del SEÑOR. Que no sea hallado mal en ti en toda tu vida. 29 Aunque alguien se levante para perseguirte y atentar contra tu vida, de todos modos la vida de mi señor estará incluida en la bolsa de los que viven con el SEÑOR tu Dios. Y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio del hueco de una honda. 30 Acontecerá que cuando el SEÑOR haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti y te haya designado como soberano de Israel, 31 entonces, señor mío, no será para ti motivo de remordimiento ni estorbo para la conciencia el haber derramado sangre en vano ni el que mi señor se haya vengado por sí mismo. Y cuando el SEÑOR haga el bien a mi señor, acuérdate de tu sierva.

32 David dijo a Abigaíl:

—¡Bendito sea el SEÑOR Dios de Israel, que te envió hoy a mi encuentro! 33 Bendito sea tu buen juicio, y bendita seas tú, que hoy me has impedido ir a derramar sangre y a vengarme por mi propia mano. 34 No obstante, vive el SEÑOR Dios de Israel que me ha impedido hacerte daño; pues si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, antes del amanecer no le habría quedado a Nabal ni un solo hombre con vida.

35 David recibió de su mano lo que ella le había traído y le dijo:

—Vuelve a tu casa en paz. Mira que he escuchado tu voz y que te he tratado con respeto.

Muerte de Nabal

36 Abigaíl regresó a Nabal. Y he aquí que él tenía un banquete en su casa, como el banquete de un rey, y el corazón de Nabal estaba eufórico. Él estaba muy ebrio, por lo cual ella no le reveló nada del asunto hasta el día siguiente. 37 Pero por la mañana, cuando a Nabal se le había pasado el efecto del vino, su mujer le contó estas cosas. Entonces se le paralizó el corazón, y se quedó como una piedra. 38 Y sucedió, después de unos diez días, que el SEÑOR hirió a Nabal, y él murió.

39 Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo:

—¡Bendito sea el SEÑOR, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de parte de Nabal y ha preservado a su siervo del mal! ¡El SEÑOR mismo ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su propia cabeza!

David toma por mujer a Abigaíl

Después David mandó hablar a Abigaíl, para tomarla por mujer suya. 40 Los siervos de David fueron a Abigaíl, a Carmel, y hablaron con ella diciendo:

—David nos ha enviado a ti para tomarte por mujer para él.

41 Ella se levantó y se postró con el rostro a tierra, diciendo:

—He aquí tu sierva, para que sea la sierva que lave los pies de los siervos de mi señor.

42 Entonces Abigaíl se apresuró y levantándose montó sobre un asno; y con las cinco criadas que la atendían, siguió a los mensajeros de David. Y vino a ser su mujer.

43 David también tomó como mujer a Ajinoam, de Jezreel. Ambas fueron sus mujeres, 44 pues Saúl había dado a su hija Mical, mujer de David, a Palti[x] hijo de Lais, que era de Galim.

David perdona de nuevo la vida a Saúl

26 Entonces los de Zif fueron a Saúl, a Gabaa, y le dijeron:

—¿No está David escondido en la colina de Haquila, que mira hacia Jesimón?

Saúl se levantó y descendió al desierto de Zif, acompañado por tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. Y Saúl acampó en la colina de Haquila, que mira hacia Jesimón, junto al camino.

David, que permanecía en el desierto, vio que Saúl había venido al desierto tras él. Luego David envió espías y supo con certeza que Saúl había venido. Después David se levantó y se fue al lugar donde Saúl había acampado. Entonces David observó bien el lugar donde estaban acostados Saúl y Abner hijo de Ner, jefe de su ejército. Saúl estaba acostado en el centro del campamento, y la gente estaba acampada alrededor de él.

David preguntó a Ajimelec el heteo y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo:

—¿Quién descenderá conmigo al campamento, a Saúl?

Y Abisai dijo:

—Yo descenderé contigo.

Entonces David y Abisai fueron de noche a la gente de guerra, y he aquí que Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento, con su lanza clavada en la tierra, a su cabecera. Abner y el pueblo estaban acostados alrededor de él.

Entonces Abisai dijo a David:

—¡Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano! Ahora pues, déjame que lo hiera con la lanza. Lo clavaré en la tierra de un solo golpe, y no tendré que darle un segundo.

David respondió a Abisai:

—No lo mates, porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido del SEÑOR y quedará sin culpa? 10 —Dijo además David—: Vive el SEÑOR, que el SEÑOR mismo lo herirá; o le llegará su día, y morirá; o irá a la guerra, y perecerá. 11 Pero el SEÑOR me libre de extender mi mano contra el ungido del SEÑOR. Ahora pues, por favor, toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora de agua, y vámonos.

12 David tomó la lanza y la cantimplora de agua de la cabecera de Saúl, y ellos se fueron. No hubo nadie que viera ni nadie que se diera cuenta ni nadie que se despertara. Todos dormían, porque había caído sobre ellos un profundo sueño de parte del SEÑOR. z

13 David pasó al otro lado y se detuvo a lo lejos, sobre la cumbre de la colina. Había una considerable distancia entre ellos. 14 Y David gritó al pueblo y a Abner hijo de Ner, diciendo:

—¿No respondes, Abner?

Abner respondió y dijo:

—¿Quién eres tú, que gritas al rey?

15 David preguntó a Abner:

—¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has protegido al rey, tu señor? Porque uno del pueblo entró para destruir al rey, tu señor. 16 Esto que has hecho no está bien. ¡Vive el SEÑOR, que son dignos de muerte, porque no han guardado a su señor, el ungido del SEÑOR! Ahora, mira dónde está la lanza del rey y la cantimplora de agua que estaba a su cabecera.

17 Saúl reconoció la voz de David y preguntó:

—¿No es esa tu voz, David, hijo mío?

David respondió:

—¡Sí, es mi voz, oh mi señor el rey! 18 —Y añadió—: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué maldad hay en mi mano? 19 Ahora, por favor, escuche mi señor el rey las palabras de su siervo. Si el SEÑOR te ha incitado contra mí, que él acepte una ofrenda. Pero si han sido hombres, sean ellos malditos delante del SEÑOR, porque hoy me han expulsado para que yo no tenga parte en la heredad del SEÑOR, diciendo: “¡Ve y sirve a otros dioses!”. 20 Ahora pues, no caiga mi sangre en tierra lejos de la presencia del SEÑOR, porque el rey de Israel ha salido para buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes.

21 Entonces Saúl dijo:

—He pecado. Vuelve, David, hijo mío, porque ningún mal te haré en adelante, pues hoy mi vida ha sido estimada preciosa ante tus ojos. He aquí que he actuado neciamente y he cometido un grave error.

22 David respondió y dijo:

—He aquí la lanza del rey. Pase aquí alguno de los jóvenes y tómela. 23 El SEÑOR pague a cada uno según su justicia y su lealtad, porque el SEÑOR te entregó hoy en mi mano, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido del SEÑOR. 24 Y he aquí, como tu vida ha sido valiosa ante mis ojos en este día, así sea valiosa mi vida ante los ojos del SEÑOR, y él me libre de toda aflicción.

25 Saúl dijo a David:

—¡Bendito seas, David, hijo mío! Sin duda, tú harás grandes cosas y ciertamente triunfarás.

Después David continuó su camino, y Saúl regresó a su lugar.

David se refugia entre los filisteos

27 David dijo en su corazón: “Ahora bien, algún día voy a perecer por la mano de Saúl. Nada será mejor para mí que escapar de inmediato a la tierra de los filisteos, para que Saúl deje de ocuparse de mí y no me ande buscando por todo el territorio de Israel. Así escaparé de su mano”.

Se levantó pues David y se pasó, con los seiscientos hombres que estaban con él, a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat. David habitó con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada uno con su familia, y David con sus dos mujeres: Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. A Saúl le llegó la noticia de que David había huido a Gat, y no lo buscó más.

Incursiones de David desde Siclag

Entonces David dijo a Aquis:

—Si he hallado ahora gracia ante tus ojos, por favor, que se me dé un lugar en alguna de las ciudades en el campo, para que habite allí. ¿Por qué ha de habitar tu siervo contigo en la ciudad real?

Aquel día Aquis le dio la ciudad de Siclag. Por esto Siclag pertenece a los reyes de Judá, hasta el día de hoy. Y el tiempo que David habitó en la tierra de los filisteos fue de un año[y] y cuatro meses.

David subía con sus hombres, y hacían incursiones contra los de Gesur, los de Gezer[z] y los de Amalec; pues desde antaño estos habitaban en aquella tierra, desde las inmediaciones de Shur hasta la tierra de Egipto. David atacaba la tierra y no dejaba vivo hombre ni mujer. Se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y la ropa; y después regresaba e iba a Aquis. 10 Cuando Aquis preguntaba: “¿Contra quién[aa] han hecho hoy la incursión?”, David respondía: “Contra el Néguev de Judá”, o “Contra el Néguev de Jerameel”, o “Contra el Néguev de los queneos”.

11 David no dejaba que llevaran a Gat con vida ni hombres ni mujeres, porque decía: “No sea que informen acerca de nosotros diciendo: ‘Esto hizo David’ ”. Así fue su manera de proceder todo el tiempo que vivió en la tierra de los filisteos. 12 Aquis creía a David y pensaba: “Él ha llegado a hacerse odioso a su pueblo Israel, de modo que será mi siervo para siempre”.

Los filisteos se alistan contra Israel

28 Aconteció que en aquellos días los filisteos reunieron sus tropas en un ejército para combatir contra Israel. Entonces Aquis dijo a David:

—Bien sabes que debes ir conmigo a la campaña tú con tus hombres.

David respondió a Aquis:

—Sabrás, pues, lo que puede hacer tu servidor.

Y Aquis dijo a David:

—Entonces te haré mi guarda personal para siempre.

Saúl acude a la espiritista de Endor

Samuel ya había muerto, y todo Israel había lamentado su partida. Lo habían sepultado en su ciudad, en Ramá. Y Saúl había quitado del país a los que evocaban a los muertos y a los adivinos.

Los filisteos se reunieron, vinieron y acamparon en Sunem. Saúl reunió a todo Israel, y ellos acamparon en Gilboa. Al ver Saúl el campamento de los filisteos, se atemorizó, y su corazón se estremeció en gran manera. Entonces Saúl consultó al SEÑOR, pero el SEÑOR no le respondió ni por sueños ni por Urim ni por los profetas.

Entonces Saúl dijo a sus servidores:

—Búsquenme una mujer que sepa evocar a los muertos, para que yo vaya a ella y consulte por medio de ella.

Sus servidores le respondieron:

—He aquí que en Endor hay una mujer que sabe evocar a los muertos.

Saúl se disfrazó poniéndose otra ropa, y fue con dos hombres. Llegaron de noche a la mujer, y él dijo:

—Por favor, evócame a los muertos y haz que suba quien yo te diga.

Pero la mujer le respondió:

—He aquí, tú sabes lo que ha hecho Saúl; cómo ha eliminado del país a los que evocan a los muertos y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones una trampa a mi vida para causarme la muerte?

10 Saúl le juró por el SEÑOR, diciendo:

—¡Vive el SEÑOR, que ningún mal te vendrá por esto!

11 Entonces la mujer preguntó:

—¿A quién haré que suba?

Él respondió:

—Haz que suba Samuel.

12 Al ver la mujer a Samuel, gritó fuertemente. Y la mujer habló a Saúl diciendo:

13 —¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!

El rey le dijo:

—No tengas miedo. ¿Qué has visto?

La mujer respondió a Saúl:

—He visto un espíritu que sube de la tierra.

14 Entonces él le preguntó:

—¿Qué aspecto tiene?

Ella respondió:

—Sube un hombre anciano, envuelto en un manto.

Saúl entendió que era Samuel, e inclinando el rostro a tierra se postró. 15 Entonces Samuel preguntó a Saúl:

—¿Por qué me has molestado haciéndome subir?

Saúl respondió:

—Estoy muy angustiado, pues los filisteos combaten contra mí, y Dios se ha apartado de mí. No me responde más ni por medio de profetas ni por sueños. Por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer.

16 Entonces Samuel dijo:

—¿Para qué me preguntas a mí, puesto que el SEÑOR se ha apartado de ti y se ha vuelto tu adversario? 17 El SEÑOR ha hecho lo que dijo por medio de mí, pues el SEÑOR ha quitado el reino de tu mano y lo ha dado a tu prójimo, a David; 18 porque no obedeciste la voz del SEÑOR ni ejecutaste el ardor de su ira contra Amalec. Por eso el SEÑOR te ha hecho esto hoy. 19 Además, el SEÑOR entregará a Israel y también a ti en mano de los filisteos. Mañana estarán conmigo, tú y tus hijos. El SEÑOR entregará también el ejército de Israel en mano de los filisteos.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano