Bible in 90 Days
23 Vino a Jeremías la palabra del SEÑOR, diciendo: 24 “¿No has observado lo que ha hablado este pueblo, diciendo: ‘El SEÑOR ha desechado a las dos familias que escogió’? Han tenido en poco a mi pueblo, hasta no considerarlo más como nación. 25 Así ha dicho el SEÑOR: Si no he establecido mi pacto con el día y la noche, y si no he puesto las leyes del cielo y de la tierra, 26 entonces desecharé la descendencia de Jacob y a mi siervo David, para no tomar de su descendencia quien gobierne[a] a la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque los restauraré de su cautividad y tendré de ellos misericordia”.
Profecía de la muerte de Sedequías
34 La palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR (cuando Nabucodonosor rey de Babilonia, todo su ejército, todos los reinos de la tierra que estaban bajo el señorío de su mano y todos los pueblos combatían contra Jerusalén y contra sus ciudades), diciendo 2 que así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Ve y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile que así ha dicho el SEÑOR: He aquí, yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y la incendiará. 3 Tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás apresado y entregado en su mano. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia; él te hablará cara a cara, y entrarás en Babilonia. 4 No obstante, escucha la palabra del SEÑOR, oh Sedequías, rey de Judá. Así ha dicho el SEÑOR acerca de ti: No morirás a espada. 5 En paz morirás; y como se quemó incienso por tus padres, los reyes que te precedieron, así se quemará por ti. Y harán lamentación por ti diciendo: ‘¡Ay señor!’, porque yo he hablado la palabra”, dice el SEÑOR.
6 El profeta Jeremías habló todas estas palabras a Sedequías, rey de Judá, en Jerusalén. 7 El ejército del rey de Babilonia combatía contra Jerusalén y contra las ciudades de Judá que habían quedado: contra Laquis y contra Azeca. Porque solo estas habían quedado de las ciudades fortificadas de Judá.
Desacato en la liberación de esclavos
8 La palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR, después que el rey Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén para promulgarles libertad, 9 a fin de que cada uno dejara libre a su esclavo o a su esclava hebreos, de modo que ninguno se sirviera de sus hermanos judíos como esclavos.
10 Oyeron esto todos los magistrados y todo el pueblo que habían participado en el pacto de dejar en libertad, cada uno a su esclavo o a su esclava, para que ninguno se sirviera más de ellos como esclavos, y obedecieron dejándolos en libertad. 11 Pero después cambiaron de parecer e hicieron volver a los esclavos y a las esclavas que habían dejado en libertad, y los sometieron como esclavos y esclavas.
12 Entonces la palabra del SEÑOR vino a Jeremías, de parte del SEÑOR, diciendo: 13 “Yo hice pacto con sus padres, ha dicho el SEÑOR Dios de Israel, el día que los saqué de la tierra de Egipto, de casa de esclavitud, diciendo: 14 ‘Cada siete años dejarán en libertad, cada uno a su hermano hebreo que se les haya vendido. Te servirá seis años, y lo dejarás ir libre de ti’. Pero sus padres no me escucharon ni inclinaron su oído. 15 Ahora ustedes se habían vuelto a mí y habían hecho lo recto ante mis ojos, al proclamar libertad cada uno a su prójimo, y habían hecho un pacto en mi presencia, en el templo sobre el cual es invocado mi nombre. 16 Pero se han vuelto atrás profanando mi nombre, y han vuelto a tomar cada uno a su esclavo y cada una a su esclava que habían dejado en libertad, a su entera voluntad; y los han sometido para ser esclavos y esclavas de ustedes.
17 Por tanto, así ha dicho el SEÑOR, ustedes no me han obedecido en proclamar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su prójimo. He aquí, dice el SEÑOR, yo les proclamo libertad para la espada, para la peste y para el hambre. Haré que sean motivo de espanto a todos los reinos de la tierra. 18 Haré que los hombres que traspasaron mi pacto y que no han cumplido las palabras del pacto que hicieron en mi presencia, sean como el becerro que dividieron en dos partes y pasaron en medio de las mitades. 19 A los magistrados de Judá y a los magistrados de Jerusalén, a los funcionarios, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra que pasaron entre las partes del becerro, 20 los entregaré en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan sus vidas; y sus cadáveres servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra. 21 Y a Sedequías rey de Judá y a sus oficiales entregaré en mano de sus enemigos, en mano de los que buscan sus vidas y en mano del ejército del rey de Babilonia, quienes se han retirado de ustedes. 22 He aquí, yo daré órdenes y los haré volver a esta ciudad, dice el SEÑOR. Ellos combatirán contra ella; la tomarán y la incendiarán. Y a las ciudades de Judá las convertiré en una desolación, de modo que no haya quien las habite”.
El buen ejemplo de los recabitas
35 La palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: 2 “Ve a la familia de los recabitas, habla con ellos, tráelos a la casa del SEÑOR, a una de las cámaras, y dales de beber vino”.
3 Entonces tomé a Jazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas. 4 Y los traje a la casa del SEÑOR, a la cámara de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, hombre de Dios, la cual estaba junto a la cámara de los magistrados, que estaba encima de la cámara de Maasías hijo de Salum, guardia de la puerta. 5 Y puse delante de los miembros de la familia de los recabitas tazones llenos de vino, y vasos, y les dije:
—Beban vino.
6 Pero ellos dijeron:
—No beberemos vino, porque nuestro padre Jonadab hijo de Recab nos mandó diciendo: “No beberán vino jamás ni ustedes ni sus hijos. 7 No edificarán casas ni sembrarán semilla ni plantarán viñas ni las poseerán. Más bien, habitarán en tiendas todos sus días, para que vivan muchos días sobre la faz de la tierra donde ustedes viven”. 8 Y nosotros hemos obedecido la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó: de no beber vino en todos nuestros días ni nosotros ni nuestras mujeres ni nuestros hijos ni nuestras hijas; 9 de no edificar casas para habitar en ellas, y de no tener viñas ni campos ni semilla. 10 Hemos habitado en tiendas y hemos obedecido, haciendo conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. 11 Pero sucedió que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia subió contra el país, dijimos: “Vayamos y entremos en Jerusalén, a causa del ejército de los caldeos y del ejército de los de Siria”. Y en Jerusalén nos hemos quedado.
12 Entonces vino la palabra del SEÑOR a Jeremías, diciendo:
13 —Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “Ve y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ‘¿No aceptarán corrección para obedecer a mis palabras?’, dice el SEÑOR. 14 Las palabras de Jonadab hijo de Recab, que mandó a sus hijos que no bebieran vino, han sido cumplidas, y no lo han bebido hasta el día de hoy, porque han obedecido el mandamiento de su padre. Sin embargo, yo les he hablado a ustedes persistentemente, y no me han obedecido. 15 Les he enviado persistentemente todos mis siervos los profetas, para decirles: ‘Apártense, cada uno de su mal camino; enmienden sus obras y no vayan tras otros dioses para servirles, y habitarán en la tierra que les he dado a ustedes y a sus padres’. Pero no han inclinado su oído ni me han obedecido. 16 Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab han cumplido el mandamiento que les dio su padre, pero este pueblo no me ha obedecido.
17 »Por tanto, así ha dicho el SEÑOR Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “He aquí, yo traeré sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal del que he hablado contra ellos. Porque les hablé, y no escucharon; los llamé, y no respondieron”.
18 Entonces dijo Jeremías a la familia de los recabitas:
—Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “Porque han obedecido el mandamiento del padre de ustedes Jonadab; porque han guardado todos sus mandamientos y han hecho conforme a todas las cosas que les mandó, 19 por esto no faltará un hombre a Jonadab hijo de Recab que esté de pie delante de mí todos los días”, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel.
Jeremías dicta su libro a Baruc
36 Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino a Jeremías esta palabra de parte del SEÑOR, diciendo: 2 “Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, en los días de Josías, hasta el día de hoy. 3 Quizás la casa de Judá oiga de todo el mal que yo pienso hacerles, y se vuelva cada uno de su mal camino, para que yo perdone su maldad y su pecado”.
4 Entonces Jeremías llamó a Baruc hijo de Nerías, y Baruc escribió en un rollo de pergamino todas las palabras que el SEÑOR le había hablado, según el dictado de Jeremías.
El libro es leído en el templo
5 Después Jeremías mandó a Baruc diciendo: “Yo estoy impedido; no puedo entrar en la casa del SEÑOR. 6 Pues entra tú en la casa del SEÑOR en un día de ayuno, y lee del rollo las palabras del SEÑOR que te he dictado, a oídos del pueblo, y también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. 7 Quizás la súplica de ellos llegue a la presencia del SEÑOR, y se vuelva cada uno de su mal camino. Porque grande es el furor y la ira que el SEÑOR ha expresado contra este pueblo”.
8 Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todo lo que le mandó el profeta Jeremías, y leyó del libro las palabras del SEÑOR, en la casa del SEÑOR.
9 Sucedió en el mes noveno[b] del quinto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que proclamaron ayuno delante del SEÑOR para todo el pueblo de Jerusalén y para todo el pueblo que venía a Jerusalén de las ciudades de Judá. 10 Y Baruc leyó del libro, a oídos de todo el pueblo, las palabras de Jeremías, en la casa del SEÑOR, en la cámara de Gemarías, hijo del escriba Safán, la cual estaba en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva de la casa del SEÑOR.
El libro es leído en casa del rey
11 Entonces Miqueas hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras del SEÑOR, 12 descendió a la casa del rey, a la cámara del escriba. Y he aquí que todos los magistrados estaban sentados allí: el escriba Elisama, Delaías hijo de Semeías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías y los demás magistrados.
13 Miqueas les refirió todas las palabras que había oído a Baruc leer del libro, a oídos del pueblo. 14 Entonces todos los magistrados enviaron a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijera a Baruc:
—Toma en tu mano el rollo que leíste a oídos del pueblo, y ven.
Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos. 15 Entonces le dijeron:
—Siéntate, y léelo a nuestros oídos.
Baruc lo leyó a sus oídos. 16 Y sucedió que cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno, espantado, se volvió a su compañero. Y dijeron a Baruc:
—¡Sin falta hemos de referir al rey todas estas palabras!
17 Luego preguntaron a Baruc diciendo:
—Cuéntanos cómo escribiste de parte de él todas estas palabras.
18 Baruc les dijo:
—Él me dictaba todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro.
19 Entonces los magistrados dijeron a Baruc:
—Ve, y escóndanse tú y Jeremías. Que nadie sepa dónde están.
Joacim quema el libro de Jeremías
20 Habiendo depositado el rollo en la cámara del escriba Elisama, fueron al rey, en el atrio, y refirieron todas estas cosas a oídos del rey. 21 Entonces el rey envió a Jehudí para que tomara el rollo. Este lo tomó de la cámara del escriba Elisama y lo leyó a oídos del rey y a oídos de todos los magistrados que estaban junto al rey.
22 Era el mes noveno[c], y el rey estaba en la casa de invierno, donde había un brasero encendido delante de él. 23 Y sucedió que cuando Jehudí había leído tres o cuatro columnas, el rey lo rasgó con un cortaplumas de escriba y lo echó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que había en el brasero. 24 Pero ni el rey ni todos sus servidores que oyeron estas palabras sintieron temor ni rasgaron sus vestiduras. 25 A pesar de que Elnatán, Delaías y Gemarías rogaron al rey que no quemara aquel rollo, no los quiso escuchar. 26 Al contrario, el rey mandó a Jerameel hijo del rey, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel que prendieran al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero el SEÑOR los escondió.
Jeremías escribe de nuevo su libro
27 Después que el rey quemó el rollo que contenía las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, vino la palabra del SEÑOR a Jeremías, diciendo: 28 “Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las mismas palabras que estaban en el primer rollo, el que quemó Joacim, rey de Judá. 29 Y dirás a Joacim, rey de Judá, que así ha dicho el SEÑOR: Tú quemaste este rollo diciendo: ‘¿Por qué escribiste en él que ciertamente vendrá el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y hará desaparecer de ella a los hombres y los animales?’. 30 Por tanto, así ha dicho el SEÑOR con respecto a Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver será echado al calor del día y a la helada de la noche. 31 Castigaré tanto a él como a sus descendientes y a sus servidores por su maldad. Traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá todo el mal de que les he hablado y que no quisieron escuchar”.
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y lo dio al escriba Baruc hijo de Nerías. Este escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las cosas del libro que Joacim rey de Judá había quemado en el fuego; y además, fueron añadidas muchas otras palabras semejantes.
Anuncio de la caída de Jerusalén
37 El rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor, rey de Babilonia, había puesto como rey en la tierra de Judá, empezó a reinar en lugar de Joaquína hijo de Joacim. 2 Pero ni él ni sus servidores ni el pueblo de la tierra obedecieron las palabras que el SEÑOR había dicho por medio del profeta Jeremías.
3 El rey Sedequías envió a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijeran al profeta Jeremías: “Por favor, ora por nosotros al SEÑOR, nuestro Dios”.
4 Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, porque todavía no lo habían puesto en la cárcel. 5 El ejército del faraón había salido de Egipto y cuando la noticia acerca de ellos llegó a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, estos se fueron de Jerusalén.
6 Entonces vino la palabra del SEÑOR al profeta Jeremías, diciendo: 7 “Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel que digan al rey de Judá que los envió para que me consultaran: He aquí que el ejército del faraón que salió en su auxilio va a regresar a su tierra, a Egipto. 8 Entonces los caldeos volverán a combatir contra esta ciudad; la tomarán y la incendiarán. 9 Así ha dicho el SEÑOR: No se engañen a ustedes mismos, diciendo: ‘Los caldeos se han ido definitivamente de nosotros’. Porque no se irán. 10 Pues aun cuando derrotaran a todo el ejército de los caldeos que combaten contra ustedes, y quedaran de ellos solo algunos hombres heridos, cada uno en su tienda, se levantarían y prenderían fuego a esta ciudad”.
Jeremías en la cárcel de Jonatán
11 Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se fue de Jerusalén a causa del ejército del faraón, 12 Jeremías salía de Jerusalén para ir a la tierra de Benjamín con el fin de recibir allí su parte en medio del pueblo. 13 Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un jefe de guardia que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Ananías, el cual tomó preso al profeta Jeremías. Y le dijo:
—¡Tú vas a pasarte a los caldeos!
14 Pero Jeremías dijo:
—¡Falso! No voy a pasarme a los caldeos.
Irías no le hizo caso, sino que prendió a Jeremías y lo llevó a los magistrados. 15 Los magistrados se enfurecieron contra Jeremías y lo azotaron. Luego lo pusieron en la prisión en casa del escriba Jonatán, porque habían convertido aquella casa en cárcel. 16 Entró, pues, Jeremías en el calabozo, en las celdas, y allí permaneció por muchos días.
Sedequías consulta a Jeremías
17 Entonces el rey Sedequías envió a sacarlo de allí, y lo consultó secretamente en su casa, diciendo:
—¿Hay palabra de parte del SEÑOR?
Jeremías dijo:
—Sí, la hay —y añadió—: Serás entregado en mano del rey de Babilonia.
18 Dijo también Jeremías al rey Sedequías:
—¿En qué he pecado contra ti, contra tus servidores y contra este pueblo, para que me pongan en la cárcel? 19 ¿Dónde están sus profetas que les profetizaban diciendo: “No vendrá el rey de Babilonia contra ustedes ni contra esta tierra”? 20 Ahora pues, escucha, mi señor el rey. Llegue mi súplica a tu presencia; no me hagas volver a la casa del escriba Jonatán, no sea que allí me muera.
21 Entonces el rey Sedequías dio órdenes para que custodiaran a Jeremías en el patio de la guardia, haciendo que se le diera cada día una torta de pan de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotara. Así quedó Jeremías en el patio de la guardia.
Jeremías es metido en una cisterna
38 Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasjur, Jucal hijo de Selemías y Pasjur hijo de Malquías oyeron las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:
2 —Así ha dicho el SEÑOR: “El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste. Pero el que se rinda a los caldeos vivirá; su vida le será por botín, y vivirá. 3 Así ha dicho el SEÑOR: Ciertamente esta ciudad será entregada en mano del ejército del rey de Babilonia, y la tomará”.
4 Entonces los magistrados dijeron al rey:
—¡Que muera este hombre! Pues de esta manera, al hablarles tales palabras, desmoraliza a los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y a todo el pueblo. Porque este hombre no busca el bien de este pueblo, sino su mal.
5 El rey Sedequías dijo:
—He allí, él está en las manos de ustedes. Porque nada puede el rey contra ustedes.
6 Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia. Y bajaron a Jeremías con sogas. En la cisterna no había agua, sino lodo; y Jeremías se hundió en el lodo.
Jeremías es rescatado de la cisterna
7 Ebedmelec el etíope, un funcionario que estaba en la casa del rey, se enteró de que habían metido a Jeremías en la cisterna. Y estando el rey sentado en la puerta de Benjamín, 8 Ebedmelec salió de la casa del rey y habló al rey diciendo:
9 —Oh mi señor el rey, estos hombres han actuado mal en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, a quien metieron en la cisterna. Allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.
10 Entonces el rey mandó al mismo Ebedmelec el etíope, diciendo:
—Toma contigo treinta[d] hombres de aquí y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera.
11 Entonces Ebedmelec tomó consigo a los hombres y entró en la casa del rey, al lugar que estaba debajo del depósito del tesoro, y tomó de allí trapos raídos y trapos rasgados, y los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna. 12 Y Ebedmelec el etíope dijo a Jeremías:
—Pon estos trapos raídos y rasgados en tus axilas, bajo tus brazos, debajo de las sogas.
Así lo hizo Jeremías. 13 De esta manera sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.
El rey consulta de nuevo a Jeremías
14 Después el rey Sedequías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada que había en la casa del SEÑOR. Y el rey dijo a Jeremías:
—Yo te voy a preguntar una cosa. No me encubras nada.
15 Jeremías dijo a Sedequías:
—Si te lo revelo, ¿no me harás morir? Y si te doy consejo, no me escucharás.
16 Y el rey Sedequías juró en secreto a Jeremías diciendo:
—Vive el SEÑOR que ha hecho nuestras almas, que no te haré morir, ni te entregaré en mano de esos hombres que buscan tu vida.
17 Entonces Jeremías dijo a Sedequías:
—Así ha dicho el SEÑOR Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “Si de hecho te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, vivirá tu alma, y esta ciudad no será incendiada. Así vivirás, tú y tu casa. 18 Pero si no te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos y la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos”.
19 El rey Sedequías dijo a Jeremías:
—Yo tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos, de que me entreguen en sus manos y se ensañen contra mí.
20 Jeremías le dijo:
—No te entregarán. Escucha, por favor, la palabra del SEÑOR que yo te hablo, y te irá bien; y tu alma vivirá. 21 Pero si rehúsas rendirte, esta es la palabra que me ha revelado el SEÑOR: 22 “He aquí que todas las mujeres que han quedado en la casa del rey de Judá serán entregadas a los oficiales del rey de Babilonia. Y ellas mismas dirán: ‘Te incitaron y prevalecieron contra ti tus hombres más íntimos. Tus pies se hundieron en el lodo, y ellos se volvieron atrás’. 23 A todas tus mujeres y a tus hijos entregarán a los caldeos. Tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y esta ciudad será incendiada.
24 Entonces Sedequías dijo a Jeremías:
—Nadie sepa de estas palabras, y no morirás. 25 Si los magistrados se enteran de que yo he hablado contigo y vienen a ti y te dicen: “Decláranos, por favor, qué hablaste con el rey, y dinos qué te dijo el rey. No nos lo encubras, y no te mataremos”, 26 les dirás: “He presentado al rey mi súplica para que no me haga volver a la casa de Jonatán, a morir allí”.
27 Vinieron, pues, a Jeremías todos los magistrados y lo interrogaron. Él les respondió conforme a todo lo que le había mandado el rey. Con esto dejaron de ocuparse de él, porque el asunto no había sido oído. 28 Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Allí estaba él cuando Jerusalén fue tomada.
Caída de Jerusalén
39 En el mes décimoa del noveno año de Sedequías rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. 2 En el noveno día del mes cuartob del año once de Sedequías, se abrió una brecha en la ciudad. 3 Entonces llegaron todos los oficiales del rey de Babilonia: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los demás oficiales del rey de Babilonia. Y se instalaron junto a la puerta del Centro.
4 Sucedió que al verlos, Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra huyeron.
Salieron de noche de la ciudad por el camino del jardín del rey, por la puerta que había entre los dos muros. Se dirigieron[e] hacia el Arabá; 5 pero el ejército de los caldeos los persiguió, y alcanzaron a Sedequías en las llanuras de Jericó.
Lo tomaron preso y lo llevaron ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, en Ribla, en la tierra de Hamat; y este pronunció sentencia contra aquel. 6 El rey de Babilonia degolló en Ribla a los hijos de Sedequías, en presencia de este. Asimismo, el rey de Babilonia hizo degollar a todos los nobles de Judá. 7 Al rey Sedequías le sacó los ojos y lo aprisionó con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia.
8 Después los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo, y demolieron los muros de Jerusalén. 9 Al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, además de los desertores que se habían pasado a él, Nabuzaradán, capitán de la guardia, los hizo llevar cautivos a Babilonia, junto con el resto del pueblo que había quedado. 10 Sin embargo, Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar en la tierra de Judá a la gente más pobre, que no tenía nada, y en ese día les dio viñas y campos.
Nabuzaradán libera a Jeremías
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo: 12 “Tómalo y cuida de él. No le hagas nada malo; más bien, harás con él como él te diga”.
13 Entonces dio órdenes Nabuzaradán capitán de la guardia, junto con Nabusazbán el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los altos oficiales del rey de Babilonia. 14 Y ordenaron traer a Jeremías del patio de la guardia. Luego lo entregaron a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que lo llevara a su casa. Y habitó en medio del pueblo.
Profecía acerca de Ebedmelec
15 La palabra del SEÑOR vino a Jeremías cuando estaba preso en el patio de la guardia. Y dijo: 16 “Ve y habla a Ebedmelec el etíope, y dile que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí, yo cumplo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y en aquel día sucederá en tu misma presencia. 17 Pero en aquel día yo te libraré, y no serás entregado en mano de aquellos de cuya presencia temes, dice el SEÑOR. 18 Ciertamente yo te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí’”, dice el SEÑOR.
Jeremías permanece con Gedalías
40 La palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR, después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo envió desde Ramá, cuando lo tomó, estando aprisionado con grilletes en medio de todos los cautivos de Jerusalén y de Judá que eran llevados cautivos a Babilonia.
2 El capitán de la guardia tomó interés en Jeremías y le dijo: “El SEÑOR tu Dios pronunció este mal contra este lugar, 3 y el SEÑOR lo ha traído y ha hecho según lo había dicho. Porque pecaron contra el SEÑOR y no escucharon su voz; por eso les ha venido esto. 4 Ahora, he aquí yo te libero de los grilletes que tienes en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo cuidaré de ti. Pero si te parece mal venir conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, toda la tierra está delante de ti; ve adonde mejor y más conveniente te parezca”. 5 Como aún no se volvía, le dijo: “Regresa a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha puesto a cargo de las ciudades de Judá. Habita con él en medio del pueblo, o ve adonde te parezca más conveniente”.
El capitán de la guardia le dio provisiones y obsequios, y lo despidió. 6 Entonces Jeremías se fue a Gedalías hijo de Ajicam, a Mizpa; y vivió con él en medio del pueblo que había quedado en el país.
Los judíos se adhieren a Gedalías
7 Todos los jefes de los soldados que estaban en el campo, ellos y sus hombres, oyeron que el rey de Babilonia había puesto a Gedalías hijo de Ajicam sobre la tierra, y que le había encomendado los hombres, las mujeres, los niños y los pobres de la tierra que no fueron llevados cautivos a Babilonia. 8 Luego fueron a Gedalías en Mizpa: Ismael hijo de Netanías, Johanán y Jonatán[f] hijo de Carea, Seraías hijo de Tanjumet, los hijos de Efai, de Netofa, y Jazanías[g] hijo de cierto hombre de Maaca. Fueron ellos y sus hombres. 9 Entonces Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, les juró a ellos y a sus hombres, diciendo: “No tengan temor de servir a los caldeos. Habiten en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y les irá bien. 10 En cuanto a mí, he aquí que yo habito en Mizpa para servir a los caldeos que vengan a nosotros. Pero ustedes, tomen vino, frutas de verano y aceite; pónganlo en sus vasijas y habiten en las ciudades que han tomado”.
11 Asimismo, todos los judíos que estaban en Moab, entre los hijos de Amón y en Edom, y los que estaban en todos los países, cuando oyeron decir que el rey de Babilonia había dejado a Judá un remanente y que había puesto frente a ellos a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, 12 entonces todos estos judíos volvieron de todas las partes a donde habían sido expulsados. Se fueron a la tierra de Judá, a Gedalías, en Mizpa, y recolectaron vino y muchísimas frutas de verano.
Gedalías es asesinado
13 Entonces Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados que estaban en el campo fueron a Gedalías en Mizpa, 14 y le dijeron:
—¿Sabes que Baalis, rey de los hijos de Amón, ha enviado a Ismael hijo de Netanías para matarte?
Pero Gedalías hijo de Ajicam no les creyó. 15 Entonces Johanán hijo de Carea habló a Gedalías en secreto, en Mizpa, diciendo:
—Permite que yo vaya y mate a Ismael hijo de Netanías, y nadie lo sabrá. ¿Por qué te ha de quitar la vida, de modo que todos los judíos que se han agrupado alrededor de ti sean dispersados y perezca el remanente de Judá?
16 Pero Gedalías hijo de Ajicam dijo a Johanán hijo de Carea:
—¡No hagas tal cosa, porque es falso lo que tú dices acerca de Ismael!
41 Aconteció en el mes séptimoc que Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real y de los oficiales del rey, fue con diez hombres a Gedalías hijo de Ajicam, en Mizpa. Y comieron juntos en Mizpa.
2 Entonces se levantó Ismael hijo de Netanías, con los diez hombres que estaban con él, e hirieron a espada a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán. Así dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto a cargo de la tierra.
Ismael siembra el caos en Judá
3 Asimismo, Ismael mató a todos los judíos que estaban en Mizpa con Gedalías. Ismael también mató a los hombres de guerra caldeos que se encontraban allí.
4 Y sucedió que un día después que se había dado muerte a Gedalías, cuando todavía nadie lo sabía, 5 unos hombres llegaron de Siquem, de Silo y de Samaria: ochenta hombres con sus barbas rapadas, sus ropas rasgadas y sus cuerpos arañados. Y traían consigo ofrendas vegetales e incienso para llevarlos a la casa del SEÑOR. 6 Entonces desde Mizpa Ismael hijo de Netanías les salió al encuentro, llorando mientras iba. Y cuando los encontró, les dijo:
—Vengan a Gedalías hijo de Ajicam.
7 Y sucedió que cuando llegaron al centro de la ciudad, Ismael hijo de Netanías y los hombres que estaban con él los degollaron y los echaron en la cisterna. 8 Pero entre aquellos había diez hombres que dijeron a Ismael:
—No nos mates, porque tenemos escondidos en el campo tesoros de trigo, cebada, aceite y miel.
Así que desistió, y no los mató como a sus compañeros. 9 La cisterna en que Ismael echó todos los cuerpos de los hombres que mató era la cisterna grande[h] que había hecho el rey Asa, por causa de Baasa, rey de Israel. Ismael hijo de Netanías la llenó de muertos.
10 Después Ismael llevó cautivo a todo el remanente del pueblo que estaba en Mizpa, desde las hijas del rey hasta todo el pueblo que había quedado en Mizpa y que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había encargado a Gedalías hijo de Ajicam. Ismael hijo de Netanías los llevó cautivos y se fue para pasarse a los hijos de Amón.
Johanán reagrupa al remanente de Judá
11 Entonces Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados que estaban con él oyeron de todo el mal que había hecho Ismael hijo de Netanías. 12 Y tomaron a todos los hombres y fueron para combatir contra Ismael hijo de Netanías, y lo encontraron junto al gran estanque que hay en Gabaón. 13 Aconteció que cuando todo el pueblo que estaba con Ismael vio a Johanán hijo de Carea y a todos los oficiales de los soldados que estaban con él, se alegraron. 14 Entonces todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de Mizpa volvió y se pasó a Johanán hijo de Carea. 15 Pero Ismael hijo de Netanías, con ocho hombres, se escapó de Johanán y se pasó a los hijos de Amón.
16 Entonces Johanán hijo de Carea y todos los jefes de los soldados que estaban con él tomaron de Mizpa a todo el remanente del pueblo que había recuperado de Ismael hijo de Netanías, después que este había dado muerte a Gedalías hijo de Ajicam. Tomaron a los valientes, hombres de guerra, a las mujeres, a los niños y a los funcionarios que Johanán había hecho volver de Gabaón. 17 Entonces fueron y se quedaron en Gerut-quimjam, que está cerca de Belén, con el fin de ir y entrar en Egipto, 18 por causa de los caldeos. Ellos les tenían miedo, porque Ismael hijo de Netanías había matado a Gedalías hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia había puesto a cargo del país.
Jeremías exhorta a permanecer en Judá
42 Todos los oficiales de los soldados, Johanán hijo de Carea, Jezaníasb hijo de Osaías y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, se acercaron 2 y dijeron al profeta Jeremías:
—Por favor, llegue nuestro ruego a tu presencia, y ora por nosotros al SEÑOR tu Dios, por todo este remanente (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como tus ojos nos ven), 3 para que el SEÑOR tu Dios nos enseñe el camino por donde debemos ir y lo que hemos de hacer.
4 Entonces el profeta Jeremías les dijo:
—He oído. He aquí que voy a orar al SEÑOR su Dios, conforme a la petición de ustedes. Todo lo que el SEÑOR les responda se lo declararé; nada les ocultaré.
5 Ellos dijeron a Jeremías:
—El SEÑOR sea entre nosotros testigo fiel y verdadero de que conforme a todo aquello para lo cual el SEÑOR tu Dios te envíe a nosotros así haremos. 6 Sea bueno o malo obedeceremos la voz del SEÑOR nuestro Dios a quien nosotros te enviamos. Para que nos vaya bien ciertamente obedeceremos la voz del SEÑOR nuestro Dios.
7 Aconteció que al cabo de diez días vino la palabra del SEÑOR a Jeremías. 8 Este llamó a Johanán hijo de Carea, a todos los oficiales de los soldados que estaban con él y a todo el pueblo desde el menor hasta el mayor 9 y les dijo:
—Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel, a quien me enviaron para que presentara la súplica de ustedes delante de él: 10 “Si decididamente permanecen en esta tierra, les edificaré y no les destruiré. Les plantaré y no les arrancaré, porque he desistido del mal que les he hecho. 11 No teman al rey de Babilonia, de quien tienen miedo. No le teman, dice el SEÑOR, porque yo estoy con ustedes para salvarlos y para librarlos de su mano. 12 Les mostraré misericordia, de manera que él se compadecerá de ustedes y los hará volver a su tierra. 13 Pero si dicen: ‘No habitaremos en esta tierra’, desobedeciendo así la voz del SEÑOR su Dios, 14 y si dicen: ‘No, sino que nos iremos a la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra ni oiremos el sonido de la corneta ni tendremos hambre de pan, y allí habitaremos’, 15 entonces oigan la palabra del SEÑOR, oh remanente de Judá: Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: Si ustedes han decidido ir a Egipto y se van allá para residir, 16 sucederá que allí en la tierra de Egipto los alcanzará la espada que temen. Allá en Egipto los acosará el hambre que les preocupa, y allí morirán. 17 Sucederá que todos los hombres que han decidido ir a Egipto para residir allí, morirán por la espada, por el hambre y por la peste. No habrá quien quede vivo de ellos ni quien escape ante el mal que yo traeré sobre ellos. 18 Porque así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi furor y mi ira sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre ustedes cuando entren en Egipto. Serán objeto de imprecación, de horror, de maldición y de oprobio; y no volverán a ver este lugar”.
19 »Oh remanente de Judá, el SEÑOR ha dicho de ustedes: “No entren en Egipto”. Sepan ciertamente que hoy se los he advertido. 20 Se han descarriado a costa de sus propias vidas, porque ustedes mismos me han enviado al SEÑOR su Dios, diciendo: “Ora por nosotros al SEÑOR nuestro Dios; y todo lo que el SEÑOR nuestro Dios declare, háznoslo saber, y lo pondremos por obra”. 21 Pues les he declarado hoy, pero no han obedecido la voz del SEÑOR su Dios en nada de lo que me envió a decirles. 22 Ahora pues, sepan ciertamente que por la espada, por el hambre y por la peste morirán en el lugar a donde desean entrar para residir allí.
El remanente de Judá emigra a Egipto
43 Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras que el SEÑOR, el Dios de ellos, lo había enviado a decirles, 2 Azarías hijo de Osaías, Johanán hijo de Carea y todos los hombres arrogantes dijeron a Jeremías:
—¡Dices mentiras! No te ha enviado el SEÑOR nuestro Dios, para decir: “No entren a Egipto para residir allí”; 3 sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en mano de los caldeos, a fin de que nos maten o que nos lleven cautivos a Babilonia.
4 Así que Johanán hijo de Carea, todos los oficiales de los soldados y todo el pueblo no obedecieron la voz del SEÑOR, para quedarse en la tierra de Judá. 5 Más bien, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados tomaron a todo el remanente de Judá (los que habían regresado, para residir en la tierra de Judá, de todas las naciones a donde habían sido echados), 6 a hombres, a mujeres, a niños, a las hijas del rey y a toda persona que Nabuzaradán, el capitán de la guardia, había dejado con Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc hijo de Nerías. 7 Entraron en la tierra de Egipto, porque no obedecieron la voz del SEÑOR; y llegaron hasta Tafnes.
8 Entonces vino la palabra del SEÑOR a Jeremías, en Tafnes, diciendo: 9 “Toma en tus manos piedras grandes, escóndelas en la mezcla del pavimento de ladrillos a la entrada de la casa del faraón en Tafnes, a vista de los hombres judíos, 10 y diles que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí que yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. 11 Vendrá y golpeará la tierra de Egipto: los que a muerte, a muerte; los que a cautividad, a cautividad; los que a espada, a espada. 12 Prenderá[i] fuego a las casas de los dioses de Egipto y las incendiará, y a ellos los llevará cautivos. Limpiará la tierra de Egipto, como un pastor limpia su ropa, y saldrá de allí en paz. 13 Además, romperá los obeliscos de Heliópolis, la cual está en la tierra de Egipto, e incendiará los templos de los dioses de Egipto’”.
Advertencia a los judíos en Egipto
44 La palabra que vino a Jeremías con respecto a todos los judíos que habitaban en la tierra de Egipto, que habitaban en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en la tierra de Patros, diciendo:
2 —Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “Ustedes han visto todo el mal que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. He aquí, en el día de hoy están en ruinas y no hay habitantes en ellas, 3 a causa de la maldad que ellos cometieron, provocándome a ira, ya que fueron a quemar incienso y a servir a otros dioses que ni ellos ni ustedes ni sus padres conocieron. 4 Persistentemente les envié todos mis siervos los profetas, para decirles: ‘¡Por favor, no hagan esta cosa abominable que yo aborrezco!’. 5 Pero no escucharon ni inclinaron su oído para volverse de su maldad, para dejar de quemar incienso a otros dioses. 6 Por tanto, se derramó mi ira, y se encendió mi furor en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén; y fueron convertidas en ruina y en desolación, como en este día”.
7 »Ahora pues, así ha dicho el SEÑOR Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “¿Por qué hacen un mal tan grande contra ustedes mismos, para que de en medio de Judá sean destruidos el hombre, la mujer, el niño y el lactante, sin que les quede remanente alguno? 8 ¿Por qué me provocan a ira con las obras de sus manos, ofreciendo incienso a otros dioses en la tierra de Egipto, a donde han entrado para residir, de modo que sean exterminados y que sean objeto de maldición y de oprobio entre todas las naciones de la tierra? 9 ¿Han olvidado las maldades de sus padres, las maldades de los reyes de Judá, las maldades de sus mujeres, las maldades suyas y las maldades de sus mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? 10 Hasta el día de hoy no se han humillado ni han tenido temor ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos que puse delante de ustedes y delante de sus padres”.
11 »Por tanto, así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “He aquí que yo pongo mi rostro contra ustedes para mal y para destruir a todo Judá. 12 Tomaré al remanente de Judá que decidió ir a la tierra de Egipto para residir allí, y serán exterminados todos en la tierra de Egipto. Caerán por la espada y por el hambre; serán exterminados, desde el menor hasta el mayor. Por la espada y por el hambre morirán, y llegarán a ser objeto de imprecación, de horror, de maldición y de oprobio. 13 Yo, pues, castigaré a los que habitan en la tierra de Egipto, como castigué a Jerusalén: por la espada, por el hambre y por la peste. 14 Y del remanente de Judá que entró en la tierra de Egipto para residir allí, no habrá quien escape ni quien sobreviva para volver a la tierra de Judá, a la cual ellos suspiran por regresar, para habitar allí. Porque no regresarán sino los que escapen”.
Postrimería de los judíos en Egipto
15 Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres que estaban presentes y una gran concurrencia, todo el pueblo que habitaba en Patros en tierra de Egipto, respondieron a Jeremías diciendo:
16 —La palabra que nos has hablado en nombre del SEÑOR no te la escucharemos. 17 Más bien, pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para quemar incienso a la Reina del Cielo y para derramarle libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros magistrados, tanto en las ciudades de Judá como en las calles de Jerusalén. Pues fuimos saciados de pan, nos fue bien y no vimos mal alguno. 18 Pero desde que dejamos de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta de todo, y somos exterminados por la espada y por el hambre.
19 Y las mujeres dijeron[j]:
—Cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina del Cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso era sin el conocimiento de nuestros maridos que le hacíamos tortas, reproduciendo su imagen, y le derramábamos libaciones?
20 Entonces Jeremías habló a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a todo el pueblo que le había respondido esto, diciendo:
21 —¿No se habrá acordado el SEÑOR, o no habrá venido a su mente el incienso que quemaron en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes y sus padres, sus reyes, sus magistrados y el pueblo de la tierra? 22 El SEÑOR no pudo soportarlos más, a causa de la maldad de sus obras y a causa de las abominaciones que habían hecho. Por tanto, su tierra ha sido convertida en ruinas, en horror y en maldición, hasta no quedar habitantes, como en este día. 23 Porque quemaron incienso y pecaron contra el SEÑOR y no obedecieron la voz del SEÑOR ni anduvieron en su ley ni en sus estatutos ni en sus testimonios. Por eso ha venido sobre ustedes este mal, como en este día.
24 Jeremías dijo además a todo el pueblo y a las mujeres:
—Oigan la palabra del SEÑOR, todos los de Judá que están en la tierra de Egipto. 25 Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: “Ustedes y sus mujeres han hablado con sus bocas y lo han realizado con sus manos, diciendo: ‘Sin falta cumpliremos nuestros votos que hemos hecho, de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones’. ¡De veras que confirman sus votos y ponen sus votos por obra!”. 26 Por tanto, oigan la palabra del SEÑOR, todos los de Judá que habitan en la tierra de Egipto: “He aquí, ha dicho el SEÑOR, he jurado por mi gran nombre que no será invocado más mi nombre en toda la tierra de Egipto por la boca de ningún hombre de Judá, diciendo: ‘¡Vive el SEÑOR Dios[k]!’. 27 He aquí que yo vigilo sobre ellos para mal, y no para bien. Todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto serán exterminados por la espada y por el hambre, hasta que perezcan del todo. 28 Los que escapen de la espada regresarán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, en número reducido. Y todo el remanente de Judá, que ha entrado en Egipto para residir allí, sabrá de quién es la palabra que ha de prevalecer: si la mía o la de ellos. 29 Esto tendrán por señal, dice el SEÑOR, de que los castigaré en este lugar, para que sepan que ciertamente mis palabras prevalecerán sobre ustedes para mal. 30 Así ha dicho el SEÑOR: He aquí que yo entrego al faraón Hofra, rey de Egipto, en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan su vida, como entregué a Sedequías, rey de Judá, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida”.
Un mensaje de consuelo
para Baruc
45 La palabra que habló el profeta Jeremías a Baruc hijo de Nerías, cuando escribía en un libro estas palabras, al dictado de Jeremías, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: 2 “Así ha dicho el SEÑOR Dios de Israel, acerca de ti, oh Baruc: 3 Tú dijiste: ‘¡Ay de mí! Porque el SEÑOR ha añadido tristeza a mi dolor. Estoy exhausto de gemir y no he hallado descanso’. 4 Le has de decir que así ha dicho el SEÑOR: ‘He aquí que yo destruyo lo que edifiqué, y arranco lo que planté, es decir, toda esta tierra. 5 ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo mortal, dice el SEÑOR, pero a ti te daré tu vida por botín, en todos los lugares a donde vayas’ ”.
Profecía acerca de Egipto
46 La palabra del SEÑOR que vino al profeta Jeremías acerca de las naciones. 2 En cuanto a Egipto, contra el ejército del faraón Necao, rey de Egipto, el cual estaba en Carquemis, cerca del río Éufrates, y al cual derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: 3 “Alisten escudo y defensa; acérquense a la batalla. 4 Unjan los caballos y suban ustedes, oh jinetes. Preséntense con cascos, pulan las lanzas, vístanse de cota de malla. 5 ¿Por qué los veo medrosos, volviéndose atrás? Sus valientes han sido deshechos; han huido buscando refugio, sin mirar atrás. ¡El terror está por todas partes!, dice el SEÑOR. 6 No huya el veloz ni escape el valiente. En el norte tropezaron y cayeron, junto a la ribera del Éufrates.
7 “¿Quién es este que sube como el Nilo y cuyas aguas se agitan como ríos? 8 Egipto, que se alza como el Nilo, y cuyas aguas se agitan como ríos, dijo: ‘Subiré, cubriré la tierra; destruiré las ciudades y sus habitantes’. 9 Suban, caballos; corran, carros, como locos; salgan, valientes, los de Etiopía y los de Libia que toman escudo, y los de Lidia que toman y entesan el arco.
10 “Pero ese día será día de venganza para el SEÑOR Dios[l] de los Ejércitos, para vengarse de sus enemigos. La espada devorará y se saciará; se embriagará con la sangre de ellos. Porque el SEÑOR Dios[m] de los Ejércitos tendrá un sacrificio en la tierra del norte, junto al río Éufrates.
11 “Sube a Galaad y toma bálsamo, oh virgen hija de Egipto. En vano has multiplicado las medicinas; no hay curación para ti. 12 Las naciones oyeron de tu afrenta, y tu clamor llenó la tierra; porque el fuerte tropezó con el fuerte, y cayeron ambos al mismo tiempo”.
13 La palabra que habló el SEÑOR al profeta Jeremías, acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto: 14 “Anunciad en Egipto y hacedlo saber en Migdol; hacedlo saber en Menfis y en Tafnes. Digan: ‘Preséntate y prepárate, porque la espada va a devorar tus fronteras’.
15 “¿Por qué ha huido Apis?[n]. Tu buey[o] no pudo mantenerse en pie, porque el SEÑOR lo derribó. 16 Hizo tropezar a muchos; sí, cada uno cayó sobre su compañero. Y dijeron: ‘Levántate, y volvamos a nuestro pueblo; volvamos a la tierra de nuestro nacimiento, por causa de la espada opresora’. 17 Allí gritaron: ‘¡El faraón, rey de Egipto, es solo ruido! ¡Dejó pasar la oportunidad!’.
18 “Vivo yo, dice el Rey, cuyo nombre es el SEÑOR de los Ejércitos, que como el Tabor entre los montes y como el Carmelo junto al mar, así vendrá. 19 Prepara tu equipaje para la cautividad, oh moradora hija de Egipto, porque Menfis será convertida en ruinas; será devastada hasta no quedar habitantes. 20 Una vaquilla hermosísima es Egipto, pero del norte ciertamente vendrá el moscardón. 21 También sus mercenarios, en medio de ella, son como terneros engordados. También ellos se volverán y a una huirán, sin detenerse. Porque sobre ellos ha venido el día de su calamidad, el tiempo de su castigo. 22 Su sonido es como el de una serpiente que se va. Ciertamente avanzan con un ejército; vienen a ella con hachas, como leñadores. 23 Cortarán su bosque, dice el SEÑOR, aunque sea impenetrable; porque son más que las langostas; son innumerables. 24 La hija de Egipto es avergonzada; es entregada en manos del pueblo del norte”. 25 El SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel, ha dicho: “He aquí que yo castigo a Amón en Tebas; al faraón, a Egipto, a sus dioses y a sus reyes; al faraón y a los que en él confían. 26 Y los entregaré en mano de los que buscan sus vidas; en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de sus servidores. Pero después Egipto será habitada como en los días pasados, dice el SEÑOR.
27 “Pero tú no temas, oh siervo mío Jacob, ni desmayes, oh Israel. Porque he aquí, yo soy el que te salva desde lejos; y a tu descendencia, de la tierra de su cautividad. Jacob volverá y estará tranquilo; estará confiado, y no habrá quien lo atemorice.
28 “Tú no temas, oh siervo mío Jacob, porque yo estoy contigo, dice el SEÑOR. Ciertamente haré exterminio en todas las naciones a las cuales te he expulsado; pero en ti no haré exterminio, sino que te castigaré con justicia. De ninguna manera te daré por inocente”.
Profecía acerca de Filistea
47 La palabra del SEÑOR que vino al profeta Jeremías acerca de los filisteos, antes que el faraón destruyera Gaza.
2 Así ha dicho el SEÑOR: “He aquí, avanzan aguas del norte, se convierten en torrente e inundan la tierra y su plenitud, la ciudad y sus habitantes. Entonces los hombres gritan, y gime todo habitante de la tierra, 3 por el estruendo del galope de los cascos de sus corceles, por el retumbo de sus carros y por el chirrido de sus ruedas. Por la debilidad de sus manos, los padres no se vuelven a mirar a sus hijos, 4 a causa del día que viene para destruir a todos los filisteos; para exterminar a Tiro, a Sidón y a todo aliado que haya quedado con vida. Porque el SEÑOR destruirá a los filisteos, a los sobrevivientes de la isla de Caftor. 5 Sobre Gaza ha venido rapadura de cabeza; Ascalón ha sido silenciada. Oh sobrevivientes de los gigantes[p], ¿hasta cuándo se sajarán? 6 Oh espada del SEÑOR ¿hasta cuándo no te aquietarás? Vuélvete a tu vaina, reposa y sosiégate. 7 ¿Cómo se aquietará?[q], pues el SEÑOR le ha dado órdenes para ir a Ascalón y a la costa del mar; la ha designado para ir allí”.
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