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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Traducción Viviente (NTV)
Version
Nehemías 13:15 - Job 7:21

15 En esos días vi a unos hombres de Judá pisando en sus lagares en el día de descanso. Además, recogían granos y los cargaban sobre burros, y traían su vino, sus uvas, sus higos y toda clase de productos a Jerusalén para venderlos en el día de descanso. Así que los reprendí por vender sus productos en ese día. 16 Algunos hombres de Tiro, que vivían en Jerusalén, traían pescado y toda clase de mercancía. La vendían al pueblo de Judá el día de descanso, ¡y nada menos que en Jerusalén!

17 De modo que confronté a los nobles de Judá. «¿Por qué profanan el día de descanso de este modo tan perverso?—les pregunté—. 18 ¿Acaso no fueron cosas como estas las que hicieron sus antepasados y provocaron que nuestro Dios hiciera caer sobre nosotros y nuestra ciudad toda esta desgracia? ¡Ahora ustedes provocan aún más enojo contra Israel al permitir que el día de descanso sea profanado de esta manera!».

19 Entonces ordené que todos los viernes[a] se cerraran las puertas de Jerusalén al caer la noche, y que no se abrieran hasta que terminara el día de descanso. Envié a algunos de mis propios sirvientes a vigilar las puertas para que no pudiera entrar ninguna mercadería en los días de descanso. 20 Los mercaderes y los comerciantes de diversos productos acamparon fuera de Jerusalén una o dos veces; 21 pero yo les hablé duramente diciendo: «¿Qué pretenden, acampando aquí afuera alrededor de la muralla? ¡Si lo hacen otra vez, los arrestaré!». Esa fue la última vez que aparecieron en el día de descanso. 22 Luego ordené a los levitas que se purificaran y vigilaran las puertas para preservar la santidad del día de descanso.

¡Recuerda también esta buena obra, oh Dios mío! Ten compasión de mí conforme a tu grande e inagotable amor.

23 Por el mismo tiempo, me di cuenta de que algunos de los hombres de Judá se habían casado con mujeres de Asdod, Amón y Moab. 24 Además, la mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod o de algún otro pueblo y no podían hablar en absoluto la lengua de Judá. 25 De modo que confronté a los hombres y pedí que cayeran maldiciones sobre ellos. Golpeé a algunos y les arranqué el cabello. Los hice jurar por el nombre de Dios que no permitirían que sus hijos o sus hijas se casaran con la gente pagana de la región.

26 «¿Acaso no fue exactamente eso lo que llevó a Salomón, rey de Israel, a pecar?—exclamé—. No había rey de ninguna nación que pudiera compararse con él, Dios lo amaba y lo hizo rey sobre todo Israel; pero incluso él fue inducido a pecar por sus mujeres extranjeras. 27 ¿Cómo pudieron siquiera pensar en cometer esta acción pecaminosa y ser infieles a Dios al casarse con mujeres extranjeras?».

28 Uno de los hijos de Joiada, hijo de Eliasib, el sumo sacerdote, se había casado con la hija de Sanbalat, el horonita, por lo cual lo expulsé de mi presencia.

29 Recuérdalos, oh Dios mío, porque han profanado el sacerdocio y los votos solemnes de los sacerdotes y los levitas.

30 Así que expulsé todo lo que fuera extranjero y asigné tareas a los sacerdotes y a los levitas, asegurándome de que cada uno supiera lo que tenía que hacer. 31 También me aseguré de que llegara el suministro de leña para el altar y las primeras porciones de la cosecha en los tiempos establecidos.

Recuerda esto a mi favor, oh Dios mío.

El banquete del rey

Estos hechos sucedieron en los días del rey Jerjes,[b] quien reinó sobre ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía.[c] En esa época, Jerjes gobernaba su imperio desde el trono real, ubicado en la fortaleza de Susa. En el tercer año de su reinado, hizo un banquete para todos sus nobles y funcionarios. Invitó a todos los oficiales del ejército de Persia y Media, y también a los príncipes y nobles de las provincias. La celebración duró ciento ochenta días y fue una gran exhibición de la opulenta riqueza de su imperio y de la pompa y el esplendor de su majestad.

Cuando todo terminó, el rey ofreció un banquete para todo el pueblo que se encontraba en la fortaleza de Susa, desde el más importante hasta el más insignificante. El banquete duró siete días y se realizó en el patio del jardín del palacio. El patio estaba elegantemente decorado con cortinas de algodón blanco y colgantes azules, sostenidos con cuerdas de lino y cintas de color púrpura que pasaban por anillos de plata incrustados en columnas de mármol. Había divanes de oro y de plata sobre un piso de mosaicos de cuarzo,[d] mármol, nácar y otras piedras costosas.

Las bebidas se servían en copas de oro de distintos diseños, y había vino real en abundancia, lo cual reflejaba la generosidad del rey. Por decreto del rey, no había límite de consumo, porque el rey había dado instrucciones a todos los empleados del palacio de que sirvieran a cada hombre cuanto quisiera.

Al mismo tiempo, la reina Vasti hizo un banquete para las mujeres en el palacio real del rey Jerjes.

Destitución de la reina Vasti

10 Al séptimo día de la fiesta, cuando el rey Jerjes estaba muy alegre a causa del vino, les ordenó a los siete eunucos que lo servían—Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas— 11 que le trajeran a la reina Vasti con la corona real en la cabeza. Quería que los nobles y los demás hombres contemplaran su belleza, porque era una mujer sumamente hermosa; 12 pero cuando le comunicaron la orden del rey a la reina Vasti, ella se negó a ir. Esa respuesta enfureció al rey y lo hizo arder de enojo.

13 Entonces el rey consultó de inmediato con sus sabios consejeros, quienes conocían todas las leyes y costumbres persas, porque siempre les pedía consejo. 14 Sus nombres eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete nobles de Persia y Media. Esos hombres se reunían frecuentemente con el rey y ocupaban los cargos más altos del imperio.

15 —¿Qué debe hacerse con la reina Vasti?—preguntó el rey—. ¿Qué sanción impone la ley para una reina que se niega a obedecer las órdenes que el rey le envía debidamente por medio de sus eunucos?

16 Memucán contestó al rey y a los nobles:

—La reina Vasti ofendió no solo al rey, sino también a cada noble y ciudadano del imperio. 17 Ahora, en todas partes, las mujeres comenzarán a despreciar a sus maridos cuando se enteren de que la reina Vasti se negó a presentarse ante el rey. 18 Antes de que termine este día, las esposas de todos los nobles del rey en toda Persia y Media oirán lo que hizo la reina y empezarán a tratar a sus maridos de la misma manera. Nada pondrá fin a su desprecio y enojo.

19 »Así que, si al rey le agrada, sugerimos que emita un decreto por escrito, una ley de los persas y los medos que no pueda ser revocada. Debería ordenar que la reina Vasti sea excluida para siempre de la presencia del rey Jerjes y que el rey elija otra reina más digna que ella. 20 ¡Cuando se publique este decreto en todo el vasto imperio del rey, los maridos de todas partes, sea cual fuere su rango, recibirán el respeto que merecen de parte de sus esposas!

21 El rey y sus nobles consideraron que esa propuesta tenía sentido, así que el rey siguió el consejo de Memucán. 22 Envió cartas por todo el imperio, a cada provincia en su propio sistema de escritura y en su propio idioma, proclamando que todo hombre debía ser jefe en su propia casa y decir lo que le viniera en gana.[e]

Ester se convierte en reina

Una vez que se le pasó el enojo, Jerjes comenzó a pensar en Vasti y en lo que ella había hecho, y también en el decreto que él había firmado. Así que sus asistentes personales sugirieron lo siguiente: «Busquemos en todo el imperio jóvenes hermosas y vírgenes para el rey. Que el rey nombre delegados en cada provincia para que reúnan a esas hermosas jóvenes en el harén real en la fortaleza de Susa. Hegai, el eunuco del rey a cargo del harén, se ocupará de que todas ellas reciban tratamientos de belleza. Después, la joven que más agrade al rey será reina en lugar de Vasti». Al rey le pareció muy bueno ese consejo, así que decidió ponerlo en práctica.

Por esos días, en la fortaleza de Susa había un judío llamado Mardoqueo, hijo de Jair. Pertenecía a la tribu de Benjamín y era descendiente de Cis y Simei. Su familia[f] había estado entre los que, junto con Joaquín,[g] rey de Judá, fueron desterrados de Jerusalén y llevados a Babilonia por el rey Nabucodonosor. Mardoqueo tenía una prima joven muy hermosa y atractiva que se llamaba Hadasa, a la cual también le decían Ester. Cuando el padre y la madre de ella murieron, Mardoqueo la adoptó, la integró a su familia y la crio como su propia hija.

Como resultado del decreto del rey, Ester, junto con muchas otras jóvenes, fue llevada al harén del rey en la fortaleza de Susa y entregada al cuidado de Hegai. Hegai quedó muy impresionado con Ester y la trató con mucha amabilidad. Enseguida ordenó que le prepararan una dieta especial y se le hicieran tratamientos de belleza. También le asignó siete doncellas escogidas especialmente del palacio del rey, y la trasladó junto con ellas al mejor lugar del harén.

10 Ester no le había revelado a nadie su nacionalidad ni su trasfondo familiar porque Mardoqueo le había ordenado que no lo hiciera. 11 Todos los días, Mardoqueo daba un paseo cerca del patio del harén para averiguar cómo estaba Ester y qué le sucedía.

12 Antes de ser llevada a la cama del rey, a cada joven se le hacían obligatoriamente tratamientos de belleza durante doce meses: los primeros seis con aceite de mirra, y los siguientes con perfumes y ungüentos especiales. 13 Cuando llegaba el momento para presentarse en el palacio del rey, se le permitía elegir la ropa y las joyas que quisiera llevarse del harén. 14 Esa noche la llevaban a las habitaciones privadas del rey, y a la mañana siguiente, la pasaban a un segundo harén,[h] donde vivían las esposas del rey. Allí quedaba al cuidado de Saasgaz, el eunuco del rey que se ocupaba de las concubinas. Jamás volvía a la presencia del rey a menos que a él le hubiera agradado de manera especial y la mandara llamar por su nombre.

15 Ester era hija de Abihail, tío de Mardoqueo. (Mardoqueo había adoptado como hija a su prima menor, Ester). Cuando a Ester le llegó el turno de ser llevada ante el rey, ella siguió el consejo de Hegai, el eunuco encargado del harén. No pidió nada aparte de lo que él le sugirió, y todos los que la veían, la admiraban.

16 Llevaron a Ester ante el rey Jerjes, en el palacio real, a comienzos del invierno[i] del séptimo año de su reinado. 17 Y el rey amó a Ester más que a todas las demás jóvenes. Estaba tan encantado con ella que le puso la corona real sobre la cabeza y la declaró reina en lugar de Vasti. 18 Para celebrar la ocasión, ofreció un gran banquete en honor de Ester a todos sus nobles y funcionarios, decretó día de fiesta para las provincias y entregó generosos regalos a todos.

19 Aun después de que todas las jóvenes fueron trasladadas al segundo harén[j] y Mardoqueo fue designado oficial del palacio,[k] 20 Ester siguió manteniendo en secreto su trasfondo familiar y su nacionalidad. Todavía seguía los consejos de Mardoqueo, tal como cuando vivía en su casa.

La lealtad de Mardoqueo hacia el rey

21 Cierto día, mientras Mardoqueo estaba de guardia en la puerta del rey, dos de los eunucos del rey, Bigtana[l] y Teres—guardias que custodiaban la entrada a las habitaciones privadas del rey—se enojaron con el rey Jerjes y conspiraron para asesinarlo; 22 pero Mardoqueo se enteró del complot y le pasó la información a la reina Ester. Entonces ella se lo contó al rey y le dio el crédito a Mardoqueo por la noticia. 23 Cuando se hizo la investigación y se confirmó que lo que decía Mardoqueo era cierto, los dos hombres fueron atravesados con un poste afilado. Todo el suceso quedó registrado en El libro de la historia del reinado del rey Jerjes.

El complot de Amán contra los judíos

Tiempo después, el rey Jerjes ascendió a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, lo puso por encima de todos los demás nobles y lo convirtió en el funcionario más poderoso del imperio. Todos los funcionarios del rey se inclinaban ante Amán en señal de respeto cada vez que él pasaba porque el rey lo había ordenado; pero Mardoqueo se negó a inclinarse ante él o a rendirle homenaje.

Entonces los funcionarios del palacio que estaban a la puerta del rey le preguntaron a Mardoqueo: «¿Por qué desobedeces la orden del rey?». Todos los días le hablaban de lo mismo, pero aun así él se negaba a cumplir la orden. Entonces le informaron a Amán para saber si él toleraría la conducta de Mardoqueo, ya que Mardoqueo les había dicho que era judío.

Cuando Amán vio que Mardoqueo no se inclinaba ante él ni le rendía homenaje, se llenó de furia. Como se había enterado de la nacionalidad de Mardoqueo, decidió que no bastaba con matar solamente a él. Entonces, buscó la forma de destruir a todos los judíos a lo largo y ancho del imperio de Jerjes.

Así que, en el mes de abril,[m] durante el año doce del reinado de Jerjes, echaron el plan a suertes en presencia de Amán (las suertes se llamaban purim) a fin de determinar cuál era el mejor día y mes para llevar a cabo el plan. Se escogió el día 7 de marzo, casi un año después.[n]

Luego Amán se acercó al rey Jerjes y le dijo: «Hay cierta raza dispersada por todas las provincias del imperio que se mantiene aislada de todas las demás. Tienen leyes diferentes de los demás pueblos y se niegan a obedecer las leyes del rey. Por lo tanto, no conviene a los intereses del rey que ese pueblo siga con vida. Si al rey le agrada, emita un decreto para destruirlos, y yo donaré diez mil bolsas grandes[o] de plata a los administradores del imperio para que los depositen en la tesorería del reino».

10 El rey estuvo de acuerdo y, para confirmar su decisión, se quitó del dedo el anillo con su sello oficial y se lo entregó a Amán, hijo de Hamedata el agagueo, el enemigo de los judíos. 11 El rey dijo: «Tanto el dinero como el pueblo son tuyos para que hagas con ellos lo que mejor te parezca».

12 Así que, el 17 de abril,[p] citaron a los secretarios del rey, y se escribió un decreto tal como lo dictó Amán. Lo enviaron a los funcionarios del rey de más alta posición, a los gobernadores y a los nobles de cada provincia en sus propios sistemas de escritura y en sus propios idiomas. El decreto se redactó en nombre del rey Jerjes y fue sellado con el anillo del rey. 13 Se enviaron comunicados a todas las provincias del imperio mediante mensajeros veloces, con orden de matar, masacrar y aniquilar a todos los judíos—jóvenes y ancianos, incluso las mujeres y los niños—en un solo día. El plan estaba programado para el 7 de marzo del año siguiente.[q] Las pertenencias de los judíos serían entregadas a los que los mataran.

14 Una copia del decreto debía emitirse como ley en cada provincia y proclamarse a todos los pueblos, a fin de que estuvieran preparados para cumplir con su deber el día señalado. 15 Por orden del rey, se despachó el decreto mediante mensajeros veloces, y también se proclamó en la fortaleza de Susa. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, pero la ciudad de Susa entró en confusión.

Mardoqueo pide ayuda a Ester

Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que había ocurrido, se rasgó su ropa, se vistió de tela áspera, se arrojó ceniza y salió por la ciudad llorando a gritos con un amargo lamento. Llegó hasta la puerta del palacio porque no se permitía que nadie entrara por la puerta del palacio vestido de luto. A medida que la noticia del decreto real llegaba a todas las provincias, había más duelo entre los judíos. Ayunaban, lloraban y se lamentaban, y muchos se vestían con tela áspera y se acostaban sobre ceniza.

Cuando las doncellas y los eunucos de la reina Ester se le acercaron y le contaron lo de Mardoqueo, ella se angustió profundamente. Le envió ropa para reemplazar la tela áspera, pero él la rechazó. Luego Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos del rey que había sido designado como su asistente. Le ordenó que fuera a ver a Mardoqueo y averiguara qué era lo que le preocupaba y por qué estaba de luto. Entonces Hatac salió a buscar a Mardoqueo a la plaza, frente a la puerta del palacio.

Mardoqueo lo puso al tanto de todo lo que había pasado, hasta le dijo el monto exacto de dinero que Amán había prometido depositar en la tesorería del reino para la destrucción de los judíos. Mardoqueo le entregó a Hatac una copia del decreto emitido en Susa, que ordenaba la muerte de todos los judíos. Le pidió a Hatac que se lo mostrara a Ester y le explicara la situación. También le pidió a Hatac que la exhortara a presentarse ante el rey para suplicarle compasión e interceder a favor de su pueblo. Así que Hatac volvió a Ester con el mensaje de Mardoqueo.

10 Entonces Ester le ordenó a Hatac que volviera a ver a Mardoqueo y le diera el siguiente mensaje: 11 «Todos los funcionarios del rey e incluso la gente de las provincias saben que cualquiera que se presenta ante el rey en el patio interior sin haber sido invitado está condenado a morir, a menos que el rey le extienda su cetro de oro. Y el rey no me ha llamado a su presencia en los últimos treinta días». 12 Así que Hatac le dio[r] el mensaje de Ester a Mardoqueo.

13 Mardoqueo le envió la siguiente respuesta a Ester: «No te creas que por estar en el palacio escaparás cuando todos los demás judíos sean asesinados. 14 Si te quedas callada en un momento como este, el alivio y la liberación para los judíos surgirán de algún otro lado, pero tú y tus parientes morirán. ¿Quién sabe si no llegaste a ser reina precisamente para un momento como este?».

15 Entonces Ester envió la siguiente respuesta a Mardoqueo: 16 «Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa y hagan ayuno por mí. No coman ni beban durante tres días, ni de noche ni de día; mis doncellas y yo haremos lo mismo. Entonces, aunque es contra la ley, entraré a ver al rey. Si tengo que morir, moriré». 17 Así que Mardoqueo se puso en marcha e hizo todo tal como Ester le había ordenado.

La petición de Ester al rey

Al tercer día del ayuno, Ester se puso las vestiduras reales y entró en el patio interior del palacio, que daba justo frente a la sala del rey. El rey estaba sentado en su trono real, mirando hacia la entrada. Cuando vio a la reina Ester de pie en el patio interior, ella logró el favor del rey y él le extendió el cetro de oro. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro.

Entonces el rey le preguntó:

—¿Qué deseas, reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Te la daré, aun si fuera la mitad del reino!

Y Ester contestó:

—Si al rey le agrada, venga el rey con Amán hoy al banquete que preparé para el rey.

El rey se dirigió a sus asistentes y dijo: «Díganle a Amán que venga de prisa a un banquete, como lo ha solicitado Ester». Así que el rey y Amán fueron al banquete preparado por Ester.

Mientras bebían vino, el rey le dijo a Ester:

—Ahora dime lo que realmente quieres. ¿Cuál es tu petición? ¡Te la daré, aun si fuera la mitad del reino!

Ester contestó:

—Mi petición y mi más profundo deseo es que, si he logrado el favor del rey y si al rey le agrada conceder mi petición y hacer lo que le pido, le ruego que venga mañana con Amán al banquete que prepararé para ustedes. Entonces explicaré de qué se trata todo este asunto.

El plan de Amán para matar a Mardoqueo

¡Amán salió muy contento del banquete! Sin embargo, cuando vio a Mardoqueo sentado a la puerta del palacio y que no se puso de pie ni tembló de miedo ante su presencia, se enfureció mucho. 10 No obstante, se contuvo y se fue a su casa.

Luego Amán reunió a sus amigos y a Zeres, su esposa, 11 y se jactó ante ellos de su gran riqueza y sus muchos hijos. Hizo alarde de los honores que el rey le había dado y de la forma en que lo había ascendido por encima de todos los otros nobles y funcionarios.

12 Amán también añadió: «¡Y eso no es todo! La reina Ester nos invitó exclusivamente al rey y a mí a un banquete que preparó para nosotros. ¡Y me invitó a cenar mañana nuevamente con ella y con el rey! 13 Sin embargo, todo eso no vale nada mientras vea al judío Mardoqueo sentado allí, a la puerta del palacio».

14 Entonces Zeres, la esposa de Amán, y todos sus amigos sugirieron: «Levanta un poste afilado que mida veintitrés metros[s] de altura y, mañana por la mañana, pídele al rey que atraviese a Mardoqueo en el poste. Después de eso, podrás seguir alegremente tu camino al banquete con el rey». A Amán le gustó la idea, y ordenó que colocaran el poste.

El rey honra a Mardoqueo

Esa noche el rey no podía dormir, entonces ordenó a un asistente que le trajera el libro de la historia de su reino para que se lo leyeran. En los registros descubrió el relato de cuando Mardoqueo informó del complot que Bigtana y Teres, dos de los eunucos que cuidaban la puerta de las habitaciones privadas del rey, habían tramado para asesinar al rey Jerjes.

—¿Qué recompensa o reconocimiento le dimos a Mardoqueo por este acto?—preguntó el rey.

Sus asistentes contestaron:

—Nunca se ha hecho nada.

—¿Quién está en el patio exterior?—preguntó el rey.

Resulta que Amán acababa de llegar al patio exterior del palacio para pedirle al rey que atravesara a Mardoqueo en el poste que había preparado.

Entonces los asistentes contestaron al rey:

—Es Amán el que está en el patio.

—Háganlo pasar—ordenó el rey.

Entonces Amán entró, y el rey dijo:

—¿Qué debo hacer para honrar a un hombre que verdaderamente me agrada?

Amán pensó para sí: «¿A quién querría honrar el rey más que a mí?». Así que contestó:

—Si el rey desea honrar a alguien, debería sacar uno de los mantos reales que haya usado el rey y también un caballo que el propio rey haya montado, uno que tenga un emblema real en la frente. Que el manto y el caballo sean entregados a uno de los funcionarios más nobles del rey y que esta persona se asegure de que vistan con el manto real al hombre a quien el rey quiere honrar y lo paseen por la plaza de la ciudad en el caballo del rey. Durante el paseo, que el funcionario anuncie a viva voz: “¡Esto es lo que el rey hace a quien él quiere honrar!”.

10 —¡Perfecto!—le dijo el rey a Amán—. ¡Rápido! Lleva mi manto y mi caballo, y haz todo lo que has dicho con Mardoqueo, el judío que se sienta a la puerta del palacio. ¡No pierdas ni un detalle de lo que has sugerido!

11 Entonces Amán tomó el manto y se lo puso a Mardoqueo, lo hizo montar el caballo del rey, y lo paseó por la plaza de la ciudad, gritando: «¡Esto es lo que el rey hace a quien él quiere honrar!». 12 Después Mardoqueo regresó a la puerta del palacio, mientras que Amán se apresuró a volver a su casa desalentado y totalmente humillado.

13 Cuando Amán le contó a su esposa, Zeres, y a todos sus amigos lo que había sucedido, sus sabios consejeros y su esposa dijeron: «Ya que Mardoqueo—este hombre que te ha humillado—es de origen judío, jamás tendrás éxito con tus planes contra él. Será tu ruina seguir oponiéndote a él».

14 Mientras estaban hablando, llegaron los eunucos del rey y enseguida se llevaron a Amán al banquete que Ester había preparado.

El rey ejecuta a Amán

Entonces el rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester. En esta segunda ocasión, mientras bebían vino, el rey volvió a decir a Ester:

—Dime lo que desees, reina Ester. ¿Cuál es tu petición? ¡Yo te la daré, aun si fuera la mitad del reino!

La reina Ester contestó:

—Si he logrado el favor del rey, y si al rey le agrada conceder mi petición, pido que mi vida y la vida de mi pueblo sean libradas de la muerte. Pues mi pueblo y yo hemos sido vendidos para ser muertos, masacrados y aniquilados. Si solo nos hubieran vendido como esclavos, yo me quedaría callada, porque sería un asunto por el cual no merecería molestar al rey.

—¿Quién sería capaz de hacer semejante cosa?—preguntó el rey Jerjes—. ¿Quién podría ser tan descarado para tocarte a ti?

Ester contestó:

—Este malvado Amán es nuestro adversario y nuestro enemigo.

Amán se puso pálido de miedo delante del rey y de la reina. Entonces el rey, enfurecido, se levantó de un salto y salió al jardín del palacio.

Amán, en cambio, se quedó con la reina Ester para implorar por su vida, porque sabía que el rey pensaba matarlo. En su desesperación se dejó caer sobre el diván donde estaba reclinada la reina Ester, justo cuando el rey volvía del jardín del palacio.

El rey exclamó: «¿Hasta se atreve a atacar a la reina aquí mismo, en el palacio, ante mis propios ojos?». Entonces, en cuanto el rey habló, sus asistentes le cubrieron la cara a Amán en señal de condena.

Luego Harbona, uno de los eunucos del rey, dijo:

—Amán ha levantado un poste afilado de veintitrés metros[t] de altura en el patio de su casa. Tenía pensado utilizarlo para atravesar a Mardoqueo, el hombre que salvó al rey de ser asesinado.

—¡Que atraviesen a Amán en ese poste!—ordenó el rey.

10 Entonces atravesaron a Amán con el poste que había levantado para Mardoqueo, y la furia del rey se calmó.

Un decreto para ayudar a los judíos

Ese mismo día, el rey Jerjes entregó a la reina Ester las propiedades de Amán, el enemigo de los judíos. Luego llevaron a Mardoqueo ante el rey, porque Ester le había contado al rey el parentesco que había entre ellos. El rey se quitó el anillo con su sello oficial—el cual había recuperado de Amán—y se lo dio a Mardoqueo; y Ester nombró a Mardoqueo como encargado de las propiedades de Amán.

Luego Ester volvió a presentarse ante el rey, cayó a sus pies y le suplicó con lágrimas que detuviera el plan siniestro que Amán, el agagueo, había conspirado contra los judíos. Nuevamente el rey extendió su cetro de oro hacia Ester. De modo que ella se levantó y permaneció de pie delante de él.

Ester dijo:

—Si al rey le place y yo he logrado su favor, y si al rey le parece correcto y yo le resulto agradable, que se emita un decreto que anule las órdenes de Amán, hijo de Hamedata el agagueo, quien ordenó la destrucción de los judíos en todas las provincias del rey. Pues, ¿cómo podría soportar ver a mi pueblo y a mi familia ser masacrados y destruidos?

Entonces el rey Jerjes dijo a la reina Ester y a Mardoqueo, el judío:

—Le he dado a Ester las propiedades de Amán, a quien atravesaron en un poste porque trató de destruir a los judíos. Ahora envíen un mensaje a los judíos en nombre del rey, que exprese lo que ustedes quieran, y séllenlo con el anillo del rey. Sin embargo, recuerden que todo lo que ya se ha escrito en nombre del rey y lo que se ha sellado con su anillo jamás puede ser revocado.

Así que, el 25 de junio,[u] reunieron a los secretarios del rey, y se escribió un decreto tal como Mardoqueo lo dictó. Lo enviaron a los judíos y a los funcionarios de más alta posición, a los gobernadores y a los nobles de las ciento veintisiete provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía.[v] Este decreto se escribió en los propios sistemas de escritura y en los propios idiomas de cada pueblo del imperio, incluido el de los judíos. 10 El decreto se redactó en nombre del rey Jerjes y fue sellado con el anillo del rey. Mardoqueo envió los comunicados por medio de mensajeros veloces, quienes montaban caballos rápidos, criados especialmente para el servicio del rey.

11 El decreto del rey les daba autoridad a los judíos de todas las ciudades para unirse y defender su vida. Se les permitía matar, masacrar y aniquilar a cualquiera, de cualquier nacionalidad o provincia, que los atacara a ellos o a sus esposas e hijos. También podían apoderarse de los bienes de sus enemigos. 12 El día escogido para llevar a cabo esa acción en todas las provincias del rey Jerjes fue el 7 de marzo del año siguiente.[w]

13 En cada provincia debía emitirse una copia de ese decreto como ley y proclamarse a todos los pueblos, para que los judíos estuvieran preparados para vengarse de sus enemigos el día señalado. 14 Así que, impulsados por el mandato del rey, los mensajeros salieron a toda prisa sobre caballos rápidos, criados para el servicio del rey. Este mismo decreto también se proclamó en la fortaleza de Susa.

15 Luego Mardoqueo salió de la presencia del rey vestido con el manto real azul y blanco, con una gran corona de oro y con una capa de púrpura y lino de la más alta calidad. La gente de Susa también celebró el nuevo decreto y 16 los judíos se llenaron de gozo y alegría y recibieron honra en todas partes. 17 En cada provincia y ciudad, en cada lugar donde llegaba el decreto del rey, los judíos se alegraban mucho, festejaban a lo grande, y declararon día feriado y de celebración. También muchas personas del territorio se hicieron judíos por temor a lo que pudieran hacerles los judíos.

La victoria de los judíos

Así que, el 7 de marzo,[x] los dos decretos del rey entraron en vigencia. Ese día, los enemigos de los judíos tenían la esperanza de dominarlos, pero ocurrió todo lo contrario. Fueron los judíos quienes dominaron a sus enemigos. Los judíos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey, para atacar a todo el que intentara hacerles daño; pero nadie pudo hacerles frente porque todos les tenían miedo. Además, todos los nobles de las provincias, los funcionarios de más alta posición, los gobernadores y los funcionarios reales ayudaron a los judíos por temor a Mardoqueo. Pues a Mardoqueo lo habían ascendido a un alto cargo en el palacio del rey, y su fama se extendía por todas las provincias a medida que se hacía más y más poderoso.

Así que, el día señalado, los judíos hirieron de muerte a sus enemigos a filo de espada. Mataron y aniquilaron a sus enemigos e hicieron lo que quisieron con quienes los odiaban. En la propia fortaleza de Susa, los judíos mataron a quinientos hombres. También mataron a Parsandata, a Dalfón, a Aspata, a Porata, a Adalía, a Aridata, a Parmasta, a Arisai, a Aridai y a Vaizata: 10 los diez hijos de Amán, hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos; pero no se quedaron con ninguna de sus pertenencias.

11 Ese mismo día, cuando se le informó al rey el número de muertos en la fortaleza de Susa, 12 hizo llamar a la reina Ester y le dijo:

—Los judíos mataron a quinientos hombres solo en la fortaleza de Susa, además de los diez hijos de Amán. Si aquí hicieron eso, ¿qué habrá pasado en el resto de las provincias? Ahora bien, ¿qué más quieres? Te será concedido; dímelo y lo haré.

13 Ester contestó:

—Si al rey le agrada, que a los judíos de Susa se les dé permiso para hacer mañana lo que hicieron hoy, y que los cuerpos de los diez hijos de Amán sean atravesados en un poste.

14 El rey estuvo de acuerdo, y el decreto se hizo público en Susa. Atravesaron los cuerpos de los diez hijos de Amán. 15 Luego, el 8 de marzo,[y] los judíos de Susa se reunieron y mataron a trescientos hombres más, y otra vez tampoco se quedaron con ninguna de sus pertenencias.

16 Mientras tanto, los demás judíos en todas las provincias del rey se reunieron para defender su vida. Quedaron aliviados de todos sus enemigos, al matar a setenta y cinco mil de los que los odiaban; pero no se quedaron con ninguna de sus pertenencias. 17 Eso ocurrió en todas las provincias el 7 de marzo, y el día 8 descansaron[z] para celebrar su victoria con un día de fiesta y alegría. 18 (Los judíos de Susa mataron a sus enemigos el día 7 de marzo, continuaron el 8, y luego el día 9 descansaron[aa] y lo designaron su día de fiesta y alegría). 19 De manera que, hasta el día de hoy, los judíos del campo que viven en aldeas remotas celebran un día feriado anualmente en el día señalado a fines del invierno,[ab] en el cual se alegran y se mandan regalos de comida unos a otros.

El Festival de Purim

20 Mardoqueo registró esos acontecimientos y envió cartas a los judíos que vivían cerca y lejos, en todas las provincias del rey Jerjes, 21 para motivarlos a celebrar cada año un festival durante esos dos días.[ac] 22 Les dijo que debían celebrar esos días con alegría y festejos, obsequiándose porciones de comida unos a otros y haciendo regalos a los pobres. Ese festival conmemoraría el tiempo en que los judíos quedaron aliviados de sus enemigos, cuando su dolor se convirtió en alegría y su duelo en gozo.

23 Así que los judíos aceptaron la propuesta de Mardoqueo y adoptaron esa costumbre anual. 24 Amán, hijo de Hamedata el agagueo, el enemigo de los judíos, había conspirado para aplastarlos y destruirlos en la fecha escogida al echar suertes (a las suertes se les llamaba purim); 25 pero cuando Ester se presentó ante el rey, él emitió un decreto que causó que el plan siniestro de Amán se volviera en su contra, y tanto Amán como sus hijos fueron atravesados en un poste afilado. 26 Por eso la celebración se llama Purim, porque es la palabra que se empleaba antiguamente para la frase «echar suertes».

Por lo tanto, debido a la carta de Mardoqueo y a la experiencia que vivieron, 27 los judíos de todo el reino se pusieron de acuerdo para iniciar esa tradición y pasarla a sus descendientes y a todos los que se hacían judíos. Declararon que jamás dejarían de celebrar cada año esos dos días prescritos en la fecha señalada. 28 Esos días se recordarían y se mantendrían de generación en generación y serían celebrados por cada familia en todas las provincias y ciudades del imperio. El Festival de Purim nunca dejaría de celebrarse entre los judíos, ni se extinguiría de entre sus descendientes el recuerdo de lo ocurrido.

29 Luego, la reina Ester, hija de Abihail, junto con Mardoqueo, el judío, escribieron otra carta en la cual la plena autoridad de la reina respaldaba la carta de Mardoqueo para establecer el Festival de Purim. 30 Se enviaron cartas con deseos de paz y seguridad a los judíos de las ciento veintisiete provincias del imperio de Jerjes. 31 Esas cartas establecían la celebración anual del Festival de Purim en las fechas señaladas, como lo habían decretado el judío Mardoqueo y la reina Ester. (El pueblo decidió celebrar el festival, de la misma manera que había decidido establecer el tiempo de ayuno y luto para sí y sus descendientes). 32 Así que el mandato de Ester confirmó la costumbre del Purim, y todo quedó escrito en los registros.

La grandeza de Jerjes y de Mardoqueo

10 El rey Jerjes impuso un tributo en todo su imperio, incluso hasta las costas lejanas. Sus grandes logros y el relato completo de la grandeza de Mardoqueo, a quien el rey había ascendido, están registrados en El libro de la historia de los reyes de Media y Persia. Mardoqueo, el judío, llegó a ser primer ministro, segundo en mando después del propio rey Jerjes. Fue un hombre muy importante entre los judíos, de gran estima ante ellos, porque siguió actuando a favor de su pueblo y defendiendo el bienestar de todos sus descendientes.

Prólogo

Había un hombre llamado Job que vivía en la tierra de Uz. Era un hombre intachable, de absoluta integridad, que tenía temor de Dios y se mantenía apartado del mal. Tenía siete hijos y tres hijas. Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas burras; también tenía muchos sirvientes. En realidad, era la persona más rica de toda aquella región.

Los hijos de Job se turnaban en preparar banquetes en sus casas e invitaban a sus tres hermanas para que celebraran con ellos. Cuando las fiestas terminaban—a veces después de varios días—Job purificaba a sus hijos. Se levantaba temprano por la mañana y ofrecía una ofrenda quemada por cada uno de ellos, porque pensaba: «Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en el corazón». Esta era una práctica habitual de Job.

Primera prueba de Job

Un día los miembros de la corte celestial[ad] llegaron para presentarse delante del Señor, y el Acusador, Satanás,[ae] vino con ellos. El Señor le preguntó a Satanás:

—¿De dónde vienes?

Satanás contestó al Señor:

—He estado recorriendo la tierra, observando todo lo que ocurre.

Entonces el Señor preguntó a Satanás:

—¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal.

Satanás le respondió al Señor:

—Sí, pero Job tiene una buena razón para temer a Dios: 10 siempre has puesto un muro de protección alrededor de él, de su casa y de sus propiedades. Has hecho prosperar todo lo que hace. ¡Mira lo rico que es! 11 Así que extiende tu mano y quítale todo lo que tiene, ¡ten por seguro que te maldecirá en tu propia cara!

12 —Muy bien, puedes probarlo—dijo el Señor a Satanás—. Haz lo que quieras con todo lo que posee, pero no le hagas ningún daño físico.

Entonces Satanás salió de la presencia del Señor.

13 Un día cuando los hijos y las hijas de Job celebraban en casa del hermano mayor, 14 llegó un mensajero a casa de Job con las siguientes noticias: «Sus bueyes estaban arando y los burros comiendo a su lado, 15 cuando los sabeos nos asaltaron. Robaron todos los animales y mataron a los trabajadores, y yo soy el único que escapó para contárselo».

16 Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó otro con esta noticia: «Cayó del cielo el fuego de Dios y calcinó a las ovejas y a todos los pastores; yo soy el único que escapó para contárselo».

17 Mientras este mensajero todavía hablaba, llegó un tercero con esta noticia: «Tres bandas de saqueadores caldeos robaron sus camellos y mataron a los sirvientes; yo soy el único que escapó para contárselo».

18 No había terminado de hablar el tercer mensajero cuando llegó otro con esta noticia: «Sus hijos e hijas estaban festejando en casa del hermano mayor y, 19 de pronto, un fuerte viento del desierto llegó y azotó la casa por los cuatro costados. La casa se vino abajo y todos ellos murieron; yo soy el único que escapó para contárselo».

20 Job se levantó y rasgó su vestido en señal de dolor; después se rasuró la cabeza y se postró en el suelo para adorar 21 y dijo:

«Desnudo salí del vientre de mi madre,
    y desnudo estaré cuando me vaya.
El Señor me dio lo que tenía,
    y el Señor me lo ha quitado.
¡Alabado sea el nombre del Señor!».

22 A pesar de todo, Job no pecó porque no culpó a Dios.

Segunda prueba de Job

Un día los miembros de la corte celestial[af] llegaron nuevamente para presentarse delante del Señor, y el Acusador, Satanás,[ag] vino con ellos. El Señor le preguntó:

—¿De dónde vienes?

Satanás contestó al Señor:

—He estado recorriendo la tierra, observando todo lo que ocurre.

Entonces el Señor le preguntó a Satanás:

—¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal. Además ha conservado su integridad a pesar de que tú me incitaste a que le hiciera daño sin ningún motivo.

Satanás respondió al Señor:

—¡Piel por piel! Cualquier hombre renunciaría a todo lo que tiene para salvar su vida. Así que extiende tu mano y quítale la salud, ¡ten por seguro que te maldecirá en tu propia cara!

—Muy bien, haz con él lo que quieras—dijo el Señor a Satanás—, pero no le quites la vida.

Entonces Satanás salió de la presencia del Señor e hirió a Job con terribles llagas en la piel, desde la cabeza hasta los pies.

Job, sentado entre cenizas, se rascaba con un trozo de teja. Su esposa le dijo: «¿Todavía intentas conservar tu integridad? Maldice a Dios y muérete».

10 Sin embargo, Job contestó: «Hablas como una mujer necia. ¿Aceptaremos solo las cosas buenas que vienen de la mano de Dios y nunca lo malo?». A pesar de todo, Job no dijo nada incorrecto.

Los tres amigos de Job comparten su angustia

11 Cuando tres de los amigos de Job se enteraron de la tragedia que había sufrido, viajaron juntos desde sus respectivos hogares para consolarlo y confortarlo. Sus nombres eran Elifaz, el temanita; Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita. 12 Cuando vieron a Job de lejos, apenas lo reconocieron. Con fuertes lamentos, rasgaron sus vestidos y echaron polvo al aire sobre sus cabezas en señal de dolor. 13 Entonces, durante siete días y siete noches, se sentaron en el suelo junto a Job, y ninguno le decía nada porque veían que su sufrimiento era demasiado grande para expresarlo con palabras.

Primer discurso de Job

Por fin habló Job y maldijo el día de su nacimiento. Dijo:

«Que sea borrado el día en que nací,
    y la noche en que fui concebido.
Que ese día se convierta en oscuridad;
    que se pierda aun para Dios en las alturas,
    y que ninguna luz brille en él.
Que la oscuridad y la penumbra absoluta reclamen ese día para sí;
    que una nube negra lo ensombrezca
    y la oscuridad lo llene de terror.
Que esa noche sea borrada del calendario
    y que nunca más se cuente entre los días del año
    ni aparezca entre los meses.
Que esa noche sea estéril,
    que no tenga ninguna alegría.
Que maldigan ese día los expertos en maldiciones,
    los que, con una maldición, podrían despertar al Leviatán.[ah]
Que las estrellas de la mañana de ese día permanezcan en oscuridad;
    que en vano espere la luz
    y que nunca llegue a ver la aurora.
10 Maldigo ese día por no haber cerrado el vientre de mi madre,
    por haberme dejado nacer para presenciar toda esta desgracia.

11 »¿Por qué no nací muerto?
    ¿Por qué no morí al salir del vientre?
12 ¿Por qué me pusieron en las rodillas de mi madre?
    ¿Por qué me alimentó con sus pechos?
13 Si hubiera muerto al nacer, ahora descansaría en paz;
    estaría dormido y en reposo.
14 Descansaría con los reyes y con los primeros ministros del mundo,
    cuyos grandiosos edificios ahora yacen en ruinas.
15 Descansaría junto a príncipes, ricos en oro,
    cuyos palacios estuvieron llenos de plata.
16 ¿Por qué no me enterraron como a un niño que nace muerto,
    como a un niño que nunca vivió para ver la luz?
17 Pues una vez muertos, los malvados no causan más problemas
    y los cansados encuentran reposo.
18 Aun los cautivos logran tranquilidad en la muerte,
    donde no hay guardias que los maldigan.
19 El rico y el pobre están allí,
    y el esclavo se libera de su dueño.

20 »Oh, ¿por qué dar luz a los desdichados,
    y vida a los amargados?
21 Ellos desean la muerte, pero no llega;
    buscan la muerte con más fervor que a tesoro escondido.
22 Se llenan de alegría cuando finalmente mueren,
    y se regocijan cuando llegan a la tumba.
23 ¿Por qué dar vida a los que no tienen futuro,
    a quienes Dios ha rodeado de dificultades?
24 No puedo comer a causa de mis suspiros;
    mis gemidos se derraman como el agua.
25 Lo que yo siempre había temido me ocurrió;
    se hizo realidad lo que me horrorizaba.
26 No tengo paz ni tranquilidad;
    no tengo descanso; solo me vienen dificultades».

Primera respuesta de Elifaz a Job

Entonces Elifaz el temanita respondió a Job:

«¿Podrías ser paciente y permitirme que te diga unas palabras?
    Pues, ¿quién podría quedarse callado?

»Antes alentabas a mucha gente
    y fortalecías a los débiles.
Tus palabras daban apoyo a los que caían;
    animabas a los de rodillas temblorosas.
Sin embargo, ahora que las desgracias te acosan, te desanimas;
    te llenas de miedo cuando te afectan a ti.
¿No te da confianza tu reverencia a Dios?
    ¿No te da esperanza tu vida de integridad?

»¡Detente a pensar! ¿Mueren los inocentes?
    ¿Cuándo han sido destruidos los justos?
La experiencia me dice que los que siembran problemas
    y cultivan el mal, eso cosecharán.
Un soplo de Dios los destruye
    y se desvanecen con una ráfaga de su enojo.
10 Ruge el león y gruñen los gatos monteses,
    pero a los leones fuertes se les romperán los dientes.
11 El feroz león morirá de hambre por falta de presa,
    y los cachorros de la leona serán dispersados.

12 »En secreto recibí esta verdad,
    como si me la hubieran susurrado al oído.
13 Me llegó en una inquietante visión durante la noche,
    cuando la gente duerme profundamente.
14 El miedo se apoderó de mí,
    y mis huesos temblaron.
15 Un espíritu[ai] pasó frente a mi cara,
    y se me pusieron los pelos de punta.[aj]
16 El espíritu se detuvo, pero no pude ver su forma;
    había una silueta delante de mis ojos.
En el silencio, oí una voz que dijo:
17 “¿Puede un mortal ser inocente ante Dios?
    ¿Puede alguien ser puro ante el Creador?”.

18 »Si Dios no confía en sus propios ángeles
    y acusa a sus mensajeros de necedad,
19 ¡cuánto menos confiará en los seres humanos hechos de barro!
    Están hechos de polvo; son aplastados tan fácilmente como una polilla.
20 Están vivos en la mañana, pero muertos por la tarde;
    desaparecen para siempre sin dejar rastro.
21 Se les arrancan las cuerdas, se derrumba la carpa
    y mueren en ignorancia.

Continúa la respuesta de Elifaz

»Por más que grites por ayuda, ¿quién te responderá?
    ¿Cuál de los ángeles[ak] te ayudará?
Te aseguro que el resentimiento destruye al necio,
    y los celos matan al ingenuo.
He visto a los necios triunfar momentáneamente en la vida,
    pero después llega la calamidad repentina.
Sus hijos quedan abandonados y lejos de toda ayuda;
    los oprimen en el tribunal y no hay quien los defienda.
Su cosecha la devoran los hambrientos,
    aun cuando esté rodeada de zarzas;[al]
    los sedientos jadean tras su riqueza.[am]
El mal no germina del suelo
    ni la aflicción brota de la tierra,
pero la gente nace para tener problemas
    tan cierto como que las chispas vuelan del fuego.

»Si yo estuviera en tu lugar, me acercaría a Dios
    y le presentaría mi caso.
Él hace grandezas, demasiado maravillosas para comprenderlas,
    y realiza milagros incontables.
10 Él envía lluvia a la tierra
    y agua a los campos.
11 Él hace prosperar a los pobres
    y protege a los que sufren.
12 Él frustra los planes de los que traman
    para que el trabajo de sus manos no prospere.
13 Él atrapa a los sabios en su propia astucia
    y desbarata sus ingeniosas maquinaciones.
14 Encuentran oscuridad en pleno día
    y andan a tientas al mediodía, como si fuera de noche.
15 Él rescata a los pobres de las palabras hirientes de los fuertes
    y los rescata de las garras de los poderosos;
16 por fin los pobres tienen esperanza
    y las fauces de los malvados son cerradas.

17 »¡Pero considera la alegría de aquellos a quienes Dios corrige!
    Cuando peques, no menosprecies la disciplina del Todopoderoso.
18 Pues aunque él hiere, también venda las heridas;
    él golpea, pero sus manos también sanan.
19 Te rescatará de seis desastres;
    aun en el séptimo, te guardará del mal.
20 Te salvará de la muerte en tiempo de hambre
    y del poder de la espada en tiempo de guerra.
21 Estarás seguro ante la calumnia
    y no tendrás miedo cuando llegue la destrucción.
22 Te reirás de la destrucción y del hambre,
    y no tendrás terror de los animales salvajes.
23 Estarás en paz con las piedras del campo
    y los animales salvajes estarán en paz contigo.
24 Sabrás que tu hogar está seguro;
    cuando revises tus posesiones, no te faltará nada.
25 Tendrás muchos hijos;
    ¡tus descendientes serán tan abundantes como la hierba!
26 Llegarás a la tumba de edad avanzada,
    ¡como una gavilla de grano cosechada a su debido tiempo!

27 »Hemos estudiado la vida y resulta que todo esto es verdad;
    escucha mi consejo y aplícalo a ti mismo».

Segundo discurso de Job: respuesta a Elifaz

Entonces Job habló de nuevo:

«Si se pudiera pesar mi sufrimiento
    y poner mis problemas en la balanza,
pesarían más que toda la arena del mar.
    Por eso hablé impulsivamente.
Pues el Todopoderoso me ha derribado con sus flechas;
    y el veneno de ellas infecta mi espíritu.
    Los terrores de Dios están alineados contra mí.
¿Acaso no tengo derecho a quejarme?
    ¿No rebuznan los burros salvajes cuando no encuentran hierba
    y mugen los bueyes cuando no tienen qué comer?
¿No se queja la gente cuando a la comida le falta sal?
    ¿Hay alguien que desee comer la insípida clara del huevo[an]?
Cuando la miro, mi apetito desaparece;
    ¡solo pensar en comerla me da asco!

»¡Ah, que se otorgara mi petición!
    ¡Que Dios me concediera mi deseo!
Quisiera que él me aplastara,
    quisiera que extendiera su mano y me matara.
10 Al menos puedo consolarme con esto:
    a pesar del dolor,
    no he negado las palabras del Santo;
11 pero no tengo fuerzas para seguir,
    no tengo nada por lo cual vivir.
12 ¿Tengo yo la fuerza de una roca?
    ¿Está mi cuerpo hecho de bronce?
13 No, estoy desamparado por completo,
    sin ninguna oportunidad de salir adelante.

14 »Uno debería ser compasivo con un amigo abatido,
    pero tú me acusas sin ningún temor del Todopoderoso.[ao]
15 Hermanos míos, han demostrado ser tan poco confiables como un arroyo de temporada
    que desborda su cauce en la primavera,
16     cuando crece por el hielo y por la nieve derretida;
17 pero en la estación cálida, el agua desaparece
    y el arroyo se desvanece en el calor.
18 Las caravanas se desvían de su ruta para refrescarse,
    pero no hay nada para beber y por eso mueren.
19 Las caravanas de Temán van en busca de esta agua;
    los viajeros de Saba esperan encontrarla.
20 Confían que esté pero se decepcionan;
    cuando llegan, sus esperanzas se desvanecen.
21 Tampoco ustedes han sido de ayuda;
    han visto mi calamidad y les da miedo.
22 Pero ¿por qué? ¿Alguna vez les he pedido que me regalen algo?
    ¿Les he suplicado que me den algo suyo?
23 ¿Les he pedido que me rescaten de mis enemigos
    o que me salven de personas despiadadas?
24 Enséñenme, y me quedaré callado;
    muéstrenme en qué me equivoqué.
25 Las palabras sinceras pueden causar dolor,
    pero ¿de qué sirven sus críticas?
26 ¿Creen que sus palabras son convincentes
    cuando ignoran mi grito de desesperación?
27 Ustedes hasta serían capaces de enviar a un huérfano a la esclavitud[ap]
    o de vender a un amigo.
28 ¡Mírenme!
    ¿Les mentiría en su propia cara?
29 Dejen de suponer que soy culpable,
    porque no he hecho nada malo.
30 ¿Piensan que estoy mintiendo?
    ¿Acaso no conozco la diferencia entre el bien y el mal?
»¿No es toda la vida humana una lucha?
    Nuestra vida es como la de un jornalero,
como la de un trabajador que anhela estar bajo la sombra,
    como la de un sirviente que espera cobrar su sueldo.
A mí también me ha tocado vivir meses en vano,
    largas y pesadas noches de miseria.
Tumbado en la cama, pienso: “¿Cuándo llegará la mañana?”;
    pero la noche se alarga y doy vueltas hasta el amanecer.
Mi cuerpo está cubierto de gusanos y de costras;
    se me abre la piel y supura pus.

Job clama a Dios

»Mis días pasan más rápido que la lanzadera de un telar
    y terminan sin esperanza.
Oh Dios, recuerda que mi vida es apenas un suspiro,
    y nunca más volveré a ser feliz.
Ahora me ves, pero no será por mucho tiempo;
    me buscarás, pero ya me habré ido.
Así como las nubes se disipan y se desvanecen,
    los que mueren[aq] ya no volverán.
10 Se han ido de su hogar para siempre
    y jamás volverán a verlos.

11 »No puedo evitar hablar;
    debo expresar mi angustia.
    Mi alma llena de amargura debe quejarse.
12 ¿Soy yo un monstruo marino o un dragón
    para que me pongas bajo custodia?
13 Pienso: “Mi cama me dará consuelo,
    y el sueño aliviará mi sufrimiento”;
14 pero entonces me destrozas con sueños
    y me aterras con visiones.
15 Preferiría ser estrangulado;
    mejor morir que sufrir así.
16 Odio mi vida y no quiero seguir viviendo.
    Oh, déjame en paz durante los pocos días que me quedan.

17 »¿Qué son los seres humanos para que nos des tanta importancia,
    para que pienses tanto en nosotros?
18 Pues nos examinas cada mañana
    y nos pruebas a cada momento.
19 ¿Por qué no me dejas en paz?,
    ¡al menos el tiempo suficiente para poder tragar!
20 Si he pecado, ¿qué te he hecho,
    oh vigilante de toda la humanidad?
¿Por qué me haces tu blanco?
    ¿Acaso te soy una carga?[ar]
21 ¿Por qué mejor no perdonas mi pecado
    y me quitas la culpa?
Pues pronto me acostaré en el polvo y allí moriré.
    Cuando me busques, me habré ido».

Nueva Traducción Viviente (NTV)

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