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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
1 Samuel 28:20 - 2 Samuel 12:10

20 Saúl cayó de repente al suelo, todo lo largo que era, muy impresionado por las palabras de Samuel y además agotado porque no había podido comer nada en todo el día y toda la noche. 21 La mujer se acercó a él y, al verlo tan asustado, le dijo:

— Mira, esta servidora te ha obedecido y ha arriesgado su vida por obedecer tus órdenes. 22 Escucha ahora tú a esta servidora. Voy a traerte algo de comida para que comas, recuperes las fuerzas y puedas reanudar tu camino.

23 Saúl se negó:

— No quiero comer.

Pero sus criados y la mujer le insistieron y finalmente obedeció, se levantó del suelo y se sentó en el diván. 24 La mujer se apresuró a matar un ternero rollizo que tenía en casa; tomó harina, la amasó y coció panes sin levadura. 25 Luego se los sirvió a Saúl y a sus servidores, que comieron y se pusieron en camino aquella misma noche.

David, excluido de la batalla contra Israel

29 Los filisteos concentraron todas sus tropas en Afec, mientras los israelitas estaban acampados en la fuente de Jezrael. Los jefes filisteos desfilaban encabezando escuadrones de cien y de mil soldados, mientras David y sus hombres desfilaban en retaguardia junto a Aquís. Los jefes filisteos preguntaron:

— ¿Qué hacen aquí esos hebreos?

Y Aquís les respondió:

— Este es David, súbdito de Saúl, el rey de Israel, que lleva conmigo un par de años y desde el día que vino a mí hasta hoy no he encontrado nada que reprocharle.

Pero los jefes filisteos se enfadaron con él y le dijeron:

— Ordénale que regrese al lugar que le asignaste y que no nos acompañe en la batalla, no sea que nos traicione en el fragor del combate. Podría buscar reconciliarse con su señor a costa de las cabezas de nuestros hombres. ¿No es este el David al que cantaban bailando aquello de “Saúl mató a mil y David a diez mil”?

Entonces Aquís llamó a David y le dijo:

— ¡Vive el Señor! que eres un hombre recto y me agrada tu forma de comportarte conmigo en el campamento. Yo no he encontrado nada que reprocharte desde que viniste a mí hasta el presente; pero a los jefes filisteos no les caes bien. Así que regresa en paz y no hagas nada que les desagrade.

Y David le replicó:

— Pero, ¿qué he hecho yo? ¿En qué te he fallado desde el día en que me presenté a ti hasta hoy? ¿Por qué no puedo ir yo a combatir contra los enemigos de mi señor el rey?

Aquís le respondió:

— De sobra sé que para mí has sido como un enviado de Dios. Pero los jefes filisteos no quieren que nos acompañes en la batalla. 10 Así que mañana por la mañana tú y los servidores que te acompañan se levantarán temprano y, al clarear el día, se marcharán.

11 David y sus hombres madrugaron y regresaron temprano a territorio filisteo, mientras que los filisteos subían hacia Jezrael.

David contra los amalecitas

30 Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag, dos días después, los amalecitas habían hecho una incursión por el Négueb y Siclag, habían atacado e incendiado la ciudad y se habían llevado prisioneros a las mujeres, a los pequeños y a los ancianos del lugar. Aunque no habían matado a nadie, se los habían llevado y habían seguido su camino. Cuando David y sus hombres llegaron a la ciudad y vieron que había sido incendiada, y que sus mujeres, hijos e hijas habían sido hechos prisioneros, se pusieron a gritar y a llorar, hasta quedarse sin fuerzas. También habían capturado a las dos mujeres de David, Ajinoán, la de Jezrael, y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel.

David estaba muy preocupado, porque la gente, afligida por sus hijos e hijas, hablaba de apedrearlo. Pero, reconfortado por el Señor, su Dios, pidió al sacerdote Abiatar, hijo de Ajinoán:

— Tráeme el efod.

Abiatar le llevó el efod y David consultó al Señor:

— ¿Puedo perseguir a esa banda? ¿Los alcanzaré?

El Señor le respondió:

— Persíguela, porque los alcanzarás y liberarás a los prisioneros.

David partió, acompañado de seiscientos hombres, y llegaron al arroyo de Besor donde algunos se quedaron. 10 Entonces David continuó la persecución con cuatrocientos hombres. Los otros doscientos se quedaron allí, pues estaban demasiado fatigados para cruzar el arroyo de Besor. 11 Encontraron a un egipcio por el campo y se lo llevaron a David. Luego le dieron pan para comer y agua para beber. 12 Le dieron también una torta de higos y dos racimos de pasas. Él comió y se sintió reanimado, pues llevaba tres días y tres noches sin comer ni beber nada. 13 Entonces David le preguntó:

— ¿De quién eres y de dónde vienes?

El muchacho egipcio contestó:

— Soy esclavo de un amalecita. Mi amo me ha abandonado, porque caí enfermo hace tres días. 14 Habíamos hecho una incursión al sur de los quereteos, de Judá y de Caleb, y hemos incendiado Siclag.

15 David le preguntó:

— ¿Puedes llevarme hasta esa banda?

El muchacho respondió:

— Si me juras por Dios que no me matarás ni me entregarás a mi amo, te llevaré hasta esa banda.

16 Él los llevó y los encontraron desperdigados por el campo, comiendo, bebiendo y celebrando el gran botín capturado en territorio filisteo y en Judá. 17 David los estuvo atacando desde el amanecer hasta el atardecer y no escapó ninguno, a excepción de cuatrocientos muchachos que agarraron los camellos y huyeron. 18 David recuperó todo lo que se habían llevado los amalecitas y rescató a sus dos mujeres. 19 No les faltó nada, pues David lo recuperó todo: del mayor al más pequeño, los hijos y las hijas, el botín y todo lo que les habían quitado. 20 También se apoderó David de todos los rebaños de ovejas y vacas. Los que iban delante conduciendo aquel rebaño decían:

— Este es el botín de David.

21 Cuando David llegó adonde estaban los doscientos hombres que por desfallecimiento no habían podido acompañarlo y se habían quedado en el arroyo de Besor, estos salieron a recibir a David y a la gente. David se acercó a ellos y los saludó. 22 Pero algunos de los que habían acompañado a David, gente desalmada y ruin, dijeron:

— Como no han venido con nosotros, no tendrán parte del botín recuperado. Que cada cual tome a su mujer y a sus hijos y se marche.

23 Pero David replicó:

— No pueden hacer eso, hermanos, pues ha sido el Señor quien nos lo ha dado; él nos ha protegido y nos ha entregado la banda que nos había atacado. 24 Nadie tendrá en cuenta su parecer en este asunto, y tanto el que entra en combate como el que guarda el equipaje, tendrá la misma parte.

25 Y desde aquel día hasta el presente esto ha sido norma y costumbre en Israel.

26 Cuando David llegó a Siclag, envió parte del botín a los ancianos de Judá, compatriotas suyos, con estas palabras:

— Aquí tienen un regalo del botín capturado a los enemigos del Señor.

27 Lo mismo hizo con los de Betul, con los de Ramot Négueb y con los de Jatir; 28 con los de Aroer, los de Sifemot, los de Estemoa 29 y los de Racal; así como con las ciudades de Jerajmel y las ciudades quenitas; 30 con los de Jormá, Borasán, Atac, 31 Hebrón y con todos los lugares por donde habían estado David y sus hombres.

La muerte de Saúl (1 Sm 31—2 Sm 1)

Derrota de Israel y muerte de Saúl (1 Cr 10,1-12)

31 Los filisteos lucharon contra Israel y los israelitas se dieron a la fuga ante ellos y cayeron heridos de muerte en el monte Guilboa. Los filisteos acosaron a Saúl y a sus hijos, dando muerte a Jonatán, Abinadab y Malquisúa, los hijos de Saúl. El peso del combate recayó entonces sobre Saúl. Cuando los arqueros lo descubrieron, se puso a temblar al verlos y le dijo a su escudero:

— Desenvaina tu espada y atraviésame antes de que vengan esos incircuncisos y me atraviesen ellos, ensañándose conmigo.

Pero el escudero se negó, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl empuñó su espada y se arrojó sobre ella. Cuando el escudero vio que Saúl había muerto, también él se arrojó sobre su espada y murió con Saúl. Y así murieron juntos aquel día Saúl, sus tres hijos, su escudero y todos sus hombres.

Cuando los israelitas que vivían al otro lado del valle y en Transjordania vieron que los israelitas habían huido y que Saúl y sus hijos habían muerto, huyeron también, abandonando sus ciudades. Entonces los filisteos llegaron y las ocuparon.

Al día siguiente, cuando los filisteos fueron a despojar a los muertos, encontraron a Saúl y a sus tres hijos, caídos en el monte Guilboa. Le cortaron la cabeza, le quitaron sus armas y enviaron mensajeros por todo el territorio filisteo, publicando la noticia por los templos de sus ídolos y entre el pueblo. 10 Luego pusieron las armas de Saúl en el templo de Astarté y colgaron su cadáver en las murallas de Betsán.

11 Cuando los habitantes de Jabés de Galaad se enteraron de lo que los filisteos habían hecho con Saúl, 12 los más valientes reaccionaron, caminaron durante toda la noche y descolgaron de la muralla de Betsán los cadáveres de Saúl y de sus hijos. Luego regresaron a Jabés y los quemaron allí. 13 Después enterraron sus huesos bajo el tamarisco de Jabés y guardaron ayuno durante siete días.

David recibe la noticia de la muerte de Saúl

Después de la muerte de Saúl, David había vuelto a Siclag tras derrotar a los amalecitas y estuvo allí dos días. Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa destrozada y la cabeza cubierta de polvo. Cuando llegó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia. David le preguntó:

— ¿De dónde vienes?

Y él le contestó:

— He logrado escapar del campamento israelita.

David le dijo:

— ¿Qué ha sucedido? Cuéntamelo.

Y él respondió:

— La tropa ha huido de la batalla y ha habido muchas bajas y muchos muertos entre la gente. También han muerto Saúl y su hijo Jonatán.

David preguntó al muchacho que le informaba:

— ¿Cómo sabes que Saúl y su hijo Jonatán han muerto?

El muchacho le contestó:

— Yo me encontraba casualmente en el monte Guilboa, cuando vi a Saúl apoyado sobre su lanza y acosado por los carros y los jinetes. Entonces se volvió y, al verme, me llamó; y yo me puse a sus órdenes. Luego me preguntó quién era y yo le respondí que era un amalecita. Después me dijo: “Por favor, acércate y remátame, porque estoy agonizando y no acabo de morir”. 10 Así que me acerqué y lo rematé, pues comprendí que no sobreviviría a su caída. Luego tomé la corona de su cabeza y el brazalete de su brazo y se los traigo aquí a mi señor.

11 Entonces David rasgó sus vestiduras, al igual que sus hombres. 12 Hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, pues habían caído a espada. 13 Luego David dijo al muchacho que le había traído la noticia:

— ¿De dónde eres?

Él respondió:

— Soy hijo de un emigrante amalecita.

14 David le dijo:

— ¿Y cómo es que te has atrevido a levantar tu mano para matar al ungido del Señor?

15 David llamó a uno de sus muchachos y le ordenó:

— Acércate y ejecútalo.

Él lo golpeó y lo mató.

16 David añadió:

— ¡Eres responsable de tu propia muerte! Tú mismo te has delatado al confesar que habías matado al ungido del Señor.

Elegía por Saúl y Jonatán

17 David entonó entonces esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán, 18 mandando que la aprendiesen los habitantes de Judá. Está escrita en el Libro del Justo:

19 ¡Ay, Israel,
tu gloria quedó herida en las alturas!
¡Cómo han caído los héroes!
20 No lo cuenten en Gat,
no lo anuncien por las calles de Ascalón,
para que no se alegren las muchachas filisteas,
ni lo festejen las hijas de los incircuncisos.
21 Montes de Guilboa,
no caiga sobre ustedes ni lluvia ni rocío.
Campos baldíos,
sobre los que se quebró el escudo de los héroes.
Escudo de Saúl, no untado con aceite,
22 sino con la sangre de vencidos,
con la grasa de los héroes;
arco de Jonatán, que jamás retrocedía;
espada de Saúl, que nunca se envainaba limpia.
23 Saúl y Jonatán, amados y queridos,
ni la vida ni la muerte los pudieron separar,
más rápidos que águilas,
más fieros que leones.
24 Mujeres israelitas, lloren por Saúl,
que las vistió de púrpura y de joyas,
que adornó con oro sus mantos.
25 ¡Cómo han caído los héroes
en el fragor del combate!
¡Jonatán, herido en tus alturas!
26 ¡Qué pena me has dejado,
hermano mío, Jonatán!
¡Me eras tan querido!
Tu amor me era más dulce
que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los héroes!
¡Las armas de la guerra han sucumbido!

IV.— DAVID, REY DE JUDÁ E ISRAEL (2—8)

La unión de los dos reinos (2,1—5,5)

David, rey en Hebrón

Después de esto, David consultó al Señor:

— ¿Puedo ir a alguna ciudad de Judá?

El Señor le contestó:

— Sí.

David preguntó:

— ¿A cuál debo ir?

Y el Señor respondió:

— A Hebrón.

David marchó a Hebrón con sus dos mujeres: Ajinoán, la de Jezrael, y Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel. Llevó también a sus hombres con sus familias y se establecieron en las aldeas de Hebrón.

Después llegaron los de Judá y ungieron allí a David como rey de Judá. Luego le informaron:

— Los de Jabés de Galaad son los que han enterrado a Saúl.

Entonces David envió unos mensajeros a los de Jabés de Galaad para decirles:

— Que el Señor los bendiga por la compasión que han demostrado hacia Saúl, su señor, dándole sepultura. Que el Señor los trate con compasión y lealtad; yo, por mi parte, también los recompensaré por la buena acción que han realizado. Ahora recobren el ánimo y sean fuertes, pues aunque ha muerto Saúl, su señor, la casa de Judá me ha ungido a mí para que sea su rey.

Pero Abner, hijo de Ner y jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbóset, hijo de Saúl, se lo llevó a Majanáin y lo nombró rey de Galaad, de Aser, de Jezrael, de Efraín, de Benjamín y de todo Israel. 10 Cuarenta años tenía Isbóset, el hijo de Saúl, cuando comenzó a reinar sobre Israel y reinó durante dos años. Sólo Judá siguió a David. 11 David reinó sobre Judá en Hebrón durante siete años y seis meses.

Guerra entre Judá e Israel

12 Abner, hijo de Ner, salió de Majanáin con los súbditos de Isbóset, el hijo de Saúl, en dirección a Gabaón. 13 Por su parte, Joab, hijo de Seruyá, también salió con los súbditos de David, y se encontraron junto a la alberca de Gabaón. Se colocaron allí, unos a un lado de la alberca y los otros al otro lado.

14 Entonces Abner propuso a Joab:

— Que se adelanten los jóvenes y luchen ante nosotros.

Joab respondió:

— De acuerdo.

15 Así que se adelantaron doce muchachos de Benjamín, por parte de Isbóset, hijo de Saúl, y otros doce de los súbditos de David. 16 Cada cual agarró por la cabeza a su adversario y le hundió la espada en las costillas, de suerte que cayeron todos muertos a la vez. Y aquel paraje de Gabaón fue llamado Campo de las Costillas. 17 Aquel día la lucha fue muy violenta. Abner y los israelitas fueron derrotados por la gente de David. 18 Estaban allí los tres hijos de Seruyá: Joab, Abisay y Asael. Asael corría como un ciervo en campo abierto, 19 y se lanzó en persecución de Abner sin desviarse lo más mínimo de su objetivo. 20 Abner miró hacia atrás y preguntó:

— ¿Eres Asael?

Él contestó:

— Sí.

21 Abner le dijo:

— Desvíate a cualquier lado, agarra a alguno de los muchachos y quédate con sus despojos.

Pero Asael no quiso dejar de perseguirlo. 22 Abner le insistió:

— Deja ya de perseguirme o me obligarás a aplastarte. Y luego, ¿con qué cara me presento ante tu hermano Joab?

23 Pero Asael no quiso apartarse y entonces Abner le clavó en el vientre la empuñadura de su lanza y le salió por la espalda. Y allí mismo cayó muerto. Todos los que llegaban al lugar donde Asael había caído muerto se detenían. 24 Joab y Abisay se lanzaron en persecución de Abner y al ponerse el sol llegaron a Amá, frente a Guiaj, en el camino del desierto de Gabaón. 25 Los benjaminitas se reagruparon tras Abner y se detuvieron, cerrando filas, en lo alto de la colina. 26 Entonces Abner gritó a Joab:

— ¿Es que la espada no va a dejar de hacer estragos? ¿No sabes que al final todo será amargura? ¿Cuándo vas a decirle a la gente que deje de perseguir a sus hermanos?

27 Joab respondió:

— Te juro por Dios que, si no hubieras hablado, mi gente habría seguido persiguiendo a sus hermanos hasta el amanecer.

28 Inmediatamente Joab tocó el cuerno y toda la gente se detuvo, dejaron de perseguir a los israelitas y cesó el combate. 29 Abner y sus hombres caminaron por la Arabá toda aquella noche, cruzaron el Jordán y, después de caminar durante toda la mañana, llegaron a Majanáin. 30 Por su parte, Joab dejó de perseguir a Abner y reunió a toda la tropa. De los súbditos de David faltaban diecinueve hombres, además de Asael. 31 En cambio, los súbditos de David habían matado a trescientos sesenta benjaminitas de los hombres de Abner. 32 Se llevaron a Asael y lo enterraron en la sepultura familiar, en Belén. Luego Joab y sus hombres caminaron durante toda la noche y amanecieron en Hebrón.

La guerra entre las familias de Saúl y David se prolongó; pero mientras David se hacía cada día más fuerte, la familia de Saúl se iba debilitando.

Hijos de David en Hebrón

Los hijos que David tuvo en Hebrón fueron: Amnón, su primogénito, de Ajinoán, la de Jezrael; el segundo, Quilab, de Abigail, la mujer de Nabal, el de Carmel; el tercero, Absalón, hijo de Maacá, la hija de Tolmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de Jaguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital; y el sexto Jitreán, de Eglá, la mujer de David. Todos estos fueron los hijos que le nacieron a David en Hebrón.

Negociaciones y asesinato de Abner

Mientras duró la guerra entre las familias de Saúl y de David, Abner fue afianzando su posición entre la familia de Saúl.

Saúl había tenido una concubina, llamada Rispá, hija de Ayá. E Isbóset preguntó a Abner:

— ¿Por qué te has acostado con la concubina de mi padre? Abner se enfadó mucho por aquella pregunta de Isbóset y le contestó:

— ¿Acaso me tomas por un perro judaíta? He trabajado fielmente con la casa de Saúl, tu padre, con sus hermanos y amigos, y no te he entregado en poder de David, ¿y ahora me echas en cara un delito con esa mujer? Pues que Dios me castigue, si no hago que se cumpla lo que el Señor juró a David: 10 arrebatar la realeza a la familia de Saúl y consolidar el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba.

11 Isbóset fue incapaz de responderle nada a Abner, porque le tenía miedo. 12 Entonces Abner envió unos mensajeros a proponer en su nombre a David:

— ¿De quién es el país? Haz un pacto conmigo y yo te ayudaré a poner a todo Israel de tu parte.

13 David respondió:

— Está bien. Haré un pacto contigo. Sólo te pongo una condición: no te recibiré si, cuando vengas a verme, no me traes a Mical, la hija de Saúl. 14 David, además, envió mensajeros a decir a Isbóset, el hijo de Saúl:

— Devuélveme a mi mujer Mical, con la que me casé a cambio de cien prepucios de filisteos.

15 Entonces Isbóset mandó quitársela a su marido Paltiel, hijo de Lais. 16 Su marido salió con ella y fue llorando detrás hasta Bajurín. Abner le dijo:

— Anda, vuélvete ya.

Y él se volvió.

17 Abner habló con los ancianos de Israel y les dijo:

— Desde hace algún tiempo están intentando que David sea su rey. 18 Pues ahora pueden conseguirlo, porque el Señor ha dicho a propósito de David: “Por medio de mi siervo David salvaré a mi pueblo Israel del poder de los filisteos y de todos sus enemigos”.

19 Abner habló también con los de Benjamín y luego fue a Hebrón a comunicarle a David el parecer de Israel y de Benjamín. 20 Cuando Abner, escoltado por veinte hombres, llegó a Hebrón para hablar con David, este les ofreció un banquete a él y a sus acompañantes. 21 Luego Abner dijo a David:

— Ahora me iré a reunir a todo Israel ante el rey, mi señor, para que hagan un pacto contigo y puedas ser rey, como deseas.

David despidió a Abner y él se marchó en paz.

22 Los soldados de David venían con Joab de una expedición, trayendo consigo un gran botín. Abner ya no estaba con David en Hebrón, pues lo había despedido y se había marchado en paz. 23 Cuando llegaron Joab y la tropa que lo acompañaba, les contaron que Abner, el hijo de Ner, había venido a ver al rey y que este lo había despedido y le había dejado irse en paz. 24 Entonces Joab se presentó al rey y le dijo:

— ¿Qué has hecho? Resulta que Abner viene a ti, ¡y tú lo dejas marchar tan tranquilo! 25 ¿Acaso no sabes que Abner, el hijo de Ner, ha venido para engañarte, para espiar tus movimientos y para conocer todo lo que haces?

26 Cuando Joab salió de hablar con David, envió unos mensajeros tras Abner, que lo hicieron volver desde el pozo de Sirá, sin que David se enterara. 27 Cuando Abner volvió a Hebrón, Joab se lo llevó aparte, junto a la puerta de la ciudad, como para hablar con él en privado, y allí mismo lo hirió en el vientre y lo mató para vengar a su hermano Asael. 28 Inmediatamente después, David se enteró y dijo:

— ¡Yo y mi reino somos inocentes ante el Señor y para siempre de la sangre de Abner, el hijo de Ner! 29 ¡Que la culpa recaiga sobre la cabeza de Joab y sobre toda su familia! ¡Que nunca falten en su casa quienes padezcan flujos de sangre o lepra, quienes manejen el huso, quienes mueran a espada o carezcan de alimento!

30 Joab y su hermano Abisay habían matado a Abner, porque este les había matado a su hermano en la batalla de Gabaón.

31 David ordenó a Joab y a todos sus acompañantes:

— Rásguense las vestiduras, vístanse con sacos y hagan duelo por Abner.

El rey David iba detrás del féretro. 32 Cuando enterraron a Abner en Hebrón, el rey se puso a gritar y a llorar junto a la tumba de Abner, y también lloró todo el pueblo. 33 Entonces el rey entonó esta elegía por Abner:

¿Tenías que morir, Abner,
de una muerte tan infame?
34 Tus manos estaban libres
y en tus pies no había cadenas.
Caíste como quien cae
a manos de criminales.

Y todo el pueblo siguió llorando por él.

35 Luego se allegaron a David para hacerle comer algo mientras aún fuese de día. Pero David hizo este juramento:

— ¡Que Dios me castigue, si antes de ponerse el sol pruebo pan o alguna otra cosa!

36 Cuando la gente se enteró, a todos les pareció bien, como todo lo que hacía el rey. 37 Y aquel día todo el pueblo y todo Israel quedaron convencidos de que el rey no había tenido nada que ver en el asesinato de Abner, el hijo de Ner. 38 El rey dijo a sus servidores:

— Han de saber que hoy ha caído en Israel un gran jefe. 39 Yo hoy me siento débil, aunque sea el rey ungido, y esa gente, los hijos de Seruyá, son más fuertes que yo. ¡Que el Señor les dé su merecido por su maldad!

Asesinato de Isbóset

Cuando Isbóset, el hijo de Saúl, se enteró de la muerte de Abner en Hebrón, quedó abatido y cundió la alarma en todo Israel. Isbóset tenía dos jefes de banda: uno se llamaba Baaná y el otro Recab, hijos de Rimón de Beerot, de la tribu de Benjamín, pues también Beerot forma parte de Benjamín. Los de Beerot huyeron a Guitáin y allí siguen como emigrantes hasta el día de hoy.

Por otra parte, Jonatán, el hijo de Saúl, tenía un hijo parapléjico. Tenía cinco años cuando llegó de Jezrael la noticia de la muerte de Saúl y Jonatán. La nodriza lo tomó en brazos para huir, pero con las prisas de la huida el niño cayó y quedó cojo. Se llamaba Mefibóset Recab y Baaná, los hijos de Rimón de Beerot, partieron y a la hora más calurosa del día llegaron a la casa de Isbóset, que estaba durmiendo la siesta. La portera se había quedado dormida, mientras limpiaba el trigo, por lo que Recab y su hermano Baaná pasaron sin ser vistos. Entraron en la casa, mientras Isbóset dormía en el lecho de su habitación, lo hirieron mortalmente y lo decapitaron. Luego tomaron la cabeza y caminaron por la Arabá durante toda la noche. Llevaron la cabeza de Isbóset a David, a Hebrón, y dijeron al rey:

— Aquí tienes la cabeza de Isbóset, el hijo de Saúl, tu enemigo que intentó matarte. El Señor ha concedido al rey, mi señor, vengarse hoy de Saúl y de su descendencia.

Pero David respondió a Recab y a su hermano Baaná, hijos de Rimón de Beerot:

— ¡Vive el Señor que ha salvado mi vida de todo peligro! 10 Si al que me anunció la muerte de Saúl, creyendo que me daba una buena noticia, yo lo detuve y lo hice matar en Siclag, pagándole así su buena noticia, 11 ahora que ustedes, unos desalmados, han matado a un hombre inocente en su propia casa y en su misma cama, ¡les haré pagar su muerte y los borraré del mapa!

12 A una orden de David, sus soldados los mataron, les cortaron las manos y los pies y los colgaron junto a la alberca de Hebrón. Luego recogieron la cabeza de Isbóset y la enterraron en la sepultura de Abner, en Hebrón.

David, rey de Israel (1 Cr 11,1-3)

Todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y a decirle:

— Nosotros somos de tu misma raza. Ya antes, aunque Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías a Israel. Además, el Señor te dijo: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”.

Todos los ancianos de Israel llegaron a Hebrón ante el rey, y David hizo con ellos un pacto ante el Señor en Hebrón. Luego ungieron a David como rey de Israel. David tenía treinta años cuando comenzó a reinar y reinó durante cuarenta años: en Hebrón reinó durante siete años y medio sobre Judá, y en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre Israel y Judá.

La consolidación del reino unificado (5,6—8,18)

Conquista de Jerusalén (1 Cr 11,4-10; 14,1-2)

El rey y sus hombres marcharon hacia Jerusalén, contra los jebuseos, habitantes de la región. Estos le dijeron:

— No entrarás aquí. Hasta los ciegos y los cojos te lo impedirán.

Pues pensaban que David no entraría. Pero David conquistó la fortaleza de Sión, la llamada Ciudad de David. Aquel mismo día había dicho:

— El que quiera matar al jebuseo, incluidos los ciegos y los cojos que son enemigos de David, que se acerque por el canal.

Y de ahí viene el dicho: “Ni ciegos ni cojos entrarán en el Templo”. David se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Luego construyó un muro alrededor, desde el terraplén hasta el palacio. 10 David iba haciéndose cada día más poderoso, pues el Señor, Dios del Universo estaba con él.

11 Jirán, rey de Tiro, envió emisarios a David con madera de cedro, carpinteros y canteros, para construirle un palacio. 12 Entonces David comprendió que el Señor lo había consolidado como rey de Israel y que hacía prosperar su reino por amor a su pueblo Israel.

Hijos de David en Jerusalén (1 Cr 14,3-7)

13 Después de abandonar Hebrón, David tomó en Jerusalén otras concubinas y esposas, que le dieron nuevos hijos e hijas. 14 He aquí los nombres de los hijos que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, 15 Jibjar, Elisúa, Néfeg, Jafía, 16 Elisamá, Elyadá y Elifélet.

Victorias sobre los filisteos (1 Cr 14,8-16)

17 Cuando los filisteos oyeron que habían ungido a David como rey de Israel, subieron todos para atacarlo. David se enteró y bajó a la fortaleza. 18 Los filisteos llegaron y ocuparon el valle de Refaín. 19 Entonces David consultó al Señor:

— ¿Debo atacar a los filisteos? ¿Me los vas a entregar?

El Señor le respondió:

— Atácalos, que yo los pondré en tus manos.

20 David llegó a Baal Perasín y allí los derrotó. Entonces dijo:

— El Señor me ha abierto una brecha entre los enemigos como una vía de agua.

Por eso aquel lugar se llama Baal Perasín. 21 Los filisteos abandonaron allí a sus dioses y David y sus hombres los recogieron.

22 Los filisteos volvieron a insistir y ocuparon el valle de Refaín. 23 David consultó al Señor que le respondió:

— No ataques de frente. Primero rodéalos por detrás y luego atácalos por el lado de las moreras. 24 Cuando oigas rumor de pasos por encima de las moreras, entonces lánzate al ataque, pues en ese momento el Señor saldrá delante de ti para derrotar al ejército filisteo.

25 David actuó tal y como el Señor le había ordenado y derrotó a los filisteos desde Gabaón hasta la entrada de Guézer.

Traslado del Arca a Jerusalén (1 Cr 13,5-14; 16,1-3)

David volvió a reunir a lo más selecto de Israel en número de treinta mil hombres y se dispuso a partir con toda la gente que lo acompañaba a Baalá de Judá para traer de allí el Arca de Dios, sobre la que se invoca el nombre del Señor del universo, entronizado sobre querubines. Cargaron el Arca de Dios en una carreta nueva y la sacaron de la casa de Abinadab, en la colina. Uzá y Ajió, los hijos de Abinadab, conducían la carreta con el Arca de Dios y Ajió marchaba delante del Arca. David y todo Israel iban bailando ante el Señor y cantando al son de cítaras, arpas, panderos, castañuelas y platillos. Cuando llegaron a la era de Nacón, los bueyes tropezaron y Uzá echó mano al Arca para sujetarla. Pero el Señor se enfureció con Uzá, lo fulminó allí mismo por su atrevimiento y murió junto al Arca de Dios. David se disgustó porque el Señor había mandado a Uzá a la fosa y llamó a aquel lugar Peres Uzá, nombre que perdura hasta el día de hoy. David sintió miedo del Señor aquel día y se dijo:

— ¿Cómo va a venir conmigo el Arca del Señor?

10 Por ello, David no quiso llevarse consigo el Arca del Señor a la ciudad de David, sino que la llevó a casa de Obededón, el de Gat. 11 El Arca del Señor permaneció tres meses en casa de Obededón, el de Gat, y el Señor lo bendijo a él y a toda su familia.

12 Cuando informaron al rey David que el Señor había bendecido a la familia de Obededón y toda su hacienda a causa del Arca de Dios, entonces David fue a trasladar el Arca de Dios de la casa de Obededón a la ciudad de David con gran alegría. 13 Cuando los que llevaban el Arca del Señor avanzaron seis pasos, sacrificó un toro y un ternero cebado. 14 David, vestido con una túnica de lino, iba bailando incansablemente delante del Señor, 15 mientras todos los israelitas lo acompañaban subiendo el Arca del Señor al son de vítores y trompetas.

16 Cuando el Arca del Señor entraba en la ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, que estaba asomada a la ventana, vio al rey David saltando y bailando delante del Señor y sintió un profundo desprecio por él.

17 Introdujeron el Arca del Señor y la colocaron en su sitio, dentro de la Tienda que David había preparado al efecto. Luego David ofreció al Señor holocaustos y sacrificios de comunión. 18 Cuando terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor del universo 19 y repartió a toda la gente de la multitud israelita, tanto a hombres como a mujeres, una hogaza de pan, un pastel de dátiles y otro de pasas a cada uno. Finalmente, todo el mundo volvió a su casa.

20 Cuando David volvió a casa para bendecir a su familia, Mical, la hija de Saúl, salió a recibirlo y le dijo:

— ¡Cómo se ha cubierto de gloria hoy el rey de Israel, desnudándose a la vista de las esclavas de sus servidores, como lo haría cualquier don nadie!

21 Pero David le contestó:

— He bailado delante del Señor que me ha preferido a tu padre y a toda su familia, eligiéndome jefe de su pueblo Israel. 22 Y estoy dispuesto a humillarme aún más, aunque eso signifique rebajarme ante ti. En cuanto a esas esclavas a las que te has referido, ¡ellas sí que me apreciarán!

23 Mical, la hija de Saúl, no tuvo hijos en toda su vida.

La promesa dinástica de Natán (1 Cr 17,1-27)

Una vez que David se hubo instalado en su casa y el Señor le concedió un respiro frente a todos sus enemigos de los alrededores, dijo el rey al profeta Natán:

— Mira, yo estoy viviendo en una casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está en una tienda.

Natán le respondió:

— Haz lo que estás pensando, que el Señor está contigo.

Pero aquella misma noche Natán recibió este mensaje del Señor:

— Ve a decir a mi siervo David: “Esto dice el Señor: No serás tú quien me construya a mí una casa para vivir en ella. Yo nunca he vivido en una casa desde el día en que saqué de Egipto a los israelitas hasta hoy, sino que he estado peregrinando de un sitio a otro en una tienda como morada. Y en todo el tiempo en que estuve viajando de un sitio a otro con los israelitas, nunca le hablé a ninguno de los jueces que elegí para pastorear a mi pueblo, Israel, de construirme una casa de cedro”. Ahora, pues, dile a mi siervo David: “Esto dice el Señor del universo: Yo te saqué de los pastos y de cuidar rebaños para ser el jefe de mi pueblo, Israel; te he acompañado por dondequiera que has ido, te he librado de tus enemigos y pienso hacerte tan famoso como los más famosos de la tierra. 10 Asignaré un lugar a mi pueblo, Israel, y lo asentaré en él para que lo habite sin sobresaltos y sin que los malvados vuelvan a oprimirlo como lo oprimieron al principio, 11 cuando nombré jueces en mi pueblo, Israel. Además te he hecho vivir en paz con todos tus enemigos. Pues bien, ahora el Señor te anuncia que te fundará una dinastía. 12 Cuando tu vida se acabe y descanses con tus antepasados, mantendré a tu descendencia, a un vástago salido de tus entrañas, y consolidaré su reino. 13 Él construirá una casa en mi honor y yo consolidaré para siempre su trono real. 14 Yo seré su padre y él será mi hijo. Y si se porta mal, yo lo corregiré con mano dura según la costumbre humana, 15 pero no le retiraré mi fidelidad, como se la retiré a Saúl, a quien rechacé en beneficio tuyo. 16 Tu casa y tu reino se mantendrán permanentemente ante mí y tu trono quedará consolidado para siempre”.

17 Natán comunicó a David todas estas palabras y visiones.

18 Entonces el rey David entró a presentarse ante el Señor y dijo:

— ¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué es mi familia para que me hayas hecho llegar hasta aquí? 19 Y por si te pareciera poco, Señor Dios, te has referido además a la dinastía de tu siervo para el futuro, como si se tratase de una ley humana, mi Señor. 20 ¿Qué más puedo añadir yo, si tú, Señor Dios, conoces de sobra a tu siervo? 21 Por tu palabra y según tu voluntad has realizado toda esta gran obra y se la has dado a conocer a tu siervo. 22 ¡Por eso eres grande, Señor Dios! No hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, por todo lo que ha llegado a nuestros oídos. 23 ¿Qué nación hay en la tierra que sea como tu pueblo, Israel, a quien Dios haya ido a rescatar para convertirlo en su pueblo y para hacerlo famoso, realizando grandes hazañas y prodigios en su favor y expulsando a las naciones y a sus dioses ante tu pueblo, al que rescataste de Egipto? 24 Has constituido a tu pueblo, Israel, en pueblo tuyo para siempre y tú, Señor, te has convertido en su Dios. 25 Así, pues, Dios, el Señor, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y a su familia, y cumple cuanto has dicho, 26 para que tu nombre se haga famoso y puedan decir: “El Señor del universo es el Dios de Israel”. Y que la casa de tu siervo David se mantenga firme en tu presencia. 27 Tú, Señor del universo, Dios de Israel, has revelado a tu siervo: “Yo te construiré una dinastía”. Por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. 28 Tú, mi Señor, eres Dios; tus palabras son dignas de crédito y has prometido esta merced a tu siervo. 29 Dígnate, pues, bendecir a la dinastía de tu siervo, para que permanezca siempre en tu presencia. Tú, Señor Dios, has hablado y por tu bendición la dinastía de tu siervo será siempre bendita.

Victorias y expansión de David (1 Cr 18,1-17)

Después de esto, David derrotó a los filisteos, los sometió y les arrebató Gat y sus dominios. También derrotó a Moab; los tumbó en el suelo y los midió a cordel: por cada dos condenados a muerte, dejaba a uno con vida. Moab quedó sometido a David como vasallo tributario. Más tarde derrotó a Adadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá, cuando iba a restablecer su dominio en el río Éufrates. David capturó mil setecientos soldados de caballería, veinte mil de infantería, y quebró las patas de todos los caballos de tiro, dejando sólo cien carros. Los arameos de Damasco acudieron a socorrer a Adadézer, rey de Sobá, pero David mató a veinte mil de sus hombres. Luego David puso gobernadores sobre los arameos de Damasco, que le quedaron sometidos como vasallos tributarios. Y el Señor hacía triunfar a David en todas sus campañas.

David se apoderó de los escudos de oro que llevaban los oficiales de Adadézer y los llevó a Jerusalén. El rey David se incautó igualmente de una gran cantidad de bronce que había en Tébaj y Berotay, ciudades de Adadézer.

Cuando Toy, el rey de Jamat, se enteró de que David había derrotado a todo el ejército de Adadézer, 10 envió a su hijo Jorán con objetos de oro, plata y bronce, para saludar y felicitar al rey David por su victoria en la guerra contra Adadézer, pues era enemigo de Toy. 11 El rey David consagró los objetos al Señor, como había hecho con la plata y el oro provenientes de las naciones sometidas: 12 Edom, Moab, los amonitas y los filisteos, Amalec y el botín de Adadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá.

13 David se hizo famoso cuando regresó de derrotar a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal. 14 Luego puso gobernadores en todo Edom y los edomitas quedaron sometidos a David. Y el Señor hacía triunfar a David en todas sus campañas.

Organización de la corte

15 David reinó sobre Israel, administrando el derecho y la justicia para todo su pueblo. 16 Joab, hijo de Seruyá, era el jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; 17 Sadoc, hijo de Ajitub, y Abiatar, hijo de Ajimélec, eran los sacerdotes; Seraías era el secretario; 18 Banaías, hijo de Joyadá, era el jefe de los quereteos y peleteos y los hijos de David eran sacerdotes.

V.— LA SUCESIÓN DE DAVID (9—20)

David y Mefibóset (9,1-13)

Cierto día David preguntó:

— ¿Queda algún superviviente de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer en memoria de Jonatán?

Había un criado de la familia de Saúl, llamado Sibá, al que hicieron venir ante David. El rey le preguntó:

— ¿Eres tú Sibá?

Y él respondió:

— Soy tu servidor.

El rey le dijo:

— ¿Queda alguien de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer como Dios manda?

Sibá respondió al rey:

— Aún queda un hijo de Jonatán, cojo de ambos pies.

El rey le preguntó:

— ¿Dónde está?

Y Sibá respondió al rey:

— En Lodebar, en casa de Maquir, el hijo de Amiel.

El rey mandó que lo trajeran de allí. Cuando Mefibóset, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, llegó ante David, inclinó la cabeza e hizo una reverencia. David le preguntó:

— ¿Eres Mefibóset?

Él contestó:

— Aquí está tu servidor.

David le dijo:

— No temas, porque estoy dispuesto a favorecerte en memoria de tu padre, Jonatán. Te devolveré todas las tierras de tu abuelo Saúl y además comerás siempre a mi mesa.

Él hizo una reverencia y dijo:

— ¿Quién es tu servidor, para que te fijes en un perro muerto como yo?

El rey llamó a Sibá, el criado de Saúl, y le dijo:

— Todas las posesiones de Saúl y su familia se las he entregado al hijo de tu amo. 10 Tú, tus hijos y tus siervos le cultivarán las tierras y le entregarás las cosechas para el mantenimiento de la familia de tu amo. Pero Mefibóset, el hijo de tu amo, comerá siempre a mi mesa.

Sibá, que tenía quince hijos y veinte esclavos, 11 contestó al rey:

— Tu servidor hará todo lo que el rey le ha mandado.

Mefibóset comía a la mesa del rey, como uno de sus hijos. 12 Tenía un hijo pequeño, llamado Micá. Todos los moradores de la casa de Sibá estaban al servicio de Mefibóset. 13 Pero él vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey y, además, estaba cojo de ambos pies.

La guerra amonita (10—12)

Primera campaña contra Amón (1 Cr 19,1-9)

10 Después de esto murió el rey de los amonitas y le sucedió en el trono su hijo Janún. David dijo:

— Quiero mostrar a Janún, el hijo de Najás, la misma lealtad que su padre tuvo conmigo.

Y envió a sus servidores para darle el pésame por su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron al país amonita, los dignatarios amonitas dijeron a su señor Janún:

— ¿Crees que David ha enviado emisarios sólo para darte el pésame y mostrarte su estima por tu padre? ¿No te habrá enviado más bien su embajada para inspeccionar la ciudad, explorarla y luego destruirla?

Entonces Janún apresó a los servidores de David, les afeitó la mitad de la barba, les cortó los vestidos hasta las nalgas y luego los expulsó. Cuando David se enteró, envió mensajeros a su encuentro, pues se sentían muy avergonzados, para decirles:

— Quédense en Jericó hasta que les crezca la barba y entonces regresan.

Los amonitas comprendieron que habían provocado a David y enviaron a contratar como mercenarios a veinte mil soldados arameos de Bet Rejob y de Sobá, a mil hombres del rey de Maacá y doce mil hombres de Tob. David se enteró y mandó a Joab con todo el ejército de guerreros. Los amonitas salieron y formaron en orden de batalla a la entrada de la ciudad. Los arameos de Sobá y Rejob y los hombres de Tob y Maacá se quedaron aparte, en el campo. Cuando Joab se vio envuelto en un doble frente, por delante y por detrás, escogió un grupo selecto de soldados israelitas y tomó posiciones frente a los arameos. 10 Puso el resto del ejército bajo el mando de su hermano Abisay para que tomara posiciones frente a los amonitas 11 y le dijo:

— Si los arameos me superan, vienes en mi ayuda; y si los amonitas te superan, yo iré a ayudarte. 12 ¡Ánimo y a luchar por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! Y el Señor hará lo que le plazca.

13 Joab y su gente se lanzaron al ataque contra los arameos, pero estos salieron huyendo ante él. 14 Y cuando los amonitas vieron que los arameos huían, ellos también salieron huyendo ante Abisay y se refugiaron en la ciudad. Joab volvió de su campaña contra los amonitas y regresó a Jerusalén.

15 Al verse derrotados por Israel, los arameos se reagruparon. 16 Por su parte, Adadézer hizo venir a los arameos que estaban al otro lado del río Éufrates, los cuales llegaron a Jelán, al mando de Sobac, jefe del ejército de Adadézer. 17 Informado de ello, David movilizó a todo Israel, cruzó el Jordán y llegó a Jelán. Los arameos formaron en orden de combate contra David y le presentaron batalla. 18 Pero finalmente se dieron a la fuga ante Israel, y David dio muerte a setecientos caballos de tiro y a cuarenta mil hombres. También hirió a su jefe, Sobac, que murió allí mismo. 19 Al verse derrotados por Israel, todos los reyes vasallos de Adadézer sellaron la paz con Israel y le quedaron sometidos. Y los arameos ya no se atrevieron a seguir ayudando a los amonitas.

David y Betsabé (1 Cr 20,1)

11 Al año siguiente, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel para aniquilar a los amonitas y poner cerco a Rabá. David, en cambio, se quedó en Jerusalén.

Una tarde, después de levantarse de la siesta y mientras paseaba por la terraza de palacio, David vio desde allí a una mujer que se estaba bañando. Era una mujer muy hermosa. David mandó a preguntar por ella y le dijeron:

— Se trata de Betsabé, la hija de Elián y esposa de Urías, el hitita.

David envió a unos emisarios a que se la trajeran y cuando llegó, se acostó con ella recién purificada de su regla. Luego ella regresó a su casa. La mujer quedó embarazada y mandó a informar a David:

— Estoy embarazada.

Entonces David envió recado a Joab:

— Mándame a Urías, el hitita.

Y Joab se lo mandó. Cuando Urías llegó, David le preguntó por Joab, por el ejército y por la guerra. Luego le ordenó:

— Baja a tu casa a lavarte los pies.

Urías salió del palacio real, seguido de un obsequio enviado por el rey. Pero Urías no quiso bajar a su casa y durmió a la entrada del palacio real con los guardias de su señor. 10 Informaron a David que Urías no había ido a su casa y David le dijo:

— Después del viaje que has hecho, ¿por qué no has ido a tu casa?

11 Y Urías le respondió:

— Si el Arca, Israel y Judá viven en tiendas, y si tanto mi jefe, Joab, como sus oficiales acampan a la intemperie, ¿cómo iba a ir yo a mi casa a comer, a beber y a acostarme con mi mujer? ¡Por Dios y por tu vida, que yo no haré tal cosa!

12 David le dijo:

— Quédate aquí también hoy y mañana te dejaré marchar.

Y Urías se quedó en Jerusalén aquel día. Al día siguiente 13 David lo invitó a comer y a beber con él, y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió a acostarse junto a los guardias de su señor y tampoco bajó a su casa. 14 A la mañana siguiente David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. 15 La carta decía: “Pongan a Urías en primera línea de combate, en lo más duro de la lucha, y déjenlo solo, para que lo hieran y muera”.

16 Joab, que estaba asediando la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. 17 Los defensores de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Hubo algunos caídos entre el ejército y entre los oficiales de David. También murió Urías, el hitita.

18 Joab mandó a informar a David de todos los particulares de la batalla 19 y dio al mensajero estas instrucciones:

— Cuando hayas terminado de contar al rey todos los particulares de la batalla, 20 si el rey monta en cólera y te dice: “¿Por qué se acercaron a la ciudad en la lucha? ¿No sabían que les dispararían desde lo alto de la muralla? 21 ¿Quién mató a Ajimélec, el hijo de Jerubaal? ¿No fue una mujer la que le lanzó desde lo alto de la muralla una piedra de moler que lo mató en Tebes? ¿Por qué se acercaron a la muralla?”, entonces tú le dirás: “También murió tu siervo Urías, el hitita”. 22 El mensajero partió y, al llegar, comunicó a David todo lo que Joab le había mandado. 23 El mensajero dijo al rey:

— Sus hombres eran más fuertes que nosotros y nos atacaron en campo abierto, pero nosotros los rechazamos hasta la entrada de la ciudad. 24 Entonces los arqueros dispararon sobre nosotros desde lo alto de la muralla y algunos de los oficiales del rey murieron. También murió tu siervo Urías, el hitita.

25 Entonces David dijo al mensajero:

— Dile a Joab que no se disguste por este asunto, pues unas veces caen unos y otras veces otros; y que redoble el ataque contra la ciudad hasta destruirla. Y tú dale ánimos.

26 La mujer de Urías se enteró de que su marido había muerto e hizo duelo por él. 27 Cuando pasó el luto, David mandó a buscarla, la recogió en palacio, la tomó por esposa y ella le dio a luz un hijo. Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.

Denuncia de Natán y castigo de David

12 El Señor envió a Natán a ver a David. Cuando llegó, le dijo:

— En una ciudad vivían dos hombres, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y vacas. Pero el pobre no tenía nada más que una pequeña cordera que había comprado. La había criado y había crecido con él y con sus hijos. Comía de su boca, bebía de su vaso y dormía en su regazo, como una hija. Un día que el rico tuvo una visita, no quiso utilizar ninguna de sus ovejas y vacas para preparárselas a su visitante, sino que tomó la corderilla del pobre y se la preparó al hombre que lo había visitado.

David se enfureció contra aquel hombre y le dijo a Natán:

— ¡Por Dios! ¡El hombre que ha hecho eso merece la muerte! ¡Y tendrá que pagar cuatro veces el precio de la corderilla, por haber actuado así, sin mostrar compasión!

Entonces Natán dijo a David:

— ¡Ese hombre eres tú! Y esto te dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey de Israel y te libré del poder de Saúl. Yo te entregué la casa de tu señor y puse sus mujeres en tus brazos; te entregué las tribus de Israel y de Judá y, por si esto fuera poco, pensaba darte aún mucho más”. ¿Por qué has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que le desagrada? Has asesinado a Urías, el hitita, por medio de la espada amonita, y te has apoderado de su mujer. 10 Pues bien, por haberme despreciado, tomando a la mujer de Urías, el hitita, para convertirla en tu esposa, la espada ya nunca abandonará tu casa.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España