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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
2 Reyes 15:27-25:30

Peka gobierna sobre Israel

27 Peka, hijo de Remalías, comenzó a gobernar Israel durante el año cincuenta y dos del reinado de Uzías en Judá, y reinó en Samaria veinte años. 28 Peka hizo lo malo a los ojos del Señor. Se negó a apartarse de los pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo cometer a Israel.

29 Durante el reinado de Peka, el rey Tiglat-pileser de Asiria volvió a atacar a Israel y tomó las ciudades de Ijón, Abel-bet-maaca, Janoa, Cedes y Hazor. También conquistó las regiones de Galaad, Galilea, y todo el territorio de Neftalí; y a los habitantes los llevó cautivos a Asiria. 30 Entonces Oseas, hijo de Ela, conspiró contra Peka y lo asesinó. Oseas comenzó a gobernar Israel durante el año veinte de Jotam, hijo de Uzías.

31 Los demás acontecimientos del reinado de Peka y todo lo que hizo están registrados en El libro de la historia de los reyes de Israel.

Jotam gobierna sobre Judá

32 Jotam, hijo de Uzías, comenzó a gobernar Judá durante el segundo año del reinado de Peka, en Israel. 33 Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén dieciséis años. Su madre se llamaba Jerusa y era hija de Sadoc.

34 Jotam hizo lo que era agradable a los ojos del Señor. Hizo todo lo que había hecho su padre Uzías; 35 pero no destruyó los santuarios paganos, y la gente seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso allí. Él reconstruyó la puerta superior del templo del Señor.

36 Los demás acontecimientos del reinado de Jotam y todo lo que hizo están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 37 En esos días, el Señor comenzó a enviar contra Judá al rey Rezín de Aram y al rey Peka de Israel. 38 Cuando Jotam murió, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David, y su hijo Acaz lo sucedió en el trono.

Acaz gobierna sobre Judá

16 Acaz, hijo de Jotam, comenzó a gobernar Judá durante el año diecisiete del reinado de Peka en Israel. Acaz tenía veinte años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén dieciséis años. Él no hizo lo que era agradable a los ojos del Señor su Dios, como sí lo había hecho su antepasado David. En cambio, siguió el ejemplo de los reyes de Israel, hasta sacrificó a su propio hijo en el fuego.[a] De esta manera, siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra del paso de los israelitas. Ofreció sacrificios y quemó incienso en los santuarios paganos, en las colinas y debajo de todo árbol frondoso.

Entonces el rey Rezín de Aram y el rey Peka de Israel subieron hacia Jerusalén para atacarla. Sitiaron a Acaz pero no pudieron vencerlo. En esos días, el rey de Edom[b] recuperó la ciudad de Elat para Edom.[c] Expulsó a la gente de Judá y mandó a edomitas[d] a habitar el lugar, y allí viven hasta el día de hoy.

El rey Acaz envió mensajeros a Tiglat-pileser, rey de Asiria, con este mensaje: «Yo soy tu siervo y tu vasallo.[e] Sube a rescatarme de los ejércitos de Aram e Israel, que me atacan». Después Acaz tomó la plata y el oro del templo del Señor y del tesoro del palacio y envió todo como pago al rey de Asiria. Entonces el rey de Asiria atacó Damasco, la capital aramea, se llevó cautivos a sus habitantes y los estableció en Kir. También mató al rey Rezín.

10 Luego el rey Acaz se dirigió a Damasco a encontrarse con Tiglat-pileser, rey de Asiria. Mientras estaba allí, observó detenidamente el altar y le envió un modelo del altar al sacerdote Urías, junto con el diseño bien detallado. 11 Urías siguió las instrucciones del rey y construyó uno igual, y lo tuvo listo antes de que el rey volviera de Damasco. 12 Cuando el rey regresó, inspeccionó el altar e hizo sacrificios sobre él. 13 Presentó una ofrenda quemada y una ofrenda de grano, derramó una ofrenda líquida y roció sobre el altar la sangre de ofrendas de paz.

14 Luego el rey Acaz quitó el antiguo altar de bronce de su lugar al frente del templo del Señor, entre la entrada y el altar nuevo, y lo colocó en el lado norte del altar nuevo. 15 Le dijo al sacerdote Urías: «Usa el altar nuevo[f] para los sacrificios de las ofrendas quemadas matutinas, la ofrenda de grano vespertina, la ofrenda quemada y la ofrenda de grano del rey, y las ofrendas quemadas de todo el pueblo, así como sus ofrendas de grano y sus ofrendas líquidas. Rocía sobre el altar nuevo la sangre de todas las ofrendas quemadas y todos los sacrificios. El altar de bronce será únicamente para mi uso personal». 16 Así que el sacerdote Urías hizo todo tal como el rey Acaz le ordenó.

17 Luego el rey quitó los paneles laterales y los tazones de las carretas para llevar agua. También quitó de encima de los bueyes de bronce el gran tazón de bronce llamado el Mar y lo puso sobre el empedrado. 18 Por deferencia al rey de Asiria, también quitó una especie de cubierta que se había construido dentro del palacio para usar los días de descanso,[g] así como la entrada exterior del rey al templo del Señor.

19 Los demás acontecimientos del reinado de Acaz y todo lo que hizo están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 20 Cuando Acaz murió, lo enterraron con sus antepasados en la Ciudad de David. Luego su hijo Ezequías lo sucedió en el trono.

Oseas gobierna sobre Israel

17 Oseas, hijo de Ela, comenzó a gobernar Israel durante el año doce del reinado de Acaz en Judá y reinó en Samaria nueve años. Él hizo lo malo a los ojos del Señor, aunque no tanto como los reyes de Israel que gobernaron antes que él.

Salmanasar, rey de Asiria, atacó al rey Oseas, por eso Oseas se vio obligado a pagar un elevado tributo a Asiria. Sin embargo, Oseas dejó de pagar el tributo anual y conspiró contra el rey de Asiria al pedirle a So, rey de Egipto,[h] que lo ayudara a liberarse del poder del rey de Asiria. Cuando el rey de Asiria descubrió la traición, tomó a Oseas por la fuerza y lo metió en la cárcel.

Samaria cae ante Asiria

Entonces el rey de Asiria invadió todo el territorio y sitió la ciudad de Samaria durante tres años. Finalmente, en el año nueve del reinado de Oseas, Samaria cayó y los israelitas fueron desterrados a Asiria, donde los establecieron en colonias en la región de Halah, en Gozán junto a la ribera del río Habor, y en las ciudades de los medos.

Semejante desgracia ocurrió a los israelitas porque rindieron culto a otros dioses. Pecaron contra el Señor su Dios, quien los había sacado a salvo de Egipto y los había rescatado del poder del faraón, rey de Egipto. Habían seguido las prácticas de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra por delante de ellos, así como las prácticas que los reyes de Israel habían introducido. Los israelitas también habían hecho muchas cosas en secreto, que no eran agradables al Señor su Dios. Se construyeron santuarios paganos en todas las ciudades, desde el puesto de avanzada más pequeño hasta la ciudad amurallada más grande. 10 Levantaron columnas sagradas y postes dedicados a la diosa Asera en la cima de cada colina alta y debajo de todo árbol frondoso. 11 Ofrecieron sacrificios en todas las cumbres de las colinas, tal como lo hacían las naciones que el Señor había expulsado de la tierra por delante de ellos. Así que el pueblo de Israel había hecho muchas cosas perversas, con lo que provocó el enojo del Señor. 12 Efectivamente, rindieron culto a ídolos[i] a pesar de las advertencias específicas que el Señor les hizo repetidamente.

13 Una y otra vez el Señor envió a sus profetas y videntes para dar a Israel y a Judá la siguiente advertencia: «Apártense de sus malos caminos. Obedezcan mis mandatos y decretos, es decir, toda la ley que les ordené a sus antepasados que obedecieran y que les di a ustedes a través de mis siervos, los profetas».

14 Sin embargo, los israelitas no quisieron escuchar. Fueron tan tercos como sus antepasados, quienes se negaron a creer en el Señor su Dios. 15 Rechazaron sus decretos y el pacto que él había hecho con sus antepasados, y despreciaron todas sus advertencias. Rindieron culto a ídolos inútiles, por lo cual ellos mismos se volvieron inútiles. Siguieron el ejemplo de las naciones vecinas, desobedeciendo el mandato del Señor de no imitarlas.

16 Los israelitas rechazaron todos los mandatos del Señor su Dios e hicieron dos becerros de metal. Levantaron un poste dedicado a la diosa Asera y rindieron culto a Baal y veneraron a todas las fuerzas del cielo. 17 Hasta sacrificaron a sus hijos y a sus hijas en el fuego.[j] Consultaron con adivinos, practicaron la hechicería y se entregaron por completo al mal, con lo cual provocaron el enojo del Señor.

18 Como el Señor estaba muy enojado con los israelitas, los barrió de su presencia. Solo la tribu de Judá quedó en la tierra; 19 pero aun los de Judá se negaron a obedecer los mandatos del Señor su Dios, ya que siguieron las prácticas perversas que Israel había introducido. 20 El Señor rechazó a todos los descendientes de Israel. Los castigó entregándolos a sus agresores hasta expulsar a Israel de su presencia.

21 Pues cuando el Señor[k] arrancó a Israel del reino de David, los israelitas escogieron a Jeroboam, hijo de Nabat, como su rey; pero Jeroboam alejó a Israel del Señor y lo hizo cometer un gran pecado. 22 Los israelitas persistieron en seguir todos los caminos perversos de Jeroboam. No se apartaron de esos pecados 23 hasta que finalmente el Señor los barrió de su presencia, tal como les habían advertido todos los profetas. En consecuencia, los israelitas fueron desterrados y deportados a Asiria, donde se encuentran hasta el día de hoy.

Extranjeros en Israel

24 El rey de Asiria transportó grupos de gente desde Babilonia, Cuta, Ava, Hamat y Sefarvaim, y los reubicó en las ciudades de Samaria en reemplazo del pueblo de Israel. Ellos tomaron posesión de Samaria y habitaron sus ciudades; 25 pero ya que estos colonos extranjeros no adoraban al Señor cuando recién llegaron, el Señor envió leones, que mataron a algunos de ellos.

26 Por esa razón mandaron un mensaje al rey de Asiria en el cual le decían: «La gente que has mandado a habitar las ciudades de Samaria no conoce las costumbres religiosas del Dios de ese lugar. Él ha enviado leones a destruirlos, porque no lo adoraron como se debe».

27 Entonces el rey de Asiria ordenó: «Manden de regreso a Samaria a uno de los sacerdotes desterrados; que viva allí y les enseñe a los nuevos residentes las costumbres religiosas del Dios de ese lugar». 28 Entonces uno de los sacerdotes que había sido desterrado de Samaria regresó a Betel y les enseñó a los nuevos residentes cómo adorar al Señor.

29 Sin embargo, los diversos grupos de extranjeros a la vez siguieron rindiendo culto a sus propios dioses. En todas las ciudades donde habitaban, colocaron sus ídolos en los santuarios paganos que la gente de Samaria había construido. 30 Los que eran de Babilonia rendían culto a ídolos de su dios Sucot-benot; los de Cuta rendían culto a su dios Nergal; los que eran de Hamat rendían culto a Asima; 31 los avitas rendían culto a sus dioses Nibhaz y Tartac; y la gente de Sefarvaim hasta quemaba a sus propios hijos en sacrificio a sus dioses Adramelec y Anamelec.

32 Los nuevos residentes adoraban al Señor, pero también elegían de entre ellos a cualquiera y lo nombraban sacerdote para que ofreciera sacrificios en los lugares de culto. 33 Aunque adoraban al Señor, seguían tras sus propios dioses según las costumbres religiosas de las naciones de donde provenían. 34 Todo esto sigue igual hasta el día de hoy. Ellos continúan con sus prácticas antiguas en vez de adorar verdaderamente al Señor y obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que él les dio a los descendientes de Jacob, a quien le cambió el nombre por el de Israel.

35 Pues el Señor hizo un pacto con los descendientes de Jacob y les ordenó: «No rindan culto a otros dioses, ni se inclinen ante ellos, ni los sirvan, ni les ofrezcan sacrificios. 36 En cambio, adoren solo al Señor, quien los sacó de Egipto con gran fuerza y brazo poderoso. Inclínense solo ante él y ofrezcan sacrificios únicamente a él. 37 En todo momento, asegúrense de obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que él escribió para ustedes. No deben rendir culto a otros dioses. 38 No olviden el pacto que hice con ustedes y no rindan culto a otros dioses. 39 Adoren solo al Señor su Dios. Él es quien los librará de todos sus enemigos».

40 Sin embargo, la gente no quiso escuchar y siguió con sus prácticas antiguas. 41 Así que, si bien los nuevos residentes adoraban al Señor, también rendían culto a sus ídolos; y hasta el día de hoy, sus descendientes hacen lo mismo.

Ezequías gobierna sobre Judá

18 Ezequías, hijo de Acaz, comenzó a gobernar Judá durante el tercer año del reinado de Oseas en Israel. Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre se llamaba Abías,[l] hija de Zacarías. Ezequías hizo lo que era agradable a los ojos del Señor, igual que su antepasado David. Él quitó los santuarios paganos, destrozó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, porque la gente de Israel seguía ofreciéndole sacrificios. La serpiente de bronce se llamaba Nehustán.[m]

Ezequías confiaba en el Señor, Dios de Israel. No hubo nadie como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después de él. Permaneció fiel al Señor en todo y obedeció cuidadosamente todos los mandatos que el Señor le había dado a Moisés. Por eso el Señor estaba con él, y Ezequías tuvo éxito en todo lo que hizo. Se rebeló contra el rey de Asiria y se negó a pagarle tributo. También conquistó a los filisteos hasta la lejana región de Gaza y su territorio, desde el puesto de avanzada más pequeño hasta la ciudad amurallada más grande.

Durante el cuarto año del reinado de Ezequías, que era el séptimo año del reinado de Oseas en Israel, Salmanasar, rey de Asiria, atacó la ciudad de Samaria y comenzó a sitiarla. 10 Tres años después, durante el sexto año del reinado de Ezequías y el noveno año del reinado de Oseas en Israel, Samaria cayó. 11 En ese tiempo, el rey de Asiria desterró a los israelitas a Asiria y los ubicó en colonias en la región de Halah, en Gozán junto a la ribera del río Habor, y en las ciudades de los medos. 12 Pues ellos se negaron a escuchar al Señor su Dios y a obedecerlo. En cambio, violaron su pacto, es decir, todas las leyes que Moisés, siervo del Señor, les había ordenado que obedecieran.

Asiria invade Judá

13 En el año catorce del reinado de Ezequías,[n] Senaquerib, rey de Asiria, atacó las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó. 14 Entonces el rey Ezequías envió el siguiente mensaje al rey de Asiria que estaba en Laquis: «Yo he actuado mal. Si tú te retiras, te pagaré cualquier tributo que exijas». Así que el rey de Asiria exigió un pago de más de diez toneladas de plata y una tonelada de oro.[o] 15 Para reunir esta cantidad, el rey Ezequías usó toda la plata que estaba guardada en el templo del Señor y en el tesoro del palacio. 16 Hasta quitó el oro de las puertas del templo del Señor y de los marcos de las puertas que había revestido con oro, y se lo dio todo al rey de Asiria.

17 Sin embargo, el rey de Asiria mandó desde Laquis a su comandante en jefe, a su comandante de campo y a su jefe del Estado Mayor[p] con un enorme ejército para enfrentar al rey Ezequías en Jerusalén. Los asirios tomaron posición de batalla junto al acueducto que vierte el agua en el estanque superior, cerca del camino que lleva al campo donde se lavan[q] telas. 18 Mandaron llamar al rey Ezequías, pero el rey envió a tres funcionarios a recibirlos: Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino.

Senaquerib amenaza a Jerusalén

19 Entonces el jefe del Estado Mayor del rey asirio les dijo que le transmitieran a Ezequías el siguiente mensaje:

«El gran rey de Asiria dice: ¿En qué confías que te da tanta seguridad? 20 ¿Acaso crees que simples palabras pueden sustituir la fuerza y la capacidad militar? ¿Con quién cuentas para haberte rebelado contra mí? 21 ¿Con Egipto? Si te apoyas en Egipto, será como una caña que se quiebra bajo tu peso y te atraviesa la mano. ¡El faraón, rey de Egipto, no es nada confiable!

22 »Tal vez me digas: “¡Confiamos en el Señor nuestro Dios!”; pero ¿no es él a quien Ezequías insultó? ¿Acaso no fue Ezequías quien derribó sus santuarios y altares, e hizo que todos en Judá y en Jerusalén adoraran solo en el altar que hay aquí, en Jerusalén?

23 »¡Se me ocurre una idea! Llega a un acuerdo con mi amo, el rey de Asiria. Yo te daré dos mil caballos, ¡si es que puedes encontrar esa cantidad de hombres para que los monten! 24 Con tu pequeño ejército, ¿cómo se te ocurre desafiar siquiera al contingente más débil de las tropas de mi amo, aunque contaras con la ayuda de los carros de guerra y sus conductores de Egipto? 25 Es más, ¿crees que hemos invadido tu tierra sin la dirección del Señor? El Señor mismo nos dijo: “¡Ataquen esta tierra y destrúyanla!”».

26 Entonces tanto Eliaquim, hijo de Hilcías, como Sebna y Joa le dijeron al jefe del Estado Mayor asirio:

—Por favor, háblanos en arameo porque lo entendemos bien. No hables en hebreo,[r] porque oirá la gente que está sobre la muralla.

27 Pero el jefe del Estado Mayor de Senaquerib respondió:

—¿Ustedes creen que mi amo les envió este mensaje solo a ustedes y a su amo? Él quiere que todos los habitantes lo oigan porque, cuando sitiemos a esta ciudad, ellos sufrirán junto con ustedes. Tendrán tanta hambre y tanta sed que comerán su propio excremento y beberán su propia orina.

28 Después el jefe del Estado Mayor se puso de pie y le gritó en hebreo a la gente que estaba sobre la muralla: «¡Escuchen este mensaje del gran rey de Asiria! 29 El rey dice lo siguiente: “No dejen que Ezequías los engañe. Él jamás podrá librarlos de mi poder. 30 No permitan que los haga confiar en el Señor diciéndoles: ‘Con toda seguridad el Señor nos librará. ¡Esta ciudad nunca caerá en manos del rey asirio!’.

31 »”¡No escuchen a Ezequías! El rey de Asiria les ofrece estas condiciones: hagan las paces conmigo; abran las puertas y salgan. Entonces cada uno de ustedes podrá seguir comiendo de su propia vid y de su propia higuera, y bebiendo de su propio pozo. 32 Me encargaré de llevarlos a otra tierra como esta: una tierra de grano y vino nuevo, de pan y viñedos, de olivares y miel. ¡Escojan la vida y no la muerte!

»”No escuchen a Ezequías cuando trate de engañarlos al decir: ‘¡El Señor nos librará!’. 33 ¿Acaso los dioses de cualquier otra nación alguna vez han salvado a su pueblo del rey de Asiria? 34 ¿Qué les sucedió a los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Y qué me dicen de los dioses de Sefarvaim, Hena e Iva? ¿Algún dios libró a Samaria de mi poder? 35 ¿Cuál de los dioses de alguna nación ha podido salvar alguna vez a su pueblo de mi poder? ¿Qué les hace pensar entonces que el Señor puede librar a Jerusalén de mis manos?”».

36 El pueblo se quedó en silencio y no dijo ni una palabra, porque Ezequías le había ordenado: «No le respondan».

37 Entonces Eliaquim, hijo de Hilcías, administrador del palacio; Sebna, secretario de la corte; y Joa, hijo de Asaf, historiador del reino, regresaron a donde estaba Ezequías. Desesperados rasgaron su ropa, entraron para ver al rey y le contaron lo que había dicho el jefe del Estado Mayor asirio.

Ezequías busca la ayuda del Señor

19 Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al templo del Señor. Enseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad, insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el Señor tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor[s] asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”».

Una vez que los funcionarios del rey Ezequías le dieron a Isaías el mensaje del rey, el profeta respondió: «Díganle a su amo: “Esto dice el Señor: ‘No te alteres por ese discurso blasfemo que han pronunciado contra mí los mensajeros del rey de Asiria. ¡Escucha! Yo mismo actuaré en su contra,[t] y el rey recibirá un mensaje de que lo necesitan en su país. Así que volverá a su tierra, donde haré que lo maten a filo de espada’”».

Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor asirio partió de Jerusalén para consultar al rey de Asiria, quien había salido de Laquis y estaba atacando a Libna.

Poco después, el rey Senaquerib recibió la noticia de que el rey Tirhaca de Etiopía[u] iba al frente de un ejército para luchar contra él. Antes de salir al encuentro de sus agresores, envió mensajeros de regreso a Ezequías, en Jerusalén, con el siguiente mensaje:

10 «Este mensaje está dirigido al rey Ezequías de Judá. No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. 11 Tú sabes perfectamente bien lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido. ¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? 12 ¿Acaso los dioses de otras naciones las han rescatado, naciones como Gozán, Harán, Resef y el pueblo de Edén que vivía en Telasar? ¡Mis antecesores los destruyeron a todos! 13 ¿Qué sucedió con el rey de Hamat y el rey de Arfad? ¿Qué les pasó a los reyes de Sefarvaim, de Hena y de Iva?».

14 Después de recibir la carta de mano de los mensajeros y de leerla, Ezequías subió al templo del Señor y desplegó la carta ante el Señor. 15 En presencia del Señor, el rey hizo la siguiente oración: «¡Oh Señor, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Solo tú creaste los cielos y la tierra. 16 ¡Inclínate, oh Señor, y escucha! ¡Abre tus ojos, oh Señor, y mira! Escucha las palabras desafiantes de Senaquerib contra el Dios viviente.

17 »Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido a todas esas naciones. 18 Han arrojado al fuego a los dioses de esas naciones y los han quemado. ¡Por supuesto que los asirios pudieron destruirlos, pues no eran dioses en absoluto! Eran solo ídolos de madera y de piedra, formados por manos humanas. 19 Ahora, oh Señor nuestro Dios, rescátanos de su poder; así todos los reinos de la tierra sabrán que solo tú, oh Señor, eres Dios».

Isaías predice la liberación de Judá

20 Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “He oído tu oración con respecto al rey Senaquerib de Asiria, 21 y el Señor ha pronunciado estas palabras en su contra:

»”La hija virgen de Sion
    te desprecia y se ríe de ti.
La hija de Jerusalén
    menea la cabeza con desdén mientras tú huyes.

22 »”¿A quién has estado desafiando y ridiculizando?
    ¿Contra quién levantaste la voz?
¿A quién miraste con ojos tan arrogantes?
    ¡Fue al Santo de Israel!
23 Por medio de tus mensajeros, has desafiado al Señor.
    Dijiste: ‘Con mis numerosos carros de guerra
conquisté las montañas más altas,
    sí, las cimas más remotas del Líbano.
Corté sus cedros más altos
    y sus mejores cipreses.
Alcancé sus rincones más lejanos
    y exploré sus bosques más espesos.
24 Cavé pozos en muchas tierras extranjeras
    y me refresqué con sus aguas.
¡Con la planta de mi pie
    detuve todos los ríos de Egipto!’.

25 »”Pero ¿acaso no has oído?
    Yo lo decidí hace mucho tiempo.
Hace mucho que lo planifiqué,
    y ahora lo llevo a cabo.
Yo determiné que tú aplastaras ciudades fortificadas
    y las redujeras a un montón de escombros.
26 Por eso sus habitantes tienen tan poco poder
    y están tan asustados y confundidos.
Son tan débiles como la hierba,
    tan fáciles de pisotear como tiernos brotes verdes.
Son como hierba que sale en el techo de una casa,
    que se quema antes de poder crecer alta y lozana.

27 »”Pero a ti te conozco bien:
    sé dónde te encuentras,
y cuándo entras y sales.
    Conozco la forma en que desataste tu furia contra mí.
28 Por esa furia en mi contra
    y por tu arrogancia, que yo mismo oí,
te pondré mi gancho en la nariz
    y mi freno en la boca.
Te haré regresar
    por el mismo camino por donde viniste”».

29 Luego Isaías le dijo a Ezequías: «Esta es la prueba de que es cierto lo que digo:

»Este año ustedes solo comerán lo que crezca por sí mismo,
    y el año próximo comerán lo que de eso brote.
Sin embargo, el tercer año, plantarán cultivos y los cosecharán;
    cuidarán de sus viñedos y comerán de su fruto.
30 Y ustedes, los que quedan en Judá,
    los que han escapado de los estragos del ataque,
echarán raíces en su propio suelo,
    crecerán y prosperarán.
31 Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi pueblo,
    un grupo de sobrevivientes, desde el monte Sion.
¡El ferviente compromiso del Señor de los Ejércitos Celestiales[v]
    hará que esto suceda!

32 »Y esto dice el Señor acerca del rey de Asiria:

»“Sus ejércitos no entrarán en Jerusalén;
    ni siquiera lanzarán una sola flecha contra ella.
No marcharán fuera de sus puertas con sus escudos
    ni levantarán terraplenes contra sus murallas.
33 El rey regresará a su propia tierra
    por el mismo camino por donde vino.
No entrará en esta ciudad,
    dice el Señor.
34 Por mi propia honra y por amor a mi siervo David,
    defenderé esta ciudad y la protegeré”».

35 Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a 185.000 soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron[w] se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes. 36 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó campamento y regresó a su propia tierra. Volvió a Nínive, la capital del reino, y allí se quedó.

37 Cierto día, mientras rendía culto en el templo de su dios Nisroc, sus hijos[x] Adramelec y Sarezer lo mataron a espada. Luego escaparon a la tierra de Ararat, y otro de sus hijos, Esar-hadón, lo sucedió en el trono de Asiria.

Enfermedad y recuperación de Ezequías

20 Por ese tiempo, Ezequías se enfermó gravemente, y el profeta Isaías, hijo de Amoz, fue a visitarlo. Le dio al rey el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor: “Pon tus asuntos en orden porque vas a morir. No te recuperarás de esta enfermedad”».

Cuando Ezequías oyó el mensaje, volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor: «Acuérdate, oh Señor, que siempre te he sido fiel y te he servido con singular determinación, haciendo siempre lo que te agrada»; y el rey se echó a llorar amargamente.

Sin embargo, antes de que Isaías saliera del patio central,[y] recibió este mensaje de parte del Señor: «Regresa y dile a Ezequías, el líder de mi pueblo: “Esto dice el Señor, Dios de tu antepasado David: ‘He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a sanarte y en tres días te levantarás de la cama e irás al templo del Señor. Te añadiré quince años más de vida y te rescataré del rey de Asiria junto con esta ciudad. Defenderé esta ciudad por mi propia honra y por amor a mi siervo David’”».

Entonces Isaías dijo: «Preparen un ungüento de higos». Así que los sirvientes de Ezequías untaron el ungüento sobre la llaga, ¡y Ezequías se recuperó!

Mientras tanto, Ezequías le había preguntado a Isaías:

—¿Qué señal dará el Señor como prueba de que me sanará y en tres días iré al templo del Señor?

Isaías contestó:

—Esta es la señal del Señor para demostrar que cumplirá lo que ha prometido: ¿te gustaría que la sombra del reloj solar se adelantara diez gradas o que se atrasara diez gradas?[z]

10 —La sombra siempre se mueve hacia adelante—respondió Ezequías—, así que eso sería fácil. Mejor haz que retroceda diez gradas.

11 Entonces el profeta Isaías le pidió al Señor que lo hiciera, ¡y el Señor hizo retroceder diez gradas la sombra del reloj solar[aa] de Acaz!

Representantes de Babilonia

12 Poco tiempo después, Merodac-baladán,[ab] hijo de Baladán, rey de Babilonia, le envió saludos a Ezequías junto con un regalo, porque se enteró de que Ezequías había estado muy enfermo. 13 Ezequías recibió a los enviados de Babilonia y les mostró todo lo que había en sus casas del tesoro: la plata, el oro, las especias y los aceites aromáticos. También los llevó a conocer su arsenal, ¡y les mostró todo lo que había en sus tesoros reales! No hubo nada, ni en el palacio ni en el reino, que Ezequías no les mostrara.

14 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey Ezequías y le preguntó:

—¿Qué querían esos hombres? ¿De dónde vinieron?

Ezequías contestó:

—Vinieron de la lejana tierra de Babilonia.

15 —¿Qué vieron en tu palacio?—preguntó Isaías.

—Lo vieron todo—contestó Ezequías—. Les mostré todo lo que poseo, todos mis tesoros reales.

16 Entonces Isaías dijo a Ezequías:

—Escucha este mensaje del Señor: 17 “Se acerca el tiempo cuando todo lo que hay en tu palacio—todos los tesoros que tus antepasados han acumulado hasta ahora—será llevado a Babilonia. No quedará nada, dice el Señor. 18 Algunos de tus hijos serán llevados al destierro. Los harán eunucos que servirán en el palacio del rey de Babilonia”.

19 Entonces Ezequías dijo a Isaías:

—Este mensaje que me has dado de parte del Señor es bueno.

Pues el rey pensaba: «Por lo menos habrá paz y seguridad mientras yo viva».

20 Los demás acontecimientos del reinado de Ezequías—entre ellos el alcance de su poder y cómo construyó un estanque y cavó un túnel[ac] para llevar agua a la ciudad—están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 21 Ezequías murió, y su hijo Manasés lo sucedió en el trono.

Manasés gobierna sobre Judá

21 Manasés tenía doce años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. Su madre era Hepsiba. Él hizo lo malo a los ojos del Señor y siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra del paso de los israelitas. Reconstruyó los santuarios paganos que su padre Ezequías había destruido. Construyó altares para Baal y levantó un poste dedicado a la diosa Asera, tal como lo había hecho el rey Acab de Israel. También se inclinó ante todos los poderes de los cielos y les rindió culto.

Construyó altares paganos dentro del templo del Señor, el lugar sobre el cual el Señor había dicho: «Mi nombre permanecerá en Jerusalén para siempre». Construyó estos altares para todos los poderes de los cielos en ambos atrios del templo del Señor. Manasés también sacrificó a su propio hijo en el fuego.[ad] Practicó la hechicería, la adivinación y consultó a los médiums y a los videntes. Hizo muchas cosas perversas a los ojos del Señor y con eso provocó su enojo.

Incluso Manasés hizo una imagen tallada de la diosa Asera y la colocó en el templo, en el mismo lugar donde el Señor les había dicho a David y a su hijo Salomón: «Mi nombre será honrado para siempre en este templo y en Jerusalén, la ciudad que he escogido entre todas las tribus de Israel. Si los israelitas se aseguran de obedecer mis mandatos—todas las leyes que mi siervo Moisés les dio—, yo no los expulsaré de esta tierra que les di a sus antepasados». Sin embargo, la gente se negó a escuchar, y Manasés los llevó a cometer cosas aún peores que las que habían hecho las naciones paganas que el Señor había destruido cuando el pueblo de Israel entró en la tierra.

10 Luego el Señor dijo por medio de sus siervos, los profetas: 11 «El rey Manasés de Judá ha hecho muchas cosas detestables. Es aún más perverso que los amorreos, quienes vivían en esta tierra antes que Israel. Él hizo que la gente de Judá pecara con sus ídolos.[ae] 12 Entonces esto es lo que el Señor, Dios de Israel, dice: traeré tanto desastre sobre Jerusalén y Judá que los oídos de quienes lo oigan se estremecerán de horror. 13 Juzgaré a Israel con el mismo criterio que usé para juzgar a Samaria y con la misma medida[af] que usé con la familia de Acab. Barreré por completo a la gente de Jerusalén como cuando uno limpia un plato y lo pone boca abajo. 14 Incluso rechazaré al remanente de mi pueblo que haya quedado y los entregaré como botín a sus enemigos. 15 Pues han cometido gran maldad a mis ojos y me han hecho enojar desde que sus antepasados salieron de Egipto».

16 Manasés también asesinó a mucha gente inocente, a tal punto que Jerusalén se llenó de sangre inocente de un extremo a otro. Eso fue además del pecado que hizo cometer a los habitantes de Judá, al inducirlos a hacer lo malo a los ojos del Señor.

17 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés y todo lo que él hizo, entre ellos los pecados que cometió, están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 18 Cuando Manasés murió, lo enterraron en el jardín del palacio, el jardín de Uza. Luego su hijo Amón lo sucedió en el trono.

Amón gobierna sobre Judá

19 Amón tenía veintidós años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén dos años. Su madre se llamaba Mesulemet y era hija de Haruz, de Jotba. 20 Él hizo lo malo a los ojos del Señor, tal como su padre Manasés. 21 Siguió el ejemplo de su padre al rendirles culto a los mismos ídolos que su padre había venerado. 22 Abandonó al Señor, Dios de sus antepasados, y se negó a andar en los caminos del Señor.

23 Tiempo después, los propios funcionarios de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio; 24 pero los habitantes del reino mataron a todos los que habían conspirado contra el rey Amón y luego proclamaron rey a su hijo Josías.

25 Los demás acontecimientos del reinado de Amón y lo que hizo están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. 26 Fue enterrado en su tumba en el jardín de Uza. Luego su hijo Josías lo sucedió en el trono.

Josías gobierna sobre Judá

22 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre se llamaba Jedida y era hija de Adaía, de Boscat. Él hizo lo que era agradable a los ojos del Señor y siguió el ejemplo de su antepasado David; no se apartó de lo que era correcto.

Durante el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió al templo del Señor a Safán, hijo de Azalía y nieto de Mesulam, secretario de la corte. Le dijo: «Ve a ver al sumo sacerdote Hilcías y pídele que cuente el dinero que los porteros han recaudado de la gente en el templo del Señor. Confía este dinero a los hombres que fueron designados para supervisar la restauración del templo del Señor. Así ellos podrán usarlo para pagar a los trabajadores que repararán el templo. Tendrán que contratar carpinteros, constructores y albañiles. También haz que compren toda la madera y la piedra labrada que se necesite para reparar el templo; pero no les exijas a los supervisores de la construcción que lleven cuenta del dinero que reciben, porque son hombres honestos y dignos de confianza».

Hilcías descubre la ley de Dios

El sumo sacerdote Hilcías le dijo a Safán, secretario de la corte: «¡He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor!». Entonces Hilcías le dio el rollo a Safán, y él lo leyó.

Safán fue a ver al rey y le informó: «Tus funcionarios han entregado el dinero recaudado en el templo del Señor a los trabajadores y a los supervisores del templo». 10 Safán también dijo al rey: «El sacerdote Hilcías me entregó un rollo». Así que Safán se lo leyó al rey.

11 Cuando el rey oyó lo que estaba escrito en el libro de la ley, rasgó su ropa en señal de desesperación. 12 Luego dio las siguientes órdenes a Hilcías, el sacerdote; a Ahicam, hijo de Safán; a Acbor, hijo de Micaías; a Safán, secretario de la corte y a Asaías, consejero personal del rey: 13 «Vayan al templo y consulten al Señor por mí, por el pueblo y por toda la gente de Judá. Pregunten acerca de las palabras escritas en este rollo que se encontró. Pues el gran enojo del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron las palabras de este rollo. No hemos estado haciendo todo lo que dice que debemos hacer».

14 Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo[ag] de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.

15 Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió: 16 “Esto dice el Señor: ‘Traeré desastre sobre esta ciudad[ah] y sobre sus habitantes. Todas las palabras escritas en el rollo que el rey de Judá leyó se cumplirán, 17 pues los de mi pueblo me han abandonado y han ofrecido sacrificios a dioses paganos. Estoy muy enojado con ellos por todo lo que han hecho. Mi enojo arderá contra este lugar y no se apagará’”.

18 »Vayan a ver al rey de Judá, quien los envió a buscar al Señor, y díganle: “Esto dice el Señor, Dios de Israel, acerca del mensaje que acabas de escuchar: 19 ‘Estabas apenado y te humillaste ante el Señor al oír lo que yo pronuncié contra esta ciudad y sus habitantes, que esta tierra sería maldita y quedaría desolada. Rasgaste tu ropa en señal de desesperación y lloraste delante de mí, arrepentido. Ciertamente te escuché, dice el Señor. 20 Por eso, no enviaré el desastre que he prometido hasta después de que hayas muerto y seas enterrado en paz. Tú no llegarás a ver la calamidad que traeré sobre esta ciudad’”».

De modo que llevaron su mensaje al rey.

Reformas religiosas de Josías

23 Entonces el rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego subió al templo del Señor junto con todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, acompañado por los sacerdotes y los profetas: toda la gente, desde el menos importante hasta el más importante. Allí el rey les leyó todo el libro del pacto, que se había encontrado en el templo del Señor. El rey tomó su lugar de autoridad junto a la columna y renovó el pacto en presencia del Señor. Se comprometió a obedecer al Señor cumpliendo sus mandatos, leyes y decretos con todo el corazón y con toda el alma. De esa manera, confirmó todas las condiciones del pacto que estaban escritas en el rollo, y toda la gente se comprometió con el pacto.

Seguidamente el rey dio instrucciones al sumo sacerdote Hilcías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros del templo para que quitaran del templo del Señor todos los objetos que se usaban para rendir culto a Baal, a Asera y a todos los poderes de los cielos. El rey hizo quemar todas estas cosas fuera de Jerusalén, en las terrazas del valle de Cedrón, y llevó las cenizas a Betel. Eliminó a los sacerdotes idólatras, que habían sido nombrados por los reyes anteriores de Judá, porque ofrecían sacrificios en los santuarios paganos por todo el territorio de Judá y hasta en los alrededores de Jerusalén. También ofrecían sacrificios a Baal, al sol, a la luna, a las constelaciones y a todos los poderes de los cielos. El rey quitó del templo del Señor el poste dedicado a la diosa Asera y lo llevó fuera de Jerusalén, al valle de Cedrón, donde lo quemó. Luego molió las cenizas del poste hasta hacerlas polvo y tiró el polvo sobre las tumbas de la gente. También derribó las habitaciones de los prostitutos y las prostitutas de los santuarios paganos ubicados dentro del templo del Señor, donde las mujeres tejían mantos para el poste dedicado a la diosa Asera.

Josías trasladó a Jerusalén a todos los sacerdotes que vivían en otras ciudades de Judá. También profanó los santuarios paganos donde habían ofrecido sacrificios, desde Geba hasta Beerseba. Destruyó los santuarios que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de Jerusalén. Esta puerta estaba situada a la izquierda de la puerta principal de la entrada a la ciudad. A los sacerdotes que habían servido en los santuarios paganos no se les permitió servir en el[ai] altar del Señor en Jerusalén, pero se les dio permiso para comer pan sin levadura con los otros sacerdotes.

10 Después el rey profanó el altar de Tofet en el valle de Ben-hinom, a fin de que nunca más nadie lo usara para sacrificar a un hijo o una hija en el fuego[aj] como ofrenda a Moloc. 11 También quitó de la entrada del templo del Señor las estatuas de caballos que los reyes anteriores de Judá habían dedicado al sol, las cuales estaban cerca de las habitaciones del eunuco Natán-melec, un funcionario de la corte.[ak] El rey también quemó los carros de guerra dedicados al sol.

12 Josías derribó los altares que los reyes de Judá habían construido en la azotea del palacio, sobre la habitación de Acaz en el piso de arriba. El rey destruyó los altares que Manasés había construido en los dos atrios del templo del Señor. Los hizo añicos[al] y esparció los pedazos en el valle de Cedrón. 13 El rey también profanó los santuarios paganos que estaban al oriente de Jerusalén y al sur del monte de la Corrupción, donde el rey Salomón de Israel había construido santuarios para Astoret, la diosa detestable de los sidonios; para Quemos, el dios detestable de los moabitas; y para Moloc,[am] el repugnante dios de los amonitas. 14 Destrozó las columnas sagradas y derribó los postes dedicados a la diosa Asera. Luego profanó estos lugares al esparcir huesos humanos sobre ellos.

15 El rey también derribó el altar que estaba en Betel, el santuario pagano que Jeroboam, hijo de Nabat, había levantado cuando hizo pecar a Israel. Quemó el santuario y lo molió hasta convertirlo en cenizas, y quemó el poste dedicado a la diosa Asera. 16 Luego Josías se dio vuelta y notó que había varias tumbas en la ladera de la colina. Ordenó que sacaran los huesos y los quemó sobre el altar de Betel para profanarlo. (Todo sucedió tal como lo había anunciado el Señor por medio del hombre de Dios cuando Jeroboam se paró junto al altar durante el festival).

Después Josías se dio vuelta y miró hacia arriba, a la tumba del hombre de Dios[an] que había predicho estas cosas.

17 —¿Qué es ese monumento que está allí?—preguntó Josías.

Y la gente de la ciudad contestó:

—¡Es la tumba del hombre de Dios que vino desde Judá y predijo precisamente lo que tú acabas de hacer al altar de Betel!

18 —¡Déjenlo en paz!—respondió Josías—. ¡No molesten sus huesos!

Por lo tanto, no quemaron sus huesos ni los del viejo profeta de Samaria.

19 Después Josías demolió todas las edificaciones que había en los santuarios paganos de los pueblos de Samaria, tal como lo hizo en Betel. Estas construcciones fueron obra de diversos reyes de Israel y con ellas hicieron enojar mucho al Señor.[ao] 20 Por último, el rey ejecutó a los sacerdotes de los santuarios paganos sobre sus propios altares y quemó huesos humanos en los altares para profanarlos. Cuando terminó, volvió a Jerusalén.

Josías celebra la Pascua

21 Luego el rey Josías emitió la siguiente orden para todo el pueblo: «Ustedes deben celebrar la Pascua para el Señor su Dios, como se exige en este libro del pacto». 22 No se había celebrado una Pascua igual desde la época en que los jueces gobernaban en Israel, ni durante todos los años de los reyes de Israel y de Judá. 23 Sin embargo, en el año dieciocho del reinado de Josías, esta Pascua se celebró en Jerusalén en honor al Señor.

24 Josías también se deshizo de los médiums y los videntes, de los dioses familiares, de los ídolos,[ap] y de todas las demás prácticas detestables, tanto en Jerusalén como por toda la tierra de Judá. Lo hizo en obediencia a las leyes escritas en el rollo que el sacerdote Hilcías había encontrado en el templo del Señor. 25 Nunca antes hubo un rey como Josías, que se volviera al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, obedeciendo todas las leyes de Moisés. Desde entonces nunca más hubo un rey como él.

26 Aun así, el Señor estaba muy enojado con Judá, debido a todas las perversidades que Manasés había hecho para provocarlo. 27 Pues el Señor dijo: «También expulsaré a Judá de mi presencia, así como expulsé a Israel; y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al templo donde debía honrarse mi nombre».

28 Los demás acontecimientos del reinado de Josías y todos sus logros están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá.

29 Durante el reinado de Josías, el faraón Necao, rey de Egipto, fue al río Éufrates para ayudar al rey de Asiria. El rey Josías y su ejército salieron a enfrentarlo,[aq] pero el rey Necao[ar] mató a Josías cuando se encontraron en Meguido. 30 Los funcionarios de Josías llevaron su cuerpo en un carro de guerra desde Meguido hasta Jerusalén y lo enterraron en su tumba. Entonces la gente de la nación ungió a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó el siguiente rey.

Joacaz gobierna sobre Judá

31 Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna. 32 Joacaz hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.

33 El faraón Necao metió a Joacaz en la cárcel de Ribla, en la tierra de Hamat, para impedir que gobernara[as] en Jerusalén. También exigió que Judá pagara un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata, y treinta y cuatro kilos de oro.[at]

Joacim gobierna sobre Judá

34 Luego el faraón Necao puso en el trono a Eliaquim, otro de los hijos de Josías, para que reinara en lugar de su padre y le cambió el nombre a Joacim. Joacaz fue llevado a Egipto como prisionero, y allí murió.

35 Para obtener la plata y el oro que el faraón Necao exigía como tributo, Joacim recaudaba un impuesto de los habitantes de Judá, para el cual les pedía que pagaran en proporción a sus riquezas.

36 Joacim tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Zebuda y era hija de Pedaías, de Ruma. 37 Él hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que sus antepasados.

24 Durante el reinado de Joacim, Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió la tierra de Judá. Joacim se rindió y le pagó tributo durante tres años, pero después se rebeló. Entonces el Señor mandó contra Judá bandas de saqueadores babilonios,[au] arameos, moabitas y amonitas a fin de destruirla, tal como el Señor lo había prometido por medio de sus profetas. Estas calamidades le sucedieron a Judá por orden del Señor. Él había decidido expulsar a Judá de su presencia debido a los muchos pecados de Manasés, quien había llenado Jerusalén con sangre inocente. El Señor no perdonaba eso.

Los demás acontecimientos del reinado de Joacim y todos sus logros están registrados en El libro de la historia de los reyes de Judá. Cuando Joacim murió, su hijo Joaquín lo sucedió en el trono.

A partir de entonces, el rey de Egipto no se atrevió a salir más de su país, porque el rey de Babilonia conquistó toda la región que anteriormente pertenecía a Egipto, desde el arroyo de Egipto hasta el río Éufrates.

Joaquín gobierna sobre Judá

Joaquín tenía dieciocho años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre se llamaba Nehusta y era hija de Elnatán, de Jerusalén. Joaquín hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que su padre.

10 Durante el reinado de Joaquín, los oficiales del rey Nabucodonosor de Babilonia subieron contra Jerusalén y la sitiaron. 11 El propio Nabucodonosor llegó a la ciudad durante el sitio. 12 Entonces el rey Joaquín, junto con la reina madre, sus consejeros, sus comandantes y sus oficiales, se rindieron ante los babilonios.

Durante el octavo año de su reinado, Nabucodonosor tomó a Joaquín prisionero. 13 Como el Señor ya había dicho, Nabucodonosor se llevó todos los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Sacó[av] todos los objetos de oro que el rey Salomón había puesto en el templo. 14 El rey Nabucodonosor se llevó cautiva a toda la población de Jerusalén—unas diez mil personas en total—incluso a los comandantes y a los mejores soldados, y a los artesanos y a otras personas habilidosas. Solo dejaron en el país a la gente más pobre.

15 Nabucodonosor llevó cautivo a Babilonia al rey Joaquín, junto con la reina madre, las esposas del rey, sus funcionarios y las personas más influyentes de la sociedad de Jerusalén. 16 También desterró a siete mil de los mejores soldados, y a mil artesanos y a otras personas habilidosas, todos fuertes y aptos para la guerra. 17 Después el rey de Babilonia puso en el trono a Matanías, tío de Joaquín,[aw] para que fuera el siguiente rey y le cambió el nombre a Sedequías.

Sedequías gobierna sobre Judá

18 Sedequías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna. 19 Sin embargo, Sedequías hizo lo malo a los ojos del Señor, igual que Joacim. 20 Estas cosas sucedieron debido al enojo que el Señor tenía contra la gente de Jerusalén y de Judá, hasta que finalmente los expulsó de su presencia y los envió al destierro.

Caída de Jerusalén

Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

25 Así que el 15 de enero,[ax] durante el noveno año del reinado de Sedequías, Nabucodonosor, rey de Babilonia, dirigió a todo su ejército contra Jerusalén. Rodearon la ciudad y construyeron rampas de asalto contra las murallas. Jerusalén estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.

Hacia el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías,[ay] el hambre en la ciudad ya era muy intensa y se había agotado por completo lo último que quedaba de alimento. Entonces abrieron una brecha en la muralla de la ciudad. Como la ciudad estaba rodeada por los babilonios,[az] los soldados esperaron hasta la caída del sol y escaparon[ba] por la puerta que está entre las dos murallas detrás del jardín real. Entonces se dirigieron al valle del Jordán.[bb]

Sin embargo, las tropas babilónicas[bc] persiguieron al rey y lo alcanzaron en las llanuras de Jericó, porque todos sus hombres lo habían abandonado y se habían dispersado. Capturaron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla, donde dictó sentencia contra Sedequías. Hicieron que Sedequías observara mientras masacraban a sus hijos. Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia.

Destrucción del templo

El 14 de agosto de ese año,[bd] que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, llegó a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia y funcionario del rey babilónico. Quemó por completo el templo del Señor, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes[be] de la ciudad. 10 Después supervisó a todo el ejército babilónico mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén. 11 Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivas a las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia y al resto de la población; 12 pero el capitán de la guardia permitió que algunos de los más pobres se quedaran para cuidar los viñedos y los campos.

13 Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del Señor, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia. 14 También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, las despabiladeras de las lámparas, los cucharones y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo. 15 El capitán de la guardia también se llevó los recipientes para quemar incienso y los tazones, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.

16 El peso del bronce de las dos columnas, el Mar y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del Señor en tiempos de Salomón. 17 Cada columna tenía ocho metros con treinta centímetros[bf] de alto. El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de dos metros con treinta centímetros[bg] de alto y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.

18 Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales. 19 De la gente que seguía escondida en la ciudad, se llevó a un oficial que había estado al mando del ejército judío, a cinco de los consejeros personales del rey, al secretario principal del comandante del ejército, quien estaba a cargo del reclutamiento, y a otros sesenta ciudadanos. 20 Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó a todos ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla. 21 Allí, en Ribla, en la tierra de Hamat, el rey de Babilonia mandó que los ejecutaran a todos. Así que el pueblo de Judá fue expulsado de su tierra y llevado al destierro.

Gedalías gobierna sobre Judá

22 Luego el rey Nabucodonosor nombró gobernador sobre la gente que había dejado en Judá a Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán. 23 Cuando todos los comandantes del ejército y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado gobernador a Gedalías, fueron a verlo a Mizpa. En ese grupo estaban Ismael, hijo de Netanías; Johanán, hijo de Carea; Seraías, hijo de Tanhumet el netofatita; Jezanías,[bh] hijo del maacateo; y todos sus hombres.

24 Gedalías les juró que los funcionarios babilónicos no querían hacerles ningún daño. «No les tengan miedo. Vivan en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y todo les irá bien», les prometió.

25 Después, a mediados del otoño de ese año,[bi] Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, quien era miembro de la familia real, fue con diez hombres a Mizpa y mató a Gedalías. También mató a todos los judíos y babilonios que estaban con él en Mizpa.

26 Entonces toda la gente de Judá, desde el menos importante hasta el más importante, junto con los comandantes del ejército, huyeron despavoridos a Egipto, porque tenían miedo de lo que pudieran hacerles los babilonios.

Esperanza para la descendencia real de Israel

27 En el año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil-merodac ascendió al trono de Babilonia. El nuevo rey fue bondadoso con[bj] Joaquín y lo sacó[bk] de la cárcel el 2 de abril de ese año.[bl] 28 Le habló con amabilidad y le dio una posición superior a la de los demás reyes exiliados en Babilonia. 29 Le proporcionó a Joaquín ropa nueva para reemplazar la ropa de prisionero y le permitió comer en presencia del rey por el resto de su vida. 30 Así que el rey le dio una ración diaria de comida mientras vivió.

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