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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Lucas 20:20 - Juan 5:47

20 Y, acechándolo, enviaron espías que simularan ser justos, a fin de sorprenderlo en alguna palabra, para entregarlo al poder y autoridad del gobernador. 21 Le preguntaron, diciendo:

—Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. 22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?

23 Pero él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo:

—¿Por qué me tentáis? 24 Mostradme la moneda. ¿De quién es la imagen y la inscripción?

Respondiendo dijeron:

—De César.

25 Entonces les dijo:

—Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.

26 Y no pudieron sorprenderlo en palabra alguna delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.

La pregunta sobre la resurrección(A)

27 Se acercaron entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, y le preguntaron, 28 diciendo:

—Maestro, Moisés nos escribió: “Si el hermano de alguno muere teniendo mujer y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.” 29 Hubo, pues, siete hermanos: el primero tomó esposa y murió sin hijos. 30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos. 31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia. 32 Finalmente murió también la mujer. 33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?

34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo:

—Los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, 35 pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento, 36 porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección. 37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, 38 porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.

39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron:

—Maestro, bien has dicho.

40 Y no osaron preguntarle nada más.

¿De quién es hijo el Cristo?(B)

41 Entonces él les dijo:

—¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?, 42 pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:

»“Dijo el Señor a mi Señor:
‘Siéntate a mi diestra,
43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.’”

44 »David, pues, lo llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?

Jesús acusa a los escribas(C)

45 Oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

46 —Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas; 47 que devoran las casas de las viudas y, por pretexto, hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.

La ofrenda de la viuda(D)

21 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre que echaba allí dos blancas. Y dijo:

—En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

Jesús predice la destrucción del Templo(E)

A unos que hablaban de que el Templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:

—En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.

Señales antes del fin(F)

Le preguntaron, diciendo:

—Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?

Él entonces dijo:

—Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: “Yo soy el Cristo” y: “El tiempo está cerca.” Pero no vayáis en pos de ellos. Cuando oigáis de guerras y de revueltas, no os alarméis, porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.

10 Entonces añadió:

—Se levantará nación contra nación y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.

12 »Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. 13 Pero esto os será ocasión para dar testimonio. 14 Proponeos en vuestros corazones no pensar antes cómo habréis de responder en vuestra defensa, 15 porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. 16 Seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros. 17 Seréis odiados por todos por causa de mi nombre, 18 pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. 19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.

20 »Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. 21 Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos no entren en ella, 22 porque éstos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23 Pero ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este pueblo. 24 Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.

La venida del Hijo del hombre(G)

25 »Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas. 26 Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. 27 Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria. 28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.

29 También les dijo una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. 30 Cuando veis que ya brotan, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca. 31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

32 »De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

34 »Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día, 35 porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra. 36 Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.»

37 De día enseñaba en el Templo y por la noche salía y se quedaba en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y todo el pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el Templo.

El complot para matar a Jesús(H)

22 Estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, que se llama la Pascua. Los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarlo, porque temían al pueblo.

Entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno de los doce; éste fue y habló con los principales sacerdotes y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría. Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. Él aceptó y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.

La Cena del Señor(I)

Llegó el día de los Panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la Pascua. Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:

—Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.

Ellos le preguntaron:

—¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Él les dijo:

—Al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa donde entre 11 y decid al padre de familia de esa casa: “El Maestro te dice: ‘¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’” 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto; preparadla allí.

13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.

14 Cuando era la hora se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:

—¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca!, 16 porque os digo que no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios.

17 Tomando la copa, dio gracias y dijo:

—Tomad esto y repartidlo entre vosotros, 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.

19 También tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo:

—Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

20 De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo:

—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. 21 Pero la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 A la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!

23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí sobre quién de ellos sería el que habría de hacer esto.

La grandeza en el servicio

24 Hubo también entre ellos una discusión sobre quién de ellos sería el mayor. 25 Pero él les dijo:

—Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que dirige, como el que sirve, 27 pues, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pero yo estoy entre vosotros como el que sirve.

28 »Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, os asigno un Reino, como mi Padre me lo asignó a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús anuncia la negación de Pedro(J)

31 Dijo también el Señor:

—Simón, Simón, Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; 32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.

33 Él le dijo:

—Señor, estoy dispuesto a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.

34 Y él le dijo:

—Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

Bolsa, alforja y espada

35 Les dijo:

—Cuando os envié sin bolsa, alforja ni calzado, ¿os faltó algo?

Ellos dijeron:

—Nada.

36 Y les dijo:

—Pues ahora el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una. 37 Os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: “Y fue contado con los inicuos”, porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.

38 Entonces ellos dijeron:

—Señor, aquí hay dos espadas.

Y él les dijo:

—Basta.

Jesús ora en Getsemaní(K)

39 Salió y se fue, como solía, al Monte de los Olivos; y sus discípulos lo siguieron. 40 Cuando llegó a aquel lugar, les dijo:

—Orad para que no entréis en tentación.

41 Se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra, y puesto de rodillas oró, 42 diciendo: «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. 44 Lleno de angustia oraba más intensamente, y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

45 Cuando se levantó de la oración y fue a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; 46 y les dijo:

—¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

Arresto de Jesús(L)

47 Mientras él aún hablaba, se presentó una turba. El que se llamaba Judas, uno de los doce, que iba al frente de ellos, se acercó hasta Jesús para besarlo. 48 Entonces Jesús le dijo:

—Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

49 Cuando los que estaban con él se dieron cuenta de lo que había de acontecer, le dijeron:

—Señor, ¿heriremos a espada?

50 Entonces uno de ellos hirió a un siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Entonces, respondiendo Jesús, dijo:

—Basta ya; dejad.

Y tocando su oreja, lo sanó. 52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido contra él:

—¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? 53 Habiendo estado con vosotros cada día en el Templo, no extendisteis las manos contra mí; pero ésta es vuestra hora y la potestad de las tinieblas.

Pedro niega a Jesús(M)

54 Lo prendieron, lo llevaron y lo condujeron a casa del Sumo sacerdote. Y Pedro lo seguía de lejos. 55 Encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor; también Pedro se sentó entre ellos. 56 Pero una criada, al verlo sentado al fuego, se fijó en él y dijo:

—También éste estaba con él.

57 Pero él lo negó, diciendo:

—Mujer, no lo conozco.

58 Un poco después, viéndolo otro, dijo:

—Tú también eres de ellos.

Y Pedro dijo:

—Hombre, no lo soy.

59 Como una hora después, otro afirmó, diciendo:

—Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.

60 Y Pedro dijo:

—Hombre, no sé lo que dices.

Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. 61 Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: «Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.» 62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.

Jesús insultado y azotado(N)

63 Los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Vendándole los ojos, le golpeaban el rostro y le preguntaban, diciendo:

—Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?

65 Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas.

Jesús ante el Concilio(O)

66 Cuando se hizo de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron al Concilio, diciendo:

67 —¿Eres tú el Cristo? Dínoslo.

Les dijo:

—Si os lo digo, no creeréis; 68 y también, si os pregunto, ni me responderéis ni me soltaréis. 69 Pero desde ahora el Hijo del hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.

70 Dijeron todos:

—Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios?

Y él les dijo:

—Vosotros decís que lo soy.

71 Entonces ellos dijeron:

—¿Qué más testimonio necesitamos?, porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

Jesús ante Pilato(P)

23 Levantándose entonces todos, llevaron a Jesús a Pilato. Y comenzaron a acusarlo, diciendo:

—Hemos encontrado que este pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César diciendo que él mismo es el Cristo, un Rey.

Entonces Pilato le preguntó, diciendo:

—¿Eres tú el Rey de los judíos?

Respondiéndole él, dijo:

—Tú lo dices.

Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente:

—Ningún delito hallo en este hombre.

Pero ellos porfiaban, diciendo:

—Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

Jesús ante Herodes

Entonces Pilato, cuando oyó decir «Galilea», preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verlo, porque había oído muchas cosas acerca de él y esperaba verlo hacer alguna señal. Le hizo muchas preguntas, pero él nada le respondió. 10 Estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándolo con gran vehemencia. 11 Entonces Herodes con sus soldados lo menospreció y se burló de él, vistiéndolo con una ropa espléndida; y volvió a enviarlo a Pilato. 12 Y aquel día, Pilato y Herodes, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Jesús sentenciado a muerte(Q)

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14 les dijo:

—Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero, habiéndolo interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en él delito alguno de aquellos de que lo acusáis. 15 Ni tampoco Herodes, porque os remití a él. Nada digno de muerte ha hecho este hombre, 16 así que lo soltaré después de castigarlo.

17 Tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

18 Pero toda la multitud gritó a una, diciendo:

—¡Fuera con ése; suéltanos a Barrabás!

19 Éste había sido echado en la cárcel por rebelión en la ciudad y por un homicidio. 20 Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; 21 pero ellos volvieron a gritar, diciendo:

—¡Crucifícalo, crucifícalo!

22 Él les dijo por tercera vez:

—¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; lo castigaré y lo soltaré.

23 Pero ellos insistían a gritos, pidiendo que fuera crucificado; y las voces de ellos y de los principales sacerdotes se impusieron. 24 Entonces Pilato sentenció que se hiciera lo que ellos pedían. 25 Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por rebelión y homicidio, a quien habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

Crucifixión y muerte de Jesús(R)

26 Cuando lo llevaban, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara tras Jesús.

27 Lo seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

—Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, 29 porque vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.” 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a los collados: “Cubridnos”, 31 porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados. 33 Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. 35 El pueblo estaba mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él diciendo:

—A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.

36 Los soldados también se burlaban de él, y se acercaban ofreciéndole vinagre 37 y diciendo:

—Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: «Éste es el Rey de los judíos».

39 Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo:

—Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

40 Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo:

—¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús:

—Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino.

43 Entonces Jesús le dijo:

—De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 45 El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad. 46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo:

—Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Habiendo dicho esto, expiró.

47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios diciendo:

—Verdaderamente este hombre era justo.

48 Toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, estaban mirando estas cosas de lejos.

Jesús es sepultado(S)

50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del Concilio, hombre bueno y justo. 51 Éste, que también esperaba el reino de Dios y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, 52 fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. 53 Bajándolo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

54 Era día de la preparación y estaba para comenzar el sábado.

55 Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto su cuerpo. 56 Al regresar, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el sábado, conforme al mandamiento.

La resurrección(T)

24 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Hallaron removida la piedra del sepulcro y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:

—¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando aún estaba en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día.”

Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, Juana y María, madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. 11 Pero a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron. 12 Pedro, sin embargo, levantándose, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro vio sólo los lienzos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.

En el camino a Emaús(U)

13 Dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 Hablaban entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Y sucedió que, mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. 16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no lo reconocieran.

17 Él les dijo:

—¿Qué pláticas son éstas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?

18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo:

—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?

19 Entonces él les preguntó:

—¿Qué cosas?

Y ellos le dijeron:

—De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo lo entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y lo crucificaron. 21 Pero nosotros esperábamos que él fuera el que había de redimir a Israel. Sin embargo, además de todo, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las cuales antes del día fueron al sepulcro; 23 como no hallaron su cuerpo, volvieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron.

25 Entonces él les dijo:

—¡Insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?

27 Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. 29 Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo:

—Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado.

Entró, pues, a quedarse con ellos. 30 Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro:

—¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?

33 Levantándose en esa misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron a los once reunidos y a los que estaban con ellos, 34 que decían:

—Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.

35 Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Jesús se aparece a los discípulos(V)

36 Mientras aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:

—¡Paz a vosotros!

37 Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. 38 Pero él les dijo:

—¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.

40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41 Pero como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo:

—¿Tenéis aquí algo de comer?

42 Entonces le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. 43 Él lo tomó y comió delante de ellos.

44 Luego les dijo:

—Éstas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras; 46 y les dijo:

—Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; 47 y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. 49 Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

La ascensión(W)

50 Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo. 51 Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. 52 Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; 53 y estaban siempre en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.

En el principio era el Verbo,
el Verbo estaba con Dios
y el Verbo era Dios.
Éste estaba en el principio con Dios.
Todas las cosas por medio de él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz resplandece en las tinieblas,
y las tinieblas no la dominaron.

Hubo un hombre enviado por Dios, el cual se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz.

La luz verdadera que alumbra a todo hombre
venía a este mundo.
10 En el mundo estaba,
y el mundo fue hecho por medio de él;
pero el mundo no lo conoció.
11 A lo suyo vino,
pero los suyos no lo recibieron.
12 Mas a todos los que lo recibieron,
a quienes creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
13 Estos no nacieron de sangre,
ni por voluntad de carne,
ni por voluntad de varón,
sino de Dios.
14 Y el Verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad;
y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del Padre.

15 Juan testificó de él diciendo: «Éste es de quien yo decía: “El que viene después de mí es antes de mí, porque era primero que yo.”»

16 De su plenitud recibimos todos,
y gracia sobre gracia,
17 porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
18 A Dios nadie lo ha visto jamás;
el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
él lo ha dado a conocer.

Testimonio de Juan el Bautista(X)

19 Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:

—¿Quién eres tú?

20 Él confesó y no negó. Confesó:

—Yo no soy el Cristo.

21 Y le preguntaron:

—¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?

Dijo:

—No soy.

—¿Eres tú el Profeta?

Y respondió:

—No.

22 Entonces le dijeron:

—¿Quién eres? Tenemos que dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

23 Dijo:

—Yo soy “la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.

24 Los que habían sido enviados eran de los fariseos. 25 Y le preguntaron diciendo:

—¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?

26 Juan les respondió diciendo:

—Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. 27 Éste es el que viene después de mí, quien es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.

28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El Cordero de Dios

29 Al siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: «¡Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30 Éste es de quien yo dije: “Después de mí viene un hombre que es antes de mí, porque era primero que yo.” 31 Y yo no lo conocía; pero por esto vine bautizando con agua: para que él fuera manifestado a Israel.» 32 Además, Juan testificó, diciendo: «Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció sobre él. 33 Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.” 34 Y yo lo he visto y testifico que éste es el Hijo de Dios.»

Los primeros discípulos

35 Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. 36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: «¡Éste es el Cordero de Dios!» 37 Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús. 38 Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les dijo:

—¿Qué buscáis?

Ellos le dijeron:

—Rabí —que significa «Maestro»—, ¿dónde vives?

39 Les dijo:

—Venid y ved.

Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron aquel día con él, porque era como la hora décima. 40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Aquél encontró primero a su hermano Simón, y le dijo:

—Hemos encontrado al Mesías —que significa «Cristo»—.

42 Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo:

—Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas —es decir, Pedro—.

Jesús llama a Felipe y a Natanael

43 Al siguiente día, Jesús quiso ir a Galilea; encontró a Felipe y le dijo:

—Sígueme.

44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe encontró a Natanael y le dijo:

—Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.

46 Natanael le dijo:

—¿De Nazaret puede salir algo bueno?

Respondió Felipe:

—Ven y ve.

47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él:

—¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!

48 Le dijo Natanael:

—¿De dónde me conoces?

Jesús le respondió:

—Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

49 Natanael exclamó:

—¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!

50 Le contestó Jesús:

—¿Crees porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”? Cosas mayores que éstas verás.

51 Y agregó:

—De cierto, de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.

Las bodas en Caná de Galilea

Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltó vino. Entonces la madre de Jesús le dijo:

—No tienen vino.

Jesús le dijo:

—¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los que servían:

—Haced todo lo que él os diga.

Había allí seis tinajas de piedra para agua, dispuestas para el rito de purificación de los judíos; en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo:

—Llenad de agua estas tinajas.

Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo:

—Sacad ahora un poco y presentadlo al encargado del banquete.

Y se lo presentaron. Cuando el encargado del banquete probó el agua hecha vino, sin saber de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo 10 y le dijo:

—Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando han bebido mucho, el inferior; sin embargo, tú has reservado el buen vino hasta ahora.

11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto descendieron a Capernaúm él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí no muchos días.

Jesús purifica el Templo(Y)

13 Estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 14 Encontró en el Templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas que estaban allí sentados 15 e hizo un azote de cuerdas y echó fuera del Templo a todos, con las ovejas y los bueyes; también desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas:

—Quitad esto de aquí, y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de mercado.

17 Entonces recordaron sus discípulos que está escrito: «El celo de tu casa me consumirá.» 18 Los judíos respondieron y le dijeron:

—Ya que haces esto, ¿qué señal nos muestras?

19 Respondió Jesús y les dijo:

—Destruid este templo y en tres días lo levantaré.

20 Entonces los judíos dijeron:

—En cuarenta y seis años fue edificado este Templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho.

Jesús conoce a todos los hombres

23 Mientras estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. 24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos; 25 y no necesitaba que nadie le explicara nada acerca del hombre, pues él sabía lo que hay en el hombre.

Jesús y Nicodemo

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos. Éste vino a Jesús de noche y le dijo:

—Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Le respondió Jesús:

—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le preguntó:

—¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

Respondió Jesús:

—De cierto, de cierto te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: “Os es necesario nacer de nuevo.” El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que nace del Espíritu.

Le preguntó Nicodemo:

—¿Cómo puede hacerse esto?

10 Jesús le respondió:

—Tú, que eres el maestro de Israel, ¿no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, testificamos; pero no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales? 13 Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.

De tal manera amó Dios al mundo

16 »De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y ésta es la condenación: la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas, 20 pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto. 21 Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

El amigo del esposo

22 Después de esto vino Jesús con sus discípulos a tierras de Judea, y estuvo allí con ellos y bautizaba. 23 También Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas. Y la gente llegaba y se bautizaba, 24 pues aún no habían encarcelado a Juan.

25 Entonces se produjo una discusión entre los discípulos de Juan y algunos judíos acerca de la purificación. 26 Y vinieron a Juan y le dijeron:

—Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, él también bautiza, y todos van a él.

27 Respondió Juan:

—No puede el hombre recibir nada a menos que le sea dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.” 29 El que tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que está a su lado y lo oye, se goza grandemente de la voz del esposo. Por eso, mi gozo está completo. 30 Es necesario que él crezca, y que yo disminuya.

El que viene de arriba

31 El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra es terrenal y habla de cosas terrenales. El que viene del cielo está por encima de todos, 32 y de lo que ha visto y oído testifica, pero nadie recibe su testimonio. 33 El que recibe su testimonio, ése atestigua que Dios es veraz, 34 porque aquel a quien Dios envió, las palabras de Dios habla, pues Dios no da el Espíritu por medida. 35 El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano.

36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Jesús y la mujer samaritana

Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos habían oído decir: «Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan» (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), salió de Judea y se fue otra vez a Galilea. Y le era necesario pasar por Samaria. Fue, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.

Llegó una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:

—Dame de beber —pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos—.

La mujer samaritana le dijo:

—¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? —porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí—.

10 Respondió Jesús y le dijo:

—Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le pedirías, y él te daría agua viva.

11 La mujer le dijo:

—Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?

13 Jesús le contestó:

—Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

15 La mujer le dijo:

—Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed ni venga aquí a sacarla.

16 Jesús le dijo:

—Ve, llama a tu marido, y ven acá.

17 Respondió la mujer y dijo:

—No tengo marido.

Jesús le dijo:

—Bien has dicho: “No tengo marido”, 18 porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad.

19 Le dijo la mujer:

—Señor, me parece que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.

21 Jesús le dijo:

—Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren. 24 Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren.

25 Le dijo la mujer:

—Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.

26 Jesús le dijo:

—Yo soy, el que habla contigo.

27 En esto llegaron sus discípulos y se asombraron de que hablara con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: «¿Qué preguntas?» o «¿Qué hablas con ella?» 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres:

29 —Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?

30 Entonces salieron de la ciudad y vinieron a él.

31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo:

—Rabí, come.

32 Él les dijo:

—Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

33 Entonces los discípulos se decían entre sí:

—¿Le habrá traído alguien de comer?

34 Jesús les dijo:

—Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra. 35 ¿No decís vosotros: “Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega”? Yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se goce juntamente con el que siega. 37 En esto es verdadero el dicho: “Uno es el que siembra y otro es el que siega.” 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron y vosotros habéis entrado en sus labores.

39 Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: «Me dijo todo lo que he hecho.» 40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. 41 Muchos más creyeron por la palabra de él, 42 y decían a la mujer:

«Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.»

Jesús sana al hijo de un noble

43 Dos días después salió de allí y fue a Galilea, 44 pues Jesús mismo dio testimonio de que al profeta no se le honra en su propia tierra. 45 Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron, pues habían visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta, porque también ellos habían ido a la fiesta.

46 Fue, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. 47 Cuando oyó aquel que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que descendiera y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir. 48 Entonces Jesús le dijo:

—Si no veis señales y prodigios, no creeréis.

49 El oficial del rey le dijo:

—Señor, desciende antes que mi hijo muera.

50 Jesús le dijo:

—Vete, tu hijo vive.

El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirlo, y le informaron diciendo:

—Tu hijo vive.

52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a mejorar. Le dijeron:

—Ayer, a la hora séptima, se le pasó la fiebre.

53 El padre entonces entendió que aquélla era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Y creyó él con toda su casa. 54 Esta segunda señal hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea.

El paralítico de Betesda

Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua, porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo:

—¿Quieres ser sano?

El enfermo le respondió:

—Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; mientras yo voy, otro desciende antes que yo.

Jesús le dijo:

—Levántate, toma tu camilla y anda.

Al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su camilla y anduvo. Era sábado aquel día.

10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado:

—Es sábado; no te es permitido cargar tu camilla.

11 Él les respondió:

—El que me sanó, él mismo me dijo: “Toma tu camilla y anda.”

12 Entonces le preguntaron:

—¿Quién es el que te dijo: “Toma tu camilla y anda”?

13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14 Después lo halló Jesús en el Templo y le dijo:

—Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor.

15 El hombre se fue y contó a los judíos que Jesús era quien lo había sanado. 16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús e intentaban matarlo, porque hacía estas cosas en sábado. 17 Jesús les respondió:

—Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

18 Por esto los judíos aun más intentaban matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

La autoridad del Hijo

19 Respondió entonces Jesús y les dijo:

—De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, 20 porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, de modo que vosotros os admiréis. 21 Como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida, 22 porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió.

24 »De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. 26 Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre. 28 No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29 y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

Testigos de Cristo

30 »No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió. 31 Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32 Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. 33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. 34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; sin embargo, digo esto para que vosotros seáis salvos. 35 Él era antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. 36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan: las obras que el Padre me dio para que cumpliera, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. 37 También el Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, 38 ni tenéis su palabra morando en vosotros, porque no creéis a quien él envió. 39 Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

41 »Gloria de los hombres no recibo. 42 Pero yo os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. 43 Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en su propio nombre, a ése recibiríais. 44 ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros y no buscáis la gloria que viene del Dios único? 45 No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre. Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza, es quien os acusa, 46 porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. 47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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