Bible in 90 Days
Grandeza de Dios en las alturas
25 Bildad de Súaj respondió así:
2 Dios tiene un poder temible,
impone la paz en las alturas.
3 ¿Quién puede enumerar sus tropas?
¿Sobre quién no se alza su luz?
4 ¿Puede ser justo el mortal ante Dios,
o puro el que ha nacido de mujer?
5 ¡Si hasta la luna carece de brillo
y los astros no son puros a sus ojos!
6 ¡Cuánto menos el mortal,
un gusano, el ser humano,
que sólo es una larva!
Grandeza del Creador
26 Job respondió así:
2 ¡Qué bien sabes ayudar al débil!
¡Qué bien socorres al brazo sin fuerza!
3 ¡Qué bien aconsejas al necio!
¡Con qué talento asesoras!
4 ¿A quién van dirigidas tus razones?
¿De quién emana tu inspiración?
5 Las sombras se estremecen de miedo,
se espantan el mar y sus moradores.
6 El reino de los muertos
se encuentra desnudo ante él,
el abismo se halla al descubierto.
7 Él tendió el Septentrión sobre el vacío,
suspendió la tierra sobre la nada.
8 Él encerró las aguas en las nubes,
sin que el nublado estalle con el peso.
9 Él ocultó a las miradas su trono,
desplegando su nube ante él.
10 Él limitó con un cerco las aguas
en la frontera de la luz y las tinieblas.
11 Se tambalean las columnas del cielo,
aterradas cuando él las amenaza.
12 Con su poder dominó el Mar,
con su ingenio machacó a Rahab.
13 Su soplo desplegó los cielos,
su mano traspasó al Dragón Huidizo.
14 Esto es sólo un ejemplo de sus obras,
sólo un susurro mortecino que nos llega;
el potencial de su poder, ¿quién lo captará?
Job es íntegro y reconoce el poder de Dios
27 Job continuó con su discurso:
2 Por Dios, que niega mis derechos,
por el Todopoderoso,
que me colma de amargura,
3 juro que mientras respire
y el soplo de Dios aliente en mí,
4 mis labios nunca mentirán,
ni mi boca dirá falsedades.
5 No pienso darles la razón,
me mantendré íntegro hasta la muerte.
6 Me aferro a mi honradez, sin soltarla,
sin reprocharme ninguno de mis días.
7 Que mi enemigo resulte culpable
e injusto mi adversario en el tribunal.
8 ¿Qué esperanza le queda al impío
cuando le arrebatan la existencia,
cuando Dios lo despoja de su vida?
9 ¿Escuchará Dios sus protestas de inocencia
cuando esté desbordado por la angustia,
10 cuando suplique el favor del Todopoderoso
e invoque a Dios de continuo?
11 Les instruiré sobre el poder de Dios,
sin ocultar la verdad sobre el Todopoderoso;
12 pero si ya lo han comprobado,
¿a qué viene hablar inútilmente?
El destino del malvado según Sofar
13 Esto es lo que Dios reserva al malvado,
la suerte que da el Todopoderoso al violento:
14 si tiene muchos hijos, la espada los abatirá,
su descendencia nunca se hartará de pan;
15 la peste enterrará a sus supervivientes,
sus viudas no plañirán por ellos.
16 Aunque acumule plata como polvo,
y almacene ropa como barro,
17 la almacenará, pero el justo la vestirá,
y el inocente disfrutará de la plata.
18 Será como de paja la casa que construya,
como la choza que edifica un vigilante.
19 Se acuesta rico, pero ya es el final;
abre sus ojos y se encuentra sin nada.
20 Como riada, los terrores se lo llevan,
la tormenta lo arrebata por la noche.
21 El viento del este lo transporta en vilo,
entre torbellinos lo arranca de su sitio;
22 lo zarandea después sin compasión
y en vano intenta rechazar sus ataques.
23 La gente bate palmas y le silba
cuando tiene que abandonar su sitio.
Interludio (28,1-28)
Elogio de la Sabiduría
28 Existen minas de plata,
lugares donde el oro se refina.
2 El hierro se saca de la tierra,
el bronce, de la piedra fundida.
3 Allí, al límite de las tinieblas,
el ser humano rastrea lo profundo,
entre rocas oscuras y siniestras.
4 Abre galerías lejos de la gente,
olvidado, en lugares nunca hollados;
colgado, alejado de los humanos.
5 La tierra que proporciona alimentos
se trastorna con fuego subterráneo;
6 sus rocas ocultan zafiros,
sus terrones, pepitas de oro.
7 La rapaz desconoce su entrada,
el ojo del halcón no la divisa;
8 no la pisan las fieras arrogantes,
ni siquiera la atraviesan los leones.
9 El ser humano maneja el pedernal,
revuelve el vientre de las montañas;
10 excava galerías en la roca,
descubre objetos preciosos;
11 explora los hontanares de los ríos
y saca lo oculto a la luz.
12 ¿Pero de dónde se saca la Sabiduría
o dónde está el yacimiento de la Inteligencia?
13 El ser humano ignora su camino,
no se halla en el mundo de los vivos.
14 Dice el Abismo: “No está en mí”;
responde el Mar: “No está conmigo”.
15 No puede comprarse con oro
ni pagarse a peso de plata;
16 no se adquiere con oro de Ofir,
con ónices preciosos o zafiros;
17 no la igualan el oro ni el vidrio,
ni se paga con vasos de oro fino;
18 nada valen el cristal y los corales,
la Sabiduría es más cara que las perlas;
19 no la iguala el topacio de Etiopía,
ni se cambia por el oro más puro.
20 ¿Pero de dónde proviene la Sabiduría
o dónde está el yacimiento de la Inteligencia?
21 Se oculta a los ojos de las fieras
y se esconde de las aves del cielo.
22 Muerte y Abismo confiesan:
“Conocemos su fama de oídas”.
23 Sólo Dios encontró su camino,
sólo él descubrió su morada,
24 pues contempla los límites del orbe
y observa cuanto hay bajo el cielo.
25 Cuando señalaba su peso al viento
y definía la medida de las aguas,
26 cuando imponía su ley a la lluvia
y su ruta al relámpago y al trueno,
27 entonces la vio y la calculó,
la penetró y examinó a fondo.
28 Después dijo al ser humano:
“Venerar al Señor es sabiduría,
apartarse del mal, prudencia”.
Final del diálogo (29—31)
Quejas y autodefensa de Job: el pasado
29 Job continuó así su discurso:
2 ¡Si pudiera revivir el pasado,
cuando Dios se ocupaba de mí,
3 cuando su lámpara
brillaba sobre mi cabeza
y su luz iluminaba mis tinieblas!
4 ¡Aquellos días de mi otoño,
cuando Dios era un íntimo en mi tienda,
5 cuando sentía al Todopoderoso conmigo
y todos mis hijos me rodeaban!
6 Cuando lavaba mis pies en leche
y la roca me daba arroyos de aceite.
7 Cuando iba a la puerta de la ciudad
y, al tomar asiento en la plaza,
8 los jóvenes se escondían al verme,
los ancianos se ponían de pie;
9 la gente principal callaba,
tapándose la boca con la mano;
10 enmudecía la voz de los notables,
se les pegaba la lengua al paladar.
11 La gente que me oía me felicitaba,
quien lo veía se ponía de mi parte;
12 yo libraba al pobre suplicante,
al huérfano carente de ayuda;
13 recibía la gratitud del moribundo,
devolvía la alegría a las viudas.
14 La justicia me cubría como un vestido,
me arropaba lo mismo que un manto,
y el derecho me servía de turbante.
15 Yo era ojos para el ciego,
era pies para los cojos;
16 era padre de los pobres,
abogado de extranjeros.
17 Rompía los colmillos del malvado
y arrancaba la pieza de sus dientes.
18 Pensaba: “Moriré en mi nido,
prolongaré mi vida como el Fénix,
19 con mis raíces a la orilla del agua
y el rocío de la noche en mi ramaje;
20 mi prestigio irá en aumento
y mi arco se reafirmará en mi mano”.
21 La gente me escuchaba expectante,
en silencio, esperando mi consejo;
22 nada añadían cuando yo terminaba,
recibían mis palabras como rocío;
23 me esperaban como a lluvia temprana,
boquiabiertos al agua de primavera.
24 Les sonreía y no daban crédito,
los animaba la luz de mi rostro.
25 Les mostraba el camino y los guiaba,
lo mismo que un rey ante sus tropas;
los guiaba y se dejaban conducir.
Quejas y autodefensa de Job: el presente
30 Pero ahora se burlan de mí
muchachos más jóvenes que yo,
a cuyos padres no habría puesto
al frente de los perros de mi rebaño.
2 La fuerza de sus brazos no servía,
pues estaban carentes de vigor.
3 Agotados por la hambruna y la miseria,
andaban royendo por la estepa,
de noche, en desolada soledad;
4 buscaban malvas entre las matas,
comían raíces de retama.
5 Aislados de la vida en sociedad,
ahuyentados lo mismo que ladrones,
6 vivían en rampas de barrancas,
en grutas y en grietas de la roca;
7 aullaban metidos en la maleza,
refugiados debajo de espinos.
8 ¡Gente villana y sin nombre,
expulsada a golpes del país!
9 Pero ahora me sacan coplas,
convertido en tema de sus burlas;
10 se alejan de mí, me aborrecen,
e incluso me escupen al pasar.
11 Dios me ha debilitado y afligido,
por eso me humillan desenfrenados.
12 A mi derecha se alza una chusma
que hace que mis pasos flaqueen,
que piensa el modo de exterminarme.
13 Deshacen mi sendero,
traman con afán mi ruina,
nadie les pone freno;
14 irrumpen como por ancha brecha,
al asalto, en medio del estruendo.
15 Se desatan contra mí los terrores,
se llevan como viento mi dignidad,
como nube se disipa mi prestigio.
16 Entretanto mi vida se diluye:
me tocan jornadas de aflicción,
17 la noche perfora mis huesos,
pues no duerme el dolor que me roe.
18 [Dios] me agarra violento por la ropa,
me sofoca con el cuello de la túnica,
19 me arroja por tierra, en el fango,
confundido con el barro y la ceniza.
20 Te pido auxilio y no respondes;
me presento ante ti y no haces caso.
21 Te has convertido en mi verdugo
y tu potente brazo se ceba en mí.
22 Me arrebatas a lomos del viento,
sacudido indefenso por el huracán.
23 Ya sé que me devuelves a la muerte,
donde todos los vivos se dan cita.
24 ¿No tendí yo la mano al necesitado
que me pedía ayuda angustiado?
25 ¿No lloré por el que vive en apuros?
¿No mostré compasión por el indigente?
26 Esperaba la dicha y llegó el fracaso;
anhelaba la luz y vino la oscuridad.
27 Me hierven las entrañas sin parar,
esperando jornadas de aflicción.
28 Mi vida discurre sombría, sin sol;
pido auxilio, de pie ante la asamblea.
29 Convertido en pariente de chacales
comparto la amistad con avestruces.
30 Mi piel ha quedado curtida,
mis huesos arden por la fiebre.
31 Mi lira está afinada para el duelo,
mi flauta acompaña a plañideras.
Declaración de inocencia
31 Yo hice un pacto con mis ojos
de no fijarme en doncella.
2 ¿Qué suerte nos reserva Dios allá arriba,
qué herencia nos guarda
el Todopoderoso en lo alto?
3 ¿No reserva el desastre al criminal
y no le espera el fracaso al malhechor?
4 ¿No vigila mi conducta
y observa mis andanzas?
5 ¿Caminé acompañado del embuste
y han corrido mis pies tras la mentira?
6 Que me pese en balanza sin trampa
y así comprobará Dios mi integridad.
7 Si aparté mis pasos del camino,
guiado por los caprichos de mis ojos;
si se pegó alguna mancha a mis manos,
8 ¡que otro devore mi sembrado,
que me arranquen mis retoños!
9 Si cedí a la atracción de otra mujer,
acechando a la puerta del vecino,
10 ¡que mi esposa muela para otro,
que un extraño se acueste con ella!
11 Pues sería un caso de infamia,
una ofensa que reclama justicia:
12 un fuego que consumiría hasta el Abismo,
que devoraría mi hacienda de raíz.
13 Si denegué su derecho al esclavo
o a la esclava, que pleiteaban conmigo,
14 ¿qué haré cuando Dios se levante,
qué responderé cuando me interrogue?
15 ¿No los hizo en el vientre como a mí
y no nos formó en el seno el mismo Dios?
16 Si me cerré al débil necesitado
o a la viuda consumida por el llanto;
17 si comí el pan en soledad
sin querer compartirlo con el huérfano
18 (yo que desde joven lo cuidé como un padre
y lo guié desde el día en que nació);
19 si vi a un transeúnte sin vestido
o a un pobre sin nada que ponerse
20 y no me lo agradecieron sus cuerpos,
calientes con la lana de mis ovejas;
21 si alcé la mano contra el huérfano
contando con el apoyo del tribunal,
22 ¡que se me salga el hombro de la espalda,
que se me rompa el brazo por el codo!
23 Me aterra el castigo de Dios,
nada podría frente a su majestad.
24 No puse en el oro mi confianza
ni llamé “seguridad” al oro fino;
25 no me complacía en mi inmensa riqueza,
en la fortuna conseguida con mis manos.
26 No miré al sol en su esplendor
ni a la luna en su curso luminoso,
27 dejándome seducir en secreto
y enviándoles un beso con la mano.
28 También sería una ofensa criminal,
una traición al Dios Altísimo.
29 No disfruté con la ruina del enemigo,
ni gocé cuando la desgracia lo abatió;
30 tampoco permití que mi lengua pecara
pidiendo su muerte con maldiciones.
31 Cuando los de mi casa decían:
“¡Quién pudiera saciarse de su carne!”,
32 el forastero no durmió al sereno,
porque abrí mis puertas al viajero.
33 No oculté mi pecado como Adán,
ni escondí mi delito en mi interior;
34 no he guardado silencio
ni he dejado de salir a la calle
por miedo a la opinión de los demás,
por temor al desprecio de mi gente.
35 ¡Ojalá hubiera quien me escuchara!
¡Aquí está mi firma!
¡Que responda el Todopoderoso!
¡Que mi rival redacte su alegato!
36 Juro que lo llevaré sobre el hombro
o ceñido como una diadema.
37 Le daría cuenta de mis pasos,
saldría a su encuentro como un príncipe.
38 Si mis campos me recriminan algo
y sus surcos lloran al unísono,
39 por comer sus frutos sin pagarlos
y dejar sin su jornal a los braceros,
40 ¡que en vez de trigo produzcan espinas;
en vez de cebada, ortigas!
Fin de las palabras de Job.
III.— INTERVENCIÓN DE ELIHÚ (32—37)
Introducción
32 Aquellos tres hombres ya no respondieron a Job, convencidos de que se consideraba inocente. 2 Pero Elihú, hijo de Baraquel, del clan de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía tener razón frente a Dios. 3 También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no encontrar respuesta, habían dejado a Dios por culpable. 4 Elihú había esperado en silencio mientras hablaban con Job, porque eran mayores que él; 5 pero, al ver que ninguno de los tres daba una respuesta convincente, 6 Elihú, hijo de Baraquel el buzita, intervino molesto en los siguientes términos:
Exordio
Yo soy joven, ustedes ya viejos;
por eso, intimidado, he evitado
exponerles todo lo que sé.
7 Yo pensaba: “Que hable la edad,
los muchos años enseñan sabiduría”.
8 Pero lo que hace perspicaz al ser humano,
es el espíritu que infunde el Todopoderoso;
9 pues los años no dan sabiduría,
ni la vejez procura discernimiento.
10 Por eso les pido que me escuchen,
pues quiero exponerles mi saber.
11 He esperado mientras hablaban,
escuchaba atento sus razones,
cómo afinaban los argumentos.
12 Me iba fijando con atención,
pero ninguno refutaba a Job,
ninguno desmentía sus cargos.
13 No digan: “¡Dimos con una sabiduría
que sólo Dios, no los humanos, puede refutar!”.
14 Como no ha argumentado contra mí,
no lo refutaré con las razones de ustedes.
15 Ahí están, perplejos, sin respuesta;
sus argumentos los han abandonado.
16 He esperado a que acabaran de hablar,
y ahí están, plantados, sin respuesta.
17 Pero quiero hacer mi aportación;
expondré mi saber, desde luego,
18 pues estoy repleto de palabras,
preñado de un aliento incontenible.
19 Mi vientre es un odre nuevo
que el vino sin escape revienta.
20 Hablaré y me quedaré tranquilo,
abriré mi boca y responderé.
21 Con nadie seré parcial,
a nadie voy a adular.
22 Primero porque no sé adular;
además mi Creador me destruiría.
Orgullo de Job
33 Escucha, Job, mis palabras;
presta oído a lo que digo:
2 Ya comienzo a abrir la boca;
mi lengua y mi paladar
empiezan a formar palabras.
3 Hablaré con corazón sincero,
mis labios dirán la pura verdad.
4 El soplo de Dios me formó,
el Todopoderoso me hizo vivir.
5 Contéstame, si eres capaz;
permanece firme frente a mí.
6 Para Dios, yo soy como tú;
modelado también con arcilla.
7 No te voy a llenar de terror,
ni pienso ensañarme contigo.
8 Tú declaraste ante mí
(yo mismo oí tus palabras):
9 “Soy puro, sin un delito;
soy inocente, sin culpa.
10 Es Dios quien busca excusas,
quien me tiene por enemigo
11 y pone cepos a mis pies
controlando todos mis pasos”.
12 Pues te digo que no tienes razón:
si es más grande Dios que el ser humano,
13 ¿por qué te atreves a acusarlo
de no responder a tus razones?
14 Dios habla de muchas formas,
aunque no sepamos verlo:
15 en sueños o visiones nocturnas,
cuando cae el sopor sobre nosotros
y el sueño nos invade en la cama.
16 Abre entonces el oído a las personas
e inculca en ellas sus advertencias:
17 para impedir que cometan maldad
y protegerlas del orgullo humano;
18 para impedirles que caigan en la fosa,
que su vida atraviese el Canal.
19 Prueba al ser humano en el dolor
con la agonía incesante de sus miembros,
20 hasta que acaba detestando la comida
y le repugna su manjar favorito.
21 Puedes ver cómo su cuerpo se consume,
sus huesos, antes ocultos, aparecen;
22 su existencia se acerca a la tumba,
su vida al lugar de los muertos.
23 Pero si tiene un ángel junto a él,
un mediador entre mil,
que pueda defender su honradez,
24 suplicará piedad en su favor:
“Líbralo de bajar a la fosa,
he encontrado quien rescate su vida”.
25 Entonces su cuerpo retoñará,
volverá a sus años lozanos.
26 Dios escuchará sus plegarias,
podrá ver su rostro con alegría,
pues le ha devuelto su integridad.
27 Luego proclamará delante de todos:
“Me equivoqué y pervertí el derecho,
pero no me ha pagado como merecía.
28 Me ha librado de bajar a la fosa,
mi existencia está abierta a la luz”.
29 Dios suele hacer todo esto
una y mil veces al ser humano,
30 para librar su vida de la fosa
e inundarlo de la luz de la vida.
31 Escucha, Job, presta atención;
calla mientras estoy hablando.
32 Si tienes argumentos, contéstame;
habla, que deseo darte la razón.
33 Pero, si no los tienes, atiende;
calla y te enseñaré sabiduría.
Fracaso de los tres sabios amigos
34 Elihú continuó con su discurso:
2 Escuchen, sabios, mis palabras;
préstenme atención los doctos,
3 pues el oído distingue las palabras
lo mismo que la boca los sabores.
4 Pongámonos de acuerdo en lo que es justo;
aclaremos entre nosotros lo que es bueno.
5 Job ha dicho: “Soy inocente,
pero Dios anula mi derecho.
6 ¿Voy a mentir sobre mi caso?
Me hieren de muerte sin culpa”.
7 ¿Hay por ventura alguien como Job,
que beba sarcasmos como agua?
8 Anda acompañado de malhechores,
busca la sociedad de los malvados,
9 y dice: “Nada se consigue
buscando el favor de Dios”.
10 Escúchenme, quienes sean sensatos:
¡Lejos de Dios la maldad,
lejos del Todopoderoso la injusticia!
11 Paga a cada uno según sus acciones,
trata a los humanos según su conducta.
12 Está claro que Dios no actúa con maldad,
que el Todopoderoso no pervierte el derecho.
13 ¿Quién le encargó del cuidado de la tierra
y le confió la custodia del universo?
14 Si decidiera por propia voluntad
retirar su espíritu y su aliento,
15 perecerían todos los vivientes,
volverían los humanos al polvo.
16 Si tienes conocimiento, escucha;
presta atención a mis palabras.
17 ¿Podría gobernar quien odia la justicia?
¿Vas a condenar al que es justo y poderoso,
18 al que puede llamar a un rey “canalla”
o tratar de “bandidos” a los nobles?
19 ¿Al que no tiene preferencia por los príncipes,
ni favorece al grande contra el débil,
porque todos han sido creados por él?
20 Todos mueren de pronto, a medianoche;
se alborota la gente y desaparecen;
el tirano es derribado sin esfuerzo.
21 Dios vigila la conducta humana,
controla cualquier comportamiento;
22 no hay sombra ni densa tiniebla
que pueda ocultar al malvado.
23 No es el ser humano quien decide
cuándo ha de comparecer ante el Dios
24 que destruye a los poderosos sin indagar
y establece a otros en su lugar.
25 Como Dios conoce bien sus acciones,
de noche los trastorna y destruye;
26 les paga su maldad azotándolos
en un lugar donde la gente los vea,
27 por haberle sido desleales,
por haber ignorado sus designios,
28 provocando ante él el grito del pobre,
haciéndole oír el gemido del necesitado.
29 Si Dios guarda silencio,
¿quién condenará al malvado?
Si oculta su rostro, ¿quién podrá verlo?
Pero él vigila a personas y países,
30 para evitar que prevalezca un impío
y someta al pueblo a su capricho.
31 Si alguien reconoce ante Dios:
“Me he enorgullecido, no lo haré más;
32 enséñame tú lo que yo no puedo ver;
si algo malo he hecho, no reincidiré”,
33 ¿debería [Dios] castigar, en tu opinión,
cuando tú rechazas su criterio?
Eres tú quien debe decidir, no yo;
demuestra todo lo que sabes.
34 Si la gente sensata me escuchara,
si los sabios me oyesen, dirían:
35 “Job no argumenta con sensatez;
sus palabras carecen de sentido.
36 Debería ser examinado hasta el extremo,
pues responde igual que los malvados;
37 se empeña en seguir pecando,
se burla de nosotros,
multiplica sus palabras contra Dios”.
Dios no hace caso a los malvados
35 Elihú continuó su discurso:
2 ¿Crees que es justo afirmar:
“Tengo razón contra Dios”?
3 O decir: “¿Qué más le da?
¿qué saco yo con no pecar?”.
4 Voy a responder a tus argumentos
y, de paso, a los de tus amigos.
5 Contempla atento el cielo,
fíjate en las nubes tan altas.
6 ¿Qué mal le causas a Dios cuando pecas
o en qué le afectan tus numerosos delitos?
7 Si eres honrado, ¿qué le das
o qué recibe de tu mano?
8 Tu maldad afectaría a alguien como tú;
tu honradez, a los seres humanos.
9 La gente protesta bajo la dura opresión,
pide socorro ante el poder del tirano;
10 pero no dice: “¿Dónde está mi Hacedor,
que llena la noche de cantos de júbilo
11 y nos hace más sabios
que las bestias de la tierra,
más inteligentes que las aves del cielo?”.
12 Algunos protestan, pero no responde;
el orgullo de los malvados tiene la culpa.
13 Dios no escucha falsedades,
el Todopoderoso no hace ni caso.
14 Y menos cuando dices: “No lo veo,
le he expuesto mi causa y espero”.
15 Pero como su cólera no estalla
ni parece prestar atención al delito,
16 Job abre su boca y echa viento,
multiplicando palabras sin sentido.
Sentido del dolor de Job
36 Elihú siguió diciendo:
2 Ten paciencia y te convenceré,
pues aún quedan razones en favor de Dios.
3 Espigaré mi saber en el pasado,
demostraré que mi Creador tiene razón.
4 Mis palabras no son vanas, desde luego;
ante ti tienes ciencia consumada.
5 Dios es poderoso y no vacila,
poderoso y de firmes decisiones.
6 No permite que viva el malvado,
sino que hace justicia al afligido;
7 no aparta sus ojos de los justos:
los pone junto a reyes, en sus tronos,
los entroniza y exalta para siempre.
8 Pero si Dios los carga de cadenas
y los ata con sogas de aflicción,
9 es para denunciar sus acciones,
sus delitos nacidos del orgullo;
10 hace que ellos escuchen su advertencia,
los conmina a dejar el pecado.
11 Si escuchan y saben ser dóciles,
su vida se colmará de prosperidad,
el bienestar acompañará su existencia;
12 si no escuchan, cruzarán el Canal;
morirán repletos de ignorancia.
13 La mente del impío almacena cólera,
cuando Dios lo encadena no pide socorro;
14 su vida se consume en plena juventud,
muere a la edad de los hieródulos.
15 Pero salva al afligido con la aflicción,
lo instruye mediante el sufrimiento.
16 Te arrancaría de las fauces de la angustia,
llevándote a un lugar sin agobios, espacioso,
a una mesa con platos sustanciosos.
17 Pero tu causa es propia de un culpable,
el pleito y el derecho te obsesionan.
18 No te dejes seducir por la riqueza,
ni un soborno sustancioso te corrompa:
19 de nada servirá ante la angustia
todo el poder de tus riquezas.
20 No suspires porque llegue esa noche
en que la gente desaparece de su sitio.
21 Cuidado con volver a la maldad,
que por ella probaste la aflicción.
Himno a la sabiduría y al poder divinos
22 ¡Qué sublime y poderoso es Dios!
¿Hay maestro que se le pueda comparar?
23 ¿Quién se atreverá a calificar su conducta
o podrá acusarlo de obrar mal?
24 Acuérdate de ensalzar sus obras,
pues todos las han alabado;
25 toda la humanidad las contempla,
los mortales las perciben de lejos.
26 Dios es sublime, incomprensible;
incalculable el número de sus años.
27 Atrae hacia sí las gotas de agua,
las filtra de su fuente como lluvia,
28 la lluvia que destilan las nubes,
que riega copiosa a los humanos.
29 ¿Quién conoce las dimensiones de su nube
o el fragor que retumba en su tienda?
30 El Altísimo despliega su relámpago,
que ilumina la profundidad del mar.
31 De este modo alimenta a los pueblos,
les regala sustento en abundancia.
32 Oculta el relámpago en sus manos,
lo dirige directo hacia el blanco.
33 El Altísimo habla con su trueno,
su cólera provoca la tormenta.
37 Ante esto se estremece mi corazón,
salta incluso fuera de su sitio.
2 Escuchen atentos el fragor de su voz,
el estruendo que sale de su boca;
3 envía su rayo por debajo del cielo
y alcanza los confines de la tierra;
4 truena tras él su voz,
resuena de forma majestuosa;
después de escuchar su voz,
ninguno le sigue la pista.
5 Atruena Dios con su voz prodigiosa,
hace maravillas que ignoramos.
6 Ordena a la nieve: “Cae a tierra”,
y al aguacero: “Llueve con fuerza”;
7 de esta manera frena el trabajo humano
para que todos reconozcan sus obras.
8 Las fieras se encierran en sus cuevas,
permanecen ocultas en sus guaridas.
9 La tormenta sale de su cámara,
traen el frío los vientos del norte;
10 sopla Dios y se forma el hielo,
se congela la superficie del agua.
11 Carga las nubes de humedad,
mientras el nubarrón disemina su rayo,
12 que gira de uno a otro lado,
conducido por él alrededor,
para cumplir así sus órdenes
por toda la superficie del orbe.
13 Es [Dios] quien hace que descargue
sobre su tierra el nubarrón,
como azote o bien como favor.
14 Escucha esto tranquilo, Job;
piensa en las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes cómo se lo ordena Dios
y el rayo brilla desde su nube?
16 ¿Sabes cómo equilibra las nubes,
maravilla de ciencia consumada?
17 Tú, que te agobias debajo de la ropa
cuando el solano aletarga la tierra,
18 ¿puedes tender como él el firmamento,
sólido como espejo de metal fundido?
19 Dinos lo que hemos de aconsejarle,
no podemos discutir a oscuras.
20 ¿Ha de ser informado cuando hablo
o hay que comunicarle lo que otro dice?
21 A veces no se puede ver el sol,
oculto como está entre nubarrones,
pero el viento se mueve y los disipa.
22 Llegan del norte resplandores de oro,
rodea a Dios terrible majestad;
23 nos es inalcanzable el Todopoderoso,
sublime en poder y equidad;
es justo, no viola el derecho.
24 Por eso, mortales, respétenlo,
que él no teme a los sabios.
IV.— DISCURSOS DEL SEÑOR (38,1—42,6)
Primer discurso: sabiduría del Creador
38 El Señor se dirigió a Job desde la tormenta:
2 ¿Quién es ese que confunde mis designios
pronunciando tales desatinos?
3 Si tienes agallas, cíñete los lomos;
te preguntaré y tú me instruirás.
4 ¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra?
Dímelo tú, si tanto sabes.
5 ¿Sabes quién diseñó sus dimensiones
o le aplicó la cinta de medir?
6 ¿Dónde se asienta su basamento
o quién colocó su piedra angular
7 mientras aclamaban los astros matutinos
y los vitoreaban los hijos de Dios?
8 ¿Quién clausuró el mar con una puerta,
cuando salía impetuoso de su seno;
9 cuando le puse nubes por mantillas
y nubes de tormenta por pañales;
10 cuando determiné sus límites
poniéndole puertas y cerrojos,
11 y le dije: “De aquí no pasarás,
aquí se estrellará el orgullo de tus olas”?
12 ¿Has mandado alguna vez a la mañana
o has señalado su puesto a la aurora
13 para que agarre la tierra por los bordes
y sacuda de ella a los malvados;
14 para marcarla como arcilla bajo el sello
y darle color como a un vestido;
15 para negar la luz a los malvados
y hacer trizas el brazo sublevado?
16 ¿Has penetrado en las fuentes del Mar
o paseado por la hondura del Abismo?
17 ¿Te han enseñado las puertas de la Muerte
o has visto los portales de las Sombras?
18 ¿Has examinado las dimensiones de la tierra?
Cuéntamelo, si lo sabes todo.
19 ¿Dónde está la casa de la luz
y dónde viven las tinieblas?
20 ¿Podrías guiarlas a su país
o indicarles el camino de casa?
21 Lo sabrás, pues ya habías nacido:
¡tienes tantísimos años!
22 ¿Has entrado en los silos de la nieve
y observado los depósitos del granizo
23 que reservo para la hora de la angustia,
para el día de la guerra y del combate?
24 ¿Por dónde se difunde la luz,
por dónde se dispersa el viento del este?
25 ¿Quién ha excavado un canal al aguacero
y ha abierto un camino al rodar de los truenos,
26 para que llueva en tierras despobladas,
en el desierto no habitado por humanos;
27 para que empape la estepa desolada
y brote un vergel en el páramo?
28 ¿Quién es el padre de la lluvia
o quién engendra el rocío?,
29 ¿de qué vientre sale el hielo
o quién pare la escarcha del cielo,
30 cuando el agua se endurece como piedra
y se atasca la faz del Abismo?
31 ¿Puedes atar los lazos de las Pléyades
o soltar las riendas de Orión,
32 hacer salir a su hora al Zodíaco,
guiar a la Osa y a sus crías?
33 ¿Conoces las leyes que rigen el cielo
y haces que se cumplan en la tierra?
34 ¿Puedes dar órdenes a las nubes
para que envíen sobre ti un chaparrón?
35 ¿Usas como mensajeros a los rayos,
que acuden y te dicen: “A tus órdenes”?
36 ¿Quién dio sabiduría al dosel de nubes
y puso perspicacia en mi tienda celeste?
37 ¿Quién sabe enumerar las nubes
e inclina los cántaros del cielo,
38 cuando el polvo se funde en una masa
y se pegan los terrones entre sí?
39 ¿Le cazas la presa a la leona
o sacias el hambre de sus crías,
40 cuando se encierran en sus guaridas
o acechan agazapados en la maleza?
41 ¿Quién da de comer al cuervo
cuando sus crías graznan a Dios
y aletean nerviosas por el hambre?
39 ¿Sabes cuándo paren las rebecas
o has asistido alguna vez al parto de las ciervas?
2 ¿Has contado sus meses de gestación
y conoces el tiempo en que paren,
3 cuando, acurrucadas, echan a sus crías,
y expulsan fuera a sus hijos?
4 Sus cachorros crecen sanos,
se hacen adultos en el campo,
se van y ya no regresan.
5 ¿Quién deja en libertad al onagro
o desata al asno salvaje,
6 al que di la estepa por morada,
la tierra reseca por hogar?
7 Se ríe del bullicio del pueblo,
no escucha la voz del arriero.
8 Busca su pasto en los montes,
rastrea cualquier hierba tierna.
9 ¿Crees que el búfalo te prestará un servicio
y pasará la noche en tu establo?
10 ¿Lo atarías al arado en la besana
y rastrillaría el campo labrado tras de ti?
11 ¿Te fiarías de su fuerza descomunal,
hasta cederle el peso de tus tareas?
12 ¿Le confiarías la cosecha del cereal
y su acarreo después de la trilla?
13 El avestruz aletea con arrogancia,
como si tuviese alas de cigüeña.
14 Pero pone sus huevos en el suelo
y deja que se incuben en la arena
15 sin pensar que pueden ser pisados
o aplastados por una fiera salvaje.
16 Se muestra cruel con sus pollos,
igual que si no fuesen suyos;
no le importa fatigarse en vano.
17 Es que Dios le negó sabiduría,
no le dio su porción de inteligencia.
18 Mas, cuando se alza encabritada,
se ríe del caballo y del jinete.
19 ¿Le das tú al caballo su brío
o le cubres el cuello de crines?
20 ¿Le haces saltar como langosta?
Su relincho provoca terror,
21 piafa inquieto en el valle,
se lanza impetuoso al ataque.
22 Se burla del miedo, no teme;
nunca retrocede ante las armas,
23 aunque silben las flechas alrededor
o lanzas y venablos centelleen.
24 Devora su ruta nervioso y con estrépito,
nadie lo sujeta cuando suena la trompeta;
25 responde a la trompeta con relinchos,
ventea de lejos la batalla,
el grito de guerra de los jefes.
26 ¿Enseñas a volar al halcón,
cuando despliega sus alas hacia el sur?
27 ¿Acaso porque tú lo ordenas,
remonta el águila su vuelo
y hace su nido en los riscos?
28 Construye su hogar en la roca,
se oculta en repisas rocosas;
29 desde allí otea a sus presas,
sus ojos las divisan de lejos.
30 Sus crías se alimentan de sangre;
se deja ver donde hay un cadáver.
40 El Señor siguió diciendo a Job:
2 ¿Quiere el censor discutir con el Todopoderoso?
El que critica a Dios, que responda.
3 Job respondió al Señor:
4 Me siento pequeño, ¿qué contestaré?
Me taparé la boca con la mano.
5 Hablé una vez, no insistiré;
hablé dos veces, nada añadiré.
Segundo discurso: Dios controla las fuerzas del mal
6 El Señor replicó a Job desde la tormenta:
7 Si tienes redaños, cíñete los lomos;
te preguntaré y tú me instruirás:
8 ¿Pretendes acaso violar mi derecho,
condenarme para salir tú absuelto?
9 ¿Tienes un brazo poderoso como Dios
y es potente tu voz como la suya?
10 ¡Pues vístete de gloria y majestad,
rodéate de gloria y esplendor;
11 da rienda suelta a tu cólera
y abate con tu mirada al soberbio;
12 hunde con tu mirada al arrogante
y machaca a los malvados donde estén;
13 entiérralos juntos en el polvo,
mételos a todos en el calabozo!
14 Entonces yo también te alabaré:
“Tu diestra te ha dado la victoria”.
Behemot
15 Ahí tienes a Behemot,
a quien creé, igual que a ti;
come hierba, lo mismo que el buey.
16 Fíjate en la dureza de sus lomos,
en la fuerza de los músculos del vientre;
17 empina su cola como un cedro,
se traban los nervios de sus muslos;
18 sus huesos parecen tubos de bronce,
sus miembros, hierro forjado.
19 Es primicia de las obras de Dios,
su Hacedor lo amenazó con la espada.
20 Los montes le pagan tributo,
junto a él retozan las bestias.
21 Se tumba arropado por los lotos,
oculto en los carrizos de la marisma;
22 los lotos le proporcionan sombra,
los sauces del río lo protegen.
23 No le asusta que el río se desborde,
que un Jordán le llegue hasta el hocico.
24 ¿Quién será capaz de atraparlo
o taladrarle con ganchos la nariz
mientras él está vigilante?
Leviatán
25 ¿Pescarías con anzuelo a Leviatán
y sujetarías su lengua con cuerdas?
26 ¿Le pasarías un junco por la nariz
y traspasarías su mandíbula con garfios?
27 ¿Te va a dirigir ruegos insistentes
o calmarte con voz suplicante?
28 ¿Haría un contrato contigo,
para ser tu siervo de por vida?
29 ¿Vas a jugar con él como con un pájaro,
atándolo para que tus hijas se diviertan?
30 ¿Lo pondrían en venta los pescadores
y se lo disputarían los mercaderes?
31 ¿Le traspasarías la piel con arpones,
la cabeza con artes de pesca?
32 Si le has puesto la mano encima,
te acordarás del combate
y no volverás a intentarlo.
41 No esperes atraparlo, que es inútil;
su sola presencia causa terror;
2 ¡nadie es capaz de provocarlo!
¿Quién, pues, será capaz de hacerme frente?
3 ¿Quién me ha venido con regalos
para que deba yo recompensarle?
¡Si todo bajo el cielo es mío!
4 ¿No hice que callara su arrogancia,
su firme palabra y su alegato?
5 ¿Quién le abrió el manto de su piel
y penetró por su doble coraza?
6 ¿Quién abrió las puertas de sus fauces,
tachonadas de dientes espantosos?
7 Su lomo son hileras de escudos,
bien apretados y sellados;
8 sus piezas se unen tan trabadas
que ni el aire se filtra entre ellas;
9 se sueldan unas con otras,
formando un bloque compacto.
10 Su estornudo proyecta destellos,
sus ojos parpadean como el alba.
11 Sus fauces lanzan antorchas,
proyectan chispas de fuego;
12 de su hocico sale una humareda,
como caldero que hierve atizado;
13 su aliento enciende carbones,
arroja llamaradas por su boca.
14 Su fuerza está en su cuello,
ante él tiembla el espanto.
15 Son compactos los pliegues de su carne;
como pegados a su cuerpo, ni se mueven.
16 Su corazón es duro como la roca,
resistente como piedra de moler.
17 Su majestad asusta a los dioses;
cuando oyen su estrépito, retroceden.
18 De nada sirve la espada contra él,
tampoco dardo, lanza o jabalina.
19 El hierro es paja para él,
madera podrida el bronce.
20 No hay flecha que lo ponga en fuga,
las piedras de la honda son como paja.
21 Paja le parece el mazo,
se ríe del silbar de las saetas.
22 Su vientre son lastras afiladas,
que arrastra como trillo por el lodo.
23 Hace hervir las aguas profundas,
convierte el mar en pebetero.
24 Deja tras de sí un surco luminoso,
una blanca cabellera en el Abismo.
25 Nadie lo iguala en la tierra,
pues es criatura sin miedo.
26 Se enfrenta a los más altivos,
es el rey de todas las bestias.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España