Bible in 90 Days
23 El Señor le dio a Jeremías otro mensaje y le dijo: 24 «¿Te has dado cuenta de lo que la gente dice?: “¡El Señor eligió a Judá y a Israel pero luego los abandonó!”. En son de burla dicen que Israel no es digno de ser considerado una nación. 25 Sin embargo, esto dice el Señor: así como no cambiaría las leyes que gobiernan el día y la noche, la tierra y el cielo, así tampoco rechazaré a mi pueblo. 26 Nunca abandonaré a los descendientes de Jacob o de mi siervo David ni cambiaré el plan de que los descendientes de David gobiernen a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. En cambio, yo los restauraré a su tierra y tendré misericordia de ellos».
Advertencia a Sedequías
34 El rey Nabucodonosor[a] de Babilonia llegó con todos los ejércitos de los reinos que él gobernaba y peleó contra Jerusalén y las ciudades de Judá. En ese momento Jeremías recibió el siguiente mensaje del Señor: 2 «Ve ante Sedequías, rey de Judá, y dile: “Esto dice el Señor, Dios de Israel: ‘Estoy por entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia y él la incendiará. 3 No escaparás de sus garras, sino que te tomarán cautivo, te llevarán ante el rey de Babilonia y lo verás cara a cara. Después serás exiliado a Babilonia’.
4 »”Pero escucha esta promesa del Señor, oh Sedequías, rey de Judá. Esto dice el Señor: ‘No te matarán en la guerra 5 sino que morirás en paz. La gente quemará incienso en tu memoria de la misma manera que lo hizo con tus antepasados, los reyes que te precedieron. Se lamentarán por ti llorando: “¡Ay, nuestro amo ha muerto!”. Esto es lo que he decretado, dice el Señor’”».
6 Así que el profeta Jeremías transmitió este mensaje al rey Sedequías de Judá. 7 En ese tiempo, el ejército babilónico sitiaba Jerusalén, Laquis y Azeca, las únicas ciudades fortificadas de Judá que todavía no habían sido conquistadas.
Liberación para los esclavos hebreos
8 Jeremías recibió este mensaje del Señor luego que el rey Sedequías hizo un pacto con el pueblo que proclamó la libertad de los esclavos. 9 El rey había ordenado que todo el pueblo dejara en libertad a sus esclavos hebreos, tanto hombres como mujeres. Nadie debía mantener a un hermano judío en esclavitud. 10 Las autoridades y todo el pueblo habían obedecido el mandato del rey, 11 pero luego cambiaron de opinión. Volvieron a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y los obligaron a ser esclavos otra vez.
12 Así que el Señor les dio el siguiente mensaje por medio de Jeremías: 13 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Hace tiempo hice un pacto con sus antepasados cuando los rescaté de la esclavitud de Egipto. 14 Les dije que todo esclavo hebreo debía ser liberado después de haber servido seis años; pero sus antepasados no me hicieron caso. 15 Hace poco ustedes se arrepintieron e hicieron lo que es correcto obedeciendo mi palabra. Liberaron a sus esclavos e hicieron un pacto solemne conmigo en el templo que lleva mi nombre. 16 Sin embargo, ahora ustedes abandonaron su juramento y profanaron mi nombre al volver a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y los obligaron a ser esclavos otra vez.
17 »”Por lo tanto, esto dice el Señor: ya que ustedes me han desobedecido al no poner en libertad a sus compatriotas, yo los pondré a ustedes en libertad para ser destruidos por guerra, enfermedad y hambre. Serán objeto de horror para todas las naciones de la tierra. 18 Puesto que rompieron las condiciones de nuestro pacto, los partiré en dos tal como ustedes partieron el becerro cuando caminaron entre las mitades para solemnizar sus votos. 19 Así es, yo los partiré, sean autoridades de Judá o de Jerusalén, funcionarios de la corte, sacerdotes o gente común, porque rompieron su juramento. 20 Los entregaré en manos de sus enemigos y ellos los matarán. Sus cuerpos serán alimento para los buitres y para los animales salvajes.
21 »”Yo entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus funcionarios en manos del ejército del rey de Babilonia. A pesar de que se han ido de Jerusalén por un tiempo, 22 llamaré a los ejércitos babilónicos para que regresen. Pelearán contra esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. Me aseguraré de que todas las ciudades de Judá sean destruidas y que nadie viva allí”».
Los fieles recabitas
35 Este es el mensaje que el Señor le dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá: 2 «Ve al asentamiento donde habitan las familias de los recabitas e invítalos al templo del Señor. Llévalos a una de las habitaciones interiores y ofréceles algo de vino».
3 Así que fui a ver a Jaazanías, hijo de Jeremías y nieto de Habasinías, y a todos sus hermanos e hijos, que representan a todas las familias recabitas. 4 Los llevé al templo y fuimos a la habitación asignada a los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta habitación se encontraba junto a la que usaban los funcionarios del templo, encima de la habitación de Maaseías, hijo de Salum, el portero del templo.
5 Puse copas y jarras llenas de vino delante de ellos y los invité a beber, 6 pero no aceptaron. «No—dijeron—, no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab, hijo de Recab, nos ordenó: “Nunca beban vino ni ustedes ni sus descendientes. 7 Tampoco edifiquen casas, ni planten cultivos, ni viñedos, sino que siempre vivan en carpas. Si ustedes obedecen estos mandamientos vivirán largas y buenas vidas en la tierra”. 8 Así que le hemos obedecido en todas estas cosas. Nunca hemos bebido vino hasta el día de hoy, ni tampoco nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas. 9 No hemos construido casas ni hemos sido dueños de viñedos o granjas, ni sembramos campos. 10 Hemos vivido en carpas y hemos obedecido por completo los mandamientos de Jonadab, nuestro antepasado. 11 Sin embargo, cuando el rey Nabucodonosor[b] de Babilonia atacó este país tuvimos miedo del ejército de Babilonia[c] y del ejército de Aram. Así que decidimos mudarnos a Jerusalén. Por esa razón, estamos aquí».
12 Entonces el Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje: 13 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ve y dile al pueblo de Judá y de Jerusalén: “Vengan y aprendan una lección de cómo obedecerme. 14 Los recabitas no beben vino hasta el día de hoy porque su antepasado Jonadab les dijo que no; pero yo les hablé a ustedes una y otra vez y se negaron a obedecerme. 15 Vez tras vez les envié profetas que decían: ‘Apártense de su conducta perversa y comiencen a hacer lo que es correcto. Dejen de rendir culto a otros dioses para que vivan en paz aquí en la tierra que les di a ustedes y a sus antepasados’; pero ustedes no querían escucharme ni obedecerme. 16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han obedecido a su antepasado en todo, pero ustedes rehusaron escucharme”.
17 »Por lo tanto, esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Dado que ustedes se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, enviaré sobre Judá y Jerusalén todos los desastres con que los amenacé”».
18 Entonces Jeremías se dirigió a los recabitas y les dijo: «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Ustedes han obedecido a su antepasado Jonadab en todos los aspectos y han seguido todas sus instrucciones”. 19 Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Jonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes que me sirvan”».
Baruc lee los mensajes del Señor
36 El Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, en Judá:[d] 2 «Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de Josías y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente. 3 Quizá los habitantes de Judá se arrepientan cuando vuelvan a escuchar todas las cosas terribles que tengo pensadas para ellos. Entonces perdonaré sus pecados y maldades».
4 Así que Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, y mientras Jeremías le dictaba todas las profecías que el Señor le había dado, Baruc las escribía en un rollo. 5 Entonces Jeremías le dijo a Baruc: «Estoy preso aquí y no puedo ir al templo. 6 Así que en el próximo día de ayuno ve al templo y lee los mensajes de parte del Señor que te he hecho escribir en este rollo. Léelos para que la gente de todo Judá que esté presente los escuche. 7 Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al Señor que los perdone. Pues el Señor los ha amenazado con su terrible enojo».
8 Baruc hizo lo que Jeremías le dijo y leyó al pueblo los mensajes del Señor en el templo. 9 Lo hizo en un día de ayuno sagrado, celebrado a fines del otoño,[e] durante el quinto año del reinado de Joacim, hijo de Josías. Gente de toda Judá había venido a Jerusalén ese día para asistir a los servicios en el templo. 10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.
11 Cuando Micaías, hijo de Gemarías y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del Señor, 12 bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allí estaba el secretario Elisama junto con Delaía, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Gemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Ananías y todos los demás funcionarios. 13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc leía al pueblo, 14 los funcionarios enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusi, para pedirle a Baruc que también viniera a leerles los mensajes. Entonces Baruc tomó el rollo y se dirigió a ellos. 15 Los funcionarios le dijeron: «Siéntate y léenos el rollo». Entonces Baruc hizo lo que le pidieron.
16 Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados.
—Tenemos que contarle al rey lo que hemos oído—le dijeron a Baruc—, 17 pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de Jeremías?
18 Así que Baruc explicó:
—Jeremías me los dictó y yo los escribí con tinta, palabra por palabra, en este rollo.
19 —Tanto tú como Jeremías deberían esconderse—le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
20 Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que había acontecido.
El rey Joacim quema el rollo
21 Luego el rey envió a Jehudí a buscar el rollo y Jehudí lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes. 22 Era avanzado el otoño, así que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse. 23 Cada vez que Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo. 24 Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habían oído. 25 Aun cuando Elnatán, Delaía y Gemarías le suplicaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.
26 Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el Señor los había escondido.
Jeremías vuelve a escribir el rollo
27 Después de que el rey quemó el rollo en el que Baruc había escrito las palabras de Jeremías, el Señor le dio a Jeremías otro mensaje. Le dijo: 28 «Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim. 29 Luego dile al rey: “Esto dice el Señor: ‘Tú quemaste el rollo porque allí dice que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y la dejaría vacía de gente y de animales. 30 Ahora, esto dice el Señor acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del día y a las heladas de la noche. 31 Lo castigaré a él, a su familia y a sus ayudantes por sus pecados. Derramaré sobre ellos y sobre la gente de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que prometí, porque no hicieron caso a mis advertencias’”».
32 Así que Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim había quemado en el brasero. ¡Solo que esta vez agregó mucho más!
Sedequías llama a Jeremías
37 Sedequías, hijo de Josías, subió al trono de Judá después de Joaquín,[f] hijo de Joacim. Fue nombrado rey por el rey Nabucodonosor[g] de Babilonia. 2 Sin embargo, ni Sedequías ni sus ayudantes ni la gente que quedó en la tierra de Judá hicieron caso a lo que el Señor decía a través de Jeremías.
3 No obstante, el rey Sedequías envió a Jehucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a pedirle a Jeremías: «Por favor, ora por nosotros al Señor, nuestro Dios». 4 Todavía no habían encarcelado a Jeremías, por lo tanto, se movía con total libertad entre la gente.
5 En ese tiempo, el ejército del faraón Hofra[h] de Egipto apareció en la frontera sur de Judá. Cuando el ejército babilónico[i] se enteró de esto, levantó el sitio de Jerusalén.
6 Entonces el Señor le dio el siguiente mensaje a Jeremías: 7 «Esto dice el Señor, Dios de Israel: el rey de Judá te envió a consultarme acerca de lo que va a suceder. Dile a él: “El ejército del faraón está a punto de regresar a Egipto aunque vino aquí para ayudarte. 8 Luego los babilonios[j] regresarán y conquistarán esta ciudad y la quemarán hasta reducirla a cenizas”.
9 »Esto dice el Señor: “No se engañen a sí mismos creyendo que los babilonios se marcharon para siempre. ¡No es así! 10 Y aunque pudieran destruir a todo el ejército babilónico y dejaran a solo un puñado de sobrevivientes heridos, ¡aun así estos saldrían tambaleando de sus carpas e incendiarían esta ciudad hasta reducirla a cenizas!”».
Jeremías encarcelado
11 Cuando el ejército babilónico se fue de Jerusalén debido a que se acercaba el ejército del faraón, 12 Jeremías comenzó a salir de la ciudad camino al territorio de Benjamín para tomar posesión de su terreno allí, entre sus parientes.[k] 13 Sin embargo, cuando atravesaba la puerta de Benjamín un guardia lo arrestó y le dijo:
—¡Estás desertando para unirte a los babilonios!
El guardia que lo arrestó era Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías.
14 —¡Mentira!—protestó Jeremías—. No tenía la menor intención de hacer tal cosa.
Pero Irías no quiso escucharlo, así que llevó a Jeremías ante los funcionarios. 15 Ellos estaban furiosos con Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en la casa del secretario Jonatán porque la casa de Jonatán había sido convertida en prisión. 16 Jeremías fue puesto en un calabozo donde permaneció por muchos días.
17 Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó:
—¿Tienes algún mensaje de parte del Señor?
—¡Sí, lo tengo!—dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia.
18 Entonces Jeremías le preguntó al rey:
—¿Qué crimen he cometido? ¿Qué he hecho yo contra ti, tus ayudantes o el pueblo para que me hayan encarcelado? 19 ¿Ahora dónde están tus profetas que te dijeron que el rey de Babilonia no te atacaría a ti ni a esta tierra? 20 Escucha, mi señor y rey, te suplico que no me mandes de regreso al calabozo en la casa del secretario Jonatán, porque allí me moriré.
21 Así que el rey Sedequías mandó que no regresaran a Jeremías al calabozo. En cambio, lo encerró en el patio de la guardia del palacio real. El rey también ordenó que cada día se le diera a Jeremías un pan recién horneado mientras hubiera pan en la ciudad. Así que Jeremías fue puesto en la prisión del palacio.
Jeremías en una cisterna
38 Entonces Sefatías, hijo de Matán; Gedalías, hijo de Pasur; Jehucal,[l] hijo de Selemías; y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le decía al pueblo: 2 «Esto dice el Señor: “Todo el que se quede en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios[m] vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!”. 3 El Señor también dice: “La ciudad de Jerusalén ciertamente será entregada al ejército del rey de Babilonia, quien la conquistará”».
4 Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron:
—Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará a los pocos hombres de guerra que nos quedan, al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!
5 El rey Sedequías estuvo de acuerdo.
—Está bien—dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.
6 Así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel que pertenecía a Malquías, miembro de la familia real. La cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo.
7 Pero el etíope[n] Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se enteró de que Jeremías estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba en sesión junto a la puerta de Benjamín, 8 entonces Ebed-melec salió del palacio a toda prisa para hablar con él.
9 —Mi señor y rey—dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner al profeta Jeremías dentro de la cisterna. Pronto morirá de hambre porque casi no hay pan en la ciudad.
10 Entonces el rey le dijo a Ebed-melec:
—Toma contigo a unos treinta de mis hombres y saca a Jeremías de la cisterna antes de que muera.
11 Así que Ebed-melec se llevó a los hombres y fue a la habitación del palacio que estaba debajo de la tesorería. Allí encontró trapos viejos y ropa desechada que llevó a la cisterna y se los bajó con sogas a Jeremías. 12 Ebed-melec le gritó a Jeremías: «Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas». Cuando Jeremías estuvo listo, 13 lo sacaron. Entonces regresaron a Jeremías al patio de la guardia—la prisión del palacio—y allí permaneció.
Sedequías interroga a Jeremías
14 Cierto día, el rey Sedequías mandó llamar a Jeremías e hizo que lo llevaran a la tercera entrada del templo del Señor.
—Quiero preguntarte algo—le dijo el rey—. Y no intentes ocultar la verdad.
15 —Si te dijera la verdad, me matarías—contestó Jeremías—. Y si te diera un consejo, igual no me escucharías.
16 Entonces el rey Sedequías le prometió en secreto:
—Tan cierto como que el Señor nuestro Creador vive, no te mataré ni te entregaré en manos de los hombres que desean verte muerto.
17 Entonces Jeremías le dijo a Sedequías:
—Esto dice el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Si te rindes a los oficiales babilónicos, tú y toda tu familia vivirán, y la ciudad no será incendiada; 18 pero si rehúsas rendirte, ¡no escaparás! La ciudad será entregada en manos de los babilonios y la incendiarán hasta reducirla a cenizas”.
19 —Pero tengo miedo de rendirme—dijo el rey—, porque los babilonios me pueden entregar a los judíos que desertaron para unirse a ellos. ¡Y quién sabe qué me harán!
20 —Si eliges obedecer al Señor, no serás entregado a ellos—contestó Jeremías—, sino que salvarás tu vida y todo te irá bien; 21 pero si te niegas a rendirte, el Señor me ha revelado lo siguiente: 22 todas las mujeres que queden en el palacio serán sacadas y entregadas a los oficiales del ejército babilónico. Entonces las mujeres se mofarán de ti diciendo:
“¡Qué buenos amigos tienes!
Te han traicionado y engañado.
¡Cuando tus pies se hundieron en el barro,
te abandonaron a tu suerte!”.
23 Todas tus esposas e hijos serán entregados a los babilonios y tú no escaparás. El rey de Babilonia te apresará, y esta ciudad será incendiada.
24 Entonces Sedequías le dijo a Jeremías:
—No le comentes a nadie que me dijiste esto ¡o morirás! 25 Mis funcionarios quizá se enteren de que hablé contigo y te digan: “Cuéntanos de lo que hablaban tú y el rey. De lo contrario, te mataremos”. 26 Si tal cosa sucediera, solo diles que me suplicaste que no te enviara de nuevo al calabozo de Jonatán por temor a morir allí.
27 Efectivamente, poco tiempo después los funcionarios del rey vinieron a Jeremías a preguntarle por qué el rey lo había llamado; pero Jeremías siguió las instrucciones del rey y ellos se fueron sin enterarse de la verdad ya que nadie había escuchado la conversación entre Jeremías y el rey. 28 Así que Jeremías permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.
Caída de Jerusalén
39 En enero[o] del noveno año del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor[p] de Babilonia llegó con todo su ejército para sitiar Jerusalén. 2 Dos años y medio más tarde, el 18 de julio[q] del año once del reinado de Sedequías, abrieron una brecha en la muralla de la ciudad. 3 Todos los oficiales del ejército babilónico entraron y, en señal de su triunfo, se sentaron en la puerta Central: Nergal-sarezer de Samgar y Nebo-sarsequim,[r] un oficial principal, Nergal-sarezer, consejero del rey, y todos los demás oficiales del rey de Babilonia.
4 Cuando el rey Sedequías de Judá y todos los soldados vieron que los babilonios habían invadido la ciudad, huyeron. Esperaron hasta la caída del sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas detrás del jardín real y se dirigieron al valle del Jordán.[s]
5 Sin embargo, las tropas babilónicas[t] los persiguieron y alcanzaron a Sedequías en las llanuras de Jericó. Lo capturaron y lo llevaron ante el rey Nabucodonosor de Babilonia, que se encontraba en Ribla, en la tierra de Hamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra Sedequías. 6 El rey de Babilonia hizo que Sedequías observara mientras masacraba a sus hijos en Ribla. El rey de Babilonia también masacró a todos los nobles de Judá. 7 Luego le sacó los ojos y lo ató con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia.
8 Mientras tanto, los babilonios quemaron Jerusalén, incluidos el palacio real y las casas del pueblo, y derribaron las murallas de la ciudad. 9 Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivas a Babilonia a las personas que quedaban en la ciudad, a las que habían desertado para unirse a sus filas y a todas las que quedaban. 10 Pero Nabuzaradán permitió que algunos de los más pobres se quedaran en la tierra de Judá, y los hizo responsables de cuidar los viñedos y los campos.
Jeremías permanece en Judá
11 El rey Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la guardia, que encontrara a Jeremías. 12 «Asegúrate de que no esté herido—le dijo—, trátalo bien y dale todo lo que quiera». 13 Así que Nabuzaradán, capitán de la guardia; Nabusazbán, un oficial principal; Nergal-sarezer, consejero del rey; y los demás oficiales del rey de Babilonia 14 enviaron mensajeros para que sacaran a Jeremías de la prisión. Lo pusieron al cuidado de Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, quien lo llevó de regreso a su casa. Entonces Jeremías permaneció en Judá, entre su propio pueblo.
15 El Señor le dio a Jeremías el siguiente mensaje cuando todavía estaba en prisión: 16 «Dile a Ebed-melec el etíope:[u] “Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Cumpliré en esta ciudad todas mis amenazas; enviaré desastre y no prosperidad. Tú mismo verás su destrucción, 17 pero te libraré de aquellos a quienes tanto temes. 18 Como has confiado en mí, te daré tu vida como recompensa; te rescataré y te mantendré seguro. ¡Yo, el Señor, he hablado!’”».
40 El Señor le dio a Jeremías un mensaje después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo dejó libre en Ramá. Este había encontrado a Jeremías atado con cadenas entre todos los demás cautivos de Jerusalén y de Judá que estaban siendo desterrados a Babilonia.
2 El capitán de la guardia mandó llamar a Jeremías y le dijo: «El Señor tu Dios trajo desastre a esta tierra 3 tal como dijo que haría, pues este pueblo ha pecado contra el Señor y lo desobedeció. Por eso ocurrió. 4 Ahora voy a quitarte estas cadenas y a dejarte libre. Si quieres venir conmigo a Babilonia, eres bienvenido. Me ocuparé de que seas tratado bien, pero si no quieres venir, puedes quedarte aquí. Toda la tierra está ante ti, puedes irte a donde quieras. 5 Si decides quedarte, regresa a Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán. Él fue nombrado gobernador de Judá por el rey de Babilonia. Quédate allí con la gente que él gobierna, pero eso depende de ti. Puedes irte a donde quieras».
Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, le dio a Jeremías algo de comida y dinero y lo dejó ir. 6 Entonces, Jeremías regresó a Gedalías, hijo de Ahicam, en Mizpa, y vivió en Judá con los pocos que se quedaron en la tierra.
Gedalías gobierna sobre Judá
7 Los líderes de los grupos militares judíos que estaban en el campo oyeron que el rey de Babilonia había nombrado a Gedalías, hijo de Ahicam, gobernador sobre las personas pobres que fueron dejadas en Judá, es decir, los hombres, las mujeres y los niños que no habían sido desterrados a Babilonia. 8 Así que fueron a ver a Gedalías a Mizpa. El grupo incluía a Ismael, hijo de Netanías; Johanán y Jonatán, hijos de Carea; Seraías, hijo de Tanhumet; los hijos de Efai el netofatita; Jezanías, hijo del maacateo; y todos sus hombres.
9 Gedalías les juró que los babilonios[v] no querían hacerles ningún daño. «No tengan miedo de servirles. Vivan en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y todo les irá bien—les prometió—. 10 En cuanto a mí, permaneceré en Mizpa para representarlos a ustedes ante los babilonios cuando vengan a reunirse con nosotros. Establézcanse en las ciudades que han tomado y vivan de la tierra. Cosechen las uvas, los frutos de verano y los olivos, y almacénenlos».
11 Cuando los judíos que se encontraban en Moab, Amón, Edom y en los otros países cercanos oyeron que el rey de Babilonia había dejado un puñado de gente en Judá y que Gedalías era el gobernador, 12 comenzaron a regresar a Judá de los lugares adonde habían huido. Se detuvieron en Mizpa para encontrarse con Gedalías y luego se fueron a los campos de Judá para recoger una gran cosecha de uvas y de otros cultivos.
Complot contra Gedalías
13 Poco tiempo después, Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes militares fueron a ver a Gedalías en Mizpa. 14 Le dijeron: «¿Sabías que Baalis, rey de Amón, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?», pero Gedalías se negó a creerles.
15 Más adelante Johanán habló con Gedalías en privado y se ofreció para matar a Ismael en forma secreta.
—¿Por qué deberíamos permitir que venga y te mate?—preguntó Johanán—. ¿Qué les sucederá entonces a los judíos que regresaron? ¿Por qué los pocos que quedamos deberíamos terminar esparcidos y perdidos?
16 Pero Gedalías le dijo a Johanán:
—Te prohíbo que hagas semejante cosa ya que mientes en cuanto a Ismael.
Asesinato de Gedalías
41 Después, a mediados del otoño de ese año,[w] Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, quien era miembro de la familia real y había sido uno de los altos funcionarios del rey, fue con diez hombres a Mizpa para encontrarse con Gedalías. Mientras comían juntos, 2 Ismael y sus diez hombres de pronto se levantaron, desenvainaron sus espadas y mataron a Gedalías, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador. 3 Ismael también mató a todos los judíos y a los soldados babilónicos[x] que estaban con Gedalías en Mizpa.
4 Al día siguiente, antes de que alguien se enterara del asesinato de Gedalías, 5 llegaron ochenta hombres de Siquem, de Silo y de Samaria para adorar en el templo del Señor. Venían con sus barbas afeitadas, con las ropas rasgadas y con cortaduras que se habían hecho en el cuerpo. También traían consigo incienso y ofrendas de grano. 6 Entonces Ismael salió de Mizpa para ir a su encuentro e iba llorando por el camino. Cuando los alcanzó, les dijo: «¡Oh, vengan y vean lo que le ha sucedido a Gedalías!».
7 En cuanto entraron a la ciudad, Ismael y sus hombres los mataron a todos, menos a diez, y echaron sus cuerpos en una cisterna. 8 Los otros diez convencieron a Ismael que los dejara en libertad, con la promesa de traerle todo el trigo, la cebada, el aceite de oliva y la miel que habían escondido. 9 La cisterna donde Ismael echó los cuerpos de los hombres que asesinó era grande,[y] cavada por órdenes del rey Asa cuando fortificó Mizpa para protegerse de Baasa, rey de Israel. Así que, Ismael, hijo de Netanías, la llenó de cadáveres.
10 Después Ismael capturó a las hijas del rey y al resto del pueblo que había quedado en Mizpa bajo el cuidado de Gedalías, quien había sido encargado por Nabuzaradán, capitán de la guardia. Los llevó consigo y comenzó el regreso a la tierra de Amón.
11 Sin embargo, cuando Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes militares se enteraron de los crímenes cometidos por Ismael, 12 reunieron a todos sus hombres y salieron a detenerlo. Lo alcanzaron junto al estanque grande cerca de Gabaón. 13 La gente que Ismael había capturado gritó de alegría cuando vio a Johanán y a los otros líderes militares. 14 Entonces todos los cautivos de Mizpa escaparon y empezaron a ayudar a Johanán. 15 Mientras tanto, Ismael y ocho de sus hombres escaparon de Johanán y huyeron a la tierra de los amonitas.
16 Entonces Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes militares tomaron a toda la gente que habían liberado en Gabaón: los soldados, las mujeres, los niños y los funcionarios de la corte[z] que Ismael había capturado después de matar a Gedalías. 17 Los llevaron a todos a la aldea de Gerut-quimam cerca de Belén, donde hicieron preparativos para irse a Egipto 18 porque tenían miedo de lo que harían los babilonios[aa] cuando se enteraran de que Ismael había matado a Gedalías, el gobernador designado por el rey babilónico.
Advertencia a quedarse en Judá
42 Entonces los líderes militares, incluidos Johanán, hijo de Carea, y Jezanías,[ab] hijo de Osaías, junto con todo el pueblo, desde el menos importante hasta el más importante, se acercaron a 2 Jeremías el profeta y le dijeron:
—Por favor, ora al Señor tu Dios por nosotros. Como puedes ver, somos un pequeño remanente comparado con lo que éramos antes. 3 Ora que el Señor tu Dios nos muestre qué hacer y adónde ir.
4 —Está bien—contestó Jeremías—, oraré al Señor su Dios, como me lo han pedido, y les diré todo lo que él diga. No les ocultaré nada.
5 Ellos dijeron a Jeremías:
—¡Que el Señor tu Dios sea fiel testigo contra nosotros si rehusamos obedecer todo lo que él nos diga que hagamos! 6 Nos guste o no, obedeceremos al Señor nuestro Dios a quien te enviamos con nuestro ruego. Pues si le obedecemos, todo nos irá bien.
7 Diez días más tarde, el Señor le dio a Jeremías la respuesta. 8 Así que él mandó a buscar a Johanán, hijo de Carea, a los demás líderes militares y a todo el pueblo, desde el menos importante hasta el más importante. 9 Les dijo: «Ustedes me enviaron al Señor, Dios de Israel, con su petición y esta es la respuesta: 10 “Permanezcan aquí en esta tierra. Si lo hacen, los edificaré y no los derribaré; los plantaré y no los desarraigaré. Pues lamento todo el castigo que tuve que traer sobre ustedes. 11 No teman más al rey de Babilonia—dice el Señor—. Pues yo estoy con ustedes, los salvaré y los libraré de su poder. 12 Seré misericordioso con ustedes al hacer que él sea amable para que les permita quedarse en su propia tierra”.
13 »Sin embargo, si se niegan a obedecer al Señor su Dios, y dicen: “No nos quedaremos aquí; 14 sino que iremos a Egipto donde estaremos libres de guerra, de llamados a las armas y de hambre”, 15 entonces escuchen el mensaje del Señor al remanente de Judá. Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Si están decididos a irse a Egipto y vivir allí, 16 la misma guerra y el mismo hambre que temen los alcanzarán, y allí morirán. 17 Este es el destino que le espera a quien insista en irse a vivir a Egipto. Efectivamente, morirán por guerra, enfermedad y hambre. Ninguno escapará del desastre que traeré sobre ustedes allí”.
18 »Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Así como se derramó mi enojo y mi furia sobre la gente de Jerusalén, así se derramará sobre ustedes cuando entren a Egipto. Serán objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla; y nunca más volverán a ver su tierra natal”.
19 »Escuchen, ustedes que forman el remanente de Judá. El Señor les ha dicho: “¡No se vayan a Egipto!”. No olviden la advertencia que hoy les di. 20 Pues no fueron sinceros cuando me enviaron a orar al Señor su Dios por ustedes. Dijeron: “Solo dinos lo que el Señor nuestro Dios dice ¡y lo haremos!”. 21 Hoy les he transmitido exactamente lo que él dijo, pero ahora ustedes no obedecerán al Señor su Dios más que en el pasado. 22 Así que tengan por seguro que morirán por guerra, enfermedad y hambre en Egipto, donde ustedes insisten en ir».
Jeremías llevado a Egipto
43 Cuando Jeremías terminó de dar este mensaje del Señor su Dios a todo el pueblo, 2 Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y los demás hombres arrogantes le dijeron a Jeremías: «¡Mentira! ¡El Señor nuestro Dios no nos ha prohibido ir a Egipto! 3 Baruc, hijo de Nerías, te ha convencido para que digas esto, porque él quiere que nos quedemos aquí para que los babilonios[ac] nos maten o nos lleven al destierro».
4 Entonces Johanán, los demás líderes militares y todo el pueblo se negaron a obedecer la orden del Señor de permanecer en Judá. 5 Johanán y los otros líderes se llevaron con ellos a toda la gente que había regresado de los países vecinos adonde habían huido. 6 En la multitud había hombres, mujeres y niños, las hijas del rey y todos los que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había dejado con Gedalías. El profeta Jeremías y Baruc también fueron incluidos. 7 El pueblo rehusó obedecer la voz del Señor y se fue a Egipto hasta la ciudad de Tafnes.
8 En Tafnes, el Señor le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo: 9 «A la vista de toda la gente de Judá, toma unas piedras grandes y entiérralas debajo de las piedras del pavimento a la entrada del palacio del faraón aquí en Tafnes. 10 Luego dile al pueblo de Judá: “Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Les aseguro que traeré a mi siervo Nabucodonosor,[ad] rey de Babilonia, aquí a Egipto. Estableceré su trono sobre estas piedras que he escondido. Sobre ellas extenderá su dosel real 11 y cuando venga, destruirá la tierra de Egipto. Traerá muerte a los destinados a la muerte, cautiverio a los destinados al cautiverio y guerra a los destinados a la guerra. 12 Prenderá fuego a los templos de los dioses egipcios; quemará los templos y se llevará los ídolos como botín. Limpiará la tierra de Egipto como un pastor que limpia su manto de pulgas, pero él saldrá ileso. 13 Derribará las columnas sagradas que están en el templo al sol[ae] en Egipto, y reducirá a cenizas los templos de los dioses de Egipto’”».
Castigo por idolatría
44 Este es el mensaje que recibió Jeremías con relación a los judíos que vivían en el norte de Egipto, en las ciudades de Migdol, Tafnes y Menfis[af] y también en el sur de Egipto.[ag] 2 «Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ustedes vieron las calamidades que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Ahora están abandonadas y en ruinas. 3 Ellos provocaron mi enojo con toda su perversidad. Quemaban incienso y rendían culto a otros dioses, dioses que ni ellos ni ustedes ni ninguno de sus antepasados conocieron.
4 »Una y otra vez envié a mis siervos, los profetas, para rogarles: “No hagan estas cosas horribles que tanto detesto”, 5 pero mi pueblo no quiso escucharme ni apartarse de su conducta perversa. Siguieron quemando incienso a esos dioses. 6 Por eso mi furia se desbordó y cayó como fuego sobre las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que hasta hoy son unas ruinas desoladas.
7 »Ahora, el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, les pregunta: ¿por qué se destruyen ustedes mismos? Pues ninguno de ustedes sobrevivirá: ningún hombre, mujer o niño de entre ustedes que haya venido aquí desde Judá, ni siquiera los bebés que llevan en brazos. 8 ¿Por qué provocan mi enojo quemando incienso a ídolos que ustedes han hecho aquí en Egipto? Lo único que lograrán es destruirse y hacerse a sí mismos objeto de maldición y burla para todas las naciones de la tierra. 9 ¿Acaso han olvidado los pecados de sus antepasados, los pecados de los reyes y las reinas de Judá, y los pecados que ustedes y sus esposas cometieron en Judá y en Jerusalén? 10 Hasta este mismo instante no han mostrado remordimiento ni reverencia. Ninguno ha elegido obedecer mi palabra ni los decretos que les di a ustedes y a sus antepasados.
11 »Por lo tanto, esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡estoy decidido a destruir a cada uno de ustedes! 12 Tomaré a este remanente de Judá—los que estaban resueltos a venir y vivir en Egipto—y los consumiré. Caerán aquí en Egipto, muertos por guerra y hambre. Todos morirán, desde el menos importante hasta el más importante. Serán objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla. 13 Los castigaré en Egipto así como lo hice en Jerusalén, con guerra, hambre y enfermedad. 14 Del remanente que huyó a Egipto, con la esperanza de regresar algún día a Judá, no quedarán sobrevivientes. A pesar de que anhelan volver a su tierra solo un puñado lo hará».
15 Entonces todas las mujeres presentes y todos los hombres que sabían que sus esposas habían quemado incienso a los ídolos—una gran multitud de todos los judíos que vivían en el norte y en el sur de Egipto[ah]—le contestaron a Jeremías:
16 —¡No escucharemos tus mensajes del Señor! 17 Haremos lo que se nos antoje. Quemaremos incienso y derramaremos ofrendas líquidas a la reina del cielo tanto como nos guste, tal como nosotros, nuestros antepasados, nuestros reyes y funcionarios han hecho siempre en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. ¡Pues en aquellos días teníamos comida en abundancia, estábamos bien económicamente y no teníamos problemas! 18 Pero desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y dejamos de rendirle culto con ofrendas líquidas, nos hemos visto en tremendos problemas y hemos muerto por guerra y hambre.
19 »Además—agregaron las mujeres—, ¿acaso crees que quemábamos incienso y derramábamos las ofrendas líquidas a la reina del cielo y hacíamos pasteles con su imagen sin el conocimiento y la ayuda de nuestros esposos? ¡Por supuesto que no!
20 Entonces Jeremías les dijo a todos, tanto hombres como mujeres que le habían dado esa respuesta:
21 —¿Acaso piensan que el Señor no sabía que ustedes y sus antepasados, sus reyes y funcionarios y todo el pueblo quemaban incienso a los ídolos en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 22 El Señor no podía soportar más todas las cosas repugnantes que hacían; por eso convirtió la tierra de ustedes en objeto de maldición—una ruina desolada sin habitantes—, como sucede hasta hoy. 23 A ustedes les ocurrieron todas estas cosas horribles porque quemaron incienso a los ídolos y pecaron contra el Señor. Se negaron a obedecerlo y no han seguido sus instrucciones, sus decretos ni sus leyes.
24 Luego Jeremías les dijo a todos, incluidas las mujeres: «Escuchen este mensaje del Señor, todos ustedes ciudadanos de Judá que viven en Egipto. 25 Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Ustedes y sus esposas han dicho: ‘Guardaremos nuestras promesas de quemar incienso y derramar ofrendas líquidas a la reina del cielo’ y por sus hechos han demostrado que hablaban en serio. ¡Así que vayan, cumplan sus promesas y votos a ella!”.
26 »Sin embargo, escuchen este mensaje del Señor todos ustedes, los judíos que ahora viven en Egipto: “He jurado por mi gran nombre—dice el Señor—que mi nombre ya no será pronunciado por ningún judío en la tierra de Egipto. Ninguno de ustedes podrá invocar mi nombre ni usar el siguiente juramento: ‘Tan cierto como que el Señor Soberano vive’. 27 Pues los vigilaré para traerles desastre y no bien. Todos los de Judá que ahora viven en Egipto sufrirán guerra y hambre hasta que todos mueran. 28 Solo un pequeño número escapará de morir y regresará a Judá desde Egipto. ¡Entonces todos los que vinieron a Egipto sabrán cuáles palabras son verdad: las mías o las de ellos!
29 »”Esta es la prueba que les doy—dice el Señor—de que se cumplirán todas mis amenazas y de que aquí en esta tierra los castigaré”. 30 Esto dice el Señor: “Yo entregaré al faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, quienes desean su muerte, así como entregué al rey Sedequías de Judá en manos de Nabucodonosor[ai] de Babilonia”».
Mensaje para Baruc
45 El profeta Jeremías le dio un mensaje a Baruc, hijo de Nerías, en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías,[aj] después que Baruc escribió todo lo que Jeremías le había dictado. Le dijo: 2 «Baruc, esto te dice el Señor, Dios de Israel: 3 “Tú has dicho: ‘¡Estoy repleto de dificultades! ¿No he sufrido ya lo suficiente? ¡Y ahora el Señor ha añadido más! Estoy agotado de tanto gemir y no encuentro descanso’”.
4 »Baruc, esto dice el Señor: “Destruiré esta nación que construí; arrancaré lo que planté. 5 ¿Buscas grandes cosas para ti mismo? ¡No lo hagas! Yo traeré un gran desastre sobre todo este pueblo; pero a ti te daré tu vida como recompensa dondequiera que vayas. ¡Yo, el Señor, he hablado!”».
Mensajes para las naciones
46 El profeta Jeremías recibió del Señor los siguientes mensajes con relación a las naciones extranjeras.
Mensajes acerca de Egipto
2 En el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, se dio este mensaje con relación a Egipto. Fue en ocasión de la batalla de Carquemis[ak] cuando Nabucodonosor[al] de Babilonia venció al faraón Necao, rey de Egipto y a su ejército, junto al río Éufrates.
3 «¡Preparen sus escudos
y avancen a la batalla!
4 Ensillen los caballos,
y monten los sementales.
Tomen sus posiciones
y pónganse los cascos.
Afilen las lanzas
y preparen sus armaduras.
5 Pero ¿qué es lo que veo?
El ejército egipcio huye aterrorizado.
Sus hombres de guerra más valientes corren
sin mirar atrás.
A cada paso se llenan de terror
—dice el Señor—.
6 El corredor más veloz no puede huir;
los guerreros más poderosos no pueden escapar.
En el norte, junto al río Éufrates,
tropiezan y caen.
7 »¿Quién es este que se levanta como el Nilo en tiempos de crecida
e inunda toda la tierra?
8 Es el ejército egipcio
que inunda toda la tierra,
y se jacta de que cubrirá toda la tierra como un diluvio,
destruyendo ciudades y sus habitantes.
9 ¡A la carga, caballos y carros de guerra;
ataquen, poderosos guerreros de Egipto!
¡Vengan, todos ustedes aliados de Etiopía, Libia y Lidia[am]
que son hábiles con el escudo y el arco!
10 Pues este es el día del Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales,
día para vengarse de sus enemigos.
La espada devorará hasta quedar satisfecha,
¡sí, hasta que se emborrache de la sangre de ustedes!
El Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales, recibirá hoy un sacrificio
en la tierra del norte, junto al río Éufrates.
11 »Sube a Galaad en busca de medicina,
¡oh hija virgen de Egipto!
Pero tus muchos tratamientos
no te devolverán la salud.
12 Las naciones han oído de tu vergüenza.
La tierra está llena de tus gritos de desesperación.
Tus guerreros más poderosos chocarán unos contra otros
y caerán juntos».
13 Entonces el profeta Jeremías recibió del Señor el siguiente mensaje acerca de los planes de Nabucodonosor para atacar Egipto.
14 «¡Grítenlo en Egipto!
¡Publíquenlo en las ciudades de Migdol, Menfis[an] y Tafnes!
Movilícense para la batalla,
porque la espada devorará a todos los que están a su alrededor.
15 ¿Por qué han caído sus guerreros?
No pueden mantenerse de pie porque el Señor los derribó.
16 Tropiezan y caen unos sobre otros
y se dicen entre sí:
“Vamos, volvamos a nuestra gente,
a la tierra donde nacimos.
¡Huyamos de la espada del enemigo!”.
17 Allí dirán:
“¡El faraón, rey de Egipto, es un bocón
que perdió su oportunidad!”.
18 »Tan cierto como que yo vivo—dice el Rey,
cuyo nombre es el Señor de los Ejércitos Celestiales—,
¡alguien viene contra Egipto
que es tan alto como el monte Tabor
o como el monte Carmelo junto al mar!
19 ¡Hagan las maletas! ¡Prepárense para ir al destierro,
ustedes ciudadanos de Egipto!
La ciudad de Menfis será destruida;
quedará sin un solo habitante.
20 Egipto es tan hermoso como una novilla,
¡pero el tábano del norte ya está en camino!
21 Los mercenarios de Egipto se han vuelto como becerros engordados.
Ellos también se darán vuelta y huirán,
porque este es el día del gran desastre para Egipto,
un momento de enorme castigo.
22 Egipto huye, silencioso como serpiente que se desliza.
Los soldados invasores avanzan;
se enfrentan a ella con hachas como si fueran leñadores.
23 Cortarán a su pueblo como se talan los árboles—dice el Señor—,
porque son más numerosos que las langostas.
24 Egipto será humillado;
será entregado en manos de la gente del norte».
25 El Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: «Castigaré a Amón, el dios de Tebas[ao] y a todos los demás dioses de Egipto. Castigaré a sus gobernantes y al faraón también, y a todos los que confían en él. 26 Los entregaré en manos de los que buscan matarlos, al rey Nabucodonosor de Babilonia y a su ejército. Sin embargo, después la tierra se recuperará de los estragos de la guerra. ¡Yo, el Señor, he hablado!
27 »Pero no temas, mi siervo Jacob;
no te desalientes, Israel.
Pues los traeré de regreso a casa desde tierras lejanas,
y tus hijos regresarán del destierro.
Israel[ap] regresará a vivir en paz y tranquilidad,
y nadie los atemorizará.
28 No temas, mi siervo Jacob,
porque yo estoy contigo—dice el Señor—.
Destruiré por completo a las naciones donde te envié al destierro,
pero no te destruiré a ti por completo.
Te disciplinaré, pero con justicia;
no puedo dejarte sin castigo».
Mensaje acerca de Filistea
47 Este es el mensaje que el profeta Jeremías recibió del Señor acerca de los filisteos de Gaza, antes de que la ciudad fuera conquistada por el ejército egipcio. 2 Esto dice el Señor:
«Del norte viene un diluvio
que inundará la tierra.
Destruirá la tierra y todo lo que hay en ella,
tanto las ciudades como sus habitantes.
La gente gritará de terror,
y todos en la tierra gemirán.
3 Escuchen el ruido de los cascos de los caballos
y el estruendo de las ruedas de los carros de guerra al pasar.
Los padres aterrorizados corren desesperados;
ni siquiera miran hacia atrás para ver a sus hijos indefensos.
4 »Ha llegado el momento de destruir a los filisteos,
junto con sus aliados de Tiro y Sidón.
Sí, el Señor está destruyendo a los pocos que quedan de los filisteos,
a esos colonos de la isla de Creta.[aq]
5 Gaza será humillada, su cabeza rapada;
Ascalón quedará en silencio.
Ustedes, los que quedan de las costas mediterráneas,[ar]
¿hasta cuándo se harán cortaduras en el cuerpo en señal de duelo?
6 »Oh espada del Señor,
¿cuándo volverás a descansar?
Vuelve a tu vaina;
descansa y mantente quieta.
7 »¿Pero cómo se mantendrá quieta
cuando el Señor la ha enviado en una misión?
Pues la ciudad de Ascalón
y el pueblo que vive junto al mar
deben ser destruidos».
La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados.