Bible in 90 Days
II.— EL TIEMPO Y LA MUERTE (3—5)
3 Todas las cosas bajo el sol tienen un tiempo y un momento:
2 Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado.
3 Hay un tiempo para matar y un tiempo para curar;
un tiempo para destruir y un tiempo para construir.
4 Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír;
un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar.
5 Hay un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse.
6 Hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder;
un tiempo para guardar y un tiempo para botar.
7 Hay un tiempo para rasgar y un tiempo para coser;
un tiempo para callar y un tiempo para hablar.
8 Hay un tiempo para amar y un tiempo para odiar;
un tiempo de guerra y un tiempo de paz.
9 ¿Qué ganancia saca el trabajador de sus fatigas? 10 He observado la tarea que Dios ha impuesto a los seres humanos para que se dediquen a ella: 11 todo lo hizo hermoso y a su tiempo, e incluso les hizo reflexionar sobre el sentido del tiempo, sin que el ser humano llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin. 12 Y he comprendido que no hay para ellos más felicidad que alegrarse y pasarla bien en la vida, 13 pues también es don de Dios que toda persona coma, beba y disfrute en todas sus fatigas. 14 He comprendido que todo lo que hace Dios durará siempre, sin añadirle ni quitarle nada. Así Dios se hace respetar.
15 Lo que es, ya fue;
lo que será, ya sucedió,
pues Dios recupera lo pasado.
El destino del ser humano
16 He observado otra cosa bajo el sol:
en la sede del derecho, el delito;
en el tribunal de justicia, la injusticia.
17 Y pensé: Dios juzgará al justo y al injusto, pues hay un tiempo para cada cosa y para cada acción. 18 Me puse a reflexionar sobre la conducta de los seres humanos: Dios los prueba para demostrarles que son como animales. 19 En efecto, seres humanos y animales comparten un mismo destino: la muerte de estos es como la muerte de aquellos y todos tienen un mismo aliento vital, sin que el ser humano aventaje al animal, pues todo es ilusión.
20 Todos van al mismo sitio:
todos proceden del polvo
y todos vuelven al polvo.
21 Nadie sabe si el aliento vital de los seres humanos sube a las alturas y el de los animales cae bajo tierra. 22 Por eso, he descubierto que para el ser humano no hay más felicidad que disfrutar de sus obras, porque esa es su recompensa. Pues nadie lo traerá a ver lo que sucederá después de él.
4 Volví a considerar todas las opresiones que se comenten bajo el sol.
Ahí está el llanto de los oprimidos,
¡y no encuentran consuelo!
La fuerza en manos de sus opresores,
¡y no encuentran consuelo!
2 Y estimé a los que ya habían muerto más afortunados que los que aún vivían; 3 pero todavía estimé más afortunados a los que aún no existían, porque no podían contemplar los atropellos que se cometen bajo el sol. 4 Yo he visto que toda fatiga y éxito en el trabajo provoca la envidia entre compañeros. También esto es ilusión y vano afán.
5 El necio se cruza de brazos
y se devora a sí mismo.
6 Más vale un puñado de tranquilidad,
que dos de fatiga y vano afán.
Dos mejor que uno
7 He reflexionado sobre otra cosa bajo el sol que también es pura ilusión: 8 una persona sola, sin nadie, sin hijos ni hermanos, que se fatiga sin descanso y no se harta de riquezas: ¿Para quién se fatiga, privándose de la felicidad? También esto es pura ilusión y mal asunto.
9 Mejor dos que uno, pues obtienen mayor recompensa en sus fatigas. 10 Porque, si caen, uno levantará al otro. Pero, ¡ay si uno cae sin tener a nadie que lo levante! 11 Si dos se acuestan juntos, se calientan; pero uno solo, ¿cómo se calentará? 12 Uno puede ser vencido; dos, en cambio, resisten mejor; pues no se rompe fácilmente una cuerda de tres cabos.
Pobre sabio, rey necio
13 Más vale muchacho pobre y listo, que rey viejo y tonto, incapaz de aceptar consejos, 14 aunque el muchacho llegue a reinar tras salir de la prisión o haya nacido pobre en el reino. 15 Y he visto a todos los vivientes que se mueven bajo el sol seguir a ese muchacho como sucesor del rey: 16 era inmenso el gentío al que gobernaba. Pero los que vengan después tampoco estarán contentos con él, porque también esto es pura ilusión y vano afán.
Excesos religiosos
17 Cuando vayas al Templo, vigila tus pasos: si te acercas, hazlo para escuchar y no para ofrecer sacrificios propios de necios que ignoran que obran mal. 5 1 Que no se precipite tu boca ni se apresure tu mente a pronunciar una palabra ante Dios, porque Dios está en el cielo y tú estás en la tierra. Por eso, sé parco en palabras,
2 pues excesivo trajín produce sueño,
y excesivas palabras dan lugar a tonterías.
3 Cuando hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque no le gustan los necios. Cumple tus promesas, 4 aunque es mejor no hacer promesas, que hacerlas y no cumplirlas. 5 No peques con tus palabras ni digas ante el ministro de Dios que fue sin darte cuenta. ¿Por qué irritar a Dios con lo que dices de manera que arruine tus obras?
6 Donde abundan sueños,
abundan ilusiones y palabras.
Tú, en cambio, respeta a Dios.
Opresiones y abusos
7 Si en una región observas que el pobre es oprimido y son violados el derecho y la justicia, no te extrañes de la situación, porque un alto cargo protege a otro, y a estos, otros superiores. 8 La ganancia de un país en todo esto es un rey al servicio del campo.
Riquezas inútiles
9 Quien ama el dinero, nunca se harta de él;
quien ama las riquezas, no les saca fruto;
y esto también es pura ilusión.
10 Cuando aumentan los bienes,
aumentan los parásitos.
¿Y qué provecho saca el dueño,
sino verlo con sus ojos?
11 Dulce es el sueño del trabajador,
coma poco o coma mucho;
la abundancia al rico
no le permite dormir.
12 Una grave desgracia he visto bajo el sol: la riqueza que guarda el dueño para su propio daño. 13 Pierde esta riqueza en un mal negocio y el hijo que tiene se queda con las manos vacías. 14 Según salió del vientre de su madre, así volverá: tan desnudo como vino, sin llevarse en la mano nada de lo que sacó con sus fatigas. 15 También esto es gran desgracia: que se irá, como vino. ¿Y qué ganancia sacará de haberse fatigado inútilmente? 16 Consumir todos sus días a oscuras, entre grandes disgustos, dolor y rabia.
La felicidad posible
17 Esta es la felicidad que yo he encontrado: que conviene comer, beber y disfrutar de todos los afanes y fatigas bajo el sol, durante los contados días de vida que Dios da al ser humano, porque esa es su recompensa; 18 y si Dios concede a cada cual bienes y riquezas y le permite comer de ellas, recibir su recompensa y disfrutar de sus fatigas, eso es un don de Dios. 19 Porque no se preocupará demasiado de los días de su vida, si Dios le llena de alegría el corazón.
III.— UN DESTINO COMÚN E IGNOTO (6,1—9,10)
Dones baldíos
6 Hay otra grave desgracia para el ser humano que he observado bajo el sol: 2 alguien a quien Dios da bienes, riqueza y honores sin que le falte nada de cuanto pueda desear, pero al que Dios no le concede comer de ello, porque un extraño lo devora. Esto es pura ilusión y gran desgracia. 3 Si alguien tiene cien hijos y vive muchos años, por muy larga que sea su vida, si no disfruta de felicidad y ni siquiera tiene una sepultura, yo digo que un aborto es más afortunado que él. 4 Pues en un soplo vino, en la oscuridad se va y su recuerdo queda oculto en las tinieblas. 5 No vio ni conoció el sol, pero descansa mejor que el otro. 6 Y aunque hubiera vivido dos mil años, si no disfrutó de felicidad, ¿no van todos al mismo sitio?
Insatisfacciones y sombras
7 El ser humano se fatiga sólo para comer, y a pesar de ello su apetito no se sacia. 8 ¿En qué, pues, aventaja el sabio al necio? ¿En qué al pobre que sabe vivir la vida?
9 Más vale lo que ven los ojos
que los deseos imposibles.
También esto es pura ilusión y vano afán.
10 Cuanto existe ya estaba prefijado, y todos saben que el ser humano no puede enfrentarse a quien es más fuerte que él. 11 A más palabras, más vana ilusión, y el ser humano no saca ningún provecho. 12 Pues, ¿quién sabe lo que conviene al ser humano en la vida, durante los contados días de su ilusa vida que pasa como una sombra? Y ¿quién le contará lo que sucederá después de él bajo el sol?
Paradojas y contrastes
7 Más vale buen nombre que buen perfume,
y el día de la muerte más que el día del nacimiento.
2 Mejor ir a un duelo que a una fiesta,
porque en duelo acaba toda vida humana,
y el que aún vive debe tenerlo en cuenta.
3 Más vale pena que risa,
pues tras un cara triste hay un corazón feliz.
4 Los sabios piensan en la muerte,
los necios en la diversión.
5 Más vale oír reprensión de sabio
que escuchar coplas de necios;
6 como crepitar de cardos bajo la olla
así es la risa del necio;
y esto también es vana ilusión.
7 La violencia ofusca al sabio
y el soborno pervierte la conciencia.
8 Más vale el final que el comienzo,
más vale paciencia que arrogancia.
9 No te dejes llevar por la cólera,
pues la cólera habita dentro del necio.
10 No te preguntes por qué
cualquier tiempo pasado fue mejor,
pues esa no es pregunta de sabios.
11 Mucho vale sabiduría con hacienda
y aprovecha a todos los que viven;
12 porque sabiduría y riqueza
dan la misma sombra;
la ventaja de la sabiduría
es que da vida a sus dueños.
13 Observa la obra de Dios:
¿quién podrá enderezar lo que él torció?
14 En día de felicidad, sé feliz;
en día de adversidad, reflexiona;
uno y otro los ha hecho Dios
para que nadie descubra su futuro.
Justos y malvados
15 He visto de todo en mis días ilusos:
gente honrada que perece en su honradez
y gente mala que perdura en su maldad.
16 No seas demasiado honrado,
ni te hagas sabio en exceso;
¿por qué causar tu propia ruina?
17 No seas demasiado malo,
ni seas insensato;
¿por qué morir antes de tu hora?
18 Bueno es tener en cuenta
las dos cosas,
pues el que respeta a Dios
de todo sale bien parado.
19 La sabiduría hace al sabio más fuerte
que diez gobernadores de una ciudad.
20 No hay nadie tan honrado en la tierra
que haga el bien sin pecar nunca.
21 No hagas caso de todo lo que se dice,
y no tendrás que oír que tu siervo te critica;
22 pues bien sabes que muchas veces
también tú has criticado a otros.
23 Todo esto lo he investigado con sabiduría pensando llegar a sabio, pero estaba lejos de mi alcance. 24 Cuanto existe es remoto y muy profundo: ¿quién podrá descubrirlo?
La mujer
25 Me dediqué a conocer, examinar y buscar sabiduría y perspicacia, para reconocer que la maldad es necedad, y la insensatez, locura. 26 Y he descubierto que la mujer es más amarga que la muerte: es, en efecto, una trampa, su corazón un lazo y sus brazos cadenas. El que agrada a Dios se libra de ella, pero el pecador queda atrapado en sus redes. 27 Mira, esto he descubierto —dice Cohélet— después de analizar caso por caso:
28 aunque, no encontré;
si hallé a un hombre entre mil,
mujer no encontré ninguna.
29 Mira lo único que he averiguado: Dios hizo al ser humano perfecto, pero ellos se buscaron excesivas complicaciones.
Sabiduría y realeza
8 ¿Quién es como el sabio?
¿Quién sabe interpretar cualquier cosa?
La sabiduría ilumina el rostro humano
y transforma la dureza del semblante.
2 Cumple la orden del rey
en virtud del juramento divino;
3 no tengas prisa en retirarte de su presencia,
ni te empeñes en intrigas,
pues hará todo lo que quiera.
4 La palabra del rey es soberana:
¿quién puede pedirle explicaciones?
5 Quien cumple lo mandado nada sabe de intrigas;
sólo el sabio conoce el tiempo de la decisión,
6 pues cada cosa ha de ser decidida a su tiempo,
porque un grave problema tiene el ser humano:
7 no sabe lo que va a suceder
y nadie se lo anunciará.
8 Nadie es dueño de su vida
ni es capaz de conservarla;
no hay poder sobre la hora de la muerte,
no hay modo de escapar en la batalla,
no salvará la maldad a quien la trama.
9 Esto es lo que he observado reflexionando sobre todo lo que sucede bajo el sol, cuando una persona domina a otra para hacerle daño.
Suertes invertidas
10 Y así, he visto a malvados llevados a enterrar, y al volver del camposanto se alababa en la ciudad su conducta anterior. También esto es vana ilusión: 11 que no se ejecute inmediatamente la sentencia contra las malas acciones, y en consecuencia los humanos están deseando hacer el mal; 12 o también que el pecador haga cien veces el mal y le alarguen la vida. Con todo, yo sé que les va bien a los que respetan a Dios, precisamente por respetarlo.
13 En cambio, no le irá bien al malvado:
no se alargará su vida
que pasará como una sombra,
porque no respeta a Dios.
14 Pero en la tierra tiene lugar otro absurdo:
hay justos tratados según la conducta de los malvados,
y malvados tratados según la conducta de los justos.
Y digo que también esto es un absurdo.
Recomendación de la alegría
15 Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol.
16 Conforme me he dedicado a conocer la sabiduría y a observar las tareas que se hacen en la tierra —pues ni de día ni de noche los ojos conocen el sueño—, 17 he considerado todas las obras de Dios, y el ser humano no puede descubrir todas las obras que se hacen bajo el sol. Por más que el ser humano se afana en buscar, no encuentra; y aunque el sabio pretenda saberlo, tampoco es capaz de descubrirlo.
Un destino común
9 En efecto, he reflexionado sobre todo esto y he concluido que los justos y los sabios están, junto con sus obras, en manos de Dios; los seres humanos no tienen conocimiento del amor ni del odio, aunque todo lo tienen delante 2 y a todos les aguarda un mismo destino:
al justo y al malvado,
al puro y al impuro,
al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece,
tanto al bueno como al pecador,
al que jura y al que teme jurar.
3 Esto es lo malo de todo lo que sucede bajo el sol: que un mismo destino aguarda a todos. Además, la mente de los humanos rebosa maldad, la insensatez anida en ellos durante toda su vida, y al final, ¡con los muertos! 4 Es verdad que mientras hay vida, hay esperanza, pues más vale perro vivo que león muerto. 5 Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, ni esperan recompensa, pues se olvida su memoria. 6 Se acabaron hace tiempo sus amores, sus odios y sus celos; nunca más tomarán parte en todo lo que sucede bajo el sol.
Invitación a la felicidad
7 Anda, come con alegría tu pan
y bebe contento tu vino,
porque Dios ya ha aprobado tus obras.
8 Ponte en todo momento vestidos blancos
y que no falte perfume en tu cabeza.
9 Disfruta de la vida con la mujer amada
durante esta efímera existencia
que se te ha dado bajo el sol,
porque esa es tu recompensa en la vida
y en las fatigas que pasas bajo el sol.
10 Todo lo que esté a tu alcance,
hazlo con todas tus fuerzas,
pues no hay actividad, ni razón,
ni ciencia, ni sabiduría
en el reino de los muertos adonde te encaminas.
IV.— ANTE LA HORA FINAL (9,11—12,8)
Las inciertas vías del éxito
11 He visto además bajo el sol
que los veloces no ganan siempre la carrera,
ni los valientes la guerra,
ni los sabios tienen sustento,
ni los inteligentes riqueza,
ni los instruidos estima,
pues en todo interviene el tiempo y el azar.
12 Porque, además, el mortal desconoce su momento:
como peces atrapados en la red fatal
y como pájaros apresados en la trampa,
así son atrapados los humanos
cuando la desgracia les sobreviene de improviso.
Más vale maña que fuerza
13 Observé también bajo el sol esta enseñanza, que me parece importante: 14 había una ciudad pequeña, de pocos habitantes; vino contra ella un gran rey que la cercó y la asedió con grandes fortificaciones. 15 Vivía allí un hombre pobre y sabio, que hubiera podido salvar la ciudad con su sabiduría; pero nadie se acordó de él. 16 Y digo yo:
más vale sabiduría que fuerza;
pero la sabiduría del pobre es despreciada
y sus palabras no se escuchan.
17 Se oye mejor el susurro de los sabios
que los gritos del rey de los necios.
18 Más vale sabiduría que armas de guerra,
pero un solo error echa a perder mucho bien.
Sabios y necios
10 Una mosca muerta pudre un perfume;
un poco de necedad cuenta más que sabiduría y honor.
2 El sabio tiene la mente en su sitio,
el necio la tiene trastocada.
3 El necio, falto de seso,
llama tonto a todo el que encuentra.
4 Si el jefe se enfurece contra ti,
no abandones tu puesto,
porque la mesura evita errores graves.
5 He observado otra desgracia bajo el sol,
un desacierto propio de la autoridad:
6 la necedad encumbrada en altos puestos,
mientras los que valen se sientan abajo.
7 He visto esclavos a caballo
y príncipes que iban a pie, como esclavos.
8 El que cava una fosa, cae en ella;
al que derriba un muro, le muerde una serpiente.
9 El que saca piedras, se lastima con ellas;
el que corta leña, puede hacerse daño.
10 Si se embota el hacha
y no se afilan sus caras,
hay que redoblar esfuerzos.
El éxito está en usar la sabiduría.
11 Si la serpiente muerde
porque no ha sido encantada,
no hay ganancia para el encantador.
12 Las palabras del sabio provocan la estima,
las del necio causan su ruina.
13 El comienzo de su discurso es necedad;
su conclusión, fatal desvarío.
14 El necio habla demasiado
y como nadie conoce el futuro,
nadie le anunciará lo que ha de suceder.
15 El trabajo hastía tanto al necio,
que ni siquiera sabe cómo ir a la ciudad.
Sabiduría cortesana
16 ¡Ay del país donde reina un muchacho,
y cuyos nobles banquetean de madrugada!
17 ¡Dichoso el país donde reina un noble
y cuyos príncipes comen a su hora,
para recobrar fuerzas y no para emborracharse!
18 Al perezoso se le hunde el techo,
al ocioso se le llena la casa de goteras.
19 Para divertirse se celebran banquetes,
el vino alegra la vida
y el dinero todo lo arregla.
20 Ni en tu fuero interno maldigas al rey,
ni en tu propia alcoba maldigas al rico;
porque un pájaro del cielo correrá la voz
y un ser alado contará el asunto.
La inseguridad del futuro
11 Echa tu pan a navegar
y al cabo del tiempo lo reencontrarás.
2 Reparte entre siete o entre ocho,
porque no sabes qué desgracia vendrá sobre la tierra.
3 Cuando las nubes van cargadas,
vierten lluvia sobre la tierra;
cuando el árbol cae al sur o al norte,
en el lugar donde cae, allí se queda.
4 El que sólo observa el viento, no siembra;
el que sólo mira a las nubes, no siega.
5 Igual que no conoces cuál es la dirección del aliento vital que traspasa los huesos dentro del vientre de la preñada, tampoco conoces la obra de Dios que lo hace todo.
6 Por la mañana siembra tu semilla,
y por la tarde repite la tarea;
pues no sabes cuál de las dos dará resultado,
o si son igualmente buenas.
Conclusión: luces y sombras de la vida
7 Dulce es la luz
y un placer para los ojos ver el sol.
8 Por muchos años que viva el ser humano,
que los disfrute todos,
y tenga en cuenta que los días oscuros
aún han de ser muchos:
todo lo que se avecina es ilusión.
9 Disfruta, joven, en tu adolescencia
y sé feliz en tus días de juventud;
sigue los sentimientos de tu corazón
y lo que es atractivo a tus ojos;
pero debes saber que por todo esto
Dios te pedirá cuentas.
10 Aleja las penas de tu corazón
y aparta el sufrimiento de tu cuerpo,
porque efímera es la juventud.
12 Ten en cuenta a tu creador
en tus días de juventud,
antes de que lleguen los días malos
y se acerquen los años en que digas:
“no siento ningún placer”;
2 antes de que se oscurezca el sol,
y no den luz la luna y las estrellas,
y retornen las nubes tras la lluvia;
3 cuando tiemblen los guardianes de la casa
y se encorven los valientes;
cuando se paren las que muelen, por ser pocas,
y queden a oscuras las que miran por las ventanas;
4 cuando se cierren las puertas de la calle
y se apague el ruido del molino;
cuando se extinga el canto del pájaro
y enmudezcan todas las canciones;
5 cuando den miedo las alturas
y haya sobresaltos en el camino;
cuando no se aprecie el almendro,
se haga pesada la langosta
y sea ineficaz la alcaparra;
porque va el ser humano a su morada eterna
y merodean por la calle las plañideras.
6 Antes de que se rompa el hilo de plata,
y se quiebre la copa de oro;
antes de que se haga añicos el cántaro en la fuente
y se precipite la polea en el pozo;
7 antes de que vuelva el polvo a la tierra, a lo que era,
y el espíritu vuelva a Dios, que lo dio.
8 ¡Pura ilusión! —dice Cohélet— ¡Todo es ilusión!
Epílogo sobre la obra de Cohélet
9 Cohélet, además de ser un sabio, también instruyó al pueblo; investigó, estudió y compuso muchos proverbios. 10 Cohélet procuró encontrar palabras adecuadas para escribir con acierto sentencias veraces.
11 Las palabras de los sabios son como aguijones
y, reunidas en colecciones,
son como estacas bien clavadas,
regalos de un mismo pastor.
12 Aparte de esto, hijo mío, ten cuidado: escribir muchos libros es tarea sin fin y excesivo estudio perjudica la salud. 13 Conclusión del discurso: todo está dicho. Respeta a Dios y guarda sus mandamientos, pues en eso consiste ser persona. 14 Porque Dios juzgará toda acción, incluso las ocultas, sean buenas o malas.
Título y prólogo
1 El cantar sublime, de Salomón.
Amada
2 ¡Que me bese con besos de su boca!
Son mejores que el vino tus amores,
3 el olor de tu perfume es exquisito,
tu nombre es esencia penetrante,
¡por eso te aman las muchachas!
4 Condúceme detrás de ti y corramos:
¡llévame, rey, a tu alcoba!
Disfrutemos y gocemos los dos juntos,
saboreando más que el vino tus amores.
¡Con razón ellas te aman!
Primer cantar
Amada
5 Soy morena, pero hermosa,
muchachas de Jerusalén,
como tiendas de Quedar,
como lonas de Salmá.
6 No miren que estoy morena:
es que me ha quemado el sol.
Los hijos de mi madre,
enfadados conmigo,
me encargaron de las viñas
¡y no pude cuidar mi propia viña!
7 Dime tú, amor de mi vida,
dónde pastoreas,
dónde sesteas al mediodía,
para que no ande yo sin rumbo
tras los rebaños de tus compañeros.
Coro
8 Si no lo sabes tú,
hermosa entre las mujeres,
sigue las huellas del rebaño
y lleva a pastar tus cabritillas
por las cabañas de los pastores.
Amado
9 Amor mío, eres como la yegua
de la carroza del faraón.
10 ¡Qué hermosas tus mejillas
resaltando entre pendientes,
y tu cuello con collares!
11 Te haremos pendientes de oro
engastados en plata.
Amada
12 Mientras el rey se sentaba a la mesa,
mi nardo esparcía su aroma.
13 Mi amado es una bolsa de mirra
que descansa entre mis pechos.
14 Mi amado es un manojo de alheña
de las viñas de Engadí.
Amado
15 ¡Qué hermosa eres, amor mío!
¡Qué hermosa eres!
¡Tus ojos son palomas!
Amada
16 ¡Qué hermoso eres, amor mío!
¡Todo es delicia en ti!
Nuestro lecho es de hierba,
17 nuestras vigas son cedros
y cipreses nuestro techo.
2 Soy narciso de Sarón
y azucena de los valles.
Amado
2 Una azucena entre zarzas
es mi amada entre las mozas.
Amada
3 Un manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los mozos.
Me gusta sentarme a su sombra,
paladear su dulce fruta.
4 Me introdujo en la bodega
bajo la bandera de su amor.
5 Reconfórtenme con pasas,
reanímenme con manzanas,
que estoy enferma de amor.
6 En su izquierda reposa mi cabeza,
con su derecha me abraza.
Amado
7 Júrenme, muchachas de Jerusalén,
por las gacelas y ciervas del campo,
que no despertarán ni turbarán
al amor hasta que él quiera.
Segundo cantar
Amada
8 ¡Es la voz de mi amor!
Mírenlo cómo viene,
brincando por los montes,
saltando por los cerros.
9 Mi amor es como un corzo,
es como un cervatillo.
Miren, se ha parado tras la tapia,
mirando por las ventanas,
espiando entre las rejas.
10 Mi amor habla y me dice:
— “Levántate, mi amada,
hermosa mía, y ven.
11 Que el invierno ha pasado,
han cesado y se han ido las lluvias.
12 Brotan flores en la tierra,
llega el tiempo de los cantos
y el arrullo de la tórtola
ya se oye en nuestros campos.
13 Las higueras echan higos
y hay aroma de uva en flor.
Levántate, mi amada,
hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía, escondida
en las grietas de las rocas,
en los huecos más recónditos,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz,
¡es tan dulce tu voz
y tan bella tu figura!”.
Dúo
15 Cácennos las raposas,
las raposas pequeñas
que destrozan las viñas,
nuestras viñas en flor.
Amada
16 Mi amado es mío y yo de mi amado,
que pasta entre azucenas.
17 Mientras despunta el día
y se esfuman las sombras,
amor mío, vuélvete
como corzo o cervatillo
por las montañas de Béter.
3 En mi cama, por la noche,
busqué al amor de mi vida,
lo busqué y no lo encontré.
2 Entonces me levanté
y recorrí la ciudad;
por las calles y las plazas
busqué al amor de mi vida,
lo busqué y no lo encontré.
3 Me descubrieron los guardias
que hacían ronda en la ciudad:
“¿Han visto ustedes
al amor de mi vida?”.
4 Y a poco de pasarlos
hallé al amor de mi vida;
lo agarré y no lo solté
hasta meterlo en casa de mi madre,
en la alcoba de la que me engendró.
Amado
5 Júrenme, muchachas de Jerusalén,
por las gacelas y ciervas del campo,
que no despertarán ni turbarán
al amor hasta que él quiera.
Tercer cantar
Coro
6 ¿Qué es eso que sube del desierto
como columna de humo
con olor a incienso y mirra
y a mil aromas exóticos?
Amada
7 Esa es la litera de Salomón,
escoltada por sesenta valientes,
de lo más escogido de Israel:
8 todos van armados con espadas,
como expertos guerreros;
cada uno con su espada al flanco
ante amenazas nocturnas.
9 El rey Salomón se hizo un palanquín
con maderas del Líbano:
10 sus columnas son de plata,
su respaldo de oro,
sus asientos de púrpura
y su interior está decorado con amor
por las muchachas de Jerusalén.
11 Salgan a admirar,
muchachas de Sión,
al rey Salomón
con la corona que le ciñó su madre
el día de su boda,
un día feliz para él.
Amado
4 ¡Qué hermosa eres, amor mío!
¡Qué hermosa eres!
Tus ojos son palomas entre el velo,
y tu pelo, un rebaño de cabras
que baja las laderas de Galaad.
2 Tus dientes, un rebaño esquilado
recién salido del baño;
cada oveja con mellizos,
no hay ni una estéril.
3 Una cinta carmesí son tus labios,
deliciosos cuando hablas;
dos mitades de granada
tus mejillas tras tu velo.
4 Tu cuello es la torre de David
destinada a museo de armas:
mil escudos penden de ella,
las adargas de los héroes.
5 Tus dos pechos,
dos crías mellizas de gacela
paciendo entre azucenas.
6 Mientras despunta el día
y se esfuman las sombras,
iré al monte de la mirra,
al otero del incienso.
7 ¡Tú eres toda hermosa, amor mío!
¡No hay en ti ningún defecto!
8 Ven, novia, desde el Líbano,
vente del Líbano, vuelve;
baja de la cumbre de Amaná,
de las cimas del Senir y del Hermón
de las guaridas y montes
de leones y leopardos.
9 Me robaste el corazón,
hermana y novia mía,
me robaste el corazón
con una sola mirada,
con una sola perla del collar.
10 ¡Qué suaves son tus amores,
hermana y novia mía!
¡Son más dulces que el vino tus amores!
¡Es mejor que todo aroma
el olor de tus perfumes!
11 Miel silvestre hay en tus labios,
novia mía; miel y leche
debajo de tu lengua;
y el olor de tus vestidos
es como aroma del Líbano.
12 Eres jardín cerrado,
hermana y novia mía,
eres jardín cerrado,
fuente secreta.
13 De ti brota un jardín de granados
con frutos exquisitos,
de alheña y de nardo;
14 nardo y azafrán,
canela y cinamomo;
con toda clase de árboles
de incienso, mirra y áloe,
con las más selectas especias.
15 ¡Fuente de los jardines,
manantial de agua viva
que fluye desde el Líbano!
Amada
16 ¡Despierta, cierzo!
¡Ven aquí, ábrego!
Oreen mi jardín,
que esparza sus aromas.
Que venga mi amor a su jardín
y coma de sus frutos exquisitos.
Amado
5 Ya llego a mi jardín,
hermana y novia mía,
a recoger mi mirra y mis especias,
a comer de mi miel y mi panal,
a beber de mi vino y de mi leche.
Coro
¡Coman, amigos, beban
y embriáguense de amores!
Cuarto cantar
Amada
2 Yo dormía con el corazón en vela
y escuché la voz de mi amor:
— Ábreme, hermana y compañera mía,
mi paloma sin defecto,
que traigo la cabeza cubierta de rocío
y los rizos mojados del relente nocturno.
3 — Ya me quité la túnica,
¿cómo voy a ponérmela?
Ya me lavé los pies,
¿cómo voy a mancharlos?
4 Mi amor metió su mano en la rendija
y se me estremecieron las entrañas.
5 Me levanté para abrirle a mi amor:
mis manos goteaban mirra
y mis dedos mirra líquida
sobre el cerrojo de la puerta.
6 Yo misma abrí a mi amor
y mi amor se había marchado.
¡El alma se me fue con sus palabras!
Lo busqué y no lo hallé,
lo llamé y no respondió.
7 Me descubrieron los guardias
que hacían ronda en la ciudad:
me golpearon, me hirieron
y me quitaron el manto
los guardias de las murallas.
8 Júrenme, muchachas de Jerusalén,
que si encuentran a mi amor,
esto le habrán de decir:
¡que estoy enferma de amor!
Coro
9 ¿Qué distingue a tu amor de cualquier otro,
hermosa entre las mujeres?
¿Qué distingue a tu amor de cualquier otro,
para que así nos supliques?
Amada
10 Mi amor es moreno claro,
descollante entre diez mil.
11 Su cabeza es oro puro
con los cabellos rizados
y más negros que los cuervos.
12 Sus ojos son dos palomas
sobre pilones de agua,
que se bañan en leche
y se posan en la alberca.
13 Sus mejillas, balsameras
y macizos de perfumes;
y sus labios como lirios
que destilan mirra líquida.
14 Sus manos, argollas de oro,
enjoyadas de topacio;
su vientre, marfil labrado,
recubierto de zafiros.
15 Dos columnas de mármol, sus piernas,
firmes sobre basas de oro.
Su apariencia es como el Líbano,
distinguido como el cedro.
16 Su paladar es dulcísimo,
¡todo él es un encanto!
Así es mi amor y mi amigo,
muchachas de Jerusalén.
Coro
6 ¿Adónde se ha ido tu amor,
hermosa entre las mujeres?
¿Adónde ha vuelto tu amor,
para buscarlo contigo?
Amada
2 Mi amor ha bajado a su jardín,
a los macizos de bálsamos,
a apacentar en los huertos,
a recoger azucenas.
3 Yo soy de mi amado
y mi amado es mío,
que pasta entre azucenas.
Quinto cantar
Amado
4 Eres bella, amiga mía, como Tirsá,
atractiva como Jerusalén,
imponente como nube de banderas.
5 ¡Aparta de mí tus ojos,
que me torturan!
Tu pelo es rebaño de cabras
que se descuelga del monte Galaad;
6 tus dientes, un rebaño de ovejas
recién salido del baño;
cada oveja con mellizos,
no hay ni una estéril;
7 dos mitades de granada
tus mejillas tras tu velo.
8 Aunque hay sesenta reinas,
ochenta concubinas
e incontables doncellas,
9 única es mi paloma sin defecto,
única para su madre,
favorita de la que la parió.
Al verla, muchachas la felicitan,
reinas y concubinas la ensalzan.
Coro
10 ¿Quién es esa que surge como el alba,
bella como la luna,
radiante como el sol,
e imponente como ejército
con las banderas desplegadas?
Amada
11 A mi nogueral bajé
a ver los brotes del valle,
a ver las vides en cierne
y los granados en flor.
12 Y sin que me diera cuenta
me sentí transportada
al carruaje de mi príncipe.
Coro
7 Vuelve, vuelve, Sulamita;
vuelve, vuelve, que te veamos.
¿Qué ven en la Sulamita
cuando danza entre dos coros?
Amado
2 ¡Qué hermosos tus pies
en las sandalias, princesa!
Las curvas de tus caderas
son alhajas fabricadas
por manos de artesanos.
3 Tu ombligo es copa redonda
donde no falta el licor.
Tu vientre, montón de trigo
rodeado de azucenas.
4 Tus dos pechos son dos crías
mellizas de gacela.
5 Torre de marfil, tu cuello;
pozos de Jesbón, tus ojos,
junto a la puerta mayor;
tu nariz, torre del Líbano,
centinela de Damasco.
6 Tu cabeza se levanta
igual que el monte Carmelo,
tu cabello es como púrpura
que a un rey enreda en sus trenzas.
7 ¡Qué hermosa y que dulce eres,
amor mío, qué delicia!
8 Tu talle es una palmera
y tus pechos, los racimos.
9 Dije: “Subiré a la palmera
y recogeré sus dátiles”.
Tus pechos serán racimos de uvas
y tu aliento, aroma de manzanas.
10 Tu paladar es como vino bueno
que me baja suavemente,
remojando los labios y los dientes.
Amada
11 Yo pertenezco a mi amor
que siente pasión por mí.
12 Ven, amor mío, vayamos al campo
y pasemos la noche en las aldeas.
13 De madrugada iremos a las viñas
a ver si están en cierne las vides,
si despuntan los retoños,
si florecen los granados.
¡Y allí te daré mi amor!
14 Las mandrágoras esparcen sus aromas
y a la puerta están todos los frutos,
tanto nuevos como añejos,
que he guardado, amor mío, para ti.
8 ¡Quién te diera ser mi hermano,
criado a los pechos de mi madre!
Si te encontrara en la calle,
incluso podría besarte
sin temor a los reproches.
2 Te llevaría y te entraría
a la casa de mi madre,
donde tú me enseñarías
y yo te serviría el vino oloroso
y mi licor de granadas.
3 En su izquierda reposa mi cabeza,
con su derecha me abraza.
Amado
4 Júrenme, muchachas de Jerusalén
por las gacelas y ciervas del campo,
que no despertarán ni turbarán
al amor hasta que él quiera.
Conclusión
Coro
5 ¿Quién es esa que sube del desierto,
recostada en el hombro del amor?
Amado
Debajo del manzano te desperté,
allí donde te concibió tu madre,
allí donde te concibió y te dio a luz.
Amada
6 Grábame como un sello
sobre tu corazón,
como un sello en tu brazo;
porque el amor es más fuerte que la muerte,
la pasión, más implacable que el abismo.
Sus saetas son saetas de fuego,
llamarada divina.
7 No podrán los océanos
apagar el amor,
ni los ríos anegarlo.
Para el que quiera comprar el amor
con todas sus riquezas,
el más profundo desprecio.
Apéndices
Coro
8 A nuestra hermana pequeña
no le han crecido los pechos.
¿Qué vamos a hacer con ella
cuando vengan a pedirla?
9 Si es una muralla,
la coronaremos
de almenas de plata;
y si es una puerta,
la recubriremos
con tablas de cedro.
Amada
10 Soy una muralla
y mis pechos, torres;
mas seré para él
remanso de paz.
Coro
11 Salomón tenía una viña
en Baal Hamón.
Le dio la viña a los guardas
y cada cual le pagaba
por su cosecha
con mil monedas de plata.
Amada
12 Mi viña, mi propia viña
es sólo mía;
para ti, rey Salomón,
las mil monedas;
y da a los guardas doscientas
por custodiar la cosecha.
Amado
13 Señora de los jardines,
mis compañeros te escuchan,
¡déjame escuchar tu voz!
Amada
14 Amor mío, huye corriendo
como corzo o cervatillo
por las montañas de especias.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España