Bible in 90 Days
19 Les pondré una señal y enviaré a algunos de sus supervivientes a las naciones: a Tarsis, Put, Lud, Masac, Túbal, Javán y las islas lejanas, que no conocen mi fama ni han visto mi gloria, y hablarán de mi gloria entre las naciones. 20 Y traerán de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a todos los hermanos de ustedes, montados en caballos, en carros y en literas, sobre mulos o dromedarios; los traerán a Jerusalén, mi monte santo —dice el Señor—, del mismo modo que traen los israelitas su ofrenda en una vasija pura al Templo del Señor. 21 Elegiré a algunos de ellos como sacerdotes o levitas dice el Señor. 22 Del mismo modo que el nuevo cielo y la nueva tierra que voy a hacer perdurarán ante mí, así perdurará la descendencia de ustedes y su apellido.
23 Luna nueva tras luna nueva
y sábado tras sábado,
vendrá todo viviente
a postrarse ante mí
— oráculo del Señor —.
24 Cuando salgan del Templo
podrán contemplar
los cadáveres de aquellos
que se rebelaron contra mí,
pues su gusano no muere
y su fuego no se extingue.
Y serán un espanto
para todos los vivientes.
Marco histórico
1 Palabras de Jeremías, hijo de Jelcías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín. 2 Le llegó la palabra del Señor en tiempos de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, el año décimo tercero de su reinado. 3 También le llegó en tiempos de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año undécimo de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; hasta la deportación de Jerusalén en el mes quinto.
I.— ORÁCULOS CONTRA JUDÁ Y SUS MONARCAS (1—25)
Vocación y primeras visiones y oráculos
4 Me llegó la palabra del Señor en estos términos:
5 — Antes de formarte yo en el vientre, ya te conocía; antes de que salieras de las entrañas maternas, te consagré profeta y te destiné a las naciones.
6 Respondí:
— Ay, Señor mi Dios. ¡Pero si no sé ni hablar; soy muy joven!
7 Me contestó el Señor:
— No digas que eres joven. Irás a todos los sitios adonde yo te envíe y dirás todo lo que te ordene. 8 No les tengas miedo, pues estoy contigo para defenderte —oráculo del Señor—.
9 El Señor alargó su brazo, me tocó en la boca y me dijo:
— He puesto mis palabras en tu boca. 10 Mira, hoy mismo te doy poder sobre naciones y reinos, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para construir y plantar.
11 El Señor me dirigió la palabra en estos términos:
— ¿Qué ves, Jeremías?
Respondí:
— Veo una rama de almendro.
12 Añadió el Señor:
— Has visto bien. Pues yo también vigilo para que se cumpla mi palabra.
13 Por segunda vez me dirigió el Señor su palabra en estos términos:
— ¿Qué ves?
Respondí:
— Veo un caldero hirviendo, con sus bordes inclinados del lado del norte.
14 El Señor me dijo:
— El desastre se precipitará desde el norte sobre todos los habitantes del país, 15 pues pienso citar a todos los clanes y reinos del norte —oráculo del Señor—.
Vendrán y pondrán su sitial
a la entrada de las puertas de Jerusalén,
en torno a todas sus murallas
y en todas las ciudades de Judá.
16 Expondré mis cargos contra ellos,
por el mal que hicieron olvidándome,
quemando incienso a otros dioses,
adorando a las obras de sus manos.
17 Y tú, disponte a pelear,
puesto en pie les dirás
todo lo que yo te ordene.
Y no les tengas miedo,
o seré yo el que te intimide.
18 Mira, te he convertido
desde hoy en plaza fuerte,
serás columna de hierro,
igual que muro de bronce,
enfrentado a todo el país:
a los reyes y príncipes de Judá,
sacerdotes y pueblo de la tierra.
19 Te atacarán, pero no te vencerán,
pues estoy contigo para ayudarte
—oráculo del Señor—.
Amor de juventud
2 Me llegó la palabra del Señor en estos términos: 2 Vete y proclama lo siguiente a oídos de Jerusalén:
Esto dice el Señor:
Recuerdo el cariño de tu juventud,
el amor que me tenías de prometida:
seguías mis pasos por el desierto,
por tierra donde nadie siembra.
3 Israel estaba consagrado al Señor,
era el fruto primero de su cosecha;
quienes comían de él,
sufrían las consecuencias,
el castigo se cernía sobre ellos
—oráculo del Señor—.
Pleito con el pueblo y los profetas
4 Escuchen la palabra del Señor, casa de Jacob,
familias todas de la casa de Israel.
5 Así dice el Señor:
¿Qué culpa encontraron en mí sus antepasados,
qué maldad para alejarse de mí?
Se fueron detrás de naderías
y acabaron siendo una nada.
6 No preguntaron: “¿Dónde está el Señor,
que nos hizo subir de Egipto,
que nos fue guiando por la estepa,
por terrenos desérticos y quebrados,
por terrenos áridos y tenebrosos,
por terrenos que nadie atraviesa,
por terrenos donde nadie reside?”.
7 Los guié a una tierra de huertos,
para comer sus frutos deliciosos,
pero al entrar contaminaron mi tierra,
hicieron mi heredad abominable.
8 Los sacerdotes no preguntaban:
“¿Dónde está el Señor?”.
No me conocían los expertos en la ley,
los pastores se rebelaban contra mí.
Los profetas profetizaban por Baal,
caminaban detrás de los inútiles.
9 Por eso vuelvo a pleitear con ustedes
—oráculo del Señor—,
con los hijos de sus hijos pleiteo.
El ejemplo de otros pueblos
10 Crucen hasta las costas de Chipre y miren,
recorran Quedar y observen con atención,
y vean si sucedió algo parecido.
11 ¿Cambia una nación de dioses?
(¡Y eso que no son dioses!)
Pues mi pueblo cambió su Gloria
12 por algo totalmente inútil.
¡Espántate, cielo, de esto;
pásmate y tiembla aterrado!
—Oráculo del Señor—,
13 porque un doble crimen
cometió mi pueblo:
abandonarme a mí,
fuente de agua viva,
y excavarse pozos,
pozos agrietados,
que no retienen agua.
Consecuencia del abandono del Señor
14 ¿Era acaso un siervo Israel,
alguien nacido en esclavitud?
Pues, ¿cómo se ha vuelto presa
15 de leones que rugen en torno,
que le lanzan gruñidos?
Dejaron su tierra desolada,
sus ciudades incendiadas, deshabitadas.
16 Incluso los de Menfis y Tafne
vendrán a raparte el cogote.
17 ¿No ves que a esto te conduce
el abandono del Señor, tu Dios?
18 ¿Qué buscas ahora camino de Egipto?
¿Beber el agua del Nilo?
¿Qué buscas camino de Asiria?
¿Beber el agua del Éufrates?
19 Tu propia maldad te castigará,
tu apostasía te va a escarmentar;
recuerda bien que es malo y amargo
abandonar al Señor, tu Dios,
y no sentir respeto por mí
—oráculo de Dios, Señor del universo—.
Denuncia de la infidelidad
20 Hace mucho que te has sacudido el yugo
y has hecho trizas tus correas diciendo:
“No volveré a ser esclavo”.
Y en toda colina elevada,
bajo cualquier árbol frondoso
te tumbas como una prostituta.
21 ¡Y pensar que yo te planté
vid selecta, de cepa noble!
¿Cómo te me has hecho extraña,
degenerando en viña bastarda?
22 Aunque te laves con sosa
y uses cantidad de jabón,
tu culpa sigue presente ante mí
—oráculo del Señor Dios—.
23 ¿Cómo dices: “No estoy contaminada,
no he andado detrás de los baales”?
¡Mira tu conducta en el valle,
reconoce todo lo que has hecho!,
camella alocada, sin rumbo,
24 asna habituada al desierto,
que en pleno celo ventea.
¿Quién controlará su pasión?
No se fatiga quien la ansía,
siempre la encuentra dispuesta.
25 No dejes tus pies descalzos,
no permitas que se seque tu garganta.
Pero dices: “Eso sí que no.
Estoy enamorada de extranjeros
y pienso caminar tras ellos”.
26 Como siente vergüenza el ladrón sorprendido,
avergonzado quedará Israel:
ellos, sus reyes y sus príncipes,
también sus sacerdotes y profetas;
27 los que dicen a un leño: “Tú eres mi padre”,
y a un trozo de piedra: “Tú me has parido”.
Me vuelven la espalda, sin mirarme;
mas llega el desastre y me dicen:
“Ven, sálvanos”.
28 ¿Dónde están los dioses que te fabricaste?
¡Que vengan a salvarte cuando llega el desastre!
¡Pues son tantos tus dioses
cuantas son tus ciudades, Judá!
Israel, pueblo rebelde
29 ¿Por qué pleitean conmigo
cuando son ustedes los rebeldes?
30 En vano castigué a sus hijos,
pues no han aprendido la lección.
Su espada devoró a los profetas,
lo mismo que un león depredador.
31 Los de esta generación,
presten atención a la palabra del Señor.
¿Soy un desierto para Israel,
quizás una tierra tenebrosa?
¿Por qué dice mi pueblo: “Nos vamos,
no pensamos volver ya a ti”?
32 ¿Se olvida una joven de sus joyas?
¿Una novia, de sus atavíos?
Pues hace infinidad de tiempo
que mi pueblo se ha olvidado de mí.
33 ¡Qué bien te preparaste el camino
para ir en busca de tus amores!
¡Qué bien te has acostumbrado
a los caminos del mal!
34 Pues también en tus manos hay sangre
de gente inocente y desvalida
que no habías sorprendido
cometiendo un acto delictivo.
Y, encima de todo esto,
35 dices: “Soy inocente,
su ira se apartará de mí”.
Pues ahora te voy a juzgar,
por decir que no has pecado.
36 ¿Por qué tomas a la ligera
tu cambio de estilo de vida?
Acabarás decepcionada de Egipto,
lo mismo que de Asiria.
37 También de allí saldrás
con las manos cubriendo tu cabeza,
pues ha rechazado el Señor
a aquellos en quienes confiabas,
y no tendrá éxito su ayuda.
La idolatría como prostitución
3 Si un hombre repudia a su mujer
y esta se va de su lado,
y se casa con otro hombre,
¿volverá el primero a ella?,
¿no es ya tierra profanada?
Y tú, que te has prostituido
con tantos y tantos amantes,
¿vas ahora a volver a mí?
2 Alza tu mirada a las dunas,
¿dónde no has sido gozada?
Los esperabas sentada en los caminos,
igual que un beduino en el desierto,
y así has profanado la tierra
con tus infames fornicaciones.
3 Fallaron los chaparrones
y las lluvias no llegaron,
mas tú, ramera descarada,
te resistías a humillarte.
4 Ahora vienes y me dices: “Padre,
amor de mi primera juventud,
5 ¿me guardarás rencor por siempre?,
¿me vas a vigilar eternamente?”.
Así hablabas, mientras hacías
todas las maldades que podías.
Fracaso de las dos hermanas
6 Me dijo el Señor en tiempo del rey Josías:
— ¿Has visto lo que ha hecho la apóstata Israel? Ha recorrido todos los santuarios de los montes y se ha prostituido bajo todos los árboles frondosos. 7 Yo me dije: “Después de hacerme todo lo que me ha hecho, volverá a mí”. Pero no volvió. Y Judá, su hermana infiel, 8 aunque vio que, debido a todos sus adulterios, yo había despedido a la apóstata Israel y le había dado el acta de divorcio, no tuvo miedo; así que su infiel hermana Judá siguió adelante y se prostituyó ella también. 9 Y con la frivolidad de su prostitución, profanó el país y cometió adulterio con la piedra y con el leño. 10 Y a pesar de todo ello, su infiel hermana Judá no volvió a mí con corazón sincero, sino fingidamente —oráculo del Señor—.
11 Me dijo el Señor:
— Es más inocente la apóstata Israel que la infiel Judá.
Invitación a la conversión de Israel y de Judá
12 — Vete y proclama estas palabras en dirección al norte. Dirás:
Vuelve, Israel, apóstata
—oráculo del Señor—,
que no les frunciré el ceño,
porque yo soy bondadoso
—oráculo del Señor—
y no guardo rencor por siempre.
13 Reconoce, sin embargo, tu culpa,
tu rebeldía contra el Señor, tu Dios:
prodigaste tus amores a extranjeros
debajo de todo árbol frondoso,
sin escuchar siquiera mi voz
—oráculo del Señor—.
14 Vuelvan, hijos apóstatas —oráculo del Señor—, que yo soy su dueño. Voy a elegir uno de cada ciudad y dos de cada clan, y voy a traerlos a Sión. 15 Les daré los pastores que yo crea conveniente, y los apacentarán con profesionalidad y acierto. 16 Cuando por aquel entonces se multipliquen y fructifiquen en el país —oráculo del Señor—, no volverán a nombrar el Arca de la alianza del Señor; no se recordará ni se hablará de ella. No la echarán de menos ni se construirá otra. 17 Por aquel tiempo llamarán a Jerusalén “Trono del Señor”, y se congregarán en ella todas las naciones (en el nombre del Señor y en el de Jerusalén); y ya no seguirán a su obstinado y perverso corazón. 18 En aquellos días, Judá caminará con Israel, y vendrán juntos de un país del norte a la tierra que di en heredad a sus antepasados.
Arrepentimiento y perdón
19 Yo había pensado:
Voy a contarte entre mis hijos,
te daré una tierra deliciosa,
la heredad más hermosa de las naciones.
Pensaba que me llamarías “Padre”,
que no te apartarías de mí.
20 Pero igual que una esposa traiciona a su marido,
así me traicionaron, pueblo de Israel
—oráculo del Señor—.
21 Se escuchan voces por las dunas,
el llanto suplicante de Israel,
porque han equivocado su camino,
han olvidado al Señor, su Dios.
22 ¡Vuelvan, hijos apóstatas,
que voy a sanar su apostasía!
“Aquí estamos, venimos a ti,
pues eres el Señor, nuestro Dios.
23 ¡Qué mentira son las colinas,
los montes son pura confusión!
Sólo en el Señor, nuestro Dios,
está la salvación de Israel.
24 La ignominia ha devorado,
ya desde que éramos jóvenes,
los logros de nuestros antepasados:
sus ovejas y sus vacas,
sus hijos y sus hijas.
25 ¡Acostémonos en nuestra vergüenza,
cubrámonos con nuestra deshonra!
Desde que éramos jóvenes hasta hoy,
nosotros, lo mismo que nuestros antepasados,
hemos pecado contra el Señor, nuestro Dios,
nos hemos negado a obedecerlo”.
4 ¡Ojalá te convirtieras, Israel,
—oráculo del Señor—,
ojalá volvieras a mí!
Si quitas de mi vista
tu culto abominable,
no andarás perdido.
2 Si juras sinceramente
“por vida del Señor”,
con derecho y con justicia,
las naciones se bendecirán,
se alabarán entre sí
en el nombre del Señor.
Nueva llamada al arrepentimiento
3 Pues así dice el Señor
a la gente de Judá y a Jerusalén:
Cultiven nuevas fincas
y no siembren entre espinos.
4 Circuncídense para el Señor, extirpen
el prepucio de sus corazones,
gente de Judá y de Jerusalén;
para que no estalle mi ira como fuego
y arda sin que nadie la extinga,
a causa de sus malas acciones.
Alarma ante el avance enemigo
5 Anúncienlo en Judá,
háganlo saber en Jerusalén,
toquen la trompeta en el país;
proclámenlo, confírmenlo,
digan: “Juntémonos y entremos
en las ciudades fortificadas”.
6 Alcen la enseña hacia Sión;
en marcha, no se detengan,
pues traigo una desgracia del norte,
acompañada de una gran calamidad.
7 Sube un león de la espesura,
se apresta un destructor de pueblos;
ya está saliendo de su escondrijo
para hacer de tu tierra un erial;
tus ciudades serán incendiadas,
todas quedarán deshabitadas.
8 Vístanse, pues, de sayal;
hagan duelo y laméntense,
que no se aparta de nosotros
el incendio de la ira del Señor.
9 Aquel día —oráculo del Señor—
se hundirá el ánimo del rey
y también el de los príncipes;
los sacerdotes quedarán espantados,
los profetas sin palabras.
10 Yo dije: “Ay, Señor mi Dios, ciertamente
engañaste a este pueblo y a Jerusalén,
pues dijiste que tendrían paz,
pero la espada amenaza su garganta”.
Vientos de guerra
11 En aquel tiempo dirán
a este pueblo y a Jerusalén:
“Un aire sofocante llega de las dunas,
avanza por el desierto camino de la capital”.
No es un viento para aventar o cribar,
12 sino un viento poderoso a mis órdenes.
Ahora es el momento de lanzar
mis acusaciones contra ellos.
13 Mírenlo avanzar como las nubes,
sus carros igual que el torbellino,
sus caballos más ligeros que las águilas.
¡Ay de nosotros, seremos devastados!
14 Limpia tu corazón de maldad,
Jerusalén, si quieres salvarte.
¿Hasta cuándo ocuparán tu pecho
tantos proyectos criminales?
15 La voz de un mensajero llega desde Dan,
noticias de muerte de la montaña de Efraín.
16 Comuniquen esto a las naciones,
háganlo saber en Jerusalén:
Llegan dando gritos de tierras lejanas,
lanzan sus voces contra los pueblos de Judá;
17 te asedian en torno como guardias de campo,
por haberte rebelado contra mí
—oráculo del Señor—.
18 Tu propia conducta y tus acciones
te han acarreado estas cosas;
tu maldad ha acabado en amargura,
te ha penetrado hasta el corazón.
El profeta se queja de la falta de perspicacia
19 ¡Ay mis entrañas, mis entrañas!
¡Cómo me tiembla el corazón!
Tengo el corazón palpitando,
no puedo seguir en silencio.
He oído el sonido de la trompeta,
el alarido que preludia la guerra;
20 se anuncia desastre tras desastre,
devastación a lo largo del país.
De pronto son arrasadas las tiendas,
en un momento el campamento.
21 ¿Hasta cuándo veré el estandarte,
escucharé el sonido de la trompeta?
22 Mi pueblo es un necio,
ni siquiera me conoce;
son gente insensata,
que no recapacita;
expertos en el mal,
inexpertos para el bien.
Dimensiones cósmicas del desastre
23 Miré a la tierra: caos y vacío;
al cielo: ausencia de luz.
24 Miré a los montes: temblaban;
todas las colinas se estremecían.
25 Miré y no había ni un ser humano,
habían volado hasta los pájaros.
26 Miré y el vergel era estepa,
los pueblos estaban arrasados,
por la ira ardiente del Señor.
27 Pues así ha dicho el Señor:
Devastado quedará el país,
pero no provocaré su fin.
28 Por ello el país hará duelo,
arriba el cielo se oscurecerá.
Lo dije y no me arrepiento,
lo he pensado y no me desdigo.
Duelo por Sión
29 Griterío de jinetes y arqueros
ponen en fuga a la ciudad:
penetran en la maleza,
suben por los desfiladeros.
La ciudad ha sido abandonada,
no han quedado habitantes en ella.
30 Y una vez devastada, ¿qué harás,
tú, que te vistes de púrpura,
te adornas con joyas de oro
y resaltas tus ojos con sombra?
De nada sirve embellecerte;
tus amantes te han rechazado,
y sólo buscan tu muerte.
31 Oigo quejidos de parturienta,
angustias como de primeriza:
son quejidos y suspiros de Sión,
que estira doliente sus brazos:
¡Ay de mí, que estoy agotada,
me están quitando la vida!
Variaciones sobre el tema del juicio
5 Patrullen las calles de Jerusalén,
miren bien y comprueben;
busquen por todas sus plazas
a ver si encuentran a alguien,
uno siquiera que sea justo,
que vaya tras la verdad,
y yo lo perdonaré.
2 Cuando juran “por vida del Señor”,
¿acaso no juran en falso
3 siendo así, Señor,
que tus ojos buscan la verdad?
Los golpeaste y no les afectó,
los destrozaste y no se corrigieron;
endurecían su cara como la piedra,
no quisieron convertirse a ti.
4 Yo pensaba: “Se trata de pobre gente,
de personas ignorantes
que no saben cómo actúa el Señor,
ni qué es lo que quiere su Dios.
5 Iré, pues, donde los bien situados,
voy a dirigirme a quienes
conocen cómo actúa el Señor
y qué es lo que quiere su Dios”.
Pero habían roto el yugo
y habían soltado las riendas.
6 Por eso, un león de la selva los herirá,
un lobo estepario los destrozará;
una pantera acecha sus ciudades
y desgarra a quien sale de ellas.
Pues son numerosas sus rebeldías,
han multiplicado sus traiciones.
7 ¿Por qué debería perdonarte?
Tus hijos me han abandonado,
juraron por dioses falsos;
después de haberlos saciado,
ellos cometieron adulterio,
acudieron en masa al burdel.
8 ¡Sementales ardientes y lascivos,
que relinchan por la mujer de su vecino!
9 ¿Y no castigaré estas cosas?
—Oráculo del Señor—.
De un pueblo que así se comporta,
¿no he de vengarme en persona?
10 Pasen por las hileras de la viña,
destruyan, pero no aniquilen;
arranquen todos sus sarmientos,
porque ya no son del Señor.
11 Pues tanto Israel como Judá
me han traicionado sin pudor
—oráculo del Señor—.
12 Han renegado del Señor,
iban diciendo: “Es un don nadie;
no nos alcanzará la desgracia,
no veremos espada ni hambre;
13 los profetas no son más que viento,
no hay en ellos palabras del Señor”.
14 Pues así dice el Señor,
Dios del universo:
Por haber hablado de este modo,
así les va a suceder:
haré que sean mis palabras
lo mismo que fuego en tu boca;
el pueblo será el combustible
y el fuego los devorará.
15 Voy a traer contra ustedes,
gente de la casa de Israel,
un pueblo de tierras lejanas
—oráculo del Señor—,
un pueblo vetusto y antiguo,
un pueblo cuya lengua desconoces,
y no entenderás lo que diga.
16 Su aljaba es una tumba abierta,
todos son valientes guerreros;
17 devorarán tu mies y tu comida,
devorarán a tus hijos e hijas;
devorarán tus ovejas y tus vacas,
devorarán tu viña y tus higueras.
Conquistarán a espada las ciudades fortificadas,
esas en las que tienes puesta tu confianza.
18 Pero tampoco en aquellos días acabaré con ustedes —oráculo del Señor—.
19 Y cuando digan: “¿Por qué nos ha hecho todas estas cosas el Señor, nuestro Dios?”, les responderás: “Por haberme abandonado y haber servido a dioses extranjeros en la tierra de ustedes, también servirán a extraños en una tierra extraña”.
Nuevas acusaciones y amenazas
20 Anuncien esto a la casa de Jacob,
háganselo saber así a Judá:
21 Escuchen lo que voy a decir,
pueblo necio e insensato.
Tienen ojos y no ven,
oídos pero no escuchan.
22 ¿Es que no me respetan?
—oráculo del Señor—
¿No tiemblan en mi presencia?
Yo mismo puse arena como límite al mar,
una linde perpetua que no traspasará;
hierven las aguas, pero son impotentes,
mugen las olas, pero no lo traspasan.
23 En cambio este pueblo tiene
corazón terco y rebelde;
se apartan de mí y se van,
24 incapaces de decir en su interior:
“Respetemos al Señor, nuestro Dios,
que es quien proporciona lluvia,
en otoño y primavera, a su tiempo;
quien garantiza los tiempos de la siega”.
25 Sus culpas lo han trastornado todo,
sus pecados los dejan sin lluvia,
26 pues mi pueblo está lleno de canallas
que espían como pajarero al acecho:
tienden trampas y atrapan personas.
27 Como un cesto repleto de pájaros,
así rebosan sus casas de fraudes;
por eso prosperan y se enriquecen,
28 engordan y se ponen lustrosos.
También rebosan de maledicencia,
no juzgan conforme a justicia,
no atienden la causa del huérfano
ni defienden el derecho de los pobres.
29 ¿Y no castigaré estas cosas?
—oráculo del Señor—.
De un pueblo que así se comporta,
¿no he de vengarme en persona?
30 Una cosa espantosa y horrible
está sucediendo en el país:
31 los profetas profetizan en falso,
los sacerdotes actúan a su antojo,
y a mi pueblo le gustan estas cosas.
¿Qué harán cuando todo esto acabe?
Aviso de guerra santa contra Sión
6 Busquen refugio, benjaminitas,
búsquenlo fuera de Jerusalén;
toquen la trompeta en Tecoa,
alcen una enseña en Bet Queren,
pues acecha por el norte una desgracia,
se cierne un desastre imponente.
2 A un pastizal delicioso
puede compararse Sión;
3 en ella entran los pastores
al frente de sus rebaños,
plantan en torno sus tiendas
y apacienta cada cual en su sección.
4 ¡Convoquen contra Sión la guerra santa;
adelante, la atacaremos a mediodía!
¡Ay de nosotros, que declina el día
y se extienden las sombras de la tarde!
5 ¡Adelante, ataquemos de noche,
dejemos en ruinas sus palacios!
6 Pues así dice el Señor del universo:
Talen árboles, preparen contra Jerusalén
un terraplén para asaltarla:
es una ciudad condenada,
toda repleta de opresión.
7 Como el agua fresca de un pozo,
así mantiene fresca su maldad:
se oye en ella violencia y destrucción,
soy testigo de desgracias y de heridas.
8 Aprende la lección, Jerusalén,
no sea que me hastíe de ti,
no sea que te deje desolada,
como una región deshabitada.
El juicio será generalizado
9 Así dice el Señor del universo:
Rebusca en el resto de Israel
igual que se rebusca en una viña;
pasa tu mano como el vendimiador
examinando los pámpanos.
10 ¿A quién me voy a dirigir,
a quién conjuraré para que me escuchen?
¡Si tienen un oído incircunciso,
incapaz de prestar atención!
¡Si consideran la palabra del Señor
vergüenza, porque no les agrada!
11 Pues yo estoy repleto de la ira del Señor,
y me siento incapaz de contenerla.
Derrámala sobre los niños, en la calle;
también sobre los grupos de jóvenes.
Caerán a la vez marido y mujer,
adultos junto con ancianos.
12 Sus casas pasarán a otros,
también sus campos y mujeres,
pues voy a extender mi mano
sobre los habitantes del país
—oráculo del Señor—.
13 Es que del pequeño al grande
todos piensan en medrar;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.
14 Han curado la herida de mi pueblo,
pero sólo por encima, diciendo:
“Paz, paz”, pero no hay paz.
15 Deberían sentirse avergonzados
por haber cometido abominaciones;
pero no se van a avergonzar,
ni siquiera conocen el pudor.
Por eso caerán entre otros caídos,
se hundirán cuando venga a castigarlos
—dice el Señor—.
Rechazo de las advertencias, y juicio
16 Esto es lo que ha dicho el Señor:
Párense en los caminos y observen,
pregunten por las sendas de antaño,
por el buen camino: anden por él
y así encontrarán reposo.
Pero dijeron: “No iremos”.
17 Les di también centinelas:
“Atención al toque de trompeta”.
Pero dijeron: “No haremos caso”.
18 Por tanto, escuchen, naciones,
sepan lo que he decidido;
19 escucha también tú, tierra,
lo que voy a hacer con ellos:
Traeré sobre este pueblo un desastre,
como fruto de sus maquinaciones,
pues no escucharon mis palabras,
despreciaron lo que yo les ordenaba.
20 ¿Para qué me traes incienso de Sabá,
caña aromática de tierras lejanas?
No me agradan sus holocaustos,
no me gustan sus sacrificios.
21 Por eso, así ha dicho el Señor:
Pondré a este pueblo obstáculos,
donde tropiecen padres e hijos,
donde sucumban vecinos y amigos.
Invasión del país
22 Así dice el Señor:
Miren, viene un pueblo de tierras del norte,
una nación poderosa del extremo de la tierra,
23 armados con arco y jabalina;
son crueles, no tienen compasión,
sus gritos son un mar embravecido,
cabalgan a lomos de caballo,
todos dispuestos para el combate,
para atacarte, Sión capital.
24 Al oír la noticia nos fallaron las fuerzas,
llenos de angustia, con dolores de parturienta.
25 No se aventuren por campos ni caminos,
la espada enemiga siembra el terror en torno.
26 Capital de mi pueblo, vístete de sayal
y revuélcate en el polvo;
haz duelo y llora amargamente
como por un hijo único,
pues de improviso nos llegará el devastador.
27 Te he nombrado examinador de mi pueblo,
para que pruebes y examines su conducta.
28 Son todos rebeldes y calumniadores,
una cuadrilla de devastadores.
29 El fuelle resopla, el fuego está listo:
¡echa el plomo, el bronce y el hierro!
Pero es inútil refinarlos,
no se desprende la escoria.
30 Les llaman plata de desecho,
pues el Señor los ha desechado.
Discurso sobre el Templo
7 Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:
— 2 Ponte en la puerta del Templo del Señor y proclama allí esta palabra. Dirás: Escuchen la palabra del Señor, judaítas todos que entran por estas puertas para postrarse ante el Señor. 3 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Mejoren su conducta y sus acciones, y habitaré entre ustedes en este lugar. 4 No confíen en las mentiras de quienes dicen: “Este es el Templo del Señor, el Templo del Señor, el Templo del Señor”. 5 Si mejoran su conducta y sus acciones; si actúan con justicia entre unos y otros; 6 si no oprimen al huérfano y a la viuda; si no derraman sangre inocente en este lugar; si no van tras dioses extraños para su desgracia, 7 entonces habitaré entre ustedes en este lugar, en la tierra que di a sus antepasados antaño y para siempre. 8 Ustedes confían en mentiras que no sirven de nada. 9 Roban, matan, cometen adulterio, juran en falso, ofrecen incienso a Baal, van tras dioses extraños que no conocían, 10 ¿y vienen después a ponerse ante mí, en este Templo que lleva mi nombre, diciendo “Estamos a salvo”, para seguir cometiendo todas esas abominaciones? 11 ¿Piensan que es una cueva de bandidos este Templo que lleva mi nombre? ¡Pero si yo mismo lo he visto! —oráculo del Señor—. 12 Vayan a mi santuario de Siló, en el que habité al principio; vean lo que hice con él por la maldad de mi pueblo Israel. 13 En consecuencia, por haber perpetrado todas estas acciones —oráculo del Señor—, porque les hablé sin descanso y no me escucharon, porque los llamé y no respondieron, 14 pienso hacer con este Templo que lleva mi nombre, en el que confían, y con el lugar que di a sus antepasados y a ustedes, lo mismo que hice con Siló. 15 Los arrojaré de mi presencia como arrojé a sus hermanos, a toda la estirpe de Efraín.
16 En cuanto a ti, no intercedas por este pueblo, ni eleves por ellos gritos ni súplicas; no insistas ante mí, pues no pienso escucharte. 17 ¿No ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 18 Los hijos recogen palos, los padres hacen fuego y las mujeres amasan para hacer tortas votivas a la Reina del Cielo, y derraman libaciones en honor de dioses extraños, con el fin de irritarme. 19 ¿Y piensan que me irritan a mí —oráculo del Señor—? ¿No se hacen daño a sí mismos, para su propia vergüenza? 20 Por eso, así dice el Señor Dios: Voy a derramar mi ira y mi cólera sobre este lugar, sobre personas y animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra; arderán y no se apagarán. 21 Así dice el Señor del universo, Dios de Israel:
— ¡Ofrezcan, si quieren, holocaustos y sacrificios, y coman la carne! 22 Pero cuando saqué a sus antepasados del país de Egipto, no les hablé ni les di instrucciones sobre holocaustos o sacrificios; 23 sólo les impuse este precepto: Háganme caso, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; sigan por el camino que yo les ordene, para que todo les vaya bien. 24 Pero no escucharon ni prestaron atención; más bien siguieron su propio parecer, la maldad de su mente retorcida; me dieron la espalda en lugar de volver su rostro hacia mí. 25 Desde el día en que salieron sus antepasados del país de Egipto hasta el día de hoy, les he estado enviando sin descanso a mis siervos los profetas. 26 Pero no me escucharon ni prestaron atención; se hicieron más tercos y se portaron peor que sus antepasados. 27 Les repetirás esto palabra por palabra, pero no te escucharán; los llamarás, pero no te contestarán. 28 Dirás en su presencia: “Esta es la nación que no obedeció al Señor su Dios, que no aprendió la lección; la sinceridad ha desaparecido, ha sido extirpada de su boca”. 29 Corta tu melena de consagrado, tírala por ahí, y entona en las dunas esta endecha, pues el Señor ha rechazado y abandonado a la generación que se ha hecho objeto de su cólera. 30 En efecto, la gente de Judá hizo lo que me parece mal —oráculo del Señor—: instalaron ídolos en el Templo que lleva mi nombre, y lo contaminaron; 31 construyeron recintos sagrados en el Tófet, que está en el valle de Ben Hinón, para quemar allí a sus hijos e hijas, algo que no les mandé hacer y que ni siquiera me pasó por la imaginación. 32 Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se llamará Tófet ni valle de Ben Hinón, sino valle de la Matanza, y enterrarán en el Tófet por falta de sitio. 33 Los cadáveres de este pueblo servirán de alimento a las aves y a las bestias carroñeras, y nadie las ahuyentará. 34 Haré que enmudezcan en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén las voces alegres de fiesta, las canciones del novio y de la novia, pues el país quedará en ruinas.
8 En aquel tiempo —oráculo del Señor— sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén. 2 Los expondrán al sol y a la luna, y a todo el ejército del cielo, a quien amaban, a quien servían, a quien seguían, a quien consultaban y a quien adoraban; no los recogerán ni los enterrarán; quedarán como estiércol en el campo. 3 Todos los supervivientes de esta gente perversa, en todos los lugares por donde los dispersé, preferirán la muerte a la vida —oráculo del Señor del universo—.
Un pueblo necio y recalcitrante
4 Les dirás: Así dice el Señor:
¿No se levantan los que caen?
¿No vuelve el que se marchó?
5 ¿Por qué, pues, se ha extraviado este pueblo,
y Jerusalén es una apóstata recalcitrante?
Se aferran al engaño, se niegan a volver.
6 Presté atención y escuché:
Sus palabras no eran de fiar;
nadie se arrepiente de su maldad
preguntándose: “¿Qué he hecho?”.
Cada cual sigue sus correrías,
como caballo lanzado al ataque.
7 Hasta la cigüeña en el cielo
conoce el tiempo establecido;
la tórtola, la golondrina y la grulla
están atentas al tiempo del regreso.
Pero mi pueblo no conoce
el orden fijado por el Señor.
8 ¿Cómo dicen “Somos sabios,
tenemos la ley del Señor”,
si resulta que la ha corrompido
la pluma corrupta de los expertos?
9 Los sabios están avergonzados,
asustados, y quedan atrapados.
Si han rechazado la palabra del Señor,
¿de qué puede servirles su sabiduría?
10 Por eso, voy a dar a otros sus mujeres,
entregaré sus campos a los conquistadores.
Es que del pequeño al grande
todos piensan en medrar;
del profeta al sacerdote
todos andan entre fraudes.
11 Han curado la herida de mi pueblo,
pero sólo por encima, diciendo:
“Paz, paz”, pero no hay paz.
12 Deberían sentirse avergonzados
por haber cometido abominaciones;
pero no se van a avergonzar,
ni siquiera conocen el pudor.
Por eso caerán entre otros caídos,
se hundirán cuando venga a castigarlos
—oráculo del Señor—.
13 Quisiera cosechar algo
—oráculo del Señor—,
pero no hay uvas en la cepa,
tampoco higos en la higuera;
tienen las hojas marchitas.
¡Pues los convertiré en bosque pelado!
Juicio del pueblo y dolor del profeta
14 ¿Qué hacemos aquí sentados?
Vayamos juntos a las ciudades fortificadas
y acabemos allí de una vez,
pues es el Señor nuestro Dios
quien quiere acabar con nosotros;
nos da a beber nuestras lágrimas,
pues hemos pecado contra el Señor.
15 Esperábamos paz y nada va bien;
un tiempo saludable, y llega el terror.
16 Desde Dan se puede oír
resoplar a sus caballos,
relinchar a sus corceles:
la tierra se estremece.
Llegan devorando la tierra y cuanto contiene,
las ciudades y todos sus habitantes.
17 Voy a enviar contra ustedes
serpientes y víboras,
que no responden a encantamientos:
los morderán. —Oráculo del Señor—.
18 Me siento abrumado de dolor,
tengo enfermo el corazón,
al oír los gritos de mi pueblo
desde una tierra lejana:
19 “¿No está el Señor en Sión?
¿No está su rey en ella?”.
“¿Por qué me irritaron con sus ídolos,
con esas naderías extranjeras?”.
20 Pasó la cosecha, se acabó el verano,
pero nosotros no hemos sido salvados.
21 Los destrozos en la capital
me tienen del todo destrozado,
ando entristecido, presa del espanto.
22 ¿Ya no hay bálsamo en Galaad?
¿No quedan médicos allí?
¿Por qué, pues, sigue abierta
la herida de la capital de mi pueblo?
23 ¿Por qué no será mi cabeza una fuente
y mis ojos un manantial de lágrimas,
para llorar de día y de noche
por las víctimas de la capital de mi pueblo?
Un pueblo depravado
9 ¡Ojalá encontrara refugio en el desierto
para abandonar y alejarme de mi pueblo,
pues todos son adúlteros, banda de traidores!
2 Tensan sus lenguas, su arco es la mentira,
se imponen en el país no con la verdad.
Van de maldad en maldad,
y no me conocen
—oráculo del Señor—.
3 Hasta del amigo hay que guardarse,
ni siquiera en el hermano se puede confiar,
pues los hermanos son suplantadores
y los amigos buscan calumniarlos;
4 cada cual estafa a su prójimo
y ninguno dice la verdad;
enseñan a sus lenguas a mentir,
están pervertidos sin remedio:
5 opresión y más opresión,
engaño y más engaño.
Y es que no quieren conocerme
—oráculo del Señor—.
6 Por eso, así dice el Señor del universo:
He pensado refinarlos y probarlos,
¿qué otra cosa puedo hacer con su maldad?
7 Su lengua es flecha afilada,
su boca profiere mentiras;
desean bienestar a su prójimo,
pero por dentro planean emboscadas.
8 ¿Y no los castigaré por estas cosas?
—oráculo del Señor—.
De un pueblo que así se comporta,
¿no he de vengarme en persona?
Endecha por Jerusalén
9 Entonaré una endecha sobre los montes,
sobre los pastos de la estepa una elegía:
están quemados, sin nadie que transite,
no se escuchan los mugidos del ganado,
hasta aves y bestias se han marchado.
10 Haré de Jerusalén una ruina,
la convertiré en cueva de chacales;
arrasaré las ciudades de Judá,
sin nadie que pueda habitarlas.
La lógica del juicio
11 ¿Quién es el sabio que puede entender esto?
Que lo diga el que haya sido confidente del Señor.
¿Por qué está deshecho el país,
abrasado, como desierto intransitable?
12 Respondió el Señor:
Por abandonar la ley que yo les promulgué,
por no obedecerme ni seguir mis mandatos;
13 por haber rendido culto a los baales
como, llevados de su obstinación,
aprendieron de sus antepasados.
14 Por eso, así dice el Dios de Israel,
Señor del universo:
Daré a este pueblo ajenjo para comer,
les daré a beber agua emponzoñada.
15 Los dispersaré por países que no conocen,
y que tampoco conocieron sus padres;
mandaré a la espada que los persiga
hasta que acabe finalmente con ellos.
Ensayo de lamentación por Sión
16 Así dice el Señor del universo:
Hagan venir plañideras,
busquen a las más expertas;
que se den prisa en venir
17 y nos entonen una elegía;
que nuestros ojos derramen lágrimas,
que destilen llanto nuestros párpados.
18 Voces de duelo llegan desde Sión:
“¡Qué desolados estamos,
qué terrible decepción!
Hemos abandonado el país,
nos echaron de nuestras moradas”.
19 Oigan, mujeres, la palabra del Señor,
escuchen sus oídos la palabra de su boca.
Enseñen una endecha a sus hijas,
cada una a su amiga esta elegía:
20 “La muerte subió por nuestras ventanas,
se metió dentro de nuestros palacios;
exterminó a los niños en las calles,
a los jóvenes en medio de las plazas”.
21 Habla: Así dice el Señor:
Quedarán tendidos los cadáveres
como estiércol por todo el campo,
como espigas que deja el segador
y nadie se molesta en recoger.
Juicio generalizado
22 Así dice el Señor:
Que no alardee el sabio de sabiduría,
que no alardee el poderoso de poder,
que no alardee el rico de riqueza.
23 El que alardee, alardee de esto:
de tener entendimiento y conocerme,
de saber que yo soy el Señor,
que pongo en práctica la fidelidad,
la justicia y el derecho en el país.
Estas son las cosas que me agradan
—oráculo del Señor—.
24 Ya está llegando el tiempo —oráculo del Señor— en que voy a pedir cuentas a todos los circuncisos: 25 a Egipto, Judá, Edom, los amonitas y Moab, y a la gente del desierto que se afeita las sienes. Porque todos, también Israel en su totalidad, son incircuncisos de corazón.
Los ídolos y el Dios verdadero
10 Escuchen, israelitas, la palabra que les dirige el Señor. 2 Así dice el Señor:
No aprendan las mañas de los paganos,
no los asusten los signos celestes;
que sean los paganos quienes se asusten.
3 Los ritos de esos pueblos son pura insensatez:
se tala un árbol en el bosque,
lo trabaja el artesano con la gubia;
4 lo recubren con oro y con plata,
lo asegura con clavos y martillo,
de modo que no se tambalee.
5 Igual que espantajos de melonar,
son incapaces de hablar;
tienen que ser transportados,
son incapaces de andar.
No los teman, pues no pueden hacer mal,
aunque tampoco aportan beneficios.
6 ¡Nadie, Señor, tan grande como tú!
¡Qué grande y qué poderoso es tu nombre!
7 ¿Quién no te respetará,
rey de las naciones?
Es algo que tú mereces,
pues entre todos los sabios
y todos los reyes paganos,
nadie hay como tú.
8 Son todos necios e insensatos,
educados por ídolos de madera
9 hechos con plata refinada de Tarsis,
con oro traído de Ofir;
ídolos hechos por orfebres y fundidores,
vestidos de púrpura y de grana;
todos son obra de artesanos.
10 Pero el Señor, Dios verdadero,
es un Dios vivo, rey eterno;
su cólera zarandea la tierra,
los paganos no aguantan su ira.
11 [Por eso ustedes les dirán: Los dioses que no han hecho cielo y tierra desaparecerán de la tierra y bajo el cielo].
12 Él hizo la tierra con su poder,
estableció el orbe con su sabiduría,
desplegó el cielo con su inteligencia.
13 Cuando él alza la voz
retumban las aguas del cielo,
hace subir las nubes
desde el confín de la tierra;
con los rayos provoca la lluvia
y saca de sus depósitos el viento.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España