Bible in 90 Days
11 ¡Líbano, abre tus puertas,
y que el fuego consuma tus cedros!
2 Aúlla, ciprés,
porque el cedro cayó,
porque los árboles magníficos son derribados.
Aullad, encinas de Basán,
porque el bosque espeso es derribado.
3 Voz de aullido de pastores,
porque su magnificencia es asolada;
estruendo de rugidos de cachorros de leones,
porque la gloria del Jordán es destruida.
Los pastores inútiles
4 Así ha dicho Jehová, mi Dios: «Apacienta las ovejas destinadas a la matanza, 5 a las cuales matan sus compradores sin sentirse culpables; y el que las vende dice: “Bendito sea Jehová, porque me he enriquecido.” Ni aún sus pastores tienen piedad de ellas. 6 Por tanto, no tendré ya más piedad de los habitantes de la tierra, dice Jehová. Entregaré a los hombres, a cada uno en manos de su compañero y en manos de su rey. Ellos asolarán la tierra y yo no los libraré de sus manos.»
7 Apacenté, pues, las ovejas destinadas a la matanza, esto es, a los pobres del rebaño. Tomé para mí dos cayados: a uno le puse por nombre Gracia, y al otro, Ataduras. Apacenté las ovejas, 8 y en un mes despedí a tres pastores, pues mi alma se impacientó contra ellos, y su alma también se hastió de mí.
9 Entonces dije: «¡No os apacentaré más! ¡La que prefiera morir, que muera; si alguna se pierde, que se pierda! ¡Las que queden, que se coman unas a otras!»
10 Tomé luego mi cayado Gracia y lo quebré, para romper el pacto que había concertado con todos los pueblos. 11 El pacto quedó deshecho ese día, y así conocieron los pobres del rebaño que me observaban que aquélla era palabra de Jehová. 12 Yo les dije: «Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo.» Entonces pesaron mi salario: treinta piezas de plata.
13 Jehová me dijo: «Échalo al tesoro. ¡Hermoso precio con que me han apreciado!» Tomé entonces las treinta piezas de plata y las eché en el tesoro de la casa de Jehová. 14 Quebré luego el otro cayado, Ataduras, para romper la hermandad entre Judá e Israel. 15 Jehová me dijo: «Toma ahora los aperos de un pastor insensato; 16 porque yo levanto en la tierra a un pastor que no visitará las perdidas, ni buscará la pequeña, ni curará la perniquebrada, ni llevará la cansada a cuestas, sino que comerá la carne de la gorda y romperá sus pezuñas.
17 »¡Ay del pastor inútil
que abandona el ganado!
¡Que la espada hiera su brazo y su ojo derecho!
¡Que se le seque del todo el brazo
y su ojo derecho quede enteramente oscurecido!»
12 Profecía. Palabra de Jehová acerca de Israel. Jehová, que extiende los cielos, funda la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él, ha dicho: 2 «Yo pongo a Jerusalén como una copa que hará temblar a todos los pueblos de alrededor; también contra Judá, cuando se ponga sitio a Jerusalén. 3 En aquel día yo pondré a Jerusalén como una piedra pesada para todos los pueblos; todos los que intenten cargarla serán despedazados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella. 4 En aquel día, dice Jehová, heriré con pánico a todo caballo, y con locura al jinete; pero pondré mis ojos sobre la casa de Judá y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera. 5 Entonces dirán los capitanes de Judá en su corazón: “La fuerza de los habitantes de Jerusalén está en Jehová de los ejércitos, su Dios.” 6 En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre la leña y como antorcha ardiendo entre gavillas; consumirán a diestra y siniestra a todos los pueblos alrededor, mientras los habitantes de Jerusalén otra vez vivirán en su propia ciudad.
7 »Jehová librará las tiendas de Judá primero, para que la gloria de la casa de David y del habitante de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá. 8 En aquel día Jehová defenderá al habitante de Jerusalén; el que entre ellos sea débil, en aquel tiempo será como David, y la casa de David será como Dios, como el ángel de Jehová que va delante de ellos. 9 En aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén.
10 »Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito. 11 En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadad-rimón en el valle de Meguido. 12 Esta tierra se lamentará, familia por familia; la familia de la casa de David por su lado, y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Natán por su lado, y sus mujeres aparte; 13 la familia de la casa de Leví por su lado, y sus mujeres aparte; la familia de Simei por su lado, y sus mujeres aparte; 14 y así todas las otras familias, cada una por su lado, y sus mujeres aparte.»
13 «En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia. 2 Y en aquel día, dice Jehová de los ejércitos, quitaré de la tierra los nombres de las imágenes, y nunca más serán recordados; también exterminaré de la tierra a los profetas y al espíritu de inmundicia.
3 »Y acontecerá que si alguno continúa profetizando, le dirán el padre y la madre que lo engendraron: “Tú no vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová.” Y el padre y la madre que lo engendraron lo traspasarán cuando profetice. 4 Sucederá en aquel tiempo, que todos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profeticen; nunca más vestirán el manto velloso para mentir. 5 Cada cual dirá: “No soy profeta; labrador soy de la tierra, pues he estado en el campo desde mi juventud.” 6 Y si alguien le pregunta: “¿Qué heridas son éstas en tus manos?”, él responderá: “Las recibí en casa de mis amigos.”»
El pastor de Jehová, herido
7 «¡Levántate, espada, contra el pastor
y contra el hombre que me acompaña!,
dice Jehová de los ejércitos.
Hiere al pastor y serán dispersadas las ovejas;
yo tornaré mi mano contra los pequeñitos.
8 Y acontecerá en toda la tierra,
dice Jehová,
que dos tercios serán exterminados y se perderán,
mas el otro tercio quedará en ella.
9 A este tercio lo meteré en el fuego,
lo fundiré como se funde la plata,
lo probaré como se prueba el oro.
Él invocará mi nombre,
y yo lo oiré.
Yo diré: “Pueblo mío”,
y él dirá: “Jehová es mi Dios.”»
Jerusalén y las naciones
14 Viene el día de Jehová,
y en medio de ti serán repartidos tus despojos.
2 Porque yo reuniré a todas las naciones
para combatir contra Jerusalén.
La ciudad será tomada,
las casas serán saqueadas,
y violadas las mujeres.
La mitad de la ciudad irá al cautiverio,
pero el resto del pueblo no será sacado de la ciudad.
3 Después saldrá Jehová y peleará contra aquellas naciones,
como peleó en el día de la batalla.
4 En aquel día se afirmarán sus pies sobre el Monte de los Olivos,
que está en frente de Jerusalén, al oriente.
El Monte de los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande; la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur. 5 Y huiréis al valle de los montes, porque el valle de los montes llegará hasta Azal.
Huiréis de la manera que huisteis a causa del terremoto
en los días de Uzías, rey de Judá.
Y vendrá Jehová, mi Dios,
y con él todos los santos.
6 Acontecerá que en ese día no habrá luz,
ni frío, ni hielo.
7 Será un día único, sólo conocido por Jehová,
en el que no habrá ni día ni noche,
pero sucederá que al caer la tarde habrá luz.
8 En aquel día saldrán de Jerusalén aguas vivas,
la mitad de ellas hacia el mar oriental
y la otra mitad hacia el mar occidental,
en verano y en invierno.
9 Y Jehová será rey sobre toda la tierra.
En aquel día, Jehová será único,
y único será su nombre.
10 Toda esta tierra se volverá como llanura
desde Geba hasta Rimón, al sur de Jerusalén;
será enaltecida y habitada en su lugar,
desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera
y hasta la puerta del Ángulo,
y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey.
11 Morarán en ella y no habrá nunca más maldición,
sino que morarán confiadamente en Jerusalén.
12 Ésta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: su carne se corromperá cuando aún estén con vida, se les consumirán en las cuencas sus ojos y la lengua se les deshará en la boca.
13 En aquel día habrá entre ellos un gran pánico enviado por Jehová;
cada uno agarrará la mano de su compañero,
y levantarán la mano unos contra otros.
14 Judá también peleará en Jerusalén.
Entonces serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor:
oro, plata y ropas de vestir, en gran abundancia.
15 Así también será la plaga de los caballos, de los mulos, de los camellos, de los asnos y de todas las bestias que estén en aquellos campamentos.
16 Todos los que sobrevivan de las naciones
que vinieron contra Jerusalén,
subirán de año en año para adorar al Rey,
a Jehová de los ejércitos,
y para celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
17 Y acontecerá que si alguna familia de la tierra no sube a Jerusalén para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, no habrá lluvia para ellos. 18 Y si la familia de Egipto no sube ni viene, no habrá lluvia para ellos, sino que vendrá la plaga con que Jehová herirá a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. 19 Ésta será la pena del pecado de Egipto y del pecado de todas las naciones que no suban para celebrar la fiesta de los Tabernáculos.
20 En aquel día estará grabado sobre las campanillas de los caballos: «Consagrado a Jehová»; y las ollas de la casa de Jehová serán como los tazones del altar. 21 Toda olla en Jerusalén y Judá será consagrada a Jehová de los ejércitos; todos los que ofrezcan sacrificios vendrán y las tomarán para cocinar en ellas. En aquel día no habrá más mercader en la casa de Jehová de los ejércitos.
1 Profecía. Palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías:
2 «Yo os he amado, dice Jehová.
Pero vosotros dijisteis: “¿En qué nos amaste?”
¿No era Esaú hermano de Jacob?, dice Jehová;
sin embargo, amé a Jacob
3 y a Esaú aborrecí;
convertí sus montes en desolación
y abandoné su heredad a los chacales del desierto.
4 Edom dice: “Nos hemos empobrecido,
pero volveremos a edificar lo arruinado.”
Pero así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Ellos edificarán y yo destruiré;
los llamarán territorio de impiedad
y pueblo contra el cual Jehová está indignado para siempre.
5 Vuestros ojos lo verán, y diréis:
“Sea Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel.”
6 »El hijo honra al padre y el siervo a su señor.
Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra?;
y si soy señor, ¿dónde está mi temor?,
dice Jehová de los ejércitos a vosotros, sacerdotes,
que menospreciáis mi nombre y decís:
“¿En qué hemos menospreciado tu nombre?”
7 En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo.
Y todavía decís: “¿En qué te hemos deshonrado?”
En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.
8 Cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿acaso no es malo?
Asimismo, cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿acaso no es malo?
Preséntalo, pues, a tu príncipe;
¿acaso le serás grato o te acogerá benévolo?,
dice Jehová de los ejércitos.»
9 Ahora, pues, orad por el favor de Dios,
para que tenga piedad de nosotros.
Pero, «¿cómo podéis agradarle,
si hacéis estas cosas?,
dice Jehová de los ejércitos.
10 ¿Quién hay entre vosotros que de balde cierre las puertas o alumbre mi altar?
Yo no me complazco en vosotros,
dice Jehová de los ejércitos,
ni de vuestra mano aceptaré ofrenda.
11 Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone,
es grande mi nombre entre las naciones,
y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia.
Grande es mi nombre entre las naciones,
dice Jehová de los ejércitos;
12 pero vosotros lo profanáis cuando decís:
“Inmunda es la mesa de Jehová”,
y cuando decís que su alimento es despreciable.
13 Además, habéis dicho:
“¡Qué fastidio es esto!”, y me despreciáis,
dice Jehová de los ejércitos.
Trajisteis lo robado, o cojo, o enfermo,
y me lo presentasteis como ofrenda.
¿Aceptaré yo eso de vuestras manos?, dice Jehová.
14 Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño
promete y sacrifica a Jehová lo dañado.
Porque yo soy Gran Rey,
dice Jehová de los ejércitos,
y mi nombre es temible entre las naciones.
Reprensión de la infidelidad de Israel
2 »Ahora, pues, sacerdotes, para vosotros es este mandamiento.
2 Si no escucháis
y si no decidís de corazón dar gloria a mi nombre,
ha dicho Jehová de los ejércitos,
enviaré maldición sobre vosotros
y maldeciré vuestras bendiciones;
y ya las he maldecido,
porque no os habéis decidido de corazón.
3 »Yo os dañaré la sementera,
os echaré al rostro el estiércol,
el estiércol de vuestros animales sacrificados,
y seréis arrojados juntamente con él.
4 Así sabréis que yo os envié este mandamiento,
para que permanezca mi pacto con Leví,
ha dicho Jehová de los ejércitos.
5 »Mi pacto con él fue de vida y de paz.
Se las di para que me temiera,
y él tuvo temor de mí y ante mi nombre guardaba reverencia.
6 La ley de verdad estuvo en su boca,
iniquidad no fue hallada en sus labios;
en paz y en justicia anduvo conmigo,
y a muchos hizo apartar de la maldad.
7 Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría,
y de su boca el pueblo buscará la Ley;
porque es mensajero de Jehová de los ejércitos.
8 »Mas vosotros os habéis apartado del camino;
habéis hecho tropezar a muchos en la Ley;
habéis corrompido el pacto de Leví,
dice Jehová de los ejércitos.
9 Por eso yo os he hecho despreciables,
viles ante todo el pueblo,
porque no habéis guardado mis caminos
y hacéis acepción de personas
al aplicar la Ley.»
10 ¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre?
¿No nos ha creado un mismo Dios?
¿Por qué, pues, somos desleales los unos con los otros,
profanando el pacto de nuestros padres?
11 Prevaricó Judá;
en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación,
porque Judá ha profanado el santuario de Jehová, el que él amó,
al casarse con la hija de un dios extraño.
12 Jehová arrancará de las tiendas de Jacob
al hombre que haga esto,
al que vela, al que responde
y al que ofrece ofrenda a Jehová de los ejércitos.
13 Pero aún hacéis más:
Cubrís el altar de Jehová de lágrimas,
de llanto y de clamor;
así que no miraré más la ofrenda,
ni la aceptaré con gusto de vuestras manos.
14 Mas diréis: «¿Por qué?»
Porque Jehová es testigo
entre ti y la mujer de tu juventud,
con la cual has sido desleal,
aunque ella era tu compañera y la mujer de tu pacto.
15 ¿No hizo él un solo ser,
en el cual hay abundancia de espíritu?
¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios.
Guardaos, pues, en vuestro espíritu
y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.
16 Porque dice Jehová, Dios de Israel,
que él aborrece el repudio y al que mancha de maldad su vestido,
dijo Jehová de los ejércitos.
Guardaos, pues, en vuestro espíritu
y no seáis desleales.
17 Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras.
Y preguntáis: «¿En qué lo hemos cansado?»
En que decís: «Cualquiera que hace mal, agrada a Jehová;
en los tales se complace»;
o si no: «¿Dónde está el Dios de justicia?»
3 «Yo envío mi mensajero
para que prepare el camino delante de mí.
Y vendrá súbitamente a su Templo
el Señor a quien vosotros buscáis;
y el ángel del pacto,
a quien deseáis vosotros, ya viene»,
ha dicho Jehová de los ejércitos.
2 ¿Pero quién podrá soportar el tiempo de su venida?
o ¿quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?
Porque él es como fuego purificador
y como jabón de lavadores.
3 Él se sentará para afinar y limpiar la plata:
limpiará a los hijos de Leví,
los afinará como a oro y como a plata,
y traerán a Jehová ofrenda en justicia.
4 Entonces será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén,
como en los días pasados, como en los años antiguos.
5 «Vendré a vosotros para juicio,
y testificaré sin vacilar contra los hechiceros y adúlteros,
contra los que juran falsamente;
contra los que defraudan en su salario al jornalero,
a la viuda y al huérfano,
contra los que hacen injusticia al extranjero,
sin tener temor de mí»,
dice Jehová de los ejércitos.
6 «Porque yo, Jehová, no cambio;
por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
7 Desde los días de vuestros padres
os apartáis de mis leyes y no las guardáis.
¡Volveos a mí y yo me volveré a vosotros!,
ha dicho Jehová de los ejércitos.
Pero vosotros decís: “¿En qué hemos de volvernos?”
8 ¿Robará el hombre a Dios?
Pues vosotros me habéis robado.
Y aún preguntáis: “¿En qué te hemos robado?”
En vuestros diezmos y ofrendas.
9 Malditos sois con maldición,
porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
10 Traed todos los diezmos al alfolí
y haya alimento en mi Casa:
Probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos,
a ver si no os abro las ventanas de los cielos
y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
11 Reprenderé también por vosotros al devorador,
y no os destruirá el fruto de la tierra,
ni vuestra vid en el campo será estéril,
dice Jehová de los ejércitos.
12 Todas las naciones os dirán bienaventurados,
porque seréis tierra deseable,
dice Jehová de los ejércitos.
13 »Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice Jehová.
Y todavía preguntáis: “¿Qué hemos hablado contra ti?”
14 Habéis dicho: “Por demás es servir a Dios.
¿Qué aprovecha que guardemos su Ley
y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos?
15 Hemos visto que los soberbios son felices,
que los que hacen impiedad no sólo prosperan,
sino que tientan a Dios, y no les pasa nada.”»
16 Entonces los que temían a Jehová hablaron entre sí.
Jehová escuchó y oyó,
y fue escrito ante él un memorial de los que temen a Jehová y honran su nombre.
17 «Serán para mí especial tesoro,
dice Jehová de los ejércitos,
en el día en que yo actúe.
Los perdonaré
como un hombre perdona al hijo que lo sirve.
18 Entonces os volveréis
y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo,
entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.»
4 «Ciertamente viene el día, ardiente como un horno,
y serán estopa todos los soberbios y todos los que hacen maldad.
Aquel día que vendrá, los abrasará,
dice Jehová de los ejércitos,
y no les dejará ni raíz ni rama.
2 Mas para vosotros, los que teméis mi nombre,
nacerá el sol de justicia
y en sus alas traerá salvación.
Saldréis y saltaréis como becerros de la manada.
3 Pisotearéis a los malos,
los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies
en el día en que yo actúe,
dice Jehová de los ejércitos.
4 »Acordaos de la ley de Moisés, mi siervo,
al cual encargué, en Horeb,
ordenanzas y leyes para todo Israel.
5 »Yo os envío al profeta Elías
antes que venga el día de Jehová,
grande y terrible.
6 Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos,
y el corazón de los hijos hacia los padres,
no sea que yo venga y castigue la tierra con maldición.»
Genealogía de Jesucristo(A)
1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. 3 Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. 5 Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David.
El rey David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón. 7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. 8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. 9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. 10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. 11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.
12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. 15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob. 16 Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.
Nacimiento de Jesucristo(B)
18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando comprometida María, su madre, con José, antes que vivieran juntos se halló que había concebido del Espíritu Santo. 19 José, su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. 20 Pensando él en esto, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» 22 Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta:
23 «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrás por nombre Emanuel»
(que significa: «Dios con nosotros»).
24 Cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito, y le puso por nombre Jesús.
La visita de los sabios de Oriente
2 Cuando Jesús nació, en Belén de Judea, en días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, 2 preguntando:
—¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo.
3 Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le respondieron:
—En Belén de Judea, porque así fue escrito por el profeta:
6 »“Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá,
porque de ti saldrá un guiador,
que apacentará a mi pueblo Israel.”
7 Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios y se cercioró del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. 8 Y enviándolos a Belén, dijo:
—Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo.
9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron. Y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
La huida a Egipto
13 Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.»
14 Entonces él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. 15 Estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: «De Egipto llamé a mi Hijo.»
Matanza de los niños
16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los sabios, se enojó mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo indicado por los sabios. 17 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo:
18 «Voz fue oída en Ramá,
grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos
y no quiso ser consolada, porque perecieron.»
El regreso de Egipto
19 Pero después que murió Herodes, un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, 20 y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño.»
21 Entonces él se levantó, tomó al niño y a su madre, y se fue a tierra de Israel. 22 Pero cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo temor de ir allá. Y avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea 23 y se estableció en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliera lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno.
Predicación de Juan el Bautista(C)
3 En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 2 y diciendo: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado», 3 pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:
«Voz del que clama en el desierto:
“¡Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas!”»
4 Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura, y su comida era langostas y miel silvestre. 5 Acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán, 6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: «¡Generación de víboras!, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8 Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: “A Abraham tenemos por padre”, porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. 10 Además, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. 11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 12 Su aventador está en su mano para limpiar su era. Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.»
El bautismo de Jesús(D)
13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, donde estaba Juan, para ser bautizado por él. 14 Pero Juan se le oponía, diciendo:
—Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú acudes a mí?
15 Jesús le respondió:
—Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia.
Entonces se lo permitió. 16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y en ese momento los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él. 17 Y se oyó una voz de los cielos que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.»
Tentación de Jesús(E)
4 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. 3 Se le acercó el tentador y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.
4 Él respondió y dijo:
—Escrito está: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”
5 Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre el pináculo del Templo 6 y le dijo:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: “A sus ángeles mandará acerca de ti”, y “En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.”
7 Jesús le dijo:
—Escrito está también: “No tentarás al Señor tu Dios.”
8 Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo:
—Todo esto te daré, si postrado me adoras.
10 Entonces Jesús le dijo:
—Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás.”
11 El diablo entonces lo dejó, y vinieron ángeles y lo servían.
Comienzo del ministerio(F)
12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea. 13 Dejando Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, 14 para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías:
15 «¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles!
16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio gran luz,
y a los que habitaban en región de sombra de muerte,
luz les resplandeció.»
17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!»
Jesús llama a cuatro pescadores
18 Pasando Jesús junto al Mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. 19 Y les dijo:
—Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.
20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, lo siguieron. 21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan, en la barca con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. 22 Ellos, dejando al instante la barca y a su padre, lo siguieron.
Jesús ministra a la multitud
23 Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24 Se difundió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los sanó. 25 Lo siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
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