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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Isaías 66:19 - Jeremías 10:13

19 Realizaré una señal entre ellos y enviaré a los sobrevivientes a que lleven mi mensaje a las naciones: a Tarsis, a los libios[a] y a los lidios[b] (que son famosos arqueros), a Tubal y a Grecia[c] y a todas las tierras más allá del mar que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria. Allí declararán mi gloria ante las naciones. 20 Ellos traerán de regreso al remanente de sus hermanos de entre las naciones y los llevarán a mi monte santo en Jerusalén, como ofrenda al Señor. Irán a caballo, en carros de guerra, en carretas, en mulas y en camellos—dice el Señor—; 21 y nombraré a algunos de ellos para que sean mis sacerdotes y levitas. ¡Yo, el Señor, he hablado!

22 »Tan cierto como que mis cielos nuevos y mi tierra nueva permanecerán,
    así también ustedes serán mi pueblo para siempre,
con un nombre que nunca desaparecerá
    —dice el Señor—.
23 Toda la humanidad vendrá a adorarme
    semana tras semana
    y mes tras mes.
24 Y cuando salgan, verán
    los cadáveres de los que se han rebelado contra mí.
Los gusanos que los devoran nunca morirán,
    y el fuego que los quema nunca se apagará.
Todos los que pasen por allí
    se llenarán de horror absoluto».

Estas son las palabras de Jeremías, hijo de Hilcías, uno de los sacerdotes de Anatot, ciudad de la tierra de Benjamín. El Señor le dio mensajes a Jeremías por primera vez durante el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón, rey de Judá.[d] Los mensajes del Señor continuaron durante el reinado de Joacim, hijo de Josías, hasta el año once del reinado de Sedequías, otro de los hijos de Josías. En agosto[e] de ese año once, la gente de Jerusalén fue llevada cautiva.

El llamado de Jeremías y las primeras visiones

El Señor me dio el siguiente mensaje:

—Te conocía aun antes de haberte formado en el vientre de tu madre;
    antes de que nacieras, te aparté
    y te nombré mi profeta a las naciones.

—Oh Señor Soberano—respondí—. ¡No puedo hablar por ti! ¡Soy demasiado joven!

—No digas: “Soy demasiado joven”—me contestó el Señor—, porque debes ir dondequiera que te mande y decir todo lo que te diga. No le tengas miedo a la gente, porque estaré contigo y te protegeré. ¡Yo, el Señor, he hablado!

Luego el Señor extendió su mano, tocó mi boca y dijo:

«¡Mira, he puesto mis palabras en tu boca!
10 Hoy te doy autoridad
    para que hagas frente a naciones y reinos.
A algunos deberás desarraigar, derribar,
    destruir y derrocar;
a otros deberás edificar
    y plantar».

11 Después el Señor me dijo:

—¡Observa, Jeremías! ¿Qué es lo que ves?

—Veo una rama de almendro—contesté.

12 —Así es—dijo el Señor—, y eso significa que yo estoy vigilando[f] y ciertamente llevaré a cabo todos mis planes.

13 Después el Señor me habló nuevamente.

—¿Qué es lo que ves ahora?—me preguntó.

—Veo una olla de agua hirviendo que se derrama desde el norte—contesté.

14 —Sí—dijo el Señor—, porque el terror del norte hervirá y se derramará sobre la gente de esta tierra. 15 ¡Escucha! Estoy llamando a los ejércitos de los reinos del norte para que vengan a Jerusalén. ¡Yo, el Señor, he hablado!

»Establecerán sus tronos
    a las puertas de la ciudad;
atacarán los muros de Jerusalén
    y a todas las demás ciudades de Judá.
16 Pronunciaré juicio
    contra mi pueblo a causa de toda su maldad,
por haberme abandonado y por quemar incienso a otros dioses.
    ¡Sí, ellos rinden culto a ídolos que hicieron con sus propias manos!

17 »Levántate y prepárate para entrar en acción.
    Ve y diles todo lo que te ordene decir.
No les tengas miedo,
    o haré que parezcas un necio delante de ellos.
18 Mira, hoy te he hecho fuerte,
    como ciudad fortificada que no se puede conquistar,
    como columna de hierro o pared de bronce.
Te enfrentarás a toda esta tierra:
    a los reyes, a los funcionarios, a los sacerdotes y al pueblo de Judá.
19 Ellos pelearán contra ti, pero fracasarán,
    porque yo estoy contigo y te protegeré.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

El Señor acusa a su pueblo

El Señor me dio otro mensaje y me dijo: «Ve y anuncia a gritos este mensaje a Jerusalén. Esto dice el Señor:

»“Recuerdo qué ansiosa estabas por complacerme
    cuando eras una joven recién casada,
cómo me amabas y me seguías
    aun a través de lugares desolados.
En esos días Israel estaba consagrado al Señor;
    era el primero de sus hijos.[g]
Todos los que lastimaron a su pueblo fueron declarados culpables,
    y sobre ellos cayó la calamidad.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!”».

¡Escuchen la palabra del Señor, pueblo de Jacob, todas las familias de Israel! Esto dice el Señor:

«¿Qué mal encontraron en mí sus antepasados
    que los llevó a alejarse tanto de mi lado?
Rindieron culto a ídolos inútiles
    y ellos mismos se volvieron inútiles.
No preguntaron: “¿Dónde está el Señor
    que nos sacó a salvo de Egipto
y nos guio a través del árido desierto,
    por una tierra desolada y llena de hoyos,
una tierra de sequía y muerte,
    donde no vive ni viaja nadie?”.

»Cuando los traje a una tierra fértil
    para que disfrutaran de sus bienes y de su abundancia,
contaminaron mi tierra
    y corrompieron la posesión que les había prometido.
Los sacerdotes no preguntaron:
    “¿Dónde está el Señor?”.
Aquellos que enseñaron mi palabra me ignoraron,
    los gobernantes se volvieron en mi contra,
y los profetas hablaron en nombre de Baal,
    perdiendo su tiempo con ídolos inútiles.
Por lo tanto, presentaré mi acusación en su contra
    —dice el Señor—.
Aun presentaré cargos contra los hijos de sus hijos
    en los años venideros.

10 »Vayan al occidente y miren en la tierra de Chipre;[h]
    vayan al oriente y busquen en la tierra de Cedar.
¿Acaso alguien ha oído algo
    tan extraño como esto?
11 ¿Alguna vez una nación ha cambiado sus dioses por otros,
    aun cuando no son dioses en absoluto?
¡Sin embargo, mi pueblo ha cambiado a su glorioso Dios[i]
    por ídolos inútiles!
12 Los cielos están espantados ante semejante cosa
    y retroceden horrorizados y consternados
    —dice el Señor—.
13 Pues mi pueblo ha cometido dos maldades:
me ha abandonado a mí
    —la fuente de agua viva—
y ha cavado para sí cisternas rotas
    ¡que jamás pueden retener el agua!

Los resultados del pecado de Israel

14 »¿Por qué Israel se ha convertido en esclavo?
    ¿Por qué se lo han llevado como botín?
15 Leones fuertes rugieron contra él,
    y la tierra ha sido destruida.
Ahora las ciudades están en ruinas;
    ya nadie vive en ellas.
16 Los egipcios, en pie de guerra, llegaron desde sus ciudades de Menfis[j] y Tafnes;
    han destruido la gloria y el poder de Israel.
17 Tú mismo te has buscado esta desgracia
    al rebelarte contra el Señor tu Dios,
    ¡aun cuando él te guiaba por el camino!

18 »¿Qué provecho has sacado de tus alianzas con Egipto
    y de tus pactos con Asiria?
¿En qué te benefician las corrientes del Nilo[k]
    o las aguas del río Éufrates[l]?
19 Tu perversidad traerá su propio castigo.
    El haberte alejado de mí te avergonzará.
Verás qué malo y amargo es
    abandonar al Señor tu Dios y no temerle.
    ¡Yo, el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado!

20 »Hace tiempo rompí el yugo que te oprimía
    y arranqué las cadenas de tu esclavitud,
pero aun así dijiste:
    “No te serviré”.
Sobre cada colina y debajo de todo árbol frondoso
    te has prostituido inclinándote ante ídolos.
21 Pero fui yo el que te planté,
    escogiendo una vid del más puro origen, lo mejor de lo mejor.
    ¿Cómo te transformaste en esta vid corrupta y silvestre?
22 Por más jabón o lejía que te pongas, no puedes limpiarte.
    Aún puedo ver la mancha de tu culpa.
    ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!

Israel, una esposa infiel

23 »Tú dices: “¡Esto no es cierto!
    ¡No he rendido culto a las imágenes de Baal!”.
¿Pero cómo puedes decir semejante cosa?
    ¡Ve y mira lo que hay en cualquier valle de la tierra!
Reconoce los espantosos pecados que has cometido.
    Eres como una camella inquieta,
    buscando un macho con desesperación.
24 Eres como una burra salvaje,
    olfateando el viento en época de apareamiento.
¿Quién puede contenerla de su celo?
    ¡Los que la desean no necesitan buscar demasiado,
    porque es ella quien corre hacia ellos!
25 ¿Cuándo dejarás de correr?
    ¿Cuándo desistirás de jadear tras otros dioses?
Pero tú dices: “Ahórrate tus palabras.
    ¡Estoy enamorada de estos dioses ajenos,
    y no puedo dejar de amarlos!”.

26 »Israel es como un ladrón
    que solo se avergüenza cuando lo descubren,
    al igual que sus reyes, funcionarios, sacerdotes y profetas.
27 A una imagen tallada en un trozo de madera le dicen:
    “Tú eres mi padre”.
A un ídolo esculpido en un bloque de piedra le dicen:
    “Tú eres mi madre”.
Me dan la espalda,
    pero durante tiempos difíciles me suplican:
    “¡Ven y sálvanos!”.
28 Pero ¿por qué no invocas a esos dioses que has fabricado?
    Cuando lleguen los problemas, ¡que ellos te salven si pueden!
Pues tú tienes tantos dioses
    como ciudades hay en Judá.
29 ¿Por qué me acusas de hacer el mal?
    Ustedes son los que se han rebelado
    —dice el Señor—.
30 He castigado a tus hijos,
    pero no respondieron a mi disciplina.
Tú mismo mataste a tus profetas
    como un león mata a su presa.

31 »¡Oh pueblo mío, presta atención a las palabras del Señor!
    ¿Acaso he sido como un desierto para Israel?
    ¿Acaso le he sido una tierra de tinieblas?
Entonces díganme por qué mi pueblo declara: “¡Por fin nos hemos librado de Dios!
    ¡No lo necesitamos más!”.
32 ¿Se olvida una joven de sus joyas,
    o una recién casada de su vestido de bodas?
Sin embargo, año tras año,
    mi pueblo se ha olvidado de mí.

33 »¡Cómo maquinas y tramas para ganarte a tus amantes!
    ¡Hasta una prostituta veterana podría aprender de ti!
34 Tus vestidos están manchados con la sangre de los inocentes y de los pobres,
    ¡aunque no los sorprendiste robando tu casa!
35 Aun así dices:
“No he hecho nada malo.
    ¡Seguro que Dios no está enojado conmigo!”;
pero ahora te castigaré severamente
    porque afirmas no haber pecado.
36 Primero acá, después allá,
    saltas de un aliado a otro pidiendo ayuda.
Pero tus nuevos amigos de Egipto te fallarán,
    tal como Asiria lo hizo antes.
37 Desesperado, serás llevado al destierro
    con las manos en la cabeza,
porque el Señor ha rechazado a las naciones en las cuales confías.
    Ellas no te ayudarán en absoluto.
»Si un hombre se divorcia de su esposa,
    y ella se casa con otro,
él nunca la recibirá de nuevo,
    porque eso sin duda corrompería la tierra.
Pero tú te has prostituido con muchos amantes,
    entonces, ¿por qué tratas de volver a mí?
    —dice el Señor—.
Fíjate en los santuarios que hay en cada cumbre.
    ¿Hay algún lugar que no haya sido profanado
    por tu adulterio con otros dioses?
Te sientas junto al camino como una prostituta en espera de un cliente.
    Te sientas sola, como un nómada en el desierto.
Contaminaste la tierra con tu prostitución
    y tu perversidad.
Por eso incluso han faltado las lluvias de primavera.
    Pues eres una prostituta descarada y totalmente desvergonzada.
Aun así me dices:
    “Padre, tú has sido mi guía desde mi juventud.
¡Seguro que no estarás enojado para siempre!
    ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho!”.
Hablas de esta manera,
    pero sigues haciendo todo el mal posible».

Judá sigue el ejemplo de Israel

Durante el reinado de Josías, el Señor me dijo: «¿Te has dado cuenta de lo que ha hecho la caprichosa Israel? Como una esposa que comete adulterio, Israel ha rendido culto a otros dioses en cada colina y debajo de todo árbol frondoso. Yo pensaba: “Después de haber hecho todo esto regresará a mí”; pero no lo hizo, y su desleal hermana Judá lo observó. Vio[m] que me divorcié de la infiel Israel debido a su adulterio; pero Judá, esa hermana traicionera, no tuvo temor, y ahora ella también me ha dejado y se ha entregado a la prostitución. Israel no lo tomó en serio y no le parece nada fuera de lo común cometer adulterio al rendir culto a ídolos hechos de madera y de piedra. Así que ahora la tierra se ha corrompido. 10 Sin embargo, a pesar de esto, su infiel hermana Judá nunca ha vuelto a mí de corazón, solo fingió estar apenada. ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Esperanza para la rebelde Israel

11 Luego el Señor me dijo: «¡Hasta la infiel Israel es menos culpable que la traidora Judá! 12 Por lo tanto, ve y dale este mensaje a Israel.[n] Esto dice el Señor:

»“Oh Israel, mi pueblo infiel,
    regresa otra vez a mí,
porque yo soy misericordioso.
    No estaré enojado contigo para siempre.
13 Solo reconoce tu culpa;
    admite que te has rebelado contra el Señor tu Dios
y que cometiste adulterio contra él
    al rendir culto a ídolos debajo de todo árbol frondoso.
Confiesa que rehusaste oír mi voz.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

14 »”Regresen a casa, ustedes, hijos descarriados
    —dice el Señor—,
    porque yo soy su amo.
Los traeré de regreso a la tierra de Israel,[o]
    uno de esta ciudad y dos de aquella familia,
    de todo lugar donde estén esparcidos.
15 Y les daré pastores conforme a mi propio corazón,
    que los guiarán con conocimiento y entendimiento.

16 »”Cuando una vez más la tierra se llene de gente—dice el Señor—, ya no desearán más ‘los viejos tiempos’ cuando poseían el arca del pacto del Señor. No extrañarán aquellos días, ni siquiera los recordarán y no habrá necesidad de reconstruir el arca. 17 En aquel día, Jerusalén será conocida como ‘el Trono del Señor’. Todas las naciones acudirán a Jerusalén para honrar al Señor. Ya no seguirán tercamente sus propios malos deseos. 18 En aquellos días la gente de Judá y la gente de Israel volverán juntas del destierro del norte. Regresarán a la tierra que les di a los antepasados de ustedes como herencia perpetua.

19 »”Me dije a mí mismo:
    ‘¡Cómo quisiera tratarlos como a mis propios hijos!’.
Solo quería darles esta hermosa tierra,
    la posesión más maravillosa del mundo.
Esperaba con anhelo que me llamaran ‘Padre’,
    y quise que nunca se alejaran de mí.
20 Sin embargo, me fuiste infiel, ¡pueblo de Israel!
    Has sido como una esposa infiel que deja a su marido.
    Yo, el Señor, he hablado”».

21 Se escuchan voces en las alturas de las montañas desoladas,
    el llanto y las súplicas del pueblo de Israel.
Pues han escogido caminos torcidos
    y se han olvidado del Señor su Dios.

22 «Vuelvan a mí, hijos descarriados—dice el Señor—,
    y les sanaré el corazón extraviado».

«Sí, ya vamos—responde el pueblo—,
    porque tú eres el Señor nuestro Dios.
23 Nuestro culto a ídolos en las colinas
    y nuestras orgías religiosas en las montañas
    son una falsa ilusión.
Solo en el Señor nuestro Dios
    encontrará Israel salvación.
24 Desde la niñez hemos visto
    cómo todo aquello por lo que trabajaron nuestros antepasados
—sus ganados y rebaños, sus hijos e hijas—
    se despilfarraba en una falsa ilusión.
25 Echémonos al suelo llenos de vergüenza
    y cubiertos de deshonra,
porque tanto nosotros como nuestros antepasados hemos pecado
    contra el Señor nuestro Dios.
Desde la niñez hasta el día de hoy
    nunca lo hemos obedecido».
«¡Oh, Israel!—dice el Señor—,
    si quisieras, podrías volver a mí.
Podrías desechar tus ídolos detestables
    y no alejarte nunca más.
Después, cuando jures por mi nombre diciendo:
    “Tan cierto como que el Señor vive”,
lo podrías hacer
    con verdad, justicia y rectitud.
Entonces serías una bendición a las naciones del mundo,
    y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre».

Se acerca el juicio a Judá

Esto dice el Señor a la gente de Judá y de Jerusalén:

«¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones!
    No desperdicien la buena semilla entre los espinos.
Oh habitantes de Judá y de Jerusalén,
    renuncien a su orgullo y a su poder.
Cambien la actitud del corazón ante el Señor,[p]
    o mi enojo arderá como fuego insaciable
    debido a todos sus pecados.

»¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén!
    Díganles que toquen alarma en toda la tierra:
“¡Corran y salven sus vidas!
    ¡Huyan a las ciudades fortificadas!”.
Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén:[q]
    “¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!”.
Pues desde el norte traigo
    una terrible destrucción sobre ustedes».

Desde su guarida un león acecha,
    un destructor de naciones.
Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes.
    ¡Arrasará su tierra!
Sus ciudades quedarán en ruinas,
    y ya nadie vivirá en ellas.
Así que póngase ropa de luto
    y lloren con el corazón destrozado,
porque la ira feroz del Señor
    todavía está sobre nosotros.

«En aquel día—dice el Señor—,
    el rey y los funcionarios temblarán de miedo.
Los sacerdotes quedarán paralizados de terror
    y los profetas, horrorizados».

10 Entonces dije: «Oh Señor Soberano,
    el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste,
porque prometiste paz para Jerusalén.
    ¡Sin embargo, la espada está en su cuello!».

11 Se acerca la hora en que el Señor dirá
    a la gente de Jerusalén:
«Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador,
    y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano.
12 ¡Es una ráfaga estrepitosa que yo envié!
    ¡Ahora pronuncio la destrucción contra ti!».

13 ¡Nuestro enemigo avanza hacia nosotros como nubarrones!
    Sus carros de guerra son como torbellinos;
sus caballos son más veloces que las águilas.
    ¡Qué horrible será, pues estamos condenados!
14 Oh Jerusalén, limpia tu corazón
    para que seas salvada.
¿Hasta cuándo guardarás
    tus malos pensamientos?
15 Tu destrucción ya se anunció
    desde Dan y la zona montañosa de Efraín.

16 «Adviertan a las naciones vecinas
    y anuncien esto a Jerusalén:
“El enemigo viene desde una tierra lejana,
    dando gritos de guerra contra las ciudades de Judá.
17 Rodean a Jerusalén como guardianes alrededor de un campo
    porque mi pueblo se rebeló contra mí
    —dice el Señor—.
18 Tus propios hechos han traído todo esto sobre ti.
    Este castigo es amargo; ¡te penetra hasta el corazón!”».

Jeremías llora por su pueblo

19 ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor!
    ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto.
Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas
    y el bramido de sus gritos de guerra.
20 Olas de destrucción cubren la tierra,
    hasta dejarla en completa desolación.
Súbitamente mis carpas son destruidas;
    de repente mis refugios son demolidos.
21 ¿Hasta cuándo tendré que ver las banderas de combate
    y oír el toque de trompetas de guerra?

22 «Mi pueblo es necio
    y no me conoce—dice el Señor—.
Son hijos tontos,
    sin entendimiento.
Son lo suficientemente listos para hacer lo malo,
    ¡pero no tienen ni idea de cómo hacer lo correcto!».

Visión de Jeremías del desastre venidero

23 Miré a la tierra y estaba vacía y no tenía forma;
    miré a los cielos y no había luz.
24 Miré a las montañas y colinas
    que temblaban y se agitaban.
25 Miré y toda la gente se había ido;
    todos los pájaros del cielo se habían volado.
26 Miré y los terrenos fértiles se habían convertido en desiertos;
    las ciudades estaban en ruinas,
    destruidas por la ira feroz del Señor.

27 Esto dice el Señor:
«La tierra entera será arrasada,
    pero no la destruiré por completo.
28 La tierra estará de luto
    y los cielos serán tapizados de negro
a causa de la sentencia que pronuncié contra mi pueblo.
    Lo he decidido y no lo cambiaré».

29 Al oír el ruido de los carros de guerra y los arqueros,
    la gente huye aterrorizada.
Ellos se esconden en los matorrales
    y corren a las montañas.
Todas las ciudades han sido abandonadas;
    ¡no queda nadie en ellas!
30 ¿Qué es lo que haces,
    tú que has sido saqueado?
¿Por qué te vistes de ropas hermosas
    y te pones joyas de oro?
¿Por qué te resaltas los ojos con rímel?
    ¡Arreglarte así de nada te servirá!
Los aliados que fueron tus amantes
    te desprecian y buscan tu muerte.

31 Oigo gritos, como los de una mujer que está de parto,
    los gemidos de una mujer dando a luz a su primer hijo.
Es la bella Jerusalén,[r]
    que respira con dificultad y grita:
    «¡Socorro! ¡Me están matando!».

Los pecados de Judá

«Corran por todas las calles de Jerusalén—dice el Señor—.
    Busquen arriba y abajo; ¡busquen por toda la ciudad!
Si encuentran aunque sea a una sola persona justa y honrada,
    no destruiré la ciudad.
Pero aun cuando están bajo juramento
    diciendo: “Tan cierto como que el Señor vive”,
    ¡todos siguen mintiendo!».

Señor, tú estás buscando la honradez.
Golpeaste a tu pueblo,
    pero no prestó atención.
Los has aplastado,
    pero se negaron a ser corregidos.
Son tercos, de caras duras como piedra;
    rehusaron arrepentirse.

Entonces dije: «¿Pero qué podemos esperar de los pobres?
    Son unos ignorantes.
No conocen los caminos del Señor
    ni entienden las leyes divinas.
Así que iré y hablaré a sus líderes.
    Sin duda ellos conocen los caminos del Señor
    y entienden las leyes de Dios».
Pero los líderes también, como un solo hombre,
    se habían librado del yugo de Dios
    y roto las cadenas.
Entonces ahora un león de la selva los atacará;
    un lobo del desierto se les echará encima.
Un leopardo acechará cerca de sus ciudades,
    y hará trizas a quien se atreva a salir.
Pues grande es la rebelión de ellos,
    y muchos son sus pecados.

«¿Cómo puedo perdonarte?
    Pues aun tus hijos se han alejado de mí.
¡Ellos juraron por dioses que no son dioses en absoluto!
    Alimenté a mi pueblo hasta que estuvo satisfecho;
pero su manera de darme las gracias fue cometer adulterio
    y hacer fila en los prostíbulos.
Son vigorosos sementales, bien alimentados,
    cada uno relinchando por la mujer de su prójimo.
¿No habría de castigarlos por esto?—dice el Señor—.
    ¿No habría de vengarme contra semejante nación?

10 »Vayan por las hileras de los viñedos y destruyan las vides,
    pero dejen algunas con vida.
Arranquen los sarmientos de las vides,
    porque esta gente no pertenece al Señor.
11 Los pueblos de Israel y Judá
    están llenos de traición contra mí
    —dice el Señor—.
12 Mintieron acerca del Señor y dijeron:
    “¡Él no nos molestará!
Ningún desastre vendrá sobre nosotros;
    no habrá guerra ni hambre.
13 Todos los profetas de Dios son pura palabrería;
    en realidad no hablan de parte de él.
    ¡Que caigan sobre ellos mismos sus predicciones de desastre!”».

14 Por lo tanto, esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales:

«Debido a que mi pueblo habla de esta manera,
    mis mensajes saldrán de tu boca como llamas de fuego
    y quemarán al pueblo como si fuera leña.
15 Oh Israel, traeré una nación lejana contra ti
    —dice el Señor—.
Es una nación poderosa,
    una nación antigua,
un pueblo cuyo idioma desconoces,
    cuya forma de hablar no entiendes.
16 Sus armas son mortíferas;
    sus guerreros, poderosos.
17 Devorarán la comida de tu cosecha;
    devorarán a tus hijos e hijas.
Devorarán tus rebaños y manadas;
    devorarán tus uvas y tus higueras.
Y destruirán tus ciudades fortificadas
    que consideras tan seguras.

18 »Sin embargo, aun en esos días, no te eliminaré por completo—dice el Señor—. 19 Y cuando tu pueblo pregunte: “¿Por qué el Señor nuestro Dios nos hizo todo esto?”, debes contestar: “Ustedes lo rechazaron y se entregaron a dioses extranjeros en su propia tierra. Ahora servirán a extranjeros en una tierra que a ustedes no les pertenece”.

Advertencia al pueblo de Dios

20 »Anuncien esto a Israel,[s]
    y díganselo a Judá:
21 “Escucha, gente necia y sin sentido común,
    que tiene ojos que no ven,
    y oídos que no oyen.
22 ¿No me tienes respeto?
    ¿Por qué no tiemblas en mi presencia?
Yo, el Señor, con la arena defino el límite del océano
    como frontera eterna que las aguas no pueden cruzar.
Las olas pueden agitarse y rugir,
    pero nunca podrán pasar los límites que establecí.
23 Sin embargo, mi pueblo tiene el corazón terco y rebelde;
    se alejó y me abandonó.
24 No dicen de corazón:
    ‘Vivamos con temor reverente ante el Señor nuestro Dios,
porque nos da la lluvia cada primavera y otoño,
    asegurándonos una cosecha en el tiempo apropiado’.
25 Su maldad les ha privado de estas maravillosas bendiciones;
    su pecado les ha robado todas estas cosas buenas.

26 »”Hay hombres perversos entre mi pueblo
    que están al acecho de víctimas, como un cazador oculto en su escondite.
Continuamente ponen trampas
    para atrapar a la gente.
27 Como una jaula llena de pájaros
    sus casas están llenas de planes siniestros.
    Ahora son poderosos y ricos.
28 Están gordos y con aspecto saludable,
    y sus obras de maldad no tienen límite.
Rehúsan dar justicia al huérfano
    y le niegan los derechos al pobre.
29 ¿No habría de castigarlos por esto?—dice el Señor—.
    ¿No habría de vengarme de semejante nación?
30 Algo terrible y espantoso
    ha sucedido en este país:
31 los profetas dan profecías falsas,
    y los sacerdotes gobiernan con mano de hierro.
Peor todavía, ¡a mi pueblo le encanta que sea así!
    Ahora bien, ¿qué harán ustedes cuando todo esto llegue a su fin?

Advertencia final a Jerusalén

»”¡Corran y salven sus vidas, habitantes de Benjamín!
    ¡Salgan de Jerusalén!
¡Toquen alarma en Tecoa!
    ¡Levanten señales en Bet-haquerem!
Un ejército poderoso viene del norte
    y trae calamidad y destrucción.
Oh Jerusalén,[t] tú eres mi hija hermosa y delicada,
    ¡pero te destruiré!
Los enemigos te rodearán como pastores que acampan alrededor de la ciudad.
    Cada uno escoge un lugar para que su tropa devore.
Ellos gritan: ‘¡Prepárense para la batalla!
    ¡Ataquen a mediodía!’.
‘No, ya es muy tarde; el día se acaba,
    y caen las sombras de la noche’.
‘¡Entonces, ataquemos de noche
    y destruyamos sus palacios!’”».

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice:
«Corten árboles para usarlos como arietes;
    construyan rampas de asalto contra las murallas de Jerusalén.
Esta es la ciudad que debe ser castigada,
    porque es perversa hasta más no poder.
De ella brota la maldad como de una fuente.
    Sus calles resuenan con violencia y destrucción.
    Siempre veo sus enfermedades y heridas.
Oye esta advertencia, Jerusalén,
    o me alejaré de ti indignado.
Escucha, o te convertiré en un montón de escombros,
    una tierra donde no vive nadie».

El Señor de los Ejércitos Celestiales dice:
«Aun los pocos que permanezcan en Israel
    serán nuevamente recogidos,
como cuando el que cosecha revisa cada vid por segunda vez
    para recoger las uvas que no se cortaron».

La rebelión constante de Judá

10 ¿A quién puedo advertir?
    ¿Quién escuchará cuando yo hable?
Tienen sordos los oídos
    y no pueden oír.
Ellos desprecian la palabra del Señor.
    No quieren escuchar para nada.
11 Por eso ahora estoy lleno de la furia del Señor.
    ¡Sí, estoy cansado de contenerla!

«Derramaré mi furia sobre los niños que juegan en las calles
    y sobre las reuniones de jóvenes,
sobre esposos y esposas
    y sobre los que son viejos y canosos.
12 Sus casas serán dadas a los enemigos,
    al igual que sus campos y sus esposas
porque levantaré mi puño poderoso
    contra la gente de esta tierra
    —dice el Señor—.
13 Desde el menos importante hasta el más importante,
    sus vidas están dominadas por la avaricia.
Desde los profetas hasta los sacerdotes,
    todos son unos farsantes.
14 Ofrecen curas superficiales
    para la herida mortal de mi pueblo.
Dan garantías de paz
    cuando no hay paz.
15 ¿Se avergüenzan de sus actos repugnantes?
    De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse!
Por lo tanto, estarán entre los caídos en la matanza;
    serán derribados cuando los castigue»,
    dice el Señor.

Judá rechaza el camino del Señor

16 Esto dice el Señor:
«Deténganse en el cruce y miren a su alrededor;
    pregunten por el camino antiguo, el camino justo, y anden en él.
Vayan por esa senda y encontrarán descanso para el alma.
    Pero ustedes responden: “¡No, ese no es el camino que queremos!”.
17 Puse centinelas sobre ustedes, que dijeron:
    “Estén atentos al sonido de alarma”.
Pero ustedes respondieron:
    “¡No! ¡No prestaremos atención!”.

18 »Por lo tanto, naciones, escuchen esto;
    tomen nota de la situación de mi pueblo.
19 ¡Escuchen, habitantes de toda la tierra!
    Traeré desastre sobre mi pueblo.
Es el fruto de sus propias intrigas,
    porque se niegan a escucharme;
    han rechazado mi palabra.
20 Es inútil ofrecerme el incienso dulce de Saba.
    ¡Guárdense su cálamo aromático importado de tierras lejanas!
No aceptaré sus ofrendas quemadas;
    sus sacrificios no tienen ningún aroma agradable para mí».

21 Por lo tanto, esto dice el Señor:
    «Pondré obstáculos en el camino de mi pueblo.
Padres e hijos tropezarán contra ellos.
    Vecinos y amigos morirán juntos».

Invasión desde el norte

22 Esto dice el Señor:
«¡Miren! ¡Un gran ejército viene del norte!
    Desde tierras lejanas se levanta contra ti una gran nación.
23 Están armados con arcos y lanzas;
    son crueles y no perdonan a nadie.
Cuando avanzan montados a caballo
    se oyen como el rugido del mar.
Vienen en formación de batalla,
    con planes de destruirte, hermosa Jerusalén[u]».

24 Hemos oído informes acerca del enemigo
    y las manos nos tiemblan de miedo.
Punzadas de angustia se han apoderado de nosotros,
    como las de la mujer que está en trabajo de parto.
25 ¡No salgan a los campos!
    ¡No viajen por los caminos!
¡La espada del enemigo está por todos lados,
    y nos aterroriza a cada paso!
26 Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera
    y siéntate entre las cenizas.
Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único.
    ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!

27 «Jeremías, te he hecho probador de metales,[v]
    para que puedas determinar la calidad de mi pueblo.
28 Ellos son rebeldes de la peor clase,
    llenos de calumnia.
Son tan duros como el bronce y el hierro
    y llevan a otros a la corrupción.
29 Los fuelles soplan las llamas con furor
    para quemar la corrupción.
Pero no los purifica,
    ya que su perversidad permanece.
30 Los marcaré: “plata rechazada”,
    porque yo, el Señor, los desecho».

Jeremías habla en el templo

El Señor le dio otro mensaje a Jeremías diciendo: «Vete a la entrada del templo del Señor y dale el siguiente mensaje al pueblo: “Oh Judá, ¡escucha este mensaje del Señor! ¡Escúchenlo, todos ustedes que aquí adoran al Señor! Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel:

»”Incluso ahora, si abandonan sus malos caminos les permitiré quedarse en su propia tierra; pero no se dejen engañar por los que les prometen seguridad simplemente porque aquí está el templo del Señor. Ellos repiten: ‘¡El templo del Señor está aquí! ¡El templo del Señor está aquí!’. Pero seré misericordioso únicamente si abandonan sus malos pensamientos y sus malas acciones, y comienzan a tratarse el uno al otro con justicia; si dejan de explotar a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si dejan de asesinar; y si dejan de dañarse ustedes mismos al rendir culto a los ídolos. Entonces, les permitiré quedarse en esta tierra que les di a sus antepasados para siempre.

»”No se dejen engañar ni crean que nunca tendrán que sufrir porque el templo está aquí. ¡Es una mentira! ¿De verdad piensan que pueden robar, matar, cometer adulterio, mentir y quemar incienso a Baal y a los otros nuevos dioses que tienen, 10 y luego venir y presentarse delante de mí en mi templo a repetir: ‘¡Estamos a salvo!’, solo para irse a cometer nuevamente todas las mismas maldades? 11 ¿No reconocen ustedes mismos que este templo, que lleva mi nombre, se ha convertido en una cueva de ladrones? Les aseguro que veo todo el mal que ocurre allí. ¡Yo, el Señor, he hablado!

12 »”Ahora vayan a Silo, al lugar donde puse antes el tabernáculo que llevaba mi nombre. Vean lo que hice allí debido a toda la perversidad de mi pueblo, los israelitas. 13 Cuando ustedes cometían estas perversidades, dice el Señor, yo les hablé de ello repetidas veces, pero ustedes no quisieron escuchar. Los llamé, pero se negaron a contestar. 14 Entonces, tal como destruí a Silo, ahora también destruiré a este templo que lleva mi nombre, este templo al que acuden en busca de ayuda, este lugar que les di a ustedes y a sus antepasados. 15 Y los enviaré al destierro fuera de mi vista, así como hice con sus parientes, el pueblo de Israel[w]”.

Persistente idolatría de Judá

16 »Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni ores por ellos y no me supliques que los ayude, porque no te escucharé. 17 ¿Acaso no ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 ¡Con razón estoy tan enojado! Mira cómo los hijos juntan leña y los padres preparan el fuego para el sacrificio. Observa cómo las mujeres preparan la masa para hacer pasteles y ofrecérselos a la reina del cielo. ¡Y derraman ofrendas líquidas a sus otros dioses-ídolos! 19 ¿Soy yo al que ellos perjudican?—pregunta el Señor—. Más que nada se perjudican a sí mismos, para su propia vergüenza».

20 Así que esto dice el Señor Soberano: «Derramaré mi terrible furia sobre este lugar. Sus habitantes, animales, árboles y cosechas serán consumidos con el fuego insaciable de mi enojo».

21 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «¡Tomen sus ofrendas quemadas y los demás sacrificios y cómanselos ustedes mismos! 22 Cuando saqué a sus antepasados de Egipto no eran ofrendas quemadas ni sacrificios lo que deseaba de ellos. 23 Esto les dije: “Obedézcanme, y yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. ¡Hagan todo lo que les diga y les irá bien!”.

24 »Pero mi pueblo no quiso escucharme. Continuaron haciendo lo que querían, siguiendo los tercos deseos de su malvado corazón. Retrocedieron en vez de ir hacia adelante. 25 Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles a mis siervos, los profetas, día tras día; 26 pero mi pueblo no me ha escuchado, ni siquiera ha tratado de oírme. Han sido tercos y pecadores, aún peores que sus antepasados.

27 »Diles todo esto, pero no esperes que te escuchen. Adviérteles a gritos, pero no esperes que te hagan caso. 28 Diles: “Esta es la nación que no obedece al Señor su Dios y que rechaza ser enseñada. Entre ellos la verdad ha desaparecido; ya no se escucha en sus labios. 29 Rápate en señal de luto y llora a solas en las montañas, porque el Señor ha rechazado y ha abandonado a esta generación que ha provocado su furia”.

El valle de la Matanza

30 »La gente de Judá ha pecado ante mis propios ojos—dice el Señor—. Han puesto sus ídolos abominables precisamente en el templo que lleva mi nombre, y así lo han profanado. 31 Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! 32 Así que, ¡atención! Se acerca la hora—dice el Señor—, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Enterrarán a sus muertos en Tofet hasta que ya no haya más lugar. 33 Los cadáveres de mi pueblo servirán de comida para los buitres y los animales salvajes, y no habrá quien los ahuyente. 34 Pondré fin a las risas y a las alegres canciones en las calles de Jerusalén. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias en las ciudades de Judá. La tierra quedará completamente desolada.

»En ese día—dice el Señor—, el enemigo abrirá las tumbas de los reyes y los funcionarios de Judá, las tumbas de los sacerdotes, los profetas y la gente común de Jerusalén. Esparcirá los huesos sobre la tierra ante el sol, la luna y las estrellas: los dioses que mi pueblo ha amado, servido y rendido culto. Sus huesos no serán recogidos nuevamente ni enterrados, sino que serán esparcidos sobre la tierra como si fueran estiércol. Y la gente que sobreviva de esta nación malvada deseará morir en vez de vivir en el lugar donde los enviaré. ¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado!

Engaño de los falsos profetas

»Jeremías, dile al pueblo: “Esto dice el Señor:

»”‘Cuando una persona se cae, ¿acaso no vuelve a levantarse?
    Cuando descubre que está en un camino equivocado, ¿acaso no da la vuelta?
Entonces, ¿por qué esta gente continúa en su camino de autodestrucción?
    ¿Por qué los habitantes de Jerusalén rehúsan regresar?
Se aferran a sus mentiras
    y se niegan a volver.
Escucho sus conversaciones
    y no oigo una sola palabra de verdad.
¿Hay alguien que esté apenado por haber hecho lo malo?
    ¿Hay alguien que diga: “¡Qué cosa tan terrible he hecho!”?
¡No! ¡Todos corren por el camino del pecado
    tan veloces como galopa un caballo a la batalla!
Hasta la cigüeña que surca el cielo
    conoce el tiempo de su migración,
al igual que la tórtola, la golondrina y la grulla.[x]
    Todas regresan en el tiempo señalado cada año.
¡Pero no en el caso de mi pueblo!
    Ellos no conocen las leyes del Señor.

»”’¿Cómo pueden decir: “Somos sabios porque tenemos la palabra del Señor”,
    cuando, al escribir mentiras, sus maestros la han torcido?
Estos maestros sabios caerán
    en la trampa de su propia necedad,
porque han rechazado la palabra del Señor.
    Después de todo, ¿son ellos tan sabios?
10 Les daré sus esposas a otros
    y sus fincas a extranjeros.
Desde el menos importante hasta el más importante,
    sus vidas están dominadas por la avaricia.
Es cierto, incluso mis profetas y sacerdotes son así;
    todos ellos son unos farsantes.
11 Ofrecen curas superficiales
    para la herida mortal de mi pueblo.
Dan garantías de paz
    cuando no hay paz.
12 ¿Se avergüenzan de estos actos repugnantes?
    De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse!
Por lo tanto, estarán entre los caídos en la matanza;
    serán derribados cuando los castigue,
    dice el Señor.
13 Con toda seguridad los consumiré.
    No habrá más cosechas de higos ni de uvas;
todos sus árboles frutales morirán.
    Todo lo que les di, pronto se acabará.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!’”.

14 »Luego el pueblo dirá:
    “¿Por qué deberíamos esperar aquí para morir?
Vengan, vayamos a las ciudades fortificadas para morir allí.
    Pues el Señor nuestro Dios ha decretado nuestra destrucción
y nos ha dado a beber una copa de veneno
    porque pecamos contra el Señor.
15 Esperábamos paz, pero la paz no llegó;
    esperábamos tiempos de sanidad, pero solo encontramos terror”.

16 »Ya se puede oír el resoplido de los caballos de guerra del enemigo
    ¡desde tan lejos como la tierra de Dan en el norte!
El relincho de sus sementales hace temblar toda la tierra.
    Vienen a devorar el país y todo lo que hay en él,
    tanto las ciudades como los habitantes.
17 Enviaré estas tropas enemigas entre ustedes
    como serpientes venenosas a las que no pueden encantar.
Los morderán y ustedes morirán.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!».

Jeremías llora por Judá

18 Mi dolor no tiene remedio;
    mi corazón está destrozado.
19 Escuchen el llanto de mi pueblo;
    puede oírse por toda la tierra.
«¿Acaso ha abandonado el Señor a Jerusalén[y]?—pregunta la gente—.
    ¿No está más su Rey allí?».

«Oh, ¿por qué han provocado mi enojo con sus ídolos tallados
    y sus despreciables dioses ajenos?», pregunta el Señor.

20 «Ya se acabó la cosecha,
    y el verano se ha ido—se lamenta el pueblo—,
    ¡y todavía no hemos sido salvados!».

21 Sufro con el dolor de mi pueblo;
    lloro y estoy abrumado de profunda pena.
22 ¿No hay medicina en Galaad?
    ¿No hay un médico allí?
¿Por qué no hay sanidad
    para las heridas de mi pueblo?
[z]¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna
    y mis ojos una fuente de lágrimas,
lloraría día y noche
    por mi pueblo que ha sido masacrado!
[aa]Desearía poder marcharme y olvidarme de mi pueblo
    y vivir en una choza para viajeros en el desierto.
Pues todos ellos son adúlteros,
    una banda de mentirosos traicioneros.

Juicio por la desobediencia

«Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos
    para lanzar mentiras.
Se rehúsan a defender la verdad;
    solo van de mal en peor.
Ellos no me conocen»,
    dice el Señor.

«¡Cuidado con tu vecino!
    ¡Ni siquiera confíes en tu hermano!
Pues un hermano saca ventaja de su hermano,
    y un amigo calumnia a su amigo.
Todos se engañan y se estafan entre sí;
    ninguno dice la verdad.
Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica, dicen mentiras;
    pecan hasta el cansancio.
Amontonan mentira sobre mentira
    y rechazan por completo reconocerme»,
    dice el Señor.

Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Mira, los derretiré en el crisol
    y los probaré como al metal.
¿Qué más puedo hacer con mi pueblo[ab]?
    Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas envenenadas.
Dicen palabras amistosas a sus vecinos
    mientras en el corazón traman matarlos.
¿No habría de castigarlos por eso?—dice el Señor—.
    ¿No habría de tomar venganza contra semejante nación?».

10 Lloraré por las montañas
    y gemiré por los pastos del desierto;
pues están desolados y no tienen vida.
    Ya no se escucha el mugido del ganado;
    todas las aves y los animales salvajes han huido.

11 «Haré de Jerusalén un montón de ruinas—dice el Señor—,
    y será un lugar frecuentado por chacales.
Las ciudades de Judá serán abandonadas,
    y nadie vivirá en ellas».

12 ¿Quién tiene suficiente sabiduría para entender todo esto? ¿Quién ha sido instruido por el Señor y puede explicárselo a otros? ¿Por qué ha sido tan arruinada esta tierra que nadie se atreve a viajar por ella?

13 El Señor contesta: «Esto sucedió porque mi pueblo abandonó mis instrucciones; se negó a obedecer lo que dije. 14 En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados. 15 Así que ahora esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡mira!, los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber. 16 Los esparciré por todo el mundo, a lugares que ni ellos ni sus antepasados han oído nombrar, y aun allí los perseguiré con espada hasta que los haya destruido por completo».

Llanto en Jerusalén

17 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales:
«Piensa en todo esto y llama a las que se les paga por llorar;
    manda traer a las mujeres que lloran en los funerales.
18 ¡Rápido! ¡Comiencen a llorar!
    Que las lágrimas fluyan de sus ojos.
19 Escuchen a los habitantes de Jerusalén[ac] llorando desesperados:
    “¡Estamos arruinados! ¡Estamos totalmente humillados!
Tenemos que abandonar nuestra tierra,
    porque derribaron nuestras casas”».

20 Escuchen, ustedes mujeres, las palabras del Señor;
    abran sus oídos a lo que él tiene que decir.
Enseñen a sus hijas a gemir;
    enséñense unas a otras a lamentarse.
21 Pues la muerte se ha deslizado a través de nuestras ventanas
    y ha entrado a nuestras mansiones.
Ha acabado con la flor de nuestra juventud:
    los niños ya no juegan en las calles,
    y los jóvenes ya no se reúnen en las plazas.

22 Esto dice el Señor:
«Se esparcirán cadáveres a través de los campos como montones de estiércol,
    como manojos de grano después de la cosecha.
    No quedará nadie para enterrarlos».

23 Esto dice el Señor:
«No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría,
    o el poderoso, de su poder,
    o el rico, de sus riquezas.
24 Pero los que desean jactarse,
    que lo hagan solamente en esto:
en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor
    quien demuestra amor inagotable
    y trae justicia y rectitud a la tierra,
y que me deleito en estas cosas.
    ¡Yo, el Señor, he hablado!

25 »Se acerca la hora—dice el Señor—, cuando castigaré a todos los que están circuncidados en el cuerpo pero no en espíritu: 26 a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos,[ad] y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso».

La idolatría trae destrucción

10 ¡Escucha la palabra que el Señor te dice, oh Israel! Esto dice el Señor:

«No te comportes como las otras naciones
    que tratan de leer el futuro en las estrellas.
No tengas temor de sus predicciones,
    aun cuando otras naciones se aterren por ellas.
Sus costumbres son vanas y necias.
    Cortan un árbol y el artesano talla un ídolo.
Lo decoran con oro y plata
    y luego lo aseguran con martillo y clavos
    para que no se caiga.
¡Sus dioses son como
    inútiles espantapájaros en un campo de pepinos!
No pueden hablar
    y necesitan que los lleven en los brazos porque no pueden caminar.
No tengan temor de semejantes dioses,
    porque no pueden hacerles ningún daño, tampoco ningún bien».

¡Señor, no hay nadie como tú!
    Pues eres grande y tu nombre está lleno de poder.
¿Quién no te temería, oh Rey de las naciones?
    ¡Ese título te pertenece solo a ti!
Entre todos los sabios de la tierra
    y en todos los reinos del mundo,
    no hay nadie como tú.

Los que rinden culto a ídolos son estúpidos y necios.
    ¡Las cosas a las que rinden culto están hechas de madera!
Traen láminas de plata desde Tarsis
    y oro desde Ufaz,
y les entregan esos materiales a hábiles artesanos
    que hacen sus ídolos.
Luego visten estos dioses con ropas de púrpura y azul real
    hechas por sastres expertos.
10 Sin embargo, el Señor es el único Dios verdadero.
    ¡Él es el Dios viviente y el Rey eterno!
Toda la tierra tiembla ante su enojo;
    las naciones no pueden hacerle frente a su ira.

11 Diles a los que rinden culto a otros dioses: «Sus supuestos dioses, que no hicieron los cielos y la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos»[ae].

12 El Señor hizo la tierra con su poder,
    y la preserva con su sabiduría.
Con su propia inteligencia
    desplegó los cielos.
13 Cuando habla en los truenos,
    los cielos rugen con lluvia.
Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra.
    Envía el relámpago junto con la lluvia,
    y suelta el viento de sus depósitos.

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