Bible in 90 Days
Salutación
1 Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre y guardados en Jesucristo: 2 Misericordia, paz y amor os sean multiplicados.
Falsas doctrinas y falsos maestros(A)
3 Amados, por el gran deseo que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros para exhortaros a que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos, 4 porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a Dios, el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
5 Quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron. 6 Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día. 7 También Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra la naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.
8 No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de los poderes superiores. 9 Pero cuando el arcángel Miguel luchaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: «El Señor te reprenda.» 10 Pero estos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales.
11 ¡Ay de ellos!, porque han seguido el camino de Caín, se lanzaron por lucro en el error de Balaam y perecieron en la contradicción de Coré. 12 Éstos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo sin vergüenza alguna con vosotros, se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados. 13 Son fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.
14 De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: «Vino el Señor con sus santas decenas de millares, 15 para hacer juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él». 16 Éstos son murmuradores, quejumbrosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho.
Amonestaciones y exhortaciones
17 Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo; 18 los que os decían: «En el último tiempo habrá burladores que andarán según sus malvados deseos.» 19 Éstos son los que causan divisiones, viven sensualmente y no tienen al Espíritu.
20 Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, 21 conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
22 A algunos que dudan, convencedlos. 23 A otros, salvadlos arrebatándolos del fuego; y de otros, tened misericordia con temor, desechando aun la ropa contaminada por su carne.
Doxología
24 A aquel que es poderoso para guardaros sin caída y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, 25 al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos. Amén.
La revelación de Jesucristo
1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. La declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2 el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, del testimonio de Jesucristo y de todas las cosas que ha visto. 3 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca.
Salutaciones a las siete iglesias
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y que era y que ha de venir, de los siete espíritus que están delante de su trono, 5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
7 He aquí que viene con las nubes:
Todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron;
y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él.
Sí, amén.
8 «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin», dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
Una visión del Hijo del hombre
9 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. 10 Estando yo en el Espíritu en el día del Señor oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, 11 que decía: «Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.»
12 Me volví para ver la voz que hablaba conmigo. Y vuelto, vi siete candelabros de oro, 13 y en medio de los siete candelabros a uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y tenía el pecho ceñido con un cinto de oro. 14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos, como llama de fuego. 15 Sus pies eran semejantes al bronce pulido, refulgente como en un horno, y su voz como el estruendo de muchas aguas. 16 En su diestra tenía siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos y su rostro era como el sol cuando resplandece con toda su fuerza.
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: «No temas. Yo soy el primero y el último, 18 el que vive. Estuve muerto, pero vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. 19 Escribe, pues, las cosas que has visto, las que son y las que han de ser después de éstas. 20 Respecto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros que has visto son las siete iglesias.
El mensaje a Éfeso
2 »Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso:
»“El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que camina en medio de los siete candelabros de oro, dice esto:
2 »”‘Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, has probado a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. 3 Has sufrido, has sido perseverante, has trabajado arduamente por amor de mi nombre y no has desmayado. 4 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. 5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, arrepiéntete y haz las primeras obras, pues si no te arrepientes, pronto vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar. 6 Pero tienes esto: que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco. 7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios.’”
El mensaje a Esmirna
8 »Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:
»“El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:
9 »”‘Yo conozco tus obras, tu tribulación, tu pobreza (aunque eres rico) y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás. 10 No temas lo que has de padecer. El diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. ¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida! 11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.’”
El mensaje a Pérgamo
12 »Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo:
»“El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:
13 »”‘Yo conozco tus obras y dónde habitas: donde está el trono de Satanás. Pero retienes mi nombre y no has negado mi fe ni aun en los días en que Antipas, mi testigo fiel, fue muerto entre vosotros, donde habita Satanás. 14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación. 15 Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. 16 Por tanto, arrepiéntete, pues si no, vendré pronto hasta ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. 17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe.’”
El mensaje a Tiatira
18 »Escribe al ángel de la iglesia en Tiatira:
»“El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce pulido, dice esto:
19 »”‘Yo conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio, tu perseverancia y que tus obras postreras son superiores a las primeras. 20 Pero tengo contra ti que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos para fornicar y para comer cosas sacrificadas a los ídolos. 21 Yo le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. 22 Por tanto, yo la arrojo en cama; y en gran tribulación a los que adulteran con ella, si no se arrepienten de las obras de ella. 23 A sus hijos heriré de muerte y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón. Os daré a cada uno según vuestras obras. 24 Pero a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina y no han conocido lo que ellos llaman ‘las profundidades de Satanás’, yo os digo: No os impongo otra carga; 25 pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga. 26 Al vencedor que guarde mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones; 27 las regirá con vara de hierro y serán quebradas como un vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre. 28 Y le daré la estrella de la mañana. 29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’”
El mensaje a Sardis
3 »Escribe al ángel de la iglesia en Sardis:
»“El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto:
»”‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto. 2 Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras bien acabadas delante de Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete, pues si no velas vendré sobre ti como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5 El vencedor será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’”
El mensaje a Filadelfia
7 »Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
»“Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:
8 »”‘Yo conozco tus obras. Por eso, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar, pues aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. 9 De la sinagoga de Satanás, de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, te daré algunos. Yo haré que vengan y se postren a tus pies reconociendo que yo te he amado. 10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que habitan sobre la tierra. 11 Vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12 Al vencedor yo lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá de allí. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, con mi Dios, y mi nombre nuevo. 13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’”
El mensaje a Laodicea
14 »Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea:
»“El Amén, el testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios, dice esto:
15 »”‘Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17 Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo. 18 Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio para que veas. 19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete. 20 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo. 21 Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. 22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.’”»
La adoración celestial
4 Después de esto miré, y vi que había una puerta abierta en el cielo. La primera voz que oí era como de una trompeta que, hablando conmigo, dijo: «¡Sube acá y yo te mostraré las cosas que sucederán después de éstas!»
2 Al instante, estando yo en el Espíritu, vi un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. 3 La apariencia del que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono había un arco iris semejante en su apariencia a la esmeralda. 4 Alrededor del trono había veinticuatro tronos, y en los tronos vi sentados a veinticuatro ancianos vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas. 5 Del trono salían relámpagos, truenos y voces. Delante del trono ardían siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios.
6 También delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, y junto al trono y alrededor del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. 7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. 8 Los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos, y día y noche, sin cesar, decían:
«¡Santo, santo, santo es el Señor
Dios Todopoderoso,
el que era, el que es y el que ha de venir!»
9 Cada vez que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 «Señor, digno eres
de recibir la gloria, la honra y el poder,
porque tú creaste todas las cosas,
y por tu voluntad existen y fueron creadas.»
El rollo y el Cordero
5 Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2 Y vi un ángel poderoso que pregonaba a gran voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?» 3 Pero ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni siquiera mirarlo. 4 Y lloraba yo mucho, porque no se hallaba a nadie que fuera digno de abrir el libro, ni siquiera de mirarlo. 5 Entonces uno de los ancianos me dijo: «No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.»
6 Miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra. 7 Él vino y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8 Cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. 9 Y cantaban un cántico nuevo, diciendo:
«Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque tú fuiste inmolado,
y con tu sangre nos has redimido para Dios,
de todo linaje, lengua, pueblo y nación;
10 nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes,
y reinaremos sobre la tierra.»
11 Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Su número era millones de millones, 12 y decían a gran voz:
«El Cordero que fue inmolado
es digno de tomar el poder, las riquezas,
la sabiduría, la fortaleza,
la honra, la gloria y la alabanza.»
13 A todo lo creado que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir:
«Al que está sentado en el trono
y al Cordero,
sea la alabanza, la honra,
la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos.»
14 Los cuatro seres vivientes decían: «¡Amén!» Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
Los sellos
6 Entonces vi que el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir con una voz como de trueno: «¡Ven!»
2 Miré, y vi un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: «¡Ven!»
4 Salió otro caballo, de color rojizo. Al que lo montaba le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y hacer que se mataran unos a otros. Y se le dio una espada muy grande.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: «¡Ven!»
Miré, y vi un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: «Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario, pero no dañes el aceite ni el vino.»
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: «¡Ven!»
8 Miré, y vi un caballo amarillo. El que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía: y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.
9 Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y del testimonio que tenían. 10 Clamaban a gran voz, diciendo: «¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, vas a tardar en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?» 11 Entonces se les dieron vestiduras blancas y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos.
12 Miré cuando abrió el sexto sello, y hubo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de luto, la luna entera se volvió toda como sangre 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. 14 El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda isla fueron removidos de sus lugares. 15 Los reyes de la tierra, los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, todo esclavo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, 16 y decían a los montes y a las peñas: «Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero, 17 porque el gran día de su ira ha llegado y ¿quién podrá sostenerse en pie?»
Los 144 mil sellados
7 Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplara viento alguno sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre árbol alguno. 2 Vi también otro ángel, que subía desde donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Clamó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, 3 diciendo: «No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.»
4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. 5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil. De la tribu de Gad, doce mil. 6 De la tribu de Aser, doce mil. De la tribu de Neftalí, doce mil. De la tribu de Manasés, doce mil. 7 De la tribu de Simeón, doce mil. De la tribu de Leví, doce mil. De la tribu de Isacar, doce mil. 8 De la tribu de Zabulón, doce mil. De la tribu de José, doce mil. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
La multitud vestida de ropas blancas
9 Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos. 10 Clamaban a gran voz, diciendo:
«¡La salvación pertenece a nuestro Dios,
que está sentado en el trono,
y al Cordero!»
11 Y todos los ángeles que estaban en pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios, 12 diciendo:
«¡Amén!
La bendición, la gloria,
la sabiduría, la acción de gracias,
la honra, el poder y la fortaleza
sean a nuestro Dios
por los siglos de los siglos.
¡Amén!»
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: «Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?» 14 Yo le dije: «Señor, tú lo sabes.» Él me dijo: «Éstos son los que han salido de la gran tribulación; han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios y lo sirven día y noche en su templo. El que está sentado sobre el trono extenderá su tienda junto a ellos.
16 »Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.»
8 Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
2 Luego vi los siete ángeles que estaban de pie ante Dios, y se les dieron siete trompetas. 3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. 4 El humo del incienso con las oraciones de los santos subió de la mano del ángel a la presencia de Dios. 5 Y el ángel tomó el incensario, lo llenó del fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto.
Las seis primeras trompetas
6 Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
7 El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre que fueron lanzados sobre la tierra. Y se quemó la tercera parte de los árboles, y toda la hierba verde fue quemada.
8 El segundo ángel tocó la trompeta, y algo como un gran monte ardiendo en fuego fue precipitado en el mar. La tercera parte del mar se convirtió en sangre, 9 murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar y la tercera parte de las naves fue destruida.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella ardiendo como una antorcha. Cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de las aguas. 11 El nombre de la estrella es Ajenjo. La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se volvieron amargas.
12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciera la tercera parte de ellos y no hubiera luz en la tercera parte del día, y asimismo en la noche.
13 Miré, y oí un ángel que volaba en medio del cielo y decía a gran voz: «¡Ay, ay, ay de los que habitan en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para tocar los tres ángeles!»
9 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra. Y se le dio la llave del pozo del abismo. 2 Abrió el pozo del abismo, y del pozo subió humo como humo de un gran horno, y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del pozo. 3 Del humo salieron langostas sobre la tierra, y se les dio poder, como el poder que tienen los escorpiones de la tierra. 4 Se les mandó que no dañaran la hierba de la tierra, ni cosa verde alguna ni ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuvieran el sello de Dios en sus frentes. 5 Pero no se les permitió que los mataran, sino que los atormentaran cinco meses; y su tormento era como el tormento del escorpión cuando hiere al hombre. 6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro, sus caras eran como caras humanas, 8 tenían cabello como cabello de mujer y sus dientes eran como de leones; 9 tenían corazas como corazas de hierro y el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; 10 tenían colas como de escorpiones, y también aguijones, y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses. 11 Sobre ellos tienen como rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ay pasó; pero vienen aún dos ayes después de esto.
13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios, 14 la cual decía al sexto ángel que tenía la trompeta: «¡Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates!» 15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar la tercera parte de los hombres. 16 Y el número de los ejércitos de los jinetes era de doscientos millones. Yo oí su número. 17 Así vi en visión los caballos y sus jinetes, que tenían corazas de fuego, zafiro y azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre. 18 Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres: por el fuego, el humo y el azufre que salía de sus bocas, 19 pues el poder de los caballos estaba en sus bocas y en sus colas, porque sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas y con ellas dañan.
20 Los demás hombres, los que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios y a las imágenes de oro, plata, bronce, piedra y madera, las cuales no pueden ver ni oír ni andar. 21 No se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.
El ángel con el librito
10 Vi descender del cielo otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. 2 Tenía en su mano un librito abierto; puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra 3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces. 4 Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: «Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.»
5 El ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano hacia el cielo 6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más, 7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
8 La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: «Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.»
9 Fui donde el ángel, diciéndole que me diera el librito. Y él me dijo: «Toma y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.» 10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel y lo comí. En mi boca era dulce como la miel, pero cuando lo hube comido amargó mi vientre. 11 Él me dijo: «Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»
Los dos testigos
11 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir y se me dijo: «Levántate y mide el templo de Dios y el altar y a los que adoran en él. 2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles. Ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses. 3 Y ordenaré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos con ropas ásperas.»
4 Estos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están de pie delante del Dios de la tierra. 5 Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos; si alguno quiere hacerles daño, debe morir de la misma manera. 6 Estos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quieran. 7 Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. 8 Sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. 9 Gentes de todo pueblo, tribu, lengua y nación verán sus cadáveres por tres días y medio y no permitirán que sean sepultados. 10 Los habitantes de la tierra se regocijarán sobre ellos, se alegrarán y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra. 11 Pero después de tres días y medio el espíritu de vida enviado por Dios entró en ellos, se levantaron sobre sus pies y cayó gran temor sobre los que los vieron. 12 Entonces oyeron una gran voz del cielo, que les decía: «¡Subid acá!» Y subieron al cielo en una nube, y los vieron sus enemigos.
13 En aquella hora hubo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó. Por el terremoto murieron siete mil hombres. Los demás se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo.
14 El segundo ay pasó. He aquí que el tercer ay viene pronto.
La séptima trompeta
15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:
«Los reinos del mundo han venido a ser
de nuestro Señor y de su Cristo;
y él reinará
por los siglos de los siglos.»
16 Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, 17 diciendo:
«Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso,
el que eres, que eras y que has de venir,
porque has tomado tu gran poder
y has reinado.
18 Las naciones se airaron y tu ira ha venido:
el tiempo de juzgar a los muertos,
de dar el galardón a tus siervos los profetas,
a los santos y a los que temen tu nombre,
a los pequeños y a los grandes,
y de destruir a los que destruyen la tierra.»
19 El templo de Dios fue abierto en el cielo, y el Arca de su pacto se dejó ver en el templo. Hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y granizo grande.
La mujer y el dragón
12 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2 Estaba encinta y gritaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. 3 Otra señal también apareció en el cielo: un gran dragón escarlata que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas tenía siete diademas. 4 Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciera. 5 Ella dio a luz un hijo varón, que va a regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. 6 La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para ser sustentada allí por mil doscientos sesenta días.
7 Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, 8 pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. 9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. 10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía:
«Ahora ha venido la salvación,
el poder y el reino de nuestro Dios
y la autoridad de su Cristo,
porque ha sido expulsado el acusador
de nuestros hermanos,
el que los acusaba
delante de nuestro Dios día y noche.
11 Ellos lo han vencido
por medio de la sangre del Cordero
y de la palabra del testimonio de ellos,
que menospreciaron sus vidas
hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos,
y los que moráis en ellos.
¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!,
porque el diablo
ha descendido a vosotros con gran ira,
sabiendo que tiene poco tiempo.»
13 Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14 Pero se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila para que volara de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. 15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuera arrastrada por el río. 16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y se tragó el río que el dragón había echado de su boca. 17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
Las dos bestias
13 Me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos: en sus cuernos tenía diez diademas, y sobre sus cabezas, nombres de blasfemia. 2 La bestia que vi era semejante a un leopardo, sus pies eran como de oso y su boca como boca de león. El dragón le dio su poder, su trono y gran autoridad. 3 Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada. Toda la tierra se maravilló en pos de la bestia, 4 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: «¿Quién como la bestia y quién podrá luchar contra ella?»
5 También se le dio boca que hablaba arrogancias y blasfemias, y se le dio autoridad para actuar por cuarenta y dos meses. 6 Y abrió su boca para blasfemar contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo y de los que habitan en el cielo. 7 Se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. 8 La adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no estaban escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado. 9 Si alguno tiene oído, oiga:
10 «Si alguno lleva en cautividad,
a cautividad irá.
Si alguno mata a espada,
a espada será muerto.»
Aquí está la perseverancia y la fe de los santos.
11 Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. 12 Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada. 13 También hace grandes señales, de tal manera que incluso hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. 14 Engaña a los habitantes de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que le hagan una imagen a la bestia que fue herida de espada y revivió. 15 Se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablara e hiciera matar a todo el que no la adorara. 16 Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, 17 y que ninguno pudiera comprar ni vender, sino el que tuviera la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
El cántico de los 144 mil
14 Después miré, y vi que el Cordero estaba de pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. 2 Oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno. La voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. 3 Cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el cántico, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra. 4 Éstos son los que no se han contaminado con mujeres, pues son vírgenes. Son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Éstos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. 5 En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.
El mensaje de los tres ángeles
6 En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. 7 Decía a gran voz: «¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!»
8 Otro ángel lo siguió, diciendo: «Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.»
9 Y un tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, 10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero. 11 El humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.»
12 Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Y oí una voz que me decía desde el cielo: «Escribe: “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor.” Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.»
La tierra es segada
14 Miré, y vi una nube blanca. Sentado sobre la nube, uno semejante al Hijo del hombre, que llevaba en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz aguda. 15 Y otro ángel salió del templo gritando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «¡Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura!» 16 El que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra y la tierra fue segada.
17 Otro ángel salió del templo que está en el cielo, llevando también una hoz aguda. 18 Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que llevaba la hoz aguda, diciendo: «¡Mete tu hoz aguda y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras!» 19 El ángel metió su hoz en la tierra, vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. 20 El lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre que llegó hasta los frenos de los caballos en una extensión de mil seiscientos estadios.
Los ángeles con las siete plagas postreras
15 Vi en el cielo otra señal grande y admirable: siete ángeles con las siete plagas postreras, porque en ellas se consumaba la ira de Dios.
2 También vi como un mar de vidrio mezclado con fuego, y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, sobre su marca y el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. 3 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
«Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor Dios Todopoderoso;
justos y verdaderos son tus caminos,
Rey de los santos.
4 ¿Quién no te temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?,
pues sólo tú eres santo;
por lo cual todas las naciones
vendrán y te adorarán,
porque tus juicios se han manifestado.»
5 Después de estas cosas miré, y fue abierto en el cielo el santuario del tabernáculo del testimonio. 6 Del templo salieron los siete ángeles con las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. 7 Uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, quien vive por los siglos de los siglos. 8 Y el templo se llenó de humo por causa de la gloria de Dios y por causa de su poder. Nadie podía entrar en el templo hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles.
Las copas de ira
16 Entonces oí desde el templo una gran voz que decía a los siete ángeles: «Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.»
2 Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5 Y oí que el ángel de las aguas decía:
«Justo eres tú, Señor,
el que eres y que eras, el Santo,
porque has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la sangre
de los santos y de los profetas,
también tú les has dado a beber sangre,
pues se lo merecen.»
7 También oí a otro, que desde el altar decía: «¡Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!»
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual le fue permitido quemar a los hombres con fuego. 9 Los hombres fueron quemados con el gran calor y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas. La gente se mordía la lengua por causa del dolor 11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y el agua de éste se secó para preparar el camino a los reyes del oriente.
13 Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. 14 Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 «Yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, no sea que ande desnudo y vean su vergüenza.»
16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario del cielo, desde el trono, que decía: «¡Ya está hecho!» 18 Entonces hubo relámpagos, voces, truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande cual no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra. 19 La gran ciudad se dividió en tres partes y las ciudades de las naciones cayeron. La gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. 20 Toda isla huyó y los montes ya no fueron hallados. 21 Del cielo cayó sobre los hombres un enorme granizo, como del peso de un talento. Y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande.
Condenación de la gran ramera
17 Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo, diciendo: «Ven acá y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas. 2 Con ella han fornicado los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación».
3 Me llevó en el Espíritu al desierto, y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, adornada de oro, piedras preciosas y perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación. 5 En su frente tenía un nombre escrito, un misterio: «Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.»
6 Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús.
Cuando la vi quedé asombrado con gran asombro.
7 El ángel me dijo: «¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos. 8 La bestia que has visto era y no es, y está para subir del abismo e ir a perdición. Los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
9 »Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales se sienta la mujer, 10 y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es y el otro aún no ha venido, y cuando venga deberá durar breve tiempo. 11 La bestia que era y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición. 12 Los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido reino; pero recibirán autoridad como reyes por una hora, juntamente con la bestia. 13 Estos tienen un mismo propósito: entregarán su poder y autoridad a la bestia. 14 Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, elegidos y fieles.»
15 También me dijo: «Las aguas que has visto, donde se sienta la ramera, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas. 16 Y los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, devorarán sus carnes y la quemarán con fuego. 17 Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia hasta que se hayan cumplido las palabras de Dios. 18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.»
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