Bible in 90 Days
El Señor destruyó a Israel
2 ¡Cómo oscureció el Señor en su ira a la hija de Sión!
Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel;
no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor.
2 Destruyó el Señor, no perdonó;
destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob,
y derribó las fortalezas de Judá:
humilló al reino y a sus príncipes.
3 Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel,
retiró de él su diestra frente al enemigo
y se encendió en Jacob como llama de fuego que devora alrededor.
4 Tensó su arco como un enemigo, afirmó su mano derecha como un adversario,
y destruyó cuanto era hermoso.
En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo.
5 El Señor se volvió enemigo y destruyó a Israel,
destruyó todos sus palacios, derribó sus fortalezas
y multiplicó en la hija de Judá la tristeza y el lamento.
6 Arrasó su tienda como una enramada de huerto
y destruyó el lugar en donde se congregaban.
Jehová ha hecho olvidar en Sión las fiestas solemnes y los sábados,
y en el ardor de su ira ha desechado al rey y al sacerdote.
7 El Señor desechó su altar y menospreció su santuario;
entregó los muros de sus palacios en manos de los enemigos,
y ellos hicieron resonar su voz en la casa de Jehová como en día de fiesta.
8 Jehová determinó destruir el muro de la hija de Sión,
tendió el cordel y no retiró su mano de la destrucción.
Hizo, pues, que se lamentaran el antemuro y el muro; juntamente fueron desolados.
9 Sus puertas fueron derribadas; destruyó y quebrantó sus cerrojos.
Su rey y sus príncipes están entre gentes que no tienen la ley,
y sus profetas no recibieron visión de Jehová.
10 Se sientan en tierra y callan los ancianos de la hija de Sión;
echan polvo sobre sus cabezas y se ciñen ropas ásperas.
Las vírgenes de Jerusalén bajan la cabeza hasta la tierra.
11 Mis ojos se deshacen en lágrimas, mis entrañas se conmueven
y mi hígado se derrama por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo;
y los niños, ¡aun los de pecho!, desfallecen entre tanto en las plazas de la ciudad.
12 Dicen a sus madres: «¿Dónde están el pan y el vino?»,
mientras desfallecen como heridos en las calles de la ciudad
y derraman el alma en el regazo de sus madres.
13 ¿Qué testigo te traeré? ¿A quién te haré semejante, hija de Jerusalén?
¿A quién te compararé para consolarte, virgen hija de Sión?
Grande como el mar es tu quebrantamiento, ¿quién te sanará?
14 Tus profetas vieron para ti vanidad y locura,
y no descubrieron tu pecado para impedir tu cautiverio,
sino que te predicaron vanas profecías y seducciones.
15 Cuantos pasan por el camino baten palmas al verte,
silban y mueven despectivamente la cabeza sobre la hija de Jerusalén, diciendo:
«¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?»
16 Todos tus enemigos abrieron la boca contra ti,
se burlaron, rechinaron los dientes y dijeron: «¡Devorémosla!
¡Ciertamente éste es el día que esperábamos: lo hemos hallado, lo hemos visto!»
17 Jehová ha hecho lo que tenía determinado,
ha cumplido su palabra, ordenada por él desde tiempo antiguo.
Destruyó y no perdonó;
hizo que el enemigo se alegrara sobre ti
y exaltó el poder de tus adversarios.
18 El corazón de ellos clamaba al Señor.
¡Hija de Sión, que tus lágrimas corran día y noche como un arroyo!
¡No descanses, ni reposen las niñas de tus ojos!
19 ¡Levántate, da voces en la noche al comenzar las vigilias!
Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor;
alza a él tus manos implorando la vida de tus niñitos,
que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
20 Mira, Jehová, y considera a quién has tratado así.
¿Habrán de comerse las mujeres el fruto de sus entrañas, a los niñitos que antes cuidaban tiernamente?
¿Habrán de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta?
21 Niños y viejos yacen por tierra en las calles;
mis vírgenes y mis jóvenes han caído a espada.
Mataste en el día de tu furor. Degollaste y no perdonaste.
22 Como en día de solemnidad, de todas partes has convocado mis temores.
En el día del furor de Jehová no hubo quien escapara ni quien quedara vivo.
¡A los que yo crié y mantuve, mi enemigo los aniquiló!
En Dios está la esperanza de liberación
3 Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.
2 Él me ha guiado, me ha llevado por tinieblas y no por la luz;
3 ciertamente contra mí vuelve sin cesar su mano todo el día.
4 Él hizo envejecer mi carne y mi piel y quebrantó mis huesos;
5 levantó baluartes contra mí y me rodeó de amargura y trabajo.
6 Me dejó en oscuridad, como los que murieron hace ya mucho tiempo.
7 Me cercó por todos lados y no puedo salir; ha agravado mis cadenas.
8 Aunque clamo y doy voces, él cierra los oídos a mi oración.
9 Él cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos.
10 Fue para mí como un oso en acecho, como un león que se agazapa.
11 Torció mis caminos y me despedazó; me dejó desolado.
12 Tensó su arco y me puso por blanco de la saeta.
13 Ha clavado en mis entrañas las saetas de su aljaba.
14 Soy el escarnio de todo mi pueblo, el objeto de su burla día tras día.
15 Me ha llenado de amargura, me ha embriagado de ajenjo.
16 Mis dientes quebró con guijarros y me cubrió de ceniza.
17 Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien
18 y dije: «Perecieron mis fuerzas y mi esperanza en Jehová.»
19 Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel.
20 Aún lo tengo en la memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí.
21 Pero esto consideraré en mi corazón, y por esto esperaré:
22 Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias;
23 nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!
24 «Mi porción es Jehová; por tanto, en él esperaré», dice mi alma.
25 Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que lo busca.
26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
27 Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.
28 Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso;
29 ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;
30 dé la mejilla al que lo hiere y sea colmado de afrentas.
31 El Señor no rechaza para siempre;
32 antes bien, si aflige, también se compadece según su gran misericordia,
33 pues no se complace en afligir o entristecer a los hijos de los hombres.
34 Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
35 torcer el derecho del hombre ante la presencia del Altísimo
36 o trastornar al hombre en un proceso, son cosas que el Señor no aprueba.
37 ¿Quién puede decir que algo sucede sin que el Señor lo mande?
38 ¿Acaso no proceden de la boca del Altísimo los bienes y los males?
39 ¿Por qué se lamenta el hombre, si está vivo a pesar de su pecado?
40 Escudriñemos nuestros caminos, busquemos y volvámonos a Jehová;
41 levantemos corazón y manos al Dios de los cielos.
42 Nosotros nos rebelamos y fuimos desleales, y tú no perdonaste.
43 Desplegada tu ira, nos perseguiste; mataste, y no perdonaste;
44 te ocultaste en una nube para que no te llegara nuestra oración;
45 nos convertiste en oprobio y abominación en medio de los pueblos.
46 Todos nuestros enemigos abrieron su boca contra nosotros;
47 Temor y lazo vinieron sobre nosotros, asolamiento y quebranto.
48 Ríos de lágrimas brotan de mis ojos por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo.
49 Mis ojos destilan sin cesar, porque no habrá alivio
50 hasta que Jehová mire y vea desde los cielos.
51 Mis ojos me han entristecido el alma a causa de todas las hijas de mi ciudad.
52 Mis enemigos, sin tener por qué, me han dado caza como a un ave;
53 me ataron vivo en una cisterna, y la cerraron con una piedra.
54 Las aguas cubrieron mi cabeza, y dije: «¡Muerto soy!»
55 Jehová, tu nombre invoqué desde la cárcel profunda,
56 y oíste mi voz. ¡No escondas tu oído del clamor de mis suspiros!,
57 pues te acercaste el día que te invoqué y dijiste: «No temas.»
58 Abogaste, Señor, la causa de mi alma, redimiste mi vida.
59 Jehová, tú que has visto el agravio que me hacen, ¡defiende mi causa!
60 Tú has visto toda su venganza, todos sus pensamientos contra mí.
61 Has oído, Jehová, sus ultrajes, todas sus maquinaciones contra mí,
62 los dichos de quienes contra mí se levantaron, y su designio contra mí todo el día.
63 Su sentarse y su levantarse mira, porque yo soy su canción.
64 ¡Dales el pago, Jehová, que merece la obra de sus manos!
65 ¡Entrégalos al endurecimiento de corazón y caiga tu maldición sobre ellos!
66 ¡Persíguelos, Jehová, en tu furor y quebrántalos debajo de los cielos!
El castigo de Sión
4 ¡Cómo se ha ennegrecido el oro!
¡Cómo ha perdido el oro puro su brillo!
Las piedras del santuario están esparcidas por las encrucijadas de todas las calles.
2 Los hijos de Sión, preciados y estimados más que el oro puro,
¡son ahora como vasijas de barro, obra de manos de alfarero!
3 Aun los chacales dan las ubres para amamantar a sus cachorros,
pero la hija de mi pueblo es cruel como los avestruces del desierto.
4 De sed se le pega al niño de pecho la lengua al paladar;
los pequeñuelos piden pan, y no hay quien se lo dé.
5 Los que comían delicados manjares desfallecen por las calles;
los que se criaron entre púrpura se abrazan a los estercoleros.
6 Porque más fue la iniquidad de la hija de mi pueblo que el pecado de Sodoma,
que fue destruida en un instante, sin manos que se alzaran contra ella.
7 Sus nobles eran más puros que la nieve, más blancos que la leche;
más encendidos sus cuerpos que el coral, más hermoso su talle que el zafiro.
8 Oscuro más que la negrura es ahora su aspecto: no se les reconoce por las calles;
tienen la piel pegada a los huesos, seca como un palo.
9 Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre,
porque estos murieron poco a poco por faltarles los frutos de la tierra.
10 Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos:
¡Sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del desastre de la hija de mi pueblo!
11 Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira
y encendió en Sión un fuego que consumió hasta sus cimientos.
12 Nunca los reyes de la tierra ni ninguno de los habitantes del mundo
habrían creído que el enemigo y el adversario entraría por las puertas de Jerusalén.
13 Fue por causa de los pecados de sus profetas y las maldades de sus sacerdotes,
que derramaron en medio de ella la sangre de los justos.
14 Titubeaban por las calles como ciegos, contaminados con la sangre,
de modo que no pudieran tocar sus vestiduras.
15 «¡Apartaos! ¡Un inmundo!», les gritaban: «¡Apartaos, apartaos, no toquéis!»
Huyeron, fueron dispersados. Entonces se dijo entre las naciones:
«Nunca más morarán aquí.»
16 En su ira, Jehová los apartó y no los mirará más:
No respetaron la presencia de los sacerdotes ni tuvieron compasión de los viejos.
17 Nuestros ojos desfallecen esperando en vano nuestro socorro;
en nuestra esperanza aguardamos a una nación que no puede salvar.
18 Espiaban nuestros pasos para que no anduviéramos por las calles.
Se acercaba nuestro fin: se habían cumplido nuestros días y el fin había llegado.
19 Más ligeros eran nuestros perseguidores que las águilas del cielo;
sobre los montes nos persiguieron, en el desierto nos pusieron emboscadas.
20 El aliento de nuestras vidas, el ungido de Jehová,
de quien habíamos dicho: «A su sombra tendremos vida entre las naciones», quedó apresado en sus lazos.
21 ¡Goza y alégrate, hija de Edom, tú que habitas en tierra de Uz!,
porque también a ti te llegará esta copa y te embriagarás y vomitarás.
22 Ya está cumplido tu castigo, hija de Sión:
Nunca más hará él que te lleven cautiva.
Castigará él tu iniquidad, hija de Edom,
y descubrirá tus pecados.
Oración del pueblo afligido
5 Acuérdate, Jehová, de lo que nos ha sucedido;
mira, y ve nuestro oprobio.
2 Nuestra heredad ha pasado a extraños,
nuestras casas a forasteros.
3 Huérfanos somos, sin padre;
nuestras madres son como viudas.
4 Por dinero bebemos el agua;
por la leña pagamos un precio.
5 Padecemos persecución, caen sobre nosotros,
nos fatigamos y no hay para nosotros reposo.
6 Al egipcio y al asirio extendimos la mano para saciarnos de pan.
7 Nuestros padres pecaron y han muerto,
pero nosotros llevamos su castigo.
8 Los siervos dominan sobre nosotros,
y nadie nos libra de sus manos.
9 Traemos nuestro pan haciendo peligrar nuestra vida
ante la espada del desierto.
10 Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno
a causa del ardor del hambre.
11 Violaron a las mujeres en Sión,
a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 A los príncipes colgaron de las manos;
no respetaron el rostro de los viejos.
13 Llevaron a los jóvenes a mover el molino,
y los muchachos desfallecían bajo el peso de la leña.
14 Ya no se ven los ancianos en la puerta,
y los jóvenes han dejado sus canciones.
15 Cesó el gozo de nuestro corazón,
y nuestra danza se cambió en luto.
16 La corona ha caído de nuestra cabeza.
¡Ay ahora de nosotros, porque hemos pecado!
17 Por esto tenemos entristecido el corazón
y nos han entenebrecido nuestros ojos:
18 por el monte Sión, que está asolado
y las zorras andan por él.
19 Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre;
tu trono, de generación en generación.
20 ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros
y nos abandonas por tan largo tiempo?
21 Haznos volver a ti, Jehová, y nos volveremos;
renueva nuestros días como al principio.
22 ¿O acaso es que ya nos has desechado
y estás airado del todo contra nosotros?
La visión de la gloria divina
1 Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, los cielos se abrieron y vi visiones de Dios. 2 En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, 3 vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Vino allí sobre él la mano de Jehová.
4 Miré, y vi que venía del norte un viento huracanado y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor. En medio del fuego algo semejante al bronce refulgente; 5 y en medio de todo vi la figura de cuatro seres vivientes. Ésta era su apariencia: había en ellos un parecido a seres humanos. 6 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. 7 Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies como pezuñas de becerro que centelleaban a manera de bronce muy bruñido. 8 Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos humanas. Sus caras y sus alas estaban por los cuatro lados. 9 Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante. 10 El aspecto de sus caras era como una cara de hombre y una cara de león al lado derecho de los cuatro, y como una cara de buey a la izquierda de los cuatro. Además los cuatro tenían una cara de águila. 11 Así eran sus caras. Cada uno tenía dos alas extendidas por encima, las cuales se tocaban entre sí, y con las otras dos cubrían sus cuerpos. 12 Cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu los llevaba, ellos iban, y no se volvían al andar. 13 En cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos. Parecían antorchas encendidas que se movían entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y de él salían relámpagos. 14 Los seres vivientes corrían y regresaban a semejanza de relámpagos.
15 Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre el suelo, junto a los seres vivientes, a los cuatro lados. 16 El aspecto de las ruedas y su estructura era semejante al color del crisólito. Las cuatro tenían un mismo aspecto; su apariencia y su estructura eran como una rueda metida en otra. 17 Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían al andar. 18 Sus llantas eran altas y espantosas, y llenas de ojos alrededor en las cuatro. 19 Cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se elevaban de la tierra, las ruedas se elevaban. 20 Hacia donde el espíritu las llevaba, ellas iban; hacia donde las llevaba el espíritu, las ruedas también se elevaban tras ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 21 Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se detenían, se detenían ellas. Asimismo, cuando se elevaban de la tierra, las ruedas se elevaban tras ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
22 Sobre las cabezas de los seres vivientes había como una bóveda a manera de cristal maravilloso, extendido por encima de sus cabezas. 23 Y debajo de la bóveda, las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra. Cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo. 24 Oí el sonido de sus alas cuando andaban. Era como el sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como el ruido de una muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se detenían, bajaban sus alas. 25 Y cuando se detenían y bajaban sus alas, se oía una voz de encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas. 26 Sobre la bóveda que estaba sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro, y sobre la figura del trono había una semejanza, como de un hombre sentado en él. 27 Y vi una apariencia como de bronce refulgente, como una apariencia de un fuego dentro de ella en derredor, desde la parte de sus caderas hacia arriba; y desde sus caderas hacia abajo, vi que parecía como fuego y que tenía un resplandor alrededor. 28 Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor.
Ésta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Cuando la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba.
Llamamiento de Ezequiel
2 Me dijo: «Hijo de hombre, ponte sobre tus pies y hablaré contigo.» 2 Después de hablarme, entró el espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. 3 Me dijo: «Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. 4 Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón, y les dirás: “Así ha dicho Jehová el Señor.” 5 Acaso ellos escuchen; pero si no escuchan, porque son una casa rebelde, siempre sabrán que hubo un profeta entre ellos. 6 Pero tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo de sus palabras. Aunque te hallas entre zarzas y espinos, y habitas con escorpiones, no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son una casa rebelde. 7 Les hablarás, pues, mis palabras, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar, porque son muy rebeldes. 8 Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que te digo; no seas rebelde, como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que te doy.»
9 Miré, y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado. 10 Lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritos en él cantos fúnebres, gemidos y ayes.
3 Me dijo: «Hijo de hombre, come lo que tienes ante ti; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.» 2 Abrí mi boca y me hizo comer aquel rollo. 3 Me dijo: «Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy.» Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.
4 Luego me dijo: «Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel y háblales con mis palabras. 5 Porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel; 6 no a muchos pueblos de habla misteriosa ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; pero si a ellos te enviara, ellos te escucharían. 7 Pero la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón. 8 Yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes. 9 Como el diamante, más fuerte que el pedernal he hecho tu frente; no los temas ni tengas miedo delante de ellos, porque son una casa rebelde.»
10 Me dijo: «Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te diré, y pon mucha atención. 11 Luego ve y entra adonde están los cautivos, los hijos de tu pueblo. Háblales y diles: “Así ha dicho Jehová, el Señor”, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar.»
12 El espíritu me elevó, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: «¡Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar!» 13 Oí también el ruido de las alas de los seres vivientes al juntarse la una con la otra, y el ruido de las ruedas delante de ellos, y el ruido de gran estruendo. 14 El espíritu, pues, me elevó y me llevó. Yo fui, pero con amargura y lleno de indignación, mientras la mano de Jehová era fuerte sobre mí. 15 Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté junto con ellos. Allí, durante siete días, permanecí atónito entre ellos.
El atalaya de Israel(A)
16 Aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 17 «Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, mi palabra, y los amonestarás de mi parte. 18 Cuando yo diga al impío: “De cierto morirás”, si tú no lo amonestas ni le hablas, para que el impío sea advertido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 19 Pero si tú amonestas al impío, y él no se convierte de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu vida. 20 Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no lo amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no serán tenidas en cuenta; pero su sangre demandaré de tu mano. 21 Pero si amonestas al justo para que no peque, y no peca, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu vida.»
El profeta mudo
22 Vino allí la mano de Jehová sobre mí, y me dijo: «Levántate y sal al campo, y allí hablaré contigo.» 23 Me levanté y salí al campo; y allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro. 24 Entonces entró el espíritu en mí, me afirmó sobre mis pies, me habló y me dijo: «Entra y enciérrate dentro de tu casa. 25 En cuanto a ti, hijo de hombre, he aquí que pondrán cuerdas sobre ti, y con ellas te atarán y no podrás salir para estar entre ellos. 26 Haré que se te pegue la lengua al paladar, y estarás mudo, y no serás para ellos un hombre que reprende, porque son casa rebelde. 27 Pero cuando yo te haya hablado, abriré tu boca y les dirás: “Así ha dicho Jehová, el Señor: El que escucha, que escuche; y el que no quiera escuchar, que no escuche, porque casa rebelde son.”
Predicción del sitio de Jerusalén
4 »Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, ponlo delante de ti y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. 2 Y pondrás sitio contra ella, construirás contra ella fortaleza, sacarás contra ella baluarte, montarás delante de ella campamento, y contra ella, a su alrededor, colocarás arietes. 3 Toma también una plancha de hierro y ponla en lugar de muro de hierro entre ti y la ciudad; afirmarás luego tu rostro contra ella, y será en lugar de cerco y la sitiarás. Es una señal para la casa de Israel.
4 »Tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. 5 Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días: trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. 6 Cumplidos estos, te acostarás por segunda vez, ahora sobre tu lado derecho, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado. 7 Hacia el asedio de Jerusalén dirigirás tu rostro, y con tu brazo descubierto profetizarás contra ella. 8 He puesto sobre ti ataduras, y no podrás darte vuelta de un lado a otro hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.
9 »Toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena; ponlos en una vasija y hazte pan de ellos para el número de los días que te acuestes sobre tu lado: trescientos noventa días comerás de él. 10 La comida que comerás será de peso de veinte siclos al día; de tiempo en tiempo la comerás. 11 Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás. 12 Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza. Lo cocerás a vista de ellos en fuego de excremento humano.»
13 Dijo Jehová: «Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones a donde yo los arrojaré.»
14 Yo dije: «¡Ah, Señor, Jehová!, mi alma no es impura, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo comí cosa mortecina ni despedazada, ni nunca en mi boca entró carne inmunda.»
15 Y me respondió: «He aquí te permito usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan.» 16 Me dijo luego: «Hijo de hombre, quebrantaré el sustento del pan en Jerusalén; comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con espanto, 17 para que, al faltarles el pan y el agua, se miren unos a otros con espanto y se consuman en su maldad.
5 »Tú, hijo de hombre, tómate un cuchillo agudo, una navaja de barbero, y hazla pasar sobre tu cabeza y tu barba; toma después una balanza de pesar y divide los cabellos. 2 Una tercera parte quemarás en el fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio; tomarás otra tercera parte y la cortarás con espada alrededor de la ciudad, y la otra tercera parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré espada en pos de ellos. 3 Tomarás también de allí unos cuantos y los atarás en la falda de tu manto. 4 Tomarás otra vez de ellos, los echarás en medio del fuego y en el fuego los quemarás; de allí saldrá el fuego a toda la casa de Israel.»
5 Así ha dicho Jehová, el Señor: «Ésta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras de su alrededor. 6 Pero ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras de su alrededor; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos.»
7 Por tanto, así ha dicho Jehová: «Porque habéis sido más rebeldes que las naciones que están alrededor de vosotros, porque no habéis andado según mis mandamientos ni habéis guardado mis leyes, y ni siquiera habéis andado según las leyes de las naciones que están alrededor de vosotros, 8 Jehová, el Señor, ha dicho: Yo estoy contra ti. Sí, yo, y haré juicios en medio de ti ante los ojos de las naciones. 9 Haré en ti lo que nunca hice ni jamás volveré a hacer, a causa de todas tus abominaciones. 10 Por eso los padres se comerán a los hijos en medio de ti, y los hijos se comerán a sus padres; haré en ti juicios y esparciré a todos los vientos todo lo que quede de ti. 11 Por tanto, vivo yo, dice Jehová, el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará ni tendré misericordia. 12 Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti; una tercera parte caerá a espada alrededor de ti, y otra tercera parte esparciré a todos los vientos; y tras ellos desenvainaré espada.
13 »Se consumará mi furor, saciaré en ellos mi enojo y tomaré satisfacción. Entonces sabrán que yo, Jehová, he hablado en mi celo, cuando consuma en ellos mi enojo. 14 Te convertiré en ruinas y en afrenta entre las naciones que están alrededor de ti, a los ojos de todo transeúnte. 15 Serás afrenta, escarnio, escarmiento y objeto de espanto para las naciones que están alrededor de ti, cuando yo haga en ti juicios con furor e indignación y con reprensiones llenas de ira. Yo, Jehová, he hablado. 16 Cuando arroje yo sobre ellos las perniciosas saetas del hambre, que serán para destrucción, las cuales enviaré para destruiros, entonces aumentaré el hambre sobre vosotros y quebrantaré entre vosotros el sustento de pan. 17 Enviaré, pues, sobre vosotros hambre y bestias feroces que te destruyan; peste y sangre pasarán por en medio de ti, y enviaré sobre ti espada. Yo, Jehová, he hablado.»
Profecía contra los montes de Israel
6 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 «Hijo de hombre, pon tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos. 3 Dirás: “¡Montes de Israel, oíd palabra de Jehová, el Señor! Así ha dicho Jehová, el Señor, a los montes y a los collados, a los arroyos y a los valles: He aquí que yo, yo mismo, haré venir sobre vosotros espada y destruiré vuestros lugares altos. 4 Vuestros altares serán asolados, vuestras imágenes del sol serán quebradas; haré que vuestros muertos caigan delante de vuestros ídolos. 5 Pondré los cuerpos muertos de los hijos de Israel delante de sus ídolos, y vuestros huesos esparciré alrededor de vuestros altares. 6 Dondequiera que habitéis, serán arruinadas las ciudades y los lugares altos serán asolados, para que queden asolados y desiertos vuestros altares. Vuestros ídolos serán quebrados y aniquilados, vuestras imágenes del sol serán destruidas y vuestras obras serán deshechas. 7 Los muertos caerán en medio de vosotros, y sabréis que yo soy Jehová. 8 Pero dejaré un resto, de modo que tengáis entre las naciones algunos que escapen de la espada, cuando seáis esparcidos por las tierras. 9 Los que de vosotros escapen, se acordarán de mí entre las naciones en las cuales serán cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus ídolos. Se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones. 10 Y sabrán que yo soy Jehová; no en vano dije que les había de hacer este mal.”»
11 Así ha dicho Jehová, el Señor: «Da palmadas con tus manos y golpea con tu pie, y di: “¡Ay, por todas las grandes abominaciones de la casa de Israel!, porque con espada, con hambre y con peste caerán. 12 El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, y el que quede y sea asediado morirá de hambre.” Así consumaré en ellos mi enojo. 13 Sabréis que yo soy Jehová, cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos, alrededor de sus altares, sobre todo collado alto, en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina espesa, lugares donde ofrecieron incienso a todos sus ídolos. 14 Extenderé mi mano contra ellos, y dondequiera que habiten dejaré la tierra más asolada y devastada que el desierto hacia Diblat; y conocerán que yo soy Jehová.»
El fin viene
7 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 «Tú, hijo de hombre, anuncia que así ha dicho Jehová, el Señor, a la tierra de Israel:
»“El fin, el fin viene
sobre los cuatro extremos de la tierra.
3 Ahora será el fin sobre ti,
pues enviaré sobre ti mi furor y te juzgaré según tus caminos,
y pondré sobre ti todas tus abominaciones.
4 Mi ojo no te perdonará ni tendré misericordia,
antes pondré sobre ti tus caminos y en medio de ti estarán tus abominaciones;
y sabréis que yo soy Jehová.”
5 »Así ha dicho Jehová, el Señor:
»¡Un mal, he aquí que viene un mal!
6 ¡Viene el fin, el fin viene;
se ha despertado contra ti;
ciertamente que viene!
7 ¡La mañana viene para ti, morador de la tierra;
el tiempo viene, cercano está el día:
día de tumulto y no de alegría sobre los montes!
8 Ahora pronto derramaré mi ira sobre ti
y consumaré en ti mi furor;
te juzgaré según tus caminos
y pondré sobre ti tus abominaciones.
9 Mi ojo no perdonará ni tendré misericordia.
Según tus caminos pondré sobre ti,
y en medio de ti estarán tus abominaciones;
y sabréis que yo, Jehová, soy el que castiga.
10 »¡Ya viene el día,
ciertamente viene!
Ha llegado el momento;
ha florecido la vara,
ha reverdecido la soberbia.
11 La violencia se ha levantado como vara de maldad;
no quedará ninguno de ellos ni de su multitud,
ni uno de los suyos, ni habrá entre ellos quien se lamente.
12 El tiempo ha venido,
se acercó el día.
¡No se alegre el que compra ni llore el que vende!,
porque la ira está sobre toda la multitud;
13 porque el que vende no volverá a lo vendido, aunque queden vivos;
porque la visión sobre toda la multitud no se revocará,
y a causa de su iniquidad ninguno podrá conservar la vida.
14 »Tocarán trompeta y prepararán todas las cosas;
pero no habrá quien vaya a la batalla,
porque mi ira está sobre toda la multitud.
15 Fuera, la espada; y dentro, la peste y el hambre.
El que esté en el campo morirá a espada,
y al que esté en la ciudad lo consumirá el hambre y la peste.
16 Los que sobrevivan huirán
y estarán sobre los montes como palomas de los valles,
todos gimiendo, cada uno por su iniquidad.
17 Toda mano se debilitará,
y como el agua se debilitará toda rodilla.
18 Se ceñirán también de ropa áspera
y los cubrirá el terror;
en todo rostro habrá vergüenza
y todas sus cabezas estarán rapadas.
19 Arrojarán su plata a las calles
y su oro será desechado;
ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor de Jehová;
no saciarán su alma ni llenarán sus entrañas,
porque ha sido tropiezo para su maldad.
20 Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en soberbia
e hicieron con ello las imágenes de sus abominables ídolos,
por eso se lo convertí en algo repugnante.
21 En manos de extraños la entregué para ser saqueada:
será presa de los impíos de la tierra, y la profanarán.
22 Apartaré de ellos mi rostro
y será violado mi lugar secreto,
pues entrarán en él invasores y lo profanarán.
23 »Haz una cadena,
porque el país está lleno de delitos de sangre
y la ciudad está llena de violencia.
24 Traeré, por tanto, a los más perversos de las naciones,
los cuales poseerán las casas de ellos.
Así haré cesar la soberbia de los poderosos,
y sus santuarios serán profanados.
25 ¡La destrucción llega!
Buscarán la paz, pero no habrá paz.
26 Vendrá quebranto sobre quebranto,
y habrá rumor sobre rumor.
Buscarán respuesta del profeta,
mas la Ley se alejará del sacerdote,
y de los ancianos el consejo.
27 El rey se enlutará,
el gobernante se vestirá de tristeza
y las manos del pueblo de la tierra temblarán.
Según su camino haré con ellos,
y con los juicios de ellos los juzgaré.
Y sabrán que yo soy Jehová.»
Visión de las abominaciones en Jerusalén
8 En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano de Jehová, el Señor. 2 Miré, y vi una figura con aspecto de hombre; desde sus caderas para abajo, fuego, y desde sus caderas para arriba parecía resplandor; el aspecto era como de bronce refulgente. 3 Aquella figura extendió la mano y me tomó por las guedejas de mi cabeza; y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos. 4 Allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el campo.
5 Me dijo: «Hijo de hombre, alza ahora tus ojos hacia el lado del norte.» Alcé mis ojos hacia el norte, y vi al norte, junto a la puerta del altar, aquella imagen del celo en la entrada. 6 Me dijo entonces: «Hijo de hombre, ¿no ves lo que estos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete, y verás aún mayores abominaciones.»
7 Me llevó a la entrada del atrio, y miré, y vi un agujero en la pared. 8 Me dijo: «Hijo de hombre, cava ahora en la pared.» Yo cavé en la pared, y he aquí una puerta. 9 Me dijo luego: «Entra, y ve las malvadas abominaciones que estos hacen allí.» 10 Entré, pues, y miré, y vi toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados por toda la pared en derredor. 11 Y delante de ellos había setenta hombres de entre los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán, en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía una nube espesa de incienso. 12 Me dijo: «Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: “Jehová no nos ve. Jehová ha abandonado la tierra.”» 13 Me dijo después: «Vuélvete, verás que estos hacen aún mayores abominaciones.»
14 Me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehová, que está al norte; y vi a unas mujeres que estaban allí sentadas llorando a Tamuz. 15 Luego me dijo: «¿No ves, hijo de hombre? Vuélvete, verás aún mayores abominaciones que éstas.»
16 Me llevó al atrio de adentro de la casa de Jehová, y vi que junto a la entrada del templo de Jehová, entre la entrada y el altar, había unos veinticinco hombres, con sus espaldas vueltas al templo de Jehová y con sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente. 17 Me dijo: «¿No has visto, hijo de hombre? ¿Es cosa ligera para la casa de Judá cometer las abominaciones que cometen aquí? Después que han llenado de maldad el país, se volvieron a mí para irritarme; y aplican el ramo a sus narices. 18 Pues también yo procederé con furor: mis ojos no mirarán con piedad, no tendré compasión. Gritarán a mis oídos con gran voz, pero no los escucharé.»
Visión de la muerte de los culpables
9 Entonces clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: «¡Los verdugos de la ciudad han llegado y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir!» 2 Y seis hombres venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano. Al entrar, se detuvieron junto al altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, hacia el umbral de la casa. Y llamó Jehová al hombre vestido de lino que tenía a su cintura el tintero de escribano, 4 y le dijo Jehová: «Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen y claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.» 5 A los otros dijo, oyéndolo yo: «Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no miren con piedad vuestros ojos, no tengáis compasión. 6 Matad a viejos, a jóvenes y a vírgenes, a niños y a mujeres, hasta que no quede ninguno. Pero a todo aquel sobre el cual esté la señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario.» Comenzaron, pues, desde los hombres ancianos que estaban delante del Templo. 7 Les dijo: «Contaminad la casa, llenad los atrios de muertos y salid.» Y salieron a matar en la ciudad.
8 Aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé diciendo: «¡Ah, Señor Jehová!, ¿destruirás a todo el resto de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?»
9 Me dijo: «La maldad de la casa de Israel y de Judá es sobremanera grande, pues la tierra está llena de sangre y la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: “Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve.” 10 Así, pues, haré yo: mis ojos no mirarán con piedad, no tendré compasión; haré recaer la conducta de ellos sobre sus propias cabezas.»
11 Y el hombre vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: «He hecho conforme a todo lo que me mandaste.»
La gloria de Dios abandona el Templo
10 Miré, y vi que sobre la bóveda que estaba sobre la cabeza de los querubines había como una piedra de zafiro, que tenía el aspecto de un trono que apareció sobre ellos. 2 Habló al hombre vestido de lino, y le dijo: «Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad.» Y entró a vista mía.
3 Los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este hombre entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. 4 Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín hacia el umbral de la puerta; la casa se llenó de la nube y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová. 5 Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios omnipotente cuando habla.
6 Aconteció, pues, que al mandar al hombre vestido de lino, diciendo: «Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines», él entró y se detuvo entre las ruedas. 7 Un querubín extendió su mano de en medio de los querubines al fuego que estaba entre ellos, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió. 8 Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas.
9 Miré, y vi cuatro ruedas junto a los querubines, junto a cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como de crisólito. 10 En cuanto a su apariencia, las cuatro eran de una misma estructura, como si estuviera una en medio de otra. 11 Cuando andaban, hacia los cuatro frentes andaban; no se volvían cuando andaban, sino que al lugar adonde se volvía la primera, en pos de ella iban; no se volvían cuando andaban. 12 Todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas, todo estaba lleno de ojos alrededor de sus cuatro ruedas. 13 A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: «¡Rueda!» 14 Cada uno tenía cuatro caras: la primera era un rostro de querubín, y la segunda, de hombre; la tercera era una cara de león, y la cuarta una cara de águila.
15 Se elevaron los querubines; éste es el ser viviente que vi en el río Quebar. 16 Cuando andaban los querubines, andaban las ruedas junto con ellos; y cuando los querubines alzaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas tampoco se separaban de ellos. 17 Cuando se detenían ellos, ellas se detenían, y cuando ellos se elevaban, se elevaban con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.
18 Entonces la gloria de Jehová se elevó de sobre el umbral de la casa, y se puso sobre los querubines. 19 Y alzando los querubines sus alas, se elevaron de la tierra ante mis ojos. Cuando ellos salieron, también las ruedas se elevaron al lado de ellos, y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.
20 Estos eran los mismos seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel junto al río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. 21 Cada uno tenía cuatro caras y cada uno cuatro alas, y figuras de manos humanas debajo de sus alas. 22 La semejanza de sus rostros era la de los rostros que vi junto al río Quebar, su misma apariencia y su ser; cada uno caminaba derecho hacia adelante.
Reprensión de los príncipes malvados
11 El espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehová, la cual mira hacia el oriente; y he aquí, a la entrada de la puerta, veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jaazanías hijo de Azur, y a Pelatías hijo de Benaía, jefes del pueblo. 2 Me dijo: «Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan perversidad y dan en esta ciudad mal consejo. 3 Ellos dicen: “No será tan pronto; edifiquemos casas; ésta será la olla, y nosotros la carne.” 4 Por tanto, profetiza contra ellos, ¡profetiza, hijo de hombre!»
5 Vino sobre mí el espíritu de Jehová y me dijo: «Di: “Así ha dicho Jehová: Así habéis hablado, casa de Israel, y las cosas que suben a vuestro espíritu yo las he entendido. 6 Habéis multiplicado vuestros muertos en esta ciudad; habéis llenado de muertos sus calles. 7 Por tanto, así ha dicho Jehová, el Señor: Vuestros muertos que habéis puesto en medio de ella, ellos son la carne y ella es la olla; pero yo os sacaré a vosotros de en medio de ella. 8 A la espada habéis temido, y la espada traeré sobre vosotros, dice Jehová, el Señor. 9 Os sacaré de en medio de ella, os entregaré en manos de extraños y haré juicios entre vosotros. 10 A espada caeréis; en los límites de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy Jehová. 11 La ciudad no os será por olla ni vosotros seréis la carne en medio de ella; en los límites de Israel os juzgaré. 12 Y sabréis que yo soy Jehová; porque no habéis andado en mis estatutos ni habéis obedecido mis decretos, sino que habéis hecho según las costumbres de las naciones que os rodean.”»
13 Y aconteció que mientras yo profetizaba, aquel Pelatías hijo de Benaía, murió. Entonces me postré rostro a tierra y clamé a gran voz, y dije: «¡Ah, Señor, Jehová!, ¿destruirás del todo al resto de Israel?»
Promesa de restauración y renovación
14 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 15 «Hijo de hombre, tus hermanos, tus propios hermanos, los hombres de tu parentela y toda la casa de Israel, son aquellos a quienes dijeron los habitantes de Jerusalén: “Alejaos de Jehová; a nosotros es dada la tierra en posesión.” 16 Por tanto, di: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y los he esparcido por las tierras, con todo les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen.” 17 Di, por tanto: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos y os daré la tierra de Israel. 18 Volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. 19 Y les daré otro corazón y pondré en ellos un nuevo espíritu; quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne y les daré un corazón de carne, 20 para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo y yo sea su Dios. 21 Pero a aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus idolatrías y de sus abominaciones, yo traigo su camino sobre sus propias cabezas, dice Jehová, el Señor.”»
22 Después alzaron los querubines sus alas, y las ruedas iban en pos de ellos y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos. 23 La gloria de Jehová se elevó de en medio de la ciudad y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad. 24 Luego me levantó el espíritu y me volvió a llevar en visión del espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, a donde estaban los cautivos. Y se fue de mí la visión que había visto. 25 Entonces referí a los cautivos todas las cosas que Jehová me había mostrado.
Salida de Ezequiel en señal de la cautividad
12 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 «Hijo de hombre, tú habitas en medio de una casa rebelde. Tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, porque son una casa rebelde. 3 Por tanto tú, hijo de hombre, prepárate enseres de marcha, y parte de día a la vista de ellos. Te pasarás de tu lugar a otro lugar a la vista de ellos, por si tal vez atienden, porque son una casa rebelde. 4 Sacarás tus enseres de día a la vista de ellos, como enseres para el destierro; pero tú saldrás por la tarde a la vista de ellos, como quien sale en cautiverio. 5 Ante sus propios ojos te abrirás paso a través de la pared, y saldrás por ella. 6 Ante sus propios ojos los llevarás sobre tus hombros, de noche los sacarás; cubrirás tu rostro y no mirarás el país, porque por señal te he dado a la casa de Israel.»
7 Yo hice como se me había mandado; saqué mis enseres de día, como enseres para el destierro, y a la tarde me abrí paso a través de la pared con mi propia mano; salí de noche, y los llevé sobre los hombros a la vista de ellos.
8 Por la mañana vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 9 «Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, aquella casa rebelde, qué haces? 10 Diles: “Así ha dicho Jehová, el Señor: Esta profecía se refiere al gobernante en Jerusalén y a toda la casa de Israel que está en medio de ella.” 11 Diles: “Yo soy vuestra señal. Como yo hice, así se hará con vosotros: partiréis al destierro, en cautividad. 12 Y al gobernante que está en medio de ellos, lo llevarán a cuestas de noche, y saldrán. A través de la pared abrirán un paso para sacarlo por ella, y cubrirá su rostro para no ver con sus ojos el país. 13 Pero yo extenderé mi red sobre él y caerá preso en mi trampa, y lo haré llevar a Babilonia, a la tierra de los caldeos; pero no la verá, y allá morirá. 14 A todos los que estén alrededor de él para ayudarlo, y a todas sus tropas, esparciré a todos los vientos, y desenvainaré la espada en pos de ellos. 15 Y sabrán que yo soy Jehová cuando los disperse entre las naciones y los esparza por la tierra. 16 Haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde lleguen. Y sabrán que yo soy Jehová.”»
17 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 18 «Hijo de hombre, come tu pan con temblor y bebe tu agua con estremecimiento y con ansiedad. 19 Di al pueblo de la tierra que así ha dicho Jehová, el Señor, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre la tierra de Israel: “Su pan comerán con temor, y con espanto beberán su agua, porque su tierra será despojada de su plenitud por la maldad de todos los que en ella habitan. 20 Las ciudades habitadas quedarán desiertas y la tierra será asolada. Y sabréis que yo soy Jehová.”»
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