Bible in 90 Days
38 Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos. 39 Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad. 40 Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron.
Pablo y Silas en Tesalónica
17 Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2 Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras, 3 explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos. Él decía: “Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo”. 4 Y algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres principales.
5 Entonces los judíos se pusieron celosos y tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: “¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá! 7 Y Jasón les ha recibido. Todos estos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús”. 8 El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas; 9 pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Pablo y Silas en Berea
10 Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así. 12 En consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas distinguidas y de los hombres, no pocos. 13 Pero cuando supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las multitudes. 14 Entonces los hermanos hicieron salir inmediatamente a Pablo para que se fuera hasta el mar, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo de que fueran a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de regreso.
Discurso de Pablo en Atenas
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. 17 Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí.
18 Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él. Unos decían:
—¿Qué querrá decir este palabrero?
Otros decían:
—Parece ser predicador de divinidades extranjeras.
Pues les anunciaba el evangelio de Jesús y la resurrección.
19 Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago diciendo:
—¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas? 20 Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto.
21 Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la última novedad.
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo:
—Hombres de Atenas: Observo que son de lo más religiosos en todas las cosas. 23 Pues, mientras pasaba y miraba sus monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que ustedes honran sin conocerle, a este yo les anuncio. 24 Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos, 25 ni es servido por manos humanas como si necesitara algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26 De uno solo[a] ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Él ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palparan y le hallaran. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros; 28 porque “en él vivimos, nos movemos y somos”[b]. Como también han dicho algunos de sus poetas: “Porque también somos linaje de él”[c].
29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres. 30 Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos.
32 Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían:
—Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.
33 Así fue que Pablo salió de en medio de ellos, 34 pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Pablo en Corinto
18 Después de esto, Pablo partió de Atenas y fue a Corinto. 2 Y habiendo hallado a un judío llamado Aquilas, natural de Ponto, recién llegado de Italia con Priscila su mujer (porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma), Pablo acudió a ellos. 3 Como eran del mismo oficio, permaneció con ellos y trabajaba, pues su oficio era hacer tiendas. 4 Y discutía en la sinagoga todos los sábados y persuadía a judíos y a griegos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicaba exclusivamente a la exposición de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 6 Pero como ellos le contradecían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les dijo: “¡La sangre de ustedes sea sobre su cabeza! ¡Yo soy limpio! De aquí en adelante iré a los gentiles”.
7 Se trasladó de allí y entró en la casa de un hombre llamado Tito Justo, quien era temeroso de Dios, y cuya casa estaba junto a la sinagoga. 8 Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados. 9 Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, por medio de una visión: “No temas, sino habla y no calles; 10 porque yo estoy contigo, y nadie pondrá la mano sobre ti para hacerte mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”. 11 Pablo se quedó allí por un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
12 Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos de común acuerdo se levantaron contra Pablo y le llevaron al tribunal, 13 diciendo:
—¡Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley!
14 Cuando Pablo iba a abrir su boca, Galión dijo a los judíos:
—Si se tratara de algún agravio o de un crimen enorme, oh judíos, conforme al derecho yo les toleraría. 15 Pero ya que se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su ley, véanlo ustedes mismos. Yo no quiero ser juez de estas cosas.
16 Y los expulsó del tribunal. 17 Entonces todos tomaron a Sóstenes, el principal de la sinagoga, y le golpeaban delante del tribunal, y a Galión ninguna de estas cosas le importaba.
Pablo regresa a Antioquía de Siria
18 Pero Pablo, habiéndose detenido allí muchos días más, se despidió de los hermanos, e iba navegando hacia Siria; y con él iban Priscila y Aquilas. En Cencrea se rapó la cabeza, porque había hecho un voto.
19 Llegaron a Éfeso, y él los dejó allí. Y entró en la sinagoga y discutía con los judíos. 20 Pero a pesar de que ellos le pedían que se quedara por más tiempo, no accedió, 21 sino que se despidió y dijo[d]: “Otra vez volveré a ustedes, si Dios quiere”. Y zarpó de Éfeso.
22 Habiendo arribado a Cesarea, y después de subir y saludar a la iglesia, descendió a Antioquía.
23 Y después de haber estado allí algún tiempo, salió a recorrer en orden la región de Galacia y Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.
Apolos se une a los cristianos
24 Llegó entonces a Éfeso cierto judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. 25 Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan. 26 Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando Priscila y Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud el Camino de Dios.
27 Como él quería viajar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibieran. Cuando llegó allá, fue de gran provecho a los que mediante la gracia habían creído; 28 pues refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Pablo en Éfeso
19 Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Éfeso y encontró a ciertos discípulos. 2 Entonces les dijo:
—¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?
Ellos le contestaron:
—Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo.
3 Entonces dijo:
—¿En qué, pues, fueron bautizados?
Ellos respondieron:
—En el bautismo de Juan.
4 Y dijo Pablo:
—Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús.
5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6 Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban. 7 Eran entre todos como doce hombres.
8 Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios. 9 Pero como algunos se endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo cada día en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor[e].
11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo; 12 de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos. 13 Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:
—¡Les conjuro por el Jesús que Pablo predica!
14 Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto. 15 Pero el espíritu malo respondió y les dijo:
—A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?
16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron desnudos y heridos de aquella casa. 17 Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Éfeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.
18 Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente. 19 Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de cincuenta mil monedas de plata. 20 De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente.
21 Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: “Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma”. 22 Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.
Alboroto de los plateros en Éfeso
23 En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca del Camino. 24 Porque cierto platero, llamado Demetrio, que elaboraba en plata templecillos de Artemisa[f], y daba no poca ganancia a los artesanos, 25 reunió a estos con los obreros de oficios semejantes y les dijo:
—Hombres, saben que nuestra prosperidad proviene de este oficio; 26 y ven y oyen que no solamente en Éfeso, sino también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. 27 No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Artemisa sea estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a quien adoran toda el Asia y el mundo.
28 Al oír estas palabras se llenaron de ira y gritaron diciendo:
—¡Grande es Artemisa de los efesios!
29 Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y compañeros de Pablo. 30 Aunque Pablo quería salir a la multitud, los discípulos no se lo permitieron. 31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él y le rogaron que no se presentara en el teatro. 32 Unos gritaban una cosa, y otros otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayor parte ni sabía por qué se había reunido.
33 Entonces algunos de entre la multitud dieron instrucciones a Alejandro, a quien los judíos habían empujado hacia adelante. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una defensa ante el pueblo. 34 Pero reconociendo que era judío, todos volvieron a gritar a una sola voz, por casi dos horas:
—¡Grande es Artemisa de los efesios!
35 Por fin, cuando el magistrado había apaciguado la multitud, dijo:
—Hombres de Éfeso, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Éfeso es guardiana del templo de la majestuosa Artemisa y de su imagen caída del cielo?[g]. 36 Ya que esto no puede ser contradicho, conviene que se apacigüen y que no hagan nada precipitado. 37 Pues han traído a estos hombres que ni han cometido sacrilegio ni han blasfemado a nuestra diosa. 38 Por tanto, si Demetrio y los artesanos que están con él tienen pleito contra alguien, se conceden audiencias y hay procónsules. ¡Que se acusen los unos a los otros! 39 Y si buscan alguna otra cosa, será deliberado en legítima asamblea. 40 Pero hay peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, sin que tengamos ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto.
41 Y habiendo dicho esto, disolvió la concurrencia.
Recorrido de Macedonia y Grecia
20 Después de cesar el disturbio, Pablo mandó llamar a los discípulos y, habiéndoles exhortado, se despidió y salió para ir a Macedonia. 2 Recorrió aquellas regiones, exhortándoles con abundancia de palabras, y luego llegó a Grecia. 3 Después de estar él allí tres meses, los judíos tramaron un complot contra él cuando estaba por navegar rumbo a Siria, de modo que decidió regresar por Macedonia.
4 Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea, los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y Tíquico y Trófimo de Asia. 5 Estos salieron antes y nos esperaron en Troas. 6 Pero después de los días de los Panes sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días.
Pablo visita Troas
7 El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche. 8 Había muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos. 9 Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto. 10 Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: “¡No se alarmen, porque su vida está en él!”.
11 Después de subir, de partir el pan y de comer, habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió. 12 Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados.
Viaje desde Troas hasta Mileto
13 Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto, debiendo ir él por tierra. 14 Cuando se reunió con nosotros en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15 Navegamos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, atracamos en Samos[h], y llegamos a Mileto al próximo día, 16 pues Pablo había decidido pasar de largo a Éfeso para no detenerse en Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de Pentecostés en Jerusalén.
Despedida de los ancianos de Éfeso
17 Desde Mileto, Pablo envió a Éfeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia. 18 Cuando ellos llegaron a él, les dijo: “Ustedes saben bien cómo me he comportado con ustedes todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos. 20 Y saben que no he rehuido el anunciarles nada que les fuera útil, y el enseñarles públicamente y de casa en casa, 21 testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús.
22 “Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el espíritu encadenado, sin saber lo que me acontecerá allí; 23 salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. 24 Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe[i] mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
25 “Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos ustedes, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver mi cara. 26 Por tanto, yo declaro ante ustedes en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos, 27 porque no he rehuido el anunciarles todo el consejo de Dios. 28 Tengan cuidado por ustedes mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo les ha puesto como obispos[j], para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de ustedes lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; 30 y que de entre ustedes mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos. 31 Por tanto, velen, acordándose que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno.
32 “Y ahora, hermanos, les encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados.
33 “No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie. 34 Ustedes saben que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo. 35 En todo les he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’ ”.
36 Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos. 37 Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban, 38 lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco.
Rumbo a Jerusalén
21 Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. 2 Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. 3 Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí. 4 Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiera a Jerusalén. 5 Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad y, puestos de rodillas en la playa, oramos. 6 Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.
7 Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. 8 Al día siguiente, partimos[k] y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete[l], y nos alojamos con él. 9 Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. 10 Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea. 11 Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo:
—Esto dice el Espíritu Santo: “Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles”.
12 Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén. 13 Entonces Pablo respondió:
—¿Qué hacen llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
14 Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo:
—Que se haga la voluntad del Señor.
15 Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén. 16 También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos.
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.
Pablo y los hermanos en Jerusalén
18 Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron. 19 Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio. 20 Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron:
—Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. 21 Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres. 22 ¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido. 23 Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos. 24 Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley. 25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido[m]: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de inmoralidad sexual.
Pablo es apresado en el templo
26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.
27 Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano, 28 gritando: “¡Hombres de Israel! ¡Ayuden! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo”. 29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo.
30 Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.
31 Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada. 32 De inmediato, este tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le ataran con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho; 34 pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza. 35 Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; 36 porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: “¡Mátalo!”.
Defensa de Pablo ante el pueblo
37 Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno:
—¿Se me permite decirte algo?
Y él dijo:
—¿Sabes griego? 38 Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos?
39 Entonces dijo Pablo:
—A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo.
40 Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo:
22 —Hermanos y padres, oigan ahora mi defensa ante ustedes.
2 Cuando oyeron que Pablo les hablaba en lengua hebrea, guardaron aún mayor silencio. Entonces dijo:
3 —Soy un hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la ley de nuestros padres, siendo celoso de Dios como lo son todos ustedes hoy. 4 Yo perseguí este Camino hasta la muerte, tomando presos y entregando en las cárceles a hombres y también a mujeres, 5 como aun el sumo sacerdote es mi testigo, y todos los ancianos de quienes también recibí cartas para los hermanos. Y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén a los que estaban allí, para que fueran castigados. 6 Pero me sucedió[n], cuando viajaba y llegaba cerca de Damasco, como a mediodía, que de repente me rodeó de resplandor una gran luz del cielo. 7 Yo caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. 8 Entonces yo respondí: “¿Quién eres, Señor?”. Y me dijo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”. 9 A la verdad, los que estaban conmigo vieron la luz[o], pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10 Yo dije: “¿Qué haré, Señor?”. Y el Señor me dijo: “Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está ordenado hacer”.
11 »Como no podía ver a causa del resplandor de aquella luz, fui guiado de la mano por los que estaban conmigo, y entré en Damasco. 12 Entonces un tal Ananías, hombre piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que moraban allí, 13 vino a mí y puesto de pie me dijo: “Hermano Saulo, recibe la vista”. Y yo le vi en aquel instante. 14 Y él me dijo: “El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para que conozcas su voluntad y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 15 Porque serás su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. 16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.
17 »Entonces, cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo, sucedió que caí en éxtasis 18 y vi al Señor que me decía: “Date prisa y sal de inmediato de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”. 19 Y yo dije: “Señor, ellos saben bien que yo andaba encarcelando y azotando a los que creían en ti en todas las sinagogas; 20 y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo también estaba presente, aprobaba su muerte y guardaba la ropa de los que le mataban”[p]. 21 Pero él me dijo: “Anda, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles”.
Pablo ante el tribuno
22 Le escucharon hasta esta palabra. Entonces alzaron la voz diciendo:
—¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!
23 Como ellos daban voces, arrojaban sus ropas y echaban polvo al aire, 24 el tribuno mandó que metieran a Pablo en la fortaleza y ordenó que le sometieran a interrogatorio mediante azotes, para saber por qué causa daban voces así contra él. 25 Pero apenas lo estiraron con las correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente:
—¿Es lícito a ustedes azotar a un ciudadano romano que no ha sido condenado?
26 Cuando el centurión oyó esto, fue e informó al tribuno diciendo:
—¿Qué vas a hacer? Pues este hombre es romano.
27 Vino el tribuno y le dijo:
—Dime, ¿eres tú romano?
Y él dijo:
—Sí.
28 El tribuno respondió:
—Yo logré esta ciudadanía con una gran suma.
Entonces Pablo dijo:
—Pero yo la tengo por nacimiento.
29 Así que, en seguida se retiraron de él los que le iban a interrogar. También el tribuno tuvo temor cuando supo que Pablo era ciudadano romano y que le había tenido atado.
Defensa de Pablo ante el Sanedrín
30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza la verdadera razón por la que era acusado por los judíos, le desató y mandó reunir a todos los principales sacerdotes y a todo el Sanedrín de ellos. Y sacando a Pablo, lo presentó delante de ellos.
23 Entonces Pablo, fijando la vista en el Sanedrín, dijo:
—Hermanos, yo he vivido delante de Dios con toda buena conciencia hasta el día de hoy.
2 Y el sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban a su lado, que le golpearan en la boca. 3 Entonces Pablo dijo:
—¡Dios te ha de golpear a ti, pared blanqueada! Tú estás sentado para juzgarme conforme a la ley; y quebrantando la ley, ¿mandas que me golpeen?
4 Los que estaban presentes le dijeron:
—¿Insultas tú al sumo sacerdote de Dios?
5 Y Pablo dijo:
—No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás al gobernante de tu pueblo[q].
6 Entonces Pablo, sabiendo que una parte del Sanedrín eran saduceos y la otra parte fariseos, gritó en el Sanedrín:
—Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Es por la esperanza y la resurrección de los muertos que soy juzgado.
7 Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos. La asamblea se dividió, 8 porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus; pero los fariseos afirman todas estas cosas. 9 Se levantó un gran vocerío, y algunos de los escribas del partido de los fariseos se levantaron y contendían diciendo:
—No hallamos ningún mal en este hombre. ¿Y qué hay si un espíritu o un ángel le ha hablado[r]?
10 Como hubo grande disensión, el tribuno, temiendo que Pablo fuese despedazado, mandó a los soldados que bajaran para arrebatarlo de en medio de ellos y llevarlo a la fortaleza.
11 A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: “Sé valiente, Pablo, pues así como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”.
Complot para asesinar a Pablo
12 Cuando llegó el día, los judíos tramaron un complot y se juraron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo. 13 Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración. 14 Ellos fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos, y les dijeron:
—Nosotros hemos jurado bajo maldición, que no gustaremos nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. 15 Ahora, pues, ustedes con el Sanedrín soliciten al tribuno que le saque mañana a ustedes, como si tuvieran que investigar su caso con más exactitud. Pero nosotros estaremos preparados para matarle antes de que él llegue.
16 Pero el hijo de la hermana de Pablo oyó hablar de la emboscada. Él fue, entró en la fortaleza y se lo informó a Pablo. 17 Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo:
—Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicarle.
18 Entonces él le tomó, le llevó al tribuno y le dijo:
—El preso Pablo me llamó y me rogó que trajera este joven a ti, porque tiene algo que decirte.
19 El tribuno le tomó de la mano, y llevándolo aparte le preguntó en privado:
—¿Qué es lo que tienes que decirme?
20 Y él dijo:
—Los judíos han acordado rogarte que mañana saques a Pablo al Sanedrín, como si fueran a indagar algo más exacto acerca de él. 21 Pues tú, no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le están preparando una emboscada. Se han jurado bajo maldición que no comerán ni beberán hasta que le hayan asesinado. Ahora están listos, esperando una promesa de parte tuya.
22 Luego el tribuno despidió al joven encargándole:
—No digas a nadie que me has informado de esto.
Pablo es llevado a Cesarea
23 Entonces el tribuno llamó a dos de los centuriones y dijo:
—Para las nueve de la noche[s] preparen doscientos soldados, más setenta de caballería y doscientos lanceros para que vayan a Cesarea.
24 A la vez, ordenó que proveyeran cabalgaduras para que Pablo montara, y le llevaran a salvo al procurador Félix.
25 También escribió una carta en estos términos:
26 Claudio Lisias, al excelentísimo procurador Félix. Saludos.
27 Cuando este hombre fue prendido por los judíos y estaba a punto de ser muerto por ellos, yo le rescaté acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era romano. 28 Queriendo saber el delito por el cual le acusaban, le hice bajar al Sanedrín de ellos. 29 Hallé que era acusado de cuestiones de la ley de ellos, pero sin ninguna acusación de crimen digno de muerte o de prisión. 30 Pero como se me informó que habría un complot contra el hombre, inmediatamente le envié a ti y he informado también a sus acusadores que declaren delante de ti lo que tienen contra él[t].
31 Por tanto, de acuerdo con las órdenes que habían recibido, los soldados tomaron a Pablo y le llevaron de noche a Antípatris. 32 Y al día siguiente, dejando que la caballería siguiera con él, regresaron a la fortaleza. 33 Después de llegar a Cesarea y entregar la carta al procurador, presentaron también a Pablo delante de él.
34 El procurador leyó la carta y le preguntó de qué provincia era. Informado que era de Cilicia, dijo:
35 —Oiré tu causa cuando vengan tus acusadores.
Y mandó que le guardaran en el Pretorio de Herodes.
Pablo acusado ante Félix
24 Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un orador, un cierto Tértulo. Ellos comparecieron delante del procurador contra Pablo. 2 Y al ser llamado este, Tértulo comenzó a acusarle diciendo:
—Puesto que gozamos de mucha paz, gracias a ti, y se están realizando reformas en beneficio de esta nación debido a tu prudencia, 3 oh excelentísimo Félix, siempre y en todo lugar lo aceptamos con toda gratitud. 4 Pero para no molestarte más largamente, te ruego que nos escuches brevemente, conforme a tu equidad. 5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y es promotor de sediciones entre los judíos de todo el mundo y cabecilla de la secta de los nazarenos. 6 Intentó también profanar el templo, pero le prendimos. 7 [u], 8 Al examinarle, tú mismo podrás saber todas estas cosas de las que le acusamos.
9 También los judíos lo confirmaban, alegando que estas cosas eran así.
Defensa de Pablo ante Félix
10 Entonces, cuando el procurador le dio señal para hablar, Pablo contestó:
—Sabiendo que por muchos años has sido juez de esta nación, con confianza expondré mi defensa. 11 Tú puedes cerciorarte de que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar. 12 No me hallaron disputando con nadie en el templo, ni provocando tumultos del pueblo, ni en las sinagogas ni en la ciudad. 13 Tampoco pueden ellos comprobarte las cosas de las que ahora me acusan. 14 Sin embargo, te confieso esto: que sirvo al Dios de mis padres conforme al Camino que ellos llaman secta, creyendo todo lo que está escrito en la Ley y en los Profetas. 15 Tengo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que habrá resurrección de los justos y de los injustos. 16 Y por esto yo me esfuerzo siempre por tener una conciencia sin remordimiento delante de Dios y los hombres.
17 »Pasados muchos años, vine para presentar donativos y ofrendas a mi nación. 18 Mientras hacía esto, unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo (no en tumulto ni con alboroto). 19 Ellos deberían comparecer delante de ti y traer acusaciones, si es que tienen algo contra mí. 20 O que digan estos mismos qué delito hallaron cuando comparecí ante el Sanedrín, 21 salvo que cuando estuve entre ellos lancé este grito: “¡Con respecto a la resurrección de los muertos yo soy juzgado hoy por ustedes!”[v].
22 Entonces Félix, estando bien informado acerca de este Camino, les aplazó diciendo:
—Cuando venga el tribuno Lisias, examinaré su caso.
23 Dio órdenes al centurión de que Pablo fuese custodiado, pero que tuviera algunos privilegios y que no se impidiera a ninguno de los suyos atenderle.
Prisión de Pablo en Cesarea
24 Algunos días después, vino Félix con Drusila su esposa, que era judía. Mandó traer a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Cristo Jesús. 25 Cuando Pablo disertaba de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se llenó de miedo y respondió:
—Por ahora, vete; pero cuando tenga oportunidad, te llamaré.
26 A la vez, Félix esperaba también que se le diera algún dinero de parte de Pablo. Por eso le hacía venir con frecuencia y hablaba con él. 27 Pero al cabo de dos años, Félix recibió como sucesor a Porcio Festo, y queriéndose congraciar con los judíos, Félix dejó preso a Pablo.
Pablo apela al César
25 Tres días después de haber asumido el mando de la provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. 2 Entonces los principales sacerdotes y los dirigentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaban 3 pidiendo contra él, el favor de que le hiciera traer a Jerusalén. Mientras tanto, ellos preparaban una emboscada para asesinarle en el camino. 4 Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, y que en breve él mismo partiría para allá. 5 Dijo:
—Los que puedan de entre ustedes desciendan conmigo; y si hay alguna falta en este hombre, acúsenle.
6 Después de detenerse entre ellos no más de ocho o diez días, descendió a Cesarea; y al día siguiente, se sentó en el tribunal y mandó que Pablo fuera traído. 7 Cuando llegó, le rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, haciendo muchas y graves acusaciones contra él, las cuales no podían probar; 8 mientras que Pablo decía en su defensa:
—En nada he pecado, ni contra la ley de los judíos, ni contra el pueblo, ni contra el César.
9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondió a Pablo y dijo:
—¿Quieres subir a Jerusalén para ser juzgado allí delante de mí acerca de estas cosas?
10 Pablo respondió:
—Ante el tribunal del César estoy, donde me corresponde ser juzgado. A los judíos no he hecho ninguna injusticia, como tú muy bien lo sabes. 11 Si estoy haciendo alguna injusticia o si he hecho alguna cosa digna de muerte, no rehúso morir; pero si no hay nada de cierto en las cosas de las que estos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Yo apelo al César.
12 Entonces Festo, habiendo consultado con el consejo, respondió:
—Al César has apelado. ¡Al César irás!
Agripa considera el caso de Pablo
13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice fueron a Cesarea para saludar a Festo. 14 Como pasaban allí muchos días, Festo presentó al rey el caso de Pablo, diciendo:
—Hay cierto hombre que ha sido dejado preso por Félix, 15 con respecto a quien se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos cuando subí a Jerusalén, pidiendo sentencia contra él. 16 A ellos les respondí que no es costumbre de los romanos entregar a ningún hombre antes que el acusado tenga presentes a sus acusadores y tenga oportunidad de hacer su defensa contra la acusación. 17 Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna demora, al día siguiente, me senté en el tribunal y mandé traer al hombre. 18 Pero cuando se presentaron los acusadores, no trajeron ninguna acusación con respecto a él, de los crímenes[w] que yo sospechaba. 19 Solamente tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su propia religión y de un cierto Jesús, ya fallecido, de quien Pablo afirmaba que está vivo. 20 Yo, vacilante con semejante caso, le preguntaba si quería ir a Jerusalén y ser juzgado por estas cosas allí. 21 Pero como Pablo apeló a quedar bajo custodia para la decisión de Augusto, mandé que le guardaran hasta que yo le enviara al César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo:
—Yo también quisiera oír al hombre.
Y él dijo:
—Mañana le oirás.
Pablo testifica ante el rey Agripa
23 Así que al día siguiente vinieron Agripa y Berenice con mucha pompa, y después que entraron en la sala de audiencias con los tribunos y los principales de la ciudad, fue traído Pablo por mandato de Festo. 24 Entonces Festo dijo:
—Rey Agripa, y todos los hombres aquí presentes con nosotros: Miren a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos ha recurrido a mí, tanto en Jerusalén como aquí, clamando a gritos que él no debe vivir más. 25 Pero yo hallé que él no había hecho ninguna cosa digna de muerte, y habiendo apelado él mismo a Augusto, he determinado enviarle. 26 Pero no tengo nada de cierto que escribir a mi señor acerca de él. Por esto le he traído ante ustedes, y especialmente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, yo tenga algo que escribir. 27 Porque me parece una cosa no razonable enviar un preso sin indicar también las acusaciones contra él.
26 Luego Agripa dijo a Pablo:
—Se te permite hablar por ti mismo.
Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su defensa:
2 —Me tengo por dichoso que haya de exponer hoy mi defensa delante de ti, oh rey Agripa, acerca de todas las cosas de las que soy acusado por los judíos; 3 mayormente por ser tú conocedor de todas las costumbres y cuestiones de los judíos. Por lo tanto, te ruego que me escuches con paciencia.
4 »Mi manera de vivir, desde mi juventud, la cual pasé desde el comienzo entre los de mi nación en Jerusalén, la conocen todos los judíos. 5 Ellos me conocen desde antes, si quisieran testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión viví como fariseo. 6 Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres, 7 promesa que esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo constantemente día y noche. ¡Por la misma esperanza soy acusado por los judíos, oh rey! 8 ¿Por qué se juzga increíble entre ustedes que Dios resucite a los muertos?
9 »Pues yo, a la verdad, había pensado que debía hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10 y esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido autorización de los principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los santos; y cuando les mataban, yo di mi voto contra ellos. 11 Muchas veces, castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.
12 »En esto estaba ocupado cuando iba a Damasco con autorización y comisión de los principales sacerdotes[x]. 13 En el camino a mediodía, oh rey, vi que desde el cielo una luz, más resplandeciente que el sol, alumbró alrededor de mí y de los que viajaban conmigo. 14 Habiendo caído todos nosotros a tierra, oí una voz que me decía en lengua hebrea: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Dura cosa te es dar coces contra el aguijón!”. 15 Entonces yo dije: “¿Quién eres, Señor?”. Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque te he aparecido para esto: para constituirte en ministro y testigo de las cosas que has visto de mí y de aquellas en que apareceré a ti. 17 Yo te libraré del pueblo y de los gentiles, a los cuales ahora yo te envío 18 para abrir sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por la fe en mí”.
19 »Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial. 20 Más bien, primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
21 »A causa de esto, los judíos me prendieron en el templo e intentaron matarme. 22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23 que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
24 Mientras él decía estas cosas en su defensa, Festo le dijo a gran voz:
—¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco!
25 Pero Pablo dijo:
—No estoy loco, oh excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26 Pues el rey, delante de quien también hablo confiadamente, entiende de estas cosas. Porque estoy convencido de que nada de esto le es oculto, pues esto no ha ocurrido en algún rincón. 27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo sé que crees!
28 Entonces Agripa dijo a Pablo:
—¡Por poco me persuades a ser cristiano!
29 Y Pablo dijo:
—¡Quisiera Dios que, por poco o por mucho, no solamente tú sino también todos los que hoy me escuchan fueran hechos como yo, salvo estas cadenas!
30 Entonces[y] se levantaron el rey, el procurador, Berenice y los que se habían sentado con ellos. 31 Y después de retirarse aparte, hablaban los unos con los otros diciendo:
—Este hombre no hace ninguna cosa digna de muerte ni de prisión.
32 Y Agripa dijo a Festo:
—Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado al César.
Pablo se embarca para Roma
27 Cuando se determinó que habíamos de navegar a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. 2 Así que nos embarcamos en una nave adramiteña que salía para los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, un macedonio de Tesalónica.
3 Al otro día, atracamos en Sidón; y Julio, tratando a Pablo con amabilidad, le permitió ir a sus amigos y ser atendido por ellos. 4 Y habiendo zarpado de allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. 5 Después de cruzar por alta mar frente a Cilicia y a Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6 El centurión encontró allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos embarcó en ella.
7 Navegando muchos días despacio, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos impedía, navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. 8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
La tempestad en el mar
9 Puesto que había transcurrido mucho tiempo y se hacía peligrosa la navegación, porque también el Ayuno[z] ya había pasado, Pablo les amonestaba 10 diciendo:
—Hombres, veo que la navegación ha de realizarse con daño y mucha pérdida, no solo de la carga y de la nave, sino también de nuestras vidas.
11 Pero el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía. 12 Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudieran arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar allí.
13 Como sopló una brisa del sur y les pareció que ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta muy de cerca. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euraquilón. 15 Como la nave era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y éramos llevados a la deriva. 16 Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife. 17 Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se dejaban llevar así. 18 Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga; 19 y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco. 20 Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.
21 Entonces, como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo:
—Oh señores, debían haberme escuchado y no haber partido de Creta, para evitar este daño y pérdida. 22 Pero ahora les insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de ustedes, sino solamente la nave. 23 Porque esta noche estuvo conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 y me dijo: “No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. 25 Por tanto, señores, tengan buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho. 26 Pero es necesario que demos en alguna isla.
27 Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra. 28 Echaron la sonda y hallaron cuarenta metros. Pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron treinta metros. 29 Temiendo dar en escollos, echaron las cuatro anclas de la popa y ansiaban el amanecer.
30 Como los marineros procuraban huir de la nave, y echaron el esquife al mar simulando que iban a largar las anclas de la proa, 31 Pablo dijo al centurión y a los soldados:
—Si estos no quedan en la nave, ustedes no podrán salvarse.
32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiera.
33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo animaba a todos a comer algo, diciendo:
—Este es el decimocuarto día que velan y siguen en ayunas sin comer nada. 34 Por tanto, les ruego que coman algo, pues esto es para su salud; porque no perecerá ni un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes.
35 Habiendo dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y partiéndolo comenzó a comer. 36 Y cuando todos recobraron mejor ánimo, comieron ellos también. 37 Éramos en total doscientas setenta y seis personas en la nave. 38 Luego, satisfechos de la comida, aligeraban la nave echando el trigo al mar.
El naufragio en la isla de Malta
39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; pero distinguían una bahía que tenía playa, en la cual, de ser posible, se proponían varar la nave. 40 Cortaron las anclas y las dejaron en el mar. A la vez, soltaron las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa e iban rumbo a la playa. 41 Pero al dar en un banco de arena entre dos corrientes, hicieron encallar la nave. Al enclavarse la proa, quedó inmóvil, mientras la popa se abría por la violencia de las olas.
42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se escapara nadando; 43 pero el centurión, queriendo librar a Pablo, frustró su intento. Mandó a los que podían nadar que fueran los primeros en echarse para salir a tierra; 44 y a los demás, unos en tablas, y otros en objetos de la nave. Así sucedió que todos llegaron salvos a tierra.
Experiencias de Pablo en Malta
28 Una vez a salvo, supimos luego que la isla se llamaba Malta. 2 Los nativos nos trataron con no poca amabilidad, pues nos recibieron a todos y encendieron un fuego a causa de la lluvia que caía y del frío.
3 Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía del calor. 4 Cuando los nativos vieron la serpiente colgada de su mano, se decían unos a otros: “¡Seguramente este hombre es homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!”. 5 Entonces él sacudió la serpiente en el fuego, pero no padeció ningún mal. 6 Mientras tanto, ellos esperaban que comenzara a hincharse o que cayera muerto de repente. Pero al pasar mucho tiempo esperando y al ver que no le pasaba nada malo, cambiaron de parecer y decían que era un dios.
7 En aquellos lugares estaban las propiedades del hombre principal de la isla, que se llamaba Publio. Este nos recibió y nos hospedó de manera amistosa por tres días. 8 Aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo entró a donde él estaba, y después de orar, le impuso las manos y le sanó.
9 Después que sucedió esto, los demás de la isla que tenían enfermedades también venían a él y eran sanados. 10 También ellos nos honraron con muchos obsequios, y antes que zarpáramos, nos abastecieron de las cosas necesarias.
Pablo llega a Roma
11 Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a los dioses Dióscuros[aa]. 12 Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos allí tres días. 13 De allí, costeando alrededor, fuimos a Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al segundo día a Puteoli. 14 Allí hallamos hermanos y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a Roma.
15 Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo. 16 Cuando llegamos a Roma[ab], a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba.
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