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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Juan 6:1-15:17

Alimentación de los cinco mil(A)

Después de esto, Jesús fue al otro lado del Mar de Galilea, el de Tiberias. Y lo seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. Entonces subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe:

—¿De dónde compraremos pan para que coman estos?

Pero esto decía para probarlo, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió:

—Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco.

Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:

—Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?

10 Entonces Jesús dijo:

—Haced recostar a la gente.

Había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como en número de cinco mil hombres. 11 Tomó Jesús aquellos panes y, después de dar gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; de igual manera hizo con los pescados, dándoles cuanto querían. 12 Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:

—Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.

13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. 14 Entonces aquellos hombres, al ver la señal que Jesús había hecho, dijeron: «Verdaderamente éste es el Profeta que había de venir al mundo.»

15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte él solo.

Jesús anda sobre el mar(B)

16 Al anochecer descendieron sus discípulos al mar, 17 y entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos. 18 El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. 19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. 20 Pero él les dijo:

—Yo soy; no temáis.

21 Entonces ellos lo recibieron con gusto en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra a donde iban.

La gente busca a Jesús

22 Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar se dio cuenta de que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que estos se habían ido solos. 23 Pero otras barcas habían llegado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. 24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús.

Jesús, el pan de vida

25 Y hallándolo al otro lado del mar, le preguntaron:

—Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

26 Respondió Jesús y les dijo:

—De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre, porque a éste señaló Dios, el Padre.

28 Entonces le preguntaron:

—¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?

29 Respondió Jesús y les dijo:

—Ésta es la obra de Dios, que creáis en aquel que él ha enviado.

30 Entonces le dijeron:

—¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo.”

32 Y Jesús les dijo:

—De cierto, de cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo, 33 porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

34 Le dijeron:

—Señor, danos siempre este pan.

35 Jesús les respondió:

—Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás. 36 Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera. 38 He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da, sino que lo resucite en el día final. 40 Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.

41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo», 42 y decían:

—Éste, ¿no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: “Del cielo he descendido”?

43 Jesús respondió y les dijo:

—No murmuréis entre vosotros. 44 Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae; y yo lo resucitaré en el día final. 45 Escrito está en los Profetas: “Y todos serán enseñados por Dios.” Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a mí. 46 No que alguien haya visto al Padre; sólo aquel que viene de Dios, ése ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. 50 Éste es el pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.

52 Entonces los judíos discutían entre sí, diciendo:

—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

53 Jesús les dijo:

—De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final, 55 porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57 Así como me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por mí. 58 Éste es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres, que comieron el maná y murieron; el que come este pan vivirá eternamente.

59 Estas cosas dijo en Capernaúm, enseñando en una sinagoga.

Palabras de vida eterna

60 Al oír esto, muchos de sus discípulos dijeron:

—Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?

61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:

—¿Esto os escandaliza? 62 ¿Pues qué, si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba primero? 63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay algunos de vosotros que no creen —porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo había de entregar—.

65 Y dijo:

—Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le es dado del Padre.

66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él. 67 Dijo entonces Jesús a los doce:

—¿Queréis acaso iros también vosotros?

68 Le respondió Simón Pedro:

—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

70 Jesús les respondió:

—¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?

71 Hablaba de Judas Iscariote hijo de Simón, porque él era el que lo iba a entregar, y era uno de los doce.

Incredulidad de los hermanos de Jesús

Después de esto andaba Jesús en Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos intentaban matarlo. Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, y le dijeron sus hermanos:

—Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo.

Ni aun sus hermanos creían en él. Entonces Jesús les dijo:

—Mi tiempo aún no ha llegado, pero vuestro tiempo siempre está preparado. No puede el mundo odiaros a vosotros; pero a mí me odia, porque yo testifico de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.

Y habiéndoles dicho esto se quedó en Galilea.

Jesús en la fiesta de los Tabernáculos

10 Pero después que sus hermanos subieron, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto. 11 Y lo buscaban los judíos en la fiesta, y decían:

—¿Dónde estará aquél?

12 Y había mucha murmuración acerca de él entre la multitud, pues unos decían: «Es bueno»; pero otros decían: «No, sino que engaña al pueblo.» 13 Sin embargo, ninguno hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.

14 Pero a la mitad de la fiesta subió Jesús al Templo, y enseñaba. 15 Y se admiraban los judíos, diciendo:

—¿Cómo sabe éste letras sin haber estudiado?

16 Jesús les respondió y dijo:

—Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. 17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. 18 El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que lo envió, éste es verdadero y no hay en él injusticia. 19 ¿No os dio Moisés la Ley? Sin embargo, ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué intentáis matarme?

20 Respondió la multitud y dijo:

—Demonio tienes, ¿quién intenta matarte?

21 Jesús respondió y les dijo:

—Una obra hice y todos os admiráis. 22 Por cierto, Moisés os dio la circuncisión —no porque sea de Moisés, sino de los padres— y en sábado circuncidáis al hombre. 23 Si recibe el hombre la circuncisión en sábado, para que la Ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en sábado sané completamente a un hombre? 24 No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio.

¿Es éste el Cristo?

25 Decían entonces unos de Jerusalén:

—¿No es a éste a quien buscan para matarlo? 26 Pues mirad, habla públicamente y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad las autoridades que éste es el Cristo? 27 Pero éste, sabemos de dónde es; sin embargo, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.

28 Jesús entonces, enseñando en el Templo, alzó la voz y dijo:

—A mí me conocéis y sabéis de dónde soy; no he venido de mí mismo, pero el que me envió, a quien vosotros no conocéis, es verdadero. 29 Pero yo lo conozco, porque de él procedo, y él me envió.

30 Entonces intentaban prenderlo; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. 31 Y muchos de la multitud creyeron en él y decían:

—El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?

Los fariseos envían guardias para detener a Jesús

32 Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para que lo prendieran. 33 Y Jesús dijo:

—Todavía estaré con vosotros algún tiempo, y luego iré al que me envió. 34 Me buscaréis, pero no me hallaréis, y a donde yo estaré, vosotros no podréis ir.

35 Entonces los judíos dijeron entre sí:

—¿Adónde se irá éste, que no lo hallaremos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos? 36 ¿Qué significa esto que dijo: “Me buscaréis, pero no me hallaréis, y a donde yo estaré, vosotros no podréis ir”?

Ríos de agua viva

37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:

—Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva.

39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

División entre la gente

40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: «Verdaderamente éste es el Profeta.» 41 Otros decían: «Éste es el Cristo.» Pero algunos decían: «¿De Galilea ha de venir el Cristo? 42 ¿No dice la Escritura que de la descendencia de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?» 43 Hubo entonces división entre la gente a causa de él. 44 Y algunos de ellos querían prenderlo, pero ninguno le echó mano.

¡Nunca nadie ha hablado así!

45 Los guardias vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos. Entonces estos les preguntaron:

—¿Por qué no lo habéis traído?

46 Los guardias respondieron:

—¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

47 Entonces los fariseos les preguntaron:

—¿También vosotros habéis sido engañados? 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? 49 Pero esta gente que no sabe la Ley, maldita es.

50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos:

51 —¿Juzga acaso nuestra Ley a un hombre si primero no lo oye y sabe lo que ha hecho?

52 Respondieron y le dijeron:

—¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado un profeta.

La mujer adúltera

53 Y cada uno se fue a su casa, pero Jesús se fue al Monte de los Olivos. Por la mañana volvió al Templo, y todo el pueblo vino a él; y sentándose, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio, le dijeron:

—Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, y en la Ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?

Esto decían probándolo, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo:

—El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, fueron saliendo uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los más jóvenes; sólo quedaron Jesús y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo:

—Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?

11 Ella dijo:

—Ninguno, Señor.

Entonces Jesús le dijo:

—Ni yo te condeno; vete y no peques más.

Jesús, la luz del mundo

12 Otra vez Jesús les habló, diciendo:

—Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

13 Entonces los fariseos le dijeron:

—Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es válido.

14 Respondió Jesús y les dijo:

—Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. 15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. 16 Y si yo juzgo, mi juicio es según la verdad, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió. 17 Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos hombres es válido. 18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo. También el Padre que me envió da testimonio de mí.

19 Ellos le dijeron:

—¿Dónde está tu padre?

Respondió Jesús:

—Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocierais, también a mi Padre conoceríais.

20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el Templo; y nadie lo prendió, porque aún no había llegado su hora.

A donde yo voy, vosotros no podéis ir

21 Otra vez les dijo Jesús:

—Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis ir.

22 Decían entonces los judíos:

—¿Acaso pensará matarse, que dice: “A donde yo voy, vosotros no podéis ir”?

23 Y les dijo:

—Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

25 Entonces le dijeron:

—Tú, ¿quién eres?

Entonces Jesús les dijo:

—Lo que desde el principio os he dicho. 26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero, y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.

27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre.

28 Les dijo, pues, Jesús:

—Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy y que nada hago por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo, 29 porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.

30 Al hablar él estas cosas, muchos creyeron en él.

La verdad os hará libres

31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:

—Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.

33 Le respondieron:

—Descendientes de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?

34 Jesús les respondió:

—De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres. 37 Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo intentáis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38 Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre, y vosotros hacéis lo que habéis oído junto a vuestro padre.

Sois de vuestro padre el diablo

39 Respondieron y le dijeron:

—Nuestro padre es Abraham.

Jesús les dijo:

—Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. 40 Pero ahora intentáis matarme a mí, que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios. No hizo esto Abraham. 41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.

Entonces le dijeron:

—¡Nosotros no hemos nacido de fornicación! ¡Un padre tenemos: Dios!

42 Jesús entonces les dijo:

—Si vuestro padre fuera Dios, entonces me amaríais, porque yo de Dios he salido y he venido, pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla, pues es mentiroso y padre de mentira. 45 Pero a mí, que digo la verdad, no me creéis. 46 ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? 47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

La preexistencia de Cristo

48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron:

—¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio?

49 Respondió Jesús:

—Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis. 50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra nunca verá muerte.

52 Entonces los judíos le dijeron:

—Ahora nos convencemos de que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: “El que guarda mi palabra nunca sufrirá muerte.” 53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡También los profetas murieron! ¿Quién crees que eres?

54 Respondió Jesús:

—Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. 55 Vosotros no lo conocéis. Yo sí lo conozco y, si digo que no lo conozco, sería mentiroso como vosotros; pero lo conozco y guardo su palabra. 56 Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y se gozó.

57 Entonces le dijeron los judíos:

—Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

58 Jesús les dijo:

—De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, yo soy.

59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del Templo y, atravesando por en medio de ellos, se fue.

Jesús sana a un ciego de nacimiento

Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:

—Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?

Respondió Jesús:

—No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo.

Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo:

—Ve a lavarte en el estanque de Siloé —que significa «Enviado»—.

Entonces fue, se lavó y regresó viendo. Por eso, los vecinos y los que antes lo habían visto que era ciego, decían:

—¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

Unos decían: «Él es.» Otros: «A él se parece.» Él decía: «Yo soy.»

10 Entonces le preguntaron:

—¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

11 Respondió él y dijo:

—Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: “Ve al Siloé y lávate.” Fui, pues, me lavé y recibí la vista.

12 Entonces le dijeron:

—¿Dónde está él?

Él dijo:

—No sé.

Los fariseos interrogan al ciego sanado

13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos. 15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo:

—Me puso lodo sobre los ojos, me lavé y veo.

16 Entonces algunos de los fariseos decían:

—Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado.

Otros decían:

—¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?

Y había división entre ellos. 17 Entonces le preguntaron otra vez al ciego:

—¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?

Él contestó:

—Que es profeta.

18 Pero los judíos no creyeron que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron, diciendo:

—¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

20 Sus padres respondieron y les dijeron:

—Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; 21 pero cómo ve ahora, no lo sabemos, o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.

22 Esto dijeron sus padres porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: “Edad tiene, preguntadle a él.”

24 Llamaron nuevamente al hombre que había sido ciego, y le dijeron:

—¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

25 Entonces él respondió y dijo:

—Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

26 Le volvieron a decir:

—¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

27 Él les respondió:

—Ya os lo he dicho y no habéis escuchado, ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

28 Entonces lo insultaron, y dijeron:

—Tú eres su discípulo, pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés, pero respecto a ése, no sabemos de dónde ha salido.

30 Respondió el hombre y les dijo:

—Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde ha salido, y a mí me abrió los ojos. 31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye. 32 Nunca se ha oído decir que alguien abriera los ojos a uno que nació ciego. 33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

34 Respondieron y le dijeron:

—Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?

Y lo expulsaron.

Ceguera espiritual

35 Oyó Jesús que lo habían expulsado y, hallándolo, le dijo:

—¿Crees tú en el Hijo de Dios?

36 Respondió él y dijo:

—¿Quién es, Señor, para que crea en él?

37 Le dijo Jesús:

—Pues lo has visto; el que habla contigo, ése es.

38 Y él dijo:

—Creo, Señor —y lo adoró.

39 Dijo Jesús:

—Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron:

—¿Acaso también nosotros somos ciegos?

41 Jesús les respondió:

—Si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora, porque decís: “Vemos”, vuestro pecado permanece.

Parábola del redil

10 »De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Esta alegoría les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les quería decir.

Jesús, el buen pastor

Volvió, pues, Jesús a decirles:

—De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores, pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta: el que por mí entre será salvo; entrará y saldrá, y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

11 »Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. 12 Pero el asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. 13 Así que el asalariado huye porque es asalariado y no le importan las ovejas.

14 »Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; a ésas también debo atraer y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

19 Volvió a haber división entre los judíos por estas palabras. 20 Muchos de ellos decían:

—Demonio tiene y está fuera de sí. ¿Por qué lo oís?

21 Decían otros:

—Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

Los judíos rechazan a Jesús

22 Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, 23 y Jesús andaba en el Templo por el pórtico de Salomón. 24 Lo rodearon los judíos y le dijeron:

—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

25 Jesús les respondió:

—Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; 28 yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 El Padre y yo uno somos.

31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. 32 Jesús les respondió:

—Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?

33 Le respondieron los judíos, diciendo:

—Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios.

34 Jesús les respondió:

—¿No está escrito en vuestra Ley: “Yo dije, dioses sois”? 35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), 36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: “Tú blasfemas”, porque dije: “Hijo de Dios soy”? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38 Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.

39 Intentaron otra vez prenderlo, pero él se escapó de sus manos.

40 Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. 41 Muchos acudían a él, y decían:

—Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.

42 Y muchos creyeron en él allí.

Muerte de Lázaro

11 Estaba enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos). Enviaron, pues, las hermanas a decir a Jesús:

—Señor, el que amas está enfermo.

Jesús, al oírlo, dijo:

—Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos:

—Vamos de nuevo a Judea.

Le dijeron los discípulos:

—Rabí, hace poco los judíos intentaban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

Respondió Jesús:

—¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

11 Dicho esto, agregó:

—Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.

12 Dijeron entonces sus discípulos:

—Señor, si duerme, sanará.

13 Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente:

—Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos a él.

16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos:

—Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Jesús, la resurrección y la vida

17 Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios, 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús llegaba, salió a encontrarlo, pero María se quedó en casa. 21 Marta dijo a Jesús:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

23 Jesús le dijo:

—Tu hermano resucitará.

24 Marta le dijo:

—Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final.

25 Le dijo Jesús:

—Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

27 Le dijo:

—Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Jesús llora ante la tumba de Lázaro

28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto:

—El Maestro está aquí, y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a él. 30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:

—Va al sepulcro, a llorar allí.

32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verlo, se postró a sus pies, diciéndole:

—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

33 Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y preguntó:

—¿Dónde lo pusisteis?

Le dijeron:

—Señor, ven y ve.

35 Jesús lloró. 36 Dijeron entonces los judíos:

—¡Mirad cuánto lo amaba!

37 Y algunos de ellos dijeron:

—¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?

Resurrección de Lázaro

38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús:

—Quitad la piedra.

Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:

—Señor, hiede ya, porque lleva cuatro días.

40 Jesús le dijo:

—¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:

—Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:

—¡Lázaro, ven fuera!

44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:

—Desatadlo y dejadlo ir.

El complot para matar a Jesús(C)

45 Entonces muchos de los judíos que habían ido para acompañar a María y vieron lo que había hecho Jesús, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el Concilio, y dijeron:

—¿Qué haremos?, pues este hombre hace muchas señales. 48 Si lo dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.

49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo:

—Vosotros no sabéis nada, 50 ni os dais cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.

51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; 52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Así que desde aquel día acordaron matarlo.

54 Por eso, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.

55 Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se preguntaban unos a otros en el Templo:

—¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?

57 Los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno se enteraba de dónde estaba, informara de ello, para prenderlo.

Jesús es ungido en Betania(D)

12 Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que lo había de entregar:

—¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios y se les dio a los pobres?

Pero dijo esto, no porque se preocupara por los pobres, sino porque era ladrón y, teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo:

—Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto. A los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.

El complot contra Lázaro

Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y fueron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. 10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, 11 porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.

La entrada triunfal en Jerusalén(E)

12 El siguiente día, grandes multitudes que habían ido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirlo, y clamaban:

—¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!

14 Halló Jesús un asnillo y montó sobre él, como está escrito:

15 «No temas, hija de Sión;
tu Rey viene,
montado sobre un pollino de asna.»

16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho. 17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de los muertos. 18 Por lo cual también había salido la gente a recibirlo, porque había oído que él había hecho esta señal. 19 Pero los fariseos dijeron entre sí:

—Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.

Unos griegos buscan a Jesús

20 Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo:

—Señor, queremos ver a Jesús.

22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23 Jesús les respondió diciendo:

—Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. 24 De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la perderá; y el que odia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. 26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará.

Jesús anuncia su muerte

27 »Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.» 29 Y la multitud que estaba allí y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían:

—Un ángel le ha hablado.

30 Respondió Jesús y dijo:

—No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. 31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. 32 Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.

33 Esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir. 34 Le respondió la gente:

—Nosotros hemos oído que, según la Ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?

35 Entonces Jesús les dijo:

—Aún por un poco de tiempo la luz está entre vosotros; andad entretanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va. 36 Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.

Incredulidad de los judíos

Habiendo dicho Jesús esto, se fue y se ocultó de ellos. 37 Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él, 38 para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo:

«Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?»

39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:

40 «Cegó los ojos de ellos y endureció su corazón,
para que no vean con los ojos,
ni entiendan con el corazón,
ni se conviertan, y yo los sane.»

41 Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.

42 A pesar de eso, muchos, incluso de los gobernantes, creyeron en él, pero no lo confesaban por temor a los fariseos, para no ser expulsados de la sinagoga, 43 porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

Las palabras de Jesús juzgarán a los hombres

44 Jesús clamó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; 45 y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. 47 Al que oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo juzgue: la palabra que he hablado, ella lo juzgará en el día final. 49 Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre, que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar. 50 Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.»

Jesús lava los pies de sus discípulos

13 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasara de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote hijo de Simón que lo entregara, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba, se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo:

—Señor, ¿tú me lavarás los pies?

Respondió Jesús y le dijo:

—Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, pero lo entenderás después.

Pedro le dijo:

—No me lavarás los pies jamás.

Jesús le respondió:

—Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.

Le dijo Simón Pedro:

—Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.

10 Jesús le dijo:

—El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.

11 Él sabía quién lo iba a entregar; por eso dijo: «No estáis limpios todos.»

12 Así que, después que les lavó los pies, tomó su manto, volvió a la mesa y les dijo:

—¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros, 15 porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.

18 »No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido. Pero debe cumplirse la Escritura: “El que come pan conmigo alzó el pie contra mí.” 19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. 20 De cierto, de cierto os digo: El que reciba al que yo envíe, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.

Jesús anuncia la traición de Judas(F)

21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu y declaró:

—De cierto, de cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22 Entonces los discípulos se miraron unos a otros, dudando de quién hablaba. 23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús. 24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro para que preguntara quién era aquel de quien hablaba. 25 Él entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le preguntó:

—Señor, ¿quién es?

26 Respondió Jesús:

—A quien yo le dé el pan mojado, ése es.

Y, mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. 27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:

—Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. 29 Algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta»; o que diera algo a los pobres. 30 Cuando él tomó el bocado, salió en seguida. Era ya de noche.

El nuevo mandamiento

31 Entonces, cuando salió, dijo Jesús:

—Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, Dios también lo glorificará en sí mismo, y en seguida lo glorificará. 33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir. 34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.

Jesús anuncia la negación de Pedro(G)

36 Le dijo Simón Pedro:

—Señor, ¿a dónde vas?

Jesús le respondió:

—A donde voy, no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después.

37 Le dijo Pedro:

—Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida daré por ti!

38 Jesús le respondió:

—¿Tu vida darás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.

Jesús, el camino al Padre

14 »No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.

Le dijo Tomás:

—Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?

Jesús le dijo:

—Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Felipe le dijo:

—Señor, muéstranos el Padre y nos basta.

Jesús le dijo:

—¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

12 »De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 13 Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré.

La promesa del Espíritu Santo

15 »Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros.

18 »No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.

22 Le dijo Judas (no el Iscariote):

—Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?

23 Respondió Jesús y le dijo:

—El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 »Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.

27 »La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. 28 Habéis oído que yo os he dicho: “Voy, y vuelvo a vosotros.” Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo. 29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis. 30 No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. 31 Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago.

»¡Levantaos, vámonos de aquí!

Jesús, la vid verdadera

15 »Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

»Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, los echan en el fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

11 »Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.

12 »Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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